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El Rincón de Raimundo y Francisca. 16 años después... ¡Queremos gozo en el otoño de la vida!

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RaiPaquistas
RaiPaquistas
20/08/2012 18:46
elrinconderaimundoyfrancisca16anosdespuesqueremosgozoenelotonodelavida

ANTIGUO HILO
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HILOS: RAMÓN Y MARÍA
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REDES SOCIALES
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MUNDO ALTERNATIVO
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HUMOR RAIPAQUISTA
elrinconderaimundoyfrancisca16anosdespuesqueremosgozoenelotonodelavida

No existe amor en paz. Siempre viene acompañado de agonías, éxtasis, alegrías intensas y tristezas profundas. Paulo Coelho.

#841
chatosara
chatosara
18/11/2012 23:43
Soniiaaaaaaaaa, estaba cotilleando el antiguo hilo y vi tu sueño plasmado en una imagen que puso Ruth e.e La única que diferencia, es que ropa, lo que se dice ropa, no llevan.

elrinconderaimundoyfrancisca16anosdespuesqueremosgozoenelotonodelavida
#842
Franrai
Franrai
19/11/2012 15:22
¡¿Ya estáis con la mente sucia?! jajaja Muy Raipaquista eso... lengua

Os dejo el relato que empecé hace ya unos días, lo pongo entero por si alguna se pierde o no se acuerda.


Heridos de amor


Alzó la mano como si con aquel gesto pudiese acariciar el hermoso prado e inundarse de la calidez del radiante sol, mas en la palma de su mano solo notó la rigidez y frialdad del cristal.
Hacía horas que se había quedado sin lágrimas con las que llorar. Con las que expresar ese intenso dolor que la acompañaba. El dolor que solo provoca un engaño. Una traición más que profunda, pues su amor, el hombre de su vida, había vuelto a jugar con sus sentimientos. Y esta vez, de la peor de las maneras. Mintiéndole, haciéndole vanas promesas, ilusionándola con la idea de entregarle amor y felicidad todos los días que les restasen de vida.
Y lo peor es era que ella se había entregado sin más. Sin pedir más que un te quiero. El cual, ahora quedaba en nada. En un par de palabras sin sentimiento. Al igual que todas y cada una de las miradas que le había dedicado. Al igual que todas sus caricias. No eran más que mentiras, una otra. Mentiras las cuales no habían hecho sino aumentar su ilusión, mientras él se reía de ella viendo desde fuera su patético comportamiento.

Suspiró al notar como de nuevo sus ojos picaban ante el próximo llanto.

-¡Buenas tardes, madrina!- Sonó a sus espaldas la animada voz de su ahijada. Pasó su mano derecha por sus mejillas. Había llorado tanto que aun las sentía llenas de amargas lágrimas, y si algo no quería, era que María la viese en ese estado.

-Buenas tardes, cariño- habló sin fuerzas. Girándose y colocando en su rostro una débil sonrisa con la que responder a la joven. Y esta, sin percatarse de nada, acudió a su lado para depositar un beso en la mejilla de Francisca. -¿Qué te trae tan contenta?- preguntó ante la excesiva felicidad que María desbordaba.

-Nada- contestó sonriente y vivaz. – Qué me impediría estarlo si tengo la familia más maravillosa y la madrina más buena que puedo desear- continuó zalamera. Ocultando el verdadero motivo de su dicha; Gonzalo.

Francisca se obligó a sonreír ante el halago de María, pero al hacerlo se terminó descubriendo. Pues la chica notó que algo no iba bien en la sonrisa de su querida madrina.

-Aunque… No se puede decir lo mismo de usted- apuntó, tomándola de la mano. -¿Le ocurre algo?

Dirigió su mirada, que había vuelto a posarse en el hermoso paisaje, hacia su ahijada al notar el contacto con sus manos. Y al ver los curiosos ojos de la joven, meneó la cabeza restándole importancia al asunto.

-No es nada, María- pronunció. Retirando su mano de la de María y dando después un par de pasos en sentido contrario a dónde ella se encontraba.

-Es por lo de la fábrica, ¿verdad? Es por esos cuartos que le han robado por lo que se muestra así- afirmó, acercándose de nuevo a Francisca e imitando su gesto una vez que esta se dejó caer sobre la silla del comedor. –No ha de preocuparse, madrina. De seguro que encuentran a ese malnacido que se atrevió a quitarle el dinero que usted tanto ha trabajado para conseguir- trató de animarla. Aunque a efecto contrario al deseado, la mirada de su madrina se perdió en algún lugar del salón. -¿Lo ha denunciado a la guardia civil?- Quiso saber en un intento de hacerla reaccionar.
Y así lo hizo.

-No- musitó, negando a su vez levemente con la cabeza.

-¿Y a qué está esperando? Ha de denunciarlo y que ellos tomen medidas contra…

-No, María. No es una buena idea- la cortó. –Es mejor dejar las cosas como están- terminó diciendo. ¿Para qué iba a denunciar si ya sabía el nombre del culpable de dicho robo? ¿Para qué ponerse en evidencia delante de todos al dar a conocer la traición del que decía ser su prometido? No. Mejor callar. Soportar aquel sufrimiento en silencio. Aquel nuevo tropiezo del que no se veía con fuerzas para levantar.

-Se muestra derrotada.- comentó la joven frunciendo el ceño. Pocas veces había visto de esa forma a Francisca. Ella, que desde siempre le había parecido una mujer admirable por su fuerza y su orgullo, ahora se mostraba hundida como jamás antes imaginó encontrarla.

-Así es en verdad cómo estoy. Derrotada, y herida- agachó la mirada ante aquella última palabra. Se sentía herida, sí. Herida de nuevo por el mismo hombre. Mas esta vez, sin el brío de la juventud sentía que no podría volver a reponerse. Raimundo la había vuelto a traicionar, y ya nada le quedaba para seguir luchando.

-¿Herida?- exclamó María en un susurro. Aquello la estaba empezando a preocupar sobre manera.

Francisca meneó la cabeza. De nuevo las lágrimas acudían a sus ojos, y en absoluto deseaba que la joven la viese llorar.

-Marcho a descansar, mi niña- pronunció sonriendo levemente al estrechar su mano con la de ella. Se levantó del asiento y bajó los tres escalones que la separaban del suelo.

-Pero… Madrina…- intentó pararla. Sintiendo curiosidad e inquietud a partes iguales por el estado de Francisca. Mas, esta ya salía sin remedio del salón y comenzaba a subir las escaleras que la llevarían hacía su alcoba.
………………………………………………………………………

Se removió de nuevo en la cama. Apenas había logrado conciliar un par de horas de sueño, y ni aun así su mente la había dado la tregua deseada. A su cabeza volvían todos los recuerdos junto a él. Todo lo que ahora resultaba parte de una gran mentira. Eso de que había vuelto de las Américas por ella, que no había dejado de amarla, que anhelaba pasar el resto de sus días a su lado… Todo era mentira. Al igual que su compromiso, que sus planes de boda, que su idea de viajar con ella… Una engañifa tras otra con el fin de ilusionarla, de cegarla hasta el punto de poder acceder a dinero.

