Foro Bandolera
Como no me gusta la historia... voy y la cambio (Natalia y Roberto)
#0
27/04/2011 20:02
Como estoy bastante aburrida de que me tengan a Roberto entre rejas, aunque sean las rejas de cartón piedra del cuartel de Arazana, y de que nadie (excepto San Miguel) intente hacer nada... pues voy y lo saco yo misma.
Y como la historia parece que va dos pasitos pa´lante y tres pa´trás, pues voy y la cambio a mi gusto.
Y como a mi el que me gusta es el Rober... pues también cambio la historia.
Creo que me he metio en un ebolao del que no voy a saber salir pero bueno, todo sea por dar ideas a los guionistas de nuestros amores. Ya me direis...
_____________________________________________________________________________
Capítulo 1
Parecía un sitio tranquilo, alejado del camino, seguro que por allí no pasaba gente con regularidad. La hierba que tapizaba la orilla del río era alta y estaba sin pisar así que decidió desmontar y descansar unos minutos.
- No puedo estar ya muy lejos de ese maldito pueblo. ¿Es que no había un lugar más perdido donde esconderte Sara?- dijo en voz alta mientras ataba el caballo a uno de los árboles que extendían sus ramas sobre el agua.
Mientras estiraba los músculos, agarrotados después de tan larga jornada a caballo, vio su reflejo en el remanso que el río formaba a pocos metros de allí. Miró hacia ambos lados y, al no ver a nadie y comprobar que el caballo se alimentaba tranquilamente, sonrió y comenzó a despojarse de sus vestimentas hasta quedar en ropa interior. Se adentró en el agua hasta que ésta le llegó hasta la cintura, entonces extendió los brazos y se dejó caer hacia atrás. Movía los brazos y las piernas lo indispensable para no alejarse demasiado de la orilla y mantenerse a flote, sintiendo cómo la corriente masajeaba su cuerpo. Sabía que la ropa que aún llevaba puesta, al mojarse, dejaría al descubierto las formas de su cuerpo, pero le daba igual, además, sería demasiada casualidad que alguien pasara por allí en ese momento.
Y como la historia parece que va dos pasitos pa´lante y tres pa´trás, pues voy y la cambio a mi gusto.
Y como a mi el que me gusta es el Rober... pues también cambio la historia.
Creo que me he metio en un ebolao del que no voy a saber salir pero bueno, todo sea por dar ideas a los guionistas de nuestros amores. Ya me direis...
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Capítulo 1
Parecía un sitio tranquilo, alejado del camino, seguro que por allí no pasaba gente con regularidad. La hierba que tapizaba la orilla del río era alta y estaba sin pisar así que decidió desmontar y descansar unos minutos.
- No puedo estar ya muy lejos de ese maldito pueblo. ¿Es que no había un lugar más perdido donde esconderte Sara?- dijo en voz alta mientras ataba el caballo a uno de los árboles que extendían sus ramas sobre el agua.
Mientras estiraba los músculos, agarrotados después de tan larga jornada a caballo, vio su reflejo en el remanso que el río formaba a pocos metros de allí. Miró hacia ambos lados y, al no ver a nadie y comprobar que el caballo se alimentaba tranquilamente, sonrió y comenzó a despojarse de sus vestimentas hasta quedar en ropa interior. Se adentró en el agua hasta que ésta le llegó hasta la cintura, entonces extendió los brazos y se dejó caer hacia atrás. Movía los brazos y las piernas lo indispensable para no alejarse demasiado de la orilla y mantenerse a flote, sintiendo cómo la corriente masajeaba su cuerpo. Sabía que la ropa que aún llevaba puesta, al mojarse, dejaría al descubierto las formas de su cuerpo, pero le daba igual, además, sería demasiada casualidad que alguien pasara por allí en ese momento.
#1161
21/01/2013 11:04
Gracias Roberta
#1162
21/01/2013 18:57
Gracias a vosotras...
_________________________________________________________________
Capítulo 131
- ¿Has visto cómo domino la silla? – Natalia daba vueltas por su habitación mientras Valeria seguía con la vista los movimientos de su madrina.
- Es lógico que lo hagas. – respondió Nieves – Llevas dos meses utilizándola.
- ¡Déjame a mi sobrinita! ¡Que la voy a llevar de paseo! – Natalia se dio impulso y soltó las manos para poder extender los brazos hacia su amiga, solicitando con el gesto que le pasara a la niña.
- ¿Por fin te vas a animar a salir al jardín? – preguntó Nieves ilusionada mientras dejaba a su hija en el regazo de su amiga - Ya era hora… Llevas seis meses encerrada en esta habitación sin querer salir para nada.
- No… aún no. – respondió Natalia con tristeza – Pero aquí también podemos pasear, ¿verdad, mi niña? – la joven atrajo a la pequeña todo lo que pudo a su cuerpo y, mientras la sujetaba con una mano, se impulsaba con la otra mano, girando la silla sobre sí misma.
- Os vais a marear. – Luis se encontraba sentado a la mesa de despacho que habían instalado junto al escritorio de Natalia y desde donde se manejaban todos los negocios de la joven desde el momento en que sufrió el accidente.
- No, eso no va a pasar, ¿verdad que no? – preguntó Natalia a la pequeña quien no dejaba de emitir sonidos expresando su alegría – Lo que pasa es que tu papá es un aguafiestas que no sabe cómo divertirse…
- Sé perfectamente cómo divertirme, – respondió el aludido – revisando balances de cuentas.
- Está bien, está bien… ya vuelvo al trabajo… - Natalia entregó a Valeria a su madre y se acercó a su escritorio – Estoy segura de que cuando Espartaco se rebeló, sus condiciones laborales eran mejores que las mías. – Nieves disimuló su sonrisa haciendo una carantoña a su hija.
- Y yo estoy seguro de que Espartaco no tenía tantas responsabilidades como tienes tú. – comentó Luis señalando la gran cantidad de facturas que tenía sobre la mesa - ¿Sabes lo que cuesta mantener abiertos la escuela y el dispensario y pagar los estudios de los muchachos que mantienes?
- ¿Nos hemos arruinado de la noche a la mañana y no podemos seguir haciendo frente a esos gastos? – preguntó Natalia sabiendo de antemano la respuesta.
- Por supuesto que no. Todos tus negocios van muy bien, increíblemente bien, diría yo.
- Será para compensar que a mí no me va tan bien. – comentó la muchacha
- Es por eso que no me puedes dejar solo ante todo, Natalia.
- ¡Por fin! – exclamó Nieves - ¡Hasta que pidió ayuda! ¿Has visto cuánto tiempo ha tardado? ¿Lo que le ha costado?
- Pues sí, así son los hombres… - continuó su amiga – Ya pueden estar con el agua al cuello que no piden ayuda, ellos pueden con todo. ¡Cómo van a pedirle ayuda a una mujer! – sin poder evitarlo, Natalia pensó en Roberto, en cómo tampoco había dicho nada de sus problemas económicos e irremediablemente se preguntó cómo le irían las cosas.
- De acuerdo, me rindo, no puedo con vosotras. Necesito ayuda, y lo digo en serio.
- ¿De qué estás hablando? – preguntó Natalia alarmada - ¿Hay algún problema legal? ¿El que te haya dejado al mando durante los últimos meses ha provocado algún problema?
- No, tranquila, no es eso. Lo que ocurre – comenzó a decir Luis tratando de tranquilizar a su amiga – es que es demasiado trabajo para una sola persona, ¡incluso para dos! Natalia, necesitamos contratar a alguien para que nos ayude con las tareas de dirección.
- ¿No pueden hacerlo los abogados? – preguntó ella.
- No se trata de eso, lo que necesitamos es un par de manos más que nos ayuden a arreglar todo este desbarajuste.
Lo cierto es que las mesas tras las que estaban sentados Natalia y Luis se encontraban repletas de carpetas que contenían informes, balances y documentos pendientes de revisar, demasiado trabajo para dos personas solas.
- Creo, - continuó hablando Luis – que deberíamos contratar un par de personas que puedan ayudarnos con el trabajo diario.
- ¿Secretarios? – preguntó Nieves – Ya tienes secretarios en las oficinas.
- No, no solo secretarios. – explicó su marido – Alguien de confianza en quien podamos delegar asuntos menores para poder centrarnos en otros temas.
- ¿Y ya has pensado en alguien? – preguntó Natalia indecisa.
- Hay tres o cuatro personas que me parecen muy válidas, son… - Luis sonrió, tomó la mano de Natalia y depositó un beso en su dorso – muchachos como yo, a los que tu familia proporcionó una educación y un futuro.
- Zalamero…
- Convences a los padres de los niños de que éstos sigan estudiando, diciéndoles que un ingeniero siempre podrá trabajar como obrero, pero que un obrero nunca podrá hacer el trabajo de un ingeniero. – Luis utilizaba las mismas palabras que ella usaba con sus trabajadores a la hora de hablar con sus hijos – Ante sus reticencias… les dices que podrán pagar sus estudios trabajando para ti cuando se gradúen y ahora tienes la posibilidad de aprovechar la situación y cumplir con lo que en tantas ocasiones has dicho.
- ¿Qué tienes pensado? – preguntó Natalia
- Hay dos muchachos que están muy bien preparados. Han sido los mejores de sus respectivas promociones…
- ¿Y no han conseguido trabajo? – le interrumpió la joven
- Todo lo contrario… tienen muy buenos empleos, pero estarían más que encantados de trabajar para ti.
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Capítulo 131
- ¿Has visto cómo domino la silla? – Natalia daba vueltas por su habitación mientras Valeria seguía con la vista los movimientos de su madrina.
- Es lógico que lo hagas. – respondió Nieves – Llevas dos meses utilizándola.
- ¡Déjame a mi sobrinita! ¡Que la voy a llevar de paseo! – Natalia se dio impulso y soltó las manos para poder extender los brazos hacia su amiga, solicitando con el gesto que le pasara a la niña.
- ¿Por fin te vas a animar a salir al jardín? – preguntó Nieves ilusionada mientras dejaba a su hija en el regazo de su amiga - Ya era hora… Llevas seis meses encerrada en esta habitación sin querer salir para nada.
- No… aún no. – respondió Natalia con tristeza – Pero aquí también podemos pasear, ¿verdad, mi niña? – la joven atrajo a la pequeña todo lo que pudo a su cuerpo y, mientras la sujetaba con una mano, se impulsaba con la otra mano, girando la silla sobre sí misma.
- Os vais a marear. – Luis se encontraba sentado a la mesa de despacho que habían instalado junto al escritorio de Natalia y desde donde se manejaban todos los negocios de la joven desde el momento en que sufrió el accidente.
- No, eso no va a pasar, ¿verdad que no? – preguntó Natalia a la pequeña quien no dejaba de emitir sonidos expresando su alegría – Lo que pasa es que tu papá es un aguafiestas que no sabe cómo divertirse…
- Sé perfectamente cómo divertirme, – respondió el aludido – revisando balances de cuentas.
- Está bien, está bien… ya vuelvo al trabajo… - Natalia entregó a Valeria a su madre y se acercó a su escritorio – Estoy segura de que cuando Espartaco se rebeló, sus condiciones laborales eran mejores que las mías. – Nieves disimuló su sonrisa haciendo una carantoña a su hija.
