Foro Bandolera
Como no me gusta la historia... voy y la cambio (Natalia y Roberto)
#0
27/04/2011 20:02
Como estoy bastante aburrida de que me tengan a Roberto entre rejas, aunque sean las rejas de cartón piedra del cuartel de Arazana, y de que nadie (excepto San Miguel) intente hacer nada... pues voy y lo saco yo misma.
Y como la historia parece que va dos pasitos pa´lante y tres pa´trás, pues voy y la cambio a mi gusto.
Y como a mi el que me gusta es el Rober... pues también cambio la historia.
Creo que me he metio en un ebolao del que no voy a saber salir pero bueno, todo sea por dar ideas a los guionistas de nuestros amores. Ya me direis...
_____________________________________________________________________________
Capítulo 1
Parecía un sitio tranquilo, alejado del camino, seguro que por allí no pasaba gente con regularidad. La hierba que tapizaba la orilla del río era alta y estaba sin pisar así que decidió desmontar y descansar unos minutos.
- No puedo estar ya muy lejos de ese maldito pueblo. ¿Es que no había un lugar más perdido donde esconderte Sara?- dijo en voz alta mientras ataba el caballo a uno de los árboles que extendían sus ramas sobre el agua.
Mientras estiraba los músculos, agarrotados después de tan larga jornada a caballo, vio su reflejo en el remanso que el río formaba a pocos metros de allí. Miró hacia ambos lados y, al no ver a nadie y comprobar que el caballo se alimentaba tranquilamente, sonrió y comenzó a despojarse de sus vestimentas hasta quedar en ropa interior. Se adentró en el agua hasta que ésta le llegó hasta la cintura, entonces extendió los brazos y se dejó caer hacia atrás. Movía los brazos y las piernas lo indispensable para no alejarse demasiado de la orilla y mantenerse a flote, sintiendo cómo la corriente masajeaba su cuerpo. Sabía que la ropa que aún llevaba puesta, al mojarse, dejaría al descubierto las formas de su cuerpo, pero le daba igual, además, sería demasiada casualidad que alguien pasara por allí en ese momento.
Y como la historia parece que va dos pasitos pa´lante y tres pa´trás, pues voy y la cambio a mi gusto.
Y como a mi el que me gusta es el Rober... pues también cambio la historia.
Creo que me he metio en un ebolao del que no voy a saber salir pero bueno, todo sea por dar ideas a los guionistas de nuestros amores. Ya me direis...
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Capítulo 1
Parecía un sitio tranquilo, alejado del camino, seguro que por allí no pasaba gente con regularidad. La hierba que tapizaba la orilla del río era alta y estaba sin pisar así que decidió desmontar y descansar unos minutos.
- No puedo estar ya muy lejos de ese maldito pueblo. ¿Es que no había un lugar más perdido donde esconderte Sara?- dijo en voz alta mientras ataba el caballo a uno de los árboles que extendían sus ramas sobre el agua.
Mientras estiraba los músculos, agarrotados después de tan larga jornada a caballo, vio su reflejo en el remanso que el río formaba a pocos metros de allí. Miró hacia ambos lados y, al no ver a nadie y comprobar que el caballo se alimentaba tranquilamente, sonrió y comenzó a despojarse de sus vestimentas hasta quedar en ropa interior. Se adentró en el agua hasta que ésta le llegó hasta la cintura, entonces extendió los brazos y se dejó caer hacia atrás. Movía los brazos y las piernas lo indispensable para no alejarse demasiado de la orilla y mantenerse a flote, sintiendo cómo la corriente masajeaba su cuerpo. Sabía que la ropa que aún llevaba puesta, al mojarse, dejaría al descubierto las formas de su cuerpo, pero le daba igual, además, sería demasiada casualidad que alguien pasara por allí en ese momento.
#1001
08/05/2012 23:00
- ¿Y usted abuelo? – preguntó Juanito – Vamos, abra su regalo.
- Voy, voy, no atosigues a un viejo como yo. – Al desenvolver su regalo, Cosme encontró una navaja. Era una navaja muy afilada y con la hoja de una forma especial, ideal para poder tallar la madera con facilidad.
- Abuelo, la señorita Natalia sabía lo mucho que le gusta tallar la madera y mire qué regalo le ha hecho.
- Si, hijo, sí. – Cosme revolvió los cabellos de su nieto menor con la mano en un gesto de cariño – La señorita Natalia se ha molestado mucho en buscar un regalo adecuado a cada uno de nosotros, es una gran mujer. – En aquel momento todos se quedaron mirando el último paquete que quedaba sobre la mesa.
- Roberto, - dijo Juanito - ¿por qué no lo abres? Seguro que es para ti.
- No, no es para mí, es para padre. – Roberto miró a su madre tras leer el nombre de Tomás en el envoltorio.
- Ábrelo hijo, ábrelo. – Carmen se sentó a la mesa mientras todos miraban las manos de Roberto soltar el cordel que cerraba el paquete. Era una chaqueta, una chaqueta de buen paño gris, sencilla pero elegante, nada ostentosa. Una chaqueta adecuada para que Tomás saliera a pasear con Carmen, para que acompañara a Juanito en su primer día en la universidad o para que acudiera a los mítines de Roberto. Una chaqueta que Tomás Pérez jamás podría haberse permitido con su jornal.
- Quédatela Roberto, tú darás un buen uso de ella. – Carmen se la tendió pero Roberto no tomó el paquete de manos de su madre y la mujer lo dejó de nuevo sobre la mesa.
- No madre, arréglela para Juanito, la necesitará para cuando vaya a la universidad. - Roberto la rechazó, no se creía digno de llevar aquella chaqueta, aquella chaqueta que había sido adquirida pensando en el hombre que había sido el único padre que había conocido, aquella chaqueta que había sido escogida por la mujer a la que tanto dolor había causado.
- ¿Y tú regalo? ¿No hay nada para ti? – preguntó Juanito al ver que no quedaba ningún paquete sin abrir sobre la mesa.
- Parece que no, - dijo Roberto con media sonrisa – ya sabes que la señorita Natalia y yo no nos llevábamos demasiado bien.
- No puede ser. - Juanito no podía creer que Natalia se hubiese olvidado de Roberto y Cosme pensaba de igual modo – Seguro que lo has perdido por el camino.
- No importa, Juanito, no necesito nada. – Era cierto, Roberto no necesitaba cosas materiales de Natalia, no necesitaba regalos ni nada que pudiese ser comprado con dinero; necesitaba mucho más, la necesitaba a ella. Necesitaba sus respuestas ingeniosas para hacerle sonreír y arrancar aquel dolor de su corazón, necesitaba sus palabras y sus consejos para enfrentarse a la realidad y a la conversación que tenía pendiente con su madre, pero sobre todo necesitaba su presencia. Aquella presencia que lo tranquilizaba, que lo sosegaba, pero que a la vez lo excitaba y lo volvía loco de deseo, necesitaba a Natalia para poder seguir viviendo pero se había dado cuenta de ello demasiado tarde.
- Sigo diciendo que es muy extraño, seguro que lo has perdido, porque la señorita Natalia no puede haberse olvidado de ti…
- Anda muchacho, coge ese libro y enséñamelo ahí afuera mientras tu madre termina de preparar la cena. – Cosme tomó a su nieto del brazo y lo sacó al patio antes de que Roberto reaccionase de algún modo a sus palabras.
- Voy, voy, no atosigues a un viejo como yo. – Al desenvolver su regalo, Cosme encontró una navaja. Era una navaja muy afilada y con la hoja de una forma especial, ideal para poder tallar la madera con facilidad.
- Abuelo, la señorita Natalia sabía lo mucho que le gusta tallar la madera y mire qué regalo le ha hecho.
- Si, hijo, sí. – Cosme revolvió los cabellos de su nieto menor con la mano en un gesto de cariño – La señorita Natalia se ha molestado mucho en buscar un regalo adecuado a cada uno de nosotros, es una gran mujer. – En aquel momento todos se quedaron mirando el último paquete que quedaba sobre la mesa.
- Roberto, - dijo Juanito - ¿por qué no lo abres? Seguro que es para ti.
- No, no es para mí, es para padre. – Roberto miró a su madre tras leer el nombre de Tomás en el envoltorio.
- Ábrelo hijo, ábrelo. – Carmen se sentó a la mesa mientras todos miraban las manos de Roberto soltar el cordel que cerraba el paquete. Era una chaqueta, una chaqueta de buen paño gris, sencilla pero elegante, nada ostentosa. Una chaqueta adecuada para que Tomás saliera a pasear con Carmen, para que acompañara a Juanito en su primer día en la universidad o para que acudiera a los mítines de Roberto. Una chaqueta que Tomás Pérez jamás podría haberse permitido con su jornal.
- Quédatela Roberto, tú darás un buen uso de ella. – Carmen se la tendió pero Roberto no tomó el paquete de manos de su madre y la mujer lo dejó de nuevo sobre la mesa.
- No madre, arréglela para Juanito, la necesitará para cuando vaya a la universidad. - Roberto la rechazó, no se creía digno de llevar aquella chaqueta, aquella chaqueta que había sido adquirida pensando en el hombre que había sido el único padre que había conocido, aquella chaqueta que había sido escogida por la mujer a la que tanto dolor había causado.
- ¿Y tú regalo? ¿No hay nada para ti? – preguntó Juanito al ver que no quedaba ningún paquete sin abrir sobre la mesa.
- Parece que no, - dijo Roberto con media sonrisa – ya sabes que la señorita Natalia y yo no nos llevábamos demasiado bien.
- No puede ser. - Juanito no podía creer que Natalia se hubiese olvidado de Roberto y Cosme pensaba de igual modo – Seguro que lo has perdido por el camino.
- No importa, Juanito, no necesito nada. – Era cierto, Roberto no necesitaba cosas materiales de Natalia, no necesitaba regalos ni nada que pudiese ser comprado con dinero; necesitaba mucho más, la necesitaba a ella. Necesitaba sus respuestas ingeniosas para hacerle sonreír y arrancar aquel dolor de su corazón, necesitaba sus palabras y sus consejos para enfrentarse a la realidad y a la conversación que tenía pendiente con su madre, pero sobre todo necesitaba su presencia. Aquella presencia que lo tranquilizaba, que lo sosegaba, pero que a la vez lo excitaba y lo volvía loco de deseo, necesitaba a Natalia para poder seguir viviendo pero se había dado cuenta de ello demasiado tarde.
- Sigo diciendo que es muy extraño, seguro que lo has perdido, porque la señorita Natalia no puede haberse olvidado de ti…
- Anda muchacho, coge ese libro y enséñamelo ahí afuera mientras tu madre termina de preparar la cena. – Cosme tomó a su nieto del brazo y lo sacó al patio antes de que Roberto reaccionase de algún modo a sus palabras.
#1002
09/05/2012 00:57
Si Roberta
roberto necesita a natalia y natalia a roberto
pero que se mire en el bolsillo
cuanto tiempo les queda para estar juntos Roberta???????
GRACIAS
roberto necesita a natalia y natalia a roberto
pero que se mire en el bolsillo
cuanto tiempo les queda para estar juntos Roberta???????
GRACIAS
#1003
12/05/2012 19:41
Sin saber que el regalo que tanto preocupaba a Juanito se hallaba en uno de los bolsillos de la chaqueta que llevaba puesta, Roberto se la quitó y la dejó colgada del respaldo de una silla. Se sentó y comenzó al envolver la chaqueta que Natalia había comprado para Tomás, pensando en que las manos de ella habían tocado aquella tela.
- Tenga, madre, guárdela para Juanito. – dijo el joven tendiéndole el paquete a la mujer.
- Roberto, Tomás también era tu padre. – Carmen tomó la mano de su hijo, intentando retenerle, buscando la oportunidad de hablar con él.
- No diga eso. Usted bien sabe que no es cierto. Tomás Pérez no era… - Roberto ni siquiera capaz de expresar con palabras lo que su mente le gritaba.
- Tomás es el único padre que has tenido, el único hombre que ha cuidado de ti y te ha amado como a un hijo. Él jamás supo…
- Jamás no, madre. Las últimas palabras que escuchó fueron que yo no era su hijo. Bonita manera de morir, – dijo el joven con ironía – descubriendo que toda tu vida ha sido una farsa.
- ¿Y por qué reniegas de él, entonces?
- Yo no reniego de él. - repuso furioso
- ¿Que no? Hace un minuto has estado a punto de decir que Tomás no era tu padre. – Carmen alzó la voz, había intentado hablar con Roberto de buenas maneras, hacerle comprender, pero no había conseguido nada hasta aquel momento, tal vez aquella ocasión fuese la última que tuviera para ello.
