Foro El secreto de Puente Viejo
La Biblioteca (A - K)
#0
17/08/2011 13:26
EL RINCÓN DE AHA
El destino.
EL RINCÓN DE ÁLEX
El Secreto de Puente Viejo, El Origen.
EL RINCÓN DE ABRIL
El mejor hombre de Puente Viejo.
La chica de la trenza I, II, III, IV, V, VI, VII, VIII.
EL RINCÓN DE ALFEMI
De siempre y para siempre.
Hace frío I, II.
Pensando en ti.
Yo te elegí a ti.
EL RINCÓN DE ANTOJEP
Bajo la luz de la luna I, II, III, IV.
Como un rayo de sol I, II, III, IV.
La traición I, II.
EL RINCÓN DE ARICIA
Reacción I, II, III, IV.
Emilia, el lobo y el cazador.
El secreto de Alfonso Castañeda.
La mancha de mora I, II, III, IV, V.
Historias que se repiten. 20 años después.
La historia de Ana Castañeda I, II, III, VI, V, Final.
EL RINCÓN DE ARTEMISILLA
Ojalá fuera cierto.
Una historia de dos
EL RINCÓN DE CAROLINA
Mi historia.
EL RINCÓN DE CINDERELLA
Cierra los ojos.
EL RINCÓN DE COLGADA
Cartas, huidas, regalos y el diluvio universal I-XI.
El secreto de Gregoria Casas.
La decisión I,II, III, IV, V.
Curando heridas I,II, III, IV, V, VI, VII, VIII, IX, X, XI, XII, XIII.
una nueva vida I,II, III
EL RINCÓN DE CUQUINA
Lo que me sale de las teclas.
El origen de Tristán Ulloa.
EL RINCÓN DE EIZA
En los ojos de un Castañeda.
Bajando a los infiernos.
¡¿De qué?!
Pensamientos
EL RINCÓN DE FERMARÍA
Noche de bodas. (Descarga directa aquí)
Lo que no se ve.
En el baile.
De valientes y cobardes.
Descubriendo a Alfonso.
¿Por qué no me besaste?
Dejarse llevar.
Amar a Alfonso Castañeda.
Serenidad.
Así.
Quiero.
El corazón de un jornalero (I) (II).
Lo único cierto I, II.
Tiempo.
Sabor a chocolate.
EL RINCÓN DE FRANRAI
Un amor inquebrantable.
Un perfecto malentendido.
Gotas del pasado.
EL RINCÓN DE GESPA
La rutina.
Cada cosa en su sitio.
El baile.
Tomando decisiones.
Volver I, II.
Chismorreo.
Sola.
Tareas.
El desayuno.
Amigas.
Risas.
La manzana.
EL RINCÓN DE INMILLA
Rain Over Me I, II, III.
EL RINCÓN DE JAJIJU
Diálogos que nos encantaría que pasaran.
EL RINCÓN DE KERALA
Amor, lucha y rendición I - VII, VIII, IX, X, XI (I) (II), XII, XIII, XIV, XV, XVI,
XVII, XVIII, XIX, XX (I) (II), XXI, XXII (I) (II).
Borracha de tu amor.
Lo que debió haber sido.
Tu amor es mi droga I, II. (Escena alternativa).
PACA´S TABERN I, II.
Recuerdos.
Dibujando tu cuerpo.
Tu amor es mi condena I, II.
Encuentro en la posada. Historia alternativa
Tu amor es mi condena I, II, III, IV, V, VI, VII, VIII, IX, X, XI, XII, XIII, XIV, XV, XVI
#681
27/09/2011 16:58
SOY EMILIA ULLOA
Soy Emilia Ulloa… haciendo honor a la verdad, en realidad no lo soy, pero es el nombre al que he respondido toda mi vida, una vida que ahora resulta que no es tal. Hace muy poco me vine a enterar de que no estaba destinada a servir chatos de vino y cocinar para los parroquianos, sino a pasear por el parque del retiro y frecuentar los cafetines de la capital con mozas de mi edad. Y podría estar haciéndolo, podría haber tomado la oportunidad que el que se hacía llamar mi tío me brindaba pero, por suerte o por desgracia, ésta es la vida que me ha tocado vivir. Sin embargo, no es fácil. Esta verdad conlleva otras que vienen detrás y que son las que verdaderamente duelen; ni Sebastián es mi hermano, ni Raimundo mi padre y, además, lo peor de todo, es que no puedo evitar culparlo a él por haberse tomado la licencia de manipular mi destino. Aún así, he decidido quedarme a su lado, necesitando un infinito esfuerzo para aceptar que, aún sintiendo rencor, el cariño que le tengo es más grande.
Aunque no nos engañemos, tampoco soy una blanca paloma y me facilitó el camino el tener cosas que me aferraban a Puente Viejo, o eso creía. Porque nadie se puede aferrar a un espejismo y eso era Severiano, un espejismo que estaba destinado a desaparecer, sus promesas no eran más que sueños de humo y sus zalamerías sólo eran fullería para mantenerme ocupada, en las nubes, y así campar a sus anchas entre engaño y engaño.
¿Qué me queda después de todo eso? Tal vez una amiga con quien desahogar tanta calamidad seguida… pues tampoco… Pepa está tan derruida por la pérdida de Martín que si alguna palabra de consuelo sale de su boca, está acompañada por su rictus afligido y lleno de amargura… poco consuelo es ése, aunque no puedo culparla tampoco. Es la segunda vez que le arrancan a su hijo de su vera y si ya es algo contra natura que una madre sobreviva a un hijo, más lo es que lo haga dos veces.
En este punto del camino me detengo cada noche antes de conciliar el sueño, preguntándome qué será lo que mañana me haga salir de la cama a enfrentar un nuevo día con la mejor de las sonrisas y la respuesta viene al instante, porque tengo una razón para esperar con ilusión lo que me deparará el próximo amanecer, tengo un motivo para no dejarme vencer con cada embate que me da la vida… y ese motivo está a punto de entrar por esa puerta, como todos los días a esta misma hora.
A través de los vidrios, le veo cruzar la plaza. Hoy es una de esas raras ocasiones en las que acude sin su hermano Ramiro. De espaldas, me atuso el mandil y me recompongo la trenza, antes de encararlo y recibir su saludo.
-Buenas tardes, Emilia –me dice, siempre sonriente. Y, como en un ritual, se dirige a la mesa cercana a la ventana, quitándose su gorra para dejarla en una esquina.
Yo salgo de la barra y cojo un vaso y la jarra de vino.
-Que sean dos vasos –me detiene su voz amable, y mi corazón late con fuerza ante la esperanza de que hoy sea uno de esos días en los que ese segundo vaso es para mí.
-¿Esperas a alguien? –me hago como la que no sabe.
-Siéntate conmigo un rato –me invita apartando una silla cerca de la suya. –Si quieren algo que esperen un poco.
La sonrisa que me lanza hace que mis piernas se transformen en gelatina así que me apuro en sentarme o no me sostendrán en pie.
-¿Qué tal el día? –le pregunto sirviendo el vino y luego entrelazo mis manos para tenerlas ocupadas.
-Lo mismo de siempre –hace una mueca de indiferencia antes de dar un sorbo. –No querrás que te aburra relatándote las labores del campo.
-Claro que no me aburre –le digo yo, mientras pienso para mis adentros que no me importaría que me recitara el abecedario con tal de escuchar su voz.
-Mejor cuéntame qué tal tu día –me propone él.
-Puestos así, Castañeda, yo sólo puedo darte razón de los chatos de vino que he servido o de las raciones de queso que he dispensado –bromeo, y funciona, porque suelta una carcajada que a mí me sabe a gloria y haciendo que me ría también.
-Me alegra verte reír –me dice ahora con cierta melancolía en sus ojos, y rezo porque esa languidez que percibo no sea lastima por todo lo que acontece en mi veleidosa vida.
-No quiero que me tengas lástima –hago eco de mis propios pensamientos, arrepintiéndome al instante.
-Nunca te la he tenido –me asegura con ese tono grave en el que se transforma su voz cuando habla de cosas importantes.
-Ni lástima por lo de mi padre ni reproche alguno por lo de Severiano –me aventuro un poco más allá. –Después de tantos días aún espero un “te lo advertí”.
De hecho, caigo en la cuenta de que no habíamos hablado del tema hasta ahora.
-Me conoces lo suficiente como para saber que no te lo diría –me rebate y no puedo negar que tiene razón. –Entiendo que necesitaras convencerte por ti misma.
-Ya hemos dado un paso más, así me estás llamando necia –me chanceo aunque no pueda evitar pensar en el tiempo perdido.
-Tal vez, si me hubieras hecho caso, ahora te estarías preguntando si habías obrado bien o no al escuchar mis palabras.
Su rostro se ve afligido al decírmelo, hasta cierta culpabilidad percibo en la comisura de sus labios. Es tan noble que prefiere hacerse responsable de mis propias faltas, tanto que, por mucho que yo persista, no cambiará de opinión.
-Pues no lo sé –lo dejo en empates. –Lo que tengo claro es que el golpe me sirvió para arrancármelo de cuajo del corazón.
Veo sus cejas alzarse con sorpresa y es que lo he dicho con toda la intención. Quiero que sepa que mi alma está libre, que quien quiera ofrecerme su amor podrá hacerlo sin tener que luchar contra viejos fantasmas.
-Imagino que es muy duro para ti –me aparta la mirada y frunce el ceño. –No será fácil superar la desconfianza y el temor a que te hagan daño.
-Eso no volverá a pasar –digo todo lo segura que soy capaz.
-Te cierras al amor –supone y su mirada se apaga aún más. Es tan generoso que teme que no pueda volver a ser feliz.
-Al contrario –lo corrijo dibujando mi mejor sonrisa. –Lo espero con los brazos abiertos y más ahora que sé lo que busco.
