Foro Bandolera
Como no me gusta la historia... voy y la cambio (Natalia y Roberto)
#0
27/04/2011 20:02
Como estoy bastante aburrida de que me tengan a Roberto entre rejas, aunque sean las rejas de cartón piedra del cuartel de Arazana, y de que nadie (excepto San Miguel) intente hacer nada... pues voy y lo saco yo misma.
Y como la historia parece que va dos pasitos pa´lante y tres pa´trás, pues voy y la cambio a mi gusto.
Y como a mi el que me gusta es el Rober... pues también cambio la historia.
Creo que me he metio en un ebolao del que no voy a saber salir pero bueno, todo sea por dar ideas a los guionistas de nuestros amores. Ya me direis...
_____________________________________________________________________________
Capítulo 1
Parecía un sitio tranquilo, alejado del camino, seguro que por allí no pasaba gente con regularidad. La hierba que tapizaba la orilla del río era alta y estaba sin pisar así que decidió desmontar y descansar unos minutos.
- No puedo estar ya muy lejos de ese maldito pueblo. ¿Es que no había un lugar más perdido donde esconderte Sara?- dijo en voz alta mientras ataba el caballo a uno de los árboles que extendían sus ramas sobre el agua.
Mientras estiraba los músculos, agarrotados después de tan larga jornada a caballo, vio su reflejo en el remanso que el río formaba a pocos metros de allí. Miró hacia ambos lados y, al no ver a nadie y comprobar que el caballo se alimentaba tranquilamente, sonrió y comenzó a despojarse de sus vestimentas hasta quedar en ropa interior. Se adentró en el agua hasta que ésta le llegó hasta la cintura, entonces extendió los brazos y se dejó caer hacia atrás. Movía los brazos y las piernas lo indispensable para no alejarse demasiado de la orilla y mantenerse a flote, sintiendo cómo la corriente masajeaba su cuerpo. Sabía que la ropa que aún llevaba puesta, al mojarse, dejaría al descubierto las formas de su cuerpo, pero le daba igual, además, sería demasiada casualidad que alguien pasara por allí en ese momento.
Y como la historia parece que va dos pasitos pa´lante y tres pa´trás, pues voy y la cambio a mi gusto.
Y como a mi el que me gusta es el Rober... pues también cambio la historia.
Creo que me he metio en un ebolao del que no voy a saber salir pero bueno, todo sea por dar ideas a los guionistas de nuestros amores. Ya me direis...
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Capítulo 1
Parecía un sitio tranquilo, alejado del camino, seguro que por allí no pasaba gente con regularidad. La hierba que tapizaba la orilla del río era alta y estaba sin pisar así que decidió desmontar y descansar unos minutos.
- No puedo estar ya muy lejos de ese maldito pueblo. ¿Es que no había un lugar más perdido donde esconderte Sara?- dijo en voz alta mientras ataba el caballo a uno de los árboles que extendían sus ramas sobre el agua.
Mientras estiraba los músculos, agarrotados después de tan larga jornada a caballo, vio su reflejo en el remanso que el río formaba a pocos metros de allí. Miró hacia ambos lados y, al no ver a nadie y comprobar que el caballo se alimentaba tranquilamente, sonrió y comenzó a despojarse de sus vestimentas hasta quedar en ropa interior. Se adentró en el agua hasta que ésta le llegó hasta la cintura, entonces extendió los brazos y se dejó caer hacia atrás. Movía los brazos y las piernas lo indispensable para no alejarse demasiado de la orilla y mantenerse a flote, sintiendo cómo la corriente masajeaba su cuerpo. Sabía que la ropa que aún llevaba puesta, al mojarse, dejaría al descubierto las formas de su cuerpo, pero le daba igual, además, sería demasiada casualidad que alguien pasara por allí en ese momento.
#1181
30/01/2013 20:04
- ¡Dios mío! ¿Dónde estará mi hijo? – Carmen caminaba sin cesar por la cocina de su casa, preocupada ante la reacción de su primogénito.
- Carmen, por favor, tranquilízate. – Germán Montoro seguía en la casa, se había sentado a la mesa y trataba de calmar a la mujer – Tu padre ha ido tras él, Cosme sabe cómo tratarlo, sabe cómo tranquilizarlo.
- Aún así. Este pobre hijo mío no sabe ni como enfrentarse a todo esto, está tan perdido…
- Pero es fuerte, Carmen. – el hombre tomó de la mano a Carmen e hizo que se sentara – Roberto siempre ha sido fuerte, desde niño; verás cómo sale adelante.
- No lo sé, de verdad que no lo sé. Ya le has oído… no va a aceptar que eres su padre.
- Entiendo su actitud. – Germán se puso en pie y comenzó a caminar por la estancia – Durante estas últimas semanas he estado pensando en ello y he tratado de ponerme en su lugar. Ha de ser muy difícil para nuestro hijo asimilar todo esto. Tomás lo crió toda su vida, cuidó de él, lo educó lo mejor que pudo y supo, es normal que no quiera saber nada de mí.
- No hables así, Roberto terminará comprendiendo…
- Durante años – continuó hablando Germán – los veía en el campo. Al principio, Tomás cuidaba de Roberto, le enseñaba cómo realizar las tareas, lo acompañaba, lo guiaba… y después, con el tiempo, se cambiaron las tornas, era Roberto quien ayudaba a Tomás, le acompañaba, realizaba parte de sus tareas para que no se cansara y siempre se encontraba a su lado. Yo los comparaba con Álvaro y conmigo, y me daba cuenta de que éramos muy distintos y yo sentía envidia de ellos de lo bien que se llevaban. Álvaro siempre ha sido muy orgulloso, tú lo sabes bien, y nunca dejó que me acercara a él, que lo tratara…
- Roberto tampoco se queda atrás en orgullo.
- Pero Roberto es más noble, jamás se aprovecharía del dolor ajeno, jamás causaría dolor a nadie a sabiendas…por eso me siento tan mal al verlo así.
- No podemos hacer que nadie piense y actúe como nosotros queremos o creemos que es más justo.
- Si tan solo pudiera verme como a un extraño… - se lamentó Germán – Así al menos podría crearse una opinión sobre mí, pero todo lo que ha ocurrido es un lastre tan grande…
- Has de tener paciencia. – Carmen era consciente de que para Roberto, Tomás sería su único padre, pero confiaba en el buen corazón de su hijo y en su comprensión.
- No me queda otro remedio; paciencia, tiempo, es lo único que puedo ofrecer en estos momentos. Y no solo a él. – dijo Germán tras unos momentos de silencio.
- No, yo no… - Carmen no esperaba semejante comentario.
- No te estoy pidiendo nada… tan solo te ofrezco, tiempo y paciencia. Siempre estaré ahí, tanto para Roberto como para ti, para cualquier cosa que necesitéis. – Germán tomó, de nuevo, a Carmen de las manos e hizo que se incorporara de la silla donde estaba sentada – Ya no somos unos niños, no tenemos que rendir cuentas ante nadie, Carmen…
- Nuestros hijos… - la mujer dudaba.
- Nuestros hijos son personas adultas que deberían comprender nuestros sentimientos. Están en edad de enamorarse, de casarse, de formar su propia familia… - dijo Germán tratando de animar a la mujer - No pueden obligarnos a los demás a llevar una vida en soledad.
- Aún así, no… no está bien. Nuestra oportunidad ya pasó y no supimos aprovecharla.
- No, Carmen. Fui yo quien no supo aprovecharla, tú hiciste lo correcto… Por eso te pido que no descartes la idea de tu mente.
- Pero, ¿y la gente?
- ¿Qué importa la gente? Ya cometí el error de pensar en la gente, en los demás… y no en nosotros mismos. – dijo Germán con vehemencia. Tranquilizándose un poco, continuó – Ya te he dicho que no te pido nada, tan solo te ofrezco… Por favor, piénsalo, piensa en ello, tan solo eso.
- Carmen, por favor, tranquilízate. – Germán Montoro seguía en la casa, se había sentado a la mesa y trataba de calmar a la mujer – Tu padre ha ido tras él, Cosme sabe cómo tratarlo, sabe cómo tranquilizarlo.
- Aún así. Este pobre hijo mío no sabe ni como enfrentarse a todo esto, está tan perdido…
- Pero es fuerte, Carmen. – el hombre tomó de la mano a Carmen e hizo que se sentara – Roberto siempre ha sido fuerte, desde niño; verás cómo sale adelante.
- No lo sé, de verdad que no lo sé. Ya le has oído… no va a aceptar que eres su padre.
- Entiendo su actitud. – Germán se puso en pie y comenzó a caminar por la estancia – Durante estas últimas semanas he estado pensando en ello y he tratado de ponerme en su lugar. Ha de ser muy difícil para nuestro hijo asimilar todo esto. Tomás lo crió toda su vida, cuidó de él, lo educó lo mejor que pudo y supo, es normal que no quiera saber nada de mí.
- No hables así, Roberto terminará comprendiendo…
- Durante años – continuó hablando Germán – los veía en el campo. Al principio, Tomás cuidaba de Roberto, le enseñaba cómo realizar las tareas, lo acompañaba, lo guiaba… y después, con el tiempo, se cambiaron las tornas, era Roberto quien ayudaba a Tomás, le acompañaba, realizaba parte de sus tareas para que no se cansara y siempre se encontraba a su lado. Yo los comparaba con Álvaro y conmigo, y me daba cuenta de que éramos muy distintos y yo sentía envidia de ellos de lo bien que se llevaban. Álvaro siempre ha sido muy orgulloso, tú lo sabes bien, y nunca dejó que me acercara a él, que lo tratara…
- Roberto tampoco se queda atrás en orgullo.
- Pero Roberto es más noble, jamás se aprovecharía del dolor ajeno, jamás causaría dolor a nadie a sabiendas…por eso me siento tan mal al verlo así.
- No podemos hacer que nadie piense y actúe como nosotros queremos o creemos que es más justo.
- Si tan solo pudiera verme como a un extraño… - se lamentó Germán – Así al menos podría crearse una opinión sobre mí, pero todo lo que ha ocurrido es un lastre tan grande…
- Has de tener paciencia. – Carmen era consciente de que para Roberto, Tomás sería su único padre, pero confiaba en el buen corazón de su hijo y en su comprensión.
- No me queda otro remedio; paciencia, tiempo, es lo único que puedo ofrecer en estos momentos. Y no solo a él. – dijo Germán tras unos momentos de silencio.
- No, yo no… - Carmen no esperaba semejante comentario.
- No te estoy pidiendo nada… tan solo te ofrezco, tiempo y paciencia. Siempre estaré ahí, tanto para Roberto como para ti, para cualquier cosa que necesitéis. – Germán tomó, de nuevo, a Carmen de las manos e hizo que se incorporara de la silla donde estaba sentada – Ya no somos unos niños, no tenemos que rendir cuentas ante nadie, Carmen…
- Nuestros hijos… - la mujer dudaba.
- Nuestros hijos son personas adultas que deberían comprender nuestros sentimientos. Están en edad de enamorarse, de casarse, de formar su propia familia… - dijo Germán tratando de animar a la mujer - No pueden obligarnos a los demás a llevar una vida en soledad.
- Aún así, no… no está bien. Nuestra oportunidad ya pasó y no supimos aprovecharla.
- No, Carmen. Fui yo quien no supo aprovecharla, tú hiciste lo correcto… Por eso te pido que no descartes la idea de tu mente.
- Pero, ¿y la gente?
- ¿Qué importa la gente? Ya cometí el error de pensar en la gente, en los demás… y no en nosotros mismos. – dijo Germán con vehemencia. Tranquilizándose un poco, continuó – Ya te he dicho que no te pido nada, tan solo te ofrezco… Por favor, piénsalo, piensa en ello, tan solo eso.
#1182
01/02/2013 20:28
Capítulo 133
- Bien, esto ya está listo. – Natalia cerró la carpeta que había estado revisando y la dejó, junto a otras, en un extremo de la mesa – Cuando quieras puedes llevárselo a esos secretarios tan eficientes que tenemos.
- No te burles de ellos. ¿Ves cómo era una buena idea? Genial, diría yo. – Luis trabajaba al lado de Natalia y se sentía feliz ya que veía que el ánimo de su amiga había ido cambiando a mejor en los últimos días.
- No me burlo de ellos, - comentó Natalia tomando otra carpeta – me burlo de ti. No puedo burlarme de ellos, no los conozco aún.
- ¡Muy graciosa! – dijo el hombre en voz baja, pero lo suficientemente alta como para que tanto su amiga como su esposa lo oyeran.
- Tranquilo… - Natalia se acercó a su amigo y le puso un brazo sobre los hombros - ya falta poco para que todo vuelva a la normalidad.
- ¿Normalidad? Olvídate de la normalidad para siempre. – Nieves jugaba con su hija sentada en la cama de su amiga.
- Natalia. ¿Cuándo vas a dejar la silla de una vez? – preguntó Luis mientras tomaba otra carpeta y se la pasaba a su amiga – Hace ya dos semanas que el doctor te permite dar cortos paseos.
- Y los doy… – replicó ella.
- Sí, pero sigues ahí, en la silla, no intentas dejarla… ¿Por qué sigues utilizándola si no sales de la habitación?
