Foro Bandolera
Como no me gusta la historia... voy y la cambio (Natalia y Roberto)
#0
27/04/2011 20:02
Como estoy bastante aburrida de que me tengan a Roberto entre rejas, aunque sean las rejas de cartón piedra del cuartel de Arazana, y de que nadie (excepto San Miguel) intente hacer nada... pues voy y lo saco yo misma.
Y como la historia parece que va dos pasitos pa´lante y tres pa´trás, pues voy y la cambio a mi gusto.
Y como a mi el que me gusta es el Rober... pues también cambio la historia.
Creo que me he metio en un ebolao del que no voy a saber salir pero bueno, todo sea por dar ideas a los guionistas de nuestros amores. Ya me direis...
_____________________________________________________________________________
Capítulo 1
Parecía un sitio tranquilo, alejado del camino, seguro que por allí no pasaba gente con regularidad. La hierba que tapizaba la orilla del río era alta y estaba sin pisar así que decidió desmontar y descansar unos minutos.
- No puedo estar ya muy lejos de ese maldito pueblo. ¿Es que no había un lugar más perdido donde esconderte Sara?- dijo en voz alta mientras ataba el caballo a uno de los árboles que extendían sus ramas sobre el agua.
Mientras estiraba los músculos, agarrotados después de tan larga jornada a caballo, vio su reflejo en el remanso que el río formaba a pocos metros de allí. Miró hacia ambos lados y, al no ver a nadie y comprobar que el caballo se alimentaba tranquilamente, sonrió y comenzó a despojarse de sus vestimentas hasta quedar en ropa interior. Se adentró en el agua hasta que ésta le llegó hasta la cintura, entonces extendió los brazos y se dejó caer hacia atrás. Movía los brazos y las piernas lo indispensable para no alejarse demasiado de la orilla y mantenerse a flote, sintiendo cómo la corriente masajeaba su cuerpo. Sabía que la ropa que aún llevaba puesta, al mojarse, dejaría al descubierto las formas de su cuerpo, pero le daba igual, además, sería demasiada casualidad que alguien pasara por allí en ese momento.
Y como la historia parece que va dos pasitos pa´lante y tres pa´trás, pues voy y la cambio a mi gusto.
Y como a mi el que me gusta es el Rober... pues también cambio la historia.
Creo que me he metio en un ebolao del que no voy a saber salir pero bueno, todo sea por dar ideas a los guionistas de nuestros amores. Ya me direis...
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Capítulo 1
Parecía un sitio tranquilo, alejado del camino, seguro que por allí no pasaba gente con regularidad. La hierba que tapizaba la orilla del río era alta y estaba sin pisar así que decidió desmontar y descansar unos minutos.
- No puedo estar ya muy lejos de ese maldito pueblo. ¿Es que no había un lugar más perdido donde esconderte Sara?- dijo en voz alta mientras ataba el caballo a uno de los árboles que extendían sus ramas sobre el agua.
Mientras estiraba los músculos, agarrotados después de tan larga jornada a caballo, vio su reflejo en el remanso que el río formaba a pocos metros de allí. Miró hacia ambos lados y, al no ver a nadie y comprobar que el caballo se alimentaba tranquilamente, sonrió y comenzó a despojarse de sus vestimentas hasta quedar en ropa interior. Se adentró en el agua hasta que ésta le llegó hasta la cintura, entonces extendió los brazos y se dejó caer hacia atrás. Movía los brazos y las piernas lo indispensable para no alejarse demasiado de la orilla y mantenerse a flote, sintiendo cómo la corriente masajeaba su cuerpo. Sabía que la ropa que aún llevaba puesta, al mojarse, dejaría al descubierto las formas de su cuerpo, pero le daba igual, además, sería demasiada casualidad que alguien pasara por allí en ese momento.
#961
17/03/2012 14:49
- A ver, deja que te mire y compruebe si en realidad eres mi Natalia. – dijo él depositándola en el suelo y dando un paso atrás. – Da una vuelta que quiero verte bien. – Natalia le siguió el juego y comenzó a girar sobre si misma lentamente para que su acompañante pudiese verla sin problema; eso sí, haciendo aspavientos como si se tratase de la muñeca de una caja de música – Si, eres mi Natalia, no hay duda alguna; un poco más gordita por algunas partes… – dijo tocándola el trasero – pero mi Natalia a fin de cuentas.
- Serás atrevido… - dijo Natalia abriendo mucho los ojos y fingiendo enfado – Y tú, ¿seguro que eres mi Luis? No recuerdo que Luis Larrínaga fuera tan atrevido como para ir por ahí tocándoles el trasero a las señoritas.
- Pero tú no eres una señorita… - dijo él cruzándose de brazos
- ¿Ah, no? ¿Y qué soy? ¿Un peón de la mina, un estibador?
- Muchas veces pienso que sí, al menos en ocasiones te he oído hablar como ellos… o peor incluso. – dijo él continuando con la broma.
- ¿Y desde cuándo vas tocándoles el trasero a los peones de mina y a los estibadores? – preguntó ella risueña colgándose de su brazo.
- Desde que no tengo cerca el tuyo. – replicó él sacándole la lengua.
- ¡Eres imposible! – dijo Natalia estallando en carcajadas.
Era tan sencillo hablar con Luis, era tan fácil olvidar todo a su lado. ¿Por qué no había podido enamorarse de él? Se conocían desde niños, ambos habían perdido a sus padres muy pronto quedando al cargo de sus madres, dos mujeres fuertes que los sacaron adelante. La diferencia entre ellos estribaba en que mientras Natalia pertenecía a una familia rica y poderosa, Luis era el hijo de unos sencillos trabajadores que había salido adelante con la ayuda de la familia de Natalia, pero sobre todo gracias a su esfuerzo. Habían estado juntos a lo largo de muchos años, habían pasado juntos buenos momentos y se habían apoyado en los malos, y juntos formaban un tándem perfecto en los negocios. Luis era la mano derecha de Natalia y ambos eran conscientes de que por separado, a ninguno de los dos le iría tan bien como les iba trabajando juntos. Se complementaban tan a la perfección, que muchas veces no tenían más que mirarse para saber qué era lo que pensaba el otro.
- ¿Qué ocurre? – preguntó Natalia.
- Nada, ¿por qué lo preguntas? – respondió Luis tomando el equipaje de la muchacha.
- Porque te veo nervioso, como si quisieras contarme algo y no supieras cómo. Además, Nieves no ha venido contigo a recibirme. – Luis continuó caminando a pesar de que Natalia detuvo su caminar. – Luis, espera. – dijo ella poniéndose de nuevo en movimiento y tomando al joven del brazo para obligarlo a detenerse – Luis, ¿qué ocurre? ¿Pasa algo en la mina o en la naviera?
- No, no es nada de eso. – dijo él deteniéndose y dejando las maletas en el suelo. – Tienes… tienes que prometerme que no vas a decirle nada a Nieves y que te harás las sorprendida. – el joven la tomó de los brazos mientras la miraba a los ojos.
- Luis, me estás asustando. ¡Por Dios, dime qué sucede! ¿Nieves está bien? - dijo ella angustiada.
- Si, Nieves está perfecta. Está… ¡Natalia, por fin vamos a ser padres! – dijo él emocionado.
- ¿Qué? Pero… ¿estás seguro? ¡Oh! ¡Claro que estás seguro! – Natalia se arrojó en los brazos de su amigo - ¿Por eso no ha venido? ¿El doctor la ha recomendado reposo?
- No, no es nada de eso, ya ha pasado el peligro; no va a perder este bebé como ocurrió con los anteriores. Lo que ocurre es que ha preferido esperarte en casa, preparándote una fiesta de bienvenida. - el muchacho no era capaz de dejar de sonreír – Estaba ya lista para salir pero ha al final ha preferido quedarse, ha dicho que no quería dar espectáculos en plena estación y no iba a poder contenerse al estar de nuevo contigo.
- Sabes lo mucho que me alegro por vosotros dos, ¿verdad? – dijo Natalia con lágrimas en los ojos.
- Lo sé, amiga, lo sé. – dijo él abrazándola – Pero vámonos ya que mi mujercita va a pensar que la he abandonado por ti.
- Algo totalmente lógico, – dijo Natalia bromeando – lo que aún no entiendo es porqué te casaste con ella en lugar de conmigo.
- Porque así os tengo a las dos. – replicó él tomando de nuevo el equipaje – A ti en el trabajo y a ella en casa.
- No eres capaz de repetir eso delante de Nieves. – comentó Natalia riendo mientras lo tomaba del brazo y aceleraba el paso. Estaba loca de alegría por sus amigos e impaciente por ver de nuevo a la futura madre.
- No, ni muchísimo menos. Por eso te lo digo solo a ti, porque quiero seguir durmiendo en mi cama. Natalia, por favor, no le digas que no he podido evitar contártelo. Está tan emocionada por decírtelo ella que no me lo perdonaría en mucho tiempo. – pidió él.
- Y tú estás tan emocionado por contármelo que tampoco has podido evitarlo. No te preocupes, seré la madrina más sorprendida del mundo. Porque pienso ser la madrina de ese bebé, os pongáis como os pongáis.
- Contábamos con ello. ¿Dónde íbamos a encontrar una madrina mejor? – y juntos, cogidos del brazo y riendo, salieron de la estación donde un coche de caballos les esperaba para llevarlos a casa.
- Serás atrevido… - dijo Natalia abriendo mucho los ojos y fingiendo enfado – Y tú, ¿seguro que eres mi Luis? No recuerdo que Luis Larrínaga fuera tan atrevido como para ir por ahí tocándoles el trasero a las señoritas.
- Pero tú no eres una señorita… - dijo él cruzándose de brazos
- ¿Ah, no? ¿Y qué soy? ¿Un peón de la mina, un estibador?
- Muchas veces pienso que sí, al menos en ocasiones te he oído hablar como ellos… o peor incluso. – dijo él continuando con la broma.
- ¿Y desde cuándo vas tocándoles el trasero a los peones de mina y a los estibadores? – preguntó ella risueña colgándose de su brazo.
- Desde que no tengo cerca el tuyo. – replicó él sacándole la lengua.
- ¡Eres imposible! – dijo Natalia estallando en carcajadas.
Era tan sencillo hablar con Luis, era tan fácil olvidar todo a su lado. ¿Por qué no había podido enamorarse de él? Se conocían desde niños, ambos habían perdido a sus padres muy pronto quedando al cargo de sus madres, dos mujeres fuertes que los sacaron adelante. La diferencia entre ellos estribaba en que mientras Natalia pertenecía a una familia rica y poderosa, Luis era el hijo de unos sencillos trabajadores que había salido adelante con la ayuda de la familia de Natalia, pero sobre todo gracias a su esfuerzo. Habían estado juntos a lo largo de muchos años, habían pasado juntos buenos momentos y se habían apoyado en los malos, y juntos formaban un tándem perfecto en los negocios. Luis era la mano derecha de Natalia y ambos eran conscientes de que por separado, a ninguno de los dos le iría tan bien como les iba trabajando juntos. Se complementaban tan a la perfección, que muchas veces no tenían más que mirarse para saber qué era lo que pensaba el otro.
- ¿Qué ocurre? – preguntó Natalia.
- Nada, ¿por qué lo preguntas? – respondió Luis tomando el equipaje de la muchacha.
- Porque te veo nervioso, como si quisieras contarme algo y no supieras cómo. Además, Nieves no ha venido contigo a recibirme. – Luis continuó caminando a pesar de que Natalia detuvo su caminar. – Luis, espera. – dijo ella poniéndose de nuevo en movimiento y tomando al joven del brazo para obligarlo a detenerse – Luis, ¿qué ocurre? ¿Pasa algo en la mina o en la naviera?
- No, no es nada de eso. – dijo él deteniéndose y dejando las maletas en el suelo. – Tienes… tienes que prometerme que no vas a decirle nada a Nieves y que te harás las sorprendida. – el joven la tomó de los brazos mientras la miraba a los ojos.
