Fanfic Ricardo y Julia //Recuerda que mis ojos solo pueden ver la luz y mi luz eres tú// C34
#0
13/03/2012 18:02
Hola me llamo Sara y me gusta escribir, me he animado al ver por mucho tiempo vuestros fanfics. La historia es inventada por mi, alomejor algunas cosas coinciden pero muy pocas. Si os gusta comentad y lo seguire cada fin de semana, os dejo el primer capitulo.
#121
03/02/2013 19:39
Diez de la mañana. Aula del Estrella Polar. Ricardo explica ante las miradas de los alumnos y de Julia los distintos nudos y como poner un arnés con total seguridad.
-Tenemos que asegurar que se ajusta a nuestro cuerpo. Pero eso sí, no intentéis ahogaros apretando- las risas de los chicos salieron a relucir.
Su mirada se desviaba a la doctora cada dos por tres. Pero pasaba algo, Julia estaba más, como decirlo, ¿sexy? La observa de arriba a abajo. Tiene la falda que lleva puesta esta mañana ligeramente subida, con una posición un tanto coqueta. Ricardo empieza a sudar, intenta no mirarla pero le es imposible. Cada movimiento es más y más sensual. Traga saliva, y vuelve a decir la misma frase que había dicho. Le salen a tropezones.
-Bueno, a ver... Alguien que quiera probar y así enseñar a los demás... Como se calienta, digo pone, digo abrocha- se quedaron todos callados, no hablo nadie, mientras la doctora reía por lo bajo- ¿Nadie?
-Bueno capitán, sino quiere nadie yo le puedo ayudar- saltó Julia, este juego le estaba gustando.
-¡No!- se apresuró en contestar- No, prefiero que sean ellos. A sí aprenden.
-Claro, bueno pues que vaya... Vilma- la miró, la chica salió chafada, no quería ponerse ese arnés.
La joven supo ponerse el arnés. Justo en ese momento se acabó la clase. Todo en mundo salia riendo y charlando. Mientras el hombre se intentaba quitar esa cosa del cuerpo la mujer recogía sus cosas. Se acercó por detrás.
-Capitán, yo creo que si se estira de aquí- le pegó un pequeño tirón que hizo que se acercase a ella- Ves, ya está- el arnés cayó al suelo.
Sus pasos retomaron el camino par salir del aula. Pero fue impedido por la mano de Ricardo, que hizo que se girase frente a él.
-¿A que estas jugando?- dijo mirando sus labios.
-¿Yo? ¿Jugar? No se de que me estas hablando.
-Julia, he estado a punto de volverme loco. ¿Que intenciones tienes?- se libró de él y caminó muy sensualmente hacía la mesa. Subió a ella y cruzó las piernas.
-Yo no tengo ninguna intención- Ricardo estaba que no sabía que hacer, tragaba saliva cada dos por tres- Además, aún tienes que ganarte mi perdón. ¿Has tenido alguna idea para ganarlo?
-Pues...
-Puedes acercarte más, que no te escucho- el hombre se acercó a ella- Más, más cerca- tiró de la camisa- Di.
-Eeem... Un.. Una, ¿una cena?
-Mmm... Pues me encantaría de verdad, pero esta noche tengo trabajo y voy a acabar muy tarde. ¿No se te ocurre nada más?- abrió un poco las piernas y metió el cuerpo de Ricardo entre ellas.
-No, no se... No, se me ocurre nada- Julia estaba desabrochando dos botones de la camisa del capitán.
-Es una pena, yo que quería perdonarte ya- se levantó cuidadosamente, muy pegada a su cuerpo- Y cogerte la camisa, tirarla al suelo y que pasara algo en esta mesa.
La doctora fue acercando sus labios a los de Ricardo. A punto de rozarlos.
-Hasta después capitán- se marchó del aula y antes de cerrar la puerta sonrió y dijo- Ricardito, hay que reconocer que hoy estás muy guapo.
Estoy jodido. Jodido, jodido. Si es que me controla con solo una palabra que diga esa boca. Vamos a ver que puedo hacer yo para que me perdone y no me deje así.
Noches de estrellas fugaces. Noches oscuras, noches de trabajo. Julia seguía en la enfermería. Recordando al hombre que ocupaba su corazón. No le gustaba quedarse a medias en los besos, pero en el fondo se divertía jugando.
La puerta de la enfermería se abrió. Se quedó quieto en medio de la estancia, esperando que dijera algo.
-Ahora estoy ocupada, si vuelves después te atenderé.
-Lo... Lo siento, volveré más tarde- al reconocer la voz sonrió, se giró y impidió que se fuera.
Lo vio con una bandeja en las manos. Con una sonrisa tímida y su mirada diciendo “perdoname ya ¿no?”.
-Había pensado en que si no podías salir de la enfermería para cenar conmigo, entonces vendré yo con la cena.
Julia sonrió. Cenaban sonrientes, reían con anécdotas tontas de ambos. Y se dedicaban sonrisas.
Vale, Ricardo a veces no acertaba con las bromas, no era perfecto a ojos de los demás, se equivocaba, se tropezaba. Pero lo que más me gusta de él es que después de caerse mil veces vuelve a levantarse con más ganas. Si se equivoca con una cosa minúscula no importa porque luego viene con una sonrisa y una sorpresa debajo de el brazo. Me encanta que pida perdón mil veces, aunque no se de cuenta que ya lo había perdonado, me encanta que no pida explicaciones de por qué lo dejo a medias con los besos. Me encanta que sea él.
-Entonces, ¿me has perdonado ya?- parecía estar suplicando.
La doctora se levantó de su sitio y cogió su mano. Pasó sus brazos por el cuello masculino.
-Te he perdonado, y no lo he echo porque me has traído la cena. Lo he echo porque no me puedo enfadar contigo.
-Yo si- Julia frunció el ceño- Me has dejado más de una vez con la miel en los labios, pero después has dejado de darme. ¿A ti te parece normal la mañana que he pasado? Por pocas me da un ataque en el aula- rieron- Pero tengo que reconocer que si tuviera que elegir entre dejarme a medias y que rompieras la relación que tenemos. Prefiero lo primero- la acarició la mejilla muy delicadamente- A saber de lo que es de mi si tú no estas.
Julia se acercó a sus labios. Los beso muy tiernamente mientras bajaba la mano hasta el pecho del hombre. Ricardo la tenía abrazada por la cintura, muy pegada a él.
-Te necesitaba a mi lado- susurró ante sus labios la mujer.
Perdones así ¿donde tenía que firmar? Ahora si que tenía que hacer algo para que le besara como ahora. Julia había conseguido en él algo extraño, había echo que Ricardo Montero necesitara depender de ella para vivir. Por un segundo le entró miedo, si le llegase a faltar algún día no sabría que hacer. Pero estaba seguro que disfrutaría su amor, exprimiría cada gota como si fuera la última. Estaría con ella en lo bueno y lo malo, porque aunque le odie, aunque se enfade, aunque se olvide de él. La va ha querer, la va ha querer porque no puede evitarlo. En el amor uno nunca elige.
-Tenemos que asegurar que se ajusta a nuestro cuerpo. Pero eso sí, no intentéis ahogaros apretando- las risas de los chicos salieron a relucir.
Su mirada se desviaba a la doctora cada dos por tres. Pero pasaba algo, Julia estaba más, como decirlo, ¿sexy? La observa de arriba a abajo. Tiene la falda que lleva puesta esta mañana ligeramente subida, con una posición un tanto coqueta. Ricardo empieza a sudar, intenta no mirarla pero le es imposible. Cada movimiento es más y más sensual. Traga saliva, y vuelve a decir la misma frase que había dicho. Le salen a tropezones.
-Bueno, a ver... Alguien que quiera probar y así enseñar a los demás... Como se calienta, digo pone, digo abrocha- se quedaron todos callados, no hablo nadie, mientras la doctora reía por lo bajo- ¿Nadie?
-Bueno capitán, sino quiere nadie yo le puedo ayudar- saltó Julia, este juego le estaba gustando.
-¡No!- se apresuró en contestar- No, prefiero que sean ellos. A sí aprenden.
-Claro, bueno pues que vaya... Vilma- la miró, la chica salió chafada, no quería ponerse ese arnés.
La joven supo ponerse el arnés. Justo en ese momento se acabó la clase. Todo en mundo salia riendo y charlando. Mientras el hombre se intentaba quitar esa cosa del cuerpo la mujer recogía sus cosas. Se acercó por detrás.
-Capitán, yo creo que si se estira de aquí- le pegó un pequeño tirón que hizo que se acercase a ella- Ves, ya está- el arnés cayó al suelo.
Sus pasos retomaron el camino par salir del aula. Pero fue impedido por la mano de Ricardo, que hizo que se girase frente a él.
-¿A que estas jugando?- dijo mirando sus labios.
-¿Yo? ¿Jugar? No se de que me estas hablando.
-Julia, he estado a punto de volverme loco. ¿Que intenciones tienes?- se libró de él y caminó muy sensualmente hacía la mesa. Subió a ella y cruzó las piernas.
-Yo no tengo ninguna intención- Ricardo estaba que no sabía que hacer, tragaba saliva cada dos por tres- Además, aún tienes que ganarte mi perdón. ¿Has tenido alguna idea para ganarlo?
-Pues...
-Puedes acercarte más, que no te escucho- el hombre se acercó a ella- Más, más cerca- tiró de la camisa- Di.
-Eeem... Un.. Una, ¿una cena?
-Mmm... Pues me encantaría de verdad, pero esta noche tengo trabajo y voy a acabar muy tarde. ¿No se te ocurre nada más?- abrió un poco las piernas y metió el cuerpo de Ricardo entre ellas.
-No, no se... No, se me ocurre nada- Julia estaba desabrochando dos botones de la camisa del capitán.
-Es una pena, yo que quería perdonarte ya- se levantó cuidadosamente, muy pegada a su cuerpo- Y cogerte la camisa, tirarla al suelo y que pasara algo en esta mesa.
La doctora fue acercando sus labios a los de Ricardo. A punto de rozarlos.
-Hasta después capitán- se marchó del aula y antes de cerrar la puerta sonrió y dijo- Ricardito, hay que reconocer que hoy estás muy guapo.
Estoy jodido. Jodido, jodido. Si es que me controla con solo una palabra que diga esa boca. Vamos a ver que puedo hacer yo para que me perdone y no me deje así.
Noches de estrellas fugaces. Noches oscuras, noches de trabajo. Julia seguía en la enfermería. Recordando al hombre que ocupaba su corazón. No le gustaba quedarse a medias en los besos, pero en el fondo se divertía jugando.
La puerta de la enfermería se abrió. Se quedó quieto en medio de la estancia, esperando que dijera algo.
-Ahora estoy ocupada, si vuelves después te atenderé.
-Lo... Lo siento, volveré más tarde- al reconocer la voz sonrió, se giró y impidió que se fuera.
Lo vio con una bandeja en las manos. Con una sonrisa tímida y su mirada diciendo “perdoname ya ¿no?”.
-Había pensado en que si no podías salir de la enfermería para cenar conmigo, entonces vendré yo con la cena.
Julia sonrió. Cenaban sonrientes, reían con anécdotas tontas de ambos. Y se dedicaban sonrisas.
Vale, Ricardo a veces no acertaba con las bromas, no era perfecto a ojos de los demás, se equivocaba, se tropezaba. Pero lo que más me gusta de él es que después de caerse mil veces vuelve a levantarse con más ganas. Si se equivoca con una cosa minúscula no importa porque luego viene con una sonrisa y una sorpresa debajo de el brazo. Me encanta que pida perdón mil veces, aunque no se de cuenta que ya lo había perdonado, me encanta que no pida explicaciones de por qué lo dejo a medias con los besos. Me encanta que sea él.
-Entonces, ¿me has perdonado ya?- parecía estar suplicando.
La doctora se levantó de su sitio y cogió su mano. Pasó sus brazos por el cuello masculino.
-Te he perdonado, y no lo he echo porque me has traído la cena. Lo he echo porque no me puedo enfadar contigo.
-Yo si- Julia frunció el ceño- Me has dejado más de una vez con la miel en los labios, pero después has dejado de darme. ¿A ti te parece normal la mañana que he pasado? Por pocas me da un ataque en el aula- rieron- Pero tengo que reconocer que si tuviera que elegir entre dejarme a medias y que rompieras la relación que tenemos. Prefiero lo primero- la acarició la mejilla muy delicadamente- A saber de lo que es de mi si tú no estas.
Julia se acercó a sus labios. Los beso muy tiernamente mientras bajaba la mano hasta el pecho del hombre. Ricardo la tenía abrazada por la cintura, muy pegada a él.
-Te necesitaba a mi lado- susurró ante sus labios la mujer.
Perdones así ¿donde tenía que firmar? Ahora si que tenía que hacer algo para que le besara como ahora. Julia había conseguido en él algo extraño, había echo que Ricardo Montero necesitara depender de ella para vivir. Por un segundo le entró miedo, si le llegase a faltar algún día no sabría que hacer. Pero estaba seguro que disfrutaría su amor, exprimiría cada gota como si fuera la última. Estaría con ella en lo bueno y lo malo, porque aunque le odie, aunque se enfade, aunque se olvide de él. La va ha querer, la va ha querer porque no puede evitarlo. En el amor uno nunca elige.
#122
03/02/2013 20:23
¿ya está? jooo... ya tengo ganas del próximo, es perrrfecto :) con la mala noticia que nos acaban de dar necesitamos esto mas que nunca. Un besazo, me encanta:)
#123
03/02/2013 20:36
Jolin, que ganas tenía de leerlo, y bueno. Con esta última noticia, pues como que no estoy muy animada que se diga. Pero bueno, espero que este foro siga activo y que artistas como tú (Incluida tu, porsupuestisimoooo!) sigan escribiendo en este foro.
Síguelo prontito, que me has dejado con ganas de saber más :D Un besito a todos, y cuidaros muchísimo!
PD: Que sepáis que me habéis cambiado la vida, y la forma de pensar, este foro es una de las mejores cosas que me ha pasado. Muchas gracias a todos!
Síguelo prontito, que me has dejado con ganas de saber más :D Un besito a todos, y cuidaros muchísimo!
PD: Que sepáis que me habéis cambiado la vida, y la forma de pensar, este foro es una de las mejores cosas que me ha pasado. Muchas gracias a todos!