Y pienso que estoy más segura que nunca de que lo que busco lo tengo enfrente, al igual que sé que esta vez es verdadero. Porque mis deseos de ser correspondida no me llevan a esa ansiedad que no me dejaba actuar con cordura. Ahora me llevan hacia la esperanza mientras, por el camino, me va mostrando sensaciones maravillosas que experimento simplemente con oír su voz de cerca, disfrutar de una de sus sonrisas dedicadas sólo para mí, o del roce de su mano aunque sea por accidente.
-¿Y se puede saber lo que es? –le oigo decir con prudencia.
{continúa}
#682
27/09/2011 16:58
Sonrío para mis adentros. Podría resumírselo en dos palabras diciéndole “a ti”, pero no quiero que salga corriendo. He esperado mucho tiempo para sentir lo que siento y no quiero que termine tan pronto. Esta noche quiero acostarme y poder imaginar cómo sería que él me correspondiera.
-¿Tan especial es que no quieres decírmelo? –noto curiosidad en su mirada huidiza. Pobre, debe darle apuro hablar de estos temas, aunque para mí es divertido en cierto modo que me pida sin darse cuenta que lo describa.
-No cabe duda de que será especial para mí –digo con voz cantarina. –Pero tranquilo que no soy tan exigente –bromeo. –Será un hombre sencillo, trabajador y honrado, sin más expectativas que la de formar una familia y ser feliz y sin más deseo que ser todo para mí. Será mi amigo y confidente al que poder contarle todas mis cuitas; mi marido cuando deba dar la cara por mí y hacerme de respetar; mi amante cada noche cuando nos refugiemos en el calor de nuestro lecho; un novio enamorado que de pronto me traerá un ramillete de flores cogidas de camino a casa simplemente porque hoy es martes…
Presiento que me he excedido en mi descripción pues me mira boquiabierto.
-Va a resultar que sí soy exigente después de todo –trato de quitarle hierro al asunto. Pero yo sé que él es capaz de amar así aunque yo no sea la afortunada.
-No, no lo creo –titubea. –De hecho, cualquier hombre que ame de verdad debe amar así.
-Eso me da esperanzas entonces –le sonrío porque sí que me da esperanzas, más de las que él se cree. –Y con ellas me voy a seguir faenando que ya he pegado la hebra más de la cuenta –concluyo y me levanto. No quiero seguir la conversación y que me diga algo que las haga añicos.
-Yo también me voy –me dice con extraña premura.
-Pero si no te has terminado el vino.
Tal vez he dicho algo que le ha incomodado.
-Es que he recordado que debo hacer algo –añade dejando una moneda en la mesa.
-Pues hasta mañana –me despido aunque con la intención de asegurarme de que va a volver.
No contesta pero asiente, algo es algo, y se va, mientras yo retomo mi faena envuelta en una ensoñación porque hoy es un día excepcional. No me he limitado a verlo desde la barra departir con Ramiro como otros tantos días y, mientras limpio los vasos, trato de rememorar cada una de las palabras que me ha dicho, cada mirada al hablar yo, cada uno de los frunces de sus labios y hasta el timbre de su voz.
Termino la jornada aún flotando y ya estoy subiendo los taburetes a las mesas pero sigo con la sonrisa dibujada en el corazón. De pronto, alguien llama con timidez a la puerta y casi se me va a salir del pecho al verlo tras el cristal.
-Perdona si te he asustado –se disculpa cuando lo hago pasar. Imagino que mi cara debe ser un poema por la emoción pero no lo saco de su error.
Él parece nervioso, con la gorra entre sus manos. Veo que se ha cambiado de ropa, parece vestido de domingo y siento una punzada en mi pecho ante la posibilidad de que esté rondando a alguna moza, viniéndome de repente aquella historia casi olvidada de esa misteriosa muchacha que lo traía de cabeza.
-La última vez que viniste hecho un pincel buscaste en un chato de vino arrestos para declararte a una moza –le recuerdo y hago gala de todo mi temple para soportar estoicamente cualquier respuesta que me dé.
-Hoy no voy a necesitar vino.
¿Me lo parece o le tiembla un poco la voz?
-Pues si no has venido a por vino, tú dirás –me muestro servil, aunque con mucha curiosidad.
-Sólo venía a traerte esto –me dice y, de entre la gorra, saca un pequeño ramillete de lavanda.
Lo recibo con una sonrisa. Sabe que me encanta la lavanda. Acerco el ramillete a mi nariz y cierro los ojos un instante para disfrutar su aroma.
-¿Y esto por qué? –pregunto con cara de boba, pero él se pone serio y se acerca a mí.
-Porque hoy es martes –me susurra, y yo creo que me voy a morir.
Y tal vez debería decir algo, asegurarme de que no malinterpreto ni sus palabras ni su intención, pero no puedo hacer otra cosa que lanzarme a sus brazos y besar sus labios que, pronto me doy cuenta, esperaban por los míos. Me besa con dulce vehemencia, con afán e impaciencia, con pasión contenida, y comprendo todo lo que no comprendí en su día, tanto hacía que me amaba y yo sin darme cuenta. Así que me aferro a su boca, lejos de querer abandonarla, pues quiero compensar todo el tiempo malgastado y él muerde mis labios como respuesta, llevándome a la locura, y deseando que este beso no acabe nunca.
Pero termina y nos separamos, con la mirada turbada y los labios entreabiertos, sin aliento. Decimos “te amo” casi al unísono y entendemos con gozo que no nos hace falta hablar. Además, nuestros labios tienen menesteres mejores que el de pronunciar palabras innecesarias, así que vuelven a encontrarse.
Esta vez no hay prisa, aunque sí la necesidad de transformar ese beso en todo el amor que sentimos el uno por el otro. Nos fundimos en él. Yo le muestro mi alma y él me enseña la suya, y es hermosa, mucho más de lo que en mis vigilias hubiera podido imaginar. Y me recreo en cada línea de sus labios para rememorarlas en mis sueños, sabiendo por fin lo que es ser suya, sin necesidad de fantasear. Tampoco habré de preguntarme qué motivos tengo para enfrentar un nuevo día.
Soy Emilia Ulloa y Alfonso Castañeda es mi vida.
-¿Tan especial es que no quieres decírmelo? –noto curiosidad en su mirada huidiza. Pobre, debe darle apuro hablar de estos temas, aunque para mí es divertido en cierto modo que me pida sin darse cuenta que lo describa.
-No cabe duda de que será especial para mí –digo con voz cantarina. –Pero tranquilo que no soy tan exigente –bromeo. –Será un hombre sencillo, trabajador y honrado, sin más expectativas que la de formar una familia y ser feliz y sin más deseo que ser todo para mí. Será mi amigo y confidente al que poder contarle todas mis cuitas; mi marido cuando deba dar la cara por mí y hacerme de respetar; mi amante cada noche cuando nos refugiemos en el calor de nuestro lecho; un novio enamorado que de pronto me traerá un ramillete de flores cogidas de camino a casa simplemente porque hoy es martes…
Presiento que me he excedido en mi descripción pues me mira boquiabierto.
-Va a resultar que sí soy exigente después de todo –trato de quitarle hierro al asunto. Pero yo sé que él es capaz de amar así aunque yo no sea la afortunada.
-No, no lo creo –titubea. –De hecho, cualquier hombre que ame de verdad debe amar así.
-Eso me da esperanzas entonces –le sonrío porque sí que me da esperanzas, más de las que él se cree. –Y con ellas me voy a seguir faenando que ya he pegado la hebra más de la cuenta –concluyo y me levanto. No quiero seguir la conversación y que me diga algo que las haga añicos.
-Yo también me voy –me dice con extraña premura.
-Pero si no te has terminado el vino.
Tal vez he dicho algo que le ha incomodado.
-Es que he recordado que debo hacer algo –añade dejando una moneda en la mesa.
-Pues hasta mañana –me despido aunque con la intención de asegurarme de que va a volver.
No contesta pero asiente, algo es algo, y se va, mientras yo retomo mi faena envuelta en una ensoñación porque hoy es un día excepcional. No me he limitado a verlo desde la barra departir con Ramiro como otros tantos días y, mientras limpio los vasos, trato de rememorar cada una de las palabras que me ha dicho, cada mirada al hablar yo, cada uno de los frunces de sus labios y hasta el timbre de su voz.
Termino la jornada aún flotando y ya estoy subiendo los taburetes a las mesas pero sigo con la sonrisa dibujada en el corazón. De pronto, alguien llama con timidez a la puerta y casi se me va a salir del pecho al verlo tras el cristal.
-Perdona si te he asustado –se disculpa cuando lo hago pasar. Imagino que mi cara debe ser un poema por la emoción pero no lo saco de su error.
Él parece nervioso, con la gorra entre sus manos. Veo que se ha cambiado de ropa, parece vestido de domingo y siento una punzada en mi pecho ante la posibilidad de que esté rondando a alguna moza, viniéndome de repente aquella historia casi olvidada de esa misteriosa muchacha que lo traía de cabeza.
-La última vez que viniste hecho un pincel buscaste en un chato de vino arrestos para declararte a una moza –le recuerdo y hago gala de todo mi temple para soportar estoicamente cualquier respuesta que me dé.
-Hoy no voy a necesitar vino.
¿Me lo parece o le tiembla un poco la voz?
-Pues si no has venido a por vino, tú dirás –me muestro servil, aunque con mucha curiosidad.
-Sólo venía a traerte esto –me dice y, de entre la gorra, saca un pequeño ramillete de lavanda.
Lo recibo con una sonrisa. Sabe que me encanta la lavanda. Acerco el ramillete a mi nariz y cierro los ojos un instante para disfrutar su aroma.
-¿Y esto por qué? –pregunto con cara de boba, pero él se pone serio y se acerca a mí.
-Porque hoy es martes –me susurra, y yo creo que me voy a morir.
