Foro Bandolera
Como no me gusta la historia... voy y la cambio (Natalia y Roberto)
#0
27/04/2011 20:02
Como estoy bastante aburrida de que me tengan a Roberto entre rejas, aunque sean las rejas de cartón piedra del cuartel de Arazana, y de que nadie (excepto San Miguel) intente hacer nada... pues voy y lo saco yo misma.
Y como la historia parece que va dos pasitos pa´lante y tres pa´trás, pues voy y la cambio a mi gusto.
Y como a mi el que me gusta es el Rober... pues también cambio la historia.
Creo que me he metio en un ebolao del que no voy a saber salir pero bueno, todo sea por dar ideas a los guionistas de nuestros amores. Ya me direis...
_____________________________________________________________________________
Capítulo 1
Parecía un sitio tranquilo, alejado del camino, seguro que por allí no pasaba gente con regularidad. La hierba que tapizaba la orilla del río era alta y estaba sin pisar así que decidió desmontar y descansar unos minutos.
- No puedo estar ya muy lejos de ese maldito pueblo. ¿Es que no había un lugar más perdido donde esconderte Sara?- dijo en voz alta mientras ataba el caballo a uno de los árboles que extendían sus ramas sobre el agua.
Mientras estiraba los músculos, agarrotados después de tan larga jornada a caballo, vio su reflejo en el remanso que el río formaba a pocos metros de allí. Miró hacia ambos lados y, al no ver a nadie y comprobar que el caballo se alimentaba tranquilamente, sonrió y comenzó a despojarse de sus vestimentas hasta quedar en ropa interior. Se adentró en el agua hasta que ésta le llegó hasta la cintura, entonces extendió los brazos y se dejó caer hacia atrás. Movía los brazos y las piernas lo indispensable para no alejarse demasiado de la orilla y mantenerse a flote, sintiendo cómo la corriente masajeaba su cuerpo. Sabía que la ropa que aún llevaba puesta, al mojarse, dejaría al descubierto las formas de su cuerpo, pero le daba igual, además, sería demasiada casualidad que alguien pasara por allí en ese momento.
Y como la historia parece que va dos pasitos pa´lante y tres pa´trás, pues voy y la cambio a mi gusto.
Y como a mi el que me gusta es el Rober... pues también cambio la historia.
Creo que me he metio en un ebolao del que no voy a saber salir pero bueno, todo sea por dar ideas a los guionistas de nuestros amores. Ya me direis...
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Capítulo 1
Parecía un sitio tranquilo, alejado del camino, seguro que por allí no pasaba gente con regularidad. La hierba que tapizaba la orilla del río era alta y estaba sin pisar así que decidió desmontar y descansar unos minutos.
- No puedo estar ya muy lejos de ese maldito pueblo. ¿Es que no había un lugar más perdido donde esconderte Sara?- dijo en voz alta mientras ataba el caballo a uno de los árboles que extendían sus ramas sobre el agua.
Mientras estiraba los músculos, agarrotados después de tan larga jornada a caballo, vio su reflejo en el remanso que el río formaba a pocos metros de allí. Miró hacia ambos lados y, al no ver a nadie y comprobar que el caballo se alimentaba tranquilamente, sonrió y comenzó a despojarse de sus vestimentas hasta quedar en ropa interior. Se adentró en el agua hasta que ésta le llegó hasta la cintura, entonces extendió los brazos y se dejó caer hacia atrás. Movía los brazos y las piernas lo indispensable para no alejarse demasiado de la orilla y mantenerse a flote, sintiendo cómo la corriente masajeaba su cuerpo. Sabía que la ropa que aún llevaba puesta, al mojarse, dejaría al descubierto las formas de su cuerpo, pero le daba igual, además, sería demasiada casualidad que alguien pasara por allí en ese momento.
#1341
01/05/2013 12:59
- ¿Qué te ocurre, Margarita? – Eugenia esperó unos segundos antes de levantarse para cerrar las puertas de la estancia.
- Nada, ¿por qué habría de ocurrirme algo? – respondió Margarita cuando Eugenia se sentó en una silla a su lado.
- Porque no has levantado la nariz del plato en todo el almuerzo… ¿Qué te ocurre, amiga? – al ver que la joven permanecía en silencio, Eugenia se aventuró a preguntar: - ¿No te habrá dicho algo mi hermano?
- ¿Tu hermano? – Margarita dejó caer la cucharilla con la que estaba jugando - ¿Por qué habría de haberme dicho algo Álvaro?
- Por que lo conozco… y me va a oír. Vaya si me va a oír… - Eugenia dejó la servilleta sobre la mesa y se levantó pero Margarita la tomó de la mano y la retuvo.
- Espera, no le digas nada. – suplicó Margarita a su amiga.
- Pero si Álvaro te ha dicho algo que te haya hecho sentir mal…
- No, no ha sido eso…
- Entonces, ¿qué ha sido?
- Él… él…
- ¿Qué te hizo?
- Me besó. – Margarita se cubrió la cara con la servilleta que había estado estrujando en sus manos.
- ¿Te besó?
- Sí… yo no hice nada, no lo provoqué y…
- Por supuesto que no lo provocaste, Margarita. Te conozco perfectamente y sé que eres incapaz de andar por ahí alentando a un hombre para que se tome… ciertas libertades. – Eugenia se quedó pensando en si ella era de ese tipo de mujeres, mujeres que permitían a los hombres pensar de ellas de un modo equivocado.
- Me pilló de improvisto, me besó y… se marchó sin que casi me diera cuenta de lo que había pasado. Yo no… ¿Eugenia? – Margarita se fijó en que su amiga no estaba siguiendo el hilo de la conversación – Eugenia, ¿qué te ocurre?
- Margarita…
- ¿Sí?
- Tú y yo somos muy distintas, ¿verdad?
- Sí, bueno… no lo sé… creo que sí. – Margarita siempre había envidiado el desparpajo y la soltura de Eugenia.
- ¿Y crees que yo…?
- ¿Qué?
- ¿Crees que yo voy alentando a los hombres para que se tomen libertades conmigo? – la joven lo dijo del tirón avergonzada y temerosa ante la respuesta de su amiga.
- Por supuesto que no, ¿cómo puedes pensar eso? – Margarita tomó las manos de su amiga.
- Pero yo… recuerda que durante días perseguí al teniente Romero y después… Antonio Villa…
- Antonio Villa era un maldito delincuente. – replicó Margarita con rapidez – En cuanto al teniente Romero… fue una chiquillada y él se comportó como un caballero en todo momento, tomó tu reacción como lo que era y se comportó admirablemente.
- Pero…
- Eugenia, ¿a qué vienen tus preguntas? – Margarita aprovechó la oportunidad para desviar la conversación de su persona.
- A que… a que… Margarita, el señor Guarda me besó esta mañana.
- ¿Qué estás diciendo? Pero eso no se puede permitir… has de decírselo a tu padre para que lo despida inmediatamente. – Margarita se puso en pie y se dirigió a la puerta, decidida a contarle a Germán Montoro lo que su amiga acababa de confesarle.
- No, no… espera… - Eugenia se apoyó en la puerta, impidiendo de ese modo que su amiga pudiera abrirla – Por favor, no digas nada, yo… no quiero que lo despida.
- Eugenia… Yo sospechaba que te gustaba el señor Guarda, pero no podemos permitir de ningún modo que se aproveche de su posición para… violentarte.
- Él… sé que no volverá a suceder. Tan solo lo hizo para ponerme en mi sitio. Me comporté muy mal con él, estuve provocándole toda la mañana y…
- No, no admito que digas que es culpa tuya… - Margarita no desistía en sus intenciones de poner en conocimiento del padre de su amiga todo lo que había sucedido – El señor Guarda es lo suficientemente adulto como para saber comportarse.
- Por favor, sé que si tú nos acompañas no pasará nada. Por favor…
- Eugenia…
- No quiero que se vaya… - Eugenia se echó en brazos de su amiga y comenzó a llorar.
- Pues sí que estamos buenas… - consiguió decir Margarita cuando sintió que cesaban los sollozos de su amiga – Estamos enamoradas de dos hombres que no nos hacen el menor caso y cuando lo hacen y nos besan… no sabemos cómo reaccionar.
- Nada, ¿por qué habría de ocurrirme algo? – respondió Margarita cuando Eugenia se sentó en una silla a su lado.
