Foro Bandolera
Como no me gusta la historia... voy y la cambio (Natalia y Roberto)
#0
27/04/2011 20:02
Como estoy bastante aburrida de que me tengan a Roberto entre rejas, aunque sean las rejas de cartón piedra del cuartel de Arazana, y de que nadie (excepto San Miguel) intente hacer nada... pues voy y lo saco yo misma.
Y como la historia parece que va dos pasitos pa´lante y tres pa´trás, pues voy y la cambio a mi gusto.
Y como a mi el que me gusta es el Rober... pues también cambio la historia.
Creo que me he metio en un ebolao del que no voy a saber salir pero bueno, todo sea por dar ideas a los guionistas de nuestros amores. Ya me direis...
_____________________________________________________________________________
Capítulo 1
Parecía un sitio tranquilo, alejado del camino, seguro que por allí no pasaba gente con regularidad. La hierba que tapizaba la orilla del río era alta y estaba sin pisar así que decidió desmontar y descansar unos minutos.
- No puedo estar ya muy lejos de ese maldito pueblo. ¿Es que no había un lugar más perdido donde esconderte Sara?- dijo en voz alta mientras ataba el caballo a uno de los árboles que extendían sus ramas sobre el agua.
Mientras estiraba los músculos, agarrotados después de tan larga jornada a caballo, vio su reflejo en el remanso que el río formaba a pocos metros de allí. Miró hacia ambos lados y, al no ver a nadie y comprobar que el caballo se alimentaba tranquilamente, sonrió y comenzó a despojarse de sus vestimentas hasta quedar en ropa interior. Se adentró en el agua hasta que ésta le llegó hasta la cintura, entonces extendió los brazos y se dejó caer hacia atrás. Movía los brazos y las piernas lo indispensable para no alejarse demasiado de la orilla y mantenerse a flote, sintiendo cómo la corriente masajeaba su cuerpo. Sabía que la ropa que aún llevaba puesta, al mojarse, dejaría al descubierto las formas de su cuerpo, pero le daba igual, además, sería demasiada casualidad que alguien pasara por allí en ese momento.
Y como la historia parece que va dos pasitos pa´lante y tres pa´trás, pues voy y la cambio a mi gusto.
Y como a mi el que me gusta es el Rober... pues también cambio la historia.
Creo que me he metio en un ebolao del que no voy a saber salir pero bueno, todo sea por dar ideas a los guionistas de nuestros amores. Ya me direis...
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Capítulo 1
Parecía un sitio tranquilo, alejado del camino, seguro que por allí no pasaba gente con regularidad. La hierba que tapizaba la orilla del río era alta y estaba sin pisar así que decidió desmontar y descansar unos minutos.
- No puedo estar ya muy lejos de ese maldito pueblo. ¿Es que no había un lugar más perdido donde esconderte Sara?- dijo en voz alta mientras ataba el caballo a uno de los árboles que extendían sus ramas sobre el agua.
Mientras estiraba los músculos, agarrotados después de tan larga jornada a caballo, vio su reflejo en el remanso que el río formaba a pocos metros de allí. Miró hacia ambos lados y, al no ver a nadie y comprobar que el caballo se alimentaba tranquilamente, sonrió y comenzó a despojarse de sus vestimentas hasta quedar en ropa interior. Se adentró en el agua hasta que ésta le llegó hasta la cintura, entonces extendió los brazos y se dejó caer hacia atrás. Movía los brazos y las piernas lo indispensable para no alejarse demasiado de la orilla y mantenerse a flote, sintiendo cómo la corriente masajeaba su cuerpo. Sabía que la ropa que aún llevaba puesta, al mojarse, dejaría al descubierto las formas de su cuerpo, pero le daba igual, además, sería demasiada casualidad que alguien pasara por allí en ese momento.
#901
04/12/2011 19:23
Vaya Roberta...Genial...me refiero a la escena...veia a Roberto mientras lo leia...
Oye...ya que Eugenia es la nueva hermana y está enterada de lo de Natalia y Roberto..ya podría echarle la bronca xD por dejar ir a Natalia...!!jeje
Oye...ya que Eugenia es la nueva hermana y está enterada de lo de Natalia y Roberto..ya podría echarle la bronca xD por dejar ir a Natalia...!!jeje
#902
06/12/2011 00:20
Lo de hoy es cortito, sorry....
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Capítulo 83
- Natalia, piénsalo una vez más, por favor. – El equipaje de Natalia ya había sido cargado en la diligencia, pero aún así su prima le pedía que no se marchara.
- No hay nada que pensar, no insistas, te lo ruego. – Natalia sujetaba con una de sus manos la portezuela del vehículo – Deja que al menos abandone este pueblo con un mínimo de dignidad.
- ¿De qué te sirve la dignidad si vas a renunciar al amor?
- ¿Qué amor? – preguntó la muchacha a punto de echarse a llorar.
- El que… - Sara se detuvo y bajó la voz. Por el pueblo se había corrido la noticia de que Natalia abandonaba Arazana y mucha gente había ido a despedirse de ella. Era un día de despedidas. – el que sientes por Roberto, el que Roberto siente por ti.
- Ya te lo he dicho antes, por favor no insistas. – Natalia se secó las lágrimas con un delicado pañuelo que sacó de su bolsito y subió a la diligencia. Se acomodó en uno de los asientos, junto a la ventana y sonrió a la gente que había ido a despedirla.
- Natalia… - dijo Sara en voz baja mientras el cochero azuzaba a los caballos y la diligencia se ponía en marcha.
Miguel, quien había permanecido apartado para que las primas pudiesen despedirse tranquilamente, se acercó a Sara y la abrazó. La joven comenzó a llorar desconsoladamente ocultando el rostro en el pecho de su novio.
- No se preocupe, Sara. Ya verá cómo cualquier día la tenemos aquí de vuelta. – Pepe, quien se había acercado para despedirse de Natalia Reeves, creía que era su deber como alcalde del pueblo estar presente y desearle un buen viaje, pero se entretuvo en la taberna y tan solo llegó a ver partir el coche de caballos. – Créame cuando le digo que Arazana deja una huella imborrable en todo aquel que pasa por aquí, y la señorita Natalia no va a ser la excepción. Estoy seguro de que volverá.
- Me ha parecido ver… ¿es cierto? ¿Era ella? – Eugenia Montoro se acercaba a Sara y Miguel. No era habitual verla por el pueblo, y mucho menos tratar con la gente de Arazana, por eso todos se habían sorprendido al verla aparecer en el funeral de Tomás Pérez. Llegó, se situó en un lugar discreto y permaneció en allí toda la ceremonia. Los asistentes pensaron que su presencia era debida a su cariño por Carmen, la mujer que había cuidado de ella desde niña, pero solo unas pocas personas sabían que había una relación aún más estrecha que la unía a uno de los Pérez.
- Si, señorita Eugenia. – respondió Miguel
- Pero ¿por qué? No lo entiendo. Si ella… - Eugenia conocía perfectamente el amor que Roberto sentía por Natalia y Natalia por Roberto, por ello no acertaba a adivinar la marcha de la joven en un momento tan doloroso para su hermano. El desconcierto pronto se convirtió en rabia pero la mirada llorosa de Sara hizo que callara.
- Vámonos, - dijo Miguel llevándose a las muchachas – éste no es el mejor lugar para hablar de nada.
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Capítulo 83
- Natalia, piénsalo una vez más, por favor. – El equipaje de Natalia ya había sido cargado en la diligencia, pero aún así su prima le pedía que no se marchara.
