Foro Bandolera
Como no me gusta la historia... voy y la cambio (Natalia y Roberto)
#0
27/04/2011 20:02
Como estoy bastante aburrida de que me tengan a Roberto entre rejas, aunque sean las rejas de cartón piedra del cuartel de Arazana, y de que nadie (excepto San Miguel) intente hacer nada... pues voy y lo saco yo misma.
Y como la historia parece que va dos pasitos pa´lante y tres pa´trás, pues voy y la cambio a mi gusto.
Y como a mi el que me gusta es el Rober... pues también cambio la historia.
Creo que me he metio en un ebolao del que no voy a saber salir pero bueno, todo sea por dar ideas a los guionistas de nuestros amores. Ya me direis...
_____________________________________________________________________________
Capítulo 1
Parecía un sitio tranquilo, alejado del camino, seguro que por allí no pasaba gente con regularidad. La hierba que tapizaba la orilla del río era alta y estaba sin pisar así que decidió desmontar y descansar unos minutos.
- No puedo estar ya muy lejos de ese maldito pueblo. ¿Es que no había un lugar más perdido donde esconderte Sara?- dijo en voz alta mientras ataba el caballo a uno de los árboles que extendían sus ramas sobre el agua.
Mientras estiraba los músculos, agarrotados después de tan larga jornada a caballo, vio su reflejo en el remanso que el río formaba a pocos metros de allí. Miró hacia ambos lados y, al no ver a nadie y comprobar que el caballo se alimentaba tranquilamente, sonrió y comenzó a despojarse de sus vestimentas hasta quedar en ropa interior. Se adentró en el agua hasta que ésta le llegó hasta la cintura, entonces extendió los brazos y se dejó caer hacia atrás. Movía los brazos y las piernas lo indispensable para no alejarse demasiado de la orilla y mantenerse a flote, sintiendo cómo la corriente masajeaba su cuerpo. Sabía que la ropa que aún llevaba puesta, al mojarse, dejaría al descubierto las formas de su cuerpo, pero le daba igual, además, sería demasiada casualidad que alguien pasara por allí en ese momento.
Y como la historia parece que va dos pasitos pa´lante y tres pa´trás, pues voy y la cambio a mi gusto.
Y como a mi el que me gusta es el Rober... pues también cambio la historia.
Creo que me he metio en un ebolao del que no voy a saber salir pero bueno, todo sea por dar ideas a los guionistas de nuestros amores. Ya me direis...
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Capítulo 1
Parecía un sitio tranquilo, alejado del camino, seguro que por allí no pasaba gente con regularidad. La hierba que tapizaba la orilla del río era alta y estaba sin pisar así que decidió desmontar y descansar unos minutos.
- No puedo estar ya muy lejos de ese maldito pueblo. ¿Es que no había un lugar más perdido donde esconderte Sara?- dijo en voz alta mientras ataba el caballo a uno de los árboles que extendían sus ramas sobre el agua.
Mientras estiraba los músculos, agarrotados después de tan larga jornada a caballo, vio su reflejo en el remanso que el río formaba a pocos metros de allí. Miró hacia ambos lados y, al no ver a nadie y comprobar que el caballo se alimentaba tranquilamente, sonrió y comenzó a despojarse de sus vestimentas hasta quedar en ropa interior. Se adentró en el agua hasta que ésta le llegó hasta la cintura, entonces extendió los brazos y se dejó caer hacia atrás. Movía los brazos y las piernas lo indispensable para no alejarse demasiado de la orilla y mantenerse a flote, sintiendo cómo la corriente masajeaba su cuerpo. Sabía que la ropa que aún llevaba puesta, al mojarse, dejaría al descubierto las formas de su cuerpo, pero le daba igual, además, sería demasiada casualidad que alguien pasara por allí en ese momento.
#1101
24/11/2012 18:57
Roberta72 espero que esto acabe bien si o si.
#1102
25/11/2012 18:59
En eso estamos, Esgara, en eso estamos....
__________________________________________________________________
- Sara. – Ángel apareció por la puerta en la puerta de la imprenta. Haciendo gestos con la mano volvió a llamar a la joven – Sara, ¿puedes venir un momento?
- ¿Qué ocurre? – preguntó ella dejando a Cosme hablando con Miguel y Gabriel acerca del asalto a Roberto.
- Las señoritas desean saber cómo está Roberto. – Tras él aparecieron Eugenia Montoro y su amiga Margarita Guerra.
- Ya sé que puede que no esté bien que yo esté aquí, pero… - Eugenia titubeó durante un instante - ¿Cómo se encuentra Roberto? ¿Cómo está mi hermano?
- Bueno… - la presencia de las jóvenes allí dejó a Sara sin saber qué decir. Eran las últimas personas a las que esperaba ver en aquél lugar – Él… está inconsciente. No ha despertado aún.
- Pero, ¿está grave? ¿Corre peligro su vida? – Eugenia apretaba la mano de su amiga Margarita con gran fuerza debido al nerviosismo que la dominaba.
- El doctor Buendía dice que no, que es fuerte y su vida no corre peligro, que tan solo hemos de esperar. – Sara no sabía si invitarlas a entrar, tenía miedo de que no fuera lo adecuado.
- ¿Puedo verlo? – pidió Eugenia
- No creo que sea lo más adecuado, señorita. – Cosme se acercó a las jóvenes.
- Será tan solo un minuto, por favor.
- Mi hija está con él. – Cosme dudó un segundo antes de continuar – Pase con ella.
- Gracias.
Eugenia cruzó la imprenta acompañada de Margarita y juntas traspasaron la puerta que comunicaba este local con el dispensario. Al entrar, vieron a Roberto, tendido sobre la camilla, con el pecho cruzado por un tenso vendaje y a su madre, llorando a su lado mientras sostenía la mano de su hijo.
- ¿Cómo está? – Carmen levantó el rostro al oír la voz de Eugenia, preguntándose qué podría estar haciendo aquella chiquilla allí.
- El doctor ha dicho que hay que esperar. – Carmen dejó escapar un sollozo – Dice que no corre peligro, pero hasta que no le vea abrir de nuevo los ojos… no voy a estar tranquila.
- Lo entiendo. – Eugenia asintió con la cabeza.
- Pero ustedes no deberían de estar aquí, señorita Eugenia. – Carmen se levantó y se acercó a las muchachas.
- Por favor Carmen, solo quería saber si Roberto estaba bien. – sollozó Eugenia.
- Lo sé y se lo agradezco, señorita Eugenia, pero debería de estar en su casa, con su padre y su hermano. Ellos necesitarán su ayuda para… - Carmen no sabía cómo tratar el tema de la muerte de Martina con delicadeza.
- No, ellos no me necesitan… - Carmen tomó a Eugenia de un brazo y se la llevó fuera del dispensario, dejando a Margarita a solas con Roberto. La muchacha no quería quedarse allí, pero tampoco podía dejar solo al herido. Vio una chaqueta tirada en el suelo y se apresuró a recogerla; al hacerlo, de uno de los bolsillos cayó una pequeña caja forrada en terciopelo azul y con un ribete dorado. ¿Qué contendría aquella cajita? Estaba a punto de abrirla cuando oyó un débil sonido que la sobresaltó, era Roberto que salía de su inconsciencia; estaba tratando de decir algo. Margarita se acercó para escuchar mejor.
- No, no te vayas, no me dejes Natalia. Te necesito tanto. – dijo Roberto en un susurro difícilmente audible.
- ¡Doctor, doctor! – gritó Margarita acercándose a la puerta – Roberto está despertando.
El doctor se acercó corriendo al dispensario seguido por Carmen, Cosme, Eugenia y Sara. Margarita, asustada y temiendo que alguien la viera hurgar en los bolsillos de la chaqueta, guardó la cajita en su bolsito sin pensar que le sería mucho más complicado restituírsela después a su legítimo dueño.
- ¿Dónde estoy? ¿Qué ha pasado? – dijo el muchacho en susurros, tratando de incorporarse.
- Estás en el dispensario, descansa. El capitán Olmedo te ha herido en el pecho, pero no es de gravedad. – aseguró el médico.
- ¿Y Olmedo? – preguntó a su vez el joven Pérez.
- Detenido y a buen recaudo. – Sara sonreía al ver a su amigo por fin despierto. Todo había terminado.
- ¿Y… la señora Martina? – Roberto quería saber qué había ocurrido durante el tiempo que había estado sin sentido. Se produjo un breve silencio, nadie se atrevía a hablar.
- Murió. – el doctor fue el único que se atrevió a contestar – No pude hacer nada por ella.
- Descanse en paz. – Roberto dejó caer la cabeza de nuevo hacia atrás y cerró los ojos. La mujer que se había rebajado a ir a su mísero terreno para ofrecerle dinero, había muerto en aquel lugar que tanto despreciaba.
___________________________________________________________________
¡Ay, Dios! A ver si Margarita la va a liar...
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- Sara. – Ángel apareció por la puerta en la puerta de la imprenta. Haciendo gestos con la mano volvió a llamar a la joven – Sara, ¿puedes venir un momento?
- ¿Qué ocurre? – preguntó ella dejando a Cosme hablando con Miguel y Gabriel acerca del asalto a Roberto.
- Las señoritas desean saber cómo está Roberto. – Tras él aparecieron Eugenia Montoro y su amiga Margarita Guerra.
- Ya sé que puede que no esté bien que yo esté aquí, pero… - Eugenia titubeó durante un instante - ¿Cómo se encuentra Roberto? ¿Cómo está mi hermano?
- Bueno… - la presencia de las jóvenes allí dejó a Sara sin saber qué decir. Eran las últimas personas a las que esperaba ver en aquél lugar – Él… está inconsciente. No ha despertado aún.
- Pero, ¿está grave? ¿Corre peligro su vida? – Eugenia apretaba la mano de su amiga Margarita con gran fuerza debido al nerviosismo que la dominaba.
- El doctor Buendía dice que no, que es fuerte y su vida no corre peligro, que tan solo hemos de esperar. – Sara no sabía si invitarlas a entrar, tenía miedo de que no fuera lo adecuado.
- ¿Puedo verlo? – pidió Eugenia
- No creo que sea lo más adecuado, señorita. – Cosme se acercó a las jóvenes.
- Será tan solo un minuto, por favor.
- Mi hija está con él. – Cosme dudó un segundo antes de continuar – Pase con ella.
- Gracias.
Eugenia cruzó la imprenta acompañada de Margarita y juntas traspasaron la puerta que comunicaba este local con el dispensario. Al entrar, vieron a Roberto, tendido sobre la camilla, con el pecho cruzado por un tenso vendaje y a su madre, llorando a su lado mientras sostenía la mano de su hijo.
- ¿Cómo está? – Carmen levantó el rostro al oír la voz de Eugenia, preguntándose qué podría estar haciendo aquella chiquilla allí.
- El doctor ha dicho que hay que esperar. – Carmen dejó escapar un sollozo – Dice que no corre peligro, pero hasta que no le vea abrir de nuevo los ojos… no voy a estar tranquila.
- Lo entiendo. – Eugenia asintió con la cabeza.
- Pero ustedes no deberían de estar aquí, señorita Eugenia. – Carmen se levantó y se acercó a las muchachas.
- Por favor Carmen, solo quería saber si Roberto estaba bien. – sollozó Eugenia.
- Lo sé y se lo agradezco, señorita Eugenia, pero debería de estar en su casa, con su padre y su hermano. Ellos necesitarán su ayuda para… - Carmen no sabía cómo tratar el tema de la muerte de Martina con delicadeza.
- No, ellos no me necesitan… - Carmen tomó a Eugenia de un brazo y se la llevó fuera del dispensario, dejando a Margarita a solas con Roberto. La muchacha no quería quedarse allí, pero tampoco podía dejar solo al herido. Vio una chaqueta tirada en el suelo y se apresuró a recogerla; al hacerlo, de uno de los bolsillos cayó una pequeña caja forrada en terciopelo azul y con un ribete dorado. ¿Qué contendría aquella cajita? Estaba a punto de abrirla cuando oyó un débil sonido que la sobresaltó, era Roberto que salía de su inconsciencia; estaba tratando de decir algo. Margarita se acercó para escuchar mejor.