- Porque no has levantado la nariz del plato en todo el almuerzo… ¿Qué te ocurre, amiga? – al ver que la joven permanecía en silencio, Eugenia se aventuró a preguntar: - ¿No te habrá dicho algo mi hermano?
- ¿Tu hermano? – Margarita dejó caer la cucharilla con la que estaba jugando - ¿Por qué habría de haberme dicho algo Álvaro?
- Por que lo conozco… y me va a oír. Vaya si me va a oír… - Eugenia dejó la servilleta sobre la mesa y se levantó pero Margarita la tomó de la mano y la retuvo.
- Espera, no le digas nada. – suplicó Margarita a su amiga.
- Pero si Álvaro te ha dicho algo que te haya hecho sentir mal…
- No, no ha sido eso…
- Entonces, ¿qué ha sido?
- Él… él…
- ¿Qué te hizo?
- Me besó. – Margarita se cubrió la cara con la servilleta que había estado estrujando en sus manos.
- ¿Te besó?
- Sí… yo no hice nada, no lo provoqué y…
- Por supuesto que no lo provocaste, Margarita. Te conozco perfectamente y sé que eres incapaz de andar por ahí alentando a un hombre para que se tome… ciertas libertades. – Eugenia se quedó pensando en si ella era de ese tipo de mujeres, mujeres que permitían a los hombres pensar de ellas de un modo equivocado.
- Me pilló de improvisto, me besó y… se marchó sin que casi me diera cuenta de lo que había pasado. Yo no… ¿Eugenia? – Margarita se fijó en que su amiga no estaba siguiendo el hilo de la conversación – Eugenia, ¿qué te ocurre?
- Margarita…
- ¿Sí?
- Tú y yo somos muy distintas, ¿verdad?
- Sí, bueno… no lo sé… creo que sí. – Margarita siempre había envidiado el desparpajo y la soltura de Eugenia.
- ¿Y crees que yo…?
- ¿Qué?
- ¿Crees que yo voy alentando a los hombres para que se tomen libertades conmigo? – la joven lo dijo del tirón avergonzada y temerosa ante la respuesta de su amiga.
- Por supuesto que no, ¿cómo puedes pensar eso? – Margarita tomó las manos de su amiga.
- Pero yo… recuerda que durante días perseguí al teniente Romero y después… Antonio Villa…
- Antonio Villa era un maldito delincuente. – replicó Margarita con rapidez – En cuanto al teniente Romero… fue una chiquillada y él se comportó como un caballero en todo momento, tomó tu reacción como lo que era y se comportó admirablemente.
- Pero…
- Eugenia, ¿a qué vienen tus preguntas? – Margarita aprovechó la oportunidad para desviar la conversación de su persona.
- A que… a que… Margarita, el señor Guarda me besó esta mañana.
- ¿Qué estás diciendo? Pero eso no se puede permitir… has de decírselo a tu padre para que lo despida inmediatamente. – Margarita se puso en pie y se dirigió a la puerta, decidida a contarle a Germán Montoro lo que su amiga acababa de confesarle.
- No, no… espera… - Eugenia se apoyó en la puerta, impidiendo de ese modo que su amiga pudiera abrirla – Por favor, no digas nada, yo… no quiero que lo despida.
- Eugenia… Yo sospechaba que te gustaba el señor Guarda, pero no podemos permitir de ningún modo que se aproveche de su posición para… violentarte.
- Él… sé que no volverá a suceder. Tan solo lo hizo para ponerme en mi sitio. Me comporté muy mal con él, estuve provocándole toda la mañana y…
- No, no admito que digas que es culpa tuya… - Margarita no desistía en sus intenciones de poner en conocimiento del padre de su amiga todo lo que había sucedido – El señor Guarda es lo suficientemente adulto como para saber comportarse.
- Por favor, sé que si tú nos acompañas no pasará nada. Por favor…
- Eugenia…
- No quiero que se vaya… - Eugenia se echó en brazos de su amiga y comenzó a llorar.
- Pues sí que estamos buenas… - consiguió decir Margarita cuando sintió que cesaban los sollozos de su amiga – Estamos enamoradas de dos hombres que no nos hacen el menor caso y cuando lo hacen y nos besan… no sabemos cómo reaccionar.
#1342
02/05/2013 10:41
Estos hombres¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡
gracias Roberta
gracias Roberta
#1343
02/05/2013 20:13
GRACIAS a vosotras
__________________________________________________________________
- Sí, compañeros. Independientemente de dónde vengamos, todos estamos unidos por una causa común: acabar con la explotación de los trabajadores.
Roberto había llegado a Madrid el día anterior. Representantes del partido en la capital habían ido a esperarlo a la estación y lo habían acompañado a una serie de reuniones en donde había conocido a mucha gente, tanta que la cabeza le daba vueltas cuando se acostó en la habitación que le habían cedido en la casa de uno de sus compañeros. Le habían invitado a formar parte de los ponentes en un mitin que se iba a celebrar al día siguiente; sin embargo, Roberto no había contado con aquella posibilidad y no se sentía preparado para llevar a cabo la tarea, no había preparado ninguna intervención y creía no saber estar ala altura de las circunstancias. A pesar de todo, no supo cómo negarse a intervenir cuando sus compañeros los hicieron subir al estrado y allí se encontraba en aquellos momentos, recibiendo las ovaciones de todos los presentes.
- Da lo mismo que seamos labradores, mineros u obreros en una fábrica. Da lo mismo que seamos andaluces, asturianos o catalanes… todos unidos debemos luchar en un frente común, la reivindicación de nuestros derechos.
Roberto debía detener su discurso cada pocos segundos, la gente estaba entusiasmada con aquel joven desconocido que los animaba a defenderse, a solicitar lo que ellos pensaban era justo.
- No debemos dejarnos pisar por los más poderosos, no son mejores que nosotros, son como tú y como yo. Ya ha llegado el momento de que dejen de mirarnos por encima del hombro, de pensar que somos basura y que no servimos para nada más que para ser sus criados. Nosotros los necesitamos – aquella frase hizo que la gente callara durante un instante para después comenzar a abuchearlo – sí, los necesitamos, - gritó Roberto aún con más ganas – pero ellos también nos necesitan a nosotros. Tienen dinero, pero el dinero pronto se acaba, sin nosotros para multiplicar sus fortunas no son nada. Hemos de llegar a un acuerdo…
- Pero, ¿qué está diciendo? – preguntó uno de los asistentes al evento.
- Déjalo, déjalo hablar. – contestó el hombre que estaba a su lado, visiblemente interesado.
- Pero Pablo…
- Deja, veamos qué tiene que decir… - el que así hablaba era Pablo Iglesias. Se había mezclado con la gente que asistía al mitin para poder escuchar de primera mano las inquietudes y problemas de sus compañeros.
- Hemos de llegar a un acuerdo. – repitió Roberto ante las exclamaciones de los presentes – Un acuerdo con el que nos veamos favorecidos todos.
- ¡No! ¡Huelga! ¡Abajo con los explotadores! – se escuchó gritar entre la gente.
- ¿Huelga? – preguntó Roberto - ¿Cuánto tiempo vas a poder sobrevivir sin un jornal? ¿Qué les vas a decir a tus hijos cuando te pidan pan? ¿Que han de pasar hambre porque su padre está en huelga? No… esa no es la solución. Ellos pueden aguantar mucho más tiempo que nosotros, pueden cerrar empresas y abrirlas en otro lugar…. otro lugar donde haya hambre y necesidad y donde la gente no pregunte ni cuestione. Debemos llegar a un acuerdo, un acuerdo que beneficie a todo el mundo. Y no solo debemos luchar por el presente… también hemos de pensar en el futuro, en nuestros hijos…
- Papá… no veo… - una niña tironeaba de la chaqueta de su padre – papá…
- Espera… - el hombre cogió a su hija de la cintura y la izó hasta colocarla sobre sus hombros.
- Yo también quiero, papá. – dijo otra niña a su lado.
- Y yo… y yo… - exclamó un tercer niño.
- Por turnos, uno a uno, - acordó su padre – no puedo con los tres a la vez.
- ¿Crees que ha sido una buena idea haberlos traído? – preguntó la mujer que los acompañaba a su marido.
- Sí, desde ahora mismo han de saber lo que les depara…
- Mira papá… es el señor del tren. – gritó la niña que el hombre sostenía sobre los hombros.
- … la vida. Ya sé que es duro pero… - el hombre continuaba hablando con su esposa.
