Foro Bandolera
Como no me gusta la historia... voy y la cambio (Natalia y Roberto)
#0
27/04/2011 20:02
Como estoy bastante aburrida de que me tengan a Roberto entre rejas, aunque sean las rejas de cartón piedra del cuartel de Arazana, y de que nadie (excepto San Miguel) intente hacer nada... pues voy y lo saco yo misma.
Y como la historia parece que va dos pasitos pa´lante y tres pa´trás, pues voy y la cambio a mi gusto.
Y como a mi el que me gusta es el Rober... pues también cambio la historia.
Creo que me he metio en un ebolao del que no voy a saber salir pero bueno, todo sea por dar ideas a los guionistas de nuestros amores. Ya me direis...
_____________________________________________________________________________
Capítulo 1
Parecía un sitio tranquilo, alejado del camino, seguro que por allí no pasaba gente con regularidad. La hierba que tapizaba la orilla del río era alta y estaba sin pisar así que decidió desmontar y descansar unos minutos.
- No puedo estar ya muy lejos de ese maldito pueblo. ¿Es que no había un lugar más perdido donde esconderte Sara?- dijo en voz alta mientras ataba el caballo a uno de los árboles que extendían sus ramas sobre el agua.
Mientras estiraba los músculos, agarrotados después de tan larga jornada a caballo, vio su reflejo en el remanso que el río formaba a pocos metros de allí. Miró hacia ambos lados y, al no ver a nadie y comprobar que el caballo se alimentaba tranquilamente, sonrió y comenzó a despojarse de sus vestimentas hasta quedar en ropa interior. Se adentró en el agua hasta que ésta le llegó hasta la cintura, entonces extendió los brazos y se dejó caer hacia atrás. Movía los brazos y las piernas lo indispensable para no alejarse demasiado de la orilla y mantenerse a flote, sintiendo cómo la corriente masajeaba su cuerpo. Sabía que la ropa que aún llevaba puesta, al mojarse, dejaría al descubierto las formas de su cuerpo, pero le daba igual, además, sería demasiada casualidad que alguien pasara por allí en ese momento.
Y como la historia parece que va dos pasitos pa´lante y tres pa´trás, pues voy y la cambio a mi gusto.
Y como a mi el que me gusta es el Rober... pues también cambio la historia.
Creo que me he metio en un ebolao del que no voy a saber salir pero bueno, todo sea por dar ideas a los guionistas de nuestros amores. Ya me direis...
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Capítulo 1
Parecía un sitio tranquilo, alejado del camino, seguro que por allí no pasaba gente con regularidad. La hierba que tapizaba la orilla del río era alta y estaba sin pisar así que decidió desmontar y descansar unos minutos.
- No puedo estar ya muy lejos de ese maldito pueblo. ¿Es que no había un lugar más perdido donde esconderte Sara?- dijo en voz alta mientras ataba el caballo a uno de los árboles que extendían sus ramas sobre el agua.
Mientras estiraba los músculos, agarrotados después de tan larga jornada a caballo, vio su reflejo en el remanso que el río formaba a pocos metros de allí. Miró hacia ambos lados y, al no ver a nadie y comprobar que el caballo se alimentaba tranquilamente, sonrió y comenzó a despojarse de sus vestimentas hasta quedar en ropa interior. Se adentró en el agua hasta que ésta le llegó hasta la cintura, entonces extendió los brazos y se dejó caer hacia atrás. Movía los brazos y las piernas lo indispensable para no alejarse demasiado de la orilla y mantenerse a flote, sintiendo cómo la corriente masajeaba su cuerpo. Sabía que la ropa que aún llevaba puesta, al mojarse, dejaría al descubierto las formas de su cuerpo, pero le daba igual, además, sería demasiada casualidad que alguien pasara por allí en ese momento.
#1241
06/03/2013 18:27
- ¿Cómo lo sabes? – preguntó él temeroso.
- Ayer mismo recibí un telegrama suyo. – explicó la joven – Me decía que… - Sara no sabía si seguir hablando, Roberto había perdido el color de su rostro y se asía al borde del mostrador con dedos crispados, pero optó por continuar, tal vez de ese modo Roberto se decidiera a buscar a Natalia. Sara estaba segura de que la relación entre su prima y su amigo aún tenía solución, seguía manteniendo esa esperanza, aunque solo fuera porque de ese modo también cabía la posibilidad de que Miguel la perdonara a ella – me decía que había estado en Inglaterra y que seguía una carta, tan solo eso.
- Entonces está bien. – dijo Roberto tratando de aparentar alivio. Natalia era bellísima, la mujer más bella del mundo, al menos para él; con toda seguridad habría encontrado un buen partido en Inglaterra y en la carta le contaría a Sara que de nuevo era feliz.
- No lo creo… - Sara trató de distinguir alguna reacción en Roberto, descubrir si aún le dolía lo que le estuviera ocurriendo a Natalia – no me gustó el tono de su mensaje.
- ¿Por qué lo dices? – el joven se había alarmado ante semejantes palabras.
- Por nada en concreto y por todo. Es como sí… como si el mensaje no lo hubiera escrito ella.
Sara tomó el libro que estaba leyendo y buscó entre sus páginas, sacó una hoja de papel y se la tendió a Roberto. Con manos temblorosas, éste la tomó y se demoró unos segundos antes de desdoblarla y pasar las manos sobre ella para extenderla sobre la mesa. Pasó los dedos por las palabras, habían sido transcritas por Sara, pero en sus oídos sonaba la voz de Natalia pronunciándolas: “Querida Sara, acabo de volver de un largo viaje, todo bien, lamento no haber recibido a los Montoro. Sigue carta. Un abrazo. Natalia.”
- No dice nada… alarmante.
- No, Roberto. Simplemente no dice nada. – comentó Sara. Tal vez no hubiera sido una buena idea enseñarle la nota de su prima – Es un mensaje totalmente impersonal, no se corresponde con su modo de expresarse.
- Eso no quiere decir… - Roberto estaba completamente de acuerdo con Sara, no era propio de Natalia expresarse de ese modo, pero el miedo a que algo le ocurriera era tal que no quería plantearse siquiera esa opción.
- Pensé que aún te importaba… - dijo ella con tristeza. Ante la falta de respuesta de Roberto continuó hablando, pero levantando el todo de voz – pensé que aún la querías…
- Y la quiero…
- Pues no lo parece.
- Solo quiero que esté bien… que sea feliz…
- ¿Y crees que lo es? ¿Crees que este telegrama es el de una mujer feliz? – Sara agitó la hoja de papel frente al rostro de Roberto.
- Dice que está bien. Puede que en su carta de cuente que…que ha conocido a alguien, que…
- ¡Por favor…! ¡Eso es lo que tú quisieras para poder sentirte mejor! Pero no es así… Ya la conoces, nunca deja que los demás vean lo mal que está. – Sara salió de detrás del mostrador y se puso frente a Roberto – En el colegio era la más inquieta de todas las alumnas, la que siempre estaba organizando juegos, animando a las demás, ideando travesuras… y todo para que nadie viera su dolor, la tristeza que siempre la acompañaba… Sabes perfectamente que Natalia es capaz de ocultar sus problemas para que nadie se preocupe por ella y eso es precisamente lo que está haciendo ahora.
- No, no lo creo. – Roberto sabía que Sara tenía razón, que Natalia no estaba bien, pero seguía aterrado su posible reacción, ante la posibilidad de que Sara estuviera equivocada y ya lo hubiera olvidado.
- Búscala. Ve y búscala. Hace meses, cuando vino y se dio cuanta de mi relación con Miguel me dijo que no tenía por qué darle ninguna explicación, que no nos importara lo que la gente pudiera pensar o decir, que disfrutásemos de nuestro amor y fuéramos felices. Roberto, por favor, búscala y sed felices…
- Ayer mismo recibí un telegrama suyo. – explicó la joven – Me decía que… - Sara no sabía si seguir hablando, Roberto había perdido el color de su rostro y se asía al borde del mostrador con dedos crispados, pero optó por continuar, tal vez de ese modo Roberto se decidiera a buscar a Natalia. Sara estaba segura de que la relación entre su prima y su amigo aún tenía solución, seguía manteniendo esa esperanza, aunque solo fuera porque de ese modo también cabía la posibilidad de que Miguel la perdonara a ella – me decía que había estado en Inglaterra y que seguía una carta, tan solo eso.
- Entonces está bien. – dijo Roberto tratando de aparentar alivio. Natalia era bellísima, la mujer más bella del mundo, al menos para él; con toda seguridad habría encontrado un buen partido en Inglaterra y en la carta le contaría a Sara que de nuevo era feliz.
- No lo creo… - Sara trató de distinguir alguna reacción en Roberto, descubrir si aún le dolía lo que le estuviera ocurriendo a Natalia – no me gustó el tono de su mensaje.
- ¿Por qué lo dices? – el joven se había alarmado ante semejantes palabras.
- Por nada en concreto y por todo. Es como sí… como si el mensaje no lo hubiera escrito ella.
Sara tomó el libro que estaba leyendo y buscó entre sus páginas, sacó una hoja de papel y se la tendió a Roberto. Con manos temblorosas, éste la tomó y se demoró unos segundos antes de desdoblarla y pasar las manos sobre ella para extenderla sobre la mesa. Pasó los dedos por las palabras, habían sido transcritas por Sara, pero en sus oídos sonaba la voz de Natalia pronunciándolas: “Querida Sara, acabo de volver de un largo viaje, todo bien, lamento no haber recibido a los Montoro. Sigue carta. Un abrazo. Natalia.”
- No dice nada… alarmante.
- No, Roberto. Simplemente no dice nada. – comentó Sara. Tal vez no hubiera sido una buena idea enseñarle la nota de su prima – Es un mensaje totalmente impersonal, no se corresponde con su modo de expresarse.
- Eso no quiere decir… - Roberto estaba completamente de acuerdo con Sara, no era propio de Natalia expresarse de ese modo, pero el miedo a que algo le ocurriera era tal que no quería plantearse siquiera esa opción.
- Pensé que aún te importaba… - dijo ella con tristeza. Ante la falta de respuesta de Roberto continuó hablando, pero levantando el todo de voz – pensé que aún la querías…
- Y la quiero…
- Pues no lo parece.
- Solo quiero que esté bien… que sea feliz…
- ¿Y crees que lo es? ¿Crees que este telegrama es el de una mujer feliz? – Sara agitó la hoja de papel frente al rostro de Roberto.
- Dice que está bien. Puede que en su carta de cuente que…que ha conocido a alguien, que…
- ¡Por favor…! ¡Eso es lo que tú quisieras para poder sentirte mejor! Pero no es así… Ya la conoces, nunca deja que los demás vean lo mal que está. – Sara salió de detrás del mostrador y se puso frente a Roberto – En el colegio era la más inquieta de todas las alumnas, la que siempre estaba organizando juegos, animando a las demás, ideando travesuras… y todo para que nadie viera su dolor, la tristeza que siempre la acompañaba… Sabes perfectamente que Natalia es capaz de ocultar sus problemas para que nadie se preocupe por ella y eso es precisamente lo que está haciendo ahora.
- No, no lo creo. – Roberto sabía que Sara tenía razón, que Natalia no estaba bien, pero seguía aterrado su posible reacción, ante la posibilidad de que Sara estuviera equivocada y ya lo hubiera olvidado.
- Búscala. Ve y búscala. Hace meses, cuando vino y se dio cuanta de mi relación con Miguel me dijo que no tenía por qué darle ninguna explicación, que no nos importara lo que la gente pudiera pensar o decir, que disfrutásemos de nuestro amor y fuéramos felices. Roberto, por favor, búscala y sed felices…
#1242
06/03/2013 18:56
espero que Roberto reaccione y Miguel también ante la posibilidad de perder a Sara por una tonteria.
no tardes en seguir.
no tardes en seguir.
#1243
07/03/2013 19:03
Capítulo 141
- Me estabas diciendo que ese tal Álvaro, ¡qué mal me cae, por Dios!, se presentó en casa de Roberto.
Ya habían terminado de comer, Nieves sujetaba a su amiga por el brazo y la ayudaba a incorporarse de la silla. Sus hijos seguían durmiendo sobre la amplia cama y ellas comenzaron a caminar lentamente por la habitación. El doctor le había dicho a Natalia que caminar era un buen ejercicio y ella quería recuperarse lo antes posible del accidente y del parto.
- Míralos, qué preciosidad, qué ternura… - dijo Natalia en voz suave mirando a los bebés - ¿No crees que hacen buena pareja? – el tono de la joven había pasado a ser más divertido, pícaro incluso.
- ¿Buena pareja? – preguntó Nieves intrigada pero feliz, Natalia volvía a utilizar dobles sentidos, frases divertidas, ¿qué estaría pasando por la mente de su amiga? – Todo lo buena pareja que pueden formar un niño de horas y una niña de meses. ¿En que estás pensando?
- ¿Crees que tendremos nietos guapos? – continuó Natalia
- ¿Nietos guapos, tú y yo? ¿En común? ¿No crees que pueda ser un poco pronto para plantearnos siquiera eso? – Nieves a duras penas pudo aguantar la risa.
- Bueno… han dormido juntos… en la misma cama… - Natalia bajaba la cabeza para que su amiga no pudiera verla reír.
- Calla, calla y no me hagas reír que los vamos a despertar. – Nieves se cubrió la boca con la mano que tenía libre mientras arrastró a su amiga lejos de los bebés.
- Quiero que despierte, quiero jugar con él… - dijo Natalia en voz baja sin dejar de mirar a su hijo.
- No sabes lo que estas diciendo, insensata. – Nieves se llevó a Natalia hacia la ventana – Pienso recordarte estas palabras cada vez que te quejes porque se ha pasado la noche llorando por un cólico, porque le están saliendo los dientes o simplemente porque no tiene sueño.