- Luis, me estás asustando. ¡Por Dios, dime qué sucede! ¿Nieves está bien? - dijo ella angustiada.
- Si, Nieves está perfecta. Está… ¡Natalia, por fin vamos a ser padres! – dijo él emocionado.
- ¿Qué? Pero… ¿estás seguro? ¡Oh! ¡Claro que estás seguro! – Natalia se arrojó en los brazos de su amigo - ¿Por eso no ha venido? ¿El doctor la ha recomendado reposo?
- No, no es nada de eso, ya ha pasado el peligro; no va a perder este bebé como ocurrió con los anteriores. Lo que ocurre es que ha preferido esperarte en casa, preparándote una fiesta de bienvenida. - el muchacho no era capaz de dejar de sonreír – Estaba ya lista para salir pero ha al final ha preferido quedarse, ha dicho que no quería dar espectáculos en plena estación y no iba a poder contenerse al estar de nuevo contigo.
- Sabes lo mucho que me alegro por vosotros dos, ¿verdad? – dijo Natalia con lágrimas en los ojos.
- Lo sé, amiga, lo sé. – dijo él abrazándola – Pero vámonos ya que mi mujercita va a pensar que la he abandonado por ti.
- Algo totalmente lógico, – dijo Natalia bromeando – lo que aún no entiendo es porqué te casaste con ella en lugar de conmigo.
- Porque así os tengo a las dos. – replicó él tomando de nuevo el equipaje – A ti en el trabajo y a ella en casa.
- No eres capaz de repetir eso delante de Nieves. – comentó Natalia riendo mientras lo tomaba del brazo y aceleraba el paso. Estaba loca de alegría por sus amigos e impaciente por ver de nuevo a la futura madre.
- No, ni muchísimo menos. Por eso te lo digo solo a ti, porque quiero seguir durmiendo en mi cama. Natalia, por favor, no le digas que no he podido evitar contártelo. Está tan emocionada por decírtelo ella que no me lo perdonaría en mucho tiempo. – pidió él.
- Y tú estás tan emocionado por contármelo que tampoco has podido evitarlo. No te preocupes, seré la madrina más sorprendida del mundo. Porque pienso ser la madrina de ese bebé, os pongáis como os pongáis.
- Contábamos con ello. ¿Dónde íbamos a encontrar una madrina mejor? – y juntos, cogidos del brazo y riendo, salieron de la estación donde un coche de caballos les esperaba para llevarlos a casa.
#962
19/03/2012 03:15
Gracias Roberta....!! Natalia con Luis se ve tan natural...me pregunto si hablara de Roberto y Arazana!!
#963
20/03/2012 07:41
No sé yo.... Natalia no ha sido muy habladora que digamos, al menos hasta el momento.
Gracias por leerme.
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Capítulo 93
Mientras Natalia llegaba con las primeras luces del día a Bilbao, el teniente Garay se personaba en el cuartel de Arazana.
- Buenos días, teniente. – saludó el capitán Olmedo - ¿Se le han pegado las sábanas o es que estaba tan bien acompañado que no deseaba enfrentarse al quehacer diario?
- Buenos días, mi capitán. – dijo el teniente cuadrándose.
- Descanse. – respondió Olmedo haciendo un gesto de desgana con la mano.
- Aún no es la hora en que debo incorporarme al servicio. – aclaró el teniente Garay.
- La hora de que un subordinado se incorpore al servicio, – dijo Olmedo lentamente entre dientes – es aquella en la cual su superior aún no ha llegado al cuartel. ¿Le ha quedado claro, teniente?
- Si mi capitán. – Gabriel se dio cuenta de que Olmedo estaba de muy mal humor aquella mañana, debía investigar si era debido a alguna novedad con respecto a sus planes en contra de los anarquistas y la banda de bandoleros o simplemente porque se había levantado con peor humor de lo habitual.
- Pues vaya, vaya con sus quehaceres, no se quede ahí mirándome como un pasmarote. – el teniente se dio la vuelta y comenzó a caminar hacia la puerta cuando oyó que el capitán lo llamaba de nuevo.
- Garay. ¿Qué hacía usted anoche en casa del gobernador Hermida? – el interpelado podría haber respondido que no tenía porqué dar explicaciones acerca de lo que hiciera en sus horas libres, pero con una buena réplica tal vez consiguiera sacar algo de información del capitán.
- Doña Elvira… – comenzó a decir Gabriel.
- ¿No me diga que está haciéndole la corte a la esposa del gobernador? – bromeó el capitán Olmedo – Y delante de las propias narices del marido, pues sí que los tiene usted bien puestos…
- Doña Elvira – continuó el teniente sin hacer caso a las burlas del capitán – tiene muchos conocidos en Málaga y me preguntó por ellos.
- ¿Y de qué hablan? ¿De bordaditos y vestidos?
- Me preguntó por sus amistades, por las esposas de los altos cargos de la Comandancia de Málaga. – dijo en tono de desagrado. No quería que Olmedo pensase que le agradaba charlar con la esposa del gobernador.
- Así que ha conseguido ser teniente tan pronto haciendo amistad con las esposas de sus superiores… - continuó burlándose Olmedo – Buena táctica, si señor, buena táctica; no es usted tan estúpido como yo pensaba. – Garay permanecía impasible, estaba seguro de que Olmedo lo estaba poniendo a prueba. Dos días antes, en el momento de su llegada, Olmedo lo trató de un modo muy distinto, casi como a un posible aliado y ahora lo ponía a prueba; sospechaba que Olmedo había descubierto que Sara y Miguel también habían estado presentes en la conversación y quería ver cómo reaccionaba a sus pullas. Debía seguir manteniéndose sereno.
- Si no desea saber nada más ¿puedo retirarme ya a cumplir con mis obligaciones? – dijo sin inmutarse.
- Sí, quítese de mi vista. – dijo Olmedo enfadado. No había conseguido ninguna información de su nuevo subordinado. No sabía aún si aquello le convenía o no, un aliado que supiese obedecer y mantener la boca cerrada era algo muy valioso, pero tampoco había podido obtener información de él acerca de lo que habían tratado la noche anterior en casa del gobernador. Tendría que seguir vigilándolo de cerca y poniéndolo a prueba.
Gracias por leerme.
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Capítulo 93
Mientras Natalia llegaba con las primeras luces del día a Bilbao, el teniente Garay se personaba en el cuartel de Arazana.
- Buenos días, teniente. – saludó el capitán Olmedo - ¿Se le han pegado las sábanas o es que estaba tan bien acompañado que no deseaba enfrentarse al quehacer diario?
- Buenos días, mi capitán. – dijo el teniente cuadrándose.
- Descanse. – respondió Olmedo haciendo un gesto de desgana con la mano.
- Aún no es la hora en que debo incorporarme al servicio. – aclaró el teniente Garay.
- La hora de que un subordinado se incorpore al servicio, – dijo Olmedo lentamente entre dientes – es aquella en la cual su superior aún no ha llegado al cuartel. ¿Le ha quedado claro, teniente?
- Si mi capitán. – Gabriel se dio cuenta de que Olmedo estaba de muy mal humor aquella mañana, debía investigar si era debido a alguna novedad con respecto a sus planes en contra de los anarquistas y la banda de bandoleros o simplemente porque se había levantado con peor humor de lo habitual.
- Pues vaya, vaya con sus quehaceres, no se quede ahí mirándome como un pasmarote. – el teniente se dio la vuelta y comenzó a caminar hacia la puerta cuando oyó que el capitán lo llamaba de nuevo.
- Garay. ¿Qué hacía usted anoche en casa del gobernador Hermida? – el interpelado podría haber respondido que no tenía porqué dar explicaciones acerca de lo que hiciera en sus horas libres, pero con una buena réplica tal vez consiguiera sacar algo de información del capitán.
- Doña Elvira… – comenzó a decir Gabriel.
- ¿No me diga que está haciéndole la corte a la esposa del gobernador? – bromeó el capitán Olmedo – Y delante de las propias narices del marido, pues sí que los tiene usted bien puestos…
- Doña Elvira – continuó el teniente sin hacer caso a las burlas del capitán – tiene muchos conocidos en Málaga y me preguntó por ellos.
- ¿Y de qué hablan? ¿De bordaditos y vestidos?
- Me preguntó por sus amistades, por las esposas de los altos cargos de la Comandancia de Málaga. – dijo en tono de desagrado. No quería que Olmedo pensase que le agradaba charlar con la esposa del gobernador.
- Así que ha conseguido ser teniente tan pronto haciendo amistad con las esposas de sus superiores… - continuó burlándose Olmedo – Buena táctica, si señor, buena táctica; no es usted tan estúpido como yo pensaba. – Garay permanecía impasible, estaba seguro de que Olmedo lo estaba poniendo a prueba. Dos días antes, en el momento de su llegada, Olmedo lo trató de un modo muy distinto, casi como a un posible aliado y ahora lo ponía a prueba; sospechaba que Olmedo había descubierto que Sara y Miguel también habían estado presentes en la conversación y quería ver cómo reaccionaba a sus pullas. Debía seguir manteniéndose sereno.
- Si no desea saber nada más ¿puedo retirarme ya a cumplir con mis obligaciones? – dijo sin inmutarse.
- Sí, quítese de mi vista. – dijo Olmedo enfadado. No había conseguido ninguna información de su nuevo subordinado. No sabía aún si aquello le convenía o no, un aliado que supiese obedecer y mantener la boca cerrada era algo muy valioso, pero tampoco había podido obtener información de él acerca de lo que habían tratado la noche anterior en casa del gobernador. Tendría que seguir vigilándolo de cerca y poniéndolo a prueba.
#964
20/03/2012 22:42
* Para ti mismo di el nombre de la unica persona del sexo opuesto con quien quieras estar (tres veces...)...
* Piensa en algo que quieras lograr dentro de la proxima semana y repitelo para ti mismo(a) (seis veces)...
* Piensa en algo que quieras que pase entre tu y la persona especial (que dijiste en el no. 1) y dilo a ti mismo/a (doce veces)...
* Ahora haz un ultimo y final deseo acerca del deseo que escogiste.
* Despues de leer esto tienes 1 hora para mandarlo a 15 temas y lo que pediste se te hara realidad en 1 semana.
A la mayor cantidad de gente a quien lo mandes mas fuerte se hara tu deseo.
Si tu escoges ignorar esta carta lo contrario del deseo te sucedera,
o esto no sucedera jamas..............
Que tus días estén llenos de logros y tus noches de sueños copia y pega esto en 15 o + temas
* Piensa en algo que quieras lograr dentro de la proxima semana y repitelo para ti mismo(a) (seis veces)...
* Piensa en algo que quieras que pase entre tu y la persona especial (que dijiste en el no. 1) y dilo a ti mismo/a (doce veces)...
* Ahora haz un ultimo y final deseo acerca del deseo que escogiste.
* Despues de leer esto tienes 1 hora para mandarlo a 15 temas y lo que pediste se te hara realidad en 1 semana.
A la mayor cantidad de gente a quien lo mandes mas fuerte se hara tu deseo.
Si tu escoges ignorar esta carta lo contrario del deseo te sucedera,
o esto no sucedera jamas..............
Que tus días estén llenos de logros y tus noches de sueños copia y pega esto en 15 o + temas
#965
21/03/2012 07:20
- Buenos días, teniente. – dijo Morales al encontrase con el nuevo teniente en la puerta del cuartel, - ¿Ha pasado buena noche?
- ¿Qué? – preguntó Garay sobresaltado. El joven teniente seguía pensando en el velado interrogatorio al que el capitán lo había sometido, debía repasar bien toda la escena y descubrir qué era lo que realmente buscaba el capitán en él. – Buenos días, Morales. No lo había visto llegar.
- Ya, ya se le ve, estaba usted pensando en sus cosas y…
- Morales, – interrumpió el teniente – ¿el capitán Olmedo está siempre de tan mal humor por las mañanas?
- Uy, no teniente… - respondió Morales haciendo aspavientos con una mano – a veces incluso está de peor humor. Hoy está… normal. Pero a primera hora estaba mejor… cuando ha llegado incluso le ha dado los buenos días a Martínez.
