• EL BARCO, El Origen • (Fanfic) ~ [II] ~ 2x05 (Pide un deseo) ~ Último capítulo antes de parón

Avance

Estela: Cierra los ojos. -decía ella tapándole sus ojos con las manos- ¡No hagas trampas!

Lo llevó escaleras arriba y entró en la habitación de Javier, junto a él. Destapó las manos de sus ojos y el muchacho observó su habitación decorada para su cumpleaños. Había globos, algo de comida sobre la mesa y una tarta de chocolate y fresa, con 15 velas. Además, sobre la cama había un regalo envuelto.

Aunque había sido su primer cumpleaños sin que estuviera presente su padre, su prima había hecho todo posible por ayudarle a celebrarlo, pese a la tajante prohibición de Alexander, cuyo único objetivo era hacer infeliz a su sobrino.

Javier se acercó hacia la cama para abrir el regalo, pero su prima se lo quitó rápidamente de las manos.

Estela: ¡De eso nada! El regalo para después, primero, a por la tarta.

Su primo le hizo caso y ambos se sentaron frente a la mesa. Se cortaron un trozo del delicioso pastel de chocolate y ambos probaron un bocado, a la vez. Ni siquiera les dio tiempo de darle un sorbo al vaso de Coca Cola, porque ambos cayeron al suelo de inmediato.

Capítulo 2x02 (11): "Cumpleaños feliz"

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Abrió los ojos con lentitud, y observó que ya era de día. Miró de reojo a su despertador y se quedó paralizada al ver que ya eran las 12:30. Natalia se levantó de la cama rápidamente, y cuando lo hizo, se dio cuenta de que Gustavo seguía en ella.

Entonces recordó lo que había pasado entre ellos... Siendo que ella tenía novio desde hacía más de 4 años. Max. Y para colmo, ahora se había acostado con su hermano. Pero de repente, el timbre sonó y Natalia caminó hacia el recibidor sin hacer el menor ruido. Al mirar por la mirilla, el corazón empezó a irle a toda velocidad.
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Claudia ya se había levantado y se encontraba en la cocina, preparando el desayuno de todos los días: dos vasos de chocolate caliente, otros dos de zumo de naranja, más bacon y huevo, para Alexander y Estela, y un mísero vaso de leche para Javier. Tal como el dueño de la casa le había ordenado. Aunque ella no sentía ninguna pena por aquel crío. La maldad era un inquilino habitual en su corazón. Claudia era sumamente egocéntrica y narcisista, y no le importaba nadie salvo ella misma. En cierto modo, lo único que ansiaba en la vida era poder y llegar a lo más alto, tal como Alexander.

Y hablando del rey de Roma, éste apareció de repente bajando las escaleras, en dirección a la cocina.

Alexander: Buenos días.

Claudia: Buenos días, Alexander. -dijo ella con una especial alegría-

Alexander empezó a devorar el desayuno, al mismo tiempo que la criada sonreía siniestramente limpiando con la escoba el suelo de la cocina. Muchas cosas iban a cambiar en aquella casa, muy pronto.
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Corrió de nuevo hasta su habitación y le golpeó a Gustavo con la almohada para que se despertara. Éste abrió los ojos, aturdido.

Gustavo: ¿Pero qué pasa? ¿Qué hora es?

Natalia: ¡Lo que pasa es que tu hermano está ahí fuera, llamando al timbre! Así que lárgate por la ventana. ¡Vamos! Es un segundo.

El muchacho se levantó corriendo y comenzó a vestirse, mientras Natalia caminaba hacia el recibidor. Abrió la puerta y se hizo la sorprendida al ver a su novio.

Natalia: ¡Max! Estaba durmiendo y no me había enterado de que estabas llamando. Bueno… ¿Qué haces aquí, cariño?

En ese momento Gustavo había acabado de vestirse y estaba abriendo la ventana. Se subió al alfeizar y se agarró en las hojas de una hiedra que cubrían la pared del pequeño edificio, para ir bajando poco a poco.

Max: Sabía que hoy tenías día libre y he venido a visitarte. ¿No has leído mi mensaje? -decía mientras le besaba en los labios, y pasaba al interior-

Natalia: ¿Y a dónde te apetece ir?

Por fin, llegó al suelo y empezó a correr en dirección a la valla. La saltó con agilidad y se perdió de vista cruzando la esquina.
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Al mismo tiempo, pero muchos más kilómetros al sur, Salomé disfrutaba de unas relajantes vacaciones con su novio. Estaban en un pequeño pueblo cerca de Tarragona, en la costa Dorada.

Hacía justo un año que habían comenzado a salir, y para celebrarlo, Carlos, que era así como se llamaba el hombre de unos treintaicinco años, moreno, de pelo corto y de gran altura con el que estaba saliendo, había alquilado un pequeño apartamento durante una semana.

Carlos corrió al interior del apartamento y subió las escaleras, para llegar a la habitación. Abrió la puerta y vio a Salomé, que llevaba un traje de baño. Le tenía preparada una gran sorpresa en la playa. La agarró del brazo y se la llevó escaleras abajo. Pronto pisaron la fina arena de la playa y la cocinera del Estrella Polar se quedó totalmente sorprendida. Allí, sobre la arena, estaba escrito ‘Salomé, ¿Quieres casarte conmigo?’. Carlos se arrodilló junto a ella y le hizo la misma pregunta, pero extrayendo una caja de su bolsillo.

Ella tardó en reaccionar. Los ojos se le iluminaron y una sonrisa fue tomando forma poco a poco en sus delicados labios.

Salomé: ¡Sí, sí! ¡Claro que quiero casarme contigo!

Carlos la besó apasionadamente y le cogió en brazos, sin dejar de sonreír.
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La valla de la mansión de los Montes se abrió con rapidez y una limusina negruzca accedió al interior. El conductor bajó del vehículo llevando un objeto envuelto entre sus manos. Caminó hasta las escaleras, donde Estela permanecía esperándole, y le entregó el objeto.

Estela: Muchas gracias -dijo ella mientras accedía al interior de la mansión-

Aprovechando que Javier se encontraba haciendo los deberes en el salón de estar, ella se dirigió hacia la habitación de su primo. Abrió el envoltorio, dejando ver un gran pastel de cumpleaños, y lo dejó sobre la mesa. Después le colocó exactamente 15 velas y apoyó su regalo sobre la cama.
Después bajó de nuevo las escaleras y se dirigió al salón. Agarró a Javier de un brazo y le obligó a seguirle.

Javier: ¿Pero qué pasa?

Estela: Nada. Tú cierra los ojos [/i]-decía ella tapándoselos con sus manos-[/i] ¡No hagas trampas!

Lo llevó escaleras arriba y entró en la habitación de Javier, junto a él. Destapó las manos de sus ojos y el muchacho observó su habitación decorada para su cumpleaños. Había globos, algo de comida sobre la mesa y una tarta de chocolate y fresa, con 15 velas. Además, sobre la cama había un regalo envuelto.

Todo aquello le hizo recordar sus anteriores cumpleaños, que pasaron con rapidez por su mente. Consiguió imaginárselos, con cada detalle, como si hubieran ocurrido el día anterior. Y entonces recordó el último cumpleaños que había pasado junto a su madre. Al cumplir nueve años.

Algunos

Atravesó el comedor en dirección a la puerta, donde su marido, Luis, y su hijo, Javier, le estaban esperando para despedirla. Era una mujer de gran belleza y de una cabellera larga y rubia como el mismísimo oro. Sus labios eran tan rojos como la sangre y su sonrisa enamoraba.
Su marido la besó en los labios y ella le besó en la mejilla a su hijo.