- Y yo estoy seguro de que Espartaco no tenía tantas responsabilidades como tienes tú. – comentó Luis señalando la gran cantidad de facturas que tenía sobre la mesa - ¿Sabes lo que cuesta mantener abiertos la escuela y el dispensario y pagar los estudios de los muchachos que mantienes?
- ¿Nos hemos arruinado de la noche a la mañana y no podemos seguir haciendo frente a esos gastos? – preguntó Natalia sabiendo de antemano la respuesta.
- Por supuesto que no. Todos tus negocios van muy bien, increíblemente bien, diría yo.
- Será para compensar que a mí no me va tan bien. – comentó la muchacha
- Es por eso que no me puedes dejar solo ante todo, Natalia.
- ¡Por fin! – exclamó Nieves - ¡Hasta que pidió ayuda! ¿Has visto cuánto tiempo ha tardado? ¿Lo que le ha costado?
- Pues sí, así son los hombres… - continuó su amiga – Ya pueden estar con el agua al cuello que no piden ayuda, ellos pueden con todo. ¡Cómo van a pedirle ayuda a una mujer! – sin poder evitarlo, Natalia pensó en Roberto, en cómo tampoco había dicho nada de sus problemas económicos e irremediablemente se preguntó cómo le irían las cosas.
- De acuerdo, me rindo, no puedo con vosotras. Necesito ayuda, y lo digo en serio.
- ¿De qué estás hablando? – preguntó Natalia alarmada - ¿Hay algún problema legal? ¿El que te haya dejado al mando durante los últimos meses ha provocado algún problema?
- No, tranquila, no es eso. Lo que ocurre – comenzó a decir Luis tratando de tranquilizar a su amiga – es que es demasiado trabajo para una sola persona, ¡incluso para dos! Natalia, necesitamos contratar a alguien para que nos ayude con las tareas de dirección.
- ¿No pueden hacerlo los abogados? – preguntó ella.
- No se trata de eso, lo que necesitamos es un par de manos más que nos ayuden a arreglar todo este desbarajuste.
Lo cierto es que las mesas tras las que estaban sentados Natalia y Luis se encontraban repletas de carpetas que contenían informes, balances y documentos pendientes de revisar, demasiado trabajo para dos personas solas.
- Creo, - continuó hablando Luis – que deberíamos contratar un par de personas que puedan ayudarnos con el trabajo diario.
- ¿Secretarios? – preguntó Nieves – Ya tienes secretarios en las oficinas.
- No, no solo secretarios. – explicó su marido – Alguien de confianza en quien podamos delegar asuntos menores para poder centrarnos en otros temas.
- ¿Y ya has pensado en alguien? – preguntó Natalia indecisa.
- Hay tres o cuatro personas que me parecen muy válidas, son… - Luis sonrió, tomó la mano de Natalia y depositó un beso en su dorso – muchachos como yo, a los que tu familia proporcionó una educación y un futuro.
- Zalamero…
- Convences a los padres de los niños de que éstos sigan estudiando, diciéndoles que un ingeniero siempre podrá trabajar como obrero, pero que un obrero nunca podrá hacer el trabajo de un ingeniero. – Luis utilizaba las mismas palabras que ella usaba con sus trabajadores a la hora de hablar con sus hijos – Ante sus reticencias… les dices que podrán pagar sus estudios trabajando para ti cuando se gradúen y ahora tienes la posibilidad de aprovechar la situación y cumplir con lo que en tantas ocasiones has dicho.
- ¿Qué tienes pensado? – preguntó Natalia
- Hay dos muchachos que están muy bien preparados. Han sido los mejores de sus respectivas promociones…
- ¿Y no han conseguido trabajo? – le interrumpió la joven
- Todo lo contrario… tienen muy buenos empleos, pero estarían más que encantados de trabajar para ti.
#1163
22/01/2013 19:31
- Me estás diciendo que dejarían sus trabajos actuales para venirse con nosotros… pues hay algo que no han entendido. – replicó Natalia
- No comprendo… - dijo Nieves
- Natalia piensa que no se puede confiar en alguien que cambia de trabajo tan alegremente, ¿no es así? – la muchacha afirmó con la cabeza – No es eso lo que ocurre, – Luis continuó hablando – lo que pasa es que todos los niños y niñas a los que das una oportunidad, y sobre todo sus padres, sueñan con poder agradecerte lo que has hecho por ellos.
- Pero no quiero que me lo agradezcan; no lo hago para que me lo agradezcan ni me tengan en un altar… - Natalia se sentía molesta – Además, ¿con que cara me voy a presentar después frente a los hombres para los que trabajan ahora?
- ¿Desde cuándo te importa lo que piensen los demás? – Natalia miró a su amigo a los ojos y éste rectificó – Perdona, lo siento, no debí haber dicho eso. Pero te aseguro que no habrá ningún problema con ellos.
- ¿Cómo estás tan seguro? – preguntó intrigada - ¿Has hablado con ellos? – el comentario de Natalia fue más una afirmación que una pregunta - ¿Cómo puedes haber…? – enfadada, la joven se impulsó en su silla hasta acercarse a la ventana.
- Natalia, necesitamos ayuda, esos muchachos quieren trabajar para ti y sus actuales jefes prefieren prescindir de ellos a seguir teniéndoles en plantilla mientras sueñan con trabajar para otro, en este caso tú.
- Pero… - la joven seguía reticente.
- De verdad, no va a haber ningún problema. – Luis se acercó a su amiga y la tomó de las manos - ¿Les digo que pueden incorporarse en cuanto se cumpla el tiempo de preaviso establecido en su actual empleo?
- Está bien. Se hará como tú digas. – respondió Natalia vencida, más no convencida.
- Muy bien, entonces los tendremos aquí en dos semanas. – Luis soltó las manos de Natalia y comenzó a caminar hacia la mesa, pero la voz de ella lo detuvo.
- No, aquí no. No quiero que estén aquí.
- ¿Por qué? – preguntó él – Aquí es donde trabajamos, aquí es donde los necesitamos.
- No, aquí no. Organízalo como creas conveniente, instálalos donde mejor te parezca, pero no aquí, no quiero que nadie me vea…así. – la voz de Natalia era firme, no estaba dispuesta a transigir en ese punto.
- Natalia, no puedes encerrarte en esta casa hasta el fin de tus días. – replicó Luis.
- La gente – intervino Nieves – comienza a sospechar que ocurre algo extraño. Es complicado hacer creer que estás de viaje en Inglaterra cuando Luis y yo venimos aquí a diario.
- Lo sé… sé que no puedo seguir escondida, sé que debo enfrentarme de nuevo al mundo pero… no sé si voy a tener el valor suficiente. Cada vez que pienso en ello – la muchacha seguía mirando por la ventana hacia el horizonte – me vuelven los recuerdos de hace años, los cuchicheos, las murmuraciones, las maledicencias. No quiero que nadie sienta lástima por mí, ni que hablen…
- Nadie va a sentir lástima ni va a hablar. – dijo Nieves arrodillándose a su lado
- ¿Puedes asegurármelo?
- No, no podemos asegurártelo. – respondió Luis situándose al otro lado de la silla – Es más, la gente hablará y cuchicheará, estarás en boca de todo el mundo, pero tan solo de ti depende esconderte o salir afuera con la frente bien alta. Tan solo de ti. Natalia… - continuó su amigo en un tono más dulce – Eres la persona más fuerte que conozco. Eres joven pero has sufrido más que muchos ancianos y siempre has seguido adelante, no te has dejado vencer por nada ni por nadie.
- Pero las cosas han cambiado. – dijo Natalia dejando escapar una lágrima
- Precisamente por eso debes seguir adelante, porque las cosas han cambiado. No puedes echarte a morir, no puedes dejarlo todo, encerrarte y olvidarte del mundo, no tienes derecho a hacerlo.
- Estamos aquí y siempre vamos a estar aquí. – Nieves continuó el discurso de su esposo – Siempre podrás contar con nosotros, nuestra mano siempre estará ahí, tendida… aunque en realidad sea otra la que desees estrechar.
- De acuerdo. – dijo Natalia con un sollozo – Haz lo que creas más conveniente, Luis; pero por favor, no creo que sea imprescindible que trabajen en la casa. Es más, preferiría que esto volviera a ser tan solo una casa lo antes posible y dejara de ser las oficinas centrales de la empresa.
- No comprendo… - dijo Nieves
- Natalia piensa que no se puede confiar en alguien que cambia de trabajo tan alegremente, ¿no es así? – la muchacha afirmó con la cabeza – No es eso lo que ocurre, – Luis continuó hablando – lo que pasa es que todos los niños y niñas a los que das una oportunidad, y sobre todo sus padres, sueñan con poder agradecerte lo que has hecho por ellos.
- Pero no quiero que me lo agradezcan; no lo hago para que me lo agradezcan ni me tengan en un altar… - Natalia se sentía molesta – Además, ¿con que cara me voy a presentar después frente a los hombres para los que trabajan ahora?
- ¿Desde cuándo te importa lo que piensen los demás? – Natalia miró a su amigo a los ojos y éste rectificó – Perdona, lo siento, no debí haber dicho eso. Pero te aseguro que no habrá ningún problema con ellos.
- ¿Cómo estás tan seguro? – preguntó intrigada - ¿Has hablado con ellos? – el comentario de Natalia fue más una afirmación que una pregunta - ¿Cómo puedes haber…? – enfadada, la joven se impulsó en su silla hasta acercarse a la ventana.
- Natalia, necesitamos ayuda, esos muchachos quieren trabajar para ti y sus actuales jefes prefieren prescindir de ellos a seguir teniéndoles en plantilla mientras sueñan con trabajar para otro, en este caso tú.
- Pero… - la joven seguía reticente.
- De verdad, no va a haber ningún problema. – Luis se acercó a su amiga y la tomó de las manos - ¿Les digo que pueden incorporarse en cuanto se cumpla el tiempo de preaviso establecido en su actual empleo?
- Está bien. Se hará como tú digas. – respondió Natalia vencida, más no convencida.
- Muy bien, entonces los tendremos aquí en dos semanas. – Luis soltó las manos de Natalia y comenzó a caminar hacia la mesa, pero la voz de ella lo detuvo.
- No, aquí no. No quiero que estén aquí.
- ¿Por qué? – preguntó él – Aquí es donde trabajamos, aquí es donde los necesitamos.
- No, aquí no. Organízalo como creas conveniente, instálalos donde mejor te parezca, pero no aquí, no quiero que nadie me vea…así. – la voz de Natalia era firme, no estaba dispuesta a transigir en ese punto.
- Natalia, no puedes encerrarte en esta casa hasta el fin de tus días. – replicó Luis.
- La gente – intervino Nieves – comienza a sospechar que ocurre algo extraño. Es complicado hacer creer que estás de viaje en Inglaterra cuando Luis y yo venimos aquí a diario.
