Foro Bandolera
Como no me gusta la historia... voy y la cambio (Natalia y Roberto)
#0
27/04/2011 20:02
Como estoy bastante aburrida de que me tengan a Roberto entre rejas, aunque sean las rejas de cartón piedra del cuartel de Arazana, y de que nadie (excepto San Miguel) intente hacer nada... pues voy y lo saco yo misma.
Y como la historia parece que va dos pasitos pa´lante y tres pa´trás, pues voy y la cambio a mi gusto.
Y como a mi el que me gusta es el Rober... pues también cambio la historia.
Creo que me he metio en un ebolao del que no voy a saber salir pero bueno, todo sea por dar ideas a los guionistas de nuestros amores. Ya me direis...
_____________________________________________________________________________
Capítulo 1
Parecía un sitio tranquilo, alejado del camino, seguro que por allí no pasaba gente con regularidad. La hierba que tapizaba la orilla del río era alta y estaba sin pisar así que decidió desmontar y descansar unos minutos.
- No puedo estar ya muy lejos de ese maldito pueblo. ¿Es que no había un lugar más perdido donde esconderte Sara?- dijo en voz alta mientras ataba el caballo a uno de los árboles que extendían sus ramas sobre el agua.
Mientras estiraba los músculos, agarrotados después de tan larga jornada a caballo, vio su reflejo en el remanso que el río formaba a pocos metros de allí. Miró hacia ambos lados y, al no ver a nadie y comprobar que el caballo se alimentaba tranquilamente, sonrió y comenzó a despojarse de sus vestimentas hasta quedar en ropa interior. Se adentró en el agua hasta que ésta le llegó hasta la cintura, entonces extendió los brazos y se dejó caer hacia atrás. Movía los brazos y las piernas lo indispensable para no alejarse demasiado de la orilla y mantenerse a flote, sintiendo cómo la corriente masajeaba su cuerpo. Sabía que la ropa que aún llevaba puesta, al mojarse, dejaría al descubierto las formas de su cuerpo, pero le daba igual, además, sería demasiada casualidad que alguien pasara por allí en ese momento.
Y como la historia parece que va dos pasitos pa´lante y tres pa´trás, pues voy y la cambio a mi gusto.
Y como a mi el que me gusta es el Rober... pues también cambio la historia.
Creo que me he metio en un ebolao del que no voy a saber salir pero bueno, todo sea por dar ideas a los guionistas de nuestros amores. Ya me direis...
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Capítulo 1
Parecía un sitio tranquilo, alejado del camino, seguro que por allí no pasaba gente con regularidad. La hierba que tapizaba la orilla del río era alta y estaba sin pisar así que decidió desmontar y descansar unos minutos.
- No puedo estar ya muy lejos de ese maldito pueblo. ¿Es que no había un lugar más perdido donde esconderte Sara?- dijo en voz alta mientras ataba el caballo a uno de los árboles que extendían sus ramas sobre el agua.
Mientras estiraba los músculos, agarrotados después de tan larga jornada a caballo, vio su reflejo en el remanso que el río formaba a pocos metros de allí. Miró hacia ambos lados y, al no ver a nadie y comprobar que el caballo se alimentaba tranquilamente, sonrió y comenzó a despojarse de sus vestimentas hasta quedar en ropa interior. Se adentró en el agua hasta que ésta le llegó hasta la cintura, entonces extendió los brazos y se dejó caer hacia atrás. Movía los brazos y las piernas lo indispensable para no alejarse demasiado de la orilla y mantenerse a flote, sintiendo cómo la corriente masajeaba su cuerpo. Sabía que la ropa que aún llevaba puesta, al mojarse, dejaría al descubierto las formas de su cuerpo, pero le daba igual, además, sería demasiada casualidad que alguien pasara por allí en ese momento.
#841
24/10/2011 07:56
- No te muevas de aquí, - comenzó a decirle Sara a Ángel, - tal vez Marcial te necesi…- la frase quedó a medias ante la llegada de Germán Montoro acompañado de su hija Eugenia y Margarita. Nadie dijo nada, pero la fría mirada de Roberto hacia los nuevos visitantes fue suficiente para que no se atreviesen a pasar del umbral de la puerta. Margarita se tapó la cara con las manos al ver a Tomás, inerte, en brazos de Roberto y salió al exterior, apoyándose en la pared de la casa; Eugenia se quedó mirando fijamente a Roberto, con lágrimas en los ojos, asustada y enternecida a la vez por tanto amor y dolor como veía en el gesto del que acababa de descubrir como su hermano. Don Germán bajó la mirada, incapaz de mantenerla ante Roberto, éste se giró y continuó su camino hacia el interior de la casa seguido por lo que quedaba de su familia.
- ¿Cómo ha sucedido? – preguntó Germán con un hilo de voz, temiendo que Álvaro fuese directamente responsable de la muerte de Tomás.
- Ha sido un infarto. – dijo Marcial escuetamente.