Minerva: Volveré el miércoles. Os echaré de menos. ¡A los dos! -decía mientras se alejaba en dirección al coche-

Cumplió su promesa. Volvió. Pero ya no era ella. Ya no era aquella mujer que siempre sonreía. Era una persona totalmente distinta.

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Por fin, había llegado el día que tanto había ansiado durante mucho tiempo. Concretamente, seis insoportables años. Dos mil ciento noventa días. Cincuenta y dos mil quinientas sesenta horas. O lo que es lo mismo, tres millones ciento cincuenta y tres mil seiscientos minutos. Había tenido tiempo suficiente para pensar en todo. Para aclarar su mente y establecer sus objetivos. Bueno, su único objetivo…

La puerta de su celda se abrió y una mujer vestida de policía le dejó salir. Le entregó una bolsa con los objetos personales que llevaba en su bolsillo en el momento de ingresar en prisión. La mujer se perdió de vista saliendo por la puerta de aquella asfixiante cárcel. Caminó con rapidez por aquel pulido pavimento mientras sus ojos se tornaban color sangre. Sangre de venganza.
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Aunque había sido su primer cumpleaños sin que estuviera presente su padre, su prima había hecho todo posible por ayudarle a celebrarlo, pese a la tajante prohibición de Alexander, cuyo único objetivo era hacer infeliz a su sobrino.

Javier se acercó hacia la cama para abrir el regalo, pero su prima se lo quitó rápidamente de las manos.

Estela: ¡De eso nada! El regalo para después, primero, a por la tarta.

Su primo le hizo caso y ambos se sentaron frente a la mesa. Se cortaron un trozo del delicioso pastel de chocolate y ambos probaron un bocado, a la vez. Ni siquiera les dio tiempo de darle un sorbo al vaso de Coca Cola, porque ambos cayeron al suelo de inmediato.

Sabes que leí la semana pasada el capítulo y eso,pero hasta hoy no he podido comentar,sorry

Voy por partes y así no me pierdo...

-Natalia y Gustavo, su relación me gusta más que la de Max y ella..Y esa escena de Natalia golpeando a Gustavo con la almohada y el saliendo por la ventana y huyendo me ha echo reir,ha estado fenomenal.

-Claudia,mi querida Claudia.Para mí tío y mi prima huevos,bacon,zumo de naranja y chocolate y para mí un vaso de leche...¿¡Sabes lo que le digo!? Gracias! Vomitaría con los huevos al desayunar y el bacon no me gusta...La leche me aporta calcio..gracias jajaja. La ODIO.

-La escena de Salomé y Carlos en la playa me ha encantado...¡¡Boda!!

-Mi cumpleaños número 15..Me ha encantado. Luego está el flashack...Mi madre,cuando volvió...¿`Porqué vino distinta? ¡¡¡Ahí hay trama para dos caps por lo menos ajajaja!!

-Luego lo de la prisión...¡¡VENGANZA!! La madre de Natalia, que la mate, que la mate...

-Echo de menos a Alicia...¿Qué pasa con ella? jajajaja no ha salido en este cap y es como si hubiera faltado 5 o 6 caps xD

-¿Quién habrá echo eso en la tarta para que se desmayen? ¡¡¿Será Alexander que sabía esto o la puta de Claudia?!!

UN 10!!! SUBEEE

Capítulo 2x03 (12): "La muerte acecha"

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Voz en off de Luis: Cuando la muerte acecha, no hay vuelta atrás. Nadie es capaz de escapar de la Parca, de esconderse y esquivarla. Tan sólo se puede rezar, resignarse y esperar que el dolor haya pasado. Que hayas abandonado este mundo de sufrimiento. Que lo hayas dejado por fin. Pero si amas a alguien, todo cambia. Tu fuerza se incrementa hasta el punto de luchar contra la muerte, pese a que en el fondo de ti algo te dice que jamás podrás vencerla. Pero tú lo intentas. Lo intentas porque tienes motivos por los que luchar. Personas a las que quieres y que están sufriendo por ti.

Voz en off de Luis: He visto la muerte ante mis ojos, la veo cada día y la esquivo con gran dolor. Es una constante rutina. Mi cuerpo está aletargado y mi mente en blanco, pero, de pronto, aparece ante mí una pequeña cueva rocosa. Está muy oscura y una súbita niebla la invade. Mis piernas comienzan a moverse sin mi permiso, ante mi poca fuerza de voluntad. Entro en el interior y entonces, como si un espectáculo estuviera a punto de comenzar, una gigantesca luz me ciega por unos segundos. Por arte de magia, un minúsculo vagón de un tren, y suficientemente grande para llevarme, aparece sobre una vía. Mi corazón palpita con rapidez y mis ojos se fijan en aquel vagón. Todo en mí me dice que debo subirme a él. Todo… salvo Javier. La silueta de mi hijo aparece en el frente opuesto, fuera de la cueva, en el horizonte. Pero es él. Sé que es él. Uso todas mis fuerzas para negarme a subirme en aquel vagón y correr hacia la salida de la cueva. Sigo corriendo hacia el horizonte para alcanzar a mi hijo, pero por mucho que corra, no lo alcanzo.

Voz en off de Luis: De repente todo se queda oscuro de nuevo, y yo sigo atrapado en este infierno. Al menos no estoy muerto, pero tampoco estoy vivo. Estoy entre dos mundos. Esperando a que llegue mi hora o mi salvación. Pero sobre todo, deseando que no tarde. Mi paciencia no es eterna y mi voluntad, tampoco. Cada vez me cuesta más resistirme al vagón, y muchísimo más salir de la cueva. Sé que mi fin está cerca. Pero también sé que esto es como un juego. Un juego que yo debo ganar.
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Frente a una extensa mesa, tan blanca como la misma nieve y limpia como la patena, estaban sentadas tres personas. Dos hombres y una mujer. La silla izquierda, algo más baja que las demás, hecho planeado específicamente por Alexander, estaba ocupada por Leonor. A su lado estaba el ya mencionado, y por último, Philippe, un astuto francés que aparenta baser bondadoso, cuando su alma estaba ennegrecida.

La puerta chirría y Julia entró cuidadosamente en aquella sala. Los ojos de Alexander se detuvieron en ella por unos segundos, examinándola. La mujer caminó hasta pararse en el centro, desde dónde observó a Philippe, al que dedicó una breve sonrisa.

Alexander: Bienvenida al Proyecto Alejandría, señorita Wilson. Será un placer trabajar con usted.

Alexander abrió un cajón y extrajo algo de este. Un archivador, que en seguida depositó en las manos de Julia.

Alexander: Y éste será su facilitador, es decir, la persona que se encargará de resolver sus problemas. Por graves que sean. Le presento a Gamboa. Ernesto Gamboa.

La doctora se giró un instante y observó al recién presentado. Se limitó a observarlo y saludarle con la mirada. A simple vista parecía un hombre serio y responsable, pero sabiendo su puesto de trabajo sabía perfectamente que debía ser alguien sin escrúpulos. Dándose cuenta de que
continuaba con el archivador en sus manos, abrió su bolso y lo metió con rapidez. Después se despidió de los presentes y salió de aquella sala. Casi al mismo tiempo el móvil de Alexander comenzó a sonar y éste lo descolgó, colocándoselo junto a la oreja derecha.