- No hay nada que pensar, no insistas, te lo ruego. – Natalia sujetaba con una de sus manos la portezuela del vehículo – Deja que al menos abandone este pueblo con un mínimo de dignidad.
- ¿De qué te sirve la dignidad si vas a renunciar al amor?
- ¿Qué amor? – preguntó la muchacha a punto de echarse a llorar.
- El que… - Sara se detuvo y bajó la voz. Por el pueblo se había corrido la noticia de que Natalia abandonaba Arazana y mucha gente había ido a despedirse de ella. Era un día de despedidas. – el que sientes por Roberto, el que Roberto siente por ti.
- Ya te lo he dicho antes, por favor no insistas. – Natalia se secó las lágrimas con un delicado pañuelo que sacó de su bolsito y subió a la diligencia. Se acomodó en uno de los asientos, junto a la ventana y sonrió a la gente que había ido a despedirla.
- Natalia… - dijo Sara en voz baja mientras el cochero azuzaba a los caballos y la diligencia se ponía en marcha.
Miguel, quien había permanecido apartado para que las primas pudiesen despedirse tranquilamente, se acercó a Sara y la abrazó. La joven comenzó a llorar desconsoladamente ocultando el rostro en el pecho de su novio.
- No se preocupe, Sara. Ya verá cómo cualquier día la tenemos aquí de vuelta. – Pepe, quien se había acercado para despedirse de Natalia Reeves, creía que era su deber como alcalde del pueblo estar presente y desearle un buen viaje, pero se entretuvo en la taberna y tan solo llegó a ver partir el coche de caballos. – Créame cuando le digo que Arazana deja una huella imborrable en todo aquel que pasa por aquí, y la señorita Natalia no va a ser la excepción. Estoy seguro de que volverá.
- Me ha parecido ver… ¿es cierto? ¿Era ella? – Eugenia Montoro se acercaba a Sara y Miguel. No era habitual verla por el pueblo, y mucho menos tratar con la gente de Arazana, por eso todos se habían sorprendido al verla aparecer en el funeral de Tomás Pérez. Llegó, se situó en un lugar discreto y permaneció en allí toda la ceremonia. Los asistentes pensaron que su presencia era debida a su cariño por Carmen, la mujer que había cuidado de ella desde niña, pero solo unas pocas personas sabían que había una relación aún más estrecha que la unía a uno de los Pérez.
- Si, señorita Eugenia. – respondió Miguel
- Pero ¿por qué? No lo entiendo. Si ella… - Eugenia conocía perfectamente el amor que Roberto sentía por Natalia y Natalia por Roberto, por ello no acertaba a adivinar la marcha de la joven en un momento tan doloroso para su hermano. El desconcierto pronto se convirtió en rabia pero la mirada llorosa de Sara hizo que callara.
- Vámonos, - dijo Miguel llevándose a las muchachas – éste no es el mejor lugar para hablar de nada.
#903
06/12/2011 04:29
Gracias Roberta...Si al final será Eugenia quien le diga a Robertiño cuatro cosas...para que espabile!! deberían hacer una intervención...Cosme, Eugenia, Sara y Miguel entre todos le convencen..xD
#904
06/12/2011 23:10
- No lo entiendo – Eugenia no dejaba de caminar de un lado a otro de la imprenta. A Miguel, Sara y Eugenia se les había unido Ángel. Dado que Natalia había abandonado el pueblo, y por tanto ya no necesitaba de su protección, el cometido de este último se limitaba a cuidar de Sara – de verdad que no lo entiendo, pero si hasta ayer mismo… - Eugenia se detuvo al darse cuenta de que estaba hablando de más, pues no sabía hasta que punto los hombres estaban al tanto de la relación que Natalia y Roberto habían mantenido.
- No le dé más vueltas Eugenia, ya no hay nada que hacer, Natalia ya se ha ido. – Sara permanecía sentada, con los ojos cerrados, intentando calmarse, intentando asimilar todas las tragedias que habían sucedido en las últimas horas.
- Pero puede volver. – replicó la joven Montoro – Hay que hacerla volver, no puede dejar a…, en estos momentos, cuando tanto la necesita.
- Ella no ha dejado a nadie… – dijo Sara con voz cansada – ha sido Roberto quien la ha dejado a ella. Miguel está al tanto de todo y Ángel… Ángel es de confianza, – dijo mirando al ex-bandolero – él no dirá nada. Lo que no sé es cómo se enteró usted.
- Los vi una tarde que salí a pasear con Margarita. – Eugenia se sentó junto a Sara – Tan solo ella y yo lo sabemos; no le hemos dicho nada a nadie, ni lo haremos, puede estar tranquila. ¿Lo sabe alguien más?
- Cosme, ¿verdad? – preguntó Miguel y obtuvo como respuesta un movimiento afirmativo de cabeza por parte de Sara – Ahora entiendo la conversación que habéis mantenido en el cementerio.
- Pero no ha servido de nada. – se lamentó Sara. En un rincón de la imprenta la historia comenzaba a cobrar sentido para Ángel. Roberto y Natalia habían mantenido una relación y ahora ella se había marchado desconsolada después de que él la abandonara. Se dijo que aquel jornalero merecía un buen escarmiento, ninguna mujer merecía un trato tan humillante y menos que ninguna Natalia, quien no había hecho más que bien desde que llegara al pueblo. – Pero Roberto va a tener que explicármelo todo muy bien.
- No has entendido nada, ¿verdad Sara? – preguntó Miguel – Roberto lo ha hecho pensando en el bien de tu prima, aunque esté totalmente equivocado.
- ¿En su bien? – Sara se levantó de su asiento escandalizada - ¿Cómo puedes decir que Roberto le ha roto el corazón pensando en su bien?
- También he dicho que está totalmente equivocado. – Miguel sabía que no se podía razonar con Sara cuando se exaltaba de aquella manera, por lo que intentó aplacar sus ánimos – Permite que te intente explicar su razonamiento, o al menos la que creo causa de su comportamiento.
- No hay una explicación razonable para semejante comportamiento.
- Conoces a Roberto; es terco, fuerte, decidido y lucha por el bien de los que le rodean… - Sara y Eugenia escuchaban atentamente, pero dudaban de que Miguel pudiera proporcionarles una respuesta válida.
- Y por eso ha destrozado la vida de mi prima, - dijo Sara con tono irónico – porque piensa en su bien.
- Sí. – dijo Miguel.
- ¿Te estás oyendo? ¿Cómo puedes estar diciendo…?
- Sara, ¿te has fijado bien en Natalia? ¿En como iba hoy vestida? ¿En cómo se comportaba? – preguntó Miguel.
- ¿Qué tiene eso que ver? – preguntó Ángel.
- Tiene mucho que ver. – dijo Eugenia.
- Sara, - continuó diciendo Miguel – a ti te ciega el cariño que sientes por Natalia y Roberto, pero la señorita Montoro ha entendido a qué me refiero.
- Pues yo debo de ser muy tonta, porque no lo entiendo. – Sara se cruzó de brazos, no entendía que tenía que ver la ropa de Natalia con el abandono de Roberto.
- La muerte de Tomás significa que Roberto es el cabeza de familia, tiene obligaciones que no puede eludir… por mucho que desee estar junto a Natalia. – Miguel comenzó a explicarse.
- Pero Natalia tiene dinero, más dinero del que podrá gastar en toda su vida. El ayudar a Roberto con su familia no sería ningún trastorno para ella. – rebatió Sara.
- ¿Estas diciendo que Natalia le proporcione el dinero necesario para sacar adelante a su familia? – preguntó Miguel.
