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Foro El secreto de Puente Viejo

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#0
eiza
eiza
23/10/2011 12:32
labibliotecal-z

EL RINCÓN DE LADYG
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El único entre todos I, II, III, IV, V

EL RINCÓN DE LAPUEBLA
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Descubriendo al admirador secreto
Los Ulloa se preocupan por Alfonso
La vida sigue igual
Los consejos de Rosario
Al calor del fuego I, II, III
Llueve I, II
La voz que tanto echaba de menos
Para eso están las amigas
El último de los Castañeda
No sé
Pensamientos
La nueva vecina I - IV, V, VI - VII, VIII, IX, X, XI, XII, XIII, XIV, XV
Sin rumbo I, II, III, IV
Un corazón demasiado grande
Soy una necia
Necedades y Cobardías
El amor es otra cosa
Derribando murallas
El nubarrón
Una petición sorprendente I, II, III, IV, V, VI, VII, VIII , IX – XII
Deudas, cobardes y Victimas I (I) (II), II (I) (II), III, IV, V, VI,
El incendio
Con los cinco sentidos

EL RINCÓN DE LIBRITO
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Hermanos para siempre. Las acelgas. Noche de ronda
Tertulia literaria, La siembra
Cinco meses I-IV

EL RINCÓN DE LNAEOWYN
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Mi destino eres tú
Eres mi verdad
Raimundo al rescate
Rendición
Desmayo
Masaje
Qué borrachera, qué barbaridad...

EL RINCÓN DE MARTILEO
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Cuenta la leyenda
El amor de mi vida

EL RINCÓN DE MARY
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Cumpliendo un sueño I, II, III, IV

EL RINCÓN DE MIRI
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Recuperando la fe
La verdad
Una realidad dolorosa
Yo te entiendo
De adonis y besos

EL RINCÓN DE NHGSA
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Raimundo, Francisca y Carmen: un triángulo peligroso
Confesión I, II

EL RINCÓN DE OLSI
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Descubriendo el amor I, II
El amor todo lo puede
Bendita equivocación
Sentimientos encontrados I, II
Verdadero amor I, II, III, VI
El orgullo de Alfonso I, II, III, VI
Descubriendo la verdad I, II
Despidiendo a un crápula I, II
Siempre estaré contigo I, II
La ilusión del amor I, II
El desengaño I, II, III
Sola
Reproches I(I), I(II), II, III, IV
Tenías que ser tú I, II, III
Abre los ojos I, II, III, VI, V
Ilusiones rotas
El tiempo lo cura todo I, II
La despedida

EL RINCÓN DE RIONA
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Abrir los ojos
Su verdad
Si te vas
Y yo sin verte I, II, III, IV, V
Cobarde hasta el final
Un corazón que late por ti
Soy Emilia Ulloa Soy Alfonso Castañeda
La mano de un amigo I, II, III, IV, V

EL RINCÓN DE RISABELLA
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Como a un hermano
Disimulando
Alfonso se baña en el río
Noche de pasión

EL RINCÓN DE VERREGO
labibliotecal-z
Lo que tendría que ser...

EL RINCÓN DE VILIGA
labibliotecal-z
Tristán y Pepa: Mi historia

EL RINCÓN DE YOLANADA
labibliotecal-z
¡Cómo Duele! I, II, III, IV, V, VI, VII

EL RINCÓN DE ZIRTA
labibliotecal-z
El despertar de Emilia Ulloa
Atrapado en mis recuerdos
La última carta
Contigo o sin tí (With or without you)
Tiempo perdido (Wasted time)
Si te vas
El tiro de gracia
Perro traidor
#101
CUQUINA37
CUQUINA37
02/11/2011 22:30
Pepa...miedo me das con lo que piensas hacer...pero sigue.
#102
lapuebla
lapuebla
02/11/2011 22:37
Rosa, ya sabes que yo siempre pongo el toque amargo........ diablo diablo diablo
#103
eiza
eiza
03/11/2011 00:54
Pepa si es que eres una artista, con toque amargo, con toque romanticon, con toque nostalgico, da igual, cosa que tocas, cosa que pone los pelos de punta!!!

Ay como me gusta que alguien ensalce a Juan que ya era hora coñe!!!