- Madre… - Roberto se levantó de su asiento
- No, Roberto, vas a escucharme. – Roberto tomó asiento de nuevo, sin fuerzas para seguir negándole a su madre la oportunidad de explicarse - Hice mal en no haber sido sincera con Tomás, pero no vi otra alternativa, en ningún momento pensé en no tenerte o en deshacerme de ti. Tomás estaba feliz con mi embarazo, jamás dudó de que fueras hijo suyo o… al menos no dio señales de ello. – Carmen se sentó y calló durante unos minutos para poder tomar aire antes de proseguir. – Cuando naciste todo el mundo pensó que eras sietemesino, que tal vez no sobrevivieras, pero yo sabía que no era cierto, que eras un bebé sano y fuerte y que no tendrías ningún problema. Tomás te tomó en los brazos y sonrió, - Carmen esbozó una triste sonrisa – ahora que lo pienso, supongo que se dio cuenta de mi mentira en aquel preciso momento, pero jamás dijo nada, jamás preguntó nada, jamás me reclamó nada. En el momento en que decidí mentirle a todo el mundo y tenerte, cerré una parte de mi vida. Nunca me planteé la vida al lado de otro hombre que no fuera Tomás Pérez, en parte por agradecimiento pero también por cariño. No voy a mentirte, no puedo decir que amase a Tomás, pero sí sentí cariño, mucho cariño, por cómo se portó conmigo y con vosotros durante todos estos años.
- Madre, no hace falta que me hable de… - Roberto se sentía violento, no quería seguir escuchando las intimidades de sus padres.
- Sí hace falta, necesito que me escuches para que me entiendas. No sé que hubiese sido de mi vida si no me hubiese quedado embarazada de ti, pero desde el primer momento supe que no te cambiaría por nada del mundo. El día que naciste, cuando te vi salir de mí, sentí que cualquier esfuerzo, que cualquier sacrificio valdría la pena.
- Madre… - Roberto sentía que las palabras de su madre estaban dirigidas a que la perdonase, a que olvidase la mentira de la que había sido protagonista durante tanto tiempo.
- Cuando conocí a Germán… - prosiguió la mujer.
- ¡Madre! No quiero oír hablar de… - Roberto estaba furioso, no quería siquiera oír hablar del patriarca de los Montoro y se levantó de la mesa. Carmen continuó hablando, consciente de que su hijo no la dejaría con la palabra en la boca.
- Cuando conocí a Germán, - prosiguió la mujer, mientras su hijo se detuvo junto a la puerta – creí que había encontrado al hombre de mi vida. Era una niña tonta y enamorada y veía el mundo de color de rosa, pensaba que aquel amor que sentía era lo más maravilloso del mundo. Germán me amaba y yo lo amaba a él. – Roberto hizo un gesto de dolor al oír aquellas palabras – Éramos dos chiquillos que vivían su primer amor, pensábamos que nada podía ir mal, vivíamos en un sueño, un sueño del que despertamos de un modo doloroso.
- El señorito no quiso hacerse cargo de sus responsabilidades. – dijo el muchacho en tono despectivo.
- No pudo hacerlo, se asustó, era muy joven. – Carmen trató de disculpar al padre de su hijo.
- Usted era aún más joven… - gritó Roberto
- Sí, y ese fue nuestro mayor error. Éramos demasiado jóvenes como para pensar con la cabeza, solo pensamos con el corazón y nos dejamos llevar. – Roberto comparó la historia de sus padres con la suya propia, se veía reflejado en su madre; ambos se enamoraron de personas de una clase social muy diferente a la de ellos y en ninguno de los dos casos la historia había llegado a buen puerto. Las historias entre personas tan diferentes nunca llegaban a buen puerto - ¡Quién sabe lo que hubiera podido pasar si nos hubiésemos conocido en otras circunstancias, en otro tiempo!
- Nada, madre, nada. Historias así no tienen futuro, al menos no con un final feliz.
Roberto tomó la chaqueta que había dejado en el respaldo de la silla y se dirigió a la puerta, allí se encontró frente a frente con su abuelo. El anciano había escuchado toda la conversación mantenida por su hija y su nieto y trató de hablar con el joven, trató de retenerlo tomándolo por el brazo, pero éste se revolvió saliendo de la casa y echando a andar por el camino.
- Lo he perdido, padre. – Carmen estaba angustiada, su intención había sido acercarse a su hijo, hacerle entender lo que ocurrió, pero temía haberse alejado aún más de él.
- No, hija, no; tan solo necesita tiempo y pensar, pensar en tus palabras y en sus sentimientos.
- Tenga, madre, guárdela para Juanito. – dijo el joven tendiéndole el paquete a la mujer.
- Roberto, Tomás también era tu padre. – Carmen tomó la mano de su hijo, intentando retenerle, buscando la oportunidad de hablar con él.
- No diga eso. Usted bien sabe que no es cierto. Tomás Pérez no era… - Roberto ni siquiera capaz de expresar con palabras lo que su mente le gritaba.
- Tomás es el único padre que has tenido, el único hombre que ha cuidado de ti y te ha amado como a un hijo. Él jamás supo…
- Jamás no, madre. Las últimas palabras que escuchó fueron que yo no era su hijo. Bonita manera de morir, – dijo el joven con ironía – descubriendo que toda tu vida ha sido una farsa.
- ¿Y por qué reniegas de él, entonces?
- Yo no reniego de él. - repuso furioso
- ¿Que no? Hace un minuto has estado a punto de decir que Tomás no era tu padre. – Carmen alzó la voz, había intentado hablar con Roberto de buenas maneras, hacerle comprender, pero no había conseguido nada hasta aquel momento, tal vez aquella ocasión fuese la última que tuviera para ello.
- Madre… - Roberto se levantó de su asiento
- No, Roberto, vas a escucharme. – Roberto tomó asiento de nuevo, sin fuerzas para seguir negándole a su madre la oportunidad de explicarse - Hice mal en no haber sido sincera con Tomás, pero no vi otra alternativa, en ningún momento pensé en no tenerte o en deshacerme de ti. Tomás estaba feliz con mi embarazo, jamás dudó de que fueras hijo suyo o… al menos no dio señales de ello. – Carmen se sentó y calló durante unos minutos para poder tomar aire antes de proseguir. – Cuando naciste todo el mundo pensó que eras sietemesino, que tal vez no sobrevivieras, pero yo sabía que no era cierto, que eras un bebé sano y fuerte y que no tendrías ningún problema. Tomás te tomó en los brazos y sonrió, - Carmen esbozó una triste sonrisa – ahora que lo pienso, supongo que se dio cuenta de mi mentira en aquel preciso momento, pero jamás dijo nada, jamás preguntó nada, jamás me reclamó nada. En el momento en que decidí mentirle a todo el mundo y tenerte, cerré una parte de mi vida. Nunca me planteé la vida al lado de otro hombre que no fuera Tomás Pérez, en parte por agradecimiento pero también por cariño. No voy a mentirte, no puedo decir que amase a Tomás, pero sí sentí cariño, mucho cariño, por cómo se portó conmigo y con vosotros durante todos estos años.
- Madre, no hace falta que me hable de… - Roberto se sentía violento, no quería seguir escuchando las intimidades de sus padres.
- Sí hace falta, necesito que me escuches para que me entiendas. No sé que hubiese sido de mi vida si no me hubiese quedado embarazada de ti, pero desde el primer momento supe que no te cambiaría por nada del mundo. El día que naciste, cuando te vi salir de mí, sentí que cualquier esfuerzo, que cualquier sacrificio valdría la pena.
- Madre… - Roberto sentía que las palabras de su madre estaban dirigidas a que la perdonase, a que olvidase la mentira de la que había sido protagonista durante tanto tiempo.
- Cuando conocí a Germán… - prosiguió la mujer.
- ¡Madre! No quiero oír hablar de… - Roberto estaba furioso, no quería siquiera oír hablar del patriarca de los Montoro y se levantó de la mesa. Carmen continuó hablando, consciente de que su hijo no la dejaría con la palabra en la boca.
- Cuando conocí a Germán, - prosiguió la mujer, mientras su hijo se detuvo junto a la puerta – creí que había encontrado al hombre de mi vida. Era una niña tonta y enamorada y veía el mundo de color de rosa, pensaba que aquel amor que sentía era lo más maravilloso del mundo. Germán me amaba y yo lo amaba a él. – Roberto hizo un gesto de dolor al oír aquellas palabras – Éramos dos chiquillos que vivían su primer amor, pensábamos que nada podía ir mal, vivíamos en un sueño, un sueño del que despertamos de un modo doloroso.
- El señorito no quiso hacerse cargo de sus responsabilidades. – dijo el muchacho en tono despectivo.
- No pudo hacerlo, se asustó, era muy joven. – Carmen trató de disculpar al padre de su hijo.
- Usted era aún más joven… - gritó Roberto
- Sí, y ese fue nuestro mayor error. Éramos demasiado jóvenes como para pensar con la cabeza, solo pensamos con el corazón y nos dejamos llevar. – Roberto comparó la historia de sus padres con la suya propia, se veía reflejado en su madre; ambos se enamoraron de personas de una clase social muy diferente a la de ellos y en ninguno de los dos casos la historia había llegado a buen puerto. Las historias entre personas tan diferentes nunca llegaban a buen puerto - ¡Quién sabe lo que hubiera podido pasar si nos hubiésemos conocido en otras circunstancias, en otro tiempo!
- Nada, madre, nada. Historias así no tienen futuro, al menos no con un final feliz.
Roberto tomó la chaqueta que había dejado en el respaldo de la silla y se dirigió a la puerta, allí se encontró frente a frente con su abuelo. El anciano había escuchado toda la conversación mantenida por su hija y su nieto y trató de hablar con el joven, trató de retenerlo tomándolo por el brazo, pero éste se revolvió saliendo de la casa y echando a andar por el camino.
- Lo he perdido, padre. – Carmen estaba angustiada, su intención había sido acercarse a su hijo, hacerle entender lo que ocurrió, pero temía haberse alejado aún más de él.
- No, hija, no; tan solo necesita tiempo y pensar, pensar en tus palabras y en sus sentimientos.
#1004
19/05/2012 19:12
Capítulo 104
Todo el mundo lo miraba con desconfianza, o al menos eso era lo que él sentía, las miradas de todos fijas en él, pero en realidad no era así. Ángel había llegado a casa del gobernador antes que nadie, lo cual fue en cierto modo beneficioso pues, de ese modo, pudo presentarse a cada uno de los presentes por separado. Doña Elvira y don Abel se mostraron educados, preocupados por que se sintiera a gusto y sin realizarle preguntas demasiado comprometidas. Minutos después de su llegada, Sara hizo aparición en casa de su padre, acompañada por Miguel, poco después llegó Roberto y el teniente Garay fue el último en aparecer.
- ¿Qué novedades hay? – preguntó Sara. Miguel no había querido adelantarle nada antes de que estuvieran todos juntos, conociendo la gravedad de los hechos que había descubierto aquella mañana, prefería tener el apoyo de su colega antes de hablar.
- El sargento Morales nos dijo hace algunas horas que el capitán Olmedo había cambiado radicalmente de actitud a primera hora de la mañana, – comenzó relatando el teniente Garay – justo después de que lo él encontrara leyendo un papel, por lo que decidimos revisar su mesa.
- En uno de los cajones de su escritorio, – continuó Miguel – encontramos una carta.
- ¿Y? – Sara preguntó nerviosa. Ambos tenientes se miraron y Miguel continuó hablando.
- Era una carta sin remitente ni firma, pero en ella anunciaba la llegada de un tal Rodríguez, de Ronda.
- Este Rodríguez – aclaró Garay – es uno de los hombres que tienen vigilancia permanente desde hace unos días. Cualquier paso que dé me será notificado de inmediato.
- ¿Y a qué se supone que viene ese hombre? ¿Lo decía la carta? – preguntó Ángel.
- Si, lo decía claramente; para liberar Andalucía de un exaltado que amenaza con acabar con el orden establecido. - recordó Miguel las palabras textuales de la carta.
- No me imaginaba que fuera tan famoso. – dijo Roberto entre risas.
- No le veo la gracia, Roberto. – Sara estaba asustada, aquellas palabras de los guardias civiles encerraban un claro peligro para su amigo – Olmedo es muy peligroso y lo que nos acaban de contar es una amenaza en toda regla.
- ¿Y ese Rodríguez? – preguntó Roberto
- Es aún más peligroso que Olmedo. – respondió Garay – Estamos seguros de que ha asesinado a cinco personas… pero no tenemos pruebas de ello y por eso aún sigue libre.
- Pues habrá que poner fin a esa situación. – dijo Roberto con rotundidad.
- ¿Os estáis oyendo? – Sara creía ser la única en la estancia que se daba cuenta de la gravedad de la conversación que estaban manteniendo. Elvira se mantenía al margen, escuchando, sabedora de que su participación en la captura de Olmedo iba a ser mínima, pero queiriendo ser útil de algún modo.
- Si, Sara. Y somos muy conscientes de que hay que hacer algo cuanto antes. – Roberto se volvió hacia Miguel - ¿Decía la carta cuándo se esperaba a ese Rodríguez?
- No, no daba más datos. Tan solo decía lo que os hemos contado…
Todo el mundo lo miraba con desconfianza, o al menos eso era lo que él sentía, las miradas de todos fijas en él, pero en realidad no era así. Ángel había llegado a casa del gobernador antes que nadie, lo cual fue en cierto modo beneficioso pues, de ese modo, pudo presentarse a cada uno de los presentes por separado. Doña Elvira y don Abel se mostraron educados, preocupados por que se sintiera a gusto y sin realizarle preguntas demasiado comprometidas. Minutos después de su llegada, Sara hizo aparición en casa de su padre, acompañada por Miguel, poco después llegó Roberto y el teniente Garay fue el último en aparecer.