Ese amor eterno que un día se prometieron, solo quedaba en ella. En el destrozado corazón, que contra su voluntad se empeñaba en seguir latiendo. En seguir demorando un final que ya esperaba sin fuerzas.
#843
Franrai
Franrai
19/11/2012 15:22
Se incorporó. Sentándose al borde de la cama y rozando el suelo con la punta de los dedos de sus pies. ¿Tendría fuerzas para levantarse? ¿Lograría colocar en su rostro una sonrisa con la que fingir que no pasaba nada? ¿Soportaría su presencia en el caso de que tuviese la poca decencia de visitarla como si nada? ¿Aguantaría las malas lenguas una vez que se supiese todo?

Tomó aire. Todo el que pudo, hasta llenar sus pulmones. Habría de hacerlo. Qué otra opción le quedaba si la vida se había empeñado en hacerla sufrir de tan cruel manera. Espiró. Levantándose lentamente y acudiendo ha ciegas hacia el espejo. Y una vez que claridad volvió a inundarla, vio frente a ella el reflejo de unos ojos hinchados y enrojecidos. El reflejo de un rostro roto de dolor, y un cuerpo sin fuerza.

Raimundo le había robado, sí. Pero no era el dinero lo más valioso que se había llevado. La había dejado vacía, sin un ápice de ilusión y felicidad en su ser. Y eso era lo que más le dolía, que hubiese jugado con sus sentimientos de aquella manera tan ruin.

Aunque ya nada podía hacer. Solo resignarse. Encerrarse en su propio dolor cómo ya hizo una vez. Ni siquiera perdería el tiempo en atacarlo. No quería verlo, no quería escucharlo. Solo huir, dejarlo todo y marchar. Sollozó. ¿Y si ahí estuviera su consuelo? En huir. No era tan mala idea escapar de allí y dejar atrás todo. Cambiar de aires aunque solo fuese una temporada. Aunque solo fuese hasta que su vida se encauzase de nuevo. Hasta olvidar todo el dolor que ahora sentía. ¿Es que algún día lograría hacerlo? No. Pero si se quedaba no tendría siquiera una mínima oportunidad. Si se quedaba en Puente Viejo habría de soportar a María y a Emilia pidiéndole explicaciones de su ruptura con Raimundo. Y al propio Ulloa dándole explicaciones sin sentido, o directamente jactándose de haberla engañado.

Colocó la silla del pequeño escritorio frente al armario, subiéndose a ella y tomando entre sus manos un par maletas que tiró al suelo. Y al pisar de nuevo tierra firme, las abrió sobre la cama. Estaba decidida a marcharse. No sabía a donde, pero sentía que debía de irse, y así lo haría.
Dobló como pudo algunos vestidos y se hizo rápidamente con los enseres necesarios para el viaje y la estancia dónde quiera que fuese.
………………………………………………………………………

-¿Las maletas?- exclamó como pudo al oír a Francisca hablar con Mariana. -¿Qué maletas, madrina? ¿Es que acaso se marcha?- continuó. Esperando a que ella contestase a sus preguntas lo antes posible.

-Así es, María.- afirmó con seguridad.

-Pero…- meneó la cabeza sin dar cavidad a lo que se le presentaba. -¿Por qué? ¿A dónde va? ¿Irá sola? ¿Cuánto tiempo?- No pudo sino hacer una pregunta tras otra. La idea de estar un tiempo sin su madrina ya le parecía demasiado mala, y aun más lo era la de quedarse allí sola con Olmo y Fernando.
Francisca hizo un gesto a Mariana para que fuese a hacer lo que le había ordenado, y tomó a María de los hombros, esperando a que se tranquilizase.

-Sabes que si me haces tantas preguntas no podré contestarte a todas.- pronunció con ternura. Si por algo le dolía irse, era por ella. –Marcho a la capital una temporada- comenzó a decir.

-Pero, ¿cuánto tiempo estará fuera?

-El necesario para… Para hacer unas gestiones que tengo pendientes y visitar un poco la ciudad- mintió. –Ya verás como antes de que te des cuenta estaré de vuelta, vigilando que cumplas todas tus obligaciones- bromeó, mostrándole una sonrisa tan amplia como pudo.

-La voy a echar mucho de menos- pudo decir entre pucheros. Abrazándose segundos después a ella con tanta fuerza, que Francisca creyó romperse.

-Vamos, María…- le dijo, en un intento de que la joven se separase. Mas, a decir verdad, podría pasarse la existencia abrazada a ese rayo de luz que la acompañaba desde hacía años.

Las puertas de la Casona se abrieron bruscamente y eso rompió definitivamente el abrazo.

-Señora- pronunció el alcalde alterado.

-Mauricio,- suspiró- ve a decirle al cochero que prepare la Calesa para un… largo trayecto. Y, llévate también estas maletas para que cargue- le indicó esto último al ver como Mariana bajaba las escaleras con ellas a cuestas.

-¿Es que se marcha, Doña Francisca?- preguntó. Encontrándose con la silenciosa afirmación de la Montenegro. Bajó la mirada hasta encontrarse con el papel que tenía entre manos, meneó la cabeza al recordar como el muchacho que se lo había entregado le había dicho que corría máxima urgencia. La miró entonces, viéndola dispuesta a reiterar la orden que antes le había dado. –Espere. Esto es para usted- se adelantó a ella. Tendiéndole la nota y esperando a que Francisca la tomase entre sus manos.
#844
Franrai
Franrai
19/11/2012 15:22
La mujer frunció el ceño. No estaba para nuevas noticias, ni buenas ni malas. Si por algo había decidido marcharse era para dejarlo todo atrás por un tiempo. Eludir tanto sus responsabilidades, como sus propios sentimientos. Pero estaba claro que eso habría de ser una vez que estuviese asentada en un hotel cualquiera de Madrid, no antes.
Cogió la nota y la desplegó con sumo cuidado y lentitud. Levanto la vista un instante para ver a Mariana, al alcalde y a su ahijada mirándola de forma inquisitiva. Suspiró antes de leer. Y al hacerlo notó como algo comenzaba a oprimirle el pecho y una desbordante inquietud la envolvía.

-Sube… esas maletas… Mariana- susurró titubeante. No podía marchar, al menos de momento.
…………………………………………………………

Respiró hondo antes de abrir las puertas del despacho. Asegurándose también de que todo estaba en orden. El traje. Las flores. Su falsa sonrisa… Sí, todo estaba bien. Perfecto para interpretar una vez más.