- No… David nunca me hará eso. – Natalia consiguió acercarse un poco a la cama, era una lucha entre las dos jóvenes, una tratando de acercarse y la otra de alejarse - ¿Verdad que tú nunca le harás eso a tu mamá? – como respuesta, el pequeño se movió y agitó los bracitos – Ves – comentó Natalia con gesto triunfante mirando a su amiga – mi pequeñín dice que se va a portar bien…
- Es un hombre… no te fíes de él. – Nieves consiguió alejar de nuevo a Natalia hasta una de las puertas ventana – Me estabas contando que ese tal Álvaro se presentó en casa de Roberto…
- Sí… - Natalia tomó aire, estaba tan feliz mirando a su hijo que no deseaba recordar los momentos tristes del pasado, pero comprendía que debía seguir poniendo al corriente a su amiga para que esta entendiera lo que había ocurrido – Álvaro desapareció de su casa sin que nadie se diera cuenta de ello, todos estaban demasiado interesados en la historia que les estaba narrando don Germán como para poner atención en si alguno de los presentes se había ausentado.
- Comprendo…
- Cuando se percataron de su falta, se pusieron en lo peor… - Natalia se agarró con fuerza al marco de una de las puertas ventana y fijó su mirada en el horizonte - Ya te he contado que Álvaro siempre odió a Roberto y todos temieron que hubiera salido en su busca. Mi prima Sara y Ángel estuvieron presentes durante todo el tiempo y participaron en su búsqueda, ellos fueron quienes se acercaron hasta su casa…
- ¿Y? – Nieves escuchaba con atención cada palabra que salía de la boca de su amiga, no podía siquiera imaginar el dolor que suponía vivir una situación así, pero de cualquier modo, su opinión sobre Roberto no había cambiado lo más mínimo.
- Cuando llegaron… - Natalia se detuvo y tragó saliva - Sara me contó que llegaron tarde. Álvaro y Roberto estaban en el suelo, golpeándose. Álvaro había hablado y Carmen lo abofeteó tratando de que callara, pero ya era demasiado tarde.
- Por el tono de tu voz supongo que eso no es lo peor.
- No… - Nieves la conocía muy bien, sabía que la historia aún no había finalizado y que lo que restaba no sería mucho mejor – Tomás, el hombre que siempre ejerció de padre con Roberto, debió de recibir un golpe en la pelea… además, parece que la impresión por la noticia… - Natalia sentía un nudo en la garganta, no era capaz de pronunciar frases largas, las ideas se le agolpaban y salían casi inconexas por sus labios - Días antes de esta desgracia también se sintió mal, lo achacó al calor, al trabajo… pero… cuando llegó el médico ya había muerto… Murió en brazos de Roberto y él… él salió de la casa… y…
- Calla, calla, no sigas, es suficiente… - Nieves abrazó a su amiga e hizo que ésta recostara la cabeza en su hombro. Durante unos segundos Natalia lloró en silencio, necesitaba desahogarse, pero pronto recordó la promesa hecha a su hijo: llorar tan solo de alegría. La joven se recompuso, se pasó la manga de la bata por la cara y trató de sonreír a su amiga – Ten mi pañuelo…
- Lo siento… - Natalia sorbió por la nariz – te he dejado el vestido hecho unos zorros… - la joven trataba de limpiar el vestido de su amiga con el pañuelo que ésta le había dejado.
- Tranquila, siempre podemos echarle la culpa a nuestros bebés.
- No tienes vergüenza…
- No… - las muchachas comenzaron a reír, divertidas por la idea de culpar a sus hijos de los estragos en sus atuendos – Anda, vamos a sentarnos un poco, ya has estado de pie demasiado tiempo para ser el primer día.
- Pero no quiero sentarme… – replicó Natalia haciendo un mohín, pero accediendo finalmente a los deseos de su amiga. Aunque no quería reconocerlo, se cansaba con mucha facilidad, se encontraba mucho más débil de lo que estaba dispuesta a admitir – he pasado muchos meses sentada y acostada para que no le pasase nada a mi hijo. Ahora que puedo moverme libremente sin temor a nada…
- Me estabas diciendo que ese tal Álvaro, ¡qué mal me cae, por Dios!, se presentó en casa de Roberto.
Ya habían terminado de comer, Nieves sujetaba a su amiga por el brazo y la ayudaba a incorporarse de la silla. Sus hijos seguían durmiendo sobre la amplia cama y ellas comenzaron a caminar lentamente por la habitación. El doctor le había dicho a Natalia que caminar era un buen ejercicio y ella quería recuperarse lo antes posible del accidente y del parto.
- Míralos, qué preciosidad, qué ternura… - dijo Natalia en voz suave mirando a los bebés - ¿No crees que hacen buena pareja? – el tono de la joven había pasado a ser más divertido, pícaro incluso.
- ¿Buena pareja? – preguntó Nieves intrigada pero feliz, Natalia volvía a utilizar dobles sentidos, frases divertidas, ¿qué estaría pasando por la mente de su amiga? – Todo lo buena pareja que pueden formar un niño de horas y una niña de meses. ¿En que estás pensando?
- ¿Crees que tendremos nietos guapos? – continuó Natalia
- ¿Nietos guapos, tú y yo? ¿En común? ¿No crees que pueda ser un poco pronto para plantearnos siquiera eso? – Nieves a duras penas pudo aguantar la risa.
- Bueno… han dormido juntos… en la misma cama… - Natalia bajaba la cabeza para que su amiga no pudiera verla reír.
- Calla, calla y no me hagas reír que los vamos a despertar. – Nieves se cubrió la boca con la mano que tenía libre mientras arrastró a su amiga lejos de los bebés.
- Quiero que despierte, quiero jugar con él… - dijo Natalia en voz baja sin dejar de mirar a su hijo.
- No sabes lo que estas diciendo, insensata. – Nieves se llevó a Natalia hacia la ventana – Pienso recordarte estas palabras cada vez que te quejes porque se ha pasado la noche llorando por un cólico, porque le están saliendo los dientes o simplemente porque no tiene sueño.
- No… David nunca me hará eso. – Natalia consiguió acercarse un poco a la cama, era una lucha entre las dos jóvenes, una tratando de acercarse y la otra de alejarse - ¿Verdad que tú nunca le harás eso a tu mamá? – como respuesta, el pequeño se movió y agitó los bracitos – Ves – comentó Natalia con gesto triunfante mirando a su amiga – mi pequeñín dice que se va a portar bien…
- Es un hombre… no te fíes de él. – Nieves consiguió alejar de nuevo a Natalia hasta una de las puertas ventana – Me estabas contando que ese tal Álvaro se presentó en casa de Roberto…
- Sí… - Natalia tomó aire, estaba tan feliz mirando a su hijo que no deseaba recordar los momentos tristes del pasado, pero comprendía que debía seguir poniendo al corriente a su amiga para que esta entendiera lo que había ocurrido – Álvaro desapareció de su casa sin que nadie se diera cuenta de ello, todos estaban demasiado interesados en la historia que les estaba narrando don Germán como para poner atención en si alguno de los presentes se había ausentado.
- Comprendo…
- Cuando se percataron de su falta, se pusieron en lo peor… - Natalia se agarró con fuerza al marco de una de las puertas ventana y fijó su mirada en el horizonte - Ya te he contado que Álvaro siempre odió a Roberto y todos temieron que hubiera salido en su busca. Mi prima Sara y Ángel estuvieron presentes durante todo el tiempo y participaron en su búsqueda, ellos fueron quienes se acercaron hasta su casa…
- ¿Y? – Nieves escuchaba con atención cada palabra que salía de la boca de su amiga, no podía siquiera imaginar el dolor que suponía vivir una situación así, pero de cualquier modo, su opinión sobre Roberto no había cambiado lo más mínimo.
- Cuando llegaron… - Natalia se detuvo y tragó saliva - Sara me contó que llegaron tarde. Álvaro y Roberto estaban en el suelo, golpeándose. Álvaro había hablado y Carmen lo abofeteó tratando de que callara, pero ya era demasiado tarde.
- Por el tono de tu voz supongo que eso no es lo peor.
- No… - Nieves la conocía muy bien, sabía que la historia aún no había finalizado y que lo que restaba no sería mucho mejor – Tomás, el hombre que siempre ejerció de padre con Roberto, debió de recibir un golpe en la pelea… además, parece que la impresión por la noticia… - Natalia sentía un nudo en la garganta, no era capaz de pronunciar frases largas, las ideas se le agolpaban y salían casi inconexas por sus labios - Días antes de esta desgracia también se sintió mal, lo achacó al calor, al trabajo… pero… cuando llegó el médico ya había muerto… Murió en brazos de Roberto y él… él salió de la casa… y…
- Calla, calla, no sigas, es suficiente… - Nieves abrazó a su amiga e hizo que ésta recostara la cabeza en su hombro. Durante unos segundos Natalia lloró en silencio, necesitaba desahogarse, pero pronto recordó la promesa hecha a su hijo: llorar tan solo de alegría. La joven se recompuso, se pasó la manga de la bata por la cara y trató de sonreír a su amiga – Ten mi pañuelo…
- Lo siento… - Natalia sorbió por la nariz – te he dejado el vestido hecho unos zorros… - la joven trataba de limpiar el vestido de su amiga con el pañuelo que ésta le había dejado.
- Tranquila, siempre podemos echarle la culpa a nuestros bebés.
- No tienes vergüenza…
- No… - las muchachas comenzaron a reír, divertidas por la idea de culpar a sus hijos de los estragos en sus atuendos – Anda, vamos a sentarnos un poco, ya has estado de pie demasiado tiempo para ser el primer día.
- Pero no quiero sentarme… – replicó Natalia haciendo un mohín, pero accediendo finalmente a los deseos de su amiga. Aunque no quería reconocerlo, se cansaba con mucha facilidad, se encontraba mucho más débil de lo que estaba dispuesta a admitir – he pasado muchos meses sentada y acostada para que no le pasase nada a mi hijo. Ahora que puedo moverme libremente sin temor a nada…
#1244
08/03/2013 19:13
- Ahora tienes que cuidar de ti misma… No te quejes que mi madre me obligó a quedarme en cama sin moverme absolutamente para nada durante una semana.
- Pero…
- ¿Quieres que la llame?
- ¿Me estás amenazando?
- Sí quieres llamarlo así…
- Sabes que no le caigo demasiado bien a tu madre.
- Lo sé… nunca te perdonará que me presentaras a Luis.
- Pero ella es la única responsable. Si no hubiera organizado la fiesta y no me hubiera invitado, yo no habría tenido que asistir y ya sabes que una señorita no debe asistir sola a esos eventos tan importantes… ¡Como ves, fue ella la que me obligó a llevar a Luis conmigo! – la cara de fingida inocencia que puso Natalia hizo, una vez más, que su amiga se riera. Era imposible estar seria a su lado, el nacimiento de David le había dado nuevas ganas de vivir y era maravilloso tener de nuevo a la joven vital y alegre que se escondía tras el parapeto de fuerza y distanciamiento.
- Entonces mañana mismo le digo que venga a cuidarte. – comentó Nieves – Ya te contaré si me he quedado huérfana del susto que se va a llevar. Pero sigue contándome…
- Roberto… Roberto salió de la casa. La gente comenzó a llegar y…
- Se armó un gran revuelo al descubrirse su verdadera paternidad. – comentó Nieves.
- No, nada más lejos de eso… cuando yo me fui tan solo lo sabían los más allegados, la familia Montoro y los Pérez.
- ¿Entonces? – preguntó Nieves intrigada.
- Ya puedes imaginarte… el cura del pueblo intentando consolar a la familia, el doctor preparando el cuerpo para las exequias… Sara se acercó a la imprenta, donde yo estaba, y me lo contó todo. Sin… sin pensarlo siquiera me presenté en su casa; - Natalia se incorporó y caminó de nuevo hasta la ventana, Nieves permaneció sentada, mirándola desde lejos - don Cosme, el abuelo de Roberto, me dijo que se en cuanto llegó el doctor, Roberto se había ido y me animó a que fuera a buscarlo.
- Él estaba al tanto de vuestra relación… - afirmó Nieves.
- Sí, él y Sara estaban al corriente. Bueno, Miguel también… aunque no creo que supiera hasta que punto…Yo…
A Natalia le costaba hablar de aquellos momentos, cada vez que recordaba aquel día sentía como el estómago se le encogía y tan solo quería encogerse sobre sí misma, cerrar los ojos y llorar, llorar hasta que el mundo se borrara ante ella. Recordaba la soledad y el miedo que le habían provocado la muerte de sus padres, recordaba la vergüenza sentida cuando la engañaron por primera vez, pero algo se había roto en su interior cuando encontró a Roberto junto al río, algo que tal vez nunca pudiera volver a recomponerse. Ni siquiera a Nieves, con quien tanta confianza tenía, era capaz de expresarle el dolor sentido.
- Yo sé lo que es perder a un padre – continuó diciendo la joven Reeves - y sabía lo mal que Roberto debía de estar pasándolo por eso salí a buscarlo. Me… - Natalia apoyó los codos en la mesita que tenía frente a ella y escondió la cara en sus manos – me costó encontrarlo. Al final lo hallé junto al río, en el lugar donde nos vimos por primera vez. Estaba en cuclillas, junto a la orilla, ¡parecía tan desvalido! – Natalia comenzó a hablar apresuradamente, atropellándose - Yo solo quería abrazarlo, consolarlo, hacerle sentir que no estaba solo, que podía contar conmigo para lo que fuera, para lo que necesitara… - la joven trataba de mantenerse en calma, de no llorar, pero le costaba sobremanera permanecer serena y narrar los hechos tal y como los recordaba; se secó los ojos y apoyó las manos en la mesa. Tras mirar a su amiga frente a frente, continuó con su historia – Me acerqué, lo abracé por la espalda y le dije que podía contar con mi apoyo, con mi ayuda… Sentí cómo se tensaban sus músculos y… entonces…
- ¿Qué sucedió, Natalia?