- Papá… mira… - la niña golpeó la gorra de su padre para llamar su atención – Mira, es el señor del tren…
- Porque, si no le ponemos remedio, - continuó hablando Roberto – nuestros hijos estarán en nuestra misma situación dentro de veinte años y sus hijos después de ellos. Hemos de luchar por darles una educación, por sacarlos de este pozo en el que estamos hundidos porque no sabemos ni leer ni escribir, porque no conocemos nuestros derechos, porque prefieren que no sepamos ni leer ni escribir para mantenernos bajo su dominio, como si fuéramos niños que no pueden defenderse por si mismos… Pero podemos, vaya si podemos… Ahí está nuestro poder, ahí, en nuestras ganas de dar un futuro mejor a nuestros hijos, en el deseo de que la vida sea mejor para ellos de lo que ha sido para nosotros y no deban mendigar un trabajo para no morirse de hambre.
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- Sí, compañeros. Independientemente de dónde vengamos, todos estamos unidos por una causa común: acabar con la explotación de los trabajadores.
Roberto había llegado a Madrid el día anterior. Representantes del partido en la capital habían ido a esperarlo a la estación y lo habían acompañado a una serie de reuniones en donde había conocido a mucha gente, tanta que la cabeza le daba vueltas cuando se acostó en la habitación que le habían cedido en la casa de uno de sus compañeros. Le habían invitado a formar parte de los ponentes en un mitin que se iba a celebrar al día siguiente; sin embargo, Roberto no había contado con aquella posibilidad y no se sentía preparado para llevar a cabo la tarea, no había preparado ninguna intervención y creía no saber estar ala altura de las circunstancias. A pesar de todo, no supo cómo negarse a intervenir cuando sus compañeros los hicieron subir al estrado y allí se encontraba en aquellos momentos, recibiendo las ovaciones de todos los presentes.
- Da lo mismo que seamos labradores, mineros u obreros en una fábrica. Da lo mismo que seamos andaluces, asturianos o catalanes… todos unidos debemos luchar en un frente común, la reivindicación de nuestros derechos.
Roberto debía detener su discurso cada pocos segundos, la gente estaba entusiasmada con aquel joven desconocido que los animaba a defenderse, a solicitar lo que ellos pensaban era justo.
- No debemos dejarnos pisar por los más poderosos, no son mejores que nosotros, son como tú y como yo. Ya ha llegado el momento de que dejen de mirarnos por encima del hombro, de pensar que somos basura y que no servimos para nada más que para ser sus criados. Nosotros los necesitamos – aquella frase hizo que la gente callara durante un instante para después comenzar a abuchearlo – sí, los necesitamos, - gritó Roberto aún con más ganas – pero ellos también nos necesitan a nosotros. Tienen dinero, pero el dinero pronto se acaba, sin nosotros para multiplicar sus fortunas no son nada. Hemos de llegar a un acuerdo…
- Pero, ¿qué está diciendo? – preguntó uno de los asistentes al evento.
- Déjalo, déjalo hablar. – contestó el hombre que estaba a su lado, visiblemente interesado.
- Pero Pablo…
- Deja, veamos qué tiene que decir… - el que así hablaba era Pablo Iglesias. Se había mezclado con la gente que asistía al mitin para poder escuchar de primera mano las inquietudes y problemas de sus compañeros.
- Hemos de llegar a un acuerdo. – repitió Roberto ante las exclamaciones de los presentes – Un acuerdo con el que nos veamos favorecidos todos.
- ¡No! ¡Huelga! ¡Abajo con los explotadores! – se escuchó gritar entre la gente.
- ¿Huelga? – preguntó Roberto - ¿Cuánto tiempo vas a poder sobrevivir sin un jornal? ¿Qué les vas a decir a tus hijos cuando te pidan pan? ¿Que han de pasar hambre porque su padre está en huelga? No… esa no es la solución. Ellos pueden aguantar mucho más tiempo que nosotros, pueden cerrar empresas y abrirlas en otro lugar…. otro lugar donde haya hambre y necesidad y donde la gente no pregunte ni cuestione. Debemos llegar a un acuerdo, un acuerdo que beneficie a todo el mundo. Y no solo debemos luchar por el presente… también hemos de pensar en el futuro, en nuestros hijos…
- Papá… no veo… - una niña tironeaba de la chaqueta de su padre – papá…
- Espera… - el hombre cogió a su hija de la cintura y la izó hasta colocarla sobre sus hombros.
- Yo también quiero, papá. – dijo otra niña a su lado.
- Y yo… y yo… - exclamó un tercer niño.
- Por turnos, uno a uno, - acordó su padre – no puedo con los tres a la vez.
- ¿Crees que ha sido una buena idea haberlos traído? – preguntó la mujer que los acompañaba a su marido.
- Sí, desde ahora mismo han de saber lo que les depara…
- Mira papá… es el señor del tren. – gritó la niña que el hombre sostenía sobre los hombros.
- … la vida. Ya sé que es duro pero… - el hombre continuaba hablando con su esposa.
- Papá… mira… - la niña golpeó la gorra de su padre para llamar su atención – Mira, es el señor del tren…
- Porque, si no le ponemos remedio, - continuó hablando Roberto – nuestros hijos estarán en nuestra misma situación dentro de veinte años y sus hijos después de ellos. Hemos de luchar por darles una educación, por sacarlos de este pozo en el que estamos hundidos porque no sabemos ni leer ni escribir, porque no conocemos nuestros derechos, porque prefieren que no sepamos ni leer ni escribir para mantenernos bajo su dominio, como si fuéramos niños que no pueden defenderse por si mismos… Pero podemos, vaya si podemos… Ahí está nuestro poder, ahí, en nuestras ganas de dar un futuro mejor a nuestros hijos, en el deseo de que la vida sea mejor para ellos de lo que ha sido para nosotros y no deban mendigar un trabajo para no morirse de hambre.
#1344
02/05/2013 20:15
Pero qué reivindicativa que me he puesto....
#1345
03/05/2013 10:45
Roberta
Roberta esto no puede llegar a oidos o ojos de natalia por la prensa??????????
gracias
Roberta esto no puede llegar a oidos o ojos de natalia por la prensa??????????
gracias
#1346
03/05/2013 20:08
Pues no lo sé... ¿leerá esta chica el periódico o estará demasiado ocupada?
_________________________________________________________________
Los aplausos obligaron a Roberto a callar, uno de sus compañeros saltó al estrado y lo abrazó, llevándoselo de allí. La improvisada intervención de Roberto fue la más aplaudida de la tarde, tal vez porque fue la más sentida. Las palabras de Roberto habían salido directamente de su corazón, eran inspiradas por sus padres, por dos personas que habían luchado tratando de que sus hijos tuvieran un futuro mejor del que ellos habían tenido, pero también habían sido inspiradas por Natalia. Roberto había pensado mucho en lo que Natalia le había explicado, en las estratagemas que sus padres y ella misma habían utilizado para que sus trabajadores enviasen a sus hijos a la escuela. El problema era encontrar empresarios con tan buen corazón como su Natalia, ¿habría alguien más dispuesto a seguir el ejemplo de aquella mujer o ella sería una excepción?
- Unas palabras, por favor, será tan solo un momento… - un hombre se acercó a Roberto y sus compañeros de partido – Unas palabras para “El Liberal”, me gustaría que respondiera a una preguntas.
- ¿Eh? ¿Qué quiere? ¿Quién es usted? – preguntó Roberto aturdido ante tanta gente.
- ¿Es cierto que usted es el mismo Roberto Pérez al que trató de asesinar la Guardia Civil? – continuó preguntando el periodista, acosando a Roberto – Por favor, conteste.
- Yo… eh…
- Basta de preguntas. – intervino uno de los acompañantes de Roberto, llevándose al joven entre empujones de la gente que quería verlo más de cerca – Ya ha asistido al mitin y ya ha escuchado todo lo que debía escuchar, tiene material de sobra para poder contar a sus lectores.
- Pero… - el periodista vio como la gente le cerraba el acceso a Roberto y tuvo que volver a la redacción del periódico para escribir su artículo en base a las notas que había tomado a lo largo de la tarde.
- Además, - dijo el hombre que acompañaba a Roberto – hay alguien a quien has de conocer.
Roberto continuó caminando entre la gente hasta que su acompañante se detuvo frente a un hombre que los sonreía. Se trataba de un hombre joven, de la edad de Roberto, unos años mayor tal vez, delgado, vestido con propiedad pero sin estridencias.
