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Como no me gusta la historia... voy y la cambio (Natalia y Roberto)

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Roberta72
Roberta72
27/04/2011 20:02
Como estoy bastante aburrida de que me tengan a Roberto entre rejas, aunque sean las rejas de cartón piedra del cuartel de Arazana, y de que nadie (excepto San Miguel) intente hacer nada... pues voy y lo saco yo misma.
Y como la historia parece que va dos pasitos pa´lante y tres pa´trás, pues voy y la cambio a mi gusto.
Y como a mi el que me gusta es el Rober... pues también cambio la historia.

Creo que me he metio en un ebolao del que no voy a saber salir pero bueno, todo sea por dar ideas a los guionistas de nuestros amores. Ya me direis...
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Capítulo 1

Parecía un sitio tranquilo, alejado del camino, seguro que por allí no pasaba gente con regularidad. La hierba que tapizaba la orilla del río era alta y estaba sin pisar así que decidió desmontar y descansar unos minutos.
- No puedo estar ya muy lejos de ese maldito pueblo. ¿Es que no había un lugar más perdido donde esconderte Sara?- dijo en voz alta mientras ataba el caballo a uno de los árboles que extendían sus ramas sobre el agua.
Mientras estiraba los músculos, agarrotados después de tan larga jornada a caballo, vio su reflejo en el remanso que el río formaba a pocos metros de allí. Miró hacia ambos lados y, al no ver a nadie y comprobar que el caballo se alimentaba tranquilamente, sonrió y comenzó a despojarse de sus vestimentas hasta quedar en ropa interior. Se adentró en el agua hasta que ésta le llegó hasta la cintura, entonces extendió los brazos y se dejó caer hacia atrás. Movía los brazos y las piernas lo indispensable para no alejarse demasiado de la orilla y mantenerse a flote, sintiendo cómo la corriente masajeaba su cuerpo. Sabía que la ropa que aún llevaba puesta, al mojarse, dejaría al descubierto las formas de su cuerpo, pero le daba igual, además, sería demasiada casualidad que alguien pasara por allí en ese momento.
#1041
Roberta72
Roberta72
24/09/2012 20:36
Capítulo 112

Roberto se alejó de Sara, caminó unos pasos hasta situarse bajo los árboles que delimitaban su terreno y allí se detuvo. Sentía cómo la mirada inquisitiva de su amiga se clavaba en su espalda, sabía que Sara no dejaría de hacerle preguntas, preguntas para las cuáles él tan solo tenía una respuesta, una respuesta que no quería ofrecer.
- Pensabas que te traía noticias de Natalia, ¿verdad? Malas noticias además. – Sara caminó hasta colocarse a la espalda de su amigo, se detuvo y al ver que él no respondía, le colocó una mano en el hombro. Aquel simple gesto hizo que Roberto diera un paso adelante para apartarse de ella. – No lo entiendo, han pasado… - Sara tomó aire - han pasado semanas desde que se marchó y…
- ¿Está bien? – interrumpió el joven.
- ¿Estás tú bien? – preguntó Sara. Ante semejante pregunta, la única reacción de Roberto fue dejar caer su cabeza hacia delante hasta tocar el pecho con la barbilla. - He recibido una carta de ella. – Sara no sabía si hacía bien hablando de su prima con Roberto, pero sabía que éste sufría por su ausencia al igual que le sucedía a Natalia por él – No decía gran cosa, tan solo que había llegado bien, que su amigo Luis iba a ser padre y que él y su esposa le habían pedido que fuera la madrina del bebé.
Luis, el hombre del que Roberto había sentido tantos celos, iba a ser padre y confiaba y estimaba tanto a Natalia que le había pedido que fuera la madrina de su hijo. Natalia con un bebé en brazos, ocupándose de él, cuidándolo, ¿acaso podía haber imagen más bella que esa?, Roberto pensaba que no. Natalia merecía una familia, un esposo que la amara, hijos que la adoraran y le hicieran olvidar todo el dolor que había padecido hasta aquel momento.
- No podía hacer otra cosa. – comentó Roberto en voz baja. Sara se disponía a rebatir esa afirmación cuando Roberto continuó hablando – No podía dejar que ella sufriera.
- ¿Y piensas que no está sufriendo alejada de ti? – la joven habló en voz muy baja – Además, cuando le dijiste… cuando hiciste que se fuera – rectificó rápidamente – no sabías que Olmedo pensaba atentar contra ti, ¿o acaso estabas enterado de algo?
- No, no sabía nada.
- ¿Entonces? ¿Piensas que las habladurías sobre ti iban a afectarle? – el tono de voz de Sara se iba elevando a cada frase - ¿Por eso la alejaste? Pues ya ves… no ha habido habladurías, ni cuchicheos ni nada por el estilo; y aunque los hubiese habido, Natalia hizo frente a las habladurías en una ocasión anterior y salió adelante y con la cabeza bien alta.
- Aún así. Ella está donde debe de estar.
- ¿Y tú?
- Yo también estoy donde debo de estar. – Tras decir esas palabras, Roberto se agachó, tomó una azada en sus manos y volvió al lugar donde se encontraba cuando Sara interrumpió su trabajo. Sin volver la vista atrás para mirar a su amiga, comenzó a trabajar la tierra, arrancando pequeñas hierbas que crecían junto al trigo sembrado.
#1042
CHECHE
CHECHE
24/09/2012 20:42
Gracias Roberta, por seguir esta bonita historia....tenía algunos trozos atrasados, pero al ir leyéndo varios seguidos, me gusta cada vez más la historia.....

Un beso.....Muaack
#1043
arunda
arunda
27/09/2012 00:30
Gracias Roberta
#1044
Roberta72
Roberta72
27/09/2012 07:36
Gracias a vosotras.....

A ver si esta noche tengo un ratito para escribir algo, porque la verdad es que llevo una semana de locos.
#1045
Roberta72
Roberta72
27/09/2012 23:28
No he tenido tiempo de más...
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Capítulo 113