- Pero…
- ¿Quieres que la llame?
- ¿Me estás amenazando?
- Sí quieres llamarlo así…
- Sabes que no le caigo demasiado bien a tu madre.
- Lo sé… nunca te perdonará que me presentaras a Luis.
- Pero ella es la única responsable. Si no hubiera organizado la fiesta y no me hubiera invitado, yo no habría tenido que asistir y ya sabes que una señorita no debe asistir sola a esos eventos tan importantes… ¡Como ves, fue ella la que me obligó a llevar a Luis conmigo! – la cara de fingida inocencia que puso Natalia hizo, una vez más, que su amiga se riera. Era imposible estar seria a su lado, el nacimiento de David le había dado nuevas ganas de vivir y era maravilloso tener de nuevo a la joven vital y alegre que se escondía tras el parapeto de fuerza y distanciamiento.
- Entonces mañana mismo le digo que venga a cuidarte. – comentó Nieves – Ya te contaré si me he quedado huérfana del susto que se va a llevar. Pero sigue contándome…
- Roberto… Roberto salió de la casa. La gente comenzó a llegar y…
- Se armó un gran revuelo al descubrirse su verdadera paternidad. – comentó Nieves.
- No, nada más lejos de eso… cuando yo me fui tan solo lo sabían los más allegados, la familia Montoro y los Pérez.
- ¿Entonces? – preguntó Nieves intrigada.
- Ya puedes imaginarte… el cura del pueblo intentando consolar a la familia, el doctor preparando el cuerpo para las exequias… Sara se acercó a la imprenta, donde yo estaba, y me lo contó todo. Sin… sin pensarlo siquiera me presenté en su casa; - Natalia se incorporó y caminó de nuevo hasta la ventana, Nieves permaneció sentada, mirándola desde lejos - don Cosme, el abuelo de Roberto, me dijo que se en cuanto llegó el doctor, Roberto se había ido y me animó a que fuera a buscarlo.
- Él estaba al tanto de vuestra relación… - afirmó Nieves.
- Sí, él y Sara estaban al corriente. Bueno, Miguel también… aunque no creo que supiera hasta que punto…Yo…
A Natalia le costaba hablar de aquellos momentos, cada vez que recordaba aquel día sentía como el estómago se le encogía y tan solo quería encogerse sobre sí misma, cerrar los ojos y llorar, llorar hasta que el mundo se borrara ante ella. Recordaba la soledad y el miedo que le habían provocado la muerte de sus padres, recordaba la vergüenza sentida cuando la engañaron por primera vez, pero algo se había roto en su interior cuando encontró a Roberto junto al río, algo que tal vez nunca pudiera volver a recomponerse. Ni siquiera a Nieves, con quien tanta confianza tenía, era capaz de expresarle el dolor sentido.
- Yo sé lo que es perder a un padre – continuó diciendo la joven Reeves - y sabía lo mal que Roberto debía de estar pasándolo por eso salí a buscarlo. Me… - Natalia apoyó los codos en la mesita que tenía frente a ella y escondió la cara en sus manos – me costó encontrarlo. Al final lo hallé junto al río, en el lugar donde nos vimos por primera vez. Estaba en cuclillas, junto a la orilla, ¡parecía tan desvalido! – Natalia comenzó a hablar apresuradamente, atropellándose - Yo solo quería abrazarlo, consolarlo, hacerle sentir que no estaba solo, que podía contar conmigo para lo que fuera, para lo que necesitara… - la joven trataba de mantenerse en calma, de no llorar, pero le costaba sobremanera permanecer serena y narrar los hechos tal y como los recordaba; se secó los ojos y apoyó las manos en la mesa. Tras mirar a su amiga frente a frente, continuó con su historia – Me acerqué, lo abracé por la espalda y le dije que podía contar con mi apoyo, con mi ayuda… Sentí cómo se tensaban sus músculos y… entonces…
- ¿Qué sucedió, Natalia?
#1245
09/03/2013 00:51
Esta super interesante, saludos.
#1246
09/03/2013 10:42
Gracias Roberta
#1247
09/03/2013 17:08
¿Cómo no voy a seguir con semejantes lectoras?
________________________________________________________________
Nieves tomó las manos de su amiga entre las suyas. Estaba segura de que lo que Natalia estaba a punto de contarle haría que su odio por Roberto aumentara, pero ello no importaba, tan solo importaba que su amiga se desahogara. Durante meses, Natalia había permanecido callada, sin hablar de lo que sucedió durante su visita a Arazana, de la causa por la que se encontraba tan abatida; pero el nacimiento de su hijo, la certeza de que estaba sano, la ayudaron a reponerse y afrontar los recuerdos de aquellos días.
- Me preguntó qué hacía allí. – Natalia calló y Nieves esperó pacientemente a que su amiga continuara. – Cuando le dije que había ido a acompañarlo, que sabía lo mal que se encontraba, que no quería que pasara solo por aquello… me dijo que me fuera. – Natalia miró a su amiga a los ojos y una triste sonrisa curvó sus labios.
- ¿Qué te fueras? ¿Por qué? – Nieves no había podido seguir callada, no entendía aquella reacción.
- Porque… porque… dijo que no quería que retrasara mis planes.
- No entiendo nada, ¿qué planes?
- Al día siguiente debía de coger el tren para volver aquí. Yo también me quedé tan desconcertada como tú. – aclaró a su amiga – Me dijo que nuestra relación había sido una … una manera agradable de pasar el rato y que agradecía la intensidad con la que me había entregado a él. – Natalia dejó escapar una lágrima que rápidamente limpió con el dorso de su mano. Aquellas palabras habían quedado grabadas en su mente, palabras que no creía, palabras que estaba segura eran mentira pues contradecían por completo la pasión y el amor que Roberto le había brindado.
- ¡Maldito hijo de…!
- ¡Nieves! ¿Dónde has aprendido a hablar así? – Natalia no pudo evitar soltar una carcajada al oír a su amiga; Nieves, que siempre los reprendía a Luis y a ella por expresarse en ocasiones de un modo no demasiado ortodoxo, era quien en aquel momento soltaba semejantes lindezas por su boca.
- De oíros a vosotros. – dijo sonrojándose – Pero no me arrepiento, es lo mínimo que se merece el muy…
- Alto, alto, alto… no sigas o vas a hacerme sonrojar. - interrumpió Natalia sonriente ante la reacción de su amiga – No le creí, – continuó relatando de nuevo seria – no podía creerle, no después de las noches que habíamos pasado juntos, no después de aquella última noche y así se lo dije…entonces me besó. Nos besamos, nos acariciamos… poco faltó para que volviéramos a hacer el amor allí mismo, en el suelo como dos… Pero de pronto, bruscamente, me separó de él, me deseó un buen viaje y lo mejor en mi vida, me repitió que había disfrutado mucho de nuestra relación y que si algún día volvía por allí… podríamos volver a… retomarla.
Nieves se levantó de su asiento, furiosa. Si los dos bebés no se hubieran encontrado allí dormidos habría comenzado a gritar histérica. ¿Cómo podía haber gente tan malvada?, gente capaz de satisfacer sus deseos y necesidades más primarias sin pararse a pensar en el dolor que pudieran causar a otros. Natalia no trató de alcanzarla, ni de tranquilizarla, dejó que durante unos minutos caminara por la estancia como un animal enjaulado y ella se acercó a la cama donde sus hijos dormían plácidamente.
- ¿Cómo puedes estar así de tranquila? – preguntó Nieves cuando por fin pudo serenarse.
- He tenido mucho tiempo para pensar, muchos meses para repasar en mi mente todos y cada uno de los minutos que pasé con él, todas y cada una de las palabras que nos dijimos. – Natalia había tomado la mano de su hijo y acariciaba sus pequeños deditos uno por uno – Yo también reaccioné de modo parecido al que has tenido tú hace unos minutos. Cuando se fue y me dejó allí sola… quise morir, desaparecer, sentía que no había razón para seguir adelante pero ya ves que no es así, tengo la más maravillosa de las razones para vivir. – Natalia tomó a David en los brazos y lo estrechó contra ella.
- Continúa.
- Estás intrigada, ¿eh?
- He de confesarte que sí. – admitió Nieves – Pero no por lo que tú imaginas. – Natalia hizo un gesto de confusión – No me intriga lo que sucedió en Arazana hasta que tomaste el tren de vuelta, lo que realmente me intriga es porqué sigues amándolo de este modo.
- ¿Te parece poca razón nuestro hijo?
- Un hijo es algo maravilloso, pero también puede ser un recuerdo perenne del dolor. David te recordará día tras día aquel dolor y aquel desengaño.
- Me conoces demasiado bien… Volví al pueblo, – Nieves le acababa de decir que no le intrigaba el resto de acontecimientos sucedidos en Arazana, pero eran parte de la historia y necesarios para que su amiga comprendiese del todo lo que había ocurrido y su reacción posterior – os puse un telegrama para avisar de mi llegada y fui a la posada a preparar el equipaje. Sara me siguió, me preguntó qué había sucedido y se extraño mucho por el telegrama. Le conté… le conté lo que Roberto me había dicho y me pidió que lo buscara, que tratara de hablar con él una vez más, que le exigiera explicaciones… Ella no creía que las palabras de Roberto fueran ciertas, que hablara en serio… Cuando le dije que no iba a ir en su busca de nuevo, que no iba a pedirle explicaciones… No podía creerlo, me repetía una y otra vez que era como si le hablara de otra persona, que Roberto no podía haberme tratado de aquel modo y que iba a hablar con él. Le pedí que no lo hiciera, que lo dejase… que no me avergonzara aún más y creo que la convencí.
________________________________________________________________
Nieves tomó las manos de su amiga entre las suyas. Estaba segura de que lo que Natalia estaba a punto de contarle haría que su odio por Roberto aumentara, pero ello no importaba, tan solo importaba que su amiga se desahogara. Durante meses, Natalia había permanecido callada, sin hablar de lo que sucedió durante su visita a Arazana, de la causa por la que se encontraba tan abatida; pero el nacimiento de su hijo, la certeza de que estaba sano, la ayudaron a reponerse y afrontar los recuerdos de aquellos días.
- Me preguntó qué hacía allí. – Natalia calló y Nieves esperó pacientemente a que su amiga continuara. – Cuando le dije que había ido a acompañarlo, que sabía lo mal que se encontraba, que no quería que pasara solo por aquello… me dijo que me fuera. – Natalia miró a su amiga a los ojos y una triste sonrisa curvó sus labios.
- ¿Qué te fueras? ¿Por qué? – Nieves no había podido seguir callada, no entendía aquella reacción.
- Porque… porque… dijo que no quería que retrasara mis planes.
- No entiendo nada, ¿qué planes?
- Al día siguiente debía de coger el tren para volver aquí. Yo también me quedé tan desconcertada como tú. – aclaró a su amiga – Me dijo que nuestra relación había sido una … una manera agradable de pasar el rato y que agradecía la intensidad con la que me había entregado a él. – Natalia dejó escapar una lágrima que rápidamente limpió con el dorso de su mano. Aquellas palabras habían quedado grabadas en su mente, palabras que no creía, palabras que estaba segura eran mentira pues contradecían por completo la pasión y el amor que Roberto le había brindado.
- ¡Maldito hijo de…!
- ¡Nieves! ¿Dónde has aprendido a hablar así? – Natalia no pudo evitar soltar una carcajada al oír a su amiga; Nieves, que siempre los reprendía a Luis y a ella por expresarse en ocasiones de un modo no demasiado ortodoxo, era quien en aquel momento soltaba semejantes lindezas por su boca.
- De oíros a vosotros. – dijo sonrojándose – Pero no me arrepiento, es lo mínimo que se merece el muy…
- Alto, alto, alto… no sigas o vas a hacerme sonrojar. - interrumpió Natalia sonriente ante la reacción de su amiga – No le creí, – continuó relatando de nuevo seria – no podía creerle, no después de las noches que habíamos pasado juntos, no después de aquella última noche y así se lo dije…entonces me besó. Nos besamos, nos acariciamos… poco faltó para que volviéramos a hacer el amor allí mismo, en el suelo como dos… Pero de pronto, bruscamente, me separó de él, me deseó un buen viaje y lo mejor en mi vida, me repitió que había disfrutado mucho de nuestra relación y que si algún día volvía por allí… podríamos volver a… retomarla.
Nieves se levantó de su asiento, furiosa. Si los dos bebés no se hubieran encontrado allí dormidos habría comenzado a gritar histérica. ¿Cómo podía haber gente tan malvada?, gente capaz de satisfacer sus deseos y necesidades más primarias sin pararse a pensar en el dolor que pudieran causar a otros. Natalia no trató de alcanzarla, ni de tranquilizarla, dejó que durante unos minutos caminara por la estancia como un animal enjaulado y ella se acercó a la cama donde sus hijos dormían plácidamente.
- ¿Cómo puedes estar así de tranquila? – preguntó Nieves cuando por fin pudo serenarse.
- He tenido mucho tiempo para pensar, muchos meses para repasar en mi mente todos y cada uno de los minutos que pasé con él, todas y cada una de las palabras que nos dijimos. – Natalia había tomado la mano de su hijo y acariciaba sus pequeños deditos uno por uno – Yo también reaccioné de modo parecido al que has tenido tú hace unos minutos. Cuando se fue y me dejó allí sola… quise morir, desaparecer, sentía que no había razón para seguir adelante pero ya ves que no es así, tengo la más maravillosa de las razones para vivir. – Natalia tomó a David en los brazos y lo estrechó contra ella.