- No, no te vayas, no me dejes Natalia. Te necesito tanto. – dijo Roberto en un susurro difícilmente audible.
- ¡Doctor, doctor! – gritó Margarita acercándose a la puerta – Roberto está despertando.
El doctor se acercó corriendo al dispensario seguido por Carmen, Cosme, Eugenia y Sara. Margarita, asustada y temiendo que alguien la viera hurgar en los bolsillos de la chaqueta, guardó la cajita en su bolsito sin pensar que le sería mucho más complicado restituírsela después a su legítimo dueño.
- ¿Dónde estoy? ¿Qué ha pasado? – dijo el muchacho en susurros, tratando de incorporarse.
- Estás en el dispensario, descansa. El capitán Olmedo te ha herido en el pecho, pero no es de gravedad. – aseguró el médico.
- ¿Y Olmedo? – preguntó a su vez el joven Pérez.
- Detenido y a buen recaudo. – Sara sonreía al ver a su amigo por fin despierto. Todo había terminado.
- ¿Y… la señora Martina? – Roberto quería saber qué había ocurrido durante el tiempo que había estado sin sentido. Se produjo un breve silencio, nadie se atrevía a hablar.
- Murió. – el doctor fue el único que se atrevió a contestar – No pude hacer nada por ella.
- Descanse en paz. – Roberto dejó caer la cabeza de nuevo hacia atrás y cerró los ojos. La mujer que se había rebajado a ir a su mísero terreno para ofrecerle dinero, había muerto en aquel lugar que tanto despreciaba.
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¡Ay, Dios! A ver si Margarita la va a liar...
#1103
26/11/2012 20:07
Capítulo 124
- Tres meses, Luis. – Nieves caminaba por el comedor de su casa con su hija en brazos, acababan de cenar y la joven trataba de dormir a la niña - Han pasado tres meses desde el accidente de Natalia. ¿Cuánto tiempo más puede aguantar el cuerpo humano alimentándose tan solo de caldos y leche?
- No lo sé, mi amor, no lo sé. – Luis seguía haciéndose cargo de los negocios de su amiga, pensando en que en cualquier momento ella despertaría, pero ya había llegado a pensar que ese día nunca llegaría. – Y lo peor de todo es que no podemos hacer nada. Ya has oído al doctor.
- ¿Y si buscamos otro doctor? No es que no confíe en él, pero…
- Te entiendo. – Luis se acercó a su esposa e hija. Depositó un beso en los labios de la mujer que tanto amaba y otro en la pequeña cabecita de su niña – Pero el propio doctor ha consultado ya con varios colegas suyos y el diagnóstico de todos ha sido el mismo.
- ¿Y qué vamos a hacer? Se me parte el alma al verla día tras día en esas condiciones. Tiene tantas razones por las que luchar… - Nieves se apoyó en el hombro de su marido y dejó que éste la consolara – Aunque por momentos pienso que se ha dado por vencida.
- No, Natalia no se dará nunca por vencida, no está en su naturaleza. - Luis pasó su brazo por los hombros de su esposa, atrayéndola así hacia él - Más bien creo que está descansando, tomando fuerzas para salir adelante. Nuestra Natalia es como el ave fénix, tan solo debemos esperar a que renazca de sus cenizas.
- Pero tengo tanto miedo de que esas cenizas se apaguen para siempre…
- No se van a apagar, confía en mí. ¿O acaso alguna vez te he mentido? – intentó bromear él.
- No, pero, ¿cómo puedes estar tan seguro?
- Porque Natalia nos prometió ser la madrina de nuestra hija… y ella siempre cumple lo que promete.
- ¿Aún no sabemos nada del juicio de Olmedo, papá? – preguntó Sara llevándose una taza con humeante café a los labios.
- No, querida. No hay fecha concreta para su juicio, pero sé que quieren esperar un poco más. – explicó el gobernador – Se armó un buen revuelo cuando lo detuvisteis, ya que a Olmedo aún le quedaban algunas amistades fieles, pero poco a poco hasta ellos han empezado a darle la espalda al conocer las tropelías que ha estado cometiendo aprovechándose de su cargo. Tengo entendido que en unos tres meses comenzarán las diligencias.
- ¿Sabéis algo de Roberto? – preguntó Ángel
Se había convertido en una costumbre para Sara, Miguel, Roberto, Ángel y Garay, el reunirse casi cada noche en la casa del gobernador. Allí hablaban de su día a día, pero sobre todo de los progresos políticos de Roberto. La noticia de que un capitán de la guardia civil había tratado de asesinar a un joven anarquista corrió como la pólvora en los círculos políticos andaluces y el joven fue pronto reclamado por las altas esferas para conocerlo y saber de sus ideas. En aquellos mismos momentos se encontraba en Málaga asistiendo a una reunión con representantes políticos de todo el país para hablar sobre sus ideas y opiniones y contrastar los resultados de las acciones que llevaban a cabo.
- Si, supongo que en unos días estará de vuelta, ya que el congreso terminaba hoy. Siempre dije que ese muchacho llegaría alto. – el gobernador se sentía orgulloso de Roberto – Estaba dispuesto a echarle una mano, a presentarle a mis amistades en Málaga, pero no ha sido necesario, todo el mundo me habla muy bien de él. Realmente ha sido todo un descubrimiento para la política de este país, llegará muy alto, estoy convencido.
- Tal vez estemos hablando de un futuro presidente del gobierno. – comentó Sara risueña.
- Yo no me reiría, señorita. – la reprendió su padre en bromas – No vaya a ser que tengas que arrepentirte después.
- Todos los periódicos hablan del congreso. – dijo Sara ya mucho más seria – Y sobre todo de un joven andaluz llamado Roberto Pérez, que ha revolucionado a todos con sus ideas, pero sobre todo con su forma de expresarse. Lo comparan con el flautista del cuento de los hermanos Grimm, dicen que todo aquel que lo oye hablar se siente hechizado por sus palabras y lo seguiría a cualquier lado.
- Estas exagerando. – comentó Garay.
- No, yo no. Seguramente los periodistas si que lo estén haciendo, pero yo me limito a contaros lo que he leído en las crónicas. Habrá que esperar a la vuelta de Roberto para que él mismo nos confirme si exageran o no. – Sara sonrió abiertamente, Roberto había enviado un telegrama a su familia anunciando su vuelta para el día siguiente, pero ella no podía hablar de los acontecimientos de los que se enteraba a causa de su trabajo.
- Tres meses, Luis. – Nieves caminaba por el comedor de su casa con su hija en brazos, acababan de cenar y la joven trataba de dormir a la niña - Han pasado tres meses desde el accidente de Natalia. ¿Cuánto tiempo más puede aguantar el cuerpo humano alimentándose tan solo de caldos y leche?
- No lo sé, mi amor, no lo sé. – Luis seguía haciéndose cargo de los negocios de su amiga, pensando en que en cualquier momento ella despertaría, pero ya había llegado a pensar que ese día nunca llegaría. – Y lo peor de todo es que no podemos hacer nada. Ya has oído al doctor.
- ¿Y si buscamos otro doctor? No es que no confíe en él, pero…
- Te entiendo. – Luis se acercó a su esposa e hija. Depositó un beso en los labios de la mujer que tanto amaba y otro en la pequeña cabecita de su niña – Pero el propio doctor ha consultado ya con varios colegas suyos y el diagnóstico de todos ha sido el mismo.
- ¿Y qué vamos a hacer? Se me parte el alma al verla día tras día en esas condiciones. Tiene tantas razones por las que luchar… - Nieves se apoyó en el hombro de su marido y dejó que éste la consolara – Aunque por momentos pienso que se ha dado por vencida.
- No, Natalia no se dará nunca por vencida, no está en su naturaleza. - Luis pasó su brazo por los hombros de su esposa, atrayéndola así hacia él - Más bien creo que está descansando, tomando fuerzas para salir adelante. Nuestra Natalia es como el ave fénix, tan solo debemos esperar a que renazca de sus cenizas.
- Pero tengo tanto miedo de que esas cenizas se apaguen para siempre…
- No se van a apagar, confía en mí. ¿O acaso alguna vez te he mentido? – intentó bromear él.
- No, pero, ¿cómo puedes estar tan seguro?
- Porque Natalia nos prometió ser la madrina de nuestra hija… y ella siempre cumple lo que promete.
- ¿Aún no sabemos nada del juicio de Olmedo, papá? – preguntó Sara llevándose una taza con humeante café a los labios.
- No, querida. No hay fecha concreta para su juicio, pero sé que quieren esperar un poco más. – explicó el gobernador – Se armó un buen revuelo cuando lo detuvisteis, ya que a Olmedo aún le quedaban algunas amistades fieles, pero poco a poco hasta ellos han empezado a darle la espalda al conocer las tropelías que ha estado cometiendo aprovechándose de su cargo. Tengo entendido que en unos tres meses comenzarán las diligencias.
- ¿Sabéis algo de Roberto? – preguntó Ángel
Se había convertido en una costumbre para Sara, Miguel, Roberto, Ángel y Garay, el reunirse casi cada noche en la casa del gobernador. Allí hablaban de su día a día, pero sobre todo de los progresos políticos de Roberto. La noticia de que un capitán de la guardia civil había tratado de asesinar a un joven anarquista corrió como la pólvora en los círculos políticos andaluces y el joven fue pronto reclamado por las altas esferas para conocerlo y saber de sus ideas. En aquellos mismos momentos se encontraba en Málaga asistiendo a una reunión con representantes políticos de todo el país para hablar sobre sus ideas y opiniones y contrastar los resultados de las acciones que llevaban a cabo.
- Si, supongo que en unos días estará de vuelta, ya que el congreso terminaba hoy. Siempre dije que ese muchacho llegaría alto. – el gobernador se sentía orgulloso de Roberto – Estaba dispuesto a echarle una mano, a presentarle a mis amistades en Málaga, pero no ha sido necesario, todo el mundo me habla muy bien de él. Realmente ha sido todo un descubrimiento para la política de este país, llegará muy alto, estoy convencido.
- Tal vez estemos hablando de un futuro presidente del gobierno. – comentó Sara risueña.
- Yo no me reiría, señorita. – la reprendió su padre en bromas – No vaya a ser que tengas que arrepentirte después.
- Todos los periódicos hablan del congreso. – dijo Sara ya mucho más seria – Y sobre todo de un joven andaluz llamado Roberto Pérez, que ha revolucionado a todos con sus ideas, pero sobre todo con su forma de expresarse. Lo comparan con el flautista del cuento de los hermanos Grimm, dicen que todo aquel que lo oye hablar se siente hechizado por sus palabras y lo seguiría a cualquier lado.
- Estas exagerando. – comentó Garay.
- No, yo no. Seguramente los periodistas si que lo estén haciendo, pero yo me limito a contaros lo que he leído en las crónicas. Habrá que esperar a la vuelta de Roberto para que él mismo nos confirme si exageran o no. – Sara sonrió abiertamente, Roberto había enviado un telegrama a su familia anunciando su vuelta para el día siguiente, pero ella no podía hablar de los acontecimientos de los que se enteraba a causa de su trabajo.
#1104
27/11/2012 11:01
Roberta nadie en arazana sabe lo que le pasa a natalia???????????
Roberta cuanto sufrimiento
Gracias
Roberta cuanto sufrimiento
Gracias
#1105
27/11/2012 15:25
¿Cómo va a saber la gente de Arazana lo que le ocurre a Natalia?
¿Quién se lo va a decir? ¿Luis? ¿Nieves?
¿Quién se lo va a decir? ¿Luis? ¿Nieves?
#1106
27/11/2012 17:31
Pense que sara podia querer saber de ella por carta
#1107
27/11/2012 19:51
Sara está muy tranquila. En la página 52, mensaje 1023 a la sita bandolera le llega una carta de su prima que dice lo siguiente...
Querida Sara,
Escribo para comunicarte que he llegado a casa sin contratiempos. El viaje ha sido largo y agotador, pero sin nada importante que reseñar. A mi llegada a la estación, Luis estaba esperándome en el andén con una maravillosa noticia: ¡Va a ser padre! Él y su esposa Nieves, de quien ya te hablé, van a tener su primer hijo en las próximas semanas y me han pedido que sea la madrina del bebé. ¡No puedes imaginarte siquiera la ilusión que me hace que hayan pensado en mí para algo tan importante!.
