Foro El secreto de Puente Viejo
La Biblioteca (A - K)
#0
17/08/2011 13:26
EL RINCÓN DE AHA
El destino.
EL RINCÓN DE ÁLEX
El Secreto de Puente Viejo, El Origen.
EL RINCÓN DE ABRIL
El mejor hombre de Puente Viejo.
La chica de la trenza I, II, III, IV, V, VI, VII, VIII.
EL RINCÓN DE ALFEMI
De siempre y para siempre.
Hace frío I, II.
Pensando en ti.
Yo te elegí a ti.
EL RINCÓN DE ANTOJEP
Bajo la luz de la luna I, II, III, IV.
Como un rayo de sol I, II, III, IV.
La traición I, II.
EL RINCÓN DE ARICIA
Reacción I, II, III, IV.
Emilia, el lobo y el cazador.
El secreto de Alfonso Castañeda.
La mancha de mora I, II, III, IV, V.
Historias que se repiten. 20 años después.
La historia de Ana Castañeda I, II, III, VI, V, Final.
EL RINCÓN DE ARTEMISILLA
Ojalá fuera cierto.
Una historia de dos
EL RINCÓN DE CAROLINA
Mi historia.
EL RINCÓN DE CINDERELLA
Cierra los ojos.
EL RINCÓN DE COLGADA
Cartas, huidas, regalos y el diluvio universal I-XI.
El secreto de Gregoria Casas.
La decisión I,II, III, IV, V.
Curando heridas I,II, III, IV, V, VI, VII, VIII, IX, X, XI, XII, XIII.
una nueva vida I,II, III
EL RINCÓN DE CUQUINA
Lo que me sale de las teclas.
El origen de Tristán Ulloa.
EL RINCÓN DE EIZA
En los ojos de un Castañeda.
Bajando a los infiernos.
¡¿De qué?!
Pensamientos
EL RINCÓN DE FERMARÍA
Noche de bodas. (Descarga directa aquí)
Lo que no se ve.
En el baile.
De valientes y cobardes.
Descubriendo a Alfonso.
¿Por qué no me besaste?
Dejarse llevar.
Amar a Alfonso Castañeda.
Serenidad.
Así.
Quiero.
El corazón de un jornalero (I) (II).
Lo único cierto I, II.
Tiempo.
Sabor a chocolate.
EL RINCÓN DE FRANRAI
Un amor inquebrantable.
Un perfecto malentendido.
Gotas del pasado.
EL RINCÓN DE GESPA
La rutina.
Cada cosa en su sitio.
El baile.
Tomando decisiones.
Volver I, II.
Chismorreo.
Sola.
Tareas.
El desayuno.
Amigas.
Risas.
La manzana.
EL RINCÓN DE INMILLA
Rain Over Me I, II, III.
EL RINCÓN DE JAJIJU
Diálogos que nos encantaría que pasaran.
EL RINCÓN DE KERALA
Amor, lucha y rendición I - VII, VIII, IX, X, XI (I) (II), XII, XIII, XIV, XV, XVI,
XVII, XVIII, XIX, XX (I) (II), XXI, XXII (I) (II).
Borracha de tu amor.
Lo que debió haber sido.
Tu amor es mi droga I, II. (Escena alternativa).
PACA´S TABERN I, II.
Recuerdos.
Dibujando tu cuerpo.
Tu amor es mi condena I, II.
Encuentro en la posada. Historia alternativa
Tu amor es mi condena I, II, III, IV, V, VI, VII, VIII, IX, X, XI, XII, XIII, XIV, XV, XVI
#401
07/09/2011 13:57
**continuación de REACCIÓN**
La furia dirigió sus pasos hacia Puente Viejo, pero cuanto más cerca del pueblo estaba sus ánimos se fueron enfriando volviendo Alfonso a su antiguo ser.
Debía advertir a Emilia, se dijo. Tenía que decirle que Severiano no estaba siendo sincero con ella. Pero si imposible le había resultado declararse a Emilia, el desencantarla de Severiano tampoco iba a ser tarea fácil o agradable. Sólo pensar en partirle el corazón a su tierna Emilia y su propio corazón se rebelaba.
Incluso antes de que pudiera darse cuenta de a dónde lo llevaban sus erráticos pasos, Alfonso se encontró frente al patio de la casa de comidas. Emilia se hallaba limpiando las últimas mesas que faltaban por recoger tras terminar la cena. La muchacha terminaba sus quehaceres mientras canturreaba una cancioncilla con una sonrisa en sus labios. Alfonso permaneció en la plaza observándola embelesado.
Fue la propia Emilia quien se percató de su presencia y saludó al joven.
- Alfonso, ¿qué haces ahí parado como un pasmarote? ¡Y con toda la ropa empapada! ¿Has estado paseando bajo la lluvia?
- Algo así—contestó el con una media sonrisa que no llegó a subir a sus ojos.
- Anda, pasa mientras te traigo un trago de vino y algo para que te seques.
Emilia desapareció dentro de la posada y salió al cabo de un par de minutos con una toalla y un vaso de vino. Alfonso permanecía de pie en el patio ligeramente cabizbajo.
- Toma—dijo pasándole la toalla-, sécate antes de que pilles un resfriado o algo peor. ¡Qué diría Rosario si te viera así!—bromeó la joven.
- Seguramente que soy un imbécil—masculló Alfonso sin atreverse a mirar a Emilia.
-¿Ocurre algo, Alfonso?—le preguntó ella cuando pasó el tiempo y él seguía de pie y en silencio. –No es muy normal en ti estar así de taciturno.
- Emilia…—ella lo miró esperando que continuase. –Emilia yo…
- Alfonso, arranca, que vamos a terminar por echar raíces—rió ella.