- Porque…
- Podrías perfectamente haberla dejado ya. De la cama al sillón o a esta silla – dijo señalando la que estaba utilizando él en aquellos momentos – puedes caminar perfectamente.
- Lo sé, pero… utilizándola me siento más segura.
- Querida, - intervino Nieves – ya no corres ningún peligro. Te lo ha asegurado el doctor, todo está bien.
- Lo sé, pero aún así… hay ocasiones en que siento como si me fallaran las piernas, como si no tuviera la fuerza necesaria para sostenerme, para dar un paso más… y no quiero caerme, no quiero arriesgarme a caer.
- No te vas a caer, no vamos a dejar que te caigas. – Nieves se acercó a su esposo y a su amiga, llevando a la niña en brazos – Tenemos cuatro fuertes brazos a los que puedes agarrarte.
- Lo sé, de veras que lo sé, pero no quiero depender de vosotros. He que valerme por mí misma.
- ¿Por qué eres tan terca? – preguntó Nieves – Sabemos lo fuerte que eres, ante nosotros no tienes por qué fingir. Hemos visto todo lo que has pasado, hemos estado aquí contigo, acompañándote, cuidando de ti.
- Y os lo agradezco…
- No queremos tu agradecimiento. - dijo Luis en un tono más conciliador – Pero tampoco nos gusta verte sentada, esperando a que pasen los días y las horas. Hace unos meses te hubieras escapado de esa silla en la primera oportunidad.
- Pero…
- Ya sé que las cosas han cambiado, que has pasado mucho miedo, - Luis tomó la mano de su amiga para infundirle ánimos – pero tienes que atreverte, salir ya, enfrentarte de nuevo al mundo.
- No. – la voz de Natalia era firme, rotunda – Aún no. Sé que no puedo quedarme aquí para siempre, y no lo voy a hacer, pero aún no. ¿Qué informe era el que tenía que revisar sin falta? – la joven trató de cambiar de tema de conversación.
- Natalia, por favor escúchanos. – Nieves trató de que su amiga no se volviera escudar en el trabajo y hablara con ellos de sus miedos.
- ¿Me pasas ese informe? – con una sonrisa, Natalia ignoró la petición de su amiga y se volvió hacia Luis quien, resignado extendió el brazo para entregarle la documentación. – Gracias.
- Bien, esto ya está listo. – Natalia cerró la carpeta que había estado revisando y la dejó, junto a otras, en un extremo de la mesa – Cuando quieras puedes llevárselo a esos secretarios tan eficientes que tenemos.
- No te burles de ellos. ¿Ves cómo era una buena idea? Genial, diría yo. – Luis trabajaba al lado de Natalia y se sentía feliz ya que veía que el ánimo de su amiga había ido cambiando a mejor en los últimos días.
- No me burlo de ellos, - comentó Natalia tomando otra carpeta – me burlo de ti. No puedo burlarme de ellos, no los conozco aún.
- ¡Muy graciosa! – dijo el hombre en voz baja, pero lo suficientemente alta como para que tanto su amiga como su esposa lo oyeran.
- Tranquilo… - Natalia se acercó a su amigo y le puso un brazo sobre los hombros - ya falta poco para que todo vuelva a la normalidad.
- ¿Normalidad? Olvídate de la normalidad para siempre. – Nieves jugaba con su hija sentada en la cama de su amiga.
- Natalia. ¿Cuándo vas a dejar la silla de una vez? – preguntó Luis mientras tomaba otra carpeta y se la pasaba a su amiga – Hace ya dos semanas que el doctor te permite dar cortos paseos.
- Y los doy… – replicó ella.
- Sí, pero sigues ahí, en la silla, no intentas dejarla… ¿Por qué sigues utilizándola si no sales de la habitación?
- Porque…
- Podrías perfectamente haberla dejado ya. De la cama al sillón o a esta silla – dijo señalando la que estaba utilizando él en aquellos momentos – puedes caminar perfectamente.
- Lo sé, pero… utilizándola me siento más segura.
- Querida, - intervino Nieves – ya no corres ningún peligro. Te lo ha asegurado el doctor, todo está bien.
- Lo sé, pero aún así… hay ocasiones en que siento como si me fallaran las piernas, como si no tuviera la fuerza necesaria para sostenerme, para dar un paso más… y no quiero caerme, no quiero arriesgarme a caer.
- No te vas a caer, no vamos a dejar que te caigas. – Nieves se acercó a su esposo y a su amiga, llevando a la niña en brazos – Tenemos cuatro fuertes brazos a los que puedes agarrarte.
- Lo sé, de veras que lo sé, pero no quiero depender de vosotros. He que valerme por mí misma.
- ¿Por qué eres tan terca? – preguntó Nieves – Sabemos lo fuerte que eres, ante nosotros no tienes por qué fingir. Hemos visto todo lo que has pasado, hemos estado aquí contigo, acompañándote, cuidando de ti.
- Y os lo agradezco…
- No queremos tu agradecimiento. - dijo Luis en un tono más conciliador – Pero tampoco nos gusta verte sentada, esperando a que pasen los días y las horas. Hace unos meses te hubieras escapado de esa silla en la primera oportunidad.
- Pero…
- Ya sé que las cosas han cambiado, que has pasado mucho miedo, - Luis tomó la mano de su amiga para infundirle ánimos – pero tienes que atreverte, salir ya, enfrentarte de nuevo al mundo.
- No. – la voz de Natalia era firme, rotunda – Aún no. Sé que no puedo quedarme aquí para siempre, y no lo voy a hacer, pero aún no. ¿Qué informe era el que tenía que revisar sin falta? – la joven trató de cambiar de tema de conversación.
- Natalia, por favor escúchanos. – Nieves trató de que su amiga no se volviera escudar en el trabajo y hablara con ellos de sus miedos.
- ¿Me pasas ese informe? – con una sonrisa, Natalia ignoró la petición de su amiga y se volvió hacia Luis quien, resignado extendió el brazo para entregarle la documentación. – Gracias.
#1183
02/02/2013 20:43
- Buenos días, Roberto. – Margarita Guerra había salido a pasear y se había acercado hasta el terreno del muchacho.
- Buenos días, Margarita. ¿Cómo usted por aquí? – dijo él poniéndose en pie.
- Salí a caminar y aparecí aquí. ¿Le molesto? – preguntó ella tímidamente
- No, en absoluto. ¿Desea sentarse? - Margarita dudó, pero Roberto se quitó la chaqueta y la extendió en el suelo para que la joven pudiera sentarse sobre ella. Ante semejante gesto, la muchacha no se atrevió a ofenderlo y cerró su sombrilla para, un segundo más tarde, tenderle la mano de modo que él pudiera ayudarla a acomodarse.
- Creo que en realidad sí molesto… - Roberto tenía extendidos, sobre la hierba, un montón de papeles y varios libros.
- No, tranquila; además me viene bien un descanso. Estoy preparando una serie de discursos que tengo que dar y… aquí estoy tranquilo. – a Roberto le gustaba ir a su terreno para preparar los discursos o estudiar. A su familia le decía que necesitaba la tranquilidad del terreno para concentrarse y que además, en contacto con la tierra, rememorando los no tan lejanos tiempos en los que trabajaba de sol a sol, estaba más inspirado. La verdad era que todo aquello ayudaba, pero el terreno también le traía recuerdos de Natalia, de su fuerza y decisión, fuerza y decisión de la que se alimentaban sus discursos.
- Eugenia me tiene al tanto de todos sus progresos… Se está forjando usted un porvenir muy prometedor en la política. – dijo la joven bajando la mirada.
- Esta Eugenia… Por cierto, ¿dónde la ha dejado? – preguntó él – Habitualmente es ella la que la arrastra en sus paseos…
- Esta vez he venido sola; ha de ser la fuerza de la costumbre, tanto caminar hasta aquí que sin darme cuenta… - dijo la joven sin pensar.
- No quisiera molestarla pero… - Roberto se sentía ligeramente incómodo - ¿Sabe que la gente está empezando a hablar de…?
- Sí, incluso Eugenia me preguntó si entre usted y yo… – dijo la joven sonrojándose – Disculpe, será mejor que me vaya… - Margarita trató de levantarse pero Roberto la detuvo.
- No tranquila, ya le he dicho que no me molesta su visita. Tan solo estaba preocupado por su reputación.
- Qué amable es usted…
- ¿Y Eugenia? ¿Torturando al señor Guarda? – comentó Roberto en tono risueño tratando de hacer olvidar a la joven la situación embarazosa que había sufrido.
- ¿No le ha dicho? – preguntó la joven, nerviosa.
- ¿Decirme? ¿El qué?
- No… nada… - titubeó Margarita.
- Margarita, por favor, dígame qué le ha ocurrido a Eugenia. ¿Está bien? – Roberto se preocupó ante la indecisión de la joven.
- No, no es eso; ella está bien, no le ha ocurrido nada.
- Por favor…
- Eugenia está de viaje con su padre. – Margarita se quedó callada esperando una nueva pregunta de su acompañante, pero su silencio era mayor interrogante que cualquier palabra – Don Germán debía visitar a algunos de sus clientes y Eugenia le pidió poder acompañarlo.
- ¿Por qué no los acompañó usted? – preguntó Roberto. Era extraño que Margarita no hubiera acompañado a su amiga. ¿Suponía eso que Margarita estaba a solas con Álvaro en el cortijo de los Montoro?
- No me pareció oportuno aprovecharme de su hospitalidad…
- ¿Acaso ha vuelto a casa con sus padres?
- No… ellos tampoco se encuentran en casa… Mi madre envió a una mujer de su confianza para que no estuviera a solas con Álvaro en casa de los Montoro. – dijo como explicación – Tenían que salir de viaje… y no habían contado conmigo… y… - Roberto se maravillaba de la tranquilidad con que los padres de Margarita se habían desentendido de ella para partir de viaje sin saber si los Montoro desearían seguir haciéndose cargo de su bienestar.
- Margarita, ¿qué me está ocultando? – había algo extraño en el viaje de los Montoro que Roberto no acertaba a comprender.
_________________________________________________________________
Pobre chico... no le dejan tranquilo ni a sol ni a sombra....
¿A dónde habrán ido los Montoro?
Mañana lo sabremos... (se aceptan apuestas)
- Buenos días, Margarita. ¿Cómo usted por aquí? – dijo él poniéndose en pie.
- Salí a caminar y aparecí aquí. ¿Le molesto? – preguntó ella tímidamente
- No, en absoluto. ¿Desea sentarse? - Margarita dudó, pero Roberto se quitó la chaqueta y la extendió en el suelo para que la joven pudiera sentarse sobre ella. Ante semejante gesto, la muchacha no se atrevió a ofenderlo y cerró su sombrilla para, un segundo más tarde, tenderle la mano de modo que él pudiera ayudarla a acomodarse.
- Creo que en realidad sí molesto… - Roberto tenía extendidos, sobre la hierba, un montón de papeles y varios libros.
- No, tranquila; además me viene bien un descanso. Estoy preparando una serie de discursos que tengo que dar y… aquí estoy tranquilo. – a Roberto le gustaba ir a su terreno para preparar los discursos o estudiar. A su familia le decía que necesitaba la tranquilidad del terreno para concentrarse y que además, en contacto con la tierra, rememorando los no tan lejanos tiempos en los que trabajaba de sol a sol, estaba más inspirado. La verdad era que todo aquello ayudaba, pero el terreno también le traía recuerdos de Natalia, de su fuerza y decisión, fuerza y decisión de la que se alimentaban sus discursos.
- Eugenia me tiene al tanto de todos sus progresos… Se está forjando usted un porvenir muy prometedor en la política. – dijo la joven bajando la mirada.
- Esta Eugenia… Por cierto, ¿dónde la ha dejado? – preguntó él – Habitualmente es ella la que la arrastra en sus paseos…
- Esta vez he venido sola; ha de ser la fuerza de la costumbre, tanto caminar hasta aquí que sin darme cuenta… - dijo la joven sin pensar.
- No quisiera molestarla pero… - Roberto se sentía ligeramente incómodo - ¿Sabe que la gente está empezando a hablar de…?
- Sí, incluso Eugenia me preguntó si entre usted y yo… – dijo la joven sonrojándose – Disculpe, será mejor que me vaya… - Margarita trató de levantarse pero Roberto la detuvo.
- No tranquila, ya le he dicho que no me molesta su visita. Tan solo estaba preocupado por su reputación.
- Qué amable es usted…
- ¿Y Eugenia? ¿Torturando al señor Guarda? – comentó Roberto en tono risueño tratando de hacer olvidar a la joven la situación embarazosa que había sufrido.
- ¿No le ha dicho? – preguntó la joven, nerviosa.
- ¿Decirme? ¿El qué?
- No… nada… - titubeó Margarita.
- Margarita, por favor, dígame qué le ha ocurrido a Eugenia. ¿Está bien? – Roberto se preocupó ante la indecisión de la joven.
- No, no es eso; ella está bien, no le ha ocurrido nada.
- Por favor…
- Eugenia está de viaje con su padre. – Margarita se quedó callada esperando una nueva pregunta de su acompañante, pero su silencio era mayor interrogante que cualquier palabra – Don Germán debía visitar a algunos de sus clientes y Eugenia le pidió poder acompañarlo.