Pero eso no es todo, cuando llegué a casa, todo el servicio, con Nieves al frente, estaba esperándome para darme la bienvenida; no me había dado cuenta de lo mucho que los había echado de menos hasta que estuve de vuelta.
Ahora debo volver a ponerme al frente de los negocios, ya he abusado de Luis en exceso y más aún ahora que él tiene otras obligaciones, mucho más placenteras, de las que ocuparse.
Espero que todos estéis bien; por favor, saluda a Miguel de mi parte y mantenme al tanto de si por fin reúne el valor suficiente como para pedirte en matrimonio. Cuida del Chato, a pesar de su cabezonería o tal vez precisamente por ella, va a necesitar de vuestra ayuda para integrarse en la sociedad. No me olvido de Rosa, Flor, Juan, Marcial y todos los demás, diles los quiero y que jamás me olvidaré de ellos.
Tal vez tarde en volver a escribirte, necesito tiempo, ya imaginarás el porqué. Además, quizá haga un viaje a Inglaterra cuando el hijo de Nieves y Luis nazca y el trabajo vuelva a normalizarse. Tras la muerte del tío Richard, no he prestado atención a la herencia que me dejó papá, él se encargaba de todo en mi lugar.
Cuídate, por favor, deja que Miguel te mime y no perdáis de vista a Olmedo.
Tu prima que te quiere y no te olvida,
Natalia.
Vamos, que Sara está de lo más tranquila pensando que Natalia necesita tiempo para recuperarse, tal vez viajando, tal vez visitando Inglaterra
Dentro de un rato seguimos......
Querida Sara,
Escribo para comunicarte que he llegado a casa sin contratiempos. El viaje ha sido largo y agotador, pero sin nada importante que reseñar. A mi llegada a la estación, Luis estaba esperándome en el andén con una maravillosa noticia: ¡Va a ser padre! Él y su esposa Nieves, de quien ya te hablé, van a tener su primer hijo en las próximas semanas y me han pedido que sea la madrina del bebé. ¡No puedes imaginarte siquiera la ilusión que me hace que hayan pensado en mí para algo tan importante!.
Pero eso no es todo, cuando llegué a casa, todo el servicio, con Nieves al frente, estaba esperándome para darme la bienvenida; no me había dado cuenta de lo mucho que los había echado de menos hasta que estuve de vuelta.
Ahora debo volver a ponerme al frente de los negocios, ya he abusado de Luis en exceso y más aún ahora que él tiene otras obligaciones, mucho más placenteras, de las que ocuparse.
Espero que todos estéis bien; por favor, saluda a Miguel de mi parte y mantenme al tanto de si por fin reúne el valor suficiente como para pedirte en matrimonio. Cuida del Chato, a pesar de su cabezonería o tal vez precisamente por ella, va a necesitar de vuestra ayuda para integrarse en la sociedad. No me olvido de Rosa, Flor, Juan, Marcial y todos los demás, diles los quiero y que jamás me olvidaré de ellos.
Tal vez tarde en volver a escribirte, necesito tiempo, ya imaginarás el porqué. Además, quizá haga un viaje a Inglaterra cuando el hijo de Nieves y Luis nazca y el trabajo vuelva a normalizarse. Tras la muerte del tío Richard, no he prestado atención a la herencia que me dejó papá, él se encargaba de todo en mi lugar.
Cuídate, por favor, deja que Miguel te mime y no perdáis de vista a Olmedo.
Tu prima que te quiere y no te olvida,
Natalia.
Vamos, que Sara está de lo más tranquila pensando que Natalia necesita tiempo para recuperarse, tal vez viajando, tal vez visitando Inglaterra
Dentro de un rato seguimos......
#1108
27/11/2012 23:14
- Buenos días, familia. – Roberto entró en la casa mientras su familia estaba sentada a la mesa tomando el desayuno diario.
- ¡Roberto, hijo! – Carmen dejó a un lado los cacharros con los que estaba trasteando en la cocina para lanzarse en brazos de su hijo mayor – No te esperábamos hasta la diligencia de esta tarde.
- Me he adelantado, madre. ¡No podía soportar un día más sin sus comidas! – Roberto tomó a su madre en brazos y vio con ella varias vueltas.
- ¡Ay, loco! ¡Bájame, que estoy mayor y me vas a romper algún hueso! – Carmen le pedía a su hijo que la soltara, pero en realidad estaba encantada con sus muestras de cariño. Habían tenido tiempo de hablar tras el atentado que sufrió el muchacho y parecía que las aguas habían vuelto a su cauce. Carmen sentía que su hijo entendía por la situación por la que Germán y ella habían pasado tantos años atrás y que además de entenderla, la aceptaba. Lo que en aquellos momentos asustaba a Carmen era la reacción de su hijo cuando Germán le anunciara su intención de reconocerlo y darle su apellido. El dueño del cortijo había aprovechado la ausencia de Roberto para visitar a Carmen y poner en su conocimiento sus intenciones, la mujer le había asegurado que aún era pronto, que Roberto no acababa de asimilar la noticia a pesar de la mejoría en las relaciones entre ellos, pero el hombre no deseaba esperar más.
- Usted no está mayor…
- No, el que está mayor para esos achuchones soy yo, así que compórtate con tu abuelo. – Cosme se levantó de su asiento y se acercó a abrazar a su nieto mayor – Estamos muy orgullosos de ti, muchacho. La señorita Sara nos ha mantenido al tanto de todo lo que se dice por ahí del gran Roberto Pérez.
- No exagere, abuelo. – Roberto, azorado, se giró hacia su hermano menor - ¿Qué tal en la escuela?
- Muy bien, Roberto. La maestra Flor dice que no solo he recuperado el tiempo perdido sino que he adelantado a mis compañeros y ya no tiene nada más que enseñarme. – dijo con una pizca de orgullo.
- No le creas, siempre tendrá cosas que meter en esta mollera tan dura. – dijo Roberto dándole un cariñoso coscorrón.
- Pero, ¿cómo has conseguido llegar tan pronto? – preguntó Juanito – No hay diligencias que circulen por la noche.
- No. – respondió misterioso.
- ¿Entonces? – como única respuesta, Juanito recibió una sonrisa y un movimiento de cabeza que lo hizo mirar por la puerta entreabierta - ¡Un caballo! ¡Y qué caballo, madre! – el muchacho gritaba mientras corría hacia el equino.
- Parece que de ahora en adelante tendré que viajar bastante, - comentó Roberto a su madre y abuelo como respuesta – y un caballo es lo más rápido. Pero no se preocupen, mis obligaciones con ustedes son más importantes que la política, no van a estar desatendidos en ningún momento.
- Lo sabemos, muchacho, lo sabemos. – Cosme le dio un par de palmadas en la espalda.
- ¡Madre, mire qué bonito es! – Juanito parecía un niño al que hubieran colmado de regalos y Carmen fue con él, hacía mucho tiempo que no se escuchaban risas en aquella casa y había que disfrutar del momento.
- Lo que me preocupa es que sigues poniendo a los demás por delante de ti mismo. – Cosme aprovechó la ocasión para hablar a solas un momento con su nieto y hacerle ver que también debía ocuparse de él, de sus sentimientos y de su futuro – Ven, acompáñame, no quiero que tu madre nos oiga. – Cuando se alejaron lo suficiente, Cosme continuó hablando. – Germán Montoro estuvo aquí hace una semana.
- ¡Maldita sea! ¿Qué quería? – Roberto se había puesto furioso.
- Templa muchacho, templa. – Cosme posó una mano sobre el brazo de su nieto para tranquilizarlo. A primera vista, poco quedaba en él del sucio jornalero que trabajaba de sol a sol en las tierras de los Montoro. Era un joven vestido con sencillez, pero elegante y educado en las formas, aunque en su interior seguía habitando el joven sencillo que no sentía reparos en ensuciarse las manos trabajando.
- ¿Cómo quiere que me calme? Ese hombre aprovecha mi ausencia para…
- Aprovecha tu ausencia para comunicarnos, a tu madre y a mí, – cortó Cosme – que quiere hablar contigo.
- ¿Conmigo? – preguntó extrañado.
- Sí, contigo, quiere…
- ¿Qué es lo que quiere?
- Quiere reconocerte como a su hijo.
-¿Qué? – gritó Roberto indignado. La exclamación del muchacho fue oída por su madre y su hermano menor, quienes se giraron hacia donde se encontraban los hombres.
- Lo que has oído, que quiere reconocerte legalmente como su hijo.
- No quiero saber nada de esa familia. – Roberto comenzó a caminar alejándose de la casa
- Es lo que tu madre y yo le dijimos, pero…
- ¿Piensa acallar su conciencia con dinero? Pues es muy tarde, hace treinta años debió pensar mejor en lo que estaba haciendo.
- ¿Y tú?
- Yo ¿qué? – preguntó extrañado.
- Si dentro de treinta años no te arrepentirás de tus actos de ahora.
- ¿Arrepentirme de no querer saber nada de los Montoro? – preguntó Roberto con ironía – Por favor, abuelo. ¿Acaso pretende que me olvide de todo? Creí que me conocía mejor, el dinero no me interesa lo más mínimo.
- No te hagas el tonto, no estoy hablando de los Montoro y lo sabes… - Roberto calló – Sabías que Olmedo iba a por ti, ¿verdad?
- Sí, lo sabía.
- Y por eso me dijiste que hablaríamos al día siguiente. – Cosme recordó la conversación que tuvo con su nieto el día anterior a que Olmedo atentara contra su vida
- Abuelo, déjelo, por favor.
- No, no pienso dejarlo. Durante estos tres meses he estado callado, – continuó Cosme – esperando que tú mismo vinieras a hablar, que te desahogaras conmigo. Alejaste a la señorita Natalia a causa de tu temor a las habladurías, pero nadie ha dicho nada.
- Espere a que el Montoro me venga con sus tonterías…
- Si nadie dijo nada cuando Olmedo mató a la señora Martina en tu terreno, ¿qué van a decir ahora? – Cosme estaba enfadado - ¡Maldita sea, muchacho! Ya no eres un don nadie, todos hablan de ti, en muy poco tiempo te has hecho un lugar en el mundo de la política. Ahora tienes la oportunidad de presentarte ante ella y pedirle perdón.
- ¿Ahora? ¿Más de cuatro meses después de que le…?
- ¡Dilo! ¡Si tuviste arrestos para hacerlo, ten arrestos para decirlo!
- Después de que la alejara. – confeso con tristeza
- Sí, después de que la alejaras, de que la humillaras, de que le hicieras más daño del que jamás le habían hecho en toda su vida. Y durante estos meses, ¿han cambiado tus sentimientos? ¿Has dejado de quererla?
- ¡Por supuesto que no!
- Entonces ¿qué haces aún aquí? – le preguntó el anciano. Impotente, Roberto se alejó de su abuelo, tomó su caballo y salió al galope.
- Padre, ¿qué le ha dicho? – Carmen se quedó asustada.
- Nada que él no sepa ya, hija. Nada que él no sepa, lo que ocurre es que tiene miedo de que sea demasiado tarde para arreglar todo el desaguisado.
- ¿De qué está usted hablando? – preguntó Carmen intrigada.
- De nada, hija mía, cosas de este viejo que ya chochea. – Cosme se giró y entró en la casa. Sabía que, una vez más, Roberto huía no queriendo hacer frente a sus sentimientos, sus temores seguían siendo más fuertes que su amor por Natalia, pero el anciano confiaba en que Roberto finalmente admitiera que nada le importaba, que sus logros en la política no eran nada si no podía compartirlos con Natalia, tal vez a partir de ese momento tomara de nuevo las riendas de su vida.
- ¡Roberto, hijo! – Carmen dejó a un lado los cacharros con los que estaba trasteando en la cocina para lanzarse en brazos de su hijo mayor – No te esperábamos hasta la diligencia de esta tarde.
- Me he adelantado, madre. ¡No podía soportar un día más sin sus comidas! – Roberto tomó a su madre en brazos y vio con ella varias vueltas.