- No le dé más vueltas Eugenia, ya no hay nada que hacer, Natalia ya se ha ido. – Sara permanecía sentada, con los ojos cerrados, intentando calmarse, intentando asimilar todas las tragedias que habían sucedido en las últimas horas.
- Pero puede volver. – replicó la joven Montoro – Hay que hacerla volver, no puede dejar a…, en estos momentos, cuando tanto la necesita.
- Ella no ha dejado a nadie… – dijo Sara con voz cansada – ha sido Roberto quien la ha dejado a ella. Miguel está al tanto de todo y Ángel… Ángel es de confianza, – dijo mirando al ex-bandolero – él no dirá nada. Lo que no sé es cómo se enteró usted.
- Los vi una tarde que salí a pasear con Margarita. – Eugenia se sentó junto a Sara – Tan solo ella y yo lo sabemos; no le hemos dicho nada a nadie, ni lo haremos, puede estar tranquila. ¿Lo sabe alguien más?
- Cosme, ¿verdad? – preguntó Miguel y obtuvo como respuesta un movimiento afirmativo de cabeza por parte de Sara – Ahora entiendo la conversación que habéis mantenido en el cementerio.
- Pero no ha servido de nada. – se lamentó Sara. En un rincón de la imprenta la historia comenzaba a cobrar sentido para Ángel. Roberto y Natalia habían mantenido una relación y ahora ella se había marchado desconsolada después de que él la abandonara. Se dijo que aquel jornalero merecía un buen escarmiento, ninguna mujer merecía un trato tan humillante y menos que ninguna Natalia, quien no había hecho más que bien desde que llegara al pueblo. – Pero Roberto va a tener que explicármelo todo muy bien.
- No has entendido nada, ¿verdad Sara? – preguntó Miguel – Roberto lo ha hecho pensando en el bien de tu prima, aunque esté totalmente equivocado.
- ¿En su bien? – Sara se levantó de su asiento escandalizada - ¿Cómo puedes decir que Roberto le ha roto el corazón pensando en su bien?
- También he dicho que está totalmente equivocado. – Miguel sabía que no se podía razonar con Sara cuando se exaltaba de aquella manera, por lo que intentó aplacar sus ánimos – Permite que te intente explicar su razonamiento, o al menos la que creo causa de su comportamiento.
- No hay una explicación razonable para semejante comportamiento.
- Conoces a Roberto; es terco, fuerte, decidido y lucha por el bien de los que le rodean… - Sara y Eugenia escuchaban atentamente, pero dudaban de que Miguel pudiera proporcionarles una respuesta válida.
- Y por eso ha destrozado la vida de mi prima, - dijo Sara con tono irónico – porque piensa en su bien.
- Sí. – dijo Miguel.
- ¿Te estás oyendo? ¿Cómo puedes estar diciendo…?
- Sara, ¿te has fijado bien en Natalia? ¿En como iba hoy vestida? ¿En cómo se comportaba? – preguntó Miguel.
- ¿Qué tiene eso que ver? – preguntó Ángel.
- Tiene mucho que ver. – dijo Eugenia.
- Sara, - continuó diciendo Miguel – a ti te ciega el cariño que sientes por Natalia y Roberto, pero la señorita Montoro ha entendido a qué me refiero.
- Pues yo debo de ser muy tonta, porque no lo entiendo. – Sara se cruzó de brazos, no entendía que tenía que ver la ropa de Natalia con el abandono de Roberto.
- La muerte de Tomás significa que Roberto es el cabeza de familia, tiene obligaciones que no puede eludir… por mucho que desee estar junto a Natalia. – Miguel comenzó a explicarse.
- Pero Natalia tiene dinero, más dinero del que podrá gastar en toda su vida. El ayudar a Roberto con su familia no sería ningún trastorno para ella. – rebatió Sara.
- ¿Estas diciendo que Natalia le proporcione el dinero necesario para sacar adelante a su familia? – preguntó Miguel.
#905
06/12/2011 23:11
- No, yo… - Sara titubeó al darse cuenta de lo que sin querer había sugerido.
- Y no solo eso, ¿Roberto iría a Bilbao o Natalia se quedaría aquí? – al ver que Sara no sabía qué decir, continuó hablando – Como bien sabes, Natalia no puede abandonar su trabajo, tiene responsabilidades que atender, así que está totalmente descartada la opción de que Natalia se instale en Arazana. ¿Crees que Roberto dejaría a su familia en Arazana, aunque su futuro económico estuviese asegurado, y se iría a comenzar desde cero en Bilbao junto a Natalia?
- Sí. – dijo Sara enrabietada.
- No. – respondió Eugenia más serena.
- Pues debería. – Sara pensó que encontraría una aliada en Eugenia, pero estaba visto que la joven se había puesto del lado de Miguel.
- Si Tomás no hubiera muerto y Roberto no hubiese descubierto… nada, estoy segura de que se hubiera ido con ella, pero tal y como están las cosas en este momento… – Eugenia veía la realidad con mucha más claridad que Sara.
- Roberto tiene demasiados frentes abiertos como para comenzar una nueva vida. Cuando las aguas vuelvan a su cauce… - prosiguió Miguel
- Y ¿cuándo va a ser eso? – preguntó Sara – ¿Cuando Cosme y Carmen fallezcan, cuando Juanito sea un hombre hecho y derecho y con familia propia?
- No lo sé Sara, de verdad que no lo sé. Pero Roberto comenzará a preocuparse por sí mismo cuando todos los que le rodean estén seguros y felices.
- No Miguel, no todos, Natalia nunca más será feliz. - Sara se levantó de su asiento y comenzó a caminar nerviosa.
- Además está el hecho de que Roberto sabe… bueno, quién es su verdadero padre. – dijo Eugenia en voz baja, casi avergonzada.
- ¿A qué se refiere? – preguntó Sara dirigiéndose a Eugenia - ¿Qué puede tener que ver eso con que haya dejado a Natalia?
- Mi padre quiere reconocerlo como su hijo. – Eugenia estaba hablando de temas muy íntimos de su familia con casi unos desconocidos; pero aquellos desconocidos eran quienes, en aquellos momentos más preocupados por Roberto y Natalia estaban.
- El escándalo va a ser de los que hacen historia. – comentó Ángel, quien casi en todo momento había permanecido discretamente en silencio.
- A mi padre no le importa el escándalo, está decidido a rectificar todos los errores y conseguir el afecto de Roberto. – dijo Eugenia ilusionada ante la perspectiva de poder tratar a Roberto como a su hermano.
- Pero a Roberto sí le importa. ¿Por eso dijiste antes lo del modo de vestir de Natalia? – Sara fijó la mirada en Miguel.
- Sí. Independientemente de las intenciones del señor Montoro, Roberto es consciente de que el chisme correrá como la pólvora por toda Arazana y pronto por toda Andalucía. Germán Montoro es un hombre poderoso y conocido, todo el mundo se deshará en lenguas hablando de lo ocurrido. – Miguel exponía los hechos tal cual eran, fríamente, sin apasionamiento, haciendo ver a los demás lo que iba a suceder - ¿Cómo crees que afectaría a la reputación de Natalia y a sus negocios el que se supiera que el hombre que la acompaña es el hijo bastardo de un terrateniente andaluz? – Miguel utilizó aquellas hirientes palabras a propósito, para que todos fueran conscientes del futuro que le esperaba a Roberto y a todos aquellos que tuvieran relación con él. – Durante los días en que te encontrabas mal y Natalia se hizo cargo de la imprenta, - Miguel se giró hacia Sara y dirigió sus palabras especialmente a ella - tuvimos mucho tiempo para hablar de todo un poco. Yo le hablaba de mi vida como Guardia Civil y ella me contaba las dificultades, trampas, zancadillas y juegos sucios que existen en el mundo de los negocios; supongo que también hablaría de estos temas con Roberto. Una noticia así puede hundir la reputación de una persona y, con ello, cualquier negocio que intente llevar a cabo.