Sara volvió cabizbaja al pueblo tras la charla que hubo mantenido con Roberto, no podía dejar de pensar que Miguel tenía razón, los sentimientos de Roberto eran los que su novio le había tratado de explicar, pero ¿por qué los hombres pensaban que debían proteger a las mujeres de todo y en todo momento? Tanto ella como Natalia habían demostrado que no eran frágiles, que eran mujeres fuertes y que podían enfrentarse a los sinsabores de la vida sin derrumbarse, ¿por qué entonces obviaban su opinión y tomaban decisiones por ellas sin consultarles siquiera? Al llegar a la plaza de Arazana vio que Ángel se encontraba de brazos cruzados apoyado en la puerta de la imprenta. El muchacho esperó a que Sara entrara por la puerta y pasó tras ella.
- ¿Qué pasa jefa? – preguntó cuando Sara se colocó tras el mostrador del establecimiento dejando su chaqueta a un lado.
- Nada, ¿por qué lo dices?
- Porque tu teniente ha tenido que avisar a Julieta para que se quedara al cargo de la imprenta mientras él salía a hablar con Garay. ¿No sabes que no se puede dejar un negocio abierto sin vigilancia? Cualquier bandolero podría entrar y desvalijarte. – dijo en tono de broma. Al ver que la muchacha se mantenía seria, él también cambió de actitud – Sara, ¿qué ocurre? ¿De qué tenían que hablar los tenientes? ¿De dónde vienes?
- Rodríguez ha dejado Ronda. – dijo como toda explicación. El antiguo bandolero tomó aire pero no dijo nada - ¿Tampoco tú vas a decir nada?
- ¿Tampoco yo? ¿Qué te ha dicho tu tenientucho, rubia? – dijo el joven intentando animar a la chica con sus bromas.
- No lo llames así… - Sara estaba furiosa. Toda la rabia ante el comportamiento de Roberto salió por fin al exterior – Miguel ha ido a llevarle un telegrama a Garay, un telegrama en que lo avisaban de que Rodríguez ha dejado Ronda. Como podrás suponer eso significa que estará a punto de llegar a Arazana.
- ¿Y por eso estás tan enfadada?
- ¿Tampoco tú ves el peligro que eso supone?
- Alto, un momento, - dijo el joven – ya es la segunda vez que dices eso de tampoco tú… ¿tampoco yo, qué? ¿Y quién piensa como yo?
- Roberto. – dijo con un bufido
- Roberto, ¿qué pasa con Roberto? – siguió preguntando él.
- Mientras Miguel fue a buscar a Garay para entregarle el telegrama, - Sara se iba calmando por momentos – yo fui a buscar a Roberto para ponerle al tanto y él… - Ángel no dijo nada y esperó a que Sara continuara por iniciativa propia, mientras ella intentaba explicar a su amigo el punto de vista de Roberto sin implicar a Natalia – él se quedó de lo más tranquilo, diciendo que era un alivio. ¿Cómo puede decir que es un alivio saber que vienen a matarte?
- Yo lo entiendo. – dijo él apoyando los codos en el mostrador y sonriendo a la joven
#1046
Roberta72
Roberta72
28/09/2012 20:31
- Pero, ¿alguien me puede explicar cómo funciona el cerebro de un hombre? – la risita sofocada de Ángel hizo que Sara se enfadase aún más de lo que ya estaba.
- No te enfades, rubita. Roberto no quiere decir que esté aliviado porque Rodríguez vaya a acercarse, sino porque por fin dejará de fingir ante su familia y ante todo el pueblo, porque acabará el no saber qué va a pasar al minuto siguiente, porque dejará de mirar hacia atrás a cada momento. – Sara lo miraba con atención, no perdiéndose ninguna de las palabras que decía, intentando entender ese punto de vista - Tú no sabes lo que es eso, pero yo sí. Yo sí sé lo que es esconderse en una cueva para que no te encuentren, vivir mirando por encima del hombro para comprobar si los guardias te siguen la pista… pero además Roberto estará pensando que puedan utilizar a su familia para llegar hasta él. ¿Comprendes ahora cuándo dice que siente alivio?
- Creo que no siente alivio solo por eso. Tu estuviste conmigo en casa de los Montoro cuando… - Sara dejó la frase a medias, ambos sabían a lo que se refería y no había motivo para seguir hablando.
- No creo que eso tenga nada que ver. En el pueblo no se ha comentado nada al respecto – argumentó Ángel – y aunque se hubiera hecho, Roberto tiene arrestos suficientes como para hacer callar las bocas y no hablemos de la cartera de los Montoro… una buena cartera tiene mucho poder.
- ¿Entonces? – el gesto que Ángel hizo con los ojos hizo que la misma Sara siguiera hablando – Pero cuando se marchó Natalia no sabíamos nada sobre las intenciones de Olmedo y Rodríguez, recuerda que Garay llegó justo cuando Natalia se iba.
- ¿Y qué tiene que ver? Para Roberto, Natalia es tan importante como su madre, su abuelo o su hermano. Cuando ella se marchó, Roberto acababa de descubrir, bueno… toda la verdad. A su familia no podía apartarla de las habladurías, pero a Natalia sí… y eso es lo que hizo.
- Aún así, no se paró a pensar que alejarla de él pudiera ser más doloroso para mi prima que enfrentar las habladurías a su lado.
- Son cosas que se hacen sin pensar, Sara. Te dejas llevar por el corazón en lugar de por la cabeza.
- ¿Y a qué lleva eso? Yo te lo voy a decir. - respondió ella sin dejar abrir la boca al muchacho - A hacer daño a la mujer más maravillosa que existe en el mundo… - Sara tomó de nuevo su chaqueta y salió de la imprenta.
- Vaya, dos veces en un día en las que deja la imprenta a solas… esa no es manera de llevar el negocio, jefa. - exclamó el joven para sí mismo.
- ¿Tú crees?
La cortina que separaba la imprenta del consultorio medico se abrió en aquel momento y el doctor Buendía apareció cruzándose de brazos. Su voz sobresaltó a Ángel, quien pensaba que no había nadie en el establecimiento a excepción de Sara y él. Estaba seguro de que Marcial había escuchado toda la conversación; ahora él también conocía la intención de Olmedo de matar a Roberto y que la joven y él estaban intentando que ello no sucediera. Por desgracia, también había descubierto la relación de Roberto y Natalia y que la marcha de la joven tenía que ver con los Montoro. El doctor sujetó la cortina para que su compañero entrara en el pequeño dispensario y lo siguió, no sin antes acercarse a la puerta del establecimiento para tomar la precaución de cerrar con llave.
#1047
Roberta72
Roberta72
30/09/2012 18:03
Capítulo 114

Una semana después de que Garay recibiera el telegrama, los días se sucedían con normalidad en Arazana. Los tenientes Garay y Romero se turnaban, con la ayuda de Morales, para vigilar al capitán Olmedo, pero éste no había recibido ninguna visita que no estuviera relacionada con su trabajo. Sara se mantenía pendiente del telégrafo, por ello no se ausentaba de la imprenta si no era estrictamente necesario y doña Elvira viajaba a diario a Villareja para descubrir si los compañeros de Garay habían enviado allí alguna misiva. Pero todo fue en vano, ningún forastero llegó a Arazana y ningún telegrama fue recibido.