- ¡Ay, loco! ¡Bájame, que estoy mayor y me vas a romper algún hueso! – Carmen le pedía a su hijo que la soltara, pero en realidad estaba encantada con sus muestras de cariño. Habían tenido tiempo de hablar tras el atentado que sufrió el muchacho y parecía que las aguas habían vuelto a su cauce. Carmen sentía que su hijo entendía por la situación por la que Germán y ella habían pasado tantos años atrás y que además de entenderla, la aceptaba. Lo que en aquellos momentos asustaba a Carmen era la reacción de su hijo cuando Germán le anunciara su intención de reconocerlo y darle su apellido. El dueño del cortijo había aprovechado la ausencia de Roberto para visitar a Carmen y poner en su conocimiento sus intenciones, la mujer le había asegurado que aún era pronto, que Roberto no acababa de asimilar la noticia a pesar de la mejoría en las relaciones entre ellos, pero el hombre no deseaba esperar más.
- Usted no está mayor…
- No, el que está mayor para esos achuchones soy yo, así que compórtate con tu abuelo. – Cosme se levantó de su asiento y se acercó a abrazar a su nieto mayor – Estamos muy orgullosos de ti, muchacho. La señorita Sara nos ha mantenido al tanto de todo lo que se dice por ahí del gran Roberto Pérez.
- No exagere, abuelo. – Roberto, azorado, se giró hacia su hermano menor - ¿Qué tal en la escuela?
- Muy bien, Roberto. La maestra Flor dice que no solo he recuperado el tiempo perdido sino que he adelantado a mis compañeros y ya no tiene nada más que enseñarme. – dijo con una pizca de orgullo.
- No le creas, siempre tendrá cosas que meter en esta mollera tan dura. – dijo Roberto dándole un cariñoso coscorrón.
- Pero, ¿cómo has conseguido llegar tan pronto? – preguntó Juanito – No hay diligencias que circulen por la noche.
- No. – respondió misterioso.
- ¿Entonces? – como única respuesta, Juanito recibió una sonrisa y un movimiento de cabeza que lo hizo mirar por la puerta entreabierta - ¡Un caballo! ¡Y qué caballo, madre! – el muchacho gritaba mientras corría hacia el equino.
- Parece que de ahora en adelante tendré que viajar bastante, - comentó Roberto a su madre y abuelo como respuesta – y un caballo es lo más rápido. Pero no se preocupen, mis obligaciones con ustedes son más importantes que la política, no van a estar desatendidos en ningún momento.
- Lo sabemos, muchacho, lo sabemos. – Cosme le dio un par de palmadas en la espalda.
- ¡Madre, mire qué bonito es! – Juanito parecía un niño al que hubieran colmado de regalos y Carmen fue con él, hacía mucho tiempo que no se escuchaban risas en aquella casa y había que disfrutar del momento.
- Lo que me preocupa es que sigues poniendo a los demás por delante de ti mismo. – Cosme aprovechó la ocasión para hablar a solas un momento con su nieto y hacerle ver que también debía ocuparse de él, de sus sentimientos y de su futuro – Ven, acompáñame, no quiero que tu madre nos oiga. – Cuando se alejaron lo suficiente, Cosme continuó hablando. – Germán Montoro estuvo aquí hace una semana.
- ¡Maldita sea! ¿Qué quería? – Roberto se había puesto furioso.
- Templa muchacho, templa. – Cosme posó una mano sobre el brazo de su nieto para tranquilizarlo. A primera vista, poco quedaba en él del sucio jornalero que trabajaba de sol a sol en las tierras de los Montoro. Era un joven vestido con sencillez, pero elegante y educado en las formas, aunque en su interior seguía habitando el joven sencillo que no sentía reparos en ensuciarse las manos trabajando.
- ¿Cómo quiere que me calme? Ese hombre aprovecha mi ausencia para…
- Aprovecha tu ausencia para comunicarnos, a tu madre y a mí, – cortó Cosme – que quiere hablar contigo.
- ¿Conmigo? – preguntó extrañado.
- Sí, contigo, quiere…
- ¿Qué es lo que quiere?
- Quiere reconocerte como a su hijo.
-¿Qué? – gritó Roberto indignado. La exclamación del muchacho fue oída por su madre y su hermano menor, quienes se giraron hacia donde se encontraban los hombres.
- Lo que has oído, que quiere reconocerte legalmente como su hijo.
- No quiero saber nada de esa familia. – Roberto comenzó a caminar alejándose de la casa
- Es lo que tu madre y yo le dijimos, pero…
- ¿Piensa acallar su conciencia con dinero? Pues es muy tarde, hace treinta años debió pensar mejor en lo que estaba haciendo.
- ¿Y tú?
- Yo ¿qué? – preguntó extrañado.
- Si dentro de treinta años no te arrepentirás de tus actos de ahora.
- ¿Arrepentirme de no querer saber nada de los Montoro? – preguntó Roberto con ironía – Por favor, abuelo. ¿Acaso pretende que me olvide de todo? Creí que me conocía mejor, el dinero no me interesa lo más mínimo.
- No te hagas el tonto, no estoy hablando de los Montoro y lo sabes… - Roberto calló – Sabías que Olmedo iba a por ti, ¿verdad?
- Sí, lo sabía.
- Y por eso me dijiste que hablaríamos al día siguiente. – Cosme recordó la conversación que tuvo con su nieto el día anterior a que Olmedo atentara contra su vida
- Abuelo, déjelo, por favor.
- No, no pienso dejarlo. Durante estos tres meses he estado callado, – continuó Cosme – esperando que tú mismo vinieras a hablar, que te desahogaras conmigo. Alejaste a la señorita Natalia a causa de tu temor a las habladurías, pero nadie ha dicho nada.
- Espere a que el Montoro me venga con sus tonterías…
- Si nadie dijo nada cuando Olmedo mató a la señora Martina en tu terreno, ¿qué van a decir ahora? – Cosme estaba enfadado - ¡Maldita sea, muchacho! Ya no eres un don nadie, todos hablan de ti, en muy poco tiempo te has hecho un lugar en el mundo de la política. Ahora tienes la oportunidad de presentarte ante ella y pedirle perdón.
- ¿Ahora? ¿Más de cuatro meses después de que le…?
- ¡Dilo! ¡Si tuviste arrestos para hacerlo, ten arrestos para decirlo!
- Después de que la alejara. – confeso con tristeza
- Sí, después de que la alejaras, de que la humillaras, de que le hicieras más daño del que jamás le habían hecho en toda su vida. Y durante estos meses, ¿han cambiado tus sentimientos? ¿Has dejado de quererla?
- ¡Por supuesto que no!
- Entonces ¿qué haces aún aquí? – le preguntó el anciano. Impotente, Roberto se alejó de su abuelo, tomó su caballo y salió al galope.
- Padre, ¿qué le ha dicho? – Carmen se quedó asustada.
- Nada que él no sepa ya, hija. Nada que él no sepa, lo que ocurre es que tiene miedo de que sea demasiado tarde para arreglar todo el desaguisado.
- ¿De qué está usted hablando? – preguntó Carmen intrigada.
- De nada, hija mía, cosas de este viejo que ya chochea. – Cosme se giró y entró en la casa. Sabía que, una vez más, Roberto huía no queriendo hacer frente a sus sentimientos, sus temores seguían siendo más fuertes que su amor por Natalia, pero el anciano confiaba en que Roberto finalmente admitiera que nada le importaba, que sus logros en la política no eran nada si no podía compartirlos con Natalia, tal vez a partir de ese momento tomara de nuevo las riendas de su vida.
#1109
28/11/2012 22:59
Capítulo 125
- ¿Qué te ocurre, mi amor? – Luis seguía a su esposa con la mirada, la joven caminaba nerviosa por su dormitorio, cambiando cosas de sitio y sin terminar de arreglarse.
- No lo sé, estoy nerviosa pero no sé porqué. – Nieves se sentó dando la espalda al espejo de su tocador, mirando a su esposo.
- ¿La niña está bien? – preguntó él preocupado.
- Sí, está perfecta. Cada noche duerme un poco más y ha comido bien, pero…
- ¿Y tú?
- Yo estoy bien, no te preocupes por mí.
- Entonces… ¿Natalia? – preguntó Luis - ¿Es por ella?
- Supongo. – respondió Nieves encogiéndose de hombros – No está peor que ayer, ni que el día anterior, pero tampoco está mejor. Y el tiempo va haciendo mella en ella, cada día que pasa está más delgada y demacrada.
- No vuelvas a su casa a verla. – le dijo Luis con seriedad a su esposa tras sentarse a su lado.
- ¿Cómo puedes decirme eso? – Nieves se levantó como impulsada por un resorte - ¿Cómo puedes pedirme que la abandone? ¡Pensé que la querías, que era tu mejor amiga!
- Y la quiero, - Luis se levantó y fue tras su esposa - después de ti y de la niña es la persona que más quiero en el mundo; pero no puedo soportar verte tan nerviosa y preocupada. Trasladaré todos mis papeles a su casa, me instalaré en su despacho y estaré allí cada día. En el momento en que suceda cualquier cosa estaré allí para… para lo que sea necesario, pero…
- ¿Y crees que quedándome aquí, en casa, estaré más tranquila? – Nieves acarició el rostro de su marido mostrándole de ese modo todo el amor que sentía por él – Estaré doblemente preocupada. Al menos ahora me siento a su lado y le hablo. – Luis estrechó a su esposa entre sus brazos y depositó un beso en sus cabellos – En ocasiones me siento bastante tonta hablándole, contándole el tiempo que hace, leyéndole libros, hablándole de la niña. Hasta… - Nieves, avergonzada, escondió la cabeza en le pecho de su marido – hasta le he gritado, le he dicho verdaderas barbaridades para ver si reaccionaba y me llevaba la contraria, pero no he conseguido nada.
- Despertará cuando esté lista para seguir adelante, ya te lo he dicho.
- Pero el tiempo se está acabando, Luis; debemos ser optimistas pero no ilusos.
- Entonces, ¿hoy también irás a verla? – Luis no quiso discutir con su esposa, pero cada día se sentía más intranquilo mientras que ella mantenía la esperanza.
- Por supuesto.
- ¿Llevarás a la niña?
- No, hoy no. Voy a llevársela a mi madre a casa y me escaparé un rato para alimentarla. – dijo ella
- Está bien, pero ante todo quiero que estés tranquila. Sabes que quiero mucho a Natalia y haría cualquier cosa por ella, pero tú eres mi vida; la niña y tú sois lo más importante de mi vida.
- No te preocupes, mi amor; verás como dentro de poco nos reiremos todos juntos de esta pesadilla.
- Eso espero, de verdad que eso espero.
- ¿Qué te ocurre, mi amor? – Luis seguía a su esposa con la mirada, la joven caminaba nerviosa por su dormitorio, cambiando cosas de sitio y sin terminar de arreglarse.
- No lo sé, estoy nerviosa pero no sé porqué. – Nieves se sentó dando la espalda al espejo de su tocador, mirando a su esposo.
- ¿La niña está bien? – preguntó él preocupado.
- Sí, está perfecta. Cada noche duerme un poco más y ha comido bien, pero…
- ¿Y tú?
- Yo estoy bien, no te preocupes por mí.
- Entonces… ¿Natalia? – preguntó Luis - ¿Es por ella?
- Supongo. – respondió Nieves encogiéndose de hombros – No está peor que ayer, ni que el día anterior, pero tampoco está mejor. Y el tiempo va haciendo mella en ella, cada día que pasa está más delgada y demacrada.
- No vuelvas a su casa a verla. – le dijo Luis con seriedad a su esposa tras sentarse a su lado.
- ¿Cómo puedes decirme eso? – Nieves se levantó como impulsada por un resorte - ¿Cómo puedes pedirme que la abandone? ¡Pensé que la querías, que era tu mejor amiga!
