Foro Bandolera
Como no me gusta la historia... voy y la cambio (Natalia y Roberto)
#0
27/04/2011 20:02
Como estoy bastante aburrida de que me tengan a Roberto entre rejas, aunque sean las rejas de cartón piedra del cuartel de Arazana, y de que nadie (excepto San Miguel) intente hacer nada... pues voy y lo saco yo misma.
Y como la historia parece que va dos pasitos pa´lante y tres pa´trás, pues voy y la cambio a mi gusto.
Y como a mi el que me gusta es el Rober... pues también cambio la historia.
Creo que me he metio en un ebolao del que no voy a saber salir pero bueno, todo sea por dar ideas a los guionistas de nuestros amores. Ya me direis...
_____________________________________________________________________________
Capítulo 1
Parecía un sitio tranquilo, alejado del camino, seguro que por allí no pasaba gente con regularidad. La hierba que tapizaba la orilla del río era alta y estaba sin pisar así que decidió desmontar y descansar unos minutos.
- No puedo estar ya muy lejos de ese maldito pueblo. ¿Es que no había un lugar más perdido donde esconderte Sara?- dijo en voz alta mientras ataba el caballo a uno de los árboles que extendían sus ramas sobre el agua.
Mientras estiraba los músculos, agarrotados después de tan larga jornada a caballo, vio su reflejo en el remanso que el río formaba a pocos metros de allí. Miró hacia ambos lados y, al no ver a nadie y comprobar que el caballo se alimentaba tranquilamente, sonrió y comenzó a despojarse de sus vestimentas hasta quedar en ropa interior. Se adentró en el agua hasta que ésta le llegó hasta la cintura, entonces extendió los brazos y se dejó caer hacia atrás. Movía los brazos y las piernas lo indispensable para no alejarse demasiado de la orilla y mantenerse a flote, sintiendo cómo la corriente masajeaba su cuerpo. Sabía que la ropa que aún llevaba puesta, al mojarse, dejaría al descubierto las formas de su cuerpo, pero le daba igual, además, sería demasiada casualidad que alguien pasara por allí en ese momento.
Y como la historia parece que va dos pasitos pa´lante y tres pa´trás, pues voy y la cambio a mi gusto.
Y como a mi el que me gusta es el Rober... pues también cambio la historia.
Creo que me he metio en un ebolao del que no voy a saber salir pero bueno, todo sea por dar ideas a los guionistas de nuestros amores. Ya me direis...
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Capítulo 1
Parecía un sitio tranquilo, alejado del camino, seguro que por allí no pasaba gente con regularidad. La hierba que tapizaba la orilla del río era alta y estaba sin pisar así que decidió desmontar y descansar unos minutos.
- No puedo estar ya muy lejos de ese maldito pueblo. ¿Es que no había un lugar más perdido donde esconderte Sara?- dijo en voz alta mientras ataba el caballo a uno de los árboles que extendían sus ramas sobre el agua.
Mientras estiraba los músculos, agarrotados después de tan larga jornada a caballo, vio su reflejo en el remanso que el río formaba a pocos metros de allí. Miró hacia ambos lados y, al no ver a nadie y comprobar que el caballo se alimentaba tranquilamente, sonrió y comenzó a despojarse de sus vestimentas hasta quedar en ropa interior. Se adentró en el agua hasta que ésta le llegó hasta la cintura, entonces extendió los brazos y se dejó caer hacia atrás. Movía los brazos y las piernas lo indispensable para no alejarse demasiado de la orilla y mantenerse a flote, sintiendo cómo la corriente masajeaba su cuerpo. Sabía que la ropa que aún llevaba puesta, al mojarse, dejaría al descubierto las formas de su cuerpo, pero le daba igual, además, sería demasiada casualidad que alguien pasara por allí en ese momento.
#941
30/01/2012 19:24
A mandar, mañana más (espero)
#942
31/01/2012 07:15
Capítulo 90
El domingo amaneció como un día más en la vida de los habitantes de Arazana, cada uno se dispuso a realizar sus tareas cuanto antes, para poder ir a misa a primera hora y disfrutar del resto del día en familia. La iglesia había estado abarrotada, el sermón del padre Damián giró en torno a la familia, a lo importante que era mantenerla unida y disfrutar de la presencia de sus miembros. Aquellas palabras hicieron recordar a todos la ausencia de Tomás Pérez y Natalia Reeves, sus marchas eran debidas a razones muy distintas, pero todos los arazanenses los recordarían durante mucho tiempo. Tras la misa dominical, las mujeres regresaron a sus casas o permanecieron charlando en la plaza; mientras, los hombres se reunían en la taberna de Pepe.
- Buenos días. – el teniente Garay había entrado en la taberna siguiendo las indicaciones de unas mujeres que hablaban en la plaza. - ¿El señor alcalde? – preguntó al hombre que llevaba las ropas más elegantes de todos los presentes. El hombre se limitó a señalar al tabernero y el teniente se dirigió hacia él.
- Buenos días, - dijo poniendo cara de desagrado - ¿podría indicarme dónde puedo encontrar al señor alcalde?
- Ya ha dado con él. José Jiménez ¿en que puedo servirle? – contestó el tabernero secándose las manos en el mandil que llevaba puesto. El teniente reparó en que Roberto se encontraba sentado frente a una de las mesas del establecimiento y pensó que era una buena oportunidad para ir granjeándose una reputación en el pueblo.
- Soy el teniente Garay. – comenzó a decir lentamente, su voz mostraba fastidio y decepción ante la idea de que el tabernero del pueblo y el alcalde fuesen la misma persona, o al menos era lo que quería hacer creer – Me han destinado al cuartel de Arazana y, tras reportarme ante el capitán Olmedo, creí mi deber presentarme ante el resto de autoridades del pueblo.
- Bien, bien, bien. – dijo Pepe propinándole unas palmaditas en el hombro. El teniente pensó que se lo estaba poniendo demasiado fácil, el alcalde-tabernero estaba acostumbrado a tratar a todo el mundo con demasiada familiaridad lo cual podía serle a él muy útil. - ¿Le apetece un vinito?
- No, gracias. Estoy de servicio. – respondió el guardia civil.
- Vamos hombre, es solo un vinito. En mi taberna tenemos el mejor pajarete de toda la comarca. – haciendo caso omiso a las palabras del guardia civil, Pepe le sirvió un vino.
- No, gracias. – dijo escuetamente. Roberto se hacía el despistado, pero no perdía detalle de ninguna de las palabras que Pepe y su acompañante intercambiaban.
- Déjalo, Pepe, déjalo. – dijo el joven Pérez – No obligues al teniente a hacer nada que no le apetezca hacer.
- ¿Se puede saber qué ha querido decir con eso? – el teniente se caminó hacia la mesa en la que se encontraba Roberto. La noche anterior comentó que su plan era congraciarse con el capitán Olmedo y que para ello, enfrentamientos con Sara y Roberto serían muy convenientes.
- Tan solo lo que he dicho, que a la gente no le gusta que se la obligue a hacer nada. - dijo con sonrisa cínica.
- No me ha gustado el tono con que lo ha dicho.
- No me importan lo más mínimo sus gustos. – el resto de parroquianos dejaron de hablar para seguir el enfrentamiento entre Roberto y el recién llegado, temían que el abatimiento de Roberto le hiciese decir algo inconveniente que diese con sus huesos en la cárcel. Olmedo no había podido olvidar que tuvo que dejarlo salir sin cargos cuando asaltaron a Eugenia Montoro, ni que se enfrentó a él en la plaza del pueblo, frente a todos los habitantes de Arazana cuando el capitán quiso culpar a Eustaquio y a la Mano Negra de los incendios que habían sufrido los terratenientes de la zona.
- Bueno, bueno, bueno. ¿Qué está pasando aquí? – Julieta salió del interior de la taberna adonde había ido a buscar una jarra de vino. – A ver, no quiero discusiones en la taberna, ¿está claro? Roberto, creo que ya has bebido suficiente por esta mañana – dijo cogiendo al muchacho por un brazo y levantándolo de la silla - y usted… - continuó diciendo mientras miraba al teniente de arriba abajo – no sé a qué ha venido, pero esto es una taberna y si no va a beber, no tiene nada que hacer aquí. Así que buenos días a los dos.
Julieta se dio la vuelta, dejando claro a ambos que no los quería seguir viendo en la taberna y que daba la discusión por zanjada. Roberto cogió su chaqueta y, tras dejar unas monedas en el mostrador, salió del local; el teniente, nervioso, se colocó la guerrera, saludó con una inclinación de cabeza a los presentes y salió por la puerta. Todo el mundo comenzó a cuchichear sobre las palabras intercambiadas por Roberto y el recién llegado, pensando en si el joven Pérez se acababa de buscar un nuevo enemigo en el pueblo.
- ¿Quién era ese? – preguntó Julieta a su padre minutos después
- El teniente Garay, acaba de llegar a Arazana para incorporarse al cuartel y ha venido a presentarse ante las autoridades del pueblo; o sea, yo, el alcalde. – dijo Pepe mientras no perdía de vista a su hija, quien se había quedado mirando la puerta de entrada al local - ¿Por qué lo preguntas?
- No, por nada; tan solo que no me parece normal que nada más llegar empiece a buscar líos con los parroquianos…
El domingo amaneció como un día más en la vida de los habitantes de Arazana, cada uno se dispuso a realizar sus tareas cuanto antes, para poder ir a misa a primera hora y disfrutar del resto del día en familia. La iglesia había estado abarrotada, el sermón del padre Damián giró en torno a la familia, a lo importante que era mantenerla unida y disfrutar de la presencia de sus miembros. Aquellas palabras hicieron recordar a todos la ausencia de Tomás Pérez y Natalia Reeves, sus marchas eran debidas a razones muy distintas, pero todos los arazanenses los recordarían durante mucho tiempo. Tras la misa dominical, las mujeres regresaron a sus casas o permanecieron charlando en la plaza; mientras, los hombres se reunían en la taberna de Pepe.