- ¿Qué novedades hay? – preguntó Sara. Miguel no había querido adelantarle nada antes de que estuvieran todos juntos, conociendo la gravedad de los hechos que había descubierto aquella mañana, prefería tener el apoyo de su colega antes de hablar.
- El sargento Morales nos dijo hace algunas horas que el capitán Olmedo había cambiado radicalmente de actitud a primera hora de la mañana, – comenzó relatando el teniente Garay – justo después de que lo él encontrara leyendo un papel, por lo que decidimos revisar su mesa.
- En uno de los cajones de su escritorio, – continuó Miguel – encontramos una carta.
- ¿Y? – Sara preguntó nerviosa. Ambos tenientes se miraron y Miguel continuó hablando.
- Era una carta sin remitente ni firma, pero en ella anunciaba la llegada de un tal Rodríguez, de Ronda.
- Este Rodríguez – aclaró Garay – es uno de los hombres que tienen vigilancia permanente desde hace unos días. Cualquier paso que dé me será notificado de inmediato.
- ¿Y a qué se supone que viene ese hombre? ¿Lo decía la carta? – preguntó Ángel.
- Si, lo decía claramente; para liberar Andalucía de un exaltado que amenaza con acabar con el orden establecido. - recordó Miguel las palabras textuales de la carta.
- No me imaginaba que fuera tan famoso. – dijo Roberto entre risas.
- No le veo la gracia, Roberto. – Sara estaba asustada, aquellas palabras de los guardias civiles encerraban un claro peligro para su amigo – Olmedo es muy peligroso y lo que nos acaban de contar es una amenaza en toda regla.
- ¿Y ese Rodríguez? – preguntó Roberto
- Es aún más peligroso que Olmedo. – respondió Garay – Estamos seguros de que ha asesinado a cinco personas… pero no tenemos pruebas de ello y por eso aún sigue libre.
- Pues habrá que poner fin a esa situación. – dijo Roberto con rotundidad.
- ¿Os estáis oyendo? – Sara creía ser la única en la estancia que se daba cuenta de la gravedad de la conversación que estaban manteniendo. Elvira se mantenía al margen, escuchando, sabedora de que su participación en la captura de Olmedo iba a ser mínima, pero queiriendo ser útil de algún modo.
- Si, Sara. Y somos muy conscientes de que hay que hacer algo cuanto antes. – Roberto se volvió hacia Miguel - ¿Decía la carta cuándo se esperaba a ese Rodríguez?
- No, no daba más datos. Tan solo decía lo que os hemos contado…
#1005
27/05/2012 12:33
Roberta
#1006
28/05/2012 23:12
- Pues habrá que estar preparados.
- ¿Preparados para qué? – Sara estaba preocupada, había sido ella la primera en desear que Olmedo fuera atrapado, ella fue quién dio los primeros pasos que habían desembocado en aquella reunión pero se daba cuenta de que era demasiado peligroso para las personas que se encontraban en aquella estancia. Si Natalia hubiera estado en Arazana hubiese puesto el punto sensato a los comentarios, aunque solo fuese a causa de su amor por Roberto; pero ella ya no estaba allí.
- Para tenderles una trampa. – Garay intervino recordándoles que a pesar de la ayuda recibida, seguía siendo un asunto oficial. Miguel y Roberto se miraron recordando otra trampa que habían montado semanas atrás y que tuvo un feliz desenlace. Esta vez iba a resultar más complicado y mucho más peligroso.
- Todo depende de que Rodríguez se ponga en movimiento. – Ángel también había entrado de lleno en la conversación. Los cuatro jóvenes: Miguel, Gabriel, Roberto y Ángel acercaron sus asientos y comenzaron a hablar, enfrascados en sus pensamientos, mientras que Sara, Elvira e incluso el propio gobernador se mantenían a un lado, observándolos.
- Ven hija, déjalos. – Don Abel tomó a su hija de un brazo y la llevó a un lado – Deja que hablen.
- Pero me están dejando al margen, yo… yo quiero ayudarlos, ser útil.
- Y lo serás, cuentan contigo, con que estás dispuesta a ayudarlos del modo que sea necesario, pero es muy peligroso y los hombres somos así, – dijo el hombre sonriendo – intentamos que las mujeres que nos importan estén al margen de todo peligro, al margen de cualquier dolor.
- Entonces, lo primero es descubrir cuándo ese Rodríguez piensa venir a Arazana. – Durante varios minutos los hombres estuvieron absortos en su conversación, sin darse cuenta de la mirada fija de Sara en ellos – Y a partir de ahí ponernos en marcha.
- ¿Y cómo pensáis enteraros de que se ha puesto en marcha antes de que esté ya aquí? – preguntó Sara con sarcasmo, había seguido a su padre y se había retirado discretamente, pero no se había perdido ni una sola de las palabras que habían intercambiado sus amigos – Que yo sepa, teniente Garay, sus superiores se ponen en contacto con usted a través de la oficina de Villareja.
- Así es, tiene usted razón.
- Y ahora es cuando me pedirán ayuda… – replicó Sara en voz baja
- Sara, – Miguel se levantó y se acercó a su novia – esto es muy peligroso, no es ningún juego. Estamos hablando de asesinos profesionales, no de enfermos o de actos provocados por un impulso.
- ¿Crees que no lo sé? – replicó ella – Sé perfectamente que Olmedo es peligroso y ese Rodríguez aún más. Sois solo cuatro y aún así me dais de lado… dejad que os diga que no podéis permitiros ese lujo. Yo no puedo enfrentarme cuerpo a cuerpo con un hombre como Olmedo o cualquiera de vosotros, pero puedo hacer mucho…
- No Sara. – Roberto intervino en apoyo de Miguel – No podemos permitir que te arriesgues.
- ¿Y tú sí? – preguntó ella.
- Yo soy el objetivo de Olmedo, no he elegido estar ahí, pero dado que no hay nada que pueda hacer…
- Te ofreces como cebo. No estoy diciendo que no lo hagáis, - la joven miró al resto de presentes antes de continuar hablando – por lo que contáis ese va a ser el único modo de acabar con esto. Aunque no entiendo que pretendáis mantenerme apartada de todo.
- Pero es muy peligroso, amor. – Miguel intervino de nuevo.
- Lo sé, – repuso ella – pero estoy dispuesta a afrontar es riesgo.
- Pero nosotros no. – el tono de voz de Roberto fue serio – No vamos a dejar que corras ningún riesgo.
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Siento la tardanza pero ando de trabajo hasta arriba...
- ¿Preparados para qué? – Sara estaba preocupada, había sido ella la primera en desear que Olmedo fuera atrapado, ella fue quién dio los primeros pasos que habían desembocado en aquella reunión pero se daba cuenta de que era demasiado peligroso para las personas que se encontraban en aquella estancia. Si Natalia hubiera estado en Arazana hubiese puesto el punto sensato a los comentarios, aunque solo fuese a causa de su amor por Roberto; pero ella ya no estaba allí.
- Para tenderles una trampa. – Garay intervino recordándoles que a pesar de la ayuda recibida, seguía siendo un asunto oficial. Miguel y Roberto se miraron recordando otra trampa que habían montado semanas atrás y que tuvo un feliz desenlace. Esta vez iba a resultar más complicado y mucho más peligroso.
- Todo depende de que Rodríguez se ponga en movimiento. – Ángel también había entrado de lleno en la conversación. Los cuatro jóvenes: Miguel, Gabriel, Roberto y Ángel acercaron sus asientos y comenzaron a hablar, enfrascados en sus pensamientos, mientras que Sara, Elvira e incluso el propio gobernador se mantenían a un lado, observándolos.
- Ven hija, déjalos. – Don Abel tomó a su hija de un brazo y la llevó a un lado – Deja que hablen.
- Pero me están dejando al margen, yo… yo quiero ayudarlos, ser útil.
- Y lo serás, cuentan contigo, con que estás dispuesta a ayudarlos del modo que sea necesario, pero es muy peligroso y los hombres somos así, – dijo el hombre sonriendo – intentamos que las mujeres que nos importan estén al margen de todo peligro, al margen de cualquier dolor.
- Entonces, lo primero es descubrir cuándo ese Rodríguez piensa venir a Arazana. – Durante varios minutos los hombres estuvieron absortos en su conversación, sin darse cuenta de la mirada fija de Sara en ellos – Y a partir de ahí ponernos en marcha.
- ¿Y cómo pensáis enteraros de que se ha puesto en marcha antes de que esté ya aquí? – preguntó Sara con sarcasmo, había seguido a su padre y se había retirado discretamente, pero no se había perdido ni una sola de las palabras que habían intercambiado sus amigos – Que yo sepa, teniente Garay, sus superiores se ponen en contacto con usted a través de la oficina de Villareja.
- Así es, tiene usted razón.
- Y ahora es cuando me pedirán ayuda… – replicó Sara en voz baja
- Sara, – Miguel se levantó y se acercó a su novia – esto es muy peligroso, no es ningún juego. Estamos hablando de asesinos profesionales, no de enfermos o de actos provocados por un impulso.
- ¿Crees que no lo sé? – replicó ella – Sé perfectamente que Olmedo es peligroso y ese Rodríguez aún más. Sois solo cuatro y aún así me dais de lado… dejad que os diga que no podéis permitiros ese lujo. Yo no puedo enfrentarme cuerpo a cuerpo con un hombre como Olmedo o cualquiera de vosotros, pero puedo hacer mucho…
- No Sara. – Roberto intervino en apoyo de Miguel – No podemos permitir que te arriesgues.
- ¿Y tú sí? – preguntó ella.
- Yo soy el objetivo de Olmedo, no he elegido estar ahí, pero dado que no hay nada que pueda hacer…
- Te ofreces como cebo. No estoy diciendo que no lo hagáis, - la joven miró al resto de presentes antes de continuar hablando – por lo que contáis ese va a ser el único modo de acabar con esto. Aunque no entiendo que pretendáis mantenerme apartada de todo.
- Pero es muy peligroso, amor. – Miguel intervino de nuevo.
- Lo sé, – repuso ella – pero estoy dispuesta a afrontar es riesgo.
- Pero nosotros no. – el tono de voz de Roberto fue serio – No vamos a dejar que corras ningún riesgo.
_________________________________________________________________________
Siento la tardanza pero ando de trabajo hasta arriba...
#1007
30/05/2012 08:36
a ti
#1008
03/06/2012 23:17
- ¿Vas a decidir por mí al igual que hiciste con Natalia? – preguntó Sara muy enojada. Todos giraron sus rostros hacia ella, pero nadie osó decir nada. Miguel dio un paso hacia Sara, pero ella extendió una mano impidiendo que se acercara y continuó hablando - ¿Tienes la más remota idea del daño que le has hecho? – semejante pregunta hizo que todos apartaran la mirada. Sara no permitiría que la callasen y la intervención de cualquiera sería aún más humillante para Roberto que las palabras que estaba escuchando. - ¿O acaso es que no te importa?
- ¿Cómo puedes siquiera pensar eso?
- Por que no tengo la menor idea de qué estaba pasando por esa cabeza tuya cuando…
- Cuando qué… ¿Qué te dijo? – Roberto y Sara se habían olvidado de que estaban en presencia de cinco personas más.
- Nada, no me dijo nada. No quiso decirme nada. – acabó diciendo Sara tras una breve pausa.
Roberto metió las manos en los bolsillos del pantalón, abrumado por las palabras de su amiga. Natalia no le había dicho nada, no le había confiado a su prima las duras palabras con las que la despreció; incluso en sus últimas horas en Arazana le había sido leal, no había hablado mal de él, o al menos no como hubiera debido hacer. Pensativo, se giró, buscó la chaqueta con la mirada y tomándola salió de la estancia. Sara tomó aire al ver salir por la puerta a su amigo, había vaciado su corazón, le había gritado su dolor, pero también le había hecho mucho daño. La rabia contenida durante los últimos días había salido al fin de su interior, se sentía liberada, la franqueza con la que había hablado a Roberto hacía que se sintiera mejor, pero… ¿qué había ganado con aquellas palabras? Natalia seguía sufriendo en soledad, Roberto se había ido sin explicarse, sin excusarse, había aceptado sus palabras sin replicar, tan solo había puesto en duda que no le importase su dolor. Sara confirmó que Roberto sufría tanto como Natalia, pero se negaba a dar marcha atrás, se negaba a rectificar y solucionar su situación. Segundos después y antes de que nadie volviera a hablar, Sara buscó en su bolso, tomó dos cartas de su interior y se las entregó al teniente Garay.
- Le ha llegado esto a la oficina de correos de Villareja, tenga.
En cuanto el teniente Garay tomó las cartas de manos de Sara, ésta tomó su capa y su bolso y se dispuso a marchar, al ver que Miguel se disponía a acompañarla, le hizo un gesto con la mano para detenerlo. El teniente no quería que se fuera sola, pero tampoco quería provocar un nuevo disgusto.
