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Como no me gusta la historia... voy y la cambio (Natalia y Roberto)

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Roberta72
Roberta72
27/04/2011 20:02
Como estoy bastante aburrida de que me tengan a Roberto entre rejas, aunque sean las rejas de cartón piedra del cuartel de Arazana, y de que nadie (excepto San Miguel) intente hacer nada... pues voy y lo saco yo misma.
Y como la historia parece que va dos pasitos pa´lante y tres pa´trás, pues voy y la cambio a mi gusto.
Y como a mi el que me gusta es el Rober... pues también cambio la historia.

Creo que me he metio en un ebolao del que no voy a saber salir pero bueno, todo sea por dar ideas a los guionistas de nuestros amores. Ya me direis...
_____________________________________________________________________________

Capítulo 1

Parecía un sitio tranquilo, alejado del camino, seguro que por allí no pasaba gente con regularidad. La hierba que tapizaba la orilla del río era alta y estaba sin pisar así que decidió desmontar y descansar unos minutos.
- No puedo estar ya muy lejos de ese maldito pueblo. ¿Es que no había un lugar más perdido donde esconderte Sara?- dijo en voz alta mientras ataba el caballo a uno de los árboles que extendían sus ramas sobre el agua.
Mientras estiraba los músculos, agarrotados después de tan larga jornada a caballo, vio su reflejo en el remanso que el río formaba a pocos metros de allí. Miró hacia ambos lados y, al no ver a nadie y comprobar que el caballo se alimentaba tranquilamente, sonrió y comenzó a despojarse de sus vestimentas hasta quedar en ropa interior. Se adentró en el agua hasta que ésta le llegó hasta la cintura, entonces extendió los brazos y se dejó caer hacia atrás. Movía los brazos y las piernas lo indispensable para no alejarse demasiado de la orilla y mantenerse a flote, sintiendo cómo la corriente masajeaba su cuerpo. Sabía que la ropa que aún llevaba puesta, al mojarse, dejaría al descubierto las formas de su cuerpo, pero le daba igual, además, sería demasiada casualidad que alguien pasara por allí en ese momento.
#861
gabycyr
gabycyr
04/11/2011 02:41
A ver roberta!! yo soy cosme y le pego otro manotazo! HOMBRES! hay que guiarlos que si no sse pierden! la pobre natalia y este tonto...si de verdad creyera que natalia le ama entenderia que a ella no le importa que sea jornalero bastardo o el hermano pequeño de rafalin...xq lo unico que quiere es estar a su lado....lo dicho HOMBRES! son tan simples...pero se complican tanto...
#862
Roberta72
Roberta72
04/11/2011 07:22
Lo siento chicas, pero me ha invadido el espíritu de Tirso Calero.... veremos cuánto me dura el síndrome lionista
#863
arunda
arunda
04/11/2011 13:23
Roberta,Roberta,Roberta........................por favorangel que el espiruto ese que dices que te ha invadido................te abandone pronto porfa,porfaangel
#864
Roberta72
Roberta72
05/11/2011 18:52
- ¿Qué ha cambiado para que ya no lo creas?
- ¿Usted me lo pregunta? – Roberto se giró para mirar a su abuelo a la cara – ¿Recuerda que me dijo que encontraríamos piedras en el camino? Pues bien, esas piedras han acabado con nosotros.
- Roberto, sigo sin entenderte. – dijo su abuelo levantándose de su asiento y acercándose al joven.
- Álvaro - dijo Roberto escuetamente.
- ¿Qué tiene que ver el Montoro con todo esto? – replicó Cosme - Es de tu vida, de tu futuro, de lo que estamos hablando.
- Exactamente abuelo, de eso es de lo que estamos hablando y de lo que Álvaro ha venido a hablar esta mañana. Desde que Álvaro estuvo aquí esta mañana, nada de lo que quería para Natalia, nada de lo que soñaba para nosotros va a ser posible. – Roberto se pasaba las manos por la cara, intentando poner en orden sus pensamientos para así poder hacer entender a su abuelo su modo de pensar y actuar. – Es cierto, ¿verdad, abuelo?
- ¿El qué?
- Lo que dijo Álvaro. Por eso se presentaron después Eugenia y… - Roberto cerró los ojos con fuerza y se mordió los labios, le costaba asimilar que su padre no fuera Tomás Pérez y sí lo fuera Germán Montoro, pero la reacción de su madre al abofetear a Álvaro fue la confirmación de que lo que contaba el joven era cierto.
- No lo sé hijo, de verdad que no lo sé. – Cosme tomó aire y miró a lo lejos, al igual que momentos antes había hecho su nieto, recordando tiempos pasados – Recuerdo que me pareció muy extraño que tu madre aceptase a Tomás tan de improviso cuando nunca antes le había hecho el menor caso, pero es lo que tiene el amor, que llega de repente, sin que te des cuenta. Y cuando tu madre nos dijo que venías en camino ninguno sospechamos nada fuera de lo normal, pero su reacción de hoy al querer hacer callar a Álvaro…
- ¿Y después de lo que me ha dicho sigue sin entenderme? – el razonamiento de Roberto iba más rápido que el entendimiento de su abuelo y el viejo hizo gestos de no poder seguirle – Hace unas horas yo tan solo era un jornalero, un pobre hombre que no tenía dónde caerse muerto, pero que sabía quién era, de dónde venía y a dónde iba. Un infeliz, enamorado de una mujer infinitamente mejor que él, pero que por azares del destino vio como sus sentimientos eran correspondidos, un ingenuo capaz de abandonarlo todo por amor…
- ¿Y?
- Abuelo, una cosa es saber y aceptar que la gente hablará mal de nosotros, de Natalia, porque yo esté a su lado, porque se haya rebajado a enredarse con un don nadie, cuando ella puede aspirar a un hombre de bien.
- Alto, muchacho, no permito que hables así. – dijo Cosme exaltado – Eres un buen hombre, íntegro, trabajador, honrado, nadie puede hablar mal de ti, así que no permito que tú lo hagas. Eres tan bueno como cualquier otro.
- No abuelo, ha tenido que suceder todo esto para que despierte de este sueño tan bello que me empeñé en hacer realidad. Natalia necesita a un hombre de su clase, – inconscientemente volvió a su mente el nombre de Luis, aquel hombre que había estado junto a Natalia en los peores momentos de su vida y por el que tanto cariño sentía ella – un hombre que sepa cómo comportarse en su mundo, que no la ponga en ridículo, ni sea un lastre en su vida; lo que menos necesita es un jornalero inculto, hijo bastardo de un terrateniente. La amo demasiado como para perjudicarla de ese modo; además, tengo obligaciones que no puedo ni debo olvidar.
- Tu primera obligación es para contigo mismo, – Cosme se puso frente a Roberto y lo obligó a mirarlo – para contigo y la mujer a la que amas, con la que estabas dispuesto a comenzar una nueva vida, dispuesto a formar una familia. Ella te ama, no lo olvides, te ayudará a superar sus carencias, eres lo suficientemente hombre como para aceptar que la mujer que esté a tú lado esté más preparada que tú y mantener tu hombría…
- Abuelo, no insista, no hay nada que discutir, la decisión está tomada. – la voz de Roberto sonó firme, como la del cabeza de familia en que acababa de convertirse.
- Puedes decir lo que quieras pero yo…
- Abuelo, le prohíbo que le diga nada a Natalia.
- Tú no eres quien para prohibirme nada, soy tu abuelo y me debes un respeto, muchacho.
- Y yo soy su nieto y desde este momento también el cabeza de familia; merezco el mismo respeto que usted me pide y no voy a permitir que nadie intervenga en mi vida privada. – Roberto dio por zanjada la conversación abandonando el lugar camino de su humilde casa.
- No sabes lo que has hecho, muchacho. Vas a estar arrepintiéndote de esta decisión y maldiciendo este día el resto de tu vida - Cosme siguió el ejemplo de su nieto y comenzó a caminar de vuelta a su hogar para atender a los muchos visitantes que se acercaban para darles el pésame.
#865
Mantecao
Mantecao
06/11/2011 18:36
Ayyyyyyyyy qué penita, si es que este hombre no hace más "que de sufrir y de sufrir"... snif
#866
Roberta72
Roberta72
11/11/2011 07:10
Capítulo 78