- Cuando llegamos, - comenzó a decir Sara – Álvaro ya estaba aquí y lo había contado todo. Roberto y él se habían golpeado y parece ser que Carmen intentó mediar. No sé muy bien.
- Ahora nada de eso importa. - cortó el doctor – Creo que lo mejor será avisar al padre Damián para que venga a ofrecer consuelo a la familia, nosotros…
- Tiene razón doctor, - dijo Roberto, quien regresaba tras haber acomodado el cuerpo de su padre - ¿necesita usted…?
- Si. – dijo el galeno escuetamente – Pero será mejor que hablemos a solas. – Marcial se había dado cuenta de la incomodidad que suponía para Roberto el tener aquellas visitas allí, por lo que intervino acertadamente.
- Roberto, - dijo Sara acercándose a él y tomándole de una mano – no dudes en contar con Miguel y conmigo para cualquier cosa que necesites, en cualquier momento. – Roberto se limitó a morderse los labios y asentir, su dolor era tan grande que no podía siquiera articular palabra. Sara dio media vuelta y salió por la puerta seguida de Ángel quien se despidió con una simple inclinación de cabeza.
- Lo siento, Roberto, de verdad que lo siento. Lo siento mucho. – Eugenia se acercó a él con los ojos rebosantes de lágrimas, pero él no se giró siquiera a mirarla, su vista se mantenía fija en Germán Montoro que no se había movido de la puerta.
- Si nos disculpan, – dijo Marcial acercándose a los visitantes e invitándoles con un gesto a abandonar la casa – debo proseguir con el procedimiento. – La puerta se cerró lentamente frente al rostro de Germán Montoro, quien lo último que vio fue la mirada fría y dura de su hijo Roberto.
- Gracias.
- No hay de qué, Roberto. Lo último que necesitáis es tener visitas inoportunas. – ante semejante respuesta el joven hizo un gesto de extrañeza – Le pedí al señor Guarda que me contara lo que había ocurrido para ganar tiempo, pero…
- No había nada que hacer. – dijo con tristeza
- No. ¿Había notado antes… algo? – preguntó el médico. Roberto recordó la mañana en que Tomás se sintió mal mientras Natalia los visitaba.
- Si, hace unos días sintió un mareo, – Roberto se explicaba como si estuviera lejos, muy lejos de allí y todo fuera una pesadilla – pero no le dio importancia. Dijo que era debido al calor.
- Seguramente no fuera el primero. ¿Me permites examinarle de nuevo? Debo redactar un informe y cuanto antes lo haga, menos doloroso será para todos. – Roberto se limitó a asentir y Marcial caminó por el corredor hacia las habitaciones.
Al quedarse a solas, Roberto caminó hacia la mesa y volvió a ocupar su asiento. Apoyó los codos en la mesa y dejó que sus ojos vagaran por los platos, vasos y cucharas que poco antes habían utilizado en aquella comida, aquella comida durante la cual iba a comunicar a su familia su deseo de emprender una nueva vida junto a la mujer a la que amaba, aquella comida que podía haber sido la más feliz de su vida y acabó siendo la más trágica. Instantes después Juanito y Carmen aparecieron juntos, llorando abrazados, detrás de ellos llegó Cosme. Tan solo él podía comprender lo que realmente pasaba por la cabeza de Roberto, tan solo él sabía del inmenso dolor que atenazaba su corazón, tan solo él se daba cuenta de cuál iba a ser la reacción de su nieto ante la desgracia que acababa de suceder.
- Roberto, muchacho. – Cosme se cercó a su nieto y le puso una mano en el hombro, tratando de infundirle ánimo. Roberto dejó caer la cabeza entre los brazos y permaneció así durante unos segundos que a todos les parecieron interminables, de pronto se puso en pie, caminó hacia la puerta y salió sin decir una sola palabra.
- ¿Cómo ha sucedido? – preguntó Germán con un hilo de voz, temiendo que Álvaro fuese directamente responsable de la muerte de Tomás.
- Ha sido un infarto. – dijo Marcial escuetamente.
- Cuando llegamos, - comenzó a decir Sara – Álvaro ya estaba aquí y lo había contado todo. Roberto y él se habían golpeado y parece ser que Carmen intentó mediar. No sé muy bien.
- Ahora nada de eso importa. - cortó el doctor – Creo que lo mejor será avisar al padre Damián para que venga a ofrecer consuelo a la familia, nosotros…
- Tiene razón doctor, - dijo Roberto, quien regresaba tras haber acomodado el cuerpo de su padre - ¿necesita usted…?
- Si. – dijo el galeno escuetamente – Pero será mejor que hablemos a solas. – Marcial se había dado cuenta de la incomodidad que suponía para Roberto el tener aquellas visitas allí, por lo que intervino acertadamente.
- Roberto, - dijo Sara acercándose a él y tomándole de una mano – no dudes en contar con Miguel y conmigo para cualquier cosa que necesites, en cualquier momento. – Roberto se limitó a morderse los labios y asentir, su dolor era tan grande que no podía siquiera articular palabra. Sara dio media vuelta y salió por la puerta seguida de Ángel quien se despidió con una simple inclinación de cabeza.