- Buenos días. – el teniente Garay había entrado en la taberna siguiendo las indicaciones de unas mujeres que hablaban en la plaza. - ¿El señor alcalde? – preguntó al hombre que llevaba las ropas más elegantes de todos los presentes. El hombre se limitó a señalar al tabernero y el teniente se dirigió hacia él.
- Buenos días, - dijo poniendo cara de desagrado - ¿podría indicarme dónde puedo encontrar al señor alcalde?
- Ya ha dado con él. José Jiménez ¿en que puedo servirle? – contestó el tabernero secándose las manos en el mandil que llevaba puesto. El teniente reparó en que Roberto se encontraba sentado frente a una de las mesas del establecimiento y pensó que era una buena oportunidad para ir granjeándose una reputación en el pueblo.
- Soy el teniente Garay. – comenzó a decir lentamente, su voz mostraba fastidio y decepción ante la idea de que el tabernero del pueblo y el alcalde fuesen la misma persona, o al menos era lo que quería hacer creer – Me han destinado al cuartel de Arazana y, tras reportarme ante el capitán Olmedo, creí mi deber presentarme ante el resto de autoridades del pueblo.
- Bien, bien, bien. – dijo Pepe propinándole unas palmaditas en el hombro. El teniente pensó que se lo estaba poniendo demasiado fácil, el alcalde-tabernero estaba acostumbrado a tratar a todo el mundo con demasiada familiaridad lo cual podía serle a él muy útil. - ¿Le apetece un vinito?
- No, gracias. Estoy de servicio. – respondió el guardia civil.
- Vamos hombre, es solo un vinito. En mi taberna tenemos el mejor pajarete de toda la comarca. – haciendo caso omiso a las palabras del guardia civil, Pepe le sirvió un vino.
- No, gracias. – dijo escuetamente. Roberto se hacía el despistado, pero no perdía detalle de ninguna de las palabras que Pepe y su acompañante intercambiaban.
- Déjalo, Pepe, déjalo. – dijo el joven Pérez – No obligues al teniente a hacer nada que no le apetezca hacer.
- ¿Se puede saber qué ha querido decir con eso? – el teniente se caminó hacia la mesa en la que se encontraba Roberto. La noche anterior comentó que su plan era congraciarse con el capitán Olmedo y que para ello, enfrentamientos con Sara y Roberto serían muy convenientes.
- Tan solo lo que he dicho, que a la gente no le gusta que se la obligue a hacer nada. - dijo con sonrisa cínica.
- No me ha gustado el tono con que lo ha dicho.
- No me importan lo más mínimo sus gustos. – el resto de parroquianos dejaron de hablar para seguir el enfrentamiento entre Roberto y el recién llegado, temían que el abatimiento de Roberto le hiciese decir algo inconveniente que diese con sus huesos en la cárcel. Olmedo no había podido olvidar que tuvo que dejarlo salir sin cargos cuando asaltaron a Eugenia Montoro, ni que se enfrentó a él en la plaza del pueblo, frente a todos los habitantes de Arazana cuando el capitán quiso culpar a Eustaquio y a la Mano Negra de los incendios que habían sufrido los terratenientes de la zona.
- Bueno, bueno, bueno. ¿Qué está pasando aquí? – Julieta salió del interior de la taberna adonde había ido a buscar una jarra de vino. – A ver, no quiero discusiones en la taberna, ¿está claro? Roberto, creo que ya has bebido suficiente por esta mañana – dijo cogiendo al muchacho por un brazo y levantándolo de la silla - y usted… - continuó diciendo mientras miraba al teniente de arriba abajo – no sé a qué ha venido, pero esto es una taberna y si no va a beber, no tiene nada que hacer aquí. Así que buenos días a los dos.
Julieta se dio la vuelta, dejando claro a ambos que no los quería seguir viendo en la taberna y que daba la discusión por zanjada. Roberto cogió su chaqueta y, tras dejar unas monedas en el mostrador, salió del local; el teniente, nervioso, se colocó la guerrera, saludó con una inclinación de cabeza a los presentes y salió por la puerta. Todo el mundo comenzó a cuchichear sobre las palabras intercambiadas por Roberto y el recién llegado, pensando en si el joven Pérez se acababa de buscar un nuevo enemigo en el pueblo.
- ¿Quién era ese? – preguntó Julieta a su padre minutos después
- El teniente Garay, acaba de llegar a Arazana para incorporarse al cuartel y ha venido a presentarse ante las autoridades del pueblo; o sea, yo, el alcalde. – dijo Pepe mientras no perdía de vista a su hija, quien se había quedado mirando la puerta de entrada al local - ¿Por qué lo preguntas?
- No, por nada; tan solo que no me parece normal que nada más llegar empiece a buscar líos con los parroquianos…
#943
01/02/2012 04:28
que listilla es la Julieta...por casualidad al tte garay no le gustara ella No?...es que la tienen a pan y agua jejejeje
#944
02/02/2012 20:31
- ¿Cómo estará Natalia? – Sara y Miguel habían salido a pasear tras la misa dominical. Sara no había dormido en toda la noche, pensando en su prima, imaginando lo sola que se sentiría en el compartimento del tren que en aquellos momentos la estaría llevando lejos de Arazana.
- No lo sé, supongo que seguirá triste, pero es una joven muy fuerte, se repondrá pronto. Ya lo verás. – Miguel apretó con fuerza la mano de su novia para intentar infundirla un poco de ánimo.
- No lo entiendo, Miguel. Por mucho que intentes hacerme ver el modo de pensar de Roberto soy incapaz de ponerme en su lugar. – Sara se acercó a una piedra, a un lado del camino y tomó asiento en ella – No puedo imaginar qué pudo pasar por su cabeza para rechazarla del modo en que lo hizo.
- Por cómo lo dices y por el modo en que te dirigiste ayer a él, supongo que fue muy duro con Natalia. – Sara no respondió, se limitó a mirarlo a los ojos y volver a bajar la mirada. – Yo hubiera hecho lo mismo…
- ¿Qué? ¿Estás diciendo que me abandonarías por el qué dirán?
- No, Sara. Tan solo estoy diciendo que comprendo que Roberto alejara a Natalia de aquí. Deja que te explique… - Sara era una mujer muy arrebatada, que luchaba por aquello en lo que creía y amaba, y Natalia era su única prima – Como ayer intenté hacerte ver, aún no ha saltado el escándalo sobre la verdadera paternidad de Roberto, pero no tardará en saberse y a partir de entonces los Montoro y lo Pérez estarán en boca de todos. La muerte de Tomás y este escándalo, afectarán enormemente a todos aquellos que estén cerca de Roberto y eso es lo único en lo que ha pensado él, en alejar a Natalia de cualquier habladuría. Muy pocos conocíamos la relación que había comenzado entre ellos, por lo que alejarla cuanto antes hará que no se vea inmersa en este asunto. Si alguien se llega a preguntar algo, tan solo serán dos personas que se conocieron de casualidad mientras ella te visitaba. Natalia es una mujer de negocios, su éxito no solo depende de su destreza si no en gran parte de su reputación; si para un hombre es importante tener una reputación libre de cualquier mancha, para una mujer es indispensable.
- Aún así, Miguel. Natalia ha sufrido mucho en la vida, tú no lo sabes pero la pobre lo ha pasado realmente mal. Por fin volvía a creer en el amor, en que había un futuro para ella, estaba convencida de que era importante para alguien, se ilusionó con la idea de… - Sara se cubrió la cara con las manos y dejó de hablar para poder serenarse – Y Roberto la aparta de su lado de la peor manera posible.
- Roberto se ha equivocado al apartarla de su lado sin explicarle sus razones, pero es lo mejor para ella. – sentenció el teniente Romero.
- Ya estamos, ¿por qué todos los hombres pensáis igual? – Sara se levantó y puso los brazos en jarras - ¿Por qué creéis que las mujeres somos seres indefensos y frágiles a los que hay que ocultar cualquier mala noticia y salvar de cualquier peligro? Somos mujeres, Miguel, mujeres fuertes, capaces de enfrentarnos a lo que haga falta y de apoyar al hombre que amamos ante cualquier problema.
- Precisamente por eso, porque sois tan maravillosas, - Miguel acariciaba el rostro de su amada con delicadeza - porque nos hacéis tan felices, somos capaces de cualquier cosa. Hasta de sacrificarnos y no volver a veros jamás con tal de que no sufráis la más mínima molestia.
- ¿Y crees que lejos de vosotros podríamos llegar a ser felices?
Tras salir de la taberna, Roberto se encaminó al terruño, necesitaba estar solo, necesitaba pensar en lo que Rafaelín le dijo el día anterior. Tenía razón el muchacho, habían pasado menos de 24 horas desde la marcha de Natalia y se sentía morir. Sentía cómo le faltaba el aire, sentía que la vida se le iba con cada respiración; sentía frío, un frío que emanaba del interior de sus entrañas y sobre todo soledad, una soledad que él mismo había buscado. Durante la noche se había despertado sobresaltado en varias ocasiones; en todas ellas, era el rostro de Natalia la imagen que recordaba al abrir los ojos. El rostro de Natalia permanecía en sus retinas a pesar de que cerrase los ojos, su rostro sonriente, confiado, enamorado; aquel rostro que él había conseguido entristecer con sus palabras. ¿Por qué? ¿Por qué había sido tan cruel con ella? ¿Por qué no había sido egoísta y se había olvidado de todo y de todos para irse con ella? ¿Algún día conseguiría Natalia olvidarle y perdonar tanto dolor?