Me voy a dormir con tu fic bajo los parpados!! Besitos!!! y Buenas noches Siamesa!!
#104
FermariaRules
FermariaRules
03/11/2011 15:57
A mí me puede la originalidad de esos relatos, que además de estar tan bien escritos, siempre consiguen cosas que se me antojan imposibles. Incluso que yo me reconcilie con Juan...
#105
lapuebla
lapuebla
03/11/2011 18:10
DEUDAS, COBARDES Y VÍCTIMAS (parte 13)

Pasaron unas cuantas semanas en las que la tranquila rutina sólo se rompió por un fugaz viaje que Juan hubo de hacer a Madrid. Tenía que acabar el encargo de uno de sus adinerados clientes, un retrato que había dejado a medio terminar antes de su regreso a Puente Viejo. Como sólo tendría que permanecer en la capital unos pocos días, convenció a Alfonso para que lo acompañara y lograr así que se distrajera, porque la obligada ausencia de su mujer empezaba a hacer mella en su ánimo. Llevaba varias semanas sin Emilia y los días se le hacían largos y las noches eternas. Pero comprendía que la salud de su tío era lo primero y que tenía que recuperar el tiempo perdido. Al fin y al cabo, eran más de veinte años separados y tenía una gran familia a la que conocer.

Al principio Alfoso se negó a aceptar el ofrecimiento de Juan, pues no quería dejar a Raimundo sólo con todo el trabajo de la posada y la casa de comidas. Pero tanto su suegro como su cuñado le insistieron para que marchase junto a su hermano. Al fin y al cabo no serían más de cinco o seis días y ellos podían apañarselas solos. Durante ese tiempo pudo descubrir que clase de vida llevaba Juan en Madrid, como era la casa en la que vivía, los amigos que frecuentaba, los cafés a los que acudía a charlar con otros artistas. Por fin, su hermano parecía haber encontrado su sitio en el mundo.

Al cabo de cinco días el dichoso retrato quedó terminado y pudieron regresar a Puente Viejo. A su vuelta Juan repartía su tiempo ayudando a su hermano y a los Ulloa y reparando un par de frescos del altar de la iglesia. De ese modo le echaba una mano a don Anselmo, pues el párroco no disponía de dineros para pagar la restauración y el muchacho se ofreció a realizarla sin cobrar un duro a cambio. El tiempo libre lo ocupaba pintando los paisajes de su niñez o charlando con Rosario y Mariana, intentando enterarse de las novedades de la casona y, sobre todo, saber cómo estaba Soledad. Le costaba creer que aquella muchacha dulce y soñadora de la que se había enamorado se hubiese convertido en la sombra de doña Francisca. Podría entender que lo odiase a él, pero lo que no lograba asimilar era que tratase con desprecio a su madre y a su hermana, quienes siempre la habrían tratado con cariño, dándole el amor que su propia familia le había negado. Quizás sólo fuese cuestión de tiempo. Si las heridas curaban, algún día volvería a renacer la verdadera Soledad. Mientras tanto, él sólo podía esperar y seguir con su vida. Había tomado la determinación de seguir trabajando en la capital, pero mientras no estuviera seguro de que Severiano ya no representaba una amenaza, permanecería en el puelbo, velando por su familia. Aunque nada había sabido de él desde el intento de robo en la posada. Basilio, el secuaz de Pardo, intentó averiguar el paradero del de Villalpanda, pero nadie podía referirle noticia alguna. Parecía como si se lo hubiese tragado la tierra. Quizás, había logrado reunir de malos modos el dinero para pagarse el pasaje a América y los había dejado en paz. Pero Juan no estaba tranquilo. Seguía presintiendo que una amenaza se cernía sobre su familia; la familia, aquel pequeño clan que jamás le había fallado, a pesar de todo.

Por las noches, al acabar la cena, solía acercarse a la taberna para tomarse un último chato de vino con su hermano y charlar con los parroquianos. Se quedaba más tranquilo cuando Hipólito se quedaba con Rosario y Mariana hasta que él regresaba. Otros días, cuando no había mucha faena en la casa de comidas y Sebastián podía echar una mano a Raimundo, era Alfonso el que se acercaba a su antigua casa para compartir la velada con su familia. Las cenas eran siempre divertidas, pues Hipólito no dejaba de hacer de lazarillo y así poder estar así más cerca de su bella Mariana, como le había dado en llamar. La muchacha siempre acababa sonrojada para chanza de sus hermanos. Y Rosario sonreía contenta de tener de nuevo a sus tres retoños mayores juntos. Incluso se alegraba de que Hipólito les hicera tanta compañía. Al fin y al cabo, era un buen zagal y quizás mucho más espabilado de lo que todos creían. Las risas por fin se escuchaban de nuevo en el hogar de los Castañeda, aunque Juan a veces se mostrara preocupado y Alfonso triste por la ausencia de su mujer.