Y tal vez debería decir algo, asegurarme de que no malinterpreto ni sus palabras ni su intención, pero no puedo hacer otra cosa que lanzarme a sus brazos y besar sus labios que, pronto me doy cuenta, esperaban por los míos. Me besa con dulce vehemencia, con afán e impaciencia, con pasión contenida, y comprendo todo lo que no comprendí en su día, tanto hacía que me amaba y yo sin darme cuenta. Así que me aferro a su boca, lejos de querer abandonarla, pues quiero compensar todo el tiempo malgastado y él muerde mis labios como respuesta, llevándome a la locura, y deseando que este beso no acabe nunca.
Pero termina y nos separamos, con la mirada turbada y los labios entreabiertos, sin aliento. Decimos “te amo” casi al unísono y entendemos con gozo que no nos hace falta hablar. Además, nuestros labios tienen menesteres mejores que el de pronunciar palabras innecesarias, así que vuelven a encontrarse.
Esta vez no hay prisa, aunque sí la necesidad de transformar ese beso en todo el amor que sentimos el uno por el otro. Nos fundimos en él. Yo le muestro mi alma y él me enseña la suya, y es hermosa, mucho más de lo que en mis vigilias hubiera podido imaginar. Y me recreo en cada línea de sus labios para rememorarlas en mis sueños, sabiendo por fin lo que es ser suya, sin necesidad de fantasear. Tampoco habré de preguntarme qué motivos tengo para enfrentar un nuevo día.
Soy Emilia Ulloa y Alfonso Castañeda es mi vida.
#683
29/09/2011 06:16
Esto esta muy abajo...sube
#684
29/09/2011 10:51
jajajaja cuquina que arte!!
Si es que con la leche del codigo que esta como esta y que Mari la pobre le ha dao cien mil vueltas ya, yo le he dao tambien lo menos 10 vueltas y nada, no aparece el fallo por ningun lao y todo sigue igual, estancao, la cabecera no carga, que asco!! a ver si nos echan una mano los moderadores y conseguimos arreglarlo!!
Si es que con la leche del codigo que esta como esta y que Mari la pobre le ha dao cien mil vueltas ya, yo le he dao tambien lo menos 10 vueltas y nada, no aparece el fallo por ningun lao y todo sigue igual, estancao, la cabecera no carga, que asco!! a ver si nos echan una mano los moderadores y conseguimos arreglarlo!!
#685
29/09/2011 15:19
Ala pa que no este tan abajo un poco mas de "en los ojos de un castañeda" es solo un comentario, el ultimo no me ha dao tiempo de mas!
https://www.formulatv.com/series/el-secreto-de-puente-viejo/foros/1197/2/en-los-ojos-de-un-castaneda/
https://www.formulatv.com/series/el-secreto-de-puente-viejo/foros/1197/2/en-los-ojos-de-un-castaneda/
#686
29/09/2011 15:41
Has escrito mas Yari? luego lo leo :).
Vengo a traer el banner que falta, si no gusta decirlo xk es un poco raro, las capturas ya no sabia como ponerlas xk n hay muchas escenas de Rai y Paca asike lo he hecho como he podido, si no gusta, lo hago de otra forma, cuando se solucione lo de la biblio aqui lo tenéis :).
Vengo a traer el banner que falta, si no gusta decirlo xk es un poco raro, las capturas ya no sabia como ponerlas xk n hay muchas escenas de Rai y Paca asike lo he hecho como he podido, si no gusta, lo hago de otra forma, cuando se solucione lo de la biblio aqui lo tenéis :).
#687
29/09/2011 17:14
Mary si un pokito!!
Muchas gracias a mi me encanta el banner!!!
Muchas gracias a mi me encanta el banner!!!
#688
29/09/2011 23:32
Muchísimas gracias por el banner chicas. A mí me gusta mucho. Espero que os gusten mis relatos.
#689
30/09/2011 19:31
EL CORAZÓN DEL JORNALERO
- Padre…
Aquella palabra, salida de su voz cantarina, le llenaba los oídos de calidez, borraba las horas bajo el frío o el sol y le curaba la falta de sueño. Abrió los ojos y sonrió al encontrarse a la niña tumbada junto a él en el catre. Sabría Dios cómo se las había arreglado para desasirlo del cuerpo que abrazaba cada noche y colarse entre los dos, pero ahí estaba, con los ojos desvelados, vivarachos, bailando ante él. Emilia la abrazaba por la espalda sumida en dulce duermevela, dormida y eterna su sonrisa y despiertas las entendederas, como dictó Dios que debían ser las noches para la que es digna de llamarse madre.
Alfonso hundió el rostro en los rizos encenizados de su hija, aspiró su olor, espliego, incienso, sal; y se le antojó que el cielo, de haberlo, no habría de ser un lugar, ni una sensación, sino ese simple instante. La besó entre los cabellos y luego le alzó el rostro para mirarla. Los ojos negros de la que le dio el nombre, Rosario; la sonrisa cascabelera de Emilia; a días rebelde como Juan, a días Ulloa, no en la sangre pero sí en el talante.
- Padre, ¿qué me mira?
Con sus seis años, Rosarillo se frotaba los ojos con el mismo mohín que usaba para frotárselos en la cuna, los puños cerrados, los labios apretados. Y al padre no le quedó otra que rumiar su amor en silencio, como en su día hizo con la madre, restando importancia a lo suyo.
- Ná… que eres muy bonita.
A punto estuvo el sueño de vencerle mientras la contemplaba, pero Rosario, primero tímidamente y luego con más vehemencia, aprovechó para espantárselo pellizcándole suavemente el bigote y sacudiéndole de cuando en cuando.
- Padre… que no me viene el sueño…
Derrotado, Alfonso abrió los ojos y trató de ahuyentar la sensación de que ya andaba cerca el alba, y de que Mauricio poco sabría de niñas insomnes, por lo que no iba a aliviarle el tajo.
- ¿Y qué puedo hacer yo para que acuda?
- ¡Cuénteme una historia, padre!
Acabáramos. Tremendos juglares los Ulloa, que la habían malacostumbrado a escuchar a todas horas cuentos de princesas y caballeros andantes, parteras y capitanes, de piratas, ladrones y antiguas ofensas, viajes submarinos, poemas de amor.
- Rosarillo hija… eso se le da bien al abuelo, o al tío Sebastián… pero yo no me doy maña con las palabras. Mira… el domingo te llevo al río, y hacemos una cucaña. O jugamos al caliche. ¿Quieres?
- Sí, padre, pero quiero una historia, seguro que conoce cientos de relatos hermosos, no me haga que le ruegue…
Tampoco desmerecía a su madre en lo cabezota, no. Y al pensar en ella, inconscientes, sus ojos se desviaron y quedaron posados en Emilia. La amaba tanto que el tiempo se le antojaba ajeno. Escuchaba en los campos y en las tabernas chascarrillos de casados y no disimulaba su incomprensión, porque de la misma forma que otros mostraban hartura de sus mujeres, él sólo encontraba sosiego y pasión en la suya.
- Padre, despabílese un poco, ande…
Y entonces entendió que a pesar de no conocer él muchas aventuras, siempre habría una que podría contar mejor que nadie. Le tendió los brazos y la niña se estrechó un poco más contra su pecho.
- Esto era una tabernera…
- ¿Es un cuento?
- Sí… imagino que sí.
- Entonces no puede empezar así, padre. Tiene que decir “érase una vez…”.
- Padre…
Aquella palabra, salida de su voz cantarina, le llenaba los oídos de calidez, borraba las horas bajo el frío o el sol y le curaba la falta de sueño. Abrió los ojos y sonrió al encontrarse a la niña tumbada junto a él en el catre. Sabría Dios cómo se las había arreglado para desasirlo del cuerpo que abrazaba cada noche y colarse entre los dos, pero ahí estaba, con los ojos desvelados, vivarachos, bailando ante él. Emilia la abrazaba por la espalda sumida en dulce duermevela, dormida y eterna su sonrisa y despiertas las entendederas, como dictó Dios que debían ser las noches para la que es digna de llamarse madre.
Alfonso hundió el rostro en los rizos encenizados de su hija, aspiró su olor, espliego, incienso, sal; y se le antojó que el cielo, de haberlo, no habría de ser un lugar, ni una sensación, sino ese simple instante. La besó entre los cabellos y luego le alzó el rostro para mirarla. Los ojos negros de la que le dio el nombre, Rosario; la sonrisa cascabelera de Emilia; a días rebelde como Juan, a días Ulloa, no en la sangre pero sí en el talante.
- Padre, ¿qué me mira?
Con sus seis años, Rosarillo se frotaba los ojos con el mismo mohín que usaba para frotárselos en la cuna, los puños cerrados, los labios apretados. Y al padre no le quedó otra que rumiar su amor en silencio, como en su día hizo con la madre, restando importancia a lo suyo.
- Ná… que eres muy bonita.
A punto estuvo el sueño de vencerle mientras la contemplaba, pero Rosario, primero tímidamente y luego con más vehemencia, aprovechó para espantárselo pellizcándole suavemente el bigote y sacudiéndole de cuando en cuando.
- Padre… que no me viene el sueño…
Derrotado, Alfonso abrió los ojos y trató de ahuyentar la sensación de que ya andaba cerca el alba, y de que Mauricio poco sabría de niñas insomnes, por lo que no iba a aliviarle el tajo.
- ¿Y qué puedo hacer yo para que acuda?
- ¡Cuénteme una historia, padre!
Acabáramos. Tremendos juglares los Ulloa, que la habían malacostumbrado a escuchar a todas horas cuentos de princesas y caballeros andantes, parteras y capitanes, de piratas, ladrones y antiguas ofensas, viajes submarinos, poemas de amor.
- Rosarillo hija… eso se le da bien al abuelo, o al tío Sebastián… pero yo no me doy maña con las palabras. Mira… el domingo te llevo al río, y hacemos una cucaña. O jugamos al caliche. ¿Quieres?
