Foro Bandolera
Como no me gusta la historia... voy y la cambio (Natalia y Roberto)
#0
27/04/2011 20:02
Como estoy bastante aburrida de que me tengan a Roberto entre rejas, aunque sean las rejas de cartón piedra del cuartel de Arazana, y de que nadie (excepto San Miguel) intente hacer nada... pues voy y lo saco yo misma.
Y como la historia parece que va dos pasitos pa´lante y tres pa´trás, pues voy y la cambio a mi gusto.
Y como a mi el que me gusta es el Rober... pues también cambio la historia.
Creo que me he metio en un ebolao del que no voy a saber salir pero bueno, todo sea por dar ideas a los guionistas de nuestros amores. Ya me direis...
_____________________________________________________________________________
Capítulo 1
Parecía un sitio tranquilo, alejado del camino, seguro que por allí no pasaba gente con regularidad. La hierba que tapizaba la orilla del río era alta y estaba sin pisar así que decidió desmontar y descansar unos minutos.
- No puedo estar ya muy lejos de ese maldito pueblo. ¿Es que no había un lugar más perdido donde esconderte Sara?- dijo en voz alta mientras ataba el caballo a uno de los árboles que extendían sus ramas sobre el agua.
Mientras estiraba los músculos, agarrotados después de tan larga jornada a caballo, vio su reflejo en el remanso que el río formaba a pocos metros de allí. Miró hacia ambos lados y, al no ver a nadie y comprobar que el caballo se alimentaba tranquilamente, sonrió y comenzó a despojarse de sus vestimentas hasta quedar en ropa interior. Se adentró en el agua hasta que ésta le llegó hasta la cintura, entonces extendió los brazos y se dejó caer hacia atrás. Movía los brazos y las piernas lo indispensable para no alejarse demasiado de la orilla y mantenerse a flote, sintiendo cómo la corriente masajeaba su cuerpo. Sabía que la ropa que aún llevaba puesta, al mojarse, dejaría al descubierto las formas de su cuerpo, pero le daba igual, además, sería demasiada casualidad que alguien pasara por allí en ese momento.
Y como la historia parece que va dos pasitos pa´lante y tres pa´trás, pues voy y la cambio a mi gusto.
Y como a mi el que me gusta es el Rober... pues también cambio la historia.
Creo que me he metio en un ebolao del que no voy a saber salir pero bueno, todo sea por dar ideas a los guionistas de nuestros amores. Ya me direis...
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Capítulo 1
Parecía un sitio tranquilo, alejado del camino, seguro que por allí no pasaba gente con regularidad. La hierba que tapizaba la orilla del río era alta y estaba sin pisar así que decidió desmontar y descansar unos minutos.
- No puedo estar ya muy lejos de ese maldito pueblo. ¿Es que no había un lugar más perdido donde esconderte Sara?- dijo en voz alta mientras ataba el caballo a uno de los árboles que extendían sus ramas sobre el agua.
Mientras estiraba los músculos, agarrotados después de tan larga jornada a caballo, vio su reflejo en el remanso que el río formaba a pocos metros de allí. Miró hacia ambos lados y, al no ver a nadie y comprobar que el caballo se alimentaba tranquilamente, sonrió y comenzó a despojarse de sus vestimentas hasta quedar en ropa interior. Se adentró en el agua hasta que ésta le llegó hasta la cintura, entonces extendió los brazos y se dejó caer hacia atrás. Movía los brazos y las piernas lo indispensable para no alejarse demasiado de la orilla y mantenerse a flote, sintiendo cómo la corriente masajeaba su cuerpo. Sabía que la ropa que aún llevaba puesta, al mojarse, dejaría al descubierto las formas de su cuerpo, pero le daba igual, además, sería demasiada casualidad que alguien pasara por allí en ese momento.
#1221
20/02/2013 20:44
Ay¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡ Roberta que bonito¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡ que valiente natalia pobre roberto como se llamara????????????
gracias
gracias
#1222
21/02/2013 00:35
Hola ..me voy a poner al dia que llevo tiempo sin entrar ...besos
#1223
22/02/2013 23:27
Perdón por el retraso. Es que llevo unos días....
_________________________________________________________________
Capítulo 139
- Buenos días, Roberto.
- Abuelo, ¿qué hace usted despierto tan temprano? – Roberto llegó a la casa casi arrastrando los pies. El muchacho estaba agotado, toda la noche en vela no había hecho ningún bien ni a su salud física ni a su salud mental.
- Los viejos dormimos poco, muchacho. Tenemos demasiadas cosas en las que pensar… - respondió el anciano - ¿Y tú? Menuda cara traes…
- No podía dormir y salí a dar una vuelta. – explicó Roberto.
- Lo sé. Te oí cuando te fuiste… y de eso hace muchas horas.
- No hacía más que dar vueltas en la cama y no quería despertar a Juanito. – Roberto se acercó al pozo, entregó la chaqueta a su abuelo y procedió a lavarse la cara con el agua que encontró en el fondo de un cubo.
- ¿Y has dormido algo? – Roberto no se giró para contestar, tan solo movió la cabeza de un lado a otro, dando una respuesta negativa a la pregunta de su abuelo – No vas a sacar nada en claro no durmiendo…
- No depende de mí el dormir o no…
- Sí, sí que depende de ti y lo sabes muy bien, pero ya no voy a insistir. – Cosme devolvió la chaqueta a su nieto y se sentó en la mecedora – Has llegado a un punto en que lo mismo te da comer que no comer… dormir que no dormir… respirar que no respirar. Y he dicho respirar y no vivir porque esto que llevas no es vida.
- ¿Cree que no lo sé? – Roberto se apoyó en el brocal del pozo – Pero no puedo hacer nada, he de ser consecuente con lo que hice y con lo que dije.
- No, Roberto… - Cosme continuó meciéndose, sin mirar a su nieto – Puedes hacer algo… rectificar. Damián se llena la boca diciendo que rectificar es de sabios y tú, desde luego, tonto no eres; que te comportes como si lo fueras… vale, pero no eres estúpido, si lo fueses no te sentirías tan mal.
- Pero es demasiado tarde…
- Y cuanto más tiempo dejes pasar, más tarde será. Roberto, – Cosme notaba a su nieto más desanimado que de costumbre – te veo alicaído, ¿qué te ha ocurrido?
- Nada… nada en especial.
- ¿Dónde has estado? – Cosme seguía preguntando; a su nieto le costaba hablar, respondía casi con monosílabos.
- Por ahí.
- Roberto, eres mi nieto y te quiero lo indecible… no quiero que te ocurra nada… que tengas una mala idea y…
- No, abuelo. – Roberto esbozó una triste sonrisa – No se preocupe, pierda cuidado. Hace unos días usted me llamó cobarde y tiene toda la razón, no tengo valor suficiente como para acabar con todo de una buena vez. Simplemente he estado por ahí, dejando pasar el tiempo.
- Recordando y pensando… - comentó Cosme.
- Sí. Y los pensamientos y los recuerdos… son tan dolorosos.
- Pues cámbialos, tan solo tú puedes ponerle fin a ese sufrimiento. Te quedan muchos años de vida por delante, – dijo el anciano sabiamente – muchas noches de insomnio y recuerdos y muchos días llenos de arrepentimiento.
- Tal vez sea lo que merezco.
- Duramente te juzgas, muchacho. Si todos los jueces fueran como tú, faltarían árboles para colgar a todos los delincuentes. – Cosme dejó escapar una risa – Pero no te has dado cuenta de que el castigo que te has impuesto no es un castigo…
- ¿Por qué lo dice? – Roberto no entendía a su abuelo.
- Te castigas por haber hecho daño a la señorita Natalia. – expuso el anciano – Pero más que una sentencia te has impuesto una penitencia: vagar eternamente arrastrando tu dolor y vergüenza, cuando lo que realmente necesitas es un castigo ejemplar.
- Sigo sin entenderle.
- Es como si… como si el juicio nunca terminara… como si el juez nunca diera la sentencia… el reo está ahí, esperando. – Cosme se volvió hacia su nieto para mirarlo a los ojos mientras hablaba - Y así estás tú… Lo que necesitas es que tu juez te diga ya la sentencia. Lo que necesitas es que la señorita Natalia te diga en la cara que no quiere volver a verte, que no quiere saber más de ti, que es feliz y que ya te ha olvidado.
- No puedo… no podría buscarla y escuchar de sus labios que…
- Pues ese es el castigo que mereces. Roberto, tú no eres la víctima, tú eres el culpable de esta situación y has de enfrentarte a ella de una maldita vez.
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Capítulo 139
- Buenos días, Roberto.
- Abuelo, ¿qué hace usted despierto tan temprano? – Roberto llegó a la casa casi arrastrando los pies. El muchacho estaba agotado, toda la noche en vela no había hecho ningún bien ni a su salud física ni a su salud mental.
- Los viejos dormimos poco, muchacho. Tenemos demasiadas cosas en las que pensar… - respondió el anciano - ¿Y tú? Menuda cara traes…
- No podía dormir y salí a dar una vuelta. – explicó Roberto.
- Lo sé. Te oí cuando te fuiste… y de eso hace muchas horas.
- No hacía más que dar vueltas en la cama y no quería despertar a Juanito. – Roberto se acercó al pozo, entregó la chaqueta a su abuelo y procedió a lavarse la cara con el agua que encontró en el fondo de un cubo.
- ¿Y has dormido algo? – Roberto no se giró para contestar, tan solo movió la cabeza de un lado a otro, dando una respuesta negativa a la pregunta de su abuelo – No vas a sacar nada en claro no durmiendo…
- No depende de mí el dormir o no…
- Sí, sí que depende de ti y lo sabes muy bien, pero ya no voy a insistir. – Cosme devolvió la chaqueta a su nieto y se sentó en la mecedora – Has llegado a un punto en que lo mismo te da comer que no comer… dormir que no dormir… respirar que no respirar. Y he dicho respirar y no vivir porque esto que llevas no es vida.
- ¿Cree que no lo sé? – Roberto se apoyó en el brocal del pozo – Pero no puedo hacer nada, he de ser consecuente con lo que hice y con lo que dije.
- No, Roberto… - Cosme continuó meciéndose, sin mirar a su nieto – Puedes hacer algo… rectificar. Damián se llena la boca diciendo que rectificar es de sabios y tú, desde luego, tonto no eres; que te comportes como si lo fueras… vale, pero no eres estúpido, si lo fueses no te sentirías tan mal.
- Pero es demasiado tarde…
- Y cuanto más tiempo dejes pasar, más tarde será. Roberto, – Cosme notaba a su nieto más desanimado que de costumbre – te veo alicaído, ¿qué te ha ocurrido?
- Nada… nada en especial.
- ¿Dónde has estado? – Cosme seguía preguntando; a su nieto le costaba hablar, respondía casi con monosílabos.
- Por ahí.