- No lo sé, supongo que seguirá triste, pero es una joven muy fuerte, se repondrá pronto. Ya lo verás. – Miguel apretó con fuerza la mano de su novia para intentar infundirla un poco de ánimo.
- No lo entiendo, Miguel. Por mucho que intentes hacerme ver el modo de pensar de Roberto soy incapaz de ponerme en su lugar. – Sara se acercó a una piedra, a un lado del camino y tomó asiento en ella – No puedo imaginar qué pudo pasar por su cabeza para rechazarla del modo en que lo hizo.
- Por cómo lo dices y por el modo en que te dirigiste ayer a él, supongo que fue muy duro con Natalia. – Sara no respondió, se limitó a mirarlo a los ojos y volver a bajar la mirada. – Yo hubiera hecho lo mismo…
- ¿Qué? ¿Estás diciendo que me abandonarías por el qué dirán?
- No, Sara. Tan solo estoy diciendo que comprendo que Roberto alejara a Natalia de aquí. Deja que te explique… - Sara era una mujer muy arrebatada, que luchaba por aquello en lo que creía y amaba, y Natalia era su única prima – Como ayer intenté hacerte ver, aún no ha saltado el escándalo sobre la verdadera paternidad de Roberto, pero no tardará en saberse y a partir de entonces los Montoro y lo Pérez estarán en boca de todos. La muerte de Tomás y este escándalo, afectarán enormemente a todos aquellos que estén cerca de Roberto y eso es lo único en lo que ha pensado él, en alejar a Natalia de cualquier habladuría. Muy pocos conocíamos la relación que había comenzado entre ellos, por lo que alejarla cuanto antes hará que no se vea inmersa en este asunto. Si alguien se llega a preguntar algo, tan solo serán dos personas que se conocieron de casualidad mientras ella te visitaba. Natalia es una mujer de negocios, su éxito no solo depende de su destreza si no en gran parte de su reputación; si para un hombre es importante tener una reputación libre de cualquier mancha, para una mujer es indispensable.
- Aún así, Miguel. Natalia ha sufrido mucho en la vida, tú no lo sabes pero la pobre lo ha pasado realmente mal. Por fin volvía a creer en el amor, en que había un futuro para ella, estaba convencida de que era importante para alguien, se ilusionó con la idea de… - Sara se cubrió la cara con las manos y dejó de hablar para poder serenarse – Y Roberto la aparta de su lado de la peor manera posible.
- Roberto se ha equivocado al apartarla de su lado sin explicarle sus razones, pero es lo mejor para ella. – sentenció el teniente Romero.
- Ya estamos, ¿por qué todos los hombres pensáis igual? – Sara se levantó y puso los brazos en jarras - ¿Por qué creéis que las mujeres somos seres indefensos y frágiles a los que hay que ocultar cualquier mala noticia y salvar de cualquier peligro? Somos mujeres, Miguel, mujeres fuertes, capaces de enfrentarnos a lo que haga falta y de apoyar al hombre que amamos ante cualquier problema.
- Precisamente por eso, porque sois tan maravillosas, - Miguel acariciaba el rostro de su amada con delicadeza - porque nos hacéis tan felices, somos capaces de cualquier cosa. Hasta de sacrificarnos y no volver a veros jamás con tal de que no sufráis la más mínima molestia.
- ¿Y crees que lejos de vosotros podríamos llegar a ser felices?
Tras salir de la taberna, Roberto se encaminó al terruño, necesitaba estar solo, necesitaba pensar en lo que Rafaelín le dijo el día anterior. Tenía razón el muchacho, habían pasado menos de 24 horas desde la marcha de Natalia y se sentía morir. Sentía cómo le faltaba el aire, sentía que la vida se le iba con cada respiración; sentía frío, un frío que emanaba del interior de sus entrañas y sobre todo soledad, una soledad que él mismo había buscado. Durante la noche se había despertado sobresaltado en varias ocasiones; en todas ellas, era el rostro de Natalia la imagen que recordaba al abrir los ojos. El rostro de Natalia permanecía en sus retinas a pesar de que cerrase los ojos, su rostro sonriente, confiado, enamorado; aquel rostro que él había conseguido entristecer con sus palabras. ¿Por qué? ¿Por qué había sido tan cruel con ella? ¿Por qué no había sido egoísta y se había olvidado de todo y de todos para irse con ella? ¿Algún día conseguiría Natalia olvidarle y perdonar tanto dolor?
#945
04/02/2012 11:09
Roberto ...........Natalia esta como tu
y sara y miguel intentando comprender lo que roberto ha hecho con natalia
cada uno desde su punto de vista
GRACIAS ROBERTA
y sara y miguel intentando comprender lo que roberto ha hecho con natalia
cada uno desde su punto de vista
GRACIAS ROBERTA
#946
07/02/2012 07:14
Capítulo 91
- Buenos días, señor. – el teniente Garay se cuadró frente al capitán Olmedo. Era lunes, el fin de semana había finalizado, y todos se incorporaban de nuevo a sus ocupaciones.
- ¡Ah, teniente!, ya está usted aquí; descanse. –dijo el capitán sin levantar siquiera la cabeza de los papeles que estaba revisando; sin embargo, vigilaba discretamente cada una de las reacciones de su subordinado. - ¿Qué ocurrió ayer en la taberna? – Olmedo esperaba atentamente la respuesta de Garay, y éste sabía perfectamente que su superior le estaba poniendo a prueba.
- Estimé oportuno presentarme ante el alcalde de la localidad y, preguntando a unas mujeres en la plaza, éstas me indicaron que podría encontrarlo en la taberna. – lo mejor era contar los hechos tal cual habían sucedido, aún no sabía en quién podía o no confiar, por lo que lo mejor era aprovechar la situación y ganarse su confianza; no sabía si el capitán podía haber enviado a alguien a seguirlo – No podía imaginar que el alcalde fuese además el tabernero del pueblo… - dijo fingiendo desagrado. – Al poco de llegar tuve un… llamémoslo intercambio de opiniones, con un hombre que se encontraba allí. Creo recordar que la muchacha que estaba atendiendo a los parroquianos lo llamó Roberto.
- Así que ya ha conocido a ese maldito Pérez… Es un exaltado, un maldito anarquista que no hace más que darnos problemas. – Olmedo estaba dejando demasiado a la vista el desagrado que le producía Roberto, por lo que el teniente tomo buena nota de ello ya que la noche anterior no pudo hacerse una idea de qué pensar acerca del jornalero
- ¿Qué tipo de problemas? – preguntó Garay al descuido. El gesto de Olmedo no le gustó en absoluto – Lo digo, por si puedo ayudarle en algo, capitán.
- Ya veremos, Garay, ya veremos. ¿Hoy tiene previsto hacer alguna otra visita de cortesía? – preguntó el capitán.
- Debería ir a visitar al gobernador. – el gesto de fingida sorpresa de Olmedo no pasó desapercibido para el teniente. Estaba siendo vigilado, por lo que deberían tener mucho cuidado con sus encuentros – Uno de mis superiores en Málaga me encargó que le presentara sus respetos.
- Y usted diligentemente va a hacerlo…
- Si usted no ordena lo contrario, señor. Uno siempre debe de tener muy claro a quien debe rendir cuentas.
- No, no tengo ningún inconveniente. Vaya, vaya, no haga esperar al señor gobernador.
- Buenos días, señor. – el teniente Garay se cuadró frente al capitán Olmedo. Era lunes, el fin de semana había finalizado, y todos se incorporaban de nuevo a sus ocupaciones.
- ¡Ah, teniente!, ya está usted aquí; descanse. –dijo el capitán sin levantar siquiera la cabeza de los papeles que estaba revisando; sin embargo, vigilaba discretamente cada una de las reacciones de su subordinado. - ¿Qué ocurrió ayer en la taberna? – Olmedo esperaba atentamente la respuesta de Garay, y éste sabía perfectamente que su superior le estaba poniendo a prueba.
- Estimé oportuno presentarme ante el alcalde de la localidad y, preguntando a unas mujeres en la plaza, éstas me indicaron que podría encontrarlo en la taberna. – lo mejor era contar los hechos tal cual habían sucedido, aún no sabía en quién podía o no confiar, por lo que lo mejor era aprovechar la situación y ganarse su confianza; no sabía si el capitán podía haber enviado a alguien a seguirlo – No podía imaginar que el alcalde fuese además el tabernero del pueblo… - dijo fingiendo desagrado. – Al poco de llegar tuve un… llamémoslo intercambio de opiniones, con un hombre que se encontraba allí. Creo recordar que la muchacha que estaba atendiendo a los parroquianos lo llamó Roberto.
- Así que ya ha conocido a ese maldito Pérez… Es un exaltado, un maldito anarquista que no hace más que darnos problemas. – Olmedo estaba dejando demasiado a la vista el desagrado que le producía Roberto, por lo que el teniente tomo buena nota de ello ya que la noche anterior no pudo hacerse una idea de qué pensar acerca del jornalero
- ¿Qué tipo de problemas? – preguntó Garay al descuido. El gesto de Olmedo no le gustó en absoluto – Lo digo, por si puedo ayudarle en algo, capitán.
- Ya veremos, Garay, ya veremos. ¿Hoy tiene previsto hacer alguna otra visita de cortesía? – preguntó el capitán.
- Debería ir a visitar al gobernador. – el gesto de fingida sorpresa de Olmedo no pasó desapercibido para el teniente. Estaba siendo vigilado, por lo que deberían tener mucho cuidado con sus encuentros – Uno de mis superiores en Málaga me encargó que le presentara sus respetos.