- ¿Y qué puede haber…? Buenos días teniente. – Garay vio como Miguel se acercaba e hizo una pausa en su pregunta para que su compañero pudiese también unirse a la conversación sin levantar sospechas – Morales, le preguntaba qué puede haberle pasado hoy al capitán para que esté de tan mal humor ahora cuando a primera hora no fue así.
- Pues no lo se, mi teniente. – dijo el sargento encogiéndose de hombros – Ha llegado, se ha sentado a la mesa, se ha puesto a revolver entre sus papeles y se ha puesto de mal humor… - Los tenientes intercambiaron una disimulada mirada de complicidad, debían revisar los papeles que inundaban la mesa del capitán a la mayor brevedad posible y con disimulo. Si llegasen a ser descubiertos, algo más que el plan para descubrir los tejemanejes del capitán correría peligro, sus vidas serían las que estuviesen comprometidas.
- ¿Qué? – preguntó Garay sobresaltado. El joven teniente seguía pensando en el velado interrogatorio al que el capitán lo había sometido, debía repasar bien toda la escena y descubrir qué era lo que realmente buscaba el capitán en él. – Buenos días, Morales. No lo había visto llegar.
- Ya, ya se le ve, estaba usted pensando en sus cosas y…
- Morales, – interrumpió el teniente – ¿el capitán Olmedo está siempre de tan mal humor por las mañanas?
- Uy, no teniente… - respondió Morales haciendo aspavientos con una mano – a veces incluso está de peor humor. Hoy está… normal. Pero a primera hora estaba mejor… cuando ha llegado incluso le ha dado los buenos días a Martínez.
- ¿Y qué puede haber…? Buenos días teniente. – Garay vio como Miguel se acercaba e hizo una pausa en su pregunta para que su compañero pudiese también unirse a la conversación sin levantar sospechas – Morales, le preguntaba qué puede haberle pasado hoy al capitán para que esté de tan mal humor ahora cuando a primera hora no fue así.
- Pues no lo se, mi teniente. – dijo el sargento encogiéndose de hombros – Ha llegado, se ha sentado a la mesa, se ha puesto a revolver entre sus papeles y se ha puesto de mal humor… - Los tenientes intercambiaron una disimulada mirada de complicidad, debían revisar los papeles que inundaban la mesa del capitán a la mayor brevedad posible y con disimulo. Si llegasen a ser descubiertos, algo más que el plan para descubrir los tejemanejes del capitán correría peligro, sus vidas serían las que estuviesen comprometidas.
#966
21/03/2012 09:34
Roberta tu tienes tu infiltrado para descubrir a olmedo
y en la serie tambien llegara
pero no teniente
este es capitan
gracias Roberta
y en la serie tambien llegara
pero no teniente
este es capitan
gracias Roberta
#967
25/03/2012 23:30
Capítulo 94
Sara vio como Ángel la observaba mientras ella bajaba las escaleras que daban acceso a las habitaciones en la posada de la Maña, así que no se lo pensó dos veces y se fue directa hacia él para contarle todo el plan.
- Necesito tu ayuda. – le dijo nada más sentarse a su lado en una de las mesas.
- Buenos días, señorita Reeves. ¿Ha descansado, usted? – preguntó burlón - ¿Esos son modales, inglesa? – continuó, bajando la voz – Y luego hablarás de mí…
- ¿Quieres acabar con Olmedo? – Sara sabía que aquella pregunta captaría la atención del ex-bandolero haciendo que éste dejase de hablar para escuchar atentamente.
- ¿De qué estás hablando? – preguntó el joven interesado.
- De acabar con el capitán Olmedo, ya te lo he dicho. ¿Te interesa? Porque si no es así…
- Por supuesto que me interesa. Ese malnacido mató a Carranza y juré acabar con él por ello. – respondió el ex-bandolero furioso.
- Lo que te voy a contar, – comenzó a decir en voz baja - es muy importante y peligroso para unas cuantas personas. No puedes hablar de ello absolutamente con nadie que sea ajeno a lo que vas a saber, con nadie, ¿me has entendido?
- Sí, te he entendido. ¿Cuándo vas a decirme de qué se trata?- dijo cada vez más impaciente.
Sara miró a su alrededor, en aquel momento no había nadie en la posada, la Maña había salido a realizar las compras diarias y sus chicas estaban arreglando las habitaciones. Bajando aún más la voz, tomó aire y comenzó a explicarse.
- Como bien sabes, el capitán Olmedo ha cometido un sin fin de abusos con los habitantes de Arazana.
- Y con los que nos son de Arazana. – dijo el joven recordando a Carranza.
- Nosotros mismos hemos intentado detenerlo, – continuó refiriéndose a cuando provocaron el incendio en las tierras de Eustaquio haciéndose pasar por miembros de la Mano Negra – pero es muy complicado… por ello, unas cuantas personas hemos decidido pararle los pies.
- ¿Quiénes? – preguntó su acompañante directamente.
- En un primer momento Natalia y yo. – Al nombrar a su prima, la muchacha se entristeció repentinamente; el joven, conocedor de las circunstancias en las que Natalia se había ido del pueblo comprendió y no preguntó nada más – Ya viste lo decidida que es y cómo se involucró desde el primer momento y nos ayudó con lo de Eustaquio. Fue idea suya que acudiéramos a solicitar ayuda al gobernador Hermida; quien, por cierto, es mi verdadero padre. – El muchacho intentó abrir la boca para pedir una explicación pero un gesto de Sara le hizo desistir – Es una larga historia que necesita tiempo para ser contada. Por supuesto, tuve que contárselo a Miguel…
- ¿Sabe el teniente que somos…?
- No, - cortó ella rápidamente – Miguel no sabe nada de eso y no sé cómo se lo voy a decir ni cuándo. Pero ha de ser pronto, he podido comprobar que la espera es muy mala consejera… – comentó pensativa – Como te decía, le dijimos a Miguel que con la ayuda del gobernador íbamos a intentar parar las fechorías del capitán y a él no le quedó más remedio que apoyarnos. Tiempo después involucramos también a Roberto Pérez y… - Sara se detuvo al ver el gesto de incredulidad de su acompañante - ¿Qué estás pensando?
- Que no me esperaba semejante despliegue… ¿De dónde sacas tiempo para hacer tantas cosas, inglesa?
Sara vio como Ángel la observaba mientras ella bajaba las escaleras que daban acceso a las habitaciones en la posada de la Maña, así que no se lo pensó dos veces y se fue directa hacia él para contarle todo el plan.
- Necesito tu ayuda. – le dijo nada más sentarse a su lado en una de las mesas.
- Buenos días, señorita Reeves. ¿Ha descansado, usted? – preguntó burlón - ¿Esos son modales, inglesa? – continuó, bajando la voz – Y luego hablarás de mí…
- ¿Quieres acabar con Olmedo? – Sara sabía que aquella pregunta captaría la atención del ex-bandolero haciendo que éste dejase de hablar para escuchar atentamente.
- ¿De qué estás hablando? – preguntó el joven interesado.
- De acabar con el capitán Olmedo, ya te lo he dicho. ¿Te interesa? Porque si no es así…
- Por supuesto que me interesa. Ese malnacido mató a Carranza y juré acabar con él por ello. – respondió el ex-bandolero furioso.
- Lo que te voy a contar, – comenzó a decir en voz baja - es muy importante y peligroso para unas cuantas personas. No puedes hablar de ello absolutamente con nadie que sea ajeno a lo que vas a saber, con nadie, ¿me has entendido?
- Sí, te he entendido. ¿Cuándo vas a decirme de qué se trata?- dijo cada vez más impaciente.
Sara miró a su alrededor, en aquel momento no había nadie en la posada, la Maña había salido a realizar las compras diarias y sus chicas estaban arreglando las habitaciones. Bajando aún más la voz, tomó aire y comenzó a explicarse.
- Como bien sabes, el capitán Olmedo ha cometido un sin fin de abusos con los habitantes de Arazana.
- Y con los que nos son de Arazana. – dijo el joven recordando a Carranza.
- Nosotros mismos hemos intentado detenerlo, – continuó refiriéndose a cuando provocaron el incendio en las tierras de Eustaquio haciéndose pasar por miembros de la Mano Negra – pero es muy complicado… por ello, unas cuantas personas hemos decidido pararle los pies.
- ¿Quiénes? – preguntó su acompañante directamente.
- En un primer momento Natalia y yo. – Al nombrar a su prima, la muchacha se entristeció repentinamente; el joven, conocedor de las circunstancias en las que Natalia se había ido del pueblo comprendió y no preguntó nada más – Ya viste lo decidida que es y cómo se involucró desde el primer momento y nos ayudó con lo de Eustaquio. Fue idea suya que acudiéramos a solicitar ayuda al gobernador Hermida; quien, por cierto, es mi verdadero padre. – El muchacho intentó abrir la boca para pedir una explicación pero un gesto de Sara le hizo desistir – Es una larga historia que necesita tiempo para ser contada. Por supuesto, tuve que contárselo a Miguel…
- ¿Sabe el teniente que somos…?
- No, - cortó ella rápidamente – Miguel no sabe nada de eso y no sé cómo se lo voy a decir ni cuándo. Pero ha de ser pronto, he podido comprobar que la espera es muy mala consejera… – comentó pensativa – Como te decía, le dijimos a Miguel que con la ayuda del gobernador íbamos a intentar parar las fechorías del capitán y a él no le quedó más remedio que apoyarnos. Tiempo después involucramos también a Roberto Pérez y… - Sara se detuvo al ver el gesto de incredulidad de su acompañante - ¿Qué estás pensando?
- Que no me esperaba semejante despliegue… ¿De dónde sacas tiempo para hacer tantas cosas, inglesa?
#968
27/03/2012 07:12
- Para acabar con Olmedo se saca tiempo de donde haga falta. – el tono de voz de Sara denotaba mucha rabia contenida – Pero no me interrumpas más, debemos aprovechar que en estos momentos no hay nadie en la posada que pueda oírnos.
- ¿Aún hay más? – Sara asintió con la cabeza y continuó hablando.
- Olmedo envió un telegrama a la Comandancia de Málaga solicitando refuerzos para acabar con las revueltas anarquistas y la banda de Carranza. Si, ya lo sé, la banda de Carranza hace mucho que no asalta a nadie y los anarquistas, con Roberto al frente, están tomando posiciones políticas y alejándose de las revueltas. Por ello, el gobernador se puso en contacto con algunos amigos que tiene en las altas esferas de la Guardia Civil, queríamos que no enviasen esos refuerzos.
- Pero el telegrama llegó tarde. – supuso el joven - Recordarás que estábamos juntos cuando llegó el tenientucho ese a presentarse. – dijo Ángel recordando el día de la marcha de Natalia, el día que descubrió la relación que la joven y Roberto mantenían.
- El telegrama llegó a tiempo. – explicó Sara – Además, desde Comandancia de Málaga, ya estaban al tanto de los desmanes de Olmedo y por ello enviaron al teniente Garay.
- Así que…
- Así que somos pocos: el gobernador y su esposa, Miguel, el teniente Garay, Roberto, yo… y tú, si es que te interesa.
- Por supuesto que me interesa. Además estoy seguro de que podemos contar también con el galeno y con el marqués. – sugirió Ángel.
- No, de ningún modo. – dijo Sara rápidamente – Ya me ha costado que acepten que te lo diga a ti. No hay modo de introducirles a ellos en esta trama sin que haya sospechas; contigo ha sido relativamente sencillo, si sigues fingiendo que trabajas para mí y estás acostumbrado a este tipo de menesteres… pero ellos.
- Pero no nos vendría nada mal su ayuda. – insistió.
- Lo sé, pero por el momento es mejor mantenerlos al margen. – al ver que la Maña entraba por la puerta de la posada, Sara cambió de conversación – Así que si le apetece puede tomarse el día libre, no tengo intención de salir del pueblo en toda la jornada. Esta noche hemos quedado en encontrarnos en casa del gobernador, - continuó en voz más baja cuando la posadera se fue atravesando la puerta de la cocina - ya te avisaré de la hora.