- Roberto, - dijo el hombre dijo el acompañante de Roberto – éste es Pablo Iglesias.
- Es un placer conocerte. – dijo Iglesias tendiendo la mano a Roberto – Ha sido muy interesante escucharte hablar.
- Hola… - Roberto estrechó la mano que le tendían – el placer es mío, señor Iglesias.
- Por favor, llámame Pablo, no soy tan mayor… - comentó sonriendo el presidente del partido socialista
- Sí, pero…. – consiguió decir Roberto a duras penas.
- Me ha impresionado la forma en la que has hablado. – continuó diciendo Iglesias ante la incomodidad de Roberto - ¿Cómo se te ocurrió lo de llegar a un acuerdo con los empresarios?
- No sé… creo que no todos ellos tienen mal corazón. La verdad es que necesitan que trabajemos para ellos y nosotros necesitamos un trabajo… - Roberto titubeaba, estaba nervioso ante la presencia de Pablo Iglesias y tampoco deseaba dar demasiadas explicaciones, no quería involucrar a Natalia. ¿Qué pensaría la gente de ella si se sabía que lo conocía? – y para llevar a cabo cualquier proyecto es mejor trabajar mano a mano que estar siempre enfrentados.
- ¿Lo sabes por experiencia? – preguntó Iglesias
- Tan solo la segunda parte… la de estar siempre enfrentados.
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Los aplausos obligaron a Roberto a callar, uno de sus compañeros saltó al estrado y lo abrazó, llevándoselo de allí. La improvisada intervención de Roberto fue la más aplaudida de la tarde, tal vez porque fue la más sentida. Las palabras de Roberto habían salido directamente de su corazón, eran inspiradas por sus padres, por dos personas que habían luchado tratando de que sus hijos tuvieran un futuro mejor del que ellos habían tenido, pero también habían sido inspiradas por Natalia. Roberto había pensado mucho en lo que Natalia le había explicado, en las estratagemas que sus padres y ella misma habían utilizado para que sus trabajadores enviasen a sus hijos a la escuela. El problema era encontrar empresarios con tan buen corazón como su Natalia, ¿habría alguien más dispuesto a seguir el ejemplo de aquella mujer o ella sería una excepción?
- Unas palabras, por favor, será tan solo un momento… - un hombre se acercó a Roberto y sus compañeros de partido – Unas palabras para “El Liberal”, me gustaría que respondiera a una preguntas.
- ¿Eh? ¿Qué quiere? ¿Quién es usted? – preguntó Roberto aturdido ante tanta gente.
- ¿Es cierto que usted es el mismo Roberto Pérez al que trató de asesinar la Guardia Civil? – continuó preguntando el periodista, acosando a Roberto – Por favor, conteste.
- Yo… eh…
- Basta de preguntas. – intervino uno de los acompañantes de Roberto, llevándose al joven entre empujones de la gente que quería verlo más de cerca – Ya ha asistido al mitin y ya ha escuchado todo lo que debía escuchar, tiene material de sobra para poder contar a sus lectores.
- Pero… - el periodista vio como la gente le cerraba el acceso a Roberto y tuvo que volver a la redacción del periódico para escribir su artículo en base a las notas que había tomado a lo largo de la tarde.
- Además, - dijo el hombre que acompañaba a Roberto – hay alguien a quien has de conocer.
Roberto continuó caminando entre la gente hasta que su acompañante se detuvo frente a un hombre que los sonreía. Se trataba de un hombre joven, de la edad de Roberto, unos años mayor tal vez, delgado, vestido con propiedad pero sin estridencias.
- Roberto, - dijo el hombre dijo el acompañante de Roberto – éste es Pablo Iglesias.
- Es un placer conocerte. – dijo Iglesias tendiendo la mano a Roberto – Ha sido muy interesante escucharte hablar.
- Hola… - Roberto estrechó la mano que le tendían – el placer es mío, señor Iglesias.
- Por favor, llámame Pablo, no soy tan mayor… - comentó sonriendo el presidente del partido socialista
- Sí, pero…. – consiguió decir Roberto a duras penas.
- Me ha impresionado la forma en la que has hablado. – continuó diciendo Iglesias ante la incomodidad de Roberto - ¿Cómo se te ocurrió lo de llegar a un acuerdo con los empresarios?
- No sé… creo que no todos ellos tienen mal corazón. La verdad es que necesitan que trabajemos para ellos y nosotros necesitamos un trabajo… - Roberto titubeaba, estaba nervioso ante la presencia de Pablo Iglesias y tampoco deseaba dar demasiadas explicaciones, no quería involucrar a Natalia. ¿Qué pensaría la gente de ella si se sabía que lo conocía? – y para llevar a cabo cualquier proyecto es mejor trabajar mano a mano que estar siempre enfrentados.
- ¿Lo sabes por experiencia? – preguntó Iglesias
- Tan solo la segunda parte… la de estar siempre enfrentados.
#1347
04/05/2013 10:37
Natalia muy ocupada
y roberto recordando todo lo que aprendio de natalia
gracias Roberta
y roberto recordando todo lo que aprendio de natalia
gracias Roberta
#1348
04/05/2013 16:45
- Hola… - Roberto sintió que tiraban de su chaqueta y miró hacia abajo.
- Hola. ¿Qué haces aquí, Natalia? – Roberto se inclinó y tomó en brazos a la niña, sujetándola contra su costado.
- ¡Te acuerdas de mi nombre! – dijo ella emocionada.
- Claro que me acuerdo… ¿cómo iba a olvidarme de un nombre tan bonito como el tuyo? – era la primera vez que Roberto sostenía un niño entre sus brazos, pero no se le hizo extraño sostener a la pequeña. La niña sonrió y ocultó su rostro en el cuello del joven.
- ¿Esta niña…? – preguntó Pablo Iglesias.
- Viajaba en el tren que me trajo a Madrid. – respondió el joven - ¿Dónde están tus padres? – preguntó volviéndose a la niña.
- Por ahí. – Sin cambiar de posición, Natalia extendió un brazo y señaló entre la multitud. Roberto entornó los ojos y buscó al matrimonio entre la gente, segundos más tarde, el muchacho pudo distinguir al padre de la niña que tiraba de su otra hija; su esposa y el niño los seguían. El matrimonio se topó con varios hombres que impedían su paso, pero Pablo Iglesias hizo un gesto y los dejaron pasar.
- Esta niña va a acabar con mi paciencia. – exclamó la madre al llegar junto a Roberto.
- Hola, ¿qué tal les está yendo todo? – preguntó Roberto tratando de desviar la atención de la niña.
- Bien… bien, muchas gracias. – el padre de la niña estaba más impresionado por ver a Roberto junto a Pablo Iglesias, que por el hecho de que el joven sostuviera en sus brazos a la niña.
- ¿Encontró a su amigo? ¿El que los iba a ayudar con el trabajo y el alojamiento? – se interesó Roberto olvidándose por completo del dirigente del partido. La niña seguía en sus brazos y desde allí miraba a sus padres.
- Sí, sin problema. Nos ha buscado un lugar donde vivir, no es mucho, pero suficiente para los cinco… - respondió el hombre.
- Y los niños irán a estudiar. – exclamó la mujer emocionada – Aprenderán a leer y escribir.
- Sí, ya verá como les va mejor que a nosotros. – comentó Roberto.
- ¡Te he visto yo! – dijo la pequeña Natalia – Mi papá me ha subido y yo te he visto. Estábamos ahí. – la niña señaló un lugar entre la multitud.
- ¿Me has reconocido desde tan lejos? – preguntó Roberto. La niña asintió y su padre tomó la palabra.
- Sí, es cierto. Nuestro amigo nos recomendó que viniéramos al mitin y decidimos traer a los niños.
- No queremos dejarlos encerrados en casa – comentó la mujer – y me da miedo que estén solos en la calle; están acostumbrados al pueblo y no se dan cuenta de que Madrid es diferente, más peligroso.
Ninguno de los presentes se dio cuenta de que Pablo Iglesias se había retirado y hablaba con uno de los hombres que lo acompañaban, el político señalaba a la familia con un brazo y daba indicaciones sobre ellos.
- ¿Ese era el señor Iglesias? – preguntó el hombre.
- Sí. – respondió Roberto tratando de no darle importancia cuando minutos antes había estado tan impresionado como ellos – Acaban de presentármelo… - explicó.