- Roberto, eres mi nieto y te quiero lo indecible… no quiero que te ocurra nada… que tengas una mala idea y…
- No, abuelo. – Roberto esbozó una triste sonrisa – No se preocupe, pierda cuidado. Hace unos días usted me llamó cobarde y tiene toda la razón, no tengo valor suficiente como para acabar con todo de una buena vez. Simplemente he estado por ahí, dejando pasar el tiempo.
- Recordando y pensando… - comentó Cosme.
- Sí. Y los pensamientos y los recuerdos… son tan dolorosos.
- Pues cámbialos, tan solo tú puedes ponerle fin a ese sufrimiento. Te quedan muchos años de vida por delante, – dijo el anciano sabiamente – muchas noches de insomnio y recuerdos y muchos días llenos de arrepentimiento.
- Tal vez sea lo que merezco.
- Duramente te juzgas, muchacho. Si todos los jueces fueran como tú, faltarían árboles para colgar a todos los delincuentes. – Cosme dejó escapar una risa – Pero no te has dado cuenta de que el castigo que te has impuesto no es un castigo…
- ¿Por qué lo dice? – Roberto no entendía a su abuelo.
- Te castigas por haber hecho daño a la señorita Natalia. – expuso el anciano – Pero más que una sentencia te has impuesto una penitencia: vagar eternamente arrastrando tu dolor y vergüenza, cuando lo que realmente necesitas es un castigo ejemplar.
- Sigo sin entenderle.
- Es como si… como si el juicio nunca terminara… como si el juez nunca diera la sentencia… el reo está ahí, esperando. – Cosme se volvió hacia su nieto para mirarlo a los ojos mientras hablaba - Y así estás tú… Lo que necesitas es que tu juez te diga ya la sentencia. Lo que necesitas es que la señorita Natalia te diga en la cara que no quiere volver a verte, que no quiere saber más de ti, que es feliz y que ya te ha olvidado.
- No puedo… no podría buscarla y escuchar de sus labios que…
- Pues ese es el castigo que mereces. Roberto, tú no eres la víctima, tú eres el culpable de esta situación y has de enfrentarte a ella de una maldita vez.
#1224
23/02/2013 10:59
Gracias Roberta por el esfuezo
y muy bien por el abuelo cosme
y muy bien por el abuelo cosme
#1225
23/02/2013 14:16
Muy bien Roberta necesita un buen escarmiento que le haga reaccionar.
#1226
26/02/2013 07:22
Perdón por el "abandono"...
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- ¡Qué bien lo pasamos, mi amor! – Nieves iba cogida de brazo de Luis mientras éste llevaba a su hija en brazos. Habían desistido de llevar el carrito porque disfrutaban llevando a su hija ellos mismos y el carrito terminaba por resultarles un estorbo.
- Yo siempre lo paso muy bien contigo… - replicó él meloso.
- Y yo contigo… - Nieves bajó la cabeza, sonrojada – Pero sabes que estoy hablando de anoche…
- Yo también…
- De la fiesta… - la joven tomó con más fuerza el brazo de su esposo.
- ¡Oh! De la fiesta… ¡qué desilusión! Pensé que hablabas de la posterior fiesta privada que se celebró en casa de los señores Larrínaga…
Nieves dejó escapar una risa, adoraba a su marido y disfrutaba muchísimo de lo que él acababa de denominar “posterior fiesta privada”, pero la joven quería hablar de la fiesta de disfraces a la que habían asistido. Sabía que si seguía rectificando a su marido, éste continuaría con sus bromas y frases con doble sentido, por lo que optó por ignorarlo y seguir hablando.
- Me encantó ver la cara de todos cuando aparecimos por la puerta.
- No nos esperaban. Saben lo poco, por no decir nada, que me gustan ese tipo de reuniones y no imaginaban que fuéramos a acudir.
- Sí, tienes razón. – afirmó Nieves – Yo creo que lo que esperaban era que no fuéramos para poder criticar a sus anchas.
- Entonces, ¿por qué nos invitaron? – preguntó el joven.
- Porque así lo requieren las normas sociales y para poder criticarnos por no aceptar la invitación.
- No lo entiendo, de verdad que no entiendo las normas sociales. – Luis conocía las reglas de la alta sociedad pero ni las entendía ni las comprendía – Yo jamás invitaría a mi casa a nadie quien no deseo tener allí…
- Lo sé, pero no todo el mundo es como tú, mi amor. – Nieves apretó el brazo de su esposo con cariño.
- Pero fue divertido… Las señoras perdieron el color y los señores se enfadaron mucho al darse cuenta de lo que sus esposas habían estado preparando. ¿Alguna llegó a atreverse a preguntarte expresamente por el estado de Natalia?
- No, ninguna… La verdad es que me quedé con las ganas de que alguna tuviera la poca vergüenza de… - Nieves se exaltaba al recordar la causa por la que les habían invitado a la fiesta.
- Pues piensa en lo bien que lo pasamos y ya está…
- Tenemos que repetirlo. – comentó Nieves pensativa – Cuando Natalia tenga ánimos suficientes tenemos que sacarla a cenar o a bailar…
- Voy a ser el hombre más envidiado de los alrededores. – Luis dejó escapar una sonrisa.
- Y nosotras las mujeres mejor acompañadas… Luis – el tono de Nieves cambió radicalmente y la sonrisa se le borró de los labios – Luis, ¿ese no es el coche del doctor?
Frente a la casa de Natalia había un coche detenido; Nieves lo reconoció enseguida, era el mismo coche en el cual el doctor llegaba cada semana para revisar el estado de la joven. Nieves se puso a pensar en la última visita del galeno, había encontrado a Natalia en perfectas condiciones y se había despedido hasta la siguiente visita, pero aún no había llegado la fecha indicada. ¿Por qué estaría allí el facultativo?
- Sí, eso parece. – el hombre también se preocupó.
- Luis, el doctor no tenía que venir hoy. – La pareja aceleró el paso tratando de llegar lo antes posible; sin embargo, cuando estaban a punto de alcanzar la entrada, vieron cómo el doctor montaba en el coche y se ponía en marcha.
- Espere, - gritó Nieves – espere, doctor. – El coche no se detuvo y continuó su camino, dejando a la pareja temiendo lo peor.
- Vamos adentro… - Luis sujetó a su hija fuertemente y caminó a paso rápido hasta la entrada de la casa seguido por su esposa.
- Mariana… Mariana, abre la puerta. – Nieves golpeaba la puerta. Tras unos segundos, que a la pareja le parecieron horas, se escuchó un ruido en el interior de la casa y poco después la puerta se abrió.
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- ¡Qué bien lo pasamos, mi amor! – Nieves iba cogida de brazo de Luis mientras éste llevaba a su hija en brazos. Habían desistido de llevar el carrito porque disfrutaban llevando a su hija ellos mismos y el carrito terminaba por resultarles un estorbo.
- Yo siempre lo paso muy bien contigo… - replicó él meloso.
- Y yo contigo… - Nieves bajó la cabeza, sonrojada – Pero sabes que estoy hablando de anoche…
- Yo también…
- De la fiesta… - la joven tomó con más fuerza el brazo de su esposo.
- ¡Oh! De la fiesta… ¡qué desilusión! Pensé que hablabas de la posterior fiesta privada que se celebró en casa de los señores Larrínaga…
Nieves dejó escapar una risa, adoraba a su marido y disfrutaba muchísimo de lo que él acababa de denominar “posterior fiesta privada”, pero la joven quería hablar de la fiesta de disfraces a la que habían asistido. Sabía que si seguía rectificando a su marido, éste continuaría con sus bromas y frases con doble sentido, por lo que optó por ignorarlo y seguir hablando.
- Me encantó ver la cara de todos cuando aparecimos por la puerta.
- No nos esperaban. Saben lo poco, por no decir nada, que me gustan ese tipo de reuniones y no imaginaban que fuéramos a acudir.
- Sí, tienes razón. – afirmó Nieves – Yo creo que lo que esperaban era que no fuéramos para poder criticar a sus anchas.
- Entonces, ¿por qué nos invitaron? – preguntó el joven.
- Porque así lo requieren las normas sociales y para poder criticarnos por no aceptar la invitación.
- No lo entiendo, de verdad que no entiendo las normas sociales. – Luis conocía las reglas de la alta sociedad pero ni las entendía ni las comprendía – Yo jamás invitaría a mi casa a nadie quien no deseo tener allí…
- Lo sé, pero no todo el mundo es como tú, mi amor. – Nieves apretó el brazo de su esposo con cariño.
- Pero fue divertido… Las señoras perdieron el color y los señores se enfadaron mucho al darse cuenta de lo que sus esposas habían estado preparando. ¿Alguna llegó a atreverse a preguntarte expresamente por el estado de Natalia?
- No, ninguna… La verdad es que me quedé con las ganas de que alguna tuviera la poca vergüenza de… - Nieves se exaltaba al recordar la causa por la que les habían invitado a la fiesta.
- Pues piensa en lo bien que lo pasamos y ya está…
- Tenemos que repetirlo. – comentó Nieves pensativa – Cuando Natalia tenga ánimos suficientes tenemos que sacarla a cenar o a bailar…
- Voy a ser el hombre más envidiado de los alrededores. – Luis dejó escapar una sonrisa.
- Y nosotras las mujeres mejor acompañadas… Luis – el tono de Nieves cambió radicalmente y la sonrisa se le borró de los labios – Luis, ¿ese no es el coche del doctor?
Frente a la casa de Natalia había un coche detenido; Nieves lo reconoció enseguida, era el mismo coche en el cual el doctor llegaba cada semana para revisar el estado de la joven. Nieves se puso a pensar en la última visita del galeno, había encontrado a Natalia en perfectas condiciones y se había despedido hasta la siguiente visita, pero aún no había llegado la fecha indicada. ¿Por qué estaría allí el facultativo?
- Sí, eso parece. – el hombre también se preocupó.
- Luis, el doctor no tenía que venir hoy. – La pareja aceleró el paso tratando de llegar lo antes posible; sin embargo, cuando estaban a punto de alcanzar la entrada, vieron cómo el doctor montaba en el coche y se ponía en marcha.
- Espere, - gritó Nieves – espere, doctor. – El coche no se detuvo y continuó su camino, dejando a la pareja temiendo lo peor.
- Vamos adentro… - Luis sujetó a su hija fuertemente y caminó a paso rápido hasta la entrada de la casa seguido por su esposa.
- Mariana… Mariana, abre la puerta. – Nieves golpeaba la puerta. Tras unos segundos, que a la pareja le parecieron horas, se escuchó un ruido en el interior de la casa y poco después la puerta se abrió.
#1227
26/02/2013 10:45
Roberta.................y..........................
gracias
gracias
#1228
27/02/2013 20:07
- Clara, ¿qué ha ocurrido? – la joven doncella abrió la puerta y Nieves comenzó a hacerle preguntas - ¿Por qué estaba el doctor aquí?... ¿Dónde está Mariana? – era extraño que el ama de llaves no hubiera sido quien abriera la puerta.