La sonrisa en el rostro de su preciosa Emilia pareció darle los ánimos que necesitaba para continuar.
- Emilia, yo tenía que contarte algo sobre Severiano.
- ¿Sobre Severiano?—preguntó extrañada. –No le habrá pasado nada, ¿verdad? Esta tarde me dijo que tenía que ir a La Puebla a comprar material que se le había acabado para terminar el tejado, pero no ha regresado y yo…
- Severiano está bien, Emilia. Acabo de verlo en Villalpanda.
- ¿Villalpanda? Pero si está en La Puebla.
- Emilia, sé que esto te va a doler, pero… acabo de ver a Severiano tonteando con otra moza en Villalpanda.
- ¿A qué estás jugando, Alfonso Castañeda?—preguntó Emilia tras unos segundos en los que intentó digerir sus palabras. –Severiano ha ido a La Puebla. Él me lo dijo esta misma tarde. No entiendo por qué estás inventando esas ridículas acusaciones.
- No son ridículas acusaciones, Emilia. Ni me las estoy inventando. Te cuento lo que he visto con mis propios ojos. Severiano estaba con otra moza en Villalpanda.
- No, no me lo puedo creer—negó Emilia dando la espalda a Alfonso. –No sé qué es lo que te propones, Alfonso, o qué buscas con estas mentiras, pero no tiene ninguna gracia.
- Emilia, lo siento, pero es la verdad. Severiano es y será siempre un picaflor. Le advertí que no jugara contigo, que no se acercara a ti si sus intenciones no eran sinceras, pero…
- ¿Qué tú le advertiste qué?—estalló Emilia enfrentándose nuevamente a un Alfonso ligeramente sorprendido por el enfado de la muchacha. -¿Quién te crees tú qué eres para ir advirtiendo por ahí a mis pretendientes? Soy lo suficientemente mayorcita para cuidarme yo sola, Castañeda. Y de todas formas andas muy equivocado con Severiano… Tu propio amigo al que estás acusando sin que él pueda defenderse.
Aquellas palabras de Emilia volvieron a hacer saltar el mismo resorte interior de Alfonso. Tal vez Emilia estuviera cegada por las palabras bonitas y las intenciones de “el guapo”, pero no iba a permitir que le hiciese más daño.
- ¿Qué quien me creo que soy, Emilia Ulloa?—le dijo en un tono de voz bajo pero intenso. –Soy el hombre que vela por ti, por verte feliz. Que se muere por arrancarte una sonrisa de felicidad, ya sea con tontos regalos o compartiendo banales charlas—con cada palabra Alfonso se fue acercando a una atónita Emilia cuyos pies parecían clavados al suelo. –Soy el hombre cuyo corazón se rompe cada vez que tú lloras y cuya vida se ilumina cada vez que tú ríes…
- Alfonso, yo…--pero Emilia no sabía que decir ante la intensa mirada de él. Sus ojos se perdieron en las profundidades oscuras de Alfonso mientras él acercaba su callosa mano hasta su mejilla y su pelo.
- No digas nada, Emilia, si lo único que va a salir por tu boca van a ser estúpidas recriminaciones por meterme con tu adorado Severiano. Porque lo que te he dicho, ahora y siempre, ha sido la más pura verdad—su mano terminó por enredarse sobre la trenza que descansaba sobre su hombro.
- ¿Alfonso qué vas a hacer?—preguntó en un susurro de voz intimidada por la intensidad de su mirada y sus palabras.
- Lo que debería de haber hecho hace mucho tiempo—declaró tirando de la trenza de Emilia hacía sí y capturando los labios de la sorprendida muchacha con los suyos.
Alfonso la acercó hacia sí con su brazo izquierdo, mientras su otra mano seguía enredada en su trenza. Emilia se ablandó bajo su beso, embriagada por las nuevas sensaciones que Alfonso estaba despertando en ella. Suspiró contra sus labios y él la apretó un poco más contra su cuerpo hasta que ella notó la humedad de sus ropas en las suyas.
Aquel beso estaba convirtiendo en gelatina todos los huesos de su cuerpo. Nadie le había dicho que un beso pudiera hacerla sentir así. Y menos un beso dado por Alfonso Castañeda. ¡Alfonso! ¡Estaba besando a Alfonso Castañeda! Su amigo. El hombre que había crecido junto a ella y que lo había considerado como un hermano… Hasta ese momento.
Con ese último pensamiento, Emilia despertó de la ensoñación provocada por el beso y caricias de Alfonso y lo apartó de sí, empujándolo con sus dos manos, asustada por sus propios sentimientos.
Alfonso se alejó de ella soltándola de su abrazo y liberando su trenza. Miró el rostro confuso de Emilia, sus lágrimas brillando en sus preciosos ojos y se odió a sí mismo por hacerla llorar.
- Perdóname, Emilia. Perdóname—repitió y se alejó de ella saliendo de la posada.
Al día siguiente, Alfonso Castañeda partió hacia Galicia.
**continuará**
La furia dirigió sus pasos hacia Puente Viejo, pero cuanto más cerca del pueblo estaba sus ánimos se fueron enfriando volviendo Alfonso a su antiguo ser.
Debía advertir a Emilia, se dijo. Tenía que decirle que Severiano no estaba siendo sincero con ella. Pero si imposible le había resultado declararse a Emilia, el desencantarla de Severiano tampoco iba a ser tarea fácil o agradable. Sólo pensar en partirle el corazón a su tierna Emilia y su propio corazón se rebelaba.
Incluso antes de que pudiera darse cuenta de a dónde lo llevaban sus erráticos pasos, Alfonso se encontró frente al patio de la casa de comidas. Emilia se hallaba limpiando las últimas mesas que faltaban por recoger tras terminar la cena. La muchacha terminaba sus quehaceres mientras canturreaba una cancioncilla con una sonrisa en sus labios. Alfonso permaneció en la plaza observándola embelesado.