A pesar de obligarse a mantener la cabeza fría, a pesar de vigilar cada uno de sus movimientos, hacía mucho tiempo que esto se le había ido de las manos. La veía tan ilusionada y se sentía tan mal… que por las noches, a solas, dudaba de si estaba o no haciendo lo correcto. Por supuesto que no lo estaba haciendo. Pero, ¿qué iba a hacer? ¿ Decírselo? ¿Decirle que necesitaba dinero? ¿Qué había vuelto a fracasar en los negocios y que su hijo estaba en peligro por ello?Meneó la cabeza. No. No podía decírselo. Ella quizás no lo entendería y ahí acabarían sus oportunidades para salvar a Sebastián.

Y aun así, ya estaba todo hecho, y no había forma de dar marcha atrás. Ya había conquistado a Francisca ocultándole sus segundas intenciones. Ya había convencido a su familia de que nada pasaba. Y ya incluso había tomado el dinero que necesitaba. Apenas horas le faltaban para poder volver a abrazar a su hijo. Y, entonces, todo habría acabado. Diego Ayala y sus secuaces se marcharían para siempre de su vida y al fin respiraría tranquilo. Sin la preocupación que le suponía la idea de que Francisca se enterase de su engaño.

Abrió ligeramente las puertas, para verla sentada cómodamente, con un libro en su regazo y el anillo de compromiso entre los dedos de su mano, en la silla en la que le hizo entrega del mismo. La vio mirarlo fijamente, como si toda su vida se concentrase en aquella minúscula joya que había elegido para ella. Mas, lejos de mostrar la amplia sonrisa con la que se había acostumbrado a vivir, le pareció ver en su rostro tristeza y cansancio.

Apartó tan rápido como pudo los pensamientos de su cabeza, y terminó de abrir las puertas, esperando que estas hiciesen el ruido necesario cómo para alentarla de su presencia.

-Ya he dicho que no quiero ver a nadie- habló con la voz tan apagada como su rostro.

-¿Ni siquiera a mi?

Dejó que el anillo cayese sobre la palma de su mano y cerró la misma con fuerza. Había pasado días encerrada en si misma. Esperando poder cumplir cuanto antes los asuntos que la retenían allí, y poder marchar como tenía planeado una vez que sus dudas estuviesen resueltas. Había deseado cada segundo de los 3 días que llevaba resumiendo su existencia a pasar de su alcoba al despacho y viceversa, que aquel momento no se le presentase. Y allí estaba él. Visitándola con una nueva mentira.

-A ti menos que a nadie- contestó con rudeza. Sin mirarlo siquiera.

-¿Qué te ocurre, Francisca?- preguntó con preocupación. Temiendo que algo o alguien la hubiesen puesto en sobre aviso. Deseando con todas sus fuerzas que se tratase de cualquier otra cosa, y que nada tuviese que ver con su persona.

Ella inspiró con fuerza. Cerrando los ojos antes de levantarse para enfrentarlo. Y al hacerlo, estos comenzaron a inundarse de nuevas lágrimas al ver cómo continuaba con su engaño. Flores. Le había traído flores. El muy patán pretendía seguir burlándose de ella a base de agasajos. ¿No le bastaba con toda la función representada hasta el momento como para seguir con ella hasta incluso después de haber conseguido su propósito? ¿No se había reído ya lo suficiente de su estúpido comportamiento? ¿No había sacado ya el dinero que parecía necesitar?

-¿A mi me lo preguntas, Raimundo?- pronunció rota. -¿Es que te vas a atrever a seguir con esta pantomima?

El mundo se le cayó definitivamente. Sus ojos acuosos que amenazaban con dejar escapar las primeras lágrimas. Su voz temblorosa. Y aquel par de reproches fueron suficientes para él. Lo sabía. Claro que lo sabía. ¿En qué momento había pensando que no lo descubriría?

-No sé de que hablas, mi bien- trató de seguir con su mentira. Quizás si le restaba importancia al asunto, si le hacía creer que todo estaba en su imaginación, ella terminase creyéndolo como hasta ahora y podría tener la oportunidad de seguir teniéndola a su lado. Sonrió levetemente al comprobar que se acercaba hacia él. Mas, esta misma se esfumó una vez que la mujer estrelló su mano contra su mejilla en una sonora bofetada.

-Vete- le pidió. A pesar de estar dolida y hundida, sacó las fuerzas necesarias para enfrentarse con cierta autoridad a él.

-Francisca, por favor, escúchame.

-¿Para qué? ¿Para que vuelvas a mentirme? ¿Para que vuelvas a decirme que… que me amas y que deseas pasar lo que te resta de vida a mi lado? ¿Para que vuelvas a prometerme un futuro junto a ti? ¿Para que me intentes convencer de que podemos ser felices?- Una lágrima se deslizó por su rostro. –Dime, Raimundo, ¿para qué? ¿Para engañarme aun más? ¿Para seguir carcajeándote a mi costa?- alzó el tono de voz, mientras nuevas lágrimas surcaban su rostro.

Raimundo soltó el ramo de flores sobre el escritorio, y tomó la mano de ella entre las suyas.

-Te quiero- susurró. Venerando a su vez la suave piel de su mano. –Te quiero, Francisca, créeme- continuó. Aquella era la última baza antes de perderla.

-Raimundo…- lo llamó suavemente, haciendo que el corazón de él diese un vuelco esperando una dulce palabra de ella. –Toma-. Se soltó de su agarre, pero no dejó de mantener el contacto con su mano. A la cual sostuvo haciendo que él mostrase la palma de esta.

Cerró los ojos al notar la frialdad de la plata mezclada con la calidez de las manos de Francisca. Y en ese momento, al volver a fijar su mirada en la de ella, supo que todo había acabado. Que la había hecho demasiado daño como para tratar de solucionarlo. Que con aquel gesto, su relación se había roto y su amor había quedado herido de muerte.
#845
Franrai
Franrai
19/11/2012 15:23
-Vete, y llévatelo contigo. Llévate todas tus mentiras y las excusas que puedas inventar, porque no quiero volver a verte-.

Tragó saliva tras decir aquello. Y unos eternos segundos de silencio transcurrieron para ambos. Raimundo agachó la mirada y giró sobre sus talones. Apretando el anillo en su mano hasta hacerse daño incluso. Francisca lo observó marcharse. A pesar de todo, no podía evitar amarlo, aunque solo estuviese enamorada del recuerdo que en su juventud dejó en ella. Rodeó la mesa y se dejó caer sobre la silla del escritorio. Aun le quedaban un par de días allí, un par de efímeros e infinitos días.

…………………………………………………………

-Ve a cambiarte antes de que venga tu hermana, haz el favor- le ordenó Raimundo con cierta brusquedad.