- Lo siento, Roberto, de verdad que lo siento. Lo siento mucho. – Eugenia se acercó a él con los ojos rebosantes de lágrimas, pero él no se giró siquiera a mirarla, su vista se mantenía fija en Germán Montoro que no se había movido de la puerta.
- Si nos disculpan, – dijo Marcial acercándose a los visitantes e invitándoles con un gesto a abandonar la casa – debo proseguir con el procedimiento. – La puerta se cerró lentamente frente al rostro de Germán Montoro, quien lo último que vio fue la mirada fría y dura de su hijo Roberto.
- Gracias.
- No hay de qué, Roberto. Lo último que necesitáis es tener visitas inoportunas. – ante semejante respuesta el joven hizo un gesto de extrañeza – Le pedí al señor Guarda que me contara lo que había ocurrido para ganar tiempo, pero…
- No había nada que hacer. – dijo con tristeza
- No. ¿Había notado antes… algo? – preguntó el médico. Roberto recordó la mañana en que Tomás se sintió mal mientras Natalia los visitaba.
- Si, hace unos días sintió un mareo, – Roberto se explicaba como si estuviera lejos, muy lejos de allí y todo fuera una pesadilla – pero no le dio importancia. Dijo que era debido al calor.
- Seguramente no fuera el primero. ¿Me permites examinarle de nuevo? Debo redactar un informe y cuanto antes lo haga, menos doloroso será para todos. – Roberto se limitó a asentir y Marcial caminó por el corredor hacia las habitaciones.
Al quedarse a solas, Roberto caminó hacia la mesa y volvió a ocupar su asiento. Apoyó los codos en la mesa y dejó que sus ojos vagaran por los platos, vasos y cucharas que poco antes habían utilizado en aquella comida, aquella comida durante la cual iba a comunicar a su familia su deseo de emprender una nueva vida junto a la mujer a la que amaba, aquella comida que podía haber sido la más feliz de su vida y acabó siendo la más trágica. Instantes después Juanito y Carmen aparecieron juntos, llorando abrazados, detrás de ellos llegó Cosme. Tan solo él podía comprender lo que realmente pasaba por la cabeza de Roberto, tan solo él sabía del inmenso dolor que atenazaba su corazón, tan solo él se daba cuenta de cuál iba a ser la reacción de su nieto ante la desgracia que acababa de suceder.
- Roberto, muchacho. – Cosme se cercó a su nieto y le puso una mano en el hombro, tratando de infundirle ánimo. Roberto dejó caer la cabeza entre los brazos y permaneció así durante unos segundos que a todos les parecieron interminables, de pronto se puso en pie, caminó hacia la puerta y salió sin decir una sola palabra.
#842
24/10/2011 08:06
AINS!! Roberta!! sigue!
Pobre rober! seguro ira en busca de Natalia...para decirle o a lo mejor Sara se adelantó...pobriño! Ahora como tomará lo de Germán??
Pobre rober! seguro ira en busca de Natalia...para decirle o a lo mejor Sara se adelantó...pobriño! Ahora como tomará lo de Germán??
#843
24/10/2011 13:24
Si, el mejor consuelo para roberto es que llegue natalia
gracias Roberta
gracias Roberta
#844
27/10/2011 08:09
Capítulo 74
- No creo que tarde mucho; es más, debería estar ya de vuelta, hace horas que salió y tan solo iba a entregar una carta a casa de los Montoro. – dijo Natalia comenzando a preocuparse.
- No me gusta que ande sola por esos caminos. Mientras la banda de Carranza siga campando alegremente no estaré tranquilo. – Miguel estaba nervioso ante las palabras de la prima de su novia.
- La acompañaba el señor Guarda, así que puedes estar seguro de que los bandoleros no los asaltarán.
- A pesar de tus reticencias tienes mucha confianza en el señor Guarda, ¿no es así? – preguntó el teniente extrañado.
- Una cosa es que no quiera que nadie controle mis pasos y otra muy distinta reconocer la valía de un buen profesional. Lo cortés no quita lo valiente, teniente Romero. – dijo ella sonriente.
- Sois únicas, ¿lo sabias?
- Ajá. – respondió Natalia divertida – Y gracias a Dios que somos únicas, ¿te imaginas el mundo lleno de Saras y de Natalias?
- No me importaría mucho imaginar a alguna pequeña Sarita.
- ¡Teniente! – dijo Natalia fingiendo asombro – Pero, ¿qué está usted diciendo?
- No se haga la escandalizada, señorita Reeves – dijo Miguel siguiéndole el juego - ¿o no se ha imaginado usted a una pequeña Natalia o a algún pequeño… - Miguel calló en lugar de decir el nombre de Roberto – correteando por ahí?