#124
10/02/2013 17:16
Vas a continuarlo ¿verdad? Dime que no lo vas a dejar asi por dios
#125
16/02/2013 11:27
Bueno aqui os dijo el siguiente capitulo, se que he tardado un poco en subirlo, pero tengo la escusa de haberme quedado un poco pillada en una parte. Bueno pero ya está aquí lo tenéis, disfrutar leyendo. ¡Ah! Se me olvidaba, gracias por los comentarios y los ánimos desde twitter. Animan mucho.
CAPITULO 22
Y hagamos que la noche dure para siempre
Levantarse por la mañana y quedarse pensando una pequeña locura. Levantarse y que tu hija se tire a ti gritando un “Buenos días”. Es como sentirte dichoso, ríes y empiezas a jugar con la pequeña, como si fueras un niño. Y de repente te das cuenta que quieres que dure lo que no esta escrito. Como los cuentos sin final que le cuentas a Valeria, pensando como acaban, esos finales te los llevarás contigo.
La pequeña ríe y dice a su padre de para esas cosquillas eternas. Algo que Ricardo obedece.
-Papá, ¿puedo pedirte algo?
-A ver... ¿qué quieres?-la miró con reprobación.
-Es que Burbuja me ha invitado a hacer una fiesta de pijamas en su camarote- jugaba con los dedos con carita de niña buena- Vamos ha contar historias, jugar a juegos y cenar allí. ¿Puedo? Pofiiii- suplicó.
-Mmm... No lo sé... Bueno, está bien- la niña empezó a saltar como una loca- Pero me tienes que prometer una cosa.
-¿Cuál?
-Que te acostaras pronto- señaló.
-Vale- asintió alargando la primera vocal.
-Ahora ves y te lavas los dientes- la pequeña hizo caso a su padre y fue rápidamente al baño.
'Aún te queda por hacer una locura' La frase apareció en su mente sin avisar. Observó a través del ojo de buey. A sus ojos llegó ese intenso color azul del mar que navegaban todos y cada uno de los días desde que el mundo se fue al traste. Sí, hoy podría ser un buen día.
Su espalda, ancha y musculosa. Es verla y entrarme ganas de ir hacia él y comermelo a besos.
Fue cautelosamente sin hacer ruido. Al estar cerca sus manos tomaron vida propia y recorrieron su espalda hacía el cuello y seguido a los ojos. El hombre sonrió, hubiera reconocido esas manos aunque no tuviera sentido del tacto.
-Este juego ya me lo conozco- pausa- Se trata de adivinar quien es la persona que me tapa los ojos- rió- Bien, es muy simple. Se quien es no solo por la risilla que se le escapa, sino, por el tacto de sus manos, lo conozco. El olor a perfume, ese perfume delicado y dulce. Que nunca te lo he dicho pero me encanta- la mujer se ruborizó- Y ahora si sigo con lo ojos cerrados y me giro- hizo exactamente lo que sus palabras señalaron- Y te beso ahora, aunque sepa quien eres...- se acercó a su oído- Me da igual, porque quiero un beso de buenos días- aún con los ojos cerrados la besó.
Tierno. Parecían decir sus labios. Se apoderó de sus labios con tanta dulzura, le pareció estar saboreando una golosina. Suaves. Era la siguiente palabra, tocar una sabana recién lavada y planchada. Amor. Dijo por último, en ese beso se notaban tanto los sentimientos que podía perderse en ellos, quedarse en un espiral donde ellos elegían donde y cuando tenía que ir. Se separaron lentamente y Ricardo abrió con pesadez los ojos. Sonrió al ver su precioso rostro. Una caricia, una simple caricia y Julia estaba a su entera disposición. Una mirada de sus ojos y podía no responder a ningún estimulo.
-Bueno días- habló él.
-Bueno días Ricardo- sonrió ella- Desde la cena de los ostros días no he sabido nada de ti ¿te escondes?
-Me gustaría. Para así huir contigo a algún sitio y que no nos encontrasen nunca.
-Te das cuenta que si nos vamos estaremos expuestos a morir- el capitán de un simple y delicado movimiento le susurró al oído.
-Tranquila tengo una sirena que me protege- poco a poco se fue despegando de ella, hasta alejarse y antes de desaparecer por la esquina de un pasillo le dedicó un sonrisa.
La doctora se quedó paralizada. La última frase de Ricardo la había hecho recordar. Era preciosa, sí, pero la había escuchado antes. Hace mucho mucho tiempo, demasiado, tanto que le costó saber con exactitud donde y cuando la había escuchado. Y de repente pum, lo escuchó.
'Corre'
'Corre más'
'Más rápido Julia'
'Date prisa'
La joven aceleraba cada vez más. Cada vez sus pies se movían con más rapidez.
'Acelera'
'Espera, escucha'
'No están'
'Vale, ve parando'
Miró hacía su espalda. Nadie. Oscuro. Noche. Su pulso acelerado se escuchaba más que otra cosa. Se apoyó para recuperar el aliento en una pared de las calles de Valencia. Observó la callejuela siniestra, ¿dónde estaban? ¿los había despistado?
Sus pies se pusieron de nuevo en marcha, con más tranquilidad. Recorría con la vista la calle, solitaria, estrecha, oscura, temible. Se giró bruscamente, notó una presencia, nadie. Siguió su paso, y de nuevo sintió un aliento en su nuca. Volteó para ver, nada. En ese instante de un fuerte tirón fue a parar enfrente de un hombre, es sonrisa, esos ojos, ese gesto malévolo en su cara.
-Te pillé- sonrió con mofa.
-Por favor, por favor no me hagas daño- suplicaba.
-¿Quien te va ha hacer daño?- preguntó irónicamente- Seguro que yo no.
-Por favor...- con un hilo de voz suplicaba, cerró los ojos.
-Shhh, tranquila- la acercó a su pecho, Julia lloraba con el miedo que ahora mismo estaba ahí.
La abrazó un segundo por la espalda. Su brazos la aprisionaban a él. La joven en un intento desesperado de librarse de su agarre le mordió fuertemente la mano. Ante el grito de dolor del hombre. Se miró la mano con sangre por la mordedura, había sido fuerte.
-Niña engreída, ahora te vas ha enterar. Sino has querido por las buenas, pues por las malas- la cogió como su fuera una muñeca de trapo, alzó el puño.
-¡No!, ¡Deja!, ¡Suelta!- gritó ella.
Sucedió tan rápido que no supo con exactitud que había pasado. Se escuchó un ruido, un golpe y la caída al suelo de un cuerpo. Cerró los ojos, un grito, un suspiro
CAPITULO 22
Y hagamos que la noche dure para siempre
Levantarse por la mañana y quedarse pensando una pequeña locura. Levantarse y que tu hija se tire a ti gritando un “Buenos días”. Es como sentirte dichoso, ríes y empiezas a jugar con la pequeña, como si fueras un niño. Y de repente te das cuenta que quieres que dure lo que no esta escrito. Como los cuentos sin final que le cuentas a Valeria, pensando como acaban, esos finales te los llevarás contigo.
La pequeña ríe y dice a su padre de para esas cosquillas eternas. Algo que Ricardo obedece.
-Papá, ¿puedo pedirte algo?
-A ver... ¿qué quieres?-la miró con reprobación.
-Es que Burbuja me ha invitado a hacer una fiesta de pijamas en su camarote- jugaba con los dedos con carita de niña buena- Vamos ha contar historias, jugar a juegos y cenar allí. ¿Puedo? Pofiiii- suplicó.
-Mmm... No lo sé... Bueno, está bien- la niña empezó a saltar como una loca- Pero me tienes que prometer una cosa.
-¿Cuál?
-Que te acostaras pronto- señaló.
-Vale- asintió alargando la primera vocal.
-Ahora ves y te lavas los dientes- la pequeña hizo caso a su padre y fue rápidamente al baño.
'Aún te queda por hacer una locura' La frase apareció en su mente sin avisar. Observó a través del ojo de buey. A sus ojos llegó ese intenso color azul del mar que navegaban todos y cada uno de los días desde que el mundo se fue al traste. Sí, hoy podría ser un buen día.
Su espalda, ancha y musculosa. Es verla y entrarme ganas de ir hacia él y comermelo a besos.
Fue cautelosamente sin hacer ruido. Al estar cerca sus manos tomaron vida propia y recorrieron su espalda hacía el cuello y seguido a los ojos. El hombre sonrió, hubiera reconocido esas manos aunque no tuviera sentido del tacto.
-Este juego ya me lo conozco- pausa- Se trata de adivinar quien es la persona que me tapa los ojos- rió- Bien, es muy simple. Se quien es no solo por la risilla que se le escapa, sino, por el tacto de sus manos, lo conozco. El olor a perfume, ese perfume delicado y dulce. Que nunca te lo he dicho pero me encanta- la mujer se ruborizó- Y ahora si sigo con lo ojos cerrados y me giro- hizo exactamente lo que sus palabras señalaron- Y te beso ahora, aunque sepa quien eres...- se acercó a su oído- Me da igual, porque quiero un beso de buenos días- aún con los ojos cerrados la besó.
Tierno. Parecían decir sus labios. Se apoderó de sus labios con tanta dulzura, le pareció estar saboreando una golosina. Suaves. Era la siguiente palabra, tocar una sabana recién lavada y planchada. Amor. Dijo por último, en ese beso se notaban tanto los sentimientos que podía perderse en ellos, quedarse en un espiral donde ellos elegían donde y cuando tenía que ir. Se separaron lentamente y Ricardo abrió con pesadez los ojos. Sonrió al ver su precioso rostro. Una caricia, una simple caricia y Julia estaba a su entera disposición. Una mirada de sus ojos y podía no responder a ningún estimulo.
-Bueno días- habló él.
-Bueno días Ricardo- sonrió ella- Desde la cena de los ostros días no he sabido nada de ti ¿te escondes?
-Me gustaría. Para así huir contigo a algún sitio y que no nos encontrasen nunca.
-Te das cuenta que si nos vamos estaremos expuestos a morir- el capitán de un simple y delicado movimiento le susurró al oído.
-Tranquila tengo una sirena que me protege- poco a poco se fue despegando de ella, hasta alejarse y antes de desaparecer por la esquina de un pasillo le dedicó un sonrisa.
La doctora se quedó paralizada. La última frase de Ricardo la había hecho recordar. Era preciosa, sí, pero la había escuchado antes. Hace mucho mucho tiempo, demasiado, tanto que le costó saber con exactitud donde y cuando la había escuchado. Y de repente pum, lo escuchó.
'Corre'
'Corre más'
'Más rápido Julia'
'Date prisa'
La joven aceleraba cada vez más. Cada vez sus pies se movían con más rapidez.
'Acelera'
'Espera, escucha'
'No están'
'Vale, ve parando'
Miró hacía su espalda. Nadie. Oscuro. Noche. Su pulso acelerado se escuchaba más que otra cosa. Se apoyó para recuperar el aliento en una pared de las calles de Valencia. Observó la callejuela siniestra, ¿dónde estaban? ¿los había despistado?
Sus pies se pusieron de nuevo en marcha, con más tranquilidad. Recorría con la vista la calle, solitaria, estrecha, oscura, temible. Se giró bruscamente, notó una presencia, nadie. Siguió su paso, y de nuevo sintió un aliento en su nuca. Volteó para ver, nada. En ese instante de un fuerte tirón fue a parar enfrente de un hombre, es sonrisa, esos ojos, ese gesto malévolo en su cara.
-Te pillé- sonrió con mofa.
-Por favor, por favor no me hagas daño- suplicaba.
-¿Quien te va ha hacer daño?- preguntó irónicamente- Seguro que yo no.
-Por favor...- con un hilo de voz suplicaba, cerró los ojos.
-Shhh, tranquila- la acercó a su pecho, Julia lloraba con el miedo que ahora mismo estaba ahí.
La abrazó un segundo por la espalda. Su brazos la aprisionaban a él. La joven en un intento desesperado de librarse de su agarre le mordió fuertemente la mano. Ante el grito de dolor del hombre. Se miró la mano con sangre por la mordedura, había sido fuerte.
-Niña engreída, ahora te vas ha enterar. Sino has querido por las buenas, pues por las malas- la cogió como su fuera una muñeca de trapo, alzó el puño.
-¡No!, ¡Deja!, ¡Suelta!- gritó ella.
Sucedió tan rápido que no supo con exactitud que había pasado. Se escuchó un ruido, un golpe y la caída al suelo de un cuerpo. Cerró los ojos, un grito, un suspiro
#126
16/02/2013 11:29
agitado y silencio. El agarre ya no existía, en su lugar estaba el aire. Un roce en su brazo sin avisar la hizo saltar, el llanto empezó.
-Tranquila, tranquila. Ya ha pasado- la mano se apoderó muy lentamente de su brazo. Julia exhaló con miedo- Shh, ya está.
La joven se quedó quieta aún con sus ojos cerrados. El tacto de esa mano no era igual, tranquilizador, dulce, sincero, suave. Abrió lentamente los párpados y lo primero que se encontró fue una sonrisita tierna. Miró sin decir nada, llevaba un capucha negra puesta, no sabía quien se escondía detrás de la prenda.
-Ya ha pasado, tranquila. No te puede pasar nada. Confía en mi- no sabía porque pero algo le decía que ese joven le decía la verdad, cogió su mano y la atrajo hacía él- ¿Te ha echo daño? ¿Como estás? ¿Como te llamas? ¿Llamo a alguien?- demasiadas preguntas pensó Julia, su boca no pronunció ningún sonido- ¿Puedes hablar?
-Eh... S... si...
-Entonces responde ¿Como te llamas? ¿Te duele algo? ¿Tienes familia?- le estaba poniendo más nerviosa de lo que estaba.
-¡Te quieres esperar! ¡No puedo responder a todas las preguntas a la vez!- se deshizo del agarre de su mano y se alejo un paso- Me llamo Julia, no me ha echo nada y si tengo familia, pero viven en centro de la ciudad.
-Bien Julia, me puedes decir que haces tan lejos de tu casa y sobre todo en estas calles tan peligrosas? Podrían, bueno, han estado a punto de hacerte daño.
-Me he escapado de casa- dijo bajando la mirada- ¿Y tú? ¿Yo también podría decirte lo mismo? Podrían hacerte daño- la sonrisa del joven parecía un regalo hacía ella, en su oído susurró.
-Tranquila tengo una sirena que me protege- la miró en la oscura noche y le guiño el ojo- Te acompaño a tu casa, tranquila, no soy como este- señaló al suelo donde estaba el hombre de antes tirado.
