Foro Bandolera
Como no me gusta la historia... voy y la cambio (Natalia y Roberto)
#0
27/04/2011 20:02
Como estoy bastante aburrida de que me tengan a Roberto entre rejas, aunque sean las rejas de cartón piedra del cuartel de Arazana, y de que nadie (excepto San Miguel) intente hacer nada... pues voy y lo saco yo misma.
Y como la historia parece que va dos pasitos pa´lante y tres pa´trás, pues voy y la cambio a mi gusto.
Y como a mi el que me gusta es el Rober... pues también cambio la historia.
Creo que me he metio en un ebolao del que no voy a saber salir pero bueno, todo sea por dar ideas a los guionistas de nuestros amores. Ya me direis...
_____________________________________________________________________________
Capítulo 1
Parecía un sitio tranquilo, alejado del camino, seguro que por allí no pasaba gente con regularidad. La hierba que tapizaba la orilla del río era alta y estaba sin pisar así que decidió desmontar y descansar unos minutos.
- No puedo estar ya muy lejos de ese maldito pueblo. ¿Es que no había un lugar más perdido donde esconderte Sara?- dijo en voz alta mientras ataba el caballo a uno de los árboles que extendían sus ramas sobre el agua.
Mientras estiraba los músculos, agarrotados después de tan larga jornada a caballo, vio su reflejo en el remanso que el río formaba a pocos metros de allí. Miró hacia ambos lados y, al no ver a nadie y comprobar que el caballo se alimentaba tranquilamente, sonrió y comenzó a despojarse de sus vestimentas hasta quedar en ropa interior. Se adentró en el agua hasta que ésta le llegó hasta la cintura, entonces extendió los brazos y se dejó caer hacia atrás. Movía los brazos y las piernas lo indispensable para no alejarse demasiado de la orilla y mantenerse a flote, sintiendo cómo la corriente masajeaba su cuerpo. Sabía que la ropa que aún llevaba puesta, al mojarse, dejaría al descubierto las formas de su cuerpo, pero le daba igual, además, sería demasiada casualidad que alguien pasara por allí en ese momento.
Y como la historia parece que va dos pasitos pa´lante y tres pa´trás, pues voy y la cambio a mi gusto.
Y como a mi el que me gusta es el Rober... pues también cambio la historia.
Creo que me he metio en un ebolao del que no voy a saber salir pero bueno, todo sea por dar ideas a los guionistas de nuestros amores. Ya me direis...
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Capítulo 1
Parecía un sitio tranquilo, alejado del camino, seguro que por allí no pasaba gente con regularidad. La hierba que tapizaba la orilla del río era alta y estaba sin pisar así que decidió desmontar y descansar unos minutos.
- No puedo estar ya muy lejos de ese maldito pueblo. ¿Es que no había un lugar más perdido donde esconderte Sara?- dijo en voz alta mientras ataba el caballo a uno de los árboles que extendían sus ramas sobre el agua.
Mientras estiraba los músculos, agarrotados después de tan larga jornada a caballo, vio su reflejo en el remanso que el río formaba a pocos metros de allí. Miró hacia ambos lados y, al no ver a nadie y comprobar que el caballo se alimentaba tranquilamente, sonrió y comenzó a despojarse de sus vestimentas hasta quedar en ropa interior. Se adentró en el agua hasta que ésta le llegó hasta la cintura, entonces extendió los brazos y se dejó caer hacia atrás. Movía los brazos y las piernas lo indispensable para no alejarse demasiado de la orilla y mantenerse a flote, sintiendo cómo la corriente masajeaba su cuerpo. Sabía que la ropa que aún llevaba puesta, al mojarse, dejaría al descubierto las formas de su cuerpo, pero le daba igual, además, sería demasiada casualidad que alguien pasara por allí en ese momento.
#1281
25/03/2013 19:49
Gracias a vosotras
__________________________________________________________________
Capítulo 146
- Miguel, Miguel… no había caído en avisar a Natalia… - Sara caminaba presurosa hacia la imprenta tomada de la mano de su prometido. El amor entre ellos era tan fuerte que Miguel había puesto a Sara por delante de sus convicciones y lealtad al cuerpo de la Guardia Civil, Sara temía que algún día llegara a reprochárselo, pero juntos encontrarían una solución; lo único que la joven sabía con seguridad es que no concebía el futuro sin Miguel a su lado.
- Tranquilízate… no ganas nada con angustiarte de ese modo… - Miguel seguía a la joven a paso rápido.
- Dí por sentado que estaba de viaje en Inglaterra… así lo supuse tras leer la carta que recibimos tras su marcha… - Sara luchaba con el nerviosismo y las prisas mientras trataba de introducir la llave en la cerradura de la puerta del establecimiento. Miguel, tomó las llaves de la mano de la joven y se dispuso a abrir él la puerta – Gracias.
- Tranquilízate, ya estamos aquí, ya puedes enviarle todos los telegramas que quieras… - dijo el muchacho abriéndole paso – De cualquier modo, como bien dices, Natalia estaba de viaje y tan solo ahora, a su vuelta, podría haberse enterado de la noticia.
- Pero tampoco le dije nada cuando recibí su telegrama… - Sara ya estaba tras el mostrador, buscando un pedazo de papel donde redactar el mensaje que más tarde transmitiría.
- Bueno… el futuro de nuestra relación no estaba muy claro en aquel entonces. – dijo Miguel recordando el disgusto que tuvieron.
- ¿Se puede pasar? – Ángel asomó la cabeza por la puerta del establecimiento.
- Claro, adelante, a ver si entre los dos conseguimos calmarla un poco. – respondió Miguel.
- ¿Cómo es que no estás con las señoritas? – preguntó Sara al verlo pasar - ¿Y qué es eso que llevas ahí?
- Han ido a rezar el rosario… tengo aproximadamente media hora libre. – el antiguo bandolero aprovechaba cualquier oportunidad para pasar el mayor tiempo posible con Eugenia, pero ponerse a rezar el rosario era demasiado sacrificio – Me he encontrado ahí fuera con el responsable del telégrafo de Villareja y me ha entregado esto para ti.
En realidad, el joven había salido al paso del visitante y se había ofrecido a entregar el correo; Ángel recordaba lo que le había dicho a Natalia, que si necesitaba ponerse en contacto con él, recurriese a la oficina de correos de Villareja. Dudaba que la muchacha lo hiciera, pero por si acaso se mantendría atento al correo.
- Gracias, - dijo Sara sin prestarle demasiada atención – déjalo ahí. Luego lo revisaré.
- ¿Luego? – preguntaron los hombres al unísono
- Sara, tal vez haya algo importante. – replicó Miguel mirando a Ángel.
- Puede esperar unos minutos, - contestó Sara – no tardaré nada en enviarle a Natalia un telegrama.
- Nunca habías antepuesto tu vida privada al trabajo… - comentó su novio.
- Además ella está… estará bien. – Ángel consiguió rectificar antes de que ninguno de sus acompañantes se diera cuenta.
- ¿Tu crees? – Sara se sentía culpable al dejar de lado sus obligaciones laborales, pero necesitaba ponerse en contacto con su prima lo antes posible.
- Por supuesto, si estaba de viaje por ahí… - explicó el antiguo bandolero – Por cierto… menuda casa… - comentó asombrado.
- Y eso que solo pudiste verla por fuera. – dijo Sara tomando el paquete de cartas que Ángel le tendía. La conversación había conseguido atraparla, tal vez porque trataba sobre Natalia.
- ¿Tan grande es? – preguntó Miguel. Sabía que tanto Sara como Natalia eran mujeres ricas, pero nunca se había parado a pensar hasta que punto.
- Más grande que este pueblo. – respondió el antiguo bandolero.
- No exageres. – comentó Sara divertida.
- No exagero… - se defendió él – No había visto una casa tan grande en toda mi vida… ¿Y es toda para ella?
- Sí, - dijo Sara con tristeza – vive sola, Natalia no tiene a nadie. - Ángel sonrió, él sabía que aquello no era así. Había conocido a los Larrínaga, que cuidaban de Natalia y se preocupaban por ella y había visto la protección que ejercían los empleados con su ama, pero sobre todo pensó en el bebé que seguramente ya hubiera nacido. Natalia ya no volvería a estar sola y aquella gran casa pronto se llenaría de juegos y risas infantiles.
- ¿Tan grande es? – continuaba preguntando Miguel.
- Es grande, sí. – admitió Sara – Pero no la más grande que yo haya visto.
- ¿Cómo de grande? – preguntó intrigado. Quería saber lo que era grande para una joven de la alta sociedad.
- La casa de Natalia tendrá… dieciocho o veinte dormitorios… - enumeró Sara - además de varios salones, despachos, biblioteca, salón de juego, creo que tres comedores…y…
- ¿Y? ¿Aún hay más?
- Bueno… todas las dependencias de la servidumbre…
- Y un jardín en el que podría apacentarse un rebaño de ovejas de muy grande… - terminó Ángel.
- ¿Y dices que no es la más grande que has visto?
- No. En Inglaterra he visto casas aún mayores. – lo que Sara no quería decirles es que algunas de aquellas enormes casas eran propiedad de ellas.
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Capítulo 146
- Miguel, Miguel… no había caído en avisar a Natalia… - Sara caminaba presurosa hacia la imprenta tomada de la mano de su prometido. El amor entre ellos era tan fuerte que Miguel había puesto a Sara por delante de sus convicciones y lealtad al cuerpo de la Guardia Civil, Sara temía que algún día llegara a reprochárselo, pero juntos encontrarían una solución; lo único que la joven sabía con seguridad es que no concebía el futuro sin Miguel a su lado.
- Tranquilízate… no ganas nada con angustiarte de ese modo… - Miguel seguía a la joven a paso rápido.
- Dí por sentado que estaba de viaje en Inglaterra… así lo supuse tras leer la carta que recibimos tras su marcha… - Sara luchaba con el nerviosismo y las prisas mientras trataba de introducir la llave en la cerradura de la puerta del establecimiento. Miguel, tomó las llaves de la mano de la joven y se dispuso a abrir él la puerta – Gracias.
- Tranquilízate, ya estamos aquí, ya puedes enviarle todos los telegramas que quieras… - dijo el muchacho abriéndole paso – De cualquier modo, como bien dices, Natalia estaba de viaje y tan solo ahora, a su vuelta, podría haberse enterado de la noticia.
- Pero tampoco le dije nada cuando recibí su telegrama… - Sara ya estaba tras el mostrador, buscando un pedazo de papel donde redactar el mensaje que más tarde transmitiría.
- Bueno… el futuro de nuestra relación no estaba muy claro en aquel entonces. – dijo Miguel recordando el disgusto que tuvieron.
- ¿Se puede pasar? – Ángel asomó la cabeza por la puerta del establecimiento.
- Claro, adelante, a ver si entre los dos conseguimos calmarla un poco. – respondió Miguel.
- ¿Cómo es que no estás con las señoritas? – preguntó Sara al verlo pasar - ¿Y qué es eso que llevas ahí?