- Sí, padre, pero quiero una historia, seguro que conoce cientos de relatos hermosos, no me haga que le ruegue…
Tampoco desmerecía a su madre en lo cabezota, no. Y al pensar en ella, inconscientes, sus ojos se desviaron y quedaron posados en Emilia. La amaba tanto que el tiempo se le antojaba ajeno. Escuchaba en los campos y en las tabernas chascarrillos de casados y no disimulaba su incomprensión, porque de la misma forma que otros mostraban hartura de sus mujeres, él sólo encontraba sosiego y pasión en la suya.
- Padre, despabílese un poco, ande…
Y entonces entendió que a pesar de no conocer él muchas aventuras, siempre habría una que podría contar mejor que nadie. Le tendió los brazos y la niña se estrechó un poco más contra su pecho.
- Esto era una tabernera…
- ¿Es un cuento?
- Sí… imagino que sí.
- Entonces no puede empezar así, padre. Tiene que decir “érase una vez…”.
#690
30/09/2011 19:32
Érase una vez una tabernera que había nacido para princesa sin ella saberlo. Era tan hermosa que el sol se retrepaba tras las nubes cuando ella asomaba por la plaza, para que no le humillara aquella sonrisa ni aquellos cabellos dorados, que no necesitaban de su luz para brillar e iluminar a todos los que con ella se cruzaban. Cantaba cuando iba a llenar el cántaro a la fuente, y los vecinos se paraban a oírla para después, marchar a su casa henchidos de alegría. Se movía con gracia entre los pucheros y las gentes alababan sus platos como si fuese maná caído del mismo cielo.
Pero un día, la tabernera se puso triste y dejó de sonreír. No guisaba manjares ni cantaba ni daba luz. La gente murmuraba a su paso y hacían chanza de ella.
- ¿Y por qué le pasó eso a la muchacha, padre?
Por primera vez aquella noche, Rosario oyó la voz de su madre a su espalda. Tan dulce, tan cálida.
- Porque tropezó en un charco, cayó al suelo y se llenó las ropas de barro. Se le olvidó mencionar a tu padre que la moza era algo necia…
- Madre… ¿también usted conoce la historia?
Ella se limitó a sonreír, se estrechó contra la espalda de su hija, y miró a su marido. En el instante en que se encontraron sus miradas fueron los dos amantes, amigos, cómplices silenciosos. Mas enseguida volvió a cerrar los ojos y dejó que la voz de Alfonso la acunara.
Por aquel tiempo, había un muchacho en el pueblo que siempre había amado a la tabernera pero nunca se había atrevido a decirlo. Era un pobre jornalero que no tenía nada que darle, por eso había callado sus sentimientos desde chico, y se había complacido en ser sólo su amigo.
Cuando la joven empezó a languidecer, él se fue entristeciendo con ella. No entendía a los vecinos, pues a él le seguía pareciendo fascinante, más aún cubierta de barro y agua sucia, con los ojos anegados de lágrimas, para él seguía siendo la más hermosa.
El corazón del jornalero se fue llenando de amor a lo largo de los años. Permaneció callado, y cuando más callaba, más amor acumulaba en el pecho. Siguió llenándose aún cuando ya nadie se preocupaba de ella, ni la miraba. Sintió alcanzar su colmo cuando a la tabernera le robaron incluso el apellido, que era de lo poco que le quedaba. Pero el pozo de su alma parecía no tener fondo.
Pero un día, tan triste estaba la joven que el corazón del hombre explotó. Y tanto tenía dentro que hizo mucho ruido al estallar, y sus esquirlas la hirieron a ella sin querer. Porque de repente se dio cuenta de que además de llevar los ropajes perdidos de barro, había estado todo el tiempo ciega mientras presumía de lo bien que podía ver.
- Padre, ¿cómo puede el amor herir a alguien?
- Porque a veces, hija, el amor es desesperado y hace daño sin querer, porque nos devuelve como un espejo la imagen de lo que hemos sido…
- No le entiendo… - pero calló, porque era niña pero no tonta, y supo leer en los ojos de su padre que él estaba lejos de allí, dentro del cuento. - ¿Qué pasó después?
Pasó varias noches la tabernera sin poder pegar ojo, como una princesa durmiendo sobre un lecho de guisantes. Le quitaba el sueño pensar en los años que había pasado el jornalero acumulando pesares, y le dolía pensar que ahora su corazón había explotado y le había dejado el pecho vacío, sin nada dentro que latiera. Se maldecía a sí misma, pues ahora que podía ver, deseaba amar al jornalero con todas sus fuerzas. Pero sabía que él nunca la correspondería, pues no tenía alma.
Días después, harta de no hallar paz en ninguna parte, se cubrió la tabernera con un chal y salió a la noche fría. Caminó por la vereda mientras el corazón se le desbocaba a medida que se aproximaba a la humilde morada del muchacho. Le encontró despierto, pues bien sabrá la gente que es difícil dormir cuando se le mueren a uno las entrañas. Y como ha de ser en todos los cuentos, ella le besó en los labios y sus pulsos volvieron a su ser, latiendo con los de ella, acompasados ambos.
Guardaron juntos, desde ese día, el amor mutuo. Y se quisieron tanto, con tanta fuerza, con tanta locura, que se mudó la ternura desde el corazón hasta su tripa, y creció dentro de la tabernera una niña, princesa de un reino pequeño pero hermoso…
- Padre…
- ¿Qué?
- ¿Volvió a brillar la joven de la taberna? ¿Le pidió perdón la gente por hacer chanzas a su costa?
- No lo sé hija… Pero ¿sabes qué? No importa…
Ella le miró con el ceño ligeramente fruncido y volvió a frotarse los ojos. Se acurrucó contra el pecho de su padre y él oyó su respiración lenta, acomodándose poco a poco a la cadencia del sueño. Por encima del cuerpo de su hija, agarró la mano de Emilia y entrelazó sus dedos con los de ella.
- No importa hija, porque para el jornalero, la tabernera nunca dejó de brillar.
Pero un día, la tabernera se puso triste y dejó de sonreír. No guisaba manjares ni cantaba ni daba luz. La gente murmuraba a su paso y hacían chanza de ella.
- ¿Y por qué le pasó eso a la muchacha, padre?
Por primera vez aquella noche, Rosario oyó la voz de su madre a su espalda. Tan dulce, tan cálida.
- Porque tropezó en un charco, cayó al suelo y se llenó las ropas de barro. Se le olvidó mencionar a tu padre que la moza era algo necia…
- Madre… ¿también usted conoce la historia?
Ella se limitó a sonreír, se estrechó contra la espalda de su hija, y miró a su marido. En el instante en que se encontraron sus miradas fueron los dos amantes, amigos, cómplices silenciosos. Mas enseguida volvió a cerrar los ojos y dejó que la voz de Alfonso la acunara.
Por aquel tiempo, había un muchacho en el pueblo que siempre había amado a la tabernera pero nunca se había atrevido a decirlo. Era un pobre jornalero que no tenía nada que darle, por eso había callado sus sentimientos desde chico, y se había complacido en ser sólo su amigo.
Cuando la joven empezó a languidecer, él se fue entristeciendo con ella. No entendía a los vecinos, pues a él le seguía pareciendo fascinante, más aún cubierta de barro y agua sucia, con los ojos anegados de lágrimas, para él seguía siendo la más hermosa.
El corazón del jornalero se fue llenando de amor a lo largo de los años. Permaneció callado, y cuando más callaba, más amor acumulaba en el pecho. Siguió llenándose aún cuando ya nadie se preocupaba de ella, ni la miraba. Sintió alcanzar su colmo cuando a la tabernera le robaron incluso el apellido, que era de lo poco que le quedaba. Pero el pozo de su alma parecía no tener fondo.
Pero un día, tan triste estaba la joven que el corazón del hombre explotó. Y tanto tenía dentro que hizo mucho ruido al estallar, y sus esquirlas la hirieron a ella sin querer. Porque de repente se dio cuenta de que además de llevar los ropajes perdidos de barro, había estado todo el tiempo ciega mientras presumía de lo bien que podía ver.
- Padre, ¿cómo puede el amor herir a alguien?
- Porque a veces, hija, el amor es desesperado y hace daño sin querer, porque nos devuelve como un espejo la imagen de lo que hemos sido…
- No le entiendo… - pero calló, porque era niña pero no tonta, y supo leer en los ojos de su padre que él estaba lejos de allí, dentro del cuento. - ¿Qué pasó después?
Pasó varias noches la tabernera sin poder pegar ojo, como una princesa durmiendo sobre un lecho de guisantes. Le quitaba el sueño pensar en los años que había pasado el jornalero acumulando pesares, y le dolía pensar que ahora su corazón había explotado y le había dejado el pecho vacío, sin nada dentro que latiera. Se maldecía a sí misma, pues ahora que podía ver, deseaba amar al jornalero con todas sus fuerzas. Pero sabía que él nunca la correspondería, pues no tenía alma.
Días después, harta de no hallar paz en ninguna parte, se cubrió la tabernera con un chal y salió a la noche fría. Caminó por la vereda mientras el corazón se le desbocaba a medida que se aproximaba a la humilde morada del muchacho. Le encontró despierto, pues bien sabrá la gente que es difícil dormir cuando se le mueren a uno las entrañas. Y como ha de ser en todos los cuentos, ella le besó en los labios y sus pulsos volvieron a su ser, latiendo con los de ella, acompasados ambos.
Guardaron juntos, desde ese día, el amor mutuo. Y se quisieron tanto, con tanta fuerza, con tanta locura, que se mudó la ternura desde el corazón hasta su tripa, y creció dentro de la tabernera una niña, princesa de un reino pequeño pero hermoso…
- Padre…
- ¿Qué?
- ¿Volvió a brillar la joven de la taberna? ¿Le pidió perdón la gente por hacer chanzas a su costa?