- Ah…
- ¿Podrían acompañarme cuando terminen de hablar con Roberto? – el hombre al que se había dirigido el señor Iglesias se acercó a ellos.
- Sí… sí, claro. – respondió el hombre nervioso.
- Vayan, vayan con él. Buena suerte. – dijo Roberto dejando a la niña en el suelo. – Adiós, Natalia.
- Adiós, señor. – dijo la niña tomando la mano de su padre y despidiéndose con la otra. Era la segunda vez en su vida que Roberto se despedía de una Natalia, ¿seguiría haciéndolo toda la vida?
- Hola. ¿Qué haces aquí, Natalia? – Roberto se inclinó y tomó en brazos a la niña, sujetándola contra su costado.
- ¡Te acuerdas de mi nombre! – dijo ella emocionada.
- Claro que me acuerdo… ¿cómo iba a olvidarme de un nombre tan bonito como el tuyo? – era la primera vez que Roberto sostenía un niño entre sus brazos, pero no se le hizo extraño sostener a la pequeña. La niña sonrió y ocultó su rostro en el cuello del joven.
- ¿Esta niña…? – preguntó Pablo Iglesias.
- Viajaba en el tren que me trajo a Madrid. – respondió el joven - ¿Dónde están tus padres? – preguntó volviéndose a la niña.
- Por ahí. – Sin cambiar de posición, Natalia extendió un brazo y señaló entre la multitud. Roberto entornó los ojos y buscó al matrimonio entre la gente, segundos más tarde, el muchacho pudo distinguir al padre de la niña que tiraba de su otra hija; su esposa y el niño los seguían. El matrimonio se topó con varios hombres que impedían su paso, pero Pablo Iglesias hizo un gesto y los dejaron pasar.
- Esta niña va a acabar con mi paciencia. – exclamó la madre al llegar junto a Roberto.
- Hola, ¿qué tal les está yendo todo? – preguntó Roberto tratando de desviar la atención de la niña.
- Bien… bien, muchas gracias. – el padre de la niña estaba más impresionado por ver a Roberto junto a Pablo Iglesias, que por el hecho de que el joven sostuviera en sus brazos a la niña.
- ¿Encontró a su amigo? ¿El que los iba a ayudar con el trabajo y el alojamiento? – se interesó Roberto olvidándose por completo del dirigente del partido. La niña seguía en sus brazos y desde allí miraba a sus padres.
- Sí, sin problema. Nos ha buscado un lugar donde vivir, no es mucho, pero suficiente para los cinco… - respondió el hombre.
- Y los niños irán a estudiar. – exclamó la mujer emocionada – Aprenderán a leer y escribir.
- Sí, ya verá como les va mejor que a nosotros. – comentó Roberto.
- ¡Te he visto yo! – dijo la pequeña Natalia – Mi papá me ha subido y yo te he visto. Estábamos ahí. – la niña señaló un lugar entre la multitud.
- ¿Me has reconocido desde tan lejos? – preguntó Roberto. La niña asintió y su padre tomó la palabra.
- Sí, es cierto. Nuestro amigo nos recomendó que viniéramos al mitin y decidimos traer a los niños.
- No queremos dejarlos encerrados en casa – comentó la mujer – y me da miedo que estén solos en la calle; están acostumbrados al pueblo y no se dan cuenta de que Madrid es diferente, más peligroso.
Ninguno de los presentes se dio cuenta de que Pablo Iglesias se había retirado y hablaba con uno de los hombres que lo acompañaban, el político señalaba a la familia con un brazo y daba indicaciones sobre ellos.
- ¿Ese era el señor Iglesias? – preguntó el hombre.
- Sí. – respondió Roberto tratando de no darle importancia cuando minutos antes había estado tan impresionado como ellos – Acaban de presentármelo… - explicó.
- Ah…
- ¿Podrían acompañarme cuando terminen de hablar con Roberto? – el hombre al que se había dirigido el señor Iglesias se acercó a ellos.
- Sí… sí, claro. – respondió el hombre nervioso.
- Vayan, vayan con él. Buena suerte. – dijo Roberto dejando a la niña en el suelo. – Adiós, Natalia.
- Adiós, señor. – dijo la niña tomando la mano de su padre y despidiéndose con la otra. Era la segunda vez en su vida que Roberto se despedía de una Natalia, ¿seguiría haciéndolo toda la vida?
#1349
04/05/2013 17:38
NO¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡
#1350
05/05/2013 20:16
Habrá que esperar para comprobarlo arunda, habrá que esperar...
______________________________________________________________
Capítulo 152
Natalia había estado inquieta toda la tarde, su amiga Nieves la había acompañado durante la mañana pero tras la comida la había dejado sola. Hacía varios días que su madre deseaba ver a la pequeña Valeria y Nieves había aprovechado que Natalia tenía trabajo que realizar, para llevar a la niña junto a su abuela. Natalia trataba de cerrar el mayor número posible de contratos para no dejar nada pendiente antes de su partida; confiaba plenamente en Luis, pero no quería sobrecargarlo, había descubierto la felicidad que representaba jugar con el pequeño David y estaba segura de que Luis sentía lo mismo por su Valeria. Faltaba ya muy poco para que partiera de viaje en compañía de su bebé y el nerviosismo ante el viaje y la posterior reacción de Roberto la mantenían en un estado de alerta continua.
De pronto se oyeron unos aldabonazos en la puerta de entrada, Natalia arrojó la pluma sobre el escritorio, se levantó de la silla y rodeó el escritorio de su despacho. El rápido movimiento de la joven hizo que el sillón cayera al suelo con el consiguiente estrépito, instintivamente pensó en su hijo, quien dormía plácidamente en su cuna, y trató de mantener la calma, asunto harto difícil para ella durante los últimos días.
- No os molestéis, ya abro yo. – dijo la joven haciendo un gesto con la mano a Mariana y a Clara que se acercaban a la entrada. La muchacha estaba segura de quién estaba al otro lado de la puerta y deseaba ser ella misma quien recibiera al visitante. Al abrir la puerta y verlo al otro lado, se quedó paralizada mirando su rostro.
- ¿Y? ¿Todo bien? ¿Has tenido algún problema? ¿Algún contratiempo? – preguntó la joven. Luis permanecía serio, pero poco a poco su rostro dibujó una sonrisa radiante.
- ¿Alguna vez te he fallado? – dijo golpeándose el pecho justo a la altura del bolsillo interior de su chaqueta.
- Eres maravilloso, te quiero, te quiero, te quiero, te quiero… - comenzó a gritar ella mientras daba un paso adelante, salía al exterior y le echaba los brazos al cuello al muchacho. Luis la tomó de la cintura y comenzó a girar sobre sí mismo manteniéndola muy pegada a él. Tras dar cuatro o cinco vueltas, el hombre se detuvo. Sentía cómo su amiga lo besaba efusivamente en las mejillas y no quería dar qué hablar a los vecinos. Si estos ya estaban suficientemente escandalizados por ver cómo besaba a su legítima esposa, no quería ni imaginar que pensarían si también lo veían en semejante tesitura con su querida amiga.
- Anda, vamos adentro, - dijo él besándola en la frente y separándola de su cuerpo – o todo el vecindario va a hablar de nosotros peor de lo que ya lo hace.
- Me da igual, - dijo riendo plenamente feliz - no me importa lo más mínimo lo que digan de mí… o claro, perdona. – Natalia cambio el tono al instante, una cosa era que a ella le importara o no lo que hablaran de su persona y otra muy distinta arrastrar a otros en las maledicencias de la gente; no se había parado a pensar en Nieves o en Luis o incluso en la pequeña Valeria… estaba demasiado emocionada para pensar en nadie más, para reparar en las consecuencias de aquel abrazo y aquellos besos – Lo siento – dijo al darse cuenta.
- Tonta, ¿crees que me importa lo que digan unas viejas cotorras? – Luis le acarició la mejilla con ternura y abrazados entraron en el hall de la casa cerrando la puerta a sus espaldas – Pero mejor si entramos, se está levantando viento y no me gustan esas nubes que se acercan por el mar. - Veo que ya está todo listo. – comentó Luis al ver la gran cantidad de maletas y bolsas que había junto a una de las paredes. - ¿Y si no hubiese conseguido los billetes? – se atrevió a preguntar.
- ¿Alguna vez me has fallado? – preguntó ella a su vez riendo.