- Lo sé… sé que no puedo seguir escondida, sé que debo enfrentarme de nuevo al mundo pero… no sé si voy a tener el valor suficiente. Cada vez que pienso en ello – la muchacha seguía mirando por la ventana hacia el horizonte – me vuelven los recuerdos de hace años, los cuchicheos, las murmuraciones, las maledicencias. No quiero que nadie sienta lástima por mí, ni que hablen…
- Nadie va a sentir lástima ni va a hablar. – dijo Nieves arrodillándose a su lado
- ¿Puedes asegurármelo?
- No, no podemos asegurártelo. – respondió Luis situándose al otro lado de la silla – Es más, la gente hablará y cuchicheará, estarás en boca de todo el mundo, pero tan solo de ti depende esconderte o salir afuera con la frente bien alta. Tan solo de ti. Natalia… - continuó su amigo en un tono más dulce – Eres la persona más fuerte que conozco. Eres joven pero has sufrido más que muchos ancianos y siempre has seguido adelante, no te has dejado vencer por nada ni por nadie.
- Pero las cosas han cambiado. – dijo Natalia dejando escapar una lágrima
- Precisamente por eso debes seguir adelante, porque las cosas han cambiado. No puedes echarte a morir, no puedes dejarlo todo, encerrarte y olvidarte del mundo, no tienes derecho a hacerlo.
- Estamos aquí y siempre vamos a estar aquí. – Nieves continuó el discurso de su esposo – Siempre podrás contar con nosotros, nuestra mano siempre estará ahí, tendida… aunque en realidad sea otra la que desees estrechar.
- De acuerdo. – dijo Natalia con un sollozo – Haz lo que creas más conveniente, Luis; pero por favor, no creo que sea imprescindible que trabajen en la casa. Es más, preferiría que esto volviera a ser tan solo una casa lo antes posible y dejara de ser las oficinas centrales de la empresa.
#1164
23/01/2013 19:32
- Margarita… - dijo Eugenia con aire inocente.
- Dime. – las jóvenes se encontraban en el salón del cortijo de los Montoro. Eugenia echaba un vistazo a una revista de modas recién llegada, mientras que la joven Guerra bordaba un pañuelo.
- ¿Puedo hacerte una pregunta?
- Bien sabes que sí, Eugenia.
- Es que se trata de una pregunta personal… - semejante comentario hizo que Margarita se pusiera nerviosa y se pinchara en un dedo – Lo siento. – dijo Eugenia ante la reacción de su acompañante.
- No es nada.
- Margarita, mi padre no está y Álvaro también ha salido; estamos solas en la casa.
- ¿Qué tiene eso que ver? – preguntó su amiga intrigada
- Te lo digo porque quiero que estés segura de que todo lo que hablemos va a quedar entre nosotras.
- Eugenia, no me gusta el cariz que está tomando esta conversación. – Margarita trató de levantarse del sofá pero su amiga se lo impidió.
- Margarita, ¿te has enamorado de Roberto? – preguntó Eugenia. Llevaba varias semanas buscando el momento más adecuado para plantear la incógnita, pero no veía nunca la oportunidad.
-Pero, ¿cómo puedes preguntarme semejante…? – Margarita se sonrojó y no supo como terminar la frase.
- Margarita, puedes sincerarte conmigo. – Eugenia dejó de lado la revista y se acercó a su amiga – Nos conocemos desde niñas, durante años pensamos que nuestros deseos de ser hermanas se harían realidad cuando te casaras con Álvaro. – el escuchar el nombre de su antiguo prometido hizo que Margarita sintiera que algo se removía en su interior – Eso no pudo ser pero… durante los últimos meses he podido observaros a Roberto y a ti y pienso…
- No sigas Eugenia, no sigas.
- No me digas que Roberto te ha…
- Roberto ha sido muy amable conmigo en todo momento, nada más.
- Pero…
- Eugenia… - Margarita dejó escapar un suspiro – Parece que no quieras entender.
- Pues háblame… - la animó su amiga.
- Sabes que desde que era una niña – comenzó a decir la joven – todos mis sueños estaban unidos a una vida con tu hermano.
- Si…
- Por eso cuando… cuando sufrí el secuestro y Álvaro no me apoyó… Yo… yo pensé que era porque estaba tan asustado como yo. – Eugenia tomó a su amiga de la mano, animándola a que siguiera hablando – Las cosas no iban bien entre nosotros, me había dado cuenta de que estaba muy distraído cuando estábamos juntos, pero no le había dado importancia… o no había querido dársela; pero jamás pensé que anulara nuestro compromiso.
- No puedo imaginar qué le pasó por la mente a Álvaro para hacerte aquello, no quieras saber el alboroto que se organizó en casa cuando dijo que había decidido no casarse contigo. – Eugenia se levantó de su asiento y se acercó a la repisa de la chimenea en donde se apoyó.
- Pensé que sentía cierto aprecio por mí, que me tenía cariño…
- Margarita, un matrimonio no puede estar basado en el cariño…
- Pensé – siguió hablando la joven Guerra – que no importaba que no me amara, que era suficiente con que me tuviera cariño, que yo…
- Margarita… - Eugenia volvió a sentarse junto a su amiga
- No te preocupes… ya me he hecho a la idea.
- Entonces, ¿Roberto? – preguntó Eugenia.
- Es… es muy amable conmigo, pero tan solo eso. Él… él está sufriendo mucho, por eso nos comprendemos.
- ¿Sufriendo?
- Sí, por la señorita Natalia. – explicó Margarita.
- ¿No me digas que aún piensa en ella? – preguntó Eugenia exasperada – Pero si hace meses que se fue de Arazana.
- ¿Y eso qué tendrá que ver?
- Que si mi hermano le importase lo más mínimo, hubiera vuelto…
- Después de cómo la trató… – comentó Margarita en voz baja, tan solo para sí misma. Roberto se había sincerado con ella, le había comentado que había sido muy cruel con la mujer que amaba, tanto que dudaba de que ella pudiera perdonarlo algún día, pero también le había confesado que lo había hecho pensando tan solo en el bienestar de ella.
- Así que si no ha vuelto es que él no le importaba lo más mínimo y fue tan solo… un pasatiempo. ¡Ya está! ¡Ya lo he dicho! Roberto tan solo fue un pasatiempo para esa dichosa señorita Reeves. – Eugenia estaba furiosa, siempre había sentido verdadero aprecio por Roberto y le dolía que no fuera feliz.
- No entiendes nada… - Margarita sabía que no podría hacer comprender a Eugenia el dolor que se siente al perder al amor de tu vida. No es que no fuera capaz de amar, lo que ocurría era que no había conocido un amor tan profundo como el que Roberto y ella habían sentido y aún sentían por Natalia y Álvaro.
- Lo único que entiendo es que tanto Roberto como tú andáis cual almas en pena por dos personas que no merecen vuestro amor, ¡qué digo amor! ¡No merecen que perdáis un solo instante pensando en ellos! – Eugenia comenzó a caminar por el salón hablando en voz alta, tan alta que Margarita se alegró de que no hubiera nadie más en la casa - ¿Dónde va a encontrar Álvaro alguien que lo quiera como lo quieres tú? ¡Qué digo cómo tú… simplemente alguien que lo quiera! Y en cuanto a esa señorita Reeves… si de verdad le hubiera importado Roberto, habría vuelto. Muy valiente por viajar sola… muy adelantada a su tiempo… muy progresista… pero no se ha rebajado a que la vean con un jornalero… ¡Bien que se cuidó de que nadie los viera juntos!
- Eugenia, por favor…
- Ni por favor, ni nada.
- No quieres entender… No sabes lo que es querer tanto a alguien que no te importa lo que te ocurra a ti, si el otro se encuentra bien y es feliz. Así es como Roberto y yo nos sentimos, por eso nos comprendemos, por eso podemos hablar, ambos hemos encontrado a alguien que entiende cómo nos sentimos y respeta nuestro dolor. Nadie que no se haya sentido así puede saber por lo que estamos pasando. – las tristes palabras de Margarita hicieron que Eugenia volviera a sentarse a su lado.
- Pero entonces…
- Déjalo, Eugenia, te lo suplico. No intentes emparejarnos, ni entre nosotros ni con nadie. – Margarita trataba de hacer entender a su amiga, por enésima vez, lo que sentía su corazón – Cuando se siente un amor tan profundo, tan incondicional, tan inmenso… como el que Roberto y yo hemos sentido, el corazón se cierra, guardando los pocos recuerdos que quedan tras el adiós. Mi corazón se cerró para cualquier hombre que no sea tu hermano Álvaro y el de Roberto… el suyo se lo entregó a la señorita Natalia. Como puedes ver, – dijo tratando de esconder las lágrimas tras una triste sonrisa – esta historia es digna de cualquier novela barata que puedas encontrar en el colmado.
- ¿Y estáis dispuestos a no enamoraros de nuevo?
- ¿De nuevo? – una lágrima rodó por el rostro de Margarita mientras sonreía tristemente - ¿Cómo vamos a amar de nuevo si no hemos dejado de amar en ningún momento?
- Dime. – las jóvenes se encontraban en el salón del cortijo de los Montoro. Eugenia echaba un vistazo a una revista de modas recién llegada, mientras que la joven Guerra bordaba un pañuelo.
- ¿Puedo hacerte una pregunta?
- Bien sabes que sí, Eugenia.
- Es que se trata de una pregunta personal… - semejante comentario hizo que Margarita se pusiera nerviosa y se pinchara en un dedo – Lo siento. – dijo Eugenia ante la reacción de su acompañante.
- No es nada.
- Margarita, mi padre no está y Álvaro también ha salido; estamos solas en la casa.
- ¿Qué tiene eso que ver? – preguntó su amiga intrigada
- Te lo digo porque quiero que estés segura de que todo lo que hablemos va a quedar entre nosotras.
- Eugenia, no me gusta el cariz que está tomando esta conversación. – Margarita trató de levantarse del sofá pero su amiga se lo impidió.
- Margarita, ¿te has enamorado de Roberto? – preguntó Eugenia. Llevaba varias semanas buscando el momento más adecuado para plantear la incógnita, pero no veía nunca la oportunidad.
-Pero, ¿cómo puedes preguntarme semejante…? – Margarita se sonrojó y no supo como terminar la frase.
- Margarita, puedes sincerarte conmigo. – Eugenia dejó de lado la revista y se acercó a su amiga – Nos conocemos desde niñas, durante años pensamos que nuestros deseos de ser hermanas se harían realidad cuando te casaras con Álvaro. – el escuchar el nombre de su antiguo prometido hizo que Margarita sintiera que algo se removía en su interior – Eso no pudo ser pero… durante los últimos meses he podido observaros a Roberto y a ti y pienso…
- No sigas Eugenia, no sigas.
- No me digas que Roberto te ha…
- Roberto ha sido muy amable conmigo en todo momento, nada más.
- Pero…
- Eugenia… - Margarita dejó escapar un suspiro – Parece que no quieras entender.
- Pues háblame… - la animó su amiga.
- Sabes que desde que era una niña – comenzó a decir la joven – todos mis sueños estaban unidos a una vida con tu hermano.