- ¿Aún hay más? – Sara asintió con la cabeza y continuó hablando.
- Olmedo envió un telegrama a la Comandancia de Málaga solicitando refuerzos para acabar con las revueltas anarquistas y la banda de Carranza. Si, ya lo sé, la banda de Carranza hace mucho que no asalta a nadie y los anarquistas, con Roberto al frente, están tomando posiciones políticas y alejándose de las revueltas. Por ello, el gobernador se puso en contacto con algunos amigos que tiene en las altas esferas de la Guardia Civil, queríamos que no enviasen esos refuerzos.
- Pero el telegrama llegó tarde. – supuso el joven - Recordarás que estábamos juntos cuando llegó el tenientucho ese a presentarse. – dijo Ángel recordando el día de la marcha de Natalia, el día que descubrió la relación que la joven y Roberto mantenían.
- El telegrama llegó a tiempo. – explicó Sara – Además, desde Comandancia de Málaga, ya estaban al tanto de los desmanes de Olmedo y por ello enviaron al teniente Garay.
- Así que…
- Así que somos pocos: el gobernador y su esposa, Miguel, el teniente Garay, Roberto, yo… y tú, si es que te interesa.
- Por supuesto que me interesa. Además estoy seguro de que podemos contar también con el galeno y con el marqués. – sugirió Ángel.
- No, de ningún modo. – dijo Sara rápidamente – Ya me ha costado que acepten que te lo diga a ti. No hay modo de introducirles a ellos en esta trama sin que haya sospechas; contigo ha sido relativamente sencillo, si sigues fingiendo que trabajas para mí y estás acostumbrado a este tipo de menesteres… pero ellos.
- Pero no nos vendría nada mal su ayuda. – insistió.
- Lo sé, pero por el momento es mejor mantenerlos al margen. – al ver que la Maña entraba por la puerta de la posada, Sara cambió de conversación – Así que si le apetece puede tomarse el día libre, no tengo intención de salir del pueblo en toda la jornada. Esta noche hemos quedado en encontrarnos en casa del gobernador, - continuó en voz más baja cuando la posadera se fue atravesando la puerta de la cocina - ya te avisaré de la hora.
#969
31/03/2012 17:10
Capítulo 95
Un elegante carruaje los esperaba a la puerta de la estación, al verlos llegar, el cochero bajó del pescante y tomó las maletas que Luis llevaba en las manos, saludando a Natalia con un ligero movimiento de cabeza.
- Buenos días, señorita. Es maravilloso tenerla de nuevo en casa. La hemos echado mucho de menos. – dijo tras colocar el equipaje en su sitio.
- Yo también a vosotros, como bien dices es maravilloso estar de nuevo en casa. – Francisco, el cochero, era uno de los miembros más antiguos de su servicio, había trabajado para su abuelo, para su madre y ahora lo hacía para ella. Más que un empleado, era un miembro de la familia, como todos los que la habían cuidado y protegido desde que se quedó sola. Sabía que sus palabras eran totalmente sinceras, por ello sonrió
Natalia se sentó junto a Luis en el carruaje, se cogió de su brazo y apoyó la cabeza en su hombro. El muchacho la miró extrañado, Natalia era muy cariñosa con él, siempre lo había sido, se trataban como hermanos, pero había algo que no era normal en su actitud. Para cualquiera que la conociese menos que él habría pasado totalmente desapercibido, pero él estaba seguro de que a su amiga le ocurría algo y algo desagradable; algo que con la ayuda de su esposa descubriría qué era.
- Ponme al tanto. – dijo Natalia mientras miraba por la ventanilla.
- ¿De qué? – preguntó él con aire despistado.
- De todo. De todos los maravillosos negocios que has cerrado en mi ausencia, de cuántos millones me has hecho ganar mientras yo estaba por ahí, de los cotilleos que circulan… - Natalia hablaba pero su mente seguía lejos, necesitaba oír la voz de su amigo, sumergirse de nuevo en los negocios, en su vida anterior para volver lo antes posible a la normalidad.
- No sé por dónde empezar. – el tono de voz de Luis parecía indeciso, pero no era así, deseaba ver hasta qué punto Natalia estaba interesada en lo que le había preguntado o tan solo quería que la hablase – Negocios… Al fin hemos cerrado la compra del astillero; tal y como predijiste se firmó el contrato en cuanto te marchaste. Esos estúpidos – dijo con rabia – lo hicieron para que su firma no apareciese junto a la tuya en el documento, prefieren tratar con un subordinado… - Natalia le dio un empujón cariñoso haciéndole ver que para ella, él no era nada parecido - Lo que no saben es que tú misma redactaste todas y cada una de las cláusulas del contrato. ¿Por qué hay gente así, Natalia? Eres la persona más capacitada para los negocios que conozco y se empeñan en perder grandes oportunidades tan solo porque eres mujer.
- No me importa, peor para ellos porque yo voy a seguir adelante en los negocios y no voy a permitir que me den de lado. Pero continúa, por favor… - dijo la muchacha acurrucándose aún más en el asiento y contra él.
- Tenemos casi listos los dos nuevos barcos que harán las rutas Bilbao-Londres y Bilbao-Liverpool, tan solo hay que pensar en sus nombres. Espero que sean los últimos barcos que tengamos que comprar, los siguientes serán construidos en tu propio astillero. – Luis sonrió y tomó a su amiga de la mano para infundirle ánimos.
- ¿Qué te parecen, Marta y Nieves? – sugirió Natalia.
- No. – dijo Luis tajante.
- ¿Por qué no? Son dos nombres muy bonitos y muchos barcos tienen nombre de mujer.
- Te lo agradezco, pero no hace falta. – dijo él con seriedad - Son los nombres de dos de las mujeres más importantes de mi vida, mi madre y mi esposa; pero deberían ser nombres relacionados contigo, los barcos son tuyos.
- Ellas también son importantes para mí. Tu madre cuidó de mí durante años y Nieves es mi mejor amiga. – explicó ella – Y como bien has dicho los barcos son míos, así que no hay más que hablar.
- Eres imposible. Tus cuentas bancarias…, - dijo cambiando de tema ya que conocía a su amiga y estaba seguro de que no cambiaría de idea fácilmente - a pesar del desembolso por los astilleros, siguen boyantes. Hablando de cuentas bancarias, ¿para qué necesitabas que te enviara tanto dinero a Sevilla?
- Obras de caridad. – respondió en voz baja la joven - ¿Y las minas? – preguntó cambiando ella esa vez de tema de conversación.
- Bien. – Natalia había cambiado de conversación rápidamente, con seguridad esas obras de caridad tendrían algo que ver con su comportamiento – Hace diez días se encontró un nuevo filón y parece que tiene visos de ser rico en hierro.
- Genial, ¿será difícil la extracción? – preguntó ella interesada
- Parece que no mucho, pero ya conoces cómo son las minas…, como las mujeres, nunca sabes por donde van a tirar. – bromeó él.
- Muy gracioso. – comentó Natalia sonriendo ligeramente y clavándole un dedo en las costillas - ¿Qué me dices de los cotilleos?
- Déjame pensar… No mucho, los mismos de siempre se siguen buscando amantes cada vez más jóvenes, sus esposas siguen haciendo como que no saben nada y todos tan felices.
- ¿Por qué te has quedado callado? ¿En qué piensas? – preguntó Natalia saliendo ligeramente de su ensimismamiento.
- ¿Crees que se casaron enamorados de sus esposas?
- No.
-¿Tú crees? ¿Estás segura?
- Lo sé. Luis, mírame, – dijo ella irguiéndose y mirando fijamente al joven - hay mucha diferencia entre ellos y tú. Tú nunca le harías algo semejante a Nieves. La quieres, os casasteis enamorados y seguís tan enamorados o más que aquel día. Además, ni ella ni yo te permitiríamos el menor desliz. Ya nos conoces, y si en algo valoras tu integridad física, que ni se te pase por la imaginación. – bromeó Natalia quitándole seriedad al asunto.
Un elegante carruaje los esperaba a la puerta de la estación, al verlos llegar, el cochero bajó del pescante y tomó las maletas que Luis llevaba en las manos, saludando a Natalia con un ligero movimiento de cabeza.
- Buenos días, señorita. Es maravilloso tenerla de nuevo en casa. La hemos echado mucho de menos. – dijo tras colocar el equipaje en su sitio.
- Yo también a vosotros, como bien dices es maravilloso estar de nuevo en casa. – Francisco, el cochero, era uno de los miembros más antiguos de su servicio, había trabajado para su abuelo, para su madre y ahora lo hacía para ella. Más que un empleado, era un miembro de la familia, como todos los que la habían cuidado y protegido desde que se quedó sola. Sabía que sus palabras eran totalmente sinceras, por ello sonrió
Natalia se sentó junto a Luis en el carruaje, se cogió de su brazo y apoyó la cabeza en su hombro. El muchacho la miró extrañado, Natalia era muy cariñosa con él, siempre lo había sido, se trataban como hermanos, pero había algo que no era normal en su actitud. Para cualquiera que la conociese menos que él habría pasado totalmente desapercibido, pero él estaba seguro de que a su amiga le ocurría algo y algo desagradable; algo que con la ayuda de su esposa descubriría qué era.
- Ponme al tanto. – dijo Natalia mientras miraba por la ventanilla.
- ¿De qué? – preguntó él con aire despistado.
- De todo. De todos los maravillosos negocios que has cerrado en mi ausencia, de cuántos millones me has hecho ganar mientras yo estaba por ahí, de los cotilleos que circulan… - Natalia hablaba pero su mente seguía lejos, necesitaba oír la voz de su amigo, sumergirse de nuevo en los negocios, en su vida anterior para volver lo antes posible a la normalidad.
- No sé por dónde empezar. – el tono de voz de Luis parecía indeciso, pero no era así, deseaba ver hasta qué punto Natalia estaba interesada en lo que le había preguntado o tan solo quería que la hablase – Negocios… Al fin hemos cerrado la compra del astillero; tal y como predijiste se firmó el contrato en cuanto te marchaste. Esos estúpidos – dijo con rabia – lo hicieron para que su firma no apareciese junto a la tuya en el documento, prefieren tratar con un subordinado… - Natalia le dio un empujón cariñoso haciéndole ver que para ella, él no era nada parecido - Lo que no saben es que tú misma redactaste todas y cada una de las cláusulas del contrato. ¿Por qué hay gente así, Natalia? Eres la persona más capacitada para los negocios que conozco y se empeñan en perder grandes oportunidades tan solo porque eres mujer.
- No me importa, peor para ellos porque yo voy a seguir adelante en los negocios y no voy a permitir que me den de lado. Pero continúa, por favor… - dijo la muchacha acurrucándose aún más en el asiento y contra él.
- Tenemos casi listos los dos nuevos barcos que harán las rutas Bilbao-Londres y Bilbao-Liverpool, tan solo hay que pensar en sus nombres. Espero que sean los últimos barcos que tengamos que comprar, los siguientes serán construidos en tu propio astillero. – Luis sonrió y tomó a su amiga de la mano para infundirle ánimos.
- ¿Qué te parecen, Marta y Nieves? – sugirió Natalia.
- No. – dijo Luis tajante.
- ¿Por qué no? Son dos nombres muy bonitos y muchos barcos tienen nombre de mujer.
- Te lo agradezco, pero no hace falta. – dijo él con seriedad - Son los nombres de dos de las mujeres más importantes de mi vida, mi madre y mi esposa; pero deberían ser nombres relacionados contigo, los barcos son tuyos.
- Ellas también son importantes para mí. Tu madre cuidó de mí durante años y Nieves es mi mejor amiga. – explicó ella – Y como bien has dicho los barcos son míos, así que no hay más que hablar.
- Eres imposible. Tus cuentas bancarias…, - dijo cambiando de tema ya que conocía a su amiga y estaba seguro de que no cambiaría de idea fácilmente - a pesar del desembolso por los astilleros, siguen boyantes. Hablando de cuentas bancarias, ¿para qué necesitabas que te enviara tanto dinero a Sevilla?