- No lo sé hija… Pero ¿sabes qué? No importa…
Ella le miró con el ceño ligeramente fruncido y volvió a frotarse los ojos. Se acurrucó contra el pecho de su padre y él oyó su respiración lenta, acomodándose poco a poco a la cadencia del sueño. Por encima del cuerpo de su hija, agarró la mano de Emilia y entrelazó sus dedos con los de ella.
- No importa hija, porque para el jornalero, la tabernera nunca dejó de brillar.
#691
30/09/2011 19:49
Ferma, cielo...Tu relato es una maravilla, porque tus palabras son un regalo, pero creo que ahora mismo, no podría imaginarme ese historia sin indignarme.
Esos amores sufridos, que al final se encaminan hacia el que espera, me revientan.(me refiero a la serie, no a tu historia , cariño)
El amor no debería ser migajas, ni paciencia, ni espera...; el amor debería ser, simplemente amor con todos sus componentes.
Conozco demasiadas parejas, a las que ha unido la paciencia de uno, o el amor de otro..y sinceramente,no es eso lo que espero de la vida.
No sé si me explico.
Esos amores sufridos, que al final se encaminan hacia el que espera, me revientan.(me refiero a la serie, no a tu historia , cariño)
El amor no debería ser migajas, ni paciencia, ni espera...; el amor debería ser, simplemente amor con todos sus componentes.
Conozco demasiadas parejas, a las que ha unido la paciencia de uno, o el amor de otro..y sinceramente,no es eso lo que espero de la vida.
No sé si me explico.
#692
30/09/2011 19:50
No iba aquí, perdón
#693
30/09/2011 23:22
Ferma, eres una artistaza!! me ha encantado! Muchas gracias por traernos tus relatos que siempre siempre me alegran un poquito más... besos wapa!
#694
01/10/2011 01:29
Aquí os dejo nuevo relato "la ilusión del amor"
https://www.formulatv.com/series/el-secreto-de-puente-viejo/foros/877/554/el-rincon-de-alfonso-y-emilia-post-para-hablar-de-esta-pareja/
https://www.formulatv.com/series/el-secreto-de-puente-viejo/foros/877/554/el-rincon-de-alfonso-y-emilia-post-para-hablar-de-esta-pareja/
#695
01/10/2011 13:59
La ilusion del amor PARTE 2
https://www.formulatv.com/series/el-secreto-de-puente-viejo/foros/877/555/el-rincon-de-alfonso-y-emilia-post-para-hablar-de-esta-pareja/
https://www.formulatv.com/series/el-secreto-de-puente-viejo/foros/877/555/el-rincon-de-alfonso-y-emilia-post-para-hablar-de-esta-pareja/
#696
01/10/2011 16:37
Bueeeeenas tardes!!! Los acontecimientos de esta semana con la pareja Alfonso-Emilia (no considero pareja al mascachapas y a Emilia, solo es un pedrusco en el camino), me han hecho "parir" este nuevo songfic.
Canción: Perro Traidor.
Intérpretes: Saratoga.
--------------------------------------------
PERRO TRAIDOR
Cada día se me hace más difícil resistir. Agachar la cabeza y hacer como si no me importara. Como si no me muriera por dentro cada vez que escucho algo sobre ellos. Fingir que la cosa no va conmigo cuando cada minuto que pasa es como si me clavaran miles de agujas por todo mi cuerpo.
No quiero hacer canciones
sobre amor y paz, no hay razón.
Me siento incapaz de volver a engañar.
Ahora llega a casa con la sonrisa dibujada en su rostro. ¿Qué habrá hecho esta vez? Le pregunto, y, lejos de evadir mis cuestiones, me suelta a las bravas el motivo de su dicha: se ha entregado a mí, me dice. Emilia se ha entregado al buitre que yo creía mi mejor amigo.
Dentro de mí hay algo
que no sé explicar, es mortal.
Como un desgarro de rabia interior
es una espina en el corazón.
La confesión me nubla el entendimiento. No puedo pensar. No puedo respirar. Me ahogo en mi propia desdicha. ¿Cómo es posible que le haya perdonado? Ese mal nacido le ha vuelto a embaucar con sus mentiras y ella ha claudicado sin poder oponerse. Esto no lo puedo tolerar. Es demasiado.
Fuiste tú quien mentía
Despreciando mi amistad.
Convirtiendo el cielo en el infierno
y ahora todo acabó.
Mi cabeza me dice que temple los nervios, que ya tendré una oportunidad de ponerle en su lugar. Pero mi corazón desbocado me ordena darle un mamporro para que aprenda que hay mujeres con las que no se puede jugar. Lejos de advertir todos estos pensamientos que me rondan, ahí se queda plantado, sonriendo como si fuera un héroe recién llegado de tierras conquistadas. Lo que no se barrunta es que aún queda alguien dispuesto a luchar por lo que quiere; dispuesto a dar su vida por ella.
Perro traidor, no vales nada
siembras veneno al hablar.
Reventarás, y tus entrañas
para los buitres serán.
No sé muy bien porqué actué como lo hice. Siempre he sido un hombre templado. Pero esto era más de lo que podía soportar. Cogí impulso y concentré toda mi rabia y mi odio hacia ese mentecato en mi puño y le asesté tal golpe en su rostro que heme aquí, en el consultorio de la Doctora Casas, explicándole porqué tengo la muñeca rota, porqué ese sin vergüenza yace semi inconsciente en la camilla y porqué le estoy rogando para que no le vaya con el cuento a Emilia y me deje ser a mí quien le dé las explicaciones oportunas.
Canción: Perro Traidor.
Intérpretes: Saratoga.
--------------------------------------------
PERRO TRAIDOR
Cada día se me hace más difícil resistir. Agachar la cabeza y hacer como si no me importara. Como si no me muriera por dentro cada vez que escucho algo sobre ellos. Fingir que la cosa no va conmigo cuando cada minuto que pasa es como si me clavaran miles de agujas por todo mi cuerpo.
No quiero hacer canciones
sobre amor y paz, no hay razón.
Me siento incapaz de volver a engañar.
Ahora llega a casa con la sonrisa dibujada en su rostro. ¿Qué habrá hecho esta vez? Le pregunto, y, lejos de evadir mis cuestiones, me suelta a las bravas el motivo de su dicha: se ha entregado a mí, me dice. Emilia se ha entregado al buitre que yo creía mi mejor amigo.
Dentro de mí hay algo
que no sé explicar, es mortal.
Como un desgarro de rabia interior
es una espina en el corazón.
La confesión me nubla el entendimiento. No puedo pensar. No puedo respirar. Me ahogo en mi propia desdicha. ¿Cómo es posible que le haya perdonado? Ese mal nacido le ha vuelto a embaucar con sus mentiras y ella ha claudicado sin poder oponerse. Esto no lo puedo tolerar. Es demasiado.
Fuiste tú quien mentía
Despreciando mi amistad.
Convirtiendo el cielo en el infierno
y ahora todo acabó.
Mi cabeza me dice que temple los nervios, que ya tendré una oportunidad de ponerle en su lugar. Pero mi corazón desbocado me ordena darle un mamporro para que aprenda que hay mujeres con las que no se puede jugar. Lejos de advertir todos estos pensamientos que me rondan, ahí se queda plantado, sonriendo como si fuera un héroe recién llegado de tierras conquistadas. Lo que no se barrunta es que aún queda alguien dispuesto a luchar por lo que quiere; dispuesto a dar su vida por ella.
Perro traidor, no vales nada
siembras veneno al hablar.
Reventarás, y tus entrañas
para los buitres serán.
No sé muy bien porqué actué como lo hice. Siempre he sido un hombre templado. Pero esto era más de lo que podía soportar. Cogí impulso y concentré toda mi rabia y mi odio hacia ese mentecato en mi puño y le asesté tal golpe en su rostro que heme aquí, en el consultorio de la Doctora Casas, explicándole porqué tengo la muñeca rota, porqué ese sin vergüenza yace semi inconsciente en la camilla y porqué le estoy rogando para que no le vaya con el cuento a Emilia y me deje ser a mí quien le dé las explicaciones oportunas.
#697
02/10/2011 12:01
"El desengaño"
https://www.formulatv.com/series/el-secreto-de-puente-viejo/foros/877/558/el-rincon-de-alfonso-y-emilia-post-para-hablar-de-esta-pareja/
https://www.formulatv.com/series/el-secreto-de-puente-viejo/foros/877/558/el-rincon-de-alfonso-y-emilia-post-para-hablar-de-esta-pareja/
#698
02/10/2011 14:23
-NECEDADES Y COBARDÍAS-
“Necesito dormir. Pero no puedo. Estoy cansada, aunque no más que otros días. Mi rutina sigue siendo la misma. Me levanto al alba para trajinar entre pucheros, servir chatos de vino y limpiar habitaciones en la posada. Antes me gustaban mis quehaceres diarios, porque siempre tenía unos minutos para disfrutar con pequeñas cosas. Pero ya no puedo aferrarme a esos pequeños placeres de la vida”.
“Necesito dormir, pero no puedo. Estoy cansado, quizás más que de costumbre. Estoy molido porque me sigo levantando al alba para ganar el jornal en los campos de la Montenegro, partiendome el lomo durante horas y soportando la fanfarronería de Mauricio. Y cuando acaba mi faena como bracero busco más trabajo. Me da igual partir leña para calentar la chimenea, labrar nuestro pequeño terruño o aceptar cualquier encargo que me hagan los vecinos. Todo vale, con tal de tener las manos ocupadas y la mente despistada. Porque cuando no tengo una azada o un hacha entre las manos mi cabeza no para de dar vueltas y cada vuelta es un nudo que ahoga mi corazón y que no me deja disfrutar con las pequeñas cosas que antaño me arrancaban una sonrisa”.
“Conversar con mi padre, que ya no es mi padre, el mejor hombre del mundo, y sí el borracho que mató a mis verdaderos progenitores y me mintió durante más de veinte años”.