- Y la quiero, - Luis se levantó y fue tras su esposa - después de ti y de la niña es la persona que más quiero en el mundo; pero no puedo soportar verte tan nerviosa y preocupada. Trasladaré todos mis papeles a su casa, me instalaré en su despacho y estaré allí cada día. En el momento en que suceda cualquier cosa estaré allí para… para lo que sea necesario, pero…
- ¿Y crees que quedándome aquí, en casa, estaré más tranquila? – Nieves acarició el rostro de su marido mostrándole de ese modo todo el amor que sentía por él – Estaré doblemente preocupada. Al menos ahora me siento a su lado y le hablo. – Luis estrechó a su esposa entre sus brazos y depositó un beso en sus cabellos – En ocasiones me siento bastante tonta hablándole, contándole el tiempo que hace, leyéndole libros, hablándole de la niña. Hasta… - Nieves, avergonzada, escondió la cabeza en le pecho de su marido – hasta le he gritado, le he dicho verdaderas barbaridades para ver si reaccionaba y me llevaba la contraria, pero no he conseguido nada.
- Despertará cuando esté lista para seguir adelante, ya te lo he dicho.
- Pero el tiempo se está acabando, Luis; debemos ser optimistas pero no ilusos.
- Entonces, ¿hoy también irás a verla? – Luis no quiso discutir con su esposa, pero cada día se sentía más intranquilo mientras que ella mantenía la esperanza.
- Por supuesto.
- ¿Llevarás a la niña?
- No, hoy no. Voy a llevársela a mi madre a casa y me escaparé un rato para alimentarla. – dijo ella
- Está bien, pero ante todo quiero que estés tranquila. Sabes que quiero mucho a Natalia y haría cualquier cosa por ella, pero tú eres mi vida; la niña y tú sois lo más importante de mi vida.
- No te preocupes, mi amor; verás como dentro de poco nos reiremos todos juntos de esta pesadilla.
- Eso espero, de verdad que eso espero.
#1110
28/11/2012 23:09
Muy buena historia, me encantan Nieves y Luis, sigue.
#1111
29/11/2012 20:42
- Buenos días, señorita Julieta. – ante el gesto de la joven, rectificó – Perdón… Julieta.
- Buenos días, Gabriel. ¿Qué lo trae por aquí tan pronto? – Julieta aún estaba colocando los taburetes de la taberna y preparando las botellas antes de que comenzaran a aparecer los parroquianos.
- Yo… - el joven teniente dudó. Había estado buena parte de la noche en vela, pensando en cómo hablarle a la muchacha y, en aquel momento, frente a ella, se había quedado en blanco – Venía a interesarme por si había recibido alguna visita nocturna.
- ¿Visitas nocturnas? – preguntó Julieta indignada – Pero qué se ha pensado… ésta es una casa decente… - Julieta puso dejó la bayeta sobre el mostrador con un gesto brusco y puso los brazos en jarras.
- Yo… yo me refería a… a la persona que intentó entrar en la taberna hace unos meses. Quería saber si han intentado entrar de nuevo. – el teniente se daba cuenta de que se había expresado muy torpemente
- ¡Oh! Sí… claro… - Julieta recogió la bayeta y siguió con su trabajo, avergonzada – No, no hemos notado nada extraño, teniente.
- Lo, lo preguntaba porque como ahora el cuartel está bajo la responsabilidad del teniente Romero y la mía…
- ¿Y cómo es eso? – Pepe apareció sobresaltando a la pareja - ¿Cómo es que aún no hay nuevo capitán en el cuartel?
- Aún no se ha celebrado el juicio del capitán Olmedo, por lo que sigue ostentando el cargo de capitán y titular de este acuartelamiento. – el tono del teniente cambió diametralmente al hablar con el padre la de muchacha cuyos ojos no dejaba de buscar con su mirada.
- ¿Cómo puede ser que siga siendo el capitán del cuartel después de haber matado a aquel comerciante en vinos y a la señora Martina? – preguntó el tabernero – Por cierto, ¿se sabe ya qué hacía la señora Martina en el terreno de Roberto?
- Mientras no se juzgue al capitán y se le declare culpable o inocente de los cargos que se le imputan, no se le puede destituir de su cargo. – el teniente se cuadró – En cuanto a su pregunta… no tengo detalles del proceso, y aunque los tuviera, no estoy autorizado a hablar de ello. Buenos días.
- ¡Cómo se ha puesto por una preguntita de nada! – exclamó el tabernero al ver como el teniente salía por la puerta del establecimiento – Parece que se le olvida que soy el alcalde y es mi obligación estar informado de lo que sucede en este pueblo.
Julieta volvió a sus quehaceres cuando su padre subió a la zona que tenían habilitada como su hogar, por lo que no se dio cuenta de que el teniente volvía.
- Julieta, ¿me haría el honor de acompañarme en el baile del domingo? – preguntó el teniente del tirón.
- Sí, si claro. – respondió la joven aturdida por la repentina vuelta del guardia civil. El teniente la tomó de la mano y depositó un beso en su dorso antes de salir de nuevo a la calle. Fue todo tan rápido que la joven pasó el resto del día pensando en si realmente había sucedido aquello o lo había soñado.
- Buenos días, Gabriel. ¿Qué lo trae por aquí tan pronto? – Julieta aún estaba colocando los taburetes de la taberna y preparando las botellas antes de que comenzaran a aparecer los parroquianos.
- Yo… - el joven teniente dudó. Había estado buena parte de la noche en vela, pensando en cómo hablarle a la muchacha y, en aquel momento, frente a ella, se había quedado en blanco – Venía a interesarme por si había recibido alguna visita nocturna.
- ¿Visitas nocturnas? – preguntó Julieta indignada – Pero qué se ha pensado… ésta es una casa decente… - Julieta puso dejó la bayeta sobre el mostrador con un gesto brusco y puso los brazos en jarras.
- Yo… yo me refería a… a la persona que intentó entrar en la taberna hace unos meses. Quería saber si han intentado entrar de nuevo. – el teniente se daba cuenta de que se había expresado muy torpemente
- ¡Oh! Sí… claro… - Julieta recogió la bayeta y siguió con su trabajo, avergonzada – No, no hemos notado nada extraño, teniente.
- Lo, lo preguntaba porque como ahora el cuartel está bajo la responsabilidad del teniente Romero y la mía…
- ¿Y cómo es eso? – Pepe apareció sobresaltando a la pareja - ¿Cómo es que aún no hay nuevo capitán en el cuartel?
- Aún no se ha celebrado el juicio del capitán Olmedo, por lo que sigue ostentando el cargo de capitán y titular de este acuartelamiento. – el tono del teniente cambió diametralmente al hablar con el padre la de muchacha cuyos ojos no dejaba de buscar con su mirada.
- ¿Cómo puede ser que siga siendo el capitán del cuartel después de haber matado a aquel comerciante en vinos y a la señora Martina? – preguntó el tabernero – Por cierto, ¿se sabe ya qué hacía la señora Martina en el terreno de Roberto?
- Mientras no se juzgue al capitán y se le declare culpable o inocente de los cargos que se le imputan, no se le puede destituir de su cargo. – el teniente se cuadró – En cuanto a su pregunta… no tengo detalles del proceso, y aunque los tuviera, no estoy autorizado a hablar de ello. Buenos días.
- ¡Cómo se ha puesto por una preguntita de nada! – exclamó el tabernero al ver como el teniente salía por la puerta del establecimiento – Parece que se le olvida que soy el alcalde y es mi obligación estar informado de lo que sucede en este pueblo.
Julieta volvió a sus quehaceres cuando su padre subió a la zona que tenían habilitada como su hogar, por lo que no se dio cuenta de que el teniente volvía.
- Julieta, ¿me haría el honor de acompañarme en el baile del domingo? – preguntó el teniente del tirón.
- Sí, si claro. – respondió la joven aturdida por la repentina vuelta del guardia civil. El teniente la tomó de la mano y depositó un beso en su dorso antes de salir de nuevo a la calle. Fue todo tan rápido que la joven pasó el resto del día pensando en si realmente había sucedido aquello o lo había soñado.
#1112
30/11/2012 15:49
Como sé que a Dasher le gusta la pareja Luis-Nieves vamos a ponerles un poquito más...
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- ¿Te vas a quedar con nosotras? – Nieves caminaba del brazo de su esposo camino de la puerta de la mansión de su amiga.
- Ahora no. – repuso él – Voy a la oficina a recoger mis carpetas y vuelvo en un rato.
- Entonces, ¿vas ha instalarte en el despacho de la casa? – Nieves detuvo sus pasos y Luis asintió como respuesta a la pregunta – No hace falta que lo hagas… ya te dije esta mañana que voy a seguir viniendo cada día, a pesar de que Natalia no evolucione, y…
- Y yo te he dicho que os quiero, que me preocupáis y que no pienso separarme de vosotras, ¿me has oído?
- Te he oído. – Nieves se acercó a su esposo y lo besó con dulzura.
- Entonces vamos, Natalia nos está esperando.
La pareja prosiguió su camino cuando la puerta principal se abrió y una de las jóvenes que trabajaba allí salió corriendo.
- ¡Clara! – Luis la detuvo cuando la joven llegó a la altura de la pareja – Clara, ¿qué sucede? ¿Dónde vas?
- Yo… - comenzó a decir con voz entrecortada – La… la señora Mariana me ha enviado a buscar al doctor. – la muchacha trataba de zafarse de las manos del joven.
- ¿Por qué? ¿Qué ha ocurrido? – volvió a preguntar él.
- ¿Natalia? – el nombre, apenas audible, brotó de la garganta de Nieves. La doncella tan solo pudo asentir.
- Por favor, ¡déjenme ir! – suplicó la chica.
- No, no vas a ir caminando. – Luis la tomó de la mano y tiró de ella hacia la calle – Vete en nuestro carruaje, dile a nuestro cochero que te acompañe y ¡por Dios, traed al doctor cueste lo que cueste!
- ¡Luis! ¡Luis! – Nieves se angustió pensando en que algo malo le hubiera podido pasar a su amiga. - ¿Crees que pueda…?
- La mejor manera de descubrir qué ocurre es entrar en la casa. – el joven tomó a su esposa del brazo y juntos caminaron a paso ligero hasta la puerta de entrada.
- ¡Mariana! ¡Mariana! – gritó Nieves en el momento en que le abrieron la puerta – Luisa, ¿dónde está Mariana?
- Mariana está arriba, en la habitación de Natalia.
Luisa, la cocinera, fue quien abrió la puerta. Felisa y Laura se encontraban en un rincón del recibidor, estrujando los delantales que llevaban entre las manos y con la mirada fija en las escaleras que daban acceso al piso superior. Sin pensarlo ni un solo instante, Luis y Nieves corrieron escaleras arriba deteniéndose en el umbral de la puerta del dormitorio. Cogidos de la mano y, con un nudo en la garganta, empujaron la hoja de la puerta y miraron hacia el interior de la estancia. Mariana estaba sentada en el borde de la cama, entre sus manos sostenía una de las de Natalia, en la cual iba depositando besos y caricias. La joven parecía estar igual que siempre, pálida, inmóvil, dormida, alejada de todo y de todos.
- Mariana… - la voz de Nieves fue tan solo un susurro, pero suficiente para que la mujer girara la cabeza. En su rostro no había ninguna expresión, ni tristeza ni alegría, pero con un gesto les indicó que se acercaran.
- ¿Qué ha sucedido? ¿Por qué Clara…? – comenzó a decir Nieves sin apartar los ojos de su amiga.
- Esta mañana, como cada día, Clara vino a arreglar la habitación. – Mariana hablaba en voz baja, como si su voz pudiera despertar a la joven que permanecía inconsciente – Dice que mientras abría las ventanas escuchó algo… un gemido. – Nieves dejó escapar un suspiro y su vista voló de Natalia a Luis y de nuevo a la joven – Se acercó a la cama, pero dice que no oyó nada más.
- ¿Y? – preguntó la joven impaciente.
- Desde entonces nada. – los ojos de Mariana se llenaban de lágrimas – Tal vez haya sido tan solo la imaginación de Clara, sus ganas de que Natalia reaccione, no lo sé… Pero no me he atrevido a negarle que vaya en busca del doctor, estamos todos tan…
- Has hecho bien. – Luis enfatizó sus palabras con un gesto de la cabeza. En su interior se sentía esperanzado y triste a la vez, el encuentro con Clara le hizo pensar en que el estado de su amiga había empeorado irremisiblemente, sin embargo necesitaba creer que la joven había escuchado aquel gemido, era una esperanza a la que seguir agarrándose – Cuando llegue el doctor, él nos dirá si el estado de Natalia ha sufrido algún cambio.