- Arriba señora Nieves, Mariana está arriba… todos están arriba.
Luis entró esquivando a las mujeres y, sin soltar a su hija, corrió escaleras arriba. Nieves siguió a su esposo un segundo después y la doncella los siguió en cuanto cerró la puerta. Luis se detuvo al llegar al rellano del piso superior, no había nadie allí, pero la puerta del dormitorio de Natalia estaba entreabierta. Lentamente se acercó y pudo oír que dentro alguien susurraba. Nieves llegó a su lado y, cogidos de la mano, empujaron la puerta hasta que ésta se abrió de par en par. Mariana, Francisco, Luisa, Felisa y Laura, todas las personas que formaban el servicio de la casa, se encontraban de espaldas a la puerta, a los pies de la cama, aquello tan solo podía significar que algo le había ocurrido a Natalia. Nieves apretó la mano de su esposo con fuerza, tratando de darse ánimos. ¿Por qué Natalia estaba en cama? ¿Por qué el doctor la había visitado?
- ¿Natalia? – acertó a decir Nieves en un susurro.
Aquella pregunta, realizada con miedo y en voz baja, hizo que los presentes se giraran, al reconocer a los recién llegados, todos, sonrientes, se retiraron permitiendo de ese modo que el matrimonio pudiera ver a Natalia con su hijo en los brazos.
- ¡Santo Dios! – exclamó Luis…
- Esa boquita… - le reprendió su amiga – Hay oídos inocentes que no están acostumbrados a semejante lenguaje.
- Natalia… Natalia… ¡Natalia! – Nieves dejó a su marido, con su hija en brazos, junto a la puerta y corrió hacia la cama – Pero si aún no era tiempo… si no debía de haber nacido hasta la próxima semana…
- Pues ya ves que mi hijo es muy independiente… en eso ha salido a su mamá. – respondió Natalia con una enorme sonrisa en los labios.
- ¿Tu hijo? – preguntó Luis, quien también se había acercado – Entonces… es un niño…
- Sí, un niño. David. – dijo Natalia
- Como tu padre.
- Así es… como mi padre. – Natalia pensó por primera vez en sus padres. Se preguntó en qué modo había cambiado su vida por la muerte de ellos. Se preguntó si su vida sería la misma si no hubieran muerto tan prematuramente, o si por el contrario no hubiera conocido nunca a Roberto.
- Muchachas… aquí no tenemos nada que hacer. Natalia y su hijo han de descansar. – Mariana tomó las riendas de la situación, haciendo que Natalia y sus amigos se quedasen a solas con los niños.
- Sí, tenemos mucho trabajo. – comentó la cocinera – Un día como hoy hay que celebrarlo… y por todo lo alto…
- Hemos visto cómo el doctor salía de la casa... – dijo Luis cuando se quedaron a solas. El hombre se mantuvo a unos metros de la cama donde descansaba su amiga, seguía con su hija en brazos y no se atrevía a acercarse más; sin embargo, Nieves ya se hallaba sentada en la cama, al lado de su amiga.
- … y nos hemos llevado el susto de nuestras vidas. ¿Cuándo ha nacido? – preguntó Nieves.
- Al amanecer. – respondió Natalia.
- Ha sido una suerte que el doctor llegara tan pronto. ¿Puedo? – Nieves extendió los brazos hacia el pequeño y Natalia se lo entregó. Luis se percató de que su amiga no había dicho nada con respecto al comentario de su esposa y bajaba la cabeza.
- Natalia… el doctor ha estado contigo, ¿verdad?
Nieves estaba distraída retirando las toquillas en las que el pequeño estaba envuelto cuando se dio cuenta de lo que significaba la pregunta de su marido. Al instante levantó la cabeza y miró inquisitoriamente a su amiga.
- No. – confesó la reciente madre.
- ¿Cómo que no? Natalia, tener un hijo no es ninguna tontería. – Nieves se olvidó por un momento del bebé y se dirigió a su amiga.
- Por supuesto que no lo es, pero las mujeres llevamos toda la vida teniendo hijos y…
- … y lleváis toda la vida muriendo en partos no atendidos o mal atendidos. – Luis estaba furioso por la imprudencia cometida por la joven – Imagina que hubiera habido alguna complicación…
- Yo… yo no quería molestar… - Natalia comenzó a llorar.
- Luis, mi amor. – intervino Nieves - ¿Puedes dejarnos a solas?
- Pero tiene que entender…
- Yo me encargo. – Nieves devolvió su hijo a Natalia, se acercó a su marido y le colocó la mano en el brazo tratando de tranquilizarlo – Se da cuenta de la imprudencia que ha cometido, no la hagas sentirse peor. – Nieves acarició a su hija y la tomó de brazos de su marido - ¿Por qué no bajas y te emborrachas? Eso es lo que hiciste cuando Valeria nació y lo que habitualmente hacen los padres y tíos de los recién nacidos… - Nieves lo besó y el hombre salió de la habitación.
- Arriba señora Nieves, Mariana está arriba… todos están arriba.
Luis entró esquivando a las mujeres y, sin soltar a su hija, corrió escaleras arriba. Nieves siguió a su esposo un segundo después y la doncella los siguió en cuanto cerró la puerta. Luis se detuvo al llegar al rellano del piso superior, no había nadie allí, pero la puerta del dormitorio de Natalia estaba entreabierta. Lentamente se acercó y pudo oír que dentro alguien susurraba. Nieves llegó a su lado y, cogidos de la mano, empujaron la puerta hasta que ésta se abrió de par en par. Mariana, Francisco, Luisa, Felisa y Laura, todas las personas que formaban el servicio de la casa, se encontraban de espaldas a la puerta, a los pies de la cama, aquello tan solo podía significar que algo le había ocurrido a Natalia. Nieves apretó la mano de su esposo con fuerza, tratando de darse ánimos. ¿Por qué Natalia estaba en cama? ¿Por qué el doctor la había visitado?
- ¿Natalia? – acertó a decir Nieves en un susurro.
Aquella pregunta, realizada con miedo y en voz baja, hizo que los presentes se giraran, al reconocer a los recién llegados, todos, sonrientes, se retiraron permitiendo de ese modo que el matrimonio pudiera ver a Natalia con su hijo en los brazos.
- ¡Santo Dios! – exclamó Luis…
- Esa boquita… - le reprendió su amiga – Hay oídos inocentes que no están acostumbrados a semejante lenguaje.
- Natalia… Natalia… ¡Natalia! – Nieves dejó a su marido, con su hija en brazos, junto a la puerta y corrió hacia la cama – Pero si aún no era tiempo… si no debía de haber nacido hasta la próxima semana…
- Pues ya ves que mi hijo es muy independiente… en eso ha salido a su mamá. – respondió Natalia con una enorme sonrisa en los labios.
- ¿Tu hijo? – preguntó Luis, quien también se había acercado – Entonces… es un niño…
- Sí, un niño. David. – dijo Natalia
- Como tu padre.
- Así es… como mi padre. – Natalia pensó por primera vez en sus padres. Se preguntó en qué modo había cambiado su vida por la muerte de ellos. Se preguntó si su vida sería la misma si no hubieran muerto tan prematuramente, o si por el contrario no hubiera conocido nunca a Roberto.
- Muchachas… aquí no tenemos nada que hacer. Natalia y su hijo han de descansar. – Mariana tomó las riendas de la situación, haciendo que Natalia y sus amigos se quedasen a solas con los niños.
- Sí, tenemos mucho trabajo. – comentó la cocinera – Un día como hoy hay que celebrarlo… y por todo lo alto…
- Hemos visto cómo el doctor salía de la casa... – dijo Luis cuando se quedaron a solas. El hombre se mantuvo a unos metros de la cama donde descansaba su amiga, seguía con su hija en brazos y no se atrevía a acercarse más; sin embargo, Nieves ya se hallaba sentada en la cama, al lado de su amiga.
- … y nos hemos llevado el susto de nuestras vidas. ¿Cuándo ha nacido? – preguntó Nieves.
- Al amanecer. – respondió Natalia.
- Ha sido una suerte que el doctor llegara tan pronto. ¿Puedo? – Nieves extendió los brazos hacia el pequeño y Natalia se lo entregó. Luis se percató de que su amiga no había dicho nada con respecto al comentario de su esposa y bajaba la cabeza.
- Natalia… el doctor ha estado contigo, ¿verdad?
Nieves estaba distraída retirando las toquillas en las que el pequeño estaba envuelto cuando se dio cuenta de lo que significaba la pregunta de su marido. Al instante levantó la cabeza y miró inquisitoriamente a su amiga.
- No. – confesó la reciente madre.
- ¿Cómo que no? Natalia, tener un hijo no es ninguna tontería. – Nieves se olvidó por un momento del bebé y se dirigió a su amiga.
- Por supuesto que no lo es, pero las mujeres llevamos toda la vida teniendo hijos y…
- … y lleváis toda la vida muriendo en partos no atendidos o mal atendidos. – Luis estaba furioso por la imprudencia cometida por la joven – Imagina que hubiera habido alguna complicación…
- Yo… yo no quería molestar… - Natalia comenzó a llorar.
- Luis, mi amor. – intervino Nieves - ¿Puedes dejarnos a solas?
- Pero tiene que entender…
- Yo me encargo. – Nieves devolvió su hijo a Natalia, se acercó a su marido y le colocó la mano en el brazo tratando de tranquilizarlo – Se da cuenta de la imprudencia que ha cometido, no la hagas sentirse peor. – Nieves acarició a su hija y la tomó de brazos de su marido - ¿Por qué no bajas y te emborrachas? Eso es lo que hiciste cuando Valeria nació y lo que habitualmente hacen los padres y tíos de los recién nacidos… - Nieves lo besó y el hombre salió de la habitación.
#1229
28/02/2013 20:48
- No ha querido siquiera verlo… - dijo Natalia triste cuando Luis salió del dormitorio.
- Está muy asustado, no se lo tengas en cuenta. – Nieves excusó a su marido ante su falta de educación - ¿Por qué no nos avisaste? Si nació al amanecer has debido de estar toda la noche de parto.
Nieves recordaba perfectamente el parto de Valeria; durante horas había sentido dolores y un miedo terrible ante lo que estaba sucediendo, y eso que ella había estado acompañada de su madre y su esposo en todo momento y bajo la atenta vigilancia del doctor.
- No quise molestaros… - comenzó diciendo Natalia. Había tomado a su hijo en brazos y lo estrechaba contra su cuerpo, en actitud protectora.
- Sabes que esa no es la razón. Vamos, háblame…
- Yo… preferí estar sola. – el pequeño comenzó a revolverse. Natalia se abrió el camisón y acercó a su hijo al pecho, acunándolo mientras tanto.