- Continúa.
- Estás intrigada, ¿eh?
- He de confesarte que sí. – admitió Nieves – Pero no por lo que tú imaginas. – Natalia hizo un gesto de confusión – No me intriga lo que sucedió en Arazana hasta que tomaste el tren de vuelta, lo que realmente me intriga es porqué sigues amándolo de este modo.
- ¿Te parece poca razón nuestro hijo?
- Un hijo es algo maravilloso, pero también puede ser un recuerdo perenne del dolor. David te recordará día tras día aquel dolor y aquel desengaño.
- Me conoces demasiado bien… Volví al pueblo, – Nieves le acababa de decir que no le intrigaba el resto de acontecimientos sucedidos en Arazana, pero eran parte de la historia y necesarios para que su amiga comprendiese del todo lo que había ocurrido y su reacción posterior – os puse un telegrama para avisar de mi llegada y fui a la posada a preparar el equipaje. Sara me siguió, me preguntó qué había sucedido y se extraño mucho por el telegrama. Le conté… le conté lo que Roberto me había dicho y me pidió que lo buscara, que tratara de hablar con él una vez más, que le exigiera explicaciones… Ella no creía que las palabras de Roberto fueran ciertas, que hablara en serio… Cuando le dije que no iba a ir en su busca de nuevo, que no iba a pedirle explicaciones… No podía creerlo, me repetía una y otra vez que era como si le hablara de otra persona, que Roberto no podía haberme tratado de aquel modo y que iba a hablar con él. Le pedí que no lo hiciera, que lo dejase… que no me avergonzara aún más y creo que la convencí.
#1248
10/03/2013 12:53
Gracias Roberta
#1249
10/03/2013 14:23
Nieves tomó a Valeria en sus brazos, la cercanía de sus madres hizo que los bebés despertaran y reclamaran alimento y cuidados. Parecía mentira que tan solo veinticuatro horas antes el pequeño David no hubiera visto aún la luz; Natalia lo tomaba en brazos y lo atendía como toda una experta. Era cierto que había tenido la oportunidad de practicar con su ahijada, pero realmente era el instinto lo que hacía que Natalia supiera cómo coger a su hijo en brazos, cómo acunarlo, con qué fuerza asirlo para sostenerlo pero sin lastimarlo lo más mínimo. Natalia no podía dejar de pensar en lo maravilloso que era tener a su hijo con ella, después del miedo que había pasado durante todo el embarazo deseaba disfrutar de él a cada momento, pero tampoco podía dejar de pensar en lo mágico que podría ser tener a Roberto a su lado, que también él pudiera abrazarlo, sostenerlo, acunarlo… No se percató de que estaba llorando hasta que una lágrima cayó sobre los ropajes que cubrían a su hijo.
- ¡Oh, mi vida, lo siento! A este paso vas a tener que aprender a nadar antes de tiempo… no hago más que llorarte encima… pero ya se acabó, no te preocupes. – dirigiéndose hacia su amiga dijo – Es la tercera vez que le lloro encima y el pobrecito no tiene ni veinticuatro horas… va a pensar que su madre es una regadera.
- ¿Por qué tú prima pensaba de ese modo? – Nieves seguía pendiente del relato de su amiga mientras acomodaba a su hija para darle de comer.
- Conoce a Roberto desde hace más tiempo que yo.
- Eso no quiere decir nada, si se comportó como lo hizo…
- Al día siguiente me levanté temprano. – Natalia continuó con el relato. Hacía ya varias horas que las dos jóvenes se habían quedado solas y quería finalizar su historia antes de que Luis volviera, nunca había tenido secretos para él, pero sabía que iba a ser incómodo para ambos el escuchar de sus labios lo que Nieves estaba escuchando – Me puse un traje de viaje, uno que no me había puesto nunca en Arazana, el granate… el que tiene el sombrero de redecilla y la sombrilla a juego… - explicó.
- Estás muy elegante con él. – Nieves conocía aquel traje, resaltaba la elegancia natural de Natalia y hacía que la joven estuviera sencillamente impresionante.
- Salí a hacer unos recados y cuando volví a la posada Sara me estaba esperando. Continuó insistiendo en que buscara a Roberto, la pobre seguía sin poder aceptar las palabras que Roberto me había dirigido… - a pesar de lo dolorosas que eran las palabras que Natalia estaba pronunciando, en su rostro brillaba una bella sonrisa, la joven no dejaba de mirar a su bebé y de acariciarlo – pero mantuve firme, serena, aunque realmente lo único que deseaba era echar a correr, huir, esconderme y dejarme morir. Poco después salimos hacia la iglesia, no había razón para no asistir al funeral por Tomás Pérez; don Cosme y Carmen fueron muy amables conmigo en las contadas ocasiones en las que nos encontramos y… y nadie sabía lo que había habido entre Roberto y yo. Me quedé detrás en la iglesia, junto a la puerta… no pude apartar mis ojos de él en ningún momento, sentía… - Natalia se mantenía firme, cada vez que notaba que las fuerzas le fallaban miraba a su hijo y se serenaba; aún así le costaba pronunciar frases largas - sentía que mi lugar estaba con él, a su lado, sirviéndole de apoyo… aunque él me hubiera despreciado. Sin embargo, mis pies no se movieron del lugar que ocupaba junto a la puerta. Después salimos, seguimos el cortejo fúnebre hasta el cementerio, pero no tuve fuerzas de acercarme a dar el pésame.
- ¿Hubieras ido?
- No lo sé. – suspiró Natalia – La verdad es que necesitaba volver a verlo, una vez más… tan solo una última vez. – Natalia tomaba aire y trataba de serenarse – Quería darle el pésame a Carmen, a Juanito… despedirme de don Cosme, pero… pero ello implicaba también tener a Roberto frente a mí y… y no me veía capaz de enfrentarme a ello sin derrumbarme o sin lanzarme en sus brazos. Sara y Miguel se acercaron pero yo me quedé esperándolos varios metros más allá.
- ¿Le dijeron algo?
- No lo sé. – Natalia negro con la cabeza – No quise preguntarles, pero supongo que sí.
- ¿Por qué lo dices?
- Porque Roberto levantó la cabeza y me miró.
- ¿Y no hizo nada?
- ¿Qué querías que hiciera? – preguntó Natalia tras negar con la cabeza - ¿Que atravesara el cementerio a la carrera y me pidiera perdón de rodillas?
- Por ejemplo…
- Creo que deberías cambiar de hábitos de lectura, querida amiga… No, no hizo nada… y yo tampoco. Sara y Miguel se reunieron conmigo y me acompañaron a la diligencia y… y no hay más que contar.
- Después de todo lo que me has contado… no puedo comprender cómo puedes seguir enamorada de él. – Valeria se revolvió en brazos de su madre, la pequeña sentía la tensión en el cuerpo y en la voz de su madre.
- Porque prefiero quedarme con las últimas palabras que Roberto me dedicó antes de que muriera su padre: “Yo también te amo, mi vida… y nunca dejaré de hacerlo, pase lo que pase”
- Te estás aferrando a una mentira, a un sueño…
- Nieves, estoy segura de que aquellas palabras salieron directamente de su corazón. – Natalia sentía que sus ideas se aclaraban poco a poco en su mente. Tal vez había tardado demasiado tiempo en hablar, quizá el haber compartido su historia con su amiga le habían hecho ver los hechos de otro modo, pero el caso es que se sentía tranquila y en paz por primera vez en mucho tiempo. No se daba cuenta de que lo que realmente le había traído serenidad era el nacimiento de su hijo, aquel bebé que era tan suyo como de Roberto.
- Eso es lo que quieres creer. – Nieves trataba de hacerle entrar en razón, la había visto tan abatida que le daba miedo que se ilusionara de nuevo.
- No, es la verdad. Hay… hay cosas que no se pueden fingir. – Natalia cerró los ojos y sintió de nuevo las manos de Roberto sobre su piel, sus besos en los labios y el aliento en su cuello.
- ¿Y las últimas horas en aquel pueblo? ¿Aquello fue fingido? Natalia, querida, no me malinterpretes… - Nieves caminaba inquieta con su hija en brazos, desde el nacimiento de David las tornas se habían cambiado: Natalia era la serena y Nieves el manojo de nervios – Yo lo único que quiero es tu bien y que seas feliz pero tengo miedo de que… - ni siquiera sabía de que tenía miedo – es que no quiero que sufras más…
- Ya sé que no quieres ningún mal para mí. – Natalia se incorporó y se acercó a su amiga, era ella la que en aquellos momentos consolaba a su amiga – Y tienes razón, las últimas palabras de Roberto no fueron fingidas ni las soñé, pero tampoco voy a engañarse diciendo que los días anteriores fueron mentira.
- ¿Y qué vas a hacer?
- ¡Oh, mi vida, lo siento! A este paso vas a tener que aprender a nadar antes de tiempo… no hago más que llorarte encima… pero ya se acabó, no te preocupes. – dirigiéndose hacia su amiga dijo – Es la tercera vez que le lloro encima y el pobrecito no tiene ni veinticuatro horas… va a pensar que su madre es una regadera.
- ¿Por qué tú prima pensaba de ese modo? – Nieves seguía pendiente del relato de su amiga mientras acomodaba a su hija para darle de comer.
- Conoce a Roberto desde hace más tiempo que yo.
- Eso no quiere decir nada, si se comportó como lo hizo…
- Al día siguiente me levanté temprano. – Natalia continuó con el relato. Hacía ya varias horas que las dos jóvenes se habían quedado solas y quería finalizar su historia antes de que Luis volviera, nunca había tenido secretos para él, pero sabía que iba a ser incómodo para ambos el escuchar de sus labios lo que Nieves estaba escuchando – Me puse un traje de viaje, uno que no me había puesto nunca en Arazana, el granate… el que tiene el sombrero de redecilla y la sombrilla a juego… - explicó.
- Estás muy elegante con él. – Nieves conocía aquel traje, resaltaba la elegancia natural de Natalia y hacía que la joven estuviera sencillamente impresionante.
- Salí a hacer unos recados y cuando volví a la posada Sara me estaba esperando. Continuó insistiendo en que buscara a Roberto, la pobre seguía sin poder aceptar las palabras que Roberto me había dirigido… - a pesar de lo dolorosas que eran las palabras que Natalia estaba pronunciando, en su rostro brillaba una bella sonrisa, la joven no dejaba de mirar a su bebé y de acariciarlo – pero mantuve firme, serena, aunque realmente lo único que deseaba era echar a correr, huir, esconderme y dejarme morir. Poco después salimos hacia la iglesia, no había razón para no asistir al funeral por Tomás Pérez; don Cosme y Carmen fueron muy amables conmigo en las contadas ocasiones en las que nos encontramos y… y nadie sabía lo que había habido entre Roberto y yo. Me quedé detrás en la iglesia, junto a la puerta… no pude apartar mis ojos de él en ningún momento, sentía… - Natalia se mantenía firme, cada vez que notaba que las fuerzas le fallaban miraba a su hijo y se serenaba; aún así le costaba pronunciar frases largas - sentía que mi lugar estaba con él, a su lado, sirviéndole de apoyo… aunque él me hubiera despreciado. Sin embargo, mis pies no se movieron del lugar que ocupaba junto a la puerta. Después salimos, seguimos el cortejo fúnebre hasta el cementerio, pero no tuve fuerzas de acercarme a dar el pésame.
- ¿Hubieras ido?
- No lo sé. – suspiró Natalia – La verdad es que necesitaba volver a verlo, una vez más… tan solo una última vez. – Natalia tomaba aire y trataba de serenarse – Quería darle el pésame a Carmen, a Juanito… despedirme de don Cosme, pero… pero ello implicaba también tener a Roberto frente a mí y… y no me veía capaz de enfrentarme a ello sin derrumbarme o sin lanzarme en sus brazos. Sara y Miguel se acercaron pero yo me quedé esperándolos varios metros más allá.
- ¿Le dijeron algo?
- No lo sé. – Natalia negro con la cabeza – No quise preguntarles, pero supongo que sí.
- ¿Por qué lo dices?
- Porque Roberto levantó la cabeza y me miró.
- ¿Y no hizo nada?
- ¿Qué querías que hiciera? – preguntó Natalia tras negar con la cabeza - ¿Que atravesara el cementerio a la carrera y me pidiera perdón de rodillas?
- Por ejemplo…
- Creo que deberías cambiar de hábitos de lectura, querida amiga… No, no hizo nada… y yo tampoco. Sara y Miguel se reunieron conmigo y me acompañaron a la diligencia y… y no hay más que contar.
- Después de todo lo que me has contado… no puedo comprender cómo puedes seguir enamorada de él. – Valeria se revolvió en brazos de su madre, la pequeña sentía la tensión en el cuerpo y en la voz de su madre.
- Porque prefiero quedarme con las últimas palabras que Roberto me dedicó antes de que muriera su padre: “Yo también te amo, mi vida… y nunca dejaré de hacerlo, pase lo que pase”
- Te estás aferrando a una mentira, a un sueño…
- Nieves, estoy segura de que aquellas palabras salieron directamente de su corazón. – Natalia sentía que sus ideas se aclaraban poco a poco en su mente. Tal vez había tardado demasiado tiempo en hablar, quizá el haber compartido su historia con su amiga le habían hecho ver los hechos de otro modo, pero el caso es que se sentía tranquila y en paz por primera vez en mucho tiempo. No se daba cuenta de que lo que realmente le había traído serenidad era el nacimiento de su hijo, aquel bebé que era tan suyo como de Roberto.
