Foro El secreto de Puente Viejo
La Biblioteca (A - K)
#0
17/08/2011 13:26
EL RINCÓN DE AHA
El destino.
EL RINCÓN DE ÁLEX
El Secreto de Puente Viejo, El Origen.
EL RINCÓN DE ABRIL
El mejor hombre de Puente Viejo.
La chica de la trenza I, II, III, IV, V, VI, VII, VIII.
EL RINCÓN DE ALFEMI
De siempre y para siempre.
Hace frío I, II.
Pensando en ti.
Yo te elegí a ti.
EL RINCÓN DE ANTOJEP
Bajo la luz de la luna I, II, III, IV.
Como un rayo de sol I, II, III, IV.
La traición I, II.
EL RINCÓN DE ARICIA
Reacción I, II, III, IV.
Emilia, el lobo y el cazador.
El secreto de Alfonso Castañeda.
La mancha de mora I, II, III, IV, V.
Historias que se repiten. 20 años después.
La historia de Ana Castañeda I, II, III, VI, V, Final.
EL RINCÓN DE ARTEMISILLA
Ojalá fuera cierto.
Una historia de dos
EL RINCÓN DE CAROLINA
Mi historia.
EL RINCÓN DE CINDERELLA
Cierra los ojos.
EL RINCÓN DE COLGADA
Cartas, huidas, regalos y el diluvio universal I-XI.
El secreto de Gregoria Casas.
La decisión I,II, III, IV, V.
Curando heridas I,II, III, IV, V, VI, VII, VIII, IX, X, XI, XII, XIII.
una nueva vida I,II, III
EL RINCÓN DE CUQUINA
Lo que me sale de las teclas.
El origen de Tristán Ulloa.
EL RINCÓN DE EIZA
En los ojos de un Castañeda.
Bajando a los infiernos.
¡¿De qué?!
Pensamientos
EL RINCÓN DE FERMARÍA
Noche de bodas. (Descarga directa aquí)
Lo que no se ve.
En el baile.
De valientes y cobardes.
Descubriendo a Alfonso.
¿Por qué no me besaste?
Dejarse llevar.
Amar a Alfonso Castañeda.
Serenidad.
Así.
Quiero.
El corazón de un jornalero (I) (II).
Lo único cierto I, II.
Tiempo.
Sabor a chocolate.
EL RINCÓN DE FRANRAI
Un amor inquebrantable.
Un perfecto malentendido.
Gotas del pasado.
EL RINCÓN DE GESPA
La rutina.
Cada cosa en su sitio.
El baile.
Tomando decisiones.
Volver I, II.
Chismorreo.
Sola.
Tareas.
El desayuno.
Amigas.
Risas.
La manzana.
EL RINCÓN DE INMILLA
Rain Over Me I, II, III.
EL RINCÓN DE JAJIJU
Diálogos que nos encantaría que pasaran.
EL RINCÓN DE KERALA
Amor, lucha y rendición I - VII, VIII, IX, X, XI (I) (II), XII, XIII, XIV, XV, XVI,
XVII, XVIII, XIX, XX (I) (II), XXI, XXII (I) (II).
Borracha de tu amor.
Lo que debió haber sido.
Tu amor es mi droga I, II. (Escena alternativa).
PACA´S TABERN I, II.
Recuerdos.
Dibujando tu cuerpo.
Tu amor es mi condena I, II.
Encuentro en la posada. Historia alternativa
Tu amor es mi condena I, II, III, IV, V, VI, VII, VIII, IX, X, XI, XII, XIII, XIV, XV, XVI
#641
24/09/2011 01:09
Riona, vuelvo a decirte que me encanta!!!
Aquí os dejo "Despidiendo a un crápula"
https://www.formulatv.com/series/el-secreto-de-puente-viejo/foros/877/526/el-rincon-de-alfonso-y-emilia-post-para-hablar-de-esta-pareja/
Aquí os dejo "Despidiendo a un crápula"
https://www.formulatv.com/series/el-secreto-de-puente-viejo/foros/877/526/el-rincon-de-alfonso-y-emilia-post-para-hablar-de-esta-pareja/
#642
24/09/2011 10:44
~~LA MANCHA DE MORA – PARTE II~~
En la casa de los Castañeda, una impaciente Mariana estaba esperando a Alfonso caminando como animal enjaulado por la cocina cuando éste llegó.
- Buenas tardes, Mariana—la saludó Alfonso con un hilo de voz, todavía molesto por la escena que prácticamente acababa de presenciar.
- Por fin apareces, Alfonso. Ya pensé que no llegabas y que te habías olvidado de nuestra promesa de salir a pasear por la vereda del río.
- No, no me había olvidado de nuestra promesa, Mariana—contestó quitándose la gorra y dejándose caer sobre uno de los taburetes de la cocina.
- No te habrás echado atrás, ¿verdad?—preguntó Mariana al ver el rostro serio de su hermano.
Alfonso guardó silencio unos segundos. Por unos instantes, sí que había pensado echarse atrás todavía enfadado y dolido por lo sucedido entre Severiano y Emilia, pero luego había recapacitado. Emilia no quería su ayuda, no creía en sus palabras y ahora parecía desconfiar hasta de sus consejos. Pues muy bien, que así fuese. Había llegado la hora de que Alfonso comenzase a pensar en sí mismo por una vez.
- No, Mariana, no me he echado atrás—respondió forzando una sonrisa que su corazón no sentía. –Sólo estaba cogiendo algo de fuerzas antes de irme a pasear con mi hermana por el río.
- ¡Oh! Muy bien, vale—Mariana pareció sorprendida porque la oferta de su hermano siguiese en pie. Animada, empezó a recoger su chal y una cesta para las moras antes de añadir: -Ya estoy dispuesta, Alfonso. Podemos salir cuando dispongas.
Los dos hermanos Castañeda caminaron en un cómodo silencio interrumpido de vez en cuando por una encantada Mariana que señalaba cuánta flor y animalillo llamaba su atención. Ya cerca del río, la sonrisa de Mariana se tornó más traviesa y Alfonso no le cupo ninguna duda de que su hermana escondía algún propósito oculto en ese paseo al río.
Repentinamente, su hermana se paró a su lado y comenzó a agitar la mano emocionada. Alfonso siguió la mirada de su hermana hasta toparse con dos mozas que esperaban apartadas del camino apoyándose en una valla. Mariana, visiblemente satisfecha, tiró del brazo de su hermano hasta llegar a las dos sonrientes muchachas.
- Buenas tardes—las saludó una vez llegaron frente a ellas. –No esperaba encontraros aquí.
- ¿No?—preguntó la más joven sorprendida. –Pero si ayer mismo quedamos en… ¡Auch!—chilló al recibir un puntapié en su espinilla de Mariana.
- Perdón, Alicia—se disculpó Mariana con gesto contrito. –Tenías una araña asquerosa subiéndote por la falda y no sabía cómo quitarla.
Alfonso divertido miró como su hermana gesticulaba a sus dos amigas para que le siguieran el juego. Toda pequeña duda de que su hermana tramaba algo con ese paseo había desaparecido. Estaba bien claro que su hermana se había propuesto ayudarle a encontrar la mora verde que le hiciese olvidar a Emilia.
Y siendo sincero, su hermana tenía bastante buen gusto a la hora de elegir moras, ya que las dos muchachas eran dos mozas bien parecidas.
- ¿Conocéis a mi hermano Alfonso?—preguntó Mariana dispuesta a seguir con sus tejemanejes casamenteros. –Se ha ofrecido caballerosamente a acompañarnos en nuestro paseo por el río.
Alfonso se dispuso a corregir a su hermana, pero decidió permanecer callado aún divertido por la picardía que ésta mostraba.
- Alfonso, ellas son mi amigas Alicia y Maribel Cantero—dijo presentando a las dos mozas que lo sonreían tímidamente.
- Mucho gusto, señoritas—saludó Alfonso quitándose la gorra. –Espero no ser un estorbo en vuestro paseo.
- Oh, descuide sr. Castañeda—respondió Maribel con una coqueta sonrisa.
- Llámenme Alfonso, por favor, me hace sentir muy viejo. Además el sr. Castañeda es mi padre.
Las dos jóvenes parecieron encantadas con su llegada, al igual que Mariana, y de pronto, Alfonso se vio asediado por una hermana Cantero a cada lado y su hermana abriendo paso al cortejo unos pasos por delante de ellos.
Mariana los guió hasta el zarzal prometido y allí pasaron un buen rato recogiendo las moras maduras que quedaban mientras los cuatro conversaban y hacían chanzas.
Alfonso se apartó con un puñado de moras en la mano y se puso a dar cuenta de ellas mientras observaba a las tres muchachas que seguían buscando entre los zarzales. Apreciaba el intento que su hermana Mariana estaba haciendo para ayudarle a olvidar a Emilia.
Las dos hermanas Cantero habían resultado ser unas muchachas simpáticas y muy bonitas, y debía de reconocer que había pasado una tarde muy agradable junto a las muchachas. Pero por mucho que su cabeza le hubiera empezado a decir que debía de olvidarse de Emilia, su corazón seguía empeñado en llorar y suspirar por ella.
“Aún es pronto, Alfonso”, se dijo a sí mismo calmando su inquietud. “Pero todo llegará”, se animó mientras mordía la última mora.
********************
Pasaron varios días hasta que Alfonso volvió a dejarse caer por la plaza de Puente Viejo en su intento por borrar a Emilia de su cabeza. Fue Ramiro el que le insistió en ir al pueblo, dar una vuelta, y si la suerte les acompañaba, pensaba Ramiro, saludar a las hermanas Cantero.