- ¿Por qué no los acompañó usted? – preguntó Roberto. Era extraño que Margarita no hubiera acompañado a su amiga. ¿Suponía eso que Margarita estaba a solas con Álvaro en el cortijo de los Montoro?
- No me pareció oportuno aprovecharme de su hospitalidad…
- ¿Acaso ha vuelto a casa con sus padres?
- No… ellos tampoco se encuentran en casa… Mi madre envió a una mujer de su confianza para que no estuviera a solas con Álvaro en casa de los Montoro. – dijo como explicación – Tenían que salir de viaje… y no habían contado conmigo… y… - Roberto se maravillaba de la tranquilidad con que los padres de Margarita se habían desentendido de ella para partir de viaje sin saber si los Montoro desearían seguir haciéndose cargo de su bienestar.
- Margarita, ¿qué me está ocultando? – había algo extraño en el viaje de los Montoro que Roberto no acertaba a comprender.
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Pobre chico... no le dejan tranquilo ni a sol ni a sombra....
¿A dónde habrán ido los Montoro?
Mañana lo sabremos... (se aceptan apuestas)
#1184
03/02/2013 00:56
#1185
03/02/2013 20:00
Veo que nadie se ha animado a dar posibles respuestas...
_____________________________________________________________________
- Nada…
- Margarita, por favor…
- Han ido al norte.
- ¿Al norte?
- Sí… don Germán está pensando enviar sus productos a Inglaterra y ha ido a visitar a algunos posibles exportadores. – Margarita había bajado la cabeza y no se atrevía a levantarla, temiendo los ojos de Roberto.
- Al norte… - repetía el muchacho, sabiendo que aquellas palabras se referían a Bilbao, el lugar de donde provenía Natalia.
- Sí…
- ¿Por qué no ha querido ir con ellos? – preguntó el joven.
- Ya le he dicho… - Margarita dejó de hablar al ver la mirada de Roberto. Sabía que el joven no creía la primera versión que le había dado, por lo que optó por contarle la verdad – No… no quería acompañar a Eugenia.
- ¿Por qué? – Roberto escuchaba a su acompañante pero mantenía la mirada baja, fija en el suelo, sin atreverse a levantarla.
- Porque… temo que Eugenia vaya en busca de la señorita Natalia y le diga algo y… y yo no me veía con fuerzas suficientes como para poder detenerla. – terminó confesando la joven.
- No creo que Eugenia se atreva a…
- Roberto, usted la conoce tan bien como yo y sabe que es capaz de cualquier cosa cuando algo se le mete en la cabeza.
- No creo que su padre le permita…
- Eugenia es capaz de convencer a cualquiera si se lo propone… Además, - continuó diciendo la joven – don Germán tiene especial cariño por la señorita Natalia y le estará eternamente agradecido por lo que usted ya sabe;- a Margarita le costaba hablar del intento de agresión que sufrió Eugenia y todos los acontecimientos que se desarrollaron después - le oí decir que quería aprovechar el viaje para visitarla y saludarla.
- Entonces fue cuando a Eugenia se le ocurrió…
- Así es.
- Eugenia no será capaz de hablar con Natalia frente a don Germán y no creo que éste las deje a solas. – Roberto esperaba que sus deseos se convirtieran en realidad.
- Ojalá tenga usted razón… - Margarita pensaba que Eugenia convencería a su padre para tener al menos un par de minutos a solas con Natalia, pero no podía decírselo a Roberto; también intuía que había cometido un error al haber rechazado la proposición de acompañar a los Montoro, teniendo a Eugenia cerca hubiera sido más sencillo convencerla de que no dijera nada. – Creo que será mejor que lo deje para que continúe con su trabajo.
Roberto se puso en pie y tendió la mano a Margarita para ayudarla a incorporarse.
- Puede volver por aquí cuando quiera, será bienvenida. – comentó el joven a modo de despedida.
- Gracias, yo también me siento a gusto con usted. Sé que no me va a juzgar, ni a reconvenir ni a presionarme; pero…
- ¿Sí? – preguntó él intrigado.
- ¿No ha pensado en darse otra oportunidad? No me entienda mal… le estoy diciendo que me siento cómoda con usted porque nadie me reconviene y soy yo la que le dice lo que debe o no hacer, – Margarita jugueteaba con los cordones del bolsito mientras hablaba con el muchacho – pero usted aún tiene una oportunidad con la señorita Natalia. ¡Inténtelo, por favor! No se ha resignado a su pérdida y nunca lo hará, por favor, ¡búsquela!
- No, no puedo ir a buscarla. Nada ha cambiado. – Roberto se giró, dando la espalda a la muchacha – Ella es una mujer importante, de buena familia y yo le he hecho tanto daño…
- Y usted también es importante… - Margarita caminó hasta ponerse frente a Roberto y lo tomó de la mano – Se está forjando un nombre en la política…, es un hombre en cuyas palabras cree la gente… En sus discursos habla de lo injusto que es que la gente sea tratada de modo distinto dependiendo de la clase social a la que pertenece, debería predicar con el ejemplo y olvidarse de todo y de todos… ¡Búsquela, búsquela y sea feliz a su lado!
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- Nada…
- Margarita, por favor…
- Han ido al norte.
- ¿Al norte?
- Sí… don Germán está pensando enviar sus productos a Inglaterra y ha ido a visitar a algunos posibles exportadores. – Margarita había bajado la cabeza y no se atrevía a levantarla, temiendo los ojos de Roberto.
- Al norte… - repetía el muchacho, sabiendo que aquellas palabras se referían a Bilbao, el lugar de donde provenía Natalia.
- Sí…
- ¿Por qué no ha querido ir con ellos? – preguntó el joven.
- Ya le he dicho… - Margarita dejó de hablar al ver la mirada de Roberto. Sabía que el joven no creía la primera versión que le había dado, por lo que optó por contarle la verdad – No… no quería acompañar a Eugenia.
- ¿Por qué? – Roberto escuchaba a su acompañante pero mantenía la mirada baja, fija en el suelo, sin atreverse a levantarla.
- Porque… temo que Eugenia vaya en busca de la señorita Natalia y le diga algo y… y yo no me veía con fuerzas suficientes como para poder detenerla. – terminó confesando la joven.
- No creo que Eugenia se atreva a…
- Roberto, usted la conoce tan bien como yo y sabe que es capaz de cualquier cosa cuando algo se le mete en la cabeza.
- No creo que su padre le permita…
- Eugenia es capaz de convencer a cualquiera si se lo propone… Además, - continuó diciendo la joven – don Germán tiene especial cariño por la señorita Natalia y le estará eternamente agradecido por lo que usted ya sabe;- a Margarita le costaba hablar del intento de agresión que sufrió Eugenia y todos los acontecimientos que se desarrollaron después - le oí decir que quería aprovechar el viaje para visitarla y saludarla.
- Entonces fue cuando a Eugenia se le ocurrió…
- Así es.
- Eugenia no será capaz de hablar con Natalia frente a don Germán y no creo que éste las deje a solas. – Roberto esperaba que sus deseos se convirtieran en realidad.
- Ojalá tenga usted razón… - Margarita pensaba que Eugenia convencería a su padre para tener al menos un par de minutos a solas con Natalia, pero no podía decírselo a Roberto; también intuía que había cometido un error al haber rechazado la proposición de acompañar a los Montoro, teniendo a Eugenia cerca hubiera sido más sencillo convencerla de que no dijera nada. – Creo que será mejor que lo deje para que continúe con su trabajo.
Roberto se puso en pie y tendió la mano a Margarita para ayudarla a incorporarse.
- Puede volver por aquí cuando quiera, será bienvenida. – comentó el joven a modo de despedida.
- Gracias, yo también me siento a gusto con usted. Sé que no me va a juzgar, ni a reconvenir ni a presionarme; pero…
- ¿Sí? – preguntó él intrigado.
- ¿No ha pensado en darse otra oportunidad? No me entienda mal… le estoy diciendo que me siento cómoda con usted porque nadie me reconviene y soy yo la que le dice lo que debe o no hacer, – Margarita jugueteaba con los cordones del bolsito mientras hablaba con el muchacho – pero usted aún tiene una oportunidad con la señorita Natalia. ¡Inténtelo, por favor! No se ha resignado a su pérdida y nunca lo hará, por favor, ¡búsquela!
- No, no puedo ir a buscarla. Nada ha cambiado. – Roberto se giró, dando la espalda a la muchacha – Ella es una mujer importante, de buena familia y yo le he hecho tanto daño…
- Y usted también es importante… - Margarita caminó hasta ponerse frente a Roberto y lo tomó de la mano – Se está forjando un nombre en la política…, es un hombre en cuyas palabras cree la gente… En sus discursos habla de lo injusto que es que la gente sea tratada de modo distinto dependiendo de la clase social a la que pertenece, debería predicar con el ejemplo y olvidarse de todo y de todos… ¡Búsquela, búsquela y sea feliz a su lado!
#1186
03/02/2013 20:39
Buscala roberto¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡buscala¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡
gracias Roberta
gracias Roberta
#1187
05/02/2013 19:44
Capítulo 134
- ¿Qué es esto? – Natalia tomó un sobre y lo examinó con detenimiento. Se trataba de un sobre de papel de buena calidad, escrito con letra de caligrafía, no era el típico sobre que se utilizaba para enviar cartas personales o de trabajo.
- No lo sé. – respondió Luis levantando por un momento la mirada del informe que estaba repasando – Ábrelo y saldrás de dudas.
Natalia rasgó con cuidado el elegante sobre y sacó un tarjetón de su interior. Se detuvo unos segundos leyéndolo y sonrió antes de volver a hablar.
- Ya no saben qué inventar para enterarse de cotilleos…
- ¿Por qué dices eso? – preguntó Nieves acercándose.
- Los señores de Artigas – comenzó a leer – se complacen en invitarla al baile que tendrá lugar el próximo martes.
- ¿Martes? Eso es pasado mañana. – dijo Luis.
- Sí, nosotros también la hemos recibido. – comentó Nieves – Estaba en el correo esta mañana.
- ¿Por qué no me has dicho nada? – preguntó su esposo.
- Porque te conozco y sé que no te gustan esas fiestas tontas.
- En una fiesta tonta nos conocimos… - dijo él levantándose de la silla y caminando hacia su esposa para tomarla de la cintura y besarla a continuación.
- Pero porque Natalia te obligó a que la acompañaras, mi amor. – dijo ella correspondiendo al beso – Si hubiera sido por ti, nunca nos hubiésemos conocido.
- ¡Oh! Estoy seguro que nos hubiésemos conocido. – dijo él al oído de su esposa – Estás hecha para mí y para nadie más. El destino te hubiera puesto en mi camino de un modo u otro.
- Bueno, como tus papás están muy ocupados haciendo tonterías, te lo voy a contar a ti. – Natalia se había acercado a Valeria, quien chupaba tranquilamente el borde de la mantita con la que estaba tapada – Como les decía a esos dos pesados que no nos hacen el menor caso, se ha organizado una fiesta a la que me invitan, ¿y sabes por qué? – como respuesta, la niña dejó escapar unos graciosos gorgoritos – Exactamente… - Natalia actuaba como si la pequeña realmente entendiera y contestara a su preguntas – porque quieren saber dónde me he escondido y la causa de mi desaparición, pero se van a quedar con las ganas, monada. – la niña rió cuando su madrina acarició su mejilla.
Natalia tomó a la pequeña en brazos, la colocó sobre sus rodillas y le mostró el tarjetón como si la pequeña pudiera leerlo. La niña extendió su manita y golpeó ligeramente el tarjetón, como si lo rechazara, lo que hizo que los adultos sonrieran.
- Tienes razón, no voy a hacerles ni caso. Si quieren saber de mí, – Natalia dejó la invitación a un lado y dio la vuelta a la niña hasta ponerla frente a ella – que vengan y pregunten directamente; además, no tengo nada que ponerme para ir a una fiesta. Es complicado encontrar un vestido que tenga una bonita caída yendo en silla de ruedas. – la niña rió y acarició la cara de su madrina con su pequeña mano. Aquel gesto emocionó a Natalia quien, durante unos segundos, se olvidó de todo mirando a la pequeña.
- ¿Serías capaz de atender a las visitas que vinieran a preguntar por tí? – preguntó Luis instantes después.
- Tú mismo dices que no puedo quedarme encerrada eternamente… - tras unos segundos pensando la posible respuesta, Natalia miró a su amigo y sonrió – Esperarán a ver si aparezco por la fiesta y después…
- No has respondido a mi pregunta… - dijo Luis sabiamente, conocía lo suficiente a su amiga como para saber que su respuesta no había sido un compromiso.
- El recibir visitas para mí es como para ti el asistir a fiestas como ésta, algo desagradable que de vez en cuando hay que hacer.
- Os propongo una cosa, – intervino Nieves – si tú te comprometes a recibir visitas… – dijo mirando a Natalia – tú te comprometes a ir a la fiesta. – terminó mirando a su marido.
- Pero… - protestaron los dos implicados a la vez.
- Vaya par de cobardes. – les reprendió la joven tomando a su hija en brazos.
- De acuerdo… - Natalia no quería recibir visitas, pero tampoco quería quedar como una cobarde ante sus amigos – pero con una condición.
