Foro El secreto de Puente Viejo
La Biblioteca (A - K)
#0
17/08/2011 13:26
EL RINCÓN DE AHA
El destino.
EL RINCÓN DE ÁLEX
El Secreto de Puente Viejo, El Origen.
EL RINCÓN DE ABRIL
El mejor hombre de Puente Viejo.
La chica de la trenza I, II, III, IV, V, VI, VII, VIII.
EL RINCÓN DE ALFEMI
De siempre y para siempre.
Hace frío I, II.
Pensando en ti.
Yo te elegí a ti.
EL RINCÓN DE ANTOJEP
Bajo la luz de la luna I, II, III, IV.
Como un rayo de sol I, II, III, IV.
La traición I, II.
EL RINCÓN DE ARICIA
Reacción I, II, III, IV.
Emilia, el lobo y el cazador.
El secreto de Alfonso Castañeda.
La mancha de mora I, II, III, IV, V.
Historias que se repiten. 20 años después.
La historia de Ana Castañeda I, II, III, VI, V, Final.
EL RINCÓN DE ARTEMISILLA
Ojalá fuera cierto.
Una historia de dos
EL RINCÓN DE CAROLINA
Mi historia.
EL RINCÓN DE CINDERELLA
Cierra los ojos.
EL RINCÓN DE COLGADA
Cartas, huidas, regalos y el diluvio universal I-XI.
El secreto de Gregoria Casas.
La decisión I,II, III, IV, V.
Curando heridas I,II, III, IV, V, VI, VII, VIII, IX, X, XI, XII, XIII.
una nueva vida I,II, III
EL RINCÓN DE CUQUINA
Lo que me sale de las teclas.
El origen de Tristán Ulloa.
EL RINCÓN DE EIZA
En los ojos de un Castañeda.
Bajando a los infiernos.
¡¿De qué?!
Pensamientos
EL RINCÓN DE FERMARÍA
Noche de bodas. (Descarga directa aquí)
Lo que no se ve.
En el baile.
De valientes y cobardes.
Descubriendo a Alfonso.
¿Por qué no me besaste?
Dejarse llevar.
Amar a Alfonso Castañeda.
Serenidad.
Así.
Quiero.
El corazón de un jornalero (I) (II).
Lo único cierto I, II.
Tiempo.
Sabor a chocolate.
EL RINCÓN DE FRANRAI
Un amor inquebrantable.
Un perfecto malentendido.
Gotas del pasado.
EL RINCÓN DE GESPA
La rutina.
Cada cosa en su sitio.
El baile.
Tomando decisiones.
Volver I, II.
Chismorreo.
Sola.
Tareas.
El desayuno.
Amigas.
Risas.
La manzana.
EL RINCÓN DE INMILLA
Rain Over Me I, II, III.
EL RINCÓN DE JAJIJU
Diálogos que nos encantaría que pasaran.
EL RINCÓN DE KERALA
Amor, lucha y rendición I - VII, VIII, IX, X, XI (I) (II), XII, XIII, XIV, XV, XVI,
XVII, XVIII, XIX, XX (I) (II), XXI, XXII (I) (II).
Borracha de tu amor.
Lo que debió haber sido.
Tu amor es mi droga I, II. (Escena alternativa).
PACA´S TABERN I, II.
Recuerdos.
Dibujando tu cuerpo.
Tu amor es mi condena I, II.
Encuentro en la posada. Historia alternativa
Tu amor es mi condena I, II, III, IV, V, VI, VII, VIII, IX, X, XI, XII, XIII, XIV, XV, XVI
#201
29/08/2011 12:41
mari yo con saber que has tenido un finde de relax de escandalo me doy por adorada pa los restos, que yo lo que quiero es veros a todas animadas!!!!
Por lo de ahorrarte trabajo era mi intención, agobiaba un poco entrar, hincharte de leer, quedarte anonagada y extasiada por los fics, para despues darte cuenta de todo el curro nuevo que habia salido, asi que como bien sabeis que sois una insomne nata, me dije hare uno o dos, y una vez me puso los hice todos!!!
No entiendo lo que pasa con las fotos, de todas formas, si las fotos no cargasen deberian aparecer los enlaces ¿no? no se no entiendo nada, espero que los moderadores nos puedan ayudar, si las imagenes pesan demasiado, cosa que me extrañaria, porque hay como cuartenta post cargados con videos, gifs y otras mil cosas, podria probar a subir las imagenes guardadas con menos calidad, que menos mal que he guardado todos los psd, asi que voy ha hacer una prueba y te digo si consigo que pesen menos.
Carol me alegro que te haya gustado, de verdad que esta echo con cariño!!!
AntojeP, me tome la libertad de poner a sebas y sole en el tuyo despues de leer "como un rayo de sol" que me gusto mucho, y dije, tengo una idea, jejeje. Me alegro de que te guste.
Mari, es que si encima de que te la robo no la cambio que morro no???? tenia que cambiarle cositas para que no se notara, pero de verdad de la buena que no fue por plagio, fue solo por vagueza, que ya habia estado buscando caps de emi y alfonso, que juro que se me han acabao y ya no tenia ganas de buscar mas, y como yo se que tu eres un solete y no te me enfadas pos digo, a mari se las robo!!!!!!! Aiiis si es que eres mas apaña que las pesetas!
Por lo de ahorrarte trabajo era mi intención, agobiaba un poco entrar, hincharte de leer, quedarte anonagada y extasiada por los fics, para despues darte cuenta de todo el curro nuevo que habia salido, asi que como bien sabeis que sois una insomne nata, me dije hare uno o dos, y una vez me puso los hice todos!!!
No entiendo lo que pasa con las fotos, de todas formas, si las fotos no cargasen deberian aparecer los enlaces ¿no? no se no entiendo nada, espero que los moderadores nos puedan ayudar, si las imagenes pesan demasiado, cosa que me extrañaria, porque hay como cuartenta post cargados con videos, gifs y otras mil cosas, podria probar a subir las imagenes guardadas con menos calidad, que menos mal que he guardado todos los psd, asi que voy ha hacer una prueba y te digo si consigo que pesen menos.
Carol me alegro que te haya gustado, de verdad que esta echo con cariño!!!
AntojeP, me tome la libertad de poner a sebas y sole en el tuyo despues de leer "como un rayo de sol" que me gusto mucho, y dije, tengo una idea, jejeje. Me alegro de que te guste.
Mari, es que si encima de que te la robo no la cambio que morro no???? tenia que cambiarle cositas para que no se notara, pero de verdad de la buena que no fue por plagio, fue solo por vagueza, que ya habia estado buscando caps de emi y alfonso, que juro que se me han acabao y ya no tenia ganas de buscar mas, y como yo se que tu eres un solete y no te me enfadas pos digo, a mari se las robo!!!!!!! Aiiis si es que eres mas apaña que las pesetas!
#202
29/08/2011 13:05
Hola a tod@s!!!
Acabo de dejar mi presentación en el hilo correspondiente y lo prometido es deuda. Aquí os dejo mi historia, bueno más bien cómo me gustaría que fuera el momento en el que Emilia descubre a Alfonso.
Lo que no se me ocurre de momento es un título así que espero que echeis una mano a esta novatilla en esos menesteres, ok???
Aquí os la dejo, ya me direis que os parece.
*******************************************************************************
PARTE 1ª
Emilia estaba ensimismada en sus pensamientos mientras recogía los últimos platos y vasos que atestiguaban que ese había sido un largo y duro día de trabajo, como todos.
Estaba tan hecha a trabajar de sol a sol cada día que ya ni el cansancio notaba, lo hacía todo automáticamente, con la mente en otra parte.
Tal era la cosa que ni ella misma se había percatado de que llevaba un buen rato tarareando una bonita sonata, su melodía, aquella que juraría que su madre le tarareaba a ella cuando era aún un bebé, aquella que sonaba en la maravillosa cajita de música que alguien se había molestado en comprarle y que ella había estrellado contra el suelo presa del sufrimiento y la culpabilidad que la embargaban en ese maldito momento, la echaba tanto en falta…
De pronto cayó en la cuenta de lo que estaba haciendo y dejó de cantar. Sin embargo la música no cesó. Emilia no daba crédito. La música que segundos antes ella tarareaba seguía sonando, pero eso no tenía sentido, ¿cómo era posible?
Salió a la plaza para intentar averiguar de dónde provenía la música. Conseguía oírla, pero la plaza estaba desierta, allí no se atisbaba ni un alma, sin embargo la melodía continuaba sonando imperturbable. Decidió seguirla hasta dar con quién estaba detrás de aquello, pero a medida que parecía que se acercaba, la música volvía a alejarse, una y otra vez, parecía que la dichosa sonata pretendía que Emilia la siguiera…
Así que eso fue precisamente lo que ella hizo. Seguiría la música hasta dar con su procedencia, ¡buena era ella!