- Si…
- Por eso cuando… cuando sufrí el secuestro y Álvaro no me apoyó… Yo… yo pensé que era porque estaba tan asustado como yo. – Eugenia tomó a su amiga de la mano, animándola a que siguiera hablando – Las cosas no iban bien entre nosotros, me había dado cuenta de que estaba muy distraído cuando estábamos juntos, pero no le había dado importancia… o no había querido dársela; pero jamás pensé que anulara nuestro compromiso.
- No puedo imaginar qué le pasó por la mente a Álvaro para hacerte aquello, no quieras saber el alboroto que se organizó en casa cuando dijo que había decidido no casarse contigo. – Eugenia se levantó de su asiento y se acercó a la repisa de la chimenea en donde se apoyó.
- Pensé que sentía cierto aprecio por mí, que me tenía cariño…
- Margarita, un matrimonio no puede estar basado en el cariño…
- Pensé – siguió hablando la joven Guerra – que no importaba que no me amara, que era suficiente con que me tuviera cariño, que yo…
- Margarita… - Eugenia volvió a sentarse junto a su amiga
- No te preocupes… ya me he hecho a la idea.
- Entonces, ¿Roberto? – preguntó Eugenia.
- Es… es muy amable conmigo, pero tan solo eso. Él… él está sufriendo mucho, por eso nos comprendemos.
- ¿Sufriendo?
- Sí, por la señorita Natalia. – explicó Margarita.
- ¿No me digas que aún piensa en ella? – preguntó Eugenia exasperada – Pero si hace meses que se fue de Arazana.
- ¿Y eso qué tendrá que ver?
- Que si mi hermano le importase lo más mínimo, hubiera vuelto…
- Después de cómo la trató… – comentó Margarita en voz baja, tan solo para sí misma. Roberto se había sincerado con ella, le había comentado que había sido muy cruel con la mujer que amaba, tanto que dudaba de que ella pudiera perdonarlo algún día, pero también le había confesado que lo había hecho pensando tan solo en el bienestar de ella.
- Así que si no ha vuelto es que él no le importaba lo más mínimo y fue tan solo… un pasatiempo. ¡Ya está! ¡Ya lo he dicho! Roberto tan solo fue un pasatiempo para esa dichosa señorita Reeves. – Eugenia estaba furiosa, siempre había sentido verdadero aprecio por Roberto y le dolía que no fuera feliz.
- No entiendes nada… - Margarita sabía que no podría hacer comprender a Eugenia el dolor que se siente al perder al amor de tu vida. No es que no fuera capaz de amar, lo que ocurría era que no había conocido un amor tan profundo como el que Roberto y ella habían sentido y aún sentían por Natalia y Álvaro.
- Lo único que entiendo es que tanto Roberto como tú andáis cual almas en pena por dos personas que no merecen vuestro amor, ¡qué digo amor! ¡No merecen que perdáis un solo instante pensando en ellos! – Eugenia comenzó a caminar por el salón hablando en voz alta, tan alta que Margarita se alegró de que no hubiera nadie más en la casa - ¿Dónde va a encontrar Álvaro alguien que lo quiera como lo quieres tú? ¡Qué digo cómo tú… simplemente alguien que lo quiera! Y en cuanto a esa señorita Reeves… si de verdad le hubiera importado Roberto, habría vuelto. Muy valiente por viajar sola… muy adelantada a su tiempo… muy progresista… pero no se ha rebajado a que la vean con un jornalero… ¡Bien que se cuidó de que nadie los viera juntos!
- Eugenia, por favor…
- Ni por favor, ni nada.
- No quieres entender… No sabes lo que es querer tanto a alguien que no te importa lo que te ocurra a ti, si el otro se encuentra bien y es feliz. Así es como Roberto y yo nos sentimos, por eso nos comprendemos, por eso podemos hablar, ambos hemos encontrado a alguien que entiende cómo nos sentimos y respeta nuestro dolor. Nadie que no se haya sentido así puede saber por lo que estamos pasando. – las tristes palabras de Margarita hicieron que Eugenia volviera a sentarse a su lado.
- Pero entonces…
- Déjalo, Eugenia, te lo suplico. No intentes emparejarnos, ni entre nosotros ni con nadie. – Margarita trataba de hacer entender a su amiga, por enésima vez, lo que sentía su corazón – Cuando se siente un amor tan profundo, tan incondicional, tan inmenso… como el que Roberto y yo hemos sentido, el corazón se cierra, guardando los pocos recuerdos que quedan tras el adiós. Mi corazón se cerró para cualquier hombre que no sea tu hermano Álvaro y el de Roberto… el suyo se lo entregó a la señorita Natalia. Como puedes ver, – dijo tratando de esconder las lágrimas tras una triste sonrisa – esta historia es digna de cualquier novela barata que puedas encontrar en el colmado.
- ¿Y estáis dispuestos a no enamoraros de nuevo?
- ¿De nuevo? – una lágrima rodó por el rostro de Margarita mientras sonreía tristemente - ¿Cómo vamos a amar de nuevo si no hemos dejado de amar en ningún momento?
#1165
23/01/2013 19:40
Roberta...garcias....me encanta...la tengo toda en mi ordenador...para releerla toda seguida cuando acabes la historia
#1166
24/01/2013 19:28
Gracias a tí, Cheche; pero como te dé por leerla de un tirón vas a pasar un buen rato.
_________________________________________________________________________
- Al menos ha aceptado que contrate a esos muchachos…
Luis llevaba a su hija en brazos de camino a su casa. La niña se había quedado dormida, pero su padre no la quiso acostar en el cochecito que, vacío, Nieves empujaba. Toda la gente que vivía en los alrededores se había acostumbrado a verlos caminar a diario con la niña; todos comentaban la bonita estampa que presentaban, un joven matrimonio bien avenido en el que las diferencias sociales entre los miembros de la pareja no habían hecho mella. Amablemente les saludaban y se preguntaban la causa por la que a diario visitaban la casa de la joven Reeves y pasaban horas en ella dado que la dueña de la casa se encontraba de viaje y no era posible hacer visitas de cortesía. ¿Estarían cuidando del correcto funcionamiento de la casa? Era extraño, meses atrás la joven Reeves también se había ausentado y la pareja había seguido con su modo de vida habitual. De cualquier modo, todos se limitaban a saludar y nadie se atrevía a preguntar.
- ¿De veras son necesarios o es solo para que Natalia no se quede encerrada? – Nieves se acercó para comprobar si su hija estaba bien cubierta por las mantillas.
- Un poco de todo. – respondió Luis – Lo cierto es que desde la compra de los astilleros y con la detección de la nueva veta de mineral me faltan horas en el día para llegar a todo.
- ¡Oh, mi amor! – exclamó ella zalamera.
- No me vengas con ¡oh, mi amor! – dijo él sonriente – Realmente necesitamos esa ayuda y Natalia tiene que involucrarse más en sus negocios… lo único que hacéis en todo el día es jugar con Valeria.
- ¿No será que tú también quieres jugar con la niña?
- Por supuesto que sí… - dijo dejando escapar una carcajada que inmediatamente reprimió al sentir como su hija se revolvía inquieta – pero también quiero que Natalia se distraiga, que olvide que pasa los días postrada en una cama o sentada en una silla de ruedas. Frente a su escritorio, rodeada de informes y balances, está en mis mismas condiciones, no importa que mi silla tenga patas y la suya ruedas, pero cuando se aleja del escritorio… las diferencias vuelven a estar ahí.
- ¿Y lo de tratar que vengan a la casa? ¿Es realmente necesario? – Nieves comprobó que su hija permanecía profundamente dormida y que la conversación de sus padres no conseguía despertarla.
- No, pueden realizar el trabajo perfectamente desde las oficinas, pero quería ver la reacción de Natalia. Estarás de acuerdo conmigo en que no puede seguir escondiéndose…
- No se está escondiendo, se está recuperando. – Nieves trató de defender a su amiga
- Podría recuperarse igual de bien saliendo a la calle… o al jardín al menos. – Luis dejó de hablar al instante al darse cuenta de que estaba elevando la voz.
- Fuimos nosotros los que dijimos que había salido de viaje para no tener que dar explicaciones durante los meses que estuvo inconsciente.
- Lo sé, mi amor, lo sé. Pero también puede aparecer ahora diciendo que ya ha regresado a casa. El otro día – comenzó a decir Luis bajando aún más la voz – Mariana me estuvo contando…
- ¿El qué?
- La gente está intrigada, nos ven entrar y salir de la casa como si fuéramos de visita, pero se supone que Natalia está de viaje y en la casa no hay nadie.
- ¿Y?
- Nadie se atreve a preguntarnos a nosotros, al menos por el momento… pero el otro día pararon a las muchachas en el mercado.
- ¿Me estás diciendo que las señoras de la alta sociedad se están rebajando a preguntar al servicio por lo que ocurre en la casa? – preguntó Nieves extrañada.
- Por supuesto que no… mandan a sus criadas, a sus cocineras… para que pregunten y después les informen.
- ¡Serán hipócritas! – Nieves estaba indignada - Cuando Natalia anuló su compromiso dijeron mil barbaridades de ella sin saber lo que había ocurrido, la trataron como si estuviera loca, le hicieron el vacío durante años. Ahora han vuelto a aceptarla en su círculo, algo que a ella ni le va ni le viene, pero cuchichean a sus espaldas. ¡Ojalá alguna se atreviera a preguntarme! ¡Se le iban a quitar las ganas de jugar a los detectives en menos de lo que canta un gallo!
- Sea como sea, – Luis trató de tranquilizar a su esposa. Él había tenido la misma reacción cuando el ama de llaves de la casa le comentó lo que les había ocurrido a las sirvientas, pero trató de serenarse pensando que los arrebatos nunca traen cosas buenas – debemos hacer algo y mi idea de que Natalia comience a ver gente y la gente la vea, aunque sean sus empleados, me pareció un primer paso.
- No va a aceptar, la conozco y no va a querer que nadie la vea en su estado. Según el doctor, – continuó diciendo la joven – en aproximadamente un mes podrá dejar esa silla definitivamente y entonces volverá a ser la de siempre.
- Por favor, Nieves, no me hagas comulgar con ruedas de molino… ni tú misma crees lo que estás diciendo. Natalia ya no volverá a ser la de siempre, la que conocíamos…
- Tal vez sea para bien. – dijo su esposa pensativa.
- ¿Para bien?
- Sí, piénsalo por un momento. – continuó la joven - A partir de ahora Natalia va a estar más centrada, todo lo que ha ocurrido va a hacer que sus prioridades cambien y…
- Natalia no necesita ni centrarse, ni hacer que sus prioridades cambien, tan solo necesita…
- ¿Qué? – preguntó ella con voz dulce.
- No lo sé… de verdad que no lo sé, pero ojalá pudiera saberlo para poder proporcionárselo. – Luis abrazó con ternura a su hija y depositó un beso en su cabecita.
- No te preocupes, Natalia es fuerte, va a estar bien. Ya verás como en unos meses esto será tan solo un mal recuerdo.