Julia no se había dado cuenta aún. Al verlo su rostro cambió en seguida, su vista se nubló. La cabeza parecía que le iba ha estallar, se tambaleó, no sentía nada, no estaba, se quedó en un mundo diferente, extraño. De no ser por el muchacho hubiera caído al suelo y el golpe al despertar no sería muy gratificante.
-¡Ey! ¿Estás bien?- la miró, estaban los dos en el suelo-¡Oye! ¿Me escuchas?
Julia antes de desmayarse del todo pudo sin mucha nitidez sus ojos. Claros, y perdió el conocimiento.
-Genial, ¿había dicho que vivía por el centro?- la cogió en brazos- Vamos.
La mujer volvió en sí. Estaba en la enfermería, no sabía porque había recordado ese suceso justamente ahora. Pasó hace demasiado tiempo, casi le costó visualizarlo. La mente era extraña.
Tres, dos, uno. Al agua. Temperatura perfecta, hora perfecta, día perfecto. Empezó a nadar, cogía pequeñas bocanadas de aire. Uno, dos, uno, dos. Así hasta estar más de cinco minutos nadando alrededor del Estrella aprovechado el parón de motores. Se quedó quieto, se dejó llevar por la pequeña corriente marina, cerró los ojos. Calma, tranquilidad, perfección. Silencio. El agua parecía que tentaba a hundirse en ella, ser parte del ecosistema. Y recuerdas.
“Ella, sus sonrisas, sus manos de niña. Corriendo por la playa sin importar nada. Solo eran dos niños imaginando aventuras locas en la arena de la orilla. La ves, te enamora un poco más, por fin la coges, ríes, está contigo.
-No, eso no vale.
-Si que vale, te he pillado.
-Con trampas- dijo sonriente.
-¿Que trampas?
No respondió, tomó su mano y volvió a correr, volvió a sentir que estaba vivo. Estaba con una niñita que había conocido esa mañana pero le había llegado tan hondo que daría lo que fuera por que le cogiera todos los días de la mano y desaparecieran del mundo que ellos solos crearon.”
Abrió los ojos. Se sentía raro. Algo no andaba bien, el agua, el mar estaba distinto, algo en él decía que le iba a pasar algo. Sigilosamente notó un dolor en la pierna, dos, tres, cuatro más. En la pierna, el brazo, el abdomen, hombro. Un grito desgarrador. Dolor. Eran como cuchillas que entraban en la piel y con un simple gesto.
Sintió otro más. Cada vez más dolorosos. Por favor que parara ya la pesadilla. Se miró el brazo, sangre, una gran herida que recorría la mitad de la articulación. Socorro, parecía intentar gritar. Nadó como pudo hasta el barco. Su cuerpo se iba debilitando, iba perdiendo fuerza a medida que avanzaba, la vista llegó a nublarse por completo. Subió las escaleras y se desmayó allí mismo.
Se volvió oscuro, estoy solo, estoy sin ti. Siento mi vacío y me veo caminando. Con alguien en brazos, pesadamente veo la gran acera de la calle. Me duelen los brazos por su carga, pero es un dolor gratificante, satisfactorio, nunca alguien me había producido una sensación tan extraña. La miró esta como dormida, voy con camino derecho. La observo, me paro.
-¡Ey! Despierta, vamos- siento como se acomoda en mi- Despierta- abre un poco los ojos.
Me acabo de dar cuenta que es preciosa. Sus ojos, sus boca, el pelo sedoso. Me quedo prendado de ella. Nos miramos mutuamente y no se cuanto tiempo pasa, solo se que me encantaría estar así para siempre.
Los ojos se le abren pesadamente. Alguien le llama por su nombre. Reconoce la voz y sonríe.
-Ricardo, Ricardo ¿me escuchas?- abrió completamente los ojos.
-Julia...- dijo casi sin poder hablar- He tenido un sueño muy raro.
-Shh tranquilo, escucha estás en tu camarote- lo miró dulcemente- Llevas casi todo el día durmiendo- acarició su rostro- Y tienes heridas por casi todo el cuerpo, algo te ha tocado en el mar y te ha dejado así.
-Pero...- hizo intento de levantarse- ¡Ah! ¡Que dolor!
-No te muevas-sonrió- Tienes que reposar. Además Salomé te ha dejado la cena.
-¿Y Valeria? ¿Tendrá que...?
-Tranquilo, esta noche dormirá con su Burbuja ¿recuerdas?- lo observó.
Su torso estaba desnudo, sin ninguna prenda. Solo tenía unas vendas en sus heridas para protegerlas. Julia con el dedo índice acarició suavemente su piel. Estaba tan sumamente indefenso, tan dócil. Se mordió el labio. En un momento Ricardo era una presa fácil, un pequeño cordero al que poder cazar.
-Julia, comer, lo que se dice comer. Pues no tengo muchas ganas.
-¿Y que tienes ganas de hacer?- se acercó mucho a él- Porque moverte no puedes.
-Entonces me quedaré aquí sin moverme, pero necesitaré compañía.
-Para eso esta la doctora aquí, para cuidarte.
La mujer se metió rápidamente en la cama. El capitán la observaba, con mucho cuidado y sin hacerle daño se abrazó a él. No sabía que había pasado, no tenía ni idea de los minutos que quería estar así. Y fue en ese justo momento cuando empezó a sentir los pequeños besos procedentes de los labios de Julia. ¡Dios! Eran tan sumamente dulces que ya no le dolía nada. Se fue dejando llevar por las caricias, la presa había caído en la trampa.
Si pudiera articular palabra lo hubiera hecho, si hubiera podido moverse no lo pensaría dos veces antes de lanzarse al cuerpo femenino de la mujer.
-Tranquila, tranquila. Ya ha pasado- la mano se apoderó muy lentamente de su brazo. Julia exhaló con miedo- Shh, ya está.
La joven se quedó quieta aún con sus ojos cerrados. El tacto de esa mano no era igual, tranquilizador, dulce, sincero, suave. Abrió lentamente los párpados y lo primero que se encontró fue una sonrisita tierna. Miró sin decir nada, llevaba un capucha negra puesta, no sabía quien se escondía detrás de la prenda.
-Ya ha pasado, tranquila. No te puede pasar nada. Confía en mi- no sabía porque pero algo le decía que ese joven le decía la verdad, cogió su mano y la atrajo hacía él- ¿Te ha echo daño? ¿Como estás? ¿Como te llamas? ¿Llamo a alguien?- demasiadas preguntas pensó Julia, su boca no pronunció ningún sonido- ¿Puedes hablar?
-Eh... S... si...
-Entonces responde ¿Como te llamas? ¿Te duele algo? ¿Tienes familia?- le estaba poniendo más nerviosa de lo que estaba.
-¡Te quieres esperar! ¡No puedo responder a todas las preguntas a la vez!- se deshizo del agarre de su mano y se alejo un paso- Me llamo Julia, no me ha echo nada y si tengo familia, pero viven en centro de la ciudad.
-Bien Julia, me puedes decir que haces tan lejos de tu casa y sobre todo en estas calles tan peligrosas? Podrían, bueno, han estado a punto de hacerte daño.
-Me he escapado de casa- dijo bajando la mirada- ¿Y tú? ¿Yo también podría decirte lo mismo? Podrían hacerte daño- la sonrisa del joven parecía un regalo hacía ella, en su oído susurró.
-Tranquila tengo una sirena que me protege- la miró en la oscura noche y le guiño el ojo- Te acompaño a tu casa, tranquila, no soy como este- señaló al suelo donde estaba el hombre de antes tirado.
Julia no se había dado cuenta aún. Al verlo su rostro cambió en seguida, su vista se nubló. La cabeza parecía que le iba ha estallar, se tambaleó, no sentía nada, no estaba, se quedó en un mundo diferente, extraño. De no ser por el muchacho hubiera caído al suelo y el golpe al despertar no sería muy gratificante.
-¡Ey! ¿Estás bien?- la miró, estaban los dos en el suelo-¡Oye! ¿Me escuchas?
Julia antes de desmayarse del todo pudo sin mucha nitidez sus ojos. Claros, y perdió el conocimiento.
-Genial, ¿había dicho que vivía por el centro?- la cogió en brazos- Vamos.
La mujer volvió en sí. Estaba en la enfermería, no sabía porque había recordado ese suceso justamente ahora. Pasó hace demasiado tiempo, casi le costó visualizarlo. La mente era extraña.
Tres, dos, uno. Al agua. Temperatura perfecta, hora perfecta, día perfecto. Empezó a nadar, cogía pequeñas bocanadas de aire. Uno, dos, uno, dos. Así hasta estar más de cinco minutos nadando alrededor del Estrella aprovechado el parón de motores. Se quedó quieto, se dejó llevar por la pequeña corriente marina, cerró los ojos. Calma, tranquilidad, perfección. Silencio. El agua parecía que tentaba a hundirse en ella, ser parte del ecosistema. Y recuerdas.
“Ella, sus sonrisas, sus manos de niña. Corriendo por la playa sin importar nada. Solo eran dos niños imaginando aventuras locas en la arena de la orilla. La ves, te enamora un poco más, por fin la coges, ríes, está contigo.
-No, eso no vale.
-Si que vale, te he pillado.
-Con trampas- dijo sonriente.
-¿Que trampas?
No respondió, tomó su mano y volvió a correr, volvió a sentir que estaba vivo. Estaba con una niñita que había conocido esa mañana pero le había llegado tan hondo que daría lo que fuera por que le cogiera todos los días de la mano y desaparecieran del mundo que ellos solos crearon.”
Abrió los ojos. Se sentía raro. Algo no andaba bien, el agua, el mar estaba distinto, algo en él decía que le iba a pasar algo. Sigilosamente notó un dolor en la pierna, dos, tres, cuatro más. En la pierna, el brazo, el abdomen, hombro. Un grito desgarrador. Dolor. Eran como cuchillas que entraban en la piel y con un simple gesto.
Sintió otro más. Cada vez más dolorosos. Por favor que parara ya la pesadilla. Se miró el brazo, sangre, una gran herida que recorría la mitad de la articulación. Socorro, parecía intentar gritar. Nadó como pudo hasta el barco. Su cuerpo se iba debilitando, iba perdiendo fuerza a medida que avanzaba, la vista llegó a nublarse por completo. Subió las escaleras y se desmayó allí mismo.
Se volvió oscuro, estoy solo, estoy sin ti. Siento mi vacío y me veo caminando. Con alguien en brazos, pesadamente veo la gran acera de la calle. Me duelen los brazos por su carga, pero es un dolor gratificante, satisfactorio, nunca alguien me había producido una sensación tan extraña. La miró esta como dormida, voy con camino derecho. La observo, me paro.
-¡Ey! Despierta, vamos- siento como se acomoda en mi- Despierta- abre un poco los ojos.
Me acabo de dar cuenta que es preciosa. Sus ojos, sus boca, el pelo sedoso. Me quedo prendado de ella. Nos miramos mutuamente y no se cuanto tiempo pasa, solo se que me encantaría estar así para siempre.
Los ojos se le abren pesadamente. Alguien le llama por su nombre. Reconoce la voz y sonríe.
-Ricardo, Ricardo ¿me escuchas?- abrió completamente los ojos.
-Julia...- dijo casi sin poder hablar- He tenido un sueño muy raro.
-Shh tranquilo, escucha estás en tu camarote- lo miró dulcemente- Llevas casi todo el día durmiendo- acarició su rostro- Y tienes heridas por casi todo el cuerpo, algo te ha tocado en el mar y te ha dejado así.
-Pero...- hizo intento de levantarse- ¡Ah! ¡Que dolor!
-No te muevas-sonrió- Tienes que reposar. Además Salomé te ha dejado la cena.
-¿Y Valeria? ¿Tendrá que...?
-Tranquilo, esta noche dormirá con su Burbuja ¿recuerdas?- lo observó.
Su torso estaba desnudo, sin ninguna prenda. Solo tenía unas vendas en sus heridas para protegerlas. Julia con el dedo índice acarició suavemente su piel. Estaba tan sumamente indefenso, tan dócil. Se mordió el labio. En un momento Ricardo era una presa fácil, un pequeño cordero al que poder cazar.
-Julia, comer, lo que se dice comer. Pues no tengo muchas ganas.
-¿Y que tienes ganas de hacer?- se acercó mucho a él- Porque moverte no puedes.
-Entonces me quedaré aquí sin moverme, pero necesitaré compañía.
-Para eso esta la doctora aquí, para cuidarte.
La mujer se metió rápidamente en la cama. El capitán la observaba, con mucho cuidado y sin hacerle daño se abrazó a él. No sabía que había pasado, no tenía ni idea de los minutos que quería estar así. Y fue en ese justo momento cuando empezó a sentir los pequeños besos procedentes de los labios de Julia. ¡Dios! Eran tan sumamente dulces que ya no le dolía nada. Se fue dejando llevar por las caricias, la presa había caído en la trampa.
Si pudiera articular palabra lo hubiera hecho, si hubiera podido moverse no lo pensaría dos veces antes de lanzarse al cuerpo femenino de la mujer.
#127
16/02/2013 11:34
-No empieces con esta guerra Julia, ahora mismo tengo las de perder- el cuerpo de la doctora fue a parar suavemente encima de Ricardo.
-Que lastima, tengo ganas de jugar- hizo un recorrido de besos desde el cuello hasta la oreja- y ahora mismo tengo las de ganar- susurró.
Le dio un pequeño mordisco en el cuello. La voz masculina parecía haberse quedado en un cueva, con miedo a salir, por si decía algo que no era conveniente. Se estremeció al sentir las manos de Julia bajarle los pantalones, que tenía puestos, del pijama y su ropa interior.
Una marioneta, era un marioneta de la que la doctora tiraba de los hilos y hacía que hiciera todo lo que ella ordenaba. El capitán soltó un gemido al notar de nuevo los besos en su torso. Sabía lo que ella quería, estaba intentando volverlo loco. Volvió lentamente a su boca y la fue besando con lentitud, tiernamente. Cada movimiento de su boca era como estar diciendo “Ven, vamos. Te voy a cazar otra vez”. Se retiró un poco y lo miró mientras se desabrochaba la camisa, y muy despacio las demás piezas de ropa, hasta quedarse en completa desnudez.
-Vamos Ricardito, te veo un poco parado- rió con picardía.
Y en ese momento no pudo soportarlo más. Se tiró a ella, no importaba el dolor, lo único que quería era besarla, abrazarla, acariciarla y sentir que era suya. Pasó todo tan rápido que Julia no se dio ni cuenta, cuando volvió en sí estaba debajo de Ricardo sintiendo sus delicadas caricias y besos sobre su cuerpo.
