Foro El secreto de Puente Viejo
La Biblioteca (A - K)
#0
17/08/2011 13:26
EL RINCÓN DE AHA
El destino.
EL RINCÓN DE ÁLEX
El Secreto de Puente Viejo, El Origen.
EL RINCÓN DE ABRIL
El mejor hombre de Puente Viejo.
La chica de la trenza I, II, III, IV, V, VI, VII, VIII.
EL RINCÓN DE ALFEMI
De siempre y para siempre.
Hace frío I, II.
Pensando en ti.
Yo te elegí a ti.
EL RINCÓN DE ANTOJEP
Bajo la luz de la luna I, II, III, IV.
Como un rayo de sol I, II, III, IV.
La traición I, II.
EL RINCÓN DE ARICIA
Reacción I, II, III, IV.
Emilia, el lobo y el cazador.
El secreto de Alfonso Castañeda.
La mancha de mora I, II, III, IV, V.
Historias que se repiten. 20 años después.
La historia de Ana Castañeda I, II, III, VI, V, Final.
EL RINCÓN DE ARTEMISILLA
Ojalá fuera cierto.
Una historia de dos
EL RINCÓN DE CAROLINA
Mi historia.
EL RINCÓN DE CINDERELLA
Cierra los ojos.
EL RINCÓN DE COLGADA
Cartas, huidas, regalos y el diluvio universal I-XI.
El secreto de Gregoria Casas.
La decisión I,II, III, IV, V.
Curando heridas I,II, III, IV, V, VI, VII, VIII, IX, X, XI, XII, XIII.
una nueva vida I,II, III
EL RINCÓN DE CUQUINA
Lo que me sale de las teclas.
El origen de Tristán Ulloa.
EL RINCÓN DE EIZA
En los ojos de un Castañeda.
Bajando a los infiernos.
¡¿De qué?!
Pensamientos
EL RINCÓN DE FERMARÍA
Noche de bodas. (Descarga directa aquí)
Lo que no se ve.
En el baile.
De valientes y cobardes.
Descubriendo a Alfonso.
¿Por qué no me besaste?
Dejarse llevar.
Amar a Alfonso Castañeda.
Serenidad.
Así.
Quiero.
El corazón de un jornalero (I) (II).
Lo único cierto I, II.
Tiempo.
Sabor a chocolate.
EL RINCÓN DE FRANRAI
Un amor inquebrantable.
Un perfecto malentendido.
Gotas del pasado.
EL RINCÓN DE GESPA
La rutina.
Cada cosa en su sitio.
El baile.
Tomando decisiones.
Volver I, II.
Chismorreo.
Sola.
Tareas.
El desayuno.
Amigas.
Risas.
La manzana.
EL RINCÓN DE INMILLA
Rain Over Me I, II, III.
EL RINCÓN DE JAJIJU
Diálogos que nos encantaría que pasaran.
EL RINCÓN DE KERALA
Amor, lucha y rendición I - VII, VIII, IX, X, XI (I) (II), XII, XIII, XIV, XV, XVI,
XVII, XVIII, XIX, XX (I) (II), XXI, XXII (I) (II).
Borracha de tu amor.
Lo que debió haber sido.
Tu amor es mi droga I, II. (Escena alternativa).
PACA´S TABERN I, II.
Recuerdos.
Dibujando tu cuerpo.
Tu amor es mi condena I, II.
Encuentro en la posada. Historia alternativa
Tu amor es mi condena I, II, III, IV, V, VI, VII, VIII, IX, X, XI, XII, XIII, XIV, XV, XVI
#421
07/09/2011 21:20
Pepa, otra vez, la piel de gallina, el vello de punta y los ojos vidriosos, SIEMPRE LO LOGRAS!!
Sabia que debia haberlo leio en casa ahora se me nota que estoy apunto de llorar y sigo en el curro!
Sabia que debia haberlo leio en casa ahora se me nota que estoy apunto de llorar y sigo en el curro!
#422
07/09/2011 21:59
bueno me animo a dejaros un relatillo con la escena que a muchas nos gustaría que pasara mañana (se me ha ocurrido con las opciones de cuquina espero que no la importe), aunque no tiene ni pizca de la calidad de las delicias que colgáis aquí, espero que os guste
La gota que colmo el vaso
Esta era la gota que colmaba el vaso, había tenido que ver como su supuesto amigo besaba a la mujer de su vida destrozándole el corazón de paso, para que ahora ella le viniera a contar lo maravilloso y generoso que era Severiano, hasta aquí había llegado su paciencia
-Alfonso, Severiano es tan dulce, tan gene..
-¡BASTA YA!
-Alfonso, pero que es lo que te pasa
-¿Qué, que es lo que me pasa? ¡Que estoy harto, harto de escuchar como pones por las nubes a Severiano, cuando se perfectamente que lo único que quiere ese Casanova de tres al cuarto es aprovecharse de ti!
-Alfonso, creo que soy mayorcita para defenderme solita
-Emilia, lo que creo es que eres tonta y que a este paso el meapilas de Severiano va a conseguir lo que se propone.
Emilia le pega un bofetón
-Alfonso, lo siento yo…- antes de que pueda continuar Alfonso acorta la poca distancia que les separa, acallándola con un profundo y apasionado beso, que deja a Emilia sin aliento y con las rodillas como si fueran gelatina.
La gota que colmo el vaso
Esta era la gota que colmaba el vaso, había tenido que ver como su supuesto amigo besaba a la mujer de su vida destrozándole el corazón de paso, para que ahora ella le viniera a contar lo maravilloso y generoso que era Severiano, hasta aquí había llegado su paciencia
-Alfonso, Severiano es tan dulce, tan gene..
-¡BASTA YA!
-Alfonso, pero que es lo que te pasa
-¿Qué, que es lo que me pasa? ¡Que estoy harto, harto de escuchar como pones por las nubes a Severiano, cuando se perfectamente que lo único que quiere ese Casanova de tres al cuarto es aprovecharse de ti!
-Alfonso, creo que soy mayorcita para defenderme solita
-Emilia, lo que creo es que eres tonta y que a este paso el meapilas de Severiano va a conseguir lo que se propone.
Emilia le pega un bofetón
-Alfonso, lo siento yo…- antes de que pueda continuar Alfonso acorta la poca distancia que les separa, acallándola con un profundo y apasionado beso, que deja a Emilia sin aliento y con las rodillas como si fueran gelatina.
#423
07/09/2011 22:06
laury eso nos gustaria a nosotras XD pero creo que va a ser que no...eso si..no te cortess...escribe un pokillo mas, que por lo menos a mi...me encantan los tochones jejejejeje ánimo y a por el siguiente fic wapa!!!
#424
07/09/2011 22:10
Madre mía que de fics y que calidad!!!! Preciosos cada uno a su estilo!!
A aricia darla la bienvenida y espero que nos deleites con muchos más escritos como éste! Lo continuaras, no??
Mari, que puedo decir.... que eres una poetisa, que aún estoy con la boca abierta y que espero como agua de mayo leer la segunda parte mañana!
Pepa, has leido los pensamientos de los Castañeda a la perfección, me encanta leerte!
Laury, corta pero concisa y así es como debería de suceder en la serie!!! Sigue escribiendo!!!
Un besazo de mi parte a todo el ramillete de escritoras!!!
A aricia darla la bienvenida y espero que nos deleites con muchos más escritos como éste! Lo continuaras, no??
Mari, que puedo decir.... que eres una poetisa, que aún estoy con la boca abierta y que espero como agua de mayo leer la segunda parte mañana!
Pepa, has leido los pensamientos de los Castañeda a la perfección, me encanta leerte!
Laury, corta pero concisa y así es como debería de suceder en la serie!!! Sigue escribiendo!!!
Un besazo de mi parte a todo el ramillete de escritoras!!!
#425
07/09/2011 22:32
Riona, pues tú tampoco te quedas corta, que cuando dices de escribir, a mí por lo menos se me pone la carne de gallina!
En serio, este hilo es la caña!
En serio, este hilo es la caña!
#426
07/09/2011 22:55
!Bravo! Esto es lo que necesitamos...a ver si llegamos a la próxima semana con ago de ánimo jajajaja
MUCHAS GRACIAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAS A TODAS.
MUCHAS GRACIAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAS A TODAS.