Voz de un hombre: ¡Señor Montes! Su hija y su sobrino van de camino al hospital. Se han desmayado de repente, los llevo en la limusina.

Alexander: ¿Pero qué es lo que ha pasado? ¡Bueno, no tengo tiempo para explicaciones, ahora mismo voy para allá!

Colgó la llamada y con nerviosismo emprendió una correndida hasta el aparcamiento.
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Un muchacho de pelo corto y negro, algo bajito pero delgado, de unos diecisiete o dieciocho años, salió en dirección a la calle. Pero la puerta se abrió de nuevo y una mujer de mediana edad, que aparentemente podría ser su madre, apareció en el umbral.

Mujer: Pedro. ¿Se puede saber a dónde vas?

Pedro: A dar una vuelta con la moto. ¿A ti qué más te da?

Mujer: ¡Pero que estabas castigado! -dijo en vano, puesto que el muchacho ya se había subido sobre la moto y la estaba poniendo en marcha-

Sonó un rugido proveniente del motor y rápidamente se perdió de vista. Condujo unos quince minutos, abriéndose paso entre los coches que estaban parados en un gran atasco, giró a la derecha y frenó junto a un descampado tan abarrotado de plantas que parecía una selva tropical.

Se bajó de la moto, guardándose las llaves en el bolsillo y caminó hasta el lugar dónde casi todos los días se reunían. Era una vieja casucha, abandonada desde hace años, cuya fachada estaba repleta de grafitis y el interior, de jeringuillas, botellas y restos de cristales rotos. Había algunos cojines esparcidos por el suelo, para evitar sentarse entre aquel mar de porquería.

Entró por la puerta y observó que dos de sus amigos ya habían llegado. Estaban bebiendo de varias botellas y dando caladas a un porro.
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Alexander estaba sentado en el pasillo, junto a la habitación número 123, dónde su sobrino y su hija descansaban. Les habían hecho un lavado de estómago, puesto que habían ingerido una sustancia, que aunque era letal en grandes cantidades, a ellos sólo les había provocado desmayos y nauseas.

Mentalmente se encontraba realizando una difícil tarea: estaba repasando la lista de personas que podrían querer hacerle daño a él o a su familia. Y no eran pocas. De primeras, una docena de ellas. La cuestión era quién se había atrevido a dar el paso. A arriesgarse y plantarle cara. Debía averiguarlo. Hoy, mañana, dentro de una semana, un mes o un año, pero lo averiguaría y mandaría liquidar a semejante personaje.

La puerta de la habitación se abrió y la doctora salió de ella. Se acercó junto a Alexander.

Doctora: El horario de visitas ha terminado. Ambos están en buen estado y es muy probable que les demos el alta mañana. Le aconsejo que se vaya a casa a descansar.

El hombre asintió con la cabeza y se levantó de su asiento.
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Pulsó el botón del ascensor, esperando a que este bajara. Llevaba en la mano varias bolsas, ya que venía de hacer la compra. Había vuelto a su rutina diaria tras saber que se había curado completamente y no podía ser más feliz. Su marido era el oficial del Estrella Polar y traía suficiente dinero a casa como para que ella no tuviera que trabajar. Y es que, había un bebé en camino…

El ascensor llegó y cuando Marisa fue a subirse en él, un escalofrío le recorrió todo el cuerpo. De repente se encontró terriblemente fatigada y se desplomó sobre el suelo del ascensor, inconsciente, mientras éste comenzaba a subir.
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La puerta de la mansión de los Montes se abrió y Alexander entró al interior. Se encontraba muy vacía sin la presencia de Estela y Javier. Por mucho que odiara a este último, la verdad era que sin ambos la casa perdía mucho. Se le hacía muchísimo más grande de lo normal y tanto silencio era angustioso.

Se dirigió a la cocina, dónde la criada le esperaba de pie. Sobre la mesa estaba la cena servida, además de un par de comas de vino. Inesperadamente, Claudia se sentó frente a él. Algo que jamás había hecho. Ni una sola vez desde que comenzó a trabajar en aquella casa había cenado, desayunado o comido con él. Estaba relegada a hacer las tareas del hogar y servir a sus inquilinos. Nada más.

Por otra parte, aquella noche la muchacha estaba mucho más contenta de lo normal. Sus ojos verdes desprendían una extraña y siniestra felicidad.

Claudia: Alex, ¿puedo llamarte así, no? -preguntó por cortesía pero siguió hablando seguidamente- Tenemos una buena relación y creo que tenemos confianza. Seré clara. De ahora en adelante me pagarás cada mes el triple del sueldo que llevo cobrando hasta ahora. Y no haré nada. No recogeré la comida de la mesa ni lavaré los platos, ni tu maldita ropa. Eso tendrás que hacerlo tú. Pero cobraré igual. Eso es todo por ahora. ¿Está claro?

Alexander se quedó embobado durante unos segundos y se echó a reír.

Alexander: ¿Y por qué debería hacer semejantes barbaridades? ¡JAJAJAJA! ¿Pero qué te has bebido? ¡JAJAJAJAJA!

Claudia: Aparte de que por el simple hecho de tener acceso a tu cocina, puedo equivocarme… Y echarte mataratas en vez de sal a tu filete de pavo… Es que tengo fotos y un vídeo, sí, esto te va a gustar… de cuando tiraste a tu hermano por las escaleras al no querer que este echara por tierra tus planes. ¿Estás sorprendido, eh? Ya ves que no eres el único aquí que juega sucio.

Tras soltarle aquello, se levantó de su asiento y caminó escaleras arriba hasta su habitación, para cambiarse aquel estúpido uniforme de chacha.

Claudia: Ah, se me olvidaba decirte que si no cumples lo prometido o intentas quitarme de en medio, las fotos y el vídeo irán a parar a manos de tu sobrinito. Y no intentes buscarlas, porque no están en esta casa. Jamás las encontraras, ni tú ni nadie. A no ser que yo quiera o que muera. Ala, ahí te quedas.

Sonrío siniestramente y empezó a subir por aquellos escalones con ganas de reírse de aquel pobre idiota.

Algunos

Localizó un hueco en el seto y se metió en este. Estaba bastante apretujada, pero podía observar con perfecta claridad las cercanías y el interior de aquella mansión. Observó por los prismáticos y se dio cuenta de que Alexander bajaba las escaleras y se disponía a salir de su casa.

Al verle bajar por el jardín y acercarse peligrosamente hacia ella, se apresuró en bajarse del seto y echar a correr por la calle.

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Ya había anochecido hace unas tres horas, pero ellos seguían en aquella vieja casucha. A pesar de que había una ventana abierta, ya que los cristales estaban todos rotos, una gigantesca humareda se concentraba en el interior.

Uno de los amigos de Pedro, el que se encontraba en el cojín de su derecha, observó su reloj y se dio cuenta de que hacía seis horas que debía haber llegado a casa.

Amigo 1: Bua… me van a matar, colega. Tenía que haber llegado hace… hip… mucho… mejor me voy ya… hip. Mañana os… veo.

Se levantó del cojín y se cayó al suelo de bruces. Por suerte no se clavó nada y pudo levantarse y, aunque haciendo eses, se dirigió a la puerta, mientras sus amigos se reían. Sólo se levantó Pedro, que fue hasta la puerta.

