Foro El secreto de Puente Viejo
La Biblioteca (A - K)
#0
17/08/2011 13:26
EL RINCÓN DE AHA
El destino.
EL RINCÓN DE ÁLEX
El Secreto de Puente Viejo, El Origen.
EL RINCÓN DE ABRIL
El mejor hombre de Puente Viejo.
La chica de la trenza I, II, III, IV, V, VI, VII, VIII.
EL RINCÓN DE ALFEMI
De siempre y para siempre.
Hace frío I, II.
Pensando en ti.
Yo te elegí a ti.
EL RINCÓN DE ANTOJEP
Bajo la luz de la luna I, II, III, IV.
Como un rayo de sol I, II, III, IV.
La traición I, II.
EL RINCÓN DE ARICIA
Reacción I, II, III, IV.
Emilia, el lobo y el cazador.
El secreto de Alfonso Castañeda.
La mancha de mora I, II, III, IV, V.
Historias que se repiten. 20 años después.
La historia de Ana Castañeda I, II, III, VI, V, Final.
EL RINCÓN DE ARTEMISILLA
Ojalá fuera cierto.
Una historia de dos
EL RINCÓN DE CAROLINA
Mi historia.
EL RINCÓN DE CINDERELLA
Cierra los ojos.
EL RINCÓN DE COLGADA
Cartas, huidas, regalos y el diluvio universal I-XI.
El secreto de Gregoria Casas.
La decisión I,II, III, IV, V.
Curando heridas I,II, III, IV, V, VI, VII, VIII, IX, X, XI, XII, XIII.
una nueva vida I,II, III
EL RINCÓN DE CUQUINA
Lo que me sale de las teclas.
El origen de Tristán Ulloa.
EL RINCÓN DE EIZA
En los ojos de un Castañeda.
Bajando a los infiernos.
¡¿De qué?!
Pensamientos
EL RINCÓN DE FERMARÍA
Noche de bodas. (Descarga directa aquí)
Lo que no se ve.
En el baile.
De valientes y cobardes.
Descubriendo a Alfonso.
¿Por qué no me besaste?
Dejarse llevar.
Amar a Alfonso Castañeda.
Serenidad.
Así.
Quiero.
El corazón de un jornalero (I) (II).
Lo único cierto I, II.
Tiempo.
Sabor a chocolate.
EL RINCÓN DE FRANRAI
Un amor inquebrantable.
Un perfecto malentendido.
Gotas del pasado.
EL RINCÓN DE GESPA
La rutina.
Cada cosa en su sitio.
El baile.
Tomando decisiones.
Volver I, II.
Chismorreo.
Sola.
Tareas.
El desayuno.
Amigas.
Risas.
La manzana.
EL RINCÓN DE INMILLA
Rain Over Me I, II, III.
EL RINCÓN DE JAJIJU
Diálogos que nos encantaría que pasaran.
EL RINCÓN DE KERALA
Amor, lucha y rendición I - VII, VIII, IX, X, XI (I) (II), XII, XIII, XIV, XV, XVI,
XVII, XVIII, XIX, XX (I) (II), XXI, XXII (I) (II).
Borracha de tu amor.
Lo que debió haber sido.
Tu amor es mi droga I, II. (Escena alternativa).
PACA´S TABERN I, II.
Recuerdos.
Dibujando tu cuerpo.
Tu amor es mi condena I, II.
Encuentro en la posada. Historia alternativa
Tu amor es mi condena I, II, III, IV, V, VI, VII, VIII, IX, X, XI, XII, XIII, XIV, XV, XVI
#561
13/09/2011 11:03
Francisca le miró irritada, cruzándose de brazos en un cómico gesto que a Raimundo le produjo un latigazo en el corazón. Sin más, fue derecha hacia su objetivo, tropezando con el pecho de él. Intentó apartarlo, pero él la sujetó, casi abrazándola. Ella se revolvió y en cierto momento, se escabulló bajo el brazo de él. Raimundo pareció hartarse de esa absurda pelea y finalmente, la inmovilizó de verdad, empujándola contra la pared y sujetando sus muñecas sobre su cabeza.
Francisca se quedó completamente quieta al ver a Raimundo tan cerca de ella. Él pareció advertir la comprometedora situación y la soltó de inmediato. Francisca se rió divertida. Se acercó a él. Raimundo retrocedió aterrado hasta que topó con el muro vecino. Ella se situó a un palmo escaso de distancia, estudiando su rostro.
- Francisca...- casi jadeó él.- Será mejor que... te alejes.- le advirtió.
Ella frunció graciosamente el entrecejo.
- Y... ¿qué pasa si no lo hago?
Raimundo estuvo a punto de gritarle que la besaría y la poseería contra la mesa hasta llevarla a la locura, pero le costaba tanto dominar el desquiciante deseo que sentía por ella que no le salía ni la voz. Ella soltó una risita malvada y se alejó de repente, para tomar la copa. Raimundo la maldijo. Francisca se llevó la copa a los labios, pero no terminó el contenido. Un pequeño mareo la hizo tambalearse. Raimundo se acercó para sostenerla. Craso error. Sentir su cintura en sus manos era como sentir el fuego. La soltó de inmediato. Francisca dejó la copa.
- Dios, ¿no hace demasiado calor aquí?- dijo ella secándose la frente con incomodidad.
Raimundo creyó morir. Tenía que marcharse de allí de inmediato. Vio que ella le miraba con una ceja arqueada.
- El alcohol... suele dar calor.- dijo él con esfuerzo.
Francisca frunció el ceño. Sin más preámbulos, se desabrochó los primeros botones de la blusa, abanicándose con una mano. Raimundo apenas pudo reprimir un jadeo al verla.
- Pero tú... no has bebido.- ella le miró maliciosa.- Y estás sudando.
La respiración se paralizó en los pulmones de Raimundo cuando Francisca deslizó un dedo por su frente, enjugando el sudor que la empapaba.
- Fran... Francisca...- Raimundo sintió que moría. Alzó la mano para sujetar la suya, en un desesperado intento de huir de los estragos que estaba causándole ella. Francisca hipó y rió divertida.
- Estás sudando tinta.- se burló. Sin más, se acercó y empezó a desabotonarle la camisa con dificultad.
Raimundo la miró boquiabierto mientras millones de escalofríos de deseo explotaban en su interior.
- Francisca, ¿qué... diablos estás haciendo?
- Quitándote la camisa.- respondió con dificultad, arrastrando las palabras.- Si.. ess que tienes unas preguntas... - sacudió la cabeza.- Así... estarás mejor..
Raimundo estaba tan atónito que ni siquiera pudo pensar en impedírselo. Francisca terminó con el último botón y retiró la prenda, dejándola caer al suelo. Sonrió embobada al verlo.
- Sí... lo que yo decía... mucho mejor.
Ella acarició divertida su abdomen, sembrando escalofríos a su paso. Raimundo se sintió morir por enésima vez. La sujetó por los brazos, deteniéndola.
- Francisca para... o...
- ¿O qué?- ella le miró desafiante y a la vez burlona.- Vamos, dilo. Di que si no paro me aplastarás contra la pared para hacerme tuya hasta que las puertas del infierno se abran.
Raimundo tragó saliva.
- Estás borracha...
- Pero mira que eres listo, tabernero.- se mofó ella acercándose más a él.- Tan listo como estúpido algunas veces.
Antes de que él pudiera reaccionar, Francisca se inclinó hacia él y atrapó su labio inferior entre el suyo. Raimundo enloqueció mientras ella jugaba a su antojo con su labio. Finalmente, se separó.
- ¿Sabes? Si vas a estar tan “divertido”, creo que me voy a tomar otra copa.
Francisca se separó de un moribundo Raimundo Ulloa. Se abanicó, retirando el cuello de su blusa y desabotonándose otros dos botones más, y se encaminó hacia la mesita donde estaba la botella. Todo el juicio de Raimundo se fue al infierno. La tomó del brazo, girándola tan violentamente que ella chocó contra su pecho. Avanzó hasta acorralarla contra la pared, presionando su cuerpo contra el de ella.
- Ya puedes rezar a tu dios, mi pequeña, porque lo vas a necesitar.
Ella abrió la boca para rebatirle, pero Raimundo aprovechó para poseer aquella boca deliciosa, introduciendo su lengua en ella. Francisca sintió que sus rodillas le fallaban y que el calor la incendiaba. Raimundo la levantó contra la pared, arrancándole la blusa, acariciando su piel desnuda. Francisca creyó morir ante el ataque. Se aferró a él, deslizando sus manos por su espalda. Él la besó, la acarició y la hizo delirar en cada poro de su piel. La cargó en sus caderas y la tumbó sobre la mesa.
- Cuidado con los papeles... - dijo con un jadeo arrastrado.- Me ha cosstado lo suyo cuadrar esas malditas cuentas.
Raimundo gruñó desesperado y apartó los papeles de un manotazo. Ella iba a protestar pero su protesta murió sustituída por casi un grito cuando él, sin aviso previo, la poseyó. Dejó caer su peso, fundiéndose por completo en ella. Se retiró suavemente para embestirla de nuevo, arrancándole otro jadeo.
- Fran... cisca- gimió él.- ¿Qué me has hecho...? Veneno... de mujer...
Ella se aferró a él. Ambos se dejaron llevar cabalgando en la incontrolable pasión hasta terminar rendidos, vencidos uno en brazos del otro.