Natalia permaneció de pie, quieta frente al río durante varios minutos. Su mente repetía una y otra vez que Roberto no la amaba, que se había burlado de ella, que había jugado con sus sentimientos, que tan solo había sido para él un cuerpo del que disfrutar durante unos días. Sin embargo, su corazón, su piel, su instinto le decían que no, que él se había entregado con tanto amor como el que había ofrecido ella, que sus caricias, sus besos y sus palabras no habían sido fingidos. ¿Por qué entonces aquel rechazo? ¿Por qué aquellas palabras y aquellos besos tan crueles? Natalia sintió que todo le daba vueltas y tuvo que sentarse. Aquellas últimas caricias, aquellos últimos besos no habían sido fingidos, habían sido reales, tan reales como el dolor que habían causado. Natalia recordó las palabras que Roberto le había dicho aquella misma mañana antes de escabullirse por la ventana: “Yo también te amo, mi vida… y nunca dejaré de hacerlo, pase lo que pase”. ¿Qué necesidad tenía de mentir, de decir aquello? Simplemente podía haberse marchado sin decir nada, pero si él ya había tomado una decisión no sería ella la que hiciera que se echase atrás. Años atrás le rompieron el corazón y se recuperó, sabía que es esta ocasión no iba a suceder lo mismo. Roberto se había llevado su corazón, dejando un hueco frío en su lugar. Se sentía muerta, vacía, ya nada le importaba, volvería a su casa y se dedicaría a sus negocios, a viajar, a gastar dinero; no volvería jamás a preocuparse por nadie ni a confiar en nadie y mucho menos volvería a amar.