- Yo me encargo. – dijo Ángel en cuanto la joven salió de la casa, esperó unos segundos y fue tras ella. Tras unos minutos de espera, Miguel y Gabriel también se despidieron de los Hermida y salieron de la casa. Tras comprobar que nadie los estaba vigilando caminaron por el pueblo.
- ¿Alguna noticia sobre Olmedo? – preguntó Miguel haciendo referencia a las cartas que Sara había entregado a su compañero y a las que éste había echado un vistazo nada más recibirlas.
- No, desde Comandancia me notifican que los sospechosos siguen bajo vigilancia y que no han dado ningún paso… aún.
- ¿Y la otra? – preguntó tímidamente Miguel.
Su acompañante lo miró y se demoró unos segundos en contestar.
- La otra es de mi hermana.
- Perdona. – dijo Miguel rápidamente – No quería ser indiscreto.
- No importa. Ana es mi única hermana, es maestra. Y hablando de indiscreciones… Antes…Sara y Roberto han mencionado a…
- A Natalia. – terminó Miguel la frase. Gabriel asintió. – No has conocido a Natalia por tan solo unas horas, dejó Arazana el mismo día en que tú llegaste, supongo que os cruzaríais por el camino. Natalia es prima de Sara, pasó unas semanas aquí en Arazana y…
- Entiendo… ella y Roberto… - Miguel no dijo nada pero el gesto que hizo fue elocuente.
- Además, también nos estaba ayudando en lo de Olmedo… El día de su llegada al pueblo sufrió el asalto de un hombre. - Miguel sonrió al recordar - En lugar de asustarse se ofreció como cebo y entre ella y Roberto lo detuvieron.
- Tal y como ahora va a hacer él.
- Exactamente, es una joven muy agradable, algo impulsiva pero encantadora y conseguía aplacar a Sara, aunque no sé quién la aplacaba a ella. – Inmediatamente Miguel calló, era evidente que esa persona era Roberto, o al menos así lo pensaban ellos. Gabriel dudó antes de seguir hablando.
- Has dicho que es prima de Sara… - dijo Gabriel pensativo. - ¿Su apellido también es Reeves?
- Sí, ¿por qué lo preguntas? – Miguel se detuvo y tomó del brazo a su colega – ¿La conoces?
- Si…, bueno, en realidad no, aunque tengo mucho que agradecerle. Es mi hermana quien conoce a una señorita que se llama Natalia Reeves, ni el nombre ni el apellido son muy usuales… por lo que pienso que podríamos estar hablando de la misma persona; en casi todas sus cartas me habla de ella.
- ¿Cómo puedes siquiera pensar eso?
- Por que no tengo la menor idea de qué estaba pasando por esa cabeza tuya cuando…
- Cuando qué… ¿Qué te dijo? – Roberto y Sara se habían olvidado de que estaban en presencia de cinco personas más.
- Nada, no me dijo nada. No quiso decirme nada. – acabó diciendo Sara tras una breve pausa.
Roberto metió las manos en los bolsillos del pantalón, abrumado por las palabras de su amiga. Natalia no le había dicho nada, no le había confiado a su prima las duras palabras con las que la despreció; incluso en sus últimas horas en Arazana le había sido leal, no había hablado mal de él, o al menos no como hubiera debido hacer. Pensativo, se giró, buscó la chaqueta con la mirada y tomándola salió de la estancia. Sara tomó aire al ver salir por la puerta a su amigo, había vaciado su corazón, le había gritado su dolor, pero también le había hecho mucho daño. La rabia contenida durante los últimos días había salido al fin de su interior, se sentía liberada, la franqueza con la que había hablado a Roberto hacía que se sintiera mejor, pero… ¿qué había ganado con aquellas palabras? Natalia seguía sufriendo en soledad, Roberto se había ido sin explicarse, sin excusarse, había aceptado sus palabras sin replicar, tan solo había puesto en duda que no le importase su dolor. Sara confirmó que Roberto sufría tanto como Natalia, pero se negaba a dar marcha atrás, se negaba a rectificar y solucionar su situación. Segundos después y antes de que nadie volviera a hablar, Sara buscó en su bolso, tomó dos cartas de su interior y se las entregó al teniente Garay.
- Le ha llegado esto a la oficina de correos de Villareja, tenga.
En cuanto el teniente Garay tomó las cartas de manos de Sara, ésta tomó su capa y su bolso y se dispuso a marchar, al ver que Miguel se disponía a acompañarla, le hizo un gesto con la mano para detenerlo. El teniente no quería que se fuera sola, pero tampoco quería provocar un nuevo disgusto.
- Yo me encargo. – dijo Ángel en cuanto la joven salió de la casa, esperó unos segundos y fue tras ella. Tras unos minutos de espera, Miguel y Gabriel también se despidieron de los Hermida y salieron de la casa. Tras comprobar que nadie los estaba vigilando caminaron por el pueblo.
- ¿Alguna noticia sobre Olmedo? – preguntó Miguel haciendo referencia a las cartas que Sara había entregado a su compañero y a las que éste había echado un vistazo nada más recibirlas.
- No, desde Comandancia me notifican que los sospechosos siguen bajo vigilancia y que no han dado ningún paso… aún.
- ¿Y la otra? – preguntó tímidamente Miguel.
Su acompañante lo miró y se demoró unos segundos en contestar.
- La otra es de mi hermana.
- Perdona. – dijo Miguel rápidamente – No quería ser indiscreto.
- No importa. Ana es mi única hermana, es maestra. Y hablando de indiscreciones… Antes…Sara y Roberto han mencionado a…
- A Natalia. – terminó Miguel la frase. Gabriel asintió. – No has conocido a Natalia por tan solo unas horas, dejó Arazana el mismo día en que tú llegaste, supongo que os cruzaríais por el camino. Natalia es prima de Sara, pasó unas semanas aquí en Arazana y…
- Entiendo… ella y Roberto… - Miguel no dijo nada pero el gesto que hizo fue elocuente.
- Además, también nos estaba ayudando en lo de Olmedo… El día de su llegada al pueblo sufrió el asalto de un hombre. - Miguel sonrió al recordar - En lugar de asustarse se ofreció como cebo y entre ella y Roberto lo detuvieron.
- Tal y como ahora va a hacer él.
- Exactamente, es una joven muy agradable, algo impulsiva pero encantadora y conseguía aplacar a Sara, aunque no sé quién la aplacaba a ella. – Inmediatamente Miguel calló, era evidente que esa persona era Roberto, o al menos así lo pensaban ellos. Gabriel dudó antes de seguir hablando.
- Has dicho que es prima de Sara… - dijo Gabriel pensativo. - ¿Su apellido también es Reeves?
- Sí, ¿por qué lo preguntas? – Miguel se detuvo y tomó del brazo a su colega – ¿La conoces?
- Si…, bueno, en realidad no, aunque tengo mucho que agradecerle. Es mi hermana quien conoce a una señorita que se llama Natalia Reeves, ni el nombre ni el apellido son muy usuales… por lo que pienso que podríamos estar hablando de la misma persona; en casi todas sus cartas me habla de ella.
#1009
05/06/2012 01:32
graciasssssssssssssssssssssssssssss
#1010
06/06/2012 07:20
Capítulo 105
Roberto salió de la casa del gobernador Hermida pensando en las palabras de Sara. ¿Qué le habría comentado Natalia a su prima? ¿Qué le habría dicho para que Sara le mostrase tanto dolor? Estaba seguro de que le había contado que su relación había terminado pero, ¿hasta qué punto le había dicho lo cruel que había sido con ella? No importaba, cualquier cosa que hubiera dicho de él se la tenía bien merecida.
La noche era fría en Arazana, mientras caminaba de vuelta a su casa, Roberto se subió las solapas de la chaqueta, intentando protegerse del viento. No tenía ningún deseo de volver allí, no sabía qué decirle a su hermano para mitigar el dolor, no podía enfrentarse de nuevo a su madre y si hablaba con su abuelo… si hablaba con él sabía que se derrumbaría. El anciano lo conocía demasiado bien como para saber lo que pasaba por su mente y su corazón con tan solo mirarlo a los ojos; el dolor era demasiado reciente, la herida estaba demasiado abierta aún. Sabía que Cosme insistiría en que fuese tras ella, en que le pidiese perdón, pero tras conocer las intenciones de Olmedo y sus secuaces, aquello era totalmente imposible: acercarse a Natalia significaba ponerla en peligro y aquello era de todo punto impensable.
El viento era cada vez más fuerte y en aquellos momentos se encontraba en campo abierto, se cerró aún más la chaqueta y metió las manos en los bolsillos de ésta. Su mano derecha palpó algo, se detuvo y extrajo lo que halló: un pequeño paquete envuelto en papel de estraza y un sobre de un tamaño inferior al habitual. El paquete estaba envuelto del mismo modo que los que había entregado a Sara aquella misma tarde, aquellos regalos que Natalia compró en su estancia en Sevilla. Sin soltar el paquete abrió el sobre, en su interior encontró una escueta nota, escrita con una caligrafía delicada. A pesar de la oscuridad de la noche, sus ojos reconocieron inmediatamente la firma, la de Natalia. Respiró profundamente, esperó a que la luna emergiera de nuevo entre las nubes y leyó la nota.
Fuimos un matrimonio durante tres días, un matrimonio sin ceremonia, votos, ni anillos.
Adiós, mi amor.
Natalia.
¿Qué significaba aquello? ¿Qué quería decir Natalia con aquellas palabras? Roberto leía la nota una y otra vez, en ella, Natalia se refería a los días en que estuvieron en Sevilla, aquellos maravillosos días en los que fueron felices, en los que se hicieron pasar por un matrimonio para poder encontrar alojamiento, ¿a qué venía recordar aquellos momentos en su nota? Más aún, aquellos regalos debió de comprarlos tras la salida del banco, cuando discutieron, una vez más por su culpa. Natalia se marchó sola, dolida, humillada y aún así le compró algo. ¿Qué? ¿Por qué? La repuesta estaba en aquel pequeño paquete que apretaba en su mano. Aquel paquete que no se atrevía a abrir. Se acercó a la orilla del camino, se sentó en una piedra y, tras guardar de nuevo la nota, se quedó mirando el envoltorio de papel marrón. En él distinguió su nombre junto al de Sara., tardó varios minutos en encontrar las fuerzas suficientes como para abrir el envoltorio. Al retirar el papel encontró una caja de reducidas dimensiones, una caja muy bonita, forrada en terciopelo azul con un ribete dorado en la unión de las dos partes. Roberto se tomó aún unos minutos más antes de abrir la caja, cuando por fin lo hizo, encontró en su interior dos anillos de oro.
Roberto salió de la casa del gobernador Hermida pensando en las palabras de Sara. ¿Qué le habría comentado Natalia a su prima? ¿Qué le habría dicho para que Sara le mostrase tanto dolor? Estaba seguro de que le había contado que su relación había terminado pero, ¿hasta qué punto le había dicho lo cruel que había sido con ella? No importaba, cualquier cosa que hubiera dicho de él se la tenía bien merecida.
La noche era fría en Arazana, mientras caminaba de vuelta a su casa, Roberto se subió las solapas de la chaqueta, intentando protegerse del viento. No tenía ningún deseo de volver allí, no sabía qué decirle a su hermano para mitigar el dolor, no podía enfrentarse de nuevo a su madre y si hablaba con su abuelo… si hablaba con él sabía que se derrumbaría. El anciano lo conocía demasiado bien como para saber lo que pasaba por su mente y su corazón con tan solo mirarlo a los ojos; el dolor era demasiado reciente, la herida estaba demasiado abierta aún. Sabía que Cosme insistiría en que fuese tras ella, en que le pidiese perdón, pero tras conocer las intenciones de Olmedo y sus secuaces, aquello era totalmente imposible: acercarse a Natalia significaba ponerla en peligro y aquello era de todo punto impensable.
El viento era cada vez más fuerte y en aquellos momentos se encontraba en campo abierto, se cerró aún más la chaqueta y metió las manos en los bolsillos de ésta. Su mano derecha palpó algo, se detuvo y extrajo lo que halló: un pequeño paquete envuelto en papel de estraza y un sobre de un tamaño inferior al habitual. El paquete estaba envuelto del mismo modo que los que había entregado a Sara aquella misma tarde, aquellos regalos que Natalia compró en su estancia en Sevilla. Sin soltar el paquete abrió el sobre, en su interior encontró una escueta nota, escrita con una caligrafía delicada. A pesar de la oscuridad de la noche, sus ojos reconocieron inmediatamente la firma, la de Natalia. Respiró profundamente, esperó a que la luna emergiera de nuevo entre las nubes y leyó la nota.
Fuimos un matrimonio durante tres días, un matrimonio sin ceremonia, votos, ni anillos.
Adiós, mi amor.
Natalia.