- Eso es lo que quieres creer. – Nieves trataba de hacerle entrar en razón, la había visto tan abatida que le daba miedo que se ilusionara de nuevo.
- No, es la verdad. Hay… hay cosas que no se pueden fingir. – Natalia cerró los ojos y sintió de nuevo las manos de Roberto sobre su piel, sus besos en los labios y el aliento en su cuello.
- ¿Y las últimas horas en aquel pueblo? ¿Aquello fue fingido? Natalia, querida, no me malinterpretes… - Nieves caminaba inquieta con su hija en brazos, desde el nacimiento de David las tornas se habían cambiado: Natalia era la serena y Nieves el manojo de nervios – Yo lo único que quiero es tu bien y que seas feliz pero tengo miedo de que… - ni siquiera sabía de que tenía miedo – es que no quiero que sufras más…
- Ya sé que no quieres ningún mal para mí. – Natalia se incorporó y se acercó a su amiga, era ella la que en aquellos momentos consolaba a su amiga – Y tienes razón, las últimas palabras de Roberto no fueron fingidas ni las soñé, pero tampoco voy a engañarse diciendo que los días anteriores fueron mentira.
- ¿Y qué vas a hacer?
#1250
12/03/2013 20:18
Capítulo 142
- Buenas noches.
Era ya muy tarde, Marcial había tenido muchos pacientes aquel día y acababa de irse a su casa en donde su esposa lo esperaba. El médico había invitado a Sara a cenar con Flor y con él, pero ésta había declinado la invitación, deseaba estar a solas para pensar en todo lo que había vivido en las últimas horas. En un día escaso le había confesado a su prometido que ella era el bandolero del rifle y por esa razón Miguel se había marchado, había recibido un telegrama nada tranquilizador de Natalia y había mantenido una conversación con Roberto más larga de lo que podía imaginar dada la escasa relación que mantenían en aquellos momentos. Sara estaba ordenando todos los papales del mostrador antes de cerrar la imprenta cuando el oír el saludo hizo que levantara la cabeza, era una voz conocida y querida la que llegaba desde la puerta de entrada.
- Buenas noches. – respondió Sara. Iba a preguntar qué era lo que le llevaba por allí, pero se contuvo.
- Yo… pasaba por aquí y vi que aún había luz. Me extrañó, pues no sueles quedarte hasta tan tarde. ¿Algún problema?
- No, ninguno. Gracias por preguntar.
- Bien… entonces… me voy.
- Espera. – lo retuvo - ¿Has pensado en lo que hablamos ayer?
- Sí, no he hecho otra cosa que pensar en ello. - Miguel caminó hasta el mostrador y apoyó en él el tricornio – No he dormido siquiera y no es algo acerca de lo que se pueda pedir consejo a los amigos.
- Lo sé. Tampoco he podido yo hablarlo con casi nadie. – confesó Sara.
- ¿Casi nadie? ¡Por Dios, Sara! ¿A quién se lo has dicho? – preguntó él desesperado. El joven rodeó el mostrador y tomó a su prometida por los brazos - ¿Acaso estás loca para ir hablando de esto? ¿Sabes cuáles pueden ser las consecuencias?
- Sí, que dejes de quererme. – aquellas palabras provocaron un silencio total entre ambos durante varios segundos, transcurridos los cuales y, al no recibir respuesta, Sara continuó hablando – Se lo dije a Elvira y a mi padre.
- Sara, tu padre es el gobernador, el máximo representante de la ley, es su deber… - al guardia civil le costaba expresar sus temores – entregarte a la justicia. Y sabes cuál es la pena por bandolerismo…
- Sí… lo sé… durante meses he visto pasquines colgados por todos los pueblos de la sierra. – Arazana y los pueblos de la comarca llevaban años cubiertos por pasquines pidiendo colaboración por la captura de cualquier miembro de la banda de Carranza, la recompensa era sustanciosa, lo suficiente como para sacar de la miseria a cualquiera de las familias de la región. Se los buscaba vivos o muertos.
- Y aún así se lo has dicho…
- Por supuesto. – Sara asintió con la cabeza – No quiero tener ningún secreto con él.
- ¿De verdad eres consciente de lo que estás haciendo? – Miguel la miraba a los ojos, incrédulo.
- Sí… soy plenamente consciente. Es que no quiero que haya más mentiras en mi vida. – Sara dio un paso atrás y se liberó de las manos de Miguel – Toda mi vida ha sido una mentira, empezando por mi nacimiento y ahora que iba a empezar una nueva etapa quería hacerlo sin… sin nada de lo que pudiera arrepentirme más adelante. Por eso comprendo perfectamente tu reacción y no opondré ninguna resistencia a la detención, tan solo quiero que sepas que no daré ningún nombre por mucho que…
- Buenas noches.
Era ya muy tarde, Marcial había tenido muchos pacientes aquel día y acababa de irse a su casa en donde su esposa lo esperaba. El médico había invitado a Sara a cenar con Flor y con él, pero ésta había declinado la invitación, deseaba estar a solas para pensar en todo lo que había vivido en las últimas horas. En un día escaso le había confesado a su prometido que ella era el bandolero del rifle y por esa razón Miguel se había marchado, había recibido un telegrama nada tranquilizador de Natalia y había mantenido una conversación con Roberto más larga de lo que podía imaginar dada la escasa relación que mantenían en aquellos momentos. Sara estaba ordenando todos los papales del mostrador antes de cerrar la imprenta cuando el oír el saludo hizo que levantara la cabeza, era una voz conocida y querida la que llegaba desde la puerta de entrada.
- Buenas noches. – respondió Sara. Iba a preguntar qué era lo que le llevaba por allí, pero se contuvo.
- Yo… pasaba por aquí y vi que aún había luz. Me extrañó, pues no sueles quedarte hasta tan tarde. ¿Algún problema?
- No, ninguno. Gracias por preguntar.
- Bien… entonces… me voy.
- Espera. – lo retuvo - ¿Has pensado en lo que hablamos ayer?
- Sí, no he hecho otra cosa que pensar en ello. - Miguel caminó hasta el mostrador y apoyó en él el tricornio – No he dormido siquiera y no es algo acerca de lo que se pueda pedir consejo a los amigos.
- Lo sé. Tampoco he podido yo hablarlo con casi nadie. – confesó Sara.
- ¿Casi nadie? ¡Por Dios, Sara! ¿A quién se lo has dicho? – preguntó él desesperado. El joven rodeó el mostrador y tomó a su prometida por los brazos - ¿Acaso estás loca para ir hablando de esto? ¿Sabes cuáles pueden ser las consecuencias?
- Sí, que dejes de quererme. – aquellas palabras provocaron un silencio total entre ambos durante varios segundos, transcurridos los cuales y, al no recibir respuesta, Sara continuó hablando – Se lo dije a Elvira y a mi padre.
- Sara, tu padre es el gobernador, el máximo representante de la ley, es su deber… - al guardia civil le costaba expresar sus temores – entregarte a la justicia. Y sabes cuál es la pena por bandolerismo…
- Sí… lo sé… durante meses he visto pasquines colgados por todos los pueblos de la sierra. – Arazana y los pueblos de la comarca llevaban años cubiertos por pasquines pidiendo colaboración por la captura de cualquier miembro de la banda de Carranza, la recompensa era sustanciosa, lo suficiente como para sacar de la miseria a cualquiera de las familias de la región. Se los buscaba vivos o muertos.
- Y aún así se lo has dicho…
- Por supuesto. – Sara asintió con la cabeza – No quiero tener ningún secreto con él.
- ¿De verdad eres consciente de lo que estás haciendo? – Miguel la miraba a los ojos, incrédulo.
- Sí… soy plenamente consciente. Es que no quiero que haya más mentiras en mi vida. – Sara dio un paso atrás y se liberó de las manos de Miguel – Toda mi vida ha sido una mentira, empezando por mi nacimiento y ahora que iba a empezar una nueva etapa quería hacerlo sin… sin nada de lo que pudiera arrepentirme más adelante. Por eso comprendo perfectamente tu reacción y no opondré ninguna resistencia a la detención, tan solo quiero que sepas que no daré ningún nombre por mucho que…
#1251
12/03/2013 23:06
Gracias Roberta
#1252
14/03/2013 20:37
Gracias a vosotras
_________________________________________________________________
Sara no pudo terminar la frase, Miguel la tomó en sus brazos y la besó estrechándola contra su pecho. La joven quedó desconcertada, había pasado la noche anterior pensando en lo que le deparaba el futuro, se había resignado a perder el amor de Miguel y a acabar en prisión o incluso en el patíbulo, lo que de ningún modo esperaba era aquel beso. Miguel era el guardia civil más íntegro que conocía, su trabajo y el servicio a la gente estaban por encima de todo y de todos, incluso por encima de sí mismo, sus deseos y anhelos.
- Miguel…
- ¡Dios santo, Sara! – el guardia civil soltó a su prometida y se apartó de ella - He pasado toda la noche pensando en lo que me dijiste ayer. No encuentro salida a este dilema… - Miguel comenzó a caminar nervioso por todo el establecimiento - ¿Eres consciente de lo que me has pedido?
- Sí. – respondió ella con un hilo de voz – Y también soy consciente de que fue un error.
- Al menos lo admites… el unirte a los bandoleros…
- No Miguel, no me has entendido. El error no fue unirme a la banda de Carranza o capitanearla tras su muerte, - la joven tomó su chal y salió de detrás del mostrador – el error fue confesártelo.
- No puedes estar hablando en serio…
- Lo estoy, debí callar. Sabía que mi confesión te dolería y te pondría en un apuro… y aun así te lo conté. No tengo ningún derecho a pedirte que traiciones tus principios, – Sara caminó hasta quedar frente a Miguel – por eso he pensado que voy a… voy a hablar con Garay.
- No.
- Miguel, por favor, deja que vaya a…
- No Sara, no permitiré que te entregues a las autoridades. – Miguel retenía a Sara en la imprenta, sostenía su brazo con fuerza evitando de ese modo que la muchacha dejara el establecimiento - No podría soportar verte cargada de cadenas o… o algo peor.
- Miguel… - Sara levantó una mano y acarició el rostro del joven – y yo no podría verte día tras día, luchando con el recuerdo de no haber cumplido con tu deber, con el hecho de haber deshonrado el uniforme que llevas.
- ¿Crees que me importa el uniforme si a cambio te pierdo a ti? ¿Cómo puedes pensar que escogería el cuerpo, que dejaría que te llevasen lejos de mí? – Miguel estrechó a Sara en sus brazos, evitando que se fuera, mostrando que la necesitaba para seguir adelante cada día – No sé qué es lo que vaya a pasarnos, pero lo pasaremos juntos.
- No Miguel, tal vez ahora pienses así pero, ¿qué me dices dentro de cinco o diez años? ¿Seguirás pensando del mismo modo? – Sara no pudo evitar comenzar a llorar.
- Sí, Sara. Seguiré pensando del mismo modo. Seguiré pensando que mi lugar está a tu lado, sea donde sea que tú estés. – lentamente, Miguel se acercó a Sara y buscó sus labios. No deseaba oír más palabras razonables. Era consciente de que ya no podría seguir en el cuerpo por más tiempo, la decisión de ocultar la verdad para proteger a Sara le obligaba a renunciar a su carrera, pero también sabía que, sin aquella mujer a su lado, ningún honor merecía la pena.
_________________________________________________________________
Sara no pudo terminar la frase, Miguel la tomó en sus brazos y la besó estrechándola contra su pecho. La joven quedó desconcertada, había pasado la noche anterior pensando en lo que le deparaba el futuro, se había resignado a perder el amor de Miguel y a acabar en prisión o incluso en el patíbulo, lo que de ningún modo esperaba era aquel beso. Miguel era el guardia civil más íntegro que conocía, su trabajo y el servicio a la gente estaban por encima de todo y de todos, incluso por encima de sí mismo, sus deseos y anhelos.
- Miguel…
- ¡Dios santo, Sara! – el guardia civil soltó a su prometida y se apartó de ella - He pasado toda la noche pensando en lo que me dijiste ayer. No encuentro salida a este dilema… - Miguel comenzó a caminar nervioso por todo el establecimiento - ¿Eres consciente de lo que me has pedido?
- Sí. – respondió ella con un hilo de voz – Y también soy consciente de que fue un error.
- Al menos lo admites… el unirte a los bandoleros…
- No Miguel, no me has entendido. El error no fue unirme a la banda de Carranza o capitanearla tras su muerte, - la joven tomó su chal y salió de detrás del mostrador – el error fue confesártelo.
- No puedes estar hablando en serio…
- Lo estoy, debí callar. Sabía que mi confesión te dolería y te pondría en un apuro… y aun así te lo conté. No tengo ningún derecho a pedirte que traiciones tus principios, – Sara caminó hasta quedar frente a Miguel – por eso he pensado que voy a… voy a hablar con Garay.
- No.
- Miguel, por favor, deja que vaya a…
- No Sara, no permitiré que te entregues a las autoridades. – Miguel retenía a Sara en la imprenta, sostenía su brazo con fuerza evitando de ese modo que la muchacha dejara el establecimiento - No podría soportar verte cargada de cadenas o… o algo peor.
- Miguel… - Sara levantó una mano y acarició el rostro del joven – y yo no podría verte día tras día, luchando con el recuerdo de no haber cumplido con tu deber, con el hecho de haber deshonrado el uniforme que llevas.
- ¿Crees que me importa el uniforme si a cambio te pierdo a ti? ¿Cómo puedes pensar que escogería el cuerpo, que dejaría que te llevasen lejos de mí? – Miguel estrechó a Sara en sus brazos, evitando que se fuera, mostrando que la necesitaba para seguir adelante cada día – No sé qué es lo que vaya a pasarnos, pero lo pasaremos juntos.