Sintiendo un gran peso sobre los hombros y cómo las piernas le flaqueaban, se puso en pie y comenzó a caminar con paso lento hacia el lugar donde había dejado atado su caballo, desató las riendas, montó y lo azuzó lo suficiente como para que se pusiera en marcha. No quiso que el bruto llevara un paso rápido, pero tampoco quería alargar la agonía, suponía que Sara estaría esperando su regreso, por lo que se dirigió directamente hacia el pueblo.

La poca gente con la que se cruzó en su camino hacía corrillos comentando en voz baja la desgracia acontecida pocas horas antes; todo el mundo en Arazana conocía ya la muerte de Tomás Pérez, pero casi nadie conocía los acontecimientos sucedidos minutos antes de aquel hecho. Natalia cabalgó hasta llegar a la herrería de Satur, dejó su caballo como hacía habitualmente y se dirigió de nuevo a la imprenta. En el interior del establecimiento tan solo se encontraban su prima y Ángel, el doctor y los guardias civiles se habían acercado al cuartel para dar parte de lo ocurrido.
- Natalia, ¿qué haces aquí? – preguntó Sara extrañada - suponía que te quedarías…
- Necesito enviar un telegrama. – Natalia se acercó al mostrador donde se encontraba su prima y apoyó las manos en él. Ángel, se levantó de la mesa en la cual se encontraba leyendo un periódico y salió discretamente para dejarlas hablar a solas.
- Claro, dime a quién y el texto. – Sara se colocó frente al telégrafo, dispuesta a transmitir según su prima fuese dictándole. Suponía que los Pérez deseaban avisar a alguien del fallecimiento de Tomás y ella se había ofrecido a hacerlo.
- Luis Larrínaga, Naviera Arteaga, Bilbao. – dijo Natalia escuetamente.
- ¿Naviera Arteaga? – preguntó Sara, Arteaga era el segundo apellido de Natalia.
- Es más sencillo y barato transportar mercancía si los barcos son tuyos. ¿Lista? – preguntó la joven a su prima.
- Adelante. - Aquel telegrama seguramente sería para avisar de que posponía su regreso hasta que los Pérez se recuperasen de tan dolorosa pérdida.
- Querido Luis. – dictó Natalia. Sara empezó a transmitir y el telégrafo comenzó a emitir su característico pitido – Sábado 16 tomo tren en Sevilla. – La mano de Sara dejó de transmitir, pero la mirada de Natalia hizo que Sara se recuperara al instante y continuase con su trabajo. – Prevista llegada Bilbao martes 19. Natalia.
- ¿Te vas?
- Si. – Natalia dejó unas monedas sobre el mostrador, lo suficiente para pagar el servicio, y se dio la vuelta dirigiéndose a la puerta.
- Espera. – dijo Sara saliendo de detrás del mostrador y acercándose a su prima. Natalia se quedó de pie esperando en el centro de la imprenta - ¿Qué es eso de que te vas? – preguntó Sara cuando llegó junto a la joven - ¿Y Roberto?
- Yo me voy, Roberto se queda. – Natalia miró a Sara a los ojos antes de decir aquellas palabras y a continuación continuó caminando hasta salir del local. Sara salió tras ella, cerró la puerta con llave e hizo gestos a Ángel de que las siguiese pero a una distancia prudencial. No hubiera hecho falta que dijera nada ya que la conversación de las jóvenes había llegado a sus oídos, no había entendido de qué hablaban pero sí había podido darse cuenta de que algo más que la muerte de Tomás Pérez había trastocado sus vidas.