Francisca se quedó completamente quieta al ver a Raimundo tan cerca de ella. Él pareció advertir la comprometedora situación y la soltó de inmediato. Francisca se rió divertida. Se acercó a él. Raimundo retrocedió aterrado hasta que topó con el muro vecino. Ella se situó a un palmo escaso de distancia, estudiando su rostro.
- Francisca...- casi jadeó él.- Será mejor que... te alejes.- le advirtió.
Ella frunció graciosamente el entrecejo.
- Y... ¿qué pasa si no lo hago?
Raimundo estuvo a punto de gritarle que la besaría y la poseería contra la mesa hasta llevarla a la locura, pero le costaba tanto dominar el desquiciante deseo que sentía por ella que no le salía ni la voz. Ella soltó una risita malvada y se alejó de repente, para tomar la copa. Raimundo la maldijo. Francisca se llevó la copa a los labios, pero no terminó el contenido. Un pequeño mareo la hizo tambalearse. Raimundo se acercó para sostenerla. Craso error. Sentir su cintura en sus manos era como sentir el fuego. La soltó de inmediato. Francisca dejó la copa.
- Dios, ¿no hace demasiado calor aquí?- dijo ella secándose la frente con incomodidad.
Raimundo creyó morir. Tenía que marcharse de allí de inmediato. Vio que ella le miraba con una ceja arqueada.
- El alcohol... suele dar calor.- dijo él con esfuerzo.
Francisca frunció el ceño. Sin más preámbulos, se desabrochó los primeros botones de la blusa, abanicándose con una mano. Raimundo apenas pudo reprimir un jadeo al verla.
- Pero tú... no has bebido.- ella le miró maliciosa.- Y estás sudando.
La respiración se paralizó en los pulmones de Raimundo cuando Francisca deslizó un dedo por su frente, enjugando el sudor que la empapaba.
- Fran... Francisca...- Raimundo sintió que moría. Alzó la mano para sujetar la suya, en un desesperado intento de huir de los estragos que estaba causándole ella. Francisca hipó y rió divertida.
- Estás sudando tinta.- se burló. Sin más, se acercó y empezó a desabotonarle la camisa con dificultad.
Raimundo la miró boquiabierto mientras millones de escalofríos de deseo explotaban en su interior.
- Francisca, ¿qué... diablos estás haciendo?
- Quitándote la camisa.- respondió con dificultad, arrastrando las palabras.- Si.. ess que tienes unas preguntas... - sacudió la cabeza.- Así... estarás mejor..
Raimundo estaba tan atónito que ni siquiera pudo pensar en impedírselo. Francisca terminó con el último botón y retiró la prenda, dejándola caer al suelo. Sonrió embobada al verlo.
- Sí... lo que yo decía... mucho mejor.
Ella acarició divertida su abdomen, sembrando escalofríos a su paso. Raimundo se sintió morir por enésima vez. La sujetó por los brazos, deteniéndola.
- Francisca para... o...
- ¿O qué?- ella le miró desafiante y a la vez burlona.- Vamos, dilo. Di que si no paro me aplastarás contra la pared para hacerme tuya hasta que las puertas del infierno se abran.
Raimundo tragó saliva.
- Estás borracha...
- Pero mira que eres listo, tabernero.- se mofó ella acercándose más a él.- Tan listo como estúpido algunas veces.
Antes de que él pudiera reaccionar, Francisca se inclinó hacia él y atrapó su labio inferior entre el suyo. Raimundo enloqueció mientras ella jugaba a su antojo con su labio. Finalmente, se separó.
- ¿Sabes? Si vas a estar tan “divertido”, creo que me voy a tomar otra copa.
Francisca se separó de un moribundo Raimundo Ulloa. Se abanicó, retirando el cuello de su blusa y desabotonándose otros dos botones más, y se encaminó hacia la mesita donde estaba la botella. Todo el juicio de Raimundo se fue al infierno. La tomó del brazo, girándola tan violentamente que ella chocó contra su pecho. Avanzó hasta acorralarla contra la pared, presionando su cuerpo contra el de ella.
- Ya puedes rezar a tu dios, mi pequeña, porque lo vas a necesitar.
Ella abrió la boca para rebatirle, pero Raimundo aprovechó para poseer aquella boca deliciosa, introduciendo su lengua en ella. Francisca sintió que sus rodillas le fallaban y que el calor la incendiaba. Raimundo la levantó contra la pared, arrancándole la blusa, acariciando su piel desnuda. Francisca creyó morir ante el ataque. Se aferró a él, deslizando sus manos por su espalda. Él la besó, la acarició y la hizo delirar en cada poro de su piel. La cargó en sus caderas y la tumbó sobre la mesa.
- Cuidado con los papeles... - dijo con un jadeo arrastrado.- Me ha cosstado lo suyo cuadrar esas malditas cuentas.
Raimundo gruñó desesperado y apartó los papeles de un manotazo. Ella iba a protestar pero su protesta murió sustituída por casi un grito cuando él, sin aviso previo, la poseyó. Dejó caer su peso, fundiéndose por completo en ella. Se retiró suavemente para embestirla de nuevo, arrancándole otro jadeo.
- Fran... cisca- gimió él.- ¿Qué me has hecho...? Veneno... de mujer...
Ella se aferró a él. Ambos se dejaron llevar cabalgando en la incontrolable pasión hasta terminar rendidos, vencidos uno en brazos del otro.
#562
13/09/2011 13:16
Vaya tela qué relato madre mía y leerlo a estas horas del medio día jajajajajaja!! Una pena que no nos vayan a dar ni la 20ava parte de algo así en la serie jajajajajaja! Bueno algo como Pepa y Tristán no creo que se recreen más jejeje! Riona felicidades!!!
Sigo y comento jajajajaja!
Sigo y comento jajajajaja!
#563
13/09/2011 13:51
jeje lna,no se yo si subir mi versión de Paca beoda....
La tuya,FANTÁSTICA!
La tuya,FANTÁSTICA!
#564
13/09/2011 14:11
Súbelaaa Keraa, jajaja, que es geniaal. Especialmente cuando la Paca le dice a Rai: "tienes barba".
Jajajaaaajajajajajajajajajajaajajajaja, qué descojone por dioos.
Jajajaaaajajajajajajajajajajaajajajaja, qué descojone por dioos.
#565
13/09/2011 15:53
Creo que está todo actualizado, gracias a Yari, que es realmente la que está llevando tooodo lo de la biblio. Gracias. :)
#566
13/09/2011 16:06
Venga,ahí va una ida de pinza que tuvimos anoche (verdad lna?)
"Borracha de tu amor"
Ya había anochecido y al fin podría tener un poco de paz y tranquilidad. Este había sido un día de locos.Se dirigió a la biblioteca con el único fin de esconderse por unas horas de todo lo que la rodeaba. Se le llevaban los demonios cada vez que veía a esa condenada partera colgada del brazo de su hijo.Tristán ni siquiera había prestado atención a la doctora cuando se la presentó esa misma tarde. Necesitaba olvidarse de la finca,de la conservera,de Soledad,de Tristán y esa muchacha deslenguada. necesitaba olvidarse de ella misma.
Se sirvió una copa de jerez. Dio un sorbo y dejó que el licor bajara quemándole la garganta.No está mal, pensó. Se giró hacia su mesa y abrió el cajón. Allí estaba, oculto de la vista de todos. Lo sacó con sumo cuidado y lo acarició. Maldito Raimundo. Siempre se encontraba presente en sus pensamientos aunque ella no quisiera. Desde la confesión que él le hizo días atrás no había podido dormir.Apenas comía.Solo las palabras retumbaban una y otra vez en su cabeza. Bebió otro sorbo. Empezaba a sentir calor. Abrió el libro por la primera página y leyó la dedicatoria. Todo se quedó en simples palabras, pensó. Me traicionaste. Apuró la copa de Jerez de un solo trago. Se levantó decidida a servirse otra. Eligió de manera aleatoria uno de los poemas:
Te amo…¿Por qué me odias?
Te odio…¿Por qué me amas?
Secreto es este el más triste
Y misterioso del alma
Mas ello es verdad…
¡Verdad dura y atormentadora!
Me odias porque te amo
Te amo porque me odias
Qué apropiado, pensó. Le sangró el corazón. ¿Por qué me odias Raimundo?. Bebió la segunda copa hasta vaciarla. Notaba su cuerpo relajado. Creo que me tomaré otra. Se sirvió otra copa. Tomó el libro y se sentó junto al ventanal. Leyó una y otra vez el mismo poema Secreto es este el más triste…Secreto,porque le amo.Te amo,Raimundo. Y alzó la copa brindando con un público imaginario y bebió de nuevo. Le entraron ganas de reir. Vaya,parece que este Jerez me está sentando de maravilla. Se levantó de la butaca tambaleándose ligeramente. Vaya,se me debió enganchar la falda, pensó. ¿Qué quiso decir Raimundo con que no podía matar los sentimientos que aún le inspiro?. Tal vez debería ir a preguntárselo. Si, era buena idea, e iría ahora mismo. Salió de la biblioteca y se encaminó hacia la salida de la casona. Uy, mi sombrero.Una señora de mi posición,no puede salir por ahí sin un bonito sombrero….Se lo puso de cualquier manera y salió al exterior.