- Obras de caridad. – respondió en voz baja la joven - ¿Y las minas? – preguntó cambiando ella esa vez de tema de conversación.
- Bien. – Natalia había cambiado de conversación rápidamente, con seguridad esas obras de caridad tendrían algo que ver con su comportamiento – Hace diez días se encontró un nuevo filón y parece que tiene visos de ser rico en hierro.
- Genial, ¿será difícil la extracción? – preguntó ella interesada
- Parece que no mucho, pero ya conoces cómo son las minas…, como las mujeres, nunca sabes por donde van a tirar. – bromeó él.
- Muy gracioso. – comentó Natalia sonriendo ligeramente y clavándole un dedo en las costillas - ¿Qué me dices de los cotilleos?
- Déjame pensar… No mucho, los mismos de siempre se siguen buscando amantes cada vez más jóvenes, sus esposas siguen haciendo como que no saben nada y todos tan felices.
- ¿Por qué te has quedado callado? ¿En qué piensas? – preguntó Natalia saliendo ligeramente de su ensimismamiento.
- ¿Crees que se casaron enamorados de sus esposas?
- No.
-¿Tú crees? ¿Estás segura?
- Lo sé. Luis, mírame, – dijo ella irguiéndose y mirando fijamente al joven - hay mucha diferencia entre ellos y tú. Tú nunca le harías algo semejante a Nieves. La quieres, os casasteis enamorados y seguís tan enamorados o más que aquel día. Además, ni ella ni yo te permitiríamos el menor desliz. Ya nos conoces, y si en algo valoras tu integridad física, que ni se te pase por la imaginación. – bromeó Natalia quitándole seriedad al asunto.
#970
08/04/2012 22:22
Capítulo 96
El carruaje siguió su camino mientras los amigos hablaban de multitud de temas, el trayecto duró aproximadamente una hora en la cual Luis puso a Natalia al corriente de todas las novedades, económicas y sociales que habían acontecido en su ausencia. Natalia tenía una elegante casa en el centro de Bilbao, pero muchos años atrás, cuando su madre era una niña, su abuelo mandó construir una gran mansión junto a la costa, a varios kilómetros de la capital, en aquella casa ella se había criado y había pasado los días más felices de su vida. Otros empresarios siguieron el ejemplo del abuelo de Natalia y comenzaron a construir edificios señoriales en las proximidades, pero ninguno de ellos tenía la sobria elegancia de la casa de la joven.
- Natalia, - dijo Luis mientras le tendía una mano a la joven para ayudarla a bajar del carruaje – por favor, recuerda lo que me has prometido.
- Tranquilo, tú no me has dicho nada. – dijo ella sonriente. – De todos modos, en cuanto esté frente a Nieves, ella no va a poder evitar correr a contármelo y no importará que antes tú ya me lo hubieras dicho. – Tomados del brazo, los jóvenes cruzaron la puerta que delimitaba la propiedad y caminaron por el sendero que atravesaba el jardín hasta la puerta principal. A mitad del trayecto Natalia se detuvo, la primavera estaba en todo su esplendor, el jardín estaba repleto de rosales los cuales ofrecían sus flores al sol inundado el ambiente de un suave aroma. La joven se soltó del brazo del muchacho, se giró y miró más allá de la verja que rodeaba el terreno, al otro lado de la carretera se extendía la playa y unos cientos de metros más allá comenzaban los acantilados a los que tanto le gustaba acudir para pensar en sus cosas. El olor salobre del mar inundó sus sentidos mezclándose con el de las rosas que la rodeaban y se sintió de nuevo en casa, en su hogar, en aquella enorme mansión en la que pasó la infancia más feliz que pudiera soñarse y los posteriores años de tristeza y soledad. Sabía que en unos minutos, al cruzar de nuevo el umbral de su casa, comenzaría una nueva etapa en su vida, una etapa de la que no sabía qué esperar, ni cómo afrontarla siquiera.
Luis dejó que Natalia disfrutara de la visión de su reencontrado hogar y aprovechó para, una vez más, observarla sin que ella se diera cuenta. Algo le había sucedido a su amiga, algo que la había turbado, que la había dañado. Exteriormente era la joven de siempre, sus ojos brillaban, su boca sonreía, su ágil cerebro respondía y seguía con brillantez las bromas, pero algo en su interior parecía roto, sin vida. Sin proponérselo, su cerebro asoció el estado de Natalia al desengaño sufrido años atrás, pero rápidamente desechó la idea, Natalia aparentaba ser fuerte, pero en su interior se escondía una joven tierna, dulce y romántica a la que no dejaba salir por miedo a que fuera dañada. Si realmente Natalia hubiera vuelto a sufrir un desengaño así, estaba seguro de que jamás se recuperaría de él.
- ¿Vamos? – preguntó Luis, sonriente, cuando Natalia volvió a girarse
- Vamos. – respondió ella tomándolo de nuevo del brazo - Tu mujercita seguro que está tras las cortinas espiándonos y pensando en porqué estamos tardando tanto tiempo en cruzar un simple jardín.
Sonrientes y tomados del brazo, siguieron caminando hacia la casa. Mientras ascendían los peldaños que se elevaban hacia la puerta de doble hoja pudieron observar como ésta se abría. Al instante apareció una mujer de edad avanzada vestida elegantemente y mostrando autoridad. Mariana, pues así se llamaba la mujer, era el ama de llaves, la responsable de que aquella casa funcionase perfectamente, la mujer que había cuidado de Natalia tras la muerte de su madre e incluso de aquella cuando era niña. Toda la pose de autoridad y seriedad se vino abajo cuando Natalia se soltó del brazo de su acompañante y se abrazó a la mujer.
- Mariana, ¡no puedes imaginarte lo mucho que te he echado de menos! – dijo la joven. La mujer mayor intentaba mantener la calma y la seriedad, ella era el ama de llaves y no podía tomarse según que libertades con su señorita, por muy liberal que ésta fuera.
- Es maravilloso tenerte de nuevo en casa. Todos te hemos echado mucho de menos. – respondió dándole unas palmaditas en la espalda. La mujer se moría de ganas de abrazarla, pero no cabían en su estricto código de conducta semejantes efusiones, suficiente era que cuando no hubiese extraños en la casa, el servicio tuteara a Natalia.
El carruaje siguió su camino mientras los amigos hablaban de multitud de temas, el trayecto duró aproximadamente una hora en la cual Luis puso a Natalia al corriente de todas las novedades, económicas y sociales que habían acontecido en su ausencia. Natalia tenía una elegante casa en el centro de Bilbao, pero muchos años atrás, cuando su madre era una niña, su abuelo mandó construir una gran mansión junto a la costa, a varios kilómetros de la capital, en aquella casa ella se había criado y había pasado los días más felices de su vida. Otros empresarios siguieron el ejemplo del abuelo de Natalia y comenzaron a construir edificios señoriales en las proximidades, pero ninguno de ellos tenía la sobria elegancia de la casa de la joven.
- Natalia, - dijo Luis mientras le tendía una mano a la joven para ayudarla a bajar del carruaje – por favor, recuerda lo que me has prometido.
- Tranquilo, tú no me has dicho nada. – dijo ella sonriente. – De todos modos, en cuanto esté frente a Nieves, ella no va a poder evitar correr a contármelo y no importará que antes tú ya me lo hubieras dicho. – Tomados del brazo, los jóvenes cruzaron la puerta que delimitaba la propiedad y caminaron por el sendero que atravesaba el jardín hasta la puerta principal. A mitad del trayecto Natalia se detuvo, la primavera estaba en todo su esplendor, el jardín estaba repleto de rosales los cuales ofrecían sus flores al sol inundado el ambiente de un suave aroma. La joven se soltó del brazo del muchacho, se giró y miró más allá de la verja que rodeaba el terreno, al otro lado de la carretera se extendía la playa y unos cientos de metros más allá comenzaban los acantilados a los que tanto le gustaba acudir para pensar en sus cosas. El olor salobre del mar inundó sus sentidos mezclándose con el de las rosas que la rodeaban y se sintió de nuevo en casa, en su hogar, en aquella enorme mansión en la que pasó la infancia más feliz que pudiera soñarse y los posteriores años de tristeza y soledad. Sabía que en unos minutos, al cruzar de nuevo el umbral de su casa, comenzaría una nueva etapa en su vida, una etapa de la que no sabía qué esperar, ni cómo afrontarla siquiera.
Luis dejó que Natalia disfrutara de la visión de su reencontrado hogar y aprovechó para, una vez más, observarla sin que ella se diera cuenta. Algo le había sucedido a su amiga, algo que la había turbado, que la había dañado. Exteriormente era la joven de siempre, sus ojos brillaban, su boca sonreía, su ágil cerebro respondía y seguía con brillantez las bromas, pero algo en su interior parecía roto, sin vida. Sin proponérselo, su cerebro asoció el estado de Natalia al desengaño sufrido años atrás, pero rápidamente desechó la idea, Natalia aparentaba ser fuerte, pero en su interior se escondía una joven tierna, dulce y romántica a la que no dejaba salir por miedo a que fuera dañada. Si realmente Natalia hubiera vuelto a sufrir un desengaño así, estaba seguro de que jamás se recuperaría de él.
- ¿Vamos? – preguntó Luis, sonriente, cuando Natalia volvió a girarse
- Vamos. – respondió ella tomándolo de nuevo del brazo - Tu mujercita seguro que está tras las cortinas espiándonos y pensando en porqué estamos tardando tanto tiempo en cruzar un simple jardín.
Sonrientes y tomados del brazo, siguieron caminando hacia la casa. Mientras ascendían los peldaños que se elevaban hacia la puerta de doble hoja pudieron observar como ésta se abría. Al instante apareció una mujer de edad avanzada vestida elegantemente y mostrando autoridad. Mariana, pues así se llamaba la mujer, era el ama de llaves, la responsable de que aquella casa funcionase perfectamente, la mujer que había cuidado de Natalia tras la muerte de su madre e incluso de aquella cuando era niña. Toda la pose de autoridad y seriedad se vino abajo cuando Natalia se soltó del brazo de su acompañante y se abrazó a la mujer.
- Mariana, ¡no puedes imaginarte lo mucho que te he echado de menos! – dijo la joven. La mujer mayor intentaba mantener la calma y la seriedad, ella era el ama de llaves y no podía tomarse según que libertades con su señorita, por muy liberal que ésta fuera.
- Es maravilloso tenerte de nuevo en casa. Todos te hemos echado mucho de menos. – respondió dándole unas palmaditas en la espalda. La mujer se moría de ganas de abrazarla, pero no cabían en su estricto código de conducta semejantes efusiones, suficiente era que cuando no hubiese extraños en la casa, el servicio tuteara a Natalia.
#971
10/04/2012 14:05
- Natalia… - oyó que una conocida voz decía desde un lado del recibidor.
- Nieves. – La muchacha reconoció al instante la voz de su amiga y soltándose del abrazo de Mariana se apresuró a ir a su encuentro. De pronto, al reparar en el vientre de su amiga recordó lo que Luis le había contado y detuvo sus pasos. – Nieves, estás…
- Embarazadísima. – contestó su amiga riendo. Natalia no conseguía reaccionar y fue Nieves quien la abrazó
- Pero, no, no puede ser, ¿de cuánto…?
- De algo más de siete meses. – Nieves y los demás presentes reían ante el desconcierto de la dueña de la casa.
- Pero si cuando me fui hace dos meses no estabas embarazada… - Natalia hablaba en voz alta más para sí misma que para los demás.
- Si que lo estaba, - dijo su amiga separándose de ella – solo que no se notaba demasiado y aproveché la coyuntura para no decírtelo.
- ¿Por qué? ¿Por qué no me dijiste algo así? Creí que confiabas en…
- No es eso querida. Es que no quería volver a ilusionarme para volver a perderlo una vez más y… – Luis se acercó a su esposa y la abrazó, depositando un beso en su sien.