Natalia no pudo evitar sonreír, Miguel tenía razón. En varias ocasiones había pensado en cómo sería formar una familia con Roberto, esperar juntos la llegada de un hijo, sentir cómo crecía en su vientre, tenerlo en brazos por primera vez, verlo crecer…, vivir todo aquello junto a Roberto, el hombre de su vida, felices, disfrutando de aquel amor tan maravilloso que había surgido entre ellos.
- ¡Ya era hora! ¿Dónde te habías metido? – preguntó Natalia al ver entrar a Sara y a Ángel en la imprenta – Tengo que decirte que te tienes que andar con ojo con tu teniente, porque creo que me estaba empezando a tirar los tejos; pero claro, si tú no estás es muy difícil resistirse a mis encantos y…Sara, ¿qué ocurre? Traes una cara de funeral que no puedes con ella.
- Miguel, - dijo Sara dirigiéndose al teniente - ¿puedes acompañar al señor Guarda? Él te explicará, yo debo hablar con Natalia. - Miguel siguió a Ángel sin hacer preguntas, consciente de que algo malo había sucedido, pero también de que su lugar no estaba en aquellos momentos en la imprenta.
- Sara, ¿qué sucede? Me estás asustando. – el tono de voz de Natalia había cambiado radicalmente, sospechaba que algo terrible había sucedido.
- Ven Natalia, ven y siéntate a mi lado. – dijo Sara tomándola de la mano y entrando en el dispensario. – Necesito que me escuches, necesito que oigas lo que te tengo que contar y que me dejes terminar.
- Me estás poniendo muy nerviosa. ¿Qué ha ocurrido? ¡Maldita sea! – el nerviosismo de Natalia era evidente, se retorcía las manos y no era capaz de estar quieta en su asiento.
- Tomás Pérez ha fallecido.
- ¿Qué? ¡Dios mío, Roberto! – Natalia hizo amago de ponerse en pie y salir corriendo, pero su prima se lo impidió.
- Siéntate – le pidió.
- Pero… Roberto… - Natalia no entendía porqué Sara no le permitía salir en busca del hombre que amaba para tratar de consolarlo. – Él me necesita.
- Aún no he terminado, – dijo Sara – debo contarte todo lo que ha sucedido. – Natalia se dejó caer en su asiento y permitió que Sara le explicara. – Te voy a contar en pocas palabras todo lo que ha sucedido. – Sara tomó aire y comenzó su relato. – El presentar a Ángel como nuestro guardaespaldas hizo que los Montoro se planteasen si Eugenia también debía tener protección cuando salía a pasear y se descubrió que hace unos días tuvo un pequeño percance, el encuentro con quien tú y yo sabemos.
- Sara, por Dios, ¿qué tiene eso qué ver con…? – preguntó Natalia impaciente.
- Don Germán preguntó la razón por la que su hija se había alejado tanto del cortijo – continuó diciendo Sara – y Margarita Guerra contó que habían ido a visitar a Roberto.
- ¿A Roberto? – el aire le faltaba a Natalia. En varias ocasiones, al comienzo de su relación con él, había pensado que Eugenia Montoro sería una buena esposa para Roberto, que ambos se compenetrarían bien, que se ayudarían mutuamente a crecer como personas. ¿Por qué le dolía tanto esa posibilidad, entonces?
- Eugenia explicó que de niños habían sido amigos y que deseaba darle las gracias por cómo se comportó con ella cuando lo de Antonio Villa. Natalia – dijo Sara tomándole de la mano – no me preguntes cómo o porqué lo ha descubierto, pero Eugenia sabe perfectamente que Roberto y tú os amáis, me lo ha hecho saber con gestos y palabras; no debes temer nada al respecto.
- No creo que tarde mucho; es más, debería estar ya de vuelta, hace horas que salió y tan solo iba a entregar una carta a casa de los Montoro. – dijo Natalia comenzando a preocuparse.
- No me gusta que ande sola por esos caminos. Mientras la banda de Carranza siga campando alegremente no estaré tranquilo. – Miguel estaba nervioso ante las palabras de la prima de su novia.
- La acompañaba el señor Guarda, así que puedes estar seguro de que los bandoleros no los asaltarán.
- A pesar de tus reticencias tienes mucha confianza en el señor Guarda, ¿no es así? – preguntó el teniente extrañado.
- Una cosa es que no quiera que nadie controle mis pasos y otra muy distinta reconocer la valía de un buen profesional. Lo cortés no quita lo valiente, teniente Romero. – dijo ella sonriente.
- Sois únicas, ¿lo sabias?
- Ajá. – respondió Natalia divertida – Y gracias a Dios que somos únicas, ¿te imaginas el mundo lleno de Saras y de Natalias?
- No me importaría mucho imaginar a alguna pequeña Sarita.
- ¡Teniente! – dijo Natalia fingiendo asombro – Pero, ¿qué está usted diciendo?
- No se haga la escandalizada, señorita Reeves – dijo Miguel siguiéndole el juego - ¿o no se ha imaginado usted a una pequeña Natalia o a algún pequeño… - Miguel calló en lugar de decir el nombre de Roberto – correteando por ahí?