- ¿Ya te estás echando atrás? – preguntó su amigo.
- La condición es que no podéis forzar las visitas. – ante el gesto de extrañeza de sus acompañantes, Natalia se explicó – No podéis hacer que nadie venga a verme, aceptaré las visitas que aparezcan ante mi puerta pero vosotros no podéis interferir de ningún modo.
- De acuerdo. – aceptó Luis tendiéndole la mano a su amiga.
- ¿Estas seguro? – preguntó ella mirando a Nieves, quien sonreía desde una esquina de la habitación.
- Por supuesto.
- Bien. – Natalia estrechó la mano de su amigo y de ese modo cerraron el trato.
- ¿Qué es esto? – Natalia tomó un sobre y lo examinó con detenimiento. Se trataba de un sobre de papel de buena calidad, escrito con letra de caligrafía, no era el típico sobre que se utilizaba para enviar cartas personales o de trabajo.
- No lo sé. – respondió Luis levantando por un momento la mirada del informe que estaba repasando – Ábrelo y saldrás de dudas.
Natalia rasgó con cuidado el elegante sobre y sacó un tarjetón de su interior. Se detuvo unos segundos leyéndolo y sonrió antes de volver a hablar.
- Ya no saben qué inventar para enterarse de cotilleos…
- ¿Por qué dices eso? – preguntó Nieves acercándose.
- Los señores de Artigas – comenzó a leer – se complacen en invitarla al baile que tendrá lugar el próximo martes.
- ¿Martes? Eso es pasado mañana. – dijo Luis.
- Sí, nosotros también la hemos recibido. – comentó Nieves – Estaba en el correo esta mañana.
- ¿Por qué no me has dicho nada? – preguntó su esposo.
- Porque te conozco y sé que no te gustan esas fiestas tontas.
- En una fiesta tonta nos conocimos… - dijo él levantándose de la silla y caminando hacia su esposa para tomarla de la cintura y besarla a continuación.
- Pero porque Natalia te obligó a que la acompañaras, mi amor. – dijo ella correspondiendo al beso – Si hubiera sido por ti, nunca nos hubiésemos conocido.
- ¡Oh! Estoy seguro que nos hubiésemos conocido. – dijo él al oído de su esposa – Estás hecha para mí y para nadie más. El destino te hubiera puesto en mi camino de un modo u otro.
- Bueno, como tus papás están muy ocupados haciendo tonterías, te lo voy a contar a ti. – Natalia se había acercado a Valeria, quien chupaba tranquilamente el borde de la mantita con la que estaba tapada – Como les decía a esos dos pesados que no nos hacen el menor caso, se ha organizado una fiesta a la que me invitan, ¿y sabes por qué? – como respuesta, la niña dejó escapar unos graciosos gorgoritos – Exactamente… - Natalia actuaba como si la pequeña realmente entendiera y contestara a su preguntas – porque quieren saber dónde me he escondido y la causa de mi desaparición, pero se van a quedar con las ganas, monada. – la niña rió cuando su madrina acarició su mejilla.
Natalia tomó a la pequeña en brazos, la colocó sobre sus rodillas y le mostró el tarjetón como si la pequeña pudiera leerlo. La niña extendió su manita y golpeó ligeramente el tarjetón, como si lo rechazara, lo que hizo que los adultos sonrieran.
- Tienes razón, no voy a hacerles ni caso. Si quieren saber de mí, – Natalia dejó la invitación a un lado y dio la vuelta a la niña hasta ponerla frente a ella – que vengan y pregunten directamente; además, no tengo nada que ponerme para ir a una fiesta. Es complicado encontrar un vestido que tenga una bonita caída yendo en silla de ruedas. – la niña rió y acarició la cara de su madrina con su pequeña mano. Aquel gesto emocionó a Natalia quien, durante unos segundos, se olvidó de todo mirando a la pequeña.
- ¿Serías capaz de atender a las visitas que vinieran a preguntar por tí? – preguntó Luis instantes después.
- Tú mismo dices que no puedo quedarme encerrada eternamente… - tras unos segundos pensando la posible respuesta, Natalia miró a su amigo y sonrió – Esperarán a ver si aparezco por la fiesta y después…
- No has respondido a mi pregunta… - dijo Luis sabiamente, conocía lo suficiente a su amiga como para saber que su respuesta no había sido un compromiso.
- El recibir visitas para mí es como para ti el asistir a fiestas como ésta, algo desagradable que de vez en cuando hay que hacer.
- Os propongo una cosa, – intervino Nieves – si tú te comprometes a recibir visitas… – dijo mirando a Natalia – tú te comprometes a ir a la fiesta. – terminó mirando a su marido.
- Pero… - protestaron los dos implicados a la vez.
- Vaya par de cobardes. – les reprendió la joven tomando a su hija en brazos.
- De acuerdo… - Natalia no quería recibir visitas, pero tampoco quería quedar como una cobarde ante sus amigos – pero con una condición.
- ¿Ya te estás echando atrás? – preguntó su amigo.
- La condición es que no podéis forzar las visitas. – ante el gesto de extrañeza de sus acompañantes, Natalia se explicó – No podéis hacer que nadie venga a verme, aceptaré las visitas que aparezcan ante mi puerta pero vosotros no podéis interferir de ningún modo.
- De acuerdo. – aceptó Luis tendiéndole la mano a su amiga.
- ¿Estas seguro? – preguntó ella mirando a Nieves, quien sonreía desde una esquina de la habitación.
- Por supuesto.
- Bien. – Natalia estrechó la mano de su amigo y de ese modo cerraron el trato.
#1188
06/02/2013 10:50
Si por favor que cierta familia del sur visite a Natalia
puede ser Roberta??????????
Gracias
puede ser Roberta??????????
Gracias
#1189
06/02/2013 14:14
O no.... quien sabe....
Además, hay que enfrentarse a las cosas uno mismo, sin intermediarios ni correveidiles
(creo que me acaba de invadir el espíritu de algún guionista de culebrón malo... espero que la invasión dure poco)
Además, hay que enfrentarse a las cosas uno mismo, sin intermediarios ni correveidiles
(creo que me acaba de invadir el espíritu de algún guionista de culebrón malo... espero que la invasión dure poco)
#1190
06/02/2013 18:30
- Entonces, creo que yo debo dejaros porque hay mucho que preparar. – Nieves se acercó a la puerta con su hija en brazos.
- ¿Preparar? ¿Qué es lo que hay que preparar? – Luis estaba intrigado – Es una fiesta, con ponerme eso tan incómodo que llamáis traje de etiqueta es suficiente, ¿no?
- No. ¿No te lo había dicho? – preguntó Natalia con aires de ingenuidad.
- Creo que está en la parte de la invitación que no nos has leído. – Nieves permanecía de pie, esperando hasta ver la reacción de su marido a lo que su amiga debía decirle.
- ¿Qué es lo que no has leído? – Luis se sentía intrigado y asustado; cuando Nieves y Natalia comenzaban a hablar de algo de lo que él no estaba al tanto, sentía como si de algún modo lo tomaran como blanco de sus bromas y juegos.
- Los señores de Artigas, bla, bla, bla. - comenzó a leer tras recuperar la invitación – Aquí está... una fiesta de disfraces cuyo tema principal será la luna llena. ¡Disfruten de la fiesta de la luna llena una noche de luna llena!
- No, - dijo Luis ante las risas de las mujeres – no, disfraces no… Me niego ¿Me vais a vestir de mamarracho? Pero qué se puede poner uno…
- Creo que en la biblioteca hay un volumen de “De la Tierra a la Luna” de monsieur Verne. – consiguió decir Natalia entre carcajadas – Tal vez ahí puedas encontrar alguna idea…
- Natalia. – la puerta se abrió y Mariana entró, cerrando tras ella – Abajo hay un hombre que pregunta por ti. – los presentes se quedaron callados, Mariana no conocía el trato que acababan de hacer, por lo que su aparición les pilló desprevenidos.
- ¿Un hombre? - acertó a preguntar Nieves.
- Sí. - respondió la mujer mayor – Le he dicho que no estabas, que estabas de viaje, pero… pienso que no me ha creído y ha solicitado hablar con alguien que le diera más información. No sabía qué hacer y he subido a preguntar.
- Ahora bajo. – Luis dio un paso al frente pero la voz de Natalia lo detuvo.
- ¿Cómo es? – preguntó la dueña de la casa.
- Joven, no es de por aquí, porque no lo había visto nunca, y no habla como la gente de por aquí. – Natalia tragó saliva y esperó – Viste de un modo sobrio y sencillo, sus modales no son los más refinados pero… se nota que se esfuerza en comportarse correctamente. – Mariana dejó de hablar por un segundo - No es que haya hecho algo en especial pero…
- ¿Pero qué? – preguntó Luis alarmado.
- Me he sentido, en cierto modo, amenazada…
- Se acabó, ahora mismo bajo y lo echo de aquí. – Luis no quería que su esposa, su hija y su amiga sufrieran ningún daño.
- Espera… - Natalia retuvo a Luis tomándolo de la mano - ¿Ha… ha dicho su nombre?
- Me ha entregado esto. – Mariana caminó hasta Natalia y le entregó una tarjeta de visita.
- Buenas tardes. – Margarita se encontró con Álvaro en el pasillo en el momento en que éste salía del despacho.
- Buenas tardes. ¿Dónde has estado? – preguntó él.
- Caminando. Si me disculpas, voy a refrescarme. – Margarita se giró y trató de subir al piso superior para cambiarse de ropa pero la voz de Álvaro la detuvo.
- Si te lo pregunto es porque mientras mi padre esté de viaje yo soy responsable de ti.
- No, no lo eres. – Margarita se giró, había subido varios escalones y Álvaro debía levantar la vista para poder mirarla a la cara; en aquella posición, Margarita se sentía capaz de hablar con él sin echarse a temblar – Cuando mis padres se fueron de viaje enviaron a Enriqueta, ella es responsable de mi bienestar y como podrás comprobar, la mujer se encuentra de lo más tranquila. – Margarita señalaba hacia el salón, donde la mujer dormitaba.
- Aún así. ¿Con que cara quieres que me presente ante tus padres si te sucede algo? – el joven insistía – No creo que sea adecuado que salgas a donde quieras y cuando quieras sin la adecuada vigilancia.
- No me importa lo que creas adecuado o no, Álvaro. – la voz de Margarita era suave, no se había alterado – Hace muchos meses que perdiste el derecho a velar por mi bienestar.
- Aún así… - Álvaro jamás imaginó que de la boca de su antigua prometida pudieran haber salido semejantes palabras, ella jamás le reprochó nada, ni siquiera le pidió explicaciones cuando él decidió romper el compromiso sin consultarle siquiera.
- No, Álvaro. En las últimas semanas he madurado mucho y lo he hecho gracias a un hombre maravilloso, tu hermano.
- Ese mal nacido no es mi hermano… - bramó el joven Montoro – Ese maldito te ha engatusado como antes trató de hacer con Eugenia.
- No permito que hables mal de él en mi presencia. – el tono firme de Margarita hizo callar a Álvaro – Ya sé que la gente habla de nosotros y no me importa lo que digan porque yo sé la verdad, sé que entre él y yo no hay nada más que una sincera amistad y admiración hacia él por mi parte. Gracias a él estoy hoy aquí hablándote, gracias a él que me ha hecho ver que no soy menos que nadie y que no debo asustarme de lo que me depare la vida.
- Pero…
- He estado mucho tiempo callada – prosiguió la joven – pero no voy a seguir así. Sé muy bien cuál es mi lugar en la vida… ser la eterna solterona, la amiga fiel… y lo haré con dignidad, no voy a dejar que nadie me humille por ello y mucho menos tú.
Álvaro aturdido ante las palabras de Margarita se dio la vuelta y volvió al despacho, la joven decidió seguirlo para dejar las cosas claras de una vez por todas.
- Álvaro, supongo que no aceptarás un consejo, pero aún así te lo voy a dar. – Margarita caminó hasta quedar en el umbral de la puerta – Acepta las cosas tal y como son, repasa tu vida, intenta enmendar los errores y después sigue adelante. No merece la pena seguir anclado en el pasado, pensar en ello una y otra vez no sirve de nada si no cambias de actitud, si no das un paso hacia delante en pos de lo que deseas.
Tras pronunciar aquellas palabras, Margarita se acercó al salón, comprobó que la mujer seguía dormida y se encaminó a las escaleras, asombrada del cambio que había experimentado. Roberto le había repetido hasta la saciedad que debía olvidar a Álvaro y seguir adelante para poder darse una nueva oportunidad. Ya había dado el primer paso en esa dirección, sabía que olvidar al joven Montoro seria imposible, pero al menos no volvería a agachar la cabeza y acobardarse en su presencia, como si debiera avergonzarse de algo. Ahora solo faltaba que su confidente y recién amigo hiciera lo mismo, dar un paso adelante, reconocer que su amor por Natalia Reeves era lo que le daba una razón para vivir y confesárselo.
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- ¿Preparar? ¿Qué es lo que hay que preparar? – Luis estaba intrigado – Es una fiesta, con ponerme eso tan incómodo que llamáis traje de etiqueta es suficiente, ¿no?
- No. ¿No te lo había dicho? – preguntó Natalia con aires de ingenuidad.