Sin embargo, nada más llegar a la plaza del pueblo, la atención de Alfonso fue atrapada por unos retazos de conversación de varias aldeanas, entre ellas Dolores Mirañar.
- Yo no sé cómo se ha atrevido a enredarse de esta manera—explicaba la alcaldesa consorte escandalizada.
- Pobre Emilia—respondía Isabel, la mujer del lechero.
Alfonso reaccionó al oír el nombre de su Emilia. Con un gesto de la mano, le indicó a Ramiro que continuase él, mientras se acercaba un poco más al grupo de mujeres que tanto parecían saber sobre Emilia Ulloa.
- Yo ya sabía que ese Severiano no podía ser trigo limpio—sentenciaba Dolores. –Es imposible que un hombre tan guapo como él pudiera serle fiel a una mujer.
- ¿Y Emilia lo sabe?—preguntó otra mujer, que Alfonso reconoció como Antonia Pérez, la esposa de uno de los jornaleros de la Montenegro.
- No lo creo. Si lo supiera, dudo que siguiere bebiendo los vientos como lo hace por Severiano. Sin ir más lejos, esta misma mañana la he visto festejando con él en medio de la plaza.
- Si es que no es trigo limpio—dijo Isabel repitiendo las mismas palabras que antes pronunciara la alcaldesa.
- No lo debe ser—asintió Antonia. –Porque, ¿qué hombre honrado iría presumiendo de que lo mantiene una mujer?
- ¿Qué dices, mujer?—exclamó una escandalizada Dolores. –Cuenta, cuenta. No nos dejes en ascuas.
Alfonso ya no podía seguir oyendo más. Le dolía escuchar como Emilia se estaba convirtiendo en el centro de los cotilleos, las burlas y el escarnio de Puente Viejo. Y todo por culpa de su ceguera con respecto a Severiano.
Y Severiano… Ese malnacido… Se las tendría que ver con él antes de que lo sacara a patadas de Puente Viejo.
- ¡Encima de cornuda, poniéndole los cuartos!—nuevamente llegó hasta él la voz de Dolores Mirañar, que no podía disimular en su tono avergonzado lo mucho que estaba disfrutando con esos nuevos chismes. – Y encima él sin mostrar pudor alguno, ya que mi marido, el alcalde, me ha dicho que se cita casi todas las tardes con la viuda del Cosme en su casa…
Alfonso se alejó de allí sintiendo como la sangre bullía salvajemente en su interior. Sería tan fácil dejar liberar a su bestia e ir a buscar a Severiano. Pero si actuaba así, entonces Emilia saldría en defensa de Severiano y él nuevamente acabaría convirtiéndose en el malo de la historia a sus ojos.
Su hermano Ramiro se acercó a él y lo sacó de sus cavilaciones poniendo una mano sobre su hombro.
- ¿Qué ocurre, hermano?—preguntó al ver la cara de tormento de Alfonso.
- Tengo que ir a la posada—contestó Alfonso saliendo de sus cavilaciones. –Tengo que hablar con Emilia.
- ¿Pero no decías que te ibas a apartar de ella?—la pregunta de Ramiro sonó a sus espaldas porque Alfonso caminaba a grandes zancadas hacia la posada.
- No puedo apartarme, Ramiro. Debo de abrirle los ojos antes de que sea demasiado tarde.
**continuará**
En la casa de los Castañeda, una impaciente Mariana estaba esperando a Alfonso caminando como animal enjaulado por la cocina cuando éste llegó.
- Buenas tardes, Mariana—la saludó Alfonso con un hilo de voz, todavía molesto por la escena que prácticamente acababa de presenciar.
- Por fin apareces, Alfonso. Ya pensé que no llegabas y que te habías olvidado de nuestra promesa de salir a pasear por la vereda del río.
- No, no me había olvidado de nuestra promesa, Mariana—contestó quitándose la gorra y dejándose caer sobre uno de los taburetes de la cocina.
- No te habrás echado atrás, ¿verdad?—preguntó Mariana al ver el rostro serio de su hermano.
Alfonso guardó silencio unos segundos. Por unos instantes, sí que había pensado echarse atrás todavía enfadado y dolido por lo sucedido entre Severiano y Emilia, pero luego había recapacitado. Emilia no quería su ayuda, no creía en sus palabras y ahora parecía desconfiar hasta de sus consejos. Pues muy bien, que así fuese. Había llegado la hora de que Alfonso comenzase a pensar en sí mismo por una vez.
- No, Mariana, no me he echado atrás—respondió forzando una sonrisa que su corazón no sentía. –Sólo estaba cogiendo algo de fuerzas antes de irme a pasear con mi hermana por el río.
- ¡Oh! Muy bien, vale—Mariana pareció sorprendida porque la oferta de su hermano siguiese en pie. Animada, empezó a recoger su chal y una cesta para las moras antes de añadir: -Ya estoy dispuesta, Alfonso. Podemos salir cuando dispongas.
Los dos hermanos Castañeda caminaron en un cómodo silencio interrumpido de vez en cuando por una encantada Mariana que señalaba cuánta flor y animalillo llamaba su atención. Ya cerca del río, la sonrisa de Mariana se tornó más traviesa y Alfonso no le cupo ninguna duda de que su hermana escondía algún propósito oculto en ese paseo al río.
Repentinamente, su hermana se paró a su lado y comenzó a agitar la mano emocionada. Alfonso siguió la mirada de su hermana hasta toparse con dos mozas que esperaban apartadas del camino apoyándose en una valla. Mariana, visiblemente satisfecha, tiró del brazo de su hermano hasta llegar a las dos sonrientes muchachas.
- Buenas tardes—las saludó una vez llegaron frente a ellas. –No esperaba encontraros aquí.
- ¿No?—preguntó la más joven sorprendida. –Pero si ayer mismo quedamos en… ¡Auch!—chilló al recibir un puntapié en su espinilla de Mariana.
- Perdón, Alicia—se disculpó Mariana con gesto contrito. –Tenías una araña asquerosa subiéndote por la falda y no sabía cómo quitarla.
Alfonso divertido miró como su hermana gesticulaba a sus dos amigas para que le siguieran el juego. Toda pequeña duda de que su hermana tramaba algo con ese paseo había desaparecido. Estaba bien claro que su hermana se había propuesto ayudarle a encontrar la mora verde que le hiciese olvidar a Emilia.
Y siendo sincero, su hermana tenía bastante buen gusto a la hora de elegir moras, ya que las dos muchachas eran dos mozas bien parecidas.
- ¿Conocéis a mi hermano Alfonso?—preguntó Mariana dispuesta a seguir con sus tejemanejes casamenteros. –Se ha ofrecido caballerosamente a acompañarnos en nuestro paseo por el río.
Alfonso se dispuso a corregir a su hermana, pero decidió permanecer callado aún divertido por la picardía que ésta mostraba.
- Alfonso, ellas son mi amigas Alicia y Maribel Cantero—dijo presentando a las dos mozas que lo sonreían tímidamente.
- Mucho gusto, señoritas—saludó Alfonso quitándose la gorra. –Espero no ser un estorbo en vuestro paseo.
- Oh, descuide sr. Castañeda—respondió Maribel con una coqueta sonrisa.
- Llámenme Alfonso, por favor, me hace sentir muy viejo. Además el sr. Castañeda es mi padre.
Las dos jóvenes parecieron encantadas con su llegada, al igual que Mariana, y de pronto, Alfonso se vio asediado por una hermana Cantero a cada lado y su hermana abriendo paso al cortejo unos pasos por delante de ellos.
Mariana los guió hasta el zarzal prometido y allí pasaron un buen rato recogiendo las moras maduras que quedaban mientras los cuatro conversaban y hacían chanzas.
Alfonso se apartó con un puñado de moras en la mano y se puso a dar cuenta de ellas mientras observaba a las tres muchachas que seguían buscando entre los zarzales. Apreciaba el intento que su hermana Mariana estaba haciendo para ayudarle a olvidar a Emilia.
Las dos hermanas Cantero habían resultado ser unas muchachas simpáticas y muy bonitas, y debía de reconocer que había pasado una tarde muy agradable junto a las muchachas. Pero por mucho que su cabeza le hubiera empezado a decir que debía de olvidarse de Emilia, su corazón seguía empeñado en llorar y suspirar por ella.
“Aún es pronto, Alfonso”, se dijo a sí mismo calmando su inquietud. “Pero todo llegará”, se animó mientras mordía la última mora.
********************
Pasaron varios días hasta que Alfonso volvió a dejarse caer por la plaza de Puente Viejo en su intento por borrar a Emilia de su cabeza. Fue Ramiro el que le insistió en ir al pueblo, dar una vuelta, y si la suerte les acompañaba, pensaba Ramiro, saludar a las hermanas Cantero.
Sin embargo, nada más llegar a la plaza del pueblo, la atención de Alfonso fue atrapada por unos retazos de conversación de varias aldeanas, entre ellas Dolores Mirañar.
- Yo no sé cómo se ha atrevido a enredarse de esta manera—explicaba la alcaldesa consorte escandalizada.
- Pobre Emilia—respondía Isabel, la mujer del lechero.
Alfonso reaccionó al oír el nombre de su Emilia. Con un gesto de la mano, le indicó a Ramiro que continuase él, mientras se acercaba un poco más al grupo de mujeres que tanto parecían saber sobre Emilia Ulloa.
- Yo ya sabía que ese Severiano no podía ser trigo limpio—sentenciaba Dolores. –Es imposible que un hombre tan guapo como él pudiera serle fiel a una mujer.