Natalia no pudo evitar sonreír, Miguel tenía razón. En varias ocasiones había pensado en cómo sería formar una familia con Roberto, esperar juntos la llegada de un hijo, sentir cómo crecía en su vientre, tenerlo en brazos por primera vez, verlo crecer…, vivir todo aquello junto a Roberto, el hombre de su vida, felices, disfrutando de aquel amor tan maravilloso que había surgido entre ellos.
- ¡Ya era hora! ¿Dónde te habías metido? – preguntó Natalia al ver entrar a Sara y a Ángel en la imprenta – Tengo que decirte que te tienes que andar con ojo con tu teniente, porque creo que me estaba empezando a tirar los tejos; pero claro, si tú no estás es muy difícil resistirse a mis encantos y…Sara, ¿qué ocurre? Traes una cara de funeral que no puedes con ella.
- Miguel, - dijo Sara dirigiéndose al teniente - ¿puedes acompañar al señor Guarda? Él te explicará, yo debo hablar con Natalia. - Miguel siguió a Ángel sin hacer preguntas, consciente de que algo malo había sucedido, pero también de que su lugar no estaba en aquellos momentos en la imprenta.
- Sara, ¿qué sucede? Me estás asustando. – el tono de voz de Natalia había cambiado radicalmente, sospechaba que algo terrible había sucedido.
- Ven Natalia, ven y siéntate a mi lado. – dijo Sara tomándola de la mano y entrando en el dispensario. – Necesito que me escuches, necesito que oigas lo que te tengo que contar y que me dejes terminar.
- Me estás poniendo muy nerviosa. ¿Qué ha ocurrido? ¡Maldita sea! – el nerviosismo de Natalia era evidente, se retorcía las manos y no era capaz de estar quieta en su asiento.
- Tomás Pérez ha fallecido.
- ¿Qué? ¡Dios mío, Roberto! – Natalia hizo amago de ponerse en pie y salir corriendo, pero su prima se lo impidió.
- Siéntate – le pidió.
- Pero… Roberto… - Natalia no entendía porqué Sara no le permitía salir en busca del hombre que amaba para tratar de consolarlo. – Él me necesita.
- Aún no he terminado, – dijo Sara – debo contarte todo lo que ha sucedido. – Natalia se dejó caer en su asiento y permitió que Sara le explicara. – Te voy a contar en pocas palabras todo lo que ha sucedido. – Sara tomó aire y comenzó su relato. – El presentar a Ángel como nuestro guardaespaldas hizo que los Montoro se planteasen si Eugenia también debía tener protección cuando salía a pasear y se descubrió que hace unos días tuvo un pequeño percance, el encuentro con quien tú y yo sabemos.
- Sara, por Dios, ¿qué tiene eso qué ver con…? – preguntó Natalia impaciente.
- Don Germán preguntó la razón por la que su hija se había alejado tanto del cortijo – continuó diciendo Sara – y Margarita Guerra contó que habían ido a visitar a Roberto.
- ¿A Roberto? – el aire le faltaba a Natalia. En varias ocasiones, al comienzo de su relación con él, había pensado que Eugenia Montoro sería una buena esposa para Roberto, que ambos se compenetrarían bien, que se ayudarían mutuamente a crecer como personas. ¿Por qué le dolía tanto esa posibilidad, entonces?
- Eugenia explicó que de niños habían sido amigos y que deseaba darle las gracias por cómo se comportó con ella cuando lo de Antonio Villa. Natalia – dijo Sara tomándole de la mano – no me preguntes cómo o porqué lo ha descubierto, pero Eugenia sabe perfectamente que Roberto y tú os amáis, me lo ha hecho saber con gestos y palabras; no debes temer nada al respecto.
#845
27/10/2011 08:28
ains! no lo dejes ahi...sigue...cuando llega Robertoo?? espero que pronto busque a natalia!!
#846
29/10/2011 16:52
- ¿Tú crees?
- Estoy segura. Como te decía, Eugenia dijo que había ido a darle las gracias a Roberto, pero tanto don Germán como Álvaro pensaron que había algo más, que Eugenia estaba interesada en él y ella no lo negó por pura rabia, porque le indignó que Álvaro hablara mal de él. Cuanto peor hablaba Álvaro de Roberto, más lo defendía Eugenia, hasta que don Germán tomó la palabra y le dijo a su hija que jamás podría tener una relación romántica con Roberto porque era su hermano.
- ¿Qué? – aquello era lo último que Natalia se habría esperado: Roberto hijo de Germán Montoro. – Pero, ¿cómo puede ser que Roberto sea hijo de don Germán?
- Carmen y él tuvieron un romance hace muchos años – explicó Sara – Ya sé que estás pensando, - continuó diciendo Sara mientras miraba a los ojos a su prima – estás pensando en lo injusta que ha sido la vida con Roberto, en las privaciones que ha sufrido mientras sus hermanos se criaban a poca distancia sin tenerse que preocupar absolutamente por nada.