El tiempo seguía pasando. Cuando quisieron darse cuenta, Emilia ya llevaba dos meses en Villafranca, con su familia biológica. Todas las semanas llegaban sus cartas, en las que les contaba como evolucionaba Eulalio, quien poco a poco iba mejorando y no tardaría en poder levatarse de la cama y retomar su vida habitual. Incluso, les decía en una de las misivas, que el hombre había prometido visitar Puente Viejo para pasar unos días con los Ulloa. Tambien les hablaba de sus otros tíos y sus muchos primos, que la habían acogido con mucho cariño. Al parecer, eran una familia muy variopinta pero bien avenida. Se sentía a gusto con ellos, pero estaba deseando volver a su casa y abrazarlos a todos, especialmente a su marido. Si Alfonso pudiese ver le escribiría tantas cosas, algunas de las cuales haría palidecer a don Anselmo……Pero el regreso estaba ya muy próximo, mucho más de lo que sus tres hombres creían, pues había decidido darles una sorpesa.
#106
lapuebla
lapuebla
03/11/2011 18:15
-Bella Emilia, ¿eres tú?

-Pues claro Hipólito. ¿O acaso creías que era un fantasma?-bromeó ante la cara expresión boquiabierta del muchacho al verla entrar por la puerta de la taberna.

-Pero…¿qué haces tú aquí?

-Hombre, esta es mi casa. No sé si lo recuerdas…En todo caso debería preguntarte yo a ti qué es lo que haces detrás de la barra. ¿Dónde está mi familia?

-Sí claro-respondió con su torpeza habitual-. Lo que quiero decir es que no te esperabamos tan pronto. Y en cuanto a lo que hago yo aquí….pues verás…….Tu hermano ha tenido que ir a la capital a resolver no sé que asuntos del negocio. Y Raimundo ha acompañado a Pepa a atender una parturienta en una de las aldeas de la sierra. Por eso tu señor padre me ha rogado que me quedase al frente del negocio en su ausencia.

-¿Y Alfonso?-preguntó ansiosa por ver a su marido.

-En su casa.

-¿Cómo que en su casa?-frunció el ceño ligeramente.

-Quiero decir en casa de su madre. Es que hoy mi Mariana ha preparado una cena para despedir a Juan, que se marcha mañana para Madrid. La lástima es que yo no he podido asistir, porque mi presencia era necesaria para manterner abierta la taberna.

-Anda “don imprescindible”, puedes marcharte que ya me ocupo yo del negocio. Vete a casa de los Castañeda a cenar. Pero escúchame bien-lo agarró por el brazo-no les digas que he vuelto. Es una sopresa. ¿De acuerdo?

-Como tú digas, bella Emilia.

-Vete ya, zalamero…..-le ordenó entre risas.

¡Qué agradable era volver a sentirse en casa! Aquellos dos meses se le habían hecho interminables,pero por fin esta de nuevo junto a los suyos. Se encaminó hacia su cuarto a dejar la maleta y cambiarse de ropas. Al rato ya estaba de vuelta en la taberna con su habitual mandil y la mejor de las sonrisas para atender a los últimos parroquianos. Por lo visto, aquella era una noche tranquila y pronto podría echar el cierre. Pero los minutos se le hacían eternos aguardando el regreso de Pepa, su padre y sobre todo, de Alfonso.

Cuando los últimos clientes se marcharon se dispuso a recoger las mesas y barrer el suelo. No habia cenado, pero tampoco tenía mucha hambre. Además, nunca le había gustado comer sin compañía. Se sentó en una de las mesas a aguardar que algún miembro de su familia volviese. Tenía tantas cosas que contarles sobre Villafranca y su familia. Recordó las muchas anécdotas vividas con sus primos, sobre todo con los más jovencitos, apenas unos críos. Pero estaba cansada y al final se quedó dormida, con la cabeza apoyada en los brazos. No sabría decir cuanto tiempo estuvo así, pero se despertó aterida por el frío y sobresaltada por el ruído de unos pasos procedentes del patio.
“¡Al fin llegan!” estuvo a punto de exclamar. Pero no llegó a decir nada porque un fuerte golpe en la cabeza la dejó aturdida.