- Jamás se me ocurriría fallarte. - dijo él estrechando aún más su abrazo.
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Capítulo 152
Natalia había estado inquieta toda la tarde, su amiga Nieves la había acompañado durante la mañana pero tras la comida la había dejado sola. Hacía varios días que su madre deseaba ver a la pequeña Valeria y Nieves había aprovechado que Natalia tenía trabajo que realizar, para llevar a la niña junto a su abuela. Natalia trataba de cerrar el mayor número posible de contratos para no dejar nada pendiente antes de su partida; confiaba plenamente en Luis, pero no quería sobrecargarlo, había descubierto la felicidad que representaba jugar con el pequeño David y estaba segura de que Luis sentía lo mismo por su Valeria. Faltaba ya muy poco para que partiera de viaje en compañía de su bebé y el nerviosismo ante el viaje y la posterior reacción de Roberto la mantenían en un estado de alerta continua.
De pronto se oyeron unos aldabonazos en la puerta de entrada, Natalia arrojó la pluma sobre el escritorio, se levantó de la silla y rodeó el escritorio de su despacho. El rápido movimiento de la joven hizo que el sillón cayera al suelo con el consiguiente estrépito, instintivamente pensó en su hijo, quien dormía plácidamente en su cuna, y trató de mantener la calma, asunto harto difícil para ella durante los últimos días.
- No os molestéis, ya abro yo. – dijo la joven haciendo un gesto con la mano a Mariana y a Clara que se acercaban a la entrada. La muchacha estaba segura de quién estaba al otro lado de la puerta y deseaba ser ella misma quien recibiera al visitante. Al abrir la puerta y verlo al otro lado, se quedó paralizada mirando su rostro.
- ¿Y? ¿Todo bien? ¿Has tenido algún problema? ¿Algún contratiempo? – preguntó la joven. Luis permanecía serio, pero poco a poco su rostro dibujó una sonrisa radiante.
- ¿Alguna vez te he fallado? – dijo golpeándose el pecho justo a la altura del bolsillo interior de su chaqueta.
- Eres maravilloso, te quiero, te quiero, te quiero, te quiero… - comenzó a gritar ella mientras daba un paso adelante, salía al exterior y le echaba los brazos al cuello al muchacho. Luis la tomó de la cintura y comenzó a girar sobre sí mismo manteniéndola muy pegada a él. Tras dar cuatro o cinco vueltas, el hombre se detuvo. Sentía cómo su amiga lo besaba efusivamente en las mejillas y no quería dar qué hablar a los vecinos. Si estos ya estaban suficientemente escandalizados por ver cómo besaba a su legítima esposa, no quería ni imaginar que pensarían si también lo veían en semejante tesitura con su querida amiga.
- Anda, vamos adentro, - dijo él besándola en la frente y separándola de su cuerpo – o todo el vecindario va a hablar de nosotros peor de lo que ya lo hace.
- Me da igual, - dijo riendo plenamente feliz - no me importa lo más mínimo lo que digan de mí… o claro, perdona. – Natalia cambio el tono al instante, una cosa era que a ella le importara o no lo que hablaran de su persona y otra muy distinta arrastrar a otros en las maledicencias de la gente; no se había parado a pensar en Nieves o en Luis o incluso en la pequeña Valeria… estaba demasiado emocionada para pensar en nadie más, para reparar en las consecuencias de aquel abrazo y aquellos besos – Lo siento – dijo al darse cuenta.
- Tonta, ¿crees que me importa lo que digan unas viejas cotorras? – Luis le acarició la mejilla con ternura y abrazados entraron en el hall de la casa cerrando la puerta a sus espaldas – Pero mejor si entramos, se está levantando viento y no me gustan esas nubes que se acercan por el mar. - Veo que ya está todo listo. – comentó Luis al ver la gran cantidad de maletas y bolsas que había junto a una de las paredes. - ¿Y si no hubiese conseguido los billetes? – se atrevió a preguntar.
- ¿Alguna vez me has fallado? – preguntó ella a su vez riendo.
- Jamás se me ocurriría fallarte. - dijo él estrechando aún más su abrazo.
#1351
06/05/2013 20:53
No mucho Roberta
no vamos de viaje.................
gracias
no vamos de viaje.................
gracias
#1352
07/05/2013 15:20
¿No vamos de viaje?
¿por qué?
¿por qué?
#1353
07/05/2013 19:11
Mariana y Clara miraban hacia la calle a través de una de las ventanas mientras cuchicheaban.
- ¿Qué es lo que estáis mirando? – preguntó Natalia aún abrazada a Luis. Las dos mujeres se miraron y Mariana, con un gesto, animó a Clara a contestar. La joven sirvienta caminó unos pasos hacia delante, acercándose a su señorita y alejándose de la ventana, Mariana caminó tras ella, situándose un par de pasos por detrás.
- Mirábamos a ese hombre. – respondió la sirvienta en voz baja, con una mezcla de timidez y miedo.
- ¿Qué hombre? – preguntó Luis despreocupado, sin reparar en el tono de la criada, seguro de que la joven Clara tenía algún enamorado que la pretendía.
- Un hombre desconocido que lleva varios días rondando la casa. – dijo Clara de carrerilla. Luis cambió el gesto de su cara, no le gustaba nada la idea de que un hombre vigilase la casa; a pesar de que Natalia era capaz de enfrentarse a cualquiera, aquella casa tan solo estaba habitada por mujeres y un viejo empleado. Mariana la animó a que continuara hablando al darle un ligero golpe en el antebrazo – Lo vi por primera vez hace un par de días, cuando fui a la compra. No le di mayor importancia, solo era un hombre que miraba la casa; es lógico, ¡es tan bonita! – Clara, y todos los demás trabajadores de Natalia, estaban muy orgullosos de trabajar para una mujer como ella y de vivir en una casa como aquella. Aunque no fuese suya, aunque tan solo fuesen unos empleados, era todo un privilegio trabajar y vivir allí. – Bueno, a lo que iba, – continuó hablando mientras arrugaba el delantal entre sus manos – lo que me llamó la atención es que cuando volví continuaba en el mismo sitio y eso que había pasado una hora larga. Además, ayer volví a verlo cuando salí a recoger el vestido que la modista tenía preparado para el viaje de la señorita Natalia y en estos momentos también está ahí.
Natalia, desentendiéndose de las personas que la acompañaban, corrió hacia la ventana y, apartando las cortinas de un manotazo, comenzó a escudriñar el exterior. Sus acompañantes estaban intrigados ante aquella reacción; Natalia, por lo general, mantenía la calma en cualquier situación. Semanas antes, durante el nacimiento de David, habían tenido una buena prueba de ello, pero en aquellos momentos estaba muy nerviosa. Era lógico pensar que estuviera atemorizada, nerviosa ante la idea de que un desconocido estuviera controlando los movimientos de los habitantes de aquella casa, pero su actitud no era la de temor ante su seguridad.
- ¿Dónde está? – su voz era una mezcla de ilusión, miedo y angustia – No lo veo, ¿dónde está?
- Ahí, al otro lado de la calle. – dijo Clara acercándose a la ventana y retirando las cortinas con la mano – Ahí. – señaló con el dedo – ¡No está! ¡Ya no está! Hace un momento estaba ahí, es cierto, lo he visto, lo juro. – Clara estaba segura de haberlo visto y quería convencer a Natalia de que no mentía, de que no se había equivocado.
Natalia, mientras tanto, seguía mirando hacia el exterior, pero allí no había nadie. Se acercó corriendo a la puerta y la abrió, asomándose al mismo lugar donde instantes antes había abrazado a Luis con tanto cariño.
- ¿Qué es lo que estáis mirando? – preguntó Natalia aún abrazada a Luis. Las dos mujeres se miraron y Mariana, con un gesto, animó a Clara a contestar. La joven sirvienta caminó unos pasos hacia delante, acercándose a su señorita y alejándose de la ventana, Mariana caminó tras ella, situándose un par de pasos por detrás.
- Mirábamos a ese hombre. – respondió la sirvienta en voz baja, con una mezcla de timidez y miedo.
- ¿Qué hombre? – preguntó Luis despreocupado, sin reparar en el tono de la criada, seguro de que la joven Clara tenía algún enamorado que la pretendía.