Juntas, a paso rápido, y sin cruzar ni una sola palabra, atravesaron la plaza y salieron del pueblo, dirigiéndose a la posada de la Maña. Cuando llegaron a la posada se dirigieron directamente a la habitación de Natalia, la Maña les salió al paso pero los gestos de Sara y Ángel hicieron que la buena mujer se retirara tras el mostrador, Ángel se quedó con ella.
- Póngame algo fuerte. – dijo el hombre.
- ¿Qué le ocurre a Natalia? – preguntó la posadera, mientras servía una copa de aguardiente – Parece como si hubiese perdido la alegría de vivir. A pesar de su amistad con Roberto Pérez, la muerte de Tomás no puede haberle afectado tanto…
- No sé, no sé que es lo que le ocurre, pero no es la misma de esta mañana. – Ángel tomó el licor que la mujer le había servido y se lo bebió de un trago. Debía averiguar qué era lo que le había pasado a Natalia e intentar remediarlo, estaba en deuda con ella y con Sara por haberle dado una nueva vida y haría cualquier cosa por ayudarlas.
#867
gabycyr
gabycyr
12/11/2011 04:34
pobre natalia...ya sabia yo que iba a correr a bilbao ...y el chato tan belloo! quiere ayudar...sigue roberta sigue!
#868
Roberta72
Roberta72
16/11/2011 00:13
No tengo vergüenza ni formalidad, tengo esta historieta más colgada... pero es que viendo lo que nos pone Tirso Calero, a una la inspiraión se le va de vacaciones
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- Dime qué ha ocurrido. – Sara cerró la puerta de la habitación de Natalia después de que ambas entraran en el cuarto.
- Nada. – Natalia se acercó al armario, lo abrió y extrajo de él la maleta con la que había llegado al pueblo un par de meses antes. Ante la vista de Sara caminó hasta la cama, dejó la maleta sobre ella y volvió a cerrar el armario, todos aquellos movimientos los hizo con una total parsimonia y desinterés. Sara caminó hacia la cama y colocó su mano sobre la maleta impidiendo a su prima abrirla.
- ¿Qué ha pasado? – volvió a preguntar.
- Ya te lo he dicho, vuelvo a casa como estaba previsto. Mañana por la tarde sale mi tren desde Sevilla y no puedo perder el tiempo, he de hacer el equipaje. – la voz de Natalia no tenía inflexiones ni sentimiento. Podía haberle dado el parte meteorológico con el mismo desinterés.
- ¿Y Roberto?
- También te lo he dicho… él se queda. – Natalia se dio la vuelta y volvió al armario, revisó su ropa y apartó un traje que le pareció el más adecuado para ponerse al día siguiente, el resto de prendas fueron descolgadas y depositadas sobre la cama. Sara observaba incrédula los movimientos de su prima, Natalia no era así, no reconocía a su prima en la mujer silenciosa que con total tranquilidad arreglaba su maleta.
- Ya te he oído, pero no me vale esa respuesta. – Sara arrancó uno de los vestidos de las manos de Natalia y la obligó a sentarse en la cama.
- Pues lo siento mucho, pero no tengo otra. – Natalia intentó ponerse en pie, pero su prima la empujó hacia atrás para que permaneciera sentada.
- Esta mañana hablamos de que existía la posibilidad de que Roberto no te acompañase a Bilbao y creí que lo tenías asumido. – Natalia volvió la cara y dejó escapar un suspiro – Con lo que acaba de suceder, – continuó su prima – es lógico que no pueda acompañarte.
- No sigas Sara, no sabes qué ha ocurrido. – replicó Natalia en voz baja.
- ¡Pues explícamelo! No puedo ayudarte si no sé lo que ocurre.
- Ocurre que… - Natalia titubeó. No quería compartir su dolor y su humillación con nadie, no quería que nadie sintiese lástima por ella, pero sabía que Sara no la dejaría marchar sin que antes le contara qué había sucedido entre Roberto y ella – ocurre que estábamos equivocadas, completamente equivocadas. Roberto jamás se planteó tener nada serio conmigo, jamás cruzó por su mente la idea de dejar Arazana, ni pensó en que yo podría formar parte de su vida.
- No puedo creerte. – Sara estaba aturdida, estaba segura del amor de Roberto por su prima, Natalia debía haber entendido mal las palabras de Roberto. Natalia aprovechó el desconcierto de su prima para ponerse de nuevo de pie y continuar con su tarea.
- Pues es cierto. Sus palabras exactas son que yo he sido una manera agradable de pasar el rato. – Recordar aquellas palabras hizo que Natalia descargara un golpe sobre la ropa que había dejado sobre la cama. Necesitaba soltar toda la rabia y el dolor que tenía en su interior, necesitaba gritar, derrumbarse, pero no quería hacerlo por miedo a no poder dejar de llorar jamás.
- Natalia… - Sara siempre sospechó que la relación de los jóvenes había sido muy estrecha, pero las palabras de su prima le confirmaron lo seria que había sido. Estaba segura de que Roberto había sido el único hombre al que Natalia se había entregado, como también estaba segura de que lo había hecho completamente enamorada. Lo que no entendía era la reacción de Roberto, él era un hombre serio, responsable, educado y respetuoso con las mujeres, jamás hubiera utilizado a alguna del modo en que indicaban las palabras de su prima.
- No, Sara. No me tengas lástima, por favor. Puedo soportarlo todo menos la lástima de la gente y no llores porque tus lágrimas son las únicas que me conmueven.
- ¿Cómo te sientes? – Sara habló en voz baja, tratando de calmar los ánimos de su prima y obtener de ese modo algo más de información, seguía sin poder creer que Roberto se hubiese comportado de un modo tan cruel. Natalia se encogió de hombros e hizo una mueca que se asemejó a una triste sonrisa.
- No lo sé, la verdad es que ya no siento nada. – mientras hablaba, abrió la maleta y extrajo de ella una cajita, la abrió y en su interior encontró tres cosas: los botones de la camisola que Roberto había arrancado con los dientes, la hoja de papel en la que había escrito decenas de veces el nombre de él y el pajarillo de madera que encontró en su habitación la noche de su cumpleaños. Estaba segura de que aquel pajarillo era regalo de Roberto, apareció en su dormitorio durante la noche; alguien lo dejó colándose por la ventana cómo Roberto había hecho cada noche durante los últimos días, además, parecía que había sido el juguete de un niño travieso, estaba golpeado y mellado por varios lados, pero había sido tallado con mucho amor, seguramente era el regalo de un padre a su hijo, a su primogénito. Natalia acarició el pajarillo y volvió a guardarlo en la caja, depositándola en el fondo de la maleta. - Nada en absoluto, es como si estuviese viviendo en el sueño de otra persona, nada me afecta, nada me daña, nada me duele…
#869
arunda
arunda
16/11/2011 00:22
Roberta no dejes que natalia se valla
y que roberto recapacite por favor angel
gracias
#870
gabycyr
gabycyr
16/11/2011 04:05
me da a mi que Roberta va a alejar a Natalia de Arazana...hasta que alguien se arrepienta y entre en razón no??...