- Ha sido duro, ¿verdad? – Nieves se sentó al lado de su amiga en la cama, con su niña en brazos. Las dos amigas presentaban una bonita estampa, ambas recostadas y protegiendo a sus bebés.
- No, tan solo un poco cuando llegaban las contracciones… - Natalia se detuvo al ver el gesto de su amiga, Nieves no le estaba preguntando por el dolor físico que había sufrido, sino por el anímico – pero no importa, no puedes imaginarte lo maravilloso que es tenerlo por primera vez entre los brazos, sentir su cuerpecito tembloroso junto al mío… Pasaría de nuevo por todo ello sin dudarlo con tal de sentir de nuevo… - Natalia no pudo seguir fingiendo ante su amiga. - ¡Ay, Nieves! ¡Le eché tanto de menos… le necesité tanto…!
- Lo imagino. La mano de Luis cogiendo la mía era lo único que me ayudó a sobrellevar los dolores de parto.
- Era a él a quién necesitaba conmigo, a mi lado y si no podía tenerlo… no quise tener a nadie. Además, - Natalia se limpió una lágrima que se deslizaba por su mejilla – me sentía avergonzada.
- ¿Por qué?
- No lo sé…
- ¿Por él? – Nieves señaló al bebé quien, plácidamente, succionaba en brazos de su madre.
- No. – negó rotunda – Por él no, ¿cómo podría avergonzarme de él? Nunca podría avergonzarme de él. Pase lo que pase. Supongo que por mí, por lanzarme a la locura de tenerlo estando sola…
- No estás sola…
- Ya me entiendes…
- Sí, te entiendo. ¿Sigues amándolo?
- Sí. – respondió Natalia – Creo que lo amaré toda mi vida y ahora con David…
- Te lo recuerda.
- ¡No sabes cuánto! ¡Se le parece tanto!
- Háblame de él, Natalia. No puedes seguir encerrándote en ti misma… - Natalia seguía callada, mirando a su hijo y acariciándolo – Sabes que si te pregunto no es por curiosidad malsana sino porque me importas, porque quiero que compartas tus problemas conmigo… con nosotros… porque queremos ayudarte, queremos apoyarte, queremos que vuelvas a ser la de antes.
- Está muy asustado, no se lo tengas en cuenta. – Nieves excusó a su marido ante su falta de educación - ¿Por qué no nos avisaste? Si nació al amanecer has debido de estar toda la noche de parto.
Nieves recordaba perfectamente el parto de Valeria; durante horas había sentido dolores y un miedo terrible ante lo que estaba sucediendo, y eso que ella había estado acompañada de su madre y su esposo en todo momento y bajo la atenta vigilancia del doctor.
- No quise molestaros… - comenzó diciendo Natalia. Había tomado a su hijo en brazos y lo estrechaba contra su cuerpo, en actitud protectora.
- Sabes que esa no es la razón. Vamos, háblame…
- Yo… preferí estar sola. – el pequeño comenzó a revolverse. Natalia se abrió el camisón y acercó a su hijo al pecho, acunándolo mientras tanto.
- Ha sido duro, ¿verdad? – Nieves se sentó al lado de su amiga en la cama, con su niña en brazos. Las dos amigas presentaban una bonita estampa, ambas recostadas y protegiendo a sus bebés.
- No, tan solo un poco cuando llegaban las contracciones… - Natalia se detuvo al ver el gesto de su amiga, Nieves no le estaba preguntando por el dolor físico que había sufrido, sino por el anímico – pero no importa, no puedes imaginarte lo maravilloso que es tenerlo por primera vez entre los brazos, sentir su cuerpecito tembloroso junto al mío… Pasaría de nuevo por todo ello sin dudarlo con tal de sentir de nuevo… - Natalia no pudo seguir fingiendo ante su amiga. - ¡Ay, Nieves! ¡Le eché tanto de menos… le necesité tanto…!
- Lo imagino. La mano de Luis cogiendo la mía era lo único que me ayudó a sobrellevar los dolores de parto.
- Era a él a quién necesitaba conmigo, a mi lado y si no podía tenerlo… no quise tener a nadie. Además, - Natalia se limpió una lágrima que se deslizaba por su mejilla – me sentía avergonzada.
- ¿Por qué?
- No lo sé…
- ¿Por él? – Nieves señaló al bebé quien, plácidamente, succionaba en brazos de su madre.
- No. – negó rotunda – Por él no, ¿cómo podría avergonzarme de él? Nunca podría avergonzarme de él. Pase lo que pase. Supongo que por mí, por lanzarme a la locura de tenerlo estando sola…
- No estás sola…
- Ya me entiendes…
- Sí, te entiendo. ¿Sigues amándolo?
- Sí. – respondió Natalia – Creo que lo amaré toda mi vida y ahora con David…
- Te lo recuerda.
- ¡No sabes cuánto! ¡Se le parece tanto!
- Háblame de él, Natalia. No puedes seguir encerrándote en ti misma… - Natalia seguía callada, mirando a su hijo y acariciándolo – Sabes que si te pregunto no es por curiosidad malsana sino porque me importas, porque quiero que compartas tus problemas conmigo… con nosotros… porque queremos ayudarte, queremos apoyarte, queremos que vuelvas a ser la de antes.
#1230
28/02/2013 22:20
Gracias Roberta
y si
ya es hora que natalia hablede roberto ......................
David bonito nombre
y si
ya es hora que natalia hablede roberto ......................
David bonito nombre
#1231
01/03/2013 20:03
Bueno... creo que lo que viene ahora os va a aburrir un poco ya que conocéis la historia, pero Nieves no y Natalia ha de responder a sus dudas.
______________________________________________________________________
- Le conocí… le conocí el primer día de mi estancia en Arazana. En realidad, fue antes incluso de llegar a Arazana. – Natalia comenzó a hablar, casi sin darse verdadera cuenta de que lo estaba haciendo - Hacía calor, estaba cansada, cubierta de polvo y llegué a un río; había un precioso remanso y decidí asearme un poco.
- ¡No me digas que te encontró bañándote des…! – exclamó Nieves.
- No, no te alarmes, estaba vestida… Lo que ocurre es que estaba relajada, dejándome llevar por la corriente y él pensó que me había ahogado; saltó al río y me sacó.
- Tu propio caballero andante de reluciente armadura…
- No te rías… estaba empapada y se me trasparentaba toda la ropa…
- ¿Y qué hiciste? – preguntó Nieves
- Zafarme de él e irme.
- ¿Cuándo volviste a verle? – la joven calló y su amiga siguió preguntando, Nieves estaba intrigada; Natalia era su mejor amiga, pero aún así, era muy discreta con su vida personal y nunca había hablado en demasía.
- Un par de horas después.
- ¿Y? –Nieves estaba realmente intrigada – ¡Sigue, por Dios! ¡Cómo te haces de rogar!
- Es muy buen amigo de Sara, es más… estaba enamorado de ella, aunque mi prima nunca le dio demasiadas esperanzas. - Natalia se sentía tranquila, hablar con su amiga le estaba haciendo mucho bien; si lo hubiera sabido antes, no se hubiera encerrado en sí misma de aquel modo.
- Y empezasteis a trataros y…
- Nieves… que estamos hablando de mí… a mí nunca me suceden cosas normales.
- ¿A qué te refieres?
- Trataron de… - Natalia tragó saliva antes de continuar – trataron de asaltarme.
- ¿Él? – preguntó su amiga aterrada.
- ¡No, por Dios! ¿Cómo puedes pensar que fuera él? Me defendí y el asaltante huyó pero…le pusimos una trampa.
- ¿Acaso estás loca? – gritó Nieves
- No grites que vas a asustar a los niños… - los bebés se alteraron ante el nerviosismo de la joven – Contamos con la ayuda de la guardia civil.
- ¿Contasteis?
- Sí, él me ayudó y cuando… - Natalia se detuvo pero segundos más tarde encontró el valor suficiente para continuar – cuando tuve que explicar cómo había sido el asalto… él me ayudó, simuló que me asaltaba y…
- Te asustaste.
- Todo lo contrario, me sentí segura, protegida, fue tan bonito tenerlo cerca… Después, durante semanas, fue un continuo tira y afloja. Me sentía a gusto con él, cómoda, tranquila… para discutir poco después por cualquier tontería. – la joven acariciaba la suave cara de su bebé, mientras él dormía placidamente tras haberse alimentado - ¡Nieves, volví a dormir tranquila cada noche! ¡Volví a dormir del tirón, sin despertarme helada de frío, asustada, sintiéndome sola! Después, un día… me dijo que tenía problemas económicos. – Nieves no dijo nada, pero su rostro perdió el color – No, no pienses eso. No me pidió absolutamente nada, yo se lo ofrecí, tuve incluso que insistir y utilizar artimañas para que aceptarse.
- Luis me dijo que te había enviado una fuerte suma de dinero… - Nieves habló como excusándose, queriendo dar a entender que Luis y ella estaban preocupados por su amiga y que aquella era la razón por la que sabía de su petición de fondos - ¿Era todo para él?
- No, por supuesto que no. – Natalia rió, su amiga se sentía realmente avergonzada – Arazana es un pueblo muy pobre, la gente necesita muchísima ayuda y yo quise dejarles algo para que puedan salir adelante con menos dificultades: ayudar a la escuela, comprar algunos regalos de despedida…
- Has dicho que él tenía problemas económicos… - inquirió Nieves.
- Sí. Compró un pequeño terreno para dejar de depender de otros y… por envidias del hijo del hombre para el que trabajaba anteriormente, no consiguió lo suficiente para poder hacer frente a otros pagos.
- Es pobre, entonces…
- Sí. ¿Me vas a venir ahora con comentarios clasistas? – se burló Natalia.
- Bien sabes que no… tan solo lo odio porque te ha hecho sufrir.
- No digas eso… es un buen hombre.
- Si lo fuera no estarías así ahora… - Nieves no transigía en cuanto a su opinión con respecto a Roberto, Natalia se dio cuenta de que el único modo de convencerla era hablarle de él.
- Fuimos a Sevilla a recoger el dinero y completar los trámites… - Natalia sonrió al recordar aquellos días – Era la feria, estaba todo cerrado, los hoteles completos… tuvimos que pasar allí varios días y…
- Se aprovechó de la situación…
- Y yo también.
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- Le conocí… le conocí el primer día de mi estancia en Arazana. En realidad, fue antes incluso de llegar a Arazana. – Natalia comenzó a hablar, casi sin darse verdadera cuenta de que lo estaba haciendo - Hacía calor, estaba cansada, cubierta de polvo y llegué a un río; había un precioso remanso y decidí asearme un poco.
- ¡No me digas que te encontró bañándote des…! – exclamó Nieves.
- No, no te alarmes, estaba vestida… Lo que ocurre es que estaba relajada, dejándome llevar por la corriente y él pensó que me había ahogado; saltó al río y me sacó.