Llegó a la plaza.¡Qué raro! No había nadie.Qué aburridos eran en ese pueblo.Pues tampoco es tan tarde! pensó. Vaya,la casa de comidas está cerrada.No importa,llamaré a la puerta
Aporreó la puerta. Nada.Silencio.Llamó de nuevo.¿será que no me oyen? Se retiró hacia atrás.Casi se cae. Francisca ¿estás perdiendo equilibrio? Se encogió de hombros. Mañana se lo diré a esa desagradable doctora. Arrugó la nariz.[/i]Un momento,yo iba a hacer algo…[/i]se daba golpecitos en la frente con el dedo índice mientras fruncía el ceño. Se carcajeo. No lo recuerdo…miro de frente. La casa de comidas.Oh! es cierto. Vine a hablar con Raimundo.
-¡¡Raimundooooooo!! ¡¡Raimundooooooooooooooooooooooooooooo!!
Raimundo se levantó sobresaltado.¿Qué loca estaba gritando su nombre en medio de la plaza?.Aunque esa voz…No,no puede ser.Bajó las escaleras y abrió la puerta de la casa de comidas.Lo que vio a continuación le dejó con los ojos abiertos como platos.
-¡Fra…Francisca…!-
Al oir su nombre,trató de enfocar la mirada.¿Había dos hombres? ¡Dos Raimundos! Rompió en carcajadas.Asi si uno se me cansa,tengo otro de repuesto. La sola idea hizo que se retorciera de la risa.
Raimundo se acercó asustado a ella -Francisca,¿te encuentras bien?
-Prefff…perfffect…Si- concluyó.¿Qué me pasa?. Él la observó. Tenía frente si a una Francisca despeinada,con el sombrero al revés,tambaleándose hasta casi perder el equilibrio y con una sonrisa bobalicona en los labios.
-Al fin te apareces,taberrrnero.Llevo un buen rrrato llamándote- se acercó hacia él dando tumbos. –No se debe hacer esperar así a una dama- levantó la cabeza con tanto ímpetu,que casi se cae de espaldas. Raimundo la alcanzó antes de que ocurriera. Francisca se encontró pegada al cuerpo de Raimundo y sintió aumentar su calor corporal.Aún más.
-Tenemos que habb..hablar,Raimundo- le dijo mientras sus dedos juguetones se enredaban en su barba. –Llevas barba- afirmó extrañada
Raimundo se dio cuenta de que Francisca estaba borracha.Su aliento y su…actitud lo confirmaba.
–Llevo barba desde hace 20 años Francisca- contestó resignado. –Se puede saber qué estás haciendo aquí a estas horas? ¿y en este estado?-
-¿Estoy en estado?- Francisca abrió tanto los ojos que Raimundo no pudo menos que reirse.
-No Francisca.Estás bebida- colocó un mechón de su pelo detrás de la oreja. -¿A qué has venido?- le preguntó suavemente
"Borracha de tu amor"
Ya había anochecido y al fin podría tener un poco de paz y tranquilidad. Este había sido un día de locos.Se dirigió a la biblioteca con el único fin de esconderse por unas horas de todo lo que la rodeaba. Se le llevaban los demonios cada vez que veía a esa condenada partera colgada del brazo de su hijo.Tristán ni siquiera había prestado atención a la doctora cuando se la presentó esa misma tarde. Necesitaba olvidarse de la finca,de la conservera,de Soledad,de Tristán y esa muchacha deslenguada. necesitaba olvidarse de ella misma.
Se sirvió una copa de jerez. Dio un sorbo y dejó que el licor bajara quemándole la garganta.No está mal, pensó. Se giró hacia su mesa y abrió el cajón. Allí estaba, oculto de la vista de todos. Lo sacó con sumo cuidado y lo acarició. Maldito Raimundo. Siempre se encontraba presente en sus pensamientos aunque ella no quisiera. Desde la confesión que él le hizo días atrás no había podido dormir.Apenas comía.Solo las palabras retumbaban una y otra vez en su cabeza. Bebió otro sorbo. Empezaba a sentir calor. Abrió el libro por la primera página y leyó la dedicatoria. Todo se quedó en simples palabras, pensó. Me traicionaste. Apuró la copa de Jerez de un solo trago. Se levantó decidida a servirse otra. Eligió de manera aleatoria uno de los poemas:
Te amo…¿Por qué me odias?
Te odio…¿Por qué me amas?
Secreto es este el más triste
Y misterioso del alma
Mas ello es verdad…
¡Verdad dura y atormentadora!
Me odias porque te amo
Te amo porque me odias
Qué apropiado, pensó. Le sangró el corazón. ¿Por qué me odias Raimundo?. Bebió la segunda copa hasta vaciarla. Notaba su cuerpo relajado. Creo que me tomaré otra. Se sirvió otra copa. Tomó el libro y se sentó junto al ventanal. Leyó una y otra vez el mismo poema Secreto es este el más triste…Secreto,porque le amo.Te amo,Raimundo. Y alzó la copa brindando con un público imaginario y bebió de nuevo. Le entraron ganas de reir. Vaya,parece que este Jerez me está sentando de maravilla. Se levantó de la butaca tambaleándose ligeramente. Vaya,se me debió enganchar la falda, pensó. ¿Qué quiso decir Raimundo con que no podía matar los sentimientos que aún le inspiro?. Tal vez debería ir a preguntárselo. Si, era buena idea, e iría ahora mismo. Salió de la biblioteca y se encaminó hacia la salida de la casona. Uy, mi sombrero.Una señora de mi posición,no puede salir por ahí sin un bonito sombrero….Se lo puso de cualquier manera y salió al exterior.
Llegó a la plaza.¡Qué raro! No había nadie.Qué aburridos eran en ese pueblo.Pues tampoco es tan tarde! pensó. Vaya,la casa de comidas está cerrada.No importa,llamaré a la puerta
Aporreó la puerta. Nada.Silencio.Llamó de nuevo.¿será que no me oyen? Se retiró hacia atrás.Casi se cae. Francisca ¿estás perdiendo equilibrio? Se encogió de hombros. Mañana se lo diré a esa desagradable doctora. Arrugó la nariz.[/i]Un momento,yo iba a hacer algo…[/i]se daba golpecitos en la frente con el dedo índice mientras fruncía el ceño. Se carcajeo. No lo recuerdo…miro de frente. La casa de comidas.Oh! es cierto. Vine a hablar con Raimundo.
-¡¡Raimundooooooo!! ¡¡Raimundooooooooooooooooooooooooooooo!!
Raimundo se levantó sobresaltado.¿Qué loca estaba gritando su nombre en medio de la plaza?.Aunque esa voz…No,no puede ser.Bajó las escaleras y abrió la puerta de la casa de comidas.Lo que vio a continuación le dejó con los ojos abiertos como platos.
-¡Fra…Francisca…!-
Al oir su nombre,trató de enfocar la mirada.¿Había dos hombres? ¡Dos Raimundos! Rompió en carcajadas.Asi si uno se me cansa,tengo otro de repuesto. La sola idea hizo que se retorciera de la risa.
Raimundo se acercó asustado a ella -Francisca,¿te encuentras bien?
-Prefff…perfffect…Si- concluyó.¿Qué me pasa?. Él la observó. Tenía frente si a una Francisca despeinada,con el sombrero al revés,tambaleándose hasta casi perder el equilibrio y con una sonrisa bobalicona en los labios.
-Al fin te apareces,taberrrnero.Llevo un buen rrrato llamándote- se acercó hacia él dando tumbos. –No se debe hacer esperar así a una dama- levantó la cabeza con tanto ímpetu,que casi se cae de espaldas. Raimundo la alcanzó antes de que ocurriera. Francisca se encontró pegada al cuerpo de Raimundo y sintió aumentar su calor corporal.Aún más.
-Tenemos que habb..hablar,Raimundo- le dijo mientras sus dedos juguetones se enredaban en su barba. –Llevas barba- afirmó extrañada
Raimundo se dio cuenta de que Francisca estaba borracha.Su aliento y su…actitud lo confirmaba.
–Llevo barba desde hace 20 años Francisca- contestó resignado. –Se puede saber qué estás haciendo aquí a estas horas? ¿y en este estado?-
-¿Estoy en estado?- Francisca abrió tanto los ojos que Raimundo no pudo menos que reirse.
-No Francisca.Estás bebida- colocó un mechón de su pelo detrás de la oreja. -¿A qué has venido?- le preguntó suavemente
#567
13/09/2011 16:11
A qué he venido.Y de repente,recordó.Sus ojos se llenaron de lágrimas. -¿Por qué ya no me quieres Raimundo?- sollozó- ¿Cómo has conseguido…apppagar est…este amor? Díme cómo- se colgó de su cuello.-Yo no puedo hacerlo…-
-Francisca…no estás en condiciones.Tal vez deberíamos dejar esta conversación para otro momento- le dijo Raimundo,aunque sus palabras se habían clavado como dardos en su corazón. Y el contacto de sus manos en su cuello le estaba quemando. Ella le miraba con ojos vidriosos y tenía las mejillas sonrosadas.
-Creo que es un buen momento, Raimundo- se acercó a él aspirando su aroma- Siemprrrrre me gustó tu arrro…aroma- besó su cuello
-¿Qúe... haces Francisca? –Raimundo apenas tenía voz
-¡Pues besarte! Parece que estás atontado Rrraimundo- se separó unos centímetros de él. -¿Te encc..-Francisca hipó –te encuentras bien?
No. Para nada se encontraba bien.El contacto con el cuerpo de Francisca y sus caricias le estaban volviendo loco.