Fue la propia Emilia quien se percató de su presencia y saludó al joven.
- Alfonso, ¿qué haces ahí parado como un pasmarote? ¡Y con toda la ropa empapada! ¿Has estado paseando bajo la lluvia?
- Algo así—contestó el con una media sonrisa que no llegó a subir a sus ojos.
- Anda, pasa mientras te traigo un trago de vino y algo para que te seques.
Emilia desapareció dentro de la posada y salió al cabo de un par de minutos con una toalla y un vaso de vino. Alfonso permanecía de pie en el patio ligeramente cabizbajo.
- Toma—dijo pasándole la toalla-, sécate antes de que pilles un resfriado o algo peor. ¡Qué diría Rosario si te viera así!—bromeó la joven.
- Seguramente que soy un imbécil—masculló Alfonso sin atreverse a mirar a Emilia.
-¿Ocurre algo, Alfonso?—le preguntó ella cuando pasó el tiempo y él seguía de pie y en silencio. –No es muy normal en ti estar así de taciturno.
- Emilia…—ella lo miró esperando que continuase. –Emilia yo…
- Alfonso, arranca, que vamos a terminar por echar raíces—rió ella.
La sonrisa en el rostro de su preciosa Emilia pareció darle los ánimos que necesitaba para continuar.
- Emilia, yo tenía que contarte algo sobre Severiano.
- ¿Sobre Severiano?—preguntó extrañada. –No le habrá pasado nada, ¿verdad? Esta tarde me dijo que tenía que ir a La Puebla a comprar material que se le había acabado para terminar el tejado, pero no ha regresado y yo…
- Severiano está bien, Emilia. Acabo de verlo en Villalpanda.
- ¿Villalpanda? Pero si está en La Puebla.
- Emilia, sé que esto te va a doler, pero… acabo de ver a Severiano tonteando con otra moza en Villalpanda.
- ¿A qué estás jugando, Alfonso Castañeda?—preguntó Emilia tras unos segundos en los que intentó digerir sus palabras. –Severiano ha ido a La Puebla. Él me lo dijo esta misma tarde. No entiendo por qué estás inventando esas ridículas acusaciones.
- No son ridículas acusaciones, Emilia. Ni me las estoy inventando. Te cuento lo que he visto con mis propios ojos. Severiano estaba con otra moza en Villalpanda.
- No, no me lo puedo creer—negó Emilia dando la espalda a Alfonso. –No sé qué es lo que te propones, Alfonso, o qué buscas con estas mentiras, pero no tiene ninguna gracia.
- Emilia, lo siento, pero es la verdad. Severiano es y será siempre un picaflor. Le advertí que no jugara contigo, que no se acercara a ti si sus intenciones no eran sinceras, pero…
- ¿Qué tú le advertiste qué?—estalló Emilia enfrentándose nuevamente a un Alfonso ligeramente sorprendido por el enfado de la muchacha. -¿Quién te crees tú qué eres para ir advirtiendo por ahí a mis pretendientes? Soy lo suficientemente mayorcita para cuidarme yo sola, Castañeda. Y de todas formas andas muy equivocado con Severiano… Tu propio amigo al que estás acusando sin que él pueda defenderse.
Aquellas palabras de Emilia volvieron a hacer saltar el mismo resorte interior de Alfonso. Tal vez Emilia estuviera cegada por las palabras bonitas y las intenciones de “el guapo”, pero no iba a permitir que le hiciese más daño.
- ¿Qué quien me creo que soy, Emilia Ulloa?—le dijo en un tono de voz bajo pero intenso. –Soy el hombre que vela por ti, por verte feliz. Que se muere por arrancarte una sonrisa de felicidad, ya sea con tontos regalos o compartiendo banales charlas—con cada palabra Alfonso se fue acercando a una atónita Emilia cuyos pies parecían clavados al suelo. –Soy el hombre cuyo corazón se rompe cada vez que tú lloras y cuya vida se ilumina cada vez que tú ríes…
- Alfonso, yo…--pero Emilia no sabía que decir ante la intensa mirada de él. Sus ojos se perdieron en las profundidades oscuras de Alfonso mientras él acercaba su callosa mano hasta su mejilla y su pelo.
- No digas nada, Emilia, si lo único que va a salir por tu boca van a ser estúpidas recriminaciones por meterme con tu adorado Severiano. Porque lo que te he dicho, ahora y siempre, ha sido la más pura verdad—su mano terminó por enredarse sobre la trenza que descansaba sobre su hombro.
- ¿Alfonso qué vas a hacer?—preguntó en un susurro de voz intimidada por la intensidad de su mirada y sus palabras.
- Lo que debería de haber hecho hace mucho tiempo—declaró tirando de la trenza de Emilia hacía sí y capturando los labios de la sorprendida muchacha con los suyos.
Alfonso la acercó hacia sí con su brazo izquierdo, mientras su otra mano seguía enredada en su trenza. Emilia se ablandó bajo su beso, embriagada por las nuevas sensaciones que Alfonso estaba despertando en ella. Suspiró contra sus labios y él la apretó un poco más contra su cuerpo hasta que ella notó la humedad de sus ropas en las suyas.
Aquel beso estaba convirtiendo en gelatina todos los huesos de su cuerpo. Nadie le había dicho que un beso pudiera hacerla sentir así. Y menos un beso dado por Alfonso Castañeda. ¡Alfonso! ¡Estaba besando a Alfonso Castañeda! Su amigo. El hombre que había crecido junto a ella y que lo había considerado como un hermano… Hasta ese momento.
Con ese último pensamiento, Emilia despertó de la ensoñación provocada por el beso y caricias de Alfonso y lo apartó de sí, empujándolo con sus dos manos, asustada por sus propios sentimientos.