-¡Hola pinchoncito!-saludo una voz burlona.-¡Cuánto tiempo sin verte!. Pero ya tendremos tiempo de ponernos al día.

Al reconocer la voz de aquel sinvergüenza sintió una corriente de pánico que la atenazaba. No le salían las palabras y apenas podía moverse. Mientras Severiano la agarró del brazo, de un modo tan brusco que ella se quejó del dolor. La arrastró hasta el patio y la hizo sentarse en una silla. El portón que daba a la plaza estaba cerrado, así que nadie podría verlos. Con una cuerda le ató ambas manos a la espalda. No contento con eso la amordazó con un viejo pañuelo.

-Así me gusta, quietecita y calladita-le dijo mientras le sujetaba la cara con su mano-.Veo que las cosas os han ido bien. Así que al final te casaste con Alfonso……Si ya lo decía yo, que el tonto del Castañeda estaba enamorado de ti.

Emilia vio su sonrisa cínica y una mirada llena de maldad. ¿Cómo podía haber estado tan ciega para no darse cuenta de la clase de persona que era aquel gañán?. No comprendía como algún día se había sentido enamorada de aquel desalmado.

-Menuda pareja-prosiguió con tono burlón-.Él ciego y tú….bueno tú no eres más que una furcia que se abrió de piernas con apenas un par de requiebros. Sólo un inválido como Alfonsito podría casarse contigo sabiendo que yo ya había probado la mercancía. Y ahora me apetece probarla de nuevo.

Las lágrimas empezaron a correr por las mejillas de la muchacha. Sintió una arcada al sentir el olor a aguardiente y perfume barato que desprendía Severiano. Cerró los ojos cuando sintió como deslizaba un cuchillo por los botones de su blusa. “Dios mío, no dejes que me haga daño”. Las arcadas volvieron y se sintió mareada. Todo se nubló de repente.

-¡Suéltala ahora mismo, malnacido!-la voz de Alfonso llegó desde la puerta de la taberna-.Te mataré con mis propias manos si le tocas un sólo pelo.

Su voz sonaba entrecortada. Había venido prácticamente corriendo cuando a Hipólito se le escapó en plena cena que Emilia estaba de vuelta. El bueno de Hipólito, incapaz de guardar un secreto. Había intentado por todos los medios convencerlo para que regresara con él al pueblo. Pero era la última noche de su hermano en Puente Viejo y prefería quedarse con su familia. Así que no le quedó mas remedio que confesarle que su mujer había llegado en la última diligencia de la tarde. Al oírlo se levantó de golpe y una gran sonrisa se dibujó en su rostro. Quiso disculparse con Juan pero no fue necesario.

-Tranquilo hermano. Ve con tu mujer, que hace mucho tiempo que no os veis. Ya me pasaré dentro de un rato a saludarla. Aprovecha que está aquí Hipólito para que te acompañe.

El trayecto se le hizo eterno a pesar de que recorrieron el camino a grandes zancadas. Hipólito apenas jadeaba por el esfuerzo. Para el Mirañar fue un alivio llegar a la plaza.

-Muchas gracias por acompañarme. Ahoras ya puedes volver corriendo a mi casa, que seguro que estás deseando probar el postre que ha hecho Mariana-se burló cariñosamente-.Y así yo le doy una sorpresa a Emilia.

Una vez que Hipólito emprendió el regreso a casa de los Castañeda, Alfonso, ayudado de su bastón, entró sigilosamente en la taberna. Quería pillarla desprevenida. Por eso no la llamó. Todo estaba en silencio. Pero desde el fondo del patio le llegó el sonido de una voz conocida. Su rostro se desencajó con la ira. Aquel malnacido quería hacerle daño a su mujer, pero para eso tendría que pasar por encima de su cadaver.

-¡Pero si es Alfonsito Castañeda!. Ya veo que hay cosas que no cambian. Siempre al rescate de su damisela-su risa burlona le revolvía las entrañas-.Pero mejor así, que podré matar dos pájaros de un tiro. Primero acabo con el ciego y despues me deleito con su viuda.