- Tu propio caballero andante de reluciente armadura…
- No te rías… estaba empapada y se me trasparentaba toda la ropa…
- ¿Y qué hiciste? – preguntó Nieves
- Zafarme de él e irme.
- ¿Cuándo volviste a verle? – la joven calló y su amiga siguió preguntando, Nieves estaba intrigada; Natalia era su mejor amiga, pero aún así, era muy discreta con su vida personal y nunca había hablado en demasía.
- Un par de horas después.
- ¿Y? –Nieves estaba realmente intrigada – ¡Sigue, por Dios! ¡Cómo te haces de rogar!
- Es muy buen amigo de Sara, es más… estaba enamorado de ella, aunque mi prima nunca le dio demasiadas esperanzas. - Natalia se sentía tranquila, hablar con su amiga le estaba haciendo mucho bien; si lo hubiera sabido antes, no se hubiera encerrado en sí misma de aquel modo.
- Y empezasteis a trataros y…
- Nieves… que estamos hablando de mí… a mí nunca me suceden cosas normales.
- ¿A qué te refieres?
- Trataron de… - Natalia tragó saliva antes de continuar – trataron de asaltarme.
- ¿Él? – preguntó su amiga aterrada.
- ¡No, por Dios! ¿Cómo puedes pensar que fuera él? Me defendí y el asaltante huyó pero…le pusimos una trampa.
- ¿Acaso estás loca? – gritó Nieves
- No grites que vas a asustar a los niños… - los bebés se alteraron ante el nerviosismo de la joven – Contamos con la ayuda de la guardia civil.
- ¿Contasteis?
- Sí, él me ayudó y cuando… - Natalia se detuvo pero segundos más tarde encontró el valor suficiente para continuar – cuando tuve que explicar cómo había sido el asalto… él me ayudó, simuló que me asaltaba y…
- Te asustaste.
- Todo lo contrario, me sentí segura, protegida, fue tan bonito tenerlo cerca… Después, durante semanas, fue un continuo tira y afloja. Me sentía a gusto con él, cómoda, tranquila… para discutir poco después por cualquier tontería. – la joven acariciaba la suave cara de su bebé, mientras él dormía placidamente tras haberse alimentado - ¡Nieves, volví a dormir tranquila cada noche! ¡Volví a dormir del tirón, sin despertarme helada de frío, asustada, sintiéndome sola! Después, un día… me dijo que tenía problemas económicos. – Nieves no dijo nada, pero su rostro perdió el color – No, no pienses eso. No me pidió absolutamente nada, yo se lo ofrecí, tuve incluso que insistir y utilizar artimañas para que aceptarse.
- Luis me dijo que te había enviado una fuerte suma de dinero… - Nieves habló como excusándose, queriendo dar a entender que Luis y ella estaban preocupados por su amiga y que aquella era la razón por la que sabía de su petición de fondos - ¿Era todo para él?
- No, por supuesto que no. – Natalia rió, su amiga se sentía realmente avergonzada – Arazana es un pueblo muy pobre, la gente necesita muchísima ayuda y yo quise dejarles algo para que puedan salir adelante con menos dificultades: ayudar a la escuela, comprar algunos regalos de despedida…
- Has dicho que él tenía problemas económicos… - inquirió Nieves.
- Sí. Compró un pequeño terreno para dejar de depender de otros y… por envidias del hijo del hombre para el que trabajaba anteriormente, no consiguió lo suficiente para poder hacer frente a otros pagos.
- Es pobre, entonces…
- Sí. ¿Me vas a venir ahora con comentarios clasistas? – se burló Natalia.
- Bien sabes que no… tan solo lo odio porque te ha hecho sufrir.
- No digas eso… es un buen hombre.
- Si lo fuera no estarías así ahora… - Nieves no transigía en cuanto a su opinión con respecto a Roberto, Natalia se dio cuenta de que el único modo de convencerla era hablarle de él.
- Fuimos a Sevilla a recoger el dinero y completar los trámites… - Natalia sonrió al recordar aquellos días – Era la feria, estaba todo cerrado, los hoteles completos… tuvimos que pasar allí varios días y…
- Se aprovechó de la situación…
- Y yo también.
#1232
01/03/2013 22:56
¡Me encanta la historia!
#1233
02/03/2013 10:43
Gracias Roberta yo encantada de leerte
#1234
02/03/2013 17:52
¡¡¡GRACIAS!!!
_____________________________________________________________________
- ¿Qué quieres decir?
- Que me dio la oportunidad de que parásemos, de que lo dejásemos, me dio la oportunidad de no seguir adelante, pero yo… - Natalia se irguió y miró a su amiga a los ojos – yo también lo deseaba, tanto como él o más incluso. Quería sentirme amada, quería descubrir si un hombre podía sentir deseo por mí, quería ser una mujer completa, no una loca a la que todo el mundo miraba de reojo y de la que hablaban a escondidas.
- Natalia… no digas eso…
- Pero es cierto, Nieves. No puedes negar la verdad. En Arazana pasé el peor día de mi vida, ¿me oyes? el peor; pero también los mejores. Durante una semana, hasta que volví, pasamos los días tratando de seguir adelante con nuestras vidas, tratando de disimular ante todos el amor que brotaba por cada poro de nuestra piel. Pero también pasamos las noches amándonos. Nieves, ¡sé lo que es amar y ser amada! Y ningún disgusto, ninguna traición, podrían empañar ese recuerdo.
- Y, ¿qué ocurrió?
- Debía volver… pero le iba a pedir a Luis que se hiciera cargo de todo, o al menos de parte, y volver para instalarme allí definitivamente.
- ¿Tan fuerte es lo que sientes por él?
- Más, Nieves… mucho más. – Natalia acarició de nuevo a su pequeño – Tú sabes lo que es amar y ser amada. No creo que el amor que sientes por Luis sea mayor al que siento por Roberto…
- ¿Qué pasó para que cambiaras de opinión, para que llegaras tan abatida? – Valeria se revolvió en brazos de su madre y ésta la cambió de posición. Las dos mujeres acunaban a sus hijos mientras hablaban; en unos pocos meses, sus vidas habían cambiado radicalmente, habían pasado de ser dos jovencitas dedicadas a los negocios y las obras de caridad a ser dos madres de familia. Aquellos meses habían pasado por momentos maravillosos como el nacimiento de sus hijos, pero también por tristezas y disgustos; situaciones que les habían hecho madurar rápidamente, haciendo que las jovencitas quedasen olvidadas en un lugar del pasado para dejar paso a aquellas mujeres fuertes y valientes en las que se habían convertido.
- Habíamos pasado la noche juntos. – Natalia lo dicho con sinceridad, sin falsos rubores ni remilgos, era obvio que habían mantenido relaciones íntimas y sabía que su amiga Nieves no se iba a avergonzar al escucharlo – Yo estaba en la imprenta con Miguel, atendiendo el negocio mientras Sara había ido a hacer un recado. Cuando mi prima regresó hizo que Miguel nos dejara a solas… - Natalia se detuvo durante un momento para tomar fuerzas y poder continuar. Nieves se dio cuenta de que su amiga estaba a punto de confesarle algo muy importante y doloroso y no se atrevió ni a interrumpirla ni a preguntarle – Cuando… cuando él salió, Sara hizo que me sentara y me lo dijo. Me contó que había sucedido una gran desgracia.
- ¿Él? – Nieves no pudo evitar pensar en que la razón de la tristeza de Natalia era que su amor había fallecido, dejándola sola.
- No. A él no le había pasado nada… al menos no directamente. No sé ni cómo explicarlo…
- Tranquila… tenemos todo el tiempo del mundo. – Nieves tomó la mano de su amiga – Al menos hasta que alguno de estos dos pequeñines quiera comer o Mariana decida que nosotras debemos también alimentarnos…
- Sara me dijo que…
Natalia no sabía cómo empezar siquiera el relato, debía involucrar en él a demasiada gente totalmente desconocida para Nieves y no quería dar más explicaciones de las estrictamente necesarias para que su amiga comprendiera lo que había sucedido.
- ¿Recuerdas al señor Guarda? – la joven cambio el modo de afrontar la historia.
- Por supuesto, - respondió Nieves al instante – Luis y yo pensamos que podía ser él.
- ¿Él? No, por Dios. – rió Natalia – Pobrecito mío, bastante tiene él ya con lo suyo. Ángel trabaja para los Montoro, la familia de terratenientes de la cual ya te he hablado en alguna ocasión. – Nieves asintió con la cabeza y su amiga continuó – Sara me comentó que había estado en casa de los Montoro y que presenció una disputa familiar muy poco… agradable.
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- ¿Qué quieres decir?
- Que me dio la oportunidad de que parásemos, de que lo dejásemos, me dio la oportunidad de no seguir adelante, pero yo… - Natalia se irguió y miró a su amiga a los ojos – yo también lo deseaba, tanto como él o más incluso. Quería sentirme amada, quería descubrir si un hombre podía sentir deseo por mí, quería ser una mujer completa, no una loca a la que todo el mundo miraba de reojo y de la que hablaban a escondidas.
- Natalia… no digas eso…
- Pero es cierto, Nieves. No puedes negar la verdad. En Arazana pasé el peor día de mi vida, ¿me oyes? el peor; pero también los mejores. Durante una semana, hasta que volví, pasamos los días tratando de seguir adelante con nuestras vidas, tratando de disimular ante todos el amor que brotaba por cada poro de nuestra piel. Pero también pasamos las noches amándonos. Nieves, ¡sé lo que es amar y ser amada! Y ningún disgusto, ninguna traición, podrían empañar ese recuerdo.
- Y, ¿qué ocurrió?
- Debía volver… pero le iba a pedir a Luis que se hiciera cargo de todo, o al menos de parte, y volver para instalarme allí definitivamente.
- ¿Tan fuerte es lo que sientes por él?
- Más, Nieves… mucho más. – Natalia acarició de nuevo a su pequeño – Tú sabes lo que es amar y ser amada. No creo que el amor que sientes por Luis sea mayor al que siento por Roberto…
- ¿Qué pasó para que cambiaras de opinión, para que llegaras tan abatida? – Valeria se revolvió en brazos de su madre y ésta la cambió de posición. Las dos mujeres acunaban a sus hijos mientras hablaban; en unos pocos meses, sus vidas habían cambiado radicalmente, habían pasado de ser dos jovencitas dedicadas a los negocios y las obras de caridad a ser dos madres de familia. Aquellos meses habían pasado por momentos maravillosos como el nacimiento de sus hijos, pero también por tristezas y disgustos; situaciones que les habían hecho madurar rápidamente, haciendo que las jovencitas quedasen olvidadas en un lugar del pasado para dejar paso a aquellas mujeres fuertes y valientes en las que se habían convertido.