¿Qué significaba aquello? ¿Qué quería decir Natalia con aquellas palabras? Roberto leía la nota una y otra vez, en ella, Natalia se refería a los días en que estuvieron en Sevilla, aquellos maravillosos días en los que fueron felices, en los que se hicieron pasar por un matrimonio para poder encontrar alojamiento, ¿a qué venía recordar aquellos momentos en su nota? Más aún, aquellos regalos debió de comprarlos tras la salida del banco, cuando discutieron, una vez más por su culpa. Natalia se marchó sola, dolida, humillada y aún así le compró algo. ¿Qué? ¿Por qué? La repuesta estaba en aquel pequeño paquete que apretaba en su mano. Aquel paquete que no se atrevía a abrir. Se acercó a la orilla del camino, se sentó en una piedra y, tras guardar de nuevo la nota, se quedó mirando el envoltorio de papel marrón. En él distinguió su nombre junto al de Sara., tardó varios minutos en encontrar las fuerzas suficientes como para abrir el envoltorio. Al retirar el papel encontró una caja de reducidas dimensiones, una caja muy bonita, forrada en terciopelo azul con un ribete dorado en la unión de las dos partes. Roberto se tomó aún unos minutos más antes de abrir la caja, cuando por fin lo hizo, encontró en su interior dos anillos de oro.
#1011
06/06/2012 10:41
Roberta¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡que bonito gracias mi amor
#1012
07/06/2012 08:00
#1013
09/06/2012 19:06
Capítulo 106
- Buenos días. – Natalia entró en el comedor de su casa y allí encontró a Nieves y a Luis desayunando tranquilamente.
- Hola, querida. ¿Has dormido bien? – Nieves correspondió al beso en la mejilla con que la saludó su amiga.
- Muy bien, gracias. Luis, ¿has enfadado tanto a tu cocinera que has tenido que salir de casa sin desayunar? – preguntó mientras guiñaba un ojo a Nieves.
- No, soy un comensal muy agradecido; ya sabes que no puedo resistirme a los bollos de Luisa. – comentó el hombre y siguió leyendo el periódico mientras tomaba un pedazo más de pastel. Las dos mujeres comenzaron a reír hasta que Nieves se detuvo repentinamente con un gemido.
- ¿Estás bien? – preguntaron Luis y Natalia al unísono.
- Perfectamente, es el bebé que también se estaba riendo de su papá. – Luis hizo una mueca fingiendo desagrado y volvió a enfrascarse en la lectura – Se está moviendo, ¿quieres sentirlo? – le preguntó Nieves a Natalia.
- Por supuesto. ¿De verdad puedo? – preguntó la joven emocionada.
- Claro que sí, coloca tu mano aquí. – Nieves señaló un punto sobre su vestido y Natalia, temerosa siguió sus indicaciones. – Vamos, aprieta un poco, ni siquiera me estás tocando… - Sonriendo, Natalia presionó un poco más y sintió que algo se movía en el interior del vientre de su amiga; como si hubiese sufrido un calambre, retiró la mano, pero de nuevo, riéndose ante su reacción, volvió a colocarla.
- ¿Te duele? – preguntó sin quitar la mano. Era fascinante sentir aquel movimiento, sentir aquella vida que se desarrollaba en la protección del vientre materno.
- De vez en cuando. Cuando menos me lo espero me da una patada, – dijo Nieves riendo – pero es maravilloso sentir que sigue vivo.
- Viva. – rectificó Luis - ¿No habíamos acordado que era niña?
- Sí, cariño, lo que tú digas. – repuso Nieves quien, bajando la voz, continuó hablando con su amiga – Va a ser niño, ya lo verás, pero no vamos a darle el disgusto a su padre antes de tiempo.
Natalia sonreía maravillada, Nieves y Luis eran como hermanos para ella, eran su familia, y aquel bebé se convertiría en su sobrino y ahijado. Un precioso bebé al que cuidar y consentir, un bebé al que prodigaría todo el amor y la ternura que hubiese querido dar a sus hijos, hijos suyos y de Roberto, hijos que jamás verían la luz.
- Ya no se mueve. – dijo Natalia preocupada.
- Gracias a Dios. – dijo una sonriente Nieves – Imagina las veinticuatro horas del día con semejante movimiento en las entrañas, sería insoportable. Ya me contarás cuando seas tú quien lo sufra. – Natalia no respondió y se acomodó en el cabecero de la mesa, disponiéndose a desayunar. A Nieves le extrañó no recibir respuesta alguna a semejante comentario, pero se abstuvo de hacer ninguna observación al respecto. Desde el día anterior no había dejado de pensar en su amiga, estaba cambiada, no sabía exactamente qué era, pero algo le había sucedido.
- Buenos días. – Natalia entró en el comedor de su casa y allí encontró a Nieves y a Luis desayunando tranquilamente.
- Hola, querida. ¿Has dormido bien? – Nieves correspondió al beso en la mejilla con que la saludó su amiga.
- Muy bien, gracias. Luis, ¿has enfadado tanto a tu cocinera que has tenido que salir de casa sin desayunar? – preguntó mientras guiñaba un ojo a Nieves.
- No, soy un comensal muy agradecido; ya sabes que no puedo resistirme a los bollos de Luisa. – comentó el hombre y siguió leyendo el periódico mientras tomaba un pedazo más de pastel. Las dos mujeres comenzaron a reír hasta que Nieves se detuvo repentinamente con un gemido.
- ¿Estás bien? – preguntaron Luis y Natalia al unísono.
- Perfectamente, es el bebé que también se estaba riendo de su papá. – Luis hizo una mueca fingiendo desagrado y volvió a enfrascarse en la lectura – Se está moviendo, ¿quieres sentirlo? – le preguntó Nieves a Natalia.
- Por supuesto. ¿De verdad puedo? – preguntó la joven emocionada.
- Claro que sí, coloca tu mano aquí. – Nieves señaló un punto sobre su vestido y Natalia, temerosa siguió sus indicaciones. – Vamos, aprieta un poco, ni siquiera me estás tocando… - Sonriendo, Natalia presionó un poco más y sintió que algo se movía en el interior del vientre de su amiga; como si hubiese sufrido un calambre, retiró la mano, pero de nuevo, riéndose ante su reacción, volvió a colocarla.
- ¿Te duele? – preguntó sin quitar la mano. Era fascinante sentir aquel movimiento, sentir aquella vida que se desarrollaba en la protección del vientre materno.
- De vez en cuando. Cuando menos me lo espero me da una patada, – dijo Nieves riendo – pero es maravilloso sentir que sigue vivo.
- Viva. – rectificó Luis - ¿No habíamos acordado que era niña?
- Sí, cariño, lo que tú digas. – repuso Nieves quien, bajando la voz, continuó hablando con su amiga – Va a ser niño, ya lo verás, pero no vamos a darle el disgusto a su padre antes de tiempo.
Natalia sonreía maravillada, Nieves y Luis eran como hermanos para ella, eran su familia, y aquel bebé se convertiría en su sobrino y ahijado. Un precioso bebé al que cuidar y consentir, un bebé al que prodigaría todo el amor y la ternura que hubiese querido dar a sus hijos, hijos suyos y de Roberto, hijos que jamás verían la luz.
- Ya no se mueve. – dijo Natalia preocupada.
- Gracias a Dios. – dijo una sonriente Nieves – Imagina las veinticuatro horas del día con semejante movimiento en las entrañas, sería insoportable. Ya me contarás cuando seas tú quien lo sufra. – Natalia no respondió y se acomodó en el cabecero de la mesa, disponiéndose a desayunar. A Nieves le extrañó no recibir respuesta alguna a semejante comentario, pero se abstuvo de hacer ninguna observación al respecto. Desde el día anterior no había dejado de pensar en su amiga, estaba cambiada, no sabía exactamente qué era, pero algo le había sucedido.
#1014
17/06/2012 14:25
Siempre había sido muy guapa, tenía una belleza natural que no necesitaba de artificios, y aquella mañana estaba especialmente bella; cuanto más sencillo era su atuendo, más resaltaba ella. Las mujeres con las que trataban evitaban colocarse a su lado pues las comparaciones con ella eran inmediatas, y todas salían perdiendo a su lado. Sin embargo, a Nieves no solo no le importaba que la comparasen con ella sino que le enorgullecía; sabía que salía perdiendo en la comparativa, pero como la única opinión válida para ella era la de su enamorado esposo… el resto le traían al fresco. Aquellas semanas le habían sentado muy bien a Natalia, el estar alejada del trabajo y las preocupaciones le habían hecho ganar un par de kilos y su cuerpo había adquirido unas redondeces muy femeninas; además, sus mejillas estaban sonrosadas, posiblemente debido a permanecer mucho tiempo al aire libre.
- ¿Qué tenemos para hoy? – preguntó Natalia.
- Podríamos ir a… - comenzó diciendo Nieves.
- He traído los informes… - dijo Luis dejando su periódico a un lado.
- ¿Qué informes? – preguntó Nieves a su marido - ¿No pensarás encerrarla en el despacho? Pero si acaba de llegar de viaje…
- Pero tengo que ponerla al tanto de todos los negocios cerrados durante estas semanas, cariño; y hay cosas que no pueden esperar. – mientras Luis y Nieves decidían quién de los dos se iba a salir con la suya, Natalia tomaba una pieza de fruta, y seguía la conversación sabiendo de antemano que Luis no tenía la más mínima posibilidad de ganar.
- Esos negocios vuestros pueden esperar unos días más. – dijo Nieves quitando importancia al tema.
- Hay algunos documentos que llevan semanas esperando…
- Pues unos días más no va a importar mucho. Además, - el tono de Nieves se volvió más meloso – llevo muchos días sin estar con Natalia, mi amor, tengo tantas cosas que contarle… y tú eres tan bueno con los negocios…
- Está bien. – Luis se resignó a perder la batalla frente a su esposa y a seguir haciéndose cargo de los negocios en solitario durante unos días más.
- Fantástico. – la voz de Nieves sonó llena de energía – Necesito que me ayudes a escoger la decoración para la habitación de mi hijo. – dijo volviéndose hacia su amiga.
- No ha hecho nada en absoluto esperando tu vuelta. – aclaró Luis – Para que te des cuenta de lo importante que es tu opinión
- Si llegas a tardar un poco más, mi bebé nace sin tener cuna siquiera. – Todos se echaron a reír, pero Natalia pensó en lo cerca que había estado de no volver, de quedarse en Arazana junto a Roberto para siempre.
- Pero ¿ni tan siquiera la cuna?, sin duda has de estar exagerando. – dijo Natalia sonriendo incrédula.
- Yo ya estaba buscando otro lugar para guardar mis camisas, Nieves miraba ese cajón de la cómoda con demasiada atención. – Semejante observación de Luis hizo que todos comenzaran de nuevo a reír. ¡Qué fácil y despreocupada volvía a ser la vida de nuevo!
- ¿Cuándo me la vas a devolver? – preguntó Luis tras el desayuno.
- ¿Con cuál de las dos estás hablando? – Nieves miraba cómo su esposo se ponía la chaqueta y se disponía a salir hacia las oficinas en el puerto.
- Con las dos. Nieves, cariño, ¿cuándo me vas a devolver a la jefa? – dijo depositando un tierno beso en los labios de su esposa. Volviéndose hacia su amiga, continuó hablando – Natalia, ¿cuándo voy a tener de nuevo esposa? – en este caso el beso fue en la mejilla.
- Creo que a ambas preguntas deberá responderte ella. – Natalia disfrutaba viendo la maravillosa relación que tenían sus amigos.
- La respuesta es muy sencilla, amor. Ambas volveremos a ser tuyas en cuanto la habitación de nuestro hijo esté lista.
- Hija - corrigió él. – Y eso no es una respuesta, lo mismo podéis demoraros una semana que tres meses. – Caminando hacia la puerta, escuchando las risas de las mujeres continuó hablando. – Al menos sé que hay una fecha tope, el día que nazca; o tal vez no, con vosotras dos uno nunca sabe.
- ¿Qué tenemos para hoy? – preguntó Natalia.
- Podríamos ir a… - comenzó diciendo Nieves.
- He traído los informes… - dijo Luis dejando su periódico a un lado.
- ¿Qué informes? – preguntó Nieves a su marido - ¿No pensarás encerrarla en el despacho? Pero si acaba de llegar de viaje…
- Pero tengo que ponerla al tanto de todos los negocios cerrados durante estas semanas, cariño; y hay cosas que no pueden esperar. – mientras Luis y Nieves decidían quién de los dos se iba a salir con la suya, Natalia tomaba una pieza de fruta, y seguía la conversación sabiendo de antemano que Luis no tenía la más mínima posibilidad de ganar.
- Esos negocios vuestros pueden esperar unos días más. – dijo Nieves quitando importancia al tema.
- Hay algunos documentos que llevan semanas esperando…
- Pues unos días más no va a importar mucho. Además, - el tono de Nieves se volvió más meloso – llevo muchos días sin estar con Natalia, mi amor, tengo tantas cosas que contarle… y tú eres tan bueno con los negocios…
- Está bien. – Luis se resignó a perder la batalla frente a su esposa y a seguir haciéndose cargo de los negocios en solitario durante unos días más.