- Han ido a rezar el rosario… tengo aproximadamente media hora libre. – el antiguo bandolero aprovechaba cualquier oportunidad para pasar el mayor tiempo posible con Eugenia, pero ponerse a rezar el rosario era demasiado sacrificio – Me he encontrado ahí fuera con el responsable del telégrafo de Villareja y me ha entregado esto para ti.
En realidad, el joven había salido al paso del visitante y se había ofrecido a entregar el correo; Ángel recordaba lo que le había dicho a Natalia, que si necesitaba ponerse en contacto con él, recurriese a la oficina de correos de Villareja. Dudaba que la muchacha lo hiciera, pero por si acaso se mantendría atento al correo.
- Gracias, - dijo Sara sin prestarle demasiada atención – déjalo ahí. Luego lo revisaré.
- ¿Luego? – preguntaron los hombres al unísono
- Sara, tal vez haya algo importante. – replicó Miguel mirando a Ángel.
- Puede esperar unos minutos, - contestó Sara – no tardaré nada en enviarle a Natalia un telegrama.
- Nunca habías antepuesto tu vida privada al trabajo… - comentó su novio.
- Además ella está… estará bien. – Ángel consiguió rectificar antes de que ninguno de sus acompañantes se diera cuenta.
- ¿Tu crees? – Sara se sentía culpable al dejar de lado sus obligaciones laborales, pero necesitaba ponerse en contacto con su prima lo antes posible.
- Por supuesto, si estaba de viaje por ahí… - explicó el antiguo bandolero – Por cierto… menuda casa… - comentó asombrado.
- Y eso que solo pudiste verla por fuera. – dijo Sara tomando el paquete de cartas que Ángel le tendía. La conversación había conseguido atraparla, tal vez porque trataba sobre Natalia.
- ¿Tan grande es? – preguntó Miguel. Sabía que tanto Sara como Natalia eran mujeres ricas, pero nunca se había parado a pensar hasta que punto.
- Más grande que este pueblo. – respondió el antiguo bandolero.
- No exageres. – comentó Sara divertida.
- No exagero… - se defendió él – No había visto una casa tan grande en toda mi vida… ¿Y es toda para ella?
- Sí, - dijo Sara con tristeza – vive sola, Natalia no tiene a nadie. - Ángel sonrió, él sabía que aquello no era así. Había conocido a los Larrínaga, que cuidaban de Natalia y se preocupaban por ella y había visto la protección que ejercían los empleados con su ama, pero sobre todo pensó en el bebé que seguramente ya hubiera nacido. Natalia ya no volvería a estar sola y aquella gran casa pronto se llenaría de juegos y risas infantiles.
- ¿Tan grande es? – continuaba preguntando Miguel.
- Es grande, sí. – admitió Sara – Pero no la más grande que yo haya visto.
- ¿Cómo de grande? – preguntó intrigado. Quería saber lo que era grande para una joven de la alta sociedad.
- La casa de Natalia tendrá… dieciocho o veinte dormitorios… - enumeró Sara - además de varios salones, despachos, biblioteca, salón de juego, creo que tres comedores…y…
- ¿Y? ¿Aún hay más?
- Bueno… todas las dependencias de la servidumbre…
- Y un jardín en el que podría apacentarse un rebaño de ovejas de muy grande… - terminó Ángel.
- ¿Y dices que no es la más grande que has visto?
- No. En Inglaterra he visto casas aún mayores. – lo que Sara no quería decirles es que algunas de aquellas enormes casas eran propiedad de ellas.
#1282
25/03/2013 21:05
Precioso y perfecto, como siempre. ya he terminado todos los examenes (aunque me vayan a quedar una o dos) y me puedo dedicar completamente a la lectura. Aunque muy a mi pesar no podré leerte hasta el dia 7. Pero intentare buscar un bar con WiFi para poder leer la historia. A ver si se encuentran ya estos dos y se van a vivir a Sevilla (porque fue alli donde empezaron su relaccion) y van los tres a la boda de Sara con el teniente.
#1283
26/03/2013 07:24
Milady.... no seas exagerada, ¿perfecto? Ni mucho menos.
¿Qué es eso de que te han quedado una o dos? Menudo cargo de conciencia para mí.
Disfruta de las vacaciones
¿Qué es eso de que te han quedado una o dos? Menudo cargo de conciencia para mí.
Disfruta de las vacaciones
#1284
26/03/2013 10:51
Que me gusta Roberta
Gracias
Gracias
#1285
26/03/2013 16:02
No soy exagerada, tampoco creo que tu tengas la culpa de que me haya quedado alguna ( aunque tu historia sea perfecta para distraerme, yo me distraigo con una mosca y sin mosca tambien) la distraccion es mi gran virtud (creo que tambien cuenta que el otro dia que fui al medico, el doctor que me atendio se parecia bastante al teniente romero).
#1286
26/03/2013 18:56
Mientras hablaba, Sara había comenzado a clasificar el correo: cartas del obispado para el padre Damián, cartas oficiales para la alcaldía, una para Flor, una para don Abel, otra para Roberto y por último una para ella misma. Al ver el sobre, grueso y de buen papel, Sara se paralizó. La dirección había sido escrita con una fina y elegante letra, con florituras, aunque no demasiadas, curvada hacia la derecha. Era el tipo de letra que las institutrices enseñaban a realizar a las jovencitas de buena familia. Temblando, Sara tomó el sobre en sus manos y le dio la vuelta, buscando el nombre del remitente; al ver lo que estaba escrito, sonrió y con manos temblorosas rasgó el sobre para extraer la carta. Miguel miraba intrigado a su prometida, pensando en qué podía haber llamado tanto su interés; Ángel, sin embargo, estaba seguro que aquella carta era de Natalia, la carta que aseguró escribiría para tranquilizar a su prima. La joven comenzó a leer, olvidándose de que los dos jóvenes no perdían detalle de cada una de sus reacciones; minutos después, al terminar la lectura, volvió a la realidad.
- Es de Natalia. – dio como explicación.
- Lo suponíamos. – contestó Ángel
- ¿Está bien? – preguntó Miguel. Sara, sonriente, asintió con la cabeza, dio la vuelta a la carta en sus manos y buscó el encabezamiento, tras mirar a los jóvenes de nuevo, comenzó a leer.
Queridísima Sara:
¡Qué lastima no haber podido recibir la visita del señor Montoro y la señorita Eugenia! Cuando regresé a mis quehaceres cotidianos, me comunicaron que días antes había estado el señor Guarda solicitando una visita; visita que finalmente no pudo ser a pesar de que envié a buscarlos por todos los hoteles de Bilbao. ¡Me hubiera gustado tanto saber de ti! ¿Miguel ya se ha decidido o voy a tener que ponerme seria con él y preguntarle cuáles son sus intenciones? Sabes que soy perfectamente capaz de hacerlo…
Como te decía, he vuelto a la cotidianidad, he necesitado todo este tiempo para poner en orden mi vida, para pensar, para decidir qué iba a hacer y me he dado cuenta de que aún no estoy muy segura de qué va a ser de mí. ¡Pero, por favor, no te preocupes, estaré bien! Supongo que esto último no te habrá sonado muy creíble… pero es cierto. Me he dado cuenta de que tengo razones por las que seguir adelante con una sonrisa en los labios, no es la primera vez que sufro y tampoco será la última, pero si algo he aprendido es que la vida está hecha de buenos y malos momentos: buenos momentos para disfrutar de ellos y malos momentos para hacernos recordar que la felicidad puede ser efímera, pero existe.
En estos precisos momentos puedo asegurarte, sin ninguna duda, que soy feliz. Sí, soy feliz. Ya sé lo que estás pensando… Natalia se ha enamorado y ve el mundo de color de rosa, por eso está diciendo esto. No, no me he enamorado y la verdad dudo que vuelva a sentir algo así de nuevo. Fue demasiado... intenso, demasiado profundo como para volver siquiera a plantearme nada por el estilo. Pero te repito, no te preocupes por mí, Luis y Nieves cuidan muy bien de mí y el nacimiento de su hija Valeria, mi ahijada, ha dado una nueva perspectiva a mi vida. ¡No puedes imaginarte lo maravilloso que es tener un bebé en brazos! Todo pasa a un segundo plano y las preocupaciones, los miedos, los disgustos toman su verdadera posición… lo más importante es su bienestar, que nada le falte.
De verdad, no te preocupes por mí, estoy bien. Vive y aprovecha cada segundo de tu vida.
Te quiero.
Natalia.
P.D.: Por supuesto no me he olvidado de la gente de Arazana, salúdalos a todos de mi parte.
Mientras Sara leía la carta, Miguel la miraba atentamente, no perdiendo detalle de ninguna de las palabras que salían por la boca de su prometida. Parecía que Natalia se estaba recuperando y, aunque estaba seguro de que había adornado la realidad para no entristecer a Sara, la joven mostraba el ánimo suficiente como para seguir adelante. Sin embargo, los pensamientos de Ángel eran muy diferentes. Él la había visto, había descubierto la realidad y le daba un sentido distinto a cada frase de la carta. Se dio cuenta de que Natalia no había hablado de ningún viaje, tan solo había comentado que se había reincorporado a su vida normal, pero Sara y Miguel habían interpretado lo que ellos habían creído más lógico teniendo en cuenta las anteriores noticias que habían tenido de ella. También interpretó de distinto modo las frases en las que Natalia decía que no volvería a enamorarse, estaba seguro de que lo que en realidad le ocurría era que no había dejado de amar a Roberto en ningún momento y lo del bebé… Estaba seguro de que su hijo ya había nacido y se refería a él, y no a la pequeña de los Larrínaga, cuando hablaba de tener un bebé en brazos. Sonrió pensando en la fortaleza e inteligencia de aquella joven. Había escrito una carta tranquilizadora para su prima, contándole la verdad de su estado pero sin haberle dicho absolutamente nada.
- ¿Lo ves? – preguntó Miguel – Está bien, no tenías porqué preocuparte tanto por ella.
- Aún así… tengo que enviarle este telegrama lo antes posible, ¿crees que vendrá? – preguntó Sara esperanzada.
- No lo sé. – respondió Miguel con sinceridad – Tal vez sea demasiado pronto para enfrentarse a todo.
- Bien, yo ya me voy. Hasta la próxima. – dijo Ángel saliendo de la imprenta. Mientras cruzaba la plaza para dirigirse a la iglesia donde le Margarita y Eugenia le estarían esperando, el joven pensaba en los deseos de Sara de que Natalia asistiera a su matrimonio. No podía dejar de pensar en la reaparición de Natalia en Arazana; allí, de pie en el centro de la plaza, con su hijo recién nacido en los brazos.
- Es de Natalia. – dio como explicación.
- Lo suponíamos. – contestó Ángel
- ¿Está bien? – preguntó Miguel. Sara, sonriente, asintió con la cabeza, dio la vuelta a la carta en sus manos y buscó el encabezamiento, tras mirar a los jóvenes de nuevo, comenzó a leer.