- ¿Te imaginas que hubiese tenido las mismas oportunidades que Álvaro? – preguntó Natalia con tristeza – Ahora sería…
- Sería lo que es, un gran hombre. – las jóvenes se miraron y sonrieron – Álvaro se marchó del cortijo y no se quedó a oír la historia que don Germán nos contó acerca del nacimiento de Roberto.
- ¿Qué paso? – preguntó Natalia. Algo en el tono de voz de su prima le hizo sospechar que la respuesta no iba a ser demasiado agradable.
- No importa, no viene al caso. – contestó Sara intentando evadir la respuesta.
- Sara, por favor. Hace unos minutos has dicho que tenías una historia que contarme y que esperase al final; sigue, por favor.
- Carmen quedó embarazada y don Germán, en lugar de apoyarla… la llevó donde un médico para que le practicase un aborto.
- ¡Dios mío! ¿Cómo pudo? – Natalia se llevó las manos a la cabeza. Comprendía que tener un hijo no estando casada era un estigma imposible de borrar, pero deshacerse de su hijo… de Roberto, de su amor.
- Carmen no pudo seguir adelante con el aborto y ocultó su embarazo a todo el mundo. En cuestión de días se casó con Tomás Pérez y le hizo creer que el hijo era suyo. El señor Montoro, mientras tanto, se encontraba en Sevilla, ajeno a todo aquello. – Sara intentaba contar todos los hechos lo más rápidamente posible, pues se sentía incómoda hablando de intimidades tan dolorosas para alguien tan querido para ella como era Roberto.
- Continúa… - pidió Natalia.
- Don Germán nunca sospechó que Roberto era su hijo. Cuando terminó de relatarnos los hechos nos dimos cuenta de que Álvaro ya no estaba allí y nos temimos que hubiese ido a buscar a Roberto.
- ¡Dios mío, no! – Natalia estaba realmente asustada.
- Don Germán, acompañado por Eugenia y Margarita Guerra fueron a buscarlos al terruño de Roberto mientras que Ángel y yo nos dirigimos a su casa. Cuando llegamos… - Sara se interrumpió en su relato. Sabía que su prima sufría por el dolor que debía estar sintiendo Roberto y por no poder estar en aquellos momentos con él. – Roberto y Álvaro estaban peleando, Álvaro lo había contado todo y Tomás descansaba en brazos de Juanito. Álvaro se marchó y… y Tomás murió en brazos de Roberto.
- No. – dos gruesas lágrimas rodaron por las mejillas de Natalia. Ella sabía mejor que nadie lo doloroso que resultaba perder a un padre y hubiera dado cualquier cosa por evitarle ese dolor a Roberto, la persona más importante en su vida. – Sara, debo ir con él, quiero estar con él en estos momentos.
- Natalia, no tengo la menor idea de hasta que punto conoce la historia que te he contado. – dijo su prima mientras ella se acercaba a la puerta – No sé hasta qué punto Álvaro o Carmen puedan haber hablado. – Natalia asintió, demasiado doloroso era pensar que su padre había muerto como para además estar en boca de todos. Durante aquellos días se habían cuidado de que nadie descubriera su relación, una bella historia de amor, como para desear ahora que cualquiera conociera tanta desgracia.
- Estoy segura. Como te decía, Eugenia dijo que había ido a darle las gracias a Roberto, pero tanto don Germán como Álvaro pensaron que había algo más, que Eugenia estaba interesada en él y ella no lo negó por pura rabia, porque le indignó que Álvaro hablara mal de él. Cuanto peor hablaba Álvaro de Roberto, más lo defendía Eugenia, hasta que don Germán tomó la palabra y le dijo a su hija que jamás podría tener una relación romántica con Roberto porque era su hermano.
- ¿Qué? – aquello era lo último que Natalia se habría esperado: Roberto hijo de Germán Montoro. – Pero, ¿cómo puede ser que Roberto sea hijo de don Germán?
- Carmen y él tuvieron un romance hace muchos años – explicó Sara – Ya sé que estás pensando, - continuó diciendo Sara mientras miraba a los ojos a su prima – estás pensando en lo injusta que ha sido la vida con Roberto, en las privaciones que ha sufrido mientras sus hermanos se criaban a poca distancia sin tenerse que preocupar absolutamente por nada.
- ¿Te imaginas que hubiese tenido las mismas oportunidades que Álvaro? – preguntó Natalia con tristeza – Ahora sería…
- Sería lo que es, un gran hombre. – las jóvenes se miraron y sonrieron – Álvaro se marchó del cortijo y no se quedó a oír la historia que don Germán nos contó acerca del nacimiento de Roberto.
- ¿Qué paso? – preguntó Natalia. Algo en el tono de voz de su prima le hizo sospechar que la respuesta no iba a ser demasiado agradable.
- No importa, no viene al caso. – contestó Sara intentando evadir la respuesta.
- Sara, por favor. Hace unos minutos has dicho que tenías una historia que contarme y que esperase al final; sigue, por favor.