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- Al menos ha aceptado que contrate a esos muchachos…
Luis llevaba a su hija en brazos de camino a su casa. La niña se había quedado dormida, pero su padre no la quiso acostar en el cochecito que, vacío, Nieves empujaba. Toda la gente que vivía en los alrededores se había acostumbrado a verlos caminar a diario con la niña; todos comentaban la bonita estampa que presentaban, un joven matrimonio bien avenido en el que las diferencias sociales entre los miembros de la pareja no habían hecho mella. Amablemente les saludaban y se preguntaban la causa por la que a diario visitaban la casa de la joven Reeves y pasaban horas en ella dado que la dueña de la casa se encontraba de viaje y no era posible hacer visitas de cortesía. ¿Estarían cuidando del correcto funcionamiento de la casa? Era extraño, meses atrás la joven Reeves también se había ausentado y la pareja había seguido con su modo de vida habitual. De cualquier modo, todos se limitaban a saludar y nadie se atrevía a preguntar.
- ¿De veras son necesarios o es solo para que Natalia no se quede encerrada? – Nieves se acercó para comprobar si su hija estaba bien cubierta por las mantillas.
- Un poco de todo. – respondió Luis – Lo cierto es que desde la compra de los astilleros y con la detección de la nueva veta de mineral me faltan horas en el día para llegar a todo.
- ¡Oh, mi amor! – exclamó ella zalamera.
- No me vengas con ¡oh, mi amor! – dijo él sonriente – Realmente necesitamos esa ayuda y Natalia tiene que involucrarse más en sus negocios… lo único que hacéis en todo el día es jugar con Valeria.
- ¿No será que tú también quieres jugar con la niña?
- Por supuesto que sí… - dijo dejando escapar una carcajada que inmediatamente reprimió al sentir como su hija se revolvía inquieta – pero también quiero que Natalia se distraiga, que olvide que pasa los días postrada en una cama o sentada en una silla de ruedas. Frente a su escritorio, rodeada de informes y balances, está en mis mismas condiciones, no importa que mi silla tenga patas y la suya ruedas, pero cuando se aleja del escritorio… las diferencias vuelven a estar ahí.
- ¿Y lo de tratar que vengan a la casa? ¿Es realmente necesario? – Nieves comprobó que su hija permanecía profundamente dormida y que la conversación de sus padres no conseguía despertarla.
- No, pueden realizar el trabajo perfectamente desde las oficinas, pero quería ver la reacción de Natalia. Estarás de acuerdo conmigo en que no puede seguir escondiéndose…
- No se está escondiendo, se está recuperando. – Nieves trató de defender a su amiga
- Podría recuperarse igual de bien saliendo a la calle… o al jardín al menos. – Luis dejó de hablar al instante al darse cuenta de que estaba elevando la voz.
- Fuimos nosotros los que dijimos que había salido de viaje para no tener que dar explicaciones durante los meses que estuvo inconsciente.
- Lo sé, mi amor, lo sé. Pero también puede aparecer ahora diciendo que ya ha regresado a casa. El otro día – comenzó a decir Luis bajando aún más la voz – Mariana me estuvo contando…
- ¿El qué?
- La gente está intrigada, nos ven entrar y salir de la casa como si fuéramos de visita, pero se supone que Natalia está de viaje y en la casa no hay nadie.
- ¿Y?
- Nadie se atreve a preguntarnos a nosotros, al menos por el momento… pero el otro día pararon a las muchachas en el mercado.
- ¿Me estás diciendo que las señoras de la alta sociedad se están rebajando a preguntar al servicio por lo que ocurre en la casa? – preguntó Nieves extrañada.
- Por supuesto que no… mandan a sus criadas, a sus cocineras… para que pregunten y después les informen.
- ¡Serán hipócritas! – Nieves estaba indignada - Cuando Natalia anuló su compromiso dijeron mil barbaridades de ella sin saber lo que había ocurrido, la trataron como si estuviera loca, le hicieron el vacío durante años. Ahora han vuelto a aceptarla en su círculo, algo que a ella ni le va ni le viene, pero cuchichean a sus espaldas. ¡Ojalá alguna se atreviera a preguntarme! ¡Se le iban a quitar las ganas de jugar a los detectives en menos de lo que canta un gallo!
- Sea como sea, – Luis trató de tranquilizar a su esposa. Él había tenido la misma reacción cuando el ama de llaves de la casa le comentó lo que les había ocurrido a las sirvientas, pero trató de serenarse pensando que los arrebatos nunca traen cosas buenas – debemos hacer algo y mi idea de que Natalia comience a ver gente y la gente la vea, aunque sean sus empleados, me pareció un primer paso.
- No va a aceptar, la conozco y no va a querer que nadie la vea en su estado. Según el doctor, – continuó diciendo la joven – en aproximadamente un mes podrá dejar esa silla definitivamente y entonces volverá a ser la de siempre.
- Por favor, Nieves, no me hagas comulgar con ruedas de molino… ni tú misma crees lo que estás diciendo. Natalia ya no volverá a ser la de siempre, la que conocíamos…
- Tal vez sea para bien. – dijo su esposa pensativa.
- ¿Para bien?
- Sí, piénsalo por un momento. – continuó la joven - A partir de ahora Natalia va a estar más centrada, todo lo que ha ocurrido va a hacer que sus prioridades cambien y…
- Natalia no necesita ni centrarse, ni hacer que sus prioridades cambien, tan solo necesita…
- ¿Qué? – preguntó ella con voz dulce.
- No lo sé… de verdad que no lo sé, pero ojalá pudiera saberlo para poder proporcionárselo. – Luis abrazó con ternura a su hija y depositó un beso en su cabecita.
- No te preocupes, Natalia es fuerte, va a estar bien. Ya verás como en unos meses esto será tan solo un mal recuerdo.
#1167
25/01/2013 20:37
Roberta72 sigue cuando puedas está muy bien tu historia.
#1168
26/01/2013 18:04
Gracias por los halagos pero creo que son immerecidos.
______________________________________________________________________
Capítulo 132
- Siéntate, hijo. – Roberto entró en la casa cuando su madre estaba terminando de poner la mesa – Tu abuelo está en el corral y tu hermano no va a venir a comer.
- ¿Dónde se ha metido? – preguntó el joven extrañado.
- Se ha quedado en el pueblo, está tan enfrascado en sus estudios que la señorita Flor le ha invitado a almorzar en su casa para que no pierda ni un solo instante.
- Pues sí que le ha dado fuerte a Juanito… - comentó Roberto risueño.
- No se te ocurra meterte con él. Ese muchacho ha estado muy confundido durante un tiempo y ahora parece que está centrado e ilusionado con los estudios. – Carmen terminaba de poner la mesa y arreglar la comida mientras hablaba con su hijo mayor.
- No se preocupe, voy a portarme bien. – Roberto se quitó la chaqueta y la dejó colgada antes de servirse un vaso de vino y sentarse a la mesa.
- Roberto… - Carmen dejó lo que estaba haciendo, se secó las manos en el delantal y se sentó junto a su hijo – tu abuelo y yo tenemos unos ahorros, suficientes como para que Juanito pueda ir a la universidad y alojarse durante una temporada, sin lujos eso sí, pero…
- Tranquila madre, yo me encargo. – Roberto tomó la mano de su madre para darle ánimos.
- Pero hijo… ¿de dónde vas a sacar el dineral que hace falta para que tu hermano pueda estudiar? Tu terreno apenas produce para alimentar una familia y…
- Ya sé que lo que produce el terreno es una mínima parte de lo que se necesita, - Roberto no solo pensaba en que con aquel dinero no se podría hacer gran cosa, sino que debía devolver el dinero que Natalia le prestó – pero en el partido me pagan algo.
- ¿Te pagan? – preguntó ella extrañada. Roberto les había contado lo que significaba entrar en política y a lo que se dedicaba, pero la mujer no lo había entendido en profundidad.
- Sí, aunque no es mucho. Tan solo para cubrir los gastos que supone el tener que viajar y poco más, pero yo me arreglo con cualquier cosa. Usted no se preocupe, yo me encargo de que Juanito vaya a la universidad, ahora solo falta que él estudie y se esfuerce.
- Por eso no te preocupes. – Carmen se puso en pie y volvió a los fogones donde aún tenía la comida a medio preparar - Tiene locos a la señorita Flor y al doctor Buendía. Siempre está haciéndoles preguntas. Lo malo es que aún no sabe qué estudiar.
- Yo creía que le gustaba la ingeniería o algo así…
- Pues lleva un par de semanas en que cada vez que ve al doctor Buendía lo vuelve loco a preguntas.
- No me haga reír, madre. – Roberto dejó escapar una risa y su madre lo miró fijamente, desde que Tomás murió, las risas casi no habían aparecido por aquella casa. – ¿Juanito, medico? Pero si se marea cuando ve una gota de sangre. ¿Cómo va a hacerse médico?
- Cuando te hirieron… - Carmen no quería recordar momentos tan duros, pero era necesario para que su hijo comprendiera – tu hermano lo pasó muy mal. Con la muerte de vuestro padre tan reciente se asustó mucho y cuando por fin despertaste, miró al doctor con tal admiración… Estaba aterrado ante la idea de perderte también a ti.
- Pero de ahí a hacerse médico. – Roberto no sabía que Juanito lo hubiera pasado tan mal, nunca le comentó nada al respecto.
- Lo sé. Yo también pienso que la medicina no es para él, pero cualquiera lo hace cambiar de opinión. Es tan terco como su hermano mayor…
- Madre…
- ¿Sí, Roberto? – Carmen seguía atenta al guiso que revolvía junto a la lumbre mientras hablaba con su hijo.
- Cuando me hirieron… el ataque…
- Roberto, por favor, no hablemos de ello. Cada vez que lo recuerdo, cada vez que pienso en ello se me hiela la sangre en las venas.
- Quería decirle que el haber estado a punto de morir ha hecho que piense en muchas cosas. – Cosme había finalizado sus tareas en el corral y estaba a punto de entrar en la casa cuando, a través de la ventana, oyó a su hija y a su nieto hablando y decidió permanecer fuera y dejarlos a solas.
- ¿En qué? – hasta Carmen habían llegado los rumores que corrían por el pueblo de que Roberto había comenzado a frecuentar a Margarita Guerra y, si bien no tenía con el muchacho la misma confianza que antes y no se atrevía a preguntarle, dudaba que fueran ciertos.
- En muchas cosas… - Roberto no sabía muy bien cómo hablar con su madre, pero sabía que no podía demorar mucho más el tema – Yo sabía que Olmedo iba a por mí antes de que tratara de matarme.
- Ese hombre siempre te ha tenido ojeriza. – Carmen apartó la olla del fuego y regresó a la mesa junto a su hijo.
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Capítulo 132
- Siéntate, hijo. – Roberto entró en la casa cuando su madre estaba terminando de poner la mesa – Tu abuelo está en el corral y tu hermano no va a venir a comer.
- ¿Dónde se ha metido? – preguntó el joven extrañado.
- Se ha quedado en el pueblo, está tan enfrascado en sus estudios que la señorita Flor le ha invitado a almorzar en su casa para que no pierda ni un solo instante.
- Pues sí que le ha dado fuerte a Juanito… - comentó Roberto risueño.
- No se te ocurra meterte con él. Ese muchacho ha estado muy confundido durante un tiempo y ahora parece que está centrado e ilusionado con los estudios. – Carmen terminaba de poner la mesa y arreglar la comida mientras hablaba con su hijo mayor.