“Charlar con mi madre, que sigue siendo la mejor madre del mundo, porque ya tiene demasiadas preocupaciones encima con todo lo que sucede en la casona y los desaguisados de Juan, que se está ahogando poco a poco en vino y aguardiente”.
“Reírme con mi Pepa, que ya no puede reír porque la pena la está matando, o por lo menos está acabando con su cordura. Pepa ya no es Pepa, sólo un alma en pena que se niega a aceptar la realidad”.
“Echar unas risas con mi hermano Ramiro, ese muchacho tan cabal que siempre estaba dispuesto a escuchar mis cuitas e intentar aconsejarme, aunque yo me enfadara y no quisiera escucharlo. Ramiro ya no está y yo daría cualquier cosa por uno de sus consejos”.
“Tomar un chato de vino con mi buen amigo Alfonso, que ya no es mi amigo porque yo no quise escuchar sus advertencias, cuando trataba de abrirme los ojos. Y yo no supe valorar su lealtad”.
“Tomar un chato de vino en la taberna y charlar con su padre mientras la miro a escondidas. O mejor, yo le suelto alguna chanza y ella me sonríe y calienta mi alma. Pero ahora don Raimundo ya no es su padre y ella ya no sonríe, por lo menos no me sonríe a mi. Sus sonrisas, sus besos, hasta sus caricias son para otro que desprecia el tesoro que ella le ha regalado”.
“Leer un libro antes de acostarme y soñar con las aventuras del capitán Nemo, los poemas de Rosalía de Castro o las novelas románticas de Jane Austin.¡Maldigo el día en que el que creía mi padre me enseñó a leer! Odio todos y cada uno de los libros que he leído a lo largo de mi vida. Detesto las aventuras que yo nunca podré vivir, porque no saldré de este pueblo perdido de la mano de Dios. Aborrezco los poemas que jamás nadie escribirá pensando en mí. No soporto las novelas románticas donde el amor es un sentimiento maravilloso que nos hace tocar el cielo. Los libros son burdos engaños, sólo eso. Y yo soy una necia”.
“Tallar pequeñas figuras dando forma a la madera con una simple navaja, porque mis manos empiezan a llenarse de cicatrices de los cortes que me hago por mi falta de maña ya que mi pulso tiembla con la ira. Deberia desahogarme a golpes con quien provoca mi sufrimiento, pero no lo hago porque soy un cobarde”.
“Toda una vida soñando con que llegara mi príncipe azul, esperando un beso que me despertara de mi particular pesadilla, ansiando una noche de amor para tocar las estrellas. Nada de eso existe, al menos no para mí. Mi príncipe azul ha resultado ser un canalla, un bueno para nada, como diría Alfonso. Sus besos saben a vino y sus torpes abrazos huelen a perfume barato de burdel. Ansiando sus caricias sólo he sentido un gran dolor que atravesaba el centro de mi cuerpo, sin que a él le importase lo más mínimo. Lo peor de todo es que yo, Emilia Ulloa, o como quiera que me llame realmente, es que no merezco nada mejor. Soy una necia”.[i/]
“Toda la vida esperando a que mi princesa abriese los ojos y me viera. No como a un hermano, no como a un amigo, sino como al hombre que la ha querido desde que le alcanza la memoria. Yo no sé escribir poemas, lo cierto es que apenas sé escribir. Tampoco tengo maña con las palabras, que no soy yo de zalamerías y requiebros, sin embargo daría mi vida todos los días por poder amarla como ella se merece. Pondría el alma en cada beso, en cada abrazo, en cada caricia y que sintiera que para mi no hay otra mujer en el mundo. Pero su alma y su cuerpo pertenecen a otro, un desalmado que alardea de su conquistas y se burla de la inocencia que ha robado. Y yo, que me desgarro por dentro y escapo para no partir los huesos de ese canalla, soy un cobarde”.
“Quiero dormir para poder soñar, porque ya sólo me queda mi imaginación. Cierro los ojos. Mi mente viaja varios meses atrás. Aun estamos en primavera y no a las puertas del otoño. Mi padre y Sebastian charlan animadamente en una mesa con Ramiro mientras Alfonso me ayuda en la barra. Juraría que huele a lavanda, aunque sólo sea porque el día que me sacó a bailar en la plaza me dijo que tambien era su planta favorita. Me sonríe y con voz cariñosa me dice que se ve a las claras que el admirador secreto está hasta los huesos por mí. Suena una cajita de música. Él de repente parece triste. Seguro que está pensando en la moza que lo tiene enamoriscado. “Ella no lo nota, ella no me ve” me dice bajando la mirada. No puedo creer que esa mujer no sepa ver que Alfonso es el mejor hombre de todo Puente Viejo. Es una necia. Yo soy una necia”.
“Quiero dormir para olvidar lo que está pasando. Cerrar los ojos y soñar. Me dejo llevar por mi imaginación y hago retroceder el tiempo a una de esas largas tardes de primavera, cuando al salir del tajo corría a echar una mano en la casa de comidas. Mi hermano Ramiro está en una mesa charlando con don Raimundo y Sebastián, mientras yo ayudo a Emilia en la barra. Huele a lavanda, como aquel día en la plaza cuando me atrevía a sacarla a bailar. Le entrego una caja de música y ella acaricia mi mejilla diciendo que la mujer que se case conmigo será muy afortunada. “Yo siempre he querido que esa mujer seas tú” pienso mientras ansío besar su boca. Pero no digo nada. Porque soy un cobarde”.
“Necesito dormir. Pero no puedo. Estoy cansada, aunque no más que otros días. Mi rutina sigue siendo la misma. Me levanto al alba para trajinar entre pucheros, servir chatos de vino y limpiar habitaciones en la posada. Antes me gustaban mis quehaceres diarios, porque siempre tenía unos minutos para disfrutar con pequeñas cosas. Pero ya no puedo aferrarme a esos pequeños placeres de la vida”.
“Necesito dormir, pero no puedo. Estoy cansado, quizás más que de costumbre. Estoy molido porque me sigo levantando al alba para ganar el jornal en los campos de la Montenegro, partiendome el lomo durante horas y soportando la fanfarronería de Mauricio. Y cuando acaba mi faena como bracero busco más trabajo. Me da igual partir leña para calentar la chimenea, labrar nuestro pequeño terruño o aceptar cualquier encargo que me hagan los vecinos. Todo vale, con tal de tener las manos ocupadas y la mente despistada. Porque cuando no tengo una azada o un hacha entre las manos mi cabeza no para de dar vueltas y cada vuelta es un nudo que ahoga mi corazón y que no me deja disfrutar con las pequeñas cosas que antaño me arrancaban una sonrisa”.
“Conversar con mi padre, que ya no es mi padre, el mejor hombre del mundo, y sí el borracho que mató a mis verdaderos progenitores y me mintió durante más de veinte años”.
“Charlar con mi madre, que sigue siendo la mejor madre del mundo, porque ya tiene demasiadas preocupaciones encima con todo lo que sucede en la casona y los desaguisados de Juan, que se está ahogando poco a poco en vino y aguardiente”.
“Reírme con mi Pepa, que ya no puede reír porque la pena la está matando, o por lo menos está acabando con su cordura. Pepa ya no es Pepa, sólo un alma en pena que se niega a aceptar la realidad”.
“Echar unas risas con mi hermano Ramiro, ese muchacho tan cabal que siempre estaba dispuesto a escuchar mis cuitas e intentar aconsejarme, aunque yo me enfadara y no quisiera escucharlo. Ramiro ya no está y yo daría cualquier cosa por uno de sus consejos”.
“Tomar un chato de vino con mi buen amigo Alfonso, que ya no es mi amigo porque yo no quise escuchar sus advertencias, cuando trataba de abrirme los ojos. Y yo no supe valorar su lealtad”.
“Tomar un chato de vino en la taberna y charlar con su padre mientras la miro a escondidas. O mejor, yo le suelto alguna chanza y ella me sonríe y calienta mi alma. Pero ahora don Raimundo ya no es su padre y ella ya no sonríe, por lo menos no me sonríe a mi. Sus sonrisas, sus besos, hasta sus caricias son para otro que desprecia el tesoro que ella le ha regalado”.
“Leer un libro antes de acostarme y soñar con las aventuras del capitán Nemo, los poemas de Rosalía de Castro o las novelas románticas de Jane Austin.¡Maldigo el día en que el que creía mi padre me enseñó a leer! Odio todos y cada uno de los libros que he leído a lo largo de mi vida. Detesto las aventuras que yo nunca podré vivir, porque no saldré de este pueblo perdido de la mano de Dios. Aborrezco los poemas que jamás nadie escribirá pensando en mí. No soporto las novelas románticas donde el amor es un sentimiento maravilloso que nos hace tocar el cielo. Los libros son burdos engaños, sólo eso. Y yo soy una necia”.
“Tallar pequeñas figuras dando forma a la madera con una simple navaja, porque mis manos empiezan a llenarse de cicatrices de los cortes que me hago por mi falta de maña ya que mi pulso tiembla con la ira. Deberia desahogarme a golpes con quien provoca mi sufrimiento, pero no lo hago porque soy un cobarde”.
“Toda una vida soñando con que llegara mi príncipe azul, esperando un beso que me despertara de mi particular pesadilla, ansiando una noche de amor para tocar las estrellas. Nada de eso existe, al menos no para mí. Mi príncipe azul ha resultado ser un canalla, un bueno para nada, como diría Alfonso. Sus besos saben a vino y sus torpes abrazos huelen a perfume barato de burdel. Ansiando sus caricias sólo he sentido un gran dolor que atravesaba el centro de mi cuerpo, sin que a él le importase lo más mínimo. Lo peor de todo es que yo, Emilia Ulloa, o como quiera que me llame realmente, es que no merezco nada mejor. Soy una necia”.[i/]
“Toda la vida esperando a que mi princesa abriese los ojos y me viera. No como a un hermano, no como a un amigo, sino como al hombre que la ha querido desde que le alcanza la memoria. Yo no sé escribir poemas, lo cierto es que apenas sé escribir. Tampoco tengo maña con las palabras, que no soy yo de zalamerías y requiebros, sin embargo daría mi vida todos los días por poder amarla como ella se merece. Pondría el alma en cada beso, en cada abrazo, en cada caricia y que sintiera que para mi no hay otra mujer en el mundo. Pero su alma y su cuerpo pertenecen a otro, un desalmado que alardea de su conquistas y se burla de la inocencia que ha robado. Y yo, que me desgarro por dentro y escapo para no partir los huesos de ese canalla, soy un cobarde”.