-Creo que te voy a llevar a casa- sentenció
-De eso nadaaaaa- se soltó de él,pero volvió a acercarse de manera insinuante –Llévame mejor a la cama.Si,a la cama- Francisca se felicitó mentalmente por su ocurrencia.
La mandíbula de Raimundo no pudo abrirse más.
–Estás tan guapo cuando te pones así…- le acarició el rostro. –No me extraña que aún siga enamorada de ti- Y tras decir esto,su vista se nubló y cayó dormida a los pies de Raimundo.
Él tardo unos segundos en reaccionar.Ella le…le quería. Se agachó y la tomó en sus brazos.La observó detenidamente. Era tan preciosa y él no podía quererla más.
Subió con ella hasta su habitación y la colocó en su cama. Él dormiría en la butaca. Pero estaba deseando que amaneciera para escuchar la justificación que la distinguida Francisca Montenegro iba a darle cuando se despertara en su cama
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Francisca se removió en la cama y estiró sus músculos. De repente una punzada de dolor en sus sienes la hizo detenerse. Otra vez estas horribles jaquecas. Estaba visto que los paseos no han servido para nada. No quería ni abrir los ojos para que los primeros rayos de sol no le molestaran. Había tenido un sueño rarísimo. Ella estaba bebida gritando en mitad de la plaza el nombre de Raimundo. Tanto tiempo con Angustias...esa desequilibrada debió contagiarme algo pensó. Menos mal que era un sueño.Hubiera sido la comidilla de toda esa panda de desarrapados que habitaban en Puente Viejo.El caso es que había sido tan…real…Era como si sintiera en su cuerpo el roce de Raimundo.
-Ay Raimundo,si supieras el sueño que he tenido…- pensó en voz alta.
-Cuentamelo…-
Horror.No podía ser verdad.Había sido un sueño ¿no? Abrió timidamente los ojos.¡¡Pero dónde estoy!! De repente descubrió que estaba casi desnuda tapada con una simple sábana…¡¡Estoy desnuda!!! Con el temor y la vergüenza impregnando su mirada,trató de incorporarse,cuando miles de dagas se clavaron en sus sienes.
-Condenadas jaquecas…esa doctora buena para nada no ha conseguido eliminarlas- volvió a cerrar los ojos y se sujetó la cabeza con las manos.
-Bueno ¿vas a contarme ese sueño o no?-
Dios mio,otra vez oía esa voz.En serio que he vivido demasiado tiempo con Angustias.En fin,hoy tenía mucho trabajo así que era mejor que se pusiera en pie.
Raimundo la observaba sentado en una silla que había girado y apoyaba despreocupadamente los brazos en el respaldo.No podía parar de sonreir.La sola idea de que Francisca pensase que se estaba volviendo loca era graciosísima.Pero mucho mas graciosa iba a ser su reacción cuando le descubriera.
Francisca se destapó dispuesta a levantarse de la cama cuando cayó en la cuenta de que no estaba en su habitación.Se quedó sentada en la cama,desnuda,y comenzó a inspeccionarla.Ya casi había terminado cuando se encontró frente a frente con los ojos de Raimundo Ulloa
-Por todos los demonios!- gritó Francisca. –¡No fue un sueño! Estaba horrorizada,tanto que ni fue consciente de que se encontraba desnuda frente a él.
Pero Raimundo si era muy consciente de ello.No podía quitar sus ojos de ella. ¡Maldición! Esto se le estaba yendo de las manos.
-Francisca…-
Los dos estaban frente a frente.Mirándose.Evaluándose.Raimundo sentía que estaba a punto de perder el control.Francisca estaba empezando a recordar todas y cada una de las palabras que habían salido por su boca aquella noche.¿Por qué no cerraré esta boquita alguna vez?
-Raimundo…yo…será mejor que me vaya- respondió lo más dignamente posible.
-Si es lo que deseas,adelante- Raimundo la tanteó.No quería que se fuera. –Pero antes,sería mejor que te vistieras,no crees?- la acarició con su voz ronca y profunda.
Ella cayó en la cuenta de que estaba desnuda,y cuando trató de alcanzar rápidamente su vestido,Raimundo corrió hacia ella atrapándole las manos y situándola entre su cuerpo y la fria pared. –Aunque yo creo que estás mucho mejor así…- susurró junto a su cuello.
Francisca ahogó un jadeo. –¿Esta es tu…venganza por lo de anoche?- atinó a decir.
-uhmm- contestó Raimundo que comenzaba a mordisquear la piel del hombro,provocando diminutas descargas eléctricas en el cuerpo de Francisca. –Y creo que voy a estar vengándome todo el día- y de repente Raimundo agachó unos centímetros su cabeza y atrapó un pecho con su boca. Francisca sentía que sus piernas no la respondían.Solo sentía la caliente lengua de Raimundo deslizándose por su cuerpo.
Raimundo la miró.Estaba con las mejillas sonrosadas y los labios entreabiertos.Nunca la había visto tan preciosa. -¿Qué cómo logré olvidar este amor,me preguntabas?- mordió su labio inferior. –No pude mi pequeña…- ella ahogó un jadeo.- Te llevo grabada a fuego en mi piel- y sin más,introdujo la lengua en su boca con rápidas embestidas. Francisca creyó morir.Él la levantó por debajo de los muslos y la apoyó contra la pared.Francisca se dejaba hacer,loca de pasión sin poner la menor resistencia.Quería morir en los abrasadores brazos de Raimundo.
De golpe,él se introdujo en ella provocando un grito de agonía en ambos.Francisca esperaba ardiente sus embestidas pero éstas no llegaron. Raimundo estaba quieto mirándole fijamente a los ojos.
-Dilo- le apremió Raimundo apelando a toda su fuerza de voluntad
-¿Decir…qué?- susurró a duras penas Francisca.
-Di que me amas ahora que estás sobria o te juro que nos quedaremos así toda la mañana- le respondió serio Raimundo.
Francisca no podía soportar mas esa tortura.Condenado tabernero,quería que confesara todo. Y la sola idea de hacerlo no la veía tan descabellada.Miró sus ojos.Estaban soportando un férreo control,pero también descubrió el amor más puro que pudiera existir.Y Francisca solo pudo rendirse ante él
-Te..amo con todo mi corazón…con todo mi cuerpo…y con toda mi alma…-
Raimundo perdió la poca cordura que le quedaba y sin salir de ella,la llevó hasta la cama donde atacó su cuerpo con rápidas embestidas que les hicieron alcanzar cotas insospechadas de placer.El mundo estalló a su alrededor y ambos gritaron el nombre del otro.
Sudorosos y exhaustos,se abrazaron hasta que sus respiraciones recuperaron su ritmo normal
-Yo también te amo con todo mi corazón…con todo mi cuerpo…y con todo mi ser…-
Francisca sonrió feliz.Pero de repente cayó en la cuenta de algo. -¿Por qué estaba desnuda en tu cama?- le preguntó. Raimundo la miró con los ojos cargados de amor y le dijo –Solo quería tener parte del trabajo hecho para cuando despertaras- y volvió a besarla, despertando de nuevo la pasión en sus agotados cuerpos.
-Francisca…no estás en condiciones.Tal vez deberíamos dejar esta conversación para otro momento- le dijo Raimundo,aunque sus palabras se habían clavado como dardos en su corazón. Y el contacto de sus manos en su cuello le estaba quemando. Ella le miraba con ojos vidriosos y tenía las mejillas sonrosadas.
-Creo que es un buen momento, Raimundo- se acercó a él aspirando su aroma- Siemprrrrre me gustó tu arrro…aroma- besó su cuello
-¿Qúe... haces Francisca? –Raimundo apenas tenía voz
-¡Pues besarte! Parece que estás atontado Rrraimundo- se separó unos centímetros de él. -¿Te encc..-Francisca hipó –te encuentras bien?
No. Para nada se encontraba bien.El contacto con el cuerpo de Francisca y sus caricias le estaban volviendo loco.
-Creo que te voy a llevar a casa- sentenció
-De eso nadaaaaa- se soltó de él,pero volvió a acercarse de manera insinuante –Llévame mejor a la cama.Si,a la cama- Francisca se felicitó mentalmente por su ocurrencia.
La mandíbula de Raimundo no pudo abrirse más.
–Estás tan guapo cuando te pones así…- le acarició el rostro. –No me extraña que aún siga enamorada de ti- Y tras decir esto,su vista se nubló y cayó dormida a los pies de Raimundo.
Él tardo unos segundos en reaccionar.Ella le…le quería. Se agachó y la tomó en sus brazos.La observó detenidamente. Era tan preciosa y él no podía quererla más.
Subió con ella hasta su habitación y la colocó en su cama. Él dormiría en la butaca. Pero estaba deseando que amaneciera para escuchar la justificación que la distinguida Francisca Montenegro iba a darle cuando se despertara en su cama
--------------------------------------------------------------------------------------------------------------------
Francisca se removió en la cama y estiró sus músculos. De repente una punzada de dolor en sus sienes la hizo detenerse. Otra vez estas horribles jaquecas. Estaba visto que los paseos no han servido para nada. No quería ni abrir los ojos para que los primeros rayos de sol no le molestaran. Había tenido un sueño rarísimo. Ella estaba bebida gritando en mitad de la plaza el nombre de Raimundo. Tanto tiempo con Angustias...esa desequilibrada debió contagiarme algo pensó. Menos mal que era un sueño.Hubiera sido la comidilla de toda esa panda de desarrapados que habitaban en Puente Viejo.El caso es que había sido tan…real…Era como si sintiera en su cuerpo el roce de Raimundo.