-Voy, padre, pero…

-Pero nada, Sebastián- lo cortó. –Ve-.

Al joven no le hizo falta más para adentrarse en la casa en busca de alguna prenda de Alfonso que le sirviese para despojarse de los harapos que lo cubrían. Sabía que su padre estaba molesto. Había pasado todo el camino en silencio, con la cabeza gacha y la mirada perdida. Y no podía culparlo. Toda aquella situación había sido por su culpa. Por su maldita culpa. Por su afán de ganar más, y más. Debió haber parado cuando las cosas comenzaron a ir mal, pero como ya le ocurrió con la Conservera, una idea “brillante” pasó por su cabeza y cuando se quiso dar cuenta se encontró encerrado en un zulo, esperando a que su padre pudiese conseguir el dinero que debían.
Volvió la mirada hacía atrás para verlo apoyar su mano en la mesa, triste y agotado. Suspiró, y decidió hacer lo que su padre le había pedido, antes de importunarlo aun más.

Raimundo caminó por el salón de la casa de su hija cómo un fantasma vaga por un castillo abandonado. Al fin había vuelto a estrechar a su hijo entre sus brazos. Al fin lo sabía a salvo de todo peligro. Pero en vez de estar eufórico, en vez celebrar el momento, se sentía realmente apenado y sin fuerzas.

Retiró una de las sillas de la mesa, y se sentó en ella como si sus piernas no pudiesen sostenerlo por más tiempo. Emilia y Alfonso no tardarían mucho más en conocer la verdad, y tras ellos Tristán, María… Y el pueblo entero. Había estado engañándolos a todos desde el primer día que puso un pie en Puente Viejo. Había hecho que los rumores de ese Imperio tan magno en las Américas corriesen como la pólvora. Había ocultado las malas noticias traídas en los telegramas. Había fingido una constante sonrisa cuando por dentro no quería hacer sino llorar. Había mentido a todos aquellos a los que quería. Incluido a ella, a su bien más preciado, a su pequeña.

Cerró los ojos perseguido por sus remordimientos y palpó a ciegas el bolsillo de su chaqueta. Introdujo su mano en él y tomó el diminuto objeto que allí reposaba.

“-Compromiso es lo que te ofrezco. Con esto no quiero obligarte a que me des una fecha para la boda, ni que hagamos pública nuestra relación.

-¿Entonces?

-Me conformo con que lo lleves en la mano, y cuando lo vea ahí, sabré que eres mía y que yo soy tuyo. Este será nuestro compromiso.”


Se había atrevido a pedirle compromiso, a pedirle confianza y hacerla demostrarle el amor que le guardaba, siendo él el que no había hecho ninguna de todas ellas. Él era el que no se había entregado, el que no había confiado en ella para contarle lo que le ocurría, el que no había expuesto todo el amor le profesaba. Pues la amaba sí, pero ¿qué clase de amor era aquel? ¿Por qué nunca era capaz de demostrarlo en los peores momentos? Ya erró una vez al abandonarla sin contar con su opinión, y ahora había vuelto a equivocarse tomando una decisión que solo le pertenecía a ella. Ella era quien había de haber elegido si ayudarlo o no, no él.

Sollozó. Ahora, su hijo ya estaba a salvo, al igual que entonces lo estuvo su patrimonio y ella misma. Pero la había vuelto a perder. Y esta vez estaba seguro de que era para siempre. Tanto amor prometido, tantas caricias y besos, tantos te quieros, que ahora quedaban en nada. Y de nuevo por su culpa.

“-Vamos, Señor Ulloa, ¿que le cuesta?- sonó a sus espaldas la dulce y chanceante voz de una jovencísima Montenegro.

-Francisca…- farfulló él sin querer girarse.

-Está bien. Está bien- pronunció fingiéndose derrotada. –En ese caso me iré a la Casona, y… me sentaré junto a mi padre a leer. ¿Qué remedio?- se hizo la victima y reprimió una sonrisa mientras giraba sobre sus talones hasta quedar en sentido totalmente opuesto al de él.
Comenzó a caminar lentamente, sin ganas de alejarse de su lado.

-Te quiero- pronunció vencido por el orgullo de ella. -¿Me oyes, pequeña? ¡Te quiero!- alzó la voz.

-¡Calla!- le ordenó girándose de repente.

-¿Es que no era eso lo que querías?- Habló acercándose a ella.

-Sí, pero…

-Pero te encanta hacerme rabiar, ¿no es eso?-. La tomó de la cintura y la atrajo hasta sí. Acariciando, después, su rostro con total devoción. Colocando tras su oreja un mechón de su oscuro y revoltoso cabello. Quedó embelesado por su sonrisa, perfecta y deslumbrante. Y recibió su beso sin rechistar, devolviéndoselo segundos después. Juntó su frente a la de ella, al finalizar el beso, y sonrió sin dejar de acariciar su mejilla.

-Dímelo ahora, mi amor- le pidió en un susurro.

-Te amo- obedeció sin problema. Podría pasar días recitándole aquellas dos pequeñas palabras, y aun así no se cansaría nunca. Es más, ni diciéndoselo a cada segundo de toda su vida, lograría decirlo las veces suficiente.

-Y yo- musitó junto a sus labios, abrazándose a él con fuerza con las manos metidas dentro de su chaqueta.
Se sumieron en un precioso silencio en el que las miradas hablaron solas y los besos se sucedieron uno tras otro. Se amaban, y no le hacían falta palabras para hablarse. No les hacía falta el aire, el sol, pues en el otro se concentraba su mundo.

-Podría pasarme aquí la existencia entera, junto a ti- habló él al fin. –Me encantaría hacerlo. No tener que despedirme de ti al llegar al ocaso, no tener que dar explicaciones a nuestros padres de dónde hemos estado. Tenerte a mi lado, día y noche, día tras día-. Francisca lo besó ante tanta palabrería. Anhelaba tanto como él no tener que esconderse de nadie. Poder pasear su amor sin problemas. Poder dormir junto a él en las frías noches y acurrucarse en su pecho. Anhelaba ese futuro juntos que tantas veces habían dibujado. Casarse y tener hijos. Amarse y educar en ese mismo amor a unos pequeños, que deseaba, se pareciesen a su padre. -¿En qué piensas?- la sacó Raimundo de sus cavilaciones antes de que estas fueran a más.

-En que… no veo el momento de ser la Señora de Ulloa.

-Ya te cansarás, ya- rio.

-Nunca me cansaré de amarte.”
#846
Franrai
Franrai
19/11/2012 15:24
Él tampoco lo haría, pensó mientras el recuerdo se iba difuminando poco a poco. Continuó con la mirada fija en el anillo de compromiso. Un compromiso ya roto, que no tenía arreglo. Se levantó de la silla y guardó de nuevo el anillo en el bolsillo de su chaqueta. Por un momento pensó en salir, en ir de nuevo a la Casona y buscar las explicaciones que el día anterior no se había atrevido a darle. Pero recordó en ese instante a Sebastián. Aun tenía demasiadas cosas que inventar con respecto a su repentina aparición en Puente Viejo. Y Emilia ya andaba demasiado ojeriza con él, como para dejar a su hijo hablar con su hermana a solas.