-Ricardo... la.. las... heri... las heridas- el hombre le hizo callar con el dedo.
-Me dan igual, me da igual el dolor, lo único que necesito, es a ti.
Lo miró con su tierna sonrisa y volvió a besar sus labios pero con mucha más pasión, con más ganas. De un simple movimiento de cadera del capitán, Julia gimió, sus dedos se presionaron sobre la espalda masculina, con suerte no tenía ninguna herida cerca.
Ricardo era delicado, muy tierno y respetuoso. Nunca había sentido tanto placer al estar con alguien, estaba convencida que si le pedía ahora que se tirase con ella al mar lo haría sin pestañear. Y adentró los dedos en el pelo del hombre al sentir otro impulso.
Las caricias, besos y sentimientos aumentaron durante la noche. El capitán fue parando muy lentamente, sentía su respiración agitada, pero no solo la suya sino la de Julia también. El corazón se le iba a salir del pecho. La mujer se encontraba en una nube, no quería bajar, justo ahora no. Y minutos después, estaban abrazos, ambos en garras de Morfeo.
Entonces en la oscuridad de la noche, en aquel camarote numero siete, los sueños, emociones y sentimientos parecía querer salir, salir de su escondite.
Sonrió amigablemente y la bajó al suelo.
-¿Estás mejor?
-Si, gracias por cargar conmigo. Te lo recompensaré con...
-No hace falta, me sido un placer llevarte.
-Me estás diciendo que haces esto ¿por amor al arte?
-No, por amor al arte no. Solo porque estabas en apuros.
-Es un detalle, y justo te has parado en la calle justa- sacó su sonrisa, ahora si que estaba perdido, el corazón le dio un vuelco.
Se despidió con la mano, aunque parecía que no quería. Julia estaba retomando los pasos hacía su casa cuando se dio la vuelta de repente y el chico seguía ahí.
-Por cierto ¿quién eres?
-Digamos que soy el chico que te ha salvado la vida.
-Eso es ser un creído, pero te tengo que decir que tengo ganas de quedarme aquí y no entrar.
-Entonces hagamos un cosa, te llevo de la mano- fue hacía ella, la dejó en frente de su puerta- Te beso- la joven se quedó sin responder después de esas dos palabras, el muchacho la besó, fue un beso corto, tierno y sincero. Sonrió y dijo en un susurro- Y hagamos que la noche dure para siempre.
Se retiró de él. Sonrió y fue directa a la puerta de su casa. Hizo sonar el timbre y cuando volvió a girarse para verle. No había nadie, ya no estaba. Se había marchado, lo buscó con la mirada por todos lo lugares de la calle pero había desaparecido sin más.
No le volvió a ver nunca, no supo de él, ni de sus labios, si de su protección. No supo de su héroe nunca más. ¿Nunca?
-Que lastima, tengo ganas de jugar- hizo un recorrido de besos desde el cuello hasta la oreja- y ahora mismo tengo las de ganar- susurró.
Le dio un pequeño mordisco en el cuello. La voz masculina parecía haberse quedado en un cueva, con miedo a salir, por si decía algo que no era conveniente. Se estremeció al sentir las manos de Julia bajarle los pantalones, que tenía puestos, del pijama y su ropa interior.
Una marioneta, era un marioneta de la que la doctora tiraba de los hilos y hacía que hiciera todo lo que ella ordenaba. El capitán soltó un gemido al notar de nuevo los besos en su torso. Sabía lo que ella quería, estaba intentando volverlo loco. Volvió lentamente a su boca y la fue besando con lentitud, tiernamente. Cada movimiento de su boca era como estar diciendo “Ven, vamos. Te voy a cazar otra vez”. Se retiró un poco y lo miró mientras se desabrochaba la camisa, y muy despacio las demás piezas de ropa, hasta quedarse en completa desnudez.
-Vamos Ricardito, te veo un poco parado- rió con picardía.
Y en ese momento no pudo soportarlo más. Se tiró a ella, no importaba el dolor, lo único que quería era besarla, abrazarla, acariciarla y sentir que era suya. Pasó todo tan rápido que Julia no se dio ni cuenta, cuando volvió en sí estaba debajo de Ricardo sintiendo sus delicadas caricias y besos sobre su cuerpo.
-Ricardo... la.. las... heri... las heridas- el hombre le hizo callar con el dedo.
-Me dan igual, me da igual el dolor, lo único que necesito, es a ti.
Lo miró con su tierna sonrisa y volvió a besar sus labios pero con mucha más pasión, con más ganas. De un simple movimiento de cadera del capitán, Julia gimió, sus dedos se presionaron sobre la espalda masculina, con suerte no tenía ninguna herida cerca.
Ricardo era delicado, muy tierno y respetuoso. Nunca había sentido tanto placer al estar con alguien, estaba convencida que si le pedía ahora que se tirase con ella al mar lo haría sin pestañear. Y adentró los dedos en el pelo del hombre al sentir otro impulso.
Las caricias, besos y sentimientos aumentaron durante la noche. El capitán fue parando muy lentamente, sentía su respiración agitada, pero no solo la suya sino la de Julia también. El corazón se le iba a salir del pecho. La mujer se encontraba en una nube, no quería bajar, justo ahora no. Y minutos después, estaban abrazos, ambos en garras de Morfeo.
Entonces en la oscuridad de la noche, en aquel camarote numero siete, los sueños, emociones y sentimientos parecía querer salir, salir de su escondite.
Sonrió amigablemente y la bajó al suelo.
-¿Estás mejor?
-Si, gracias por cargar conmigo. Te lo recompensaré con...
-No hace falta, me sido un placer llevarte.
-Me estás diciendo que haces esto ¿por amor al arte?
-No, por amor al arte no. Solo porque estabas en apuros.
-Es un detalle, y justo te has parado en la calle justa- sacó su sonrisa, ahora si que estaba perdido, el corazón le dio un vuelco.
Se despidió con la mano, aunque parecía que no quería. Julia estaba retomando los pasos hacía su casa cuando se dio la vuelta de repente y el chico seguía ahí.
-Por cierto ¿quién eres?
-Digamos que soy el chico que te ha salvado la vida.
-Eso es ser un creído, pero te tengo que decir que tengo ganas de quedarme aquí y no entrar.
-Entonces hagamos un cosa, te llevo de la mano- fue hacía ella, la dejó en frente de su puerta- Te beso- la joven se quedó sin responder después de esas dos palabras, el muchacho la besó, fue un beso corto, tierno y sincero. Sonrió y dijo en un susurro- Y hagamos que la noche dure para siempre.
Se retiró de él. Sonrió y fue directa a la puerta de su casa. Hizo sonar el timbre y cuando volvió a girarse para verle. No había nadie, ya no estaba. Se había marchado, lo buscó con la mirada por todos lo lugares de la calle pero había desaparecido sin más.
No le volvió a ver nunca, no supo de él, ni de sus labios, si de su protección. No supo de su héroe nunca más. ¿Nunca?
#128
16/02/2013 16:58
Madre mia, me he quedado con ganas de más, por favor, los flashbacks son brutales, sin palabras, enserio. Me ha encantado, por favor, contínualo prontito que me has dejado con una intriga increíble. Me ha encantado la frase de: -Tranquila tengo una sirena que me protege.
Quiero leer más!! :D Bueno, muchas gracias por escribirlo, de verdad. Gracias. Un besito a todos, cuidaros muchísimo y Sara, contínualo cuanto antes mejor, que yo así con esta intriga en mi cuerpo no puedo vivir. Un besito muy grande!
Quiero leer más!! :D Bueno, muchas gracias por escribirlo, de verdad. Gracias. Un besito a todos, cuidaros muchísimo y Sara, contínualo cuanto antes mejor, que yo así con esta intriga en mi cuerpo no puedo vivir. Un besito muy grande!
#129
16/02/2013 18:37
Increible de verdad!!! No hay palabras para describir lo perfecto que es! Me ha encantado de verdad, siguelo pronto porfa :D por cierto que no lo habia decho antes en twitter yo soy @F_SuarezMontala :)
#130
24/02/2013 15:16
Siguiente capitulo, espero que os guste :)
CAPITULO 23
Soy un romántico
Abres los ojos. La luz que pasa a través del ojo de buey te deslumbra. Tienes los párpados semi abiertos. Te sientes ligero de ropa, recuerdas. Miras a un lado de la cama, la buscas. No está. Observas toda la habitación con calma, ni rastro de nadie. Intentas levantarte, imposible. Las heridas recientes te lo impiden. Gimes silenciosamente de dolor.
Escuchas, la oyes. Diriges la mirada hacia la puerta del baño. Te quedas sin respiración por segundos. Tus ojos la recorren de arriba a abajo. Solo la cubría una toalla que dejaba a la vista sus increíbles piernas y los brazos. En ellos sostenía otra toalla para secarse el pelo. Sonrió al verte despierto, aún con cara de sueño.
Su cuerpo femenino se desplazó sensualmente hacía ti. En un momento estabas tu, la sabana y ella. Te seguía sonriendo. Se acercó a tus labios y te besó. Un beso tan tierno y jugoso, que te dejaba con ganas de más. Siempre has pensado de sus labios que son sensibles, blandos; hasta un momento, y luego se vuelven duros y dominadores. Como si tuvieran un cartel pegado que diga “Besalos, pero no me hago responsable si te vuelves adicto a ellos”. Se separó un poco de su rostro.
-Buenos días Ricardo- su mano derecha fue a parar al pelo del hombre, para empezar a jugar con él.
-Buenos... días... Julia- las palabras costaban que saliesen.
-¿Has dormido bien?
-No- dijo secamente, Julia frunció el ceño.
-¿No?
-No, porque resulta que en esta cama ha pasado de todo menos sueño- a la mujer le cambió de nuevo el gesto.
-Me alegro de que no se haya ni acercado.
Volvió a acercarse a sus labios. Los volvió a besar. Mientras adentró su mano por debajo de la sabana, la retiró un poco para poder ver el torso desnudo de Ricardo. Acarició cada rincón de su pecho. Y probó otro beso más intenso.
Miró sus ojos, su pelo, sus brazos, su cuerpo entero. Era suyo, había sido suyo la noche anterior, le había sentido, acariciado, besado. No entendía por qué, pero cada vez que le veía sentía que necesitaba más y más de él. Depositó un suave beso en el cuello masculino.
Ricardo pudo oler su aroma dulce. ¿Melocotón? ¿Albaricoque? ¿Fresa? De todo tipo de aromas y sensaciones pasaron por su cuerpo. Su boca se acercó al oído del capitán.
-Voy a cambiarme de ropa y ahora nos vemos- dio otro beso en sus labios- Y ten cuidado en no hacer esfuerzos- se levantó y encerró en baño.
¿Cuando había pasado? ¿Que demonios había echo con él? ¿Como conseguía que necesitara tanto de ella como si fuera un droga? Esas preguntas asaltaron la mente de Ricardo. Y solo encontraba una solución, había pasado, se había enamorado de Julia como un perro, como un puto perro. Adicto, era la palabra que lo describía.
En ese momento la doctora salió del baño. La miró sonriente.
-¿Cuando te podré ver otra vez?- preguntó.
-Bueno, verme me puedes ver siempre. Pero si lo que quieres es pasar un rato conmigo charlando, comiendo y demás tendrás que esperar hasta después de la comida- abrió la puerta del camarote- Y levante ese cuerpo capitán, tiene obligaciones que cumplir, eso sí, con cuidado- rió divertida y se marchó.
La ducha dijo Ricardo, la ducha era la mejor solución.
El día pasó muy lento. Demasiado lento. Ricardo no había visto a Julia en todo el día. Sino era porque Julián le necesitaba, era porque ella tenía demasiado trabajo. Todo le salia mal, al revés mejor dicho. Se había equivocado no se cuantas veces en decir una orden, había echo a Julián dar quinientas vueltas por el barco para nada y de no ser porque la bombilla se le encendió en el último segundo hubiera estrellado el buque.
A Julia tampoco le salió como ella esperaba. Dando clase se equivocó tres veces en la misma parte, caminando hacía la enfermería en un descuido se le habían caído todos los papeles al suelo y estuvo a punto de tragarse un extintor de no ser por reflejos; aunque eso no le había librado de un golpe en la rodilla con el hierro de la bici de Valeria. Ahora estaba en la cocina con Salomé fregando los pocos platos que le quedaban de la noche.
-Julia, cariño, ¿se puede saber en que ibas pensando?- frunció el ceño.
-Pues, en cosas. Cosas que tenía que hacer, que decir. No se... cosas- dijo para cambiar de tema.
-Ya...- Pausa- ¿Sabes? Anoche me di cuenta que no dormiste en tu camarote- la doctora miró a su amiga.
-Si que dormí, a lo mejor es que no me viste entrar o algo- empezó a ponerse nerviosa.
-No, no dormiste en tu camarote. Y si dices que estabas ¿a que hora entraste?
-No se... ¿A las diez? Diez y media, sí, a las diez y media- dijo convencida.
-Pues que raro porque fui a tú camarote a esa hora y no me abriste- Julia se quedó en blanco, había sido pillada.
CAPITULO 23
Soy un romántico
Abres los ojos. La luz que pasa a través del ojo de buey te deslumbra. Tienes los párpados semi abiertos. Te sientes ligero de ropa, recuerdas. Miras a un lado de la cama, la buscas. No está. Observas toda la habitación con calma, ni rastro de nadie. Intentas levantarte, imposible. Las heridas recientes te lo impiden. Gimes silenciosamente de dolor.
Escuchas, la oyes. Diriges la mirada hacia la puerta del baño. Te quedas sin respiración por segundos. Tus ojos la recorren de arriba a abajo. Solo la cubría una toalla que dejaba a la vista sus increíbles piernas y los brazos. En ellos sostenía otra toalla para secarse el pelo. Sonrió al verte despierto, aún con cara de sueño.
Su cuerpo femenino se desplazó sensualmente hacía ti. En un momento estabas tu, la sabana y ella. Te seguía sonriendo. Se acercó a tus labios y te besó. Un beso tan tierno y jugoso, que te dejaba con ganas de más. Siempre has pensado de sus labios que son sensibles, blandos; hasta un momento, y luego se vuelven duros y dominadores. Como si tuvieran un cartel pegado que diga “Besalos, pero no me hago responsable si te vuelves adicto a ellos”. Se separó un poco de su rostro.
-Buenos días Ricardo- su mano derecha fue a parar al pelo del hombre, para empezar a jugar con él.