- Eugenia, por favor, ¿por qué deseas ir a molestarlo? – Margarita caminaba desanimada tras la joven Montoro por un polvoriento camino - ¿No recuerdas lo que ocurrió la última vez que estuvimos por los alrededores?
- Si, - dijo Eugenia dejando escapar un ligero suspiro – lo recuerdo perfectamente.
La última visita de Eugenia Montoro y Margarita Guerra al terreno de Roberto Pérez fue lo que indirectamente desencadenó la tragedia de la muerte de Tomás y el descubrimiento de la verdadera identidad del padre del muchacho, pero Eugenia tan solo recordaba al desconocido que la salvó de caerse del caballo y su amiga era muy consciente de ello.
- Yo también lo recuerdo, poco faltó para que te despeñaras. Y desde que tu padre descubrió lo que había ocurrido se empeña en que lleves escolta, – Margarita subía renqueante una pequeña colina, levantando ligeramente sus ropajes para no ensuciar el dobladillo de la falda con el polvo del camino – y me haces correr, saltar y esconderme para evitarlo. ¡Eugenia! – Margarita se paró en el medio del camino – ¡Este no es el comportamiento propio de una dama! Además… estoy agotada. Desde que te han prohibido montar a caballo…
- ¡Oh, no te quejes tanto! Caminar es muy saludable, me lo recomendó el doctor Buendía cuando… bueno, aquellos días que estuve sin querer salir de casa. – A Eugenia aún le costaba hablar del incidente ocurrido con Antonio Villa. – Un paseo matutino es muy reconfortante, no debemos quedarnos encerradas en nuestras casas, vamos a terminar marchitándonos como flores colocadas en un jarrón.
- Yo no creo que llegue siquiera a marchitarme… - dijo una agotada Margarita mientras intentaba tomar aire.
- ¿Decías algo, querida?
- No, nada, nada. – Pero Eugenia se detuvo al borde del camino para esperar a su amiga y descansar unos minutos. – En serio, Eugenia, – continuó Margarita cuando hubo recuperado el resuello - ¿Porqué vamos a molestar a Roberto?
- Es mi hermano y no creo que mi visita le moleste, al fin y al cabo somos familia.
- Perdona lo que te voy a decir, pero no me consideraría una buena amiga si no te lo dijera. – El gesto de Eugenia no gustó en absoluto a Margarita, pero ésta continuó hablando – No creo que Roberto piense en ti como en una hermana…
- Pero lo soy. – protestó la joven.
- Es cierto, lo eres…, a su pesar. – La tristeza invadió los ojos de Eugenia, pero aún así, Margarita continuó hablando – El hecho de que seas su hermana le recuerda la trágica muerte de Tomás, la mentira que ha vivido desde que nació. Eugenia, ¿no te das cuenta de la mala vida que le ha dado Álvaro desde siempre? Todo eso no puede olvidarlo y… comportarse y aceptarte como si nada hubiera ocurrido, como si esta situación fuera de lo más normal. Además, no creo que tenga ganas de mucha compañía, si su relación con la señorita Reeves acabó bruscamente, no le apetecerá tener que atender visitas, te lo digo por propia experiencia. – Margarita sabía que la relación entre Roberto y Natalia había finalizado, sabía que la joven había abandonado el pueblo el mismo día del entierro de Tomás, no asistiendo siquiera al funeral, pero Eugenia no le había contado la realidad de la marcha de la joven. Suponía que el fin de la relación había sido de mutuo acuerdo o que Natalia había dejado a Roberto antes de volver a su vida cotidiana. Recordaba lo dolida que había resultado cuando Álvaro decidió romper su compromiso y lo duro que fue enfrentarse a la gente, a las miradas indiscretas y a las preguntas impertinentes; no conocía demasiado a Roberto, pero en las contadas ocasiones en las que había hablado con él, éste había sido correcto y amable con la joven y ella no deseaba que sufriera innecesariamente.
- Pero yo no soy Álvaro, Margarita. Soy Eugenia, y Roberto siempre ha sido muy amable conmigo, incluso cuando no lo defendí ante las autoridades. Ni siquiera entonces tuvo un mal gesto conmigo, y eso que me lo merecía. – Eugenia comenzó a pensar que tal vez presentarse en el terreno de Roberto por las buenas, sin una excusa siquiera, no fuera una buena idea, pero tampoco se le ocurría ninguna razón para acudir a su lado que la de entablar una relación más estrecha.
- Aún así. Una cosa es pasar a saludar a un conocido, aunque ese conocido sea un jornalero, – dijo Margarita bajando la voz – y otra muy distinta imponer una relación fraternal a alguien que no tiene ninguna intención de mantener siquiera una amistad.
- ¡Muy bien, Margarita! No pienso obligarte a acompañarme, puedes quedarte aquí sentada, – Eugenia levantó ligeramente el borde de su vestido y comenzó a caminar – dentro de un rato volveré a buscarte.
- Espera… no voy a dejarte sola por esos caminos de Dios. – la joven se santiguó y siguió a su compañera de caminata – Quien sabe si no acabarán por atacarnos los bandoleros.
#1048
arunda
arunda
30/09/2012 23:57
Pobre margarita con las prisas de eugenia
gracias Roberta
#1049
Roberta72
Roberta72
02/10/2012 19:27
- Pero señora Nieves, no debería usted salir de casa en su estado, puede dar a luz en cualquier momento. – saludó el ama de llaves mientras abría la puerta a la visita – Y además viene sola, ¿cómo le ha dejado don Luis salir sola?
- Buenos días Mariana. – Nieves se quitó el sombrero, la capa y los guantes y se los tendió a una de las doncellas, quien diligentemente salió a recogerlos – Luis no sabe que he venido, me he escapado de casa. – dijo en todo confidencial intentando escandalizar a la mujer, cosa harto extraña pues estaba acostumbrada a las entradas y salidas de su señorita - ¿Dónde está Natalia?
- En el jardín de atrás. – La preocupación por el estado de Nieves se convirtió en tristeza al pensar en Natalia – Salió hace un buen rato, después de desayunar se sentó en uno de los bancos, en la rosaleda y de ahí no se ha movido.
- Voy a verla. – Nieves estaba preocupada, el estado anímico de Natalia había decaído y, en ocasiones, ni siquiera se molestaba ya en disimular.
- Llévele un chal, no hace frío pero… además casi no ha tocado el desayuno. Luisa ya no sabe qué cocinar para que lo coma con gusto. – Nieves se preocupó aún más. Natalia siempre había tenido buen apetito y el no apreciar los manjares de la cocinera era preocupante.