- ¿Y Emilia lo sabe?—preguntó otra mujer, que Alfonso reconoció como Antonia Pérez, la esposa de uno de los jornaleros de la Montenegro.
- No lo creo. Si lo supiera, dudo que siguiere bebiendo los vientos como lo hace por Severiano. Sin ir más lejos, esta misma mañana la he visto festejando con él en medio de la plaza.
- Si es que no es trigo limpio—dijo Isabel repitiendo las mismas palabras que antes pronunciara la alcaldesa.
- No lo debe ser—asintió Antonia. –Porque, ¿qué hombre honrado iría presumiendo de que lo mantiene una mujer?
- ¿Qué dices, mujer?—exclamó una escandalizada Dolores. –Cuenta, cuenta. No nos dejes en ascuas.
Alfonso ya no podía seguir oyendo más. Le dolía escuchar como Emilia se estaba convirtiendo en el centro de los cotilleos, las burlas y el escarnio de Puente Viejo. Y todo por culpa de su ceguera con respecto a Severiano.
Y Severiano… Ese malnacido… Se las tendría que ver con él antes de que lo sacara a patadas de Puente Viejo.
- ¡Encima de cornuda, poniéndole los cuartos!—nuevamente llegó hasta él la voz de Dolores Mirañar, que no podía disimular en su tono avergonzado lo mucho que estaba disfrutando con esos nuevos chismes. – Y encima él sin mostrar pudor alguno, ya que mi marido, el alcalde, me ha dicho que se cita casi todas las tardes con la viuda del Cosme en su casa…
Alfonso se alejó de allí sintiendo como la sangre bullía salvajemente en su interior. Sería tan fácil dejar liberar a su bestia e ir a buscar a Severiano. Pero si actuaba así, entonces Emilia saldría en defensa de Severiano y él nuevamente acabaría convirtiéndose en el malo de la historia a sus ojos.
Su hermano Ramiro se acercó a él y lo sacó de sus cavilaciones poniendo una mano sobre su hombro.
- ¿Qué ocurre, hermano?—preguntó al ver la cara de tormento de Alfonso.
- Tengo que ir a la posada—contestó Alfonso saliendo de sus cavilaciones. –Tengo que hablar con Emilia.
- ¿Pero no decías que te ibas a apartar de ella?—la pregunta de Ramiro sonó a sus espaldas porque Alfonso caminaba a grandes zancadas hacia la posada.
- No puedo apartarme, Ramiro. Debo de abrirle los ojos antes de que sea demasiado tarde.
**continuará**
#643
24/09/2011 11:11
Bueno no se si aun habra sitio para otra "escritora" en este hilo. En el rincón de Francisca y Raimundo comenze ha escribir un relato que ya esta terminado y ahora he comenzado con otro. Lei que ya no quedaba más sitio en la parte de arriba y no se si ese problema esta solucionado o de que manera pensais hacerlo, me encantaria unirme a la biblioteca y poder dejaros aqui mis relatos :)
#644
24/09/2011 12:15
Aricia fantástico tu fic!! quiero continuación!!!!!!!!!!
Os dejo la segunda parte de "Despidiendo a un crápula"
https://www.formulatv.com/series/el-secreto-de-puente-viejo/foros/877/527/el-rincon-de-alfonso-y-emilia-post-para-hablar-de-esta-pareja/
Os dejo la segunda parte de "Despidiendo a un crápula"
https://www.formulatv.com/series/el-secreto-de-puente-viejo/foros/877/527/el-rincon-de-alfonso-y-emilia-post-para-hablar-de-esta-pareja/
#645
24/09/2011 12:34
Aricia que bulla lo que tiene que bullir.Deja la ropa sin tender y sigue.
#646
24/09/2011 17:50
Franrai segun le ha dicho el moderador a fermaria las cabeceras no tienen limites de caracteres, asi que estamos nuevamente con problemas en el codigo y hasta que no se solucione no se puede añadir nada. pero no te preocupes yo diariamente cojo todos los enlaces que nos traen y los tengo en un word (Que ya va por tres paginas) para que cuando se solucione añadirlo todo, asi que tienes hueco trankila ;P. Deja aqui el enlace a tu historia, yo lo guardo en un word y cuando mary, mari o yo tengamos un hueco te hacemos el banner y ya esta, cuando este todo solucionado estaras en la cabecera como todas.
chicas sigo con mil fics pendientes pero antes tengo que responder a un privado super importante asi que si me da tiempo!! si no mañana!
chicas sigo con mil fics pendientes pero antes tengo que responder a un privado super importante asi que si me da tiempo!! si no mañana!
#647
24/09/2011 18:18
Gracias por la aclaración Eiza :)
El primero empieza en la pag. 105 del rincon de Doña Francisca y Raimundo:
"Un amor inquebrantable"
https://www.formulatv.com/series/el-secreto-de-puente-viejo/foros/500/105/el-rincon-de-dona-francisca-y-raimundo-queremos-escena-pasional-de-encamamiento/
No tenia titulo y este no me convence mucho pero bueno...
Y el segundo que aun solo esta la primera parte se titula "Un perfecto malentendido"
esta en la pag. 148
https://www.formulatv.com/series/el-secreto-de-puente-viejo/foros/500/148/el-rincon-de-dona-francisca-y-raimundo-queremos-escena-pasional-de-encamamiento/
El primero empieza en la pag. 105 del rincon de Doña Francisca y Raimundo:
"Un amor inquebrantable"
https://www.formulatv.com/series/el-secreto-de-puente-viejo/foros/500/105/el-rincon-de-dona-francisca-y-raimundo-queremos-escena-pasional-de-encamamiento/
No tenia titulo y este no me convence mucho pero bueno...
Y el segundo que aun solo esta la primera parte se titula "Un perfecto malentendido"
esta en la pag. 148
https://www.formulatv.com/series/el-secreto-de-puente-viejo/foros/500/148/el-rincon-de-dona-francisca-y-raimundo-queremos-escena-pasional-de-encamamiento/
#648
24/09/2011 18:53
Vale Franrai ya esta en el word pendiente a que esto se solucione, el lunes hablare con estas niñas a ver quien hace tu banner k es finde y no se curra ya!! jejeje
ARICIA, solo me ha dao tiempo de leerme tu fic y me encanta, va a arder troya!
ARICIA, solo me ha dao tiempo de leerme tu fic y me encanta, va a arder troya!
#649
25/09/2011 00:13
Buenas noches.
Os dejo lectura. Es la continuación de "Sin rumbo", cuyas tres primeras partes están colgadas en el hilo de Alfonso-Emilia. No tenía intención de hacer una cuarta parte, pero me han insistido un par de personas, a las que agradezco el interés, pero que creo que son un poquito masoquistas....
Os resumo lo anterior: Emilia totalmente fuera de si por los últimos acontecimientos (el enfado con Alfonso, la traición de Severiano, las mentiras al descubierto del que creía su padre), se adentra en el bosque donde queda atrapada en plena noche hasta caer inconsciente. Por supuesto, son los hermanos Castañeda los que logran dar con ella y su buena amiga Pepa la que se encarga de cuidarla durante su convalecencia.
-SIN RUMBO-(4ª parte)
Pepa se dirigió a la cocina a preparar un tazón de caldo caliente para Emilia. En ese momento Alfonso se afanaba en secar vasos en la barra, con la vista perdida en algún lugar de sus pensamientos, mientras Ramiro servía vino a unos parroquianos. Cuando la vieron entrar, ambos hermanos la miraron expectantes. Pepa sonrió. Y ese gesto fue suficiente para indicarles que su amiga estaba bien, pero querían saber más detalles. Mientras la partera calentaba el puchero de caldo les contó que la muchacha acababa de despertarse y que se encontraba bastante mejor, aparentemente sin secuelas. Ramiro dijo que aquello había que celebrarlo, que se tomarían un vino los tres para brindar por la recuperación de Emilia. Pepa estuvo de acuerdo, aunque tendrían que esperar a que le llevase el caldo, que lo primero era darle algo de comer a la paciente, para darle fuerzas en su convalecencia. Sin embargo, el mayor de los Castañeda no pudo articular palabra. Era algo que solía pasarle cuando una emoción le atenazaba el pecho. Sintió como el nudo que había tenido agarrado en los úlitimos tiempos en su estómago se deshacía de repente en forma de lágrimas. Pero no quería que nadie le viese llorar, por lo que se escapó al rincón más apartado del patio. Su hermano hizo ademán de seguirlo pero Pepa lo detuvo.
-Déjalo. Necesita desahogarse y creo que prefiere estar solo-le dijo mientras le agarraba el brazo.
-¡No sabes cómo ha sufrido¡, Pepa-se lamentó Ramiro-Jamás lo he visto tan mal como estos días. Y eso que ya llevaba muchas semanas mal….Pero la incertidumbre de no saber si Emilia salía o no de ésta lo estaba matando.
-Me puedo hacer una idea-contestó la muchacha. Ella sabía perfectamente cuan desgarradora podía ser aquella incertidumbre de no saber si un ser querido esta vivo o muerto. ¡Que se lo dijerana a ella, que llevaba meses esperando para abrazar a su hijo¡.
Pero hoy debía aparcar su propio dolor y centrarse en ayudar a su amiga, tal y como ella había hecho tantas veces, siendo su único apoyo cuando todos le daban la espalda. Incluso, era la única que la creía cuando decía que Martín seguía vivo, mientras el resto del mundo parecía resignado a perder al chiquillo para simpre. Era tiempo de devolverle el favor, aunque no sabía muy bien como.