- ¿Por qué? – Nieves se soltó de la mano de su esposo y se acercó a la cama de su amiga, arrodillándose al lado - ¿Por qué no despiertas, Natalia? ¿Por qué no quieres despertar? ¡Debes despertar, tienes que despertar! ¡Tienes tanta vida por delante! ¡Tienes que conocer a mi hija! ¡Tienes que hacerlo por...! ¡Despierta, Natalia, despierta! – Nieves se derrumbó sobre el cuerpo de su amiga y comenzó a sollozar. - ¡Natalia, Natalia! – Nieves comenzó a gritar y su esposo corrió hacia las mujeres - ¡Me ha hablado! – Nieves se incorporó rápidamente volviéndose hacia su esposo.
- Cariño, Natalia sigue inconsciente. – Luis intentó tranquilizarla – Crees haberla oído pero tan solo ha sido producto de la tensión.
- No, Luis, no. No ha sido más que un susurro, pero me ha dicho que no llore. – Nieves tiraba de la mano de su esposo para que acercara su rostro al de su amiga. – Acércate, escucha…
- Cariño…
- Luis, por favor, escu… - la palabra no terminó de salir de los labios de la joven. Tanto Mariana como Luis y ella giraron los rostros al oír un débil sonido salir de los labios de Natalia.
- ¡Natalia, Natalia, abre los ojos! – Luis se sentó en el borde de la cama y tomó el rostro de su amiga entre las manos – Despierta, por favor…
- ..gua – volvió a escucharse de los labios de la joven
- ¿Gua? – se preguntó Nieves en voz alta - ¿Gua? ¡Agua! ¡Quiere agua! – Nieves salió corriendo de la habitación mientras gritaba - ¡Agua, subid agua! Natalia quiere agua, Natalia ha despertado…
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- ¿Te vas a quedar con nosotras? – Nieves caminaba del brazo de su esposo camino de la puerta de la mansión de su amiga.
- Ahora no. – repuso él – Voy a la oficina a recoger mis carpetas y vuelvo en un rato.
- Entonces, ¿vas ha instalarte en el despacho de la casa? – Nieves detuvo sus pasos y Luis asintió como respuesta a la pregunta – No hace falta que lo hagas… ya te dije esta mañana que voy a seguir viniendo cada día, a pesar de que Natalia no evolucione, y…
- Y yo te he dicho que os quiero, que me preocupáis y que no pienso separarme de vosotras, ¿me has oído?
- Te he oído. – Nieves se acercó a su esposo y lo besó con dulzura.
- Entonces vamos, Natalia nos está esperando.
La pareja prosiguió su camino cuando la puerta principal se abrió y una de las jóvenes que trabajaba allí salió corriendo.
- ¡Clara! – Luis la detuvo cuando la joven llegó a la altura de la pareja – Clara, ¿qué sucede? ¿Dónde vas?
- Yo… - comenzó a decir con voz entrecortada – La… la señora Mariana me ha enviado a buscar al doctor. – la muchacha trataba de zafarse de las manos del joven.
- ¿Por qué? ¿Qué ha ocurrido? – volvió a preguntar él.
- ¿Natalia? – el nombre, apenas audible, brotó de la garganta de Nieves. La doncella tan solo pudo asentir.
- Por favor, ¡déjenme ir! – suplicó la chica.
- No, no vas a ir caminando. – Luis la tomó de la mano y tiró de ella hacia la calle – Vete en nuestro carruaje, dile a nuestro cochero que te acompañe y ¡por Dios, traed al doctor cueste lo que cueste!
- ¡Luis! ¡Luis! – Nieves se angustió pensando en que algo malo le hubiera podido pasar a su amiga. - ¿Crees que pueda…?
- La mejor manera de descubrir qué ocurre es entrar en la casa. – el joven tomó a su esposa del brazo y juntos caminaron a paso ligero hasta la puerta de entrada.
- ¡Mariana! ¡Mariana! – gritó Nieves en el momento en que le abrieron la puerta – Luisa, ¿dónde está Mariana?
- Mariana está arriba, en la habitación de Natalia.
Luisa, la cocinera, fue quien abrió la puerta. Felisa y Laura se encontraban en un rincón del recibidor, estrujando los delantales que llevaban entre las manos y con la mirada fija en las escaleras que daban acceso al piso superior. Sin pensarlo ni un solo instante, Luis y Nieves corrieron escaleras arriba deteniéndose en el umbral de la puerta del dormitorio. Cogidos de la mano y, con un nudo en la garganta, empujaron la hoja de la puerta y miraron hacia el interior de la estancia. Mariana estaba sentada en el borde de la cama, entre sus manos sostenía una de las de Natalia, en la cual iba depositando besos y caricias. La joven parecía estar igual que siempre, pálida, inmóvil, dormida, alejada de todo y de todos.
- Mariana… - la voz de Nieves fue tan solo un susurro, pero suficiente para que la mujer girara la cabeza. En su rostro no había ninguna expresión, ni tristeza ni alegría, pero con un gesto les indicó que se acercaran.
- ¿Qué ha sucedido? ¿Por qué Clara…? – comenzó a decir Nieves sin apartar los ojos de su amiga.
- Esta mañana, como cada día, Clara vino a arreglar la habitación. – Mariana hablaba en voz baja, como si su voz pudiera despertar a la joven que permanecía inconsciente – Dice que mientras abría las ventanas escuchó algo… un gemido. – Nieves dejó escapar un suspiro y su vista voló de Natalia a Luis y de nuevo a la joven – Se acercó a la cama, pero dice que no oyó nada más.
- ¿Y? – preguntó la joven impaciente.
- Desde entonces nada. – los ojos de Mariana se llenaban de lágrimas – Tal vez haya sido tan solo la imaginación de Clara, sus ganas de que Natalia reaccione, no lo sé… Pero no me he atrevido a negarle que vaya en busca del doctor, estamos todos tan…
- Has hecho bien. – Luis enfatizó sus palabras con un gesto de la cabeza. En su interior se sentía esperanzado y triste a la vez, el encuentro con Clara le hizo pensar en que el estado de su amiga había empeorado irremisiblemente, sin embargo necesitaba creer que la joven había escuchado aquel gemido, era una esperanza a la que seguir agarrándose – Cuando llegue el doctor, él nos dirá si el estado de Natalia ha sufrido algún cambio.
- ¿Por qué? – Nieves se soltó de la mano de su esposo y se acercó a la cama de su amiga, arrodillándose al lado - ¿Por qué no despiertas, Natalia? ¿Por qué no quieres despertar? ¡Debes despertar, tienes que despertar! ¡Tienes tanta vida por delante! ¡Tienes que conocer a mi hija! ¡Tienes que hacerlo por...! ¡Despierta, Natalia, despierta! – Nieves se derrumbó sobre el cuerpo de su amiga y comenzó a sollozar. - ¡Natalia, Natalia! – Nieves comenzó a gritar y su esposo corrió hacia las mujeres - ¡Me ha hablado! – Nieves se incorporó rápidamente volviéndose hacia su esposo.
- Cariño, Natalia sigue inconsciente. – Luis intentó tranquilizarla – Crees haberla oído pero tan solo ha sido producto de la tensión.
- No, Luis, no. No ha sido más que un susurro, pero me ha dicho que no llore. – Nieves tiraba de la mano de su esposo para que acercara su rostro al de su amiga. – Acércate, escucha…
- Cariño…
- Luis, por favor, escu… - la palabra no terminó de salir de los labios de la joven. Tanto Mariana como Luis y ella giraron los rostros al oír un débil sonido salir de los labios de Natalia.
- ¡Natalia, Natalia, abre los ojos! – Luis se sentó en el borde de la cama y tomó el rostro de su amiga entre las manos – Despierta, por favor…
- ..gua – volvió a escucharse de los labios de la joven
- ¿Gua? – se preguntó Nieves en voz alta - ¿Gua? ¡Agua! ¡Quiere agua! – Nieves salió corriendo de la habitación mientras gritaba - ¡Agua, subid agua! Natalia quiere agua, Natalia ha despertado…
#1113
01/12/2012 12:05
Gracias Roberta
#1114
04/12/2012 00:11
Capítulo 126
- ¿Cuánto más va a tardar? – Nieves caminaba con paso inquieto frente a la puerta del dormitorio de su amiga. – No debí haberla dejado sola…
- Tranquila, mi amor, lo peor ya ha pasado. Ya la tenemos de nuevo con nosotros. – Luis estaba feliz, Natalia había despertado y estaba seguro de que la joven se repondría completamente de las heridas del accidente y del prolongado período de inmovilización.
En la casa reinaba de nuevo la felicidad, todo el personal se encontraba frente a aquella puerta cerrada, algunos apoyados en las paredes, otros sentados en sillas y las muchachas más jóvenes en los escalones de la imponente escalera. Las lágrimas corrían por los rostros hasta desaparecer en la amplias sonrisas que mostraban, nada importaba aquel día, no había habitaciones que limpiar, menús que preparar, ni recados que hacer, nadie iba a abandonar aquel pasillo hasta que el doctor apareciera de nuevo.
- Pero, ¿no crees que está tardando mucho? – Nieves se estrujaba las manos – Para cuando el doctor ha llegado Natalia ya había abierto los ojos y nos ha reconocido y…
- Cariño, debe hacerle un chequeo a fondo. Debe comprobar si el golpe en la espalda y el cabeza le han producido… - Luis no se atrevía a plantearse siquiera que la inmovilidad que sufría su amiga fuera debida al golpe recibido y no al periodo que había estado postrada en la cama..
- Pero tanto tiempo…
- Solo lleva diez minutos dentro. – repuso Luis. Mariana no dejaba de mirar a los esposos, pensaba que aunque Natalia no tuviera casi familiares, Luis y Nieves eran una verdadera familia para ella.
- ¿Solo? – preguntó Nieves avergonzada – Pues me parece una eternidad. - minutos más tarde la puerta se abrió y el doctor salió por ella.
- Doctor, ¿cómo está Natalia? – preguntó Nieves en cuanto vio aparecer al doctor
- Bien, aturdida por la noticia pero bien. Natalia es una jovencita…, - el médico, sonriente, rectificó sus palabras – es una mujer muy fuerte, ahora tan solo necesita una amiga a su lado y pensar en cómo va a afrontar su futuro. – El doctor sonrió pensando en todas las veces que había atendido a Natalia; anginas, resfriados y magulladuras en su niñez, su abatimiento tras la muerte de sus padres, esporádicas consultas en su vida adulta y en aquel momento un accidente y su actual estado.
- ¿Se recuperará? – preguntó Nieves preocupada
- La evolución de su estado depende de ella y de si sigue mis recomendaciones. – respondió el doctor con tranquilidad
- ¿Puedo verla?
- Por supuesto. – dijo el galeno asintiendo con la cabeza - Mañana volveré a ver cómo sigue. – Nieves dejó a su marido hablando con el médico y entró en la habitación, cerrando la puerta tras ella.
- Doctor. – Luis reclamó la atención del hombre - ¿Cómo la ha visto?
- Está muy débil. - explicó el médico, aunque era obvio. Natalia no se había alimentado de una forma adecuada en los últimos meses – Hay que empezar a proporcionarle alimento cuanto antes, aunque ha de ser muy ligero; su aparato digestivo no tolerará nada sólido en bastante tiempo.
- No hay problema por ello. – replicó Luisa. Todos estaban atentos a las atenciones del médico, escuchando por si podían ayudar de alguna manera – Yo me encargo de hacerle el caldo de pollo más reconstituyente que se pueda usted imaginar.
- No lo dudo, pero por favor, tenga en cuenta…
- Que su estómago no está para muchas alegrías. – terminó la mujer – No sé preocupe doctor, me voy a hacer a la idea de que tenemos en la casa un bebé que está aprendiendo a comer. Ya verá como en muy poco tiempo vuelve a tener las mejillas sonrosadas y a estar rellenita y no el saco de huesitos en que se nos ha quedado. Felisa, hija; vete al mercado y tráete el pollo más gordo que tengan, y unos buenos huesos para hacer caldo y… - las mujeres ya se iban camino a la cocina cuando la cocinera se volvió – Doctor, ¿puede tomar leche?