Pedro: ¿Pero tú… estás loco? ¿Cómo coño vas a coger la moto así? -parecía que él era el único que razonaba algo entre aquella panda de chalados-

Pero su amigo lo ignoró completamente y se subió a su moto. Metió las llaves y la arrancó, mientras todo le daba vueltas. La puso a toda velocidad e inevitablemente, se estampó contra un árbol bastante próximo.
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Se bajó del coche, de nuevo en el Centro del ECND. Su cara reflejaba como toda su ira contenida había salido a flote. Necesitaba desahogarse y conocía la mejor forma para hacerlo. Entró en el interior del centro y tras girar dos veces a la derecha, llegó a una pequeña salita. Corrió al interior y quitó la alfombra que tapaba el centro. Gracias a eso se podían observar unas pequeñas escaleras que bajaban al sótano, que rápidamente utilizó.

Se dirigió a la celda de la prisionera y no tardó en llegar. Silbó varias veces. Gamboa apareció junto a él. Alexander sólo miró a Alicia y asintió con la cabeza, pero el hombre pareció entenderle. Abrió la puerta de aquella celda. Esposó a Alicia, le puso un esparadrapo en la boca y se la llevó a una sala del fondo. Las paredes eran el doble de gruesas. No había duda. Era una sala insonorizada. Había una mesa en el centro de la sala, y unos látigos junto a esta. La prisionera se agitó intentando escapar de allí, pero Gamboa la echó con fuerza sobre la mesa. La colocó de rodillas, permitiendo, ya que la mesa tenía una elevación de metal, que las esposas se quedaran pegadas con aquella elevación. Debía ser un imán. Así la pobre Alicia quedó totalmente inmóvil, sin poder hacer nada para salir de allí.

Alexander estaba detrás suyo, con los látigos en la mano. En cuanto Gamboa salió por la puerta, el odioso hombre comenzó a darle latigazos, sonriendo. La sangre le comenzaba a caer desde los hombros y ella se retorcía de dolor.
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Como era habitual cada día, o eso pensaba él puesto que en aquel lugar donde se encontraban los segundos, minutos y años parecían iguales, salió de la cueva persiguiendo la silueta de su hijo en el horizonte, a la que jamás alcanzaba. Pero algo cambió aquella vez. Apareció una laguna, no, ni siquiera eso, una pequeña charca de aguas cristalinas a las que no se pudo negar a meterse.
Y el cuerpo de Luis comenzó a agitarse con rapidez mientras sonaban las alarmas en el aparato al que estaba conectado.

Continuará...

Ya sabes lo que pasa,lo leo en el móvil porque no puedo comentar en ese instante en el ordenador.Bueno,las cosas están interesantes no, lo siguiente...

-La narración de Luís,de cómo es estar en coma,eso del tren,de la luz al final del túnel..de que yo soy la razón por la que lucha xD

-"Bienvenida al Proyecto Alejandría"...Esa frase me encanta jajaja. Julia por fin en las tramas,y veo a la guarra de Leonor y a Gamboa...está cambiando eh ?xD (Lo de guarra es por no llamarla otra cosa) xD

-Piti,Piti,Piti...Porrero y motorista..me encanta el "origen" de su nombre jajaja..y el accidente de su amigo,me da a mí que habrá escenita en el hospital en la que va a ver a su amigo y ahí se remplantea muchas cosas...pero muchas.

-Alexander,¡Tiene los huevos de corbata! Sí,hoy estoy que me salgo jajaja...Una docena de enemigos con solo pensarlo...¿Quién habrá sido el hijo o hija de la gran que habrá envenenado a Javier y Estela?

-¡Marisa! Por fin le veo el pelo...y ya está embarazada...¿Volverá a estar enferma? esa caída me suena a que el tratamiento no ha sido del todo efectivo...

-Claudia,me gusta ahora fíjate.."es una hija de puta pero me gusta"jajajaja...Vigilaba a Alexander desde hace años,la contrató y ahora...¡Zas! Me da a mí que Claudia me va a hacer reír..Y esa escena de Alexander riendo..me ha echo gracia. ¡¡¡Nueva criada a la vista!!!! ¡¡¡Y una ***** para Javier!!! jajajaja

-¡Alicia!Por fín veo a mi amada Alicia jajaja...Vaya cabrón Alexander...Pensaba que como los imanes la habían pegado a la mesa la iba a violar pero no...Lo del látigo parece sadomazoquismo jajajajaja y que gran hijo de perra Gamboa...

-Y Luís,¿Despertándose?

Las cosas están emocionantes...UN 10! Sigue

¿Cuándo otro capítulazo? ^_^

Me estoy replanteando continuarlo porque parece que solo lo lees tú...

Si lo lee alguien más, que comente, porque sino acabaré la historia...

Tranquilito David que como me cierres el fic te mato! Que yo también lo leo e.e

Jajaja.

Capítulo 2x04 (13): "Jardín de huesos"

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La vida está repleta de momentos en los que, si hubieras estado en otro lugar o a otra hora, otros hechos te podrían haber sucedido. Son extrañas coincidencias que te salvan de algún apuro, o te meten en otro... En ocasiones ciertos momentos pueden encadenarse llevándote sin que puedas remediarlo a un punto sin remedio. Y te preguntas qué hubiera pasado si... Pero es inútil. No podemos controlar todo lo que ocurre en el mundo. El universo nos controla a nosotros, y nuestro destino nos tiene preparada toda nuestra vida...

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El silencio se había apoderado de la fría noche y Pedro aún continuaba totalmente inmóvil. Su rostro estaba inexpresivo mientras contemplaba como las gotas de sangre se deslizaban continuamente de la cabeza de su amigo hasta el suelo. Del brutal impacto, el árbol se había retorcido como si tan sólo fuera un minúsculo trozo de papel y la parte superior de éste se había arrancado de cuajo y había caído al suelo.

Un charco de sangre se había formado en torno al cuerpo inmóvil del motorista y de su moto sólo quedaba un amasijo de hierros cruzados que había comenzado a arder, y una rueda que correteó hasta chocar con un coche. Las piernas de Pedro parecieron coger algo de fuerza, y él consiguió volver en sí mismo. Agarró su teléfono móvil y llamó lo rápido que pudo a Urgencias, pero sabía que ya era tarde. Por segunda vez en aquella noche se arrepintió de estar en aquel descampado.

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Abrió los ojos lentamente y se despertó con una sensación de haber dormido días, incluso meses. El estómago todavía le dolía levemente y tenía una sensación de cansancio, pero se encontraba mucho mejor. Intentó recordar lo que había ocurrido, pero parecía cómo si hubiera pasado tanto tiempo...

Se incorporó sobre la cama y se colocó las zapatillas. Consiguió levantarse poco a poco y caminó hacia la puerta. Desde allí observo que junto a su cama había una cortina que separaba la cama de Estela. Pero ella dormía plácidamente, así que no quiso despertarla. Algo le decía que debía abrir aquella puerta... así que lo hizo. Observó a una enfermera correr por el pasillo mientras gritaba:

Enfermera: ¡Código rojo, código rojo!

Le vio correr hasta una habitación muy cercana a la suya y meterse rápidamente dentro. La puerta estaba abierta, así que podía escuchar desde allí lo que ocurría. Pero quiso ver lo que estaba pasando, algo en su corazón le impulsaba a ello, así que se hizo caso a si mismo y caminó por el pasillo hasta aquella habitación. Y entonces observó a dos enfermeras cargar unos desfibriladores mientras su padre estaba inmóvil en la cama.

Javier: ¡Papá! -gritó él desesperadamente al ver lo que estaba ocurriendo- ¿Qué le pasa, qué le pasa?