Una vez que la olla empezó a hervir llenó un tazón con el humeante caldo y salió de la cocina. Pero en vez de dirigirse al interior de la casa, salió al patio donde Alfonso sentado en un banco se secaba las lágrimas con la manga de su camisa.
-Hazme un favor, zagal. Llevale esta taza de caldo a Emilia y vigila que se lo tome todo-le ordenó mientras dejaba el tazón sobre una de las mesas-Y así puedes comprobar con tus propios ojos que está bien.
-Debes pensar que soy ….-empezó a titubear el Castañeda
-Pienso que Emilia tiene suerte de tenerte-le sonrió-Lo que no sé es como esa tonta ha podido estar tan ciega para no ver lo que tenía delante. Aunque la culpa en parte ha sido tuya, por haber estado tan callado y no decirle nada. Apuesto a que eras tú el dichoso admirador secreto, el que le iba dejando regalitos. ¿Verdad?
-Sí-respondió Alfonso bajando la cabeza un tanto avergonzado.
-Pero alma de cántaro, ¿cómo no le dijiste nada?. Sí, ya sé que Emilia tiene su genio …..pero no creo que fuera a comerte-bromeó la partera mientras se sentaba a su lado.
-Pepa, te juro que lo intenté varias veces…….Pero al final pasaba algo o ella decía algo que me hacía ver que ella sólo me consideraba un amigo, casi como un hermano. Y luego llegó el necio de Severiano y tú bien sabes lo poco que le costó conquistarla.
-Mira muchacho, yo creo que Emilia sólo ansiaba que alguien la quisiera. Y creyó enamorarse de ese donjuan de pacotilla porque supo soltarle un par de zalamerías. Seguramente tambien se habría enamorado de ti si hubiese visto todo el amor que le profesas.
-Pero ahora es tarde-se lamentó Alfonso.
-¿Por qué dices semejante sandez?-inquirió Pepa un tanto mosqueada-¿O acaso porque haya festejado con Severiano ya no la quieres?
-¡No es eso, por Dios¡. Yo jamás dejaré de quererla- contestó con vehemencia-Lo que pasa es que ella ahora está dolida y no creo que tenga ganas de amoríos. Con todo lo que tiene encima lo último que necesita es que vaya el tonto de Alfonso Castañeda a importunarla con tonterías.
-Tonterías son las que tú estás diciendo-le reprochó la muchacha mientras se ponía de pie- Ahora Emilia lo que necesita más que nunca es gente que la quiera. Y no se me ocurre nadie mejor que tú, que has demostrado ser un amigo leal. Va a necesitar alguien que la apoye, que la aconseje, que la ayude a recomponer su vida.
-¿Y tú crees que ella…….?
-Lo que yo creo es que el caldo va a estar frío para cuando te decidas a llevarselo. ¡Anda, espabila!
Alfonso se levantó y obedeció la orden de Pepa. Con cuidado cogió el tazón y se dirigió a la habitación donde Emilia descansaba. Al llegar junto a la puerta tomó aire, antes de llamar.
-¿Puedo pasar?-preguntó intentando disimular la emoción-¿Cómo te encuentras?
-Bien, sólo que un poquito cansada- le contestó ella esbozando una sonrisa que le reconfortó el alma-Veo que Pepa ya me ha preparado el caldo.
-Igual está algo frío-le dijo él mientras se acercaba a la cama-Si quieres puedo calentarlo un poquito más.
Emilia acercó el tazón a los labios y dio un par de sorbos al caldo antes de dejar el recipiente encima de la mesilla.
-No, así está bien. Además tenía muchas ganas de verte-le soltó ella mientras le extendía una mano-Siento tanto no haberte hecho caso y, sobre todo, la manera en la que te hablé.
-Olvídalo, no tiene importancia. Y yo tambien tenía muchas ganas de verte. ¡No sabes qué susto nos has dado¡-logró decirle mientras se sentaba a su lado en la cama y le cogía la mano entre las suyas-La próxima vez que tengas un disgusto espero que recuerdes que me tienes a mí para escucharte y no se te ocurra perderte de nuevo por el bosque, caperucita.
Emilia sintió el impulso de abrazarlo y no se reprimió. Él la apretó contra sí mientras le acariciaba el pelo y aspiraba el olor a romero que despedía su cuerpo tras las numerosas friegas que Pepa le había dado para intentar que entrara en calor. El caldo acabó por enfriarse de todo antes de que nínguno se atreviera a romper el silencio. Finalmente fue ella la que habló.
-Mientras estaba insconsciente podía oír las voces de los que estaban comigo. Escuché a la doctora Casas, a Pepa, a mi padre, a Sebastián, incluso a Don Anselmo.
-¿Y recuerdas lo que decían?- le preguntó él mientras la separaba de su abrazo.
-Cada palabra exacta-le contestó ella mientras le acariciaba la mejilla con su mano izquierda-Pero sobre todo recuerdo las tuyas, Castañeda.
Os dejo lectura. Es la continuación de "Sin rumbo", cuyas tres primeras partes están colgadas en el hilo de Alfonso-Emilia. No tenía intención de hacer una cuarta parte, pero me han insistido un par de personas, a las que agradezco el interés, pero que creo que son un poquito masoquistas....
Os resumo lo anterior: Emilia totalmente fuera de si por los últimos acontecimientos (el enfado con Alfonso, la traición de Severiano, las mentiras al descubierto del que creía su padre), se adentra en el bosque donde queda atrapada en plena noche hasta caer inconsciente. Por supuesto, son los hermanos Castañeda los que logran dar con ella y su buena amiga Pepa la que se encarga de cuidarla durante su convalecencia.
-SIN RUMBO-(4ª parte)
Pepa se dirigió a la cocina a preparar un tazón de caldo caliente para Emilia. En ese momento Alfonso se afanaba en secar vasos en la barra, con la vista perdida en algún lugar de sus pensamientos, mientras Ramiro servía vino a unos parroquianos. Cuando la vieron entrar, ambos hermanos la miraron expectantes. Pepa sonrió. Y ese gesto fue suficiente para indicarles que su amiga estaba bien, pero querían saber más detalles. Mientras la partera calentaba el puchero de caldo les contó que la muchacha acababa de despertarse y que se encontraba bastante mejor, aparentemente sin secuelas. Ramiro dijo que aquello había que celebrarlo, que se tomarían un vino los tres para brindar por la recuperación de Emilia. Pepa estuvo de acuerdo, aunque tendrían que esperar a que le llevase el caldo, que lo primero era darle algo de comer a la paciente, para darle fuerzas en su convalecencia. Sin embargo, el mayor de los Castañeda no pudo articular palabra. Era algo que solía pasarle cuando una emoción le atenazaba el pecho. Sintió como el nudo que había tenido agarrado en los úlitimos tiempos en su estómago se deshacía de repente en forma de lágrimas. Pero no quería que nadie le viese llorar, por lo que se escapó al rincón más apartado del patio. Su hermano hizo ademán de seguirlo pero Pepa lo detuvo.
-Déjalo. Necesita desahogarse y creo que prefiere estar solo-le dijo mientras le agarraba el brazo.
-¡No sabes cómo ha sufrido¡, Pepa-se lamentó Ramiro-Jamás lo he visto tan mal como estos días. Y eso que ya llevaba muchas semanas mal….Pero la incertidumbre de no saber si Emilia salía o no de ésta lo estaba matando.
-Me puedo hacer una idea-contestó la muchacha. Ella sabía perfectamente cuan desgarradora podía ser aquella incertidumbre de no saber si un ser querido esta vivo o muerto. ¡Que se lo dijerana a ella, que llevaba meses esperando para abrazar a su hijo¡.
Pero hoy debía aparcar su propio dolor y centrarse en ayudar a su amiga, tal y como ella había hecho tantas veces, siendo su único apoyo cuando todos le daban la espalda. Incluso, era la única que la creía cuando decía que Martín seguía vivo, mientras el resto del mundo parecía resignado a perder al chiquillo para simpre. Era tiempo de devolverle el favor, aunque no sabía muy bien como.
Una vez que la olla empezó a hervir llenó un tazón con el humeante caldo y salió de la cocina. Pero en vez de dirigirse al interior de la casa, salió al patio donde Alfonso sentado en un banco se secaba las lágrimas con la manga de su camisa.
-Hazme un favor, zagal. Llevale esta taza de caldo a Emilia y vigila que se lo tome todo-le ordenó mientras dejaba el tazón sobre una de las mesas-Y así puedes comprobar con tus propios ojos que está bien.
-Debes pensar que soy ….-empezó a titubear el Castañeda
-Pienso que Emilia tiene suerte de tenerte-le sonrió-Lo que no sé es como esa tonta ha podido estar tan ciega para no ver lo que tenía delante. Aunque la culpa en parte ha sido tuya, por haber estado tan callado y no decirle nada. Apuesto a que eras tú el dichoso admirador secreto, el que le iba dejando regalitos. ¿Verdad?
-Sí-respondió Alfonso bajando la cabeza un tanto avergonzado.
-Pero alma de cántaro, ¿cómo no le dijiste nada?. Sí, ya sé que Emilia tiene su genio …..pero no creo que fuera a comerte-bromeó la partera mientras se sentaba a su lado.
-Pepa, te juro que lo intenté varias veces…….Pero al final pasaba algo o ella decía algo que me hacía ver que ella sólo me consideraba un amigo, casi como un hermano. Y luego llegó el necio de Severiano y tú bien sabes lo poco que le costó conquistarla.