Según caminaba se iba poniendo más nerviosa. Sus entrañas y su corazón le decían que esa era la noche. Por fin iba a desvelar el misterio de su admirador secreto, el que tantos desvelos le había causado, y a la par quien había conseguido sembrar un rayito de luz entre las sombras en que se había convertido su existencia últimamente.
Continuaba caminando a oscuras, guiada por la dulce melodía de la cajita de música, sabía que nada malo había de pasarle, su enamorado andaba cerca y no iba a permitir que sufriera ningún percance después de tomarse tantas molestias para guiarla a donde quiera que fuera.
De repente Emilia paró en seco, no podía creer lo que sus ojos estaban mostrándole.
Acabo de dejar mi presentación en el hilo correspondiente y lo prometido es deuda. Aquí os dejo mi historia, bueno más bien cómo me gustaría que fuera el momento en el que Emilia descubre a Alfonso.
Lo que no se me ocurre de momento es un título así que espero que echeis una mano a esta novatilla en esos menesteres, ok???
Aquí os la dejo, ya me direis que os parece.
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PARTE 1ª
Emilia estaba ensimismada en sus pensamientos mientras recogía los últimos platos y vasos que atestiguaban que ese había sido un largo y duro día de trabajo, como todos.
Estaba tan hecha a trabajar de sol a sol cada día que ya ni el cansancio notaba, lo hacía todo automáticamente, con la mente en otra parte.
Tal era la cosa que ni ella misma se había percatado de que llevaba un buen rato tarareando una bonita sonata, su melodía, aquella que juraría que su madre le tarareaba a ella cuando era aún un bebé, aquella que sonaba en la maravillosa cajita de música que alguien se había molestado en comprarle y que ella había estrellado contra el suelo presa del sufrimiento y la culpabilidad que la embargaban en ese maldito momento, la echaba tanto en falta…
De pronto cayó en la cuenta de lo que estaba haciendo y dejó de cantar. Sin embargo la música no cesó. Emilia no daba crédito. La música que segundos antes ella tarareaba seguía sonando, pero eso no tenía sentido, ¿cómo era posible?
Salió a la plaza para intentar averiguar de dónde provenía la música. Conseguía oírla, pero la plaza estaba desierta, allí no se atisbaba ni un alma, sin embargo la melodía continuaba sonando imperturbable. Decidió seguirla hasta dar con quién estaba detrás de aquello, pero a medida que parecía que se acercaba, la música volvía a alejarse, una y otra vez, parecía que la dichosa sonata pretendía que Emilia la siguiera…
Así que eso fue precisamente lo que ella hizo. Seguiría la música hasta dar con su procedencia, ¡buena era ella!
Según caminaba se iba poniendo más nerviosa. Sus entrañas y su corazón le decían que esa era la noche. Por fin iba a desvelar el misterio de su admirador secreto, el que tantos desvelos le había causado, y a la par quien había conseguido sembrar un rayito de luz entre las sombras en que se había convertido su existencia últimamente.
Continuaba caminando a oscuras, guiada por la dulce melodía de la cajita de música, sabía que nada malo había de pasarle, su enamorado andaba cerca y no iba a permitir que sufriera ningún percance después de tomarse tantas molestias para guiarla a donde quiera que fuera.
De repente Emilia paró en seco, no podía creer lo que sus ojos estaban mostrándole.
#203
29/08/2011 13:27
cinderella.... que bonito (ya sé que es repetido...pero es que no me sale otra cosa)..pero....NO NOS DEJES ASÍ!!!!! jajajajaja
#204
29/08/2011 13:53
Fermaría, la historia que está como spoiler no está entera. Voy a colocarla aquí otra vez y ya sin spoilers ni leches, que a fin de cuentas, no creo que vaya a chafarle la escena a los guionistas... por desgracia, jejeje. Por cierto... el título. Mmm creo que le viene al pelo una palabra: "Rendición"
Raimundo Ulloa sentía que el corazón acabaría por explotarle en el pecho. Ardía de rabia, dolor, confusión y un sentimiento al que ni siquiera tenía el valor de nombrar. Sus pasos le llevaban a la Casona como si sus pies tuviesen voluntad propia. Esa tortura le mataría. Estaba seguro de ello. Sebastián le había perdonado por acabar con Virtudes. ¡Le había perdonado! Y sabía que lo había hecho de corazón, no como mero trámite. Recordaba cómo Sebastián y Emilia le habían abrazado. Recordaba sus palabras, diciéndole por décima vez que no se sintiera culpable por haber hecho lo que… le dictaba su conciencia. Recordaba sus rostros. En ellos había amor, indudablemente, pero también había unas expresiones de compasión que no hacían sino atormentarle más. Todo el mundo parecía mirarle de la misma forma, incluso los Castañeda. Como si en el fondo supieran que la tortura que arrastraba ya no tenía que ver con el crimen que se había visto obligado a ejecutar.
Apoyó su mano en la madera de la puerta de la Casona. La contempló como si fuese la primera vez que la veía. Antes de que pudiese arrepentirse y dar media vuelta, la puerta se abrió. Rosario salía un momento a sus recados diarios y se quedó asombrada al verle allí.
- ¡Raimundo!- la buena mujer le contempló sorprendida.- ¿Qué estás haciendo aquí?
Él la miro. Después sus ojos se perdieron en el vacío.
- A decir verdad… ni yo mismo lo sé.
Ella le miró. Sintió una enorme pena por él, por aquel hombre tan extraordinario como valiente. Rosario apoyó una mano en su brazo. Siempre le había apreciado muchísimo. Y siempre había dicho que no existía en toda la comarca un corazón más noble que el de Raimundo Ulloa.
- Raimundo…- él la miró. Rosario le sonrió cariñosa.- ¿Recuerdas la primera vez que entraste en la Casona?
Él se quedó inmóvil, sintiendo una daga en el corazón. ¿Qué si lo recordaba? Dios, tan nítidamente como si hubiese ocurrido ayer y no hacía treinta y tantos años. Rosario le apretó la mano.
- No dudaste ni por un momento cuando cruzaste el umbral. No lo hagas ahora tampoco.- dijo ella. – Sea lo que sea y… pase lo que pase… no lo hagas.
Se miraron como si compartiesen una vida de secretos. Como si no necesitasen palabras para entenderse. Raimundo le sonrió un tanto triste. Rosario le devolvió la sonrisa. Después, él apretó el puño, como si buscase ánimos en lo más hondo de su orgulloso ser. Alzó la cabeza y entró.
Francisca estaba sentada en la mesa de su despacho. Sostenía un libro entre sus manos. Su mente no dejaba de rememorar cada escena vivida allí el día anterior. Todavía veía frente a ella a Raimundo, apuntándola con un arma. Al principio creía que no podía existir peor dolor que ver a… él dispuesto a dispararle. Si la odiaba hasta ese punto, francamente no le importaba morir. Pero después… Las imágenes se sucedían en su mente. Virtudes apuntándola, con una determinación de matarla en verdad real. Raimundo interponiéndose. Había cerrado los ojos, esperando su final, cuando él, sin dudarlo ni un instante, disparó a Virtudes, salvando su vida justo cuando casi la oía apretar el gatillo.
Francisca creyó morir por la avalancha de sentimientos. Apretó el libro entre sus manos. Los poemas de Rosalía parecían mitigar siempre sus dolores, pero en aquel momento, no surtían efecto. Ella le había agradecido a Raimundo su heroicidad, descubriendo irremediablemente sus sentimientos ante él. Le había tomado la mano y acariciado su rostro. Por un instante, ella pudo ver que nada había cambiado, que él la miraba con esos mismos ojos de siempre, con ese amor y pasión incontenibles. Habían estado tan cerca… Pudo sentir su respiración. Pudo respirar el aire que él respiraba. Pero finalmente, él había retrocedido. Esa separación fue peor que recibir el tiro de Virtudes. Una vez más, había roto su ya pulverizado corazón.
- “Me repugna tu forma de entender la vida”
Francisca sintió que las lágrimas acudían a sus ojos.