- Y usted diligentemente va a hacerlo…
- Si usted no ordena lo contrario, señor. Uno siempre debe de tener muy claro a quien debe rendir cuentas.
- No, no tengo ningún inconveniente. Vaya, vaya, no haga esperar al señor gobernador.
#947
15/02/2012 23:07
Roberto había salido de casa temprano, había pasado la noche dando vueltas en la cama, pensando en Natalia, en el dolor que la había causado y en lo diferentes que eran las noches sin ella a su lado. Nadie se había levantado aún y aprovechó la quietud del amanecer para escabullirse de la casa sin tener que dar explicaciones a su abuelo ni recibirlas de su madre. No entendía cómo su madre quisiera explicarle nada, ¿qué iba a explicarle? ¿que su vida había sido una mentira? ¿que los Montoro se habían reído de ellos durante años? ¿que había sido la amante del señor de la casa? Roberto no se sentía con fuerzas para escuchar sus explicaciones, máxime cuando aún sentía entre sus brazos el cuerpo del único hombre que se había comportado con él como un padre, Tomás. Al llegar al terruño lo encontró como de cómo de costumbre, nada había crecido en aquella tierra en los últimos años; la tierra estaba descansada pero tampoco había sido cuidada por lo que el trabajo que había tenido que realizar para ponerla en condiciones había sido agotador. Sin embargo, bajo aquel aspecto tan triste y descorazonador, las semillas que Natalia y él habían sembrado seguían su proceso, en pocos días más germinarían y, lentamente, los brotes asomarían entre la tierra. Natalia, todos sus pensamientos llevaban a ella, incluso un terreno baldío se la recordaba. Le recordaba los buenos momentos pasados en su compañía, las caricias, las risas, los besos compartidos.
Las horas transcurrieron sin que Roberto se diera cuenta de ello. Sentado bajo los árboles, recordando el día que Natalia lo ayudó a sembrar aquella misma tierra que contemplaba, el mismo día en que se dijeron por primera vez que se amaban, no se dio cuenta de que el tiempo transcurría, de que casi había anochecido; tampoco se percató de que había recibido varias visitas que se habían quedado observándole desde la distancia: primero su abuelo, más tarde Rafaelín y por último Eugenia Montoro, personas preocupadas por su seguridad, quienes concientes de su dolor, no querían dejarlo solo pero tampoco importunar su soledad y sus pensamientos.
Hacía muchas horas que había comenzado el viaje de Natalia, ni siquiera el traqueteo y la incomodidad del compartimento en el que se encontraba alojada habían conseguido sacarla de su ensimismamiento; los paisajes cambiaban a cada kilómetro que recorría aquel ferrocarril, pero para ella eran totalmente indiferentes. Desde que saliera de Arazana sus pensamientos habían girado en torno a Roberto, a su amor y a su abandono. Volvieron a su mente todos los momentos pasados a su lado, los buenos y los malos; sonrió recordando las horas pasadas en el terruño y en la feria en Sevilla, se entristeció al pensar en las discusiones que mantuvieron acerca del dinero y volvió a sonreír al recordar las noches pasadas entre sus brazos. Noches que no volverían a repetirse, de nuevo las noches volverían a ser como las que sufría antes de conocerlo, noches eternas envueltas en soledad y frío.
Las horas transcurrieron sin que Roberto se diera cuenta de ello. Sentado bajo los árboles, recordando el día que Natalia lo ayudó a sembrar aquella misma tierra que contemplaba, el mismo día en que se dijeron por primera vez que se amaban, no se dio cuenta de que el tiempo transcurría, de que casi había anochecido; tampoco se percató de que había recibido varias visitas que se habían quedado observándole desde la distancia: primero su abuelo, más tarde Rafaelín y por último Eugenia Montoro, personas preocupadas por su seguridad, quienes concientes de su dolor, no querían dejarlo solo pero tampoco importunar su soledad y sus pensamientos.
Hacía muchas horas que había comenzado el viaje de Natalia, ni siquiera el traqueteo y la incomodidad del compartimento en el que se encontraba alojada habían conseguido sacarla de su ensimismamiento; los paisajes cambiaban a cada kilómetro que recorría aquel ferrocarril, pero para ella eran totalmente indiferentes. Desde que saliera de Arazana sus pensamientos habían girado en torno a Roberto, a su amor y a su abandono. Volvieron a su mente todos los momentos pasados a su lado, los buenos y los malos; sonrió recordando las horas pasadas en el terruño y en la feria en Sevilla, se entristeció al pensar en las discusiones que mantuvieron acerca del dinero y volvió a sonreír al recordar las noches pasadas entre sus brazos. Noches que no volverían a repetirse, de nuevo las noches volverían a ser como las que sufría antes de conocerlo, noches eternas envueltas en soledad y frío.
#948
15/02/2012 23:41
Gracias ROberta
noches eternas envueltas en soledad y frio....y cada vez mas lejos el uno de la otra
noches eternas envueltas en soledad y frio....y cada vez mas lejos el uno de la otra
#949
16/02/2012 01:18
Gracias Roberta..me encanta...una que es romantica de naturaleza ...
#950
17/02/2012 07:25
- El capitán Olmedo le tiene verdadero odio, señor Pérez. – Roberto se encogió de hombros y no dijo nada, permaneció apoyado en el aparador del salón del gobernador Hermida; realmente, a Roberto poco le importaba lo que Olmedo le tuviese preparado.
El teniente Garay acababa de llegar a la casa de gobernador Hermida; Roberto, Sara y Miguel llevaban ya varios minutos en el interior y habían tenido mucho cuidado de que nadie los viera llegar, era muy importante que nadie los relacionara con el teniente Garay, pues de otro modo pondrían en peligro la captura de Olmedo.
- Todos conocemos la animadversión del capitán hacia el señor Pérez, teniente, pero ¿piensa usted que nuestro amigo podría correr algún peligro? – doña Elvira preguntó alarmada. La mujer se había unido a las visitas para tratar el tema de la captura de Olmedo y nadie dijo nada al contrario, Roberto y Miguel conocían perfectamente la situación por la que el matrimonio Hermida estaba pasando y estaban dispuestos a ayudar en todo lo que pudiesen.
- Si, señora. – respondió el teniente Garay - Me temo que el capitán Olmedo pueda estar preparando alguna estratagema, pero por desgracia aún no tengo la menor idea de lo que pueda ser. Dado que los bandoleros no están dando señales de ningún tipo de actividad, y que tiene que justificar mi presencia y la de mis compañeros aquí de algún modo, lo más lógico es que su objetivo sean las revueltas anarquistas, existentes o no.
- Pero no se puede acusar a alguien de algo inexistente. – insistió Elvira – Me refiero a que si no hay revueltas, si no hay manifestaciones, si no hay alborotos… ¿de qué se le va a acusar a Roberto?
- De estar preparando revueltas, manifestaciones y alborotos. – dijo Roberto levantándose de su asiento.
- El capitán Olmedo no necesita razones para nada, se ha acostumbrado a hacer y deshacer en Arazana a su antojo sin que nadie se oponga a ello. – dijo Miguel apesadumbrado. Sara colocó su mano en el brazo del muchacho para infundirle ánimos. La joven sabía que su novio se sentía culpable de que los desmanes se sucedieran en el pueblo sin que él pudiese hacer nada.
- Pero gracias a ustedes esos abusos tienen sus días contados, no todo el mundo estaría dispuesto a poner en peligro su integridad por ayudar de este modo. – replicó el teniente Garay – Ahora debemos estar preparados ante el próximo paso de Olmedo.
- Y ¿cómo vamos a estarlo? ¿O tiene alguna información que aún no nos ha comentado? – preguntó el gobernador.
- Es usted muy perspicaz, señor gobernador. - dijo el teniente Garay sonriendo – Esta misma mañana, con la excusa de conocer los alrededores de la comarca, me acerqué hasta Villareja. Me cuidé muy bien de que nadie me siguiera ya que tenía la intención de enviar un telegrama. Mis superiores me indicaron que me enviarían noticias a través de la oficina de telégrafos de ésta localidad, – aclaró mirando directamente a Sara – es más seguro para todos de ese modo. Pero no fue necesario enviarlo, – continuó explicando - ya que al llegar allí tenía un par de ellos esperando que los recogiera. Aquí los tienen – dijo tendiéndoselos a Sara y el gobernador. Doña Elvira se acercó a su marido para poder leer uno de ellos mientras que Roberto y Miguel rodeaban a la joven inglesa.
- Entonces sus sospechas no son tales si no que están fundadas en una base sólida… – dijo don Abel.
- Según esto, los cómplices de Olmedo están preparando algo, pero no dicen qué, tan solo que parece que van a dejar sus localidades para ir hacia… ¿dónde? – Sara leía una y otra vez el telegrama enviado desde la comandancia de Málaga, en él informaban de que todos los cómplices de Olmedo que estaban siendo investigados y vigilados habían comenzado a alterar sus costumbres y pareciera que estaban disponiéndose a realizar algún viaje.
- Hacia aquí. – dijo Roberto escuetamente mientras se recostaba de nuevo contra el sofá en el que se hallaba sentado junto a Sara y Miguel. – Hacia adónde si no. El teniente ya ha comentado que no hay ninguna razón para realizar una acción contra los bandoleros, el otro objetivo soy yo. Sin duda alguna se dirigen hacia Arazana. – mientras decía estas palabras, Roberto miraba fijamente al recién llegado, quien correspondía a su mirada con una mezcla de admiración ante su templanza y miedo ante la inseguridad de las reacciones del muchacho.