Echó a correr hacia dentro justo en el instante en el que le cerraron la puerta. Se golpeó de bruces con ella y cayó de espaldas al suelo. Un dolor le recorrió por completo pero no tardó en levantarse de nuevo. Comenzó a aporrear la puerta intentando que le abrieran.

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Tiró el látigo al suelo sin dejar de esbozar una siniestra sonrisa. La sangre chorreaba descendiendo por la espalda de Alicia y su mirada se había quedado fija sobre la pared frontal. Parecía inconsciente, pero al estar atraída por la fuerza del imán, no podía caerse tumbada. Era un estado bastante extraño. Pero en su mirada se notaba un dolor inaguantable y un gran sufrimiento.

Silbó de nuevo y Gamboa apareció rápidamente para curar a la muchacha. Alexander salió de la habitación y caminó por los pasillos para salir de allí. Mientras, Ernesto desataba a la pobre cautiva de aquel extraño imán y la colocó en el suelo. De repente, Alicia pareció cobrar fuerzas y armándose de valor le propinó una fuerte patada en la entrepierna, para después echar a correr hacia fuera. Cerró la puerta con velocidad y la atrancó con el pestillo. Después siguió corriendo, encorvada por el dolor que le producían aquellas heridas.

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Algunas

Colocó su mano sobre aquel timbre y pulsó el botón que decía '3ºD.' Una voz muy familiar le contestó casi al instante.

Voz femenina: ¿Hola? ¿Quién es?

Mujer: Hola Susana... -le contestó con una voz muy agradable- ¿Podrías abrirme? Tengo algo que preguntarte.

Susana: ¡Claro! ¿Usted es la madre de Natalia, no?

Le respondió la muchacha y automáticamente la puerta se abrió. La mujer subió corriendo las escaleras hasta el piso, que tenía la puerta abierta, y entró dentro. Susana, una muchacha de unos veintidós años, la esperaba sentada en el cuarto de estar. Había un libro en la mesa, doblado por una página. Ella le saludó y tomó asiento frente a ella.

Mujer: Verás... El caso es que hace tanto tiempo que no la veo... No sé donde está. Por eso he venido. ¿Por casualidad, no sabrás tú dónde se encuentra mi hija?

Susana: La verdad, sí. -contestó ella viendo cómo aquella mujer se entrelazaba las manos mirando hacia todas partes, cómo una desequilibrada- La ficharon en un proyecto muy prometedor y tuvo que viajar hasta Ginebra. ¡Seguro que le hará ilusión tu visita!

Mujer: Gracias por tu ayuda. -se limitó a responder, sonriéndole-

Se levantó sin siquiera despedirse y correteó hasta el vestíbulo, cerrando la puerta de un portazo y mientras murmuraba: "Seguro que le hará ilusión..."

La desequilibrada correteaba por una urbanización a las afueras de un pequeño pueblo al norte de Logroño sin dejar de juguetear con su bolso. Entonces observó una pequeña gasolinera y se dirigió hacia allá.

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El barco surcaba las olas con la agilidad propia de aquel pequeño buque. Aquel día el mar estaba especialmente tranquilo. El sol comenzó a aparecer por el horizonte y en cuanto lo hubo hecho, una voz surgió de los megáfonos de todo el barco.

De la Cuadra: Preséntense todos los estudiantes en cubierta para la revisión de maletas, ya que ayer no pudimos hacerla por aquella, puñetera tormenta, copón. ¡Ahora mismo! Ricardo, tú ven también.

El oficial escuchó aquella voz así que se vistió con rapidez y tras peinarse un poco, se dirigió hacia la cubierta del barco. Allí la mayoría de los tripulantes ya se habían presentado. Todos tenían cara de haberse levantado hace contados minutos. Julián se encontraba frente a todos ellos, dando pequeños paseos mientras hacía tiempo para que llegaran todos.

De la Cuadra: Buenos días, Ricardo. -le hizo una señal con la mano y Ricardo se colocó a su lado. Al ver llegar a dos tripulantes más se dio cuenta de que ya estaban todos- Tú, el primero.

El muchacho se acercó hasta él y le mostró su maleta. Era una práctica que seguían todos los años desde que uno de los tripulantes se había colado en el barco con dos machetes y en una reyerta habían acabado muertos dos de los alumnos. Desde entonces las medidas de seguridad eran las máximas posibles.

Le llegó el turno al quinto, que agarraba una pequeña bolsa que tenía unos sospechosos agujeros. Tan sólo le entregó aquella maleta de ruedas. Tras examinarla, Julián se quedó mirando la bolsa. De pronto se escuchó un ladrido. No se lo pensó más y abrió la cremallera. Se encontró con un pequeño cachorro que lo miraba con unos bonitos ojos.

De la Cuadra: Copón. ¿Se puede saber qué hace un puto chucho en mi barco? ¡Según el 4ª punto del reglamento está prohibido traer al Estrella Polar cualquier mascota! -dicho esto cogió al perro del cuello y lo colocó sobre el mar. El pobre perro gemía de miedo- Te mereces un escarmiento.

Ricardo no podía creerse lo que su amigo estaba a punto de hacer, pero una llamada de su teléfono consiguió captar su atención.

Voz desconocida: Soy el doctor Frías. Su mujer ha ingresado hoy en el hospital. Al parecer la leucemia no se había eliminado por completo. Ha habido una nueva reaparición. Marisa se desmayó en el ascensor... Pero, hay algo más... Su mujer ha perdido el niño, señor.

El oficial se quedó de piedra, y tras colgar la llamada se guardó el móvil en el bolsillo.

Ricardo: Eso no es un escarmiento, Julián... -se limitó a decir y corrió hacia su camarote-

El capitán lo observó irse corriendo mientras todos los tripulantes le abucheaban. Cogió al cachorro de nuevo y se lo entregó a su dueño.
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Alexander entró en la mansión, seguido de su hija y su sobrino, que parecían que se encontraban mejor. Les habían dado el alta, pero algo de lo que le habían dicho a Javier había provocado una profunda angustia. Habían sido claros con él. Su padre había sufrido una crisis, que por poco, habían conseguido evitar. Pero no tendrían tanta suerte en la próxima, y cada vez estaba más lejos de despertarse. Intentó no llorar para satisfacer a su tío y subió escaleras arriba hacia su habitación. Su prima lo siguió corriendo.

El calvo se limitó a ir hasta la cocina, ya que era la hora de desayunar. Allí ya le esperaba Claudia, que llevaba un impecable vestido azul cian y estaba sentada frente a la mesa.

Claudia: Vaya, Alexander, ya era hora de que aparecieras. Para desayunar quiero...

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La muchacha llamó levemente a la puerta de su primo, que poco tiempo más tarde se abrió para invitarla a pasar. Javier se sentó de nuevo sobre la cama y miró al suelo.

Estela: ¿Quién habrá podido querer envenenarnos? -comentó en voz alta tirando la tarta a la papelera pero se dio cuenta de que las preocupaciones de Javier eran otras- No te preocupes... Tu padre saldrá del coma. Estoy segura.

Javier le miró y por primera vez en su vida, consiguió sonreírle. Aquella no era la misma cría estúpida que tanto le molestaba en cuanto se instaló en aquella mansión. Había cambiado. Pero no había conseguido convencerle, pese a intentarlo. Sabía que su padre podía no despertar. Y él no quería perderlo. Ya había perdido a su madre...