Aquellas palabras fueron el detonante para hacerlo estallar. Se lanzó con furia sobre él, guiándose por el sonido de su voz. Ambos hombres cayeron al suelo enzarzándose a golpes mientras Emilia angustiada intentaba soltarse desesperadamente. Pero aquella era una lucha desigual. Aunque Alfonso era mucho más fuerte y hubo un tiempo en el que no le habría costado nada partirle la cara, ahora Severiano contaba con la ventaja que le proporcionaban sus ojos sanos. Al cabo de unos minutos aquel desalmado empuñaba de nuevo el cuchillo dispuesto a rematar la faena que el día del intento de robo no pudo terminar.

-Nos veremos en el infierno Al………

Ya no pudo terminar la frase. Un certero tiro prodecente de la puerta atravesó su cabeza. Su cuerpo inerte cayó al suelo mietras un charco de sangre empezaba a machar el suelo del patio.
#107
NoeLiia93
NoeLiia93
03/11/2011 19:01
lapuebla, me encanta!!! :D
#108
colgada
colgada
03/11/2011 19:17
Que el Severiano tampoco es tan malo xD jaajajaj y si lo queremos ver sufrir mejor que lo maten con una cucharilla...

ahora viene the big frungimiento y alfonso recupera la vista... di que sí xD
#109
Esgara
Esgara
03/11/2011 19:37
lapuebla, que bonito me encanta tu historia escribes de lujo.
#110
martileo
martileo
03/11/2011 20:05
lapuebla, cómo nos puedes hacer esto por dios. Me tienes enganchadísima. No me digas que lo que has escrito del sevedeloscojones puede ser una profecía tuya..... aunque si acaba así no me importaría. GRACIAS
#111
eiza
eiza
03/11/2011 21:31
Ay pepita!! k juan habia ido a saludar a emilia!!!!! siiiiiiiii ya esta, ya se les ha olvidado a todas lo k ha echo o ha dejado de hacer juan, si es jilipollas o no, ya les cae a todas bien!!! k sa cargao al seve!!

Anita pos yo si lo kiero muerto!! muerto y bien muerto, kiero k un carro tirado de cien bueyes lo atropelle, y despues eche marcha atras y a ser posible k la casas este intentando revivirlo y la atropellen a ella tambien!!! k no la soporto!!!!!!!!!!!

Gracias Pepa, por cierto hoy llueve muuuucho que tal por alli!?
#112
lapuebla
lapuebla
03/11/2011 22:14
Bueno, os dejo el final del fic. Supongo que como es tan largo os ha resultado un poco coñazo. Intentaré hacer los siguientes algo menos liosos.

DEUDAS, COBARDES Y VÍCTIMAS (parte 14)

Juan aun sujetaba la pistola cuando varios vecinos acudieron al oír el ruído del disparo. Se había quedado paralizado. Cierto era que no dudó ni un segundo al apretar el gatillo, pues la vida de su hermano corría peligro. Pero el cuerpo inerte de Severiano le provocaba un torrente de emociones. Por un lado, el alivio de saber que su familia ya no corría peligro, por otro, la culpa de haber matado a otro ser humano.

El empujón de don Anselmo lo sacó de su aturdimiento. El sacerdote tomó las riendas de la situación. Mandó llamar a la doctora Casas para que certificara el fallecimiento de aquel pobre diablo, envió a dos muchachos a La Puebla a dar parte al cuartel de la Guardia Civil. Mientras, otros vecinos ayudaban a Alfonso a incorporarse y desataban a Emilia, aun mareada. La muchacha se abrazó sollozando a su marido mientras esbozaba una sonrisa con la que pretendía agradecerle a su cuñado su providencial aparición. Lo cierto es que de no ser por su llegada tanto ella como Alfonso estarían muertos. Pero afortunadamente había decidido dar un último paseo por Puente Viejo, a paso lento, recreándose en aquellos parajes que tanto echaría de menos. Sin embargo, cuando subía por la plaza tuvo un mal presentimiento y aceleró el paso. Instintivamente corrió hacia la taberna y allí se encontró a aquel malnacido de Severiano intentando acabar con la vida de su hermano mayor por segunda vez en pocas semanas. Sólo que en esta ocasión no iba a dejarlo escapar.