- Creo que está en la parte de la invitación que no nos has leído. – Nieves permanecía de pie, esperando hasta ver la reacción de su marido a lo que su amiga debía decirle.
- ¿Qué es lo que no has leído? – Luis se sentía intrigado y asustado; cuando Nieves y Natalia comenzaban a hablar de algo de lo que él no estaba al tanto, sentía como si de algún modo lo tomaran como blanco de sus bromas y juegos.
- Los señores de Artigas, bla, bla, bla. - comenzó a leer tras recuperar la invitación – Aquí está... una fiesta de disfraces cuyo tema principal será la luna llena. ¡Disfruten de la fiesta de la luna llena una noche de luna llena!
- No, - dijo Luis ante las risas de las mujeres – no, disfraces no… Me niego ¿Me vais a vestir de mamarracho? Pero qué se puede poner uno…
- Creo que en la biblioteca hay un volumen de “De la Tierra a la Luna” de monsieur Verne. – consiguió decir Natalia entre carcajadas – Tal vez ahí puedas encontrar alguna idea…
- Natalia. – la puerta se abrió y Mariana entró, cerrando tras ella – Abajo hay un hombre que pregunta por ti. – los presentes se quedaron callados, Mariana no conocía el trato que acababan de hacer, por lo que su aparición les pilló desprevenidos.
- ¿Un hombre? - acertó a preguntar Nieves.
- Sí. - respondió la mujer mayor – Le he dicho que no estabas, que estabas de viaje, pero… pienso que no me ha creído y ha solicitado hablar con alguien que le diera más información. No sabía qué hacer y he subido a preguntar.
- Ahora bajo. – Luis dio un paso al frente pero la voz de Natalia lo detuvo.
- ¿Cómo es? – preguntó la dueña de la casa.
- Joven, no es de por aquí, porque no lo había visto nunca, y no habla como la gente de por aquí. – Natalia tragó saliva y esperó – Viste de un modo sobrio y sencillo, sus modales no son los más refinados pero… se nota que se esfuerza en comportarse correctamente. – Mariana dejó de hablar por un segundo - No es que haya hecho algo en especial pero…
- ¿Pero qué? – preguntó Luis alarmado.
- Me he sentido, en cierto modo, amenazada…
- Se acabó, ahora mismo bajo y lo echo de aquí. – Luis no quería que su esposa, su hija y su amiga sufrieran ningún daño.
- Espera… - Natalia retuvo a Luis tomándolo de la mano - ¿Ha… ha dicho su nombre?
- Me ha entregado esto. – Mariana caminó hasta Natalia y le entregó una tarjeta de visita.
- Buenas tardes. – Margarita se encontró con Álvaro en el pasillo en el momento en que éste salía del despacho.
- Buenas tardes. ¿Dónde has estado? – preguntó él.
- Caminando. Si me disculpas, voy a refrescarme. – Margarita se giró y trató de subir al piso superior para cambiarse de ropa pero la voz de Álvaro la detuvo.
- Si te lo pregunto es porque mientras mi padre esté de viaje yo soy responsable de ti.
- No, no lo eres. – Margarita se giró, había subido varios escalones y Álvaro debía levantar la vista para poder mirarla a la cara; en aquella posición, Margarita se sentía capaz de hablar con él sin echarse a temblar – Cuando mis padres se fueron de viaje enviaron a Enriqueta, ella es responsable de mi bienestar y como podrás comprobar, la mujer se encuentra de lo más tranquila. – Margarita señalaba hacia el salón, donde la mujer dormitaba.
- Aún así. ¿Con que cara quieres que me presente ante tus padres si te sucede algo? – el joven insistía – No creo que sea adecuado que salgas a donde quieras y cuando quieras sin la adecuada vigilancia.
- No me importa lo que creas adecuado o no, Álvaro. – la voz de Margarita era suave, no se había alterado – Hace muchos meses que perdiste el derecho a velar por mi bienestar.
- Aún así… - Álvaro jamás imaginó que de la boca de su antigua prometida pudieran haber salido semejantes palabras, ella jamás le reprochó nada, ni siquiera le pidió explicaciones cuando él decidió romper el compromiso sin consultarle siquiera.
- No, Álvaro. En las últimas semanas he madurado mucho y lo he hecho gracias a un hombre maravilloso, tu hermano.
- Ese mal nacido no es mi hermano… - bramó el joven Montoro – Ese maldito te ha engatusado como antes trató de hacer con Eugenia.
- No permito que hables mal de él en mi presencia. – el tono firme de Margarita hizo callar a Álvaro – Ya sé que la gente habla de nosotros y no me importa lo que digan porque yo sé la verdad, sé que entre él y yo no hay nada más que una sincera amistad y admiración hacia él por mi parte. Gracias a él estoy hoy aquí hablándote, gracias a él que me ha hecho ver que no soy menos que nadie y que no debo asustarme de lo que me depare la vida.
- Pero…
- He estado mucho tiempo callada – prosiguió la joven – pero no voy a seguir así. Sé muy bien cuál es mi lugar en la vida… ser la eterna solterona, la amiga fiel… y lo haré con dignidad, no voy a dejar que nadie me humille por ello y mucho menos tú.
Álvaro aturdido ante las palabras de Margarita se dio la vuelta y volvió al despacho, la joven decidió seguirlo para dejar las cosas claras de una vez por todas.
- Álvaro, supongo que no aceptarás un consejo, pero aún así te lo voy a dar. – Margarita caminó hasta quedar en el umbral de la puerta – Acepta las cosas tal y como son, repasa tu vida, intenta enmendar los errores y después sigue adelante. No merece la pena seguir anclado en el pasado, pensar en ello una y otra vez no sirve de nada si no cambias de actitud, si no das un paso hacia delante en pos de lo que deseas.
Tras pronunciar aquellas palabras, Margarita se acercó al salón, comprobó que la mujer seguía dormida y se encaminó a las escaleras, asombrada del cambio que había experimentado. Roberto le había repetido hasta la saciedad que debía olvidar a Álvaro y seguir adelante para poder darse una nueva oportunidad. Ya había dado el primer paso en esa dirección, sabía que olvidar al joven Montoro seria imposible, pero al menos no volvería a agachar la cabeza y acobardarse en su presencia, como si debiera avergonzarse de algo. Ahora solo faltaba que su confidente y recién amigo hiciera lo mismo, dar un paso adelante, reconocer que su amor por Natalia Reeves era lo que le daba una razón para vivir y confesárselo.
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...
#1191
06/02/2013 21:49
muy bien
#1192
07/02/2013 10:25
Margarita
#1193
07/02/2013 19:14
Capítulo 135
Natalia tomó, con manos temblorosas, la tarjeta que Mariana le tendía y se la acercó para poder leerla. El ama de llaves había dicho que se trataba de un hombre joven, que trataba de comportarse educadamente pero cuyos modales y atuendo no eran los más refinados.
- Me ha dicho que se llama… - Mariana se acercó a su señorita y le dijo un nombre, nombre que no llegó a oídos de Nieves y Luis, quienes permanecían cerca de la puerta.
Natalia cerró los ojos, tomó aire dos veces y se irguió antes de responder.
- Dame un par de minutos y después acompáñalo hasta aquí.
- ¿Aquí? – Luis y Nieves se miraron anonadados.
- Sí, como tú digas. – Mariana se retiró pensando en el cambio que había experimentado la joven. Desde que volvió de viaje, las únicas personas que habían pisado aquella casa eran el matrimonio Larrínaga y el doctor que estaba tratando a su señorita. Incluso antes del viaje, las visitas habían brillado por su ausencia en aquella casa.
- Yo estoy a punto de cumplir con mi parte del pacto. – Luis y Nieves habían olvidado los minutos antes de la llegada de Mariana, tal era la consternación que les había provocado la entrada de la mujer – Todo por verte disfrazado para ir a esa fiesta.
- Natalia, - Nieves se acercó con su hija en brazos – queremos que hagas una vida normal, pero no es necesario que te lances ahora a…
- ¿No crees que esta visita pueda ser una señal? – preguntó su amiga
- No creo en las señales. – Luis seguía preocupado, no le gustó el comentario que Mariana había hecho con respecto al misterioso visitante.
- No os preocupéis, estaré bien. – Natalia colocó las manos en las ruedas de su silla y se acercó al escritorio. La joven tardó unos segundos en ordenar las carpetas que tenía sobre la mesa y colocar adecuadamente los pliegues del camisón y la bata que cubrían su cuerpo; acababa de colocar las manos sobre el escritorio cuando un golpe sonó en la puerta.
- Adelante. – la voz de Natalia sonó firme y tranquila. Luis y Nieves no salían de su asombro, ¿quién podría ser el misterioso visitante?
- Por favor, pase. – en el momento en que sea abrió la puerta, los presentes pudieron escuchar la voz de Mariana dirigiéndose al hombre que la acompañaba – La señorita Reeves le está esperando.
La puerta giró sobre sus goznes y un hombre entró en el dormitorio. Como bien había dicho el ama de llaves, iba vestido de una manera sencilla aunque sobria y elegante; se le veía nervioso, pero a la vez mantenía la cabeza erguida, manteniendo cierta altivez y seguridad.
- Buenas tardes. – su voz sonó firme, con un suave acento andaluz.
- Buenas tardes. – respondió Natalia – Si me lo permites me gustaría presentarte a mis amigos, - la joven hizo un gesto con la mano señalando a sus amigos quienes permanecían junto a la puerta - los señores Larrínaga, Nieves y Luis… y su hija, Valeria.
- Luis Larrínaga… - dijo pensativo el misterioso visitante entre susurros.
- Nieves, Luis, permitidme presentaros al señor Ángel Guarda. Nos conocimos hace unos meses cuando estuve en Arazana visitando a mi prima Sara. – semejante revelación hizo que la pareja girara la cabeza para mirar a su amiga y las manos que tendían al visitante se quedaran en el aire. Este gesto tan solo duró un instante y la pareja rápidamente reaccionó tendiendo de nuevo la mano del joven, pero fue el tiempo suficiente como para que Ángel se diera cuenta.
- Buenas tardes, señor Guarda. Encantada de conocerle. – Nieves se acercó en primer lugar al visitante.
- Un placer, señora. – respondió el hombre besando el dorso de la mano de la joven – Una niña preciosa.
- Gracias. – Nieves respondió como un autómata, mientras su cabeza daba mil vueltas, haciendo mil elucubraciones sobre la identidad del hombre que tenía frente a ella.
- Señor Guarda. - Luis se adelantó, interponiéndose entre el hombre y su esposa; miraba al visitante de arriba abajo, tratando de descubrir quién era, qué hacía allí y cuál era la verdadera relación que había mantenido con su amiga.
- Señor Larrínaga, es un placer conocerlo al fin. Natalia me ha hablado de usted en varias ocasiones. – Luis miró a su amiga y vio como una sonrisa flotaba en sus labios.
- Pues yo no tengo el placer de haber oído hablar de usted. – Luis seguía mirando a Natalia mientras hablaba – Natalia no nos ha contado gran cosa de su estancia en Andalucía.
- Bien, nosotros les dejamos a solas para que puedan hablar con tranquilidad. – Nieves se dio cuenta de lo tenso que se encontraba su marido y optó por sacarlo de allí antes de que pudiera dar un paso en falso o hacer alguna pregunta comprometedora.
- Gracias. – dijo Natalia desde detrás de su escritorio.
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¿os lo esperábais?
Natalia tomó, con manos temblorosas, la tarjeta que Mariana le tendía y se la acercó para poder leerla. El ama de llaves había dicho que se trataba de un hombre joven, que trataba de comportarse educadamente pero cuyos modales y atuendo no eran los más refinados.
- Me ha dicho que se llama… - Mariana se acercó a su señorita y le dijo un nombre, nombre que no llegó a oídos de Nieves y Luis, quienes permanecían cerca de la puerta.
Natalia cerró los ojos, tomó aire dos veces y se irguió antes de responder.
- Dame un par de minutos y después acompáñalo hasta aquí.
- ¿Aquí? – Luis y Nieves se miraron anonadados.
- Sí, como tú digas. – Mariana se retiró pensando en el cambio que había experimentado la joven. Desde que volvió de viaje, las únicas personas que habían pisado aquella casa eran el matrimonio Larrínaga y el doctor que estaba tratando a su señorita. Incluso antes del viaje, las visitas habían brillado por su ausencia en aquella casa.
- Yo estoy a punto de cumplir con mi parte del pacto. – Luis y Nieves habían olvidado los minutos antes de la llegada de Mariana, tal era la consternación que les había provocado la entrada de la mujer – Todo por verte disfrazado para ir a esa fiesta.
- Natalia, - Nieves se acercó con su hija en brazos – queremos que hagas una vida normal, pero no es necesario que te lances ahora a…
- ¿No crees que esta visita pueda ser una señal? – preguntó su amiga
- No creo en las señales. – Luis seguía preocupado, no le gustó el comentario que Mariana había hecho con respecto al misterioso visitante.
- No os preocupéis, estaré bien. – Natalia colocó las manos en las ruedas de su silla y se acercó al escritorio. La joven tardó unos segundos en ordenar las carpetas que tenía sobre la mesa y colocar adecuadamente los pliegues del camisón y la bata que cubrían su cuerpo; acababa de colocar las manos sobre el escritorio cuando un golpe sonó en la puerta.