-Buenos... días... Julia- las palabras costaban que saliesen.
-¿Has dormido bien?
-No- dijo secamente, Julia frunció el ceño.
-¿No?
-No, porque resulta que en esta cama ha pasado de todo menos sueño- a la mujer le cambió de nuevo el gesto.
-Me alegro de que no se haya ni acercado.
Volvió a acercarse a sus labios. Los volvió a besar. Mientras adentró su mano por debajo de la sabana, la retiró un poco para poder ver el torso desnudo de Ricardo. Acarició cada rincón de su pecho. Y probó otro beso más intenso.
Miró sus ojos, su pelo, sus brazos, su cuerpo entero. Era suyo, había sido suyo la noche anterior, le había sentido, acariciado, besado. No entendía por qué, pero cada vez que le veía sentía que necesitaba más y más de él. Depositó un suave beso en el cuello masculino.
Ricardo pudo oler su aroma dulce. ¿Melocotón? ¿Albaricoque? ¿Fresa? De todo tipo de aromas y sensaciones pasaron por su cuerpo. Su boca se acercó al oído del capitán.
-Voy a cambiarme de ropa y ahora nos vemos- dio otro beso en sus labios- Y ten cuidado en no hacer esfuerzos- se levantó y encerró en baño.
¿Cuando había pasado? ¿Que demonios había echo con él? ¿Como conseguía que necesitara tanto de ella como si fuera un droga? Esas preguntas asaltaron la mente de Ricardo. Y solo encontraba una solución, había pasado, se había enamorado de Julia como un perro, como un puto perro. Adicto, era la palabra que lo describía.
En ese momento la doctora salió del baño. La miró sonriente.
-¿Cuando te podré ver otra vez?- preguntó.
-Bueno, verme me puedes ver siempre. Pero si lo que quieres es pasar un rato conmigo charlando, comiendo y demás tendrás que esperar hasta después de la comida- abrió la puerta del camarote- Y levante ese cuerpo capitán, tiene obligaciones que cumplir, eso sí, con cuidado- rió divertida y se marchó.
La ducha dijo Ricardo, la ducha era la mejor solución.
El día pasó muy lento. Demasiado lento. Ricardo no había visto a Julia en todo el día. Sino era porque Julián le necesitaba, era porque ella tenía demasiado trabajo. Todo le salia mal, al revés mejor dicho. Se había equivocado no se cuantas veces en decir una orden, había echo a Julián dar quinientas vueltas por el barco para nada y de no ser porque la bombilla se le encendió en el último segundo hubiera estrellado el buque.
A Julia tampoco le salió como ella esperaba. Dando clase se equivocó tres veces en la misma parte, caminando hacía la enfermería en un descuido se le habían caído todos los papeles al suelo y estuvo a punto de tragarse un extintor de no ser por reflejos; aunque eso no le había librado de un golpe en la rodilla con el hierro de la bici de Valeria. Ahora estaba en la cocina con Salomé fregando los pocos platos que le quedaban de la noche.
-Julia, cariño, ¿se puede saber en que ibas pensando?- frunció el ceño.
-Pues, en cosas. Cosas que tenía que hacer, que decir. No se... cosas- dijo para cambiar de tema.
-Ya...- Pausa- ¿Sabes? Anoche me di cuenta que no dormiste en tu camarote- la doctora miró a su amiga.
-Si que dormí, a lo mejor es que no me viste entrar o algo- empezó a ponerse nerviosa.
-No, no dormiste en tu camarote. Y si dices que estabas ¿a que hora entraste?
-No se... ¿A las diez? Diez y media, sí, a las diez y media- dijo convencida.
-Pues que raro porque fui a tú camarote a esa hora y no me abriste- Julia se quedó en blanco, había sido pillada.
#131
24/02/2013 15:17
-Bueno, puede ser que no te oyera o algo.
-Vamos doctora, me va ha decir ahora mismo que hizo anoche para no dormir en su camarote- dejó el último plato y se puso frente a ella, la mujer estaba acorralada, ahora si que no podía hacer nada.
-Dormí con Ricardo- su tono de voz era muy, muy bajo.
-¿Que? No te escucho.
-Dormí con Ricardo- lo dijo más fuerte pero aún así era bajo.
-Julia habla más alto cariño, no me entero de lo que dices.
-Que dormí con Ricardo- dijo elevando el tono de voz
La cocinera se llevó las manos a la boca. Su gesto de felicidad lo decía todo. Había esperado mucho tiempo y ayudado a Ricardo para que estuviera con su amada y ahora todo era como un regalo caído del cielo.
-¿Con Ricardo?- la doctora asintió- ¿Y que pasó? ¿No estaba con heridas?
-Sí, estuve cuidando de él todo el día. Se despertó por la noche- la miró sonriente, le daba un poco de cosa hablar de eso- Y no sé... Pasó- desvió la mirada al suelo y luego volvió a ver a su amiga- Salomé, no tengo ni idea lo que me pasó, pero lo vi tan vulnerable, tan niño, tan tierno dormido. Y cuando despertó y noté sus ojos llenos de felicidad, me di cuenta que quería que me abrazara, que estuviera conmigo, que me protegiera de lo todo. En ese momento sentí que necesitaba estar con él.
-Julia, eso es maravilloso. Y te voy a decir una cosa- pausa- Estar con Ricardo es lo mejor que te podía haber pasado en años seguro, hacía días que no te veía tan feliz.
Las dos amigas se abrazaron fuertemente. El apoyo de Salomé hacía que Julia se sintiese más segura y confiada de que su capitán era el indicado.
La cocinera se separó de la mujer. Su mirada estaba clavaba en un punto lejos de la cocina.
-Julia, ¿y esa luz del aula?- ella miró hacía donde le había señalado Salomé.
-Será que alguien la habrá dejado encendida, voy a apagarla. Tu mientras ves y descansa.
Su amiga salió de la cocina y la doctora salió hacía el aula. Fue con tranquilidad, al llegar abrió dudosamente la puerta. Dentro no había nadie, lo que si pudo ver fue una pequeña nota en una mesa. Se acercó y leyó su contenido.
-Mira a la pizarra- dijo en voz alta y observó la pizarra.
En ella se veían cantidad de palabras, de las cuales cubrían de abajo a arriba, de izquierda a derecha toda la pizarra. Sus pasos llegaron a aquel gran objeto colgado en la pared. La caligrafía era firme, autoritaria, sabía de quien era. Tocó con sus delicados dedos la tiza incrustada, no sabía por qué esas palabras hacían que se sintiera dichosa. Cerró los ojos y notó como podía sentir que estaba allí, con ella, sonriendo. Abrió los ojos y comenzó a leer.
“Sé, que con lo que estoy poniendo en está pizarra, en mitad de la noche, con las estrellas fuera a punto de irse a descansar, no está acertado. Pero tenía que hacerlo, hacía tiempo que no te escribía, hacía tiempo que no leías lo profundamente feliz que me haces. Hacía tiempo que no decía una frase tan insignificante como 'Estoy enamorado'. Hacía tiempo que no necesitaba proteger a alguien hasta tal punto que tenga miedo de perderla. Hacía tiempo que tenía ganas de abrazarte y no soltarte, de besarte y morirme porque no voy a coger aliento. Hacía tiempo que deseaba estar así Julia, porque me he dado cuenta que te necesito tanto que un día sino vienes y me dices buenos días, dejaría de respirar. Y ahora te tengo que pedir una cosa, quiere me, quiere me hasta tal punto que empiece a dolerte, tanto como me duele a mi. Gira te y grita lo en la cara del hombre que ha escrito esto”
Si en ese momento le hubieran pinchado estaba segura que por sus venas no corría nada de sangre. Se volteó a verle, allí estaba. Con una sonrisa en sus labios, sus ojos color mar. Corrió al encuentro con sus brazos. Llegó a notar que el corazón iba a salirse del pecho. Por su cabeza pasó la idea de que todo eso era un sueño, todo, cada beso, cada mirada, cada abrazo, cada caricia, era un sueño que estaba teniendo, pero descartó la idea al notar como el hombre besaba con dulzura su cabeza y sentía su sonrisa de loco enamorado.
-Eres increíble- dijo aún acurrucada en su pecho.
-Soy un romántico- contestó el capitán.
-Mi romántico, mi hombre romántico- le rectificó, no pudo resistirse más en besar sus labios.
Sus bocas eran como dos imanes gigantes que necesitaban estar juntos y al unirse no podía separarlos nadie, ni siquiera otro imán más grande y más magnético que se pusiera en su camino. Ambos sonrieron y sus miradas se encontraron.
-¿Como sabías que iba a venir?
-Tengo a Salomé que me ayuda mucho aunque no lo creas- pausa- pero de todas formas sabía que ibas a venir aunque ella no te lo dijera.
-¿Por qué?
-Porque necesitamos estar juntos- dijo muy cerca de su boca, y otro beso, aunque este más corto.
Durante todo ese día habían aprendido una cosa. Aunque todo salga mal, aunque se peguen contra las paredes, bicis, extintores, aunque se equivocasen cada dos por tres, no supieran donde estaban. Iban a esperar a que el día pasara, y así por la noche ellos solos estuvieran de nuevo juntos.
Habían aprendido que la sonrisa de uno era la felicidad del otro, que un simple hola podía crear infinitas sensaciones, una caricia podía hacer reacción química y explotar el barco. Habían aprendido que después de una noche de esas movidas, llegaba la mañana donde los besos, las caricias y arrumacos iban a seguir y después de unas cuantas horas de trabajo y no verse, volvería la noche y otra vez estarían juntos. Como si el tiempo no pasase para ambos.
-Vamos doctora, me va ha decir ahora mismo que hizo anoche para no dormir en su camarote- dejó el último plato y se puso frente a ella, la mujer estaba acorralada, ahora si que no podía hacer nada.
-Dormí con Ricardo- su tono de voz era muy, muy bajo.
-¿Que? No te escucho.
-Dormí con Ricardo- lo dijo más fuerte pero aún así era bajo.
-Julia habla más alto cariño, no me entero de lo que dices.
-Que dormí con Ricardo- dijo elevando el tono de voz
La cocinera se llevó las manos a la boca. Su gesto de felicidad lo decía todo. Había esperado mucho tiempo y ayudado a Ricardo para que estuviera con su amada y ahora todo era como un regalo caído del cielo.
-¿Con Ricardo?- la doctora asintió- ¿Y que pasó? ¿No estaba con heridas?
-Sí, estuve cuidando de él todo el día. Se despertó por la noche- la miró sonriente, le daba un poco de cosa hablar de eso- Y no sé... Pasó- desvió la mirada al suelo y luego volvió a ver a su amiga- Salomé, no tengo ni idea lo que me pasó, pero lo vi tan vulnerable, tan niño, tan tierno dormido. Y cuando despertó y noté sus ojos llenos de felicidad, me di cuenta que quería que me abrazara, que estuviera conmigo, que me protegiera de lo todo. En ese momento sentí que necesitaba estar con él.
-Julia, eso es maravilloso. Y te voy a decir una cosa- pausa- Estar con Ricardo es lo mejor que te podía haber pasado en años seguro, hacía días que no te veía tan feliz.
Las dos amigas se abrazaron fuertemente. El apoyo de Salomé hacía que Julia se sintiese más segura y confiada de que su capitán era el indicado.
La cocinera se separó de la mujer. Su mirada estaba clavaba en un punto lejos de la cocina.
-Julia, ¿y esa luz del aula?- ella miró hacía donde le había señalado Salomé.
-Será que alguien la habrá dejado encendida, voy a apagarla. Tu mientras ves y descansa.
Su amiga salió de la cocina y la doctora salió hacía el aula. Fue con tranquilidad, al llegar abrió dudosamente la puerta. Dentro no había nadie, lo que si pudo ver fue una pequeña nota en una mesa. Se acercó y leyó su contenido.
-Mira a la pizarra- dijo en voz alta y observó la pizarra.
En ella se veían cantidad de palabras, de las cuales cubrían de abajo a arriba, de izquierda a derecha toda la pizarra. Sus pasos llegaron a aquel gran objeto colgado en la pared. La caligrafía era firme, autoritaria, sabía de quien era. Tocó con sus delicados dedos la tiza incrustada, no sabía por qué esas palabras hacían que se sintiera dichosa. Cerró los ojos y notó como podía sentir que estaba allí, con ella, sonriendo. Abrió los ojos y comenzó a leer.
“Sé, que con lo que estoy poniendo en está pizarra, en mitad de la noche, con las estrellas fuera a punto de irse a descansar, no está acertado. Pero tenía que hacerlo, hacía tiempo que no te escribía, hacía tiempo que no leías lo profundamente feliz que me haces. Hacía tiempo que no decía una frase tan insignificante como 'Estoy enamorado'. Hacía tiempo que no necesitaba proteger a alguien hasta tal punto que tenga miedo de perderla. Hacía tiempo que tenía ganas de abrazarte y no soltarte, de besarte y morirme porque no voy a coger aliento. Hacía tiempo que deseaba estar así Julia, porque me he dado cuenta que te necesito tanto que un día sino vienes y me dices buenos días, dejaría de respirar. Y ahora te tengo que pedir una cosa, quiere me, quiere me hasta tal punto que empiece a dolerte, tanto como me duele a mi. Gira te y grita lo en la cara del hombre que ha escrito esto”
Si en ese momento le hubieran pinchado estaba segura que por sus venas no corría nada de sangre. Se volteó a verle, allí estaba. Con una sonrisa en sus labios, sus ojos color mar. Corrió al encuentro con sus brazos. Llegó a notar que el corazón iba a salirse del pecho. Por su cabeza pasó la idea de que todo eso era un sueño, todo, cada beso, cada mirada, cada abrazo, cada caricia, era un sueño que estaba teniendo, pero descartó la idea al notar como el hombre besaba con dulzura su cabeza y sentía su sonrisa de loco enamorado.
-Eres increíble- dijo aún acurrucada en su pecho.
-Soy un romántico- contestó el capitán.
-Mi romántico, mi hombre romántico- le rectificó, no pudo resistirse más en besar sus labios.
Sus bocas eran como dos imanes gigantes que necesitaban estar juntos y al unirse no podía separarlos nadie, ni siquiera otro imán más grande y más magnético que se pusiera en su camino. Ambos sonrieron y sus miradas se encontraron.
-¿Como sabías que iba a venir?
-Tengo a Salomé que me ayuda mucho aunque no lo creas- pausa- pero de todas formas sabía que ibas a venir aunque ella no te lo dijera.
-¿Por qué?