Queridísima Sara:
¡Qué lastima no haber podido recibir la visita del señor Montoro y la señorita Eugenia! Cuando regresé a mis quehaceres cotidianos, me comunicaron que días antes había estado el señor Guarda solicitando una visita; visita que finalmente no pudo ser a pesar de que envié a buscarlos por todos los hoteles de Bilbao. ¡Me hubiera gustado tanto saber de ti! ¿Miguel ya se ha decidido o voy a tener que ponerme seria con él y preguntarle cuáles son sus intenciones? Sabes que soy perfectamente capaz de hacerlo…
Como te decía, he vuelto a la cotidianidad, he necesitado todo este tiempo para poner en orden mi vida, para pensar, para decidir qué iba a hacer y me he dado cuenta de que aún no estoy muy segura de qué va a ser de mí. ¡Pero, por favor, no te preocupes, estaré bien! Supongo que esto último no te habrá sonado muy creíble… pero es cierto. Me he dado cuenta de que tengo razones por las que seguir adelante con una sonrisa en los labios, no es la primera vez que sufro y tampoco será la última, pero si algo he aprendido es que la vida está hecha de buenos y malos momentos: buenos momentos para disfrutar de ellos y malos momentos para hacernos recordar que la felicidad puede ser efímera, pero existe.
En estos precisos momentos puedo asegurarte, sin ninguna duda, que soy feliz. Sí, soy feliz. Ya sé lo que estás pensando… Natalia se ha enamorado y ve el mundo de color de rosa, por eso está diciendo esto. No, no me he enamorado y la verdad dudo que vuelva a sentir algo así de nuevo. Fue demasiado... intenso, demasiado profundo como para volver siquiera a plantearme nada por el estilo. Pero te repito, no te preocupes por mí, Luis y Nieves cuidan muy bien de mí y el nacimiento de su hija Valeria, mi ahijada, ha dado una nueva perspectiva a mi vida. ¡No puedes imaginarte lo maravilloso que es tener un bebé en brazos! Todo pasa a un segundo plano y las preocupaciones, los miedos, los disgustos toman su verdadera posición… lo más importante es su bienestar, que nada le falte.
De verdad, no te preocupes por mí, estoy bien. Vive y aprovecha cada segundo de tu vida.
Te quiero.
Natalia.
P.D.: Por supuesto no me he olvidado de la gente de Arazana, salúdalos a todos de mi parte.
Mientras Sara leía la carta, Miguel la miraba atentamente, no perdiendo detalle de ninguna de las palabras que salían por la boca de su prometida. Parecía que Natalia se estaba recuperando y, aunque estaba seguro de que había adornado la realidad para no entristecer a Sara, la joven mostraba el ánimo suficiente como para seguir adelante. Sin embargo, los pensamientos de Ángel eran muy diferentes. Él la había visto, había descubierto la realidad y le daba un sentido distinto a cada frase de la carta. Se dio cuenta de que Natalia no había hablado de ningún viaje, tan solo había comentado que se había reincorporado a su vida normal, pero Sara y Miguel habían interpretado lo que ellos habían creído más lógico teniendo en cuenta las anteriores noticias que habían tenido de ella. También interpretó de distinto modo las frases en las que Natalia decía que no volvería a enamorarse, estaba seguro de que lo que en realidad le ocurría era que no había dejado de amar a Roberto en ningún momento y lo del bebé… Estaba seguro de que su hijo ya había nacido y se refería a él, y no a la pequeña de los Larrínaga, cuando hablaba de tener un bebé en brazos. Sonrió pensando en la fortaleza e inteligencia de aquella joven. Había escrito una carta tranquilizadora para su prima, contándole la verdad de su estado pero sin haberle dicho absolutamente nada.
- ¿Lo ves? – preguntó Miguel – Está bien, no tenías porqué preocuparte tanto por ella.
- Aún así… tengo que enviarle este telegrama lo antes posible, ¿crees que vendrá? – preguntó Sara esperanzada.
- No lo sé. – respondió Miguel con sinceridad – Tal vez sea demasiado pronto para enfrentarse a todo.
- Bien, yo ya me voy. Hasta la próxima. – dijo Ángel saliendo de la imprenta. Mientras cruzaba la plaza para dirigirse a la iglesia donde le Margarita y Eugenia le estarían esperando, el joven pensaba en los deseos de Sara de que Natalia asistiera a su matrimonio. No podía dejar de pensar en la reaparición de Natalia en Arazana; allí, de pie en el centro de la plaza, con su hijo recién nacido en los brazos.
#1287
27/03/2013 01:15
Me encanta, un saludo.
#1288
27/03/2013 10:59
Gracia Roberta
#1289
27/03/2013 20:38
- ¿Algo más, Mariana? – preguntó Natalia tendiendo unos documentos al ama de llaves.
- No, nada más por ahora. – respondió la mujer.
- De verdad, no entiendo porqué debo aprobar los menús semanales. – protestó la joven.
- Porque eres la señora de la casa y ese es uno de tus deberes. – respondió la mujer mientras caminaba hacia la puerta de entrada.
- Pero Luisa y tú estáis más al tanto de todo y conocéis los gustos de todos… No me entra en la cabeza que sea yo la que tenga que decir lo que se come o no se come aquí. – Natalia seguía refunfuñando mientras Nieves la observaba desde uno de los sofás. La joven estaba al cargo de Valeria y David mientras su amiga terminaba de despachar asuntos de trabajo. Mariana llegó hasta la puerta, la abrió y antes de salir volvió a hablar.
- Como ya te he dicho, es uno de tus deberes como señora de la casa.
- ¿Y qué van a comer cuando yo no esté? ¿Nada? – preguntó dirigiéndose a su amiga.
- Estoy segura de que antes de que te vayas te presentarán un listado de menús para que los apruebes. – respondió Nieves riendo – Es más, seguro que ya lo están preparando.
- Pues pienso contar cuántos menús tengo que aprobar y después estaré fuera una semana más… - comentó traviesa mientras se levantaba de su escritorio y caminaba para reunirse con su amiga.
- No juegues con Mariana… saldrás perdiendo.
- Lo sé. – dijo resignada – Comenzarán de nuevo con los listados aprobados, te preguntarán a ti – comenzó a dar opciones – o incluso puede que me telegrafíen los menús para que dé el visto bueno, ¿te imaginas la cara del telegrafista?
Natalia tomó en brazos a su bebé y se sentó junto a Nieves.
- Ya verás – continuó hablando Natalia a su hijo dormido – cuando empieces a comer, mi vida. Tendrás que elegir entre papilla de verduras, papilla de fruta… todo tipo de papillas. Mariana vendrá a preguntarte qué es lo que te apetece.
- No creo que puedas delegar en él. – comentó Nieves sonriendo – No solo eres la señora de la casa sino también la madre de David, y eso es mucha responsabilidad. Deberás seguir siendo tú quien diga lo que se come en la casa. Lo que se come, la decoración, los muebles que se adquieren…
- ¿Muebles? Que yo sepa todas las habitaciones están amuebladas… - dijo ella asustada.
- Si, pero…
- Pero qué…
- David necesitará su propio dormitorio en poco tiempo… - dijo Nieves – No hicimos nada al respecto durante tu embarazo pero tienes que ocuparte también de eso…
- Bueno, los muebles de cuando yo era pequeña ha de estar por ahí, en algún sitio…
- Por favor, Natalia.- dijo Nieves exasperada – Esos muebles sabe Dios donde estarán, además, seguro que son adecuados para una niña pero no para un niño…
- ¿Qué tiene que ver eso? Un bebé es un bebé. – el sentido práctico de Natalia se imponía en su mente.
- Sí, pero…
- No, nada más por ahora. – respondió la mujer.
- De verdad, no entiendo porqué debo aprobar los menús semanales. – protestó la joven.
- Porque eres la señora de la casa y ese es uno de tus deberes. – respondió la mujer mientras caminaba hacia la puerta de entrada.
- Pero Luisa y tú estáis más al tanto de todo y conocéis los gustos de todos… No me entra en la cabeza que sea yo la que tenga que decir lo que se come o no se come aquí. – Natalia seguía refunfuñando mientras Nieves la observaba desde uno de los sofás. La joven estaba al cargo de Valeria y David mientras su amiga terminaba de despachar asuntos de trabajo. Mariana llegó hasta la puerta, la abrió y antes de salir volvió a hablar.
- Como ya te he dicho, es uno de tus deberes como señora de la casa.
- ¿Y qué van a comer cuando yo no esté? ¿Nada? – preguntó dirigiéndose a su amiga.
- Estoy segura de que antes de que te vayas te presentarán un listado de menús para que los apruebes. – respondió Nieves riendo – Es más, seguro que ya lo están preparando.
- Pues pienso contar cuántos menús tengo que aprobar y después estaré fuera una semana más… - comentó traviesa mientras se levantaba de su escritorio y caminaba para reunirse con su amiga.
- No juegues con Mariana… saldrás perdiendo.
- Lo sé. – dijo resignada – Comenzarán de nuevo con los listados aprobados, te preguntarán a ti – comenzó a dar opciones – o incluso puede que me telegrafíen los menús para que dé el visto bueno, ¿te imaginas la cara del telegrafista?
Natalia tomó en brazos a su bebé y se sentó junto a Nieves.
- Ya verás – continuó hablando Natalia a su hijo dormido – cuando empieces a comer, mi vida. Tendrás que elegir entre papilla de verduras, papilla de fruta… todo tipo de papillas. Mariana vendrá a preguntarte qué es lo que te apetece.
- No creo que puedas delegar en él. – comentó Nieves sonriendo – No solo eres la señora de la casa sino también la madre de David, y eso es mucha responsabilidad. Deberás seguir siendo tú quien diga lo que se come en la casa. Lo que se come, la decoración, los muebles que se adquieren…
- ¿Muebles? Que yo sepa todas las habitaciones están amuebladas… - dijo ella asustada.
- Si, pero…
- Pero qué…
- David necesitará su propio dormitorio en poco tiempo… - dijo Nieves – No hicimos nada al respecto durante tu embarazo pero tienes que ocuparte también de eso…
- Bueno, los muebles de cuando yo era pequeña ha de estar por ahí, en algún sitio…
- Por favor, Natalia.- dijo Nieves exasperada – Esos muebles sabe Dios donde estarán, además, seguro que son adecuados para una niña pero no para un niño…
- ¿Qué tiene que ver eso? Un bebé es un bebé. – el sentido práctico de Natalia se imponía en su mente.
- Sí, pero…
#1290
28/03/2013 13:27
Jajajajajaja, muy bueno Roberta72 ir a la boda seguro que a Roberto le da un patatus y haber como le expica a la familia.
#1291
28/03/2013 16:52
No estaría mal... no estaría nada mal que Natalia apareciese en Arazana, sola, con su hijo en brazos envuelto en un chal, buscando al padre del pequeño...
¡Un momento! Eso ya lo escribieron para Lola y el teniente.....
__________________________________________________________________
- Hola, mamaítas. – Luis abrió la puerta y entró como una exhalación – Mariana me ha dicho que esta…
- ¡Shhhh! Calla. – dijo Nieves haciendo un gesto con la mano – No te imaginas lo que nos ha costado hacer que se durmieran.
- Perdón, perdón, perdón… - Luis se acercó a las mujeres y las besó, a una en los labios y a la otra en la frente y acarició con delicadeza las cabecitas de los bebés. – Si queréis me voy… - dijo fingiendo retirarse.
- Ni lo sueñes, te he echado de menos. – Nieves lo cogió por el borde de la chaqueta y tiró de él hasta hacerlo sentar a su lado.