- ¿Y bien? ¿Cuándo piensa que tendremos nuevas noticias de Comandancia? – preguntó Miguel. El joven no había perdido detalle de las palabras intercambiadas por Roberto y Garay, así como tampoco había perdido detalle de las miradas y los gestos de cada uno de ellos. No conocía al teniente aún, pero sí a Roberto y su despreocupada tranquilidad le asustaban, temía que se prestase a cualquier cosa sin medir las consecuencias de sus actos. Ahora que ya no tenía a Natalia a su lado, sabía que Roberto era capaz de cualquier cosa, sin importarle lo que le sucediera, incluso perder la vida.
- Espero que lleguen telegramas diarios a la oficina de Villareja. – Todos los presentes se miraron desconcertados, iba a ser complicado que el teniente se acercara hasta allí diariamente sin levantar sospechas – Por ello me tomé la libertad de decirle al telegrafista que como me sería complicado acercarme a diario enviaría a otras personas a por ellos.
- Bien pensado. – dijo doña Elvira – Nadie sospechará de la señora del gobernador que se ha acercado hasta la población vecina a buscar telas para unos nuevos vestidos…
- No, señora, no puedo permitir – comenzó el teniente Garay a decir
- … y como es tan caprichosa y especial en sus gustos – continuó ella sin prestar oídos al joven – tendrá que volver en repetidas ocasiones hasta dar con todo lo que necesita.
- Elvira. – dijo el gobernador con voz seria y tomando una de las manos de su esposa entre las suyas – No es necesario que te arriesgues de ese modo.
- No me estoy arriesgando en absoluto, Abel. Tan solo voy a gastar dinero y de paso preguntaré en la oficina de correos si tienen algo que enviar a Arazana. No es ninguna molestia hacerlo. – Gabriel pensó que la esposa del gobernador era una mujer muy valiente, pero los demás tomaron el gesto como lo que realmente era, un modo de acercarse a Abel y a Sara, un modo de demostrar que ella también pertenecía a aquella familia e iba a luchar junto a ellos pasara lo que pasara.
- Está bien, - dijo Gabriel con un suspiro.
El teniente Garay acababa de llegar a la casa de gobernador Hermida; Roberto, Sara y Miguel llevaban ya varios minutos en el interior y habían tenido mucho cuidado de que nadie los viera llegar, era muy importante que nadie los relacionara con el teniente Garay, pues de otro modo pondrían en peligro la captura de Olmedo.
- Todos conocemos la animadversión del capitán hacia el señor Pérez, teniente, pero ¿piensa usted que nuestro amigo podría correr algún peligro? – doña Elvira preguntó alarmada. La mujer se había unido a las visitas para tratar el tema de la captura de Olmedo y nadie dijo nada al contrario, Roberto y Miguel conocían perfectamente la situación por la que el matrimonio Hermida estaba pasando y estaban dispuestos a ayudar en todo lo que pudiesen.
- Si, señora. – respondió el teniente Garay - Me temo que el capitán Olmedo pueda estar preparando alguna estratagema, pero por desgracia aún no tengo la menor idea de lo que pueda ser. Dado que los bandoleros no están dando señales de ningún tipo de actividad, y que tiene que justificar mi presencia y la de mis compañeros aquí de algún modo, lo más lógico es que su objetivo sean las revueltas anarquistas, existentes o no.
- Pero no se puede acusar a alguien de algo inexistente. – insistió Elvira – Me refiero a que si no hay revueltas, si no hay manifestaciones, si no hay alborotos… ¿de qué se le va a acusar a Roberto?
- De estar preparando revueltas, manifestaciones y alborotos. – dijo Roberto levantándose de su asiento.
- El capitán Olmedo no necesita razones para nada, se ha acostumbrado a hacer y deshacer en Arazana a su antojo sin que nadie se oponga a ello. – dijo Miguel apesadumbrado. Sara colocó su mano en el brazo del muchacho para infundirle ánimos. La joven sabía que su novio se sentía culpable de que los desmanes se sucedieran en el pueblo sin que él pudiese hacer nada.
- Pero gracias a ustedes esos abusos tienen sus días contados, no todo el mundo estaría dispuesto a poner en peligro su integridad por ayudar de este modo. – replicó el teniente Garay – Ahora debemos estar preparados ante el próximo paso de Olmedo.
- Y ¿cómo vamos a estarlo? ¿O tiene alguna información que aún no nos ha comentado? – preguntó el gobernador.
- Es usted muy perspicaz, señor gobernador. - dijo el teniente Garay sonriendo – Esta misma mañana, con la excusa de conocer los alrededores de la comarca, me acerqué hasta Villareja. Me cuidé muy bien de que nadie me siguiera ya que tenía la intención de enviar un telegrama. Mis superiores me indicaron que me enviarían noticias a través de la oficina de telégrafos de ésta localidad, – aclaró mirando directamente a Sara – es más seguro para todos de ese modo. Pero no fue necesario enviarlo, – continuó explicando - ya que al llegar allí tenía un par de ellos esperando que los recogiera. Aquí los tienen – dijo tendiéndoselos a Sara y el gobernador. Doña Elvira se acercó a su marido para poder leer uno de ellos mientras que Roberto y Miguel rodeaban a la joven inglesa.
- Entonces sus sospechas no son tales si no que están fundadas en una base sólida… – dijo don Abel.
- Según esto, los cómplices de Olmedo están preparando algo, pero no dicen qué, tan solo que parece que van a dejar sus localidades para ir hacia… ¿dónde? – Sara leía una y otra vez el telegrama enviado desde la comandancia de Málaga, en él informaban de que todos los cómplices de Olmedo que estaban siendo investigados y vigilados habían comenzado a alterar sus costumbres y pareciera que estaban disponiéndose a realizar algún viaje.
- Hacia aquí. – dijo Roberto escuetamente mientras se recostaba de nuevo contra el sofá en el que se hallaba sentado junto a Sara y Miguel. – Hacia adónde si no. El teniente ya ha comentado que no hay ninguna razón para realizar una acción contra los bandoleros, el otro objetivo soy yo. Sin duda alguna se dirigen hacia Arazana. – mientras decía estas palabras, Roberto miraba fijamente al recién llegado, quien correspondía a su mirada con una mezcla de admiración ante su templanza y miedo ante la inseguridad de las reacciones del muchacho.
- ¿Y bien? ¿Cuándo piensa que tendremos nuevas noticias de Comandancia? – preguntó Miguel. El joven no había perdido detalle de las palabras intercambiadas por Roberto y Garay, así como tampoco había perdido detalle de las miradas y los gestos de cada uno de ellos. No conocía al teniente aún, pero sí a Roberto y su despreocupada tranquilidad le asustaban, temía que se prestase a cualquier cosa sin medir las consecuencias de sus actos. Ahora que ya no tenía a Natalia a su lado, sabía que Roberto era capaz de cualquier cosa, sin importarle lo que le sucediera, incluso perder la vida.
- Espero que lleguen telegramas diarios a la oficina de Villareja. – Todos los presentes se miraron desconcertados, iba a ser complicado que el teniente se acercara hasta allí diariamente sin levantar sospechas – Por ello me tomé la libertad de decirle al telegrafista que como me sería complicado acercarme a diario enviaría a otras personas a por ellos.
- Bien pensado. – dijo doña Elvira – Nadie sospechará de la señora del gobernador que se ha acercado hasta la población vecina a buscar telas para unos nuevos vestidos…
- No, señora, no puedo permitir – comenzó el teniente Garay a decir
- … y como es tan caprichosa y especial en sus gustos – continuó ella sin prestar oídos al joven – tendrá que volver en repetidas ocasiones hasta dar con todo lo que necesita.
- Elvira. – dijo el gobernador con voz seria y tomando una de las manos de su esposa entre las suyas – No es necesario que te arriesgues de ese modo.
- No me estoy arriesgando en absoluto, Abel. Tan solo voy a gastar dinero y de paso preguntaré en la oficina de correos si tienen algo que enviar a Arazana. No es ninguna molestia hacerlo. – Gabriel pensó que la esposa del gobernador era una mujer muy valiente, pero los demás tomaron el gesto como lo que realmente era, un modo de acercarse a Abel y a Sara, un modo de demostrar que ella también pertenecía a aquella familia e iba a luchar junto a ellos pasara lo que pasara.
- Está bien, - dijo Gabriel con un suspiro.
#951
20/02/2012 19:54
- ¿A qué viene ese suspiro, teniente? – dijo Sara en tono burlón
- A que no creo que se estén tomando esto demasiado en serio, señorita Reeves. – Semejantes palabras hicieron que la sonrisa que flotaba en los labios de Sara desapareciera e intentara levantarse, pero Miguel estuvo atento a su reacción y la tomó del brazo evitando que le levantara para acercarse a Garay – El capitán Olmedo es un hombre extremadamente peligroso; como ya le he dicho, tiene cómplices que se está preparando para venir al pueblo y nosotros somos solamente dos: el teniente Romero y yo.
- ¿Cómo que solamente ustedes dos? – preguntó Roberto ofendido.
- Tan solo los presentes sabemos, o más bien intuimos, cuáles es el siguiente paso que el capitán Olmedo va a dar. – Gabriel Garay se levantó del sillón en el que estaba sentado y comenzó a caminar por la estancia – No podemos contar con nadie más, ni siquiera con los agentes que vinieron conmigo; tienen órdenes de comandancia de acatar mis órdenes, pero Olmedo es superior a mí en rango y Arazana queda muy lejos de Málaga.
- También podemos contar con el sargento Morales, – dijo Miguel – no tiene la menor idea de estas reuniones que estamos llevando a cabo pero podemos confiar en él plenamente. Le gusta el capitán Olmedo tan poco como nos gusta a nosotros.