-Porque necesitamos estar juntos- dijo muy cerca de su boca, y otro beso, aunque este más corto.
Durante todo ese día habían aprendido una cosa. Aunque todo salga mal, aunque se peguen contra las paredes, bicis, extintores, aunque se equivocasen cada dos por tres, no supieran donde estaban. Iban a esperar a que el día pasara, y así por la noche ellos solos estuvieran de nuevo juntos.
Habían aprendido que la sonrisa de uno era la felicidad del otro, que un simple hola podía crear infinitas sensaciones, una caricia podía hacer reacción química y explotar el barco. Habían aprendido que después de una noche de esas movidas, llegaba la mañana donde los besos, las caricias y arrumacos iban a seguir y después de unas cuantas horas de trabajo y no verse, volvería la noche y otra vez estarían juntos. Como si el tiempo no pasase para ambos.
#132
24/02/2013 19:55
*___________________________________________* perfecto, magnifico, increible, necesito maaaas me encanta :D sube otro pronto porfa:)))
#133
25/02/2013 09:53
Pueden ser más monos???? =)
Ahora que la serie ha terminado da mucho más subidón leer fics ricarjulistas, siguelo pronto porfis!!
Un beso
Ahora que la serie ha terminado da mucho más subidón leer fics ricarjulistas, siguelo pronto porfis!!
Un beso
#134
03/03/2013 01:43
Buenas noches :) Aqui os dejo el siguiente capitulo. Espero que os guste.
CAPITULO 24
Mientras, yo protejo de ella cuando duerme
Noche y oscuridad en el camarote numero 7. Vida dentro de él. Julia profundamente dormida, tal vez soñando, tal vez teniendo pesadillas. Ricardo despierto, era la segunda noche que pasaba a su lado y no podía dormir, los nervios le asaltaban. La observa en silencio apoyando su codo derecho el la almohada y dejando reposar la cabeza sobre su mano. Su mano izquierda recogía cada dos por tres ese mechón rebelde que cruzaba su hermoso rostro dormido.
El tacto al hombre le era suave, delicado, indispensable. Le regaló una pequeña caricia en la mejilla con el exterior de la mano. La luna que pasaba a través del ojo de buey la iluminaba. Abrió los ojos como sorprendido, su mente comenzó a dar vueltas, recordó algo, la recordó.
Ricardo paseaba por el hipermercado con un carro, donde encima estaba la pequeña Valeria de apenas tres años. Su mujer caminaba un poco por delante de ellos mirando por los estantes. Faltaba Ainhoa que se había quedado en casa de una amiga. El hombre veía que el carro cada vez estaba más lleno, y Marisa no paraba de meter más cosas dentro.
-Cariño, a este paso te compras toda la tienda- dijo con una risilla.
-Ricardo, compro lo necesario. Además por si no te has dado cuenta, tu hija será pequeña pero parece que engulle y menos mal que Ainhoa está comiendo sin prisas que sino veo que teníamos que venir más de una vez por semana.
-¿Las personas engullen?- preguntó la niña con voz angelical.
-Solo algunas peque- respondió su madre mirando dos cajas de cereales.
-¡Yo engullo!- gritó riendo.
Ricardo y Marisa se miraron y rieron al unisono.
-Si Valeria, y yo también engullo- se acercó a el oído de su hija- Y mamá también pero no se lo digas que se enfada- la niña se puso la mano en la boca y el padre la mandó callar delicadamente mientras reía por lo bajo.
-¿Qué cuchicheáis?- los miró la mujer.
-Nada- saltó la niña.
Ricardo le guiñó un ojo sin que ella se diera cuenta y Valeria no podía aguantar la risa. Su padre era especial, siempre le hacía reír, se lo pasaba genial, aunque no estaba mucho en casa por el trabajo, le encantaba pasar lo que podía con él. Marisa se acercó a ellos.
-Ricardo, deja de cuchicheos y ves a coger papel higiénico que yo mientras voy con Valeria a ver si hay cereales- sonrió.
El hombre asintió y se fue directo al pasillo donde se encontraba el papel. Miraba a ambos lados, recorría los estantes con la mirada. Papel, papel, no esos son pañuelos, tienen que estar por aquí.
Los vio en un segundo. Fue hacía ellos, a su derecha se observaba un cartel amarillo de “Cuidado suelo recién fregado” y su izquierda más variedades de papel. ¿Para que querrá la gente un papel especial para encimeras? Coges uno normal, de toda la vida y listo. Ricardo meneó la cabeza incrédulo. Miró la gran estantería, ahí había papel para toda su vida, lo tirabas al mar y absorbía toda el agua.
Cogió el primero que pilló. Absorbente, suave y tres capas . Otro, super absorbente, ultra ligero y cuatro capas muy finas. Pero vamos a ver, si es papel higiénico, ni que fuera un coche que tengas que ponerle una gasolina especial. Leyó otro, tres capas muy finas, ultra absorbente y suave como la seda. ¿Como la seda? ¿Pero donde me he metido yo? Mira cojo este y que después venga Marisa a cambiar lo si no es.
Se giró y se quedó observando lo especial que tenía el paquete, hasta colores tenía el papelito. Fue en una milésima de segundo que levantó la vista y alguien estaba a punto de cae sobre el frío suelo, no lo pensó dos veces y lo más rápido que pudo tiró el papel y la agarró con tanta fuerza como para que no cayera. Su brazo izquierdo la sostuvo de la cintura, mientras el derecho había dejado reposar su mano en el vientre de la persona que sujetaba.
Recorrió de arriba a abajo, muy rápido con la vista su cuerpo y paró en sus ojos. Marrones. Un pelo castaño brillante, labios carnosos y un pequeño lunar en la frente. Sonrió, era una mujer preciosa y le resultó familiar por un momento, meneó la cabeza y borró ese pensamiento. Casi sin poder hablar señaló al cartel amarillo aún con ella en brazos mirando muy fijamente a sus ojos.
-Hay que hacer caso a las señales, yo que usted tendría cuidado la próxima vez- parecía que se lo recriminaba pero al acabar con una sonrisita inocente, le restó importancia.
-Gracias, lo tendré en cuenta para la próxima- se quedó mirando sus ojos,le encantaban, eran tan profundamente azules que podía perderse en ellos, reaccionó- Me deja que...- dijo señalando que quería volver a ponerse de pie.
Ricardo la ayudó, pero de nuevo, sin darse cuenta resbaló, aunque esta vez él. La mujer fue detrás del hombre, que cayó cerca del estante y lo golpeó con la espalda y luego sintió el cuerpo femenino contra él, mientras caían al suelo.
-¡Aunch!- se escuchó en aquel pasillo.
Los paquetes de papel empezaron a caer al suelo. Unos tras otros, no se libró ni uno de probar el suelo. Se vieron ambos rodeados de paquetes y engullidos por la gran cantidad. Todo se quedó en silencio, sus miradas se encontraron y no pudieron evitar reír ante lo que acababa de pasar. La gente que pasaba lo observaba alegres por haber tirado todo aquel estante, aunque por unos momentos les daba igual lo que pensara o dijeran. El mundo se paró un segundo y comenzó a girar, aunque esta vez mucho y más rápido tirando a las personas cerca de ellos lejos, muy lejos.
Ricardo se sintió por un momento diferente, ahora mismo no le importaba morir si hacía falta. Y eso le aterró en gran cantidad. En vez de pensar en su mujer y sus hijas, pensó en que si ahora se acabase el mundo sería feliz con la desconocida que tenía a su lado.
CAPITULO 24
Mientras, yo protejo de ella cuando duerme
Noche y oscuridad en el camarote numero 7. Vida dentro de él. Julia profundamente dormida, tal vez soñando, tal vez teniendo pesadillas. Ricardo despierto, era la segunda noche que pasaba a su lado y no podía dormir, los nervios le asaltaban. La observa en silencio apoyando su codo derecho el la almohada y dejando reposar la cabeza sobre su mano. Su mano izquierda recogía cada dos por tres ese mechón rebelde que cruzaba su hermoso rostro dormido.
El tacto al hombre le era suave, delicado, indispensable. Le regaló una pequeña caricia en la mejilla con el exterior de la mano. La luna que pasaba a través del ojo de buey la iluminaba. Abrió los ojos como sorprendido, su mente comenzó a dar vueltas, recordó algo, la recordó.
Ricardo paseaba por el hipermercado con un carro, donde encima estaba la pequeña Valeria de apenas tres años. Su mujer caminaba un poco por delante de ellos mirando por los estantes. Faltaba Ainhoa que se había quedado en casa de una amiga. El hombre veía que el carro cada vez estaba más lleno, y Marisa no paraba de meter más cosas dentro.
-Cariño, a este paso te compras toda la tienda- dijo con una risilla.
-Ricardo, compro lo necesario. Además por si no te has dado cuenta, tu hija será pequeña pero parece que engulle y menos mal que Ainhoa está comiendo sin prisas que sino veo que teníamos que venir más de una vez por semana.
-¿Las personas engullen?- preguntó la niña con voz angelical.
-Solo algunas peque- respondió su madre mirando dos cajas de cereales.
-¡Yo engullo!- gritó riendo.
Ricardo y Marisa se miraron y rieron al unisono.
-Si Valeria, y yo también engullo- se acercó a el oído de su hija- Y mamá también pero no se lo digas que se enfada- la niña se puso la mano en la boca y el padre la mandó callar delicadamente mientras reía por lo bajo.
-¿Qué cuchicheáis?- los miró la mujer.
-Nada- saltó la niña.
Ricardo le guiñó un ojo sin que ella se diera cuenta y Valeria no podía aguantar la risa. Su padre era especial, siempre le hacía reír, se lo pasaba genial, aunque no estaba mucho en casa por el trabajo, le encantaba pasar lo que podía con él. Marisa se acercó a ellos.
-Ricardo, deja de cuchicheos y ves a coger papel higiénico que yo mientras voy con Valeria a ver si hay cereales- sonrió.
El hombre asintió y se fue directo al pasillo donde se encontraba el papel. Miraba a ambos lados, recorría los estantes con la mirada. Papel, papel, no esos son pañuelos, tienen que estar por aquí.
Los vio en un segundo. Fue hacía ellos, a su derecha se observaba un cartel amarillo de “Cuidado suelo recién fregado” y su izquierda más variedades de papel. ¿Para que querrá la gente un papel especial para encimeras? Coges uno normal, de toda la vida y listo. Ricardo meneó la cabeza incrédulo. Miró la gran estantería, ahí había papel para toda su vida, lo tirabas al mar y absorbía toda el agua.
Cogió el primero que pilló. Absorbente, suave y tres capas . Otro, super absorbente, ultra ligero y cuatro capas muy finas. Pero vamos a ver, si es papel higiénico, ni que fuera un coche que tengas que ponerle una gasolina especial. Leyó otro, tres capas muy finas, ultra absorbente y suave como la seda. ¿Como la seda? ¿Pero donde me he metido yo? Mira cojo este y que después venga Marisa a cambiar lo si no es.
Se giró y se quedó observando lo especial que tenía el paquete, hasta colores tenía el papelito. Fue en una milésima de segundo que levantó la vista y alguien estaba a punto de cae sobre el frío suelo, no lo pensó dos veces y lo más rápido que pudo tiró el papel y la agarró con tanta fuerza como para que no cayera. Su brazo izquierdo la sostuvo de la cintura, mientras el derecho había dejado reposar su mano en el vientre de la persona que sujetaba.
Recorrió de arriba a abajo, muy rápido con la vista su cuerpo y paró en sus ojos. Marrones. Un pelo castaño brillante, labios carnosos y un pequeño lunar en la frente. Sonrió, era una mujer preciosa y le resultó familiar por un momento, meneó la cabeza y borró ese pensamiento. Casi sin poder hablar señaló al cartel amarillo aún con ella en brazos mirando muy fijamente a sus ojos.
-Hay que hacer caso a las señales, yo que usted tendría cuidado la próxima vez- parecía que se lo recriminaba pero al acabar con una sonrisita inocente, le restó importancia.
-Gracias, lo tendré en cuenta para la próxima- se quedó mirando sus ojos,le encantaban, eran tan profundamente azules que podía perderse en ellos, reaccionó- Me deja que...- dijo señalando que quería volver a ponerse de pie.
Ricardo la ayudó, pero de nuevo, sin darse cuenta resbaló, aunque esta vez él. La mujer fue detrás del hombre, que cayó cerca del estante y lo golpeó con la espalda y luego sintió el cuerpo femenino contra él, mientras caían al suelo.
-¡Aunch!- se escuchó en aquel pasillo.
Los paquetes de papel empezaron a caer al suelo. Unos tras otros, no se libró ni uno de probar el suelo. Se vieron ambos rodeados de paquetes y engullidos por la gran cantidad. Todo se quedó en silencio, sus miradas se encontraron y no pudieron evitar reír ante lo que acababa de pasar. La gente que pasaba lo observaba alegres por haber tirado todo aquel estante, aunque por unos momentos les daba igual lo que pensara o dijeran. El mundo se paró un segundo y comenzó a girar, aunque esta vez mucho y más rápido tirando a las personas cerca de ellos lejos, muy lejos.
Ricardo se sintió por un momento diferente, ahora mismo no le importaba morir si hacía falta. Y eso le aterró en gran cantidad. En vez de pensar en su mujer y sus hijas, pensó en que si ahora se acabase el mundo sería feliz con la desconocida que tenía a su lado.
#135
03/03/2013 01:43
Julia no sabía que estaba pasando, se estaba riendo con alguien al que ni si quiera conocía. Pero le agradaba en sobremanera, aquel hombre transmitía un paz y sinceridad que en unos segundo se sintió atraída hacía él. Tenía ganas de quedarse así toda la vida, se asustó. Nunca nadie le había producido algo así solo con tener unas palabras inocentes, blancas. Notaba como si ya lo conociera de antes, y pudiera mantener una conversación amigable.
Un reponedor fue hacía ellos, en seguida su rostro cambió al ver el estropicio que había en aquel pasillo. Ambos lo miraron con un poco de culpa.
-Lo siento, de verdad. Ha sido todo tan rápido, hemos resbalado y...- Ricardo intentó disculparse y se levantó ayudando a la mujer.
-No si en principio no hace falta que se disculpe. Pero he visto que un estante con el golpe se ha descolgado y roto por un lado- lo miró con apuro- Tendrá que pagarlo señor.
Julia reaccionó en un segundo. Cogió la mano de Ricardo sin pensarlo dos veces y con cara angelical saltó.