-Mira muchacho, yo creo que Emilia sólo ansiaba que alguien la quisiera. Y creyó enamorarse de ese donjuan de pacotilla porque supo soltarle un par de zalamerías. Seguramente tambien se habría enamorado de ti si hubiese visto todo el amor que le profesas.
-Pero ahora es tarde-se lamentó Alfonso.
-¿Por qué dices semejante sandez?-inquirió Pepa un tanto mosqueada-¿O acaso porque haya festejado con Severiano ya no la quieres?
-¡No es eso, por Dios¡. Yo jamás dejaré de quererla- contestó con vehemencia-Lo que pasa es que ella ahora está dolida y no creo que tenga ganas de amoríos. Con todo lo que tiene encima lo último que necesita es que vaya el tonto de Alfonso Castañeda a importunarla con tonterías.
-Tonterías son las que tú estás diciendo-le reprochó la muchacha mientras se ponía de pie- Ahora Emilia lo que necesita más que nunca es gente que la quiera. Y no se me ocurre nadie mejor que tú, que has demostrado ser un amigo leal. Va a necesitar alguien que la apoye, que la aconseje, que la ayude a recomponer su vida.
-¿Y tú crees que ella…….?
-Lo que yo creo es que el caldo va a estar frío para cuando te decidas a llevarselo. ¡Anda, espabila!
Alfonso se levantó y obedeció la orden de Pepa. Con cuidado cogió el tazón y se dirigió a la habitación donde Emilia descansaba. Al llegar junto a la puerta tomó aire, antes de llamar.
-¿Puedo pasar?-preguntó intentando disimular la emoción-¿Cómo te encuentras?
-Bien, sólo que un poquito cansada- le contestó ella esbozando una sonrisa que le reconfortó el alma-Veo que Pepa ya me ha preparado el caldo.
-Igual está algo frío-le dijo él mientras se acercaba a la cama-Si quieres puedo calentarlo un poquito más.
Emilia acercó el tazón a los labios y dio un par de sorbos al caldo antes de dejar el recipiente encima de la mesilla.
-No, así está bien. Además tenía muchas ganas de verte-le soltó ella mientras le extendía una mano-Siento tanto no haberte hecho caso y, sobre todo, la manera en la que te hablé.
-Olvídalo, no tiene importancia. Y yo tambien tenía muchas ganas de verte. ¡No sabes qué susto nos has dado¡-logró decirle mientras se sentaba a su lado en la cama y le cogía la mano entre las suyas-La próxima vez que tengas un disgusto espero que recuerdes que me tienes a mí para escucharte y no se te ocurra perderte de nuevo por el bosque, caperucita.
Emilia sintió el impulso de abrazarlo y no se reprimió. Él la apretó contra sí mientras le acariciaba el pelo y aspiraba el olor a romero que despedía su cuerpo tras las numerosas friegas que Pepa le había dado para intentar que entrara en calor. El caldo acabó por enfriarse de todo antes de que nínguno se atreviera a romper el silencio. Finalmente fue ella la que habló.
-Mientras estaba insconsciente podía oír las voces de los que estaban comigo. Escuché a la doctora Casas, a Pepa, a mi padre, a Sebastián, incluso a Don Anselmo.
-¿Y recuerdas lo que decían?- le preguntó él mientras la separaba de su abrazo.
-Cada palabra exacta-le contestó ella mientras le acariciaba la mejilla con su mano izquierda-Pero sobre todo recuerdo las tuyas, Castañeda.
#650
25/09/2011 02:05
Pepa, me encantaaaaa!!!! Dime que habrá quinta parte por favor!!!! Es precioso de verdad!!
#651
25/09/2011 02:33
Ains, lapuebla!!!Continúa ese fic por favor!!!Que preciosura!!!
Aricia!!!Continua tu tmb!
Aricia!!!Continua tu tmb!
#652
25/09/2011 12:40
fan de la biblioteca
#653
25/09/2011 14:27
Pepa, sublime!
#654
25/09/2011 16:16
~~LA MANCHA DE MORA – PARTE III~~
Emilia estaba detrás de la barra limpiando enérgicamente una pila de vasos. Alfonso supo exactamente cuando ella fue consciente de su llegada, porque la muchacha dejó el vaso que estaba limpiando en la barra y levantó el rostro para darle la bienvenida con una tímida, pero cálida sonrisa.
Aquel nimio gesto, que para otra persona no hubiera significado nada, llenó el espíritu de Alfonso de júbilo. Si ella supiera que con la más simple de sus sonrisas el corazón de Alfonso palpitaba desbocado en su pecho.
La silenciosa bienvenida de Emilia espoleó a Alfonso a terminar de acercarse a ella y le dio los ánimos suficientes para emprender la misión que lo traía de nuevo frente a su amada Emilia.
- Buenas tardes, Alfonso. Dichosos los ojos que te ven—saludó la joven apoyando las palmas de sus manos sobre la barra e inclinándose un poco hacia él. –Estás resultando caro de ver estos días.
Un imperceptible rubor tiñó las mejillas de Alfonso. ¿Pudiera ser que Emilia lo echase de menos? Pero no, se dijo, ella seguía embobada con Severiano y tal vez lo que ella echase de menos fueran sus charlas de “hermanos”.
- Tenía muchas cosas que hacer estos días—fue su escueta respuesta mientras miraba los bonitos ojos castaños de Emilia.
- ¿Y qué cosas eran esas?—preguntó la muchacha con un cierto deje interesado en su voz.
- Cosas mías, Emilia—respondió rajante Alfonso cortando rápidamente el tema.
Emilia lo miró extrañada y con rictus enfadado, pues nunca hubiera esperado una contestación tan fría de Alfonso. Él parecía inquieto, como si algo le preocupase y su mirada no paraba de vagar desde ella hacia el resto de los parroquianos.
- Necesito hablar contigo, Emilia—soltó Alfonso. –A solas.
- ¿A solas? ¿Qué me quieres decir que necesitas hablarme a solas?—le preguntó ella frunciendo la nariz en un gesto de desconfianza.
- Emilia, por favor. Necesito hablar contigo ahora—repitió él.
- Ahora estoy ocupada, Alfonso. La taberna está llena y los parroquianos esperan que les sirvan sus vinos.
Emilia, no acostumbrada a las imposiciones de Alfonso, no pensaba acceder tan fácilmente a sus demandas.
- Seguro que pueden esperar un par de minutos—insistió Alfonso. La rareza de que Alfonso le pidiese algo con tanta obstinación hizo que ella accediese.
- De acuerdo, Alfonso. Vayamos a hablar. A ver qué barrunta esa cabeza tuya.
Se dirigieron hacia el patio de la posada, la única zona que podía proporcionarles algo de tranquilidad e intimidad para hablar a solas.
Alfonso sintió como la angustia atenazaba su garganta al ver el rostro expectante de Emilia. Por nada del mundo quería hacer daño a Emilia y sabía que lo que estaba a punto de decirle iba a herirla. Pero tampoco podía permitir que Severiano siguiera aprovechándose de ella y la convirtiese en el foco de todos los cotilleos dañinos del pueblo.
- Muy bien, ya estamos solos. ¿Qué era eso que me tenías que contar con tanta premura y misterio?
Alfonso tomó una profunda respiración mientras planeaba las palabras que debían descubrir la verdad a Emilia.
- Se trata sobre Severiano, Emilia. Y es algo muy serio—añadió cuando vio que ella estaba a punto de replicar.
Emilia guardó silencio por un momento antes de responder enfadada a Alfonso.
- Si vas a volver a decir que Severiano es un crápula y un tarambana, ya puedes ir guardándote tus palabras, Alfonso, pues no pienso escucharlas. Creía que habíamos aclarado el asunto y esperaba que tú pudieras entenderme y compartir mi felicidad.
- Emilia, tienes que escucharme…-intentó hacerse entender Alfonso, pero Emilia ya estaba dándose la vuelta furiosa alejándose de él. –Emilia, espera—le ordenó alargando la mano hacia ella sin llegar a tocarla.
Las palabras autoritarias de Alfonso parecieron hacer efecto y Emilia se dio la vuelta y volvió a enfrentarlo con una furibunda mirada.
- Emilia, Severiano te está engañando con otra mujer—explicó Alfonso. –Sé que es duro de creer, pero…
- Sí, es duro de creer. Y por eso no te creo—atajó Emilia enojada. –No sé qué pretendes con todo esto, Alfonso, pero no te va a funcionar. Severiano me ama y ni todas tus mentiras ni tus malintencionadas palabras van a separarnos.
- No son mentiras, Emilia. Severiano te está engañando con otra mujer, y lo peor es que medio pueblo ya lo sabe. Ahora mismo Dolores Mirañar estaban hablando de las aventuras de Severiano a tus espaldas.
- ¿Y vas a creer a Dolores Mirañar, la mayor chismosa del pueblo? Esperaba algo mejor de ti esta vez, Alfonso Castañeda—les espetó altanera.
Algo se rompió dentro de Alfonso. Emilia lo creía un mentiroso, capaz de inventar falsedades para alejarla de Severiano.
- Si tan segura estás de que miento, ¿podrías decirme dónde ahora se encuentra ese dechado de virtudes que llamas tu novio?
Emilia guardó silencio estudiando con su mirada a Alfonso antes de contestarle.
- Severiano ha ido a buscar trabajo a Lapuebla—contestó entrecerrando los ojos como si así pudiese descubrir las intenciones ocultas de él.
- ¿Estás totalmente segura?
- Por supuesto—respondió ella levantando su nariz orgullosa.
- Entonces no te importará venir conmigo ahora a comprobarlo.