“Quiero dormir para poder soñar, porque ya sólo me queda mi imaginación. Cierro los ojos. Mi mente viaja varios meses atrás. Aun estamos en primavera y no a las puertas del otoño. Mi padre y Sebastian charlan animadamente en una mesa con Ramiro mientras Alfonso me ayuda en la barra. Juraría que huele a lavanda, aunque sólo sea porque el día que me sacó a bailar en la plaza me dijo que tambien era su planta favorita. Me sonríe y con voz cariñosa me dice que se ve a las claras que el admirador secreto está hasta los huesos por mí. Suena una cajita de música. Él de repente parece triste. Seguro que está pensando en la moza que lo tiene enamoriscado. “Ella no lo nota, ella no me ve” me dice bajando la mirada. No puedo creer que esa mujer no sepa ver que Alfonso es el mejor hombre de todo Puente Viejo. Es una necia. Yo soy una necia”.
“Quiero dormir para olvidar lo que está pasando. Cerrar los ojos y soñar. Me dejo llevar por mi imaginación y hago retroceder el tiempo a una de esas largas tardes de primavera, cuando al salir del tajo corría a echar una mano en la casa de comidas. Mi hermano Ramiro está en una mesa charlando con don Raimundo y Sebastián, mientras yo ayudo a Emilia en la barra. Huele a lavanda, como aquel día en la plaza cuando me atrevía a sacarla a bailar. Le entrego una caja de música y ella acaricia mi mejilla diciendo que la mujer que se case conmigo será muy afortunada. “Yo siempre he querido que esa mujer seas tú” pienso mientras ansío besar su boca. Pero no digo nada. Porque soy un cobarde”.
#699
03/10/2011 22:51
"Amor,lucha y rendición"
Capítulo 19
https://www.formulatv.com/series/el-secreto-de-puente-viejo/foros/500/152/el-rincon-de-francisca-y-raimundo-porque-nosotras-si-creemos-en-su-historia-de-amor-asi-que-espabilen-los-que-escriben/
Capítulo 20
https://www.formulatv.com/series/el-secreto-de-puente-viejo/foros/500/155/el-rincon-de-francisca-y-raimundo-porque-nosotras-si-creemos-en-su-historia-de-amor-asi-que-espabilen-los-que-escriben/
Continuación cap 20
https://www.formulatv.com/series/el-secreto-de-puente-viejo/foros/500/156/el-rincon-de-francisca-y-raimundo-porque-nosotras-si-creemos-en-su-historia-de-amor-asi-que-espabilen-los-que-escriben/
Capítulo21
https://www.formulatv.com/series/el-secreto-de-puente-viejo/foros/500/157/el-rincon-de-francisca-y-raimundo-porque-nosotras-si-creemos-en-su-historia-de-amor-asi-que-espabilen-los-que-escriben/
Final "Amor,lucha y rendición"
https://www.formulatv.com/series/el-secreto-de-puente-viejo/foros/500/157/el-rincon-de-francisca-y-raimundo-porque-nosotras-si-creemos-en-su-historia-de-amor-asi-que-espabilen-los-que-escriben/
CONTINUACIÓN capitulo final
https://www.formulatv.com/series/el-secreto-de-puente-viejo/foros/500/158/el-rincon-de-francisca-y-raimundo-porque-nosotras-si-creemos-en-su-historia-de-amor-asi-que-espabilen-los-que-escriben/
Una nueva historia que estoy escribiendo "TU AMOR ES MI CONDENA"
Capítulo1
https://www.formulatv.com/series/el-secreto-de-puente-viejo/foros/500/153/el-rincon-de-francisca-y-raimundo-porque-nosotras-si-creemos-en-su-historia-de-amor-asi-que-espabilen-los-que-escriben/
Capítulo 2
https://www.formulatv.com/series/el-secreto-de-puente-viejo/foros/500/162/el-rincon-de-francisca-y-raimundo-porque-nosotras-si-creemos-en-su-historia-de-amor-asi-que-espabilen-los-que-escriben/
Capítulo 19
https://www.formulatv.com/series/el-secreto-de-puente-viejo/foros/500/152/el-rincon-de-francisca-y-raimundo-porque-nosotras-si-creemos-en-su-historia-de-amor-asi-que-espabilen-los-que-escriben/
Capítulo 20
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Continuación cap 20
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Capítulo21
https://www.formulatv.com/series/el-secreto-de-puente-viejo/foros/500/157/el-rincon-de-francisca-y-raimundo-porque-nosotras-si-creemos-en-su-historia-de-amor-asi-que-espabilen-los-que-escriben/
Final "Amor,lucha y rendición"
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CONTINUACIÓN capitulo final
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Una nueva historia que estoy escribiendo "TU AMOR ES MI CONDENA"
Capítulo1
https://www.formulatv.com/series/el-secreto-de-puente-viejo/foros/500/153/el-rincon-de-francisca-y-raimundo-porque-nosotras-si-creemos-en-su-historia-de-amor-asi-que-espabilen-los-que-escriben/
Capítulo 2
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#700
05/10/2011 00:28
Trató de rehacer su trenza, abotonarse la blusa y ajustarse la saya. Pero por mucho que se peinara y tratara de recomponer sus ropajes ya nada volvería a ser igual, pues aquel dolor que atravesaba su vientre le recordaba que había cruzado una línea que no permitía vuelta atrás. Y lo peor, no acababa de ser consciente de cómo había sucedido. A su mente acudían imágenes borrosas que distaban mucho de ser un feliz recuerdo: unos sacos de harina en el suelo de la bodega entre toneles de vino, el sabor a aguardiente de sus besos y el olor a perfume barato de su camisa, sus manos apretando su cuerpo sin rastro de ternura, aquella mirada sucia y, sobre todo, una cuchillada en el centro de su cuerpo. A los pocos minutos Severiano se escapó con la excusa de que tenía que hacer unos recados, dejándola sola, aún más sola que antes. Emilia había acudido a él en busca de cobijo, de ternura, de protección. Pero lo que le daba distaba mucho de ser amor, por lo menos el amor que ella ansiaba. Sus sueños, sus esperanzas, su vida, todo era una gran mentira. Se sentía estafada. Su padre no era su padre, sólo un hombre que la había robado del regazo de su madre muerta, el galán que la había enamorado era un vulgar buscavidas que sólo quería aumentar su lista de conquistas. Por primera vez en su vida se sintió derrotada y completamente sola.
Se dirigió sigilosa a su habitación. Quería cerrar los ojos y dormir para olvidar aquel aciago día. Quizás mañana todo quedaría en un mal sueño, una pesadilla como las que la aterrorizaban de niña y la hacían llorar. Sin darse cuenta las lágrimas empezaron a bañar su rostro. Y a las lágrimas siguieron los sollozos, que trataba de ahogar inutilmente porque era demasiado el dolor para contenerlo dentro de su cuerpo.
Pepa, que tampoco podía dormir, escuchó su llanto al otro lado del tabique que separaba ambos dormitorios. Al principio no se movió, pues Raimundo le había contado como había salido a la luz el secreto que llevaba guardando más de veinte años y pensaba que Emilia querría estar sola para asimilar aquella desconcertante nueva identidad.. Pero la desesperación de su amiga parecía ir en aumento y una voz en su interior le decía que algo más debía haberle sucedido. Se levantó de la cama, se arropó con un viejo chal de lana y salió al pasillo. Se detuvo unos instantes ante la puerta del cuarto de su amiga antes de abrirla.
-Emilia, ¿estás bien?-preguntó, pero no obtuvo respuesta-Emilia, ¿Qué sucede?- le volvió a preguntar al mismo tiempo que se sentaba junto a ella y le acariciaba el pelo.
-Pepa…he cometido un gran error……yo no quería pero….-logró decir entre sollozos.
-Calmate cariño-le susurró mientras la abrazaba-Tranquilizate y despues me cuentas que es lo que te tiene así de angustiada.
Durante unos minutos permanecieron abrazadas, Pepa en silencio y Emilia llorando, hasta que parecía que no le quedaban más lágrimas que verter. La partera le cogió el rostro enrojecido por el llanto entre sus manos y la miró a los ojos.
-Imagino que lo debes estar pasando muy mal pero Raimundo sigue siendo tu padre. Es un hombre maravilloso que siempre te ha cuidado y te ha dado todo su amor.¡ No sabes la suerte que tienes, amiga!
-Lo sé Pepa. Y aunque me sienta engañada sigo queriéndolo, pues es el único padre que he conocido y a él le debo todo lo que soy.
-Entonces, ¿por qué estás tan angustiada? ¿Qué ha pasado para que llores de ese modo?-le inquirió preocupada.
El rostro de Emilia volvía a desencajarse con el dolor. Necesitaba desahogarse, pero al mismo tiempo sentía una gran vergüenza, lo que le hizo taparse la cara con las manos mientras le iba relatando a su amiga lo sucedido con Severiano. Fue así como le contó que había ido buscando su consuelo despues de saber que Raimundo no era su padre, como al principio se sintió reconfortada por su abrazo, como él la había llevado a la bodega para que estuvieran más tranquilos, como sus besos se fueron haciendo más exigente y sus manos se colaban por debajo de su falda y por encima de su blusa, como se fue sintiendo cada vez más incómoda, hasta que fue demasiado tarde y ya no supo como escapar de sus brazos. Ahora se sentía sucia y vacía.