-No ha sido culpa suya. He sido yo, le he empujado ha resbalado y se ha caído, he ido a ayudarle y me he caído con él. Ya sabe, discusiones de parejas- sonrió y levantó su mano cogida a la de él- Es que estamos empezando.
-Bueno entonces...- dijo el reponedor.
-¿Sabe? Iré con usted y rellenaré lo que sea y pagaré el estante- se giró a Ricardo- Mientras cariño ves sacando el coche- Julia se acercó en un milisegundo y deposito un pequeño beso en los labios masculinos- Te veo ahora, te quiero.
Las manos aún juntas se fueron separando por la lejanía. Ricardo se había quedado impactado durante unos largos segundos. ¿Le había besado? Y lo mejor de todo era que se había quedado con ganas de más. Meneó la cabeza, despierta, despierta. Cogió un paquete de papel mientras por megafonía se escuchaba “Limpieza pasillo tres”.
El hombre seguía recordando. En aquella cama del camarote numero 7. La noche seguía ocupando la estancia. Y Julia intentaba despertarle de su sueño.
-Ricardo, Ricardo ¿estás bien?- preguntó acariciando su rostro, el hombre saltó y la miró.
-Si, si. Estoy bien perdona- la miró con una cara tierna que nunca antes ella había visto.
-¿En que pensabas? Parecías ido- Ricardo sonrió, se acercó lentamente a su boca y mantuvo unos centímetros de distancia.
-Pensaba, en nuestro primer encuentro- le dio un fugaz beso.
-¿El de la ciudad?- dijo alegremente al ver que aún se acordaba.
-No, antes de ese.
-¿Antes? Antes no hubo ninguno- saltó sin entender.
-Papel higiénico Julia, suelo fregado y un novio que en realidad no lo era- la mujer tardó en reaccionar, el semblante de su cara fue cambiando.
Lo recordaba. Sabía de que estaba hablando, sabía que día decía, sabía que pasó ese día.
-Nunca un beso me había dejado con ganas de más- susurró el capitán, su frente se pegó a la de ella- Te quiero- besó sus labios, la quería, la quería tanto.
Unos minutos después Julia volvió a caer en brazos de Morfeo. Y el hombre se quedó de nuevo observando la en silencio. No podía dormir, esta noche era imposible. La necesitaba, necesitaba ver que no le pasaba nada que estaba bien, que no tenía ni una pesadilla. Despierto en medio de la noche sin miedo a que mañana no pueda despertarme. Oscuridad en el camarote, mientras, yo cuido de ella cuando duerme.
Y esa noche no iba a ser la única. Se iba a repetir todos y cada uno de los días que le quedaban por vivir juntos. Como su primer encuentro, que no fue el único. Antes, mucho antes, cuando apenas eran unos niños. Se dedicaron su primera sonrisa, su primer golpe, su primer insulto, sus primeras palabras bonitas, su primer beso.
Un reponedor fue hacía ellos, en seguida su rostro cambió al ver el estropicio que había en aquel pasillo. Ambos lo miraron con un poco de culpa.
-Lo siento, de verdad. Ha sido todo tan rápido, hemos resbalado y...- Ricardo intentó disculparse y se levantó ayudando a la mujer.
-No si en principio no hace falta que se disculpe. Pero he visto que un estante con el golpe se ha descolgado y roto por un lado- lo miró con apuro- Tendrá que pagarlo señor.
Julia reaccionó en un segundo. Cogió la mano de Ricardo sin pensarlo dos veces y con cara angelical saltó.
-No ha sido culpa suya. He sido yo, le he empujado ha resbalado y se ha caído, he ido a ayudarle y me he caído con él. Ya sabe, discusiones de parejas- sonrió y levantó su mano cogida a la de él- Es que estamos empezando.
-Bueno entonces...- dijo el reponedor.
-¿Sabe? Iré con usted y rellenaré lo que sea y pagaré el estante- se giró a Ricardo- Mientras cariño ves sacando el coche- Julia se acercó en un milisegundo y deposito un pequeño beso en los labios masculinos- Te veo ahora, te quiero.
Las manos aún juntas se fueron separando por la lejanía. Ricardo se había quedado impactado durante unos largos segundos. ¿Le había besado? Y lo mejor de todo era que se había quedado con ganas de más. Meneó la cabeza, despierta, despierta. Cogió un paquete de papel mientras por megafonía se escuchaba “Limpieza pasillo tres”.
El hombre seguía recordando. En aquella cama del camarote numero 7. La noche seguía ocupando la estancia. Y Julia intentaba despertarle de su sueño.
-Ricardo, Ricardo ¿estás bien?- preguntó acariciando su rostro, el hombre saltó y la miró.
-Si, si. Estoy bien perdona- la miró con una cara tierna que nunca antes ella había visto.
-¿En que pensabas? Parecías ido- Ricardo sonrió, se acercó lentamente a su boca y mantuvo unos centímetros de distancia.
-Pensaba, en nuestro primer encuentro- le dio un fugaz beso.
-¿El de la ciudad?- dijo alegremente al ver que aún se acordaba.
-No, antes de ese.
-¿Antes? Antes no hubo ninguno- saltó sin entender.
-Papel higiénico Julia, suelo fregado y un novio que en realidad no lo era- la mujer tardó en reaccionar, el semblante de su cara fue cambiando.
Lo recordaba. Sabía de que estaba hablando, sabía que día decía, sabía que pasó ese día.
-Nunca un beso me había dejado con ganas de más- susurró el capitán, su frente se pegó a la de ella- Te quiero- besó sus labios, la quería, la quería tanto.
Unos minutos después Julia volvió a caer en brazos de Morfeo. Y el hombre se quedó de nuevo observando la en silencio. No podía dormir, esta noche era imposible. La necesitaba, necesitaba ver que no le pasaba nada que estaba bien, que no tenía ni una pesadilla. Despierto en medio de la noche sin miedo a que mañana no pueda despertarme. Oscuridad en el camarote, mientras, yo cuido de ella cuando duerme.
Y esa noche no iba a ser la única. Se iba a repetir todos y cada uno de los días que le quedaban por vivir juntos. Como su primer encuentro, que no fue el único. Antes, mucho antes, cuando apenas eran unos niños. Se dedicaron su primera sonrisa, su primer golpe, su primer insulto, sus primeras palabras bonitas, su primer beso.
#136
03/03/2013 11:26
Me ha encantado lo del supermercado jajajaja si esque estaban predestinados estos dos :)
Siguelo prontito!!
Siguelo prontito!!
#137
03/03/2013 21:08
Me ha encantado de verdad es precioso, los recuerdos son tan asfsgfdrgreadsgfhad tengo unas ganas de que se acuerden de lo de la playa, cuando pase moriré de amor ¡¡ siguelo pronto, estoy super enganchada (:
#138
03/03/2013 23:28
Madre mia. Pero que perfecto esta parejita está destinada a serlo. Desde pequeñitos. Me ha encantado lo de el papel higiénico me he reido mucho, me ha encantado que lo recordase y que Julia también. Haber si se dan cuenta del momento en la playa. Que bonito, de verdad sin palabras. Continualo prontito por favor que me has dejado con muchisimas ganas de mas. Muchos besos a todos, un abrazo muy grande artistaza!! Sigue así que lo haces genial :D
#139
12/03/2013 18:33
Bueno, perdón por el retraso. Se que me queréis matar. Pero reservarlo para el final del capitulo. Espero que os guste.
CAPITULO 25
Me ha quitado algo que creo que nunca me devolverá
Ha vuelto a caer en la trampa, a confiado en alguien que quizá no era del todo verdad, no tenía nada de amor en sus ojos. Ni un solo beso era cierto, ni la noche que pasaron juntos. Ricardo eres un completo imbécil, se dijo para él. Observa toda la bodega y llega a sentirse vacío. Su cuerpo no nota absolutamente nada, la vida parece irse poco a poco. Cierra los ojos, suspira, se contuvo las lágrimas. Aguanta, se que puedes, se repetía. Y vino su recuerdo, solo hacía un día, un puñetero día que vino y le jodió la vida.
Correteaban por el camarote huyendo el uno del otro. Ella con la camisa del hombre y él con el pantalón del pijama y el torso descubierto. La mujer no paraba de reír y a Ricardo parecía que cada sonrisa de la doctora le daba más fuerzas para saltar y intentar cogerla. Aprovecharon que Valeria estaba desayunando con su hermana para tener un momento para ellos. En milésimas la cogió y la puso muy cerca, podía sentir su aliento tocar su piel.
-Te he cogido, y ahora me tienes que decir que es eso que decís Salomé y tú sobre mi- Julia iba reculando los pasos y el capitán no se despegaba.
-Son conversaciones de chicas, no se pueden decir- le contestó.
Julia llegó hasta donde estaba la cama, tropezó con ella y cayeron el uno sobre el otro. Empezaron las risas.
-Pues sino me lo dices te lo sacaré a besos y no pararé.
-¿Y no te vas a cansar?- preguntó aún riendo.
-No creo que lo haga- se acerco a su oído- Podía pasarme mi vida entera besando tus labios y no tendría suficiente- la miró y se acercó muy lento a sus labios.
Julia los acogió con ternura. Los labios podían ser su debilidad en muchas ocasiones, rodeó con sus brazos el cuello masculino. Y conforme iba avanzando el beso adentraba los dedos en el pelo del capitán.
-Se que me lo quieres contar- y volvió a besarla- Vamos, di- le dio un pequeño mordisco en el cuello, algo que a la doctora le hizo soltar un gemido de placer.
-N.. no... Son... S... Secretas- y de su garganta salió otro gemido, esta vez un poco más fuerte.
Ricardo se apoderó de los botones de la camisa que llevaba ella, que resulta que era suya y desabrochó dos de ellos. Recorrió con una caricia de su dedo todo el cuello y bajó hasta donde empezaba el sujetador. Una suplica de la mujer no le hizo parar.
-Ri... car... Ricardo- paró en seco al capitán cogiendo con la mano las partes masculinas- Quieto, sino quieres que la que juegue sea yo- se subió encima suyo y lo besó por ultima vez- Me voy a duchar- se levantó y lo liberó de su “prisión”.
Ricardo sonrió. La cogió de la mano besó esos labios que lo volvían loco.
-Di que me quieres Julia- a la mujer le pilló un poco por sorpresa, no esperaba esa frase, tardó en reaccionar.
-Ya lo sabes perfectamente- dijo sonriente.
-Pero quiero que me lo repitas, quiero escucharlo- sus ojos recorrieron el cuerpo de la doctora- Necesito escuchar uno de tus labios, un te quiero.
-Vale- rió y en seguida se puso seria- Te... Te... Te odio- se carcajeó.
-¿Me odias?
-Si, pero lo he dicho con mucho, mucho, mucho, mucho cariño- le besó- Ahora en serio, me tengo que duchar.
La vio entrar en el baño sonriente. Meneó la cabeza. Se giró sobre sus talones y caminó hasta el escritorio. Por allí había dejado una carta de navegación que pidió Julián que se le llevará hoy al puente. El lío de mesa que tenía no era normal.
Rebuscó por todos lados y en un despiste tiró unas cuantas hojas y una carpeta al suelo. Recogió los papeles y miró la carpeta muy atento. Nunca la había visto. La abrió y hojeo las hojas, en todas había unos cuantos números, letras y en lo superior de las páginas las letras “ECND”. Proyecto Alejandría resonó varias veces en la cabeza del hombre.
Se golpea en la cabeza con la madera de una caja. Y su mente no para de repetir lo mismo, imbécil, idiota, imbécil, idiota. Busca una solución, no la encuentra. Esta vez ya no iba a salir de esta. Estaba perdido, podía asegurar con mucha certeza que su vida valía muy poco en este momento. Y volvía a pensar, si lo hubiera sabido, a cupido le había dado la patada desde el principio. Se lo había tragado, todo, ese teatro de amor, se lo había comido y digerido completamente y lo peor de todo es que le había encantado. Tanto que ya dependía de ello. Dependía de ese teatro que ella había creado de la nada y le había hecho sentirse dichoso.
Caminaba por los pasillos aún con una hoja de aquella carpeta que había encontrado esa mañana. Se estaba quedando sin aliento, esto le había sentido con un martillo en la cabeza. Miles de rocas chocando contra su corazón que cada vez soportaba menos el dolor. Estaba a punto de explotar. Necesitaba desahogarse hacer algo, gritar, saltar. Pero sus ganas desaparecían para hacerse pequeño y desaparecer. Todo el mundo le pisotea, le deja tirado como un juguete. ¿Porque? Se preguntaba, había cuarenta y tres personas en este barco, ¿Porque narices tuviste que ser tú?
Las manos femeninas acariciaron su espalda. Ricardo cerró los ojos, sino hubiera pasado nada de esto ahora disfrutaría de cada una de sus caricias. Volvió el rostro, la miró tan sonriente.
CAPITULO 25
Me ha quitado algo que creo que nunca me devolverá
Ha vuelto a caer en la trampa, a confiado en alguien que quizá no era del todo verdad, no tenía nada de amor en sus ojos. Ni un solo beso era cierto, ni la noche que pasaron juntos. Ricardo eres un completo imbécil, se dijo para él. Observa toda la bodega y llega a sentirse vacío. Su cuerpo no nota absolutamente nada, la vida parece irse poco a poco. Cierra los ojos, suspira, se contuvo las lágrimas. Aguanta, se que puedes, se repetía. Y vino su recuerdo, solo hacía un día, un puñetero día que vino y le jodió la vida.
Correteaban por el camarote huyendo el uno del otro. Ella con la camisa del hombre y él con el pantalón del pijama y el torso descubierto. La mujer no paraba de reír y a Ricardo parecía que cada sonrisa de la doctora le daba más fuerzas para saltar y intentar cogerla. Aprovecharon que Valeria estaba desayunando con su hermana para tener un momento para ellos. En milésimas la cogió y la puso muy cerca, podía sentir su aliento tocar su piel.
-Te he cogido, y ahora me tienes que decir que es eso que decís Salomé y tú sobre mi- Julia iba reculando los pasos y el capitán no se despegaba.
-Son conversaciones de chicas, no se pueden decir- le contestó.
Julia llegó hasta donde estaba la cama, tropezó con ella y cayeron el uno sobre el otro. Empezaron las risas.
-Pues sino me lo dices te lo sacaré a besos y no pararé.
-¿Y no te vas a cansar?- preguntó aún riendo.
-No creo que lo haga- se acerco a su oído- Podía pasarme mi vida entera besando tus labios y no tendría suficiente- la miró y se acercó muy lento a sus labios.