- Fantástico. – la voz de Nieves sonó llena de energía – Necesito que me ayudes a escoger la decoración para la habitación de mi hijo. – dijo volviéndose hacia su amiga.
- No ha hecho nada en absoluto esperando tu vuelta. – aclaró Luis – Para que te des cuenta de lo importante que es tu opinión
- Si llegas a tardar un poco más, mi bebé nace sin tener cuna siquiera. – Todos se echaron a reír, pero Natalia pensó en lo cerca que había estado de no volver, de quedarse en Arazana junto a Roberto para siempre.
- Pero ¿ni tan siquiera la cuna?, sin duda has de estar exagerando. – dijo Natalia sonriendo incrédula.
- Yo ya estaba buscando otro lugar para guardar mis camisas, Nieves miraba ese cajón de la cómoda con demasiada atención. – Semejante observación de Luis hizo que todos comenzaran de nuevo a reír. ¡Qué fácil y despreocupada volvía a ser la vida de nuevo!
- ¿Cuándo me la vas a devolver? – preguntó Luis tras el desayuno.
- ¿Con cuál de las dos estás hablando? – Nieves miraba cómo su esposo se ponía la chaqueta y se disponía a salir hacia las oficinas en el puerto.
- Con las dos. Nieves, cariño, ¿cuándo me vas a devolver a la jefa? – dijo depositando un tierno beso en los labios de su esposa. Volviéndose hacia su amiga, continuó hablando – Natalia, ¿cuándo voy a tener de nuevo esposa? – en este caso el beso fue en la mejilla.
- Creo que a ambas preguntas deberá responderte ella. – Natalia disfrutaba viendo la maravillosa relación que tenían sus amigos.
- La respuesta es muy sencilla, amor. Ambas volveremos a ser tuyas en cuanto la habitación de nuestro hijo esté lista.
- Hija - corrigió él. – Y eso no es una respuesta, lo mismo podéis demoraros una semana que tres meses. – Caminando hacia la puerta, escuchando las risas de las mujeres continuó hablando. – Al menos sé que hay una fecha tope, el día que nazca; o tal vez no, con vosotras dos uno nunca sabe.
#1015
17/06/2012 16:03
Roberta me gusta mucho
#1016
21/06/2012 22:44
La puerta del comedor se cerró tras Luis y las mujeres continuaron riendo, ambas sabían que el berrinche del hombre era en gran parte fingido; no le importaba lo más mínimo tener que seguir ocupándose de los negocios, pero hubiese preferido quedarse con ellas disfrutando de un día de compras para su bebé y de la compañía de ambas.
- Y ahora que nos hemos quedado a solas… - comenzó a decir Nieves mientras Natalia seguía desayunando tranquilamente – Tienes que contarme absolutamente todo lo que has hecho en ese pueblo del que tanto te ha costado volver. ¿Sabes que Luis miraba todos los días el correo para ver si había alguna carta en la que anunciabas tu vuelta? ¿Qué es lo que te ha retenido allí tanto tiempo después de que nos costara tanto que te tomaras unos días de descanso?
- Pobre Luis. - Natalia intentó desviar la conversación utilizando a su amigo - Tiene razón, he descuidado demasiado los negocios, aunque confío plenamente en él y por esa razón estaba totalmente tranquila. Nieves, ¡si me hubieras dicho que estabas embarazada, mi vuelta se hubiese producido mucho antes! – Natalia se levantó y se acercó hasta arrodillarse junto a su querida amiga.
- ¿Eres médico acaso? – preguntó la futura madre, acariciando el rostro de su amiga – No, ¿verdad?, entonces lo mejor que has podido hacer es disfrutar de tus muy merecidas vacaciones. Pero no me has contado nada aún.
- No sé qué contarte. – comentó Natalia como al descuido levantándose y sentándose en una silla junto a su amiga – La vida en Arazana es tan distinta a la de aquí que se me pasó el tiempo sin darme cuenta.
- ¿Y tu prima Sara? A pesar de la relación que tuvisteis de niñas, en los últimos años no os habíais tratado mucho.
- Lo sé, pero aunque nos hubiésemos criado juntas, nuestra relación no podría ser mejor. ¿Sabes que he estado viviendo en un prostíbulo? – comentó con una sonrisa pícara.
- ¿Qué has dicho? – A Nieves se le cayó de la mano el pastelillo que estaba a punto de llevarse a la boca, lo cual hizo que Natalia soltase una carcajada – Eso tienes que explicármelo muy bien…
- Tranquila, no he cambiado de profesión, lo que ocurre es que la única posada de Arazana es también el prostíbulo. Lo regenta una mujer encantadora, Rosa, quien nos ha tratado a Sara y a mí como a sus hijas.
- ¿No me digas que tu prima también vive allí? – Nieves no sabía cómo reaccionar ante lo que le contaba su amiga.
- Por supuesto. ¿Dónde querías que viviera?
- Teniendo en cuenta que ninguna de las dos tenéis problemas económicos, no hubiera sido extraño que vivierais en una casa normal.
- Tienes razón. – dijo Natalia encogiéndose de hombros – Pero como Sara ya vivía allí ni me lo planteé siquiera.
- De acuerdo, vivíais en un prostíbulo… si se llega a enterar Luis de esto se presenta en Arazana y te devuelve a casa tirando de las orejas – Su marido estaba acostumbrado a que de Natalia podía esperarse cualquier cosa, pero lo del prostíbulo… - ¿Y a qué te has dedicado? Porque no va con tu forma de ser el dedicarte a la vida contemplativa…
- Sara es la encargada del periódico local y la imprenta, así que yo la ayudaba a ratos; también ayudé a Flor, la maestra, con los niños del pueblo. Si vieras lo pobres que son… – Natalia recordó los días en que ayudó a la maestra en la escuela y pensó que el material que adquirió en Sevilla estaría a punto de llegarles, si no lo había hecho ya.
- ¿Nada más?
- No, ¿por qué? – preguntó Natalia, recordando que también había aprendido a sembrar trigo y había capturado a un violador, todo en al compañía de Roberto, pero no quería hablar de ello, no quería tener que explicarle nada a Nieves, aún no estaba preparada para hablar de él y no sabía si algún día llegaría a estarlo.
- Porque las que has descrito son tareas demasiado femeninas para ti.
- Muchas gracias por tu insinuación…
- Me refiero a que siempre estás haciendo cosas que siempre las han hecho los hombres, ideando nuevos negocios y que ayudar en esas tareas te dejaría mucho tiempo libre. ¿No has conocido a ningún hacendado joven y guapo? – Nieves estaba segura de que su amiga le ocultaba algo, tal vez fuera que había conocido a alguien.
- ¿Joven y guapo? - Natalia sonrió – El hacendado más importante de la región se llama Germán Montoro y tiene edad suficiente como para ser nuestro padre; es más, tiene hijos de nuestra edad.
- ¿Y alguno de ellos es joven y guapo? – Nieves siguió insistiendo.
- Eugenia es una jovencita preciosa y encantadora, un poco infantil y enamoradiza pero, está en la edad de serlo…
- ¿Y? – Nieves al animó a que prosiguiera.
- Y Álvaro – continuó Natalia de mala gana – es estúpido, prepotente, clasista…
- ¿Y guapo?
- ¡Nieves!
- Y ahora que nos hemos quedado a solas… - comenzó a decir Nieves mientras Natalia seguía desayunando tranquilamente – Tienes que contarme absolutamente todo lo que has hecho en ese pueblo del que tanto te ha costado volver. ¿Sabes que Luis miraba todos los días el correo para ver si había alguna carta en la que anunciabas tu vuelta? ¿Qué es lo que te ha retenido allí tanto tiempo después de que nos costara tanto que te tomaras unos días de descanso?
- Pobre Luis. - Natalia intentó desviar la conversación utilizando a su amigo - Tiene razón, he descuidado demasiado los negocios, aunque confío plenamente en él y por esa razón estaba totalmente tranquila. Nieves, ¡si me hubieras dicho que estabas embarazada, mi vuelta se hubiese producido mucho antes! – Natalia se levantó y se acercó hasta arrodillarse junto a su querida amiga.
- ¿Eres médico acaso? – preguntó la futura madre, acariciando el rostro de su amiga – No, ¿verdad?, entonces lo mejor que has podido hacer es disfrutar de tus muy merecidas vacaciones. Pero no me has contado nada aún.
- No sé qué contarte. – comentó Natalia como al descuido levantándose y sentándose en una silla junto a su amiga – La vida en Arazana es tan distinta a la de aquí que se me pasó el tiempo sin darme cuenta.
- ¿Y tu prima Sara? A pesar de la relación que tuvisteis de niñas, en los últimos años no os habíais tratado mucho.
- Lo sé, pero aunque nos hubiésemos criado juntas, nuestra relación no podría ser mejor. ¿Sabes que he estado viviendo en un prostíbulo? – comentó con una sonrisa pícara.
- ¿Qué has dicho? – A Nieves se le cayó de la mano el pastelillo que estaba a punto de llevarse a la boca, lo cual hizo que Natalia soltase una carcajada – Eso tienes que explicármelo muy bien…
- Tranquila, no he cambiado de profesión, lo que ocurre es que la única posada de Arazana es también el prostíbulo. Lo regenta una mujer encantadora, Rosa, quien nos ha tratado a Sara y a mí como a sus hijas.
- ¿No me digas que tu prima también vive allí? – Nieves no sabía cómo reaccionar ante lo que le contaba su amiga.
- Por supuesto. ¿Dónde querías que viviera?
- Teniendo en cuenta que ninguna de las dos tenéis problemas económicos, no hubiera sido extraño que vivierais en una casa normal.
- Tienes razón. – dijo Natalia encogiéndose de hombros – Pero como Sara ya vivía allí ni me lo planteé siquiera.
- De acuerdo, vivíais en un prostíbulo… si se llega a enterar Luis de esto se presenta en Arazana y te devuelve a casa tirando de las orejas – Su marido estaba acostumbrado a que de Natalia podía esperarse cualquier cosa, pero lo del prostíbulo… - ¿Y a qué te has dedicado? Porque no va con tu forma de ser el dedicarte a la vida contemplativa…
- Sara es la encargada del periódico local y la imprenta, así que yo la ayudaba a ratos; también ayudé a Flor, la maestra, con los niños del pueblo. Si vieras lo pobres que son… – Natalia recordó los días en que ayudó a la maestra en la escuela y pensó que el material que adquirió en Sevilla estaría a punto de llegarles, si no lo había hecho ya.
- ¿Nada más?
- No, ¿por qué? – preguntó Natalia, recordando que también había aprendido a sembrar trigo y había capturado a un violador, todo en al compañía de Roberto, pero no quería hablar de ello, no quería tener que explicarle nada a Nieves, aún no estaba preparada para hablar de él y no sabía si algún día llegaría a estarlo.
- Porque las que has descrito son tareas demasiado femeninas para ti.
- Muchas gracias por tu insinuación…
- Me refiero a que siempre estás haciendo cosas que siempre las han hecho los hombres, ideando nuevos negocios y que ayudar en esas tareas te dejaría mucho tiempo libre. ¿No has conocido a ningún hacendado joven y guapo? – Nieves estaba segura de que su amiga le ocultaba algo, tal vez fuera que había conocido a alguien.
- ¿Joven y guapo? - Natalia sonrió – El hacendado más importante de la región se llama Germán Montoro y tiene edad suficiente como para ser nuestro padre; es más, tiene hijos de nuestra edad.
- ¿Y alguno de ellos es joven y guapo? – Nieves siguió insistiendo.
- Eugenia es una jovencita preciosa y encantadora, un poco infantil y enamoradiza pero, está en la edad de serlo…
- ¿Y? – Nieves al animó a que prosiguiera.
- Y Álvaro – continuó Natalia de mala gana – es estúpido, prepotente, clasista…
- ¿Y guapo?
- ¡Nieves!
#1017
22/06/2012 01:42
Gracias Roberta un placer leerte
#1018
23/06/2012 19:49
- De acuerdo, no hay nada que hacer con el tal Álvaro. Será el embarazo que hace que quiera ver a todo el mundo emparejado, enamorado y esperando bebés. ¿No hay nadie más?
Natalia tomó un bocado de la fruta que estaba comiendo, ello le dio unos segundos para pensar cómo responder.
- Es un pueblo que vive de trabajar las tierras de los Montoro, gente muy sencilla y pobre; - Natalia dejó escapar un tímido suspiro - en el pueblo también hay un cuartel de la Guardia Civil. – dijo cambiando el tono de la conversación.
- ¿Y algún número que…?
- El teniente Romero no está nada mal. – dijo la joven Reeves con aire soñador, juntando las manos y apoyando en mentón en ellas. Iba a reírse un poco a costa de la curiosidad de su amiga – Alto, rubio, ojos azules, muy agradable y tiene un bigote que le sienta pero que muy bien. - Natalia hizo una pausa para contemplar a su amiga. Nieves había apoyado las manos en la mesa y con los ojos muy abiertos esperaba las siguientes palabras de su acompañante – Pero Sara lo vio antes. – concluyó metiéndose en la boca otro pedazo de fruta.