…………………………………………………………

Se movía de un lado a otro del jardín. Nerviosa. Nunca le había gustado que la hicieran esperar, y menos en ese momento. Todo estaba claro, Raimundo se había acercado a ella por dinero, y ya lo había conseguido. Pero algo le impedía creer del todo aquello, y la obligaba a esperar una explicación lógica con la que excusar en cierta forma al Ulloa. Así que allí se encontraba, esperando todo lo que Ayala parecía tener que contarle.

Desdobló la nota por enésima vez, y la releyó para cerciorarse de que estaba en el lugar acordado, aunque ya pasada con creces la hora de la cita. ¿Y si no venía? ¿Y si Diego se había arrepentido y ya no le interesaba hablar con ella? ¿Y si todo había sido otra burla del propio Raimundo?
Se levantó de la silla dispuesta a irse. No iba a perder más tiempo. Raimundo, por más que le doliese, no lo merecía. Cogería las maletas y se iría como pensó en su momento.

-Poco ha de interesarle lo que he de contarle, si se marcha así sin más-. La voz rota y profunda de Diego Ayala la detuvo.

-Llega tarde- le reprochó sin girarse aún.

-Discúlpeme-. Dio un paso más antes de tomar el respaldar de una de las sillas y retirarla un poco de la mesa. Francisca lo miró solo entonces y, negandose a atender su muda invitación, se mantuvo firme frente a él.

-¿Qué tiene que decirme?- preguntó claramente. No le apetecía perder más tiempo dando rodeos. Quería irse, aunque no sin antes escuchar con atención sus palabras. Unas palabras que, esperaba, le aclararían el porqué del comportamiento de Raimundo. Unas palabras a las que tenía miedo encarar, pero que se veía incapaz de rechazar.
…………………………………………………………

Entrelazó sus manos a las de su hija.
-¿Qué me quieres decir, María?- le preguntó visiblemente preocupada.

-Ya se lo he dicho, madre. Mi madrina no está bien- afirmó apesadumbrada. A ella más que a nadie le dolía el estado de ánimo de Francisca. La admiraba y apreciaba como una segunda madre, pues no en vano aquella mujer la había cuidado y criado desde bien pequeñita. Ella si veía todo eso que los demás negaban, ella sí descubría el amor y el cariño en cada uno de sus gestos hacía ella. –Vaga por la Casona como si de un ánima se tratase, apenas prueba bocado en las comidas y…- paró. Cortó su explicación para perder su mirada en sus manos entrelazadas. Acarició las de su madre con suma ternura, como si al sentirla estuviese protegida de todo mal.

-¿Y qué, mi bien?- la apremió. María negó con la cabeza, titubeando en si darle o no importancia a aquello que rondaba por su cabeza.

-Hace unos días decidió marcharse a la capital- pronunció finalmente. Emilia la miró sin entender. –Excusó su viaje con asuntos que había de resolver, pero… Estoy segura de que no se trataba solo de eso. Y así lo he comprobado al observar su actitud en los últimos días. Está triste, desanimada, sin fuerzas para nada, madre- buscó consuelo en ella. Esperando que comprendiese mejor lo que le ocurría a Francisca, y entre las dos pudiesen encontrar la forma en la que animarla.

-¿Marcharse a Madrid, dices?- musitó sin terminar de creerlo. -¿Por qué iba a hacer Francisca tal cosa?

-No lo sé. Pero justo cuando todo estaba listo para partir, Mauricio llegó con una misiva y cambió en rotundo de idea- afirmó. Pensativa. –Desde entonces parece que no ve el momento en el que el reloj de paso a un nuevo segundo. Y hoy… Hoy la he encontrado incluso nerviosa, cómo si algo importante fuese a ocurrir-.

Ambas quedaron pensativas. Desde luego, el comportamiento de Francisca resultaba cuanto menos extraño. Más aun cuando días antes se había mostrado rebosante de felicidad e ilusión. Una dicha que vino con las promesas de amor de Raimundo. Y que él mismo, sin que nadie lo supiese, se había llevado.

Se apartó del quicio de la puerta, y suspiró. Aquella conversación y el recuerdo del rostro roto de Francisca apenas un par de días antes, habían vuelto a remover por completo sus remordimientos. Y a la misma vez, le habían dado el empujón necesario para atreverse a poner rumbo hacia la Casona.
…………………………………………………………

-¿Sebastián, dice?- no podía dar cavilo a todo lo que Ayala le había referido. Aunque el recuerdo del negocio de la conservera vino a ella como prueba de todo lo narrado. Había vuelto a caer en su avaricia, y Raimundo lo había seguido como perrito faldero. Al igual que hizo en su día abalando sus propósitos con la Casa de Comidas. Erró. Al igual que ahora. Aunque esta vez todo había adquirido términos mayores. Habían jugado con fuego y se habían quemado.

-¿Se encuentra bien, Señora?- le preguntó al verla con la mirada perdida y los ojos acuosos. Francisca asintió al salir de su ensimismamiento y le pidió que continuase con su explicación.
…………………………………………………………

Ya veía a lo lejos sus muros. No sabía qué le diría. Ni cómo actuaria. Ni siquiera encontraba el gesto adecuado que poner frente a ella. Pero necesitaba verla. Volver a reiterarle que la amaba. Reconocerle su error: no confiar en ella. No pensar en que si se lo contaba ambos podrían haber encontrado una solución. Juntos, como pareja de enamorados que eran.

Una y otra vez le reiteró cuanto amor le profesaba. Una y otra vez le había dicho que era lo más importante para ella, que lo haría todo por él. Y él se había negado a modificar su plan, y así confiar igualmente en ella. Dejar de mentirle.
#847
Franrai
Franrai
19/11/2012 15:25
Pero temió que Francisca no lo entendiese. Que lo rechazase incluso al saber en los problemas en los que se había metido en sus andanzas por las Américas. Ella era la única oportunidad para salvar a Sebastián, y así lo había hecho. Ese era su propósito desde el principio, ¿no? Mentirla y engañarla hasta poder llegar hasta el dinero y entonces pagar el rescate de su hijo.