- No Miguel, tal vez ahora pienses así pero, ¿qué me dices dentro de cinco o diez años? ¿Seguirás pensando del mismo modo? – Sara no pudo evitar comenzar a llorar.
- Sí, Sara. Seguiré pensando del mismo modo. Seguiré pensando que mi lugar está a tu lado, sea donde sea que tú estés. – lentamente, Miguel se acercó a Sara y buscó sus labios. No deseaba oír más palabras razonables. Era consciente de que ya no podría seguir en el cuerpo por más tiempo, la decisión de ocultar la verdad para proteger a Sara le obligaba a renunciar a su carrera, pero también sabía que, sin aquella mujer a su lado, ningún honor merecía la pena.
#1253
15/03/2013 10:38
Espero que alguien convenza a miguel para que no deje de ser guardia civil
gracia Roberta
gracia Roberta
#1254
15/03/2013 20:46
¡Quién sabe lo que pueda pasar con Miguel!
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Capítulo 143
- No lo sé… no sé qué voy a hacer. – respondió Natalia.
- ¿Se puede pasar? – la puerta de la habitación se abrió ligeramente y Luis asomó la cabeza.
- Ya era hora… - dijo Nieves secándose los ojos. La historia que Natalia acababa de contarle había hecho que ambas jóvenes derramasen muchas lágrimas y Nieves trató de recomponer su aspecto antes de que su marido pudiera verla de cerca - ¿Dónde has estado hasta ahora?
- Celebrando el nacimiento de mi sobrinito, ¿no es ahí a donde me enviaste? – Luis había entrado cerrando la puerta tras de sí, estaba ya al lado de su esposa y le tendía un pañuelo limpio con una mano mientras que con la otra cogía a su hija de brazos de su madre.
- No te creo… estás demasiado sereno. ¿Qué hora es? – preguntó Nieves mirando por la ventana.
- Tarde, muy tarde, está anocheciendo ya.
- ¿Has… has dicho que David…? – preguntó Natalia en voz baja.
- No, no he comentado con nadie que ha nacido. – tranquilizó a su amiga. Luis se sentó junto a Natalia y acarició su rostro - He estado en la oficina, poniendo cosas al día. Me habéis vuelto loco durante toda la semana con las pruebas del disfraz y no he tenido tiempo de nada más.
- ¡No me habéis contado nada de la fiesta! – exclamó Natalia agradecida por la discreción de su amigo.
- No había gran cosa que contar… buena comida, buena bebida, – comenzó a enumerar Luis mientras Nieves lo miraba desde el otro extremo del dormitorio – compañía más interesada en la vida de los demás que en la suya propia… lo habitual en estos eventos.
- Todo el mundo nos preguntaba por ti. – intervino Nieves - ¿Cómo está la señorita Natalia? ¿Cómo es que no les ha acompañado? – la joven imitó a las mujeres con las que habían compartido la velada y puso una voz nasal al hablar.
- Y nosotros contestábamos que estabas muy bien y muy ocupada…- el tono de Luis se ensombreció - lo cual resultó verdad finalmente.
- Luis, no te pongas así, no te enfades conmigo. Perdóname, por favor… - Natalia estaba verdaderamente angustiada ante al reacción de su amigo.
- No te preocupes, - él trató de restarle importancia al asunto – tomaste la decisión que creíste más conveniente. Me alteré tanto porque pensé que algo podría haberte ocurrido y sola… sin compañía… sin ayuda…
- Y me ocurrió… - Natalia sonrió mostrando a su hijo – me ocurrió lo más maravilloso que podía haberme ocurrido. – Luis se acercó y miró con detenimiento al bebé por primera vez.
- Es muy guapo.
- ¡Oh! Guapo… creí que esa palabra no existía en el vocabulario de los hombres – Nieves, sonriente, se acercó por fin. Se había mantenido alejada esperando a que su marido y su amiga comenzasen a hablar. Sabía que Natalia sufría porque Luis no había mirado siquiera al hijo del que ella estaba tan orgullosa y él no quería hacerlo porque la presencia de aquel bebé le recordaba el peligro que su amiga podía haber corrido.
- Pues al menos existe en el vocabulario de este hombre. – dijo Luis risueño, Nieves y él habían comenzado una de las múltiples discusiones en broma que entablaban cuando el ambiente se encontraba tan tenso como en aquellos instantes – Estoy lo suficientemente seguro de mi hombría como para poder asegurar, sin atisbo de rubor, que David es un niño muy guapo. ¿O acaso dudabas de mi hombría? – Nieves tomó a su hija en brazos y Luis aprovechó la ocasión para tomar a su esposa de la cintura y atraerla hacia él hasta sentarla sobre sus rodillas.
- En absoluto, no dudo lo más mínimo de tu hombría…
- ¡Oh, por favor! Hay decenas de dormitorios en esta casa… ¡Id a uno de ellos y no nos escandalicéis a los demás! – exclamó Natalia en broma cubriéndose los ojos con una mano y apretando a su hijo contra ella. Todos comenzaron a reír hasta que los niños se sintieron incómodos y comenzaron a protestar - ¿De verdad te parece guapo? – preguntó Natalia a su amigo.
- Sí… ¿Cómo no va a serlo si su mamá es preciosa? – respondió Luis.
- Pues porque es clavadito a su papá. – comentó Natalia risueña - ¡Luis, si ni siquiera lo has mirado!
- Sí que lo he mirado. – protestó él - Es moreno y tiene los ojos oscuros; tampoco es que se pueda mirar mucho más de un bebé. – dijo tratando de excusar su falta de detalles en la descripción. - ¿Tanto se parece a él? – Luis miraba atentamente a su amiga. Natalia siempre había sido una joven responsable que se sabía adaptar con facilidad a los cambios que se producían en su vida y sobreponerse a las dificultades, pero los últimos meses le habían confirmado la fortaleza de la joven; podía haberse hundido, el accidente y el embarazo podían haberla marcado irremediablemente y, sin embargo, la maternidad le había proporcionado un brillo, una ilusión y unas ganas de seguir adelante que la hacían enfrentar el futuro sin preocuparse de las dificultades.
- Sí… - asintió Natalia – Es igual a Roberto… así debió de ser él cuando nació… así es como me imaginaba que serías, mi vida. – David se revolvió inquieto - ¿Otra vez tienes hambre? – preguntó su madre – Pero si no puedo tener nada que darte… hace tan solo tres horas que has comido por última vez…
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Capítulo 143
- No lo sé… no sé qué voy a hacer. – respondió Natalia.
- ¿Se puede pasar? – la puerta de la habitación se abrió ligeramente y Luis asomó la cabeza.
- Ya era hora… - dijo Nieves secándose los ojos. La historia que Natalia acababa de contarle había hecho que ambas jóvenes derramasen muchas lágrimas y Nieves trató de recomponer su aspecto antes de que su marido pudiera verla de cerca - ¿Dónde has estado hasta ahora?
- Celebrando el nacimiento de mi sobrinito, ¿no es ahí a donde me enviaste? – Luis había entrado cerrando la puerta tras de sí, estaba ya al lado de su esposa y le tendía un pañuelo limpio con una mano mientras que con la otra cogía a su hija de brazos de su madre.
- No te creo… estás demasiado sereno. ¿Qué hora es? – preguntó Nieves mirando por la ventana.
- Tarde, muy tarde, está anocheciendo ya.
- ¿Has… has dicho que David…? – preguntó Natalia en voz baja.
- No, no he comentado con nadie que ha nacido. – tranquilizó a su amiga. Luis se sentó junto a Natalia y acarició su rostro - He estado en la oficina, poniendo cosas al día. Me habéis vuelto loco durante toda la semana con las pruebas del disfraz y no he tenido tiempo de nada más.
- ¡No me habéis contado nada de la fiesta! – exclamó Natalia agradecida por la discreción de su amigo.
- No había gran cosa que contar… buena comida, buena bebida, – comenzó a enumerar Luis mientras Nieves lo miraba desde el otro extremo del dormitorio – compañía más interesada en la vida de los demás que en la suya propia… lo habitual en estos eventos.
- Todo el mundo nos preguntaba por ti. – intervino Nieves - ¿Cómo está la señorita Natalia? ¿Cómo es que no les ha acompañado? – la joven imitó a las mujeres con las que habían compartido la velada y puso una voz nasal al hablar.
- Y nosotros contestábamos que estabas muy bien y muy ocupada…- el tono de Luis se ensombreció - lo cual resultó verdad finalmente.
- Luis, no te pongas así, no te enfades conmigo. Perdóname, por favor… - Natalia estaba verdaderamente angustiada ante al reacción de su amigo.
- No te preocupes, - él trató de restarle importancia al asunto – tomaste la decisión que creíste más conveniente. Me alteré tanto porque pensé que algo podría haberte ocurrido y sola… sin compañía… sin ayuda…
- Y me ocurrió… - Natalia sonrió mostrando a su hijo – me ocurrió lo más maravilloso que podía haberme ocurrido. – Luis se acercó y miró con detenimiento al bebé por primera vez.
- Es muy guapo.
- ¡Oh! Guapo… creí que esa palabra no existía en el vocabulario de los hombres – Nieves, sonriente, se acercó por fin. Se había mantenido alejada esperando a que su marido y su amiga comenzasen a hablar. Sabía que Natalia sufría porque Luis no había mirado siquiera al hijo del que ella estaba tan orgullosa y él no quería hacerlo porque la presencia de aquel bebé le recordaba el peligro que su amiga podía haber corrido.
- Pues al menos existe en el vocabulario de este hombre. – dijo Luis risueño, Nieves y él habían comenzado una de las múltiples discusiones en broma que entablaban cuando el ambiente se encontraba tan tenso como en aquellos instantes – Estoy lo suficientemente seguro de mi hombría como para poder asegurar, sin atisbo de rubor, que David es un niño muy guapo. ¿O acaso dudabas de mi hombría? – Nieves tomó a su hija en brazos y Luis aprovechó la ocasión para tomar a su esposa de la cintura y atraerla hacia él hasta sentarla sobre sus rodillas.
- En absoluto, no dudo lo más mínimo de tu hombría…
- ¡Oh, por favor! Hay decenas de dormitorios en esta casa… ¡Id a uno de ellos y no nos escandalicéis a los demás! – exclamó Natalia en broma cubriéndose los ojos con una mano y apretando a su hijo contra ella. Todos comenzaron a reír hasta que los niños se sintieron incómodos y comenzaron a protestar - ¿De verdad te parece guapo? – preguntó Natalia a su amigo.
- Sí… ¿Cómo no va a serlo si su mamá es preciosa? – respondió Luis.
- Pues porque es clavadito a su papá. – comentó Natalia risueña - ¡Luis, si ni siquiera lo has mirado!
- Sí que lo he mirado. – protestó él - Es moreno y tiene los ojos oscuros; tampoco es que se pueda mirar mucho más de un bebé. – dijo tratando de excusar su falta de detalles en la descripción. - ¿Tanto se parece a él? – Luis miraba atentamente a su amiga. Natalia siempre había sido una joven responsable que se sabía adaptar con facilidad a los cambios que se producían en su vida y sobreponerse a las dificultades, pero los últimos meses le habían confirmado la fortaleza de la joven; podía haberse hundido, el accidente y el embarazo podían haberla marcado irremediablemente y, sin embargo, la maternidad le había proporcionado un brillo, una ilusión y unas ganas de seguir adelante que la hacían enfrentar el futuro sin preocuparse de las dificultades.
- Sí… - asintió Natalia – Es igual a Roberto… así debió de ser él cuando nació… así es como me imaginaba que serías, mi vida. – David se revolvió inquieto - ¿Otra vez tienes hambre? – preguntó su madre – Pero si no puedo tener nada que darte… hace tan solo tres horas que has comido por última vez…
#1255
16/03/2013 17:55
- Ve haciéndote a la idea de que ni vas a dormir ni vas a comer en las próximas semanas. – le comentó Nieves – Para ti, David será tu vida entera, pero para él, querida mía, tan solo eres una fuente de alimento.
- Bien, yo os dejo, si vas a… - Luis trató de levantarse al ver que Natalia se disponía a alimentar a su bebé.
- Como prefieras, pero no tienes porqué irte. – comentó su amiga sin prestarle siquiera atención, mientras acomodaba su ropa – No vas a ver mucho más que lo que puedas haber visto anoche en la fiesta, los escotes de los vestidos de gala cada vez dejan menos lugar a la imaginación.
Luis miró a su esposa, no sabiendo muy bien cómo reaccionar. Al joven le fascinaba ver a Nieves alimentar a su hija pero, aunque su relación con Natalia era muy estrecha, pensaba que había ciertos límites que no debía traspasar y aquel era uno de ellos. Nieves sonrió pero no se movió y permaneció sentada sobre las rodillas de su marido, mostrando su opinión al respecto de aquel modo.
- No os podéis siquiera imaginar las veces que soñé con tenerlo así, conmigo… - mientras Natalia hablaba, Nieves recolocó a su hija y pasó uno de sus brazos sobre los hombros de su marido, acurrucándose contra él.
- Los meses de embarazo dan para pensar en muchas cosas, - comentó Luis – y si los has pasado en cama, sin poder salir ni distraerte con nada…
- También antes pensé en cómo sería…
- Tener un hijo suyo. – terminó Nieves por ella. Luis se revolvió en su asiento, no estaba al tanto de la conversación que su esposa y su amiga habían mantenido durante todo el día. La conversación en la que Natalia volcó todo su corazón y a través de la cual Nieves descubrió todo lo que le había ocurrido durante su viaje a Andalucía.