Alfonso la retó con sus palabras y sus gestos, los brazos en jarra y la cabeza levantada en igual postura orgullosa.
- Tengo faena que hacer y ningún tiempo que perder en falsas acusaciones malintencionadas.
- Ninguna faena será más importante que desmentir los rumores sobre Severiano—repuso Alfonso y antes de que ella pudiera responder, la sujetó por el codo acercándola hasta su cuerpo. Con sus caras separadas tan sólo por un suspiro, Alfonso retó con la mirada a Emilia. Pero la moza, visiblemente aturdida, no se atrevió a decir nada. Tomando su silencio como resignación, Alfonso volvió a tirar de ella y la arrastró fuera de la posada con muy poca delicadeza.
- Suéltame, Alfonso—le reclamó Emilia mientras forcejeaba por liberarse.
- No, Emilia. Ahora me vas a escuchar lo quieras o no.
**continúa**
Emilia estaba detrás de la barra limpiando enérgicamente una pila de vasos. Alfonso supo exactamente cuando ella fue consciente de su llegada, porque la muchacha dejó el vaso que estaba limpiando en la barra y levantó el rostro para darle la bienvenida con una tímida, pero cálida sonrisa.
Aquel nimio gesto, que para otra persona no hubiera significado nada, llenó el espíritu de Alfonso de júbilo. Si ella supiera que con la más simple de sus sonrisas el corazón de Alfonso palpitaba desbocado en su pecho.
La silenciosa bienvenida de Emilia espoleó a Alfonso a terminar de acercarse a ella y le dio los ánimos suficientes para emprender la misión que lo traía de nuevo frente a su amada Emilia.
- Buenas tardes, Alfonso. Dichosos los ojos que te ven—saludó la joven apoyando las palmas de sus manos sobre la barra e inclinándose un poco hacia él. –Estás resultando caro de ver estos días.
Un imperceptible rubor tiñó las mejillas de Alfonso. ¿Pudiera ser que Emilia lo echase de menos? Pero no, se dijo, ella seguía embobada con Severiano y tal vez lo que ella echase de menos fueran sus charlas de “hermanos”.
- Tenía muchas cosas que hacer estos días—fue su escueta respuesta mientras miraba los bonitos ojos castaños de Emilia.
- ¿Y qué cosas eran esas?—preguntó la muchacha con un cierto deje interesado en su voz.
- Cosas mías, Emilia—respondió rajante Alfonso cortando rápidamente el tema.
Emilia lo miró extrañada y con rictus enfadado, pues nunca hubiera esperado una contestación tan fría de Alfonso. Él parecía inquieto, como si algo le preocupase y su mirada no paraba de vagar desde ella hacia el resto de los parroquianos.
- Necesito hablar contigo, Emilia—soltó Alfonso. –A solas.
- ¿A solas? ¿Qué me quieres decir que necesitas hablarme a solas?—le preguntó ella frunciendo la nariz en un gesto de desconfianza.
- Emilia, por favor. Necesito hablar contigo ahora—repitió él.
- Ahora estoy ocupada, Alfonso. La taberna está llena y los parroquianos esperan que les sirvan sus vinos.
Emilia, no acostumbrada a las imposiciones de Alfonso, no pensaba acceder tan fácilmente a sus demandas.
- Seguro que pueden esperar un par de minutos—insistió Alfonso. La rareza de que Alfonso le pidiese algo con tanta obstinación hizo que ella accediese.
- De acuerdo, Alfonso. Vayamos a hablar. A ver qué barrunta esa cabeza tuya.
Se dirigieron hacia el patio de la posada, la única zona que podía proporcionarles algo de tranquilidad e intimidad para hablar a solas.
Alfonso sintió como la angustia atenazaba su garganta al ver el rostro expectante de Emilia. Por nada del mundo quería hacer daño a Emilia y sabía que lo que estaba a punto de decirle iba a herirla. Pero tampoco podía permitir que Severiano siguiera aprovechándose de ella y la convirtiese en el foco de todos los cotilleos dañinos del pueblo.
- Muy bien, ya estamos solos. ¿Qué era eso que me tenías que contar con tanta premura y misterio?
Alfonso tomó una profunda respiración mientras planeaba las palabras que debían descubrir la verdad a Emilia.
- Se trata sobre Severiano, Emilia. Y es algo muy serio—añadió cuando vio que ella estaba a punto de replicar.
Emilia guardó silencio por un momento antes de responder enfadada a Alfonso.
- Si vas a volver a decir que Severiano es un crápula y un tarambana, ya puedes ir guardándote tus palabras, Alfonso, pues no pienso escucharlas. Creía que habíamos aclarado el asunto y esperaba que tú pudieras entenderme y compartir mi felicidad.
- Emilia, tienes que escucharme…-intentó hacerse entender Alfonso, pero Emilia ya estaba dándose la vuelta furiosa alejándose de él. –Emilia, espera—le ordenó alargando la mano hacia ella sin llegar a tocarla.
Las palabras autoritarias de Alfonso parecieron hacer efecto y Emilia se dio la vuelta y volvió a enfrentarlo con una furibunda mirada.
- Emilia, Severiano te está engañando con otra mujer—explicó Alfonso. –Sé que es duro de creer, pero…
- Sí, es duro de creer. Y por eso no te creo—atajó Emilia enojada. –No sé qué pretendes con todo esto, Alfonso, pero no te va a funcionar. Severiano me ama y ni todas tus mentiras ni tus malintencionadas palabras van a separarnos.
- No son mentiras, Emilia. Severiano te está engañando con otra mujer, y lo peor es que medio pueblo ya lo sabe. Ahora mismo Dolores Mirañar estaban hablando de las aventuras de Severiano a tus espaldas.
- ¿Y vas a creer a Dolores Mirañar, la mayor chismosa del pueblo? Esperaba algo mejor de ti esta vez, Alfonso Castañeda—les espetó altanera.
Algo se rompió dentro de Alfonso. Emilia lo creía un mentiroso, capaz de inventar falsedades para alejarla de Severiano.
- Si tan segura estás de que miento, ¿podrías decirme dónde ahora se encuentra ese dechado de virtudes que llamas tu novio?
Emilia guardó silencio estudiando con su mirada a Alfonso antes de contestarle.
- Severiano ha ido a buscar trabajo a Lapuebla—contestó entrecerrando los ojos como si así pudiese descubrir las intenciones ocultas de él.
- ¿Estás totalmente segura?
- Por supuesto—respondió ella levantando su nariz orgullosa.
- Entonces no te importará venir conmigo ahora a comprobarlo.
Alfonso la retó con sus palabras y sus gestos, los brazos en jarra y la cabeza levantada en igual postura orgullosa.
- Tengo faena que hacer y ningún tiempo que perder en falsas acusaciones malintencionadas.
- Ninguna faena será más importante que desmentir los rumores sobre Severiano—repuso Alfonso y antes de que ella pudiera responder, la sujetó por el codo acercándola hasta su cuerpo. Con sus caras separadas tan sólo por un suspiro, Alfonso retó con la mirada a Emilia. Pero la moza, visiblemente aturdida, no se atrevió a decir nada. Tomando su silencio como resignación, Alfonso volvió a tirar de ella y la arrastró fuera de la posada con muy poca delicadeza.
- Suéltame, Alfonso—le reclamó Emilia mientras forcejeaba por liberarse.
- No, Emilia. Ahora me vas a escuchar lo quieras o no.
**continúa**
#655
25/09/2011 16:17
**continuación LA MANCHA DE MORA - PARTE III**
Alfonso no se molestó tan siquiera en volverse hacia ella mientras le hablaba. Toda su voluntad estaba enfocada en abrirle los ojos de una vez por todas a Emilia.
- ¿A dónde me llevas?
- Ahora mismo lo verás. Ya que no quieres creer ni escuchar a nadie, Emilia, vas a verlo con tus propios ojos.
Siguieron caminando pos las oscuras callejuelas de Puente Viejo, Emilia arrastrada por el fuerte agarre de la mano de Alfonso, hasta que cansada de verse obligada a caminar a tropezones, la joven se detuvo y exigió parar Alfonso.
- Déjame ya, Alfonso. Me estás haciendo daño.
Él se giró y la miró con un atisbo de arrepentimiento en sus ojos.
- Lo siento, Emilia—susurró mientras soltaba con delicadeza la muñeca de la joven. –De todas formas, ya hemos llegado—y señaló una pequeña casita medio desvencijada prácticamente a oscuras, salvo por una tenue luz ubicada en la habitación principal.
- ¿Dónde me has traído?
- Estamos en la casa del difunto Don Cosme—explicó Alfonso acercándose a ella. –Severiano está dentro con su viuda.
Emilia miró atónita a Alfonso, sus labios temblando mientras luchaba por encontrar las palabras.
- Mientes—increpó Emilia empujando a Alfonso para separarlo de ella.
- No miento, Emilia. Y una parte dentro de ti sabe que estoy diciendo la verdad.
Alfonso quería acercarse nuevamente a ella y abrazarla para consolarla, pero sabía que no sería bien recibido. Es esos instantes una mezcla de sentimientos encontrados bullía dentro de la joven y él no podía hacer nada más que dejar que salieran fuera.
- ¿Por qué me quieres mal, Alfonso? ¿Por qué te empeñas en hacerme daño?
- Yo nunca te he querido mal, Emilia y jamás querría hacerte daño, Emilia. Nunca intencionadamente. Pero estás empeñada en no querer escuchar a nadie ni en ver lo que ocurre delante de tus ojos.