Mas, había sido tan tonto como para pensar que Francisca no tenía por qué enterarse de nada. Había llegado a pensar que así mataría dos pájaros de un tiro. Había llegado a pensar que de una misma manera podría haber liberado a Sebastián y a la vez haberse salvado a si mismo de la soledad. Pero ese había sido su segundo gran error.
…………………………………………………………

-Y eso es todo, Doña Francisca- terminó. Un escalofrío le cruzó de nuevo la espalda. Ya no sabía si se debía a la gravedad de su voz, o todo lo que le había contado. -Raimundo y Sebastián llegaron a mi, les dejé el dinero que me pedían y hasta aquí he tenido que llegar para que su querido Ulloa me devolviese la cantidad acordada- resumió brevemente. Aunque no eran esos todos los detalles que habían hecho temblar a Francisca.

-Agradezco que se haya molestado en contarme todo esto-.

Se levantó sin más. Tratando de encajar todo aquello. Aunque, de todo, lo que más le dolía era la falta de confianza que Raimundo le había demostrado. Se suponía que eran pareja, que habían de apoyarse el uno en el otro. Y no había sido así.

-Ha sido un placer, Señora- pronunció al tiempo que se levantaba de la silla y daba un par de pasos hacia ella.
………………………………………………………….

Llegó al fin a las puertas de la vivienda, y se adentró en ella sin esperar a que ninguna criada le abriese. Cruzó el salón para buscarla en el despacho, pero allí tampoco la encontró. Volvió sobre sus pasos y quedó parado a pie de escalera.

“No lo sé. Pero justo cuando todo estaba listo para partir, Mauricio llegó con una misiva y cambió en rotundo de idea. Desde entonces parece que no ve el momento en el que el reloj de paso a un nuevo segundo. Y hoy… Hoy la he encontrado incluso nerviosa, cómo si algo importante fuese a ocurrir.”

Un escalofrío recorrió su espalda al recordar las palabras de María. ¿Y sí finalmente había decidido marcharse a la capital? La mera idea lo dejó sin aire unos segundos. Saber que la había perdido ya le resultaba demasiado doloroso como para también pensar que no volvería a verla. Ya sufrió bastante una vez ante la misma situación, y eso le recordó que de nuevo todo se había estropeado por su culpa.

Se atrevió a subir las primeras escalones, con la intención de comprobar que estaba en su habitación y que todo aquello no era sino fruto de su imaginación y sus miedos. Apenas había avanzado no peldaños cuando una de las criadas llamó su atención parándolo e indicándole donde se encontraba Francisca. Él agradeció cómo pudo la amabilidad de la joven, y se encaminó con presteza hacia el jardín.

Ralentizó el paso una vez que cruzó la puerta. Había notando como el oxígeno volvía sus pulmones al escuchar las palabras de la criada, pero el miedo seguía ahí. Esta vez, miedo a no saber qué decirle, a hacer que se sintiese aún más engañada y dolida. Quizás no había sido una buena idea presentarse allí, quizás sería mejor irse y dejar de hacerle daño.

A punto estaba de decidir marcharse, cuando una voz inesperada llegó a sus oídos. Entornó los ojos para vislumbrar entre las columnas que tenía a su lado, la figura de quienes en el jardín estaban. Y al verlo, notó como la sangre comenzaba hervirle. Apretó los puños y respiró con fuerza.

-¿Qué haces aquí?- casi gritó al tiempo que se acercaba peligrosamente hacia él.

Ayala esbozó una media sonrisa y se giró burlescamente. –Vaya… ¡A quién tenemos aquí!- se chanceó. Y la sonrisa se le borró del rostro, para gusto de Raimundo, cuando este descargó toda la ira al estampar su puño sobre él.

-Te dije que no te acercases a ella- dijo alterado sin variar un ápice su tono de voz. Viéndolo llevarse la mano hacia su mejilla, apoyado en la silla en la que, prácticamente, había caído. –Y creí que había quedado bien claro. Este asunto en nada le incumbe a Francisca, menos ahora- siguió hablando fuera de sí.

-Ulloa- pronunció furibundo. –Sigues sin estar en posición de atacarme-. Lo miró con superioridad, tirando de las solapas de su chaqueta para recomponerse. –Así que puedo hablar con ella cuando desee, y ella disponga –la miró-, por supuesto.

Francisca permaneció con el gesto inmutable. Había quedado allí, clavada en el suelo y con los ojos abiertos como platos, ante tal situación. Y aún más se sorprendió cuando Raimundo volvió a repetir el gesto, y estrelló su otro puño contra él.

Nada le debía ya. Todo había quedado zanjado y había creído dar carpetazo a aquella pesadilla. Mal sueño que Diego había logrado hacer aun peor.

-¿Es que no tenías bastante con el dinero que has tenido que venir a perturbarla a ella?- Su respiración se mantenía agitada mientras Ayala se levantaba y recomponía. Su mirada se dirigió hacia ella, que con los ojos llorosos lo miraba sin entender. Destensó todos sus músculos y pareció relajarse. Se dio cuenta entonces de que se había dejado llevar por el impulso y en nada había tenido en cuenta los sentimientos de Francisca. Pero fue demasiado tarde, pues cuando se quiso dar cuenta, Diego Ayala se había abalanzado sobre él devolviéndole los golpes y el desplante.

-Parad, por favor- casi chilló. En parte, no le había importado lo suficiente esa pelea hasta que percibió el primero de los golpes asignados al Ulloa. –Esto no tiene ningún sentido- continuó. Tratando de separarlos a ambos.

-No eres nadie, Raimundo- le espetó al tiempo que se apartaba de él. Sintiéndose victorioso al ver un hilo de sangre sobre el labio y la barbilla del Ulloa.

Reprimió sus ganas de acudir junto a él y comprobar que nada más le había hecho, pero decidió mostrar indiferencia. No en vano él era quién la había engañado y quién se había burlado de ella. Nada merecía de su persona salvo desprecio. Cosa que se veía incapaz de hacer.

-Vete de aquí, vete de Puente Viejo y no vuelvas más- musitó con furia en sus palabras, al tiempo que se limpiaba el rastro de sangre. –Vete y no vuelvas a acercarte a ella. Ya tienes tu sucio dinero y los intereses del préstamo. Ya has hecho demasiado daño-.

Rio. Y su carcajada fue tan profunda y perversa como su voz. –Te equivocas, amigo. Tú y tu hijo sois quiénes hicisteis que llegásemos a eso… Pero te aseguro que nadie se burla de mí así como así…

Cerró los ojos en un lento pestañeo y giró sobre sus talones. Ella no pintaba nada en esa conversación y mucho menos habían de importarle ellos dos. Allá con sus vidas, como si decidían matarse a golpes. ¿Por qué habría de sufrir ella por quien más daño le había hecho en esta vida? ¿Qué motivo tenía para seguir amándolo e interesándose por su bienestar cuando él no había demostrado nada por ella? Estaba claro que nada había de unirle a él, pero aun así no pudo evitar que su corazón se parase al escuchar el sonido de un disparo proveniente del jardín. Aun así no pudo evitar correr había allí, y sentirse fallecer al verlo desplomarse en el suelo con una mancha burdeos extendiéndose por su torso.
#848
Franrai
Franrai
19/11/2012 15:25
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Se movía de un lado a otro. Nerviosa. Llevaba horas así, esperando que la puerta se abriese con nuevas noticias. María la miró preocupada.