-“Todo lo que tocas lo conviertes en podredumbre, Francisca Montenegro”
Esta vez, ni su orgullo pudo evitarlo. Se deshizo en lágrimas, que cayeron en el libro de Rosalía de Castro. Su tenaz carácter la reprendió, pero ella no pudo hacer otra cosa que desahogar ese dolor ocultando su rostro entre sus manos. ¿Por qué? ¿Es que no dejaría de sufrir esa tortura hasta que la muerte la llevase? Apretó los ojos, los puños y los dientes, luchando contra su corazón. Se secó los ojos casi con rabia. Tomó furiosa el libro y por un instante se sintió tentada a arrojarlo con todas sus fuerzas por la ventana. Pero el impulso cedió. No podía… no podía…
Raimundo Ulloa sentía que el corazón acabaría por explotarle en el pecho. Ardía de rabia, dolor, confusión y un sentimiento al que ni siquiera tenía el valor de nombrar. Sus pasos le llevaban a la Casona como si sus pies tuviesen voluntad propia. Esa tortura le mataría. Estaba seguro de ello. Sebastián le había perdonado por acabar con Virtudes. ¡Le había perdonado! Y sabía que lo había hecho de corazón, no como mero trámite. Recordaba cómo Sebastián y Emilia le habían abrazado. Recordaba sus palabras, diciéndole por décima vez que no se sintiera culpable por haber hecho lo que… le dictaba su conciencia. Recordaba sus rostros. En ellos había amor, indudablemente, pero también había unas expresiones de compasión que no hacían sino atormentarle más. Todo el mundo parecía mirarle de la misma forma, incluso los Castañeda. Como si en el fondo supieran que la tortura que arrastraba ya no tenía que ver con el crimen que se había visto obligado a ejecutar.
Apoyó su mano en la madera de la puerta de la Casona. La contempló como si fuese la primera vez que la veía. Antes de que pudiese arrepentirse y dar media vuelta, la puerta se abrió. Rosario salía un momento a sus recados diarios y se quedó asombrada al verle allí.
- ¡Raimundo!- la buena mujer le contempló sorprendida.- ¿Qué estás haciendo aquí?
Él la miro. Después sus ojos se perdieron en el vacío.
- A decir verdad… ni yo mismo lo sé.
Ella le miró. Sintió una enorme pena por él, por aquel hombre tan extraordinario como valiente. Rosario apoyó una mano en su brazo. Siempre le había apreciado muchísimo. Y siempre había dicho que no existía en toda la comarca un corazón más noble que el de Raimundo Ulloa.
- Raimundo…- él la miró. Rosario le sonrió cariñosa.- ¿Recuerdas la primera vez que entraste en la Casona?
Él se quedó inmóvil, sintiendo una daga en el corazón. ¿Qué si lo recordaba? Dios, tan nítidamente como si hubiese ocurrido ayer y no hacía treinta y tantos años. Rosario le apretó la mano.
- No dudaste ni por un momento cuando cruzaste el umbral. No lo hagas ahora tampoco.- dijo ella. – Sea lo que sea y… pase lo que pase… no lo hagas.
Se miraron como si compartiesen una vida de secretos. Como si no necesitasen palabras para entenderse. Raimundo le sonrió un tanto triste. Rosario le devolvió la sonrisa. Después, él apretó el puño, como si buscase ánimos en lo más hondo de su orgulloso ser. Alzó la cabeza y entró.
Francisca estaba sentada en la mesa de su despacho. Sostenía un libro entre sus manos. Su mente no dejaba de rememorar cada escena vivida allí el día anterior. Todavía veía frente a ella a Raimundo, apuntándola con un arma. Al principio creía que no podía existir peor dolor que ver a… él dispuesto a dispararle. Si la odiaba hasta ese punto, francamente no le importaba morir. Pero después… Las imágenes se sucedían en su mente. Virtudes apuntándola, con una determinación de matarla en verdad real. Raimundo interponiéndose. Había cerrado los ojos, esperando su final, cuando él, sin dudarlo ni un instante, disparó a Virtudes, salvando su vida justo cuando casi la oía apretar el gatillo.
Francisca creyó morir por la avalancha de sentimientos. Apretó el libro entre sus manos. Los poemas de Rosalía parecían mitigar siempre sus dolores, pero en aquel momento, no surtían efecto. Ella le había agradecido a Raimundo su heroicidad, descubriendo irremediablemente sus sentimientos ante él. Le había tomado la mano y acariciado su rostro. Por un instante, ella pudo ver que nada había cambiado, que él la miraba con esos mismos ojos de siempre, con ese amor y pasión incontenibles. Habían estado tan cerca… Pudo sentir su respiración. Pudo respirar el aire que él respiraba. Pero finalmente, él había retrocedido. Esa separación fue peor que recibir el tiro de Virtudes. Una vez más, había roto su ya pulverizado corazón.
- “Me repugna tu forma de entender la vida”
Francisca sintió que las lágrimas acudían a sus ojos.
-“Todo lo que tocas lo conviertes en podredumbre, Francisca Montenegro”
Esta vez, ni su orgullo pudo evitarlo. Se deshizo en lágrimas, que cayeron en el libro de Rosalía de Castro. Su tenaz carácter la reprendió, pero ella no pudo hacer otra cosa que desahogar ese dolor ocultando su rostro entre sus manos. ¿Por qué? ¿Es que no dejaría de sufrir esa tortura hasta que la muerte la llevase? Apretó los ojos, los puños y los dientes, luchando contra su corazón. Se secó los ojos casi con rabia. Tomó furiosa el libro y por un instante se sintió tentada a arrojarlo con todas sus fuerzas por la ventana. Pero el impulso cedió. No podía… no podía…
#205
29/08/2011 13:54
Dejó el libro en la mesa, temblorosa. En ese momento, Raimundo Ulloa irrumpió en el despacho sin llamar siquiera. Francisca se levantó apresuradamente y en un impulso, le dio la espalda. Él la miró extrañado.
- ¿Es que nadie te ha enseñado a llamar a la puerta?- dijo, procurando que su voz sonase con su firmeza habitual.
- Lo siento, pero tenía algo importante que decirte.
Raimundo avanzó hasta colocarse frente a ella. Francisca apretó los dientes, tragando todo su dolor. Pero él advirtió que había una sombra de lágrimas en su rostro.
- ¿Qué te ocurre Francisca?
Ella alzó la mirada. Cierto, había estado llorando. Pero además de lágrimas también había una fría dureza y determinación. Ese gesto… Raimundo tragó saliva. Sin saber por qué, le recordó demasiado al rostro que vio en una joven Francisca cuando tuvo que abandonarla.
- No me ocurre nada.- dijo ella, aferrándose a la rabia de su dolor.- Tengo mucho quehacer, Raimundo. Así que, sea lo que sea que te haya traído hasta aquí, más vale que lo sueltes rápido y te largues por dónde has venido.
Raimundo la penetró con su mirada. Ambos se miraron con demasiada furia contenida.
- Está bien. No seré yo quien robe su precioso tiempo a nuestra ilustre cacique.- dijo mordaz.- Sólo vine para agradecerte que cumplieras tu palabra y movieras los hilos para liberar a Sebastián.
- Yo siempre cumplo mi palabra. Cosa que no todos pueden afirmar.- dijo ella, manteniendo firme el duelo de miradas.
Él clavó sus ojos en ella. Francisca bufó.
- Bueno, si no tienes nada más que decir, ahí tienes la puerta, “héroe”.
Raimundo sintió que toda su paciencia explotaba en un arranque de rabia.
- ¿Se puede saber a cuento de qué estás tan “encantadora” conmigo? Parece que en lugar de salvarte la vida, te haya arrebatado alguna de tus posesiones que… por otro lado, me pertenecen.
Francisca se acercó furiosa.
- Oh, sí, eres un héroe valeroso. Me salvas la vida… ¿Para qué? ¿Para torturarme día tras día? – se dio de cuenta con horror de las implicaciones de sus palabras y continuó a toda prisa.- Tan valiente eres para evitar que Virtudes me matara, pero nunca tuviste las agallas suficientes para…- se interrumpió tragando saliva. Le clavó una mirada de furia.- Viniste aquí con el propósito de matarme tú mismo y después me salvas la vida. ¿Por qué lo hiciste?
Raimundo intentó tomar aire. La situación se estaba descontrolando y no sabía muy bien en qué sentido. Parecía una de sus típicas discusiones, pero notaba que un sentimiento más poderoso que él empezaba a crecer imparable. Veía a Francisca gritándole furiosa y su corazón golpeó con fuerza contra sus costillas.
- Ya te dije por qué lo hice.- contestó amenazador, procurando dominarse.- Para evitar un crimen.
- No me hagas reír.- dijo ella sarcástica.- ¿Para evitar un crimen cometes otro?
Ambos estaban frente a frente. Apenas separados por unos centímetros de caldeada atmósfera. La furia de Francisca le traspasó. Le fulminó con los ojos, encarándole.
- Eres un maldito cobarde, Raimundo Ulloa. Lo fuiste cuando me abandonaste. Lo sigues siendo y morirás siendo un maldito cobarde.
Raimundo sintió que la cólera se mezclaba con una pasión incontenible. Francisca no bajó ni un ápice la mirada.
- Sabes por qué lo hiciste. Y yo también.- afirmó.
Él sintió que no podía negarlo por más tiempo.
- Está bien…- Raimundo pronunció esas palabras como si le costase una vida.- Es cierto. No… podía dejarte morir. Nunca podría… apretar el gatillo porque… esta tortura, este amor venenoso que siento por ti…- la miró torturado.- … vivirá conmigo hasta que me vaya a la tumba.