Don Anselmo, que entendía perfectamente como se sentía, lo abrazó intentando reconfortarlo. En ese mismo instante, Raimundo y Pepa llegaban apresurados. Por el camino que bajaba de la sierra habían escuchado el disparo y el Ulloa enseguida supo que algo marchaba mal en su casa. Al ver que tanto su hija como su yerno estaban bien respiró aliviado. Todos se prepararon para una larga noche, a la espera de que los guardias llegaran desde La Puebla y pudiesen levantar el cadaver. Raimundo preparó café e infusiones mientras la doctora Casas le echaba un vistazo a las heridas de Alfonso. Sólo algunos rasguños y moratones que no suponían ningún peligro. Sin embargo, Emilia parecía no encontrarse nada bien. Tenía mala cara y permanecía callada, agarrando con fuerza la mando de su marido. Cuando Pepa le insistió para que fuera a descansar a su cuarto se levantó a regañadientes. No había dado ni un par de pasos cuando cayó desplomada en el suelo. La doctora acudió en su auxilio y al sujetarle la cabeza pudo ver una brecha en la parte de atrás. Era la señal del golpe que Severiano le había asestado para inmovilizarla.

-Por favor ayudenme a trasladarla hasta su habitación. Me gustaría poder explorarla con calma, aunque seguro que es sólo una pequeña conmoción por el golpe -trató de calmarlos a todos.

Pepa ayudó a la doctora Casas a hacer su trabajo. El desvanecimiento apenas duró unos minutos y al comprobar que no había motivo para preocuparse la dejaron descansar. Cuando volvieron a la taberna todos esperaban expectantes su diagnóstico. Pero los tranquilizaron al decirles que estaba perfectamente, que sólo necesitaba dormir un poco.
#113
lapuebla
lapuebla
03/11/2011 22:20
Emilia se despertó con los primeros rayos de sol. Sonrió al ver a Alfonso dormido en la vieja butaca. Ni siquiera lo había escuchado entrar, bien entrada la madrugada.

Cuando por fin llegó la guardia civil tomó declaración a todos los presentes y autorizaron el levantamiento del cadáver bajo la supervisión de la doctora Casas. Al fin todos pudieron irse a descansar, tras una una noche muy larga y agotadora. Alfonso se dirigió a su cuarto, pero al ver que su mujer dormía tranquilamente no quiso molestarla y decidió intentar echar una cabezadita sentado en el sillón.

-Pero mira que eres cabezota-le dijo mientras le daba una palmada en la pierna para despertarlo-.Me paso dos meses fuera y cuando regreso mi marido no quiere dormir comigo.

-Cariño….¿cómo estás?-preguntó mientras se desperezaba.

-Bien, pero estaría mucho mejor si te metieras en cama a mi lado.

Se levantó y empezó a desvestirse nervioso mientras su mujer lo observaba impaciente. Por fin volvían a estar juntos. Y había que recuperar el tiempo perdido durante tantas semanas de separación. Apenas durmieron durante las siguientes horas, perdidos uno en el otro. Casi eran las nueve de la mañana cuando Emilia se decidió a contarle algo importante.

-Tengo….tengo que decirte algo-le susurró mientras le besaba en la frente.

-No me digas que ese canalla te ha hecho algo-preguntó angustiado.

-No, no te preocupes. Afortunadamente tú y Juan llegasteis a tiempo-le contestó mientras le cogía una mano entre las suyas y se la colocaba encima del vientre-.Aun no se me nota, pero…...

-¿Eso quiere decir que estás embarazada?-preguntó emocionado-.¿Estás segura?

-Sí, tanto Pepa como la doctora me lo confirmaron ayer. Por eso me mareé. Al parecer estoy de dos meses. ¿Recuerdas la noche antes de mi partida a Villafranca?

-Como iba a olvidarla, si no dormimos nada-Alfonso besó emocionado la barriga de su mujer.

-Pues ya ves, al final fue muy productiva.

Hubiera querido pasarse todo el día así, abrazado al vientre de su mujer mientras ella le acariciaba el pelo. Pero ambos tenían responsabilidades que atender y, sobre todo, estaban deseosos de contarle al resto que pronto aumentarían la famlia. Cuando por fin aparecieron por la taberna se encontraron a don Anselmo, Juan, y Pepa sentados en una mesa, mientras Raimundo les servía chocolate caliente. Por la sonrisas con que los recibieron y el emocionado abrazo que Raimundo le dio a su hija supieron que la partera no había podido ocultar el secreto. Seguramente ya llevaban un buen rato haciendo chanzas sobre ellos. Finalmente Alfonso tomó asiento al lado de su hermano, quien le dio un cariñoso beso para felicitarlo. Mientras, Emilia permanecía de pie a su lado.