Alfonso se alejó de ella soltándola de su abrazo y liberando su trenza. Miró el rostro confuso de Emilia, sus lágrimas brillando en sus preciosos ojos y se odió a sí mismo por hacerla llorar.
- Perdóname, Emilia. Perdóname—repitió y se alejó de ella saliendo de la posada.
Al día siguiente, Alfonso Castañeda partió hacia Galicia.
**continuará**
#402
07/09/2011 13:59
Aricia, ¡no tienes perdón! ¿Tú qué has hecho escondida tanto tiempo? A partir de este momento, obligada quedas a participar en el hilo y por supuestísimo, a continuar ese fanfic. Escribes muy bonito, imagino que ya lo sabrás y que no te digo nada nuevo, y has casi cumplido uno de mis sueños: que Alfonso le parta la cara a Severiano. Pero todo se andará, ¿no? ;)
Olsi, añadido tu fanfic.
Inma, ¡por fin he dado con el tuyo! Lo que me ha costado... ¡Bendita Aurora! Me ha gustado mucho tu primer incursión, así que ya sabes lo que te toca. :P
Olsi, añadido tu fanfic.
Inma, ¡por fin he dado con el tuyo! Lo que me ha costado... ¡Bendita Aurora! Me ha gustado mucho tu primer incursión, así que ya sabes lo que te toca. :P
#403
07/09/2011 14:01
Te tomo la palabra, Fermaria.
La verdad es que me lo pasaba tan bien leyéndoos, y como parecía que os metíais en mi mente y decíais lo que pensaba :-P.... Jejeje
La verdad es que me lo pasaba tan bien leyéndoos, y como parecía que os metíais en mi mente y decíais lo que pensaba :-P.... Jejeje
#404
07/09/2011 15:04
Aricia, secundo lo que te ha dicho mari, no se te ocurra desaparecer, ahora que te hemos descubierto no puedes volverte a esconder y hacer de espia!!!! y me ha encantado el fiiic
Mari, ahora puedes aprobechar ese banner a medias!!! que tenemos que hacer dos, aricia y abril!!!! yo no se si podre esta noche pro si no habeis echo nada yo hago uno por lo menos, si puedo, que esta noche no puedo trasnochar! mañana mandrugo!
Mari, ahora puedes aprobechar ese banner a medias!!! que tenemos que hacer dos, aricia y abril!!!! yo no se si podre esta noche pro si no habeis echo nada yo hago uno por lo menos, si puedo, que esta noche no puedo trasnochar! mañana mandrugo!
#405
07/09/2011 15:07
Ok, me pongo yo esta tarde con uno al menos.
#406
07/09/2011 15:15
sabia yo que me faltaba algo por aki.......No voy a regañar a Juani prque seguro que se fue a cambiarle el pañal a la nena y se le paso ponerlo aki
MARI, rincón de RIONA
Y yo sin verte, Parte IV --> https://www.formulatv.com/series/el-secreto-de-puente-viejo/foros/877/365/el-rincon-de-alfonso-y-emilia-post-para-hablar-de-esta-pareja/
PD: menos mal que me acordaba por donde me quede en la tienda y que era unas paginas despues...
MARI, rincón de RIONA
Y yo sin verte, Parte IV --> https://www.formulatv.com/series/el-secreto-de-puente-viejo/foros/877/365/el-rincon-de-alfonso-y-emilia-post-para-hablar-de-esta-pareja/
PD: menos mal que me acordaba por donde me quede en la tienda y que era unas paginas despues...
#407
07/09/2011 15:18
oki, pos si tu haces uno al menos y mari no puede hacer ninguno yo hago el que falta esta noche, si lo hace mari pos nada, me pongo un poco con el fic jejej!
#408
07/09/2011 15:27
Aricia, me ha encantado. Me ha encantado como al final la besa y desaparece! ójala pasara algo así. Quizás de este modo, se diera de bruces con la realidad, ama a Alfonso Castañeda y por fin lo sabe! Pero ahora el está lejos y nada puede hacer salvo sufrir!
Olsi, genial Aurora, un niña muy espabilada que abre los ojos a Emilia. Me ha gustado mucho!
Yo sigo pensando que con una visita al Colmado y que la Dolores le diera una de esas quel le suelta a Hipolitín, le volvería el seso a su sitio, porque comprobado está que donde siempre no está!
Gracias por estos ratos y espero con impaciencia a las que andais en ello.
Olsi, genial Aurora, un niña muy espabilada que abre los ojos a Emilia. Me ha gustado mucho!
Yo sigo pensando que con una visita al Colmado y que la Dolores le diera una de esas quel le suelta a Hipolitín, le volvería el seso a su sitio, porque comprobado está que donde siempre no está!
Gracias por estos ratos y espero con impaciencia a las que andais en ello.
#409
07/09/2011 15:51
Me alegra que os haya gustado el relato. La verdad que hace días que lo estaba barruntando y al final conseguí que saliera (un parto difícil :-p)
Ya estoy dándole vueltas a la segunda parte. Emilia se merece sufrir un poco, pero por el cariño que le tenía a ese personaje.... no sé si podré
Ya estoy dándole vueltas a la segunda parte. Emilia se merece sufrir un poco, pero por el cariño que le tenía a ese personaje.... no sé si podré
#410
07/09/2011 16:13
Qué ratito más estupendo he pasado leyendo todos los fics!! Cada uno en su estilo: unos más tiernos,otros más apasionados,.....Gracias a todas.