La mente de Natalia daba vueltas a lo sucedido la tarde anterior, no podía olvidar la conversación que había mantenido con Ana Garay, una de las jóvenes que se encargaban de la escuela que ella patrocinaba. Nieves se había tenido que quedar en su casa atendiendo unas vistas inoportunas y ella pensó en salir a pasear; sin proponérselo, sus pasos le llevaron a la escuela, llegando en el preciso instante en que los niños disfrutaban del descanso habitual de media mañana. Vio como la señorita Garay, tras unos instantes comprobando que todos los niños estaban jugando y ninguno de ellos se quedaba solo, extrajo del interior de la manga de su blusa un papel, lo desdobló y, sentándose en las escaleras que daban acceso a las aulas, comenzó a leerlo. El rostro de la muchacha reflejaba fielmente sus emociones, debía de ser la carta de un enamorado por la tierna sonrisa de la joven y por cómo acariciaba el papel que soportaba aquellas letras. Seguía sonriente cuando, tras consultar su pequeño reloj, dobló la carta y dio unas palmadas para llamar a los pequeños, el tiempo de descanso había finalizado y debían continuar con la instrucción; al levantar la cabeza y mirar hacia la calle la vio e inmediatamente se acercó a ella para hacerla entrar en la institución. Fue muy amable, solícita, la invitó a seguir una de las clases y Natalia pasó las siguientes horas sintiéndose observada por un montón de niños que la miraban con admiración.
Tras lo que a Natalia le parecieron unas horas interminables, las clases llegaron a su fin y los niños salieron en tropel hacia sus casas para contar a sus padres que habían conocido a la señorita Reeves, esa joven de la que tanto hablaban los mayores. La maestra estiró un brazo para borrar la pizarra y en ese instante algo cayó de la manga de su blusa, Natalia se apresuró a recoger el objeto y devolvérselo a su dueña: era el papel que con tanta atención había estado leyendo. Sonrojada, Ana le dijo que se trataba de una carta de su querido hermano, un guardia civil al que hacía ya varios meses que no veía y al que echaba muchísimo de menos. La maestra estaba muy orgullosa de él, el muchacho era joven pero ya ostentaba el grado de teniente y era muy apreciado por sus superiores, quienes le habían encomendado misiones de gran responsabilidad. En su carta, el muchacho le contaba que se encontraba muy a gusto en su nuevo destino, un pequeño pueblo andaluz llamado Arazana. Natalia había escuchado las palabras de la maestra tratando de prestar atención, pero su cabeza no se interesaba por nada ni por nadie; sin embargo, el escuchar el nombre del pueblo hizo que sus piernas flaquearan y tuviera que agarrarse a la mesa para no caerse al suelo. Arazana, el recuerdo de aquel pequeño pueblo perdido de Andalucía la perseguía. No recordaba a ningún otro teniente en Arazana más allá de Miguel Romero, ¿le habría sucedido algo al enamorado de su prima? Mintió a la joven que permanecía a su lado diciéndole que se encontraba bien, que se había enganchado el tacón del zapato en el vestido y que aquella era la razón de que casi se cayera al suelo. Ana siguió hablando de su hermano, pero Natalia tan solo pensaba en la causa de la llegada de un nuevo teniente: si Miguel estaría bien, si les habría sucedido algo a los bandoleros o si Olmedo habría sido descubierto. Natalia permaneció en la clase unos minutos más y se escabulló rápidamente; el camino de vuelta a su casa lo hizo pensando en su prima y en si les habría pasado algo malo a sus conocidos. Suponía que no, ya que Sara se habría puesto en contacto con ella para comunicárselo, ¿pero y si era Sara la que se encontraba mal? Desestimó la idea al instante, Miguel o doña Rosa le hubieran puesto al tanto al momento. Natalia casi no almorzó aquel día y pasó la tarde tratando de escribir una carta a su prima, intentando averiguar si había sucedido algo, pero no dando con el tono adecuado. Agotada, física y mentalmente, se quedó dormida sobre su escritorio y Mariana no tuvo el valor de despertarla. Horas después, el frío de la estancia la despertó, recordaba perfectamente el sueño que estaba teniendo: Roberto la amaba, caminaban de la mano por la plaza de Arazana, la gente los miraba y sonreía a su paso y Natalia se sentía más plena y feliz de lo que se había sentido jamás. Casi sin abrir los ojos se acercó a la cama, retiró la preciosa colcha bordada y se tapó con ella, abrazando fuertemente la almohada, soñando de nuevo con que era feliz al lado de Roberto. Al menos cada noche, en sus sueños, él seguía amándola.
#1050
Roberta72
Roberta72
06/10/2012 18:55
Nieves tardó pocos segundos en encontrarla, su amiga se encontraba sentada en un banco, bajo un frondoso roble. El sencillo vestido azul que llevaba contrastaba con la palidez de su piel y la pintura blanca que cubría el asiento. Tenía un libro abierto sobre las piernas y sus manos descansaban sobre él; la mirada perdida en el horizonte hacía que el conjunto completase la perfecta imagen de la heroína de una trágica novela romántica, aquellas novelas que Nieves sabía que Natalia leía a escondidas de casi todos, aquellas novelas en las cuales las protagonistas morían de enfermedades fulminantes dejando desolados a sus enamorados. Nieves la veía casi cada día, juntas ultimaban los preparativos del nacimiento del bebé, visitaban la escuela o simplemente paseaban y por ello se daba perfecta cuenta de que el abatimiento de Natalia iba en aumento. Prestaba atención a las conversaciones, se mostraba solícita con ella, pero en el preciso momento en que se quedaba sola o no la involucraban directamente en la conversación, su mente volaba lejos, muy lejos, llevándola a un lugar al cual ni Nieves ni Luis lograban acceder.
- Hola, ¿qué haces aquí solita? – Nieves se acercó sigilosamente a su amiga, observando su reacción.
- Leía un poco. – respondió Natalia con dulzura.
- ¿Qué es? – Nieves se inclinó sobre el regazo de su amiga y leyó el título del libro – “La dame aux camélias” ¿no es un poco triste?
- Sí, - dijo Natalia encogiéndose de hombros – pero me gusta. ¿O crees que no es adecuado para mí? ¿Debería leer “Les Trois Mousquetaires” o “Le Comte de Montecristo”? Si es así, me he equivocado de Dumas. – bromeó.
- Puedes leer lo que te plazca, conozco tu biblioteca y sé que en ella hay literatura de todo tipo, filósofos como Kant, Nietzsche o Marx, hombres de ciencia como el recientemente fallecido profesor Darwin…y por supuesto los señores Dumas… Natalia, tienes la mejor biblioteca que conozco.
- Puedes disponer de ella cuándo y cómo te plazca. – dijo con una reverencia
- ¿Y podría disponer también de un lugar en este banco?
- ¡Oh, perdóname! – Natalia sonrió y se apartó un poco para que su amiga se acomodase a su lado - ¿Dónde está Luis?
- Trabajando.
- Bien, - Natalia se puso en pie entregando el libro a su amiga - entonces le llevaré unos contratos que he repasado, no te muevas no tardaré…
- No está en la casa. – Al escuchar a Nieves, Natalia se detuvo volviéndose – Está en la oficina…
- Te ha traído antes de ir allí, ¿verdad? – Al ver el sonrojo de su amiga, Natalia se dio cuenta de que la joven había llegado sola - ¡Por el amor de Dios, Nieves! ¿Cuántas veces te hemos dicho que no salgas sola de casa? Falta ya muy poco para que des a luz, no puedes arriesgarte a que te suceda algo. Deberías haber enviado a alguien en mi busca o hacerte acompañar.
- No debes preocuparte tanto por mí, estoy bien. – Nieves tomó la mano de su amiga y tiró de ella hasta sentarla de nuevo a su lado – Este bebé aún no está listo para salir, aún faltan semanas para que podamos ver su carita.
- ¿Cómo puedes saberlo?
- Tan solo lo sé. – la futura madre se encogió de hombros – Además, ayer te dejé sola todo el día y quería saber cómo estabas. – El tono de voz de Nieves mostraba arrepentimiento por el hecho de haber dejado a Natalia sola, pero ésta no le dio importancia. El matrimonio de Luis y Nieves significó que parte de la familia de la muchacha dejó de hablarle, pero en aquellos momentos parecía que se estaba produciendo un acercamiento entre ellos, hecho del cual Natalia se alegraba en sobremanera. Ella sabía lo duro que era no tener familia y no se lo deseaba a nadie en el mundo, y mucho menos a la que consideraba su mejor amiga.
- No importa, tenías cosas mucho más importantes que hacer que pasear conmigo. ¿Cómo te fue?
#1051
Roberta72
Roberta72
09/10/2012 20:41
- Bien, - Nieves se dio cuenta de que Natalia parecía estar realmente interesada así que comenzó a hablar – aunque ya conoces a mi tía-abuela Enriqueta, si no se hacen las cosas a su gusto… están mal hechas.
- ¿Y qué estaba mal hecho esta vez?
- La habitación de mi bebé.
- ¿Qué? ¡Qué sabrá esa vieja solterona de habitaciones de bebés! – Natalia se levantó furiosa del asiento y comenzó a gesticular – Perdona, es tu tía. – dijo sentándose de nuevo al ver la cara de asombro de su amiga.
- Será mi tía, pero también es una vieja solterona que no sabe nada de habitaciones de bebés. – corroboró Nieves – Dice que la habitación no está donde debiera, dice que debería estar en el lado opuesto de la casa, junto a la habitación de la niñera y no junto a nuestro dormitorio donde seguramente nos molestará.
- ¡Molestar! ¡Ella es la que molesta con sus tonterías! ¿Ya le has dicho?
- ¿Qué voy a ser yo quien se ocupe de mi hijo? – Natalia asintió con la cabeza – Por supuesto, ¿por qué crees que se marchó de la casa jurando y perjurando que no volverá a poner los pies en ella?
Natalia comenzó a reír imaginando a la señora saliendo de la casa totalmente ofendida y deseando haber podido presenciar la escena.
- Lo siento mucho. - dijo cuando pudo recuperar la compostura.
- Yo no. Si no aceptó mi matrimonio con Luis, no sé porqué quiere estrechar ahora lazos. – Natalia sí conocía la razón. Las familias de la alta sociedad no deseaban mezclarse con los nuevos ricos, personas que se habían hecho a sí mismos, como Luis; pero si la suerte sonreía a éstos últimos, siempre era recomendable estar en buenas relaciones con quienes manejaban la economía de la zona y aunque les pesara, Natalia y Luis eran esas personas.
- Me refiero a que siento haberme perdido el espectáculo. – Natalia seguía riéndose.
- Gracias a Dios que no estabas, porque se supone que no solo Luis es una mala influencia para mí, sino que tú también tienes parte de culpa. – Nieves estaba disfrutando, Natalia había salido de su ensimismamiento, al menos momentáneamente, y ella aprovechaba el mal rato pasado el día anterior para hacerla salir del hastío.
- Siento que sea familia tuya, pero en la próxima ocasión que vea a la señora… ¡Ah, sí!, entonces sí que va a hablar mal de mí, y con razón. Porque pienso decirle cuatro frescas. – Natalia se había incorporado de nuevo del asiento y caminaba deprisa frente a su amiga, quien disfrutaba observando el cambio operado en ella. – Va a comprobar lo maleducada que puedo llegar a ser.
- Pero eso no es todo. Ven y siéntate. – Natalia obedeció dócilmente – Por la tarde recibí la visita de mi madre.
- Lo siento…
- ¿Sientes que me visite mi madre?
- Tu tía fue a contarle que la trataste muy mal y ella fue a reclamarte, ¿no es así? – preguntó Natalia haciendo un mohín.
- Algo así, pero como mi madre ya conoce a la tía… lo cierto es que acabamos tomando el té y acomodando la ropita del bebé. ¿Y tú qué hiciste?
- Fui a pasear.
- ¿Sola?
- Si, ¿con quién querías que fuese? Mi mejor amiga estaba atendiendo a las visitas. – respondió burlona. – Acabé en la escuela con la señorita Garay.
- ¿Qué cuenta? ¿Está bien? ¿Sigue tan orgullosa de sus alumnos? – preguntó Nieves realmente interesada. Ana Garay era joven como ellas y les era de gran ayuda a la hora de realizar mejoras en la escuela, ya que le apasionaba su trabajo y tenía muchas ideas sobre cómo ayudar a sus alumnos y familias.
- Está muy bien, feliz. Había recibido carta de su hermano – la voz de Natalia se entristeció al recordar que estaba destinado a Arazana – y estaba muy contenta por tener noticias de él. Y sigue entusiasmada con sus alumnos. Son los más listos, los más guapos y los más limpios del mundo, aunque alguno de ellos no sepa sumar dos y dos, asuste al verlo y en sus orejas se pueda plantar patatas.
- ¡No seas exagerada! – ante semejante descripción, Nieves no pudo evitar reírse a carcajadas, lo que provocó que su hijo le diera una patada – Y no me hagas reír, que se enfada y me pega. – comentó señalando su vientre.
- Por supuesto, me tuve que quedar hasta que acabaron las clases, más de una hora recitando los ríos de la península. ¡Qué tortura!
- No pongas esa cara de desesperación, eso lo dices porque ninguno de esos querubines era tuyo. – sentenció Nieves
- ¿Querubines? Diablillos más bien, sobre todo uno pecoso que no dejaba de mirarme. ¡No te rías que luego recibes patadas!
- ¡Pero Natalia, eso es que has enamorado a ese pobre chiquillo! – bromeó – Seguro que no ha podido pegar ojo en toda la noche pensando en ti.
- Pues debería dormir, que la noche se ha hecho para dormir.
Para dormir y soñar con un jornalero que había vuelto su mundo del revés para luego dejarla desolada, pensó.
#1052
Roberta72
Roberta72
13/10/2012 00:42
Capítulo 115