- Y con el señor Guarda. – continuó Sara.
- ¿Quién es el señor Guarda? – preguntó Gabriel.
- No creo que esté dispuesto a meterse en esto, ni creo conveniente decírselo siquiera. – terció Miguel.
- El señor Guarda es una especie de guardaespaldas, lo conoció el día que llegó, – continuó Sara dirigiéndose al teniente Garay – estábamos Miguel y yo con él y con la señorita Montoro cuando el sargento Morales se acercó con usted.
- Si, lo recuerdo. – dijo el teniente Garay pensativo.
- ¿Estás segura de que se puede confiar en él, hija? – preguntó el gobernador – Lleva muy poco tiempo en Arazana, además nunca me has contado cómo ese hombre llegó hasta aquí.
Antes de responder, Sara miró a Roberto, sabía que recordar a Natalia le dolería pero necesitaban la ayuda del ex-bandolero para llevar su plan a buen término. Como bien decía el recién llegado, eran muy pocos y Olmedo era muy peligroso; sería difícil encontrar una excusa plausible para reunir de nuevo a toda la partida, pero al menos con el Chato podían contar.
- Luis, un buen amigo de Natalia y quien está llevando los negocios en su ausencia, - comenzó explicando Sara en voz baja – lo contrató. Parece ser que… - Sara titubeaba, intentando buscar las palabras más adecuadas. El inmenso dolor por la marcha de su prima iba remitiendo y comenzaba a darse cuenta del dolor que Roberto sufría y del sacrificio que había realizado, si bien seguía sin compartir sus razones - … de algún modo… le llegó la información de que Arazana no era un lugar seguro y optó por contratar al señor Guarda para que nos sirviera de protección. Ahora que Natalia ya no está… el señor Guarda sigue en Arazana, no sé por cuánto tiempo, pero…
- No quiero matones a sueldo, no son de fiar. – replicó el teniente Garay – Están acostumbrados a hacer su voluntad y a no doblegarse a las órdenes de otros.
- Él no. – repuso Sara. – Con él podemos contar.
- ¿Estás segura, hija? – preguntó el gobernador.
- Completamente.
- Bien, entonces habla con él. – sentenció el gobernador – No tenemos más opciones teniente, como usted mismo ha dicho somos muy pocos y el capitán es muy peligroso.
- Está bien. – aceptó el teniente malhumorado – Esperaremos entonces a las noticias que la señora pueda traernos mañana de Villareja. Buenas noches. – El teniente Garay salió de la casa con aire distraído, pero muy consciente de que una persona estaba siguiéndole desde el momento en el que salió de la casa del gobernador, se confirmaba que Olmedo no confiaba del todo en él y le había puesto escolta. No le importó, tenía toda la noche para idear una excusa que le sirviera para volver cada noche a casa del gobernador Hermida. También se quedó pensando en lo que había dicho la señorita Reeves, ¿quién sería esa tal Natalia y porqué la conversación se había vuelto triste tan repentinamente al hablar de su marcha? Estas preguntas no permanecieron largo tiempo en su mente, era más importante concentrarse en buscar una excusa para sus continuas visitas a casa de los Hermida.
- A que no creo que se estén tomando esto demasiado en serio, señorita Reeves. – Semejantes palabras hicieron que la sonrisa que flotaba en los labios de Sara desapareciera e intentara levantarse, pero Miguel estuvo atento a su reacción y la tomó del brazo evitando que le levantara para acercarse a Garay – El capitán Olmedo es un hombre extremadamente peligroso; como ya le he dicho, tiene cómplices que se está preparando para venir al pueblo y nosotros somos solamente dos: el teniente Romero y yo.
- ¿Cómo que solamente ustedes dos? – preguntó Roberto ofendido.
- Tan solo los presentes sabemos, o más bien intuimos, cuáles es el siguiente paso que el capitán Olmedo va a dar. – Gabriel Garay se levantó del sillón en el que estaba sentado y comenzó a caminar por la estancia – No podemos contar con nadie más, ni siquiera con los agentes que vinieron conmigo; tienen órdenes de comandancia de acatar mis órdenes, pero Olmedo es superior a mí en rango y Arazana queda muy lejos de Málaga.
- También podemos contar con el sargento Morales, – dijo Miguel – no tiene la menor idea de estas reuniones que estamos llevando a cabo pero podemos confiar en él plenamente. Le gusta el capitán Olmedo tan poco como nos gusta a nosotros.
- Y con el señor Guarda. – continuó Sara.
- ¿Quién es el señor Guarda? – preguntó Gabriel.
- No creo que esté dispuesto a meterse en esto, ni creo conveniente decírselo siquiera. – terció Miguel.
- El señor Guarda es una especie de guardaespaldas, lo conoció el día que llegó, – continuó Sara dirigiéndose al teniente Garay – estábamos Miguel y yo con él y con la señorita Montoro cuando el sargento Morales se acercó con usted.
- Si, lo recuerdo. – dijo el teniente Garay pensativo.
- ¿Estás segura de que se puede confiar en él, hija? – preguntó el gobernador – Lleva muy poco tiempo en Arazana, además nunca me has contado cómo ese hombre llegó hasta aquí.
Antes de responder, Sara miró a Roberto, sabía que recordar a Natalia le dolería pero necesitaban la ayuda del ex-bandolero para llevar su plan a buen término. Como bien decía el recién llegado, eran muy pocos y Olmedo era muy peligroso; sería difícil encontrar una excusa plausible para reunir de nuevo a toda la partida, pero al menos con el Chato podían contar.
- Luis, un buen amigo de Natalia y quien está llevando los negocios en su ausencia, - comenzó explicando Sara en voz baja – lo contrató. Parece ser que… - Sara titubeaba, intentando buscar las palabras más adecuadas. El inmenso dolor por la marcha de su prima iba remitiendo y comenzaba a darse cuenta del dolor que Roberto sufría y del sacrificio que había realizado, si bien seguía sin compartir sus razones - … de algún modo… le llegó la información de que Arazana no era un lugar seguro y optó por contratar al señor Guarda para que nos sirviera de protección. Ahora que Natalia ya no está… el señor Guarda sigue en Arazana, no sé por cuánto tiempo, pero…
- No quiero matones a sueldo, no son de fiar. – replicó el teniente Garay – Están acostumbrados a hacer su voluntad y a no doblegarse a las órdenes de otros.
- Él no. – repuso Sara. – Con él podemos contar.
- ¿Estás segura, hija? – preguntó el gobernador.
- Completamente.
- Bien, entonces habla con él. – sentenció el gobernador – No tenemos más opciones teniente, como usted mismo ha dicho somos muy pocos y el capitán es muy peligroso.
- Está bien. – aceptó el teniente malhumorado – Esperaremos entonces a las noticias que la señora pueda traernos mañana de Villareja. Buenas noches. – El teniente Garay salió de la casa con aire distraído, pero muy consciente de que una persona estaba siguiéndole desde el momento en el que salió de la casa del gobernador, se confirmaba que Olmedo no confiaba del todo en él y le había puesto escolta. No le importó, tenía toda la noche para idear una excusa que le sirviera para volver cada noche a casa del gobernador Hermida. También se quedó pensando en lo que había dicho la señorita Reeves, ¿quién sería esa tal Natalia y porqué la conversación se había vuelto triste tan repentinamente al hablar de su marcha? Estas preguntas no permanecieron largo tiempo en su mente, era más importante concentrarse en buscar una excusa para sus continuas visitas a casa de los Hermida.
#952
20/02/2012 20:08
Gracias Roberta ....preguntita? A que viene la preocupación del Tte. Garay por Natalia? Y natalia donde anda?
#953
21/02/2012 07:10
El teniente Garay es muy observador y Sara ha cambiado su actitud al hablar de Natalia y la pobre sigue metida en un tren... Eran muy lentos en aquella época y en Arazana no cambiamos de año ni a la de tres.
#954
03/03/2012 15:42
¡¡¡Qué vergüenza!!!
¡Cuánto tiempo sin poner nada, pero es que he estado muy liada con muchas cosas!
Seguro que ya nadie lo lee, pero bueno, a mi me divierte desahogarme escribiendo para olvidarme de la cotidianidad.
Un beso
_____________________________________________________________________
Pasados unos minutos de incómodo silencio Roberto se levantó y, dejando la copa que había sostenido entre las manos toda la noche, se dispuso a abandonar la casa de los Hermida.
- Roberto, espera. – Sara se puso en pie y lo tomó de la mano. – Lo siento, siento haber sido tan dura contigo, sé que estás pasando por un trance terrible…
- No sigas, Sara. Te comprendo perfectamente, en tú lugar yo habría actuado del mismo modo, – una sonrisa triste afloró a los labios de Roberto – pero sigo pensando que hice lo único que podía hacer.
- Roberto…
- Hasta mañana. - le dijo a Sara, y volviéndose a los demás se despidió. – Buenas noches.
- Roberto… - dijo ella tratando de retenerle, pero el muchacho continuó su camino y abandonó la casa.
- Sara, deja que se vaya. – Miguel retenía a su novia tomándola del brazo.
- Pero…
- Ya lo has oído, entiende tu comportamiento, entiende que estés dolida y que no comprendas sus razones. Deja que se vaya.
- Hija, - interrumpió el gobernador a la pareja - ¿qué ha ocurrido entre Roberto y tú? Estos dos últimos días has sido muy dura con él y eso que está pasando por un trance muy duro con la muerte de su padre.
- Es… es complicado de explicar. – Sara miró a Miguel intentando buscar su aprobación.