Algunos

Minerva agarró su maletín del trabajo y tras abrochar los botones del mismo, se peinó y bajó las escaleras. Habían sido unas duras negociaciones pero finalmente había conseguido el contrato. Afortunadamente ahora podría regresar a casa, dónde llevaba sin aparecer desde hacía tres días. Bajó las escaleras del hotel y caminó hasta la estación de autobuses, dónde uno de ellos le llevaría a su destino. Se montó en el mismo y se sentó en el primer asiento libre que observó. Miró por la ventana.

Un extraño pitido le privó de su sueño. Giró la cabeza para ver lo que estaba sonando. Era el sonido de un maldito reloj.

Minerva: Señor, ¿podría guardarse su reloj? Molesta demasiado...

El señor la miró desconcertado, sin comprender. Pero entonces Minerva posó su mirada en lo que había debajo del asiento. Aquello era lo que estaba molestándola, y no un reloj. Era un contador, que marcaba 10 segundos. Se levantó del asiento y corrió hacia delante intentando gritar al conductor que parara ahora mismo. Pero las palabras parecían no querer salir de su boca. Escuchó una explosión y todo quedó oscuro por un instante...

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Dos encapuchadas aparecieron tras la valla y la saltaron con agilidad. Corretearon pegadas a la pared para evitar ser vistas y llegaron hasta el centro del jardín. Una de ellas llevaba una bolsa sobre su espalda. Por un momento se le vio su rostro. Era Leonor.

Leonor: Mira que intentar matar a Alexander envenenando una tarta... Casi te cargas a unos inocentes.

Mujer 2: Pensaba que era para él... Dios, que estúpida fui -le respondió avergonzada-

Leonor: Un poco sí... Menos mal que me encontraste -se rió procurando hablar en un tono bajo y sacó algunos huesos de la bolsa- Mejor hacer que se vuelva loco, y que él mismo se suicide. O que acabe en el psiquiátrico... Será igual de bueno.

La otra mujer se limitó a sonreír viéndola esparcir huesos por el jardín. Entonces se aproximó a la bolsa que estaba tirada sobre el suelo y sacó de ésta una olla. Abrió la tapa, estaba llena de sangre.

Mujer 2: Oye... ¿Los huesos y la sangre...?

Leonor: Los huesos son artificiales y la sangre es de cabra. -le aclaró ella mientras los esparcía-

La mujer se acercó hacia la pared y tras untarse los dedos en la sangre, escribía en letras grandes sobre la superficie de ésta. La ventana estaba a su lado derecho, por lo que pudo observar levemente. Alexander se encontraba agachado y limpiando el suelo con un paño. Se atragantó y aguantó su risa. Terminó de escribir sobre la pared justo en el momento en que observó a una mujer aparecer junto a Alexander y tirarle el cubo de agua de una patada.

Claudia: Está todo muy sucio. Limpia mejor, inepto. -la oyó decir-

Leonor le hizo una señal, ella también había terminado con su parte del plan. Corrieron hacia la valla tras guardar todo en su sitio y la saltaron de nuevo.

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La mujer se paró junto a la gasolinera. Observó a un hombre llenar el depósito de gasolina de su Renault rojo. Terminó de llenarlo y se dirigió hacia el interior del establecimiento para pagar. Momento que aprovechó para correr hacia el coche. Abrió la puerta y observó que las llaves no estaban puestas. Pero entonces el dueño regresó. Había sido demasiado rápido. La observó y echó a correr hacia ella.

Sin dudarlo, agarró la cabeza de aquel hombre y la estampó contra el coche. Éste cayó al suelo herido y sangrando y la mujer le pataleó en las costillas. Después le robó las llaves del bolsillo y entró al interior del coche. Las colocó en su sitio y pisó el acelerador. Se perdió de vista dejando al hombre inconsciente en el suelo.

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La furgoneta de la ambulancia se perdió de vista abriéndose paso entre los vehículos. Pedro no se había montado en ella para acompañar a su amigo. ¿De qué servía?... Estaba muerto. Estaba muerto por haber usado la moto estando fumado y bebido. Y él iba por el mismo camino. No podía seguir así.

Se quitó la botella que estaba bebiendo de sus morros y la lanzó con todas sus fuerzas al suelo. Los cristales se esparcieron sobre éste y uno de ellos se incrustó en su pierna. Pero no le importó. Todo iba a cambiar.

Continuará...[/i]

No puedo hacer un largo comentario por falta de tiempo, sorry
El capítulo en general ha sido bastante bueno.
Luís al borde la muerte, Alexander totalmente humillado y sometido por Claudia...
La madre de Natalia buscando venganza, Alicia escapándose, Piti cambiando, el flashback de Minerva me ha gustado mucho. Le doy un 10 como a todos..Y ¿quién es la compi de Leonor? ¿Por que le escriben algo con sangre y llevan esos huesos? Síguelo pronto y siento tener que poner este comentario tan corto...En el capítulo siguiente será mucho más largo. ¡Síguelo cuando puedas!

Cuando usted quiera suba jajaja.

Lo primero, siento la espera en colgar nuevo capítulo, aunque el fic lo lean 2 personas... Pero bueno, aquí va el capítulo quinto, espero que os guste mucho y que os parezca un capitulazo, porque se desvelan bastantes cosas y la situación se va complicando.

Capítulo 2x05 (14): "Pide un deseo"[/u]

Saltó la valla del jardín y correteó hasta la pared. Deseó que no hubiera ningún guardia vigilando la mansión. Y se cumplió. Todo estaba despejado. Caminó hasta la ventana abierta y se lanzó, cayendo a la cocina. Salió escopeteado hasta las escaleras y las subió para llegar al despacho de Alexander. Cerró la puerta con cuidado y comenzó a rebuscar por los cajones. Observó documentos, papeles revueltos y carpetas, pero no parecía haber nada fuera de lugar.

Encendió el ordenador y abrió los programas buscando algo fuera de lo usual. De pronto escuchó unos pasos acercarse hacia la puerta del despacho. Abrió la ventana y se subió al alféizar, para después colgarse por una tubería. Desde allí, comenzó a bajar poco a poco. Observó a Alexander entrar en el despacho y percatarse de que el ordenador estaba encendido. Y entonces miró hacia la ventana. Roberto siguió descendiendo por la tubería y de un saltó cayó al suelo. Después corrió hacia la valla y tras coger carrerilla se escabulló por el seto.

Alexander bajó rápidamente las escaleras y buscó a Claudia por la casa. Estaba en la sala de cine, viendo una película en el gigantesco proyector. Lo apagó con el mando y la ex-criada giró la cabeza.

Claudia: ¿Pero cómo te atreves a apagarme el proyector? -le preguntó disimulando una sonrisa-

Alexander: Alguien se ha colado en la casa. Ocúpate de revisar las grabaciones de la cámara de vigilancia, ¿quieres?

Claudia: A la dueña de la casa no se le ordena. El criado limpia los baños y los suelos. El criado cierra el pico y deja a la dueña en paz. Aún así me ocuparé de revisar las vigilancias. Ahora lárgate. Fus fus. -lo despidió tras quitarle el mando y encender el proyector-

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Se lanzó contra la puerta. Empezó a aporrearla con intensidad y a propinarle patadas, pero el pestillo no cedía. Buscó su móvil en el bolsillo y llamó rápidamente a su jefe. Se escucharon 3 pitidos y finalmente se escuchó una voz al otro lado del teléfono.

Voz de Alexander: ¿Qué quieres, Ernesto?

Gamboa: Alicia se ha escapado. Estoy encerrado en la sala de torturas, me ha cerrado con pestillo y se ha largado.