- Aún así, - dijo Sara - ¿crees que a Natalia le importan lo más mínimo sus negocios? ¿Piensas que en estos momentos, mientras se aleja sola de este pueblo, está pensando en sus empresas? Te aseguro que eso es lo último que ocupa la mente de Natalia, lo último.
- Y no solo eso, ¿Roberto iría a Bilbao o Natalia se quedaría aquí? – al ver que Sara no sabía qué decir, continuó hablando – Como bien sabes, Natalia no puede abandonar su trabajo, tiene responsabilidades que atender, así que está totalmente descartada la opción de que Natalia se instale en Arazana. ¿Crees que Roberto dejaría a su familia en Arazana, aunque su futuro económico estuviese asegurado, y se iría a comenzar desde cero en Bilbao junto a Natalia?
- Sí. – dijo Sara enrabietada.
- No. – respondió Eugenia más serena.
- Pues debería. – Sara pensó que encontraría una aliada en Eugenia, pero estaba visto que la joven se había puesto del lado de Miguel.
- Si Tomás no hubiera muerto y Roberto no hubiese descubierto… nada, estoy segura de que se hubiera ido con ella, pero tal y como están las cosas en este momento… – Eugenia veía la realidad con mucha más claridad que Sara.
- Roberto tiene demasiados frentes abiertos como para comenzar una nueva vida. Cuando las aguas vuelvan a su cauce… - prosiguió Miguel
- Y ¿cuándo va a ser eso? – preguntó Sara – ¿Cuando Cosme y Carmen fallezcan, cuando Juanito sea un hombre hecho y derecho y con familia propia?
- No lo sé Sara, de verdad que no lo sé. Pero Roberto comenzará a preocuparse por sí mismo cuando todos los que le rodean estén seguros y felices.
- No Miguel, no todos, Natalia nunca más será feliz. - Sara se levantó de su asiento y comenzó a caminar nerviosa.
- Además está el hecho de que Roberto sabe… bueno, quién es su verdadero padre. – dijo Eugenia en voz baja, casi avergonzada.
- ¿A qué se refiere? – preguntó Sara dirigiéndose a Eugenia - ¿Qué puede tener que ver eso con que haya dejado a Natalia?
- Mi padre quiere reconocerlo como su hijo. – Eugenia estaba hablando de temas muy íntimos de su familia con casi unos desconocidos; pero aquellos desconocidos eran quienes, en aquellos momentos más preocupados por Roberto y Natalia estaban.
- El escándalo va a ser de los que hacen historia. – comentó Ángel, quien casi en todo momento había permanecido discretamente en silencio.
- A mi padre no le importa el escándalo, está decidido a rectificar todos los errores y conseguir el afecto de Roberto. – dijo Eugenia ilusionada ante la perspectiva de poder tratar a Roberto como a su hermano.
- Pero a Roberto sí le importa. ¿Por eso dijiste antes lo del modo de vestir de Natalia? – Sara fijó la mirada en Miguel.
- Sí. Independientemente de las intenciones del señor Montoro, Roberto es consciente de que el chisme correrá como la pólvora por toda Arazana y pronto por toda Andalucía. Germán Montoro es un hombre poderoso y conocido, todo el mundo se deshará en lenguas hablando de lo ocurrido. – Miguel exponía los hechos tal cual eran, fríamente, sin apasionamiento, haciendo ver a los demás lo que iba a suceder - ¿Cómo crees que afectaría a la reputación de Natalia y a sus negocios el que se supiera que el hombre que la acompaña es el hijo bastardo de un terrateniente andaluz? – Miguel utilizó aquellas hirientes palabras a propósito, para que todos fueran conscientes del futuro que le esperaba a Roberto y a todos aquellos que tuvieran relación con él. – Durante los días en que te encontrabas mal y Natalia se hizo cargo de la imprenta, - Miguel se giró hacia Sara y dirigió sus palabras especialmente a ella - tuvimos mucho tiempo para hablar de todo un poco. Yo le hablaba de mi vida como Guardia Civil y ella me contaba las dificultades, trampas, zancadillas y juegos sucios que existen en el mundo de los negocios; supongo que también hablaría de estos temas con Roberto. Una noticia así puede hundir la reputación de una persona y, con ello, cualquier negocio que intente llevar a cabo.
- Aún así, - dijo Sara - ¿crees que a Natalia le importan lo más mínimo sus negocios? ¿Piensas que en estos momentos, mientras se aleja sola de este pueblo, está pensando en sus empresas? Te aseguro que eso es lo último que ocupa la mente de Natalia, lo último.
#906
06/12/2011 23:37
Roberta gracias
miguel habla con sensatez, con la cabeza
y sara con el corazon
y natalia se aleja de roberto
miguel habla con sensatez, con la cabeza
y sara con el corazon
y natalia se aleja de roberto
#907
07/12/2011 05:12
Gracias Roberta...ufff...ambos tienen sus argumentos pero...sigo pensando que Roberto está equivocado...tardaras en juntarles de nuevo??...a lo mejor se encuentran en Sevilla de casualidad tiempo después... así estilo salto del tiempo...como en Sevilla fue donde empezó todo...
#908
13/12/2011 23:39
Buah, una semania que los he dejado colgados, no tengo vergüenza, pero es que tenía otras cosas en la cabeza.
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Capítulo 84
Natalia apoyó la cabeza contra el cristal de la ventana de la diligencia, no había sido una buena idea esperar al transporte, debería haberse ido tal y como llegó, a caballo, sola, sin anunciar ni su llegada ni su marcha. Había sido muy duro ver las caras de los vecinos mientras ella se despedía de Sara, recibir sus abrazos y sus deseos de que tuviera un buen viaje así como la esperanza de que pronto volvieran a verse, pero lo peor de todo había sido el tiempo que permaneció en el cementerio, aquellos interminables minutos en que pudo ver a Roberto por última vez y sentirlo tan cerca y tan lejos a la vez.
La diligencia llevaba un paso acelerado y en pocos minutos dejó atrás las casas del pueblo y comenzó a rodar por caminos vecinales, los cuales pronto la llevarían al camino principal que se dirigía hasta Sevilla. Aquellas tierras, aquellos bosques que tan familiares se habían hecho para ella en los últimos dos meses pasaban por última vez ante sus ojos sin que ella los viera o sin que le importara siquiera verlos. Su vida, sus ilusiones, sus esperanzas se habían quedado atrás, en aquel cementerio, junto a Roberto. Se había jurado mantener en su corazón la imagen de Roberto saliendo por la ventana tras declararle su eterno amor, pero su mente la llevaba al cementerio y sobre todo al río.
Un destacamento de seis guardias civiles se cruzó con la diligencia, pero Natalia no se dio cuenta siquiera de la polvareda que levantaron con sus caballos, así como tampoco se dio cuenta que la marcha del carruaje era seguida atentamente por dos personas.
A cientos de metros del camino, desde lo alto de una colina, alguien seguía la marcha de la diligencia con la mirada. No había tenido el valor suficiente de ir a la plaza a despedirse de Natalia, a decirle lo muchísimo que la echaría de menos, la falta que le haría, la necesidad que tendría de su compañía y su consuelo. Permanecía de pie, sin moverse, mientras deslizaba entre sus dedos una cinta azul que Natalia solía utilizar para sujetar su cabello y que en una ocasión dejó olvidada. Permaneció allí mucho tiempo después de que la diligencia se perdió entre la orografía del terreno, imaginando su trayecto hacia Sevilla, consciente de que aquella diligencia se llevaba a Natalia para siempre de su vida. Alguien más había seguido la marcha de la diligencia, pero también la reacción de la persona que miraba atentamente el carruaje; se quedó algunos minutos bajo un árbol, pensando en la causa por la que Natalia había dejado el pueblo tan precipitadamente y en el efecto que esa marcha tendría en los habitantes del pueblo.