- Buenos días, Roberto.
Eugenia Montoro, seguida de Margarita Guerra, se acercó al borde del terreno cultivado por Roberto. El muchacho estaba concentrado en las tareas de limpiar el huerto de malas hierbas por lo que no se dio cuenta de la visita hasta que la joven habló.
- Buenos días, señorita Eugenia, señorita Guerra. – Roberto titubeaba, mirando hacia todos lados, ¿cómo podían haberse acercado aquellas muchachas tan sigilosamente? Si en lugar de ellas hubiese sido Rodríguez, él ya estaría muerto - ¿Cómo han venido hasta aquí? ¿Quién las ha acompañado?
- Salimos a dar un paseo e íbamos tan distraídas, que no nos dimos cuenta de a dónde llevaban nuestros pasos. – Eugenia mintió descaradamente, Roberto se dio cuenta de ello y el sonrojo de su acompañante lo corroboró.
- No es seguro alejarse tanto del pueblo. Deberían volver enseguida. – Roberto deseaba que se fueran lo antes posible. La amenaza de Rodríguez no era lo único que le inquietaba, no quería tener más problemas con los Montoro, no quería volver a enfrentarse con Álvaro porque Eugenia se presentase en su terruño cada vez que se le antojara.
- Si, Eugenia, será lo mejor. – Margarita tomó a su amiga de la mano e intentó llevársela, el gesto fue agradecido por Roberto con un amago de sonrisa, que hizo que Margarita se sonrojara nuevamente, pero la joven Montoro se liberó y caminó un paso más hacia Roberto.
- Claro, en unos minutos. ¿Cómo estás Roberto?
- Bien, señorita Eugenia. Muchas gracias por su interés. – Roberto estaba cada vez más incómodo, pero Eugenia parecía no darse cuenta de ello.
- Pero no me llames de usted, por favor; tutéame, al fin y al cabo somos…
- Señorita Eugenia, - cortó bruscamente Roberto dando un paso hacia atrás - usted no debería alejarse del pueblo… y mucho menos rondar estos terrenos.
- ¿Pero por qué? – La joven siguió acercándose y apoyó una mano enguantada en el brazo de Roberto. Margarita se apresuró a acercarse a la pareja pues notaba como la incomodidad de Roberto iba en aumento y Eugenia seguía insistiendo.
- No es correcto. – Roberto tomó la mano de la joven y la apartó de su brazo, alejándola de él.
- ¿Cómo puedes decir que no es correcto que venga a visitarte? Eres mi hermano. – Margarita se tapó la boca con las manos ante las palabras de su amiga, si realmente Eugenia quería entablar una relación con Roberto aquella no era la mejor manera.
- No, no lo soy. – Roberto se giró y continuó hablándolas mientras se alejaba caminando - Agradecería que ambas se fueran de mis terrenos y no volvieran por aquí, no son bienvenidas en ellos.
- ¡No! ¡No voy a permitir que me trates así! Somos hermanos, lo quieras o no. – Eugenia se zafó de la mano de Margarita, quien tiraba de su brazo intentando alejarlas, y siguió a Roberto dando trompicones y enredándose con su elegante vestido – Yo no tengo la culpa de que las cosas sean así, pero dado que no se pueda dar marcha atrás en el tiempo hay que afrontar lo que ha sucedido.
- ¿Afrontar lo que ha sucedido? ¿Y lo dice así de tranquila? – Roberto gritaba, pero Eugenia no se amilanaba mientras que Margarita se encontraba al borde de las lágrimas – Lo que ha sucedido es que mi padre ha muerto como un perro, tirado en el suelo de su casa después de descubrir que llevaban treinta años riéndose de él. Lo que ha sucedido es que toda mi vida es una mentira. Lo que ha sucedido es que Olmedo me la tiene jurada. Lo que ha sucedido es que… - iba a decir que había pedido a Natalia, lo único bueno que le había pasado en su triste vida, pero se contuvo – es que tengo que soportar visitas inoportunas. Parece olvidar qué es lo que desencadenó todo, señorita… una visita inoportuna.
Roberto había sido muy cruel, le había hecho recordar a Eugenia que el nombre de su verdadero padre se había descubierto tras una discusión porque ella se había alejado del pueblo para visitar al joven. No debería haber sido tan brusco con ella, pero estaba abrumado por todos los cambios que se estaban produciendo en su vida. La preocupación porque Rodríguez apareciera y les sucediese algo a las jóvenes tampoco contribuyó a que las tratara con mayor comprensión y delicadeza.
#1053
arunda
arunda
13/10/2012 10:50
Gracias Roberta
Roberto tiene la cabeza con demasiadas preocupaciones
#1054
Roberta72
Roberta72
18/10/2012 20:39
- Señó Chato, ¿qu’acen esas siñoritas hablando con Roberto? – Rafaelín y el antiguo bandolero vigilaban a Roberto cuando éste se encontraba en su terreno. Los dos dominaban la zona desde un alto, vigilando la llegada de cualquier persona que transitase por allí.
- No lo sé, Rafaelín. No sé qué pueden hacer ahí. Y no me llames así, recuerda que ahora soy Ángel Guarda. Sabes el lío en el que me puedes meter si te vas de la lengua, ¿verdad?
- Si, señó, sí, perdóneme usté. – Habían explicado a Rafaelín que el ex-bandolero trataba de cambiar de vida y que era extremadamente importante que todos los que le conocían tuvieran mucho cuidado a la hora de dirigirse a él, pero el pobre muchacho se olvidaba de ello en ocasiones y, sin ninguna malicia, lo seguía llamando por el nombre por el que siempre se había dirigido a él.
- No importa Rafaelín. – Ángel le pasó el brazo por encima de los hombros para infundirle ánimos y demostrarle con gestos que lo entendía – Pero por favor, trata de recordarlo.
- Zi, no si priocupe, no ze m’olvidará. – dijo mientras asintió enérgicamente con la cabeza.
- Quédate aquí, no se ve nada extraño, pero no podemos dejar a Roberto a solas. – Ángel se puso en pie y sacudió sus ropas del polvo del monte - Yo voy a acompañar a las señoritas al pueblo; y ya sabes, si ves acercarse a cualquier desconocido, echas a correr y te vas con Roberto, tú no lo dejes solo en ningún momento. Yo volveré en cuanto pueda.
- Zí, señó, zi. Aquí estaré cuando vueva a buzcame. Si no e que apaece alguien y entonce me incontrará con Roberto. Con Roberto y con Mantecao, porque mi querio Mantecao e mu impotante en ete plan de salvá a Roberto. ¿Quién va a dizpará a un burrito tan suave y eponjozo como mi Mantecao? – Ángel miraba a Rafaelín con incredulidad, era maravillosa la inocencia del muchacho, que aún pensase que un hombre dispuesto a matar a otro sin ninguna causa, cambiase de opinión al ver a un burro, por mucho que fuera el precioso Mantecao.
- Lo dicho, Rafaelín, nos vemos.