#427
07/09/2011 23:20
Lo prometido es deuda, continúo con mi relato REACCIÓN dedicado a las mozas del Rincón de Alfonso y Emilia (lo de la trenza iba por vosotras jejeje)
~~REACCIÓN – PARTE 2~~
La primavera con sus repentinos cambios de tiempo había dejado Puente Viejo y el verano había entrado en todo su esplendor. La plaza del pueblo se llenaba por las tardes de gente huyendo del calor de sus casas.
Frente a la posada de los Ulloa, Pepa estaba sentada en una de las sillas con el pequeño Martín sobre su regazo y una seria y pensativa Emilia Ulloa, tal y como lo había estado las últimas semanas.
Al principio, Pepa había achacado el estado de ánimo de su amiga a la marcha con más pena que gloria de Severiano de Puente Viejo hacía un mes. Bien le había advertido Pepa a Emilia que se anduviera con ojo con el tal “guapo”, porque todos los hombres estaban cortados casi por el mismo patrón y su amiga le había dicho que éste era diferente. Pero cuando Severiano se fue tan repentinamente como llegó, Emilia parecía más aliviada que apenada.
Tampoco el humor de Emilia podía deberse por los tejemanejes de su alrededor. Martín había aparecido y Carlos Castro había desaparecido por fin de las vidas de los habitantes de Puente Viejo. Su hermano Sebastián seguía frente a la conservera y parecía haber atado en corto a la Montenegro. Y los problemas entre su hermano y su padre parecían haberse borrado todos de un plumazo.
Emilia lanzó un profundo suspiro y se apartó los mechones rubios que tapaban su rostro.
- ¿Qué barruntas Emilia?—preguntó Pepa mirando a su amiga por encima de la morena cabeza de Martín.
- ¿Yo? No barrunto nada, Pepa—respondió ligeramente sonrosada. –El calor que aprieta y no deja descansar.
- Entonces tal vez deberías de recogerte el cabello para refrescarte el cogote—le recomendó su amiga. –Lo que me recuerda que hace mucho tiempo que no te veo el pelo recogido en una trenza. Ahora te nos has vuelto más presumida.
- No digas tonterías, Pepa.
Emilia apartó rápidamente la mirada de su amiga y la fijó en la puerta del colmado. Pepa se había dado cuenta de su cambio de peinado, pensó Emilia medio avergonzada. Cierto era que había dejado de hacerse la trenza hacia semanas, pero sus razones iban más allá de la pura coquetería. Si Pepa supiera que trenzar su pelo le hacía evocar la última noche en la que había visto a Alfonso. Cada vez que cerraba los ojos podía ver a Alfonso frente a sí, furioso y apasionado, hablándole de sus sentimientos y sujetándola por la trenza para darle el beso que había movido todos sus cimientos.
Después de esa noche todo había sido distinto. Alfonso se había marchado de Puente Viejo. Los besos de Severiano y sus atenciones comenzaron a serle repulsivos, hasta que un día el desapareció dejando tras de sí más de un chanchullo. Pero la marcha de Severiano sólo supuso un alivio para Emilia a la par que un duro golpe ya que había visto cómo se cumplían las advertencias de Alfonso.
- Mira. Por ahí se acerca Ramiro.
Emilia salió de su ensoñación y observó al joven Castañeda caminar con paso impetuoso hasta la posada.
- Buenas noches tengáis. Pepa. Emilia—saludó Ramiro alborotando el pelo del pequeño Martín.
- Buenas noches, Ramiro. ¿Vienes a echar un trago antes de dormir?
- Y a buscar algo de compañía—respondió el joven con una media sonrisa en su apuesto rostro.
- Muy sólo te vemos últimamente desde que no está tu hermano Alfonso en Puente Viejo—bromeó Pepa. –Se echa de menos a tu hermano.
- Mucho—contentó brevemente Ramiro lanzando una rápida mirada hacia Emilia. –Pero bueno, tal vez lo dejemos de echar de menos pronto.
- ¿Y eso?—preguntó Pepa ajena al alboroto interior que estaba experimentando su amiga. -¿Traes nuevas de Alfonso?
- Alguna que otra.
Ramiro volvió a clavar su mirada en Emilia, la cual estaba sufriendo por intentar ocultar la marea de sentimientos que la embargaban. ¡Alfonso iba a volver!
Incómoda por el silencioso escrutinio al que le estaba sometiendo Ramiro, Emilia se levantó de la silla y se afanó por mantenerse ocupada.
- Voy a traerte ese vino, Ramiro, que debes de estar sediento—y se apresuró a desaparecer por la puerta de la posada.
Dentro intentó recomponerse lo mejor que pudo. ¡Alfonso iba a volver! Volvería a ver su rostro, escucharía nuevamente su voz. Y tal vez, si Alfonso llegaba a perdonarla, tal vez volvería a sentir sus manos y sus labios en su rostro.
Pero primero debía de saber cuando pensaba regresar. Y después pensaría en cómo disculparse con él.
Regresó a la calle llevando consigo el vaso de vino prometido. Ramiro y Pepa seguían conversando sobre la vuelta de su hermano. La pregunta de Pepa llegó hasta sus oídos.
- ¿Y quién es Adela?
- Su novia.
El ruido de un vaso rompiéndose en mil pedazos contra el suelo asustó a Ramiro y Pepa que volvieron su vista hacia la puerta de la posada para hallar a una Emilia desmayada en el suelo.
Ramiro corrió al lado de Emilia. De la posada salió un Raimundo preocupado y un Sebastián que ayudó a levantar a su hermana del suelo.
- Emilia, hija, despierta—la zarandeó suavemente Raimundo.
- Llevadla a su habitación—ordenó Pepa dejando a Martín al cuidado de Raimundo.
En la habitación de Emilia, a solas con la muchacha, Pepa se afanó por hacerla reaccionar. Refrescó el rostro acalorado de Emilia con un trapo húmedo e intentó despertarla haciéndola oler las sales. La muchacha reaccionó en cuánto las sales fueron arrimadas a su nariz.
- ¿Qué me ha pasado, Pepa?—preguntó cuando consiguió ubicarse.
- Buen susto nos acabas de dar, Emilia. Te desmayaste. Y ya va siendo la segunda vez desde que estoy en Puente Viejo.
- Habrá sido el calor, Pepa—intentó quitar importancia Emilia. Pero la joven sabía perfectamente por qué se había desmayado. Cerró los ojos al recordar las palabras de Ramiro. “Su novia”. Alfonso volvía a Puente Viejo con su novia.
- ¿Te encuentras bien?—preguntó Pepa preocupada al ver el rostro compungido de su amiga. Emilia asintió con su cabeza mientras cerraba los ojos, ya que no se sentía capaz de hablar sin echarse a llorar. Pero aún con los ojos cerrados, sintió como se humedecían por las lágrimas.
- Emilia, ¿qué ocurre?
Las lágrimas de Emilia se convirtieron en sollozos. Pepa, preocupada, se sentó al lado de la muchacha y la abrazó mientras seguía llorando desconsolada.
- Lo he perdido, Pepa, lo he perdido—siguió sollozando Emilia.
- ¿A quién has perdido, Emilia? Dime—la instó la partera.
- A Alfonso—lloró Emilia derrumbándose en los brazos de su amiga.
Pepa, sorprendida por la declaración de Emilia, continuó consolando a su amiga mientras ésta se explicaba entre hipos.
- Lo quiero, Pepa… Y lo perdí para siempre... Por mi cabezonería…, por mi ceguera... Porque no supe entender que él me amaba… y que yo lo amo.
- Emilia, cálmate—intentó tranquilizarla su amiga, pero ella seguía llorando y balbuceando palabras sin prestar atención a las palabras de Pepa. Al final, Pepa incapaz de hacer más que consolarla, dejó que Emilia llorara hasta quedarse dormida.
**continuará**
~~REACCIÓN – PARTE 2~~
La primavera con sus repentinos cambios de tiempo había dejado Puente Viejo y el verano había entrado en todo su esplendor. La plaza del pueblo se llenaba por las tardes de gente huyendo del calor de sus casas.
Frente a la posada de los Ulloa, Pepa estaba sentada en una de las sillas con el pequeño Martín sobre su regazo y una seria y pensativa Emilia Ulloa, tal y como lo había estado las últimas semanas.