-Ay Raimundo,si supieras el sueño que he tenido…- pensó en voz alta.
-Cuentamelo…-
Horror.No podía ser verdad.Había sido un sueño ¿no? Abrió timidamente los ojos.¡¡Pero dónde estoy!! De repente descubrió que estaba casi desnuda tapada con una simple sábana…¡¡Estoy desnuda!!! Con el temor y la vergüenza impregnando su mirada,trató de incorporarse,cuando miles de dagas se clavaron en sus sienes.
-Condenadas jaquecas…esa doctora buena para nada no ha conseguido eliminarlas- volvió a cerrar los ojos y se sujetó la cabeza con las manos.
-Bueno ¿vas a contarme ese sueño o no?-
Dios mio,otra vez oía esa voz.En serio que he vivido demasiado tiempo con Angustias.En fin,hoy tenía mucho trabajo así que era mejor que se pusiera en pie.
Raimundo la observaba sentado en una silla que había girado y apoyaba despreocupadamente los brazos en el respaldo.No podía parar de sonreir.La sola idea de que Francisca pensase que se estaba volviendo loca era graciosísima.Pero mucho mas graciosa iba a ser su reacción cuando le descubriera.
Francisca se destapó dispuesta a levantarse de la cama cuando cayó en la cuenta de que no estaba en su habitación.Se quedó sentada en la cama,desnuda,y comenzó a inspeccionarla.Ya casi había terminado cuando se encontró frente a frente con los ojos de Raimundo Ulloa
-Por todos los demonios!- gritó Francisca. –¡No fue un sueño! Estaba horrorizada,tanto que ni fue consciente de que se encontraba desnuda frente a él.
Pero Raimundo si era muy consciente de ello.No podía quitar sus ojos de ella. ¡Maldición! Esto se le estaba yendo de las manos.
-Francisca…-
Los dos estaban frente a frente.Mirándose.Evaluándose.Raimundo sentía que estaba a punto de perder el control.Francisca estaba empezando a recordar todas y cada una de las palabras que habían salido por su boca aquella noche.¿Por qué no cerraré esta boquita alguna vez?
-Raimundo…yo…será mejor que me vaya- respondió lo más dignamente posible.
-Si es lo que deseas,adelante- Raimundo la tanteó.No quería que se fuera. –Pero antes,sería mejor que te vistieras,no crees?- la acarició con su voz ronca y profunda.
Ella cayó en la cuenta de que estaba desnuda,y cuando trató de alcanzar rápidamente su vestido,Raimundo corrió hacia ella atrapándole las manos y situándola entre su cuerpo y la fria pared. –Aunque yo creo que estás mucho mejor así…- susurró junto a su cuello.
Francisca ahogó un jadeo. –¿Esta es tu…venganza por lo de anoche?- atinó a decir.
-uhmm- contestó Raimundo que comenzaba a mordisquear la piel del hombro,provocando diminutas descargas eléctricas en el cuerpo de Francisca. –Y creo que voy a estar vengándome todo el día- y de repente Raimundo agachó unos centímetros su cabeza y atrapó un pecho con su boca. Francisca sentía que sus piernas no la respondían.Solo sentía la caliente lengua de Raimundo deslizándose por su cuerpo.
Raimundo la miró.Estaba con las mejillas sonrosadas y los labios entreabiertos.Nunca la había visto tan preciosa. -¿Qué cómo logré olvidar este amor,me preguntabas?- mordió su labio inferior. –No pude mi pequeña…- ella ahogó un jadeo.- Te llevo grabada a fuego en mi piel- y sin más,introdujo la lengua en su boca con rápidas embestidas. Francisca creyó morir.Él la levantó por debajo de los muslos y la apoyó contra la pared.Francisca se dejaba hacer,loca de pasión sin poner la menor resistencia.Quería morir en los abrasadores brazos de Raimundo.
De golpe,él se introdujo en ella provocando un grito de agonía en ambos.Francisca esperaba ardiente sus embestidas pero éstas no llegaron. Raimundo estaba quieto mirándole fijamente a los ojos.
-Dilo- le apremió Raimundo apelando a toda su fuerza de voluntad
-¿Decir…qué?- susurró a duras penas Francisca.
-Di que me amas ahora que estás sobria o te juro que nos quedaremos así toda la mañana- le respondió serio Raimundo.
Francisca no podía soportar mas esa tortura.Condenado tabernero,quería que confesara todo. Y la sola idea de hacerlo no la veía tan descabellada.Miró sus ojos.Estaban soportando un férreo control,pero también descubrió el amor más puro que pudiera existir.Y Francisca solo pudo rendirse ante él
-Te..amo con todo mi corazón…con todo mi cuerpo…y con toda mi alma…-
Raimundo perdió la poca cordura que le quedaba y sin salir de ella,la llevó hasta la cama donde atacó su cuerpo con rápidas embestidas que les hicieron alcanzar cotas insospechadas de placer.El mundo estalló a su alrededor y ambos gritaron el nombre del otro.
Sudorosos y exhaustos,se abrazaron hasta que sus respiraciones recuperaron su ritmo normal
-Yo también te amo con todo mi corazón…con todo mi cuerpo…y con todo mi ser…-
Francisca sonrió feliz.Pero de repente cayó en la cuenta de algo. -¿Por qué estaba desnuda en tu cama?- le preguntó. Raimundo la miró con los ojos cargados de amor y le dijo –Solo quería tener parte del trabajo hecho para cuando despertaras- y volvió a besarla, despertando de nuevo la pasión en sus agotados cuerpos.
#568
13/09/2011 18:00
Banner Kerala:
#569
13/09/2011 18:18
madre qué bonito!!!!! muchas gracias mari!
#570
13/09/2011 18:38
Jejejeee, otro rinconcito dedicado a nuestra parejaza GENIAAL
Es que me encanta tu Paca beoda, Kera, jajaaaajajaja.
Es que me encanta tu Paca beoda, Kera, jajaaaajajaja.
#571
13/09/2011 19:03
mari no se por k pero mi songfic se ha perdio!! cuando puedas lo pones
Rincon de eiza
¿¡De qué!? --> https://www.formulatv.com/series/el-secreto-de-puente-viejo/foros/877/421/el-rincon-de-alfonso-y-emilia-post-para-hablar-de-esta-pareja/
Rincon de eiza
¿¡De qué!? --> https://www.formulatv.com/series/el-secreto-de-puente-viejo/foros/877/421/el-rincon-de-alfonso-y-emilia-post-para-hablar-de-esta-pareja/
#572
13/09/2011 19:12
Mira que tengo poco tiempo para leer todo lo que quisiera leer, pero mira, he terminado leyendo a la Paca beoda de Kerala y sólo puedo rendirme a los pies de la autora.
Me he reído, me he emocionado, ha sido divertido, conmovedor, y muy auténtico. Enhorabuena. :)
Me he reído, me he emocionado, ha sido divertido, conmovedor, y muy auténtico. Enhorabuena. :)
#573
13/09/2011 20:46
Estaba tumbado sobre el jergón, con los huesos molidos, pero sin que eso le sirviera para dejar de devorarse el alma. Por las noches, cuando trataba de descansar, el dolor era tan fuerte que ni las friegas otrora milagrosas de Mariana lo atenuaban. Se quitaba la vida bajo el sol para poder dormir, pero no era el sueño reparador ni amable con él. Se despertaba como aquella mañana lo hizo, con los dientes aún apretados, la rabia ocupando, con plenos poderes, el centro de su estómago.
Cuando oyó tocar la puerta, se levantó de un salto. Habría reconocido aquellos pasos apresurados y leves, como si no tocaran el suelo, en cualquier lugar del mundo, en cualquier momento. No se molestó en acicalarse, como hubiera hecho antes, ni en ordenarse el pelo ni las ropas. A fin de cuentas, qué más le daba a ella.
Abrió y le dolió verla serena, tan indiferente como siempre, con la sonrisa que Severiano parecía haber fabricado para ella, una máscara de felicidad que Alfonso sabía frágil y perecedera.
- Emilia, ¿qué te trae por aquí a estas horas?
Ella pasó por su lado, inconsciente de la estela que dejaba a su paso, y que a él le obligó a cerrar los ojos un instante para recomponerse la mente y el alma antes de mirarla a la cara.
- Quería hablarte.
Se quedó de pie junto a la chimenea y sin mediar palabra, él le acercó un taburete a la mesa y la invitó con un gesto. Podría haber sacado un par de vasos y un cuartillo de vino, quizá un poco de pan, pero cada segundo que pasaba a su lado era un alfiler que se le iba clavando en la piel, y no parecía restar demasiado espacio en ella para más aguijonazos. Así que calló y rezó para que se marchara pronto.
- ¿Y bien? ¿Qué era eso que querías decirme con tanta premura?
- Quería darte las gracias otra vez, Alfonso. – Agachó levemente la mirada y su pestañeo despertó en él un deseo inconcebible de arrastrarla hasta el jergón donde estaba unos minutos antes y arañarle la piel con la suya. Pero ella qué iba a saber de eso.
Quedaron los dos sumidos en el silencio. Él perdido entre un cuerpo que nunca sería suyo. Ella tratando de discernir qué era lo que le pasaba, por qué ahora que le tenía delante se le enredaban las palabras unas con otras y no salían de su boca.