- Un hombre desconocido que lleva varios días rondando la casa. – dijo Clara de carrerilla. Luis cambió el gesto de su cara, no le gustaba nada la idea de que un hombre vigilase la casa; a pesar de que Natalia era capaz de enfrentarse a cualquiera, aquella casa tan solo estaba habitada por mujeres y un viejo empleado. Mariana la animó a que continuara hablando al darle un ligero golpe en el antebrazo – Lo vi por primera vez hace un par de días, cuando fui a la compra. No le di mayor importancia, solo era un hombre que miraba la casa; es lógico, ¡es tan bonita! – Clara, y todos los demás trabajadores de Natalia, estaban muy orgullosos de trabajar para una mujer como ella y de vivir en una casa como aquella. Aunque no fuese suya, aunque tan solo fuesen unos empleados, era todo un privilegio trabajar y vivir allí. – Bueno, a lo que iba, – continuó hablando mientras arrugaba el delantal entre sus manos – lo que me llamó la atención es que cuando volví continuaba en el mismo sitio y eso que había pasado una hora larga. Además, ayer volví a verlo cuando salí a recoger el vestido que la modista tenía preparado para el viaje de la señorita Natalia y en estos momentos también está ahí.
Natalia, desentendiéndose de las personas que la acompañaban, corrió hacia la ventana y, apartando las cortinas de un manotazo, comenzó a escudriñar el exterior. Sus acompañantes estaban intrigados ante aquella reacción; Natalia, por lo general, mantenía la calma en cualquier situación. Semanas antes, durante el nacimiento de David, habían tenido una buena prueba de ello, pero en aquellos momentos estaba muy nerviosa. Era lógico pensar que estuviera atemorizada, nerviosa ante la idea de que un desconocido estuviera controlando los movimientos de los habitantes de aquella casa, pero su actitud no era la de temor ante su seguridad.
- ¿Dónde está? – su voz era una mezcla de ilusión, miedo y angustia – No lo veo, ¿dónde está?
- Ahí, al otro lado de la calle. – dijo Clara acercándose a la ventana y retirando las cortinas con la mano – Ahí. – señaló con el dedo – ¡No está! ¡Ya no está! Hace un momento estaba ahí, es cierto, lo he visto, lo juro. – Clara estaba segura de haberlo visto y quería convencer a Natalia de que no mentía, de que no se había equivocado.
Natalia, mientras tanto, seguía mirando hacia el exterior, pero allí no había nadie. Se acercó corriendo a la puerta y la abrió, asomándose al mismo lugar donde instantes antes había abrazado a Luis con tanto cariño.
#1354
07/05/2013 21:07
Roberta al teclado ultimamente la S no le sale
y no me di cuenta
de que SI nos vamos de viaje
ROBERTA quien es ese hombre???????????????que me mira y me ................
y no me di cuenta
de que SI nos vamos de viaje
ROBERTA quien es ese hombre???????????????que me mira y me ................
#1355
09/05/2013 19:50
No sé.... ¿tú quien crees que pueda ser?
_________________________________________________________________
- Natalia, vuelve adentro, va a empezar a llover. – Luis salió tras ella, la tomó de un brazo y, sujetándola también de la cintura, la arrastró hacia el interior. Natalia deseaba quedarse fuera, buscando al desconocido con la mirada, pero el aturdimiento que la invadía no le permitía enfrentarse a los deseos de su amigo – Clara, - continuó diciendo Luis, tratando de poner un poco de cordura - ¿te has fijado en cómo es ese hombre?
- Pues, no sé, un hombre… – comenzó a decir dubitativa
- Por favor, – suplicó Natalia al borde de las lágrimas. La joven se soltó del abrazo de Luis y caminó hacia Clara, tomó sus manos entre las de ella y la miró a los ojos. Su corazón le decía de quién se trataba, pero necesitaba oírselo decir a alguien más – por favor, Clara, dime lo que recuerdes.
- Es…, - la muchacha comenzó a recordar – es algo más alto de lo normal, joven, tendrá alrededor de treinta años, moreno, cabello rizado, lleva barba y su ropa… no sé, no llamaba en absoluto la atención, era una ropa normal, sencilla pero cuidada. – Clara se esforzaba en recordar detalles, algo que pudiera servirle a su ama, pero en realidad era un joven que no destacaba demasiado.
- ¿Crees que es él? – preguntó Luis colocándose al lado de Natalia.
- No, no lo creo, estoy segura de ello. Es él, ha de ser él. – respondió Natalia al borde de las lágrimas. – Pero, ¿dónde está? ¿Dónde se ha metido? ¿Por qué se ha ido? – Natalia se apoyó en Luis, angustiada, colocando las manos en su pecho. De pronto se dio cuenta de la escena que habían protagonizado segundos antes, ella abrazada a él mientras repetía varias veces que le quería. – Nos ha visto. Luis, nos ha visto cuando te abrazaba y… ¡Oh, Dios mío, no! – estaba tan angustiada que ni siquiera podía llorar, respiraba entrecortadamente y su cabeza daba mil vueltas, tratando de hacerse a la idea de lo que acababa de ocurrir.
__________________________________________________________________
Siento que haya sido tan poquito, pero estoy muy liada. A ver si el fin de semana puedo poner en palabras lo que tengo en la cabecita.
_________________________________________________________________
- Natalia, vuelve adentro, va a empezar a llover. – Luis salió tras ella, la tomó de un brazo y, sujetándola también de la cintura, la arrastró hacia el interior. Natalia deseaba quedarse fuera, buscando al desconocido con la mirada, pero el aturdimiento que la invadía no le permitía enfrentarse a los deseos de su amigo – Clara, - continuó diciendo Luis, tratando de poner un poco de cordura - ¿te has fijado en cómo es ese hombre?
- Pues, no sé, un hombre… – comenzó a decir dubitativa
- Por favor, – suplicó Natalia al borde de las lágrimas. La joven se soltó del abrazo de Luis y caminó hacia Clara, tomó sus manos entre las de ella y la miró a los ojos. Su corazón le decía de quién se trataba, pero necesitaba oírselo decir a alguien más – por favor, Clara, dime lo que recuerdes.
- Es…, - la muchacha comenzó a recordar – es algo más alto de lo normal, joven, tendrá alrededor de treinta años, moreno, cabello rizado, lleva barba y su ropa… no sé, no llamaba en absoluto la atención, era una ropa normal, sencilla pero cuidada. – Clara se esforzaba en recordar detalles, algo que pudiera servirle a su ama, pero en realidad era un joven que no destacaba demasiado.
- ¿Crees que es él? – preguntó Luis colocándose al lado de Natalia.
- No, no lo creo, estoy segura de ello. Es él, ha de ser él. – respondió Natalia al borde de las lágrimas. – Pero, ¿dónde está? ¿Dónde se ha metido? ¿Por qué se ha ido? – Natalia se apoyó en Luis, angustiada, colocando las manos en su pecho. De pronto se dio cuenta de la escena que habían protagonizado segundos antes, ella abrazada a él mientras repetía varias veces que le quería. – Nos ha visto. Luis, nos ha visto cuando te abrazaba y… ¡Oh, Dios mío, no! – estaba tan angustiada que ni siquiera podía llorar, respiraba entrecortadamente y su cabeza daba mil vueltas, tratando de hacerse a la idea de lo que acababa de ocurrir.
__________________________________________________________________
Siento que haya sido tan poquito, pero estoy muy liada. A ver si el fin de semana puedo poner en palabras lo que tengo en la cabecita.
#1356
10/05/2013 10:46
Roberta Gracias¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡
Roberta
que sea elllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllll¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡
ROBERTO
si ha visto la escena entre Natalia y luis
pues ha pensado........................ lo que Natalia supone
Roberta gracia por el esfuerzo
buen fin de semana
y esperando leer
cuando puedas
que expreses con palabras lo que tu cabecita esta pensando
Roberta
que sea elllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllllll¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡
ROBERTO
si ha visto la escena entre Natalia y luis
pues ha pensado........................ lo que Natalia supone
Roberta gracia por el esfuerzo
buen fin de semana
y esperando leer
cuando puedas
que expreses con palabras lo que tu cabecita esta pensando
#1357
11/05/2013 19:31
- Tranquilízate, - Luis atrajo a su amiga contra su cuerpo, tratando de tranquilizarla, acariciando su espalda con una mano mientras que la otra descansaba sobre su cabello - saldremos a buscarle. Vosotras tres lo conocéis y yo me arreglaré con la descripción que Clara nos ha dado. ¿De acuerdo? – todas asintieron. – Ya verás, en pocos minutos volveréis a estar juntos. – dijo Luis abrazando a Natalia.