Al principio, Pepa había achacado el estado de ánimo de su amiga a la marcha con más pena que gloria de Severiano de Puente Viejo hacía un mes. Bien le había advertido Pepa a Emilia que se anduviera con ojo con el tal “guapo”, porque todos los hombres estaban cortados casi por el mismo patrón y su amiga le había dicho que éste era diferente. Pero cuando Severiano se fue tan repentinamente como llegó, Emilia parecía más aliviada que apenada.
Tampoco el humor de Emilia podía deberse por los tejemanejes de su alrededor. Martín había aparecido y Carlos Castro había desaparecido por fin de las vidas de los habitantes de Puente Viejo. Su hermano Sebastián seguía frente a la conservera y parecía haber atado en corto a la Montenegro. Y los problemas entre su hermano y su padre parecían haberse borrado todos de un plumazo.
Emilia lanzó un profundo suspiro y se apartó los mechones rubios que tapaban su rostro.
- ¿Qué barruntas Emilia?—preguntó Pepa mirando a su amiga por encima de la morena cabeza de Martín.
- ¿Yo? No barrunto nada, Pepa—respondió ligeramente sonrosada. –El calor que aprieta y no deja descansar.
- Entonces tal vez deberías de recogerte el cabello para refrescarte el cogote—le recomendó su amiga. –Lo que me recuerda que hace mucho tiempo que no te veo el pelo recogido en una trenza. Ahora te nos has vuelto más presumida.
- No digas tonterías, Pepa.
Emilia apartó rápidamente la mirada de su amiga y la fijó en la puerta del colmado. Pepa se había dado cuenta de su cambio de peinado, pensó Emilia medio avergonzada. Cierto era que había dejado de hacerse la trenza hacia semanas, pero sus razones iban más allá de la pura coquetería. Si Pepa supiera que trenzar su pelo le hacía evocar la última noche en la que había visto a Alfonso. Cada vez que cerraba los ojos podía ver a Alfonso frente a sí, furioso y apasionado, hablándole de sus sentimientos y sujetándola por la trenza para darle el beso que había movido todos sus cimientos.
Después de esa noche todo había sido distinto. Alfonso se había marchado de Puente Viejo. Los besos de Severiano y sus atenciones comenzaron a serle repulsivos, hasta que un día el desapareció dejando tras de sí más de un chanchullo. Pero la marcha de Severiano sólo supuso un alivio para Emilia a la par que un duro golpe ya que había visto cómo se cumplían las advertencias de Alfonso.
- Mira. Por ahí se acerca Ramiro.
Emilia salió de su ensoñación y observó al joven Castañeda caminar con paso impetuoso hasta la posada.
- Buenas noches tengáis. Pepa. Emilia—saludó Ramiro alborotando el pelo del pequeño Martín.
- Buenas noches, Ramiro. ¿Vienes a echar un trago antes de dormir?
- Y a buscar algo de compañía—respondió el joven con una media sonrisa en su apuesto rostro.
- Muy sólo te vemos últimamente desde que no está tu hermano Alfonso en Puente Viejo—bromeó Pepa. –Se echa de menos a tu hermano.
- Mucho—contentó brevemente Ramiro lanzando una rápida mirada hacia Emilia. –Pero bueno, tal vez lo dejemos de echar de menos pronto.
- ¿Y eso?—preguntó Pepa ajena al alboroto interior que estaba experimentando su amiga. -¿Traes nuevas de Alfonso?
- Alguna que otra.
Ramiro volvió a clavar su mirada en Emilia, la cual estaba sufriendo por intentar ocultar la marea de sentimientos que la embargaban. ¡Alfonso iba a volver!
Incómoda por el silencioso escrutinio al que le estaba sometiendo Ramiro, Emilia se levantó de la silla y se afanó por mantenerse ocupada.
- Voy a traerte ese vino, Ramiro, que debes de estar sediento—y se apresuró a desaparecer por la puerta de la posada.
Dentro intentó recomponerse lo mejor que pudo. ¡Alfonso iba a volver! Volvería a ver su rostro, escucharía nuevamente su voz. Y tal vez, si Alfonso llegaba a perdonarla, tal vez volvería a sentir sus manos y sus labios en su rostro.
Pero primero debía de saber cuando pensaba regresar. Y después pensaría en cómo disculparse con él.
Regresó a la calle llevando consigo el vaso de vino prometido. Ramiro y Pepa seguían conversando sobre la vuelta de su hermano. La pregunta de Pepa llegó hasta sus oídos.
- ¿Y quién es Adela?
- Su novia.
El ruido de un vaso rompiéndose en mil pedazos contra el suelo asustó a Ramiro y Pepa que volvieron su vista hacia la puerta de la posada para hallar a una Emilia desmayada en el suelo.
Ramiro corrió al lado de Emilia. De la posada salió un Raimundo preocupado y un Sebastián que ayudó a levantar a su hermana del suelo.
- Emilia, hija, despierta—la zarandeó suavemente Raimundo.
- Llevadla a su habitación—ordenó Pepa dejando a Martín al cuidado de Raimundo.
En la habitación de Emilia, a solas con la muchacha, Pepa se afanó por hacerla reaccionar. Refrescó el rostro acalorado de Emilia con un trapo húmedo e intentó despertarla haciéndola oler las sales. La muchacha reaccionó en cuánto las sales fueron arrimadas a su nariz.
- ¿Qué me ha pasado, Pepa?—preguntó cuando consiguió ubicarse.
- Buen susto nos acabas de dar, Emilia. Te desmayaste. Y ya va siendo la segunda vez desde que estoy en Puente Viejo.
- Habrá sido el calor, Pepa—intentó quitar importancia Emilia. Pero la joven sabía perfectamente por qué se había desmayado. Cerró los ojos al recordar las palabras de Ramiro. “Su novia”. Alfonso volvía a Puente Viejo con su novia.
- ¿Te encuentras bien?—preguntó Pepa preocupada al ver el rostro compungido de su amiga. Emilia asintió con su cabeza mientras cerraba los ojos, ya que no se sentía capaz de hablar sin echarse a llorar. Pero aún con los ojos cerrados, sintió como se humedecían por las lágrimas.
- Emilia, ¿qué ocurre?
Las lágrimas de Emilia se convirtieron en sollozos. Pepa, preocupada, se sentó al lado de la muchacha y la abrazó mientras seguía llorando desconsolada.
- Lo he perdido, Pepa, lo he perdido—siguió sollozando Emilia.
- ¿A quién has perdido, Emilia? Dime—la instó la partera.
- A Alfonso—lloró Emilia derrumbándose en los brazos de su amiga.
Pepa, sorprendida por la declaración de Emilia, continuó consolando a su amiga mientras ésta se explicaba entre hipos.
- Lo quiero, Pepa… Y lo perdí para siempre... Por mi cabezonería…, por mi ceguera... Porque no supe entender que él me amaba… y que yo lo amo.
- Emilia, cálmate—intentó tranquilizarla su amiga, pero ella seguía llorando y balbuceando palabras sin prestar atención a las palabras de Pepa. Al final, Pepa incapaz de hacer más que consolarla, dejó que Emilia llorara hasta quedarse dormida.
**continuará**
#428
07/09/2011 23:27
que bonito..pero que mala por dejarnos asi XD...jajajajja sigue y no pares otro día...
felicitaciones!!!!!!
felicitaciones!!!!!!
#429
08/09/2011 01:33
Hola Mari!!!Aquí te dejo el link de mi fic. Como es la segunda parte del otro, pues se títula:
"Hace frío-2ªparte"
Lógico....jajaja
Un besazo guapa!
https://www.formulatv.com/series/el-secreto-de-puente-viejo/foros/877/382/el-rincon-de-alfonso-y-emilia-post-para-hablar-de-esta-pareja/
"Hace frío-2ªparte"
Lógico....jajaja
Un besazo guapa!
https://www.formulatv.com/series/el-secreto-de-puente-viejo/foros/877/382/el-rincon-de-alfonso-y-emilia-post-para-hablar-de-esta-pareja/
#430
08/09/2011 02:54
COBARDE HASTA EL FINAL
Esa mañana fue incapaz de ir a trabajar. No era la primera vez que le pedía a Ramiro que se inventara alguna milonga para excusarse con Mauricio pero, en esa ocasión, su hermano no se hizo el remolón a la hora de aceptar, aunque aquello supusiera el tener que arrimar el hombro por los dos. Ramiro lo había visto de capa caída muchas veces en ese último tiempo, pero nunca tan destruido como aquella mañana.