- Sí… tener un hijo de Roberto, un bebé igual a David, con su cabello oscuro, sus ojitos marrones, su preciosa boquita… En realidad, - dijo Natalia pensativa - tener una vida al lado de Roberto.
- Aún estás a tiempo.
El comentario de Nieves tomó totalmente desprevenido a Luis quien la miró directamente al rostro, ella levantó la vista y le hizo un gesto de complicidad, un gesto que él interpretó como que más tarde, a solas, recibiría todas las respuestas a sus preguntas. Natalia levantó la mirada de su hijo y sonrió feliz, la joven sabía que no había conseguido convencer a su amiga y que ésta aún guardaba reticencias con respecto a su relación con Roberto, pero también era consciente de que la ayudaría y apoyaría en sus decisiones.
- Lo sé. Sé que aún estamos a tiempo. – Natalia se sentía azorada, no por estar alimentando a su hijo frente a sus amigos, sino porque se sentía como una jovencita que descubre el amor por primera vez y no sabe como ocultar su enamoramiento a los demás. – Además, David tiene que conocer a su papá.
- No creo que el papá de David este demasiado interesado en… - Luis intervino totalmente enfadado, ¿es que aquellas mujeres se habían vuelto locas? ¿Nadie se acordaba ya de que, meses atrás, Natalia había vuelto destrozada? ¿Nadie se daba cuenta de que había sufrido durante meses por un amor no correspondido? ¿Nadie quería reconocer que aquel hombre no se había preocupado en ningún momento de la joven que acababa de darle un hijo? Nieves cubrió la boca de su esposo con un beso, impidiéndole terminar la frase.
- Imagina que tú no conocieras a Valeria. – dijo Nieves tras liberar los labios de su marido.
- No digas eso ni en broma… - un suspiro escapó de la garganta de Luis. No quería imaginar siquiera la vida sin su esposa y su hija – Pero no es lo mismo…
- No, tienes razón, – intervino Natalia - no es lo mismo. Pero no debo impedir que sepan el uno del otro. Lo que haya pasado entre Roberto y yo…no tiene nada que ver con David. Es más… si me hubiera tragado el orgullo por una vez, si hubiera permanecido allí en lugar de volver, si hubiera tenido el valor de luchar por el amor que siento…
- Bien, yo os dejo, si vas a… - Luis trató de levantarse al ver que Natalia se disponía a alimentar a su bebé.
- Como prefieras, pero no tienes porqué irte. – comentó su amiga sin prestarle siquiera atención, mientras acomodaba su ropa – No vas a ver mucho más que lo que puedas haber visto anoche en la fiesta, los escotes de los vestidos de gala cada vez dejan menos lugar a la imaginación.
Luis miró a su esposa, no sabiendo muy bien cómo reaccionar. Al joven le fascinaba ver a Nieves alimentar a su hija pero, aunque su relación con Natalia era muy estrecha, pensaba que había ciertos límites que no debía traspasar y aquel era uno de ellos. Nieves sonrió pero no se movió y permaneció sentada sobre las rodillas de su marido, mostrando su opinión al respecto de aquel modo.
- No os podéis siquiera imaginar las veces que soñé con tenerlo así, conmigo… - mientras Natalia hablaba, Nieves recolocó a su hija y pasó uno de sus brazos sobre los hombros de su marido, acurrucándose contra él.
- Los meses de embarazo dan para pensar en muchas cosas, - comentó Luis – y si los has pasado en cama, sin poder salir ni distraerte con nada…
- También antes pensé en cómo sería…
- Tener un hijo suyo. – terminó Nieves por ella. Luis se revolvió en su asiento, no estaba al tanto de la conversación que su esposa y su amiga habían mantenido durante todo el día. La conversación en la que Natalia volcó todo su corazón y a través de la cual Nieves descubrió todo lo que le había ocurrido durante su viaje a Andalucía.
- Sí… tener un hijo de Roberto, un bebé igual a David, con su cabello oscuro, sus ojitos marrones, su preciosa boquita… En realidad, - dijo Natalia pensativa - tener una vida al lado de Roberto.
- Aún estás a tiempo.
El comentario de Nieves tomó totalmente desprevenido a Luis quien la miró directamente al rostro, ella levantó la vista y le hizo un gesto de complicidad, un gesto que él interpretó como que más tarde, a solas, recibiría todas las respuestas a sus preguntas. Natalia levantó la mirada de su hijo y sonrió feliz, la joven sabía que no había conseguido convencer a su amiga y que ésta aún guardaba reticencias con respecto a su relación con Roberto, pero también era consciente de que la ayudaría y apoyaría en sus decisiones.
- Lo sé. Sé que aún estamos a tiempo. – Natalia se sentía azorada, no por estar alimentando a su hijo frente a sus amigos, sino porque se sentía como una jovencita que descubre el amor por primera vez y no sabe como ocultar su enamoramiento a los demás. – Además, David tiene que conocer a su papá.
- No creo que el papá de David este demasiado interesado en… - Luis intervino totalmente enfadado, ¿es que aquellas mujeres se habían vuelto locas? ¿Nadie se acordaba ya de que, meses atrás, Natalia había vuelto destrozada? ¿Nadie se daba cuenta de que había sufrido durante meses por un amor no correspondido? ¿Nadie quería reconocer que aquel hombre no se había preocupado en ningún momento de la joven que acababa de darle un hijo? Nieves cubrió la boca de su esposo con un beso, impidiéndole terminar la frase.
- Imagina que tú no conocieras a Valeria. – dijo Nieves tras liberar los labios de su marido.
- No digas eso ni en broma… - un suspiro escapó de la garganta de Luis. No quería imaginar siquiera la vida sin su esposa y su hija – Pero no es lo mismo…
- No, tienes razón, – intervino Natalia - no es lo mismo. Pero no debo impedir que sepan el uno del otro. Lo que haya pasado entre Roberto y yo…no tiene nada que ver con David. Es más… si me hubiera tragado el orgullo por una vez, si hubiera permanecido allí en lugar de volver, si hubiera tenido el valor de luchar por el amor que siento…
#1256
17/03/2013 12:47
POR EL AMOR QUE SIENTO...................
Roberta me gusta la actituz de natalia con respecto a david y roberto
esta todo muy intereante
gracias Roberta
Roberta me gusta la actituz de natalia con respecto a david y roberto
esta todo muy intereante
gracias Roberta
#1257
17/03/2013 15:06
Gracias por los ánimos y los comentarios....
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Capítulo 144
Era ya noche cerrada, Luisa había preparado una cena especial para celebrar el nacimiento de David y los Larrínaga se habían quedado a disfrutar de la velada. Natalia y Mariana habían insistido para que la familia se quedara a pasar la noche allí, como tantas veces habían hecho, pero ellos prefirieron caminar hasta su casa, no quedaba lejos y tenían mucho de lo que hablar.
- No entiendo nada. De verdad que no te entiendo, Nieves. – cuando Luis llamaba a su esposa por su nombre de pila y no cariño, amor o mi vida, era porque estaba enfadado o algo grave le ocurría. Nieves sonrió, sabía que lo que le preocupaba a su marido era el aparente cambio experimentado por ella con respecto a Roberto – Esta misma mañana odiabas con todas tus fuerzas a ese tipo y ahora… ahora animas a Natalia para que se vuelva a lanzar en sus brazos.
- No es eso. - Nieves arropó a Valeria, quien dormía plácidamente entre sus brazos, antes de responder a su esposo y solventar todas sus dudas – Lo que ocurre es que Natalia y yo hemos estado hablando todo el día…
- Y te ha convencido… te ha hecho cambiar de opinión y…
- ¿Vas a dejar que te explique? – preguntó Nieves tranquilamente.
- Continúa…
- La verdad es que su historia es digna de cualquier folletín romántico… Chica rica conoce a chico pobre, tienen varios encuentros… digamos… no muy amigables, y ya sabes lo poco amigable que puede llegar a ser nuestra Natalia cuando quiere.
- Tan amigable como un panal lleno de rica miel… y de abejas que defienden su hogar con sus aguijones. – admitió Luis.
- Exacto. - Nieves sonrió ante la comparación – A pesar de todo surgió la atracción y el amor entre ellos.
- No, eso sí que no te lo creo. – Luis se detuvo en plena calle – Puede que por parte de Natalia así fuera pero, ¿por parte de él? No, imposible, no lo creo. Seguro que él la engatusó para aprovecharse de ella y después… después abandonarla a su suerte, como bien sabes que hizo.
- Ya no estoy tan segura… Pero eso no importa.
- ¿Cómo que no importa? – Luis no entendía nada – Que Natalia esté bien es lo único que importa.
- Sí, estoy de acuerdo contigo en eso. – Natalia tiraba del brazo de su esposo. Si Luis seguía deteniéndose a cada paso que daban, verían amanecer antes de llegar a su casa – Pero tienes que tener en cuenta dos cosas, la primera que Roberto está en todo su derecho de saber que tiene un hijo, sobre todo teniendo en cuenta su situación…
- ¿Qué situación?
- Hace poco que descubrió que el que él creía su padre, no lo era… supongo que eso influyó en su comportamiento hacia Natalia. – explicó la joven. Luis dejó escapar un suspiro, aquel desconocido tenía una vida más complicada de lo que se podía suponer, otra razón más para que no estuviera cerca de Natalia – Ya te lo dije antes, mi amor; imagina que nosotros nos hubiéramos disgustado por alguna razón y yo no te hubiera hablado del nacimiento de Valeria… Tiene derecho a saber que tiene un hijo…
- Debería haberse preocupado antes…
- ¿A qué te refieres?
- Me refiero a que si… - Luis bajó el tono de voz, un hombre se acercaba a ellos y no quería que supiese de qué hablaban – a que si tuvieron relaciones, debería de haberse preocupado por las posibles consecuencias. Y como bien sabes, nadie ha preguntado por Natalia ni antes ni después de su accidente.
- Sí, tienes razón, pero…
- Pero nada…
- Cariño, no podemos entrar en sus mentes ni en sus corazones… - replicó ella – no podemos saber lo que piensan y sienten los demás. Podemos dar nuestra opinión, nuestro consejo, pero nunca, nunca obligarles a pensar y a actuar según nuestras ideas. Y eso tiene que ver con el segundo hecho con el que hemos de contar.
- ¿Que es? – preguntó Luis temeroso de la respuesta de su esposa.
- Que Natalia aún lo ama.
- No lo entiendo… por mucho que me lo repitas no podré entenderlo. – Luis agitaba la cabeza de lado a lado, negándose a admitir las palabras de su esposa.
- No hay nada que entender, el amor no se puede entender, tan solo se puede sentir. – Nieves apoyó la cabeza en el hombro de su marido – Imagina que, cuando nos conocimos, hubiéramos hecho caso de las recomendaciones de la gente de nuestro alrededor. ¿Cuántos apostaron por nosotros?
- Bueno, la verdad es que…
- Natalia, tan solo Natalia…, tan solo ella. ¿O ya no te acuerdas?
- Sí… claro que me acuerdo.
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Capítulo 144
Era ya noche cerrada, Luisa había preparado una cena especial para celebrar el nacimiento de David y los Larrínaga se habían quedado a disfrutar de la velada. Natalia y Mariana habían insistido para que la familia se quedara a pasar la noche allí, como tantas veces habían hecho, pero ellos prefirieron caminar hasta su casa, no quedaba lejos y tenían mucho de lo que hablar.
- No entiendo nada. De verdad que no te entiendo, Nieves. – cuando Luis llamaba a su esposa por su nombre de pila y no cariño, amor o mi vida, era porque estaba enfadado o algo grave le ocurría. Nieves sonrió, sabía que lo que le preocupaba a su marido era el aparente cambio experimentado por ella con respecto a Roberto – Esta misma mañana odiabas con todas tus fuerzas a ese tipo y ahora… ahora animas a Natalia para que se vuelva a lanzar en sus brazos.
- No es eso. - Nieves arropó a Valeria, quien dormía plácidamente entre sus brazos, antes de responder a su esposo y solventar todas sus dudas – Lo que ocurre es que Natalia y yo hemos estado hablando todo el día…
- Y te ha convencido… te ha hecho cambiar de opinión y…
- ¿Vas a dejar que te explique? – preguntó Nieves tranquilamente.
- Continúa…
- La verdad es que su historia es digna de cualquier folletín romántico… Chica rica conoce a chico pobre, tienen varios encuentros… digamos… no muy amigables, y ya sabes lo poco amigable que puede llegar a ser nuestra Natalia cuando quiere.
- Tan amigable como un panal lleno de rica miel… y de abejas que defienden su hogar con sus aguijones. – admitió Luis.
- Exacto. - Nieves sonrió ante la comparación – A pesar de todo surgió la atracción y el amor entre ellos.
- No, eso sí que no te lo creo. – Luis se detuvo en plena calle – Puede que por parte de Natalia así fuera pero, ¿por parte de él? No, imposible, no lo creo. Seguro que él la engatusó para aprovecharse de ella y después… después abandonarla a su suerte, como bien sabes que hizo.
- Ya no estoy tan segura… Pero eso no importa.
- ¿Cómo que no importa? – Luis no entendía nada – Que Natalia esté bien es lo único que importa.
- Sí, estoy de acuerdo contigo en eso. – Natalia tiraba del brazo de su esposo. Si Luis seguía deteniéndose a cada paso que daban, verían amanecer antes de llegar a su casa – Pero tienes que tener en cuenta dos cosas, la primera que Roberto está en todo su derecho de saber que tiene un hijo, sobre todo teniendo en cuenta su situación…
- ¿Qué situación?