Eugenia y Margarita volvían cabizbajas al pueblo, todo el entusiasmo que desbordaba la joven Montoro se había trasformado en desilusión ante el comportamiento de Roberto. A Margarita le extrañaba que Roberto, quien siempre había sido tan educado con ellas, hubiera sido tan duro con su amiga, pero entendía que los acontecimientos le hubieran superado.
- ¿Cómo puede haberme tratado así? – Eugenia caminaba arrastrando los pies, no le importaba que el bajo de su elegante vestido se llenase de polvo, no ponía atención en donde pisaba, y en un par de ocasiones estuvo a punto de caerse por tropezar con las irregularidades del camino.
- Eugenia, ya te dije que no era buena idea ir a molestar a Roberto.
- ¡No he ido a molestar, tan solo he ido a visitar a mi hermano! – Eugenia seguía empeñada en tratar a Roberto como a un hermano.
- Por favor, Eugenia. ¿Acaso no te ha quedado claro que Roberto no te ve como a una hermana? ¿Cómo quieres que te lo explique? Eugenia, espera. – Margarita tomó a su amiga del brazo y la obligó a detenerse. – Tienes que entender, la vida de Roberto se ha vuelto del revés y todo a causa de los Montoro.
- Pero yo no tengo la culpa. – protestó la joven.
- No, no tienes la culpa, y él lo sabe… solo que necesita tiempo para asimilarlo. – Margarita hablaba con su amiga como si de un niño pequeño se tratara, hablándole con mucha dulzura - Eugenia, si sigues atosigándolo del modo en que lo has hecho hoy, lo perderás para siempre. – Margarita dio un paso adelante y abrazó a su amiga quien apoyó la frente en el hombro de su compañera y sollozó durante unos instantes.
#1055
Roberta72
Roberta72
20/10/2012 15:03
- Señoritas.
Ni Eugenia y Margarita se habían dado cuenta de que ya no estaban solas, de que un hombre se había acercado a ellas.
- No se asusten, soy yo, Ángel Guarda. – el joven las saludó realizando una inclinación de cabeza a la que ellas respondieron con gestos tímidos. Margarita le sonrió, dándole tiempo a Eugenia para que limpiara su cara de las lágrimas que había derramado. - ¿Qué hacen por estos parajes tan alejados de Arazana?
- Salimos a pasear. – respondió Margarita ganando algo más de tiempo para que Eugenia recompusiera su aspecto. Siempre había sido una joven muy tímida, pero desde el rechazo de Álvaro y el secuestro por parte de la banda de Carranza, le costaba aún más que antes relacionarse con la gente y el señor Guarda no era una excepción. Es más, se sentía muy incómoda en su presencia, las pocas veces que habían coincidido había sido muy cortés, pero aún así había algo en él que la intimidaba.
- Sí, salimos a pasear y no nos dimos cuenta de que nos habíamos alejado tanto. – Eugenia se giró y miró al joven a los ojos.
- ¿Se encuentra bien? ¿Han sufrido algún percance? – Ángel al instante se dio cuenta de que la joven había llorado.
- No, lo que ocurre es que mi padre me tiene dicho que no nos alejemos tanto del pueblo, - comenzó a decir apartado la mirada de su interlocutor – y cuando lleguemos a casa temo que esté enfadado con nosotras.
- Yo las escoltaré hasta allí… si me lo permiten. – Eugenia levantó ligeramente la mirada y sonrió tímidamente, sonrojándose.
- No es necesario que se moleste, señor. – intervino Margarita – No queremos apartarlo de sus quehaceres.
- No es ninguna molestia, será un placer para mí. – el joven hizo un gesto con la mano indicando que podían ponerse en marcha en el momento que ellas lo desearan y Eugenia comenzó a caminar, Margarita se le unió un instante después y él se colocó al otro lado de la joven Montoro.