-Con decirle que estás enfermo, bastará -le dijo antes de partir al tajo.
Y es que en verdad estaba enfermo, del alma que se le ennegrecía poco a poco, apagándose con cada segundo, y enfermo del corazón que apenas tenía alientos para cumplir con su cometido más básico que era el de latir. Parecía que se iba a apagar de un momento a otro y a Alfonso le parecía bien si con eso dejaba de sentir aquella amargura que le licuaba las entrañas.
Deseaba que el tiempo pasara rápido, todos decían que el tiempo lo cura todo y eso quería él, que en un abrir y cerrar de ojos hubieran pasado veinte años y su herida hubiera sanado. Aunque, bien pensado, veinte años no iban a bastar. Esa pena sangraría mientras viviera y ese dolor lo acompañaría hasta los restos, hasta que la vida se apagara de sus ojos y la parca viniera a por él y lo liberara de ese yugo que lo asfixiaba. Ahora entendía a Juan en tantas cosas... la muerte no era una cobardía, era una liberación.
Se sirvió otro vino y brindó por su buena fortuna. A fin de cuentas, hubiera sido una tortura verla día tras día sin poder tocarla siquiera. Mejor si Emilia se marchaba, ojos que no ven corazón que no siente... aquel era día de refranes inútiles... aunque había un dicho que tal vez podía guiar su rumbo; del amor al odio, sólo hay un paso...
Sí, eso era, debía odiarla. Y había tanto para odiarla... Por no haberlo visto aún teniéndolo enfrente. Por no haber sabido leer en sus ojos cuando sus palabras eran vanas. Por verlo sufrir y no hacer nada para remediarlo. Por haberle regalado a otro su primer beso y su primer te quiero... Había tanto por lo que odiar a Emilia Ulloa... Por tener el atrevimiento de marcharse, dejando allí su corazón hecho añicos sin pararse a recoger ni uno solo de los pedazos...
Alguien llamó a la puerta...
Dio otro trago al vino. El que fuera que estuviera llamando que volviera más tarde, cuando su alma hubiera terminado de volverse negra como la pez.
Llamaron de nuevo con mayor insistencia...
Alfonso dejó caer el vaso en la mesa con fastidio y fue a abrir, dispuesto a echar con cajas destempladas al que osaba interrumpir su duelo.
Era Emilia la que se presentaba frente a él y sus manos aferradas a la puerta comenzaron a temblar. Se recordó que debía odiarla, así que hinchó su pecho antes de preguntarle qué quería.
-Vengo a despedirme -respondió ella con naturalidad. Y él se maldijo por permitir que su simple voz borrara de un plumazo sus propósitos. Tranquilo Alfonso, se dijo, cuando se marche no la escucharás más y podrás odiarla, como debía estar ya haciendo. Estaba a un simple paso de convertirse en un alma en pena y ella aún no era capaz de ver su pesar. Otro motivo más para odiarla... Memeces, en realidad era imposible amarla más.
-Adiós, pues -le dijo, tratando de no poner pasión alguna en su voz.
-¿Eso es lo único que vas a decirme?
Alfonso resopló. ¿Cuánto más debía durar aquella prueba? Al parecer mucho pues Emilia lo hizo a un lado y pasó. Él cerró y quedó con la espalda apoyada en la puerta, mirándola.
-¿Qué quieres que te diga? -le preguntó. Él, complaciente hasta el final.
-Alfonso, puede que nunca más volvamos a vernos...
-Ya lo sé -le confirmó él, sintiendo como el corazón se le encogía en el pecho hasta casi desaparecer.
-¿Y no se te ocurre decirme otra cosa más que adiós?
Alfonso removió en la negrura de su alma hasta muy al fondo, en lo más oculto de su ser.
-Que seas muy feliz -murmuró con la cabeza gacha.
Emilia lo observó durante un momento, estudiándolo, tras lo que se acercó lentamente hacia él.
-Entonces, no me queda más que devolverte esto -le dijo, alargándole un pequeño hatillo del que Alfonso ni se había percatado.
#431
08/09/2011 02:54
En cuanto lo tuvo en sus manos, penetró en su cuerpo un aire frío, como el que acompaña a un mal presagio. No le hacía falta abrirlo para saber lo que había dentro, aunque igual miró su interior. Unos zarcillos, un libro, un bote de perfume y una caja de madera medio rota descansaban en el fondo como únicos testigos de una historia que debía haber quedado en el olvido. Tenía la esperanza de que así hubiera sido pero, aquello venía a contarle que, no sólo Emilia sabía quién había sido su admirador secreto sino que, para su desgracia, estaba rechazando los presentes al conocer su identidad.
-¿Cómo lo averiguaste? -quiso saber al menos.
-No lo hice -negó ella con cierta ironía. -¿Recuerdas aquel día en el que, frente a ti, maldije a mi supuesto admirador?
Cómo habría de olvidarlo...
-Mi padre tuvo a bien apiadarse de mi llanto y me contó la verdad -continuó con la mirada brillante de pena. -Tu verdad -puntualizó con dureza. -Y me ilusioné, sí -le reconoció, -porque muchas veces había deseado que fueras tú.
-¿Qué? -preguntó Alfonso al verse inmerso en una certeza que le era completamente ajena. ¿Ella, ilusionada con él?
-Tú eres luz, Emilia, me dijiste un día -le recordó. -¿Crees que soy de piedra para no conmoverme con algo así? El corazón de una mujer late en mi pecho, Alfonso y, con lo que mi padre me había contado en una mano y tus zarcillos en la otra, latió como nunca lo había hecho -le confesó.
Alfonso vio una pequeña luz en las palabras de Emilia... ¿sería posible que...?
-Aunque se apagó al instante -prosiguió Emilia apagando también la esperanza de él. -Me dí cuenta de que, aquel al que maldecía, no era un extraño, eras tú, y vino a mi mente todo lo que te grite cuando lancé a tus pies esa caja de madera. Maldije a ese bufón que estaba jugando conmigo cuando, en realidad, te estaba maldiciendo a ti, frente a tus narices, y volví a hacerlo en la soledad de mi cuarto porque no habías sido capaz de darme un poco de luz cuando en mis días no había más que nubes negras. Podrías haberme brindado algo más que el cariño de un amigo, el de un hombre, pero me lo estabas negando y todo porque eras un cobarde -apretó la mandíbula evocando la desilusión vivida.
-Emilia, lo intenté -se excusó él, -pero me dijiste que era como tu hermano y...
-Sí, lo dije -admitió con rabia, -porque en ese instante estaba tan furiosa que era capaz hasta de decirte que me iba a casar con Hipólito. Me sentía engañada, estafada por ti y, aunque hubiera querido arrojarme a tus brazos, mi orgullo me lo impedía, obligándome a dedicarte sonrisas fraternales y palmaditas en la espalda. Y, aunque quería desquitarme haciéndome la que no sabía, lo que más deseaba era que me dijeras la verdad.
-¿Cómo iba a hacerlo? -se justificó. -Creí en tus palabras, Emilia y en que nunca me verías como un hombre enamorado de ti.
-¿Me creíste cuando te dije que eras el hombre más maravilloso de Puente Viejo? -lo acusó. -¿Esas también son palabras banales, que se le dicen a cualquiera?
Emilia apretó los labios, tratando de contener el llanto que asomaba a sus ojos.
-Te pedí una y mil veces que me dijeras quién era ésa que te quitaba el sueño y te juro que llegué a creer que la afortunada no era yo en vista de tu silencio.
-Emilia...
-¡Bastaban dos palabras, Alfonso! -exclamó sin poder reprimir ya las lágrimas. -Bastaba decir “Eres tú”, incluso eso sobraba. Bastaba que callaras mi boca con tus labios y me hubieras tenido toda la vida prendida de ellos.
-Pronto te prendiste de los de Severiano -le reprochó él entonces.
Emilia rió entre lágrimas.
-Tienes muy poca memoria, Alfonso -negó ella con la cabeza. -Desapareciste, varios días estuviste sin asomar las narices por mi casa y bien sabías que te necesité. Tu hermano siempre ha sido un buen recadero.
-Y cuando lo hice fue para decirme que te estabas prendando de él -le recordó lleno de furia. -¿Qué me quedaba a mí por decir?