- Adelante. – la voz de Natalia sonó firme y tranquila. Luis y Nieves no salían de su asombro, ¿quién podría ser el misterioso visitante?
- Por favor, pase. – en el momento en que sea abrió la puerta, los presentes pudieron escuchar la voz de Mariana dirigiéndose al hombre que la acompañaba – La señorita Reeves le está esperando.
La puerta giró sobre sus goznes y un hombre entró en el dormitorio. Como bien había dicho el ama de llaves, iba vestido de una manera sencilla aunque sobria y elegante; se le veía nervioso, pero a la vez mantenía la cabeza erguida, manteniendo cierta altivez y seguridad.
- Buenas tardes. – su voz sonó firme, con un suave acento andaluz.
- Buenas tardes. – respondió Natalia – Si me lo permites me gustaría presentarte a mis amigos, - la joven hizo un gesto con la mano señalando a sus amigos quienes permanecían junto a la puerta - los señores Larrínaga, Nieves y Luis… y su hija, Valeria.
- Luis Larrínaga… - dijo pensativo el misterioso visitante entre susurros.
- Nieves, Luis, permitidme presentaros al señor Ángel Guarda. Nos conocimos hace unos meses cuando estuve en Arazana visitando a mi prima Sara. – semejante revelación hizo que la pareja girara la cabeza para mirar a su amiga y las manos que tendían al visitante se quedaran en el aire. Este gesto tan solo duró un instante y la pareja rápidamente reaccionó tendiendo de nuevo la mano del joven, pero fue el tiempo suficiente como para que Ángel se diera cuenta.
- Buenas tardes, señor Guarda. Encantada de conocerle. – Nieves se acercó en primer lugar al visitante.
- Un placer, señora. – respondió el hombre besando el dorso de la mano de la joven – Una niña preciosa.
- Gracias. – Nieves respondió como un autómata, mientras su cabeza daba mil vueltas, haciendo mil elucubraciones sobre la identidad del hombre que tenía frente a ella.
- Señor Guarda. - Luis se adelantó, interponiéndose entre el hombre y su esposa; miraba al visitante de arriba abajo, tratando de descubrir quién era, qué hacía allí y cuál era la verdadera relación que había mantenido con su amiga.
- Señor Larrínaga, es un placer conocerlo al fin. Natalia me ha hablado de usted en varias ocasiones. – Luis miró a su amiga y vio como una sonrisa flotaba en sus labios.
- Pues yo no tengo el placer de haber oído hablar de usted. – Luis seguía mirando a Natalia mientras hablaba – Natalia no nos ha contado gran cosa de su estancia en Andalucía.
- Bien, nosotros les dejamos a solas para que puedan hablar con tranquilidad. – Nieves se dio cuenta de lo tenso que se encontraba su marido y optó por sacarlo de allí antes de que pudiera dar un paso en falso o hacer alguna pregunta comprometedora.
- Gracias. – dijo Natalia desde detrás de su escritorio.
__________________________________________________________________
¿os lo esperábais?
#1194
07/02/2013 20:41
NO¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡
pero hija mia que bien lo has hecho
manteniendo la intriga
que no es .........................
que es el chato¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡leches
pero hija mia que bien lo has hecho
manteniendo la intriga
que no es .........................
que es el chato¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡leches
#1195
08/02/2013 07:42
¿Quién pensábais que podía ser?
Roberto imposible porque acababa de dejarlo Margarita en el terruño... Era la familia Montoro la que estaba de viaje y sabemos que Álvaro seguía en Arazana...
Os pierde la inquietud....
A la noche nos enteraremos de qué hace el Chato por ahí
Roberto imposible porque acababa de dejarlo Margarita en el terruño... Era la familia Montoro la que estaba de viaje y sabemos que Álvaro seguía en Arazana...
Os pierde la inquietud....
A la noche nos enteraremos de qué hace el Chato por ahí
#1196
08/02/2013 20:37
Sin más palabras, el matrimonio salió por la puerta dejando a Natalia a solas con Ángel. Finalmente fue éste quien se decidió a hablar.
- Así que finalmente el tal Luis era real…
- Ya te lo dije. Tú problema es que no crees lo que pueda decirte una marisabidilla como yo. Así es como me llamabas, ¿no? – preguntó ella sonriente.
- Eso y cosas peores. – admitió él – Por cierto, menuda casa que tienes. Cuando la inglesa decía que eras rica no exageraba nada… Y esto es… ¿esto es tu cuarto? – Ángel acababa de darse cuenta de que a unos metros de él había una imponente cama con baldaquín.
- Sí… ¿qué pensabas que era? ¿El salón de baile? – preguntó ella intrigada. Natalia sabía que Ángel no estaba acostumbrado a casas tan grandes y elegantes como la suya, suponía que la casa más grande en la que había estado era el cortijo de los Montoro y aquella distaba bastante de poder comparársele.
- No sé… como tienes ahí ese escritorio… - una sonrisa cruzó por los labios del joven durante un segundo.
- ¿Qué es lo que te hace gracia? – preguntó la dueña de la casa intrigada.
- Que habría que correr mucho para alcanzar a una moza en un cuarto así… - Natalia comenzó a reír ante semejante ocurrencia – Ya ves que sigo siendo igual de bruto que siempre. – se disculpó él.
- Eso tan solo depende de si la moza quiere dejarse coger o no. – continuó ella con la broma. El muchacho se mantenía quieto, de pie, en el mismo lugar donde Luis y Nieves lo dejaron al irse, no se atrevía a avanzar pues se dio cuenta de que Natalia tampoco se acercaba, no se movía de detrás de su escritorio. - ¿Cómo están las cosas por Arazana? ¿Cómo les va a los de la banda? – Natalia, con un gesto le indicó que se sentará en al silla que había al otro lado del escritorio.
- Bien, muy bien. El galeno se casó hace un par de meses con la señorita Flor.
- ¿De veras?
- Sí.
- ¿Le contó su pasado? – preguntó la joven en voz baja, como si alguien pudiera escucharlos.
- Sí. ¡No veas cómo se puso la mujer!
- ¡Chato, por Dios! ¿Qué esperabas?… Que le estaba contando que durante años perteneció a la banda de Carranza… ¿Cómo querías que se pusiese? ¿Le explicó quiénes eran el resto de miembros?
- Sí, lo hizo después de la boda y Flor estuvo sin hablarle a la inglesa más de dos semanas. No te puedes imaginar cómo se enfadó. Si hasta los chiquillos de la escuela notaron que le pasaba algo a la señorita… - Natalia se imaginaba el dolor que debió sentir Flor, pensar que conoces a alguien y descubrir que toda su vida era una farsa. No pudo evitar pensar en que Sara, en algún momento ella también debería pasar por el mismo trance con Miguel.
- ¿Y ahora? – continuó interrogando Natalia.
- Ahora todo está bien. Aunque a Juan y a mí todavía nos mira de reojo.
- ¿Y Juan? ¿Cómo está el Marqués?
- Como siempre. Jugando a las cartas, desplumando incautos, con sus trapicheos y sus líos de faldas. Rafaelín también está muy bien, se quedó bastante tristón cuando te fuiste, te tomó verdadero cariño.
- Y yo a él.
- Sí… se hace querer el condenado. Allí sigue, en la sierra, cazando alimañas con su Mantecao.
- ¿No podríais sacarlo de la sierra? Me da miedo que le ocurra algo por esos montes, siempre tan solo…
- Si lo sacas de la sierra y de sus bichos es cuando no estará bien. Ese chico no podría vivir en el pueblo de continuo.
- Tienes razón. – Natalia se quedó pensativa. Rafaelín, el tonto del pueblo, era en realidad la persona más libre de todos; no rendía cuentas a nadie, comía cuando tenía hambre, dormía cuando tenía sueño y disfrutaba de lo que la vida le deparaba - ¿Y Sara?
- ¿No sabes nada de ella? – preguntó extrañado.
- No. – Natalia bajó la mirada – No he recibido noticias suyas.
- Se casa con el teniente en poco más de un mes. – anunció el ex-bandolero – ¿No lo sabías? – Algo muy extraño debía de suceder para que Sara no hubiese invitado a Natalia a su boda.
- No, no lo sabía. – una lágrima rodó por el rostro de Natalia, una lágrima de felicidad, por fin su prima cumpliría su sueño de unir su vida a la del hombre que amaba. – Cuando volví de Arazana le escribí una carta anunciándole que había llegado bien…
- Nos lo dijo. – interrumpió el muchacho – Pero desde entonces ha pasado mucho tiempo…
- En ella le… le comentaba que necesitaba tiempo… - Natalia no conseguía completar las frases, le faltaban el aliento y las fuerzas – y que tal vez me fuera de viaje, un largo viaje a Inglaterra.
_________________________________________________________________
Pues no... al final no me ha dado tiempo a contaros qué hace ahí el Chato. Pero este fin de semana... seguro.
Y no es por dejaros colgadas. Es que ..... NO TENGO MÁS TIEMPO....
Un beso y gracias por seguir ahí
- Así que finalmente el tal Luis era real…
- Ya te lo dije. Tú problema es que no crees lo que pueda decirte una marisabidilla como yo. Así es como me llamabas, ¿no? – preguntó ella sonriente.
- Eso y cosas peores. – admitió él – Por cierto, menuda casa que tienes. Cuando la inglesa decía que eras rica no exageraba nada… Y esto es… ¿esto es tu cuarto? – Ángel acababa de darse cuenta de que a unos metros de él había una imponente cama con baldaquín.
- Sí… ¿qué pensabas que era? ¿El salón de baile? – preguntó ella intrigada. Natalia sabía que Ángel no estaba acostumbrado a casas tan grandes y elegantes como la suya, suponía que la casa más grande en la que había estado era el cortijo de los Montoro y aquella distaba bastante de poder comparársele.
- No sé… como tienes ahí ese escritorio… - una sonrisa cruzó por los labios del joven durante un segundo.
- ¿Qué es lo que te hace gracia? – preguntó la dueña de la casa intrigada.
- Que habría que correr mucho para alcanzar a una moza en un cuarto así… - Natalia comenzó a reír ante semejante ocurrencia – Ya ves que sigo siendo igual de bruto que siempre. – se disculpó él.
- Eso tan solo depende de si la moza quiere dejarse coger o no. – continuó ella con la broma. El muchacho se mantenía quieto, de pie, en el mismo lugar donde Luis y Nieves lo dejaron al irse, no se atrevía a avanzar pues se dio cuenta de que Natalia tampoco se acercaba, no se movía de detrás de su escritorio. - ¿Cómo están las cosas por Arazana? ¿Cómo les va a los de la banda? – Natalia, con un gesto le indicó que se sentará en al silla que había al otro lado del escritorio.
- Bien, muy bien. El galeno se casó hace un par de meses con la señorita Flor.
- ¿De veras?
- Sí.
- ¿Le contó su pasado? – preguntó la joven en voz baja, como si alguien pudiera escucharlos.
- Sí. ¡No veas cómo se puso la mujer!
- ¡Chato, por Dios! ¿Qué esperabas?… Que le estaba contando que durante años perteneció a la banda de Carranza… ¿Cómo querías que se pusiese? ¿Le explicó quiénes eran el resto de miembros?
- Sí, lo hizo después de la boda y Flor estuvo sin hablarle a la inglesa más de dos semanas. No te puedes imaginar cómo se enfadó. Si hasta los chiquillos de la escuela notaron que le pasaba algo a la señorita… - Natalia se imaginaba el dolor que debió sentir Flor, pensar que conoces a alguien y descubrir que toda su vida era una farsa. No pudo evitar pensar en que Sara, en algún momento ella también debería pasar por el mismo trance con Miguel.
- ¿Y ahora? – continuó interrogando Natalia.
- Ahora todo está bien. Aunque a Juan y a mí todavía nos mira de reojo.
- ¿Y Juan? ¿Cómo está el Marqués?
- Como siempre. Jugando a las cartas, desplumando incautos, con sus trapicheos y sus líos de faldas. Rafaelín también está muy bien, se quedó bastante tristón cuando te fuiste, te tomó verdadero cariño.
- Y yo a él.
- Sí… se hace querer el condenado. Allí sigue, en la sierra, cazando alimañas con su Mantecao.
- ¿No podríais sacarlo de la sierra? Me da miedo que le ocurra algo por esos montes, siempre tan solo…
- Si lo sacas de la sierra y de sus bichos es cuando no estará bien. Ese chico no podría vivir en el pueblo de continuo.
- Tienes razón. – Natalia se quedó pensativa. Rafaelín, el tonto del pueblo, era en realidad la persona más libre de todos; no rendía cuentas a nadie, comía cuando tenía hambre, dormía cuando tenía sueño y disfrutaba de lo que la vida le deparaba - ¿Y Sara?
- ¿No sabes nada de ella? – preguntó extrañado.
- No. – Natalia bajó la mirada – No he recibido noticias suyas.
- Se casa con el teniente en poco más de un mes. – anunció el ex-bandolero – ¿No lo sabías? – Algo muy extraño debía de suceder para que Sara no hubiese invitado a Natalia a su boda.