- Ya estoy de vuelta Rafaelín, ¿alguna novedad? – el muchacho seguía, acompañado por su fiel asno, en el mismo lugar en donde su amigo lo había dejado un par de horas antes.
- Po… po Roberto ha estau quitando hierbajo de la tierra, ha bebío agua, ha quitau hierbajo otro rato…, ha bebío má agua, sa sentau a comé… Meno mal que yo m’había traído un quesico y una hogaza pan porque m’apretaba la gazuza tamíé… El Mantecau sa ido a buscar una hierbitas de las ricas ricas… esas que tienen flore amarilla y tanto le guztan…
- Rafaelín, continúa… - el tono apremiante de Ángel hizo que su amigo dejara de contar el menú de aquel día, para seguir con los detalles de la jornada de Roberto.
- Po… po la verdá e que dispué de comé s’a pueto a a quitá hierbajo otra vé… y así eztá. Decanza un ratico y dispué vuelve a lo hierbajo. ¡C’aburrio! Yo me divierto mucho má con mi Mantecao por la zierra cazando alimaña.
- No te preocupes… pronto cazaremos un par de alimañas. – comentó pensativo, pero continuó con tono más risueño – Y de las grandes, Rafaelín, de las grandes y peligrosas, de las que no hacen más que daño.
- Ezo, ezo… Quitá alimaña de la que hacen daño… Y…Y uzté ¿ande ha eztao, zeñó Cha.. zeñó Guada? – preguntó el joven. Rectificó justo a tiempo de llamar a su amigo por el nombre que utilizaba en la actualidad y éste se lo agradeció con una sonrisa. – Ya ví como ze fue con las sitas… Son bonitas las sitas, ¿verdad? E lo que comentaba yo con mi Mantecao, pero ninguno de lo do zabemo poqué la sita Ugenia ha vinio a vé a Roberto.
- Es complicado, Rafaelín.
- Claro, y como e Rafaelín e tonto… naide le cuenta la coza a Rafaelín, pero luego bien que le van a pidí ayua…. – Rafaelín se molestó ante la negativa de su amigo a contarle cuál era la razón por la que Eugenia había ido a visitar a Roberto.
- No Rafaelín, no es eso… es que… - el joven no sabía cómo explicarle – Hay cosas que aunque las sepas no puedes contarlas… Es como…. como una especie de secreto. Igual que tú y yo estamos vigilando a Roberto para que no le pase nada sin que él lo sepa.
- ¡Ah, claro! – exclamó Rafaelín con tono de suficiencia – E como lo de Roberto y la sita Na…
- ¿Cómo Roberto y quién? – preguntó el ex-bandolero
- Naide… - Rafaelín miró hacia otro lado, simulando tener un gran secreto.
- Ibas a decir como Roberto y la señorita Natalia. – Rafaelín se giró bruscamente, pues pensaba que tan solo él conocía la relación que unía a los jóvenes – Es algo así, Rafaelín. – continuó Ángel.
- Pero Roberto no quiere a la sita Ugenia. Él quiere a la sita Natalia y mucho muchizízimo, ademá.
- Lo sé Rafaelín. Lo que quiero decir es que ni Roberto ni la señorita Natalia han dicho nada a nadie de su relación, por lo que nosotros no podemos contarle a nadie lo que sabemos. En cuanto a que la señorita Eugenia haya venido aquí… será mejor que lo mantengamos en secreto, para no meterla en líos.
- Zi – acordó Rafaelín – poque eze hemano que tié, el Alvarito eze, me cae mu gordo, pero que mu gordo… Pero no crea que me va a liá, no zeñó… Uzté s’ha ido con las sitas…
- Debía acompañarlas a su casa… la persona que quiere hacer daño a Roberto podría hacerles daño también a ellas.
- Ainssss, ¿poqué hay gente tan mala zeñó Chato? ¿Poqué?
- No lo sé, Rafaelín, no lo sé. – ni siquiera le importó que su amigo volviera a llamarlo Chato. Momentos después, cuando vieron que Roberto recogía sus cosas, ellos también se levantaron y se escabulleron entre los árboles.
#1056
Roberta72
Roberta72
21/10/2012 18:00
Capítulo 116