ains..que recapacite...pero pronto...!
#871
Roberta72
Roberta72
16/11/2011 07:06
jejejeje diablo
#872
Roberta72
Roberta72
17/11/2011 07:57
- Y nada te alegra. – terminó Sara por ella.
- Exacto.
- ¿Es como…? – se atrevió a preguntar Sara.
- ¿Cómo la otra vez? – Sara asintió y Natalia continuó hablando – No, no es como entonces. Aquella vez…, - la muchacha se acercó a la cajonera que había junto a la pared y comenzó a sacar cosas de su interior – aquella vez sentí dolor, un dolor tan fuerte en el pecho que creí que me moría, y en verdad deseé morir en aquel momento; pero hoy, hoy sentí que la cabeza me daba vueltas, que todo aquello no era real, que estaba viviendo una pesadilla. Pero, no… es real, muy real y sigo sin sentir nada especial, será que me han arrancado el corazón, por eso ya no duele.
- Natalia, de verdad que te escucho pero no puedo creer tus palabras, es como si me hablases de una persona que no conozco en absoluto. – Sara se resignó a la idea de que Natalia se iba de Arazana y de que se iba sola, lo que no podía entender era la reacción de Roberto. Debía hablar con el muchacho, no era el mejor momento, dada la recentísima muerte de Tomás y el descubrimiento de que Germán Montoro era su verdadero padre, pero Natalia se iba en pocas horas y tras su marcha ya no habría nada que hacer.
- No, Sara. – Natalia seguía hablando mientras doblaba su ropa.
- No, ¿qué?
- Que no quiero que hagas nada.
- Pero…, no puedo quedarme quieta viendo cómo os separáis por un malentendido, porque tiene que haber sido un malentendido. – Sara comenzó a andar por la habitación, nerviosa; no era posible que Roberto y Natalia se fuesen a separar cuando la noche anterior habían estado juntos y felices, compartiendo aquella cena junto a ella y Miguel – Roberto no es capaz de decir y hacer lo que me has contado.
- Por lo visto ninguna de las dos conocemos al señor Pérez… o Montoro.
- Natalia, deja que hable con Roberto, deja que me explique qué es lo que ha ocurrido…
- No, – la joven interrumpió su tarea y se colocó delante de su prima – no quiero que hagas nada, debes mantenerte al margen.
- ¿Cómo puedes pedirme que no haga nada? – Sara no podía creer lo que su prima le pedía; ella tan solo quería ayudarlos, saber qué había ocurrido, cuál podía ser la razón de que la relación que unía a su prima y su amigo hubiese terminado de modo tan radical.
- No te lo estoy pidiendo. Te exijo que no hagas ni digas nada.
- Pero…
- Es mi vida privada de lo que estamos hablando y quiero que siga siendo así, privada. Creo que tengo derecho a que no sea aireada a los cuatro vientos. – la voz de Natalia era muy seria, Sara jamás la había escuchado de ese modo.
- Pero yo no voy a airear nada, tan solo quiero que Roberto me explique…
- No, Sara. Es mi última palabra y espero que la respetes, por favor.
- Pero…
- Por favor. – Sara asintió aceptando no decirle nada a Roberto, se acercó a Natalia y la abrazó, daría cualquier cosa por poder ayudar a su prima, entendía que no quisiera que nadie se enterara, pero no entendía que se diera por vencida. Tampoco entendía la reacción de Roberto, estaba segura del amor del joven por Natalia, entonces ¿cómo podía haber sido tan cruel con ella?
#873
arunda
arunda
17/11/2011 11:14
Sara habla con roberto YAAAAAAA¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡
Robertaangelangel
#874
gabycyr
gabycyr
17/11/2011 18:17
No creo que Sara vaya a hablar con Roberto...puede que lo contrario, si Natalia se va Roberto le podra la nacesidad de saber sobre ella y acudirá a la única que le puedad decir algo...o simplemente porque necesita hablar con alguien...
#875
Roberta72
Roberta72
20/11/2011 02:03
Capítulo 79