- Alfonso… estos días en que Seve ha estado … - trató de elegir bien las palabras, pero era infantil justificar lo injustificable - por ahí… Sabes que han sido harto difíciles para mí. Y tú has estado conmigo, como siempre…
- Basta Emilia… - habló entre dientes, escupiendo las palabras, pero surtieron el efecto deseado. La frenaron en seco.
Todavía golpeada por la sorpresa, ella trató de ponerle una mano en el brazo, procurándole el sosiego que presentía que necesitaba. Pero la respuesta de él no fue en nada parecida a lo que ella esperaba. Se revolvió como un animal al contacto con sus dedos, como si le hubiera abrasado con ellos, y se levantó de la banqueta, ocultándole su rostro. Ella le siguió, alzó la mano, sopesando si debía confortar con ella su hombro, pero entendió que no era lo que él necesitaba y dejó caer el brazo.
- Alfonso, ¿qué tienes?
Su voz fue un murmullo apenas audible, pero él se revolvió como si le hubiese clavado una azada en el alma. Tenía los ojos colmados de hilos dolorosamente rojos, cubiertos de lágrimas que se negaban a resbalar por su cara. Apretaba los dientes como queriendo callar, y Emilia se fijó que también sus puños permanecían cerrados y sus nudillos endurecidos por el sol se tornaban blancos.
Cuando oyó tocar la puerta, se levantó de un salto. Habría reconocido aquellos pasos apresurados y leves, como si no tocaran el suelo, en cualquier lugar del mundo, en cualquier momento. No se molestó en acicalarse, como hubiera hecho antes, ni en ordenarse el pelo ni las ropas. A fin de cuentas, qué más le daba a ella.
Abrió y le dolió verla serena, tan indiferente como siempre, con la sonrisa que Severiano parecía haber fabricado para ella, una máscara de felicidad que Alfonso sabía frágil y perecedera.
- Emilia, ¿qué te trae por aquí a estas horas?
Ella pasó por su lado, inconsciente de la estela que dejaba a su paso, y que a él le obligó a cerrar los ojos un instante para recomponerse la mente y el alma antes de mirarla a la cara.
- Quería hablarte.
Se quedó de pie junto a la chimenea y sin mediar palabra, él le acercó un taburete a la mesa y la invitó con un gesto. Podría haber sacado un par de vasos y un cuartillo de vino, quizá un poco de pan, pero cada segundo que pasaba a su lado era un alfiler que se le iba clavando en la piel, y no parecía restar demasiado espacio en ella para más aguijonazos. Así que calló y rezó para que se marchara pronto.
- ¿Y bien? ¿Qué era eso que querías decirme con tanta premura?
- Quería darte las gracias otra vez, Alfonso. – Agachó levemente la mirada y su pestañeo despertó en él un deseo inconcebible de arrastrarla hasta el jergón donde estaba unos minutos antes y arañarle la piel con la suya. Pero ella qué iba a saber de eso.
Quedaron los dos sumidos en el silencio. Él perdido entre un cuerpo que nunca sería suyo. Ella tratando de discernir qué era lo que le pasaba, por qué ahora que le tenía delante se le enredaban las palabras unas con otras y no salían de su boca.
- Alfonso… estos días en que Seve ha estado … - trató de elegir bien las palabras, pero era infantil justificar lo injustificable - por ahí… Sabes que han sido harto difíciles para mí. Y tú has estado conmigo, como siempre…
- Basta Emilia… - habló entre dientes, escupiendo las palabras, pero surtieron el efecto deseado. La frenaron en seco.
Todavía golpeada por la sorpresa, ella trató de ponerle una mano en el brazo, procurándole el sosiego que presentía que necesitaba. Pero la respuesta de él no fue en nada parecida a lo que ella esperaba. Se revolvió como un animal al contacto con sus dedos, como si le hubiera abrasado con ellos, y se levantó de la banqueta, ocultándole su rostro. Ella le siguió, alzó la mano, sopesando si debía confortar con ella su hombro, pero entendió que no era lo que él necesitaba y dejó caer el brazo.
- Alfonso, ¿qué tienes?
Su voz fue un murmullo apenas audible, pero él se revolvió como si le hubiese clavado una azada en el alma. Tenía los ojos colmados de hilos dolorosamente rojos, cubiertos de lágrimas que se negaban a resbalar por su cara. Apretaba los dientes como queriendo callar, y Emilia se fijó que también sus puños permanecían cerrados y sus nudillos endurecidos por el sol se tornaban blancos.
#574
13/09/2011 20:46
- ¡No puedo más!
Ella sintió que un batir de lágrimas se desplazaba como un rayo, desde su estómago a su garganta. No sabía qué le dolía tanto a Alfonso, ni siquiera entendía por qué ese dolor también la perforaba a ella. Sólo sabía que nunca le había visto así, que jamás se imaginó que guardara él dentro tanta pena.
Dio un paso hacia él y trató de abrazarlo pero él se la quitó de encima con un gesto hacia atrás.
- No me toques, Emilia, te lo suplico…
Ella sintió que las lágrimas calientes le resbalaban por la cara, pero no intentó apaciguarlas.
- Alfonso, por favor… ¿qué he hecho?
- ¡Nada! – Rugió como un animal herido, moribundo, y su voz atronó la casa vacía. - ¡Nada! ¡No me ves! ¡No me quieres! Y ya no puedo más… Me estás matando Emilia, amarte así me está matando.
Fue como si las palabras la golpearan. Cayeron sobre ella como una lluvia de cascotes de la que no tienes tiempo a guarecerte, cercenándola con mil aristas, dejándole cubierta de polvo y heridas. Pensó que no podría hablar, que las mil sensaciones que le atenazaban el vientre no la dejarían pronunciar palabra. Pero sí lo hizo, con la rabia en la boca.
- ¿Cómo te atreves, Alfonso? ¿Cómo diantres te atreves a decirme esto ahora?
Notó como el desconcierto se iba abriendo hueco en su mirada dolorida, pero no pudo parar. Comprender el dolor de él no hizo más que acrecentar el suyo.
- Soy una mujer prometida… ¿Y vienes a decirme esto? ¿Dónde tenías los arrestos cuando me hablabas de esa moza por la que bebías los vientos? ¿Dónde los tenías cuando escondías tus malditos obsequios por los rincones? ¿Cuánto te burlaste de mí, Alfonso?
- Yo nunca me quise burlar de ti…
Eran amargas las palabras de los dos, balas disparadas a matar en forma de reproches que ya no podían acallar.
- ¿Dónde estaba tu amor cuando te hablaba de Severiano, de sus besos, de sus caricias…?
- ¡Cállate!
- ¿Dónde estabas cuando me moría de pena y te presentabas ante mí como mi amigo? ¡Valiente…!
- ¡Estaba contigo, maldita sea mi estampa! ¡Estaba contigo, siempre! – La miró fijamente a los ojos y la encontró desafiante, tan hermosa que el dolor se mezcló de nuevo con las imágenes que su cabeza construía con aquel cuerpo desnudo sobre su catre. – Muriéndome mientras me contabas tus cuitas con Severiano… - dio un paso hacia ella, incapaz de soportar la necesidad de rozarla. – Muriéndome mientras tu boca se llenaba de lamentos y yo sólo podía pensar en cómo sería besarla…
Y ahí estaba. Su boca. Tan cerca de la suya que se sintió desfallecer. Repasó con la mirada la curva de su labio superior, la barca del inferior. Alzó la mirada y la encontró de nuevo retadora. Había ardor en sus ojos.
- Eres un cobarde.
Le habló tan cerca, rozándole los labios, que no pudo evitar abalanzarse sobre ella. No era así como había soñado que la besaría por primera vez. No había ni rastro de la ternura que había dibujado en mil noches de soledad. Solamente había una necesidad innata de tenerla. Sin miramientos, estrechó su cintura y la pegó a su cuerpo. Ella mostró resistencia sólo unos segundos, lo justo para terminar de hacerle perder la cabeza. Luego entreabrió los labios y dejó que él la poseyera con toda la artillería, con su lengua apresurada y sus dientes avariciosos, ávidos de morder su boca.
Se soltaron con la misma violencia que se besaron, y antes de poder siquiera mirarse, una bofetada le cruzó el rostro. Lo hizo por instinto, sintiéndose ultrajada en lo más íntimo, no por el beso, sino por el engaño. Descargó en ella toda la ira, el rencor y la pasión que él había conseguido despertarle. Y se dio cuenta, sin querer apenas verlo, que Alfonso había provocado más sensaciones en ella en un segundo que nadie, nunca.
Él se volvió y la miró. La mejilla le ardía, pero no más que el resto del cuerpo. No fueron sus dedos a consolarse el dolor del rostro, sino que los puso sobre sus propios labios, intuyendo en ellos los de ella. Notó un aguijonazo en el centro del labio inferior y vio una minúscula partícula de sangre resbalar sobre su índice, una gota nacida de ese beso, de la hermosa voracidad que ella también había sentido. Sonrió sin poder evitarlo y volvió a agarrarla por la cintura con firmeza.
- Voy a besarte otra vez.
Ella no respondió, pero tampoco apartó la mirada. Entreabrió la boca y le tentó con ella.
Volvieron a fundirse, esta vez con lentitud, con deleite. Ella saboreó su sangre, él flaqueó al hundirse en su saliva, tan dulce. Volvió la visión de su cuerpo desnudo, blanco inmaculado sobre el jergón. Se detuvo a sí mismo y cuando lo hizo, ella se escabulló entre sus brazos y se marchó, dejándole solo.