- Carmen quedó embarazada y don Germán, en lugar de apoyarla… la llevó donde un médico para que le practicase un aborto.
- ¡Dios mío! ¿Cómo pudo? – Natalia se llevó las manos a la cabeza. Comprendía que tener un hijo no estando casada era un estigma imposible de borrar, pero deshacerse de su hijo… de Roberto, de su amor.
- Carmen no pudo seguir adelante con el aborto y ocultó su embarazo a todo el mundo. En cuestión de días se casó con Tomás Pérez y le hizo creer que el hijo era suyo. El señor Montoro, mientras tanto, se encontraba en Sevilla, ajeno a todo aquello. – Sara intentaba contar todos los hechos lo más rápidamente posible, pues se sentía incómoda hablando de intimidades tan dolorosas para alguien tan querido para ella como era Roberto.
- Continúa… - pidió Natalia.
- Don Germán nunca sospechó que Roberto era su hijo. Cuando terminó de relatarnos los hechos nos dimos cuenta de que Álvaro ya no estaba allí y nos temimos que hubiese ido a buscar a Roberto.
- ¡Dios mío, no! – Natalia estaba realmente asustada.
- Don Germán, acompañado por Eugenia y Margarita Guerra fueron a buscarlos al terruño de Roberto mientras que Ángel y yo nos dirigimos a su casa. Cuando llegamos… - Sara se interrumpió en su relato. Sabía que su prima sufría por el dolor que debía estar sintiendo Roberto y por no poder estar en aquellos momentos con él. – Roberto y Álvaro estaban peleando, Álvaro lo había contado todo y Tomás descansaba en brazos de Juanito. Álvaro se marchó y… y Tomás murió en brazos de Roberto.
- No. – dos gruesas lágrimas rodaron por las mejillas de Natalia. Ella sabía mejor que nadie lo doloroso que resultaba perder a un padre y hubiera dado cualquier cosa por evitarle ese dolor a Roberto, la persona más importante en su vida. – Sara, debo ir con él, quiero estar con él en estos momentos.
- Natalia, no tengo la menor idea de hasta que punto conoce la historia que te he contado. – dijo su prima mientras ella se acercaba a la puerta – No sé hasta qué punto Álvaro o Carmen puedan haber hablado. – Natalia asintió, demasiado doloroso era pensar que su padre había muerto como para además estar en boca de todos. Durante aquellos días se habían cuidado de que nadie descubriera su relación, una bella historia de amor, como para desear ahora que cualquiera conociera tanta desgracia.
#847
30/10/2011 01:47
pobre robertoo!!! a mi me dio tanta pena cuando descubrio toda la mentira...y ahora me da penica tamb....
#848
30/10/2011 18:43
A ver si vuelvo otra vez a las raciones diarias... que lo tengo un poquito abandonado, y no por falta de ideas, sino por falta de tiempo
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Capítulo 75
Natalia salió de la imprenta, cruzó la plaza y se dirigió a la herrería de Satur sin darse cuenta de que Morales la había saludado. Sara había salido tras su prima y en aquellos momentos se encontraba apoyada en el marco de la puerta. Ángel y Miguel se habían reunido con ella, el ex-bandolero había puesto al teniente al tanto de todo lo sucedió en el cortijo de los Montoro y posteriormente en casa de los Pérez.
- Teniente, ¿qué ocurre? Me he cruzado con la señorita Natalia y ni me ha saludado. – dijo a modo de saludo – Eso no es propio de ella, siempre tiene una palabra amable para todos. Buenos días, milady, caballero. – dijo saludando a todos los presentes.
- Nada Morales, será que la señorita Natalia estaría pensando en algún asunto privado. No se lo tenga en cuenta. – ya habría tiempo de que todo el mundo descubriera la relación de Natalia y Roberto de otro modo que no fuera a través de la desgracia que acababa de suceder.
- Buenas. – Marcial se acercó a los presentes, saludando tristemente.
- ¿Cómo están? – preguntó Sara interesándose por la familia Pérez.
- Mal, ha sido una terrible noticia que los ha dejado a todos destrozados. – Sara se abrazó a Miguel pensando en lo injusto que era que personas tan buenas como ellos sufrieran de aquel modo.
- Pero, ¿de qué está hablando, doctor? – preguntó Morales que no sabía nada de lo ocurrido.
- Tomás Pérez ha fallecido. – dijo el doctor Buendía – Ha sido un ataque al corazón fulminante, no he podido hacer nada por él. – No había porqué hablar del resto de sucesos que habían acontecido.
- ¡Santa Madre de Dios! – dijo Morales santiguándose. - ¡Pobre familia!
- Me quedé con ellos hasta que llegó el padre Damián, - continuó diciendo el médico - van a necesitar todo su apoyo y sus palabras para sobrellevar este trance.