- Habíamos pasado la noche juntos. – Natalia lo dicho con sinceridad, sin falsos rubores ni remilgos, era obvio que habían mantenido relaciones íntimas y sabía que su amiga Nieves no se iba a avergonzar al escucharlo – Yo estaba en la imprenta con Miguel, atendiendo el negocio mientras Sara había ido a hacer un recado. Cuando mi prima regresó hizo que Miguel nos dejara a solas… - Natalia se detuvo durante un momento para tomar fuerzas y poder continuar. Nieves se dio cuenta de que su amiga estaba a punto de confesarle algo muy importante y doloroso y no se atrevió ni a interrumpirla ni a preguntarle – Cuando… cuando él salió, Sara hizo que me sentara y me lo dijo. Me contó que había sucedido una gran desgracia.
- ¿Él? – Nieves no pudo evitar pensar en que la razón de la tristeza de Natalia era que su amor había fallecido, dejándola sola.
- No. A él no le había pasado nada… al menos no directamente. No sé ni cómo explicarlo…
- Tranquila… tenemos todo el tiempo del mundo. – Nieves tomó la mano de su amiga – Al menos hasta que alguno de estos dos pequeñines quiera comer o Mariana decida que nosotras debemos también alimentarnos…
- Sara me dijo que…
Natalia no sabía cómo empezar siquiera el relato, debía involucrar en él a demasiada gente totalmente desconocida para Nieves y no quería dar más explicaciones de las estrictamente necesarias para que su amiga comprendiera lo que había sucedido.
- ¿Recuerdas al señor Guarda? – la joven cambio el modo de afrontar la historia.
- Por supuesto, - respondió Nieves al instante – Luis y yo pensamos que podía ser él.
- ¿Él? No, por Dios. – rió Natalia – Pobrecito mío, bastante tiene él ya con lo suyo. Ángel trabaja para los Montoro, la familia de terratenientes de la cual ya te he hablado en alguna ocasión. – Nieves asintió con la cabeza y su amiga continuó – Sara me comentó que había estado en casa de los Montoro y que presenció una disputa familiar muy poco… agradable.
#1235
03/03/2013 13:44
Gracias a ti Roberta
#1236
03/03/2013 15:38
- ¿Por qué?
- Don Germán, el patriarca, había llegado a la conclusión de que su hija menor, Eugenia, se había enamorado de un muchacho del pueblo, de un jornalero.
- Más prejuicios sociales…
- No solo eso… - Natalia dejó escapar un suspiro – Don Germán no le daba ninguna razón válida a su hija por la que no pudiera estar interesada en un hombre como… - la joven no pudo seguir hablando.
- Él, ¿verdad?
- Sí. - asintió Natalia con la cabeza - ¿Cómo lo has sabido?
- Porque no eres capaz siquiera de pronunciar su nombre.
- Es cierto. – un triste sonido escapó de los labios de Natalia, algo parecido a una risa – No soy capaz siquiera de decir el nombre de tu papá, cariño. – continuó diciendo la joven mientras pasaba la mano por el cabello de su hijito, un cabello oscuro como el de su padre. – Y… y en verdad Eugenia no estaba enamorada de Roberto. – Nieves pudo comprobar cómo el rostro de su amiga se iluminó al pronunciar su nombre: Roberto – Habían sido amigos desde niños pues la madre de Roberto, Carmen, había sido la cocinera del cortijo, esa era toda la relación que había entre ellos, pero Eugenia es tan…
- ¿Vehemente?
- Cabezota… Después debió de llegar al cortijo Álvaro, el hijo mayor de don Germán. Él si que odia a Roberto, por su causa éste no pudo encontrar financiación para sus terrenos y fue cuando yo le ayudé.
- Natalia, no quiero ofenderte, pero lo que me estás contando parece un folletín de los que se pueden comprar por una perra gorda en cualquier colmado.
- No me ofendes querida, ni mucho menos. - Natalia rió y su hijo se revolvió de nuevo. La joven calló y acunó a su bebé hasta que este se tranquilizó de nuevo. En voz más queda, continuó hablando - Tienes toda la razón al decir que parece un folletín y como en todos los folletines, la historia se complica aún más a partir de ahora. Como te decía, Álvaro odia a Roberto con todas su fuerzas, cuando trabajaba para él le hacía la vida imposible y cuando pudo liberarse de su yugo, continuó poniéndole trabas en su camino. Como podrás imaginar, la situación se puso aún más tensa con la llegada de Álvaro. Eugenia seguía defendiéndolo, Álvaro atacándolo y don Germán diciendo que era imposible pero sin dar ninguna razón para ello.
- ¿Y? – preguntó Nieves intrigada
- El enfrentamiento entre los hermanos llegó a un punto tal que don Germán acabó exponiendo la razón por la cual se oponía a la, en realidad inexistente, relación entre Eugenia y Roberto.
- Que es…
- Don Germán es el verdadero padre de Roberto.
- Virgen Santísima. – Nieves se santiguó al escuchar las palabras de su amiga – Pero, ¿cómo puede ser eso?
- Nieves, demasiados casos conocemos en los cuales una de las criadas se queda embarazada del señorito de la casa… Don Germán explicó que él se había enterado del hecho hacía poco – continuó Natalia con el relato – ya que treinta años antes había llevado a Carmen con un médico para que perdiera el bebé.
- Quería deshacerse de… - Nieves estrechó con fuerza a su hija. Ella, que había experimentado la tristeza de sentir como se malograban varios embarazos, no podía imaginar que nadie quisiera deshacerse de una criatura indefensa.
- Pero Carmen no lo permitió… le hizo creer que se había avenido a sus deseos, pero se negó y siguió adelante con su embarazo. Poco después se casó con un joven que la pretendía y le hizo creer que el hijo que esperaba era suyo.
- Un embarazo dura nueve meses, Natalia. Los hombres pueden ser despistados, pero no tontos hasta esos límites.
- También hay bebés sietemesinos… Sea como fuere, Tomás cuidó de Roberto como si fuera su hijo y jamás hizo ninguna distinción con el hijo que tuvieron después. Pero me estoy desviando del tema… Mientras don Germán estaba relatando lo sucedido, Álvaro desapareció, salió de la casa y nadie lo siguió…ojalá lo hubieran hecho. Salieron en su busca… pensando que podría cometer una locura… pero no lo encontraron.
- ¿Adónde fue? – Nieves creía conocer la respuesta.
- Sí… al lugar en el que estás pensando… a casa de Roberto.
Un discreto golpe sonó en la puerta y Mariana entró segundos después.
- He preparado una bandeja con algo de comida. – tras ella entraron las doncellas, Clara y Laura, portando sendas bandejas.
- Gracias Mariana, pero… - Natalia dijo que no tenía hambre, pero no pudo acabar la frase.
- No voy a aceptar un no por respuesta. – la mujer estaba decidida a que su señorita se alimentase bien – Una cosa es que no quieras cuidar de ti, eres mayorcita y puedes tomar tus propias decisiones como ya hemos podido comprobar; - la mujer aún no se había repuesto del susto de encontrar a Natalia con su hijo en brazos cuando fue a despertarla como cada mañana - pero tu bebé es caso aparte. David depende de ti para alimentarse, y para que él pueda crecer sano y fuerte debes alimentarlo correctamente y eso no va a suceder si empiezas a comportarte como una niña malcriada llena de caprichos y remilgos.
Mientras la mujer hablaba, las doncellas colocaban las bandejas sobre una mesita y lo disponían todo para que las mujeres pudieran comer cómodamente. Las muchachas sonreían, Mariana era una mujer serena y templada, nada la perturbaba, pero el inesperado nacimiento del bebé y sobre todo las especiales circunstancias que rodearon el feliz acontecimiento hicieron que el ama de llaves pasara toda la mañana murmurando para sí misma y enfadada. El resto del servicio no trató de tranquilizarla ya que temían que se enfadara también con ellos.
- Mariana. – dijo Natalia tímidamente.
- ¿Sí? – la mujer dejó de acomodar los platos sobre la mesita y se giró. Su rostro mostraba la más brillante de las sonrisas, pero todas las ocupantes de la habitación sabían lo falsa que ésta era; la mayor de las amabilidades era el modo en que Mariana la estaba castigando, haciéndole sentir culpable del enfado de la mujer.
- Todo tiene un aspecto muy apetitoso, creo que voy a tomar algo. – Natalia conocía muy bien a su ama de llaves y sabía que ésta había tomado el papel de matriarca y protectora de todos y que no serviría de nada protestar y refunfuñar - ¿Podrías alcanzarme la bata, por favor?
- Por supuesto.
Mariana se acercó con la bata en la mano y la extendió de modo que Natalia, al levantarse, pudiera ponérsela con facilidad. Sin embargo, cuando la mujer llegó junto al lecho, su señorita le tendió el bebé. Mariana dejó al bata sobre la cama y estiró los brazos tomando con cuidado al pequeño. Nieves no perdía de vista las reacciones de las dos mujeres, sobre todo las de Mariana, su sonrisa se transformó al tomar en brazos al pequeño, apareciendo una sonrisa sincera y repleta de amor. Ya vestida adecuadamente, Natalia extendió los brazos para tomar en ellos de nuevo a su bebé, pero Mariana se volvió, dándole la espalda.
- Está dormidito. Déjalo así mientras coméis. – la mujer colocó al pequeño sobre el lecho, en el centro de la enorme cama – Aquí no corre peligro de caerse y tú necesitas las dos manos para alimentarte.
- Gracias. – dijo Natalia acercándose a la mesita.
- Mariana. – llamó Nieves mientras dejaba a su hija, también dormida, junto al recién nacido – ¿Luis sigue abajo?
- No, se fue hace horas. – Mariana se volvió a mirar a los dos bebés antes de salir – Dijo que lo habíais desterrado y que dar vueltas por el salón como un tigre enjaulado no va con su forma de ser. Coméoslo todo, quiero ver esos platos limpios cuando vuelva a recogerlos. – Sin esperar un segundo más, la mujer salió de la habitación dejando a las jóvenes solas de nuevo.
- Don Germán, el patriarca, había llegado a la conclusión de que su hija menor, Eugenia, se había enamorado de un muchacho del pueblo, de un jornalero.
- Más prejuicios sociales…
- No solo eso… - Natalia dejó escapar un suspiro – Don Germán no le daba ninguna razón válida a su hija por la que no pudiera estar interesada en un hombre como… - la joven no pudo seguir hablando.
- Él, ¿verdad?
- Sí. - asintió Natalia con la cabeza - ¿Cómo lo has sabido?
- Porque no eres capaz siquiera de pronunciar su nombre.
- Es cierto. – un triste sonido escapó de los labios de Natalia, algo parecido a una risa – No soy capaz siquiera de decir el nombre de tu papá, cariño. – continuó diciendo la joven mientras pasaba la mano por el cabello de su hijito, un cabello oscuro como el de su padre. – Y… y en verdad Eugenia no estaba enamorada de Roberto. – Nieves pudo comprobar cómo el rostro de su amiga se iluminó al pronunciar su nombre: Roberto – Habían sido amigos desde niños pues la madre de Roberto, Carmen, había sido la cocinera del cortijo, esa era toda la relación que había entre ellos, pero Eugenia es tan…
- ¿Vehemente?