- ¿Cómo estás? – preguntó Margarita. - Desde que el señor Guarda nos dejó en casa no has dicho una sola palabra.
- No sé qué decir. Aún no doy crédito a cómo Roberto me ha hablado en el campo. – Eugenia seguía abatida por el desplante del joven Pérez.
- Ya te he dicho que has de tener paciencia, debes tratar de ponerte en su lugar. – el tono comprensivo de Margarita trataba de animar a su amiga – Siempre me has hablado de Roberto con cariño, recordando vuestra infancia, cuándo jugabais juntos.
- Si, es cierto. Él también me comentó que me tenía aprecio y que no había olvidado aquellos momentos. – Eugenia por fin sonrió - ¿Crees que tardará en volver a ser el mismo?
- No lo conozco lo suficiente como para darte una opinión objetiva. Hasta el momento la única información que tenía sobre él era lo que Álvaro me contaba. – Margarita se puso en pie y se acercó a la ventana – Álvaro siempre estaba furioso, siempre hablaba de un… ¿sabes cómo lo llamaba? – Eugenia negó con la cabeza – Maldito muerto de hambre. Siempre hablaba de un maldito muerto de hambre que le hacía la vida imposible, que alborotaba a los trabajadores, que se negaba a trabajar y mil cosas más.
- Pero Roberto no es así. – terció Eugenia
- Lo sé, ahora que lo he conocido a través de ti veo que no es así, pero para tu hermano Álvaro, él era lo peor de lo peor. Irónico ¿verdad? – Eugenio asintió tristemente - Todo lo que le ha ocurrido en las últimas semanas ha hecho mella en Roberto, pero no te preocupes, seguro que pronto volverá a ser el mismo de siempre.
Margarita volvió al sofá y se sentó junto a su amiga. Eugenia parecía mucho más animada, confiaba en la sensatez de su amiga, a la que había llegado a querer como a una hermana durante los años que ésta estuvo comprometida con Álvaro.
- Eso si, no sigas atosigándole. – esta apreciación de Margarita hizo que las jóvenes comenzaran a reírse y no se dieran cuenta de que Martina entraba en el salón.
#1057
Roberta72
Roberta72
23/10/2012 00:01
Parece que me voy animando...
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- Buenas tardes, señoritas. Parece que su paseo diario ha sido muy interesante.
- ¡Martina! ¿Has estado escuchando lo que hablábamos? – Eugenia se levantó del asiento como impulsada por un resorte.
- Es mi obligación estar enterada de lo que hace mi hija. – repuso la mujer.
- Se te olvida que no eres mi madre.
- Como si lo fuera… no seré tu madre, pero soy tu madrastra. Y tú eres una niña que no sabe mantenerse en su lugar. – el tono de Martina demostraba suficiencia y desprecio por cualquiera.
- No soy ninguna niña, y sé que es de muy mala educación el escuchar a escondidas conversaciones ajenas.
- Tan solo me preocupo por tu bienestar.
- Pues no te molestes en hacerlo, no lo necesito. – Margarita continuaba en el sofá, en el mismo lugar que ocupaba cuando la dueña de la casa llegó, no queriendo dejar sola a su amiga pero intentando mantenerse al margen de una discusión familiar.
- ¿Se puede saber qué es lo que ocurre? Se os oye gritar desde el despacho. – El dueño de la casa llegó al salón guiado por los gritos de su esposa e hija.
- ¡Papá! Martina estaba escuchando a escondidas una conversación entre Margarita y yo. - protestó Eugenia arrojándose en brazos de su padre.
- ¡Martina! – dijo el señor Montoro escandalizado.
- ¡Ah, Germán, no pongas esa cara! Lo que debería escandalizarte es lo que estas señoritas hacen a tus espaldas. – Margarita se sonrojó y bajó la mirada, contemplando la punta de sus zapatos.
- Eugenia, ¿qué habéis hecho? – preguntó el hombre tomando a su hija de los brazos y separándola de él.
- Nada malo, papá. Solo salimos a pasear. – se defendió la joven.
- ¿A pasear? ¿Por dónde salisteis a pasear? – preguntó él. Al ver que su hija no respondía se volvió hacia la señorita Guerra - ¿Margarita?
- Fuimos a… - Margarita titubeó pero no respondió. Para no meter en problemas a su amiga, fue Eugenia quien tomó de nuevo la palabra.
- Convencí a Margarita para que fuésemos a ver a Roberto. – dijo de un tirón.
- ¡Hija mía! – Germán volvió a tomar a su hija en los brazos y acarició su cabello.
- Pero él me gritó, me dijo que me fuera. – sollozó ella – Me dijo cosas muy desagradables y…
- Parece que ese desarrapado va a ser finalmente el único que piensa con la cabeza. – comentó Martina con desprecio.
- ¡Martina, cállate! – gritó Germán sobresaltando a Margarita, pero su tono cambio al dirigirse a Eugenia – Hija, Roberto está pasando por un momento muy complicado en su vida, es mejor que durante una temporada, hasta que los ánimos se calmen, te mantengas alejada de él. A mí también me gustaría acercarme a él, pero no creo que sea el momento adecuado.
- Papá, yo solo quiero que sepa que estoy a su lado.
- Lo sabe, mi niña, lo sabe. – dijo Germán comprensivo.
- Sobre todo si andas persiguiéndolo. – repuso Martina - ¡Por Dios! ¡Todo el mundo en el pueblo se va a pensar que andas persiguiéndolo como una cualquiera!
- No le hagas caso, hija. – Germán detuvo a su hija, quien se revolvía para responder a su madrastra - No hagas caso a Martina, pero recuerda lo que te he dicho: Roberto necesita tiempo para hacerse a la idea, para recomponer su vida. Déjale un poco de espacio al muchacho.
- Si, papá. Creo que tienes razón, Margarita ha estado toda la tarde diciéndome lo mismo. – la muchacha miró a su amiga que no sabía ya hacia adónde mirar pues se sentía fuera de lugar. Durante las últimas semanas había presenciado en aquel salón más de una disputa y no estaba acostumbrada a ello.
- Y volviendo a lo más importante. Señoritas, ¿no les he dicho en más de una ocasión que no se alejen de la casa sin compañía? – Eugenia y Margarita se miraron cómplices, sabiendo que el señor Montoro les iba a echar un buen rapapolvo por desobedecerlo.
#1058
Dasher
Dasher
23/10/2012 00:35
Me estoy leyendo tu historia y me gusta, saludos.
#1059
Roberta72
Roberta72
23/10/2012 07:35
Gracias,
Esta noche un poco más
#1060
Roberta72
Roberta72
23/10/2012 20:38
Capítulo 117

- Hola rubia, ¿alguna novedad? – Ángel entró en la imprenta y miró a todos lados, cerciorándose de que Sara se encontraba a solas.
- Baja el tono de voz. - respondió ella en susurros – Marcial y Juan están en la consulta.
- ¿Le ha pasado algo al marqués? – preguntó el joven asustado.
- No, tan solo están charlando, pero cierra la puerta de la entrada. Por la hora que es, ya nadie va a venir.
- ¿Ocurre algo? – preguntó el doctor saliendo de su consulta.
- No, nada. – respondió Sara – Se está tomando en serio su papel de guardaespaldas y ha venido a escoltarme. – continuó ella fingiendo indiferencia.
- No hace falta que sigas mintiendo.
- ¿Mintiendo? ¿Sobre qué? – Sara miró alternativamente al doctor y a Ángel.
- Nos escuchó el otro día, lo saben todo. – confesó Ángel.
- ¿Todo? ¿Cómo todo? – Sara estaba muy nerviosa.
- Tranquila, Sara. Siéntate, por favor. – Juan salió de detrás de la cortina que separaba la consulta de la imprenta y se acercó a la muchacha guiándola hasta una silla. – Marcial os escuchó hablando el otro día e hizo que el Chato hablara, después me lo contó a mí.
- ¿Cómo has podido? – Sara se volvió ante el joven de quien pensaba la había traicionado.
- Ahora eso no importa. – terció Juan tratando de imponer cordura – Lo importante es que la vida de ese muchacho, Roberto, está en peligro y todo porque le cae mal al malnacido de Olmedo. Cuando el capitán acabó con Carranza, juramos vengar su muerte y si de paso podemos ayudar a salvar la vida de un inocente… puedes contar con nosotros.
- ¿Cómo voy a contar con vosotros si no mantenéis la boca cerrada? – Sara se sentía traicionada por uno de sus hombres - ¿Y cómo voy a explicar que vosotros dos estáis al tanto de todo?
- No tienes por qué explicar nada a nadie. – replicó el doctor – Por mi profesión yo ando de acá para allá todo el día, y como la sierra es tan peligrosa a causa de los bandoleros… a nadie le extrañará que viaje armado. En cuanto a Juan, nadie sabe realmente a qué se dedica, por lo que puede fingir un viaje, o negocios con terratenientes de la zona.
- No sé si esto vaya a funcionar. – Sara dudaba del plan que habían pensado sus hombres.
- Lo que no va a funcionar es tratar de atrapar a Olmedo tú solita, sobre todo si además pretendes que no le pase nada a ese jornalero. – Juan tenía razón y Sara lo sabía pero no tenía la menor idea de cómo les iba a explicar las nuevas incorporaciones a los guardias civiles. - ¿O acaso tienes miedo de lo que te vaya a decir tu teniente?
- Se me olvidaba una cosa. – comentó Ángel al descuido.
- ¿Qué es? – Sara se esperaba ya cualquier cosa.
- Rafaelín también está al tanto de todo.
- ¿Él también? – en este punto, Sara se encontraba realmente furiosa.
- Bueno, ¿hay algo en el monte que se le escape al cuervo negro de sierra morena? – preguntó el ex-bandolero como respuesta – Se ha pasado toda la tarde cuidando de Roberto.
- ¿Y qué va a hacer ese pobre chaval contra un hombre armado? – preguntó Marcial
- ¿No recuerdas la puntería que tiene con el tirachinas? – al ver como sus compañeros asentían con la cabeza prosiguió – Pues eso, a mi no me gustaría nada de nada que me apuntase.
- De acuerdo, vamos a necesitar toda la ayuda que podamos conseguir. ¿Qué es lo que os ha contado éste? – Los cuatro tomaron asiento alrededor de la mesa y Sara y Ángel les contaron todo lo referente al plan de Olmedo para acabar con la vida de Roberto.
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