Francisca creyó morir al oír sus palabras. Raimundo meneó desesperado la cabeza.
- Eso… no cambia nada, Francisca. El amor es antojadizo, es un sentimiento que está por encima de la lógica. No siempre nos enamoramos de quien más nos conviene. Nadie lo sabe mejor que yo. – la atravesó con la mirada.- Es cierto. Mi corazón no hace más que torturarme, pero sigues siendo mi enemiga, aquella que no dudó en desposeerme de todo lo que alguna vez fue querido para mí. Sí, incluso me desposeíste de ti misma al casarte con Salvador.
- ¡Todo lo que hice lo hice porque tú…!- Francisca sintió que las lágrimas le impedían hablar.- Tú me traicionaste…
- Nunca quisiste escuchar la verdad.- Raimundo la miró amargo.- Nunca se te ocurrió pensar que amándote como te amaba, debía haber una razón inmensamente poderosa para que obrara como lo hice.
- ¿Pensar?- Francisca casi escupió la palabra.- ¿Crees que podía pensar cuando tenía el alma rota?
Raimundo meneó la cabeza, derrotado.
- Estas palabras no nos llevan a ningún fin. Sólo a lanzarnos veneno mutuamente. Ya he dicho lo que tenía que decir.
- Pues vuelvo a indicarte que ya sabes dónde está la puerta.
Francisca le miraba con un dolor y un rencor inmenso en sus ojos oscuros. Raimundo sentía mil dardos en su corazón. Por vez primera, no pudo sostenerle la mirada. Bajó sus ojos y de pronto, se quedó paralizado al ver un viejo libro sobre la mesa. No… no podía ser cierto. Contempló el libro. Había pequeñas marcas húmedas en su tapa, como si… Clavó la mirada en el rostro de ella, donde aún se percibían antiguos rastros de lágrimas. No… no podía… ser…
- ¿Es que nadie te ha enseñado a llamar a la puerta?- dijo, procurando que su voz sonase con su firmeza habitual.
- Lo siento, pero tenía algo importante que decirte.
Raimundo avanzó hasta colocarse frente a ella. Francisca apretó los dientes, tragando todo su dolor. Pero él advirtió que había una sombra de lágrimas en su rostro.
- ¿Qué te ocurre Francisca?
Ella alzó la mirada. Cierto, había estado llorando. Pero además de lágrimas también había una fría dureza y determinación. Ese gesto… Raimundo tragó saliva. Sin saber por qué, le recordó demasiado al rostro que vio en una joven Francisca cuando tuvo que abandonarla.
- No me ocurre nada.- dijo ella, aferrándose a la rabia de su dolor.- Tengo mucho quehacer, Raimundo. Así que, sea lo que sea que te haya traído hasta aquí, más vale que lo sueltes rápido y te largues por dónde has venido.
Raimundo la penetró con su mirada. Ambos se miraron con demasiada furia contenida.
- Está bien. No seré yo quien robe su precioso tiempo a nuestra ilustre cacique.- dijo mordaz.- Sólo vine para agradecerte que cumplieras tu palabra y movieras los hilos para liberar a Sebastián.
- Yo siempre cumplo mi palabra. Cosa que no todos pueden afirmar.- dijo ella, manteniendo firme el duelo de miradas.
Él clavó sus ojos en ella. Francisca bufó.
- Bueno, si no tienes nada más que decir, ahí tienes la puerta, “héroe”.
Raimundo sintió que toda su paciencia explotaba en un arranque de rabia.
- ¿Se puede saber a cuento de qué estás tan “encantadora” conmigo? Parece que en lugar de salvarte la vida, te haya arrebatado alguna de tus posesiones que… por otro lado, me pertenecen.
Francisca se acercó furiosa.
- Oh, sí, eres un héroe valeroso. Me salvas la vida… ¿Para qué? ¿Para torturarme día tras día? – se dio de cuenta con horror de las implicaciones de sus palabras y continuó a toda prisa.- Tan valiente eres para evitar que Virtudes me matara, pero nunca tuviste las agallas suficientes para…- se interrumpió tragando saliva. Le clavó una mirada de furia.- Viniste aquí con el propósito de matarme tú mismo y después me salvas la vida. ¿Por qué lo hiciste?
Raimundo intentó tomar aire. La situación se estaba descontrolando y no sabía muy bien en qué sentido. Parecía una de sus típicas discusiones, pero notaba que un sentimiento más poderoso que él empezaba a crecer imparable. Veía a Francisca gritándole furiosa y su corazón golpeó con fuerza contra sus costillas.
- Ya te dije por qué lo hice.- contestó amenazador, procurando dominarse.- Para evitar un crimen.
- No me hagas reír.- dijo ella sarcástica.- ¿Para evitar un crimen cometes otro?
Ambos estaban frente a frente. Apenas separados por unos centímetros de caldeada atmósfera. La furia de Francisca le traspasó. Le fulminó con los ojos, encarándole.
- Eres un maldito cobarde, Raimundo Ulloa. Lo fuiste cuando me abandonaste. Lo sigues siendo y morirás siendo un maldito cobarde.
Raimundo sintió que la cólera se mezclaba con una pasión incontenible. Francisca no bajó ni un ápice la mirada.
- Sabes por qué lo hiciste. Y yo también.- afirmó.
Él sintió que no podía negarlo por más tiempo.
- Está bien…- Raimundo pronunció esas palabras como si le costase una vida.- Es cierto. No… podía dejarte morir. Nunca podría… apretar el gatillo porque… esta tortura, este amor venenoso que siento por ti…- la miró torturado.- … vivirá conmigo hasta que me vaya a la tumba.
Francisca creyó morir al oír sus palabras. Raimundo meneó desesperado la cabeza.
- Eso… no cambia nada, Francisca. El amor es antojadizo, es un sentimiento que está por encima de la lógica. No siempre nos enamoramos de quien más nos conviene. Nadie lo sabe mejor que yo. – la atravesó con la mirada.- Es cierto. Mi corazón no hace más que torturarme, pero sigues siendo mi enemiga, aquella que no dudó en desposeerme de todo lo que alguna vez fue querido para mí. Sí, incluso me desposeíste de ti misma al casarte con Salvador.
- ¡Todo lo que hice lo hice porque tú…!- Francisca sintió que las lágrimas le impedían hablar.- Tú me traicionaste…
- Nunca quisiste escuchar la verdad.- Raimundo la miró amargo.- Nunca se te ocurrió pensar que amándote como te amaba, debía haber una razón inmensamente poderosa para que obrara como lo hice.
- ¿Pensar?- Francisca casi escupió la palabra.- ¿Crees que podía pensar cuando tenía el alma rota?
Raimundo meneó la cabeza, derrotado.
- Estas palabras no nos llevan a ningún fin. Sólo a lanzarnos veneno mutuamente. Ya he dicho lo que tenía que decir.
- Pues vuelvo a indicarte que ya sabes dónde está la puerta.
Francisca le miraba con un dolor y un rencor inmenso en sus ojos oscuros. Raimundo sentía mil dardos en su corazón. Por vez primera, no pudo sostenerle la mirada. Bajó sus ojos y de pronto, se quedó paralizado al ver un viejo libro sobre la mesa. No… no podía ser cierto. Contempló el libro. Había pequeñas marcas húmedas en su tapa, como si… Clavó la mirada en el rostro de ella, donde aún se percibían antiguos rastros de lágrimas. No… no podía… ser…
#206
29/08/2011 13:54
Francisca le miró dolida y furiosa.
- ¿Se puede saber a qué demonios esperas para desaparecer de mi vista, condenado cobar…?
No pudo terminar. Raimundo avanzó hacia ella. La atrapó acorralándola contra la mesa, interrumpiendo sus palabras con ese arrebato. Francisca creyó morir al sentir los brazos de él ceñirla. Él la miró. Sus ojos echaban fuego y amenazaban con consumirla hasta no dejar más que cenizas de ella.
- No soy ningún cobarde… mi pequeña.
Ella empezó a abrir la boca y él aprovechó para atraparla con sus labios. Francisca gimió en una mezcla de júbilo, tristeza, felicidad y asfixia. Raimundo tomó su nuca tierno y profundizó más el beso, acorralando su lengua con la suya, sin darle tregua. La pasión prendió como la pólvora y antes de que Francisca supiera cómo, él había tirado todos los papeles al suelo y la había tendido sobre la mesa, sin dejar de besarla. Francisca creyó morir ante su ataque. Él empezó a desabrochar la hilera de botones a su espalda a la vez que la llevaba a la locura. Enterró el rostro en su cuello, mordiendo delicadamente la sensible piel y arrancándole un gemido a Francisca.