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Capítulo 84
Natalia apoyó la cabeza contra el cristal de la ventana de la diligencia, no había sido una buena idea esperar al transporte, debería haberse ido tal y como llegó, a caballo, sola, sin anunciar ni su llegada ni su marcha. Había sido muy duro ver las caras de los vecinos mientras ella se despedía de Sara, recibir sus abrazos y sus deseos de que tuviera un buen viaje así como la esperanza de que pronto volvieran a verse, pero lo peor de todo había sido el tiempo que permaneció en el cementerio, aquellos interminables minutos en que pudo ver a Roberto por última vez y sentirlo tan cerca y tan lejos a la vez.
La diligencia llevaba un paso acelerado y en pocos minutos dejó atrás las casas del pueblo y comenzó a rodar por caminos vecinales, los cuales pronto la llevarían al camino principal que se dirigía hasta Sevilla. Aquellas tierras, aquellos bosques que tan familiares se habían hecho para ella en los últimos dos meses pasaban por última vez ante sus ojos sin que ella los viera o sin que le importara siquiera verlos. Su vida, sus ilusiones, sus esperanzas se habían quedado atrás, en aquel cementerio, junto a Roberto. Se había jurado mantener en su corazón la imagen de Roberto saliendo por la ventana tras declararle su eterno amor, pero su mente la llevaba al cementerio y sobre todo al río.
Un destacamento de seis guardias civiles se cruzó con la diligencia, pero Natalia no se dio cuenta siquiera de la polvareda que levantaron con sus caballos, así como tampoco se dio cuenta que la marcha del carruaje era seguida atentamente por dos personas.
A cientos de metros del camino, desde lo alto de una colina, alguien seguía la marcha de la diligencia con la mirada. No había tenido el valor suficiente de ir a la plaza a despedirse de Natalia, a decirle lo muchísimo que la echaría de menos, la falta que le haría, la necesidad que tendría de su compañía y su consuelo. Permanecía de pie, sin moverse, mientras deslizaba entre sus dedos una cinta azul que Natalia solía utilizar para sujetar su cabello y que en una ocasión dejó olvidada. Permaneció allí mucho tiempo después de que la diligencia se perdió entre la orografía del terreno, imaginando su trayecto hacia Sevilla, consciente de que aquella diligencia se llevaba a Natalia para siempre de su vida. Alguien más había seguido la marcha de la diligencia, pero también la reacción de la persona que miraba atentamente el carruaje; se quedó algunos minutos bajo un árbol, pensando en la causa por la que Natalia había dejado el pueblo tan precipitadamente y en el efecto que esa marcha tendría en los habitantes del pueblo.
#909
14/12/2011 06:22
Gracias Roberta alguien más?? que no es Roberto?? quien?? el chato?? nocreo...eugenia,margarita? ni ideaaa!! pobre Natalia y pobre Roberto!! que cabezotas!
#910
21/12/2011 07:56
Capítulo 85
- A sus órdenes. – Un joven uniformado entró en el cuartel de la guardia civil de Arazana y se cuadró ante el capitán Olmedo.
- ¡Vaya!, por fin alguien que sabe cómo saludar a un superior. – Olmedo se fijó en el joven que tenía frente a su mesa. Vestía el uniforme de teniente de la guardia civil, bastante sucio del polvo del camino pero, aún así, su porte era marcial. Rondaría la treintena, alto y fuerte.
- Señor, se presenta el teniente Gabriel Garay, al mando de cinco hombres; hemos sido enviados desde el cuartel de Málaga en respuesta a su solicitud de refuerzos.
- Descanse, teniente, descanse. – Olmedo se levantó de su asiento y acercándose al joven guardia civil, comenzó a caminar lentamente a su alrededor mirándolo de arriba abajo, intentando descubrir qué tipo de hombre sería. – Así que usted y cinco hombres más son los refuerzos que me envían desde Málaga.
- Si, señor. – el teniente se limitó a asentir sin apartar la mirada del frente.
- Y, ¿se puede saber dónde están esos hombres? – Olmedo no sabía qué pensar, le había gustado la seriedad con la que su subordinado se comportaba, pero no entendía por qué el resto de hombres no estaban allí presentándose.
- Fuera, señor. Están haciéndose cargo de los caballos mientras yo me presento ante usted. – El teniente giró la cabeza y miró a los ojos al capitán – No saben que están aquí para acabar con una revuelta anarquista, tan solo se les ha comunicado un cambio en su destino.
- Bien. Los subordinados no tienen por qué tener información que, ni les incumbe, ni saben cómo tratar. ¡Morales! – gritó Olmedo al ver entrar al sargento – Acompañe al teniente Garay a su alojamiento y acomode al resto de compañeros que han sido enviados desde Málaga.
- Si, sí, mi capitán. – dijo Morales desconcertado al ver a aquel oficial en el cuartel – ¿Y dónde les alojo yo? ¿En la posada de la Maña? Porque a casa no puedo llevarles… ¡cómo se pondría mi Paca! – comentó Morales en voz baja - Acompáñeme si es tan amable, le voy a presentar a mi teniente… - pero, al ver el gesto altivo del recién llegado, Morales calló y salió a la calle cediendo el paso a su superior al llegar a la puerta.
- A sus órdenes. – Un joven uniformado entró en el cuartel de la guardia civil de Arazana y se cuadró ante el capitán Olmedo.
- ¡Vaya!, por fin alguien que sabe cómo saludar a un superior. – Olmedo se fijó en el joven que tenía frente a su mesa. Vestía el uniforme de teniente de la guardia civil, bastante sucio del polvo del camino pero, aún así, su porte era marcial. Rondaría la treintena, alto y fuerte.
- Señor, se presenta el teniente Gabriel Garay, al mando de cinco hombres; hemos sido enviados desde el cuartel de Málaga en respuesta a su solicitud de refuerzos.
- Descanse, teniente, descanse. – Olmedo se levantó de su asiento y acercándose al joven guardia civil, comenzó a caminar lentamente a su alrededor mirándolo de arriba abajo, intentando descubrir qué tipo de hombre sería. – Así que usted y cinco hombres más son los refuerzos que me envían desde Málaga.
- Si, señor. – el teniente se limitó a asentir sin apartar la mirada del frente.
- Y, ¿se puede saber dónde están esos hombres? – Olmedo no sabía qué pensar, le había gustado la seriedad con la que su subordinado se comportaba, pero no entendía por qué el resto de hombres no estaban allí presentándose.
- Fuera, señor. Están haciéndose cargo de los caballos mientras yo me presento ante usted. – El teniente giró la cabeza y miró a los ojos al capitán – No saben que están aquí para acabar con una revuelta anarquista, tan solo se les ha comunicado un cambio en su destino.
- Bien. Los subordinados no tienen por qué tener información que, ni les incumbe, ni saben cómo tratar. ¡Morales! – gritó Olmedo al ver entrar al sargento – Acompañe al teniente Garay a su alojamiento y acomode al resto de compañeros que han sido enviados desde Málaga.