- Sí, pero rebajada con agua.
- Y también te acercas a la vaquería y que te traes unos litros de leche. – continuó la mujer dando indicaciones - Pero que la ordeñen frente a ti, nada de la que tengan ya ordeñada. Si hay que rebajarla… ya lo haré yo.
- Doctor… - Luis llamó de nuevo la atención del médico
- Sí, disculpe, pensaba que con semejantes cuidadoras no van a requerir mis servicios durante mucho tiempo. – el doctor sonreía - Natalia está muy débil, pero se recuperará.
- ¿Y los golpes? – Luis estaba realmente preocupado
- Le he realizado un examen preliminar al golpe que sufrió en la cabeza. La herida cerró correctamente – continuó explicando – aunque aún es pronto para evaluar su estado. Está consciente y responde a las preguntas que se le realizan con coherencia, no recuerda algunas cosas, pero las lagunas pueden ser debidas a la impresión de despertar tantas semanas después, a la falta de hidratación o al cansancio. Debemos esperar unos días para tener unos resultados más claros, pero no creo que haya complicaciones.
- ¿Y el golpe de la espalda? – la voz de Luis mostraba miedo y preocupación.
- ¿Cuánto más va a tardar? – Nieves caminaba con paso inquieto frente a la puerta del dormitorio de su amiga. – No debí haberla dejado sola…
- Tranquila, mi amor, lo peor ya ha pasado. Ya la tenemos de nuevo con nosotros. – Luis estaba feliz, Natalia había despertado y estaba seguro de que la joven se repondría completamente de las heridas del accidente y del prolongado período de inmovilización.
En la casa reinaba de nuevo la felicidad, todo el personal se encontraba frente a aquella puerta cerrada, algunos apoyados en las paredes, otros sentados en sillas y las muchachas más jóvenes en los escalones de la imponente escalera. Las lágrimas corrían por los rostros hasta desaparecer en la amplias sonrisas que mostraban, nada importaba aquel día, no había habitaciones que limpiar, menús que preparar, ni recados que hacer, nadie iba a abandonar aquel pasillo hasta que el doctor apareciera de nuevo.
- Pero, ¿no crees que está tardando mucho? – Nieves se estrujaba las manos – Para cuando el doctor ha llegado Natalia ya había abierto los ojos y nos ha reconocido y…
- Cariño, debe hacerle un chequeo a fondo. Debe comprobar si el golpe en la espalda y el cabeza le han producido… - Luis no se atrevía a plantearse siquiera que la inmovilidad que sufría su amiga fuera debida al golpe recibido y no al periodo que había estado postrada en la cama..
- Pero tanto tiempo…
- Solo lleva diez minutos dentro. – repuso Luis. Mariana no dejaba de mirar a los esposos, pensaba que aunque Natalia no tuviera casi familiares, Luis y Nieves eran una verdadera familia para ella.
- ¿Solo? – preguntó Nieves avergonzada – Pues me parece una eternidad. - minutos más tarde la puerta se abrió y el doctor salió por ella.
- Doctor, ¿cómo está Natalia? – preguntó Nieves en cuanto vio aparecer al doctor
- Bien, aturdida por la noticia pero bien. Natalia es una jovencita…, - el médico, sonriente, rectificó sus palabras – es una mujer muy fuerte, ahora tan solo necesita una amiga a su lado y pensar en cómo va a afrontar su futuro. – El doctor sonrió pensando en todas las veces que había atendido a Natalia; anginas, resfriados y magulladuras en su niñez, su abatimiento tras la muerte de sus padres, esporádicas consultas en su vida adulta y en aquel momento un accidente y su actual estado.
- ¿Se recuperará? – preguntó Nieves preocupada
- La evolución de su estado depende de ella y de si sigue mis recomendaciones. – respondió el doctor con tranquilidad
- ¿Puedo verla?
- Por supuesto. – dijo el galeno asintiendo con la cabeza - Mañana volveré a ver cómo sigue. – Nieves dejó a su marido hablando con el médico y entró en la habitación, cerrando la puerta tras ella.
- Doctor. – Luis reclamó la atención del hombre - ¿Cómo la ha visto?
- Está muy débil. - explicó el médico, aunque era obvio. Natalia no se había alimentado de una forma adecuada en los últimos meses – Hay que empezar a proporcionarle alimento cuanto antes, aunque ha de ser muy ligero; su aparato digestivo no tolerará nada sólido en bastante tiempo.
- No hay problema por ello. – replicó Luisa. Todos estaban atentos a las atenciones del médico, escuchando por si podían ayudar de alguna manera – Yo me encargo de hacerle el caldo de pollo más reconstituyente que se pueda usted imaginar.
- No lo dudo, pero por favor, tenga en cuenta…
- Que su estómago no está para muchas alegrías. – terminó la mujer – No sé preocupe doctor, me voy a hacer a la idea de que tenemos en la casa un bebé que está aprendiendo a comer. Ya verá como en muy poco tiempo vuelve a tener las mejillas sonrosadas y a estar rellenita y no el saco de huesitos en que se nos ha quedado. Felisa, hija; vete al mercado y tráete el pollo más gordo que tengan, y unos buenos huesos para hacer caldo y… - las mujeres ya se iban camino a la cocina cuando la cocinera se volvió – Doctor, ¿puede tomar leche?
- Sí, pero rebajada con agua.
- Y también te acercas a la vaquería y que te traes unos litros de leche. – continuó la mujer dando indicaciones - Pero que la ordeñen frente a ti, nada de la que tengan ya ordeñada. Si hay que rebajarla… ya lo haré yo.
- Doctor… - Luis llamó de nuevo la atención del médico
- Sí, disculpe, pensaba que con semejantes cuidadoras no van a requerir mis servicios durante mucho tiempo. – el doctor sonreía - Natalia está muy débil, pero se recuperará.
- ¿Y los golpes? – Luis estaba realmente preocupado
- Le he realizado un examen preliminar al golpe que sufrió en la cabeza. La herida cerró correctamente – continuó explicando – aunque aún es pronto para evaluar su estado. Está consciente y responde a las preguntas que se le realizan con coherencia, no recuerda algunas cosas, pero las lagunas pueden ser debidas a la impresión de despertar tantas semanas después, a la falta de hidratación o al cansancio. Debemos esperar unos días para tener unos resultados más claros, pero no creo que haya complicaciones.
- ¿Y el golpe de la espalda? – la voz de Luis mostraba miedo y preocupación.
#1115
04/12/2012 10:59
Los golpes de la espalda??????????????
gracias Roberta
gracias Roberta
#1116
04/12/2012 14:32
Un porrazo im-prezionante.
No sé si lo recordaréis pero Luis se preocupó por el golpe de la espalda desde el primer momento... no dejó que nadie moviera a Natalia mientras no llegara el médico.
A la tarde-noche otro poco más. A ver cuál es el diagnóstico del doctor ahora que la chiquilla ha despertado...
No sé si lo recordaréis pero Luis se preocupó por el golpe de la espalda desde el primer momento... no dejó que nadie moviera a Natalia mientras no llegara el médico.
A la tarde-noche otro poco más. A ver cuál es el diagnóstico del doctor ahora que la chiquilla ha despertado...
#1117
04/12/2012 20:08
- Ese ya me preocupa un poco más. No he podido examinarla a conciencia, la exploración no sería concluyente. – ante el gesto de extrañeza de los presentes, continuó hablando – Está muy débil, sus músculos están atrofiados por la falta de energía y ejercicio y cualquier paso en falso podría ser fatal para su estado, un golpe, una caída… prefiero que se recupere un poco antes de decir nada. Pero tranquilos, ahora lo que más necesita es tranquilidad, tiempo para asimilar la situación y ese caldo que ya está en marcha. – el doctor colocó una mano sobre el brazo de Luis intentando infundirle ánimos – Volveré cada día para controlar su evolución.
- Gracias, doctor. Le acompaño a la salida. – se ofreció el hombre.
- No, no es necesario, conozco perfectamente el camino. – replicó sonriente – Entre usted con ellas, ahora lo que Natalia necesita es estar con gente que la quiere.
- ¿Qué gritos son estos? – al abrir la puerta, Luis se encontró con que su esposa le estaba gritando a Natalia.
- Llévatela a casa. – dijo Natalia entre susurros – Es mala, me está gritando.
- ¿Qué ocurre mi amor? – preguntó Luis abrazando a su esposa.
- ¡Que Natalia sigue siendo tan terca y cabezota como siempre! Puedes decirle al doctor que el golpe en la cabeza no le ha afectado lo más mínimo. – Nieves se deshizo de su abrazo y se sentó en un butacón mirando a su amiga.
- ¡Ay, Luis! – dijo Natalia cuando su amigo se sentó a su lado en la cama – Creo que nos equivocamos con ella… creíamos que era una buena chica y resulta que estaba esperando a tomar confianza para sacar las uñas.
- Veo que tienes ganas de bromear. – Luis depositó un beso en la frente de Natalia
- Idos a casa. – dijo Natalia recuperando la seriedad – Yo estaré bien.
- ¿La estás escuchando? – preguntó Nieves airada.
- No vamos a ir a ningún sitio, señorita. – el tono de Luis era ligero, pero Natalia conocía la determinación de su amigo, nada ni nadie lo haría cambiar de opinión. – En estos momentos necesitas nuestra ayuda y nuestro apoyo. Tú siempre has estado a nuestro lado, en los buenos y en los malos momentos y la amistad consiste en eso: en apoyarnos, en ayudarnos, en estar ahí para lo que sea menester. Ya puedes gritar, chillar o patalear que no te va a servir de nada y hablo también en nombre de las seis personas que están al otro lado de esa puerta y que se han desvivido por ti durante los últimos meses. Así que a callar y a obedecer.
- No vais a cambiar de opinión, ¿verdad? – preguntó Natalia al borde de las lágrimas.
- Ni pensarlo. – Nieves se acercó de nuevo y la tomó de la mano.
- Me alegro. – Natalia comenzó a llorar – Porque no sé que sería de mí sin vosotros.
- Gracias, doctor. Le acompaño a la salida. – se ofreció el hombre.
- No, no es necesario, conozco perfectamente el camino. – replicó sonriente – Entre usted con ellas, ahora lo que Natalia necesita es estar con gente que la quiere.
- ¿Qué gritos son estos? – al abrir la puerta, Luis se encontró con que su esposa le estaba gritando a Natalia.
- Llévatela a casa. – dijo Natalia entre susurros – Es mala, me está gritando.
- ¿Qué ocurre mi amor? – preguntó Luis abrazando a su esposa.
- ¡Que Natalia sigue siendo tan terca y cabezota como siempre! Puedes decirle al doctor que el golpe en la cabeza no le ha afectado lo más mínimo. – Nieves se deshizo de su abrazo y se sentó en un butacón mirando a su amiga.
- ¡Ay, Luis! – dijo Natalia cuando su amigo se sentó a su lado en la cama – Creo que nos equivocamos con ella… creíamos que era una buena chica y resulta que estaba esperando a tomar confianza para sacar las uñas.
- Veo que tienes ganas de bromear. – Luis depositó un beso en la frente de Natalia
- Idos a casa. – dijo Natalia recuperando la seriedad – Yo estaré bien.
- ¿La estás escuchando? – preguntó Nieves airada.
- No vamos a ir a ningún sitio, señorita. – el tono de Luis era ligero, pero Natalia conocía la determinación de su amigo, nada ni nadie lo haría cambiar de opinión. – En estos momentos necesitas nuestra ayuda y nuestro apoyo. Tú siempre has estado a nuestro lado, en los buenos y en los malos momentos y la amistad consiste en eso: en apoyarnos, en ayudarnos, en estar ahí para lo que sea menester. Ya puedes gritar, chillar o patalear que no te va a servir de nada y hablo también en nombre de las seis personas que están al otro lado de esa puerta y que se han desvivido por ti durante los últimos meses. Así que a callar y a obedecer.
- No vais a cambiar de opinión, ¿verdad? – preguntó Natalia al borde de las lágrimas.
- Ni pensarlo. – Nieves se acercó de nuevo y la tomó de la mano.
- Me alegro. – Natalia comenzó a llorar – Porque no sé que sería de mí sin vosotros.