- Y yo a ti. – Luis se acercó a su esposa y volvió a besarla. A los pocos segundos dejaron de hacerlo, conscientes de que su amiga estaba con ellos y no querían que se sintiera mal.
- Por mí no dejéis de haceros carantoñas. – dijo Natalia sonriente – Que yo no tenga quien me achuche no significa que pretenda que todo el mundo esté igual.
- ¿Achuche? – preguntó Nieves - ¿Qué forma es esa de hablar?
- Me has entendido, ¿no? – respondió su amiga.
- Hay paz, haya paz, tengo besos para todas…
- ¡Como si yo estuviera interesada en tus besos! – replicó Natalia tratando de no reírse - ¡Déjalos todos para tu mujercita!
- Tú te los pierdes. – replicó él pícaro y se acercó de nuevo a su mujer. Pocos segundos más tarde ella volvía a retirarse, sonrojada. – Pero, ¿no decías que me habías echado de menos? – preguntó Luis fingiendo que se había molestado.
- Sí, pero tampoco voy a darte todos los besos seguidos… deja algo para más tarde.
- ¿Has visto? – preguntó Luis mirando directamente a Natalia – Me tiene racionados los besos.
- Bueno, puedes racionarle a ella también los tuyos. – comentó Natalia mientras acunaba a David quien parecía estar despertándose.
- No, no puedo. – respondió él – No soy capaz de estar más de unas pocas horas sin besarla… y ella lo sabe… y se aprovecha de ello.
- No te pongas melodramático. – terminó diciendo Nieves, totalmente avergonzada - ¿Qué haces por aquí a estas horas? Aún es pronto para comer.
- ¿Has visto? – volvió a preguntarle a Natalia ignorando por completo a su esposa – Dice que me echa de menos pero no quiere mis besos ni me quiere a su lado… y me llama glotón.
- No te hagas el mártir, - respondió la dueña de la casa - ambas sabemos que si visitas esta casa con tanta asiduidad no es por nosotras, sino por cierta mujer que se llama Luisa y que ha ganado tu corazón a través de tu estómago.
- ¡Oh! – Luis se cubrió la cara con un brazo y comenzó a realizar aspavientos - ¡Habéis descubierto nuestro secreto! ¡Pero al fin podremos hacer público nuestro amor…!
- ¡Ganso! – replicó Nieves entre risas.
- ¿Ganso? ¿Es eso lo que hay hoy para comer? – preguntó Luis recuperando totalmente la compostura.
¡Un momento! Eso ya lo escribieron para Lola y el teniente.....
__________________________________________________________________
- Hola, mamaítas. – Luis abrió la puerta y entró como una exhalación – Mariana me ha dicho que esta…
- ¡Shhhh! Calla. – dijo Nieves haciendo un gesto con la mano – No te imaginas lo que nos ha costado hacer que se durmieran.
- Perdón, perdón, perdón… - Luis se acercó a las mujeres y las besó, a una en los labios y a la otra en la frente y acarició con delicadeza las cabecitas de los bebés. – Si queréis me voy… - dijo fingiendo retirarse.
- Ni lo sueñes, te he echado de menos. – Nieves lo cogió por el borde de la chaqueta y tiró de él hasta hacerlo sentar a su lado.
- Y yo a ti. – Luis se acercó a su esposa y volvió a besarla. A los pocos segundos dejaron de hacerlo, conscientes de que su amiga estaba con ellos y no querían que se sintiera mal.
- Por mí no dejéis de haceros carantoñas. – dijo Natalia sonriente – Que yo no tenga quien me achuche no significa que pretenda que todo el mundo esté igual.
- ¿Achuche? – preguntó Nieves - ¿Qué forma es esa de hablar?
- Me has entendido, ¿no? – respondió su amiga.
- Hay paz, haya paz, tengo besos para todas…
- ¡Como si yo estuviera interesada en tus besos! – replicó Natalia tratando de no reírse - ¡Déjalos todos para tu mujercita!
- Tú te los pierdes. – replicó él pícaro y se acercó de nuevo a su mujer. Pocos segundos más tarde ella volvía a retirarse, sonrojada. – Pero, ¿no decías que me habías echado de menos? – preguntó Luis fingiendo que se había molestado.
- Sí, pero tampoco voy a darte todos los besos seguidos… deja algo para más tarde.
- ¿Has visto? – preguntó Luis mirando directamente a Natalia – Me tiene racionados los besos.
- Bueno, puedes racionarle a ella también los tuyos. – comentó Natalia mientras acunaba a David quien parecía estar despertándose.
- No, no puedo. – respondió él – No soy capaz de estar más de unas pocas horas sin besarla… y ella lo sabe… y se aprovecha de ello.
- No te pongas melodramático. – terminó diciendo Nieves, totalmente avergonzada - ¿Qué haces por aquí a estas horas? Aún es pronto para comer.
- ¿Has visto? – volvió a preguntarle a Natalia ignorando por completo a su esposa – Dice que me echa de menos pero no quiere mis besos ni me quiere a su lado… y me llama glotón.
- No te hagas el mártir, - respondió la dueña de la casa - ambas sabemos que si visitas esta casa con tanta asiduidad no es por nosotras, sino por cierta mujer que se llama Luisa y que ha ganado tu corazón a través de tu estómago.
- ¡Oh! – Luis se cubrió la cara con un brazo y comenzó a realizar aspavientos - ¡Habéis descubierto nuestro secreto! ¡Pero al fin podremos hacer público nuestro amor…!
- ¡Ganso! – replicó Nieves entre risas.
- ¿Ganso? ¿Es eso lo que hay hoy para comer? – preguntó Luis recuperando totalmente la compostura.
#1292
29/03/2013 20:29
- ¡No puedo contigo! – exclamó Nieves sin dejar de reírse.
- Sí, sí que puedes, anoche lo demostraste con creces… - susurró él al oído de su esposa – Natalia, ¿podrías cuidar de tu ahijada por un ratito? – preguntó mirando de nuevo a su amiga - Creo que voy a demostrarle a mi mujercita que estoy loco por ella.
- Loco por mí hasta que Mariana vuelva avisando de que la mesa está lista.
- Por eso he dicho tan solo un ratito…
- Os he comentado que arriba hay habitaciones a vuestra disposición, ¿verdad? Podéis utilizar la que mejor os parezca. – Natalia se acomodó contra una de las ventanas sin dejar de mirar a la pareja, mientras seguía acunando a su bebé.
- Esta bien… está bien… - Luis se separó finalmente de su esposa y tomó a su hija en brazos, recostándose en su asiento.
- Ahora en serio, Luis. Es pronto para que vengas a almorzar, ¿ha ocurrido algo? – comentó Natalia acercándose.
- No, todo está bien. He aprovechado que todo estaba tranquilo en la oficina – explicó él – para venir antes y… entregarte esto.
Luis movió a su hija con cuidado, lo suficiente como para poder liberar una mano y buscar en el interior de su chaqueta. El joven sacó un papel y se lo tendió a Natalia, ella se acercó despacio, tratando de no despertar a su hijo y tomó el papel de manos de su amigo.
- Es de Sara. – dijo ilusionada al ver el remitente del telegrama.
- Déjame a David. – solicitó Nieves extendiendo los brazos. Natalia entregó a su hijo y abrió el mensaje. Leyó las líneas con rapidez, moviendo los labios, siguiendo las palabras y sonriendo.
- ¡Escuchad! – dijo al matrimonio tras breves segundos y comenzó a leer - Natalia, me caso el veinticinco. ¿Vendrás? Te quiero. Sara.
- Tu prima es muy escueta, ¿no? – preguntó Luis.
- No te burles de ella. – Natalia se sentó entre sus amigos - ¡Bien, ya tengo excusa!
- ¿Excusa? ¿Para qué? ¿A qué te refieres? – preguntó Nieves acunando a David.
- Para ir a Arazana. – dijo Natalia tranquilamente.
- Pero… - tartamudeó Nieves - ¿qué día has dicho?
- El… - Natalia releyó el mensaje – El veinticinco.
- ¿El veinticinco? – dijo su amiga escandalizada – Pero eso son menos de tres semanas…
- ¿Y? – dijo la joven Reeves guardándose el mensaje y tomando a su hijo de nuevo en los brazos.
- Que para estar allí el veinticinco has de salir de aquí como muy tarde el veinte. – Nieves estaba exasperada ante las respuestas de su amiga.
- ¿Y? – volvió a preguntar Natalia.
- Y eso son menos de dos semanas. – terminó Luis.
- Tiempo de sobra para meter cuatro ropas en una maleta y comprar un billete de tren. – afirmó Natalia tranquilamente.
- Pero tu cuerpo no estará aún recuperado. – insistió Nieves.
- Por favor, Nieves. No volvamos a lo mismo. – Natalia no quería discutir con sus amigos, pero estaba decidida a mantenerse firme en su decisión; ni podía ni quería seguir demorando más su vuelta.
- Entonces te acompañaremos. – la voz de Luis se escuchó firme.
- No. - replicó su amiga con tanta firmeza como él había utilizado.
- Pero no puedes ir sola. – exclamó Nieves.
- Nieves… - comentó Natalia exasperada – ya hemos hablado de esto antes. No me vas a hacer cambiar de opinión así que por favor, no discutamos.
- Teníamos que hacer el intento… - dijo Luis tras unos instantes en silencio. El joven sabía que, con o sin su apoyo, Natalia se iría con la única compañía de su hijo. Lo único que podían ofrecerle, él y su esposa, era su apoyo y la confortabilidad de un viaje bien organizado – Esta misma tarde comenzaré con los preparativos del viaje y, al igual que tú no aceptas nuestra compañía en tu viaje, yo no voy a aceptar críticas en el modo de organizar vuestra… excursión.
- Recuerda… - comenzó a decir Natalia.
- Que has de estar allí el veinticinco… Estarás, pero el viaje corre de mi cuenta. – dijo serio.
- Gracias. Gracias por todo.
- Sí, sí que puedes, anoche lo demostraste con creces… - susurró él al oído de su esposa – Natalia, ¿podrías cuidar de tu ahijada por un ratito? – preguntó mirando de nuevo a su amiga - Creo que voy a demostrarle a mi mujercita que estoy loco por ella.
- Loco por mí hasta que Mariana vuelva avisando de que la mesa está lista.
- Por eso he dicho tan solo un ratito…
- Os he comentado que arriba hay habitaciones a vuestra disposición, ¿verdad? Podéis utilizar la que mejor os parezca. – Natalia se acomodó contra una de las ventanas sin dejar de mirar a la pareja, mientras seguía acunando a su bebé.
- Esta bien… está bien… - Luis se separó finalmente de su esposa y tomó a su hija en brazos, recostándose en su asiento.
- Ahora en serio, Luis. Es pronto para que vengas a almorzar, ¿ha ocurrido algo? – comentó Natalia acercándose.
- No, todo está bien. He aprovechado que todo estaba tranquilo en la oficina – explicó él – para venir antes y… entregarte esto.
Luis movió a su hija con cuidado, lo suficiente como para poder liberar una mano y buscar en el interior de su chaqueta. El joven sacó un papel y se lo tendió a Natalia, ella se acercó despacio, tratando de no despertar a su hijo y tomó el papel de manos de su amigo.