Voz de Alexander: Maldito inútil. ¿Cómo se te ha podido escapar? Voy ahora mismo. Aunque dudo mucho que pueda escaparse del guardia de la puerta... -Gamboa escuchó una risita nerviosa y se colgó el móvil-

Se sentó en el suelo esperando a que llegara a abrirle.

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Golpeó la puerta con su pierna y entró al interior. Allí tampoco estaba su hijo. Salió corriendo de allí y siguió buscando, desesperada. Ahogó un grito. Había un guardia al final del pasillo. ¿Cómo iba a salir de allí? Y lo más importante, ¿dónde estaría su pequeño?

Alicia: No, no pienso dejarlo aquí... -murmuró pero sabía que le quedaba muy poco tiempo-

Y entonces abrió la puerta de aquella habitación. Las lágrimas le bajaron de los ojos con rapidez y cayeron hasta el suelo. Su pequeño estaba en el suelo, muerto y encerrado en una celda.

«Lo ha dejado morir. Ni siquiera le ha dado de comer para que no muriera. Y es su hijo. Me las pagará. Me las pagará...»

Quiso abrir la celda para despedirse de su pequeño, pero sabía que no podría. Así que regresó hasta el pasillo y aprovechando que el guardia miraba hacia otra parte, corrió y giró a la derecha. Ahí se quedo escondida, pensando lo que podría hacer. Sabía que Alexander no tardaría en llegar, así que se quitó un anillo del dedo anular y lo lanzó en línea recta con intensidad. Escuchó al guardia caminar hacia la esquina. Miró a la izquierda buscando lo qué había producido el sonido... y Alicia le golpeó en la espalda con los codos. El guardia cayó al suelo gritando de dolor y ella rebuscó en sus bolsillos buscando unas llaves. Las encontró y fue hasta la puerta. Las metió en la cerradura y tras salir, cerró de nuevo. Subió rápidamente la trampilla hasta la salida, ocultó de nuevo la alfombra y corrió por los pasillos del centro del ECND hasta la calle.

Era libre. Por fin.
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Estela se levantó de la cama, en silencio. De pronto se le ocurrió una idea para animar a su primo.

Estela: Ya que no soplaste ninguna vela la otra vez. ¿Por qué no pides un deseo ahora mismo? Sin velas ni nada, sólo concéntrate y deséalo con todas tus fuerzas.

Javier: Pero eso es una estupidez... ¿Para qué va a servir?

Estela: Tú hazme caso, vamos.

Javier asintió con la cabeza y se sentó en el borde de la cama. Cerró los ojos y deseó que su padre despertara del coma. Lo deseó con tanta fuerza que estuvo a punto de marearse. Después abrió los ojos de nuevo, esperando que se cumpliera. Pero no recibió respuesta divina, ni nada pareció cambiar en el mundo. Así que se levantó de la cama y tras despedirse de su prima, bajó las escaleras.
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La habitación del hospital estaba totalmente tranquila. Por la ventana, cerrada, se observaban gotas de agua repiquetear contra el alféizar. La lluvia seguía cayendo con intensidad pero nada parecía haber cambiado.

La cueva estaba más oscura de lo habitual y ni un atisbo de luz parecía contemplarse en su interior. Avanzó a pasos lentos, pero firmes. La humedad invadía el interior de la cueva, a excepción de eso, nada parecía haber cambiado. Pero algo ocurrió. El tren no apareció en aquella ocasión. Sino una mujer que avanzaba hacia él, desprendiendo extraños rayos luminosos. Le cegó la vista unos momentos hasta que...

Se dio cuenta. Era ella. Su amada Minerva caminó hasta él, sonriendo. Lo rodeó y caminó para salir de la cueva. Luis la siguió embelesado. Fuera, la luz era total. Corrió para alcanzar a su mujer y entonces, desapareció. Todo quedó oscuro de nuevo y le pareció que caía cientos de metros. Una imagen de una habitación de hospital empezaba a formarse en sus retinas.

Y de pronto abrió los ojos.
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Se bajó del coche cerrando la puerta de un portazo. Se metió las llaves en el bolsillo de la chaqueta y corrió hacia el interior.

Cuándo llegó al sótano bajo la trampilla, se percató de que algo había ocurrido. La puerta estaba cerrada con llave. Agarró su llave maestra y entró al interior. El guardia de seguridad estaba sentado, agarrándose la espalda. Caminó hasta él y le propinó una patada en la nariz y siguió avanzando para liberar a Gamboa de la sala. Alicia ya se había escapado. Poco iba a poder hacer por encontrarla de nuevo.

Sacó a su secuaz de la sala y lo empujó por el pasillo.

Alexander: Organiza a algunos hombres y buscarla por las proximidades al centro. No ha podido ir muy lejos.

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Pisó el acelerador con velocidad y siguió circulando por la carretera. Observó el navegador. Ya quedaba poco para llegar a la frontera. Su destino comenzaba a estar cada vez más cerca... No pudo evitar reírse.

Algo estaba oculto bajo una manta, en el asiento trasero...

1


Aparcó el coche en el parking y salió para estirar las piernas. De pronto se dio cuenta de que junto a la gasolinera había un restaurante. "Restaurante El Cazador" se llamaba. La mujer sonrió y agarró su bolso. Después caminó hasta allí con paso firme. Entró al interior del local, sólo había dos clientes desayunando en una mesa apartada. Se le ocurrió una astuta idea para comprobar algo.

Se giró observando una cornamenta de un alce, clavada en la pared. Tras pedirse un zumo de piña, dirigió la mirada al que parecía el dueño del local. Sólo había un muchacho más joven junto a él.

Mujer: Bonita pieza. ¿Quién la cazó?

Dueño: Tiene un gusto excelente. Fue mi hijo.

El muchacho pareció avergonzarse y bajó la vista, sonriente. Era algo regordete y tenía una morena cabellera.

Mujer: Vaya, sin duda usaría un arma magnífica. De otra manera no podría haber dado alcance a semejante pieza. -miró a la pareja, daban sorbos a lo que les quedaba de café-

Dueño: ¡Pues claro que sí! Álvaro, ve a por ella. Ya sabes dónde está.

Un minuto más tarde el muchacho regordete regresó con una escopeta y una caja de balas. Dejó la caja en el mostrador. La pareja se levantó de sus asientos y pagaron la cuenta. Después se despidieron y salieron fuera del restaurante.

Mujer: Sin duda es una buena escopeta. ¿Podría verla más de cerca? -dijo tras dar un sorbo al zumo de piña-

Dueño: Por supuesto. -y le entregó la escopeta-

Un coche se alejó de allí. Los otros clientes ya se habrían marchado. La escopeta ya estaba cargada, así que apuntó al dueño del local. Se escucharon dos tiros y cayó muerto al suelo. Después apuntó al tal Álvaro.

Álvaro: No, no... Por favor, por favor.

Mujer: Verás, no tengo otra opción. No puedo dejar que contéis lo que ha ocurrido aquí -se metió el cartucho de balas en el bolso. Un único tiro resonó en el local- Y además no me gustan los cazadores -añadió mientras salía, escopeta en mano-

Cruzó con rapidez la frontera y se desvío en dirección a París. Debía tomar ese trayecto para después dirigirse a Ginebra. Ya no le quedaba mucho.
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Su móvil comenzó a sonar. Qué extraño, si a él nunca le llamaba nadie... Cogió el teléfono y se lo colocó junto a la oreja.

Voz desconocida: Su padre acaba de... despertar.