Ninguno necesitó decirse que algo se había roto. Alfonso supo que a partir de ese instante, nada sería como había sido. Emilia, en su camino a casa, supo por fin lo qué era eso que tanto había andado buscando. Se alivió la leve decepción que la embargó el día que Severiano la había besado, cuando sintió que nada había cambiado. Hoy sí. Había algo en su interior nuevo, desconocido, maravilloso.
Ella sintió que un batir de lágrimas se desplazaba como un rayo, desde su estómago a su garganta. No sabía qué le dolía tanto a Alfonso, ni siquiera entendía por qué ese dolor también la perforaba a ella. Sólo sabía que nunca le había visto así, que jamás se imaginó que guardara él dentro tanta pena.
Dio un paso hacia él y trató de abrazarlo pero él se la quitó de encima con un gesto hacia atrás.
- No me toques, Emilia, te lo suplico…
Ella sintió que las lágrimas calientes le resbalaban por la cara, pero no intentó apaciguarlas.
- Alfonso, por favor… ¿qué he hecho?
- ¡Nada! – Rugió como un animal herido, moribundo, y su voz atronó la casa vacía. - ¡Nada! ¡No me ves! ¡No me quieres! Y ya no puedo más… Me estás matando Emilia, amarte así me está matando.
Fue como si las palabras la golpearan. Cayeron sobre ella como una lluvia de cascotes de la que no tienes tiempo a guarecerte, cercenándola con mil aristas, dejándole cubierta de polvo y heridas. Pensó que no podría hablar, que las mil sensaciones que le atenazaban el vientre no la dejarían pronunciar palabra. Pero sí lo hizo, con la rabia en la boca.
- ¿Cómo te atreves, Alfonso? ¿Cómo diantres te atreves a decirme esto ahora?
Notó como el desconcierto se iba abriendo hueco en su mirada dolorida, pero no pudo parar. Comprender el dolor de él no hizo más que acrecentar el suyo.
- Soy una mujer prometida… ¿Y vienes a decirme esto? ¿Dónde tenías los arrestos cuando me hablabas de esa moza por la que bebías los vientos? ¿Dónde los tenías cuando escondías tus malditos obsequios por los rincones? ¿Cuánto te burlaste de mí, Alfonso?
- Yo nunca me quise burlar de ti…
Eran amargas las palabras de los dos, balas disparadas a matar en forma de reproches que ya no podían acallar.
- ¿Dónde estaba tu amor cuando te hablaba de Severiano, de sus besos, de sus caricias…?
- ¡Cállate!
- ¿Dónde estabas cuando me moría de pena y te presentabas ante mí como mi amigo? ¡Valiente…!
- ¡Estaba contigo, maldita sea mi estampa! ¡Estaba contigo, siempre! – La miró fijamente a los ojos y la encontró desafiante, tan hermosa que el dolor se mezcló de nuevo con las imágenes que su cabeza construía con aquel cuerpo desnudo sobre su catre. – Muriéndome mientras me contabas tus cuitas con Severiano… - dio un paso hacia ella, incapaz de soportar la necesidad de rozarla. – Muriéndome mientras tu boca se llenaba de lamentos y yo sólo podía pensar en cómo sería besarla…
Y ahí estaba. Su boca. Tan cerca de la suya que se sintió desfallecer. Repasó con la mirada la curva de su labio superior, la barca del inferior. Alzó la mirada y la encontró de nuevo retadora. Había ardor en sus ojos.
- Eres un cobarde.
Le habló tan cerca, rozándole los labios, que no pudo evitar abalanzarse sobre ella. No era así como había soñado que la besaría por primera vez. No había ni rastro de la ternura que había dibujado en mil noches de soledad. Solamente había una necesidad innata de tenerla. Sin miramientos, estrechó su cintura y la pegó a su cuerpo. Ella mostró resistencia sólo unos segundos, lo justo para terminar de hacerle perder la cabeza. Luego entreabrió los labios y dejó que él la poseyera con toda la artillería, con su lengua apresurada y sus dientes avariciosos, ávidos de morder su boca.
Se soltaron con la misma violencia que se besaron, y antes de poder siquiera mirarse, una bofetada le cruzó el rostro. Lo hizo por instinto, sintiéndose ultrajada en lo más íntimo, no por el beso, sino por el engaño. Descargó en ella toda la ira, el rencor y la pasión que él había conseguido despertarle. Y se dio cuenta, sin querer apenas verlo, que Alfonso había provocado más sensaciones en ella en un segundo que nadie, nunca.
Él se volvió y la miró. La mejilla le ardía, pero no más que el resto del cuerpo. No fueron sus dedos a consolarse el dolor del rostro, sino que los puso sobre sus propios labios, intuyendo en ellos los de ella. Notó un aguijonazo en el centro del labio inferior y vio una minúscula partícula de sangre resbalar sobre su índice, una gota nacida de ese beso, de la hermosa voracidad que ella también había sentido. Sonrió sin poder evitarlo y volvió a agarrarla por la cintura con firmeza.
- Voy a besarte otra vez.
Ella no respondió, pero tampoco apartó la mirada. Entreabrió la boca y le tentó con ella.
Volvieron a fundirse, esta vez con lentitud, con deleite. Ella saboreó su sangre, él flaqueó al hundirse en su saliva, tan dulce. Volvió la visión de su cuerpo desnudo, blanco inmaculado sobre el jergón. Se detuvo a sí mismo y cuando lo hizo, ella se escabulló entre sus brazos y se marchó, dejándole solo.
Ninguno necesitó decirse que algo se había roto. Alfonso supo que a partir de ese instante, nada sería como había sido. Emilia, en su camino a casa, supo por fin lo qué era eso que tanto había andado buscando. Se alivió la leve decepción que la embargó el día que Severiano la había besado, cuando sintió que nada había cambiado. Hoy sí. Había algo en su interior nuevo, desconocido, maravilloso.
#575
13/09/2011 20:53
Juas ME ENCANTAAAAA, sufre perra eso es arder los bajos eso es un puto beso ains que calor de repente xd.
#576
13/09/2011 21:00
!Ay, madre, que me muerooooooooooooooo! Gracias , un millón de gracias...Este es mi Alfonso, es el ARREBATO que necesitamos... Esta escena sería grandeeeeeeeeeeeeeeeeeee.
Fermaría, no me canso de decirlo, pero !hija! !escribes de cine! Creo que deberías dedicarte a esto, y te lo digo en serio, porque captas todas las sensaciones de una manera que pone los pelos de punta...
GRACIAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAS
pd:¿tiene segunda parte? jajajaja
Fermaría, no me canso de decirlo, pero !hija! !escribes de cine! Creo que deberías dedicarte a esto, y te lo digo en serio, porque captas todas las sensaciones de una manera que pone los pelos de punta...
GRACIAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAS
pd:¿tiene segunda parte? jajajaja
#577
13/09/2011 21:10
POR EL AMOR DE DIOS...QUIERO MAS...MAS...
Jolin que chulo....ayss eso es un funambulista como dios manda no un aspirababas...Mari mas,mas...
Jolin que chulo....ayss eso es un funambulista como dios manda no un aspirababas...Mari mas,mas...
#578
13/09/2011 21:13
Tiene razón Cuquina: ESTO ES UN FUNAMBULISTA y lo demás, tonterías.
Yo también quiero más...Por faaaaaaaaaaaaaa
Yo también quiero más...Por faaaaaaaaaaaaaa
#579
13/09/2011 22:18
Bueno yo me he vuelto a meter un atracon y vengo a felicitar a abril, a kerala y a mari, k komo iba un pelin atrasada, ya estoy al dia!!!!
Mari funambulis2.35!!! oh yeah
EDITO: que se me ha olvidado antes, Mari, no tienes k darme las gracias esto es curro en equipo y lo demas son tonterias jejeje
Mari funambulis2.35!!! oh yeah
EDITO: que se me ha olvidado antes, Mari, no tienes k darme las gracias esto es curro en equipo y lo demas son tonterias jejeje
#580
13/09/2011 23:06
-EL DESENMASCARAMIENTO-
Belén estaba completamente restablecida al cabo de dos días. Tanto Pepa como la doctora Casas estuvieron de acuerdo en que podía retornar a su vida normal como maestra. Eso sí, sus primos e incluso Sebastián se turnarián para acompañarla en los trayectos entre la escuela y la casa. Ella agradeció en silencio aquella compañía, pues temblaba solo de pensar en volver a encontrarse con Severiano, aunque se cuidó mucho de decir nada pues no quería sumar más preocupaciones a su familia y, sobre todo, temía la reacción de Juan y Alfonso. La única secuela que dejaba ver era la marca que el golpe le había dejado en la cabeza, pero con su peculiar humor decía que ahora podía presumir de tener una cicatriz de guerra.
Las semanas transcurrieron sin más sobresaltos en Puente Viejo, e incluso con alguna que otra alegría, como el rescate sano y salvo del pequeño Martín, por lo que Pepa no cabía en si de felicidad. Además, las relaciones con la doctora Casas habían mejorado ostensiblemente de modo que compartían de nuevo el consultorio. Lo cierto es que el carácter de la galena se había suavizado mucho, algo que Raimundo y don Anselmo atribuían a que se había ganado la confianza y el respeto de los vecinos por su buen hacer, pero que las malas lenguas, como Dolores, achacaban al mucho tiempo que pasaba en la casa de comidas departiendo con Sebastián Ulloa. Sea como fuere, Gregoria parecía una mujer distinta.