Aricia (precioso nombre por cierto): me ha encantado todo, pero el detalle de que le tire de la trenza ha sido un puntazo, que no sabes bien que ganas le tienen las chicas del foro a la dichosa trenza (yo creo que más que a la gorra de Alfonso). Ha sido casualidad o es un guiño a todas nosotras?? Y lo de mandarlo para Galicia......le va a gustar a más de una (a ver si lo lee Esco)
Aricia (precioso nombre por cierto): me ha encantado todo, pero el detalle de que le tire de la trenza ha sido un puntazo, que no sabes bien que ganas le tienen las chicas del foro a la dichosa trenza (yo creo que más que a la gorra de Alfonso). Ha sido casualidad o es un guiño a todas nosotras?? Y lo de mandarlo para Galicia......le va a gustar a más de una (a ver si lo lee Esco)
#411
07/09/2011 16:45
Aricia me encanta tu fic menuda entrada!! jajajaja , ojala los lionistas vieran todo esto que escrivis i lo pusieran en practica porque asi no vamos a llegar a ningun sitio
pero bueno yo mientras estoy en mi universo alternativo i aver si me animo i escribo algo desearme suertee!!
pero bueno yo mientras estoy en mi universo alternativo i aver si me animo i escribo algo desearme suertee!!
#412
07/09/2011 16:46
Aricia me encanta.Yo quiero mas...sigue no pares sigue...lo contenta que se va a poner Belen cuando sepa que esta en Galicia...jajaja.
¿Por que estabas escondida?.Ni se te ocurra desaparecer queremos mas....ayss y que los lionistas no se pasen a leer...
¿Por que estabas escondida?.Ni se te ocurra desaparecer queremos mas....ayss y que los lionistas no se pasen a leer...
#413
07/09/2011 20:10
Os dejo el comienzo de algo que estoy escribiendo. Mañana lo subo entero.
La muñequita no se rompió de golpe. En los primeros días, quien más y quien menos esperaba un zarpazo, una caída vertiginosa desde las alturas que la haría añicos en un instante. Ningún galán de fuera llegaba al pueblo y se prendaba de la hija del tabernero, que hasta ese día, había sido invisible a los ojos de los mozos.
Sin embargo, no hicieron ruido sus cristales al romperse. La muñequita se fue resquebrajando al paso de los días, lentamente pero sin tregua. El desengaño tardó en llegar aún menos que el deslumbramiento de los inicios, y Emilia entendió demasiado tarde que Severiano acudía con más presteza a una promesa de farra que a sus brazos, y que mientras ella secaba vasos en la posada, él los empinaba y vaciaba sin rastro de culpa. Vino después la resignación, pues ya había sido besada. Se maldecía a sí misma por ser tan simple y tonta, y bufaba entre pucheros mientras su tez iba perdiendo el color sin que ella fuera consciente siquiera. Le esperaba cada noche para verle antes de irse a dormir, y mientras esperaba se le acumulaban los reproches, pero le faltaban horas y ganas para encararse con él. Cuando Severiano se cansó de verla marchita, recogió sus herramientas y se fue. No hubo rastro de decepción en el rostro de Raimundo cuando le abonó la cuenta para que se marchara. Ella aguantó las lágrimas como bien pudo, y a pesar de sentirse ultrajada, levantó la frente y le vio trasponer por la plaza. Luego se desmadejó, se encerró en su habitación y durante dos días, los parroquianos de Puente Viejo comieron frío.
En los meses que duró el intento de romance, Alfonso aguantó carros y carretas. Se tragó el poco orgullo que le quedaba y fue amigo y confesor, asistente mudo al espectáculo de sus besos y carantoñas. Llegaba a casa sangrando por dentro, y él solo se lamía las heridas y se preparaba para el día que había de llegar. Le mantuvo en pie su fe en ella y en sí mismo, la sostuvo cuando la acuciaron el desengaño primero y la rabia después, la dejó llorar en paz y sintió, junto a Emilia, aunque ella no lo supiera, el dolor y el alivio por la marcha del que fue su amigo en otro tiempo.
El día que ella se decidió a salir de su cuarto, con los ojos aún hinchados y enrojecidos por el llanto y la piel del rostro casi traslúcida, él se prometió recomponerla. Se armó con la misma paciencia que le permitió rehacer la cajita de música. Durante meses, colocó con delicadeza cada trozo en su lugar y cada astilla saltada se fue acoplando sobre su origen.
Cuando daba de mano en el tajo cada tarde, a hurtadillas, caminaba por la finca y se llenaba los bolsillos de moras y fresas. Volvía a su casa caminando despacio, para que no se estrujaran entre ellas, y las iba colocando en una cesta. Cada dos o tres días, según fuera la cosecha, conseguía reunir las suficientes para llevárselas. Convenció a su madre para que le consiguiera alguna jícara de chocolate de la casona, y de vez en cuando, se la colaba entre las frutas. Pidió para ella todo lo que nunca se le había ocurrido pedir para él.
Se iba a dormir a las tantas de la madrugada, siempre después de asegurarse de que cuando se cerraba la puerta de la taberna, ella ya se había tragado el último bocado de la cena dispuesta. Raimundo le dejaba trajinar de buena gana, observando desde la barra como los huesos de su hija volvían a su lugar y dejaban de aserrarle la piel. Sus mejillas se volvieron a rosar y su pelo dejó de encresparse como su humor.
Las ojeras malva fueron dejando paso, despacio, a las sonrisas ocasionales. Alfonso movía sillas y mesas mientras le relataba las desventuras de los jornaleros, le llenaba el vaso de vino mientras compartían puchero y cuando las heridas comenzaron a sanar, se permitía hacer chanzas a costa de Severiano, persiguiendo a Emilia a saltos entre sillas y mesas, y dejándole caer requiebros farragosos y antiguos. Ella reía y le castigaba con el paño que llevaba en la mano, y él se enorgullecía, en su fuero interno, de su saber esperar.