- ¿Dónde te has metido, Álvaro? – preguntó don Germán. El joven Montoro llegó a su casa arrastrando la chaqueta por el suelo y llevando el corbatín suelto.
- Por ahí. – dijo escuetamente.
- Ya sabemos que has estado por ahí, en la casa de los Pérez, más concretamente. – Martina intervino. En el salón del cortijo se habían reunido don Germán, su esposa Martina y su hija Eugenia, todos ellos esperaban desde hacía horas el regreso del hijo mayor.
- Álvaro, estaba muy preocupada por ti, – Eugenia se levantó del sofá en donde estaba sentada y se abrazó a su hermano - ¿estás bien?
- Si Eugenia, estoy bien, todo lo bien que se puede estar dadas las circunstancias. – dijo mirando con rabia a su padre mientras acariciaba la espalda de su hermana.
- ¡Qué desgracia, Álvaro, qué desgracia más grande! – Eugenia sollozaba con la cara apoyada sobre el pecho de su hermano.
- Si, Eugenia; es una desgracia y una vergüenza. – continuó hablando Álvaro.
- No te permito que hables así, hijo. – Germán Montoro estaba triste y apesadumbrado; la ilusión, la alegría, el orgullo de que poder hacer público que Roberto era su hijo se vio empañada por la desgracia de la muerte de Tomás.
- No me permite, ¿qué? No creo que usted pueda darme lecciones sobre qué puedo o no puedo hacer o decir. - Álvaro seguía indignado con su padre por la revelación que había tenido lugar en aquella misma estancia horas antes – A estas alturas ya debemos ser el hazmerreír de toda la comarca, y todo por su culpa, por haberse dejado enredar por una cualquiera.
- Calla Álvaro, no sigas, por favor. – Eugenia se abrazó a su hermano con más fuerza.
- Tranquila, chiquilla. – dijo el joven mientras seguía abrazando a su querida hermana – Ve cómo está Eugenia, y todo por su culpa, por la vergüenza…, no va a poder volver salir a la calle con la cabeza alta y todo por…
- ¿No te has enterado? – cortó su padre – Eugenia no está así por la noticia de que Roberto sea vuestro hermano. – Ante la cara de incredulidad de Álvaro, quién miró alternativamente a todos los presentes, Germán continuó hablando – Tomás Pérez ha muerto. – Álvaro sintió que la noticia lo golpeaba, pero el desconcierto duró tan solo un instante. – Ha sido un ataque al corazón, fulminante.
- Y claro, ha sido culpa mía, ¿no es así? – exclamó el joven – No ha tenido nada que ver el descubrir que su mujer lo ha estado engañando toda la vida, el saber que su hijo no es tal, el saber que se han estado burlando de él en sus narices. No, el culpable es Álvaro, el asesino es Álvaro, quien se atrevió a contar lo que los demás callaron.
- No sigas, Álvaro, no sigas. – Eugenia había visto demasiado dolor en los ojos de los Pérez como para querer seguir escuchando las palabras de su hermano.
- Creo que deberíamos hablar de lo que ha ocurrido hoy. – dijo Germán intentando calmar los ánimos de todos.
- No hay nada de lo que hablar. – interrumpió Álvaro.
- Si, Álvaro, hay mucho de lo que hablar, siéntate por favor. – Germán Montoro habló en voz baja pero con seguridad y firmeza, por lo que sus hijos tomaron asiento. – Álvaro, tu apresurada marcha de esta mañana no me permitió terminar de hablar.
- Pues si es por mí, lo que contó también se lo podía haber ahorrado. – dijo el joven entre dientes.
- Cuando supe que Roberto era mi hijo, – continuó Germán sin prestar atención a las palabras de su hijo – acudí a Carmen, enfadado, dolido, pero…
- No tengo por qué aguantar esto. – dijo Martina levantándose
- Martina, quédate, esto también te incumbe a ti. – dijo volviéndose hacia su esposa
- ¿Me vas a obligar a escuchar como hablas de tu amante y de su bastardo? – dijo ella furiosa.
- Martina, quédate, lo que voy a decir concierne a toda la familia.
- No puedes obligarme a aguantar tus porquerías. – Eugenia y Álvaro miraban alternativamente a Germán y Martina, esperando que la disputa terminara. Eugenia los miraba triste y asustada, no estaba acostumbrada a situaciones tan dolorosas y aquello la superaba; por el contrario, Álvaro los miraba divertido, esperaba que Martina le dijera a su padre todo lo que él deseaba decirle.
- Martina, - rebatió Germán – no tienes porqué estar ofendida, todo aquello ocurrió antes de que nos conociéramos, ¡pero si Roberto casi tiene tu edad!
- Si lo que querías era ofenderme, créeme que lo estás consiguiendo. – Martina estaba realmente furiosa.
- Haz lo que quieras, quédate o vete, pero cállate. Voy a tratar de enmendar todo el daño que he hecho, aún sin saberlo, y este hecho va a afectar a toda la familia. Si te quedas tendrás la oportunidad de expresar tu opinión, si te vas… no. – Germán Montoro estaba realmente decidido a expresar sus deseos y la decisión que había tomado – Como decía, acudí a Carmen para pedirle explicaciones, para reclamarle que durante todos estos años no me hubiese dicho nada al respecto. Le dije que si hubiera conocido la verdad, la vida de Roberto hubiera sido muy distinta, se hubiera criado aquí, conmigo, con vosotros… – dijo mirando a sus hijos.
#876
gabycyr
gabycyr
20/11/2011 03:48
Ay que poco soporto al Germen...