- ¡Ah! - Nieves soltó un resoplido impropio de una dama – Te estabas riendo de mí.
- No, no lo estaba haciendo,… bueno, solo un poco. Es tan solo que no hay nada que contar. Ya te digo que es gente muy humilde la que vive allí.
- El amor no sabe de economía, Natalia.
- Pero cuando tu mayor preocupación es saber cómo vas a conseguir llenar al barriga al día siguiente, todo lo demás pasa a un segundo plano. – La tristeza en la voz de Natalia convenció a Nieves de que había sucedido algo en Arazana, algo que Natalia aún no estaba preparada para contar. Debía esperar, sabía que Natalia se confesaría con ella tarde o temprano, lo que le preocupaba es si su corazón había quedado tan maltrecho como la vez anterior. Pensó si sería conveniente contarle sus sospechas a Luis y optó por callar y observarlo también a él, su esposo era muy perspicaz y conocía muy bien a su amiga, si él también estaba preocupado, hablarían abiertamente con ella. - ¿Nos vamos? Si es cierto que no tienes absolutamente nada comprado para mi ahijado, debemos darnos prisa.
- ¿Tú también piensas que va a ser un niño? – preguntó Nieves dejando la servilleta sobre la mesa y levantándose lentamente.
- No tengo ni idea, pero ¿quién mejor que una madre para saber si su bebé va a ser un niño o una niña? – Natalia se acercó y tomó a su amiga del brazo.
- Yo no, tan solo lo digo por llevar la contraria a Luis. – confesó risueña.
- Lo sabía. – Ambas jóvenes salieron del comedor tomadas del brazo y riéndose. – Pobrecito, ¿cómo nos aguanta?
- Por que es un santo, mi querido maridito es un santo. Bueno, - dijo Nieves con tono pícaro y guiñándola un ojo – no siempre, tú ya me entiendes.
- ¿Ahora cómo pretendes que no me ría la próxima vez que lo vea? – preguntó Natalia a su amiga.
- Hazlo, ya está acostumbrado a nuestras risas; además, sabes que es feliz viéndote a ti feliz y le gusta que nos riamos con él o de él, porque sabe que no lo hacemos con malicia, sino que tan solo son nuestras tonterías.
Mariana, el ama de llaves, caminaba hacia la cocina cuando las vio salir del comedor riendo felices; la mujer sonrió, pensando en que ya era hora de que la felicidad y las risas volvieran a aquella casa, aquella casa en la que en los últimos años tan solo había habido tristezas y dolor.
- Entonces, ¿por donde empezamos? – preguntó Natalia tratando de ponerse seria.
- ¿Te importa si antes de empezar a gastar dinero pasamos por la escuela?
- ¿Ocurre algo? ¿Necesitan algo? – preguntó Natalia alarmada, se había desentendido de la escuela durante las últimas semanas pensando que Nieves lo tendría todo bajo control, pero tal vez su embarazo habría hecho que no estuviera tan pendiente.
- No, tranquila, todo está perfectamente, demasiado bien diría yo…
- Explícate. – pidió Natalia mientras colocaba una capa sobre los hombros de su amiga.
- Lo que ocurre es que este año los alumnos de la señorita Garay son excepcionalmente brillantes.
-¿Y? – Las jóvenes salían por la puerta mientras continuaban su conversación.
- La pobre mujer está preocupada por si no estás dispuesta a sufragar los gastos de los estudios de todos ellos.
- ¿Por qué habría de negarme? – preguntó Natalia extrañada – Los padres de esos niños y niñas los envían a la escuela porque me he comprometido a proporcionarles una educación mientras ellos estén dispuestos a estudiar.
- Lo sé, pero nadie más lo hace. Ningún otro empresario se ocupa de ese modo de los hijos de sus trabajadores. – Nieves estaba muy orgullosa de Natalia
- No es mérito mío, - dijo quitándose importancia - fue idea de mamá; tan solo me limito a seguir proporcionando fondos. Además, así me aseguro de que las siguientes generaciones estén más preparadas y gente preparada es lo que hace que los negocios y los países salgan adelante.
- ¿Crees que no lo sé? Luis es uno de los primeros niños que se beneficiaron de esa maravillosa idea de tu madre.
- Y mira lo bien que me ha venido a mí para poder irme de vacaciones. ¿Te importa si vamos a tranquilizar a la señorita Garay antes de ir de compras? – preguntó Natalia.
- Eso te lo acabo de preguntar yo…
Natalia tomó un bocado de la fruta que estaba comiendo, ello le dio unos segundos para pensar cómo responder.
- Es un pueblo que vive de trabajar las tierras de los Montoro, gente muy sencilla y pobre; - Natalia dejó escapar un tímido suspiro - en el pueblo también hay un cuartel de la Guardia Civil. – dijo cambiando el tono de la conversación.
- ¿Y algún número que…?
- El teniente Romero no está nada mal. – dijo la joven Reeves con aire soñador, juntando las manos y apoyando en mentón en ellas. Iba a reírse un poco a costa de la curiosidad de su amiga – Alto, rubio, ojos azules, muy agradable y tiene un bigote que le sienta pero que muy bien. - Natalia hizo una pausa para contemplar a su amiga. Nieves había apoyado las manos en la mesa y con los ojos muy abiertos esperaba las siguientes palabras de su acompañante – Pero Sara lo vio antes. – concluyó metiéndose en la boca otro pedazo de fruta.
- ¡Ah! - Nieves soltó un resoplido impropio de una dama – Te estabas riendo de mí.
- No, no lo estaba haciendo,… bueno, solo un poco. Es tan solo que no hay nada que contar. Ya te digo que es gente muy humilde la que vive allí.
- El amor no sabe de economía, Natalia.
- Pero cuando tu mayor preocupación es saber cómo vas a conseguir llenar al barriga al día siguiente, todo lo demás pasa a un segundo plano. – La tristeza en la voz de Natalia convenció a Nieves de que había sucedido algo en Arazana, algo que Natalia aún no estaba preparada para contar. Debía esperar, sabía que Natalia se confesaría con ella tarde o temprano, lo que le preocupaba es si su corazón había quedado tan maltrecho como la vez anterior. Pensó si sería conveniente contarle sus sospechas a Luis y optó por callar y observarlo también a él, su esposo era muy perspicaz y conocía muy bien a su amiga, si él también estaba preocupado, hablarían abiertamente con ella. - ¿Nos vamos? Si es cierto que no tienes absolutamente nada comprado para mi ahijado, debemos darnos prisa.
- ¿Tú también piensas que va a ser un niño? – preguntó Nieves dejando la servilleta sobre la mesa y levantándose lentamente.
- No tengo ni idea, pero ¿quién mejor que una madre para saber si su bebé va a ser un niño o una niña? – Natalia se acercó y tomó a su amiga del brazo.
- Yo no, tan solo lo digo por llevar la contraria a Luis. – confesó risueña.
- Lo sabía. – Ambas jóvenes salieron del comedor tomadas del brazo y riéndose. – Pobrecito, ¿cómo nos aguanta?
- Por que es un santo, mi querido maridito es un santo. Bueno, - dijo Nieves con tono pícaro y guiñándola un ojo – no siempre, tú ya me entiendes.
- ¿Ahora cómo pretendes que no me ría la próxima vez que lo vea? – preguntó Natalia a su amiga.
- Hazlo, ya está acostumbrado a nuestras risas; además, sabes que es feliz viéndote a ti feliz y le gusta que nos riamos con él o de él, porque sabe que no lo hacemos con malicia, sino que tan solo son nuestras tonterías.
Mariana, el ama de llaves, caminaba hacia la cocina cuando las vio salir del comedor riendo felices; la mujer sonrió, pensando en que ya era hora de que la felicidad y las risas volvieran a aquella casa, aquella casa en la que en los últimos años tan solo había habido tristezas y dolor.
- Entonces, ¿por donde empezamos? – preguntó Natalia tratando de ponerse seria.
- ¿Te importa si antes de empezar a gastar dinero pasamos por la escuela?
- ¿Ocurre algo? ¿Necesitan algo? – preguntó Natalia alarmada, se había desentendido de la escuela durante las últimas semanas pensando que Nieves lo tendría todo bajo control, pero tal vez su embarazo habría hecho que no estuviera tan pendiente.
- No, tranquila, todo está perfectamente, demasiado bien diría yo…
- Explícate. – pidió Natalia mientras colocaba una capa sobre los hombros de su amiga.
- Lo que ocurre es que este año los alumnos de la señorita Garay son excepcionalmente brillantes.
-¿Y? – Las jóvenes salían por la puerta mientras continuaban su conversación.
- La pobre mujer está preocupada por si no estás dispuesta a sufragar los gastos de los estudios de todos ellos.
- ¿Por qué habría de negarme? – preguntó Natalia extrañada – Los padres de esos niños y niñas los envían a la escuela porque me he comprometido a proporcionarles una educación mientras ellos estén dispuestos a estudiar.
- Lo sé, pero nadie más lo hace. Ningún otro empresario se ocupa de ese modo de los hijos de sus trabajadores. – Nieves estaba muy orgullosa de Natalia
- No es mérito mío, - dijo quitándose importancia - fue idea de mamá; tan solo me limito a seguir proporcionando fondos. Además, así me aseguro de que las siguientes generaciones estén más preparadas y gente preparada es lo que hace que los negocios y los países salgan adelante.
- ¿Crees que no lo sé? Luis es uno de los primeros niños que se beneficiaron de esa maravillosa idea de tu madre.
- Y mira lo bien que me ha venido a mí para poder irme de vacaciones. ¿Te importa si vamos a tranquilizar a la señorita Garay antes de ir de compras? – preguntó Natalia.
- Eso te lo acabo de preguntar yo…
#1019
26/06/2012 20:12
Capítulo 107
- Buenos días, Sara.
- Buenos días, doña Elvira. ¿En qué puedo ayudarla? – Sara se encontraba en la imprenta, atendiendo a otros vecinos de Arazana cuando vio entrar en el establecimiento a la esposa de su padre.
- Venía a entregarle esta carta. Parece ser que el responsable de la oficina de Correos de Villareja me ha tomado por su ayudante, porque en cuanto me ve cerca de su establecimiento me pide que traiga alguna misiva. Buenos días. – respondió al saludo de una mujer y su hija que abandonaban el establecimiento. Al ver que se quedaban a solas, el tono de la conversación se modificó. – Ten, es de Natalia. - Sara extendió la mano y tomó el sobre que Elvira le tendía.
- Gracias, desde que se fue no he tenido noticias suyas más allá de la carta que acompañaba a los regalos y de eso hace más de dos semanas.
- También tengo una carta para el teniente Garay, es de la Comandancia de Málaga. – aclaró la mujer.
- Guárdela y entréguesela esta noche usted misma. Miguel me dijo ayer que hoy iban a estar ambos patrullando la sierra. Olmedo está convencido de que los bandoleros van a atacar de nuevo, aunque mi opinión es que lo que realmente quiere hacer es alejar a sus subordinados del cuartel, tengo miedo de que…
- ¿De que vayan a atacar a Roberto?
- Sí.
- Tal vez en la carta le comuniquen al teniente que el tal Rodríguez…
- Buenos días padre Damián. – La llegada del cura hizo que la conversación tuviera que llegar a su fin.
- Buenos días tengan ustedes. – respondió el sacerdote.
- Bien, yo los dejo. – dijo Elvira – Hasta la próxima, señorita Reeves.
- Adiós, doña Elvira.
- Bien, pues ya está todo. No abras los ojos hasta que nosotras te digamos, ¿de acuerdo? – Luis era conducido por su esposa y su amiga Natalia por los pasillos de su casa con los ojos vendados.
- No podría abrirlos aunque lo intentara. Habéis apretado demasiado el pañuelo. – se quejaba el hombre.
- No queremos que hagas trampas. – respondió Natalia sonriente mientras iba abriendo camino hacia la que iba a ser la habitación de su ahijado o ahijada.
- ¿Falta mucho? – preguntó el hombre.
- No, y no seas impaciente. – respondió su esposa. – Bien, ya hemos llegado. – se detuvieron frente a una puerta y las mujeres se colocaron cada una a un lado. – Ya puedes quitarte el pañuelo. – Emocionado, Luis no tardó ni un instante en deshacer el nudo y quitarse el pañuelo. Al hacerlo descubrió que se encontraba en el pasillo de su casa, frente a una puerta cerrada.
- ¿Para traerme hasta una puerta cerrada me habéis vendado los ojos? – preguntó extrañado. Como única respuesta vio que las jóvenes se encogían de hombros.
- Ha sido divertido. – comentó Nieves. Sin saber qué replicar, se esposo se echó a reír, siguiendo el ejemplo de Natalia.