-Que Hipólito se decepcionaría mucho con esa relación -escupió las palabras como si fueran veneno.
-Ahora me dirás que yo te arrojé a los brazos de Severiano -se mofó.
-No, me arrojé yo solita -barrió los surcos de sus mejillas con la mano llena de rabia. -Porque él me ofrecía lo que tú nunca quisiste darme. De hecho, me convencí de que, en realidad, nunca habías tenido intención de hacerlo y que tus obsequios no fueron más que detalles para alegrarme aquellos días. Nunca me habías querido y nunca lo harías.
-¡Pues si es así, coge lo que él te ofrece y márchate de una vez! -le señaló la puerta tras de él.
-¿Es eso lo que realmente quieres? -le gritó.
-¿Qué mas da lo que yo quiera? -alzó él también la voz.
-¿Cobarde hasta el final, Alfonso?-apretó los puños con desesperación.
Alfonso dejó caer el hatillo al suelo y la tomó por los brazos con fuerza, enfurecido.
-No es cobardía, es impotencia -dijo entre dientes. -De no saber que hacer con todo este amor que siento por ti y que ni siquiera te toca, queriendo que mi corazón se seque para no seguir amándote más. Pero es un traidor que sigue latiendo por ti a pesar de saberte de otro, obligándome a sufrir la tortura de no poder arrancarte de sus brazos y borrar con mis labios el recuerdo de sus besos. Y aunque es un amor condenado que jamás te hará mía, vive enquistado en mi alma y enfermando mi cordura. ¿Y deseas que te diga lo que quiero? -apretó más los brazos de Emilia, aunque ella no se quejó. -Quiero que me ames con locura, como yo te amo a ti y que me pidas que te bese porque necesitas de mi aliento para seguir respirando.
-Bésame, Alfonso -le susurró ella entonces, mirándola él perplejo. -Bésame porque en verdad muero si no lo haces.
En menos de un suspiro, los labios de Alfonso se estrellaron contra los de Emilia, en un beso fiero, lleno de necesidad y reproches, devorándose la piel y el alma. Alfonso la estrechó con fuerza contra él, adueñándose de su cuerpo y de su corazón y Emilia se abandonó a su abrazo, entregándose por entero, obediente a sus deseos.
-No dejaré que te apartes de mí -respiró él en su boca.
-Soy yo la que nunca querrá irse.
Y volvió a perderse en los confines de su aliento, el que realmente le daba la vida.
-¿Cómo lo averiguaste? -quiso saber al menos.
-No lo hice -negó ella con cierta ironía. -¿Recuerdas aquel día en el que, frente a ti, maldije a mi supuesto admirador?
Cómo habría de olvidarlo...
-Mi padre tuvo a bien apiadarse de mi llanto y me contó la verdad -continuó con la mirada brillante de pena. -Tu verdad -puntualizó con dureza. -Y me ilusioné, sí -le reconoció, -porque muchas veces había deseado que fueras tú.
-¿Qué? -preguntó Alfonso al verse inmerso en una certeza que le era completamente ajena. ¿Ella, ilusionada con él?
-Tú eres luz, Emilia, me dijiste un día -le recordó. -¿Crees que soy de piedra para no conmoverme con algo así? El corazón de una mujer late en mi pecho, Alfonso y, con lo que mi padre me había contado en una mano y tus zarcillos en la otra, latió como nunca lo había hecho -le confesó.
Alfonso vio una pequeña luz en las palabras de Emilia... ¿sería posible que...?
-Aunque se apagó al instante -prosiguió Emilia apagando también la esperanza de él. -Me dí cuenta de que, aquel al que maldecía, no era un extraño, eras tú, y vino a mi mente todo lo que te grite cuando lancé a tus pies esa caja de madera. Maldije a ese bufón que estaba jugando conmigo cuando, en realidad, te estaba maldiciendo a ti, frente a tus narices, y volví a hacerlo en la soledad de mi cuarto porque no habías sido capaz de darme un poco de luz cuando en mis días no había más que nubes negras. Podrías haberme brindado algo más que el cariño de un amigo, el de un hombre, pero me lo estabas negando y todo porque eras un cobarde -apretó la mandíbula evocando la desilusión vivida.
-Emilia, lo intenté -se excusó él, -pero me dijiste que era como tu hermano y...
-Sí, lo dije -admitió con rabia, -porque en ese instante estaba tan furiosa que era capaz hasta de decirte que me iba a casar con Hipólito. Me sentía engañada, estafada por ti y, aunque hubiera querido arrojarme a tus brazos, mi orgullo me lo impedía, obligándome a dedicarte sonrisas fraternales y palmaditas en la espalda. Y, aunque quería desquitarme haciéndome la que no sabía, lo que más deseaba era que me dijeras la verdad.
-¿Cómo iba a hacerlo? -se justificó. -Creí en tus palabras, Emilia y en que nunca me verías como un hombre enamorado de ti.
-¿Me creíste cuando te dije que eras el hombre más maravilloso de Puente Viejo? -lo acusó. -¿Esas también son palabras banales, que se le dicen a cualquiera?
Emilia apretó los labios, tratando de contener el llanto que asomaba a sus ojos.
-Te pedí una y mil veces que me dijeras quién era ésa que te quitaba el sueño y te juro que llegué a creer que la afortunada no era yo en vista de tu silencio.
-Emilia...
-¡Bastaban dos palabras, Alfonso! -exclamó sin poder reprimir ya las lágrimas. -Bastaba decir “Eres tú”, incluso eso sobraba. Bastaba que callaras mi boca con tus labios y me hubieras tenido toda la vida prendida de ellos.
-Pronto te prendiste de los de Severiano -le reprochó él entonces.
Emilia rió entre lágrimas.
-Tienes muy poca memoria, Alfonso -negó ella con la cabeza. -Desapareciste, varios días estuviste sin asomar las narices por mi casa y bien sabías que te necesité. Tu hermano siempre ha sido un buen recadero.
-Y cuando lo hice fue para decirme que te estabas prendando de él -le recordó lleno de furia. -¿Qué me quedaba a mí por decir?
-Que Hipólito se decepcionaría mucho con esa relación -escupió las palabras como si fueran veneno.
-Ahora me dirás que yo te arrojé a los brazos de Severiano -se mofó.
-No, me arrojé yo solita -barrió los surcos de sus mejillas con la mano llena de rabia. -Porque él me ofrecía lo que tú nunca quisiste darme. De hecho, me convencí de que, en realidad, nunca habías tenido intención de hacerlo y que tus obsequios no fueron más que detalles para alegrarme aquellos días. Nunca me habías querido y nunca lo harías.
-¡Pues si es así, coge lo que él te ofrece y márchate de una vez! -le señaló la puerta tras de él.
-¿Es eso lo que realmente quieres? -le gritó.
-¿Qué mas da lo que yo quiera? -alzó él también la voz.
-¿Cobarde hasta el final, Alfonso?-apretó los puños con desesperación.
Alfonso dejó caer el hatillo al suelo y la tomó por los brazos con fuerza, enfurecido.
-No es cobardía, es impotencia -dijo entre dientes. -De no saber que hacer con todo este amor que siento por ti y que ni siquiera te toca, queriendo que mi corazón se seque para no seguir amándote más. Pero es un traidor que sigue latiendo por ti a pesar de saberte de otro, obligándome a sufrir la tortura de no poder arrancarte de sus brazos y borrar con mis labios el recuerdo de sus besos. Y aunque es un amor condenado que jamás te hará mía, vive enquistado en mi alma y enfermando mi cordura. ¿Y deseas que te diga lo que quiero? -apretó más los brazos de Emilia, aunque ella no se quejó. -Quiero que me ames con locura, como yo te amo a ti y que me pidas que te bese porque necesitas de mi aliento para seguir respirando.
-Bésame, Alfonso -le susurró ella entonces, mirándola él perplejo. -Bésame porque en verdad muero si no lo haces.
En menos de un suspiro, los labios de Alfonso se estrellaron contra los de Emilia, en un beso fiero, lleno de necesidad y reproches, devorándose la piel y el alma. Alfonso la estrechó con fuerza contra él, adueñándose de su cuerpo y de su corazón y Emilia se abandonó a su abrazo, entregándose por entero, obediente a sus deseos.
-No dejaré que te apartes de mí -respiró él en su boca.