- No, no lo sabía. – una lágrima rodó por el rostro de Natalia, una lágrima de felicidad, por fin su prima cumpliría su sueño de unir su vida a la del hombre que amaba. – Cuando volví de Arazana le escribí una carta anunciándole que había llegado bien…
- Nos lo dijo. – interrumpió el muchacho – Pero desde entonces ha pasado mucho tiempo…
- En ella le… le comentaba que necesitaba tiempo… - Natalia no conseguía completar las frases, le faltaban el aliento y las fuerzas – y que tal vez me fuera de viaje, un largo viaje a Inglaterra.
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Pues no... al final no me ha dado tiempo a contaros qué hace ahí el Chato. Pero este fin de semana... seguro.
Y no es por dejaros colgadas. Es que ..... NO TENGO MÁS TIEMPO....
Un beso y gracias por seguir ahí
#1197
09/02/2013 10:49
Pues por aqui estare
gracias Roberta
gracias Roberta
#1198
09/02/2013 19:55
- Será por eso que no te ha escrito contándotelo.
- Seguramente. Pero, ¿está bien? – preguntó ilusionada.
- Muy bien, cuando le diga que he estado contigo…
- No. – cortó ella – No quiero que le digas nada.
- No entiendo. Sabe que venía…, me preguntará…
- Lo sé y te ruego que no le cuentes nada. – la mirada suplicante de Natalia conmovió al joven - ¿Y tú cómo estás? Ya veo que muy guapo, muy elegante y con mucha clase; te has convertido en todo un caballero. ¿Qué haces por aquí? – Natalia agitó la tarjeta de visita que aún conservaba en sus manos y trató de cambiar de tema de conversación.
- Ahora trabajo para los Montoro. – aclaró él – Acompaño a don Germán y a la señorita Eugenia. Ellos me han enviado, don Germán quiere hacerte una visita aprovechando que va a estar por aquí unos días visitando unos clientes.
- No. – la negativa de Natalia fue casi un grito de angustia. Temía haber cometido un error aceptando recibir a Ángel, la visita de los Montoro sería algo inaceptable.
- Pero, ¿por qué? ¿Por qué te pones así? – preguntó él asustado. Natalia se comportaba de un modo errático, no tenía nada que ver con la joven lúcida que él recordaba. Natalia se cubrió la cara con las manos y comenzó a respirar con dificultad; asustado, el joven se levantó de su asiento, rodeó la mesa y se colocó junto a ella, en aquel momento descubrió que la joven se hallaba sentada en una silla de ruedas. Conmocionado cayó de rodillas al suelo.
- Natalia… ¿qué te ha ocurrido? – el muchacho apoyó la mano en el rostro de la joven e hizo que lo mirase.
- Un accidente… me golpeé la espalda.
- ¿Y no puedes…? – ni siquiera se atrevía a hacer la pregunta. No podía imaginar que la joven llena de vida que alegremente trastornó la vida de todos en Arazana estuviera condenada a pasar el resto de sus días en una silla de ruedas.
- No… ya, ya estoy mucho mejor. – dijo ella rápidamente al darse cuenta de la alarma del muchacho - Me levanto y doy cortos paseos por la habitación; aunque me he recuperado bastante, aún no tengo demasiadas fuerzas. Estuve bastante mal durante meses pero todo aquello pasó. – entre lágrimas, Natalia trataba de sonreír y calmar a su amigo – Ahora tan solo tengo miedo de que me fallen las fuerzas y me caiga, por eso sigo utilizando la silla.
- ¿Por qué no dijiste nada? ¿Por qué no nos avisaste? Eres una más de la banda y los de la banda de Carranza cuidamos de los nuestros. – aquellas sentidas palabras llegaron a lo hondo del corazón de la joven, acarició el rostro de su acompañante durante un segundo y colocó las manos sobre las ruedas de la silla para girarla y ponerse frente a él. Alisó los pliegues de su atuendo y dejó las manos sobre las piernas.
– No podía…, no puedo…, no quiero que nadie me vea así, no quiero que nadie sienta compasión por mí.
- Entiendo. – el muchacho dejó escapar un suspiro y se dejó caer sobre los talones - Le diré a don Germán que… que no pude encontrarte, le contaré la historia que esa mujer de antes quiso que me tragara, lo de que estás de viaje. Pero debes ponerte en contacto con Sara… - Ángel no podía negarse a la petición de la mujer que tenía delante, la misma mujer que lo había ayudado a tener una nueva oportunidad en la vida.
- Lo haré, en unos días le escribiré diciendo que he vuelto de mi viaje y que no me encontré contigo por muy poco tiempo; pero por favor, no les digas nada…
- No te preocupes… no lo haré. – el joven se puso de nuevo en pie y volvió a su asiento - ¿Necesitas algo? – Ángel miró a su alrededor, la elegancia de aquella estancia demostraba que las necesidades económicas de la muchacha estaban cubiertas, pero ambos sabían que no estaban hablando de eso.
- No… nada. Luis y Nieves cuidan de mí. – Natalia realmente se moría de ganas por preguntarle por la gente de Arazana: doña Rosa y sus chicas, Morales, Satur… pero tenía miedo de que también le hablara de Roberto y le dijera que era feliz, que la había olvidado y había rehecho su vida con otra mujer.
- Ya lo he visto. – el joven dejó escapar un silbido – ¡Cómo se ha puesto ese amigo tuyo…!
- No se lo tengas en cuenta.
- No, no lo hago; todo lo contrario, sé que cuidará bien de ti. Bien, - tras unos segundos en silencio, el joven se puso en pie – creo que me voy. Si tengo que decirle a don Germán que no estás debo volver cuanto antes; no podría explicar que me ha enviado a hacer un recado y me he perdido por ahí viendo el paisaje…
- Hablando de los Montoro… ¿cómo está la señorita Eugenia? – Natalia no pudo evitar preguntarle por ella.
- ¿La señorita? Bien… bien, como siempre. – aquella pregunta le tomó del todo desprevenido y no supo qué contestar.
- Me alegro. – se veía a la legua que seguía enamorado de Eugenia y que ella, o bien se dejaba halagar por él, o su relación había avanzado.
- Cuídate pequeña. – Ángel tomó la mano de Natalia para despedirse de ella, pero la joven dio un tirón que hizo que el muchacho se agachara para poder de ese modo abrazarlo.
- Lo haré. – dijo ella sin soltar al joven – Cuídate tú también y cuida de todos en Arazana por mí, ¿de acuerdo?
- Claro… - Ángel caminó hasta la puerta, asió el pomo y lo giró – Solo una cosa… si quieres contarme algo, decirme cómo estás… puedes escribirme como si fueras tu amigo Luis.
- Sara sigue llevando el servicio de correos en Arazana, ¿no? – preguntó Natalia, Ángel asintió con la cabeza – Se daría cuenta de que algo extraño sucede, sabe que Luis no te conoce de nada, que todo fue un invento por nuestra parte…
- No tiene porqué enterarse si me la envías a Villareja.
- Gracias, Chato.
El antiguo bandolero cruzó la puerta y la cerró tras él. Natalia se quedó pensativa, le había emocionado recibir la visita del joven, jamás hubiera pensado que lo volvería a ver y mucho menos tan lejos de Arazana. Sus amigos eran felices, sus vidas estaban encarriladas, Sara estaba preparando su boda, todo estaba bien… era su vida la que seguía siendo un desastre. Un desastre que debía esforzarse en enmendar y encarrilar. Ya había dado un paso, ya había dejado que alguien la viera, aunque ese alguien estuviera obligado a mentir para ayudarla.
________________________________________________________________
Espero que este encuentro haya cumplido con vuestras espectativas...
- Seguramente. Pero, ¿está bien? – preguntó ilusionada.
- Muy bien, cuando le diga que he estado contigo…
- No. – cortó ella – No quiero que le digas nada.
- No entiendo. Sabe que venía…, me preguntará…
- Lo sé y te ruego que no le cuentes nada. – la mirada suplicante de Natalia conmovió al joven - ¿Y tú cómo estás? Ya veo que muy guapo, muy elegante y con mucha clase; te has convertido en todo un caballero. ¿Qué haces por aquí? – Natalia agitó la tarjeta de visita que aún conservaba en sus manos y trató de cambiar de tema de conversación.
- Ahora trabajo para los Montoro. – aclaró él – Acompaño a don Germán y a la señorita Eugenia. Ellos me han enviado, don Germán quiere hacerte una visita aprovechando que va a estar por aquí unos días visitando unos clientes.
- No. – la negativa de Natalia fue casi un grito de angustia. Temía haber cometido un error aceptando recibir a Ángel, la visita de los Montoro sería algo inaceptable.
- Pero, ¿por qué? ¿Por qué te pones así? – preguntó él asustado. Natalia se comportaba de un modo errático, no tenía nada que ver con la joven lúcida que él recordaba. Natalia se cubrió la cara con las manos y comenzó a respirar con dificultad; asustado, el joven se levantó de su asiento, rodeó la mesa y se colocó junto a ella, en aquel momento descubrió que la joven se hallaba sentada en una silla de ruedas. Conmocionado cayó de rodillas al suelo.
- Natalia… ¿qué te ha ocurrido? – el muchacho apoyó la mano en el rostro de la joven e hizo que lo mirase.
- Un accidente… me golpeé la espalda.
- ¿Y no puedes…? – ni siquiera se atrevía a hacer la pregunta. No podía imaginar que la joven llena de vida que alegremente trastornó la vida de todos en Arazana estuviera condenada a pasar el resto de sus días en una silla de ruedas.
- No… ya, ya estoy mucho mejor. – dijo ella rápidamente al darse cuenta de la alarma del muchacho - Me levanto y doy cortos paseos por la habitación; aunque me he recuperado bastante, aún no tengo demasiadas fuerzas. Estuve bastante mal durante meses pero todo aquello pasó. – entre lágrimas, Natalia trataba de sonreír y calmar a su amigo – Ahora tan solo tengo miedo de que me fallen las fuerzas y me caiga, por eso sigo utilizando la silla.
- ¿Por qué no dijiste nada? ¿Por qué no nos avisaste? Eres una más de la banda y los de la banda de Carranza cuidamos de los nuestros. – aquellas sentidas palabras llegaron a lo hondo del corazón de la joven, acarició el rostro de su acompañante durante un segundo y colocó las manos sobre las ruedas de la silla para girarla y ponerse frente a él. Alisó los pliegues de su atuendo y dejó las manos sobre las piernas.
– No podía…, no puedo…, no quiero que nadie me vea así, no quiero que nadie sienta compasión por mí.
- Entiendo. – el muchacho dejó escapar un suspiro y se dejó caer sobre los talones - Le diré a don Germán que… que no pude encontrarte, le contaré la historia que esa mujer de antes quiso que me tragara, lo de que estás de viaje. Pero debes ponerte en contacto con Sara… - Ángel no podía negarse a la petición de la mujer que tenía delante, la misma mujer que lo había ayudado a tener una nueva oportunidad en la vida.
- Lo haré, en unos días le escribiré diciendo que he vuelto de mi viaje y que no me encontré contigo por muy poco tiempo; pero por favor, no les digas nada…
- No te preocupes… no lo haré. – el joven se puso de nuevo en pie y volvió a su asiento - ¿Necesitas algo? – Ángel miró a su alrededor, la elegancia de aquella estancia demostraba que las necesidades económicas de la muchacha estaban cubiertas, pero ambos sabían que no estaban hablando de eso.
- No… nada. Luis y Nieves cuidan de mí. – Natalia realmente se moría de ganas por preguntarle por la gente de Arazana: doña Rosa y sus chicas, Morales, Satur… pero tenía miedo de que también le hablara de Roberto y le dijera que era feliz, que la había olvidado y había rehecho su vida con otra mujer.
- Ya lo he visto. – el joven dejó escapar un silbido – ¡Cómo se ha puesto ese amigo tuyo…!
- No se lo tengas en cuenta.
- No, no lo hago; todo lo contrario, sé que cuidará bien de ti. Bien, - tras unos segundos en silencio, el joven se puso en pie – creo que me voy. Si tengo que decirle a don Germán que no estás debo volver cuanto antes; no podría explicar que me ha enviado a hacer un recado y me he perdido por ahí viendo el paisaje…
- Hablando de los Montoro… ¿cómo está la señorita Eugenia? – Natalia no pudo evitar preguntarle por ella.
- ¿La señorita? Bien… bien, como siempre. – aquella pregunta le tomó del todo desprevenido y no supo qué contestar.
- Me alegro. – se veía a la legua que seguía enamorado de Eugenia y que ella, o bien se dejaba halagar por él, o su relación había avanzado.
- Cuídate pequeña. – Ángel tomó la mano de Natalia para despedirse de ella, pero la joven dio un tirón que hizo que el muchacho se agachara para poder de ese modo abrazarlo.
- Lo haré. – dijo ella sin soltar al joven – Cuídate tú también y cuida de todos en Arazana por mí, ¿de acuerdo?
- Claro… - Ángel caminó hasta la puerta, asió el pomo y lo giró – Solo una cosa… si quieres contarme algo, decirme cómo estás… puedes escribirme como si fueras tu amigo Luis.