- Cabezota… Después debió de llegar al cortijo Álvaro, el hijo mayor de don Germán. Él si que odia a Roberto, por su causa éste no pudo encontrar financiación para sus terrenos y fue cuando yo le ayudé.
- Natalia, no quiero ofenderte, pero lo que me estás contando parece un folletín de los que se pueden comprar por una perra gorda en cualquier colmado.
- No me ofendes querida, ni mucho menos. - Natalia rió y su hijo se revolvió de nuevo. La joven calló y acunó a su bebé hasta que este se tranquilizó de nuevo. En voz más queda, continuó hablando - Tienes toda la razón al decir que parece un folletín y como en todos los folletines, la historia se complica aún más a partir de ahora. Como te decía, Álvaro odia a Roberto con todas su fuerzas, cuando trabajaba para él le hacía la vida imposible y cuando pudo liberarse de su yugo, continuó poniéndole trabas en su camino. Como podrás imaginar, la situación se puso aún más tensa con la llegada de Álvaro. Eugenia seguía defendiéndolo, Álvaro atacándolo y don Germán diciendo que era imposible pero sin dar ninguna razón para ello.
- ¿Y? – preguntó Nieves intrigada
- El enfrentamiento entre los hermanos llegó a un punto tal que don Germán acabó exponiendo la razón por la cual se oponía a la, en realidad inexistente, relación entre Eugenia y Roberto.
- Que es…
- Don Germán es el verdadero padre de Roberto.
- Virgen Santísima. – Nieves se santiguó al escuchar las palabras de su amiga – Pero, ¿cómo puede ser eso?
- Nieves, demasiados casos conocemos en los cuales una de las criadas se queda embarazada del señorito de la casa… Don Germán explicó que él se había enterado del hecho hacía poco – continuó Natalia con el relato – ya que treinta años antes había llevado a Carmen con un médico para que perdiera el bebé.
- Quería deshacerse de… - Nieves estrechó con fuerza a su hija. Ella, que había experimentado la tristeza de sentir como se malograban varios embarazos, no podía imaginar que nadie quisiera deshacerse de una criatura indefensa.
- Pero Carmen no lo permitió… le hizo creer que se había avenido a sus deseos, pero se negó y siguió adelante con su embarazo. Poco después se casó con un joven que la pretendía y le hizo creer que el hijo que esperaba era suyo.
- Un embarazo dura nueve meses, Natalia. Los hombres pueden ser despistados, pero no tontos hasta esos límites.
- También hay bebés sietemesinos… Sea como fuere, Tomás cuidó de Roberto como si fuera su hijo y jamás hizo ninguna distinción con el hijo que tuvieron después. Pero me estoy desviando del tema… Mientras don Germán estaba relatando lo sucedido, Álvaro desapareció, salió de la casa y nadie lo siguió…ojalá lo hubieran hecho. Salieron en su busca… pensando que podría cometer una locura… pero no lo encontraron.
- ¿Adónde fue? – Nieves creía conocer la respuesta.
- Sí… al lugar en el que estás pensando… a casa de Roberto.
Un discreto golpe sonó en la puerta y Mariana entró segundos después.
- He preparado una bandeja con algo de comida. – tras ella entraron las doncellas, Clara y Laura, portando sendas bandejas.
- Gracias Mariana, pero… - Natalia dijo que no tenía hambre, pero no pudo acabar la frase.
- No voy a aceptar un no por respuesta. – la mujer estaba decidida a que su señorita se alimentase bien – Una cosa es que no quieras cuidar de ti, eres mayorcita y puedes tomar tus propias decisiones como ya hemos podido comprobar; - la mujer aún no se había repuesto del susto de encontrar a Natalia con su hijo en brazos cuando fue a despertarla como cada mañana - pero tu bebé es caso aparte. David depende de ti para alimentarse, y para que él pueda crecer sano y fuerte debes alimentarlo correctamente y eso no va a suceder si empiezas a comportarte como una niña malcriada llena de caprichos y remilgos.
Mientras la mujer hablaba, las doncellas colocaban las bandejas sobre una mesita y lo disponían todo para que las mujeres pudieran comer cómodamente. Las muchachas sonreían, Mariana era una mujer serena y templada, nada la perturbaba, pero el inesperado nacimiento del bebé y sobre todo las especiales circunstancias que rodearon el feliz acontecimiento hicieron que el ama de llaves pasara toda la mañana murmurando para sí misma y enfadada. El resto del servicio no trató de tranquilizarla ya que temían que se enfadara también con ellos.
- Mariana. – dijo Natalia tímidamente.
- ¿Sí? – la mujer dejó de acomodar los platos sobre la mesita y se giró. Su rostro mostraba la más brillante de las sonrisas, pero todas las ocupantes de la habitación sabían lo falsa que ésta era; la mayor de las amabilidades era el modo en que Mariana la estaba castigando, haciéndole sentir culpable del enfado de la mujer.
- Todo tiene un aspecto muy apetitoso, creo que voy a tomar algo. – Natalia conocía muy bien a su ama de llaves y sabía que ésta había tomado el papel de matriarca y protectora de todos y que no serviría de nada protestar y refunfuñar - ¿Podrías alcanzarme la bata, por favor?
- Por supuesto.
Mariana se acercó con la bata en la mano y la extendió de modo que Natalia, al levantarse, pudiera ponérsela con facilidad. Sin embargo, cuando la mujer llegó junto al lecho, su señorita le tendió el bebé. Mariana dejó al bata sobre la cama y estiró los brazos tomando con cuidado al pequeño. Nieves no perdía de vista las reacciones de las dos mujeres, sobre todo las de Mariana, su sonrisa se transformó al tomar en brazos al pequeño, apareciendo una sonrisa sincera y repleta de amor. Ya vestida adecuadamente, Natalia extendió los brazos para tomar en ellos de nuevo a su bebé, pero Mariana se volvió, dándole la espalda.
- Está dormidito. Déjalo así mientras coméis. – la mujer colocó al pequeño sobre el lecho, en el centro de la enorme cama – Aquí no corre peligro de caerse y tú necesitas las dos manos para alimentarte.
- Gracias. – dijo Natalia acercándose a la mesita.
- Mariana. – llamó Nieves mientras dejaba a su hija, también dormida, junto al recién nacido – ¿Luis sigue abajo?
- No, se fue hace horas. – Mariana se volvió a mirar a los dos bebés antes de salir – Dijo que lo habíais desterrado y que dar vueltas por el salón como un tigre enjaulado no va con su forma de ser. Coméoslo todo, quiero ver esos platos limpios cuando vuelva a recogerlos. – Sin esperar un segundo más, la mujer salió de la habitación dejando a las jóvenes solas de nuevo.
#1237
04/03/2013 19:38
Capítulo 140
- Buenas tardes, Sara.
- Buenas tardes, Roberto. – respondió la joven levantando la mirada del libro que estaba leyendo - ¿En qué puedo ayudarte?
El día anterior Sara le había confesado a su prometido que ella se escondía tras la personalidad del bandolero del rifle y desde entonces el joven no había vuelto a aparecer por la imprenta. Sara trataba de distraerse leyendo, haciéndose cargo del correo o ayudando a Flor con sus alumnos, pero la tristeza no la abandonaba; la joven sentía que todo su futuro estaba en manos del hombre que amaba, más no se atrevía a abordarle y preguntarle si su relación había llegado definitivamente a su fin. Tampoco se atrevía a comentar con nadie la situación, eran muy pocas las personas que comprenderían su problema e incluso el hablar con ellos significaba poner a Miguel sobre aviso de quienes eran el resto de componentes de la banda. Durante aquellas interminables horas tuvo mucho tiempo para pensar y recordar lo que tantas veces le repitió Natalia, que debía hablar con Miguel cuanto antes y rogar para que él comprendiera. Aquellos pensamientos le hicieron recordar que aún no había llegado la carta se su prima, aquella carta de la que habló en el telegrama recibido.
- Necesito enviar este telegrama.
Roberto tendió la mano y dejó un papel sobre el mostrador del establecimiento. Sara cerró el libro y tomó el papel con impaciencia, ¿sería para Natalia? ¿Habría recapacitado Roberto y estaría dispuesto a tratar de hacerse perdonar? Desafortunadamente, el texto iba dirigido a un compañero del partido.
- Ya veo. – dijo Sara con voz desilusionada.
A pesar de que habían pasado varios meses desde la marcha de Natalia, las relaciones entre Sara y Roberto no habían mejorado en demasía; ni siquiera las graves consecuencias del atentado sufrido por Roberto por parte de Olmedo habían servido para acercar a los que habían sido tan buenos amigos. El dolor, la decepción entre ellos había sido tal que ninguno se atrevía a dar el primer paso por miedo a la reacción del otro.
Carmen le había contado a Roberto que Sara y Miguel habían decidido por fin casarse, el joven aún no había tenido la oportunidad de felicitar a su amiga y pensó que aquella era una buena oportunidad.
- Por cierto…, enhorabuena. – dijo el joven mientras Sara caminaba hacia el telégrafo.
- ¿A qué te refieres? – preguntó ella distraída
- A tu boda… Mi madre me comentó que Miguel y tú os casáis en unos días.
- Sí… bueno… - Sara comenzó a telegrafiar el mensaje sin mirar siquiera a Roberto.
- ¿Qué ocurre? – el muchacho caminó hasta donde se encontraba su amiga.
- Nada… ¿qué podría ocurrir? – Sara continuó telegrafiando sin responder a su amigo.
- No lo sé, pero no pareces una novia muy feliz.
- En este pueblo muy pocas cosas son lo que parecen… - comentó ella en susurros – Ten, ya está. – dijo devolviéndole el papel.
Roberto recupero el pedazo de papel, tomó una moneda y la dejó sobre el mostrador, pagando el servicio recibido. Sin decir una palabra más, por miedo a molestar o incluso a que Sara volviera a reprocharle el trato hacia Natalia, recogió los libros que había traído consigo y caminó hacia la puerta. Cuando estuvo a poco más de un metro de la puerta de entrada recapacitó y volvió sobre sus pasos, no tenía porque tener miedo de lo que ella le dijera, sabía que cualquier palabra suya la tendría bien merecida y su cariño y preocupación por Sara eran más fuertes que cualquier reproche de esta.
- Buenas tardes, Sara.
- Buenas tardes, Roberto. – respondió la joven levantando la mirada del libro que estaba leyendo - ¿En qué puedo ayudarte?