- No se preocupe, voy a portarme bien. – Roberto se quitó la chaqueta y la dejó colgada antes de servirse un vaso de vino y sentarse a la mesa.
- Roberto… - Carmen dejó lo que estaba haciendo, se secó las manos en el delantal y se sentó junto a su hijo – tu abuelo y yo tenemos unos ahorros, suficientes como para que Juanito pueda ir a la universidad y alojarse durante una temporada, sin lujos eso sí, pero…
- Tranquila madre, yo me encargo. – Roberto tomó la mano de su madre para darle ánimos.
- Pero hijo… ¿de dónde vas a sacar el dineral que hace falta para que tu hermano pueda estudiar? Tu terreno apenas produce para alimentar una familia y…
- Ya sé que lo que produce el terreno es una mínima parte de lo que se necesita, - Roberto no solo pensaba en que con aquel dinero no se podría hacer gran cosa, sino que debía devolver el dinero que Natalia le prestó – pero en el partido me pagan algo.
- ¿Te pagan? – preguntó ella extrañada. Roberto les había contado lo que significaba entrar en política y a lo que se dedicaba, pero la mujer no lo había entendido en profundidad.
- Sí, aunque no es mucho. Tan solo para cubrir los gastos que supone el tener que viajar y poco más, pero yo me arreglo con cualquier cosa. Usted no se preocupe, yo me encargo de que Juanito vaya a la universidad, ahora solo falta que él estudie y se esfuerce.
- Por eso no te preocupes. – Carmen se puso en pie y volvió a los fogones donde aún tenía la comida a medio preparar - Tiene locos a la señorita Flor y al doctor Buendía. Siempre está haciéndoles preguntas. Lo malo es que aún no sabe qué estudiar.
- Yo creía que le gustaba la ingeniería o algo así…
- Pues lleva un par de semanas en que cada vez que ve al doctor Buendía lo vuelve loco a preguntas.
- No me haga reír, madre. – Roberto dejó escapar una risa y su madre lo miró fijamente, desde que Tomás murió, las risas casi no habían aparecido por aquella casa. – ¿Juanito, medico? Pero si se marea cuando ve una gota de sangre. ¿Cómo va a hacerse médico?
- Cuando te hirieron… - Carmen no quería recordar momentos tan duros, pero era necesario para que su hijo comprendiera – tu hermano lo pasó muy mal. Con la muerte de vuestro padre tan reciente se asustó mucho y cuando por fin despertaste, miró al doctor con tal admiración… Estaba aterrado ante la idea de perderte también a ti.
- Pero de ahí a hacerse médico. – Roberto no sabía que Juanito lo hubiera pasado tan mal, nunca le comentó nada al respecto.
- Lo sé. Yo también pienso que la medicina no es para él, pero cualquiera lo hace cambiar de opinión. Es tan terco como su hermano mayor…
- Madre…
- ¿Sí, Roberto? – Carmen seguía atenta al guiso que revolvía junto a la lumbre mientras hablaba con su hijo.
- Cuando me hirieron… el ataque…
- Roberto, por favor, no hablemos de ello. Cada vez que lo recuerdo, cada vez que pienso en ello se me hiela la sangre en las venas.
- Quería decirle que el haber estado a punto de morir ha hecho que piense en muchas cosas. – Cosme había finalizado sus tareas en el corral y estaba a punto de entrar en la casa cuando, a través de la ventana, oyó a su hija y a su nieto hablando y decidió permanecer fuera y dejarlos a solas.
- ¿En qué? – hasta Carmen habían llegado los rumores que corrían por el pueblo de que Roberto había comenzado a frecuentar a Margarita Guerra y, si bien no tenía con el muchacho la misma confianza que antes y no se atrevía a preguntarle, dudaba que fueran ciertos.
- En muchas cosas… - Roberto no sabía muy bien cómo hablar con su madre, pero sabía que no podía demorar mucho más el tema – Yo sabía que Olmedo iba a por mí antes de que tratara de matarme.
- Ese hombre siempre te ha tenido ojeriza. – Carmen apartó la olla del fuego y regresó a la mesa junto a su hijo.
#1169
26/01/2013 22:40
Gracias Roberta....sigue con la historia. Me encanta
#1170
27/01/2013 00:45
Muy bonita ..besos
#1171
27/01/2013 18:22
Gracias Roberta
#1172
27/01/2013 18:37
Por lo que veo tengo más seguidoras que Tirso Calero... jejeje (aunque eso tampoco es mucho decir).
¡¡¡GRACIAS!!!
______________________________________________________________________
- Me refiero a que sabía que Olmedo había contratado a alguien para matarme. – Carmen se quedó sin respiración por un momento y se llevó las manos al rostro, tratando de asimilar lo que su hijo le estaba narrando. Fuera, Cosme siguió escuchando, esperando la reacción de su hija. Él ya conocía la verdad, la había sospechado en todo momento y Roberto se lo había confirmado unas semanas atrás – Madre, tranquilícese, ya todo pasó.
- ¿Cómo quieres que me tranquilice? – consiguió decir con un hilo de voz. – Te quería matar… y tú lo sabías…
- Sí y la verdad es que no me hubiera importado en absoluto que se hubiera salido con la suya.
- ¿Cómo puedes decir eso? – Carmen estaba aterrorizada ante lo que estaba escuchando.
- Porque es la verdad. – la voz de Roberto sonaba cansada, como la de un anciano que estaba agotado, vencido y de vuelta de todo, en lugar de sonar como la de un hombre joven con toda una vida por delante – En aquellos días yo… nada me importaba, todo me era indiferente y lo que no me era indiferente me resultaba doloroso.
- Roberto…
- No madre, no llore, no estoy hablando de… usted, de lo que descubrí…o al menos no solo de eso. – Roberto respiró profundamente y se levantó, comenzando a caminar nerviosamente por toda la estancia – Hay otras cosas que no vienen al caso y de las que es mejor no hablar.
Tras la puerta, Cosme escuchaba atentamente. No estaba orgulloso de estar escuchando tras las puertas como un viejo chismoso, pero sabía que Roberto necesitaba desahogarse y estaba seguro de que con él no lo haría de aquella manera, ya que él le reprocharía haber tirado por la borda el amor que sentía por Natalia Reeves. Cosme se preguntó cómo le iría a la señorita Natalia, ¿se habría repuesto ya del rechazo de su nieto? Seguramente no, había hablado con ella en muy contadas ocasiones, pero su amor por Roberto era tan puro y evidente que no podría haberlo olvidado en tan solo unos meses. Decidió preguntarle a Sara por su prima la próxima vez que la viera en Arazana.
- La cuestión es que el saber que la vida vale tan poco, y es tan frágil que puede acabar de un momento a otro, me ha dado mucho que pensar. Lo que quiero decirle es que… – Roberto seguía caminando, pasándose las manos por los cabellos - ¡Dios! Toda la facilidad de palabra que tengo a la hora de dar mítines no me vendría nada mal ahora mismo…
- Tranquilo, hijo, te escucho. – Carmen no tenía la menor idea de qué quería decirle Roberto, pero sabía que se trataba de algo muy importante.
- Lo que quería decirle es que la entiendo… que sé lo que es querer algo, conseguirlo y perderlo… que sé lo que es tener tanto miedo que no ves ninguna salida más allá de la mentira. – Roberto hablaba deprisa; sus palabras, entrecortadas por la emoción y el llanto, parecían incoherentes, pero para él y Cosme eran muy claras – Yo no puedo juzgarla, no tengo ningún derecho a decirle que lo que hizo estuvo mal. Seguramente en aquel momento no vio ninguna otra salida e hizo lo que mejor le pareció.
- Hijo…
- Yo… es… es difícil para mí aceptar todo lo que ha sucedido, pero no tengo más remedio. No se puede tapar el sol con un dedo y sería muy tonto por mi parte enfadarme con usted por algo que ya no tiene vuelta atrás.
- Roberto… - Carmen se levantó, acercándose a su hijo y abrazándolo – Imagino lo difícil que te está siendo decirme todo esto pero no puedes imaginar el bien que me hace escucharte.
- Madre… A pesar de lo que le estoy diciendo… - Roberto mantenía a su madre abrazada, fijando la mirada en la pared situada frente a ellos, evitando de ese modo mirarla a los ojos – yo… mi padre siempre será Tomás Pérez. No puedo evitarlo, no puedo sentirlo de otro modo. Germán Montoro para mí no es… no es nadie, o al menos no es nadie a quien pueda apreciar.
- ¿Te lo has encontrado? – Carmen temía que Roberto y Germán se hubieran encontrado y él hombre hubiera puesto sus intenciones en conocimiento de su hijo.
- No, no me lo he encontrado… - Roberto se separó unos centímetros de su madre - pero conozco sus intenciones.
- Tu abuelo…
- Sí, él me lo dijo. – confirmó el muchacho.
- Roberto, por favor, si te lo encuentras, si se dirige a ti…
- Madre, no me pida que lo acepte…
- No, no voy a hacer tal cosa. Tan solo deja que hable, deja que se explique. – suplicó la mujer.
- ¿Para qué? Él sigue siendo un terrateniente que explota a sus trabajadores, yo sigo siendo un revolucionario con ideas anarquistas… ni yo he cambiado ni él ha cambiado. Madre, es mejor que deje las cosas tal y como están.
¡¡¡GRACIAS!!!
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- Me refiero a que sabía que Olmedo había contratado a alguien para matarme. – Carmen se quedó sin respiración por un momento y se llevó las manos al rostro, tratando de asimilar lo que su hijo le estaba narrando. Fuera, Cosme siguió escuchando, esperando la reacción de su hija. Él ya conocía la verdad, la había sospechado en todo momento y Roberto se lo había confirmado unas semanas atrás – Madre, tranquilícese, ya todo pasó.
- ¿Cómo quieres que me tranquilice? – consiguió decir con un hilo de voz. – Te quería matar… y tú lo sabías…
- Sí y la verdad es que no me hubiera importado en absoluto que se hubiera salido con la suya.
- ¿Cómo puedes decir eso? – Carmen estaba aterrorizada ante lo que estaba escuchando.
- Porque es la verdad. – la voz de Roberto sonaba cansada, como la de un anciano que estaba agotado, vencido y de vuelta de todo, en lugar de sonar como la de un hombre joven con toda una vida por delante – En aquellos días yo… nada me importaba, todo me era indiferente y lo que no me era indiferente me resultaba doloroso.
- Roberto…
- No madre, no llore, no estoy hablando de… usted, de lo que descubrí…o al menos no solo de eso. – Roberto respiró profundamente y se levantó, comenzando a caminar nerviosamente por toda la estancia – Hay otras cosas que no vienen al caso y de las que es mejor no hablar.