- ¿Tú crees? – Natalia buscaba en la mirada de su amigo la tranquilidad que a ella le faltaba.
- Te lo aseguro… y yo nunca te he mentido, ¿no es así? – preguntó Luis sonriente. Natalia negó con la cabeza y se abrazó de nuevo a su amigo, enterrando la cara en su chaqueta.
Mariana y Clara harían cualquier cosa por Natalia, incluso perseguir a un desconocido cuya sola presencia las había asustado hasta pocos minutos antes. Salieron los cuatro de la casa y descendieron las escaleras que atravesaban el jardín delantero y conducían hasta la calle.
- Nos separaremos en cuatro direcciones; – comenzó a decir Luis, el hombre estaba tranquilo, sereno, era la cordura que necesitaban en aquel momento – no puede haber ido muy lejos no le ha dado tiempo y nosotros jugamos con la ventaja de conocer la zona. Preguntaremos a cualquier conocido que nos encontremos y en cuanto sepamos algo volveremos a casa, ¿de acuerdo? – las tres mujeres asintieron – Entonces vamos allá.
Las tres obedecieron ciegamente las indicaciones de Luis; Mariana y Clara porque querían ayudar, de la forma que fuera, a su señorita, y Natalia porque estaba tan conmocionada que no podía pensar por sí misma. Las dos empleadas comenzaron a buscar entre calles, preguntando a todos los conocidos con los que se encontraban si habían visto a cualquiera que encajase en la descripción que ellas facilitaban, pero nadie supo darles noticias. Caminaron y callejearon durante al menos durante una hora antes de volver a la casa, pensando con desesperación y deseando que si ellas no habían conseguido nada era porque Luis o su señorita habían tenido mejor suerte. Luis y Natalia siguieron la línea de la costa, el uno hacia la derecha y la otra hacia la izquierda. Luis era quien más complicado lo tenía, no había visto nunca al hombre al que buscaba, tan solo se guiaba por la descripción de Clara, ni siquiera Natalia le había contado claramente cómo era y los recortes de los periódicos que había guardado no incluían fotografías; pero no importaba, lo encontraría aunque tuviese que remover cielo y tierra. Cualquier cosa con tal de ver a Natalia feliz de nuevo, cualquier cosa con tal de desterrar el dolor de su vida de una vez por todas, pero ¿dónde podía haberse metido aquel hombre? Aunque, de cualquier modo, Luis no podía evitar pensar en si la presencia de Roberto, pues todos pensaban que fuera él, fuera beneficiosa para Natalia. ¿Y si él no quería saber nada de ella… ni de su hijo? Luis agitó la cabeza, tratando de desterrar aquellos pensamientos de su mente. Al menos, si él estaba allí, Natalia no tendría que viajar y se enfrentaría a su respuesta en su casa, rodeada de sus amigos, quienes no la abandonarían pasara lo que pasara.
_________________________________________________________________
¿Qué pensais que ocurrirá?
- ¿Tú crees? – Natalia buscaba en la mirada de su amigo la tranquilidad que a ella le faltaba.
- Te lo aseguro… y yo nunca te he mentido, ¿no es así? – preguntó Luis sonriente. Natalia negó con la cabeza y se abrazó de nuevo a su amigo, enterrando la cara en su chaqueta.
Mariana y Clara harían cualquier cosa por Natalia, incluso perseguir a un desconocido cuya sola presencia las había asustado hasta pocos minutos antes. Salieron los cuatro de la casa y descendieron las escaleras que atravesaban el jardín delantero y conducían hasta la calle.
- Nos separaremos en cuatro direcciones; – comenzó a decir Luis, el hombre estaba tranquilo, sereno, era la cordura que necesitaban en aquel momento – no puede haber ido muy lejos no le ha dado tiempo y nosotros jugamos con la ventaja de conocer la zona. Preguntaremos a cualquier conocido que nos encontremos y en cuanto sepamos algo volveremos a casa, ¿de acuerdo? – las tres mujeres asintieron – Entonces vamos allá.
Las tres obedecieron ciegamente las indicaciones de Luis; Mariana y Clara porque querían ayudar, de la forma que fuera, a su señorita, y Natalia porque estaba tan conmocionada que no podía pensar por sí misma. Las dos empleadas comenzaron a buscar entre calles, preguntando a todos los conocidos con los que se encontraban si habían visto a cualquiera que encajase en la descripción que ellas facilitaban, pero nadie supo darles noticias. Caminaron y callejearon durante al menos durante una hora antes de volver a la casa, pensando con desesperación y deseando que si ellas no habían conseguido nada era porque Luis o su señorita habían tenido mejor suerte. Luis y Natalia siguieron la línea de la costa, el uno hacia la derecha y la otra hacia la izquierda. Luis era quien más complicado lo tenía, no había visto nunca al hombre al que buscaba, tan solo se guiaba por la descripción de Clara, ni siquiera Natalia le había contado claramente cómo era y los recortes de los periódicos que había guardado no incluían fotografías; pero no importaba, lo encontraría aunque tuviese que remover cielo y tierra. Cualquier cosa con tal de ver a Natalia feliz de nuevo, cualquier cosa con tal de desterrar el dolor de su vida de una vez por todas, pero ¿dónde podía haberse metido aquel hombre? Aunque, de cualquier modo, Luis no podía evitar pensar en si la presencia de Roberto, pues todos pensaban que fuera él, fuera beneficiosa para Natalia. ¿Y si él no quería saber nada de ella… ni de su hijo? Luis agitó la cabeza, tratando de desterrar aquellos pensamientos de su mente. Al menos, si él estaba allí, Natalia no tendría que viajar y se enfrentaría a su respuesta en su casa, rodeada de sus amigos, quienes no la abandonarían pasara lo que pasara.
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¿Qué pensais que ocurrirá?
#1358
11/05/2013 20:13
A veces dan ganas de sentarse, cruzarse de brazos y piernas y decir "¡Hombres! ¿Quien los entiende?" Muy buena historia, saludos.
#1359
12/05/2013 20:33
Natalia se quedó paralizada, ¿y si no lo encontraba?, o lo que era peor, ¿y si lo encontraba y él no quería saber nada de ella?, ¿qué es lo que haría si de nuevo la despreciaba? La muchacha comenzó a caminar por el paseo, a paso rápido, la gente que la conocía la saludaba educadamente pero ella apenas se daba cuenta de los gestos de cortesía y tan solo correspondía con leves movimientos de cabeza mientras continuaba su búsqueda. Llevaba ya varios minutos caminando, él no podía haberse alejado tanto, ella conocía perfectamente aquellas calles y no era posible que la hubiera sacado tanta ventaja. Tal vez hubiera caminado en otra dirección o quizá hubiera tomado un carruaje: si así fuera estaría ya lejos, muy lejos de ella… y para siempre. Estaba segura de que si Roberto la había visto abrazar a Luis, éste se habría alejado pensando que entre ella y su amigo había mucho más que una simple amistad. ¿Por qué se comportaba siempre sin pensar n las consecuencias? ¿Por qué había abrazado a su amigo sin pensar en que alguien pudiera verlos y malinterpretar la situación? Natalia continuó caminando a paso rápido, cada vez más consciente de que podía estar soñando con una ilusión, cuando ya estaba apunto de volverse y desandar el camino hasta su hogar reparó en un hombre. ¡Allí estaba! ¡Por fin lo había encontrado! Al parecer había sido más sencillo de lo que ella se pensaba. El hombre caminaba en la misma dirección que ella, varias decenas de metros por delante, cabizbajo y con las manos en los bolsillos. Natalia aceleró el paso, no quería perderlo de vista, no quería que se perdiese entre la gente antes de poder hablar con él. Sin darse cuenta, la joven había echado a correr y, en su carrera, trataba de esquivar a los transeúntes, aunque no era posible en todos los casos y tropezaba con algunos de ellos. Natalia mantenía la vista fija en la espalda de aquel hombre, no quería perderlo de vista, no podía perderlo de nuevo.
#1360
12/05/2013 21:08
Por favor ROberta que sea ROBERTO¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡
por favor
que no sea un sueño por favor
por que roberto estaba en madrid de mitin no??????????????????????????
por favor
que no sea un sueño por favor
por que roberto estaba en madrid de mitin no??????????????????????????