-Enhorabuena hijos-ahora era don Anselmo el que lo felicitaba-.Seguro que estais ya deseosos de ver la carita de vuetro retoño-.Un incómodo silencio se apoderó de la mesa durante unos segundos, al percatarse de la involuntaria metedura de pata del párroco.

-No se procupe don Anselmo. Quizás no pueda ver, pero siempre me quedarán mis manos para acariciar a mis hijos-dijo un Alfonso sonriente mientras pasaba la mano cariñosamente por la barriga de su mujer.

Tambien Juan sonreía feliz, sabedor de que sólo él y uno de los más afamados oftalmólogos de Madrid conocían el secreto de su hermano mayor. Sus ojos estaban sanando poco a poco y era cuestión de meses que recuperara totalmente la vista. Estaba seguro de que Alfonso podría ver la carita de su primer hijo.
#114
olsi
olsi
03/11/2011 23:01
De coñazo nada pepa, que es precioso!!!! me ha encantado!! graciassss bravo
#115
CUQUINA37
CUQUINA37
03/11/2011 23:56
Que bonito Pepa...
#116
susivo
susivo
04/11/2011 00:34
Pepa, es una auténtica maravilla (sé que me repito... pero puedo expresarlo de otra manera) me encanta la historia y me encanta cómo está escrita.
Muchas gracias! espero ansiosa tu próximo fic!
#117
eiza
eiza
04/11/2011 13:50
aiiiis pepa dice que a mi no me puede engañar, y es cierto yo ya me goli que durante el viaje a madrid juan llevaria a alfonso al medico, pero no quise decir nada por no destripar a nadie el fic, si esk somos siamesiñas, estamos conectadas y el cordon que nos une es ramiro castañeda!!!!!!!

Siamesa, y yo que te digo ya??? solo que espero el epilogo final..........

2 dias sin parar de llover, estoy planteandome seriamente si en lugar de mirar coches que comprarme mirar una barquilla porque a este paso le dare mas uso que al coche!!!

Gracias Pepa!
#118
yasmine
yasmine
04/11/2011 17:01
Que bonito por dios!! Deseando leer el suiguente estoy!! preciosos todos!!
#119
martileo
martileo
04/11/2011 20:53
lapuebla felicidades por lo bien que escribes. Me encanta
#120
riona25
riona25
04/11/2011 22:22
Perdón por el retraso...

LA PEOR DECISIÓN DE SU VIDA

El sol que entraba por la ventana despertó a Emilia al tocar su rostro. Aunque no estaba en su naturaleza el remolonear, estaba tan cansada que no dudaría en darse la vuelta e ignorar que era el inicio de un nuevo amanecer y así dormir un poco más. Sin embargo, no lo hizo, al contrario, se levantó con una sonrisa en los labios y el corazón lleno de ilusión por lo que le deparaba aquel día… Alfonso iba a ir a verla. En realidad, acudía cada día a la casa de comidas, incluso los domingos y fiestas de guardar, pero, la tarde pasada le había referido que, en esta ocasión, acudiría con una sorpresa.

Aún lo recordaba reírse cuando ella le insistía en que le dijera lo que era, mejor se hubiera quedado callado para sorprenderla de una, pero él se mofaba alegando que así le daba emoción a la cosa y lanzando otra risotada. Cuando Emilia le había mostrado su disconformidad pellizcándole el brazo, Alfonso amenazó con posponer la sorpresa un par de días más así que ella corrió a hacer méritos besando justo en el lugar donde un momento antes le había pellizcado. Emilia habría jurado que el muchacho se había puesto colorado y ella, jamás lo diría frente a nadie, le sonrió coqueta cantando el “sana sana” mientras el sonrojo de Alfonso se convertía en nervioso carraspeo. Se puso con cierta torpeza su sempiterna gorra y se despidió de ella, no sin que la joven le recordara que lo esperaría ansiosa al día siguiente, y a su sorpresa, claro, aunque él ya se había trastabillado en la puerta antes de ella hiciera su puntualización.