Tras la puerta, Cosme escuchaba atentamente. No estaba orgulloso de estar escuchando tras las puertas como un viejo chismoso, pero sabía que Roberto necesitaba desahogarse y estaba seguro de que con él no lo haría de aquella manera, ya que él le reprocharía haber tirado por la borda el amor que sentía por Natalia Reeves. Cosme se preguntó cómo le iría a la señorita Natalia, ¿se habría repuesto ya del rechazo de su nieto? Seguramente no, había hablado con ella en muy contadas ocasiones, pero su amor por Roberto era tan puro y evidente que no podría haberlo olvidado en tan solo unos meses. Decidió preguntarle a Sara por su prima la próxima vez que la viera en Arazana.
- La cuestión es que el saber que la vida vale tan poco, y es tan frágil que puede acabar de un momento a otro, me ha dado mucho que pensar. Lo que quiero decirle es que… – Roberto seguía caminando, pasándose las manos por los cabellos - ¡Dios! Toda la facilidad de palabra que tengo a la hora de dar mítines no me vendría nada mal ahora mismo…
- Tranquilo, hijo, te escucho. – Carmen no tenía la menor idea de qué quería decirle Roberto, pero sabía que se trataba de algo muy importante.
- Lo que quería decirle es que la entiendo… que sé lo que es querer algo, conseguirlo y perderlo… que sé lo que es tener tanto miedo que no ves ninguna salida más allá de la mentira. – Roberto hablaba deprisa; sus palabras, entrecortadas por la emoción y el llanto, parecían incoherentes, pero para él y Cosme eran muy claras – Yo no puedo juzgarla, no tengo ningún derecho a decirle que lo que hizo estuvo mal. Seguramente en aquel momento no vio ninguna otra salida e hizo lo que mejor le pareció.
- Hijo…
- Yo… es… es difícil para mí aceptar todo lo que ha sucedido, pero no tengo más remedio. No se puede tapar el sol con un dedo y sería muy tonto por mi parte enfadarme con usted por algo que ya no tiene vuelta atrás.
- Roberto… - Carmen se levantó, acercándose a su hijo y abrazándolo – Imagino lo difícil que te está siendo decirme todo esto pero no puedes imaginar el bien que me hace escucharte.
- Madre… A pesar de lo que le estoy diciendo… - Roberto mantenía a su madre abrazada, fijando la mirada en la pared situada frente a ellos, evitando de ese modo mirarla a los ojos – yo… mi padre siempre será Tomás Pérez. No puedo evitarlo, no puedo sentirlo de otro modo. Germán Montoro para mí no es… no es nadie, o al menos no es nadie a quien pueda apreciar.
- ¿Te lo has encontrado? – Carmen temía que Roberto y Germán se hubieran encontrado y él hombre hubiera puesto sus intenciones en conocimiento de su hijo.
- No, no me lo he encontrado… - Roberto se separó unos centímetros de su madre - pero conozco sus intenciones.
- Tu abuelo…
- Sí, él me lo dijo. – confirmó el muchacho.
- Roberto, por favor, si te lo encuentras, si se dirige a ti…
- Madre, no me pida que lo acepte…
- No, no voy a hacer tal cosa. Tan solo deja que hable, deja que se explique. – suplicó la mujer.
- ¿Para qué? Él sigue siendo un terrateniente que explota a sus trabajadores, yo sigo siendo un revolucionario con ideas anarquistas… ni yo he cambiado ni él ha cambiado. Madre, es mejor que deje las cosas tal y como están.
#1173
27/01/2013 18:57
Muy bien redactada Roberta .bss
#1174
29/01/2013 07:37
- Buenas tardes, Cosme.
- ¿Qué hace usted aquí? – preguntó el anciano al darse cuenta de que ya no estaba solo. El hombre estaba tan atento a la conversación entre su hija y su nieto que no se percató de que tenían visita – Ya le dije que no era bienvenido en esta casa, y mucho menos para tratar de enredar a mi nieto. ¿No cree que ya ha sufrido demasiado? ¡Déjelo en paz!
- Yo no quiero que sufra, tan solo quiero hablar con él para hacerle ver…
- Ya le conté yo de su visita… – interrumpió Cosme – y no quiere saber nada de usted.
- Pero yo necesito hablarle… necesito que me comprenda…
- Yo, yo, yo… siempre usted, sus necesidades y sus caprichos… y después todo lo demás.
- ¿Qué sucede aquí? – Roberto había escuchado las voces y salió de su casa.
- Hijo… - Carmen se asomó a la puerta tras él y lo tomó del brazo, tratando de detenerlo en el caso de que decidiera ir hacia su padre.
- Deseaba hablar contigo, Roberto. – Germán Montoro se irguió armándose de valor, dispuesto a enfrentar las palabras que el muchacho tuviera a bien decirle.
- Pero yo no deseo hablar con usted. – la voz de Roberto fue clara y rotunda
- Creo que deberías escucharlo. – Carmen intervino de nuevo.
- Madre…
- Por favor, Roberto, escúchale aunque sea tan solo una vez. – Carmen se agarró con fuerza al brazo de su hijo y éste no tuvo valor para negarse de nuevo.
- Tiene dos minutos. – Cosme no había visto a su nieto tan firme y templado nunca, el dolor que había sufrido en los últimos meses lo había hecho madurar a marchas forzadas.
- Yo… yo no sabía que eras mi hijo, si lo hubiera sabido… - Germán se detuvo un instante para tomar aliento - Cuando Carmen me dijo que estaba embarazada me asusté muchísimo e hice lo único que se me ocurrió en aquellos momentos. Cometí un error, sé que estuvo mal, muy mal, pero era un chiquillo, un chiquillo asustado que dependía para todo de sus padres, que no sabía lo que era la vida real. Roberto, si hubiera sabido que tú eras mi hijo… - Germán dejó de hablar esperando a una respuesta del muchacho que tenía frente a él. Siempre se fijó en Roberto, primero por ser hijo de Carmen y después por la determinación y diligencia con la que trabajaba. Era el mejor jornalero que había tenido nunca, el más responsable y trabajador y también el más consecuente con sus ideas, ayudando a los demás compañeros y solicitando mejoras que pensaba debían ser implantadas. Siempre había comparado a Roberto con Álvaro y éste último era quien siempre había salido peor parado.
- ¿Ya ha terminado? ¿No tiene nada más que decir? – preguntó Roberto tras unos segundos de silencio – Pues ahora me toca a mí. Yo no soy su hijo y usted no es mi padre y nunca lo será, mi padre se llamaba Tomás Pérez y murió ahí, - Roberto señaló el interior de la casa - en el suelo, rodeado de su familia. Usted no es más que el hombre que dejó embarazada a mi madre y después se desentendió. ¿Qué era un chiquillo asustado? Todos hemos sido chiquillos y todos hemos tenido miedo y todos hemos cometido errores…, pero hemos de aceptarlos y seguir adelante. Hace treinta años usted no quería tener un hijo… no se preocupe que no lo tiene. – Roberto se soltó de las manos de su madre y entró en la casa, segundos después salió con la chaqueta en una mano y un pedazo de pan en la otra.
- Roberto, ¿dónde vas? – preguntó Carmen mientras recibía un beso de despedida de su hijo.
- No me esperen, volveré tarde. Hasta luego, abuelo. Hasta nunca, señor Montoro. – Cosme miró a su hija y salió tras su nieto, ignorando por completo a Germán.
- ¿Qué hace usted aquí? – preguntó el anciano al darse cuenta de que ya no estaba solo. El hombre estaba tan atento a la conversación entre su hija y su nieto que no se percató de que tenían visita – Ya le dije que no era bienvenido en esta casa, y mucho menos para tratar de enredar a mi nieto. ¿No cree que ya ha sufrido demasiado? ¡Déjelo en paz!
- Yo no quiero que sufra, tan solo quiero hablar con él para hacerle ver…
- Ya le conté yo de su visita… – interrumpió Cosme – y no quiere saber nada de usted.
- Pero yo necesito hablarle… necesito que me comprenda…
- Yo, yo, yo… siempre usted, sus necesidades y sus caprichos… y después todo lo demás.
- ¿Qué sucede aquí? – Roberto había escuchado las voces y salió de su casa.
- Hijo… - Carmen se asomó a la puerta tras él y lo tomó del brazo, tratando de detenerlo en el caso de que decidiera ir hacia su padre.
- Deseaba hablar contigo, Roberto. – Germán Montoro se irguió armándose de valor, dispuesto a enfrentar las palabras que el muchacho tuviera a bien decirle.
- Pero yo no deseo hablar con usted. – la voz de Roberto fue clara y rotunda
- Creo que deberías escucharlo. – Carmen intervino de nuevo.
- Madre…
- Por favor, Roberto, escúchale aunque sea tan solo una vez. – Carmen se agarró con fuerza al brazo de su hijo y éste no tuvo valor para negarse de nuevo.
- Tiene dos minutos. – Cosme no había visto a su nieto tan firme y templado nunca, el dolor que había sufrido en los últimos meses lo había hecho madurar a marchas forzadas.
- Yo… yo no sabía que eras mi hijo, si lo hubiera sabido… - Germán se detuvo un instante para tomar aliento - Cuando Carmen me dijo que estaba embarazada me asusté muchísimo e hice lo único que se me ocurrió en aquellos momentos. Cometí un error, sé que estuvo mal, muy mal, pero era un chiquillo, un chiquillo asustado que dependía para todo de sus padres, que no sabía lo que era la vida real. Roberto, si hubiera sabido que tú eras mi hijo… - Germán dejó de hablar esperando a una respuesta del muchacho que tenía frente a él. Siempre se fijó en Roberto, primero por ser hijo de Carmen y después por la determinación y diligencia con la que trabajaba. Era el mejor jornalero que había tenido nunca, el más responsable y trabajador y también el más consecuente con sus ideas, ayudando a los demás compañeros y solicitando mejoras que pensaba debían ser implantadas. Siempre había comparado a Roberto con Álvaro y éste último era quien siempre había salido peor parado.
- ¿Ya ha terminado? ¿No tiene nada más que decir? – preguntó Roberto tras unos segundos de silencio – Pues ahora me toca a mí. Yo no soy su hijo y usted no es mi padre y nunca lo será, mi padre se llamaba Tomás Pérez y murió ahí, - Roberto señaló el interior de la casa - en el suelo, rodeado de su familia. Usted no es más que el hombre que dejó embarazada a mi madre y después se desentendió. ¿Qué era un chiquillo asustado? Todos hemos sido chiquillos y todos hemos tenido miedo y todos hemos cometido errores…, pero hemos de aceptarlos y seguir adelante. Hace treinta años usted no quería tener un hijo… no se preocupe que no lo tiene. – Roberto se soltó de las manos de su madre y entró en la casa, segundos después salió con la chaqueta en una mano y un pedazo de pan en la otra.
- Roberto, ¿dónde vas? – preguntó Carmen mientras recibía un beso de despedida de su hijo.
- No me esperen, volveré tarde. Hasta luego, abuelo. Hasta nunca, señor Montoro. – Cosme miró a su hija y salió tras su nieto, ignorando por completo a Germán.
#1175
29/01/2013 19:21
- Roberto, muchacho, no corras que mis piernas ya no son lo que eran. – Cosme caminó tras su nieto durante algunos metros antes de llamar su atención, había querido alejarse de la casa porque deseaba hablar con su nieto a solas.