-Madrina, será mejor que se siente-le susurró tomándola de los hombros. -Dando vueltas no va a hacer que el doctor salga antes-trató de convencerla.

Francisca la miró con los ojos llenos de tristeza y preocupación. Con la mirada de alguien al que el corazón se le había parado hacía horas, con la única esperanza de retomar el pulso al oír un “está bien”. Y la abrazó. La abrazó con fuerza y desesperación, buscando consuelo.

-Se pondrá bien, Madrina- pronunció junto a su oído. –Mi abuelo no es tan fuerte como usted, pero una bala no acabará con él, estoy segura- afirmó al tiempo que la separaba un poco para acariciar su rostro. María sabía lo que era el amor verdadero, ese amor que nos inunda sin esperarlo y hace de la vida del otro nuestra propia existencia. Y por ello podía comprender el sentimiento de Francisca. Sabía que aunque el que estaba dentro de aquella habitación para ella era solo su abuelo, para la Montenegro era todo su mundo, y con él, si así fuera, caería la torre de naipes en la que se resumía su vida. Volvió a abrazarla con más fuerza aun si cabe que la vez anterior, y así permanecieron ambas largo rato, hasta que la voz angustiada de Emilia las hizo separarse.

-María, hija… ¿Qué ha pasado? ¿Dónde está tu abuelo? ¿Está bien? ¿Cómo ha sido? ¿Quién le ha disparado? Porque lo han disparado, ¿no es así?- comenzó a preguntar sin tregua fruto de la ansiedad. Hacía apenas una hora desde que Mariana había entrado en la Casa de Comidas con el rostro desencajado, y les había narrado a ella y a Alfonso lo poco que Francisca había atinado a decirle. Y a pesar de la insistencia de Alfonso porque marchase junto a su padre, decidió, tras saber que Don Pablo ya lo estaba atendiendo, esperar a que el negocio estuviese cerrado y entonces acudir ambos a la Casona.

Y allí estaba, preocupada y con las manos temblorosas, producto de una zozobra reprimida que ahora explotaba. María la miró sin saber qué responderle, no sabía más que su madre, pues Francisca no había pronunciado palabra desde que el médico había entrado en la habitación, y antes nada referente al disparo había dicho.

-Sí- musitó sin fuerza. Alfonso la miró como nunca antes la había mirado. Sintiendo compasión por ella, pues a leguas se la veía rota y sin vida. Emilia esperó respuesta a todas sus preguntas sin pararse a ver más allá de su propio dolor, y María le tomó la mano para reconfortarla si decidía seguir con aquella explicación que parecía querer empezar. Y lo hizo. –Diego… Diego Ayala fue quién le disparó- lo acusó, para sorpresa de los presentes. –Raimundo apareció y…- la voz se le quebró y soltó un sollozo. –Y… Ambos comenzaron a discutir y… a golpearse, sin apenas motivos. La ira se había apoderado de él, y Ayala apeló a todo su orgullo para defenderse y atacarlo con más fuerza aun si cabe…- Su mirada se había perdido en un punto indefinido de la pared del pasillo. –Decidí dejarlos, pues nada podría hacer para detenerlos y poco pintaba en aquella molesta situación. Mas… cuando a punto estaba de entrar en la vivienda, el ruido de un disparo llegó a mis oídos y llegué a tiempo de comprobar como Diego salía del jardín con una pistola en su mano, y Raimundo caía desplomado al suelo con… - terminó sin finalizar. No podía seguir. Cerró sus ojos con fuerza y tapó su rostro con la mano que tenía libre, ocultando así su llanto.

Entre María y Emilia la ayudaron a sentarse en uno de los bancos del pasillo. Y así, algo más calmada, pasó el resto del tiempo en el que Don Pablo pugnaba por extraer la bala del abdomen de Raimundo.

Al salir este, con todo el acople del que se vio capaz, prefirió dejar que Emilia y María entrasen antes que ella. Se contentó con el “todo ha salido bien, no le ha dañado ningún órgano, así que todo ha ido sin complicaciones” que el médico había pronunciado al salir.

-No creo que nada pase porque entre usted también, Doña Francisca- escuchó la voz de Alfonso que había permanecido minutos mirándola sin que se diese cuenta. Unas imperceptibles sonrisas aparecieron en los labios de ambos, y ella asintió.

Se puso en pie y dirigió sus pasos hacia la puerta. Muriendo al entrar y verlo en su cama, sin demasiado color en las mejillas y una venda cubriéndole el torso. Dormido. Caminó, sin ser demasiado consciente, hasta él, y cerró los ojos una vez que estuvo lo suficientemente cerca. Notó entonces como María depositaba un beso en su mejilla, y le lanzaba una cálida mirada antes de salir junto a su madre de la habitación. Ambas sabían que sobraban en aquella escena, y para ello no hicieron falta palabras.

Francisca se acercó aun más a la cama, y con tiento, sin dejar de mirarlo, se sentó al borde de ella. Una silenciosa lágrima resbaló por su mejilla. Pero esta no fue de angustia, ni de preocupación, ni siquiera de orgullo herido, sino de paz. Sentía su tranquila respiración, y su rostro ya no estaba contraído sino todo lo contrario, parecía calmado y ajeno a todo lo ocurrido.

Alzó su mano y con la yema de sus dedos acarició su rostro.

-Mi vida… Mi amor…- susurró. Y tras eso quedó callada, acariciándolo con devoción hasta que nuevas palabras escaparon de su boca. -¿Por qué has dejado que te amase tanto? ¿Por qué no te marchaste antes de que fuese demasiado tarde?- preguntó sin reproche.- ¿Tan grande fue el pecado para que nuestro amor fuese el castigo? ¿Tanto mal hicimos para que el destino nos condenase a una existencia separados? ¿Tal es mi falta como para que me lo hagas pagar de esta forma?- continuó. –Con tus mentiras… Con tu traición…- añadió abatida. Y a pesar de todo el dolor que la oprimía, no dejó de rozar con sus dedos su piel. –Prometí que si volvías a hacerlo, que si jugabas de nuevo con mi maltrecho corazón no hallarías lugar en el mundo en el que refugiarte de mi ira… Pero no puedo- negó también con la cabeza. –No puedo odiarte, nunca he podido, mi bien-.

Cerró sus ojos y agachó la cabeza, parando el movimiento de su mano, mas no apartándola de la mejilla de Raimundo. Y entonces, solo entonces, la suavidad de una caricia la envolvió. Notó sobre su mejilla la calidez de él, que avanzaba hasta llevar la yema de sus dedos hacia los labios de Francisca.