- Es de Sara. – dijo ilusionada al ver el remitente del telegrama.
- Déjame a David. – solicitó Nieves extendiendo los brazos. Natalia entregó a su hijo y abrió el mensaje. Leyó las líneas con rapidez, moviendo los labios, siguiendo las palabras y sonriendo.
- ¡Escuchad! – dijo al matrimonio tras breves segundos y comenzó a leer - Natalia, me caso el veinticinco. ¿Vendrás? Te quiero. Sara.
- Tu prima es muy escueta, ¿no? – preguntó Luis.
- No te burles de ella. – Natalia se sentó entre sus amigos - ¡Bien, ya tengo excusa!
- ¿Excusa? ¿Para qué? ¿A qué te refieres? – preguntó Nieves acunando a David.
- Para ir a Arazana. – dijo Natalia tranquilamente.
- Pero… - tartamudeó Nieves - ¿qué día has dicho?
- El… - Natalia releyó el mensaje – El veinticinco.
- ¿El veinticinco? – dijo su amiga escandalizada – Pero eso son menos de tres semanas…
- ¿Y? – dijo la joven Reeves guardándose el mensaje y tomando a su hijo de nuevo en los brazos.
- Que para estar allí el veinticinco has de salir de aquí como muy tarde el veinte. – Nieves estaba exasperada ante las respuestas de su amiga.
- ¿Y? – volvió a preguntar Natalia.
- Y eso son menos de dos semanas. – terminó Luis.
- Tiempo de sobra para meter cuatro ropas en una maleta y comprar un billete de tren. – afirmó Natalia tranquilamente.
- Pero tu cuerpo no estará aún recuperado. – insistió Nieves.
- Por favor, Nieves. No volvamos a lo mismo. – Natalia no quería discutir con sus amigos, pero estaba decidida a mantenerse firme en su decisión; ni podía ni quería seguir demorando más su vuelta.
- Entonces te acompañaremos. – la voz de Luis se escuchó firme.
- No. - replicó su amiga con tanta firmeza como él había utilizado.
- Pero no puedes ir sola. – exclamó Nieves.
- Nieves… - comentó Natalia exasperada – ya hemos hablado de esto antes. No me vas a hacer cambiar de opinión así que por favor, no discutamos.
- Teníamos que hacer el intento… - dijo Luis tras unos instantes en silencio. El joven sabía que, con o sin su apoyo, Natalia se iría con la única compañía de su hijo. Lo único que podían ofrecerle, él y su esposa, era su apoyo y la confortabilidad de un viaje bien organizado – Esta misma tarde comenzaré con los preparativos del viaje y, al igual que tú no aceptas nuestra compañía en tu viaje, yo no voy a aceptar críticas en el modo de organizar vuestra… excursión.
- Recuerda… - comenzó a decir Natalia.
- Que has de estar allí el veinticinco… Estarás, pero el viaje corre de mi cuenta. – dijo serio.
- Gracias. Gracias por todo.
#1293
30/03/2013 15:31
Uuuuuuhhhhhhhhh! así se quedará Arazana cuando vean a Natalia con David Jajajajajajaja muy bueno Roberta72 leeremos la super reconciliación verdad, y con una boda entre Sara y Miguel.
#1294
30/03/2013 17:49
No sé, no sé.... una cosa es lo que mi cabecita piensa y otra lo que mis deditos teclean... ¡quién sabe!
___________________________________________________________________
- Luis… es una locura dejarla ir sola. – en su camino a casa, Nieves protestaba; no entendía cómo su marido había dejado a Natalia salirse con la suya.
- No nos iba a dejar acompañarla.
- Entonces podría ir Mariana con ella… o alguna de las doncellas. – argumentó su esposa.
- A Mariana le daría esquinazo con más facilidad que a nosotros. – dijo Luis riéndose – Y a las chicas… con más facilidad aún, esas niñas la admiran tanto que no discutirían ninguna de sus órdenes, por más increíbles que éstas fueran.
- No creo que a Mariana tratara de engañarla, la respeta demasiado. - dijo Nieves pensativa.
- La respeta, pero se libraría de ella de igual modo. Después se sentiría fatal, avergonzada, sin poder mirarla a la cara, pero lo haría. Nuestra amiga está decidida a ir sola… y sola irá. – Luis sintió como su esposa se cogía de su brazo con más fuerza - En mi mano está que disponga de los mejores vagones de tren y de las mejores habitaciones de hotel esperándola a su llegada a cada parada.
- ¿Sabes que si no os conociera tan bien a los dos, estaría terriblemente celosa? - preguntó ella melosa.
- ¿Por qué lo dices? – preguntó él.
- Porque nadie cuidaría de Natalia como tú lo haces sin estar locamente enamorado de ella…
- Tan solo imagino que tengo una hermana y hago por Natalia lo mismo que haría por ella. Eso sí, – dijo él deteniendo sus pasos – a ti no te dejaría viajar sola por nada del mundo.
- ¿Por qué? ¿No confías en que supiera desenvolverme yo sola?
- No es eso… - Luis miró a ambos lados de la calle, comprobando si había alguien lo suficientemente cerca como para percatarse de lo que hacían o decían – lo que ocurre es que no podría vivir lejos de ti ni un solo día. – dos mujeres caminaban por la misma calle que ellos, pero a Luis no le importó que los vieran y besó a su esposa. Estaba seguro de que al día siguiente todo el mundo hablaría de su desvergonzado comportamiento, pero le daba lo mismo, tan solo le importaba demostrarle a su esposa lo enamorado que estaba de ella.
Capítulo 147
- Buenas tardes, madre. – Roberto entró en la casa y dejó sobre la mesa de la cocina gran cantidad de libros y papeles en los cuales había estado realizado anotaciones.
- Buenas, hijo. No me dejes eso por ahí tirado que he de poner la mesa en unos minutos. – dijo señalando la mesa – Tu abuelo y tu hermano están al caer y no quiero que luego andéis a la gresca porque digas que te anda revolviendo las cosas.
- No se sulfure madre, ya lo recojo. Deje que me quite la chaqueta y me sirva un vino…
- Tú verás, pero si luego te falta algún papel… - la mujer volvió a sus quehaceres y dejó a su hijo sirviéndose un vaso de vino - Por cierto, llevas muchos papeles ahí, ¿no?
- Sí, - Roberto se sentó y tomó un sorbo – he estado consultando el trabajo que están haciendo los compañeros en otros lugares de España.
- ¿Sí? – preguntó ella interesada.
- Si… se están tomando la molestia de escribir crónicas detalladas de lo que hablan los compañeros – Roberto se acomodó en la silla echándose hacia atrás y balanceándose sobre las patas traseras de ésta – y luego las envían a los demás para que estemos informados de la realidad en otros lugares. – Carmen se giró y, al ver a su hijo en semejante posición, lo señaló con el cucharón con el que revolvía el guiso. El joven al momento comprendió la indicación de su madre y se sentó correctamente – También me han invitado a visitar a los compañeros de Madrid para conocerlos y que me conozcan.
- ¡Hijo mío! ¿Es eso verdad? – Roberto asintió con un movimiento de cabeza - ¡No puedes imaginar lo orgullosa que estoy de ti! – Carmen dejó lo que estaba haciendo y se acercó al muchacho, tomando su cara entre las manos – Y lo orgulloso que estaría tu padre si pudiera verte… - Carmen se limpió una lágrima con el dorso de la mano – Tomás siempre estuvo muy orgulloso de ti aunque le apenaba no haberte podido dar una educación y…
- No diga eso, madre… - Roberto tomó las manos de su madre entre las suyas y depositó un beso en ellas – Ustedes siempre se partieron el lomo para darnos todo lo que podían. Lo que siento es que padre no haya podido disfrutar de unos tiempos como estos… unos tiempos en los que parece que todo ha encontrado su camino y…
- Ea, no pensemos en cosas tristes. – Carmen se limpió las manos y volvió a sus quehaceres - ¿Decías que te vas a Madrid?
- Sí. – Roberto se levantó y comenzó a recoger sus cosas.
- ¿Cuándo te vas?
- No lo sé seguro… en unos diez días, creo.
- ¿Cuánto tiempo estarás fuera?
- No lo sé. – Roberto se alejaba ya hacia su dormitorio cuando se detuvo para mirar de nuevo a su madre - ¿Por qué lo pregunta?
- Por nada, hijo, por nada.
- Por algo será. – Roberto volvió sobre sus pasos y, de nuevo, dejó los documentos sobre la mesa – Ande, dígamelo.
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- Luis… es una locura dejarla ir sola. – en su camino a casa, Nieves protestaba; no entendía cómo su marido había dejado a Natalia salirse con la suya.
- No nos iba a dejar acompañarla.
- Entonces podría ir Mariana con ella… o alguna de las doncellas. – argumentó su esposa.
- A Mariana le daría esquinazo con más facilidad que a nosotros. – dijo Luis riéndose – Y a las chicas… con más facilidad aún, esas niñas la admiran tanto que no discutirían ninguna de sus órdenes, por más increíbles que éstas fueran.
- No creo que a Mariana tratara de engañarla, la respeta demasiado. - dijo Nieves pensativa.
- La respeta, pero se libraría de ella de igual modo. Después se sentiría fatal, avergonzada, sin poder mirarla a la cara, pero lo haría. Nuestra amiga está decidida a ir sola… y sola irá. – Luis sintió como su esposa se cogía de su brazo con más fuerza - En mi mano está que disponga de los mejores vagones de tren y de las mejores habitaciones de hotel esperándola a su llegada a cada parada.
- ¿Sabes que si no os conociera tan bien a los dos, estaría terriblemente celosa? - preguntó ella melosa.
- ¿Por qué lo dices? – preguntó él.
- Porque nadie cuidaría de Natalia como tú lo haces sin estar locamente enamorado de ella…
- Tan solo imagino que tengo una hermana y hago por Natalia lo mismo que haría por ella. Eso sí, – dijo él deteniendo sus pasos – a ti no te dejaría viajar sola por nada del mundo.
- ¿Por qué? ¿No confías en que supiera desenvolverme yo sola?
- No es eso… - Luis miró a ambos lados de la calle, comprobando si había alguien lo suficientemente cerca como para percatarse de lo que hacían o decían – lo que ocurre es que no podría vivir lejos de ti ni un solo día. – dos mujeres caminaban por la misma calle que ellos, pero a Luis no le importó que los vieran y besó a su esposa. Estaba seguro de que al día siguiente todo el mundo hablaría de su desvergonzado comportamiento, pero le daba lo mismo, tan solo le importaba demostrarle a su esposa lo enamorado que estaba de ella.
Capítulo 147
- Buenas tardes, madre. – Roberto entró en la casa y dejó sobre la mesa de la cocina gran cantidad de libros y papeles en los cuales había estado realizado anotaciones.
- Buenas, hijo. No me dejes eso por ahí tirado que he de poner la mesa en unos minutos. – dijo señalando la mesa – Tu abuelo y tu hermano están al caer y no quiero que luego andéis a la gresca porque digas que te anda revolviendo las cosas.