- Si, sí, mi capitán. – dijo Morales desconcertado al ver a aquel oficial en el cuartel – ¿Y dónde les alojo yo? ¿En la posada de la Maña? Porque a casa no puedo llevarles… ¡cómo se pondría mi Paca! – comentó Morales en voz baja - Acompáñeme si es tan amable, le voy a presentar a mi teniente… - pero, al ver el gesto altivo del recién llegado, Morales calló y salió a la calle cediendo el paso a su superior al llegar a la puerta.
#911
22/12/2011 15:42
desconcertada quedo yo...jajaa gracias Roberta
#912
06/01/2012 20:51
Roberta72 sigue con la historia por favor
#913
06/01/2012 23:46
Sigo con lal historia, lo que ocurre es que las vacaciones están siendo más complicadas de lo que yo esperaba y lo he dejado totalmente aparcado para disfrutar de la familia.
Espero seguir con ello en cuanto vuelva a la rutina
Espero seguir con ello en cuanto vuelva a la rutina
#914
08/01/2012 14:52
¿Por dónde iba? ¡Ah, sí, acababamos de conocer al teniente Garay!
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- ¿Qué vamos a hacer ahora? – preguntó Sara saliendo de la imprenta. Eugenia, Miguel y Ángel salieron tras ella y se pararon a conversar frente a la puerta del establecimiento.
- No hay nada que podamos hacer. – respondió Miguel – Al menos no por ahora. Hay que dejar…
- Si, ya sé, hay que esperar a que las aguas vuelvan a su cauce, – replicó Sara sin dejar terminar la frase a su amado – lo has dicho antes. Lo que me preocupa es saber cuándo va a ser eso.
- Eso no lo sabe nadie, pero espero que sea pronto. - Eugenia seguía pensando en el dolor que debían estar sintiendo Natalia y Roberto – Hasta el amor más fuerte puede ser dañado por el paso del tiempo.
- Teniente, teniente… - el sargento Morales cruzaba la plaza a paso rápido seguido por un oficial de la guardia civil – Mi teniente, - dijo al llegar a la puerta de la imprenta – permita que le presente al teniente Garay, acaba de llegar de Málaga junto con otros cinco… - El sargento Morales se calló al sentir cómo el brazo del teniente Garay lo apartaba de su camino para acercarse hasta los cuatro vecinos de Arazana que lo miraban.
- Señoritas, caballero, teniente. – el recién llegado saludó con inclinaciones de cabeza a los civiles y marcialmente a su compañero. – Como ya les ha informado el sargento, – dijo mirando de arriba abajo a Morales – soy el teniente Garay. Junto con mis compañeros, hemos sido asignados a esta población para ayudar a la captura de la banda de Carranza y sofocar las revueltas anarquistas. – El teniente dijo la palabra ayudar con un tono de voz que mostraba toda la suficiencia del mundo, como si tan solo él fuese capaz de solucionar los problemas de aquel pequeño pueblecito. – Si me disculpan, debo ir a instalarme antes de presentar las credenciales de todos los refuerzos al capitán Olmedo. ¿Sargento, me muestra el camino? – y, girándose de nuevo, comenzó a caminar por la plaza. Morales miró a Miguel y sus acompañantes y siguió al recién llegado tras ver el gesto de asentimiento que le hizo el teniente Romero.
- ¡Qué hombre más prepotente! ¡Qué maleducado! – exclamó Eugenia. Sara y Miguel no estaban preocupados por su prepotencia, si no más bien por lo que significaba el hecho de que estuviese tan preocupado por presentarse ante Olmedo y mantener las formas, no iban a tenerlo como aliado, lo cual era un gran contratiempo y un peligro para todos, incluido Roberto quien no sabían cómo iba a reaccionar tras los golpes sufridos durante las últimas horas. Ángel también pensaba que había sido una suerte haber cambiado su modo de vida tan radicalmente tan solo unos días antes de la llegada del teniente Garay.
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¿Qué os ha parecido el teniente? (pregunta retórica, su papel ya está bien definido en mi cabecita)
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- ¿Qué vamos a hacer ahora? – preguntó Sara saliendo de la imprenta. Eugenia, Miguel y Ángel salieron tras ella y se pararon a conversar frente a la puerta del establecimiento.
- No hay nada que podamos hacer. – respondió Miguel – Al menos no por ahora. Hay que dejar…
- Si, ya sé, hay que esperar a que las aguas vuelvan a su cauce, – replicó Sara sin dejar terminar la frase a su amado – lo has dicho antes. Lo que me preocupa es saber cuándo va a ser eso.
- Eso no lo sabe nadie, pero espero que sea pronto. - Eugenia seguía pensando en el dolor que debían estar sintiendo Natalia y Roberto – Hasta el amor más fuerte puede ser dañado por el paso del tiempo.
- Teniente, teniente… - el sargento Morales cruzaba la plaza a paso rápido seguido por un oficial de la guardia civil – Mi teniente, - dijo al llegar a la puerta de la imprenta – permita que le presente al teniente Garay, acaba de llegar de Málaga junto con otros cinco… - El sargento Morales se calló al sentir cómo el brazo del teniente Garay lo apartaba de su camino para acercarse hasta los cuatro vecinos de Arazana que lo miraban.
- Señoritas, caballero, teniente. – el recién llegado saludó con inclinaciones de cabeza a los civiles y marcialmente a su compañero. – Como ya les ha informado el sargento, – dijo mirando de arriba abajo a Morales – soy el teniente Garay. Junto con mis compañeros, hemos sido asignados a esta población para ayudar a la captura de la banda de Carranza y sofocar las revueltas anarquistas. – El teniente dijo la palabra ayudar con un tono de voz que mostraba toda la suficiencia del mundo, como si tan solo él fuese capaz de solucionar los problemas de aquel pequeño pueblecito. – Si me disculpan, debo ir a instalarme antes de presentar las credenciales de todos los refuerzos al capitán Olmedo. ¿Sargento, me muestra el camino? – y, girándose de nuevo, comenzó a caminar por la plaza. Morales miró a Miguel y sus acompañantes y siguió al recién llegado tras ver el gesto de asentimiento que le hizo el teniente Romero.
- ¡Qué hombre más prepotente! ¡Qué maleducado! – exclamó Eugenia. Sara y Miguel no estaban preocupados por su prepotencia, si no más bien por lo que significaba el hecho de que estuviese tan preocupado por presentarse ante Olmedo y mantener las formas, no iban a tenerlo como aliado, lo cual era un gran contratiempo y un peligro para todos, incluido Roberto quien no sabían cómo iba a reaccionar tras los golpes sufridos durante las últimas horas. Ángel también pensaba que había sido una suerte haber cambiado su modo de vida tan radicalmente tan solo unos días antes de la llegada del teniente Garay.
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¿Qué os ha parecido el teniente? (pregunta retórica, su papel ya está bien definido en mi cabecita)
#915
08/01/2012 16:32
El teniente,eugenia..............
gracias Roberta por continuar con la historia
gracias Roberta por continuar con la historia
#916
08/01/2012 17:27
Gracia Roberta.
Pobre Morales...ya tenia suficiente con Olmedo...
Pobre Morales...ya tenia suficiente con Olmedo...
#917
10/01/2012 19:50
Otro trocito; bueno, en realidad un capítulo entero, pero es que es muy cortito.
¡Ay, Roberto!
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Capítulo 86
- Robeto, Robeto, ¿ande vas? – Rafaelín salió de detrás de unos árboles tirando del ronzal de su inseparable Mantecao. Roberto guardó inmediatamente en uno de los bolsillos de su pantalón lo que tenía en las manos.
- ¡Ah! Hola Rafaelín, ¿qué haces por aquí? – dijo Roberto intentando recuperar la compostura.