- Pero eso no ha sucedido. – dijo Luis – Nieves está perfecta, nuestro bebé está perfecto y no hay nada que temer. Hoy es un día para celebrar, olvidemos las tristezas y los miedos… – Luis hizo un gesto a Natalia con la mano invitándola a unirse al matrimonio en el abrazo. La joven no se lo pensó y se abrazó a la pareja, depositando sendos besos en las mejillas de sus amigos.
- Tienes razón. Hoy es un día para celebrar y no sé por qué, pero me imagino que tras esas puertas – dijo Natalia las puertas que daban acceso al salón – tenéis algo preparado. ¿O acaso me equivoco? Vamos Clara, – dijo guiñándole un ojo a la más joven de las doncellas - ¿Qué habéis preparado?
Obedeciendo al gesto que Mariana le hizo con la cabeza, Clara dejó su puesto junto al resto del servicio y abrió las puertas del salón. En todas y cada una de las mesas y aparadores de la estancia podían verse ramos de flores, todo tipo de flores; desde rosas hasta las sencillas margaritas, eso sí, todas ellas blancas. Nieves se deshizo del abrazo de su esposo y tomó a Natalia de la mano llevándola al interior de la estancia. Al pasar, pudo ver que frente a los enormes ventanales que daban al jardín se habían dispuesto unas mesas con viandas, algo simple, sencillo de comer mientras podrían charlar.
- Vamos, adelante, no os quedéis ahí. – Natalia animó a la gente de servicio a que pasase – Lo habéis preparado todo perfectamente, y como tan acertadamente ha dicho Luis… hoy es un día para celebrar.
Todos los empleados miraron a Mariana y cuando ella dio su aprobación, de una vez pasaron al interior. Natalia sonrió pensando en que, a pesar de ser ella la dueña de la casa, quien realmente mandaba en ella era su ama de llaves. Natalia tenía poco personal de servicio, tan solo seis personas se encargaban del mantenimiento de la propiedad. Mariana era el ama de llaves y responsable de que cada cual hiciera su trabajo y la casa estuviese perfecta para cualquier acontecimiento en cualquier momento. Francisco era el cochero a la vez que jardinero, el hombre era ya mayor y su edad no le permitía realizar sus tareas con la agilidad que tal vez fuese necesaria, pero sus compañeras le echaban una mano siempre que era preciso. Luisa era la cocinera, una mujer bajita y pizpireta que conseguía preparar platos deliciosos con ingredientes muy sencillos y a una velocidad vertiginosa. Fue ella quién le enseñó a Natalia la receta del guisado que ésta a su vez explicó a la Maña y tanto éxito obtuvo en la posada de la mujer. Mariana, Francisco y Luisa eran los pilares de la casa, llevaban en ella desde los tiempos de la madre de Natalia y sentían a la joven como una hija o una nieta. El resto del servicio estaba formado por tres jovencitas: Felisa, Laura y Clara. Felisa era la hija menor de Luisa y su cometido era ayudar a su madre, al igual que ella era menudita y vivaracha, y para Natalia era muy divertido verlas trabajar en la cocina. Cuando ella llegaba, las mujeres se detenían en lo que estuvieran haciendo y se desvivían por atenderla, pero lo que realmente le gustaba a Natalia era escucharlas desde el otro lado de la puerta: las mujeres alternaban canciones picaronas con chistes subiditos de tono y cotilleos varios. Seguramente en las cocinas de todas las casa de los alrededores se contasen chimes, pero no tan divertidos como los que se contaban en la suya. Para acabar estaban Laura y Clara, las doncellas. Ellas se encargaban de la limpieza y servicio de la casa. Mientras que Laura era tímida y retraída, Clara era vivaracha y en ocasiones un poco descarada. Ambas estaban muy agradecidas por trabajar en la casa de Natalia Reeves, el trabajar en una casa grande perteneciente a una persona de reputación intachable les daba un prestigio que no lo conseguirían realizando cualquier otro trabajo o en cualquier otro sitio. Era poco servicio para una casa tan grande, pero tampoco necesitaban más. Eran como una gran familia y así se sentían todos, ayudándose en lo que fuera menester y celebrando todos juntos la vuelta de la señorita de la casa.
- Nieves. – La muchacha reconoció al instante la voz de su amiga y soltándose del abrazo de Mariana se apresuró a ir a su encuentro. De pronto, al reparar en el vientre de su amiga recordó lo que Luis le había contado y detuvo sus pasos. – Nieves, estás…
- Embarazadísima. – contestó su amiga riendo. Natalia no conseguía reaccionar y fue Nieves quien la abrazó
- Pero, no, no puede ser, ¿de cuánto…?
- De algo más de siete meses. – Nieves y los demás presentes reían ante el desconcierto de la dueña de la casa.
- Pero si cuando me fui hace dos meses no estabas embarazada… - Natalia hablaba en voz alta más para sí misma que para los demás.
- Si que lo estaba, - dijo su amiga separándose de ella – solo que no se notaba demasiado y aproveché la coyuntura para no decírtelo.
- ¿Por qué? ¿Por qué no me dijiste algo así? Creí que confiabas en…
- No es eso querida. Es que no quería volver a ilusionarme para volver a perderlo una vez más y… – Luis se acercó a su esposa y la abrazó, depositando un beso en su sien.
- Pero eso no ha sucedido. – dijo Luis – Nieves está perfecta, nuestro bebé está perfecto y no hay nada que temer. Hoy es un día para celebrar, olvidemos las tristezas y los miedos… – Luis hizo un gesto a Natalia con la mano invitándola a unirse al matrimonio en el abrazo. La joven no se lo pensó y se abrazó a la pareja, depositando sendos besos en las mejillas de sus amigos.
- Tienes razón. Hoy es un día para celebrar y no sé por qué, pero me imagino que tras esas puertas – dijo Natalia las puertas que daban acceso al salón – tenéis algo preparado. ¿O acaso me equivoco? Vamos Clara, – dijo guiñándole un ojo a la más joven de las doncellas - ¿Qué habéis preparado?
Obedeciendo al gesto que Mariana le hizo con la cabeza, Clara dejó su puesto junto al resto del servicio y abrió las puertas del salón. En todas y cada una de las mesas y aparadores de la estancia podían verse ramos de flores, todo tipo de flores; desde rosas hasta las sencillas margaritas, eso sí, todas ellas blancas. Nieves se deshizo del abrazo de su esposo y tomó a Natalia de la mano llevándola al interior de la estancia. Al pasar, pudo ver que frente a los enormes ventanales que daban al jardín se habían dispuesto unas mesas con viandas, algo simple, sencillo de comer mientras podrían charlar.
- Vamos, adelante, no os quedéis ahí. – Natalia animó a la gente de servicio a que pasase – Lo habéis preparado todo perfectamente, y como tan acertadamente ha dicho Luis… hoy es un día para celebrar.
Todos los empleados miraron a Mariana y cuando ella dio su aprobación, de una vez pasaron al interior. Natalia sonrió pensando en que, a pesar de ser ella la dueña de la casa, quien realmente mandaba en ella era su ama de llaves. Natalia tenía poco personal de servicio, tan solo seis personas se encargaban del mantenimiento de la propiedad. Mariana era el ama de llaves y responsable de que cada cual hiciera su trabajo y la casa estuviese perfecta para cualquier acontecimiento en cualquier momento. Francisco era el cochero a la vez que jardinero, el hombre era ya mayor y su edad no le permitía realizar sus tareas con la agilidad que tal vez fuese necesaria, pero sus compañeras le echaban una mano siempre que era preciso. Luisa era la cocinera, una mujer bajita y pizpireta que conseguía preparar platos deliciosos con ingredientes muy sencillos y a una velocidad vertiginosa. Fue ella quién le enseñó a Natalia la receta del guisado que ésta a su vez explicó a la Maña y tanto éxito obtuvo en la posada de la mujer. Mariana, Francisco y Luisa eran los pilares de la casa, llevaban en ella desde los tiempos de la madre de Natalia y sentían a la joven como una hija o una nieta. El resto del servicio estaba formado por tres jovencitas: Felisa, Laura y Clara. Felisa era la hija menor de Luisa y su cometido era ayudar a su madre, al igual que ella era menudita y vivaracha, y para Natalia era muy divertido verlas trabajar en la cocina. Cuando ella llegaba, las mujeres se detenían en lo que estuvieran haciendo y se desvivían por atenderla, pero lo que realmente le gustaba a Natalia era escucharlas desde el otro lado de la puerta: las mujeres alternaban canciones picaronas con chistes subiditos de tono y cotilleos varios. Seguramente en las cocinas de todas las casa de los alrededores se contasen chimes, pero no tan divertidos como los que se contaban en la suya. Para acabar estaban Laura y Clara, las doncellas. Ellas se encargaban de la limpieza y servicio de la casa. Mientras que Laura era tímida y retraída, Clara era vivaracha y en ocasiones un poco descarada. Ambas estaban muy agradecidas por trabajar en la casa de Natalia Reeves, el trabajar en una casa grande perteneciente a una persona de reputación intachable les daba un prestigio que no lo conseguirían realizando cualquier otro trabajo o en cualquier otro sitio. Era poco servicio para una casa tan grande, pero tampoco necesitaban más. Eran como una gran familia y así se sentían todos, ayudándose en lo que fuera menester y celebrando todos juntos la vuelta de la señorita de la casa.
#972
10/04/2012 14:08
Gracias Roberta por darnos a conocer el mundo de natalia y sus gentes
y que sepas que como tu el chato ya es otro en bandolera
y que sepas que como tu el chato ya es otro en bandolera
#973
10/04/2012 14:40
Hola Arunda, estoy de vacaciones y he podido ver la trasnformación del Chato, ahora hace falta ver qué pasado le han inventado y qué futuro le ofrecen
Ah, y gracias por leerme
Ah, y gracias por leerme
#974
11/04/2012 14:35
Natalia, cansada por el viaje y las emociones, se acomodó en un sillón desde el cual podía observarlos a todos. Las jovencitas se hallaban en un rincón charlando de sus cosas, de los pretendientes que tenían, de los vestidos que pensaban ponerse para ir a bailar en su día libre, del sombrero que se pensaban comprar con sus ahorros. En otro rincón del salón los mayores comentaban lo felices que eran por tener a Natalia de nuevo entre ellos. La querían muchísimo y la protegían aún más, durante su ausencia no habían dejado de preguntarse si estaría bien o si algo le faltaría; por fin la tenían de nuevo con ellos y rezaban para que el destino no volviera a alejarla de su lado nunca más.
Luis y Nieves se encontraban junto a la chimenea. Nieves era bajita y menudita, poquita cosa tal y como algunas personas decían, pero era fuerte y decidida. Se había enamorado a primera vista del joven alto y guapo que con la ayuda de la familia Reeves-Arteaga había salido de la nada, y no había cejado en su empeño hasta convertirse en su esposa. Todos le decían que podía aspirar a más, a un joven de familia, que su belleza y la buena posición económica de los suyos le abrirían las puertas de las casas más importantes de la zona, pero para ella no había más hombre en el mundo que el que en aquellos momentos acariciaba su abultado vientre. Tras su matrimonio, y abocada al ostracismo por esa razón, se centró en cuidar de su esposo y fomentar la amistad con Natalia. Siempre había considerado a la joven como una muchacha extraña, demasiado independiente, dura y, al igual que todo el mundo a su alrededor, evitaba su encuentro en la medida de lo posible. Pero Luis le había abierto los ojos a la realidad, le había mostrado a la verdadera Natalia, a la mujer que se escondía de los demás para que no la hicieran daño y se había convertido en su mejor amiga. Además, la había ayudado mucho con los planes que siempre tenía en marcha para ayudar a sus convecinos. Entre bromas, comentaban que mientras Natalia trabajaba para conseguir dinero y aumentar su capital, Nieves lo gastaba a manos llenas en abrir escuelas, contratar médicos y mejorar las condiciones de vida de los hombres y mujeres que trabajaban para la Reeves. La verdadera razón de las jóvenes para realizar aquellos gastos era que querían compartir su suerte con la gente menos favorecida; aún así, debían disfrazar sus intenciones para no dar más que hablar ni avivar los odios y envidias que Natalia provocaba. Nieves decía a todo aquel que deseaba escucharla que sus acciones eran obras de caridad que Dios agradecía y Natalia se escudaba en que si los trabajadores estaban sanos y bien alimentados, trabajarían más y mejor. Fuese como fuese, a ojos de todos, Nieves era una santa y Natalia una loca. Habían hablado de ello decenas de veces, Nieves se sentía mal porque sabía que Natalia estaba al tanto de todo lo que ella hacia, incluso gran parte de las acciones que se ponían en marcha eran sugeridas por la joven, pero la opinión de todo el mundo seguía siendo desfavorable; a Natalia no le importaba lo más mínimo todo aquello, pero a Nieves sí.