-Me dio tanto asco……Nada es como yo pensaba. Yo creía que el amor era otra cosa.
Pepa cogió sus manos entre las suyas. Podía entender perfectamente por lo que estaba pasando.
-Escuchame bien, Emilia. Eso no es amor. Ese sinvergüenza es como la mayoría de los hombres, que solo ansían satisfacer los deseos de su entrepierna y para ellos las mujeres son simples objetos, que se usan y se dejan tiradas-trataba de animarla pero con sus palabras parecía acrecentar la decepción de la muchacha-. El amor es otra cosa, es ternura, es complicidad, confianza, preocuparse por el otro antes que por uno mismo.
-Yo nunca viviré algo así-se lamentó Emilia.- A mi nadie me querrá de ese modo.
-¡No digas tonterías!. Tu eres una buena muchacha, guapa, alegre y además la mejor cocinera de la comarca-le dijo Pepa mientras le acariciaba la barbilla .-Seguro que la mitad de los hombres de este pueblo están enamorados de ti. Mira sino Hipólito…
-Menudo ejemplo- se quejó mientras mientras levantaba una ceja.
-Sí, la verdad es que no he buscado un gran ejemplo-sonrió la partera.-¿Y qué me dices de los Castañeda?. Ramiro es demasiado joven, pero Alfonso es un guapo zagal.
-¿Alfonso?...Pero qué dices, ¡si es como un hermano!
-Pero no lo es. Mira, yo no quería decirte nada, porque sé que sois amigos desde niños y tú estabas muy ilusionada con el imbécil ese de Villalpanda, pero siempre sospeché que Alfonso estaba enamorado de ti. Tendrías que ver el dolor que reflejaba su rostro el día que Severiano le pidió permiso a tu…….a Raimundo para festejar contigo.
-Eso es porque él sabía que clase de canalla era su amigo. Ay Pepa, qué tonta he sido!! Alfonso trató muchas veces de advertirme como era Severiano. Y cada vez que él trataba de abrirme los ojos yo acababa enfadándome. Siempre ha sido un amigo leal y yo….-Emilia ya no pudo terminar la frase, su voz se quebró de nuevo por el llanto.
-Anda ven aquí-la confortó la partera mientras la abrazaba.-Mira, esto es lo que vamos a hacer. Yo te preparo una infusión que te ayude a descansar y me quedo contigo esta noche, que a mi tambien me viene bien tener compañía. Dormimos y mañana, con la mente más clara, intentas poner un poco de orden en tu vida. Hablas con tu padre, porque Raimundo sigue siendo tu padre, mandas a ese zoquete a tomar viento y haces las paces con Alfonso.
-¿Y si él no me perdona?-preguntó Emilia.-Pepa, me he portado muy mal con él…
-Te perdonará, porque los Castañeda son buena gente y ese muchacho te aprecia. Además-su amiga esbozó una pícara sonrisa-siempre te quedará Hipólito….aunque ahora que recuerdo me ha dicho Rosario que el otro día le pidió matrimonio a Mariana.
-¿Qué Hipólito quiere casarse?. Míra tú, que hombre de palabra, que me había jurado amor eterno y ahora pide la mano de otra. Para que luego digan que es tonto…..
Por primera vez en muchas horas Emilia sintió ganas de reír y se olvidó por un momento de sus problemas. Tambien Pepa agradeció poder hacer unas chanzas y dejar a un lado sus penas, esas que casi acaban con su cordura y sus ganas de vivir.
Se dirigió sigilosa a su habitación. Quería cerrar los ojos y dormir para olvidar aquel aciago día. Quizás mañana todo quedaría en un mal sueño, una pesadilla como las que la aterrorizaban de niña y la hacían llorar. Sin darse cuenta las lágrimas empezaron a bañar su rostro. Y a las lágrimas siguieron los sollozos, que trataba de ahogar inutilmente porque era demasiado el dolor para contenerlo dentro de su cuerpo.
Pepa, que tampoco podía dormir, escuchó su llanto al otro lado del tabique que separaba ambos dormitorios. Al principio no se movió, pues Raimundo le había contado como había salido a la luz el secreto que llevaba guardando más de veinte años y pensaba que Emilia querría estar sola para asimilar aquella desconcertante nueva identidad.. Pero la desesperación de su amiga parecía ir en aumento y una voz en su interior le decía que algo más debía haberle sucedido. Se levantó de la cama, se arropó con un viejo chal de lana y salió al pasillo. Se detuvo unos instantes ante la puerta del cuarto de su amiga antes de abrirla.
-Emilia, ¿estás bien?-preguntó, pero no obtuvo respuesta-Emilia, ¿Qué sucede?- le volvió a preguntar al mismo tiempo que se sentaba junto a ella y le acariciaba el pelo.
-Pepa…he cometido un gran error……yo no quería pero….-logró decir entre sollozos.
-Calmate cariño-le susurró mientras la abrazaba-Tranquilizate y despues me cuentas que es lo que te tiene así de angustiada.
Durante unos minutos permanecieron abrazadas, Pepa en silencio y Emilia llorando, hasta que parecía que no le quedaban más lágrimas que verter. La partera le cogió el rostro enrojecido por el llanto entre sus manos y la miró a los ojos.
-Imagino que lo debes estar pasando muy mal pero Raimundo sigue siendo tu padre. Es un hombre maravilloso que siempre te ha cuidado y te ha dado todo su amor.¡ No sabes la suerte que tienes, amiga!
-Lo sé Pepa. Y aunque me sienta engañada sigo queriéndolo, pues es el único padre que he conocido y a él le debo todo lo que soy.
-Entonces, ¿por qué estás tan angustiada? ¿Qué ha pasado para que llores de ese modo?-le inquirió preocupada.
El rostro de Emilia volvía a desencajarse con el dolor. Necesitaba desahogarse, pero al mismo tiempo sentía una gran vergüenza, lo que le hizo taparse la cara con las manos mientras le iba relatando a su amiga lo sucedido con Severiano. Fue así como le contó que había ido buscando su consuelo despues de saber que Raimundo no era su padre, como al principio se sintió reconfortada por su abrazo, como él la había llevado a la bodega para que estuvieran más tranquilos, como sus besos se fueron haciendo más exigente y sus manos se colaban por debajo de su falda y por encima de su blusa, como se fue sintiendo cada vez más incómoda, hasta que fue demasiado tarde y ya no supo como escapar de sus brazos. Ahora se sentía sucia y vacía.
-Me dio tanto asco……Nada es como yo pensaba. Yo creía que el amor era otra cosa.
Pepa cogió sus manos entre las suyas. Podía entender perfectamente por lo que estaba pasando.
-Escuchame bien, Emilia. Eso no es amor. Ese sinvergüenza es como la mayoría de los hombres, que solo ansían satisfacer los deseos de su entrepierna y para ellos las mujeres son simples objetos, que se usan y se dejan tiradas-trataba de animarla pero con sus palabras parecía acrecentar la decepción de la muchacha-. El amor es otra cosa, es ternura, es complicidad, confianza, preocuparse por el otro antes que por uno mismo.
-Yo nunca viviré algo así-se lamentó Emilia.- A mi nadie me querrá de ese modo.
-¡No digas tonterías!. Tu eres una buena muchacha, guapa, alegre y además la mejor cocinera de la comarca-le dijo Pepa mientras le acariciaba la barbilla .-Seguro que la mitad de los hombres de este pueblo están enamorados de ti. Mira sino Hipólito…
-Menudo ejemplo- se quejó mientras mientras levantaba una ceja.
-Sí, la verdad es que no he buscado un gran ejemplo-sonrió la partera.-¿Y qué me dices de los Castañeda?. Ramiro es demasiado joven, pero Alfonso es un guapo zagal.
-¿Alfonso?...Pero qué dices, ¡si es como un hermano!
-Pero no lo es. Mira, yo no quería decirte nada, porque sé que sois amigos desde niños y tú estabas muy ilusionada con el imbécil ese de Villalpanda, pero siempre sospeché que Alfonso estaba enamorado de ti. Tendrías que ver el dolor que reflejaba su rostro el día que Severiano le pidió permiso a tu…….a Raimundo para festejar contigo.
-Eso es porque él sabía que clase de canalla era su amigo. Ay Pepa, qué tonta he sido!! Alfonso trató muchas veces de advertirme como era Severiano. Y cada vez que él trataba de abrirme los ojos yo acababa enfadándome. Siempre ha sido un amigo leal y yo….-Emilia ya no pudo terminar la frase, su voz se quebró de nuevo por el llanto.
-Anda ven aquí-la confortó la partera mientras la abrazaba.-Mira, esto es lo que vamos a hacer. Yo te preparo una infusión que te ayude a descansar y me quedo contigo esta noche, que a mi tambien me viene bien tener compañía. Dormimos y mañana, con la mente más clara, intentas poner un poco de orden en tu vida. Hablas con tu padre, porque Raimundo sigue siendo tu padre, mandas a ese zoquete a tomar viento y haces las paces con Alfonso.
-¿Y si él no me perdona?-preguntó Emilia.-Pepa, me he portado muy mal con él…
-Te perdonará, porque los Castañeda son buena gente y ese muchacho te aprecia. Además-su amiga esbozó una pícara sonrisa-siempre te quedará Hipólito….aunque ahora que recuerdo me ha dicho Rosario que el otro día le pidió matrimonio a Mariana.
-¿Qué Hipólito quiere casarse?. Míra tú, que hombre de palabra, que me había jurado amor eterno y ahora pide la mano de otra. Para que luego digan que es tonto…..
Por primera vez en muchas horas Emilia sintió ganas de reír y se olvidó por un momento de sus problemas. Tambien Pepa agradeció poder hacer unas chanzas y dejar a un lado sus penas, esas que casi acaban con su cordura y sus ganas de vivir.