Los días de fiesta, Alfonso la acompañaba y caminaban fuera del pueblo. Ella apenas ponía los pies en la calle, incapaz de soportar las murmuraciones y las falsas sonrisas que se apiadaban de su tormento. Sólo veía el sol desde el patio de la casa de comidas o en esos días en los que volvían a su infancia, uno al lado del otro, por la era y los caminos, hasta que cansados de sol y polvo, se dejaban caer por la casa de los Castañeda y rapiñaban pan y vino, en recuerdo a los picatostes y el chocolate que Rosario les daba para merendar cuando eran críos.
Siempre pensó Alfonso que el día que Emilia descubriera que él era el autor de aquellos regalos furtivos, todo comenzaría o terminaría. En realidad, no ocurrió nada. Ella estaba sentada sobre la hierba, descansando la espalda sobre el tronco de un árbol, comiendo moras como una niña, y él estaba tumbado a dos pasos de ella, con los ojos cerrados, dejando que el sol de la última hora del día le calentara el cuerpo. Y sin venir siquiera a cuento, ella le preguntó por qué nunca le había dicho que la quería. No lo preguntó con resentimiento ni con pena. Sólo con curiosidad. Él sintió que se le cortaba el aire, y no fue capaz de hablar.
Si me lo hubieras dicho, quizá las cosas habrían sido distintas.
Pero no lo hice.
No hubo silencio incómodo ni palabras de más. Ella le contó que lo adivinó por las fresas y las moras, y él, embobado, la vio mancharse las manos y los labios de violeta mientras desgranaba sus pesquisas, y le contaba cómo el sabor ácido de las frutas la había llevado hasta su niñez, recordada siempre con él a su lado, y el capitán Nemo entre ellos. Luego, recogieron su cesta y volvieron caminando, ni más lento ni más rápido que cada domingo, al paso de siempre.
La muñequita no se rompió de golpe. En los primeros días, quien más y quien menos esperaba un zarpazo, una caída vertiginosa desde las alturas que la haría añicos en un instante. Ningún galán de fuera llegaba al pueblo y se prendaba de la hija del tabernero, que hasta ese día, había sido invisible a los ojos de los mozos.
Sin embargo, no hicieron ruido sus cristales al romperse. La muñequita se fue resquebrajando al paso de los días, lentamente pero sin tregua. El desengaño tardó en llegar aún menos que el deslumbramiento de los inicios, y Emilia entendió demasiado tarde que Severiano acudía con más presteza a una promesa de farra que a sus brazos, y que mientras ella secaba vasos en la posada, él los empinaba y vaciaba sin rastro de culpa. Vino después la resignación, pues ya había sido besada. Se maldecía a sí misma por ser tan simple y tonta, y bufaba entre pucheros mientras su tez iba perdiendo el color sin que ella fuera consciente siquiera. Le esperaba cada noche para verle antes de irse a dormir, y mientras esperaba se le acumulaban los reproches, pero le faltaban horas y ganas para encararse con él. Cuando Severiano se cansó de verla marchita, recogió sus herramientas y se fue. No hubo rastro de decepción en el rostro de Raimundo cuando le abonó la cuenta para que se marchara. Ella aguantó las lágrimas como bien pudo, y a pesar de sentirse ultrajada, levantó la frente y le vio trasponer por la plaza. Luego se desmadejó, se encerró en su habitación y durante dos días, los parroquianos de Puente Viejo comieron frío.
En los meses que duró el intento de romance, Alfonso aguantó carros y carretas. Se tragó el poco orgullo que le quedaba y fue amigo y confesor, asistente mudo al espectáculo de sus besos y carantoñas. Llegaba a casa sangrando por dentro, y él solo se lamía las heridas y se preparaba para el día que había de llegar. Le mantuvo en pie su fe en ella y en sí mismo, la sostuvo cuando la acuciaron el desengaño primero y la rabia después, la dejó llorar en paz y sintió, junto a Emilia, aunque ella no lo supiera, el dolor y el alivio por la marcha del que fue su amigo en otro tiempo.
El día que ella se decidió a salir de su cuarto, con los ojos aún hinchados y enrojecidos por el llanto y la piel del rostro casi traslúcida, él se prometió recomponerla. Se armó con la misma paciencia que le permitió rehacer la cajita de música. Durante meses, colocó con delicadeza cada trozo en su lugar y cada astilla saltada se fue acoplando sobre su origen.
Cuando daba de mano en el tajo cada tarde, a hurtadillas, caminaba por la finca y se llenaba los bolsillos de moras y fresas. Volvía a su casa caminando despacio, para que no se estrujaran entre ellas, y las iba colocando en una cesta. Cada dos o tres días, según fuera la cosecha, conseguía reunir las suficientes para llevárselas. Convenció a su madre para que le consiguiera alguna jícara de chocolate de la casona, y de vez en cuando, se la colaba entre las frutas. Pidió para ella todo lo que nunca se le había ocurrido pedir para él.
Se iba a dormir a las tantas de la madrugada, siempre después de asegurarse de que cuando se cerraba la puerta de la taberna, ella ya se había tragado el último bocado de la cena dispuesta. Raimundo le dejaba trajinar de buena gana, observando desde la barra como los huesos de su hija volvían a su lugar y dejaban de aserrarle la piel. Sus mejillas se volvieron a rosar y su pelo dejó de encresparse como su humor.
Las ojeras malva fueron dejando paso, despacio, a las sonrisas ocasionales. Alfonso movía sillas y mesas mientras le relataba las desventuras de los jornaleros, le llenaba el vaso de vino mientras compartían puchero y cuando las heridas comenzaron a sanar, se permitía hacer chanzas a costa de Severiano, persiguiendo a Emilia a saltos entre sillas y mesas, y dejándole caer requiebros farragosos y antiguos. Ella reía y le castigaba con el paño que llevaba en la mano, y él se enorgullecía, en su fuero interno, de su saber esperar.