- Rai… Raimundo…
Oír su nombre pronunciado de aquella forma lo enloqueció por completo. Sin embargo, se separó un instante de ella. Si alguien los interrumpía, fuese quien fuese, le mataría. Así que para evitar otro crimen se acercó a la puerta y cerró con llave. Francisca se incorporó sorprendida sobre la mesa. Él se volvió, devorándola con la mirada. La deseaba tanto que le dolía. Se acercó a ella como un depredador, disfrutando con el hecho de que estaba allí, encerrada, sin posibilidad de escapatoria. Se volvió loco al verla con el moño deshecho, el vestido casi a la altura de su pecho, el cuál ascendía y bajaba rápidamente intentando tomar algo de oxígeno. Ella casi retrocedió al ver su mirada de fuego. Él dio otro paso amenazador hacia ella. Ahora la miraba al rostro. Estaba tan condenadamente hermosa con las mejillas encendidas y la boca hinchada y enrojecida por sus besos…
- Raimundo…- ella pronunció su nombre con una mezcla de temor y deseo.
No pudo decir nada más. Él se había adueñado de su boca otra vez, mientras sus hábiles manos la despojaban completamente del vestido. Los jadeos de Francisca empezaron a ser incontenibles, pese a que trataba por todos los medios de acallarlos mordiéndose el labio inferior. Raimundo la besó en el cuello y descendió hasta su pecho. Ella acarició su espalda por debajo de la camisa, arrancándole a su vez un jadeo a Raimundo. Se deshizo de la camisa y ambos se abrazaron, piel con piel.
- Mi pequeña…- jadeó él.- Te… necesito…- susurró contra sus labios.
Francisca ahogó un grito cuando él empezó a introducirse delicadamente en ella. La pasión alcanzó cotas insospechadas. Francisca se removió torturada por ese avasallador placer. Raimundo soltó un gemido de placentera agonía, sujetándola contra la mesa.
- Francisca… espera… O no podré contenerme…
- No… lo hagas.- jadeó ella.
Raimundo la miró, con los ojos velados por el salvaje deseo. Sus cuerpos comenzaron a moverse al ritmo de una incontenible pasión hasta que por fin alcanzaron la cumbre del éxtasis. Se besaron, intentando acallar el grito que salió imparable por sus gargantas. Ambos quedaron rendidos sobre la mesa, agotados de placer, vencidos definitivamente por algo mucho más poderoso que el orgullo y el rencor.
- ¿Se puede saber a qué demonios esperas para desaparecer de mi vista, condenado cobar…?
No pudo terminar. Raimundo avanzó hacia ella. La atrapó acorralándola contra la mesa, interrumpiendo sus palabras con ese arrebato. Francisca creyó morir al sentir los brazos de él ceñirla. Él la miró. Sus ojos echaban fuego y amenazaban con consumirla hasta no dejar más que cenizas de ella.
- No soy ningún cobarde… mi pequeña.
Ella empezó a abrir la boca y él aprovechó para atraparla con sus labios. Francisca gimió en una mezcla de júbilo, tristeza, felicidad y asfixia. Raimundo tomó su nuca tierno y profundizó más el beso, acorralando su lengua con la suya, sin darle tregua. La pasión prendió como la pólvora y antes de que Francisca supiera cómo, él había tirado todos los papeles al suelo y la había tendido sobre la mesa, sin dejar de besarla. Francisca creyó morir ante su ataque. Él empezó a desabrochar la hilera de botones a su espalda a la vez que la llevaba a la locura. Enterró el rostro en su cuello, mordiendo delicadamente la sensible piel y arrancándole un gemido a Francisca.
- Rai… Raimundo…
Oír su nombre pronunciado de aquella forma lo enloqueció por completo. Sin embargo, se separó un instante de ella. Si alguien los interrumpía, fuese quien fuese, le mataría. Así que para evitar otro crimen se acercó a la puerta y cerró con llave. Francisca se incorporó sorprendida sobre la mesa. Él se volvió, devorándola con la mirada. La deseaba tanto que le dolía. Se acercó a ella como un depredador, disfrutando con el hecho de que estaba allí, encerrada, sin posibilidad de escapatoria. Se volvió loco al verla con el moño deshecho, el vestido casi a la altura de su pecho, el cuál ascendía y bajaba rápidamente intentando tomar algo de oxígeno. Ella casi retrocedió al ver su mirada de fuego. Él dio otro paso amenazador hacia ella. Ahora la miraba al rostro. Estaba tan condenadamente hermosa con las mejillas encendidas y la boca hinchada y enrojecida por sus besos…
- Raimundo…- ella pronunció su nombre con una mezcla de temor y deseo.
No pudo decir nada más. Él se había adueñado de su boca otra vez, mientras sus hábiles manos la despojaban completamente del vestido. Los jadeos de Francisca empezaron a ser incontenibles, pese a que trataba por todos los medios de acallarlos mordiéndose el labio inferior. Raimundo la besó en el cuello y descendió hasta su pecho. Ella acarició su espalda por debajo de la camisa, arrancándole a su vez un jadeo a Raimundo. Se deshizo de la camisa y ambos se abrazaron, piel con piel.
- Mi pequeña…- jadeó él.- Te… necesito…- susurró contra sus labios.
Francisca ahogó un grito cuando él empezó a introducirse delicadamente en ella. La pasión alcanzó cotas insospechadas. Francisca se removió torturada por ese avasallador placer. Raimundo soltó un gemido de placentera agonía, sujetándola contra la mesa.
- Francisca… espera… O no podré contenerme…
- No… lo hagas.- jadeó ella.
Raimundo la miró, con los ojos velados por el salvaje deseo. Sus cuerpos comenzaron a moverse al ritmo de una incontenible pasión hasta que por fin alcanzaron la cumbre del éxtasis. Se besaron, intentando acallar el grito que salió imparable por sus gargantas. Ambos quedaron rendidos sobre la mesa, agotados de placer, vencidos definitivamente por algo mucho más poderoso que el orgullo y el rencor.
#207
29/08/2011 14:06
Que pasada de relato Inaeowyn!!!! me encanta!!!!!
Librito, ahora mismo cuelgo el resto de mi historia, me alegra muchisimo que te guste. Yo leí la tuya y me encantó también
Librito, ahora mismo cuelgo el resto de mi historia, me alegra muchisimo que te guste. Yo leí la tuya y me encantó también
#208
29/08/2011 14:07
Lo prometido es deuda
PARTE 2ª
******************************************************
De repente Emilia paró en seco, no podía creer lo que sus ojos estaban mostrándole. Su admirador había señalado, colocando velas a ambos lados del camino, una senda cuyo destino era una caseta de pastores. Las luces de las velas marcaban el camino a seguir, y Emilia no lo dudó ni por un segundo, en aquel chozo se encontraba su amor secreto, caminó por la senda y no paró hasta encontrarse frente a la puerta de la cabaña.
Allí estaba, por fin, había llegado en momento. Se colocó los ropajes y se atusó el pelo como buenamente pudo, el corazón le latía muy aprisa. Abrió la puerta muy lentamente, desde fuera podía oír aún la melodía de la cajita de música. Cuando la puerta se abrío del todo una lágrima bajó rodando por su mejilla sin que ella pudiera evitarlo.
En el centro de la diminuta estancia se encontraba la cajita de música en una pequeña mesa de madera adornada con un mantelito de ganchillo y el resto de la habitación estaba increíblemente decorada con velas flores silvestres y, por supuesto lavanda, había lavanda por doquier, el aroma la embriagó. Sin embargo notó un pinchazo en las entrañas al cerciorarse de que no había nadie más allí. Estaba sola.
Avanzó hasta la cajita de música y pudo ver como una nota de papel se hallaba en su interior. Escrita en ella solo tres palabras “Cierra los ojos”.
PARTE 2ª
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De repente Emilia paró en seco, no podía creer lo que sus ojos estaban mostrándole. Su admirador había señalado, colocando velas a ambos lados del camino, una senda cuyo destino era una caseta de pastores. Las luces de las velas marcaban el camino a seguir, y Emilia no lo dudó ni por un segundo, en aquel chozo se encontraba su amor secreto, caminó por la senda y no paró hasta encontrarse frente a la puerta de la cabaña.
Allí estaba, por fin, había llegado en momento. Se colocó los ropajes y se atusó el pelo como buenamente pudo, el corazón le latía muy aprisa. Abrió la puerta muy lentamente, desde fuera podía oír aún la melodía de la cajita de música. Cuando la puerta se abrío del todo una lágrima bajó rodando por su mejilla sin que ella pudiera evitarlo.
En el centro de la diminuta estancia se encontraba la cajita de música en una pequeña mesa de madera adornada con un mantelito de ganchillo y el resto de la habitación estaba increíblemente decorada con velas flores silvestres y, por supuesto lavanda, había lavanda por doquier, el aroma la embriagó. Sin embargo notó un pinchazo en las entrañas al cerciorarse de que no había nadie más allí. Estaba sola.