- Sara sigue llevando el servicio de correos en Arazana, ¿no? – preguntó Natalia, Ángel asintió con la cabeza – Se daría cuenta de que algo extraño sucede, sabe que Luis no te conoce de nada, que todo fue un invento por nuestra parte…
- No tiene porqué enterarse si me la envías a Villareja.
- Gracias, Chato.
El antiguo bandolero cruzó la puerta y la cerró tras él. Natalia se quedó pensativa, le había emocionado recibir la visita del joven, jamás hubiera pensado que lo volvería a ver y mucho menos tan lejos de Arazana. Sus amigos eran felices, sus vidas estaban encarriladas, Sara estaba preparando su boda, todo estaba bien… era su vida la que seguía siendo un desastre. Un desastre que debía esforzarse en enmendar y encarrilar. Ya había dado un paso, ya había dejado que alguien la viera, aunque ese alguien estuviera obligado a mentir para ayudarla.
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Espero que este encuentro haya cumplido con vuestras espectativas...
#1199
10/02/2013 19:42
Capítulo 136
Nieves y Luis permanecían en el salón mientras Ángel estaba con su amiga.
- ¿Has oído cómo lo ha presentado? – Luis no esperó a que su esposa respondiera - Se conocieron cuando estuvo visitando a Sara.
- Sí, ya lo he oído. – Nieves permanecía sentada en el sofá observando a su hija quien, tumbada en el suelo, jugaba tratando de alcanzar sus piececitos con las manos.
- ¿Y? – Luis caminaba sin parar tratando de calmar su nerviosismo.
- Piensas que pueda ser él.
- ¿Tú no?
- No.
- ¿Cómo que no? ¿Por qué dices que no? – Luis se acercó a su hija y la tomó en brazos.
- Porque estaba demasiado tranquila, si hubiera sido él, no hubiese aceptado verlo. – Luis se quedó pensativo. Su esposa tenía razón, a Natalia le dolía tan solo pensar en él, recordarlo…
- Lo que no entiendo es que no acepta ver a nadie y que nadie la vea y sin embargo con él…
- Confía en él… - Nieves jugaba con uno de los cojines del sofá.
- ¿No te había hablado de este hombre antes?
- No. Tan solo habló de Miguel, el novio de su prima, y del muchacho ese que le caía mal… el hijo del terrateniente. Y es evidente que el hombre que ahora la acompaña no es ninguno de los dos.
- ¿Qué ha sido eso? – un ruido sobresaltó a la pareja. Luis entregó la niña a su madre y se asomó a la ventana para mirar hacia el jardín. Apartando las cortinas pudo ver como el misterioso visitante bajaba las escaleras de acceso a la casa y caminaba por el jardín hacia la calle. – Se ha ido…
- Espera. – con tan solo una palabra Nieves consiguió detener los pasos de su esposo que se dirigía hacia la puerta.
- ¿Por qué? – Luis vio como su mujer se levantaba y caminaba directamente hacia él. Al llegar a su lado le tendió la niña.
- Porque vas a ponerte a interrogar a Natalia como si fueras un inspector de policía investigando un asesinato. Yo subiré a hablar con ella. – sin darle tiempo a replicar, Nieves pasó a su lado y, tras cruzar la puerta, caminó hacia la escalera.
- ¿También tú me dejarás con la palabra en la boca tal y como hacen tu madre y tu madrina, mi cielo? – Luis depositó un beso en al cabecita de su hija y cerró la puerta del salón – No te puedes imaginar lo que me duele ver a Natalia tan triste… ¿Qué voy a hacer cuando crezcas y te separes de mi? ¿Cómo voy a poder protegerte de todo mal?
- ¿Puedo pasar? – Nieves abrió la puerta del dormitorio de Natalia y se asomó.
- Has tardado bastante… - escuchó como única respuesta - ¿Has conseguido calmar a Luis?
- ¿Cómo sabes que…?
- Puede que seas tú la que duerme con él a diario, pero yo lo conozco desde hace mucho más tiempo. – Natalia estaba junto a una de las enormes ventanas desde la que podía ver el mar, ni siquiera se había girado para mirar a su amiga.
- No puede evitarlo, te quiere demasiado y se preocupa por ti. – Nieves caminó por la estancia hasta colocarse junto a su amiga.
- Lo sé, y no puedes imaginarte cuánto lo siento…
- Háblame de él. - Nieves colocó una mano sobre el hombro de su amiga para darle ánimos.
- ¿De quién? ¿De Ángel?... No hay mucho que contar. – en realidad había mucho que contar, muchísimo, pero su pasado debía quedar silenciado.
- ¿Es… él? – se atrevió a preguntar Nieves.
- No, no es él. – Natalia seguía mirando por la ventana.
- Pero le conoce.
- Sí. – era cierto, Ángel conocía a Roberto, pero Natalia no sabía hasta que punto estaba enterado de la relación que habían mantenido. El último día de su estancia en Arazana había sido tan caótico que no estaba segura de lo que el antiguo bandolero habría descubierto.
- ¿Le contará que ha estado aquí? – le interrogó su amiga - ¿Le dirá cómo estás?
- No. No dirá nada a nadie, me lo ha prometido y confío en su palabra.
- ¿A qué ha venido?
- Trabaja para… - aquella visita le hizo ver a Natalia que Arazana quedaba muy lejos de allí, no solo geográficamente sino también emocionalmente. El galeno y Flor se habían casado, Sara estaba a punto de hacerlo… las vidas de todos habían seguido adelante, tan solo la suya se había quedado anclada en el pasado reviviendo los buenos y malos momentos pasados allí. Si había decidido salir adelante y enfrentarse a todo y a todos, bien podía sincerarse con su amiga, o al menos comenzar a hacerlo – trabaja para el mayor terrateniente de la comarca, don Germán Montoro. Parece que se encuentra aquí por negocios y quería visitarme.
- ¡Oh! – Nieves trataba de memorizar los datos que Natalia le iba facilitando – Así que esperas otra visita…
- No. Le he pedido que le diga que no me encontró. – Natalia se giró y miró por primera vez a su amiga y sonrió – Puedes decirle a Luis que se olvide de la fiesta.
- No te entiendo.
- Que como no voy a recibir a don Germán y a su hija Eugenia, no voy a cumplir mi parte del trato y por eso él puede no cumplir la suya.
- ¡Dejemos que sufra un poco! – Eugenia, otro nombre a memorizar para tratar de recordar si lo había nombrado. Tal vez fuera la jovencita enamoradiza de la que habló en una ocasión.
- ¿A qué te refieres? – Natalia quedó intrigada por las palabras de su amiga.
- Hace mucho tiempo que Luis no me lleva por ahí… - Nieves caminó hacia uno de los sillones y se acomodó allí – Primero por el embarazo y después por atender a la niña, hace meses que no tenemos una noche para nosotros solos.
- Seguro que a Luis se le ocurren mejores planes para disfrutar de una noche a solas contigo, que ir a esa fiesta de disfraces.
- Pero no está de más que nos relacionemos con otra gente. Además, así podremos enterarnos de lo que cotillean de ti. – dijo guiñando un ojo a su amiga.
Nieves y Luis permanecían en el salón mientras Ángel estaba con su amiga.
- ¿Has oído cómo lo ha presentado? – Luis no esperó a que su esposa respondiera - Se conocieron cuando estuvo visitando a Sara.
- Sí, ya lo he oído. – Nieves permanecía sentada en el sofá observando a su hija quien, tumbada en el suelo, jugaba tratando de alcanzar sus piececitos con las manos.
- ¿Y? – Luis caminaba sin parar tratando de calmar su nerviosismo.
- Piensas que pueda ser él.
- ¿Tú no?
- No.
- ¿Cómo que no? ¿Por qué dices que no? – Luis se acercó a su hija y la tomó en brazos.
- Porque estaba demasiado tranquila, si hubiera sido él, no hubiese aceptado verlo. – Luis se quedó pensativo. Su esposa tenía razón, a Natalia le dolía tan solo pensar en él, recordarlo…
- Lo que no entiendo es que no acepta ver a nadie y que nadie la vea y sin embargo con él…
- Confía en él… - Nieves jugaba con uno de los cojines del sofá.
- ¿No te había hablado de este hombre antes?
- No. Tan solo habló de Miguel, el novio de su prima, y del muchacho ese que le caía mal… el hijo del terrateniente. Y es evidente que el hombre que ahora la acompaña no es ninguno de los dos.
- ¿Qué ha sido eso? – un ruido sobresaltó a la pareja. Luis entregó la niña a su madre y se asomó a la ventana para mirar hacia el jardín. Apartando las cortinas pudo ver como el misterioso visitante bajaba las escaleras de acceso a la casa y caminaba por el jardín hacia la calle. – Se ha ido…
- Espera. – con tan solo una palabra Nieves consiguió detener los pasos de su esposo que se dirigía hacia la puerta.
- ¿Por qué? – Luis vio como su mujer se levantaba y caminaba directamente hacia él. Al llegar a su lado le tendió la niña.
- Porque vas a ponerte a interrogar a Natalia como si fueras un inspector de policía investigando un asesinato. Yo subiré a hablar con ella. – sin darle tiempo a replicar, Nieves pasó a su lado y, tras cruzar la puerta, caminó hacia la escalera.
- ¿También tú me dejarás con la palabra en la boca tal y como hacen tu madre y tu madrina, mi cielo? – Luis depositó un beso en al cabecita de su hija y cerró la puerta del salón – No te puedes imaginar lo que me duele ver a Natalia tan triste… ¿Qué voy a hacer cuando crezcas y te separes de mi? ¿Cómo voy a poder protegerte de todo mal?
- ¿Puedo pasar? – Nieves abrió la puerta del dormitorio de Natalia y se asomó.
- Has tardado bastante… - escuchó como única respuesta - ¿Has conseguido calmar a Luis?
- ¿Cómo sabes que…?
- Puede que seas tú la que duerme con él a diario, pero yo lo conozco desde hace mucho más tiempo. – Natalia estaba junto a una de las enormes ventanas desde la que podía ver el mar, ni siquiera se había girado para mirar a su amiga.
- No puede evitarlo, te quiere demasiado y se preocupa por ti. – Nieves caminó por la estancia hasta colocarse junto a su amiga.
- Lo sé, y no puedes imaginarte cuánto lo siento…
- Háblame de él. - Nieves colocó una mano sobre el hombro de su amiga para darle ánimos.
- ¿De quién? ¿De Ángel?... No hay mucho que contar. – en realidad había mucho que contar, muchísimo, pero su pasado debía quedar silenciado.
- ¿Es… él? – se atrevió a preguntar Nieves.
- No, no es él. – Natalia seguía mirando por la ventana.
- Pero le conoce.
- Sí. – era cierto, Ángel conocía a Roberto, pero Natalia no sabía hasta que punto estaba enterado de la relación que habían mantenido. El último día de su estancia en Arazana había sido tan caótico que no estaba segura de lo que el antiguo bandolero habría descubierto.
- ¿Le contará que ha estado aquí? – le interrogó su amiga - ¿Le dirá cómo estás?
- No. No dirá nada a nadie, me lo ha prometido y confío en su palabra.
- ¿A qué ha venido?
- Trabaja para… - aquella visita le hizo ver a Natalia que Arazana quedaba muy lejos de allí, no solo geográficamente sino también emocionalmente. El galeno y Flor se habían casado, Sara estaba a punto de hacerlo… las vidas de todos habían seguido adelante, tan solo la suya se había quedado anclada en el pasado reviviendo los buenos y malos momentos pasados allí. Si había decidido salir adelante y enfrentarse a todo y a todos, bien podía sincerarse con su amiga, o al menos comenzar a hacerlo – trabaja para el mayor terrateniente de la comarca, don Germán Montoro. Parece que se encuentra aquí por negocios y quería visitarme.
- ¡Oh! – Nieves trataba de memorizar los datos que Natalia le iba facilitando – Así que esperas otra visita…
- No. Le he pedido que le diga que no me encontró. – Natalia se giró y miró por primera vez a su amiga y sonrió – Puedes decirle a Luis que se olvide de la fiesta.
- No te entiendo.
- Que como no voy a recibir a don Germán y a su hija Eugenia, no voy a cumplir mi parte del trato y por eso él puede no cumplir la suya.
- ¡Dejemos que sufra un poco! – Eugenia, otro nombre a memorizar para tratar de recordar si lo había nombrado. Tal vez fuera la jovencita enamoradiza de la que habló en una ocasión.
- ¿A qué te refieres? – Natalia quedó intrigada por las palabras de su amiga.
- Hace mucho tiempo que Luis no me lleva por ahí… - Nieves caminó hacia uno de los sillones y se acomodó allí – Primero por el embarazo y después por atender a la niña, hace meses que no tenemos una noche para nosotros solos.
- Seguro que a Luis se le ocurren mejores planes para disfrutar de una noche a solas contigo, que ir a esa fiesta de disfraces.
- Pero no está de más que nos relacionemos con otra gente. Además, así podremos enterarnos de lo que cotillean de ti. – dijo guiñando un ojo a su amiga.
#1200
10/02/2013 22:52
Nieves intentando saber que le paso a Natalia en arazana
a la fiesta de disfracen si iran.............no??????????
gracias Roberta
a la fiesta de disfracen si iran.............no??????????
gracias Roberta