- Po, po ejtaba yo aquí con mi Mantecao, bucando alimaña, alimañosa, cuando mi burrito se dio cuenta de que la diligensia se machaba… - Al ver que Roberto no decía nada, continuó hablando – La sita Natalia se ha marchau, ¿verdá? – Roberto no tuvo fuerzas para responder y tan solo asintió con la cabeza. - ¿Por qué has dejau que se fuera? – Rafaelín hizo aquella pregunta con voz suave, realmente preocupado por la causa de que aquella pareja se hubiese separado. – Con tó lo que tú la quieres, ¿po qué no las detenio?
- ¡Tú que sabrás! – aquellas palabras tan duras fueron más para sí mismo que para Rafaelín. El joven no se lo tomó en cuenta y continuó hablando.
- Uyyyyyyyy, yo zé mucho. Yo zé que quierez mucho muchisísimo a la sita Natalia y que la sita Natalia te quiere mucho muchisísimo a ti. Lo que no zé e po qué has dejau que ze marchara…
- Ella no tenía nada que hacer aquí, Rafaelín. – Roberto sabía que Rafaelín no era culpable de su cobardía y por ello intentó calmarse y no utilizarlo como blanco de su mal humor. – Su vida está lejos de Arazana.
- Po se la veía mu felí en nueztro querio pueblecico…
- Pero no siempre podemos hacer lo que queremos. –Roberto se giró y miró al horizonte, allí por donde se había perdido la diligencia que se había llevado a la mujer que siempre amaría.
- Y… ¿y ezo que tié que vé? ¿Tú cree que e mejó está lejoz, trizte y zolo? – al ver que Roberto no respondía a sus palabras, Rafaelín continuó hablando – Zi yo tuvieze qu’irme y dejar a mi Mantecao… me moriría de pena.
- Rafaelín… no es lo mismo. – Roberto no pudo evitar sonreír al pensar en la comparación que había hecho su amigo - ¿Cómo puedes comparar a tu burrito con Natalia?
- Po ezo é lo que yo digo… Zi yo echaría muchisísimo de meno a mi burrito… ¿cómo no va a echá tú de meno a la sita Natalia?
- Ya no hay nada que hacer. – una lágrima resbaló por la mejilla de Roberto y se perdió en su barba. El joven no hizo nada por secársela o por evitar que Rafaelín lo viera llorar, se había dado cuenta de que tras la partida de Natalia nada le importaba, ni la opinión de la gente, ni lo que fuera a ser de su vida. Había tomado la decisión de alejar a Natalia de su lado para que no sufriera, para que no se avergonzara, pensando en que separarse iba a ser lo mejor para ella; pero las palabras del que consideraban el tonto del pueblo, le hicieron ver cuán equivocado estaba. La vida sin su amor iba a ser mucho más dura de lo que había imaginado, pero ya no había remedio, le había causado un daño tan grande que estaba seguro de que nada de lo que hiciera haría que ella lo perdonara, la había perdido irremediablemente.
- No e verdá, ziempre ze pué hacé algo. – Rafaelín colocó una mano en el hombro de su acompañante, realmente estaba apenado. Roberto siempre lo había tratado bien, nunca se había burlado de él y Natalia había sido también muy amable durante las semanas que pasó en Arazana, era una lástima que dos personas tan agradables sufrieran tanto sin necesidad. – Zolo tiene que queré que vuelva.
- No es tan fácil. – la voz de Roberto sonaba triste, abatida.
- Y má difícil va a sé zi no hace ná, ¿verdá Mantecao? – el muchacho se volvió hacia su burrito mientras no dejaba de mirar a su acompañante y estudiaba todas sus reacciones. Había dado el primer paso, estaba admitiendo su error, aunque por el momento no fuese a hacer nada en absoluto.
- No puedo hacer nada, ya no puedo hacer nada. – Roberto echó a andar alejándose de Rafaelín y su burrito. Mientras caminaba, recordaba todas las palabras de amor que Natalia y él habían intercambiado, las sonrisas dulces y tímidas que afloraban a los labios de la joven cuando descansaba entre sus brazos tras haber hecho el amor, el tacto de su piel, el olor de su cuerpo; todas aquellas sensaciones que le habían dado una ilusión por la que luchar aquellos últimos días, todos aquellos recuerdos que eran lo único que le quedaba ya de ella.
¡Ay, Roberto!
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Capítulo 86
- Robeto, Robeto, ¿ande vas? – Rafaelín salió de detrás de unos árboles tirando del ronzal de su inseparable Mantecao. Roberto guardó inmediatamente en uno de los bolsillos de su pantalón lo que tenía en las manos.
- ¡Ah! Hola Rafaelín, ¿qué haces por aquí? – dijo Roberto intentando recuperar la compostura.
- Po, po ejtaba yo aquí con mi Mantecao, bucando alimaña, alimañosa, cuando mi burrito se dio cuenta de que la diligensia se machaba… - Al ver que Roberto no decía nada, continuó hablando – La sita Natalia se ha marchau, ¿verdá? – Roberto no tuvo fuerzas para responder y tan solo asintió con la cabeza. - ¿Por qué has dejau que se fuera? – Rafaelín hizo aquella pregunta con voz suave, realmente preocupado por la causa de que aquella pareja se hubiese separado. – Con tó lo que tú la quieres, ¿po qué no las detenio?
- ¡Tú que sabrás! – aquellas palabras tan duras fueron más para sí mismo que para Rafaelín. El joven no se lo tomó en cuenta y continuó hablando.
- Uyyyyyyyy, yo zé mucho. Yo zé que quierez mucho muchisísimo a la sita Natalia y que la sita Natalia te quiere mucho muchisísimo a ti. Lo que no zé e po qué has dejau que ze marchara…
- Ella no tenía nada que hacer aquí, Rafaelín. – Roberto sabía que Rafaelín no era culpable de su cobardía y por ello intentó calmarse y no utilizarlo como blanco de su mal humor. – Su vida está lejos de Arazana.
- Po se la veía mu felí en nueztro querio pueblecico…
- Pero no siempre podemos hacer lo que queremos. –Roberto se giró y miró al horizonte, allí por donde se había perdido la diligencia que se había llevado a la mujer que siempre amaría.
- Y… ¿y ezo que tié que vé? ¿Tú cree que e mejó está lejoz, trizte y zolo? – al ver que Roberto no respondía a sus palabras, Rafaelín continuó hablando – Zi yo tuvieze qu’irme y dejar a mi Mantecao… me moriría de pena.
- Rafaelín… no es lo mismo. – Roberto no pudo evitar sonreír al pensar en la comparación que había hecho su amigo - ¿Cómo puedes comparar a tu burrito con Natalia?
- Po ezo é lo que yo digo… Zi yo echaría muchisísimo de meno a mi burrito… ¿cómo no va a echá tú de meno a la sita Natalia?
- Ya no hay nada que hacer. – una lágrima resbaló por la mejilla de Roberto y se perdió en su barba. El joven no hizo nada por secársela o por evitar que Rafaelín lo viera llorar, se había dado cuenta de que tras la partida de Natalia nada le importaba, ni la opinión de la gente, ni lo que fuera a ser de su vida. Había tomado la decisión de alejar a Natalia de su lado para que no sufriera, para que no se avergonzara, pensando en que separarse iba a ser lo mejor para ella; pero las palabras del que consideraban el tonto del pueblo, le hicieron ver cuán equivocado estaba. La vida sin su amor iba a ser mucho más dura de lo que había imaginado, pero ya no había remedio, le había causado un daño tan grande que estaba seguro de que nada de lo que hiciera haría que ella lo perdonara, la había perdido irremediablemente.