Avanzó hasta la cajita de música y pudo ver como una nota de papel se hallaba en su interior. Escrita en ella solo tres palabras “Cierra los ojos”.
#209
29/08/2011 14:09
PARTE 3ª
****************************************************
Escrita en ella solo tres palabras “Cierra los ojos”.
Emilia obedeció sin dudar y solo unos segundos después notó como unas grandes manos le cubrían los ojos.
“ No voy a abrirlos” dijo ella. Las manos se retiraron de inmediato de su cara y se posaron en sus caderas, haciéndola girar sobre sí misma.
Notó como aquel hombre respiró el aroma que desprendía su rubio cabello y como poco a poco y muy dulce y suavemente le deshizo su trenza y dejó que sus cabellos cayeran por su espalda, consiguiendo que así que un escalofrío recorriera toda su espalda desde la nuca y que, sin proponérselo, la muchacha soltase un profundo suspiro.
Emilia aún conservaba los ojos cerrados, como había prometido, pero eso no la impidió embriagarse con el olor que desprendía aquel misterioso hombre, ni cerciorarse de que, sin duda, se trataba del hombre más dulce sobre la faz de la tierra. No sabía de quien se trataba, pero confiaba plenamente en él. Le dejaría hacer todo lo que se propusiera, porque tenía la certeza de que nada malo intentaría.
Mientras Emilia divagaba en sus pensamientos el misterioso individuo se acercaba a su cuello, sin siquiera rozarlo, solo inhalando el aroma que éste desprendía, acercando cada vez más su cuerpo al de su amada. Hasta que no pudo más. La pasión y el deseo le pudo y busco la boca de su amada, suave, dulcemente. Con sus labios, separó levente los de ella, que se dejó besar sin poner impedimento alguno…
Fue un beso dulce, muy dulce, y muy cálido.
Cuando sus bocas se separaron Emilia, aún con los ojos cerrados susurró una palabra, una sola palabra que dejó helado, inmóvil al hombre misterioso: “Alfonso…”
Emilia alzó sus manos y las colocó el las mejillas del muchacho, percatándose, a la vez que palpaba su forma con sus manos, de que estaba en lo cierto, era Alfonso, no sabía cómo lo había descubierto, pero lo había hecho, y no había errado. Alfonso era su admirador secreto.
“¿Cómo lo has descubierto?” preguntó él con un hilo de voz
“No lo sé. Simplemente lo supe. En cuanto pusiste tus labios sobre los míos, lo supe.”
“Emilia, ya puedes abrir los ojos, si es lo que deseas.”
“No.” Dijo ella. “Quiero seguir soñando. Bésame de nuevo, Alfonso, mi amor. Bésame y abrázame hasta que caigamos rendidos, exhaustos de amor. No quiero separarme de ti nunca más, quiero ser tuya durante el resto de mi vida.” Dijo Emilia abriendo al fin los ojos y clavando su mirada vidriosa en la de su amado, que la abrazó como si fuese a acabarse el mundo y sólo se tuvieran el uno al otro.
Al oír esas dulces palabras, esas palabras que jamás imaginó que sonarían tan celestiales por muchas veces que lo hubiera imaginado, se deshizo definitivamente del miedo y la vergüenza y esta vez sí, la besó con ternura, pero también con pasión, con la pasión y el deseo que le proporcionaba la simple presencia de aquella diosa que la fortuna había querido que fuese para él, aún no daba crédito, por fin, después de tantos días, semanas, meses de cobardía, sinsabores, amarguras, por fin, era suya, la tenía entre sus brazos y en ese mismo instante juró por su alma que jamás la dejaría marchar, desde aquel momento supo que no podría seguir viviendo, respirando, existiendo si no era a su lado.
Lloraron, se amaron, maldijeron al destino por no haberse encontrado antes y finalmente cayeron vencidos por un sueño del que ninguno de los dos querría despertar jamás.
Las primeras luces del alba les descubrieron aún abrazados, las manos de él enredadas en su suave pelo y las ella rodeándole el cuello, mientras reposaba sobre el pecho de su amado, donde podía oír latir su corazón, que ahora, al fin, se encontraba sano y lleno de dicha.
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Escrita en ella solo tres palabras “Cierra los ojos”.
Emilia obedeció sin dudar y solo unos segundos después notó como unas grandes manos le cubrían los ojos.
“ No voy a abrirlos” dijo ella. Las manos se retiraron de inmediato de su cara y se posaron en sus caderas, haciéndola girar sobre sí misma.
Notó como aquel hombre respiró el aroma que desprendía su rubio cabello y como poco a poco y muy dulce y suavemente le deshizo su trenza y dejó que sus cabellos cayeran por su espalda, consiguiendo que así que un escalofrío recorriera toda su espalda desde la nuca y que, sin proponérselo, la muchacha soltase un profundo suspiro.
Emilia aún conservaba los ojos cerrados, como había prometido, pero eso no la impidió embriagarse con el olor que desprendía aquel misterioso hombre, ni cerciorarse de que, sin duda, se trataba del hombre más dulce sobre la faz de la tierra. No sabía de quien se trataba, pero confiaba plenamente en él. Le dejaría hacer todo lo que se propusiera, porque tenía la certeza de que nada malo intentaría.
Mientras Emilia divagaba en sus pensamientos el misterioso individuo se acercaba a su cuello, sin siquiera rozarlo, solo inhalando el aroma que éste desprendía, acercando cada vez más su cuerpo al de su amada. Hasta que no pudo más. La pasión y el deseo le pudo y busco la boca de su amada, suave, dulcemente. Con sus labios, separó levente los de ella, que se dejó besar sin poner impedimento alguno…
Fue un beso dulce, muy dulce, y muy cálido.
Cuando sus bocas se separaron Emilia, aún con los ojos cerrados susurró una palabra, una sola palabra que dejó helado, inmóvil al hombre misterioso: “Alfonso…”
Emilia alzó sus manos y las colocó el las mejillas del muchacho, percatándose, a la vez que palpaba su forma con sus manos, de que estaba en lo cierto, era Alfonso, no sabía cómo lo había descubierto, pero lo había hecho, y no había errado. Alfonso era su admirador secreto.
“¿Cómo lo has descubierto?” preguntó él con un hilo de voz
“No lo sé. Simplemente lo supe. En cuanto pusiste tus labios sobre los míos, lo supe.”
“Emilia, ya puedes abrir los ojos, si es lo que deseas.”
“No.” Dijo ella. “Quiero seguir soñando. Bésame de nuevo, Alfonso, mi amor. Bésame y abrázame hasta que caigamos rendidos, exhaustos de amor. No quiero separarme de ti nunca más, quiero ser tuya durante el resto de mi vida.” Dijo Emilia abriendo al fin los ojos y clavando su mirada vidriosa en la de su amado, que la abrazó como si fuese a acabarse el mundo y sólo se tuvieran el uno al otro.
Al oír esas dulces palabras, esas palabras que jamás imaginó que sonarían tan celestiales por muchas veces que lo hubiera imaginado, se deshizo definitivamente del miedo y la vergüenza y esta vez sí, la besó con ternura, pero también con pasión, con la pasión y el deseo que le proporcionaba la simple presencia de aquella diosa que la fortuna había querido que fuese para él, aún no daba crédito, por fin, después de tantos días, semanas, meses de cobardía, sinsabores, amarguras, por fin, era suya, la tenía entre sus brazos y en ese mismo instante juró por su alma que jamás la dejaría marchar, desde aquel momento supo que no podría seguir viviendo, respirando, existiendo si no era a su lado.
Lloraron, se amaron, maldijeron al destino por no haberse encontrado antes y finalmente cayeron vencidos por un sueño del que ninguno de los dos querría despertar jamás.
Las primeras luces del alba les descubrieron aún abrazados, las manos de él enredadas en su suave pelo y las ella rodeándole el cuello, mientras reposaba sobre el pecho de su amado, donde podía oír latir su corazón, que ahora, al fin, se encontraba sano y lleno de dicha.
#210
29/08/2011 15:10
INAAAAAAAAAAAAAAAAAA me caigo muerta aqui mismo con ese final, no hay quien me levante del suelo, plas plas plas
cinderella que bonito como me ha gustado, aunque si yo hubiera sio emilia hubiera abierto los ojos en cuanto me puso las manos en las caderas, que son mi punto debil
mary, haz un banner para cinderella please!!!
Estoy pensando que si no son capaces de arreglarlo, quizas deberiamos probar a hacerla de nuevo a ver si nos dejan, yo quiero la cabecera, que me gustaba un huevo, mari, cuando haya novedades respecto al mensaje informa, que espiare desde el curro!
cinderella que bonito como me ha gustado, aunque si yo hubiera sio emilia hubiera abierto los ojos en cuanto me puso las manos en las caderas, que son mi punto debil
mary, haz un banner para cinderella please!!!