El día anterior Sara le había confesado a su prometido que ella se escondía tras la personalidad del bandolero del rifle y desde entonces el joven no había vuelto a aparecer por la imprenta. Sara trataba de distraerse leyendo, haciéndose cargo del correo o ayudando a Flor con sus alumnos, pero la tristeza no la abandonaba; la joven sentía que todo su futuro estaba en manos del hombre que amaba, más no se atrevía a abordarle y preguntarle si su relación había llegado definitivamente a su fin. Tampoco se atrevía a comentar con nadie la situación, eran muy pocas las personas que comprenderían su problema e incluso el hablar con ellos significaba poner a Miguel sobre aviso de quienes eran el resto de componentes de la banda. Durante aquellas interminables horas tuvo mucho tiempo para pensar y recordar lo que tantas veces le repitió Natalia, que debía hablar con Miguel cuanto antes y rogar para que él comprendiera. Aquellos pensamientos le hicieron recordar que aún no había llegado la carta se su prima, aquella carta de la que habló en el telegrama recibido.
- Necesito enviar este telegrama.
Roberto tendió la mano y dejó un papel sobre el mostrador del establecimiento. Sara cerró el libro y tomó el papel con impaciencia, ¿sería para Natalia? ¿Habría recapacitado Roberto y estaría dispuesto a tratar de hacerse perdonar? Desafortunadamente, el texto iba dirigido a un compañero del partido.
- Ya veo. – dijo Sara con voz desilusionada.
A pesar de que habían pasado varios meses desde la marcha de Natalia, las relaciones entre Sara y Roberto no habían mejorado en demasía; ni siquiera las graves consecuencias del atentado sufrido por Roberto por parte de Olmedo habían servido para acercar a los que habían sido tan buenos amigos. El dolor, la decepción entre ellos había sido tal que ninguno se atrevía a dar el primer paso por miedo a la reacción del otro.
Carmen le había contado a Roberto que Sara y Miguel habían decidido por fin casarse, el joven aún no había tenido la oportunidad de felicitar a su amiga y pensó que aquella era una buena oportunidad.
- Por cierto…, enhorabuena. – dijo el joven mientras Sara caminaba hacia el telégrafo.
- ¿A qué te refieres? – preguntó ella distraída
- A tu boda… Mi madre me comentó que Miguel y tú os casáis en unos días.
- Sí… bueno… - Sara comenzó a telegrafiar el mensaje sin mirar siquiera a Roberto.
- ¿Qué ocurre? – el muchacho caminó hasta donde se encontraba su amiga.
- Nada… ¿qué podría ocurrir? – Sara continuó telegrafiando sin responder a su amigo.
- No lo sé, pero no pareces una novia muy feliz.
- En este pueblo muy pocas cosas son lo que parecen… - comentó ella en susurros – Ten, ya está. – dijo devolviéndole el papel.
Roberto recupero el pedazo de papel, tomó una moneda y la dejó sobre el mostrador, pagando el servicio recibido. Sin decir una palabra más, por miedo a molestar o incluso a que Sara volviera a reprocharle el trato hacia Natalia, recogió los libros que había traído consigo y caminó hacia la puerta. Cuando estuvo a poco más de un metro de la puerta de entrada recapacitó y volvió sobre sus pasos, no tenía porque tener miedo de lo que ella le dijera, sabía que cualquier palabra suya la tendría bien merecida y su cariño y preocupación por Sara eran más fuertes que cualquier reproche de esta.
#1238
05/03/2013 10:02
Estaria bien que sara y roberto hablaran de sus sentimientos por natalia y miguel
lo necesitan los dos
gracias Roberta
lo necesitan los dos
gracias Roberta
#1239
05/03/2013 18:30
- ¿Qué te ocurre? – preguntó al llegar de nuevo al mostrador.
- Ya te he dicho que nada. – Sara había retomado la interrumpida lectura y contestó sin levantar siquiera la mirada del libro
- No te creo. – Roberto colocó su mano sobre el libro, impidiendo que la joven pudiera seguir ignorándolo.
- Hay también cosas que tampoco hubiese creído yo de ti y… ya ves. – dijo ella mordaz. Roberto tomó aire y se mantuvo firme, no importaba que ella lo atacara, en aquel momento era más importante saber qué era lo que entristecía a Sara.
- No parece que estés muy ilusionada con tu boda. Deberías estar haciendo los últimos preparativos, organizándolo todo... – Roberto no pudo evitar pensar en Natalia, recordó los días en los que sopesó la posibilidad de casarse con ella, de formar juntos una familia, aquellos días tan lejanos que pareciera que su relación no había sido más que un bello sueño.
- Tal vez no vaya a haber boda. – Sara lo dijo sin pensar, se le escapó, en ningún momento tuvo la intención de involucrar a nadie y menos a Roberto.
- ¿Por qué? ¿Qué te ha hecho Miguel? – preguntó el joven.
- ¿Por qué habría Miguel de hacerme nada?
- Por que los hombres somos unos insensatos que no sabemos lo que tenemos hasta que lo perdemos. – tanto Sara como Roberto hablaban sin pensar, las palabras salían por sus bocas directas desde sus corazones, sin pasar por sus mentes.
- Estoy de acuerdo en tu caso, pero esta vez es mi culpa.
- ¿Qué ha podido pasar para que digas que tal vez no haya boda?
- Mentiras, falta de confianza en cómo vaya a reaccionar el otro… ¿te resulta familiar? – preguntó ella.
- Sí. – Roberto dejó escapar un suspiro – Me resulta tristemente familiar… pero aún estás a tiempo… puedes hablar con Miguel, explicarle tus razones… seguro que comprende…
- ¿Me estás diciendo que haga lo que tú no tuviste valor de hacer? – preguntó con tono burlón.
- Sí, te estoy diciendo que hagas lo que yo no me atreví a hacer. – Sara no esperaba aquella respuesta por parte de Roberto – No te esperabas que te dijera algo así, ¿verdad?
- Lo cierto es que no. – fue lo único que Sara pudo decir. La sorpresa la había dejado sin habla, finalmente Roberto estaba admitiendo que había cometido un error – Estás admitiendo tu error.
- Error… - repitió él – Con Natalia cometí muchos errores, el primero y más importante… enamorarme perdidamente de ella.
- Eso no fue un error, Roberto. Natalia te correspon… - Sara no llegó supo cómo terminar la frase.
- ¿Me correspondía? ¿Me corresponde? – preguntó él ante el silencio de su amiga - ¿No sabes cómo terminar la frase?
- No… - Sara negó con la cabeza – hace mucho tiempo que no sé nada de mi prima. Recibí una carta suya diciendo que había llegado bien y que tal vez se ausentara durante una temporada para visitar sus propiedades en Inglaterra.
- Sus propiedades en Inglaterra… - repitió Roberto con tristeza. El joven siempre había considerado a los Montoro como una familia rica, muy rica, una familia que, gracias al dinero y tierras que poseían, tenían el mundo a sus pies; pero tras conocer a Natalia se dio cuenta de que aquello no era así. Natalia era infinitamente más rica que ellos, tenía muchos negocios y posesiones en otros países y sin embargo su comportamiento era diametralmente opuesto al del terrateniente y su familia.
- Sí… y ya está de vuelta. – terminó la joven. Roberto levantó la cabeza y miró a su amiga a los ojos.
- Ya te he dicho que nada. – Sara había retomado la interrumpida lectura y contestó sin levantar siquiera la mirada del libro
- No te creo. – Roberto colocó su mano sobre el libro, impidiendo que la joven pudiera seguir ignorándolo.
- Hay también cosas que tampoco hubiese creído yo de ti y… ya ves. – dijo ella mordaz. Roberto tomó aire y se mantuvo firme, no importaba que ella lo atacara, en aquel momento era más importante saber qué era lo que entristecía a Sara.
- No parece que estés muy ilusionada con tu boda. Deberías estar haciendo los últimos preparativos, organizándolo todo... – Roberto no pudo evitar pensar en Natalia, recordó los días en los que sopesó la posibilidad de casarse con ella, de formar juntos una familia, aquellos días tan lejanos que pareciera que su relación no había sido más que un bello sueño.
- Tal vez no vaya a haber boda. – Sara lo dijo sin pensar, se le escapó, en ningún momento tuvo la intención de involucrar a nadie y menos a Roberto.
- ¿Por qué? ¿Qué te ha hecho Miguel? – preguntó el joven.
- ¿Por qué habría Miguel de hacerme nada?
- Por que los hombres somos unos insensatos que no sabemos lo que tenemos hasta que lo perdemos. – tanto Sara como Roberto hablaban sin pensar, las palabras salían por sus bocas directas desde sus corazones, sin pasar por sus mentes.
- Estoy de acuerdo en tu caso, pero esta vez es mi culpa.
- ¿Qué ha podido pasar para que digas que tal vez no haya boda?
- Mentiras, falta de confianza en cómo vaya a reaccionar el otro… ¿te resulta familiar? – preguntó ella.
- Sí. – Roberto dejó escapar un suspiro – Me resulta tristemente familiar… pero aún estás a tiempo… puedes hablar con Miguel, explicarle tus razones… seguro que comprende…
- ¿Me estás diciendo que haga lo que tú no tuviste valor de hacer? – preguntó con tono burlón.
- Sí, te estoy diciendo que hagas lo que yo no me atreví a hacer. – Sara no esperaba aquella respuesta por parte de Roberto – No te esperabas que te dijera algo así, ¿verdad?
- Lo cierto es que no. – fue lo único que Sara pudo decir. La sorpresa la había dejado sin habla, finalmente Roberto estaba admitiendo que había cometido un error – Estás admitiendo tu error.
- Error… - repitió él – Con Natalia cometí muchos errores, el primero y más importante… enamorarme perdidamente de ella.
- Eso no fue un error, Roberto. Natalia te correspon… - Sara no llegó supo cómo terminar la frase.
- ¿Me correspondía? ¿Me corresponde? – preguntó él ante el silencio de su amiga - ¿No sabes cómo terminar la frase?
- No… - Sara negó con la cabeza – hace mucho tiempo que no sé nada de mi prima. Recibí una carta suya diciendo que había llegado bien y que tal vez se ausentara durante una temporada para visitar sus propiedades en Inglaterra.
- Sus propiedades en Inglaterra… - repitió Roberto con tristeza. El joven siempre había considerado a los Montoro como una familia rica, muy rica, una familia que, gracias al dinero y tierras que poseían, tenían el mundo a sus pies; pero tras conocer a Natalia se dio cuenta de que aquello no era así. Natalia era infinitamente más rica que ellos, tenía muchos negocios y posesiones en otros países y sin embargo su comportamiento era diametralmente opuesto al del terrateniente y su familia.
- Sí… y ya está de vuelta. – terminó la joven. Roberto levantó la cabeza y miró a su amiga a los ojos.
#1240
05/03/2013 19:37
Espero que tanto roberto como sara
sean felices
con natalia y miguel
gracias Roberta
sean felices
con natalia y miguel
gracias Roberta