-Soy yo la que nunca querrá irse.
Y volvió a perderse en los confines de su aliento, el que realmente le daba la vida.
#432
08/09/2011 02:55
Vengo a dejaros algo que acabo de "parir". Es una semana complicada y mi cabeza no anda para muchos trotes. Sobra decir que sigo inmersa en los pensamientos de Alfonso Castañeda. Ésto es lo que me ha salido. Va con dedicatoria muy especialmente a Yari (Eiza) y Carmen (Alfemi). Mis compañeras nocturnas que por mucho sueño u obligaciones que tengan, siempre me prestan cuatro oídos con los que poder desahogarme. Gracias!!
---------------------------
SI TE VAS
Vengo de tanto perder
Que tuve miedo a tener
Algo por lo que abrir
Mi alma y ponerla a tus pies
Sé que no te merezco. No soy más que un pobre jornalero que se parte el espinazo día tras día por una miseria que ni se puede llamar salario. Tengo miedo hasta de mirarte por si un día descubres en mis ojos lo que tanto tiempo llevo guardando.
Siento del viento celos,
Por acariciar tu cara cada mañana
Y quiero pegarme con él
En cambio tú… Eres todo perfección. Eres bonita. Eres culta. Curiosa. Inteligente. Lo tienes todo. ¿Cómo ibas tú a fijarte en alguien tan insignificante como yo? Eres la razón por la que sigo respirando.
Y a pesar de todo
Que difícil es
Que no me duela estar sin ti
Yo seré tu aire
Tú serás la piel que cubra mi soledad
¡Quiero estar junto a ti!
Y a pesar de todo no puedo hacerme a la idea de que nunca serás mía. Has elegido tu camino: él. Y yo tengo que soportar veros juntos cada día como si no me importase. Como si no me estuviera muriendo por dentro con cada gesto que le dedicas. Como si no anhelara con todo mi ser que esas atenciones fueran solo para mí.
Quiero dejar de morir en vida,
Tu me haces vivir
Todo por lo que soñé
Y nunca pude tener
Quiero dejar de sentir esta pena que me consume. Pero a la vez quiero que seas feliz. Quiero dar la vida por tí. Cuántas veces habré soñado que esas carantoñas eran para mí.
Quiero dormir en tus ojos
Y al despertar
Beber de tu boca
Todavía de ti tengo sed
No sé si me duele más el hecho de que no seas mía o que ahora le pertenezcas a él. Se me desgarra el alma cada vez que pienso que tus besos ahora tienen dueño.
Y a pesar de todo
Que difícil es
Que no me duela estar sin ti
Yo seré tu aire
Tú serás la piel que cubra mi soledad
¡Quiero estar junto a ti!
Intento apartarte de mis pensamientos. Sacarte a la fuerza de mi cabeza. Pero tu imagen me acompaña día y noche. Y a pesar de todo yo solo quiero amarte, cuidarte y protegerte por el resto de mis días.
Si te vas
Mi amor, si tu te vas
Me volveré a encerrar en vida
Y no saldré
¿Donde estas?
Mi vida ¿dónde estás?
Pues necesito tu amor para vivir
Y el vídeo:
---------------------------
SI TE VAS
Vengo de tanto perder
Que tuve miedo a tener
Algo por lo que abrir
Mi alma y ponerla a tus pies
Sé que no te merezco. No soy más que un pobre jornalero que se parte el espinazo día tras día por una miseria que ni se puede llamar salario. Tengo miedo hasta de mirarte por si un día descubres en mis ojos lo que tanto tiempo llevo guardando.
Siento del viento celos,
Por acariciar tu cara cada mañana
Y quiero pegarme con él
En cambio tú… Eres todo perfección. Eres bonita. Eres culta. Curiosa. Inteligente. Lo tienes todo. ¿Cómo ibas tú a fijarte en alguien tan insignificante como yo? Eres la razón por la que sigo respirando.
Y a pesar de todo
Que difícil es
Que no me duela estar sin ti
Yo seré tu aire
Tú serás la piel que cubra mi soledad
¡Quiero estar junto a ti!
Y a pesar de todo no puedo hacerme a la idea de que nunca serás mía. Has elegido tu camino: él. Y yo tengo que soportar veros juntos cada día como si no me importase. Como si no me estuviera muriendo por dentro con cada gesto que le dedicas. Como si no anhelara con todo mi ser que esas atenciones fueran solo para mí.
Quiero dejar de morir en vida,
Tu me haces vivir
Todo por lo que soñé
Y nunca pude tener
Quiero dejar de sentir esta pena que me consume. Pero a la vez quiero que seas feliz. Quiero dar la vida por tí. Cuántas veces habré soñado que esas carantoñas eran para mí.
Quiero dormir en tus ojos
Y al despertar
Beber de tu boca
Todavía de ti tengo sed
No sé si me duele más el hecho de que no seas mía o que ahora le pertenezcas a él. Se me desgarra el alma cada vez que pienso que tus besos ahora tienen dueño.
Y a pesar de todo
Que difícil es
Que no me duela estar sin ti
Yo seré tu aire
Tú serás la piel que cubra mi soledad
¡Quiero estar junto a ti!
Intento apartarte de mis pensamientos. Sacarte a la fuerza de mi cabeza. Pero tu imagen me acompaña día y noche. Y a pesar de todo yo solo quiero amarte, cuidarte y protegerte por el resto de mis días.
Si te vas
Mi amor, si tu te vas
Me volveré a encerrar en vida
Y no saldré
¿Donde estas?
Mi vida ¿dónde estás?
Pues necesito tu amor para vivir
Y el vídeo:
#433
08/09/2011 03:07
Zirta los ojos vidriosos, la piel de gallina, el vello de punta, y esa dedicatoria me llega mas de lo que tu te piensas, cuenta con estos dos oidos para escucharte y con estos dos ojos miopes para leerte y juro, juro que algun dia contaras con estos dos brazos para abrazarte, por lo pronto tendras que conformarte con abrazos virtuales!!!
Te adoro ^^ Soy tu fan, no me importa hacer trios trasnochantes por la noche aun teniendo que madrugar, no me importa no me importa, la mejor hora siempre es esta!!!!! Y ya sabeis porque!
PD: juro que leere lo que me falta mañana, lo siento mi otra trasnochi paisana carmencica!!! pero tengo sueño y mañana mandrugo!
Te adoro ^^ Soy tu fan, no me importa hacer trios trasnochantes por la noche aun teniendo que madrugar, no me importa no me importa, la mejor hora siempre es esta!!!!! Y ya sabeis porque!
PD: juro que leere lo que me falta mañana, lo siento mi otra trasnochi paisana carmencica!!! pero tengo sueño y mañana mandrugo!
#434
08/09/2011 03:50
Yo siempre cumplo mis promesas
CARMEN: ya lo he leio y te he dicho lo k te tenia k decir
ARICIA: me gusta muchsisisisiisisisisiismo que lo sepas, sigue, mas aun mas!!!
JUANI, NO PODRE DORMIR PENSANDO EN ESA ESCENA, VALLA REGALITO NOS HAS DEJADO A MERECIDO LA PENA LA ESPERA, SUBLIME!
CARMEN: ya lo he leio y te he dicho lo k te tenia k decir
ARICIA: me gusta muchsisisisiisisisisiismo que lo sepas, sigue, mas aun mas!!!
JUANI, NO PODRE DORMIR PENSANDO EN ESA ESCENA, VALLA REGALITO NOS HAS DEJADO A MERECIDO LA PENA LA ESPERA, SUBLIME!
#435
08/09/2011 09:28
Miri, qué cosa más bonita... Escenas de este tipo pide la serie a gritos. Quizá lo mejor que le podría ocurrir a Soledad ahora sería eso, descubrir que su madre también fue vulnerable un día, y que el dolor la convirtió en quien es. Me ha encantado cómo has conseguido también que el dolor de la madre haga despertar a la hija, y la haya humanizado otra vez. Precioso. :)
Zirta, digo yo... ¡que ya tenemos el corazón bastante roto! :P
Es broma, sabes que me encantan tus songfics, y que un día de estos te pienso robar la idea. Me ha estrujado la patatilla, así recién levantada y tocadilla que ando de anoche. Y creo que eso también se nota en la canción (que me encanta) y en el texto. ¡Menudos ánimos tenemos!