- Hace poco que descubrió que el que él creía su padre, no lo era… supongo que eso influyó en su comportamiento hacia Natalia. – explicó la joven. Luis dejó escapar un suspiro, aquel desconocido tenía una vida más complicada de lo que se podía suponer, otra razón más para que no estuviera cerca de Natalia – Ya te lo dije antes, mi amor; imagina que nosotros nos hubiéramos disgustado por alguna razón y yo no te hubiera hablado del nacimiento de Valeria… Tiene derecho a saber que tiene un hijo…
- Debería haberse preocupado antes…
- ¿A qué te refieres?
- Me refiero a que si… - Luis bajó el tono de voz, un hombre se acercaba a ellos y no quería que supiese de qué hablaban – a que si tuvieron relaciones, debería de haberse preocupado por las posibles consecuencias. Y como bien sabes, nadie ha preguntado por Natalia ni antes ni después de su accidente.
- Sí, tienes razón, pero…
- Pero nada…
- Cariño, no podemos entrar en sus mentes ni en sus corazones… - replicó ella – no podemos saber lo que piensan y sienten los demás. Podemos dar nuestra opinión, nuestro consejo, pero nunca, nunca obligarles a pensar y a actuar según nuestras ideas. Y eso tiene que ver con el segundo hecho con el que hemos de contar.
- ¿Que es? – preguntó Luis temeroso de la respuesta de su esposa.
- Que Natalia aún lo ama.
- No lo entiendo… por mucho que me lo repitas no podré entenderlo. – Luis agitaba la cabeza de lado a lado, negándose a admitir las palabras de su esposa.
- No hay nada que entender, el amor no se puede entender, tan solo se puede sentir. – Nieves apoyó la cabeza en el hombro de su marido – Imagina que, cuando nos conocimos, hubiéramos hecho caso de las recomendaciones de la gente de nuestro alrededor. ¿Cuántos apostaron por nosotros?
- Bueno, la verdad es que…
- Natalia, tan solo Natalia…, tan solo ella. ¿O ya no te acuerdas?
- Sí… claro que me acuerdo.
#1258
17/03/2013 15:17
chicos, soy gran fan de bandolera y estoy participando en un concurso a lo gran hermano, me ayudas a quedarme en gran forero solo tienes que poner SALVAR + LAXENE en el post, gracias!
VOTA AQUÍ
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#1259
18/03/2013 19:53
Ole ole y ole. que arte tienes escribiendo me he leido la historia entera en un par de dias y gracias a eso estoy suspendiendo varios examenes, pero me da igual porque cuando una historia me gusta no puedo parar de leerla hasta que la acabo y la vuelvo a leer hasta que me la aprendo y eso es lo que me esta pasando con la tuya. muchos besos de una fan.
#1260
18/03/2013 20:10
¡¡¡¡Milady.... a estudiar!!!!
Que esta tontería seguirá aquí cuando termines los exámenes, jajajajaja
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La mente de Luis viajó algunos años atrás. Natalia había sido invitada a una reunión y no quería asistir, hacía pocos meses que había roto su compromiso y las gentes aún se giraban a su paso para cuchichear. Luis la había convencido de asistir prometiendo acompañarla y no separarse de su lado en toda la velada. Nada más entrar en el salón donde se celebraba la fiesta, sus ojos se posaron en la joven más bonita que hubiera visto jamás, vestía de un blanco impoluto y sonreía a todo el mundo, siendo el centro de atención de la velada. Natalia inmediatamente de percató de la situación y, a pesar de su miedo a los comentarios de la gente, caminó arrastrándolo hasta la pista de baile donde se hizo la encontradiza con la joven y aprovechó para presentarlos. Desde aquella noche, desde aquel encuentro, Nieves y Luis no habían vuelto a separarse. La familia de ella le había prohibido a ella salir de la casa sin compañía, Luis había recibido visitas recordándole que no era lo suficientemente bueno como para fijarse en una joven como Nieves, incluso Natalia había recibido presiones para que hiciese desistir a su amigo de sus intenciones; pero nada pudo con el amor que sentían el uno por el otro.
- Tan solo Natalia nos ayudó. ¿Recuerdas cómo le plantó cara a mi padre? – Nieves sonreía recordando el momento en que Natalia interrumpió una importante cena de gala para decirle a su padre que si seguía interponiéndose en la vida de su amigo y su hija, ella lo tomaría como una afrenta personal; en pocas palabras, le dijo que si no les dejaba estar juntos, lo arruinaría completamente.
- Sí, Natalia hizo lo que debí de haber hecho yo.
- No, no pienses así. – Nieves no quería que su marido se sintiese mal – Tan solo lo hizo porque hay algunas personas, entre ellas mis padres, que entienden mejor el idioma del dinero que el del amor.
- Sí, y yo también pensaba así…
- ¿Qué? – preguntó ella incrédula.
- Durante meses me pregunté si realmente estaba haciendo lo correcto. – Luis sonrió avergonzado – Mi amor, estabas acostumbrada a una casa con todos los lujos y comodidades que el dinero podía comprar, mientras que yo era…
- El hombre del que me había enamorado.
- Y un pobretón que casi no sabía comportarse en sociedad y que le debía a Natalia y su familia lo poco que era.
- ¿Y sigues pensando así, señor presidente de la naviera Arteaga y demás negocios de la señorita Natalia Reeves? – se burló Nieves. La joven se había detenido en medio del camino y abrazaba a su marido con cuidado de no despertar a su pequeña.
- ¿La verdad? – preguntó él con timidez. Nieves asintió con la cabeza mirándole a los ojos – Sí. Sí, muchas veces, cuando os ponéis a hablar de literatura o de música o de tantas cosas que a mi se me escapan… siento que no estoy a tu altura y que nunca lo estaré.
- Mi amor… mi vida… - Nieves no pudo evitar derramar unas lágrimas que dejó correr por su rostro sin vergüenza alguna - Te aseguro que la inmensa mayoría de los hombres con los que tratas a diario tienen muchos menos conocimientos de literatura, música y arte que tú, y no estoy hablando de los estibadores precisamente. El dinero no compra la inteligencia ni la bondad y tú tienes de sobra de ambas. Y si has llegado a donde lo has hecho no es por Natalia, sino por tu valía; cualquiera no es capaz de manejar los negocios como tú lo haces. ¿Te he dicho ya lo orgullosa que estoy de ti?
- No hace falta que me lo digas… - Luis retiró una lágrima del rostro de su mujer.
- Sí, sí que hace falta. Estoy muy orgullosa de usted, señor Larrínaga, y lo amo con todo mi corazón… y siempre lo haré. – Nieves se acercó aún más al cuerpo de su esposo, ocultado el rostro entre los pliegues del abrigo – ¿Sabes que durante un tiempo estuve pensando en…?
- ¿En qué?
- En irme, - consiguió decir finalmente ella – en dejarte.
- ¿Por qué? – Luis estaba atónito. ¿Por qué había pensado su Nieves en abandonarlo? ¿Qué error había cometido para que ella quisiera irse?
- Porque merecías tener una familia, una familia que yo no era capaz de darte… - Nieves recordaba el dolor que sintió todas y cada una de las veces que sus embarazos se malograron – Después de que… - su voz se entrecortaba – después de que se malograra nuestro tercer embarazo, – Luis la estrechó entre sus brazos tratando de callarla, pero Nieves se revolvió y continuó hablando – entonces pensé que jamás podría darte un hijo y… y a ti te gustan tanto los niños…
- Me gustan los niños, - replicó él - pero no me imagino acunando a ningún hijo que no sea tuyo y mío.
- Eso es lo que me dijo Natalia.
- Una chica muy sabia…
- Me dijo que me querías tanto que no dejarías de buscarme hasta dar conmigo…
- Me conoce muy bien…
- … que me encontrarías allí donde estuviera…
- Exactamente.
- … y que no podía prescindir de ti ni un solo día, así que ya podía ir quitándome ideas tontas de la cabeza.
- Una mujer práctica ante todo.
- Luis, - Nieves acarició el rostro de su marido – Natalia creyó en nuestro amor desde el primer momento, más que nosotros mismos incluso. Es hora de que nosotros la apoyemos de igual manera. No sé si su historia de amor acabara bien o mal, antes o después, pero debemos estar ahí por ella y por David, bien para celebrar su felicidad o para enjugar sus lágrimas.
- Espero que para lo primero, mi vida. Créeme, espero que para lo primero.
Que esta tontería seguirá aquí cuando termines los exámenes, jajajajaja
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La mente de Luis viajó algunos años atrás. Natalia había sido invitada a una reunión y no quería asistir, hacía pocos meses que había roto su compromiso y las gentes aún se giraban a su paso para cuchichear. Luis la había convencido de asistir prometiendo acompañarla y no separarse de su lado en toda la velada. Nada más entrar en el salón donde se celebraba la fiesta, sus ojos se posaron en la joven más bonita que hubiera visto jamás, vestía de un blanco impoluto y sonreía a todo el mundo, siendo el centro de atención de la velada. Natalia inmediatamente de percató de la situación y, a pesar de su miedo a los comentarios de la gente, caminó arrastrándolo hasta la pista de baile donde se hizo la encontradiza con la joven y aprovechó para presentarlos. Desde aquella noche, desde aquel encuentro, Nieves y Luis no habían vuelto a separarse. La familia de ella le había prohibido a ella salir de la casa sin compañía, Luis había recibido visitas recordándole que no era lo suficientemente bueno como para fijarse en una joven como Nieves, incluso Natalia había recibido presiones para que hiciese desistir a su amigo de sus intenciones; pero nada pudo con el amor que sentían el uno por el otro.
- Tan solo Natalia nos ayudó. ¿Recuerdas cómo le plantó cara a mi padre? – Nieves sonreía recordando el momento en que Natalia interrumpió una importante cena de gala para decirle a su padre que si seguía interponiéndose en la vida de su amigo y su hija, ella lo tomaría como una afrenta personal; en pocas palabras, le dijo que si no les dejaba estar juntos, lo arruinaría completamente.
- Sí, Natalia hizo lo que debí de haber hecho yo.
- No, no pienses así. – Nieves no quería que su marido se sintiese mal – Tan solo lo hizo porque hay algunas personas, entre ellas mis padres, que entienden mejor el idioma del dinero que el del amor.
- Sí, y yo también pensaba así…
- ¿Qué? – preguntó ella incrédula.
- Durante meses me pregunté si realmente estaba haciendo lo correcto. – Luis sonrió avergonzado – Mi amor, estabas acostumbrada a una casa con todos los lujos y comodidades que el dinero podía comprar, mientras que yo era…
- El hombre del que me había enamorado.
- Y un pobretón que casi no sabía comportarse en sociedad y que le debía a Natalia y su familia lo poco que era.
- ¿Y sigues pensando así, señor presidente de la naviera Arteaga y demás negocios de la señorita Natalia Reeves? – se burló Nieves. La joven se había detenido en medio del camino y abrazaba a su marido con cuidado de no despertar a su pequeña.
- ¿La verdad? – preguntó él con timidez. Nieves asintió con la cabeza mirándole a los ojos – Sí. Sí, muchas veces, cuando os ponéis a hablar de literatura o de música o de tantas cosas que a mi se me escapan… siento que no estoy a tu altura y que nunca lo estaré.
- Mi amor… mi vida… - Nieves no pudo evitar derramar unas lágrimas que dejó correr por su rostro sin vergüenza alguna - Te aseguro que la inmensa mayoría de los hombres con los que tratas a diario tienen muchos menos conocimientos de literatura, música y arte que tú, y no estoy hablando de los estibadores precisamente. El dinero no compra la inteligencia ni la bondad y tú tienes de sobra de ambas. Y si has llegado a donde lo has hecho no es por Natalia, sino por tu valía; cualquiera no es capaz de manejar los negocios como tú lo haces. ¿Te he dicho ya lo orgullosa que estoy de ti?
- No hace falta que me lo digas… - Luis retiró una lágrima del rostro de su mujer.
- Sí, sí que hace falta. Estoy muy orgullosa de usted, señor Larrínaga, y lo amo con todo mi corazón… y siempre lo haré. – Nieves se acercó aún más al cuerpo de su esposo, ocultado el rostro entre los pliegues del abrigo – ¿Sabes que durante un tiempo estuve pensando en…?
- ¿En qué?
- En irme, - consiguió decir finalmente ella – en dejarte.
- ¿Por qué? – Luis estaba atónito. ¿Por qué había pensado su Nieves en abandonarlo? ¿Qué error había cometido para que ella quisiera irse?
- Porque merecías tener una familia, una familia que yo no era capaz de darte… - Nieves recordaba el dolor que sintió todas y cada una de las veces que sus embarazos se malograron – Después de que… - su voz se entrecortaba – después de que se malograra nuestro tercer embarazo, – Luis la estrechó entre sus brazos tratando de callarla, pero Nieves se revolvió y continuó hablando – entonces pensé que jamás podría darte un hijo y… y a ti te gustan tanto los niños…
- Me gustan los niños, - replicó él - pero no me imagino acunando a ningún hijo que no sea tuyo y mío.
- Eso es lo que me dijo Natalia.
- Una chica muy sabia…
- Me dijo que me querías tanto que no dejarías de buscarme hasta dar conmigo…
- Me conoce muy bien…
- … que me encontrarías allí donde estuviera…
- Exactamente.
- … y que no podía prescindir de ti ni un solo día, así que ya podía ir quitándome ideas tontas de la cabeza.
- Una mujer práctica ante todo.
- Luis, - Nieves acarició el rostro de su marido – Natalia creyó en nuestro amor desde el primer momento, más que nosotros mismos incluso. Es hora de que nosotros la apoyemos de igual manera. No sé si su historia de amor acabara bien o mal, antes o después, pero debemos estar ahí por ella y por David, bien para celebrar su felicidad o para enjugar sus lágrimas.
- Espero que para lo primero, mi vida. Créeme, espero que para lo primero.