Los días de fiesta, Alfonso la acompañaba y caminaban fuera del pueblo. Ella apenas ponía los pies en la calle, incapaz de soportar las murmuraciones y las falsas sonrisas que se apiadaban de su tormento. Sólo veía el sol desde el patio de la casa de comidas o en esos días en los que volvían a su infancia, uno al lado del otro, por la era y los caminos, hasta que cansados de sol y polvo, se dejaban caer por la casa de los Castañeda y rapiñaban pan y vino, en recuerdo a los picatostes y el chocolate que Rosario les daba para merendar cuando eran críos.
Siempre pensó Alfonso que el día que Emilia descubriera que él era el autor de aquellos regalos furtivos, todo comenzaría o terminaría. En realidad, no ocurrió nada. Ella estaba sentada sobre la hierba, descansando la espalda sobre el tronco de un árbol, comiendo moras como una niña, y él estaba tumbado a dos pasos de ella, con los ojos cerrados, dejando que el sol de la última hora del día le calentara el cuerpo. Y sin venir siquiera a cuento, ella le preguntó por qué nunca le había dicho que la quería. No lo preguntó con resentimiento ni con pena. Sólo con curiosidad. Él sintió que se le cortaba el aire, y no fue capaz de hablar.
Si me lo hubieras dicho, quizá las cosas habrían sido distintas.
Pero no lo hice.
No hubo silencio incómodo ni palabras de más. Ella le contó que lo adivinó por las fresas y las moras, y él, embobado, la vio mancharse las manos y los labios de violeta mientras desgranaba sus pesquisas, y le contaba cómo el sabor ácido de las frutas la había llevado hasta su niñez, recordada siempre con él a su lado, y el capitán Nemo entre ellos. Luego, recogieron su cesta y volvieron caminando, ni más lento ni más rápido que cada domingo, al paso de siempre.
#414
07/09/2011 20:24
MARIA....cada vez te superas... llegas al alma de cualquiera...me dejas...choff chica...
genial..eres..de lo mejorcito!!!
genial..eres..de lo mejorcito!!!
#415
07/09/2011 20:30
Mari,insuperable...que bonito..que lo graben ya...
#416
07/09/2011 20:53
Mari, que delicatesem!!!! Por favor, en serio. El libro!!!
#417
07/09/2011 20:58
Mother of God!!!!! Por dios Maria lo que has escrito es un placer para los sentidos!!! De verdad de verdad de verdad!! Me has dejado con el culo pegado a la silla y el vello como escarpias!!!
#418
07/09/2011 21:02
Mari: sólo puedo repetir lo que ya he dicho en ocasiones anteriores, tanto en el foro como por privado.
Me da hasta vergüenza dejar esto, que al fin son sólo elucubraciones de una neurona torturada (la mía), que ha intentado meterse en la cabeza de cada uno de los miembros de la familia Castañeda.
-Pensamientos-
“El mundo parece haberse vuelto del revés. La señorita Soledad es otra, es como si de repente se hubiera convertido en la versión joven de doña Francisca. Puedo entender su dolor porque aunque yo no sepa lo que es el amor, he visto como ella y Juan se querían con locura y puedo imaginar la rabia de sentirse traicionada y la angustia de perder un hijo. Pero ni yo, ni mucho menos madre, merecemos que nos trate así. Se ha olvidado de que siempre la trató como una hija más. Incluso, a veces, sentí celos porque pensaba que le daba más cariño a ella que a sus propios hijos, aunque despues comprendí que madre sólo trataba de compensarle todo el sufrimiento que le hacían pasar la doña y el difunto señor Castro.
Y hablando de mis hermanos, algo le sucede a Alfonso. Se me hace raro verlo tan callado. Juraría que cuando hemos llegado de la casona tenía los ojos llorosos”.
--------
“No quise creer lo que decía mi hermana. Me resultaba imposible imaginar que Soledad, mi Soldedad, se hubiera vuelto tan dura como su madre. Me escuece el latigazo, pero más me duele esa mirada llena de rencor. Me voy al cuarto que quiero estar sólo, pero en esta casa tan pequeña es imposible. Además, madre y mis hermanos siempre se están preocupando por mi, aunque yo creo que no me comprenden. Mariana es una chiquilla y Ramiro y Alfonso son tan distintos a mi. Es verdad que su vida es dura, trabajando de sol a sol en los campos, pero no creo que hayan sufrido lo que yo he padecido.
De todas formas, se me hace raro ver a Alfonso tan taciturno, que ya ni monsergas me suelta como antaño”.
-------
“Menuda panorámica. ¿Pero es que en esta familia nunca vamos a levantar cabeza?. Madre y Mariana aguantando a la doña todo el santo día en la Casona. Juan penando por la esquinas, que lo suyo con Soledad no creo yo que tenga componenda posible. Pero lo que más me escuece es ver como los celos consumen a Alfonso. Me asusta ver tanto dolor e ira en sus ojos. Tengo miedo de que un día estalle y cometa cualquier locura. Y pensar que al principio incluso me hacía gracia verlo tan embobado. Él, el hermano mayor que siempre cuidaba de todos; él, el hombretón que no se amedrentaba ante nada; él, Alfonso Castañeda, que siempre llamaba a las cosas por su nombre, de repente no era capaza de enfrentar a la Ulloa para decirle lo que sentía. ¡Pues vaya tontería esto del amor, que vuelve cobardes a los hombres más valientes y ciegas a las muchachas más avispadas!”.
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“Ay señor, señor. Las madres nunca dejamos de sufrir por nuestros hijos. Los llevamos en el vientre nueve meses, los parimos con dolor, los amamantamos y los intentamos proteger de todo mal. Pero es imposible.