Juani... qué te voy a decir que no te haya dicho ya. Me he pasado todo el relato con el estómago encogido y el vello de punta, casi se me escapan las lágrimas cuando Alfonso explota y la agarra de los brazos y le dice todo lo que tiene que decirle, hasta se me ha partido el alma con Emilia, esperando paciente que él dijera la verdad. Y eso, teniendo en cuenta mi actitud hacia Emilia ahora mismo, tiene mucho mérito. Te adoro mucho, que lo sepas.
Zirta, digo yo... ¡que ya tenemos el corazón bastante roto! :P
Es broma, sabes que me encantan tus songfics, y que un día de estos te pienso robar la idea. Me ha estrujado la patatilla, así recién levantada y tocadilla que ando de anoche. Y creo que eso también se nota en la canción (que me encanta) y en el texto. ¡Menudos ánimos tenemos!
Juani... qué te voy a decir que no te haya dicho ya. Me he pasado todo el relato con el estómago encogido y el vello de punta, casi se me escapan las lágrimas cuando Alfonso explota y la agarra de los brazos y le dice todo lo que tiene que decirle, hasta se me ha partido el alma con Emilia, esperando paciente que él dijera la verdad. Y eso, teniendo en cuenta mi actitud hacia Emilia ahora mismo, tiene mucho mérito. Te adoro mucho, que lo sepas.
#436
08/09/2011 10:36
Los relatos preciosos, de verdad.
Y Zirta: pelos como escarpias.
Da gustazo quitarse los sinsabores leyendo vuestros fics y songvideos y demás
Y Zirta: pelos como escarpias.
Da gustazo quitarse los sinsabores leyendo vuestros fics y songvideos y demás
#437
08/09/2011 12:55
~~REACCIÓN – PARTE 3~~
Cuando Emilia se levantó a la mañana siguiente, Raimundo ya hacía su buena hora que había abierto la taberna y había despachado a la primeros tertulianos. Emilia apareció tras la barra con la cara todavía algo demacrada y adornada por unas terribles ojeras que denotaban su noche de llanto desconsolado.
Raimundo, al ver a su hija aparecer como alma en pena, no pudo ocultar una mueca de preocupación.
- Emilia, hija, ¿crees que es prudente que estés levantada ya? Parece que no has descansado en toda la noche.
- No se preocupe, padre, estoy perfectamente. Pepa me dijo que fue un desmayo debido al calor, pero ya estoy mucho mejor. Nada que me impida seguir con mis quehaceres.
- Tal vez deberías esperar a que Pepa vuelva y te reconozca… O tal vez puedes ir a ver a la doctora Casas, no creo que Pepa se ofenda—sonrió Raimundo recordando los tira y aflojas que habían mantenido hasta el momento la doctora y la partera.
- Deje de preocuparse por mí, padre. Si viese que me encontraba peor, yo misma hablaría con Pepa o con la doctora—y con esas palabras despachó a su padre y se escabulló dentro de la cocina.
Allí, en el santuario de sus fogones, Emilia se obligó a centrarse en sus tareas. Repaso los víveres con los que contaba y preparó la lista de la compra. Entre sus bártulos de cocina, alimentos y delantales, Emilia parecía encontrar un poco de esa paz interior que había perdido desde aquella noche en la que Alfonso Castañeda la besó.
Aquella mañana alargó sus tareas dentro de la cocina, temerosa de salir a la calle y encontrarse con alguno de los Castañeda con noticias de Alfonso… y de su novia. Sólo cuando no podía retrasarlo más, salió a la plaza con la cesta y la lista de la compra. En el puesto de verduras compró las cebollas y pimientos que iba a necesitar para el guiso y después caminó hasta el colmado a terminar sus compras.
Cabizbaja como iba, no se percató de que Dolores estaba ocupada atendiendo a otra persona. La alcaldesa consorte no evitó un aspaviento al ver entrar a Emilia en el colmado.
- Emilia, hija, que mala cara nos traes—le regaló Dolores con su falta de tacto habitual. –Parece como si hubieras visto un fantasma o tú mismo lo fueras-. Dolores se rió con su propia chanza.
- Sólo una mala noche, Dolores. El calor que no ha dejado pegar ojo—mintió Emilia sin levantar a penas la mirada del suelo.
- Sí, la verdad que está haciendo unos días horribles de calor. Ahora misma lo estábamos comentando Mariana y yo.
Emilia levantó el rostro y se encontró con la mirada atenta de Mariana Castañeda y su simpática sonrisa.
- Yo le decía a Mariana que no sabía como Alfonso se había decidido a volver a Puente Viejo desde Galicia en plena ola de calor. Con lo bien que debería de estar allí.
- Tal vez, Dolores—contestó Mariana. –Pero no ha sido una decisión que haya tomado Alfonso.
- ¿Ah, no?—preguntó Dolores con sumo interés deseando que Mariana continuara con el cotilleo.
- Siento interrumpiros—cortó Emilia evitando que Mariana pudiera continuar-, pero tengo muchísima prisa. Hoy voy con mucho retraso y si no aligero, no tendré el guiso preparado para la hora de la comida.
- Bueno, bueno, Emilia Ulloa—respondió con una ligera altanería Dolores. –¿Qué es lo que se te ofrece?
Emilia pidió a Dolores un saquito de legumbres y una docena de huevos y pagó presta, saliendo rauda del colmado y dejando a unas atónitas Dolores y Mariana.
- ¿Qué mosca le habrá picado a esta moza hoy?—preguntó Dolores más para sí que para Mariana. –Ahora, Mariana, continua con lo tuyo—la instó.
De nuevo en la posada, Emilia se encerró en la cocina y sólo salió de la cocina para atender a los parroquianos, ligeramente mortificada por el comportamiento extraño tan impropio en ella que estaba teniendo ese día. Luego, cuando su mente no estaba lo suficientemente ocupada con las tareas, las palabras de Ramiro seguían resonando en su cabeza.
En esos momentos deseaba que Pepa estuviera allí para poder contarle sus penas, pero la partera estaría todo el día fuera y probablemente toda la noche ocupándose de un parto. Sin embargo, Emilia no dudaba que su amiga querría hablar con ella después de la confesión que le hiciera ayer entre lágrimas.
La marcha de Alfonso Castañeda a Galicia había sido dolorosa. Dolió no sólo porque había perdido a un amigo, a un confidente. Dolió, casi quemó, porque Emilia se había dado cuenta que había perdido al hombre de su vida. Ella que se jactaba de su inteligencia, de lo avispada que era, no había sido capaz de darse cuenta que Alfonso la amaba, que él había sido su admirador y que siempre había estado a su lado velando por ella.
Pero la buena planta y los buenos haceres de Severiano le habían nublado las entendederas y no había sabido ver lo que tenía enfrente de ella hasta que él se había ido… Y ahora lo había perdido incluso antes de tenerlo.
Los días siguientes Emilia continuó evitando a la gente y encerrándose en la cocina a preparar comidas y cenas. Sólo salía de la posada cuando debía de comprar algún alimento, pero siempre se aseguraba que ningún Castañeda anduviese cerca, y si su padre o algún parroquiano los mentaba, ella se escabullía todo lo discretamente que podía.
Pepa seguía sin aparecer por la posada. Por lo visto Tristán la había sorprendido yendo a buscarla tras atender su último parto, y ellos dos junto con el pequeño Martín, habían escapado por unos días de Puente Viejo. Emilia no dudaba de que cuando regresara su amiga lo haría como la señora de Tristán Montenegro, de lo cual se alegraba, pero no podía dejar de ser un poco egoísta y de desear que su amiga estuviera allí para poder desahogarse.
Cuando el propio encierro resultó insoportable para la propia Emilia, la muchacha decidió escabullirse una tarde de la posada. Tal vez un buen paseo por el bosque cerca del río, bajo la sombra de los árboles, tuviera un efecto balsámico en su maltrecho corazón.
Llegado al río, junto al puente que daba nombre al pueblo, Emilia se asomó para ver el reflejo de su rostro en las transparentes aguas. La imagen que le devolvía era el de una mujer más madura y herida por el amor. Pero también vio en sus ojos un destello de cobardía, de miedo a enfrentarse a sus temores y contemplar la realidad de frente. ¿Dónde había quedado la Emilia Ulloa fuerte y luchadora? Donde estuviera, ella iba a hacer que volviera a aparecer.