Ahora era ella la que, abriendo la casa de comidas, reía rememorando la escena del día anterior. Le gustaba ponerlo en aprietos y es que, aquella, no había sido la primera vez. Había habido más de una caída de pestañas y medias sonrisas con doblez, pero él nunca se había dado por aludido o, por el contrario, no quería hacerlo. En realidad, Emilia sabía era un juego estúpido, de quinceañera, como si el hecho de provocarlo a él provocara a su vez algún cambio en su relación cuando, lo único que podía acontecer de todo aquello, era que él marcase la distancia que había entre los dos y poniéndola en su lugar, el de amiga.

Sin embargo, para ella, Alfonso hacía muchísimo tiempo que había dejado de ser un simple amigo, aunque sólo hiciera unos pocos meses que se había dado perfecta cuenta de ello. Jamás olvidaría el día en que Alfonso Castañeda se convirtió en su Epifanía particular, el día que tomó la peor decisión de su vida.

Fue una mañana de otoño, más bien parecía invernal por los negros nubarrones que asomaban en el horizonte y que amenazaban con descargar el diluvio universal con el que había estado disparatando Hipólito. Había acudido a la habitación de Pepa a pedirle consejo, aunque no del que su amiga esperaba, quien palideció cuando Emilia le pidió que la revisara.

-No he de decirte lo que ya sabes, ¿verdad? –supuso Pepa con rictus grave.

Emilia se limitó a incorporarse del camastro y recomponerse la ropa.

-¿Cuántas faltas? –le preguntó.

-Dos –respondió Emilia un tanto seca.

-Entonces, lo sabías antes de que se fuera Severiano –empezó la partera a echar cuentas y entendiendo ahora el comportamiento de su amiga.

-¿Qué se puede hacer? –cambió de tema con toda la intención, aunque Pepa no terminaba de entender la cuestión.

-Pues cuidarte, ¿qué si no? –hizo una mueca por la obviedad.

-No te hagas la que no sabes –espetó Emilia. –Como comprenderás no quiero tener un hijo del hombre que…

-Un momento –Pepa se puso en pie, incrédula. –Por supuesto que no estoy comprendiendo. ¿Me estás insinuando que quieres abortar?

-Quiero que me lo saques –afirmó con toda la firmeza que pudo reunir.

-Tú te has vuelto loca –resopló la partera. –No puedo creer que me estés pidiendo esto.

-Me dirás que nunca lo has hecho –ironizó.

-Claro que no –Pepa empezaba a exaltarse. –Así, no. Una cosa es que tenga que limpiar a una mujer porque el feto se haya malogrado pero tú…

-Te lo pido como amiga –le rogó.

-Se lo estás pidiendo a una partera, Emilia –exclamó. –Mi labor es traer niños a este mundo, darles la vida, no la muerte.

-Son sólo dos faltas.

-Como si es una –comenzó a deambular por la habitación. –Tu hijo existe, Emilia. Puede que su corazón ya esté latiendo dentro de ti.

-Pero yo no quiero este hijo –alzó el tono de voz. –Esto ha resultado ser el estoque final de Severiano para destrozarme la vida.

-No sabes lo que dices –negaba Pepa. –Un hijo es lo más maravilloso del mundo. Ahora no te lo parece pero cuando lo notes en tus entrañas…

-Es que no quiero que llegue ese momento, Pepa y no trates de convencerme de lo contrario –lágrimas de impotencia surcaban las mejillas de Emilia.

-¿Qué quieres decir? –preguntó con cautela.

-Que si no lo haces tú, ya encontraré yo quien lo haga.

-No, Emilia, no te lo voy a permitir –le había cogido de los brazos.

-Pepa…

-¡Es una locura!

Emilia resopló. Había cometido un error al pedírselo a ella.

-Quítate esa idea de la cabeza, Emilia –casi le rogaba.

-Pero…

–Prométeme que lo pensarás –insistía su amiga. –Aún tienes tiempo.

-Está bien –respondió, aunque sin convencimiento. –Ahora déjame que voy a seguir con la faena.

Pepa la soltó, mirándola con temor y Emilia dejó entrever una sonrisa que la tranquilizase, que le diera confianza para que, en realidad, no la entorpeciera en sus planes. Porque no volvió a la casa de comidas, se fue directa a su habitación a coger algunos de los cuartos que había recuperado de Severiano y se marchó.
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