- Por supuesto que no voy a querer escuchar mentiras acerca de Severiano—se defendió en un vano intento porque algo se estaba resquebrajando poco a poco en su interior.
Alfonso iba a defenderse cuando un ruido llamó la atención de ambos de sus espaldas. La puerta de la pequeña casita crujió bajo sus goznes y la luz salió al exterior iluminando la calle. En el vano de la puerta dos figuras seguían fundidas en un intenso beso, ajenas a los dos pares de ojos que los observaban atónitos.
- ¿Severiano?—la voz de Emilia sonó lastimera en los oídos de Alfonso.
La pareja se separó sorprendida al ser descubierta. La mujer se escondió en la seguridad de su hogar, mientras él debía enfrentarse a la acusadora mirada de Alfonso y a una dolida Emilia.
- ¿Cómo has podido, Severiano? ¿Por qué me haces esto? Pensaba… pensaba que me amabas.
- Claro que te amo, Emilia—respondió a la par que intentaba recuperar un poco la compostura, recolocándose la camisa dentro del pantalón.
- ¿Y entonces por qué te descubro en brazos de otra mujer?
- No es lo que parece, Emilia.
- ¿Y entonces qué es lo que parece?—intervino Alfonso que sentía crecer dentro de sí la imperiosa necesidad de golpear el rostro de “el guapo”.
- ¿Y tú qué haces aquí? Seguro que has sido tú quien ha traído a Emilia hasta aquí y le ha llenado la cabeza de embustes.
- Él único que ha inventado embustes aquí has sido tú, Severiano.
- No escuches a Alfonso, Emilia. Te prometo que entre esta mujer y yo no hay nada. Sólo estábamos entreteniéndonos mutuamente, pasando un buen rato—le dijo mientras se acercaba a la joven. –Tú sabes que yo sólo te amo a ti, mi ángel.
Emilia se congeló bajo la caricia de Severiano y la melosidad de su tono de voz. A su lado, Alfonso desesperaba por no liberar a su bestia y atacar a Severiano que parecía seguir embrujando a Emilia con sus mentiras y zalamerías.
La bofetada sonó fuerte tomando por sorpresa a los dos hombres. La mano de Emilia se había estrellado con fuerza en el rostro de Severiano, haciendo que éste tuviera que voltear la cara.
- No vuelvas a acercarte a mí, Severiano—le espetó Emilia peleando por evitar que las lágrimas se derramaran por su rostro. -He sido una ciega con respecto a ti todo este tiempo, pero ya terminó. Me has mentido, engañado, te has aprovechado de mí y me has convertido en una estúpida delante de todo Puente Viejo. Ahora quiero que te vayas de aquí.
-Emilia, amor…
- ¡Cállate! Cállate antes de que pierda la poca compostura que me queda y yo misma te saque a patadas del pueblo.
Severiano, asustado por la vehemencia de las palabras de la joven, comenzó a alejarse de Emilia. Alfonso lo seguía con una mirada asesina hasta que lo perdió de vista entre las callejuelas del pueblo.
El silencio se hizo entre ambos. La casita se había quedado a oscuras y con ella el resto de la callejuela. Alfonso sólo oía los sollozos callados de Emilia, cuyos hombros temblaban en un vano intento por contener su angustia y dolor.
- Emilia—pronunció suavemente Alfonso cerca de ella. –Emilia, siento mucho que todo esto haya ocurrido así.
- Cállate. Cállate, Alfonso.
Emilia levantó su rostro hacia el suyo con los ojos llenos de lágrimas. Alfonso sintió un escalofrío al ver la frialdad en los ojos castaños de la muchacha, antes siempre cálidos y amables.
- Todo esto ha sido culpa tuya—le increpó Emilia, su voz dura y fría. –Nada de esto habría sucedido si no hubiera sido por ti.
Las palabras congelaron a Alfonso. ¿Cómo podía pensar ella que todo había sido culpa suya? Él no era responsable de los actos y palabras de Severiano.
- Estás siendo injusta—se defendió Alfonso. –Ha sido Severiano por propia voluntad quien ha estado jugando a tus espaldas con otras mujeres, mientras seguía regalándote caricias y palabras bonitas a tus oídos.
- Tú trajiste a Severiano a Puente Viejo.
- Nadie te obligó a enamorarte de él.
- Tú lo llevaste al lupanar de Villalpanda y lo alentaste para que se codease con mujeres ligeras.
- Yo no llevé a nadie al lupanar y mucho menos lo alenté para que se acostase con esa maldita francesa… Sí, Emilia—dijo Alfonso al ver el desconcierto de ella por sus palabras. –Severiano se acostó con una francesa en el lupanar, sitio al que fue él solito.
- Pero él dijo…
- Sí, él dijo que yo y mi hermano prácticamente lo obligamos a ir. Pero si nos conocieras bien… si me conocieras bien a mí, sabrías que yo jamás lo habría llevado a un sitio así, sabiendo lo que tú sentías por él.
- Entonces… Entonces tú me mentiste al acceder a ser su cómplice en su mentira.
- Yo no he sido cómplice de nadie, Emilia—dijo aproximándose a ella alargando sus manos en un gesto consolador.
- ¡No me toques! No te atrevas a acercarte a mí.
- Muy bien, Emilia, si eso es lo quieres, no me acercaré a ti—accedió un cabizbajo Alfonso. –Pero sólo quiero que sepas que yo jamás deseé que nada te hiciese daño y que si de algo soy culpable es de intentar ser un buen amigo para Severiano… Y sobre todo, intentar ser un buen amigo para ti, Emilia. Porque para mí tu felicidad está por encima de todas las cosas, incluso de mi propia felicidad.
Emilia no le contestó. Permaneció en silencio observándolo con aquella mirada fría y acusadora. Dando un profundo suspiro, Alfonso se retiró de su lado derrotado.
- Adiós, Emilia Ulloa—le dijo con una triste sonrisa. –Espero que algún día te des cuenta de lo injusta que estás siendo conmigo.
Y con esas últimas palabras, Alfonso se alejó de aquel lugar sin mirar ni una sola vez hacia atrás, donde dejaba a una sollozante Emilia con su corazón destrozado.
“Se acabó”. Las palabras resonaron en su cabeza. “Llegó la hora de olvidarla para siempre”
Una mancha de mora con otra verde se quita.
**Continuará**
Alfonso no se molestó tan siquiera en volverse hacia ella mientras le hablaba. Toda su voluntad estaba enfocada en abrirle los ojos de una vez por todas a Emilia.
- ¿A dónde me llevas?
- Ahora mismo lo verás. Ya que no quieres creer ni escuchar a nadie, Emilia, vas a verlo con tus propios ojos.
Siguieron caminando pos las oscuras callejuelas de Puente Viejo, Emilia arrastrada por el fuerte agarre de la mano de Alfonso, hasta que cansada de verse obligada a caminar a tropezones, la joven se detuvo y exigió parar Alfonso.
- Déjame ya, Alfonso. Me estás haciendo daño.
Él se giró y la miró con un atisbo de arrepentimiento en sus ojos.
- Lo siento, Emilia—susurró mientras soltaba con delicadeza la muñeca de la joven. –De todas formas, ya hemos llegado—y señaló una pequeña casita medio desvencijada prácticamente a oscuras, salvo por una tenue luz ubicada en la habitación principal.
- ¿Dónde me has traído?
- Estamos en la casa del difunto Don Cosme—explicó Alfonso acercándose a ella. –Severiano está dentro con su viuda.
Emilia miró atónita a Alfonso, sus labios temblando mientras luchaba por encontrar las palabras.
- Mientes—increpó Emilia empujando a Alfonso para separarlo de ella.
- No miento, Emilia. Y una parte dentro de ti sabe que estoy diciendo la verdad.
Alfonso quería acercarse nuevamente a ella y abrazarla para consolarla, pero sabía que no sería bien recibido. Es esos instantes una mezcla de sentimientos encontrados bullía dentro de la joven y él no podía hacer nada más que dejar que salieran fuera.
- ¿Por qué me quieres mal, Alfonso? ¿Por qué te empeñas en hacerme daño?
- Yo nunca te he querido mal, Emilia y jamás querría hacerte daño, Emilia. Nunca intencionadamente. Pero estás empeñada en no querer escuchar a nadie ni en ver lo que ocurre delante de tus ojos.
- Por supuesto que no voy a querer escuchar mentiras acerca de Severiano—se defendió en un vano intento porque algo se estaba resquebrajando poco a poco en su interior.
Alfonso iba a defenderse cuando un ruido llamó la atención de ambos de sus espaldas. La puerta de la pequeña casita crujió bajo sus goznes y la luz salió al exterior iluminando la calle. En el vano de la puerta dos figuras seguían fundidas en un intenso beso, ajenas a los dos pares de ojos que los observaban atónitos.
- ¿Severiano?—la voz de Emilia sonó lastimera en los oídos de Alfonso.
La pareja se separó sorprendida al ser descubierta. La mujer se escondió en la seguridad de su hogar, mientras él debía enfrentarse a la acusadora mirada de Alfonso y a una dolida Emilia.
- ¿Cómo has podido, Severiano? ¿Por qué me haces esto? Pensaba… pensaba que me amabas.
- Claro que te amo, Emilia—respondió a la par que intentaba recuperar un poco la compostura, recolocándose la camisa dentro del pantalón.
- ¿Y entonces por qué te descubro en brazos de otra mujer?
- No es lo que parece, Emilia.
- ¿Y entonces qué es lo que parece?—intervino Alfonso que sentía crecer dentro de sí la imperiosa necesidad de golpear el rostro de “el guapo”.