- Por fin te hallo, Emilia Ulloa. Cuando te propones ser esquiva resulta difícil darte caza.
Un escalofrío recorrió la espalda de Emilia al reconocer esa voz. ¡Alfonso!
**cotinuará**
Cuando Emilia se levantó a la mañana siguiente, Raimundo ya hacía su buena hora que había abierto la taberna y había despachado a la primeros tertulianos. Emilia apareció tras la barra con la cara todavía algo demacrada y adornada por unas terribles ojeras que denotaban su noche de llanto desconsolado.
Raimundo, al ver a su hija aparecer como alma en pena, no pudo ocultar una mueca de preocupación.
- Emilia, hija, ¿crees que es prudente que estés levantada ya? Parece que no has descansado en toda la noche.
- No se preocupe, padre, estoy perfectamente. Pepa me dijo que fue un desmayo debido al calor, pero ya estoy mucho mejor. Nada que me impida seguir con mis quehaceres.
- Tal vez deberías esperar a que Pepa vuelva y te reconozca… O tal vez puedes ir a ver a la doctora Casas, no creo que Pepa se ofenda—sonrió Raimundo recordando los tira y aflojas que habían mantenido hasta el momento la doctora y la partera.
- Deje de preocuparse por mí, padre. Si viese que me encontraba peor, yo misma hablaría con Pepa o con la doctora—y con esas palabras despachó a su padre y se escabulló dentro de la cocina.
Allí, en el santuario de sus fogones, Emilia se obligó a centrarse en sus tareas. Repaso los víveres con los que contaba y preparó la lista de la compra. Entre sus bártulos de cocina, alimentos y delantales, Emilia parecía encontrar un poco de esa paz interior que había perdido desde aquella noche en la que Alfonso Castañeda la besó.
Aquella mañana alargó sus tareas dentro de la cocina, temerosa de salir a la calle y encontrarse con alguno de los Castañeda con noticias de Alfonso… y de su novia. Sólo cuando no podía retrasarlo más, salió a la plaza con la cesta y la lista de la compra. En el puesto de verduras compró las cebollas y pimientos que iba a necesitar para el guiso y después caminó hasta el colmado a terminar sus compras.
Cabizbaja como iba, no se percató de que Dolores estaba ocupada atendiendo a otra persona. La alcaldesa consorte no evitó un aspaviento al ver entrar a Emilia en el colmado.
- Emilia, hija, que mala cara nos traes—le regaló Dolores con su falta de tacto habitual. –Parece como si hubieras visto un fantasma o tú mismo lo fueras-. Dolores se rió con su propia chanza.
- Sólo una mala noche, Dolores. El calor que no ha dejado pegar ojo—mintió Emilia sin levantar a penas la mirada del suelo.
- Sí, la verdad que está haciendo unos días horribles de calor. Ahora misma lo estábamos comentando Mariana y yo.
Emilia levantó el rostro y se encontró con la mirada atenta de Mariana Castañeda y su simpática sonrisa.
- Yo le decía a Mariana que no sabía como Alfonso se había decidido a volver a Puente Viejo desde Galicia en plena ola de calor. Con lo bien que debería de estar allí.
- Tal vez, Dolores—contestó Mariana. –Pero no ha sido una decisión que haya tomado Alfonso.
- ¿Ah, no?—preguntó Dolores con sumo interés deseando que Mariana continuara con el cotilleo.
- Siento interrumpiros—cortó Emilia evitando que Mariana pudiera continuar-, pero tengo muchísima prisa. Hoy voy con mucho retraso y si no aligero, no tendré el guiso preparado para la hora de la comida.
- Bueno, bueno, Emilia Ulloa—respondió con una ligera altanería Dolores. –¿Qué es lo que se te ofrece?
Emilia pidió a Dolores un saquito de legumbres y una docena de huevos y pagó presta, saliendo rauda del colmado y dejando a unas atónitas Dolores y Mariana.
- ¿Qué mosca le habrá picado a esta moza hoy?—preguntó Dolores más para sí que para Mariana. –Ahora, Mariana, continua con lo tuyo—la instó.
De nuevo en la posada, Emilia se encerró en la cocina y sólo salió de la cocina para atender a los parroquianos, ligeramente mortificada por el comportamiento extraño tan impropio en ella que estaba teniendo ese día. Luego, cuando su mente no estaba lo suficientemente ocupada con las tareas, las palabras de Ramiro seguían resonando en su cabeza.
En esos momentos deseaba que Pepa estuviera allí para poder contarle sus penas, pero la partera estaría todo el día fuera y probablemente toda la noche ocupándose de un parto. Sin embargo, Emilia no dudaba que su amiga querría hablar con ella después de la confesión que le hiciera ayer entre lágrimas.
La marcha de Alfonso Castañeda a Galicia había sido dolorosa. Dolió no sólo porque había perdido a un amigo, a un confidente. Dolió, casi quemó, porque Emilia se había dado cuenta que había perdido al hombre de su vida. Ella que se jactaba de su inteligencia, de lo avispada que era, no había sido capaz de darse cuenta que Alfonso la amaba, que él había sido su admirador y que siempre había estado a su lado velando por ella.
Pero la buena planta y los buenos haceres de Severiano le habían nublado las entendederas y no había sabido ver lo que tenía enfrente de ella hasta que él se había ido… Y ahora lo había perdido incluso antes de tenerlo.
Los días siguientes Emilia continuó evitando a la gente y encerrándose en la cocina a preparar comidas y cenas. Sólo salía de la posada cuando debía de comprar algún alimento, pero siempre se aseguraba que ningún Castañeda anduviese cerca, y si su padre o algún parroquiano los mentaba, ella se escabullía todo lo discretamente que podía.
Pepa seguía sin aparecer por la posada. Por lo visto Tristán la había sorprendido yendo a buscarla tras atender su último parto, y ellos dos junto con el pequeño Martín, habían escapado por unos días de Puente Viejo. Emilia no dudaba de que cuando regresara su amiga lo haría como la señora de Tristán Montenegro, de lo cual se alegraba, pero no podía dejar de ser un poco egoísta y de desear que su amiga estuviera allí para poder desahogarse.
Cuando el propio encierro resultó insoportable para la propia Emilia, la muchacha decidió escabullirse una tarde de la posada. Tal vez un buen paseo por el bosque cerca del río, bajo la sombra de los árboles, tuviera un efecto balsámico en su maltrecho corazón.
Llegado al río, junto al puente que daba nombre al pueblo, Emilia se asomó para ver el reflejo de su rostro en las transparentes aguas. La imagen que le devolvía era el de una mujer más madura y herida por el amor. Pero también vio en sus ojos un destello de cobardía, de miedo a enfrentarse a sus temores y contemplar la realidad de frente. ¿Dónde había quedado la Emilia Ulloa fuerte y luchadora? Donde estuviera, ella iba a hacer que volviera a aparecer.
- Por fin te hallo, Emilia Ulloa. Cuando te propones ser esquiva resulta difícil darte caza.
Un escalofrío recorrió la espalda de Emilia al reconocer esa voz. ¡Alfonso!
**cotinuará**
#438
08/09/2011 13:38
aricia...que bonito.. no me dejes así... hazla sufrir...pero que concluya en algo bonito y pronto ... por nuestra salud... quiero ver al alfonso galan jjajajajajjaa
#439
08/09/2011 13:40
Que preciosos todos los relatos, artistazas!! :D.
Faltan Banners? es que creo que hay relatos de gente nueva, por si hay que hacerlos y no teneis ganas vosotras, me mandais :)
Faltan Banners? es que creo que hay relatos de gente nueva, por si hay que hacerlos y no teneis ganas vosotras, me mandais :)
#440
08/09/2011 14:15
Aricia, no nos dejes así, plis jajajaja...!Qué malas que sois!
Gracias a todas por vuestros relatos...!la piel de gallina tengo!
!GRACIAS!GRACIAS!GRACIAS!GRACIAS!GRACIAS!GRACIAS!GRACIAS!GRACIAS!GRACIAS!GRACIAS!
Gracias a todas por vuestros relatos...!la piel de gallina tengo!
!GRACIAS!GRACIAS!GRACIAS!GRACIAS!GRACIAS!GRACIAS!GRACIAS!GRACIAS!GRACIAS!GRACIAS!