- ¿Puedo? – preguntó finalmente señalando la puerta. Nieves hizo un gesto afirmativo y Natalia dio un paso hacia atrás. Al abrir la puerta, Luis descubrió en que habían estado ocupadas las mujeres las últimas dos semanas. La habitación del bebé era perfecta, las paredes estaban pintadas de un color azul muy claro y en la parte superior habían dibujado nubes y pájaros que volaban entre ellas. Junto a una de las paredes habían colocado una cama individual que serviría para cuando el bebé dejara la cuna o para cuando quisieran velar su sueño. Cerca de la cama podía verse una gran cuna de madera pintada en blanco, en el otro extremo de la habitación había un gran armario pintado también en blanco. Era una habitación muy luminosa, la luz de la bahía entraba a raudales por las ventanas, la habitación perfecta para un bebé
- No tengo palabras. – consiguió decir Luis al cabo de unos minutos.
- Pero, ¿te gusta? – preguntó su esposa.
- Por supuesto, mi amor. – dijo el estrechándola entre sus brazos – Pero temía que lo hubieseis puesto todo azul. Como dices que va a ser un niño…
- Hemos decidido ponerlo todo en blanco y comprar muchos lazos y cintas.
- ¿Lazos y cintas?
- Sí, - explicó su esposa – lazos y cintas azules y rosas. Y ya veremos qué color necesitamos después.
- Te quiero.
- Y yo a ti.
Natalia se había mantenido alejada de ellos, apoyada en el marco de la puerta, observando la escena. Había disfrutado muchísimo preparando la habitación del bebé y colocando una cuna en la que el matrimonio ocupaba cuando se quedaban acompañándola en su casa, pero también había sentido envidia. Envidia de la felicidad que compartían, envidia de la ilusión de contar los días que faltaban para tener al bebé junto a ellos; en definitiva, envidia de ser amada de aquel modo.
- Buenos días, Sara.
- Buenos días, doña Elvira. ¿En qué puedo ayudarla? – Sara se encontraba en la imprenta, atendiendo a otros vecinos de Arazana cuando vio entrar en el establecimiento a la esposa de su padre.
- Venía a entregarle esta carta. Parece ser que el responsable de la oficina de Correos de Villareja me ha tomado por su ayudante, porque en cuanto me ve cerca de su establecimiento me pide que traiga alguna misiva. Buenos días. – respondió al saludo de una mujer y su hija que abandonaban el establecimiento. Al ver que se quedaban a solas, el tono de la conversación se modificó. – Ten, es de Natalia. - Sara extendió la mano y tomó el sobre que Elvira le tendía.
- Gracias, desde que se fue no he tenido noticias suyas más allá de la carta que acompañaba a los regalos y de eso hace más de dos semanas.
- También tengo una carta para el teniente Garay, es de la Comandancia de Málaga. – aclaró la mujer.
- Guárdela y entréguesela esta noche usted misma. Miguel me dijo ayer que hoy iban a estar ambos patrullando la sierra. Olmedo está convencido de que los bandoleros van a atacar de nuevo, aunque mi opinión es que lo que realmente quiere hacer es alejar a sus subordinados del cuartel, tengo miedo de que…
- ¿De que vayan a atacar a Roberto?
- Sí.
- Tal vez en la carta le comuniquen al teniente que el tal Rodríguez…
- Buenos días padre Damián. – La llegada del cura hizo que la conversación tuviera que llegar a su fin.
- Buenos días tengan ustedes. – respondió el sacerdote.
- Bien, yo los dejo. – dijo Elvira – Hasta la próxima, señorita Reeves.
- Adiós, doña Elvira.
- Bien, pues ya está todo. No abras los ojos hasta que nosotras te digamos, ¿de acuerdo? – Luis era conducido por su esposa y su amiga Natalia por los pasillos de su casa con los ojos vendados.
- No podría abrirlos aunque lo intentara. Habéis apretado demasiado el pañuelo. – se quejaba el hombre.
- No queremos que hagas trampas. – respondió Natalia sonriente mientras iba abriendo camino hacia la que iba a ser la habitación de su ahijado o ahijada.
- ¿Falta mucho? – preguntó el hombre.
- No, y no seas impaciente. – respondió su esposa. – Bien, ya hemos llegado. – se detuvieron frente a una puerta y las mujeres se colocaron cada una a un lado. – Ya puedes quitarte el pañuelo. – Emocionado, Luis no tardó ni un instante en deshacer el nudo y quitarse el pañuelo. Al hacerlo descubrió que se encontraba en el pasillo de su casa, frente a una puerta cerrada.
- ¿Para traerme hasta una puerta cerrada me habéis vendado los ojos? – preguntó extrañado. Como única respuesta vio que las jóvenes se encogían de hombros.
- Ha sido divertido. – comentó Nieves. Sin saber qué replicar, se esposo se echó a reír, siguiendo el ejemplo de Natalia.
- ¿Puedo? – preguntó finalmente señalando la puerta. Nieves hizo un gesto afirmativo y Natalia dio un paso hacia atrás. Al abrir la puerta, Luis descubrió en que habían estado ocupadas las mujeres las últimas dos semanas. La habitación del bebé era perfecta, las paredes estaban pintadas de un color azul muy claro y en la parte superior habían dibujado nubes y pájaros que volaban entre ellas. Junto a una de las paredes habían colocado una cama individual que serviría para cuando el bebé dejara la cuna o para cuando quisieran velar su sueño. Cerca de la cama podía verse una gran cuna de madera pintada en blanco, en el otro extremo de la habitación había un gran armario pintado también en blanco. Era una habitación muy luminosa, la luz de la bahía entraba a raudales por las ventanas, la habitación perfecta para un bebé
- No tengo palabras. – consiguió decir Luis al cabo de unos minutos.
- Pero, ¿te gusta? – preguntó su esposa.
- Por supuesto, mi amor. – dijo el estrechándola entre sus brazos – Pero temía que lo hubieseis puesto todo azul. Como dices que va a ser un niño…
- Hemos decidido ponerlo todo en blanco y comprar muchos lazos y cintas.
- ¿Lazos y cintas?
- Sí, - explicó su esposa – lazos y cintas azules y rosas. Y ya veremos qué color necesitamos después.
- Te quiero.
- Y yo a ti.
Natalia se había mantenido alejada de ellos, apoyada en el marco de la puerta, observando la escena. Había disfrutado muchísimo preparando la habitación del bebé y colocando una cuna en la que el matrimonio ocupaba cuando se quedaban acompañándola en su casa, pero también había sentido envidia. Envidia de la felicidad que compartían, envidia de la ilusión de contar los días que faltaban para tener al bebé junto a ellos; en definitiva, envidia de ser amada de aquel modo.
#1020
27/08/2012 20:54
Hasta la página 5 que habían caído estos dos. Aunque no me extraña, los he dejado abandonados durante dos meses... un mes porque he estado muy liada por distintas razones y el otro... el otro porque me lo he tomado de vacaciones totales.
Pero vuelvo a la carga, vuelvo a torturaros con mis desvaríos. Espero seguir a mejor ritmo, tal vez no todos los días pero se hará lo que se pueda, espro que las musas no me abandonen de nuevo.
Y no me enrollo más.
________________________________________________________________________
Ya era hora de cerrar, Sara había estado muy ocupada todo el día atendiendo a la gente que se había acercado a enviar algún telegrama o hacer cualquier otra gestión, como para sacar unos minutos y poder leer la carta de su prima. Se acercó a la puerta, la cerró por dentro y no pudo evitar recordar que había hecho lo mismo para obligar a Natalia a reconocer su amor por Roberto, ¿aquella carta encerraría algún otro secreto? Se sentó en una silla y se quedó mirando el sobre antes de rasgarlo y extraer la misiva. ¿Cómo se encontraría Natalia? Habían pasado tres semanas desde su marcha y aquella carta era la primera comunicación que tenía de ella. Su mente también la llevó a Roberto, cada día se encontraba con él por las calles del pueblo y lo seguía viendo abatido, destrozado; en ocasiones pensaba que el joven esperaba y deseaba el ataque de Olmedo como un modo de poner fin a su dolor. Natalia no podía estar mejor que él, sola, a muchos kilómetros de distancia, alejada de todo y de todos los que conocían su historia, acompañada tan solo por su amigo Luis, a quien no comentaría nada en absoluto sobre su desengaño amoroso.
Querida Sara,
Escribo para comunicarte que he llegado a casa sin contratiempos. El viaje ha sido largo y agotador, pero sin nada importante que reseñar. A mi llegada a la estación, Luis estaba esperándome en el andén con una maravillosa noticia: ¡Va a ser padre! Él y su esposa Nieves, de quien ya te hablé, van a tener su primer hijo en las próximas semanas y me han pedido que sea la madrina del bebé. ¡No puedes imaginarte siquiera la ilusión que me hace que hayan pensado en mí para algo tan importante!.
Pero eso no es todo, cuando llegué a casa, todo el servicio, con Nieves al frente, estaba esperándome para darme la bienvenida; no me había dado cuenta de lo mucho que los había echado de menos hasta que estuve de vuelta.
Ahora debo volver a ponerme al frente de los negocios, ya he abusado de Luis en exceso y más aún ahora que él tiene otras obligaciones, mucho más placenteras, de las que ocuparse.
Espero que todos estéis bien; por favor, saluda a Miguel de mi parte y mantenme al tanto de si por fin reúne el valor suficiente como para pedirte en matrimonio. Cuida del Chato, a pesar de su cabezonería o tal vez precisamente por ella, va a necesitar de vuestra ayuda para integrarse en la sociedad. No me olvido de Rosa, Flor, Juan, Marcial y todos los demás, diles los quiero y que jamás me olvidaré de ellos.
Tal vez tarde en volver a escribirte, necesito tiempo, ya imaginarás el porqué. Además, quizá haga un viaje a Inglaterra cuando el hijo de Nieves y Luis nazca y el trabajo vuelva a normalizarse. Tras la muerte del tío Richard, no he prestado atención a la herencia que me dejó papá, él se encargaba de todo en mi lugar.
Cuídate, por favor, deja que Miguel te mime y no perdáis de vista a Olmedo.
Tu prima que te quiere y no te olvida,
Natalia.
Pero vuelvo a la carga, vuelvo a torturaros con mis desvaríos. Espero seguir a mejor ritmo, tal vez no todos los días pero se hará lo que se pueda, espro que las musas no me abandonen de nuevo.
Y no me enrollo más.
________________________________________________________________________
Ya era hora de cerrar, Sara había estado muy ocupada todo el día atendiendo a la gente que se había acercado a enviar algún telegrama o hacer cualquier otra gestión, como para sacar unos minutos y poder leer la carta de su prima. Se acercó a la puerta, la cerró por dentro y no pudo evitar recordar que había hecho lo mismo para obligar a Natalia a reconocer su amor por Roberto, ¿aquella carta encerraría algún otro secreto? Se sentó en una silla y se quedó mirando el sobre antes de rasgarlo y extraer la misiva. ¿Cómo se encontraría Natalia? Habían pasado tres semanas desde su marcha y aquella carta era la primera comunicación que tenía de ella. Su mente también la llevó a Roberto, cada día se encontraba con él por las calles del pueblo y lo seguía viendo abatido, destrozado; en ocasiones pensaba que el joven esperaba y deseaba el ataque de Olmedo como un modo de poner fin a su dolor. Natalia no podía estar mejor que él, sola, a muchos kilómetros de distancia, alejada de todo y de todos los que conocían su historia, acompañada tan solo por su amigo Luis, a quien no comentaría nada en absoluto sobre su desengaño amoroso.
Querida Sara,
Escribo para comunicarte que he llegado a casa sin contratiempos. El viaje ha sido largo y agotador, pero sin nada importante que reseñar. A mi llegada a la estación, Luis estaba esperándome en el andén con una maravillosa noticia: ¡Va a ser padre! Él y su esposa Nieves, de quien ya te hablé, van a tener su primer hijo en las próximas semanas y me han pedido que sea la madrina del bebé. ¡No puedes imaginarte siquiera la ilusión que me hace que hayan pensado en mí para algo tan importante!.
Pero eso no es todo, cuando llegué a casa, todo el servicio, con Nieves al frente, estaba esperándome para darme la bienvenida; no me había dado cuenta de lo mucho que los había echado de menos hasta que estuve de vuelta.
Ahora debo volver a ponerme al frente de los negocios, ya he abusado de Luis en exceso y más aún ahora que él tiene otras obligaciones, mucho más placenteras, de las que ocuparse.
Espero que todos estéis bien; por favor, saluda a Miguel de mi parte y mantenme al tanto de si por fin reúne el valor suficiente como para pedirte en matrimonio. Cuida del Chato, a pesar de su cabezonería o tal vez precisamente por ella, va a necesitar de vuestra ayuda para integrarse en la sociedad. No me olvido de Rosa, Flor, Juan, Marcial y todos los demás, diles los quiero y que jamás me olvidaré de ellos.
Tal vez tarde en volver a escribirte, necesito tiempo, ya imaginarás el porqué. Además, quizá haga un viaje a Inglaterra cuando el hijo de Nieves y Luis nazca y el trabajo vuelva a normalizarse. Tras la muerte del tío Richard, no he prestado atención a la herencia que me dejó papá, él se encargaba de todo en mi lugar.
Cuídate, por favor, deja que Miguel te mime y no perdáis de vista a Olmedo.
Tu prima que te quiere y no te olvida,
Natalia.