No dejó que dijera nada más, le colgó y echó a correr hacia la calle. Corrió dejando atrás aquella urbanización y siguió por la acera. Diez minutos después el hospital se alzó ante él. Subió por las escaleras atropelladamente y entró en la habitación. Su padre tenía los ojos abiertos y lo miró por unos instantes.

Luis: ¡Hijo!

Su deseo se había cumplido. Su padre se había despertado.

Corrió hasta él y le dio un abrazo. Éste se lo devolvió pero el médico los reprendió bruscamente.

Médico: Necesitamos hacerle algunas pruebas para cerciorarnos de que no tiene secuelas. Es mejor dejarle descansar por el momento.

Javier asintió y escuchó unos pasos tras él. Su abuelo acababa de aparecer en la habitación. Corrió hacia él para abrazarle.

Ventura: Cuidado, cuidado... Que me duele la espalda. Siento no haber llegado antes. Hoy llegué de viaje y me enteré... Alexander no se molestó en llamarme para avisarme de que mi hijo estaba en coma.

Ojalá pudiera desear que su madre siguiera viva... y se cumpliera.

Algunos


Se sentó en el sofá y encendió la televisión. Era el telediario y una presentadora estaba hablando sobre un secuestro en Estados Unidos. No le prestó mucha atención... hasta que cambiaron de tema.

Presentadora: 30 muertos en un ataque terrorista en Villar del Campos, de la provincia de Madrid. Fuentes policiales apuntan que un artefacto explotó produciendo el fatal desenlace del autobús de la línea M22, sobre las 18.00. -se mostraron las imágenes de lo que quedaba del autobús- Cinco personas se encuentran desaparecidas y hay otros 12 heridos. Dos de ellos se encuentran en estado crítico.

El mundo se le cayó encima. Su madre iba a coger aquel autobús... y si.... No, no. Ella tenía que ser una de los heridos. Giró la cabeza, su padre también había visto aquella noticia. Echaron a correr hacia el coche.

Ya en la mansión, caminó hacia su habitación. Ahora quería pedir otro deseo.

«Por favor, que conozca a alguna chica de mi edad... A ser posible, guapa e inteligente» deseó con todas sus fuerzas.
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Observó que Alexander estaba hablando fuera, junto a la puerta de la mansión. Había una mujer de cabello rubio junto a él y al lado de ella, una chica de unos quince años. Agarró al hombre del brazo y lo metió dentro.

Claudia: ¿Se puede saber qué haces?

Alexander: Contratar a una asistenta. Tú me dijiste que no harías nada, pero no dijiste nada de que no pudiera contratar a alguien...

Claudia: Mmmm. Pues es verdad. Y cumplo mis promesas, así que puedes hacerlo. -otra cosa será que dure...Jeje Pero será mejor que antes limpies eso del jardín, o se asustará. Si piensas que he sido yo, estás equivocado. añadió señalando al jardín trasero, al que se accedía por una puerta anexa a la cocina

Alexander caminó hacia la cocina y reprimió un grito al leer "ALEXANDER MONTES, VAS A MORIR" y "SÉ LO QUE HAS HECHO" escrito en sangre en la pared. Abrió la puerta y corrió hacia el jardín. Tocó la sangre, estaba seca.

Claudia se dirigió hasta el despacho de Alexander y reprodució la grabación de la cámara de seguridad. Y la sorpresa la embargó al observar a Roberto Schneider saltar por la ventana de la cocina. No lo dudó un instante. Pulsó el botón de borrar y la grabación se eliminó.

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Cruzó el callejón sin dejar de mirar hacia atrás, por si la estaban siguiendo. Pero nadie parecía ir detrás de ella. De pronto observó un coche de policía parado junto a la acera. Era su salvación. Con un último esfuerzo, llegó hasta allí. Paró para respirar mientras un único policía salía del coche.

Policía: ¿Está bien, señorita?

Alicia: No... No estoy bien. He estado secuestrada... han matado a mi hijo.

Policía: ¿Quién, quién te ha hecho eso? ¿Quién ha matado a tu hijo?

Alicia: Alexander Montes.

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Después de ordenar a María ponerse a fregar los tres baños de la casa, se dio cuenta de que tenía que ocuparse de su hermano. Había despertado. Pensó en llamar a Ernesto, pero estaba buscando a Alicia. Tenía que hacerlo el mismo.

Cinco minutos más tarde, su BMW frenó en el aparcamiento del hospital. Subió lentamente las escaleras y se paró junto a la puerta de la habitación de su hermano. No escuchó ni un ruido dentro, así que accedió al interior. Luis estaba durmiendo plácidamente. Se acerco hasta él y agarró la almohada. Después se la colocó sobre la boca y la apretó con todas sus fuerzas para impedirle respirar. Intentó liberarse, pataleó y le golpeó, pero al final sus fuerzas acabaron.

Dejó la almohada bajo la cabeza de Luis y salió fuera de la habitación.
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Bajó las escaleras y su corazón se movió al ver a una parada al pie de las escaleras. Había algo en ella... Algo... Bajó lentamente los peldaños y se acercó.

Javier: Hola, soy Javier. ¿Cómo te llamas?

Chica: Hola -lo saludó con una sonrisa- Yo soy Sandra. Soy hija de la nueva asistenta de tu tío, así que de ahora en adelante me verás bastante por aquí.

«Gracias universo, gracias» fue lo que pensó.
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El móvil de Ventura comenzó a sonar, pero no tardó en cogerlo.

Ventura: ¿Sí?

Claudia: Soy yo, Claudia. La que le avisó de que su hijo estaba en coma, y de que había despertado. Mire mi mensaje. -se colgó la llamada-

Ventura escuchó el sonido de que un mensaje acababa de llegarle y lo abrió. Era un vídeo... un vídeo en el que Alexander y Luis discutían, y el primero lo empujaba por las escaleras. Después la grabación se cortó.

Continuará...

(PD: Este capítulo ha puesto punto y seguido a El Barco, El Origen. Ahora habrá un parón indefinido ya que muy pronto estrenaré la nueva temporada de Estrella Polar. Después haré un parón en EP y finalizaré esta temporada de EO. Espero que os haya gustado el capítulo ^^)

Ha sido fantástico. El mejor de la temporada. Un final de temporada sin que lo sea. FANTÁSTICO.

-Roberto, por fin se le ve el pelo a este hombre. Veo que Roberto ya ha empezado a investigar y que sospecha muchísimo de Alexander.

-Con Claudia me meo,LO JURO.Ahora soy fan de ella.Yo le pongo la cara de Jennifer Morrison jeje <3

-Alexander, que mal lo va a pasar.

-Alicia ha escapado, pero han matado a su hijo :( Pero le ha contado todo a un poli jijiji.

-Me meo con la cara de Alexander al ver el mensaje de la pared xD

-Luís despierto ^_^

-Ventura,abuelo de Javier y Estela y padre de Luís y Alexander. Por lo tanto Ratón es primo de Javier x)

-El flashback...wow. ¿Quién puso la bomba?

-El título del cap ha sido genial. Sandra <3333333333333333333333333 Ya sabes. Guiño a TVD eh jajaja.

-Vaya con la madre de Natalia, matar al pobre hombre y a su hijo. Me recuerda a Cora jajaja.

-Claudia,la amo. Borrando la grabación de Roberto entrando y enviándole a Ventura que Alexander tiró por la escalera a Luís. Todo está cambiado y me encanta ^_^

PD:Lo malo es que hasta por lo menos Octubre no subirás :(