-Sshh- la paró sin dejarla pronunciarse ni mucho menos, abrir los ojos. –No lo hagas, pequeña- se permitió el lujo de usar por vez primera en mucho tiempo, aquel apelativo. –No me odies- suplicó débilmente, falto de las fuerzas que el balazo le había retirado. –Lo siento, mi amor, siento haberte mentido, siento no haber confiado lo suficiente en ti. Lo siento- reiteró. Ella abrió sus ojos y clavó su mirada en la de él. –Mírame, tesoro. Mírame y dime qué ves, sino es a un tonto enamorado de la mujer más hermosa del mundo…- sonrió tiernamente, y con él lo hizo ella. Quién sin ser apenas consciente se acercaba cada vez más a él. –Te amo- susurró cuando apenas milímetros había entre sus labios y los de ella, y aquel fue el empuje que Francisca necesitó para decidirse a tomarlos. Ambos se fundieron en el más tierno beso, un beso que solo podía encerrar verdad. La verdad de dos adultos que jugaban a volver a ser niños, la verdad de un amor irrompible a pesar del tiempo. Del orgullo y la cobardía.

Raimundo frunció el ceño en una mueca de dolor y ella se apartó rápidamente para comprobar que ninguna mancha rojiza había impregnado el vendaje.

-¿Te duele?

Él negó, y sonrió después. Tomó su mano con delicadeza y la acarició. Atrayéndola segundos después hacia sí, y besándola de nuevo con todo el amor que se vio capaz de darle.

FIN
#849
chatosara
chatosara
19/11/2012 16:28
Fantáaaaaaastico Rocío, se nota que queremos hacer sufrir al Ulloa antes de que este reciba el perdón de Francisca:3
#850
Sonia1919
Sonia1919
19/11/2012 23:05
¡¡ Ole, ole y ole, como escribes !!

Sí, tenemos ganas de verlo sufrir y de ver como Francisca estalla con esa furia de antaño, pero nuestra Paca está moñas la pobre ( Yo le hubiera escupido sapos y culebras )

Raimundo parece tonto, Francisca no le puede dar más pistas y no se entera, conociéndola como la conoce ¿ no se da cuenta que se ha podido enterar de todo ?

Pero tendremos que esperar al secuestro, entonces será cuando Raimundo sufrirá de lo lindo viendo a su pequeña en manos de Ayala.

Que ganas de ver esas escenas, aunque el que maltraten de esa manera a Francisca, no me hace ni P.T. gracia. Que valientes son con una mujer.

¡¡¡¡ Raimundo, mira lo que le han hecho a la pobre por tú culpa y la del descerebrado de Sebastian !!!!
#851
nicuxy
nicuxy
20/11/2012 20:21
Por fin he podido leerte tranquilamente como yo quería Ro!!!!!! IMPRESIONANTE!!!! Menudas escritoras raipacas tenemos!!! Me ha encantado, me ha picado desde el principio hasta el final. No todo el mundo consigue tal cosa y más siendo escritores ya conocidos eh??? Enhorabuena porque Ro, eres una máquina tanto en el ordenata como en la escritura :P
#852
nicuxy
nicuxy
20/11/2012 20:55
Ayyyyyyyyyyyyyy que momentazo nos espera para mañanaaaaaa!! No paro de verlo, y eso que no están bien, si estuvieran bien me río yo lo que habría!!!!!!

Vale, jajajja, ya está, no spoileo más!!!! Ainsssssssssss mañana va a estar interesante interesanteeeeeeee!!!!!
#853
chatosara
chatosara
20/11/2012 21:53
Chapó para Álex Gadea y María Bouzas. Estuvieron BRILLANTES en la escena de ayer. Sin duda una de mis escenas preferidas, lo disfruté muchísimo. 'No me hiere quien desprecio'. 'No me hiere quien no existe'. Chapó. Chapó. Y chapó. La escena de Alfonso y Raimundo también estuvo bien, personalmente me gustó, incluso me hizo gracia que se hiciera el ofendido xd.

Hoy me he reído con Francisca. Como se ha pasado la mano por la cara para que viese el no-anillo... Es la ama. Simplemente genial.

Mañana veremos a nuestro queridísimo amigo por excelencia, Ayala.
#854
paquirai
paquirai
20/11/2012 23:46
Jajajjaja que grande Francisca con su: me voy a pasar la mano por la cabeza así como quien no quiere la cosa.... jajajja si es que me la como...


A ver que nos deparan mañana nuestros amigos guionistas.... hum espero que sea algo grande... escénicamente hablando... y de lo otro.. pues oye si cae rozamiento pues para nosotras perfecto... jajajja

Por cierto, hoy he visto el último VE de Maria Bouzas y debemos reclamar lo que nos pertenece... un VE Raipaquista... si o si...
#855
nicuxy
nicuxy
20/11/2012 23:57
Maria-Paquirai mañana me contarás eso que pides.....mañana me contaras jijijiijiji
#856
EllenRipley
EllenRipley
21/11/2012 00:29
¡Pero, que guapos están Rai_Paca en el [url=
] Capítulo 444[/url]!

Sí, y para cuando VE RaiPaquista. hum

Que "suerte" tengo yo, VE va probablemente estar en algún día en que yo no puedo asistir. hum
En mi celular (que ya está bien "viejo"), tengo Internet, pero no se puede abrir web sitio de Antena3 (por ejemplo, para asistir VE), ni tampoco Twitter (al menos para mandar la mensaje / pregunta). Y otra problema, es prepaid, así que, en algún momento se puede quedar sin el crédito en celular, jeje.
Perdon por esta quejarse.

De todos modos, lo más importante es que, con suerte, algún día llegará VE RaiPaquista. sonriente
#857
paquirai
paquirai
21/11/2012 00:41
Ahhhhhh... por dioooooooos... ahora estoy hiperventilando NICUXY no juegues con mis sentmientos que esto es un sin vivir... uf, uf, uf... me estÁ entrando la taquicardia... calma, calma... ya no entro al foro hasta que no llegue el episodio...

Uf... buenas noches..
Una UVI para mi...

Jajajajjajajjajaj
#858
nicuxy
nicuxy
21/11/2012 01:00
jajajajja una UVI no Maria, hace falta un VE jajjaja ya me contaras!!!!
#859
chatosara
chatosara
21/11/2012 15:07
Yo sí que hiperventilo. Que hoy he quedado para hacer un trabajo, intentaré estar para ver PV... Pero si no puedo verlo espero que no pase nada entre Raimundo y Francisca, sí, soy una egoísta(?.
#860
paquirai
paquirai
21/11/2012 16:15
dsiooooos.... se me están haciendo eternas las horas de espero... uf, uf, uf...
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