- No se sulfure madre, ya lo recojo. Deje que me quite la chaqueta y me sirva un vino…
- Tú verás, pero si luego te falta algún papel… - la mujer volvió a sus quehaceres y dejó a su hijo sirviéndose un vaso de vino - Por cierto, llevas muchos papeles ahí, ¿no?
- Sí, - Roberto se sentó y tomó un sorbo – he estado consultando el trabajo que están haciendo los compañeros en otros lugares de España.
- ¿Sí? – preguntó ella interesada.
- Si… se están tomando la molestia de escribir crónicas detalladas de lo que hablan los compañeros – Roberto se acomodó en la silla echándose hacia atrás y balanceándose sobre las patas traseras de ésta – y luego las envían a los demás para que estemos informados de la realidad en otros lugares. – Carmen se giró y, al ver a su hijo en semejante posición, lo señaló con el cucharón con el que revolvía el guiso. El joven al momento comprendió la indicación de su madre y se sentó correctamente – También me han invitado a visitar a los compañeros de Madrid para conocerlos y que me conozcan.
- ¡Hijo mío! ¿Es eso verdad? – Roberto asintió con un movimiento de cabeza - ¡No puedes imaginar lo orgullosa que estoy de ti! – Carmen dejó lo que estaba haciendo y se acercó al muchacho, tomando su cara entre las manos – Y lo orgulloso que estaría tu padre si pudiera verte… - Carmen se limpió una lágrima con el dorso de la mano – Tomás siempre estuvo muy orgulloso de ti aunque le apenaba no haberte podido dar una educación y…
- No diga eso, madre… - Roberto tomó las manos de su madre entre las suyas y depositó un beso en ellas – Ustedes siempre se partieron el lomo para darnos todo lo que podían. Lo que siento es que padre no haya podido disfrutar de unos tiempos como estos… unos tiempos en los que parece que todo ha encontrado su camino y…
- Ea, no pensemos en cosas tristes. – Carmen se limpió las manos y volvió a sus quehaceres - ¿Decías que te vas a Madrid?
- Sí. – Roberto se levantó y comenzó a recoger sus cosas.
- ¿Cuándo te vas?
- No lo sé seguro… en unos diez días, creo.
- ¿Cuánto tiempo estarás fuera?
- No lo sé. – Roberto se alejaba ya hacia su dormitorio cuando se detuvo para mirar de nuevo a su madre - ¿Por qué lo pregunta?
- Por nada, hijo, por nada.
- Por algo será. – Roberto volvió sobre sus pasos y, de nuevo, dejó los documentos sobre la mesa – Ande, dígamelo.
#1295
01/04/2013 17:21
Sigamos con Roberto y su mamá...
_________________________________________________________________
- Pensaba que el tiempo pasa muy rápido. Parece que fue ayer cuando Juanito y tú erais unos niños y ahora… miraos. – Carmen tomó a su hijo de las manos y abrió los brazos extendiéndolos tanto como pudo. - Juanito anda por ahí todo el santo día, estudia que te estudia, preparándose para cuando vaya a la universidad. – dijo sin creer del todo en sus palabras.
- Irá, madre, puede estar segura de que Juanito irá a la universidad. Ese chico ha nacido para estudiar, – bromeó Roberto – porque lo que es para doblar el espinazo… la verdad es que nunca ha tenido mucha maña para ello.
- ¡No seas malo! ¡No te burles de él! ¡Pobrecito mío! – pero Carmen no pudo evitar sonreír. Lo cierto es que Juanito nunca había demasiado hábil trabajando el campo, su mente era despierta, pero sus brazos no eran muy fuertes – Y tú… tu ya eres un hombre, un hombre importante además. Cualquier día entrarás por esa puerta diciendo que te casas… que has conocido a una muchacha que te trae loco y que vas a formar tu propia familia a su lado.
- Yo… aún queda mucho tiempo para ello. – Roberto tartamudeó – No piense en ello siquiera.
- Esas cosas no se piensan… suceden tan solo. – Carmen soltó las manos de Roberto y se sentó, su hijo hizo otro tanto – Cuando menos te lo esperes te darás cuenta de que hay alguien en quien no puedes dejar de pensar, alguien en quien tal vez no hayas reparado nunca antes, pero que se convierte en el centro de tu vida. Roberto – Carmen tomó una de las manos de su hijo e hizo que éste la mirara. Roberto sentía un nudo en el estómago, sabía perfectamente a qué se refería su madre, sabía lo maravillosa que era la sensación de haber encontrado a alguien que le complementaba a todos los niveles. No pudo evitar pensar si su madre se había sentido así por Tomás Pérez o por Germán Montoro, o por ambos – no puedes quedarte aquí indefinidamente, tienes que hacer tu vida.
- Y lo hago… - protestó él.
- No, no es cierto. Cuando tu padre murió… cuando te dijo que cuidaras de tu hermano, de tu abuelo y de mí, no se refería a que te olvidaras de ti mismo. – Cosme había llegado a casa pero no se había atrevido a entrar, no quería importunar a Roberto y Carmen. Su relación había mejorado mucho en los últimos meses, pero aún debían de decirse muchas cosas, cosas que una madre y un hijo tan solo se confiesan a solas, sin ningún testigo – Y eso es lo que has hecho hasta ahora.
- No madre, se equivoca. – rebatió Roberto – Desde aquel día… - desde el día en que su vida cambió, desde el día en que descubrió que era hijo natural de Germán Montoro, desde el día en que Tomás Pérez murió en sus brazos, desde el día en que dañó a la mujer que amaba - desde aquel día he hecho muchas cosas. El terreno ha dado sus frutos, yo estoy muy metido en la política…
- ¿Y que más?
- ¿Le parece poco? – preguntó él fingiendo una sonrisa.
- Me parece que estás viviendo la vida de los demás. Tu abuelo y yo… ya nos apañaremos y Juanito… ese está en su mundo. Tienes que empezar a pensar en ti mismo, hijo.
- Quien sabe… a lo mejor cualquier día, como usted dice, entro por esa puerta con una muchacha y la doy un susto. – Roberto trataba de bromear, trataba de distraer a su madre, pero tan solo podía pensar de ese modo en una mujer.
- Nada me haría más feliz, hijo. ¡Que ya tengo edad de que me hagas abuela! – Carmen, sonriente, abrazó a su hijo; sin embargo, la sonrisa de él desapareció en el momento en que su madre no pudo verlo.
- ¿Y qué me dice de usted? – preguntó él cuando finalizó el abrazo.
- ¿Yo? ¿Qué hay de mí? – preguntó Carmen levantándose a revolver el guisado.
- Que por mucho que quiera convertirse en abuela no está usted aún para olvidarse de sí misma y de ser feliz.
- ¿De qué hablas? – preguntó ella en voz baja.
- Que… que he estado dándole muchas vueltas a la cabeza. – Roberto no sabía cómo explicarse – Y pienso que… ¡Mire! Usted lo ha dicho antes, Juanito está en su mundo, yo… yo ando por ahí… usted no puede quedarse sola en casa sin nada que hacer, mano sobre mano. Si… si encuentra la oportunidad de ser feliz… de… de encontrar a alguien, – Roberto bajó la voz hasta ser casi inaudible – creo que debería aprovecharla.
Roberto se levantó de sopetón, tomó sus papeles de la mesa y salió hacia su habitación sin mirar atrás. Al cruzar la cocina casi tropieza con su abuelo, quien había aprovechado la ocasión para hacer su aparición en la casa.
- Padre, - dijo Carmen aún sin dar crédito a sus oídos – Roberto acaba de decirme que…
- Ya lo he oído, hija, ya lo he oído. – Cosme sonreía mientras miraba hacia el lugar por donde Roberto se había ido.
- Pero ¿qué le habrá hecho decir eso?
- Que ya es un hombre hija, que ya es un hombre…
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- Pensaba que el tiempo pasa muy rápido. Parece que fue ayer cuando Juanito y tú erais unos niños y ahora… miraos. – Carmen tomó a su hijo de las manos y abrió los brazos extendiéndolos tanto como pudo. - Juanito anda por ahí todo el santo día, estudia que te estudia, preparándose para cuando vaya a la universidad. – dijo sin creer del todo en sus palabras.
- Irá, madre, puede estar segura de que Juanito irá a la universidad. Ese chico ha nacido para estudiar, – bromeó Roberto – porque lo que es para doblar el espinazo… la verdad es que nunca ha tenido mucha maña para ello.
- ¡No seas malo! ¡No te burles de él! ¡Pobrecito mío! – pero Carmen no pudo evitar sonreír. Lo cierto es que Juanito nunca había demasiado hábil trabajando el campo, su mente era despierta, pero sus brazos no eran muy fuertes – Y tú… tu ya eres un hombre, un hombre importante además. Cualquier día entrarás por esa puerta diciendo que te casas… que has conocido a una muchacha que te trae loco y que vas a formar tu propia familia a su lado.
- Yo… aún queda mucho tiempo para ello. – Roberto tartamudeó – No piense en ello siquiera.
- Esas cosas no se piensan… suceden tan solo. – Carmen soltó las manos de Roberto y se sentó, su hijo hizo otro tanto – Cuando menos te lo esperes te darás cuenta de que hay alguien en quien no puedes dejar de pensar, alguien en quien tal vez no hayas reparado nunca antes, pero que se convierte en el centro de tu vida. Roberto – Carmen tomó una de las manos de su hijo e hizo que éste la mirara. Roberto sentía un nudo en el estómago, sabía perfectamente a qué se refería su madre, sabía lo maravillosa que era la sensación de haber encontrado a alguien que le complementaba a todos los niveles. No pudo evitar pensar si su madre se había sentido así por Tomás Pérez o por Germán Montoro, o por ambos – no puedes quedarte aquí indefinidamente, tienes que hacer tu vida.
- Y lo hago… - protestó él.
- No, no es cierto. Cuando tu padre murió… cuando te dijo que cuidaras de tu hermano, de tu abuelo y de mí, no se refería a que te olvidaras de ti mismo. – Cosme había llegado a casa pero no se había atrevido a entrar, no quería importunar a Roberto y Carmen. Su relación había mejorado mucho en los últimos meses, pero aún debían de decirse muchas cosas, cosas que una madre y un hijo tan solo se confiesan a solas, sin ningún testigo – Y eso es lo que has hecho hasta ahora.
- No madre, se equivoca. – rebatió Roberto – Desde aquel día… - desde el día en que su vida cambió, desde el día en que descubrió que era hijo natural de Germán Montoro, desde el día en que Tomás Pérez murió en sus brazos, desde el día en que dañó a la mujer que amaba - desde aquel día he hecho muchas cosas. El terreno ha dado sus frutos, yo estoy muy metido en la política…
- ¿Y que más?
- ¿Le parece poco? – preguntó él fingiendo una sonrisa.
- Me parece que estás viviendo la vida de los demás. Tu abuelo y yo… ya nos apañaremos y Juanito… ese está en su mundo. Tienes que empezar a pensar en ti mismo, hijo.
- Quien sabe… a lo mejor cualquier día, como usted dice, entro por esa puerta con una muchacha y la doy un susto. – Roberto trataba de bromear, trataba de distraer a su madre, pero tan solo podía pensar de ese modo en una mujer.