Luis y Nieves se encontraban junto a la chimenea. Nieves era bajita y menudita, poquita cosa tal y como algunas personas decían, pero era fuerte y decidida. Se había enamorado a primera vista del joven alto y guapo que con la ayuda de la familia Reeves-Arteaga había salido de la nada, y no había cejado en su empeño hasta convertirse en su esposa. Todos le decían que podía aspirar a más, a un joven de familia, que su belleza y la buena posición económica de los suyos le abrirían las puertas de las casas más importantes de la zona, pero para ella no había más hombre en el mundo que el que en aquellos momentos acariciaba su abultado vientre. Tras su matrimonio, y abocada al ostracismo por esa razón, se centró en cuidar de su esposo y fomentar la amistad con Natalia. Siempre había considerado a la joven como una muchacha extraña, demasiado independiente, dura y, al igual que todo el mundo a su alrededor, evitaba su encuentro en la medida de lo posible. Pero Luis le había abierto los ojos a la realidad, le había mostrado a la verdadera Natalia, a la mujer que se escondía de los demás para que no la hicieran daño y se había convertido en su mejor amiga. Además, la había ayudado mucho con los planes que siempre tenía en marcha para ayudar a sus convecinos. Entre bromas, comentaban que mientras Natalia trabajaba para conseguir dinero y aumentar su capital, Nieves lo gastaba a manos llenas en abrir escuelas, contratar médicos y mejorar las condiciones de vida de los hombres y mujeres que trabajaban para la Reeves. La verdadera razón de las jóvenes para realizar aquellos gastos era que querían compartir su suerte con la gente menos favorecida; aún así, debían disfrazar sus intenciones para no dar más que hablar ni avivar los odios y envidias que Natalia provocaba. Nieves decía a todo aquel que deseaba escucharla que sus acciones eran obras de caridad que Dios agradecía y Natalia se escudaba en que si los trabajadores estaban sanos y bien alimentados, trabajarían más y mejor. Fuese como fuese, a ojos de todos, Nieves era una santa y Natalia una loca. Habían hablado de ello decenas de veces, Nieves se sentía mal porque sabía que Natalia estaba al tanto de todo lo que ella hacia, incluso gran parte de las acciones que se ponían en marcha eran sugeridas por la joven, pero la opinión de todo el mundo seguía siendo desfavorable; a Natalia no le importaba lo más mínimo todo aquello, pero a Nieves sí.
#975
12/04/2012 15:10
Natalia desvió la vista de sus amigos, quienes felices, se prodigaban carantoñas y muestras de amor. Sus ojos ascendieron hacia un imponente cuadro que colgaba sobre la chimenea, en él podía ver a su familia. Su abuelo pidió que fuese pintado poco antes de morir, cuando Natalia era casi un bebé, el hombre quería tenerlo para poder deleitarse en su contemplación, pero ello casi no pudo ser. El hombre se mostraba sentado en un sillón, orgulloso y sonriente, sujetando a la pequeña Natalia de tan solo dos años de edad sobre sus rodillas; además, estaba flanqueado por su hija y su yerno. Todos estaban sonrientes, nada hacía presagiar que la muerte rondaba ya al patriarca de la familia y que en pocos años se llevaría también al resto de adultos, dejando a la pequeña sola en el mundo. Natalia sonrió pensando en que no debía seguir recordando momentos amargos, en aquella casa también se habían oído muchas risas y estaba decidida a que la vida y la alegría volviesen a inundar todas y cada una de las estancias. La joven dejó sobre la mesita que tenía a un lado el platillo del cual había estado comiendo, se recostó en el sillón, el mismo que aparecía en el cuadro, y cerró los ojos. Le gustaba escuchar a la gente reír, le relajaba, le tranquilizaba, sosegaba su espíritu…, cruzó las manos sobre su vientre y se dejó llevar por los susurros a su alrededor, unos instantes después se quedó dormida. Al ver que Natalia había caído rendida, los presentes lentamente se fueron marchando y Nieves se quedó la última para taparla con una manta mientras Luis esperaba a su esposa sonriendo junto a la puerta.
- ¡Qué alegría tenerla de nuevo en casa! – dijo la joven abrazando a su esposo.
- Sí, es fantástico tenerla de nuevo aquí. Ya me estaba cansando de hacer su trabajo. – bromeó.
- ¡No digas eso! Cualquier día te va a oír alguien que no sepa que hablas en broma.
- Pero es que hablo muy en serio, cariño. – dijo él fingiendo seriedad. Nieves conocía a su esposo y sabía que todas aquellas palabras eran falsas. Natalia y ella eran las personas a las que Luis más quería en el mundo y jamás haría o diría algo que las perjudicara o molestara.
- La he necesitado tanto estos dos meses… - dijo ella con un deje de tristeza.
- Mi cielo, ya te repetí decenas de veces que deberíamos haberla llamado. Natalia hubiese vuelto al instante de saber que la necesitabas…
- Pero ella también necesitaba alejarse de aquí. No es bueno que se pase las horas encerrada en su despacho, tiene que salir, hacer la vida normal de una joven de su edad. – mientras hablaban, Luis y Nieves cogían sus chaquetas y abandonaban la casa de su amiga para dirigirse a la suya propia, más modesta pero aún así muy bonita – Espero que con la excusa de mi embarazo se anime a salir a pasear conmigo, que no se pase tanto tiempo entre papeles.
- Parece que olvidas que el trabajo que deje Natalia sin hacer lo voy a tener que hacer yo… ¿Tan poco aprecias mi compañía? – dijo enfurruñado como un niño pequeño
- No, tontorrón. Adoro tu compañía, y te lo voy a demostrar en cuanto lleguemos a casa, – comentó en voz muy baja – pero cuando tú dejas los papeles me tienes a mí y en pocas semanas además tendrás a nuestro bebé… – una sonrisa afloró a los labios de ambos al imaginarse con su hijo por fin en brazos – pero Natalia tan solo nos tiene a nosotros y su trabajo.
- No. – dijo el joven tajante.
- No ¿qué? – preguntó ella inocentemente
- Que no te metas.
- Pero Luis…, ese muchacho es tan…
- Natalia se fue a Andalucía a visitar a su prima Sara, – la interrumpió su marido - pero también huyendo de ti y de cierto naviero que querías que conociera.
- Está bien, no haré nada por el momento, – dijo resignada – al menos hasta que dé a luz. Después… ya veremos.
- Pobre Natalia… - rió Luis – A nosotros nos fue muy bien sin que nadie anduviera metiendo cizaña, ¿o no?
- A nosotros nos fue muy bien porque yo me empeñé en que no te escaparas… Pero Natalia va de casa al trabajo y del trabajo a casa, cuando no trabaja en casa. Con el tipo de vida que lleva, el trabajo es el único lugar en el que puede encontrar un hombre que le convenga y no estoy por la labor de tener a alguien más a mi lado que hable de negocios a todas horas, bastante tengo con vosotros dos. – razonó ella.
- Gracias a Dios no te está escuchando, porque si lo hiciera no te dejaba volver a poner los pies en su casa en la vida.
- No seas exagerado.
- No lo soy… - juntos, tomados del brazo, se perdieron por las calles camino a su casa, pensando en que Natalia realmente necesitaba a alguien a su lado, alguien que la amara de verdad, que la hiciera feliz.
- ¡Qué alegría tenerla de nuevo en casa! – dijo la joven abrazando a su esposo.
- Sí, es fantástico tenerla de nuevo aquí. Ya me estaba cansando de hacer su trabajo. – bromeó.
- ¡No digas eso! Cualquier día te va a oír alguien que no sepa que hablas en broma.
- Pero es que hablo muy en serio, cariño. – dijo él fingiendo seriedad. Nieves conocía a su esposo y sabía que todas aquellas palabras eran falsas. Natalia y ella eran las personas a las que Luis más quería en el mundo y jamás haría o diría algo que las perjudicara o molestara.
- La he necesitado tanto estos dos meses… - dijo ella con un deje de tristeza.
- Mi cielo, ya te repetí decenas de veces que deberíamos haberla llamado. Natalia hubiese vuelto al instante de saber que la necesitabas…
- Pero ella también necesitaba alejarse de aquí. No es bueno que se pase las horas encerrada en su despacho, tiene que salir, hacer la vida normal de una joven de su edad. – mientras hablaban, Luis y Nieves cogían sus chaquetas y abandonaban la casa de su amiga para dirigirse a la suya propia, más modesta pero aún así muy bonita – Espero que con la excusa de mi embarazo se anime a salir a pasear conmigo, que no se pase tanto tiempo entre papeles.
- Parece que olvidas que el trabajo que deje Natalia sin hacer lo voy a tener que hacer yo… ¿Tan poco aprecias mi compañía? – dijo enfurruñado como un niño pequeño
- No, tontorrón. Adoro tu compañía, y te lo voy a demostrar en cuanto lleguemos a casa, – comentó en voz muy baja – pero cuando tú dejas los papeles me tienes a mí y en pocas semanas además tendrás a nuestro bebé… – una sonrisa afloró a los labios de ambos al imaginarse con su hijo por fin en brazos – pero Natalia tan solo nos tiene a nosotros y su trabajo.
- No. – dijo el joven tajante.
- No ¿qué? – preguntó ella inocentemente
- Que no te metas.
- Pero Luis…, ese muchacho es tan…
- Natalia se fue a Andalucía a visitar a su prima Sara, – la interrumpió su marido - pero también huyendo de ti y de cierto naviero que querías que conociera.
- Está bien, no haré nada por el momento, – dijo resignada – al menos hasta que dé a luz. Después… ya veremos.
- Pobre Natalia… - rió Luis – A nosotros nos fue muy bien sin que nadie anduviera metiendo cizaña, ¿o no?
- A nosotros nos fue muy bien porque yo me empeñé en que no te escaparas… Pero Natalia va de casa al trabajo y del trabajo a casa, cuando no trabaja en casa. Con el tipo de vida que lleva, el trabajo es el único lugar en el que puede encontrar un hombre que le convenga y no estoy por la labor de tener a alguien más a mi lado que hable de negocios a todas horas, bastante tengo con vosotros dos. – razonó ella.
- Gracias a Dios no te está escuchando, porque si lo hiciera no te dejaba volver a poner los pies en su casa en la vida.
- No seas exagerado.
- No lo soy… - juntos, tomados del brazo, se perdieron por las calles camino a su casa, pensando en que Natalia realmente necesitaba a alguien a su lado, alguien que la amara de verdad, que la hiciera feliz.
#976
14/04/2012 14:58
Capítulo 97
- No, no encuentro nada que me convenza… - Doña Elvira se había acercado hasta Villareja como parte del plan para desenmascarar al capitán Olmedo y en aquellos momentos se encontraba en una de las tiendas del pueblo.
- Tenemos también unas sedas muy bellas… - replicó el tendero mientras caminaba hacia la trastienda y segundos después aparecía con los brazos envueltos en telas.
- Si, son muy bellas… - comentaba la señora, fingiendo desagrado para poder tener una excusa y volver en posteriores ocasiones – pero no es lo que busco…
- Buenos días. – saludó un hombre que acababa de entrar en la tienda.
- Buenos días. – saludó el dueño del establecimiento – Disculpe un momento, señora, por favor. – le dijo a la mujer mientras se acercaba al recién llegado. Doña Elvira se entretuvo revisando las telas y poniendo atención a lo que comentaban. - ¿En qué puedo servirle?