- ¿Tiene algo que ver tu prima Natalia con ello? – preguntó don Abel. Sara se puso lívida ante semejante pregunta. - Lo digo porque antes, cuando la has nombrado, has mirado a Roberto.
- Sí, algo tiene que ver. Durante estos dos meses, – comenzó a explicar la joven titubeando – y tras lo sucedido con Antonio Villa, surgió una amistad entre ellos, entre Roberto y Natalia. Y ahora, Natalia ha tenido que volver a su casa y estaban disgustados y no han solucionado la causa de su desavenencia… Una tontería, pero; bueno, ella es mi prima y la quiero mucho y es lógico que me ponga de su parte y la defienda ante Roberto.
- Lo comprendo. – dijo don Abel acercándose a su hija – Pero será mejor que no volvamos a hablar de este tema, no creo que a Roberto le agrade estar en boca de todos aunque sea por una tontería.
- Sí, tienes razón. – dijo Sara aliviada – Hasta mañana, papá. Buenas noches, Elvira. – acercándose a ambos, los besó y salió de la casa seguida por el teniente Romero, quien saludo cortésmente a la pareja a modo de despedida.
- ¿La has creído? – dijo Abel volviéndose a su mujer cuando se quedaron a solas.
- ¿Lo de que está disgustada con Roberto a causa de Natalia? – preguntó su esposa. – Sí, pero no creo que la causa sea una tontería. Roberto lleva unos días absorto en sus pensamientos, no es el joven amable que todos conocemos.
- Has de tener en cuenta que acaba de fallecer su padre. – insistió Abel.
- Lo sé, pero los hombres no reaccionáis así ante la muerte de un padre. – Abel Hermida puso cara de desconcierto ante semejante afirmación – No me hagas caso, tal vez sea intuición femenina, o un pálpito, llámalo como quieras. De todos modos, debe haber sido algo grave. Sara es una mujer arrebatada pero justa, y teniendo en cuenta que Tomás Pérez acaba de fallecer, no creo que se enfadase con Roberto por una tontería. Si defiende a Natalia de semejante modo es porque algo grave ha sucedido.
- Si hubiese pasado algo grave me hubiera enterado, soy el gobernador. – dijo el señor Hermida ofendido – Es mi deber velar por la tranquilidad de los vecinos de…
- Pero también eres un hombre, querido; y a los hombres se os escapan las cosas más importantes. – replicó Elvira mientras salía del salón dejando atrás a su esposo.
- Espera un momento ¿qué has querido decir con eso? – dijo él saliendo tras ella.
¡Cuánto tiempo sin poner nada, pero es que he estado muy liada con muchas cosas!
Seguro que ya nadie lo lee, pero bueno, a mi me divierte desahogarme escribiendo para olvidarme de la cotidianidad.
Un beso
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Pasados unos minutos de incómodo silencio Roberto se levantó y, dejando la copa que había sostenido entre las manos toda la noche, se dispuso a abandonar la casa de los Hermida.
- Roberto, espera. – Sara se puso en pie y lo tomó de la mano. – Lo siento, siento haber sido tan dura contigo, sé que estás pasando por un trance terrible…
- No sigas, Sara. Te comprendo perfectamente, en tú lugar yo habría actuado del mismo modo, – una sonrisa triste afloró a los labios de Roberto – pero sigo pensando que hice lo único que podía hacer.
- Roberto…
- Hasta mañana. - le dijo a Sara, y volviéndose a los demás se despidió. – Buenas noches.
- Roberto… - dijo ella tratando de retenerle, pero el muchacho continuó su camino y abandonó la casa.
- Sara, deja que se vaya. – Miguel retenía a su novia tomándola del brazo.
- Pero…
- Ya lo has oído, entiende tu comportamiento, entiende que estés dolida y que no comprendas sus razones. Deja que se vaya.
- Hija, - interrumpió el gobernador a la pareja - ¿qué ha ocurrido entre Roberto y tú? Estos dos últimos días has sido muy dura con él y eso que está pasando por un trance muy duro con la muerte de su padre.
- Es… es complicado de explicar. – Sara miró a Miguel intentando buscar su aprobación.
- ¿Tiene algo que ver tu prima Natalia con ello? – preguntó don Abel. Sara se puso lívida ante semejante pregunta. - Lo digo porque antes, cuando la has nombrado, has mirado a Roberto.
- Sí, algo tiene que ver. Durante estos dos meses, – comenzó a explicar la joven titubeando – y tras lo sucedido con Antonio Villa, surgió una amistad entre ellos, entre Roberto y Natalia. Y ahora, Natalia ha tenido que volver a su casa y estaban disgustados y no han solucionado la causa de su desavenencia… Una tontería, pero; bueno, ella es mi prima y la quiero mucho y es lógico que me ponga de su parte y la defienda ante Roberto.
- Lo comprendo. – dijo don Abel acercándose a su hija – Pero será mejor que no volvamos a hablar de este tema, no creo que a Roberto le agrade estar en boca de todos aunque sea por una tontería.
- Sí, tienes razón. – dijo Sara aliviada – Hasta mañana, papá. Buenas noches, Elvira. – acercándose a ambos, los besó y salió de la casa seguida por el teniente Romero, quien saludo cortésmente a la pareja a modo de despedida.
- ¿La has creído? – dijo Abel volviéndose a su mujer cuando se quedaron a solas.
- ¿Lo de que está disgustada con Roberto a causa de Natalia? – preguntó su esposa. – Sí, pero no creo que la causa sea una tontería. Roberto lleva unos días absorto en sus pensamientos, no es el joven amable que todos conocemos.
- Has de tener en cuenta que acaba de fallecer su padre. – insistió Abel.
- Lo sé, pero los hombres no reaccionáis así ante la muerte de un padre. – Abel Hermida puso cara de desconcierto ante semejante afirmación – No me hagas caso, tal vez sea intuición femenina, o un pálpito, llámalo como quieras. De todos modos, debe haber sido algo grave. Sara es una mujer arrebatada pero justa, y teniendo en cuenta que Tomás Pérez acaba de fallecer, no creo que se enfadase con Roberto por una tontería. Si defiende a Natalia de semejante modo es porque algo grave ha sucedido.
- Si hubiese pasado algo grave me hubiera enterado, soy el gobernador. – dijo el señor Hermida ofendido – Es mi deber velar por la tranquilidad de los vecinos de…
- Pero también eres un hombre, querido; y a los hombres se os escapan las cosas más importantes. – replicó Elvira mientras salía del salón dejando atrás a su esposo.
- Espera un momento ¿qué has querido decir con eso? – dijo él saliendo tras ella.
#955
04/03/2012 04:32
Yo la leo Roberta...y hay mas personas seguro que lo hacen....Gracias por el trocito...
#956
05/03/2012 20:20
Gracias a tí, Gaby
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Capítulo 92
El viaje estaba resultando mucho más largo de lo que había imaginado. La soledad del compartimento, el cual no había compartido con nadie, los recuerdos de lo vivido durante los dos últimos meses y la tristeza que la embargaba, habían hecho que el viaje resultara muy incómodo para Natalia. Tan solo había podido conciliar el sueño durante unas pocas horas y se despertó sobresaltada. No era la sensación de soledad y vacío a la que estaba tan acostumbrada lo que la había hecho despertar; era miedo ante el futuro, inseguridad ante lo que le deparaba su llegada a Bilbao… se volvió a sentir como cuando murieron sus padres: sola, triste, pequeña y abandonada. De pronto oyó un golpe en la portezuela que comunicaba su compartimento con el pasillo del vagón, instantes después un empleado del ferrocarril abría la puerta y anunciaba que faltaba aproximadamente una hora para que el tren llegara a su destino final, la estación de tren de Bilbao.
Suspiró y se asomó a la ventanilla, el cristal estaba sucio a causa de la gran cantidad de carbonilla, proveniente de la chimenea del tren, que se había depositado sobre él. Aún así, podía distinguir el paisaje. Durante la noche, las llanuras castellanas habían dejado paso a los verdes valles de su tierra, el tren avanzaba entre verdes extensiones de terreno dedicadas a huertas que rodeaban caseríos diseminados por el terreno. De cuando en cuando se veían algunos pequeños pueblos en los que el tren ni siquiera se detenía dada su escasa importancia. ¡Qué distinto era aquel pasaje del que se había acostumbrado a contemplar en los últimos meses! Pero decidió no volver a pensar en aquello, el tren que la había alejado de Arazana no solo lo estaba haciendo físicamente sino que también debía hacerlo emocionalmente. No podía perder más el tiempo pensando en una historia que desde el primer momento estuvo condenada al fracaso, se negaba a dejarse vencer de nuevo por la tristeza y el dolor, si se había recuperado una vez, podría volver a hacerlo; incluso debería serle más fácil, la distancia ayudaría a ello, además, no tendría a nadie a su alrededor que le recordara los meses pasados, los momentos de felicidad vividos y el dolor sufrido.