#1118
07/12/2012 20:41
Capítulo 127
- ¿Hoy también tenía que venir el doctor? Pero si es domingo, - protestó Natalia - ¿ni siquiera descansa los domingos?
- ¿A todo le tienes que poner pegas? – Nieves cargaba en brazos a su hija mientras caminaba por la habitación de Natalia
- ¿Me la dejas? – dijo extendiendo los brazos hacia la niña
- ¿Crees que podrás con ella?
- Colócamela al lado. Ya es hora de que mi ahijada y yo nos vayamos conociendo. Hola Valeria. – dijo acariciando la carita de la niña - ¡Qué bonita es! ¡Y qué piel tan suave tiene!
- Sí. – Nieves estaba muy orgullosa de su hija.
- Pero sigo diciendo que le habéis puesto un nombre demasiado rebuscado. – Natalia sonrió a la niña y le hizo una caricia - ¿Verdad que tengo razón, cariño? Tus papás no han pensado en cuando vayas al colegio y los niños se metan contigo…
- ¿Vas a dejarlo ya? – Nieves se sentó en la cama junto a su amiga y su hija y sonrió. - ¿Tienes hambre?
- No, la verdad es que no. Mi cuerpo se ha acostumbrado a casi no comer.
- Pues debes hacerlo. – Nieves se levantó y se acercó a una mesita que habían colocado cerca de la cama. - ¿Te apetece un poco de esta crema?
- No, ahora no… - respondió Natalia con desgana.
- Tienes que comer, Natalia. Ya has oído al doctor. – Nieves hablaba mientras servía un plato de comida. – Debes alimentarte correctamente.
- Está bien… Pero solo medio plato.
- De acuerdo. – Nieves sonrió, a pesar de que Natalia continuamente decía que no tenía hambre o no le apetecía lo que le ofrecían, acababa con todo lo que le servían y su aspecto había mejorado bastante en los poquísimos días que llevaba consciente.
- Espera un momento, voy a dejar a Valeria en la cuna y te ayudo a que te incorpores. – Natalia se dejó caer de nuevo sobre las almohadas y miró a la niña.
- No eres la única que no puede andar, pequeña…
- Pero tú – comenzó a decir Nieves – volverás a hacerlo mucho antes que ella comience a gatear siquiera, ya verás.
- ¿Tú crees? – preguntó Natalia muy seria. Nieves evitó mirarla y tiró de ella para colocar las almohadas tras su espalda.
- Estoy segura.
- ¿Hoy también tenía que venir el doctor? Pero si es domingo, - protestó Natalia - ¿ni siquiera descansa los domingos?
- ¿A todo le tienes que poner pegas? – Nieves cargaba en brazos a su hija mientras caminaba por la habitación de Natalia
- ¿Me la dejas? – dijo extendiendo los brazos hacia la niña
- ¿Crees que podrás con ella?
- Colócamela al lado. Ya es hora de que mi ahijada y yo nos vayamos conociendo. Hola Valeria. – dijo acariciando la carita de la niña - ¡Qué bonita es! ¡Y qué piel tan suave tiene!
- Sí. – Nieves estaba muy orgullosa de su hija.
- Pero sigo diciendo que le habéis puesto un nombre demasiado rebuscado. – Natalia sonrió a la niña y le hizo una caricia - ¿Verdad que tengo razón, cariño? Tus papás no han pensado en cuando vayas al colegio y los niños se metan contigo…
- ¿Vas a dejarlo ya? – Nieves se sentó en la cama junto a su amiga y su hija y sonrió. - ¿Tienes hambre?
- No, la verdad es que no. Mi cuerpo se ha acostumbrado a casi no comer.
- Pues debes hacerlo. – Nieves se levantó y se acercó a una mesita que habían colocado cerca de la cama. - ¿Te apetece un poco de esta crema?
- No, ahora no… - respondió Natalia con desgana.
- Tienes que comer, Natalia. Ya has oído al doctor. – Nieves hablaba mientras servía un plato de comida. – Debes alimentarte correctamente.
- Está bien… Pero solo medio plato.
- De acuerdo. – Nieves sonrió, a pesar de que Natalia continuamente decía que no tenía hambre o no le apetecía lo que le ofrecían, acababa con todo lo que le servían y su aspecto había mejorado bastante en los poquísimos días que llevaba consciente.
- Espera un momento, voy a dejar a Valeria en la cuna y te ayudo a que te incorpores. – Natalia se dejó caer de nuevo sobre las almohadas y miró a la niña.
- No eres la única que no puede andar, pequeña…
- Pero tú – comenzó a decir Nieves – volverás a hacerlo mucho antes que ella comience a gatear siquiera, ya verás.
- ¿Tú crees? – preguntó Natalia muy seria. Nieves evitó mirarla y tiró de ella para colocar las almohadas tras su espalda.
- Estoy segura.
#1119
07/12/2012 23:00
¡Sigue! A ver que sucede, que esta muy interesante.
#1120
09/12/2012 20:19
- Nieves, no te hagas tantas ilusiones. – Natalia estaba muy desanimada – Ya has oído al doctor, ni siquiera sabe cuál es el alcance de mis lesiones.
- ¿Y porqué te tienes que poner siempre en lo peor? Lo único que te ha dicho es que la inmovilidad puede ser debida a la escasa alimentación que has tomado y al prolongado período en cama.
- Eso lo ha dicho porque quiere que vaya haciéndome a la idea poco a poco. – Natalia se apoyaba en los brazos, aún débiles, y en su amiga para incorporarse en la cama, mientras arrastraba las piernas por el lecho.
- No, eso sí que no. No acepto más palabras pesimistas. – Nieves terminó de recolocar las almohadas y se dirigió a la mesa a recoger el plato con la comida – El doctor te lo ha dejado bien claro: no puedes mover las piernas porque tu cuerpo ha perdido musculatura, - la joven introdujo una cucharada de comida en la boca de su amiga – debes comer bien para recuperar fuerzas – otra cucharada – y debes descansar para que todo siga su curso. – una tercera cucharada de alimento entró en la boca de la joven convaleciente.
- De acuerdo. – Natalia se tapó la boca evitando una cuarta cucharada – Al menos déjame comer a mí, las manos aún me funcionan. Es que… tengo tanto miedo.
- Lo sé. – Nieves se sentó en la cama – Y es lógico que tengas miedo, pero todo saldrá bien. Ya lo verás. No vamos a dejarte sola, pase lo que pase. – Natalia miró a su amiga y sonrió; era una sonrisa triste, pero la más sincera que Nieves había visto desde que su amiga volvió de Arazana, era una sonrisa llena de esperanza.
- Margarita, ¿aún estás sin terminar de arreglar? – Eugenia correteaba de un lado a otro en busca de un sombrerito que conjuntase con su vestido – Ángel ha de estar a punto de llegar y no quiero hacerlo esperar.
- Id sin mí. – la joven Guerra se dejó caer en la cama, con desgana. Sus padres hacía varias semanas que habían vuelto de viaje, pero ella seguía en casa de los Montoro.
- ¿Cómo vamos a irnos sin ti? – preguntó Eugenia - Por fin un baile en este pueblo, ¿y te lo vas a perder?
- ¿Qué hago yo allí con vosotros dos? Eugenia, dos son compañía y tres son…
- Son tres amigos que van a ir a disfrutar de un baile en el pueblo, nada más. Además, necesito tu ayuda. Necesito que… - un golpe en la puerta interrumpió la conversación – Adelante.
- Señorita Eugenia. – la puerta se abrió y entró Rocío – El señor Guarda acaba de llegar y pregunta si están ustedes listas.
- Gracias Rocío. – Eugenia se volvió hacia su amiga con un gesto que la animaba a darse prisa – Sirve un café al señor Guarda y dile que tardaremos aún unos minutos. Estamos un poco… indecisas sobre qué sombrero nos sienta mejor.
- Sí, señorita. – Rocío salió dejando a las amigas a solas.
- Margarita, - Eugenia se sentó en la cama junto a su amiga – necesito tu ayuda. Tengo que hablar con Roberto.
- ¿Y qué tengo que ver yo en ello?
- No quiero que se sienta intimidado si le abordo yo sola.
- ¿Y piensas que se va a sentir menos intimidado si te presentas rodeada de gente? No me tomes por tonta, Eugenia.
- No te tomo por tonta…, tan solo pienso que si no voy sola no se pondrá a la defensiva o al menos no mucho. Vamos…, Margarita…, por favor… - Eugenia se arrodilló frente a su amiga y le dijo en tono meloso – Has conseguido que te lo pida de rodillas…
- Está bien. – Margarita se levantó y se acercó al tocador – Me has convencido, pero creo que me voy a arrepentir.
- ¿Y porqué te tienes que poner siempre en lo peor? Lo único que te ha dicho es que la inmovilidad puede ser debida a la escasa alimentación que has tomado y al prolongado período en cama.
- Eso lo ha dicho porque quiere que vaya haciéndome a la idea poco a poco. – Natalia se apoyaba en los brazos, aún débiles, y en su amiga para incorporarse en la cama, mientras arrastraba las piernas por el lecho.
- No, eso sí que no. No acepto más palabras pesimistas. – Nieves terminó de recolocar las almohadas y se dirigió a la mesa a recoger el plato con la comida – El doctor te lo ha dejado bien claro: no puedes mover las piernas porque tu cuerpo ha perdido musculatura, - la joven introdujo una cucharada de comida en la boca de su amiga – debes comer bien para recuperar fuerzas – otra cucharada – y debes descansar para que todo siga su curso. – una tercera cucharada de alimento entró en la boca de la joven convaleciente.
- De acuerdo. – Natalia se tapó la boca evitando una cuarta cucharada – Al menos déjame comer a mí, las manos aún me funcionan. Es que… tengo tanto miedo.
- Lo sé. – Nieves se sentó en la cama – Y es lógico que tengas miedo, pero todo saldrá bien. Ya lo verás. No vamos a dejarte sola, pase lo que pase. – Natalia miró a su amiga y sonrió; era una sonrisa triste, pero la más sincera que Nieves había visto desde que su amiga volvió de Arazana, era una sonrisa llena de esperanza.
- Margarita, ¿aún estás sin terminar de arreglar? – Eugenia correteaba de un lado a otro en busca de un sombrerito que conjuntase con su vestido – Ángel ha de estar a punto de llegar y no quiero hacerlo esperar.
- Id sin mí. – la joven Guerra se dejó caer en la cama, con desgana. Sus padres hacía varias semanas que habían vuelto de viaje, pero ella seguía en casa de los Montoro.
- ¿Cómo vamos a irnos sin ti? – preguntó Eugenia - Por fin un baile en este pueblo, ¿y te lo vas a perder?
- ¿Qué hago yo allí con vosotros dos? Eugenia, dos son compañía y tres son…
- Son tres amigos que van a ir a disfrutar de un baile en el pueblo, nada más. Además, necesito tu ayuda. Necesito que… - un golpe en la puerta interrumpió la conversación – Adelante.
- Señorita Eugenia. – la puerta se abrió y entró Rocío – El señor Guarda acaba de llegar y pregunta si están ustedes listas.
- Gracias Rocío. – Eugenia se volvió hacia su amiga con un gesto que la animaba a darse prisa – Sirve un café al señor Guarda y dile que tardaremos aún unos minutos. Estamos un poco… indecisas sobre qué sombrero nos sienta mejor.
- Sí, señorita. – Rocío salió dejando a las amigas a solas.
- Margarita, - Eugenia se sentó en la cama junto a su amiga – necesito tu ayuda. Tengo que hablar con Roberto.
- ¿Y qué tengo que ver yo en ello?
- No quiero que se sienta intimidado si le abordo yo sola.
- ¿Y piensas que se va a sentir menos intimidado si te presentas rodeada de gente? No me tomes por tonta, Eugenia.
- No te tomo por tonta…, tan solo pienso que si no voy sola no se pondrá a la defensiva o al menos no mucho. Vamos…, Margarita…, por favor… - Eugenia se arrodilló frente a su amiga y le dijo en tono meloso – Has conseguido que te lo pida de rodillas…
- Está bien. – Margarita se levantó y se acercó al tocador – Me has convencido, pero creo que me voy a arrepentir.