Pobre roberto...vaya padre le salió...
#877
Roberta72
Roberta72
22/11/2011 00:05
Álvaro soltó un bufido de desaprobación mientras que Eugenia sonrió pensando en cómo hubiese sido la vida en el cortijo teniendo también a Roberto como hermano.
- Pero me dijo que no era posible, – continuó Germán – nadie sabía nada al respecto y no sería justo descubrir la verdad. Sentí dolor y rabia por no poder ofrecer a Roberto lo que las circunstancias le habían arrebatado: una posición, preparación, posibilidades de futuro, todo aquello de lo que vosotros habéis disfrutado y a él se le negó; pero también sentí respeto por Tomás.
- ¿Respeto por ese cornudo? – preguntó Álvaro despectivamente.
- ¡Álvaro! – exclamó Eugenia escandalizada.
- Por ese buen hombre que cuidó de mi hijo. – cortó Germán furioso – Por ese hombre honrado que trabajó de sol a sol en nuestras tierras y le aseguró un futuro a su familia gracias a su trabajo. Por ellos callé, aunque por dentro me moría de rabia y dolor cada vez que veía cómo os enfrentabais. – le dijo a Álvaro. – Tan solo yo sabía que erais dos hermanos enfrentados, defendiendo posturas irreconciliables, odiándoos a muerte. Pero eso se acabó, no pienso seguir callando. Cuando pase un tiempo prudencial voy a reconocer a Roberto como mi hijo.
- ¿De verdad, padre? – Eugenia se levantó de se asiento, acercándose a su progenitor y abrazándolo - ¿De verdad va a hacer eso? – su voz denotaba ilusión, deseos de que se hiciese justicia con aquel hombre que tan amable había sido con ella, con su hermano.
- No voy a permitirlo, – dijo el otro Montoro – no voy permitir que nos avergüence a todos haciendo que seamos la comidilla de la comarca.
- Estoy de acuerdo con Álvaro. – intervino Martina – Si te remuerde la conciencia dale un dinero y que se vaya lejos, es tan solo un muerto de hambre cuyo silencio podrás comprar con unas pocas monedas.
- ¿Os estáis oyendo? – intervino Eugenia – Estáis hablando de mi hermano.
- Eugenia, ¿no pretenderás compararnos con ese? – dijo Álvaro alterado.
- Con ese ¿qué?, Álvaro. Roberto es tan Montoro como tú y como yo, por desgracia no ha tenido las oportunidades que nosotros sí hemos tenido y hemos desaprovechado en tantas ocasiones. – Germán miraba a su hija admirado. Eugenia había sido siempre una niña caprichosa, acostumbrada a hacer su voluntad, pero era la segunda vez en aquel día que defendía a Roberto frente a todos. Su hija estaba madurando, se estaba convirtiendo en una mujer, lástima que fuera como consecuencia de una situación tan desgraciada. - ¿Crees que Roberto hubiera desaprovechado la educación que nosotros hemos recibido? Él debería haberse criado aquí, con nosotros, debería haber seguido siendo nuestro amigo, - el tono de Eugenia se entristeció y una lágrima asomó a sus ojos – debería haber seguido jugando con nosotros. No recuerdo porqué dejó de hacerlo… - la joven se giró hacia su padre interrogándolo con la mirada.
- Porque iría al campo a partirse el lomo, que es lo único que sabe hacer. – contestó Álvaro en su lugar recostándose indolentemente en el sofá.
- ¡Álvaro! No voy a permitir que hables así de él.
- Pero Eugenia – dijo él.
- No, no voy a permitirlo. No voy a permitir que nadie hable así de mi hermano. – dijo decidida.
- ¿Vas a…?
- ¿Qué si voy a tratarlo como a un hermano? – Eugenia caminó hasta colocarse frente a su hermano – Si, Álvaro, voy a tratarlo como lo que es, como mi hermano… si él me acepta.
- No puedo creerlo, no puedo creer que te pongas en mi contra. – dijo él poniéndose en pie.
- No, no me estoy poniendo en tu contra. – el tono de Eugenia volvió a ser dulce y preocupado tratando de tranquilizar al que hasta entonces había sido su único hermano – Tan solo quiero tratarlo a él como merece. – Álvaro se separó de ella
- No Eugenia, eso no es posible, no somos iguales y nunca lo seremos, tenlo muy en cuenta. – y, recuperando la chaqueta que había sido abandonada en el respaldo de uno de los sillones, abandonó la estancia.
- Felicidades, Germán. – Martina se levantó del asiento donde había permanecido sentada mientras batía palmas con mucha parsimonia – De veras te felicito, acabas de perder un hijo. ¿Estas seguro de haber ganado otro? – tras decir aquellas palabras, Martina también abandonó el salón.
#878
Silvania20
Silvania20
22/11/2011 00:22
Roberta está INCREÍBLE!! Me encanta esta historia!! ^^