Dejando escapar un suspiro entre sus labios, se levantó del asiento y tomó una de las maletas que llevaba consigo, de su interior sacó un cepillo y un pequeño espejo y procedió a retocar su aspecto; si esperaba que nadie intuyese su dolor, debía aparecer radiante, feliz y despreocupada. Cuando estimó que el cabello estaba lo suficientemente arreglado buscó de nuevo en el interior de la maleta y extrajo un pequeño frasco de perfume, no lo había utilizado en demasía en los meses anteriores y estaba casi completo, vertió unas gotas en un pañuelo y procedió a refrescarse con él. Estaba impaciente por llegar a su casa y sumergirse en una relajante bañera de agua templada, otro de los placeres de los que no había podido disfrutar desde que abandonó su hogar. ¿Realmente hubiese sido capaz de abandonar su vida anterior y renunciar a todos esos caprichos en los que estaba pensando en aquellos momentos? No quiso pensar en ello y guardó el pañuelo y el frasco de perfume, volviendo a ocupar su asiento. El paisaje que podía observar ya le era muy familiar, calculó que quedaría aproximadamente 10 minutos para que el tren hiciese su entrada en los andenes de la estación y estaba segura de que estarían esperándola, por ello cerró los ojos y trató de serenarse. Iba a ser complicado ya que Luis y Nieves la conocían perfectamente y sería muy complicado ocultarles lo que había ocurrido; aún así, debía intentarlo por todos los medios, no quería pensar siquiera en que Luis le pidiese explicaciones a Roberto, sería demasiado humillante. El tren salió del túnel, ya podía observar a ambos lados de las vías los prados y las pequeñas casitas que formaban el barrio de Abando, anexionado a Bilbao pocos años antes, y al fondo la estación y sus andenes.
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Capítulo 92
El viaje estaba resultando mucho más largo de lo que había imaginado. La soledad del compartimento, el cual no había compartido con nadie, los recuerdos de lo vivido durante los dos últimos meses y la tristeza que la embargaba, habían hecho que el viaje resultara muy incómodo para Natalia. Tan solo había podido conciliar el sueño durante unas pocas horas y se despertó sobresaltada. No era la sensación de soledad y vacío a la que estaba tan acostumbrada lo que la había hecho despertar; era miedo ante el futuro, inseguridad ante lo que le deparaba su llegada a Bilbao… se volvió a sentir como cuando murieron sus padres: sola, triste, pequeña y abandonada. De pronto oyó un golpe en la portezuela que comunicaba su compartimento con el pasillo del vagón, instantes después un empleado del ferrocarril abría la puerta y anunciaba que faltaba aproximadamente una hora para que el tren llegara a su destino final, la estación de tren de Bilbao.
Suspiró y se asomó a la ventanilla, el cristal estaba sucio a causa de la gran cantidad de carbonilla, proveniente de la chimenea del tren, que se había depositado sobre él. Aún así, podía distinguir el paisaje. Durante la noche, las llanuras castellanas habían dejado paso a los verdes valles de su tierra, el tren avanzaba entre verdes extensiones de terreno dedicadas a huertas que rodeaban caseríos diseminados por el terreno. De cuando en cuando se veían algunos pequeños pueblos en los que el tren ni siquiera se detenía dada su escasa importancia. ¡Qué distinto era aquel pasaje del que se había acostumbrado a contemplar en los últimos meses! Pero decidió no volver a pensar en aquello, el tren que la había alejado de Arazana no solo lo estaba haciendo físicamente sino que también debía hacerlo emocionalmente. No podía perder más el tiempo pensando en una historia que desde el primer momento estuvo condenada al fracaso, se negaba a dejarse vencer de nuevo por la tristeza y el dolor, si se había recuperado una vez, podría volver a hacerlo; incluso debería serle más fácil, la distancia ayudaría a ello, además, no tendría a nadie a su alrededor que le recordara los meses pasados, los momentos de felicidad vividos y el dolor sufrido.
Dejando escapar un suspiro entre sus labios, se levantó del asiento y tomó una de las maletas que llevaba consigo, de su interior sacó un cepillo y un pequeño espejo y procedió a retocar su aspecto; si esperaba que nadie intuyese su dolor, debía aparecer radiante, feliz y despreocupada. Cuando estimó que el cabello estaba lo suficientemente arreglado buscó de nuevo en el interior de la maleta y extrajo un pequeño frasco de perfume, no lo había utilizado en demasía en los meses anteriores y estaba casi completo, vertió unas gotas en un pañuelo y procedió a refrescarse con él. Estaba impaciente por llegar a su casa y sumergirse en una relajante bañera de agua templada, otro de los placeres de los que no había podido disfrutar desde que abandonó su hogar. ¿Realmente hubiese sido capaz de abandonar su vida anterior y renunciar a todos esos caprichos en los que estaba pensando en aquellos momentos? No quiso pensar en ello y guardó el pañuelo y el frasco de perfume, volviendo a ocupar su asiento. El paisaje que podía observar ya le era muy familiar, calculó que quedaría aproximadamente 10 minutos para que el tren hiciese su entrada en los andenes de la estación y estaba segura de que estarían esperándola, por ello cerró los ojos y trató de serenarse. Iba a ser complicado ya que Luis y Nieves la conocían perfectamente y sería muy complicado ocultarles lo que había ocurrido; aún así, debía intentarlo por todos los medios, no quería pensar siquiera en que Luis le pidiese explicaciones a Roberto, sería demasiado humillante. El tren salió del túnel, ya podía observar a ambos lados de las vías los prados y las pequeñas casitas que formaban el barrio de Abando, anexionado a Bilbao pocos años antes, y al fondo la estación y sus andenes.
#957
06/03/2012 00:17
Hola Roberta me alegro de leerte
que lejos siguen natalia y roberto
gracias
que lejos siguen natalia y roberto
gracias
#958
07/03/2012 20:04
El tren redujo su velocidad y, en el preciso momento en el que el tren entró en la estación, Natalia bajó la ventanilla dispuesta a buscar entre la multitud alguna cara conocida. Podía ver familias enteras impacientes, esperando la llegada del miembro que les faltaba: madres llorosas ante la impaciencia de volver a ver al hijo que estaba estudiando en la capital, jovencitas nerviosas esperando la llegada del hermano o prometido, hermanos menores ávidos de noticias sobre la vida en la capital y orgullosos padres que disimulaban la emoción de volver a tener a su hijo en casa atusándose los bigotes. Natalia sonrió, ella no tendría tanta gente esperándola, una o dos personas a lo sumo, ella nunca tendría una familia esperándola. Cuando el tren se detuvo por fin, Natalia abrió la portezuela y se dispuso a bajar, pero una avalancha de gente comenzó a correr por el andén en busca de sus parientes y se retrajo, optando por esperar en el interior a que el bullicio se calmara.
- El tren ya se ha detenido, ¿no piensa bajar usted, señorita? – oyó que decía una voz masculina desde el exterior, una voz conocida que la hizo sonreír sin darse cuenta, instantes después una cabeza asomó por la puerta abierta.
- No estoy muy segura… - dijo Natalia sonriendo dubitativa - ¿se ha calmado ya todo?
- Uy, uy, uy… ¿qué te han hecho en Andalucía? ¡Has vuelto muy blandita! ¡Mi Natalia no se asustaría por cuatro gatos abrazándose en el andén de una estación!
- ¿Tu Natalia? – preguntó ella poniéndose en pie y acercándose al hueco de la puerta.
- Si, mi Natalia, ¿de quién sino? – dijo él dando un paso hacia atrás y tendiéndole los brazos - ¡Ven aquí, preciosa!
Natalia dejó escapar una tímida carcajada y se lanzó en los brazos el hombre, quien la recogió sin ninguna dificultad y comenzó a dar vueltas sobre sí mismo.
Natalia se sentía protegida en aquellos brazos, tan protegida como se había sentido días atrás en brazos de Roberto. Aquellos dos hombres eran tan parecidos entre si. Ambos tenían un carácter fuerte, pero también sabían ser cariñosos y dulces; eran trabajadores, serios a la hora de cumplir con la palabra dada, responsables… Incluso físicamente podían ser descritos de una manera similar: altos, fuertes, atléticos, ambos tenían el cabello oscuro y más largo de lo que dictaba la moda, solo que mientras el cabello de uno era rizado, el del oro era liso. Otra característica que los diferenciaba eran los ojos, los de uno eran marrones mientras que los del otro eran verdes. También tenían en común a Natalia; para ella, uno era el hombre de su vida, el otro el hermano que nunca tuvo.
- El tren ya se ha detenido, ¿no piensa bajar usted, señorita? – oyó que decía una voz masculina desde el exterior, una voz conocida que la hizo sonreír sin darse cuenta, instantes después una cabeza asomó por la puerta abierta.
- No estoy muy segura… - dijo Natalia sonriendo dubitativa - ¿se ha calmado ya todo?
- Uy, uy, uy… ¿qué te han hecho en Andalucía? ¡Has vuelto muy blandita! ¡Mi Natalia no se asustaría por cuatro gatos abrazándose en el andén de una estación!
- ¿Tu Natalia? – preguntó ella poniéndose en pie y acercándose al hueco de la puerta.
- Si, mi Natalia, ¿de quién sino? – dijo él dando un paso hacia atrás y tendiéndole los brazos - ¡Ven aquí, preciosa!
Natalia dejó escapar una tímida carcajada y se lanzó en los brazos el hombre, quien la recogió sin ninguna dificultad y comenzó a dar vueltas sobre sí mismo.
Natalia se sentía protegida en aquellos brazos, tan protegida como se había sentido días atrás en brazos de Roberto. Aquellos dos hombres eran tan parecidos entre si. Ambos tenían un carácter fuerte, pero también sabían ser cariñosos y dulces; eran trabajadores, serios a la hora de cumplir con la palabra dada, responsables… Incluso físicamente podían ser descritos de una manera similar: altos, fuertes, atléticos, ambos tenían el cabello oscuro y más largo de lo que dictaba la moda, solo que mientras el cabello de uno era rizado, el del oro era liso. Otra característica que los diferenciaba eran los ojos, los de uno eran marrones mientras que los del otro eran verdes. También tenían en común a Natalia; para ella, uno era el hombre de su vida, el otro el hermano que nunca tuvo.
#959
08/03/2012 00:21
GRacias Roberta
#960
08/03/2012 03:47
Gracias Roberta!!