- Abuelo, no sabía que estuviera usted ahí. - Roberto había comenzado a andar sin darse cuenta si lo seguía alguien o no y al darse cuenta de que su abuelo lo seguía, se detuvo.
- ¿Cómo estás? – preguntó el anciano cuando llegó junto al anciano.
- Aliviado cuando menos. – ante el gesto de su abuelo, Roberto continuó hablando – Desde que usted me dijo que el Montoro había estado en la casa porque quería hablar conmigo he estado esperando encontrármelo de sopetón tras cualquier esquina. Incluso Eugenia me advirtió de sus intenciones.
- ¿La señorita Eugenia?
- Sí, ella. Me la he encontrado en alguna ocasión.
- Eso ya lo sabía, lo que no sabía es que te hubiera hablado de las intenciones de…
- ¿Que sabía que Eugenia y yo nos habíamos visto? – preguntó Roberto extrañado.
- Por supuesto. – respondió el anciano. - En este mundo no hay nada oculto bajo el sol. Y también sé que parece que te llevas muy bien con la señorita Guerra.
- Pero qué dice, abuelo. No diga tonterías. – dijo Roberto echándose a caminar de nuevo.
- No son tonterías, tan solo te estoy contando lo que dice todo el mundo en el pueblo.
- La gente se ocupa de cosas que no son de su incumbencia… - replicó molesto.
- Entonces… ¿hay algo entre vosotros? – preguntó con malicia. El hombre sabía de sobra la respuesta, pero quería hacer hablar a su nieto; sentía que cada vez que lo oía hablar de Natalia, cada vez que lo hacía recordar aquellos días, el muchacho iba bajando las defensas y se volvía más vulnerable. El anciano esperaba minar, poco a poco, la coraza con que Roberto había cubierto su corazón y de aquel modo hacerlo reaccionar.
- Ya le he dicho que no diga tonterías, ¿cómo voy a tener algo con una señorita fina como Margarita Guerra?
- Bueno… también tuviste algo con la señorita Natalia. Y antes que en ella te fijaste en su prima Sara, ¿o ya no te acuerdas de ellas? Parece que te llaman la atención las señoritas finas.
- Eso no es así y usted lo sabe.
- Claro que lo sé… - Cosme conocía bien a su nieto y se daba cuenta de que la etapa de intentar convencerlo había pasado y debía de ser duro con él e intentar hacerle ver que debía buscar una segunda oportunidad con Natalia Reeves – Por eso no entiendo que estés aquí, lamentándote, llorando tus penas a la señorita Eugenia y a la señorita Margarita.
- Abuelo, yo no estoy haciendo tal cosa. – respondió Roberto casi sin voz
- Por supuesto que lo estás haciendo. Estás aquí, lamentándote y escondiéndote, pero sin hacer absolutamente nada. Hace unos minutos le has dicho al Montoro que se comportó como un chiquillo asustado, - Roberto levantó la mirada al escuchar que su abuelo nombraba a Germán – pero tú te comportas aún peor.
- ¿Por qué dice eso? ¿Por qué me compara con él?
- Porque sois iguales… De tal palo tal astilla, solo que él se ha dado cuenta de su error y lo admite.
- ¿Acaso está usted defendiéndole? ¿Está defendiendo que quisiera deshacerse de mí? ¿Que abandonara a mi madre a su suerte? – Roberto estaba realmente furioso al escuchar las palabras de su abuelo.
- No, no lo defiendo, ni muchísimo menos, no tuvo los arrestos suficientes como para comportarse como un hombre… – Cosme también había levantado la voz pero, tras realizar una pausa, continuó en voz más baja – como tampoco no los has tenido tú.
- Eso no es así…
- ¿Ah, no? Él abandonó a tu madre hace treinta años y tú que has hecho… - al no obtener respuesta de su nieto siguió preguntando - ¡Dime! ¿Qué has hecho? – tras unos segundos en silencio, Cosme continuó hablando - ¿No te atreves a contestar? ¿Tampoco tienes arrestos ahora? Pues yo te voy a decir qué es lo que has hecho. Has abandonado a una mujer que te ama, que te ama muchísimo más de lo que mereces y no lo digo porque ella sea una joven rica y de buena familia y tú tan solo un jornalero…, no; lo digo porque no has tenido las narices suficientes de corresponder a su amor. Porque no solo la abandonaste, la humillaste, sino que hiciste que se marchara de este pueblo sola… ¿Cómo pudiste?
- ¿Y qué quiere que haga?
- ¡Quiero que te comportes como un hombre, maldita sea! Quiero que tomes algo de ese valor que te sobra cuando hablas con tus compañeros del partido y vayas en su busca, le pidas perdón y supliques y esperes para que no te saque a patadas de su vida definitivamente.
- No puedo, abuelo.
- Cobarde…
- Si, llámeme cobarde si quiere, pero no puedo… no puedo ir en su busca. Tengo demasiado miedo.
- ¿Miedo? ¿A qué? ¿Qué daño puede hacerte? No es más que una jovencita…
- No podría seguir viviendo si no me perdonara, si me mirara con desprecio.
- Abuelo, no sabía que estuviera usted ahí. - Roberto había comenzado a andar sin darse cuenta si lo seguía alguien o no y al darse cuenta de que su abuelo lo seguía, se detuvo.
- ¿Cómo estás? – preguntó el anciano cuando llegó junto al anciano.
- Aliviado cuando menos. – ante el gesto de su abuelo, Roberto continuó hablando – Desde que usted me dijo que el Montoro había estado en la casa porque quería hablar conmigo he estado esperando encontrármelo de sopetón tras cualquier esquina. Incluso Eugenia me advirtió de sus intenciones.
- ¿La señorita Eugenia?
- Sí, ella. Me la he encontrado en alguna ocasión.
- Eso ya lo sabía, lo que no sabía es que te hubiera hablado de las intenciones de…
- ¿Que sabía que Eugenia y yo nos habíamos visto? – preguntó Roberto extrañado.
- Por supuesto. – respondió el anciano. - En este mundo no hay nada oculto bajo el sol. Y también sé que parece que te llevas muy bien con la señorita Guerra.
- Pero qué dice, abuelo. No diga tonterías. – dijo Roberto echándose a caminar de nuevo.
- No son tonterías, tan solo te estoy contando lo que dice todo el mundo en el pueblo.
- La gente se ocupa de cosas que no son de su incumbencia… - replicó molesto.
- Entonces… ¿hay algo entre vosotros? – preguntó con malicia. El hombre sabía de sobra la respuesta, pero quería hacer hablar a su nieto; sentía que cada vez que lo oía hablar de Natalia, cada vez que lo hacía recordar aquellos días, el muchacho iba bajando las defensas y se volvía más vulnerable. El anciano esperaba minar, poco a poco, la coraza con que Roberto había cubierto su corazón y de aquel modo hacerlo reaccionar.
- Ya le he dicho que no diga tonterías, ¿cómo voy a tener algo con una señorita fina como Margarita Guerra?
- Bueno… también tuviste algo con la señorita Natalia. Y antes que en ella te fijaste en su prima Sara, ¿o ya no te acuerdas de ellas? Parece que te llaman la atención las señoritas finas.
- Eso no es así y usted lo sabe.
- Claro que lo sé… - Cosme conocía bien a su nieto y se daba cuenta de que la etapa de intentar convencerlo había pasado y debía de ser duro con él e intentar hacerle ver que debía buscar una segunda oportunidad con Natalia Reeves – Por eso no entiendo que estés aquí, lamentándote, llorando tus penas a la señorita Eugenia y a la señorita Margarita.
- Abuelo, yo no estoy haciendo tal cosa. – respondió Roberto casi sin voz
- Por supuesto que lo estás haciendo. Estás aquí, lamentándote y escondiéndote, pero sin hacer absolutamente nada. Hace unos minutos le has dicho al Montoro que se comportó como un chiquillo asustado, - Roberto levantó la mirada al escuchar que su abuelo nombraba a Germán – pero tú te comportas aún peor.
- ¿Por qué dice eso? ¿Por qué me compara con él?
- Porque sois iguales… De tal palo tal astilla, solo que él se ha dado cuenta de su error y lo admite.
- ¿Acaso está usted defendiéndole? ¿Está defendiendo que quisiera deshacerse de mí? ¿Que abandonara a mi madre a su suerte? – Roberto estaba realmente furioso al escuchar las palabras de su abuelo.
- No, no lo defiendo, ni muchísimo menos, no tuvo los arrestos suficientes como para comportarse como un hombre… – Cosme también había levantado la voz pero, tras realizar una pausa, continuó en voz más baja – como tampoco no los has tenido tú.
- Eso no es así…
- ¿Ah, no? Él abandonó a tu madre hace treinta años y tú que has hecho… - al no obtener respuesta de su nieto siguió preguntando - ¡Dime! ¿Qué has hecho? – tras unos segundos en silencio, Cosme continuó hablando - ¿No te atreves a contestar? ¿Tampoco tienes arrestos ahora? Pues yo te voy a decir qué es lo que has hecho. Has abandonado a una mujer que te ama, que te ama muchísimo más de lo que mereces y no lo digo porque ella sea una joven rica y de buena familia y tú tan solo un jornalero…, no; lo digo porque no has tenido las narices suficientes de corresponder a su amor. Porque no solo la abandonaste, la humillaste, sino que hiciste que se marchara de este pueblo sola… ¿Cómo pudiste?
- ¿Y qué quiere que haga?
- ¡Quiero que te comportes como un hombre, maldita sea! Quiero que tomes algo de ese valor que te sobra cuando hablas con tus compañeros del partido y vayas en su busca, le pidas perdón y supliques y esperes para que no te saque a patadas de su vida definitivamente.
- No puedo, abuelo.
- Cobarde…
- Si, llámeme cobarde si quiere, pero no puedo… no puedo ir en su busca. Tengo demasiado miedo.
- ¿Miedo? ¿A qué? ¿Qué daño puede hacerte? No es más que una jovencita…
- No podría seguir viviendo si no me perdonara, si me mirara con desprecio.
#1176
29/01/2013 23:53
Holaaaa muy bonita
#1177
30/01/2013 13:16
Roberta...Thankyouuuuuuuuuu
La temgo impresa para leerla toda de corrido....
La temgo impresa para leerla toda de corrido....
#1178
30/01/2013 14:31
Jajajajajajaja
You're welcome!!!!
Gracias a las dos. Una pregunta... ¿No os parece que estoy en un bucle con las conversaciones Roberto-Cosme? Lo que pasa es que me lo paso muy bien escribiéndolas....
A la noche más.
Besos
You're welcome!!!!
Gracias a las dos. Una pregunta... ¿No os parece que estoy en un bucle con las conversaciones Roberto-Cosme? Lo que pasa es que me lo paso muy bien escribiéndolas....
A la noche más.
Besos
#1179
30/01/2013 14:52
Muy bien por el abuelo cosme
Roberta ...........bucle?????????
Roberta ...........bucle?????????
#1180
30/01/2013 17:54
Con bucle me refiero a que el abuelo está siempre diciendole que metió la pata con Natalia y el otro, "acongojado perdido" sigue sin hacer nada.
Lo dicho, en unas horas.... MÁS
Lo dicho, en unas horas.... MÁS