¿Cuánto tiempo hay que no veo sonreír a mis chiquillos?. Mi pequeña Mariana, tantos años soportando el mal genio de la doña y ahora la altanería de la niña Soledad. Por no hablar de Juan, cuántos quebraderos de cabeza nos ha dado a todos, aunque yo sé que no lo hace a sabiendas, que es un buen muchacho al que el amor le ha nublado las entendederas. Y hablando de mal de amores, hay que ver que triste está Alfonso, aunque lo quiera ocultar, que nuncha ha sido muchacho de lloreras. Él no me ha querido decir nada, pero yo sé que la moza que lo trae de cabeza es Emilia. Que a una madre no se la puede engañar y ha bebido los vientos por la zagala de los Ulloa desde que era un crío. Lo que me preocupa es que se calle para sus adentros los dolores y las preocupaciones, que eso no puede ser bueno. Menos mal que está Ramiro, tan cabal que a veces se me olvida que no ha cumplido los veinte. Dicen que es el que más se parece a mi….”.
Me da hasta vergüenza dejar esto, que al fin son sólo elucubraciones de una neurona torturada (la mía), que ha intentado meterse en la cabeza de cada uno de los miembros de la familia Castañeda.
-Pensamientos-
“El mundo parece haberse vuelto del revés. La señorita Soledad es otra, es como si de repente se hubiera convertido en la versión joven de doña Francisca. Puedo entender su dolor porque aunque yo no sepa lo que es el amor, he visto como ella y Juan se querían con locura y puedo imaginar la rabia de sentirse traicionada y la angustia de perder un hijo. Pero ni yo, ni mucho menos madre, merecemos que nos trate así. Se ha olvidado de que siempre la trató como una hija más. Incluso, a veces, sentí celos porque pensaba que le daba más cariño a ella que a sus propios hijos, aunque despues comprendí que madre sólo trataba de compensarle todo el sufrimiento que le hacían pasar la doña y el difunto señor Castro.
Y hablando de mis hermanos, algo le sucede a Alfonso. Se me hace raro verlo tan callado. Juraría que cuando hemos llegado de la casona tenía los ojos llorosos”.
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“No quise creer lo que decía mi hermana. Me resultaba imposible imaginar que Soledad, mi Soldedad, se hubiera vuelto tan dura como su madre. Me escuece el latigazo, pero más me duele esa mirada llena de rencor. Me voy al cuarto que quiero estar sólo, pero en esta casa tan pequeña es imposible. Además, madre y mis hermanos siempre se están preocupando por mi, aunque yo creo que no me comprenden. Mariana es una chiquilla y Ramiro y Alfonso son tan distintos a mi. Es verdad que su vida es dura, trabajando de sol a sol en los campos, pero no creo que hayan sufrido lo que yo he padecido.
De todas formas, se me hace raro ver a Alfonso tan taciturno, que ya ni monsergas me suelta como antaño”.
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“Menuda panorámica. ¿Pero es que en esta familia nunca vamos a levantar cabeza?. Madre y Mariana aguantando a la doña todo el santo día en la Casona. Juan penando por la esquinas, que lo suyo con Soledad no creo yo que tenga componenda posible. Pero lo que más me escuece es ver como los celos consumen a Alfonso. Me asusta ver tanto dolor e ira en sus ojos. Tengo miedo de que un día estalle y cometa cualquier locura. Y pensar que al principio incluso me hacía gracia verlo tan embobado. Él, el hermano mayor que siempre cuidaba de todos; él, el hombretón que no se amedrentaba ante nada; él, Alfonso Castañeda, que siempre llamaba a las cosas por su nombre, de repente no era capaza de enfrentar a la Ulloa para decirle lo que sentía. ¡Pues vaya tontería esto del amor, que vuelve cobardes a los hombres más valientes y ciegas a las muchachas más avispadas!”.
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“Ay señor, señor. Las madres nunca dejamos de sufrir por nuestros hijos. Los llevamos en el vientre nueve meses, los parimos con dolor, los amamantamos y los intentamos proteger de todo mal. Pero es imposible.
¿Cuánto tiempo hay que no veo sonreír a mis chiquillos?. Mi pequeña Mariana, tantos años soportando el mal genio de la doña y ahora la altanería de la niña Soledad. Por no hablar de Juan, cuántos quebraderos de cabeza nos ha dado a todos, aunque yo sé que no lo hace a sabiendas, que es un buen muchacho al que el amor le ha nublado las entendederas. Y hablando de mal de amores, hay que ver que triste está Alfonso, aunque lo quiera ocultar, que nuncha ha sido muchacho de lloreras. Él no me ha querido decir nada, pero yo sé que la moza que lo trae de cabeza es Emilia. Que a una madre no se la puede engañar y ha bebido los vientos por la zagala de los Ulloa desde que era un crío. Lo que me preocupa es que se calle para sus adentros los dolores y las preocupaciones, que eso no puede ser bueno. Menos mal que está Ramiro, tan cabal que a veces se me olvida que no ha cumplido los veinte. Dicen que es el que más se parece a mi….”.
#419
07/09/2011 21:06
pepa ..que lindo..eso es lo que habrán pensado cuando estaban todos en el capitulo de hoy... y no hace falta la parte de alfonso..xke se intuye que estaba poniendo buena cara...aunque por dentro rememorase como en una pelicula el beso de Emi y visprin
Gracias pepa...por esa notas de textura dentro de miradas y gestos...muy lindo....
Gracias pepa...por esa notas de textura dentro de miradas y gestos...muy lindo....
#420
07/09/2011 21:11
Me quedo sin palabras vuestros relatos son increíbles haber si aprenden los guionistas