- Nada me haría más feliz, hijo. ¡Que ya tengo edad de que me hagas abuela! – Carmen, sonriente, abrazó a su hijo; sin embargo, la sonrisa de él desapareció en el momento en que su madre no pudo verlo.
- ¿Y qué me dice de usted? – preguntó él cuando finalizó el abrazo.
- ¿Yo? ¿Qué hay de mí? – preguntó Carmen levantándose a revolver el guisado.
- Que por mucho que quiera convertirse en abuela no está usted aún para olvidarse de sí misma y de ser feliz.
- ¿De qué hablas? – preguntó ella en voz baja.
- Que… que he estado dándole muchas vueltas a la cabeza. – Roberto no sabía cómo explicarse – Y pienso que… ¡Mire! Usted lo ha dicho antes, Juanito está en su mundo, yo… yo ando por ahí… usted no puede quedarse sola en casa sin nada que hacer, mano sobre mano. Si… si encuentra la oportunidad de ser feliz… de… de encontrar a alguien, – Roberto bajó la voz hasta ser casi inaudible – creo que debería aprovecharla.
Roberto se levantó de sopetón, tomó sus papeles de la mesa y salió hacia su habitación sin mirar atrás. Al cruzar la cocina casi tropieza con su abuelo, quien había aprovechado la ocasión para hacer su aparición en la casa.
- Padre, - dijo Carmen aún sin dar crédito a sus oídos – Roberto acaba de decirme que…
- Ya lo he oído, hija, ya lo he oído. – Cosme sonreía mientras miraba hacia el lugar por donde Roberto se había ido.
- Pero ¿qué le habrá hecho decir eso?
- Que ya es un hombre hija, que ya es un hombre…
#1296
02/04/2013 11:02
Gracias Roberta
el abuelo cosme.........muy sabio
y natalia que se va de viaje................si o si
el abuelo cosme.........muy sabio
y natalia que se va de viaje................si o si
#1297
02/04/2013 15:32
Sí o sí...
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- Buenas noches. – Elvira se levantó de su asiento al ver aparecer a Sara acompañada de Miguel y Gabriel – Mi esposo está en su despacho, ahora mismo viene. ¿Os apetece un café? ¿Un licor?
- Un café estará bien, gracias. – contentó Sara, los hombres asintieron con la cabeza, sumándose a la invitación. Elvira hizo sonar una campanilla y ordenó a una sirvienta que preparara café para todos.
- ¿Muy nerviosa? – preguntó la mujer dirigiéndose a la hija de su esposo – Te reitero mi disposición ante cualquier cosa que necesites.
- Lo sé, muchas gracias, pero está todo casi listo. La verdad es que vamos a tener una boda muy sencilla y sin grandes preparativos. – explicó Sara. Viendo que su padre se retrasaba, comenzó a charlas con la señora de la casa – El padre Damián ha asegurado que la iglesia estará impoluta para ese día y Rafaelín se ha comprometido a llenarla de flores.
- Realmente eso es lo que más miedo me da. – intervino Miguel – Eso muchacho es capaz de, literalmente, llenarla de flores. - el comentario de Miguel hizo que Sara comenzara a reír y Elvira y Gabriel se le unieron – Podéis reír todo lo que os venga en gana, pero conocéis a Rafaelín tan bien como yo y sabéis que es capaz de eso y más.
- No te preocupes, Miguel. – intervino el otro hombre – Seguro que ese burro que siempre lo acompaña da buena cuenta de las flores que sobren.
- De eso quería hablarte, Miguel. – dijo Sara – Rafaelín me preguntó si Mantecao también estaba invitado a la boda.
- ¿Qué le dijiste? – preguntó él alarmado.
- ¿Qué querías que le dijera? Van siempre juntos…
- Ya verás cuando intente meter al burro en la iglesia… - dijo Miguel cubriéndose la cara con una mano. El joven guardia civil podía imaginarse la escena: Rafaelín tirando del ronzal de su pollino tratando de meterlo en el templo y el padre Damián tratando de evitarlo, los gritos de las beatas y los rebuznos del animal – Va a ser una boda de la que todo el mundo hablará… durante años.
Ninguno de los presentes pudo reprimir las carcajadas al imaginar la escena que Miguel describía, tampoco les fue fácil disimular ante el gesto de preocupación del joven benemérito.
- ¡Cuánta alegría hay por esta casa! – don Abel entró en el salón y descubrió a todos de aquella guisa, sin poder reprimir las carcajadas.
- ¡Papa! – Sara se levantó y caminó hacia su padre – Lo que ocurre es que Miguel está muy preocupado por la boda.
- Más que por la boda… por los invitados a ella. – comentó el joven en voz baja.
- Pero no importa, no te preocupes, todo está bien. – dijo Sara.
- Luego te explico. – le aclaró Elvira.
- Ten. – dijo Sara tendiéndole a su padre un sobre – Llegó en el correo de hoy. ¿Es algo importante?
- No seas tan impaciente, déjame abrir el sobre al menos.
Don Abel besó a su hija en la frente y fue a acomodarse junto a su esposa. Sacó varios documentos del sobre y los leyó con detenimiento mientras todos los presentes lo miraban con atención. La vista del gobernador pasaba de un documento a otro, como si contrastara lo que en ellos estaba escrito. Tras varios minutos, la impaciencia de Sara no pudo más y habló.
- Pero, ¿qué ocurre?
- ¡Oh! Perdonad, estaba ensimismado leyendo. – don Abel dobló cuidadosamente los documentos y volvió a introducirlos en el sobre.
- Sara, el gobernador no puede hablar con cualquiera de temas oficiales. – intervino Miguel tomando a su novia de la mano.
- No soy cualquiera, soy su hija. – replicó ella airada retirando la mano.
- Y además la responsable de la imprenta y quien envía artículos sobre la región al periódico de Ronda. – continuó diciendo Miguel.
- Sé perfectamente cuándo debo mantener la boca cerrada. – Sara se había enfadado.
- Soy muy consciente de ello. – Miguel habló sin malicia, pero su respuesta le hizo recordar Sara que lo había mantenido engañado durante los meses en los que fue miembro de la partida de bandoleros. Sara bajó la cabeza, entristecida y avergonzada, pensando en lo cerca que había estado de perder a Miguel para siempre.
- Haya paz, haya paz… - intervino el gobernador – Miguel tiene razón, hay muchos asuntos oficiales acerca de los cuales no puedo hablar libremente, pero éste no es el caso.
- ¿Qué sucede? – preguntó Garay, mientras Miguel y Sara se pedían perdón mutuamente por su anterior intervención.
- La próxima semana deberéis viajar a Málaga para testificar en el juicio contra el capitán Olmedo, vosotros tres y Roberto. – Aclaró mirando a Sara – Roberto como principal víctima, vosotros como representantes de la ley y tú…
- ¿Yo? ¿Por qué yo? – preguntó Sara desconcertada.
- Como testigo. ¿Te han hecho ya algún regalo de bodas, hija mía? – preguntó don Abel cambiando de tema.
- No, - respondió Sara mirando a Miguel - ¿por qué?
El gobernador, sonriente, le tendió uno de los documentos a su hija. Ella lo tomó con mano temblorosa y comenzó a leer, instantes después una sonrisa iluminó su rostro. Miguel también sonrió al leer el documento mirando por encima del hombro de su novia. Mientras tanto, Garay miraba a todos sin saber cuál era la razón de aquellos gestos de felicidad.
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- Buenas noches. – Elvira se levantó de su asiento al ver aparecer a Sara acompañada de Miguel y Gabriel – Mi esposo está en su despacho, ahora mismo viene. ¿Os apetece un café? ¿Un licor?
- Un café estará bien, gracias. – contentó Sara, los hombres asintieron con la cabeza, sumándose a la invitación. Elvira hizo sonar una campanilla y ordenó a una sirvienta que preparara café para todos.
- ¿Muy nerviosa? – preguntó la mujer dirigiéndose a la hija de su esposo – Te reitero mi disposición ante cualquier cosa que necesites.
- Lo sé, muchas gracias, pero está todo casi listo. La verdad es que vamos a tener una boda muy sencilla y sin grandes preparativos. – explicó Sara. Viendo que su padre se retrasaba, comenzó a charlas con la señora de la casa – El padre Damián ha asegurado que la iglesia estará impoluta para ese día y Rafaelín se ha comprometido a llenarla de flores.
- Realmente eso es lo que más miedo me da. – intervino Miguel – Eso muchacho es capaz de, literalmente, llenarla de flores. - el comentario de Miguel hizo que Sara comenzara a reír y Elvira y Gabriel se le unieron – Podéis reír todo lo que os venga en gana, pero conocéis a Rafaelín tan bien como yo y sabéis que es capaz de eso y más.
- No te preocupes, Miguel. – intervino el otro hombre – Seguro que ese burro que siempre lo acompaña da buena cuenta de las flores que sobren.
- De eso quería hablarte, Miguel. – dijo Sara – Rafaelín me preguntó si Mantecao también estaba invitado a la boda.
- ¿Qué le dijiste? – preguntó él alarmado.
- ¿Qué querías que le dijera? Van siempre juntos…
- Ya verás cuando intente meter al burro en la iglesia… - dijo Miguel cubriéndose la cara con una mano. El joven guardia civil podía imaginarse la escena: Rafaelín tirando del ronzal de su pollino tratando de meterlo en el templo y el padre Damián tratando de evitarlo, los gritos de las beatas y los rebuznos del animal – Va a ser una boda de la que todo el mundo hablará… durante años.
Ninguno de los presentes pudo reprimir las carcajadas al imaginar la escena que Miguel describía, tampoco les fue fácil disimular ante el gesto de preocupación del joven benemérito.
- ¡Cuánta alegría hay por esta casa! – don Abel entró en el salón y descubrió a todos de aquella guisa, sin poder reprimir las carcajadas.
- ¡Papa! – Sara se levantó y caminó hacia su padre – Lo que ocurre es que Miguel está muy preocupado por la boda.
- Más que por la boda… por los invitados a ella. – comentó el joven en voz baja.
- Pero no importa, no te preocupes, todo está bien. – dijo Sara.
- Luego te explico. – le aclaró Elvira.
- Ten. – dijo Sara tendiéndole a su padre un sobre – Llegó en el correo de hoy. ¿Es algo importante?
- No seas tan impaciente, déjame abrir el sobre al menos.
Don Abel besó a su hija en la frente y fue a acomodarse junto a su esposa. Sacó varios documentos del sobre y los leyó con detenimiento mientras todos los presentes lo miraban con atención. La vista del gobernador pasaba de un documento a otro, como si contrastara lo que en ellos estaba escrito. Tras varios minutos, la impaciencia de Sara no pudo más y habló.
- Pero, ¿qué ocurre?
- ¡Oh! Perdonad, estaba ensimismado leyendo. – don Abel dobló cuidadosamente los documentos y volvió a introducirlos en el sobre.
- Sara, el gobernador no puede hablar con cualquiera de temas oficiales. – intervino Miguel tomando a su novia de la mano.
- No soy cualquiera, soy su hija. – replicó ella airada retirando la mano.