- No e verdá, ziempre ze pué hacé algo. – Rafaelín colocó una mano en el hombro de su acompañante, realmente estaba apenado. Roberto siempre lo había tratado bien, nunca se había burlado de él y Natalia había sido también muy amable durante las semanas que pasó en Arazana, era una lástima que dos personas tan agradables sufrieran tanto sin necesidad. – Zolo tiene que queré que vuelva.
- No es tan fácil. – la voz de Roberto sonaba triste, abatida.
- Y má difícil va a sé zi no hace ná, ¿verdá Mantecao? – el muchacho se volvió hacia su burrito mientras no dejaba de mirar a su acompañante y estudiaba todas sus reacciones. Había dado el primer paso, estaba admitiendo su error, aunque por el momento no fuese a hacer nada en absoluto.
- No puedo hacer nada, ya no puedo hacer nada. – Roberto echó a andar alejándose de Rafaelín y su burrito. Mientras caminaba, recordaba todas las palabras de amor que Natalia y él habían intercambiado, las sonrisas dulces y tímidas que afloraban a los labios de la joven cuando descansaba entre sus brazos tras haber hecho el amor, el tacto de su piel, el olor de su cuerpo; todas aquellas sensaciones que le habían dado una ilusión por la que luchar aquellos últimos días, todos aquellos recuerdos que eran lo único que le quedaba ya de ella.
#918
10/01/2012 20:55
Hola Roberta
pero natalia no esta muy lejos no??????
que grande rafalin
pero natalia no esta muy lejos no??????
que grande rafalin
#919
10/01/2012 23:30
Muy lejos, muy lejos....
El coche de caballos acaba de salir del pueblo, no le ha dado tiempo de iirse a ningún sitio
todavía
El coche de caballos acaba de salir del pueblo, no le ha dado tiempo de iirse a ningún sitio
todavía
#920
12/01/2012 08:09
Este es cortito
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Capítulo 87
- No tengo ánimos de ir, no me encuentro bien. - dijo Sara mientras caminaba al lado de Miguel – Discúlpame con mi padre, por favor. - El teniente era consciente de que lo que le ocurría a su novia era que estaba triste por la partida de su prima en circunstancias tan trágicas y, precisamente por esa razón, no deseaba dejarla sola aquella noche.
- Sara, es importante que vayamos los dos; – Miguel siguió caminando sin volverse a mirar cuando Sara se detuvo, por lo que ella se obligó a continuar caminando – ya no tenemos el apoyo de Natalia, y Roberto… él no está en las mejores condiciones para enfrentarse a Olmedo en estos momentos.
- Me alegro. – dijo ella en voz baja, pero aún así Miguel la oyó.
- No, no te alegras, te conozco. Estás tan triste por la marcha de Natalia como por el estado en el que se ha quedado Roberto, aunque no compartamos su decisión. – Sara caminaba cabizbaja, arrastrando los pies.
- Y lo que nos faltaba para completar el día era la llegada de ese tenientucho con aires de grandeza. – el insultar al recién llegado parecía que le sentaba bien al ánimo de la joven, así que su novio no la interrumpió – Es una lástima que los amigos de papá no pudieran enviar a alguien que se pusiera de nuestro lado.
- Cierto, además habrá que tener cuidado con él. Olmedo ha conseguido un aliado en lugar de un verdugo. – Estaban tan distraídos con la conversación, que Sara no se percató de que habían llegado hasta la casa del gobernador y, sonriendo tristemente al darse cuenta de que Miguel la había distraído con su conversación para que no se diera cuenta de hasta adonde le habían llevado sus pasos, llamó a la puerta.
- No creo que… ¡Oh!, ¡ya estáis aquí! – el gobernador interrumpió sus palabras y se levantó del sillón donde estaba cuando vio aparecer por la puerta a su hija quien llegaba junto al teniente Romero.
- ¡Roberto! ¿Qué haces tú aquí? – Sara no podía creer lo que estaba viendo. El joven jornalero se encontraba sentado en uno de los sillones del salón de la casa del gobernador Hermida, aún llevaba la ropa con la que había asistido al funeral, por lo que Sara supuso que no había pasado por su casa. ¿Dónde habría estado todo aquel tiempo?
- Yo lo llamé. – respondió el gobernador. Roberto no estaba en condiciones de dar explicaciones a nadie; su abatimiento era evidente, bastante hacía con seguir la conversación.
- Supongo que deseaba vernos – cortó prudentemente Miguel – a causa de la llegada del teniente Garay a Arazana.
- Efectivamente. – Todos los presentes pudieron escuchar cómo alguien hablaba desde el vano de la puerta; al girarse hacia aquel lugar, pudieron comprobar que se trataba del teniente Garay.
- Papá, ¿qué está haciendo él aquí? – preguntó Sara enojada.
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Capítulo 87
- No tengo ánimos de ir, no me encuentro bien. - dijo Sara mientras caminaba al lado de Miguel – Discúlpame con mi padre, por favor. - El teniente era consciente de que lo que le ocurría a su novia era que estaba triste por la partida de su prima en circunstancias tan trágicas y, precisamente por esa razón, no deseaba dejarla sola aquella noche.
- Sara, es importante que vayamos los dos; – Miguel siguió caminando sin volverse a mirar cuando Sara se detuvo, por lo que ella se obligó a continuar caminando – ya no tenemos el apoyo de Natalia, y Roberto… él no está en las mejores condiciones para enfrentarse a Olmedo en estos momentos.
- Me alegro. – dijo ella en voz baja, pero aún así Miguel la oyó.
- No, no te alegras, te conozco. Estás tan triste por la marcha de Natalia como por el estado en el que se ha quedado Roberto, aunque no compartamos su decisión. – Sara caminaba cabizbaja, arrastrando los pies.
- Y lo que nos faltaba para completar el día era la llegada de ese tenientucho con aires de grandeza. – el insultar al recién llegado parecía que le sentaba bien al ánimo de la joven, así que su novio no la interrumpió – Es una lástima que los amigos de papá no pudieran enviar a alguien que se pusiera de nuestro lado.
- Cierto, además habrá que tener cuidado con él. Olmedo ha conseguido un aliado en lugar de un verdugo. – Estaban tan distraídos con la conversación, que Sara no se percató de que habían llegado hasta la casa del gobernador y, sonriendo tristemente al darse cuenta de que Miguel la había distraído con su conversación para que no se diera cuenta de hasta adonde le habían llevado sus pasos, llamó a la puerta.
- No creo que… ¡Oh!, ¡ya estáis aquí! – el gobernador interrumpió sus palabras y se levantó del sillón donde estaba cuando vio aparecer por la puerta a su hija quien llegaba junto al teniente Romero.
- ¡Roberto! ¿Qué haces tú aquí? – Sara no podía creer lo que estaba viendo. El joven jornalero se encontraba sentado en uno de los sillones del salón de la casa del gobernador Hermida, aún llevaba la ropa con la que había asistido al funeral, por lo que Sara supuso que no había pasado por su casa. ¿Dónde habría estado todo aquel tiempo?
- Yo lo llamé. – respondió el gobernador. Roberto no estaba en condiciones de dar explicaciones a nadie; su abatimiento era evidente, bastante hacía con seguir la conversación.
- Supongo que deseaba vernos – cortó prudentemente Miguel – a causa de la llegada del teniente Garay a Arazana.
- Efectivamente. – Todos los presentes pudieron escuchar cómo alguien hablaba desde el vano de la puerta; al girarse hacia aquel lugar, pudieron comprobar que se trataba del teniente Garay.
- Papá, ¿qué está haciendo él aquí? – preguntó Sara enojada.