- ¿Y tú qué haces aquí? Seguro que has sido tú quien ha traído a Emilia hasta aquí y le ha llenado la cabeza de embustes.
- Él único que ha inventado embustes aquí has sido tú, Severiano.
- No escuches a Alfonso, Emilia. Te prometo que entre esta mujer y yo no hay nada. Sólo estábamos entreteniéndonos mutuamente, pasando un buen rato—le dijo mientras se acercaba a la joven. –Tú sabes que yo sólo te amo a ti, mi ángel.
Emilia se congeló bajo la caricia de Severiano y la melosidad de su tono de voz. A su lado, Alfonso desesperaba por no liberar a su bestia y atacar a Severiano que parecía seguir embrujando a Emilia con sus mentiras y zalamerías.
La bofetada sonó fuerte tomando por sorpresa a los dos hombres. La mano de Emilia se había estrellado con fuerza en el rostro de Severiano, haciendo que éste tuviera que voltear la cara.
- No vuelvas a acercarte a mí, Severiano—le espetó Emilia peleando por evitar que las lágrimas se derramaran por su rostro. -He sido una ciega con respecto a ti todo este tiempo, pero ya terminó. Me has mentido, engañado, te has aprovechado de mí y me has convertido en una estúpida delante de todo Puente Viejo. Ahora quiero que te vayas de aquí.
-Emilia, amor…
- ¡Cállate! Cállate antes de que pierda la poca compostura que me queda y yo misma te saque a patadas del pueblo.
Severiano, asustado por la vehemencia de las palabras de la joven, comenzó a alejarse de Emilia. Alfonso lo seguía con una mirada asesina hasta que lo perdió de vista entre las callejuelas del pueblo.
El silencio se hizo entre ambos. La casita se había quedado a oscuras y con ella el resto de la callejuela. Alfonso sólo oía los sollozos callados de Emilia, cuyos hombros temblaban en un vano intento por contener su angustia y dolor.
- Emilia—pronunció suavemente Alfonso cerca de ella. –Emilia, siento mucho que todo esto haya ocurrido así.
- Cállate. Cállate, Alfonso.
Emilia levantó su rostro hacia el suyo con los ojos llenos de lágrimas. Alfonso sintió un escalofrío al ver la frialdad en los ojos castaños de la muchacha, antes siempre cálidos y amables.
- Todo esto ha sido culpa tuya—le increpó Emilia, su voz dura y fría. –Nada de esto habría sucedido si no hubiera sido por ti.
Las palabras congelaron a Alfonso. ¿Cómo podía pensar ella que todo había sido culpa suya? Él no era responsable de los actos y palabras de Severiano.
- Estás siendo injusta—se defendió Alfonso. –Ha sido Severiano por propia voluntad quien ha estado jugando a tus espaldas con otras mujeres, mientras seguía regalándote caricias y palabras bonitas a tus oídos.
- Tú trajiste a Severiano a Puente Viejo.
- Nadie te obligó a enamorarte de él.
- Tú lo llevaste al lupanar de Villalpanda y lo alentaste para que se codease con mujeres ligeras.
- Yo no llevé a nadie al lupanar y mucho menos lo alenté para que se acostase con esa maldita francesa… Sí, Emilia—dijo Alfonso al ver el desconcierto de ella por sus palabras. –Severiano se acostó con una francesa en el lupanar, sitio al que fue él solito.
- Pero él dijo…
- Sí, él dijo que yo y mi hermano prácticamente lo obligamos a ir. Pero si nos conocieras bien… si me conocieras bien a mí, sabrías que yo jamás lo habría llevado a un sitio así, sabiendo lo que tú sentías por él.
- Entonces… Entonces tú me mentiste al acceder a ser su cómplice en su mentira.
- Yo no he sido cómplice de nadie, Emilia—dijo aproximándose a ella alargando sus manos en un gesto consolador.
- ¡No me toques! No te atrevas a acercarte a mí.
- Muy bien, Emilia, si eso es lo quieres, no me acercaré a ti—accedió un cabizbajo Alfonso. –Pero sólo quiero que sepas que yo jamás deseé que nada te hiciese daño y que si de algo soy culpable es de intentar ser un buen amigo para Severiano… Y sobre todo, intentar ser un buen amigo para ti, Emilia. Porque para mí tu felicidad está por encima de todas las cosas, incluso de mi propia felicidad.
Emilia no le contestó. Permaneció en silencio observándolo con aquella mirada fría y acusadora. Dando un profundo suspiro, Alfonso se retiró de su lado derrotado.
- Adiós, Emilia Ulloa—le dijo con una triste sonrisa. –Espero que algún día te des cuenta de lo injusta que estás siendo conmigo.
Y con esas últimas palabras, Alfonso se alejó de aquel lugar sin mirar ni una sola vez hacia atrás, donde dejaba a una sollozante Emilia con su corazón destrozado.
“Se acabó”. Las palabras resonaron en su cabeza. “Llegó la hora de olvidarla para siempre”
Una mancha de mora con otra verde se quita.
**Continuará**
#656
25/09/2011 16:37
Por Dios Aricia, continúaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa ay madre, qué bonito!!!!!
#657
25/09/2011 18:40
Aricia, me encantaaaa!!!! espero ansiosa la continuaciónnnnnnn!!!!
#658
25/09/2011 19:26
Aricia qué enganche llevo jajaja!!! Estoy más enganchá a vuestros Fics que a la serie!!!
#659
25/09/2011 21:38
Hola chicas. Me llamo Natalia y estoy participando en el hilo de Francisca y Raimundo: queremos escena pasional de encamamiento con una historia que está teniendo, parece ser, cierto éxito sobre una tercera persona que se mete en la relación entre Francisca y Raimundo llamada Carmen. Era por si podíais ponerla por aquí. Gracias.
#660
25/09/2011 22:04
Antes de nada,perdón por no haber actualizado antes.Se me va la pinza xD
"Amor,lucha y rendición"
Capítulo 13:
https://www.formulatv.com/series/el-secreto-de-puente-viejo/foros/500/130/el-rincon-de-dona-francisca-y-raimundo-queremos-escena-pasional-de-encamamiento/
Capítulo 14:
https://www.formulatv.com/series/el-secreto-de-puente-viejo/foros/500/133/el-rincon-de-dona-francisca-y-raimundo-queremos-escena-pasional-de-encamamiento/
Capítulo 15:
https://www.formulatv.com/series/el-secreto-de-puente-viejo/foros/500/143/el-rincon-de-dona-francisca-y-raimundo-queremos-escena-pasional-de-encamamiento/
Capítulo 16:
https://www.formulatv.com/series/el-secreto-de-puente-viejo/foros/500/146/el-rincon-de-dona-francisca-y-raimundo-queremos-escena-pasional-de-encamamiento/
Capítulo 17:
https://www.formulatv.com/series/el-secreto-de-puente-viejo/foros/500/148/el-rincon-de-dona-francisca-y-raimundo-queremos-escena-pasional-de-encamamiento/
Capitulo 18:
https://www.formulatv.com/series/el-secreto-de-puente-viejo/foros/500/150/el-rincon-de-dona-francisca-y-raimundo-queremos-escena-pasional-de-encamamiento/
Un mini relato ida de olla total: "Tu amor es mi droga":
https://www.formulatv.com/series/el-secreto-de-puente-viejo/foros/500/131/el-rincon-de-dona-francisca-y-raimundo-queremos-escena-pasional-de-encamamiento/
Continuación:
https://www.formulatv.com/series/el-secreto-de-puente-viejo/foros/500/132/el-rincon-de-dona-francisca-y-raimundo-queremos-escena-pasional-de-encamamiento/
Escena alternativa:
https://www.formulatv.com/series/el-secreto-de-puente-viejo/foros/500/137/el-rincon-de-dona-francisca-y-raimundo-queremos-escena-pasional-de-encamamiento/
otra ida de olla Mini Relato: PACA´S TABERN
https://www.formulatv.com/series/el-secreto-de-puente-viejo/foros/500/140/el-rincon-de-dona-francisca-y-raimundo-queremos-escena-pasional-de-encamamiento/
Continuación:
https://www.formulatv.com/series/el-secreto-de-puente-viejo/foros/500/141/el-rincon-de-dona-francisca-y-raimundo-queremos-escena-pasional-de-encamamiento/
Recuerdos. Mini relato con imágenes:
https://www.formulatv.com/series/el-secreto-de-puente-viejo/foros/500/143/el-rincon-de-dona-francisca-y-raimundo-queremos-escena-pasional-de-encamamiento/
Dibujando tu cuerpo. Mini Relato:
https://www.formulatv.com/series/el-secreto-de-puente-viejo/foros/500/144/el-rincon-de-dona-francisca-y-raimundo-queremos-escena-pasional-de-encamamiento/
"Amor,lucha y rendición"
Capítulo 13:
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Capítulo 14:
https://www.formulatv.com/series/el-secreto-de-puente-viejo/foros/500/133/el-rincon-de-dona-francisca-y-raimundo-queremos-escena-pasional-de-encamamiento/
Capítulo 15:
https://www.formulatv.com/series/el-secreto-de-puente-viejo/foros/500/143/el-rincon-de-dona-francisca-y-raimundo-queremos-escena-pasional-de-encamamiento/
Capítulo 16:
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Capítulo 17:
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Capitulo 18:
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Un mini relato ida de olla total: "Tu amor es mi droga":
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Continuación:
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Escena alternativa:
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otra ida de olla Mini Relato: PACA´S TABERN
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Recuerdos. Mini relato con imágenes:
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Dibujando tu cuerpo. Mini Relato:
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