- Y además la responsable de la imprenta y quien envía artículos sobre la región al periódico de Ronda. – continuó diciendo Miguel.
- Sé perfectamente cuándo debo mantener la boca cerrada. – Sara se había enfadado.
- Soy muy consciente de ello. – Miguel habló sin malicia, pero su respuesta le hizo recordar Sara que lo había mantenido engañado durante los meses en los que fue miembro de la partida de bandoleros. Sara bajó la cabeza, entristecida y avergonzada, pensando en lo cerca que había estado de perder a Miguel para siempre.
- Haya paz, haya paz… - intervino el gobernador – Miguel tiene razón, hay muchos asuntos oficiales acerca de los cuales no puedo hablar libremente, pero éste no es el caso.
- ¿Qué sucede? – preguntó Garay, mientras Miguel y Sara se pedían perdón mutuamente por su anterior intervención.
- La próxima semana deberéis viajar a Málaga para testificar en el juicio contra el capitán Olmedo, vosotros tres y Roberto. – Aclaró mirando a Sara – Roberto como principal víctima, vosotros como representantes de la ley y tú…
- ¿Yo? ¿Por qué yo? – preguntó Sara desconcertada.
- Como testigo. ¿Te han hecho ya algún regalo de bodas, hija mía? – preguntó don Abel cambiando de tema.
- No, - respondió Sara mirando a Miguel - ¿por qué?
El gobernador, sonriente, le tendió uno de los documentos a su hija. Ella lo tomó con mano temblorosa y comenzó a leer, instantes después una sonrisa iluminó su rostro. Miguel también sonrió al leer el documento mirando por encima del hombro de su novia. Mientras tanto, Garay miraba a todos sin saber cuál era la razón de aquellos gestos de felicidad.
#1298
03/04/2013 11:09
Que es Roberta??????????
#1299
03/04/2013 14:51
Lo sabremos a su debido tiempo.... un regalo de boda tal vez.
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Capítulo 148
Habían pasado varios días desde que Roberto hablara con Sara y ella le pidiera que buscase a Natalia. El muchacho se encontraba en la diligencia camino a Málaga sentado al lado del teniente Garay y frente a Sara y Miguel. Sus tres acompañantes compartían una animada conversación, tratando de aplacar los nervios que les corrían por el cuerpo. Sara pensaba que los guardias civiles estarían más tranquilos, se suponía que estaban acostumbrados a tratar con criminales, participar en juicios y conocían perfectamente el funcionamiento de las leyes españolas; pero ellos también estaban nerviosos, iban a declarar contra un superior. Aquellos hombres habían entrado en la academia de la Guardia Civil llenos de sueños, deseosos de servir a la gente, de ayudar a sus semejantes, sin pensar jamás en que el mayor delincuente con el que se toparían en sus carreras fuera un compañero.
Roberto seguía recordando los últimos acontecimientos vividos en Arazana, las conversaciones mantenidas con su abuelo, con Sara y con Margarita. Todos ellos le animaban, cada uno a su manera, a tratar de recuperar a Natalia. ¿Tendrían razón? ¿Quedaría aún una esperanza para ellos? El amor que Roberto sentía por Natalia no había disminuido ni un ápice durante aquellos meses, seguía necesitándola tanto como el día que vio cómo la diligencia la apartaba de su lado, pero el miedo al rechazo podía con su necesidad. Desde la distancia era posible seguir imaginando que quedaba alguna oportunidad para su amor, pero, ¿y si eran tan solo imaginaciones suyas? ¿Y si, como él temía, Natalia había conocido a alguien durante aquellos meses y había rehecho su vida? Si finalmente Natalia se había recuperado y lo había olvidado, Roberto podría sobrellevar el dolor sabiendo que ella era feliz, pero ¿cómo sería su vida a partir del momento de poseer aquella certeza?
- Ya hemos llegado. – la voz de Garay sacó a Roberto de su aturdimiento. Garay conocía perfectamente la ciudad de Málaga por los meses pasados en el cuartel allí instalado.
- ¿Y ahora? – preguntó Sara.
- Os acompañaremos al hotel y después iremos al cuartel. – respondió el guardia civil.
- ¿Vosotros no os vais a alojar allí, con nosotros? – continuó preguntando la joven. El vehículo se había detenido y los cuatro ocupantes trataban de estirar sus miembros, entumecidos durante el trayecto.
- No, Sara. – intervino Miguel – Nosotros hemos de presentarnos en el cuartel y después nos alojaremos allí. Es la norma.
- ¡Pues vaya! – exclamó la joven.
- Nosotros estamos de servicio. – continuó Garay – Es más, es muy probable que nos encarguen tareas durante el tiempo que no tengamos que asistir al juicio.
- Y seguro que tú también tienes algo en mente… - continuó Sara girándose hacia Roberto – algún mitin, alguna charla o alguna reunión a la que asistir.
- Lo cierto es que… - antes de contestar, Roberto miró a Sara con detenimiento y sonrió. La muchacha había estado muy ocupada con su trabajo habitual y los preparativos de la boda, acontecimiento para el cual faltaban pocos días, y necesitaba descansar y distraerse. Los nervios por enfrentarse de nuevo a Olmedo hacían que aquella tensión se acumulara y el saber que no iba a poder pasar tiempo con su novio la entristeció – don Abel me ha recomendado que aproveche la ocasión y frecuente algunas tertulias. Puedes venir conmigo, si quieres. – se ofreció.
- Algo habrá que hacer… mejor eso que quedarme encerrada en el hotel. – comentó en voz baja, aunque no lo suficientemente baja para no ser odia – Perdón, no quiero decir que no sea interesante… más bien todo lo contrario, seguro que es demasiado interesante y lo que necesito es… ¡Déjalo, si os estáis riendo de mí!
Lo cierto era que sí, los tres hombres trataban de no reírse para que Sara no se sintiera ofendida, pero lo cierto era que ella sola, tratando de explicarse, estaba embarullando aún más la conversación.
- ¿Nos vamos?
Miguel ya había abierto la portezuela y salido al exterior, y tendía la mano a Sara para ayudarla a bajar. Tras ella bajaron Roberto y Garay, entre los tres hombres tomaron el equipaje de los cuatro y comenzaron a caminar por las calles malagueñas hasta llegar al hotel donde tenían reservadas habitaciones. Una vez allí, los guardias civiles se despidieron de sus amigos y partieron hacia el cuartel, para presentarse ante sus superiores. Roberto y Sara se dirigieron a sus habitaciones y trataron de descansar pensando en la dura jornada que les esperaba al día siguiente.
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Capítulo 148
Habían pasado varios días desde que Roberto hablara con Sara y ella le pidiera que buscase a Natalia. El muchacho se encontraba en la diligencia camino a Málaga sentado al lado del teniente Garay y frente a Sara y Miguel. Sus tres acompañantes compartían una animada conversación, tratando de aplacar los nervios que les corrían por el cuerpo. Sara pensaba que los guardias civiles estarían más tranquilos, se suponía que estaban acostumbrados a tratar con criminales, participar en juicios y conocían perfectamente el funcionamiento de las leyes españolas; pero ellos también estaban nerviosos, iban a declarar contra un superior. Aquellos hombres habían entrado en la academia de la Guardia Civil llenos de sueños, deseosos de servir a la gente, de ayudar a sus semejantes, sin pensar jamás en que el mayor delincuente con el que se toparían en sus carreras fuera un compañero.
Roberto seguía recordando los últimos acontecimientos vividos en Arazana, las conversaciones mantenidas con su abuelo, con Sara y con Margarita. Todos ellos le animaban, cada uno a su manera, a tratar de recuperar a Natalia. ¿Tendrían razón? ¿Quedaría aún una esperanza para ellos? El amor que Roberto sentía por Natalia no había disminuido ni un ápice durante aquellos meses, seguía necesitándola tanto como el día que vio cómo la diligencia la apartaba de su lado, pero el miedo al rechazo podía con su necesidad. Desde la distancia era posible seguir imaginando que quedaba alguna oportunidad para su amor, pero, ¿y si eran tan solo imaginaciones suyas? ¿Y si, como él temía, Natalia había conocido a alguien durante aquellos meses y había rehecho su vida? Si finalmente Natalia se había recuperado y lo había olvidado, Roberto podría sobrellevar el dolor sabiendo que ella era feliz, pero ¿cómo sería su vida a partir del momento de poseer aquella certeza?
- Ya hemos llegado. – la voz de Garay sacó a Roberto de su aturdimiento. Garay conocía perfectamente la ciudad de Málaga por los meses pasados en el cuartel allí instalado.
- ¿Y ahora? – preguntó Sara.
- Os acompañaremos al hotel y después iremos al cuartel. – respondió el guardia civil.
- ¿Vosotros no os vais a alojar allí, con nosotros? – continuó preguntando la joven. El vehículo se había detenido y los cuatro ocupantes trataban de estirar sus miembros, entumecidos durante el trayecto.
- No, Sara. – intervino Miguel – Nosotros hemos de presentarnos en el cuartel y después nos alojaremos allí. Es la norma.
- ¡Pues vaya! – exclamó la joven.
- Nosotros estamos de servicio. – continuó Garay – Es más, es muy probable que nos encarguen tareas durante el tiempo que no tengamos que asistir al juicio.
- Y seguro que tú también tienes algo en mente… - continuó Sara girándose hacia Roberto – algún mitin, alguna charla o alguna reunión a la que asistir.
- Lo cierto es que… - antes de contestar, Roberto miró a Sara con detenimiento y sonrió. La muchacha había estado muy ocupada con su trabajo habitual y los preparativos de la boda, acontecimiento para el cual faltaban pocos días, y necesitaba descansar y distraerse. Los nervios por enfrentarse de nuevo a Olmedo hacían que aquella tensión se acumulara y el saber que no iba a poder pasar tiempo con su novio la entristeció – don Abel me ha recomendado que aproveche la ocasión y frecuente algunas tertulias. Puedes venir conmigo, si quieres. – se ofreció.
- Algo habrá que hacer… mejor eso que quedarme encerrada en el hotel. – comentó en voz baja, aunque no lo suficientemente baja para no ser odia – Perdón, no quiero decir que no sea interesante… más bien todo lo contrario, seguro que es demasiado interesante y lo que necesito es… ¡Déjalo, si os estáis riendo de mí!
Lo cierto era que sí, los tres hombres trataban de no reírse para que Sara no se sintiera ofendida, pero lo cierto era que ella sola, tratando de explicarse, estaba embarullando aún más la conversación.
- ¿Nos vamos?
Miguel ya había abierto la portezuela y salido al exterior, y tendía la mano a Sara para ayudarla a bajar. Tras ella bajaron Roberto y Garay, entre los tres hombres tomaron el equipaje de los cuatro y comenzaron a caminar por las calles malagueñas hasta llegar al hotel donde tenían reservadas habitaciones. Una vez allí, los guardias civiles se despidieron de sus amigos y partieron hacia el cuartel, para presentarse ante sus superiores. Roberto y Sara se dirigieron a sus habitaciones y trataron de descansar pensando en la dura jornada que les esperaba al día siguiente.
#1300
03/04/2013 17:59
Olmedo miedo me da
gracias Roberta
gracias Roberta