El único nubarrón en la vida de Pepa era el distanciamiento que se estaba produciendo con Emilia. Había tratado en varias ocasiones de hacerle ver que Severiano no era de fiar, que se anduviera con cuidado si no quería salir escaldada. Pero su amiga no sólo no escuchaba sus consejos, sino que incluso se enfadaba tildando a Pepa de egoísta por no querer compartir la felicidad que sentía al enamorarse del zagal de Villalpanda.
Por su parte, en casa de los Castañeda todo seguía más o menos igual. Juán parecía más sosegado y se pasaba horas pintando los frescos de la iglesia del pueblo. La pintura y las largas conversaciones con su prima y sus hermanos actuaban de balsamo para su alma. Alfonso se refugiaba en el trabajo para mitigar el sufrimiento. Sólo en algunas ocasiones se permitía desahogarse con Ramiro o con Belén, que parecía comprenderlo mejor que nadie y sabía infundirle esperanzas en el fúturo. Lo que procuraba hacer era pisar lo menos posible la casa de comidas, pues no quería toparse con Severiano, aunque a veces el deseo de ver a Emilia podía más que sus celos.
Aquella no era una tarde como otra cualquiera. Belén se había quedado en la escuela corrigiendo los ejercicios de los chiquillos, a la espera de que alguno de sus primos fuese a buscarla. Mientras, en la plaza Raimundo le leía un capítulo de “Veinte mil leguas de viaje submarino” a Martín y a un embobado Hipólito. Tristán había llevado al niño de paseo para que pudiera estar unas horas con su madre, fuera de enrarecido ambiente de la casona. Al poco rato llegó don Anselmo acompañado por Juan, que había terminado su jornada de trabajo en la iglesia.
-Buenas tardes a todos los presentes-saludó el párroco.
-Buenas don Anselmo y compañía-respondió Raimundo- ¿Cómo van esas pinturas?
-Bien, Juan está haciendo un trabajo extraordinario. Es un pintor excelente-dijo orgulloso el cura.
-No me cabe nínguna duda, este chico tiene un gran talento-apostilló el Ulloa.
-Agradezco mucho los elogios- contestó un tanto azorado el mediano de los Castañeda. Por cierto, ¿han visto a mis hermanos?. Es que había quedado con ellos en la plaza para ir luego a buscar a nuestra prima a la escuela.
-Pues no, no se han dejado caer por estos pagos. Pero seguro que están al llegar. Y mientras esperas, les convido a todos a un chato de vino.
-Nunca hay que despreciar una invitación del Ulloa-contestó el cura entre las risas de los presentes.
Al poco rato era Sebastián el que llegaba tras terminar su jornada en la conservera. En los últimos tiempos estaba muy centrado en el trabajo e incluso parecía que sus ojos empezaba a recobrar la alegría de antaño. El joven se mostró encantado con la visita de Tristán y su hijo.
-¿Os quedareis a cenar?-les preguntó. Pero no le dio tiempo a contestar pues Raimundo ya estaba avisando a Emilia para que pusiera un par de platos más en la mesa para Tristán y su hijo.
-¿Cómo va el trabajo en la conservera?-preguntó curioso el cura.
-Bien, don Anselmo. Aunque hoy hemos tenido una pequeña avería y necesito que Severiano vaya a echar un vistazo a una de las tolvas.
-Pues me temo que hasta mañana no va a poder ser-se lamentó su padre-porque tu hermana me ha dicho que se fue al mediodía a Villalpanda a resolver unos asuntos.
-Perdonen que me meta donde no me llaman-se disculpó Hipólito, que hasta ese momento se entretenía jugando con Martín.- Pero muy rápidas han de ser las piernas de ese mozo para haberse ido a Villalpanda y estar ya de de vuelt, que no hace ni quince minutos que lo he visto pasar por el callejón que sube a la escuela.
-¿Estás segura de que era él?-preguntó Pepa, que de repente se había quedado pálida.
-Como que mi madre se llama Dolores y mi padre Pedro Mirañar.
Belén estaba completamente restablecida al cabo de dos días. Tanto Pepa como la doctora Casas estuvieron de acuerdo en que podía retornar a su vida normal como maestra. Eso sí, sus primos e incluso Sebastián se turnarián para acompañarla en los trayectos entre la escuela y la casa. Ella agradeció en silencio aquella compañía, pues temblaba solo de pensar en volver a encontrarse con Severiano, aunque se cuidó mucho de decir nada pues no quería sumar más preocupaciones a su familia y, sobre todo, temía la reacción de Juan y Alfonso. La única secuela que dejaba ver era la marca que el golpe le había dejado en la cabeza, pero con su peculiar humor decía que ahora podía presumir de tener una cicatriz de guerra.
Las semanas transcurrieron sin más sobresaltos en Puente Viejo, e incluso con alguna que otra alegría, como el rescate sano y salvo del pequeño Martín, por lo que Pepa no cabía en si de felicidad. Además, las relaciones con la doctora Casas habían mejorado ostensiblemente de modo que compartían de nuevo el consultorio. Lo cierto es que el carácter de la galena se había suavizado mucho, algo que Raimundo y don Anselmo atribuían a que se había ganado la confianza y el respeto de los vecinos por su buen hacer, pero que las malas lenguas, como Dolores, achacaban al mucho tiempo que pasaba en la casa de comidas departiendo con Sebastián Ulloa. Sea como fuere, Gregoria parecía una mujer distinta.
El único nubarrón en la vida de Pepa era el distanciamiento que se estaba produciendo con Emilia. Había tratado en varias ocasiones de hacerle ver que Severiano no era de fiar, que se anduviera con cuidado si no quería salir escaldada. Pero su amiga no sólo no escuchaba sus consejos, sino que incluso se enfadaba tildando a Pepa de egoísta por no querer compartir la felicidad que sentía al enamorarse del zagal de Villalpanda.
Por su parte, en casa de los Castañeda todo seguía más o menos igual. Juán parecía más sosegado y se pasaba horas pintando los frescos de la iglesia del pueblo. La pintura y las largas conversaciones con su prima y sus hermanos actuaban de balsamo para su alma. Alfonso se refugiaba en el trabajo para mitigar el sufrimiento. Sólo en algunas ocasiones se permitía desahogarse con Ramiro o con Belén, que parecía comprenderlo mejor que nadie y sabía infundirle esperanzas en el fúturo. Lo que procuraba hacer era pisar lo menos posible la casa de comidas, pues no quería toparse con Severiano, aunque a veces el deseo de ver a Emilia podía más que sus celos.
Aquella no era una tarde como otra cualquiera. Belén se había quedado en la escuela corrigiendo los ejercicios de los chiquillos, a la espera de que alguno de sus primos fuese a buscarla. Mientras, en la plaza Raimundo le leía un capítulo de “Veinte mil leguas de viaje submarino” a Martín y a un embobado Hipólito. Tristán había llevado al niño de paseo para que pudiera estar unas horas con su madre, fuera de enrarecido ambiente de la casona. Al poco rato llegó don Anselmo acompañado por Juan, que había terminado su jornada de trabajo en la iglesia.
-Buenas tardes a todos los presentes-saludó el párroco.
-Buenas don Anselmo y compañía-respondió Raimundo- ¿Cómo van esas pinturas?
-Bien, Juan está haciendo un trabajo extraordinario. Es un pintor excelente-dijo orgulloso el cura.
-No me cabe nínguna duda, este chico tiene un gran talento-apostilló el Ulloa.
-Agradezco mucho los elogios- contestó un tanto azorado el mediano de los Castañeda. Por cierto, ¿han visto a mis hermanos?. Es que había quedado con ellos en la plaza para ir luego a buscar a nuestra prima a la escuela.
-Pues no, no se han dejado caer por estos pagos. Pero seguro que están al llegar. Y mientras esperas, les convido a todos a un chato de vino.
-Nunca hay que despreciar una invitación del Ulloa-contestó el cura entre las risas de los presentes.
Al poco rato era Sebastián el que llegaba tras terminar su jornada en la conservera. En los últimos tiempos estaba muy centrado en el trabajo e incluso parecía que sus ojos empezaba a recobrar la alegría de antaño. El joven se mostró encantado con la visita de Tristán y su hijo.
-¿Os quedareis a cenar?-les preguntó. Pero no le dio tiempo a contestar pues Raimundo ya estaba avisando a Emilia para que pusiera un par de platos más en la mesa para Tristán y su hijo.
-¿Cómo va el trabajo en la conservera?-preguntó curioso el cura.
-Bien, don Anselmo. Aunque hoy hemos tenido una pequeña avería y necesito que Severiano vaya a echar un vistazo a una de las tolvas.
-Pues me temo que hasta mañana no va a poder ser-se lamentó su padre-porque tu hermana me ha dicho que se fue al mediodía a Villalpanda a resolver unos asuntos.
-Perdonen que me meta donde no me llaman-se disculpó Hipólito, que hasta ese momento se entretenía jugando con Martín.- Pero muy rápidas han de ser las piernas de ese mozo para haberse ido a Villalpanda y estar ya de de vuelt, que no hace ni quince minutos que lo he visto pasar por el callejón que sube a la escuela.
-¿Estás segura de que era él?-preguntó Pepa, que de repente se había quedado pálida.
-Como que mi madre se llama Dolores y mi padre Pedro Mirañar.