Estoy pensando que si no son capaces de arreglarlo, quizas deberiamos probar a hacerla de nuevo a ver si nos dejan, yo quiero la cabecera, que me gustaba un huevo, mari, cuando haya novedades respecto al mensaje informa, que espiare desde el curro!
#211
29/08/2011 15:46
Mari, los he bajado de calidad 10, ha calidad 6 ha todos y de 48 KB a 28 KB a ver si puedes y tienes tiempo de probar, por si acaso es culpa del peso, no se si me he dejado alguno, creo que no, y sorry por invadir el facebock!
#212
29/08/2011 15:49
cinderella.... antes me has dejado en un ay...y ahora rencien llegada a casa me he puestoa leer..chiquilla...que arte...que bonito....
yari...yo tambien hubiese abierto los ojos...jajajajaja
sieske...kon lo bonnito que es hacer las cosas bien..y nos lo tienen que complicar ... ains...
EDITO: lnaeowyn...me has dejado :| ... la paka ya no será la misma para mí jajajajajaja a raimundo lo veia capaz pero a ella.....felicidades!!!!!
yari...yo tambien hubiese abierto los ojos...jajajajaja
sieske...kon lo bonnito que es hacer las cosas bien..y nos lo tienen que complicar ... ains...
EDITO: lnaeowyn...me has dejado :| ... la paka ya no será la misma para mí jajajajajaja a raimundo lo veia capaz pero a ella.....felicidades!!!!!
#213
29/08/2011 16:03
Estoy en proceso haciendo lo de Cinderella... pero no se que pasa que se me suben los banners pequeños y he hecho el mismo tamaño que vosotras.
#214
29/08/2011 16:11
Chicas, ahora me acabo de dar cuenta que en mi banner, mi nick empieza escrito con I, cuando es una L en realidad: LNAEOWYN. Jeje, más vale tarde que nunca Aunque bueno... llamadme como os plazca. De todas formas me encanta ese banneer! jiji.
#215
29/08/2011 16:20
Cada día hay nuevos escritos de gente diferente! me gusta leer historias tan cuidadas y románticas y con tanto estilo. Felicidades a todos! sobretodo a los nuevos por "romper el hielo", que se que la 1ª vez es más complicada.
Creo que ya estoy al día y llevo más de una hora leyendo... cómo sois!!
Creo que ya estoy al día y llevo más de una hora leyendo... cómo sois!!
#216
29/08/2011 16:22
El de Cinderella:
#217
29/08/2011 16:26
Madre mia chic@s !!!!!!!!!!!!!!!!!!!
Muchisimas gracias!!!!!!
Que ilusión el banner, no me lo esperaba jejejejejeje
Me alegro muchísimo de que os guste, es que yo soy muy romanticona y como ultimamente estan tan sosotes....
Muchas gracias de nuevo, sois l@s mejoresssssssss
Muakkk
Muchisimas gracias!!!!!!
Que ilusión el banner, no me lo esperaba jejejejejeje
Me alegro muchísimo de que os guste, es que yo soy muy romanticona y como ultimamente estan tan sosotes....
Muchas gracias de nuevo, sois l@s mejoresssssssss
Muakkk
#218
29/08/2011 16:44
Mientras los moderadores deciden si nos ayudan a arreglar este entuerto o no, he ido poniéndome un poquito al día y me he leído los fanfics de Riona y de Zirta, y he de decir que me han encantado (qué original xD).
A Riona ya la conocía, porque su primer fic fue un descubrimiento y me fascinó, y estos dos, igual. "Su verdad" me ha parecido muy tierno, me ha dado un escalofrío imaginarme a Emilia preocupada así por Alfonso, sufriendo realmente por él, pensar que puede perderlo y que eso la haga estremecerse... Ay, cuánto quisiera ver algo así en la serie. El segundo ha pasado directamente a mis favoritos de todos, todos. A veces en la serie echo de menos a un Alfonso con más casta con ella, que muestre con Emilia el mismo coraje que muestra con Mauricio o con Juan. Por eso me ha encantado verle enfrentándose a ella, tratando de mostrarse frío y a la vez, muriendose por dentro.
Que sepas que aquí tienes una FAN, niña.
Zirta, otro descubrimiento. No te digo nada nuevo si te digo que escribes de maravilla. Me encantan esos fanfics en que ambos, por separado, piensan en el otro. Me encanta el proceso mental de Emilia, pasando por todas las etapas de su vida y viendo, de alguna manera, cómo todo la lleva hacia Alfonso. El de él muy triste, muy conmovedor.
¡Gracias chicas!
Esta tarde le dedico otro ratito a los demás. :)
A Riona ya la conocía, porque su primer fic fue un descubrimiento y me fascinó, y estos dos, igual. "Su verdad" me ha parecido muy tierno, me ha dado un escalofrío imaginarme a Emilia preocupada así por Alfonso, sufriendo realmente por él, pensar que puede perderlo y que eso la haga estremecerse... Ay, cuánto quisiera ver algo así en la serie. El segundo ha pasado directamente a mis favoritos de todos, todos. A veces en la serie echo de menos a un Alfonso con más casta con ella, que muestre con Emilia el mismo coraje que muestra con Mauricio o con Juan. Por eso me ha encantado verle enfrentándose a ella, tratando de mostrarse frío y a la vez, muriendose por dentro.
Que sepas que aquí tienes una FAN, niña.
Zirta, otro descubrimiento. No te digo nada nuevo si te digo que escribes de maravilla. Me encantan esos fanfics en que ambos, por separado, piensan en el otro. Me encanta el proceso mental de Emilia, pasando por todas las etapas de su vida y viendo, de alguna manera, cómo todo la lleva hacia Alfonso. El de él muy triste, muy conmovedor.
¡Gracias chicas!
Esta tarde le dedico otro ratito a los demás. :)
#219
29/08/2011 17:24
INAEOWYN, no te preocupes en cuanto llegue a casa edito la imagen, que tengo el psd calentito, y lo escribo bien, es que el nick se las trae, pa la que no tiene ni papa de ingles como yo es impronunciable!!! me alegro de que te guste, tambien es uno de mis preferidos entre los que he creado!
Mari, a ver si los moderadores nos resuelven esto por que....
MARYYYYYYYYYYYY tremendisimo el de cinderella que bien te ha quedao!
Mari, a ver si los moderadores nos resuelven esto por que....
MARYYYYYYYYYYYY tremendisimo el de cinderella que bien te ha quedao!
#220
29/08/2011 20:09
¿POR QUÉ NO ME BESASTE?
Su imagen, a veces su voz, asalta mis pensamientos a traición, cada vez más a menudo, cuando no le espero, o mientras duermo, o cuando creo atisbarle asomando a la plaza y me sorprendo a mí misma llevándome un mechón de pelo rebelde tras la oreja, en un gesto de coquetería tonta impropio de mí.
Me asalta justo ahora, cuando busco un instante de paz entre riñas y pucheros, y me siento en este patio, me reclino y cierro los ojos. Me secuestra la mente su abrazo, y vuelvo a sentir, tan vívido, el calor que me convulsionó cuando me estrechó contra él hace unos días. No le he dicho a nadie que casi se me escapan las lágrimas mientras me aferraba a su espalda y sabía, comprendía, que en ese momento sólo él me sostenía la cordura.
A veces incluso creo notar su presencia, aunque yerro siempre, cuando algunas noches imagino que se deja caer junto a mi ventana y lanza chinitas al cristal. Mi imaginación se enreda y termino soñando que salgo candil en mano, en medio de la noche cerrada, vestida sólo con mi camisón, y él está ahí y no me dice nada, pero me mira con deseo, no con mirada de hermano, sino con mirada de ansiedad, que yo no sé cómo ha de ser, porque nunca nadie me miró así.
Mezclo realidad y ficción cuando abro los ojos y está aquí, plantado delante de mí. Está tan guapo que me duele algo por dentro, un lugar que no sabría decir, pero mantengo la compostura y le hablo, sabiendo que por mucho que mire, no verá dentro de mí.
- ¿Cuánto tiempo llevas ahí?
La caja de música emerge de sus manos como un presente burlón. Se me antoja hasta gracioso que las manos de quien amo se hayan afanado en reparar algo que parece separarme de él. Le odio cuando intenta empujarme a los brazos de ese maldito desconocido y trato de que entienda que no quiero ir a ninguna parte, que no hay nada que me importe más que él.
- Te lo agradezco pero no me interesa. – Balbuceo un poco, lo noto, porque sus ojos se tornan tristes y soy incapaz de entender por qué. – No me interesa el regalo de alguien que no es capaz de dármelo mirándome a la cara.
Le hablo del valor que tiene lo que él hace, alabo su capacidad para recomponer lo que está roto, como hace conmigo, como hace con esa cajita de música. Y mi mente se nubla un momento porque me aproximo a él, y sus pies se baten en retirada. A mis pasos adelante le siguen sus pasos atrás, pero aún así, le hablo, quiero que lo oiga de mis labios, quiero hacerle entender.