- Tengo un montón de paquetes que he de entregar en... – el recién llegado buscó en sus bolsillos hasta dar con un papel en el que tenía anotada una dirección - … en Arazana. ¿Queda muy lejos? Tengo que hacer otra entrega en Berrocalejo hoy mismo y no sé si me dará tiempo…
- Pues Arazana y Berrocalejo están en direcciones opuestas desde aquí…- respondió el tendero - Me temo que no va a poder hacerlo.
- ¿Y qué hago yo ahora? – se preguntó con voz desesperada.
- Espere un momento. – el tendero se acercó a doña Elvira, quién no había perdido detalle de la conversación mantenida entre los hombres. - ¿Señora? – preguntó respetuosamente.
-¿Sí? – dijo ella dejando las telas y fingiendo estar despistada
- ¿Ha venido usted en su carruaje?
- Por supuesto, ¿por qué lo pregunta?
- El caballero aquí presente ha de entregar algunos paquetes en Arazana y otros en Berrocalejo y teme no poder cumplir con el compromiso, pero si usted le hiciera el favor de llevar los paquetes a Arazana…
- ¡No, por Dios! – interrumpió el aludido – No puedo permitir que la señora se tome la molestia… - Doña Elvira los escuchaba y sopesaba los pros y los contras de aceptar la petición, además se daba cuenta de que las reticencias eran totalmente fingidas.
- Es que… no sé si puedo hacerme cargo de semejante responsabilidad.
- ¿Qué contienen los paquetes? – preguntó el tendero, si se trataba de objetos comunes, la señora tal vez no tendría problema en llevarlos.
- Pues no lo sé con certeza. – dijo el transportista revisando de nuevo sus anotaciones - Se trata de un montón de paquetes, todos ellos adquiridos hace un par de semanas en Sevilla, en un gran comercio y todos ellos van dirigidos a nombre de la señorita … Sara Reeves, junto con esta carta.
- ¿Sara Reeves? – preguntó doña Elvira
- ¿La conoce? – preguntaron los hombres al unísono
- Si, claro. – respondió ella titubeando. ¿Quién enviaría tantos paquetes a Sara? Y adquiridos en Sevilla, además – La señorita Reeves es muy conocida en Arazana, es la responsable de la imprenta y el telégrafo del pueblo.
- Si, yo también la conozco. Una señorita muy interesante. – comentó el tendero – Señora, si usted la conoce no le importará llevárselos; además, así seguro que no se retrasará su entrega.
- Si, claro, no tengo inconveniente. Mi carruaje está a la puerta, dígale al cochero que le ayude con ellos. – El hombre salió por la puerta feliz de poder cumplir con ambas entregas y no preguntó nada más – Creo que no me voy a llevar nada en esta ocasión, lo siento. – comentó dirigiéndose al tendero
- No se preocupe señora. En un par de días me van a llegar, directos de Cádiz, unos paños que estoy seguro le agradarán. – dijo el hombre acompañándole hasta la puerta.
- Entonces nos veremos al final de esta semana. – dijo ella tendiéndole la mano.
- Hasta entonces, señora.
- No, no encuentro nada que me convenza… - Doña Elvira se había acercado hasta Villareja como parte del plan para desenmascarar al capitán Olmedo y en aquellos momentos se encontraba en una de las tiendas del pueblo.
- Tenemos también unas sedas muy bellas… - replicó el tendero mientras caminaba hacia la trastienda y segundos después aparecía con los brazos envueltos en telas.
- Si, son muy bellas… - comentaba la señora, fingiendo desagrado para poder tener una excusa y volver en posteriores ocasiones – pero no es lo que busco…
- Buenos días. – saludó un hombre que acababa de entrar en la tienda.
- Buenos días. – saludó el dueño del establecimiento – Disculpe un momento, señora, por favor. – le dijo a la mujer mientras se acercaba al recién llegado. Doña Elvira se entretuvo revisando las telas y poniendo atención a lo que comentaban. - ¿En qué puedo servirle?
- Tengo un montón de paquetes que he de entregar en... – el recién llegado buscó en sus bolsillos hasta dar con un papel en el que tenía anotada una dirección - … en Arazana. ¿Queda muy lejos? Tengo que hacer otra entrega en Berrocalejo hoy mismo y no sé si me dará tiempo…
- Pues Arazana y Berrocalejo están en direcciones opuestas desde aquí…- respondió el tendero - Me temo que no va a poder hacerlo.
- ¿Y qué hago yo ahora? – se preguntó con voz desesperada.
- Espere un momento. – el tendero se acercó a doña Elvira, quién no había perdido detalle de la conversación mantenida entre los hombres. - ¿Señora? – preguntó respetuosamente.
-¿Sí? – dijo ella dejando las telas y fingiendo estar despistada
- ¿Ha venido usted en su carruaje?
- Por supuesto, ¿por qué lo pregunta?
- El caballero aquí presente ha de entregar algunos paquetes en Arazana y otros en Berrocalejo y teme no poder cumplir con el compromiso, pero si usted le hiciera el favor de llevar los paquetes a Arazana…
- ¡No, por Dios! – interrumpió el aludido – No puedo permitir que la señora se tome la molestia… - Doña Elvira los escuchaba y sopesaba los pros y los contras de aceptar la petición, además se daba cuenta de que las reticencias eran totalmente fingidas.
- Es que… no sé si puedo hacerme cargo de semejante responsabilidad.
- ¿Qué contienen los paquetes? – preguntó el tendero, si se trataba de objetos comunes, la señora tal vez no tendría problema en llevarlos.
- Pues no lo sé con certeza. – dijo el transportista revisando de nuevo sus anotaciones - Se trata de un montón de paquetes, todos ellos adquiridos hace un par de semanas en Sevilla, en un gran comercio y todos ellos van dirigidos a nombre de la señorita … Sara Reeves, junto con esta carta.
- ¿Sara Reeves? – preguntó doña Elvira
- ¿La conoce? – preguntaron los hombres al unísono
- Si, claro. – respondió ella titubeando. ¿Quién enviaría tantos paquetes a Sara? Y adquiridos en Sevilla, además – La señorita Reeves es muy conocida en Arazana, es la responsable de la imprenta y el telégrafo del pueblo.
- Si, yo también la conozco. Una señorita muy interesante. – comentó el tendero – Señora, si usted la conoce no le importará llevárselos; además, así seguro que no se retrasará su entrega.
- Si, claro, no tengo inconveniente. Mi carruaje está a la puerta, dígale al cochero que le ayude con ellos. – El hombre salió por la puerta feliz de poder cumplir con ambas entregas y no preguntó nada más – Creo que no me voy a llevar nada en esta ocasión, lo siento. – comentó dirigiéndose al tendero
- No se preocupe señora. En un par de días me van a llegar, directos de Cádiz, unos paños que estoy seguro le agradarán. – dijo el hombre acompañándole hasta la puerta.
- Entonces nos veremos al final de esta semana. – dijo ella tendiéndole la mano.
- Hasta entonces, señora.
#977
14/04/2012 23:49
Me he puesto al dia por fin! gracias roberta!!
#978
16/04/2012 21:43
Este post para arriba lo teneis que leer esta fenomenal
#979
17/04/2012 20:17
Ya será para menos, ameliamarcos (Gracias)
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Elvira salió de la tienda, se acercó al carruaje para comprobar que los paquetes destinados a Sara eran convenientemente colocados en el vehículo y, tras intercambiar unas palabras con su cochero, se acercó a la oficina de telégrafos del pueblo. En el establecimiento preguntó si había alguna notificación para ella o su esposo y, mientras revisaba la correspondencia recibida, preguntó al descuido si había alguna otra notificación dirigida a Arazana que ella pudiese llevar. El responsable del telégrafo revisó los casilleros y recogió varias cartas y telegramas.
- Si, aquí hay varias cartas dirigidas a habitantes de Arazana, aunque… - dijo titubeando – no sé si debería entregárselas. En mi responsabilidad que estas misivas lleguen a sus destinatarios.
- Como prefiera, – dijo la mujer – yo tan solo lo decía por evitarle la molestia de salir del pueblo. Buenas tardes. – continuó diciendo mientras se giraba dispuesta a salir.
- Espere. Si no es molestia para usted… - comentó humildemente mientras le tendía un paquete de correspondencia.
- Por supuesto que no, caballero, no es ninguna molestia. ¡Ah!, a finales de semana he de volver a su pintoresco pueblo, si lo desea puedo volver a recoger la correspondencia. – se ofreció mostrando un aire de generosidad.
- Me haría un gran favor señora, de verdad que me haría un gran favor.
- No es molestia, no es molestia. – Doña Elvira estaba nerviosa e impaciente por llegar al carruaje para poder revisar la correspondencia y ver si había alguna carta para Olmedo o para el teniente Garay; aún así, se guardó el paquete en el bolsito y se encaminó hacia la calle.
Una vez en el carruaje, se acomodó y sonrió educadamente al telegrafista que la despedía a través de la ventanilla. Segundos después, el coche comenzó a moverse y Elvira respiró aliviada, aún así esperó varios minutos a que las últimas casas del pueblo se alejaran en el horizonte para atreverse a abrir de nuevo el bolso y mirar en su interior. Introdujo al mano en el interior del complemento y, mirando a su alrededor aún a sabiendas de que estaba sola, sacó el paquete de cartas y comenzó a revisar el nombre de los destinatarios. Había una carta para doña Rosa, dos para Pepe, una más para el padre Damián, una para Flor y dos para el teniente Garay, una de ellas había sido franqueada en Málaga y la otra en Bilbao.
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Elvira salió de la tienda, se acercó al carruaje para comprobar que los paquetes destinados a Sara eran convenientemente colocados en el vehículo y, tras intercambiar unas palabras con su cochero, se acercó a la oficina de telégrafos del pueblo. En el establecimiento preguntó si había alguna notificación para ella o su esposo y, mientras revisaba la correspondencia recibida, preguntó al descuido si había alguna otra notificación dirigida a Arazana que ella pudiese llevar. El responsable del telégrafo revisó los casilleros y recogió varias cartas y telegramas.
- Si, aquí hay varias cartas dirigidas a habitantes de Arazana, aunque… - dijo titubeando – no sé si debería entregárselas. En mi responsabilidad que estas misivas lleguen a sus destinatarios.
- Como prefiera, – dijo la mujer – yo tan solo lo decía por evitarle la molestia de salir del pueblo. Buenas tardes. – continuó diciendo mientras se giraba dispuesta a salir.
- Espere. Si no es molestia para usted… - comentó humildemente mientras le tendía un paquete de correspondencia.
- Por supuesto que no, caballero, no es ninguna molestia. ¡Ah!, a finales de semana he de volver a su pintoresco pueblo, si lo desea puedo volver a recoger la correspondencia. – se ofreció mostrando un aire de generosidad.
- Me haría un gran favor señora, de verdad que me haría un gran favor.
- No es molestia, no es molestia. – Doña Elvira estaba nerviosa e impaciente por llegar al carruaje para poder revisar la correspondencia y ver si había alguna carta para Olmedo o para el teniente Garay; aún así, se guardó el paquete en el bolsito y se encaminó hacia la calle.
Una vez en el carruaje, se acomodó y sonrió educadamente al telegrafista que la despedía a través de la ventanilla. Segundos después, el coche comenzó a moverse y Elvira respiró aliviada, aún así esperó varios minutos a que las últimas casas del pueblo se alejaran en el horizonte para atreverse a abrir de nuevo el bolso y mirar en su interior. Introdujo al mano en el interior del complemento y, mirando a su alrededor aún a sabiendas de que estaba sola, sacó el paquete de cartas y comenzó a revisar el nombre de los destinatarios. Había una carta para doña Rosa, dos para Pepe, una más para el padre Damián, una para Flor y dos para el teniente Garay, una de ellas había sido franqueada en Málaga y la otra en Bilbao.
#980
18/04/2012 07:46
menos es la serie que es aburrida tu historia es más besos