Julia los acogió con ternura. Los labios podían ser su debilidad en muchas ocasiones, rodeó con sus brazos el cuello masculino. Y conforme iba avanzando el beso adentraba los dedos en el pelo del capitán.
-Se que me lo quieres contar- y volvió a besarla- Vamos, di- le dio un pequeño mordisco en el cuello, algo que a la doctora le hizo soltar un gemido de placer.
-N.. no... Son... S... Secretas- y de su garganta salió otro gemido, esta vez un poco más fuerte.
Ricardo se apoderó de los botones de la camisa que llevaba ella, que resulta que era suya y desabrochó dos de ellos. Recorrió con una caricia de su dedo todo el cuello y bajó hasta donde empezaba el sujetador. Una suplica de la mujer no le hizo parar.
-Ri... car... Ricardo- paró en seco al capitán cogiendo con la mano las partes masculinas- Quieto, sino quieres que la que juegue sea yo- se subió encima suyo y lo besó por ultima vez- Me voy a duchar- se levantó y lo liberó de su “prisión”.
Ricardo sonrió. La cogió de la mano besó esos labios que lo volvían loco.
-Di que me quieres Julia- a la mujer le pilló un poco por sorpresa, no esperaba esa frase, tardó en reaccionar.
-Ya lo sabes perfectamente- dijo sonriente.
-Pero quiero que me lo repitas, quiero escucharlo- sus ojos recorrieron el cuerpo de la doctora- Necesito escuchar uno de tus labios, un te quiero.
-Vale- rió y en seguida se puso seria- Te... Te... Te odio- se carcajeó.
-¿Me odias?
-Si, pero lo he dicho con mucho, mucho, mucho, mucho cariño- le besó- Ahora en serio, me tengo que duchar.
La vio entrar en el baño sonriente. Meneó la cabeza. Se giró sobre sus talones y caminó hasta el escritorio. Por allí había dejado una carta de navegación que pidió Julián que se le llevará hoy al puente. El lío de mesa que tenía no era normal.
Rebuscó por todos lados y en un despiste tiró unas cuantas hojas y una carpeta al suelo. Recogió los papeles y miró la carpeta muy atento. Nunca la había visto. La abrió y hojeo las hojas, en todas había unos cuantos números, letras y en lo superior de las páginas las letras “ECND”. Proyecto Alejandría resonó varias veces en la cabeza del hombre.
Se golpea en la cabeza con la madera de una caja. Y su mente no para de repetir lo mismo, imbécil, idiota, imbécil, idiota. Busca una solución, no la encuentra. Esta vez ya no iba a salir de esta. Estaba perdido, podía asegurar con mucha certeza que su vida valía muy poco en este momento. Y volvía a pensar, si lo hubiera sabido, a cupido le había dado la patada desde el principio. Se lo había tragado, todo, ese teatro de amor, se lo había comido y digerido completamente y lo peor de todo es que le había encantado. Tanto que ya dependía de ello. Dependía de ese teatro que ella había creado de la nada y le había hecho sentirse dichoso.
Caminaba por los pasillos aún con una hoja de aquella carpeta que había encontrado esa mañana. Se estaba quedando sin aliento, esto le había sentido con un martillo en la cabeza. Miles de rocas chocando contra su corazón que cada vez soportaba menos el dolor. Estaba a punto de explotar. Necesitaba desahogarse hacer algo, gritar, saltar. Pero sus ganas desaparecían para hacerse pequeño y desaparecer. Todo el mundo le pisotea, le deja tirado como un juguete. ¿Porque? Se preguntaba, había cuarenta y tres personas en este barco, ¿Porque narices tuviste que ser tú?
Las manos femeninas acariciaron su espalda. Ricardo cerró los ojos, sino hubiera pasado nada de esto ahora disfrutaría de cada una de sus caricias. Volvió el rostro, la miró tan sonriente.
#140
12/03/2013 18:36
-¿Se esconde de mi el capitán de este barco? Desde esta mañana que no te veo- Ricardo presiono el papel contra sus dedos.
-Necesitaba pensar- dijo secamente.
-¿Pensar? ¿En que?- se acercó a él y rodeó el cuello con sus brazos- ¡Ah ya! Sigues pensando en que lado de la cama quieres ponerte.
-No...
-Tú tranquilo si a mi me da igual.
-No es eso Julia...
-Lo que si es, que lo elijas cuanto antes porque si me acostumbro a un lado después me es difícil dormir en el otro- sonrió.
-Te puedo asegurar que no es eso- seguía duro y distante.
-¿Estas bien? ¿Te veo un poco tenso?
-Es que no entiendo una cosa sobre ti.
-¿Que es exactamente lo que no entiendes?- sonrió divertida.
-Esto- el hombre le extendió el papel, la doctora lo observó cuidadosamente y abrió los ojos con sorpresa, se lo arrebató enseguida.
-¿De dónde lo has sacado?- preguntó nerviosa.
-De una de tus carpetas.
-¿Miras mis carpetas?- le reprochó con enfado.
-No, solo que esa carpeta estaba encima de mi escritorio y la he abierto solo para ver que era- sus ojos estaban llenos de rabia- Y pum, me encuentro con esto. ¿Que es esto del Proyecto Alejandría?
-Pues...- se tomó mucho tiempo algo que a Ricardo le hizo impacientarse.
-¿Me lo vas ha contar? Bueno, mejor dicho ¿Me lo ibas a contar?- su enfado crecía por segundos.
-Ricardo, es que...- la mujer no sabía que decir, estaba atacada por los nervios.
-¿Es que qué? ¿Tan poco confías en mi que no me puedes contar esto?
-No es que no confíe en ti, solo que no puedo- el capitán negó con la cabeza.
-¿¡Qué no puedes!? ¿¡Sabes la de veces que he oído decir eso a Valeria cuando no me quiere contar algo!?- gritó, no podía aguantar más.
-Por favor Ricardo... Comprende.
-¿Qué comprenda? ¿Que comprenda qué? ¿Que me has estado mintiendo todo este tiempo, que no has confiado en mi, o que este proyecto de mierda a destruido medio mundo?
-Ricardo escucha...-le cogió delicadamente del brazo pero él se zafó enseguida de su agarre.
-Deja, necesito estar solo, necesito no verte. Necesito pensar- dio media vuelta y se marchó.
Las lágrimas de sus ojos marrones empezaron a brotar, cada vez más y más seguidas. Las últimas palabras de Ricardo habían sido muy duras. El mundo se había ido al traste dos veces, y las dos por ese asqueroso proyecto.
El mundo ahora mismo no sirve de nada. Mi vida no tiene sentido. Me ha engañado como un tonto, era su marioneta, un juguete que manejaba a su antojo. Quería ganarse mi confianza, controlarme para que no me diera cuenta de nada de lo que planeaban. Pero lo más doloroso no es que me haya manejado a su antojo, lo que más me duele es que cada beso y cada caricia era mentira. ¿Como podía rozarme y no sentir absolutamente nada? ¿Como podía haber pasado una noche inolvidable conmigo y no importarle?
El capitán se encontraba en cubierta, mirando al mar oscurecido por el cielo. Las estrellas eran preciosas, pero no tenían por qué. Todo le resultaba diferente, fue un segundo de nada cuando cambió todo. Y ahora en soledad, se sentía como un granito de arena en todo el universo.
Cerró los ojos, estaba demasiado débil, una pequeña brisa podía llevarlo por el mar como una pluma. Justo al abrir en es momento, en golpe en la cabeza lo dejó atontado hasta dejarle inconsciente. Su cuerpo se movía solo, se arrastraba por el suelo. Estaba tan sumamente débil por el golpe que no podía ni ver quien era quien le llevaba. Y sin avisar dejó de moverse y se golpeó de nuevo en la cabeza, esta vez en el suelo.
Una voz le fue despertando. La reconoció en seguida pero lo desconcertado que estaba le impedía intentar levantarse.
-Vamos capitán, se que puede escucharme- el hombre abrió como pudo los ojos- Bien, veo que no pierde facultades.
Un jadeo de dolor por parte de su garganta hizo que el otro se carcajeara. Se llevó la mano al la parte de atrás de la cabeza. Y vio la sangre en sus dedos. Esto no podía estar pasando otra vez.
-Sabe, quería que disfrutara estos minutos conmigo contando un cuento, como los que le cuenta su hija para dormir- hizo una pausa- Erase una vez un pequeña niñita que estaba muy sola en un playa, un día un pequeño la vio y decidió ir a jugar con ella, al principio ambos no se llevaron bien, pero conforme fue pasando el día se hicieron inseparables- Ricardo se sentó a duras penas con gesto de dolor- Creo que ya le va sonando la historia- sonrió con malicia- Pero como todo, los días se acaban y al despedirse estaban los dos muy tristes. Claro al niño se le ocurrió la idea de verse a la misma hora al día siguiente y antes de despedirse se dieron un pequeño beso- se agachó hasta su altura- Lo que el niño nunca supo era que al día siguiente su padre tenía una reunión y comida con unos gerentes muy importantes, y ese día no pudo acudir a la playa, todo por culpa de su padre. Pobrecito ¿verdad?- el rostro le cambió a odio- Más pobrecita ella que lloró el abandono de aquel niño.
-¿Como... Como sabes eso?- preguntó el capitán.
-Necesitaba pensar- dijo secamente.
-¿Pensar? ¿En que?- se acercó a él y rodeó el cuello con sus brazos- ¡Ah ya! Sigues pensando en que lado de la cama quieres ponerte.
-No...
-Tú tranquilo si a mi me da igual.
-No es eso Julia...
-Lo que si es, que lo elijas cuanto antes porque si me acostumbro a un lado después me es difícil dormir en el otro- sonrió.
-Te puedo asegurar que no es eso- seguía duro y distante.
-¿Estas bien? ¿Te veo un poco tenso?
-Es que no entiendo una cosa sobre ti.
-¿Que es exactamente lo que no entiendes?- sonrió divertida.
-Esto- el hombre le extendió el papel, la doctora lo observó cuidadosamente y abrió los ojos con sorpresa, se lo arrebató enseguida.
-¿De dónde lo has sacado?- preguntó nerviosa.
-De una de tus carpetas.
-¿Miras mis carpetas?- le reprochó con enfado.
-No, solo que esa carpeta estaba encima de mi escritorio y la he abierto solo para ver que era- sus ojos estaban llenos de rabia- Y pum, me encuentro con esto. ¿Que es esto del Proyecto Alejandría?
-Pues...- se tomó mucho tiempo algo que a Ricardo le hizo impacientarse.
-¿Me lo vas ha contar? Bueno, mejor dicho ¿Me lo ibas a contar?- su enfado crecía por segundos.
-Ricardo, es que...- la mujer no sabía que decir, estaba atacada por los nervios.
-¿Es que qué? ¿Tan poco confías en mi que no me puedes contar esto?
-No es que no confíe en ti, solo que no puedo- el capitán negó con la cabeza.
-¿¡Qué no puedes!? ¿¡Sabes la de veces que he oído decir eso a Valeria cuando no me quiere contar algo!?- gritó, no podía aguantar más.
-Por favor Ricardo... Comprende.
-¿Qué comprenda? ¿Que comprenda qué? ¿Que me has estado mintiendo todo este tiempo, que no has confiado en mi, o que este proyecto de mierda a destruido medio mundo?
-Ricardo escucha...-le cogió delicadamente del brazo pero él se zafó enseguida de su agarre.
-Deja, necesito estar solo, necesito no verte. Necesito pensar- dio media vuelta y se marchó.
Las lágrimas de sus ojos marrones empezaron a brotar, cada vez más y más seguidas. Las últimas palabras de Ricardo habían sido muy duras. El mundo se había ido al traste dos veces, y las dos por ese asqueroso proyecto.
El mundo ahora mismo no sirve de nada. Mi vida no tiene sentido. Me ha engañado como un tonto, era su marioneta, un juguete que manejaba a su antojo. Quería ganarse mi confianza, controlarme para que no me diera cuenta de nada de lo que planeaban. Pero lo más doloroso no es que me haya manejado a su antojo, lo que más me duele es que cada beso y cada caricia era mentira. ¿Como podía rozarme y no sentir absolutamente nada? ¿Como podía haber pasado una noche inolvidable conmigo y no importarle?
El capitán se encontraba en cubierta, mirando al mar oscurecido por el cielo. Las estrellas eran preciosas, pero no tenían por qué. Todo le resultaba diferente, fue un segundo de nada cuando cambió todo. Y ahora en soledad, se sentía como un granito de arena en todo el universo.
Cerró los ojos, estaba demasiado débil, una pequeña brisa podía llevarlo por el mar como una pluma. Justo al abrir en es momento, en golpe en la cabeza lo dejó atontado hasta dejarle inconsciente. Su cuerpo se movía solo, se arrastraba por el suelo. Estaba tan sumamente débil por el golpe que no podía ni ver quien era quien le llevaba. Y sin avisar dejó de moverse y se golpeó de nuevo en la cabeza, esta vez en el suelo.
Una voz le fue despertando. La reconoció en seguida pero lo desconcertado que estaba le impedía intentar levantarse.
-Vamos capitán, se que puede escucharme- el hombre abrió como pudo los ojos- Bien, veo que no pierde facultades.
Un jadeo de dolor por parte de su garganta hizo que el otro se carcajeara. Se llevó la mano al la parte de atrás de la cabeza. Y vio la sangre en sus dedos. Esto no podía estar pasando otra vez.
-Sabe, quería que disfrutara estos minutos conmigo contando un cuento, como los que le cuenta su hija para dormir- hizo una pausa- Erase una vez un pequeña niñita que estaba muy sola en un playa, un día un pequeño la vio y decidió ir a jugar con ella, al principio ambos no se llevaron bien, pero conforme fue pasando el día se hicieron inseparables- Ricardo se sentó a duras penas con gesto de dolor- Creo que ya le va sonando la historia- sonrió con malicia- Pero como todo, los días se acaban y al despedirse estaban los dos muy tristes. Claro al niño se le ocurrió la idea de verse a la misma hora al día siguiente y antes de despedirse se dieron un pequeño beso- se agachó hasta su altura- Lo que el niño nunca supo era que al día siguiente su padre tenía una reunión y comida con unos gerentes muy importantes, y ese día no pudo acudir a la playa, todo por culpa de su padre. Pobrecito ¿verdad?- el rostro le cambió a odio- Más pobrecita ella que lloró el abandono de aquel niño.
-¿Como... Como sabes eso?- preguntó el capitán.