- Alfonso, eres un hombre maravilloso. La mujer que se case contigo será muy afortunada.
Y sólo al decirlo caigo en la cuenta de que él ya conoce el amor. Y yo peno, por estúpida, pensando en quién será esa maldita que le tiene así. Pero no quiero, no puedo ponerme en evidencia, y sólo sonrío y pregunto por ella. Él se da la vuelta, se ruboriza, y sabe Dios que quisiera estar en la piel de esa moza, sea quien sea. Que aquí y ahora me cambiaría por ella, sólo porque la mención de mi nombre provocara en él esa reacción. Le cojo del brazo y le obligo a mirarme.
- Alfonso, ¡que soy Emilia!
La tonta de Emilia, que lleva meses sin sacarse de la cabeza tus gestos y tus palabras.
- Es que … ella no lo sabe.
Sus ojos centellean, me miran con tanta intensidad que si no fuera porque sé que anda loco por otra, yo misma me echaría en sus brazos sin importarme más nada.
- ¿Cómo? Pero si se te nota a la legua…
Me muerdo la lengua para no decir nada que no he de decir.
- Tampoco lo nota.
Veo tanto amor en sus ojos que el dolor que me ahoga en tierra de nadie se hace más intenso, y pienso que si me desollaran el alma no tendría tantas ganas de gritar como ahora. Y me vuelvo malvada, cruel, fría y egoísta, y trato de sacársela de la cabeza.
- Pues si no lo nota es porque no te corresponde…
Le monto un discurso sobre el amor ignorado, sobre el pasar desapercibido. Le estoy hablando de mí pero él ni se da cuenta. Se le muda el rostro, sé que le acongoja la pena, pero no quiero que la ame. No quiero.
Me aproximo a él, estamos tan cerca que siento su respiración agitada, le miro a los ojos, y quisiera leer dentro de ellos, para saber qué pasa ahora por su cabeza.
- Peor para ella. Porque no encontrará hombre mejor en todo Puente Viejo.
Mi mano deja de ser parte de mi cuerpo, se marcha sola hasta a su mejilla y la acaricia, se queda ahí. Y él sonríe y me mira como si fuera a besarme. Juro que mi mente tramposa lo cree por un instante, y me siento tentada a cerrar los ojos y esperar, convencida de que enseguida su boca se estrellará con la mía. Incluso me permito sentir en mi propia piel cómo se aferrarían sus manos a mi cintura, cómo se ceñirían sus manos a mi talle…
Pero dejo de sentir su piel. Se retira, da un paso atrás, y al mirarme, veo en sus ojos reflejados los míos. Porque están llenos del mismo dolor que yo siento, de la misma rabia, de la frustración y el desencanto, pero también del mismo anhelo. Y justo ahora que yo entiendo, él se queda ciego. Se da media vuelta y sale por la puerta, y yo me quedo aquí, parada, sin aire que respirar, sin nada con qué alimentarme más que el amor que me da a ráfagas. Ahora lo sé. Un libro, un perfume. Una caja de música. Ahora sé quién es esa maldita que le ha robado el sueño. Y ahora sé, también, que ha de penar su culpa.
¿Por qué no me besaste, Alfonso?
Su imagen, a veces su voz, asalta mis pensamientos a traición, cada vez más a menudo, cuando no le espero, o mientras duermo, o cuando creo atisbarle asomando a la plaza y me sorprendo a mí misma llevándome un mechón de pelo rebelde tras la oreja, en un gesto de coquetería tonta impropio de mí.
Me asalta justo ahora, cuando busco un instante de paz entre riñas y pucheros, y me siento en este patio, me reclino y cierro los ojos. Me secuestra la mente su abrazo, y vuelvo a sentir, tan vívido, el calor que me convulsionó cuando me estrechó contra él hace unos días. No le he dicho a nadie que casi se me escapan las lágrimas mientras me aferraba a su espalda y sabía, comprendía, que en ese momento sólo él me sostenía la cordura.
A veces incluso creo notar su presencia, aunque yerro siempre, cuando algunas noches imagino que se deja caer junto a mi ventana y lanza chinitas al cristal. Mi imaginación se enreda y termino soñando que salgo candil en mano, en medio de la noche cerrada, vestida sólo con mi camisón, y él está ahí y no me dice nada, pero me mira con deseo, no con mirada de hermano, sino con mirada de ansiedad, que yo no sé cómo ha de ser, porque nunca nadie me miró así.
Mezclo realidad y ficción cuando abro los ojos y está aquí, plantado delante de mí. Está tan guapo que me duele algo por dentro, un lugar que no sabría decir, pero mantengo la compostura y le hablo, sabiendo que por mucho que mire, no verá dentro de mí.
- ¿Cuánto tiempo llevas ahí?
La caja de música emerge de sus manos como un presente burlón. Se me antoja hasta gracioso que las manos de quien amo se hayan afanado en reparar algo que parece separarme de él. Le odio cuando intenta empujarme a los brazos de ese maldito desconocido y trato de que entienda que no quiero ir a ninguna parte, que no hay nada que me importe más que él.
- Te lo agradezco pero no me interesa. – Balbuceo un poco, lo noto, porque sus ojos se tornan tristes y soy incapaz de entender por qué. – No me interesa el regalo de alguien que no es capaz de dármelo mirándome a la cara.
Le hablo del valor que tiene lo que él hace, alabo su capacidad para recomponer lo que está roto, como hace conmigo, como hace con esa cajita de música. Y mi mente se nubla un momento porque me aproximo a él, y sus pies se baten en retirada. A mis pasos adelante le siguen sus pasos atrás, pero aún así, le hablo, quiero que lo oiga de mis labios, quiero hacerle entender.
- Alfonso, eres un hombre maravilloso. La mujer que se case contigo será muy afortunada.
Y sólo al decirlo caigo en la cuenta de que él ya conoce el amor. Y yo peno, por estúpida, pensando en quién será esa maldita que le tiene así. Pero no quiero, no puedo ponerme en evidencia, y sólo sonrío y pregunto por ella. Él se da la vuelta, se ruboriza, y sabe Dios que quisiera estar en la piel de esa moza, sea quien sea. Que aquí y ahora me cambiaría por ella, sólo porque la mención de mi nombre provocara en él esa reacción. Le cojo del brazo y le obligo a mirarme.
- Alfonso, ¡que soy Emilia!
La tonta de Emilia, que lleva meses sin sacarse de la cabeza tus gestos y tus palabras.
- Es que … ella no lo sabe.
Sus ojos centellean, me miran con tanta intensidad que si no fuera porque sé que anda loco por otra, yo misma me echaría en sus brazos sin importarme más nada.
- ¿Cómo? Pero si se te nota a la legua…
Me muerdo la lengua para no decir nada que no he de decir.
- Tampoco lo nota.
Veo tanto amor en sus ojos que el dolor que me ahoga en tierra de nadie se hace más intenso, y pienso que si me desollaran el alma no tendría tantas ganas de gritar como ahora. Y me vuelvo malvada, cruel, fría y egoísta, y trato de sacársela de la cabeza.
- Pues si no lo nota es porque no te corresponde…
Le monto un discurso sobre el amor ignorado, sobre el pasar desapercibido. Le estoy hablando de mí pero él ni se da cuenta. Se le muda el rostro, sé que le acongoja la pena, pero no quiero que la ame. No quiero.
Me aproximo a él, estamos tan cerca que siento su respiración agitada, le miro a los ojos, y quisiera leer dentro de ellos, para saber qué pasa ahora por su cabeza.
- Peor para ella. Porque no encontrará hombre mejor en todo Puente Viejo.
Mi mano deja de ser parte de mi cuerpo, se marcha sola hasta a su mejilla y la acaricia, se queda ahí. Y él sonríe y me mira como si fuera a besarme. Juro que mi mente tramposa lo cree por un instante, y me siento tentada a cerrar los ojos y esperar, convencida de que enseguida su boca se estrellará con la mía. Incluso me permito sentir en mi propia piel cómo se aferrarían sus manos a mi cintura, cómo se ceñirían sus manos a mi talle…
Pero dejo de sentir su piel. Se retira, da un paso atrás, y al mirarme, veo en sus ojos reflejados los míos. Porque están llenos del mismo dolor que yo siento, de la misma rabia, de la frustración y el desencanto, pero también del mismo anhelo. Y justo ahora que yo entiendo, él se queda ciego. Se da media vuelta y sale por la puerta, y yo me quedo aquí, parada, sin aire que respirar, sin nada con qué alimentarme más que el amor que me da a ráfagas. Ahora lo sé. Un libro, un perfume. Una caja de música. Ahora sé quién es esa maldita que le ha robado el sueño. Y ahora sé, también, que ha de penar su culpa.
¿Por qué no me besaste, Alfonso?