Es genial, de verdad, tiene de todo!! Pero lo que demuestra que es realmente buena, es que cada vez que termino un trocito, tengo ganas de muchos más!!!! :D
#879
gabycyr
gabycyr
22/11/2011 15:57
Gracias Roberta...Me encanta

Alvaro yMartina...jaja...los leo y los veo...
#880
Roberta72
Roberta72
22/11/2011 23:56
Me alegra que os guste, de verdad.
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Capítulo 80

El día había sido muy duro para gran parte de los habitantes de Arazana. La muerte de Tomás Pérez había sido acogida con estupefacción y dolor por todos aquellos que lo habían conocido, pero sobre todo estaba presente en tres familias: los Pérez, los Montoro y las Reeves. Para los miembros de estas tres familias, el dolor y la estupefacción no solo venía de la mano de la muerte de Tomás, sino también del descubrimiento de la nueva paternidad de Germán y cada uno de ellos asumía la realidad de distinta manera.

En casa de los Montoro, Germán permanecía en su despacho, encerrado, sentado a su mesa revisando papeles, localizando toda la documentación familiar que creía sería necesaria para dar a Roberto sus apellidos. Sabía que el proceso se demoraría a causa de la muerte de Tomás, pero no le importaba, por fin podría tratar a Roberto como a un hijo, como hacía con Álvaro; sabía que sería complicado, que a todo el mundo le costaría asumir la nueva realidad, pero le daba lo mismo, el primer paso ya estaba dado, lo que lamentaba profundamente era que el precio a pagar hubiese sido la muerte de un buen hombre como Tomás. También le preocupaba la reacción de Roberto ante aquel descubrimiento, cuando lo vio en su casa sintió el odio y el dolor en su mirada; pero era lógico, un golpe así trastocaría los sentimientos de cualquiera. Roberto era un hombre cabal, serio y responsable y hablando con él y exponiéndole cómo habían sucedido los hechos estaba seguro de poder ganárselo. Sabía que jamás podría ocupar el lugar dejado por Tomás, ni lo pretendía, tan solo deseaba que lo tratase con algo de afecto.

Martina se había retirado a sus habitaciones sin hablar con nadie, estaba demasiado furiosa. Cuando se casó con Germán sabía que éste tenía dos hijos, pero estaba segura de poder llevarlos a su terreno fácilmente. Suponía que el mayor problema sería Álvaro, ya que confiaba en casar a Eugenia pronto y alejarla así de la familia; sin embargo, la joven era una niña caprichosa y consentida por su hermano y su padre que no se doblegaba con facilidad. Era una joven enamoradiza, pero ninguno de sus amores había finalizado satisfactoriamente y aún permanecía en casa; con todo ello, Álvaro seguía siendo su mayor obstáculo. Álvaro Montoro era un joven orgulloso y altivo, difícil de manejar, pero no imposible; su altivez era su mayor defecto, se creía mucho mejor de lo que era, pero sobre todo mucho mejor que el resto de la gente. Iba a ser interesante ver a Álvaro enfrentándose a su nuevo hermano a quien siempre había considerado poco menos que una basura; tal vez ese enfrentamiento significara poder quitarse a ambos del camino, todo dependía de si sabía jugar bien sus cartas.

Álvaro, tras marcharse del salón abandonando de nuevo a su familia, había ido a refugiarse a la posada de la Maña. Allí, bebió y bebió hasta perder la consciencia y entre la posadera y sus chicas tuvieron que llevarle a una habitación. La bebida no consiguió hacerle olvidar la rabia que sintió al descubrir que Roberto Pérez, el jornalero a quien tantas veces se había enfrentado, era su hermano; pero tampoco le hizo olvidar el dolor que sintió cuando le comunicaron la muerte de Tomás. A pesar de que no lo consideraba igual a sí, no pudo evitar sentirse mal por estar involucrado en su muerte. En lo que no quería siquiera pensar era en las habladurías que se generarían, en el rechazo del resto de terratenientes, y sobre todo, en tener que compartir su casa, sus posesiones y su herencia con Roberto. Tampoco pudo evitar pensar en Eugenia, en la energía con la que defendió a Roberto, en el cariño que emanaba de sus palabras.

La joven Montoro no podía dormir, le había afectado mucho conocer la muerte de Tomás, sobre todo por cómo afectaba a Carmen, la mujer que había sido como una madre para ella, y a Roberto, su hermano. Su hermano, tan Montoro como Álvaro pero tan distinto a él. Dado que no hacía más que dar vueltas en la cama, optó por levantarse y escribir en su diario. En él anotó sus sentimientos ante la perspectiva de que, la relación de amistad que acababa de iniciar con Roberto, se desarrollase y creciese hasta convertirse en una verdadera relación fraternal. También recordó en sus anotaciones a Natalia, la joven de la que su hermano estaba enamorado, la joven valiente y decidida a la que ella admiraba tanto; realmente esperaba que la nueva situación le permitiese fomentar la amistad con ella.
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