- Nos van a necesitar a todos, Marcial, a todos. – Sara no podía evitar pensar en Roberto y Natalia. Hasta aquel momento parecía que la vida les sonreía, su prima había vuelto a creer en el amor, estaba ilusionada, feliz, planeando un futuro junto a un buen hombre que la amaba de todo corazón y Roberto había encontrado el verdadero amor junto a Natalia, además volvía a interesarse por sus inclinaciones políticas y su terreno en pocos meses daría fruto. ¿Por qué a la gente buena le pasaban cosas tan terribles?
Roberto había salido de la casa sin rumbo fijo, tan solo necesitaba caminar, alejarse, salir de aquellas cuatro paredes entre las cuales su padre yacía muerto. El hombre que él siempre había creído su padre, el hombre que lo había criado, que lo había cuidado, que había velado por él sin tener ninguna obligación. Un buen hombre que había vivido engañado durante casi treinta años, criando al hijo de otro, pasando privaciones por cuidar al hijo de un señorito que no se quiso hacer cargo de sus actos. Un buen hombre que había muerto en medio de una discusión, tirado en el suelo como un perro, mientras aireaban a los cuatro vientos su desgracia. De pronto se detuvo, sin darse cuenta sus pasos lo habían llevado al río, al lugar solitario en donde acostumbraba a asearse y en donde conoció a Natalia. Natalia… ¿Cómo le iba a contar todo lo que había ocurrido? ¿Qué pensaría Natalia de todo aquello?
Mientras tanto, Natalia volaba a lomos de su caballo en dirección a casa de los Pérez. Toda la familia estaría destrozada pero para ella su única preocupación era Roberto, saber cómo se sentía, abrazarlo, hacerle ver que podía contar con ella incondicionalmente, que siempre estaría a su lado, que no le importaba quién fuera su padre, que lo amaba por encima de todo y de todos y que juntos afrontarían lo que el futuro les tuviera preparado.
Al llegar a la casa de los Pérez desmontó de su caballo y no se molestó siquiera en atarlo, salió corriendo hacia la puerta de entrada. No le preocupaba lo más mínimo que se preguntaran qué hacía allí o quién la había avisado, tan solo le preocupaba llegar lo antes posible al lado de Roberto. Se asomó a la puerta y vio a Carmen sentada a la mesa con Juanito a su lado, el padre Damián hablaba con ambos en voz baja, intentando darles fortaleza ante el amargo trago por el que estaban pasando. Cosme se encontraba apartado de ellos, sentado en las escaleras que daban acceso al piso superior, con los codos apoyados en las rodillas y la cara enterrada entre las manos. El sonido de las pisadas de Natalia al acercarse a la puerta hizo que levantara la vista y, al verla llegar, se pusiera en pie para salir a recibirla.
- Yo…, - dijo Natalia titubeante – no se qué decirle. Lo siento mucho.
- Gracias hija. – Cosme veía en los ojos de la muchacha dolor y comprensión.
- Sé lo que duele perder a un ser querido. – las palabras de Natalia eran las típicas que se decían en ocasiones similares, pero el anciano sabía que ella las decía de corazón. - ¿Cómo se encuentran?
- Ha sido un duro golpe, – comenzó a decir Cosme – pero con la ayuda de Damián mi hija se recuperará. Roberto…
- ¿Sí? – preguntó Natalia preocupada
- Hace un buen rato que mi nieto salió de casa. No sé dónde pueda estar. – las palabras de Cosme mostraban preocupación.
- Seguramente quiera estar solo. – dijo Natalia tratando de tranquilizar al hombre – Necesitará tiempo para asimilar lo sucedido.
- Aún así me preocupa. ¿Podrías buscarlo? Sé que contigo estará bien. – Cosme colocó su mano en el brazo de Natalia y lo apretó con suavidad para darle ánimos. ¡Qué ironía! Pensó Natalia, ella iba decidida a ofrecer su apoyo y ayuda y acababa siendo reconfortada por los que más tristes estaban.
- Gracias. – Las palabras de Cosme confirmaron a Natalia lo que Roberto le había dicho, que su abuelo estaba al tanto de su relación y que la aprobaba. La aprobación de la familia de Roberto era lo único que necesitaba Natalia para que su felicidad fuese completa, su aprobación y el amor de Roberto; no necesitaba nada más para ser feliz. – Sabe que pueden contar conmigo para cualquier cosa que necesiten, lo que sea.
- Ve a buscar a Roberto, aquí ya ves que… no hay mucho que hacer. – Natalia asintió y miró a Juanito y Carmen. Ninguno de los dos se había dado cuenta de su visita y ella así lo prefería, lo último que necesitaban en aquel momento pensar en qué era lo que aquella extraña hacía en su casa, tiempo habría para todo. Natalia miró de nuevo a Cosme, lo abrazó y salió en busca de su caballo.
- ¿Dónde puedes estar? ¿Dónde, mi amor? ¿Dónde te has metido? – no había demasiadas opciones, Roberto había salido a pie, por lo que no podía encontrarse muy lejos; además, tampoco era capaz de dejar solos a los miembros de su familia ante tan duro trance. La gente no tardaría en enterarse y acercarse a realizar las visitas de rigor y él debía estar presente como nuevo cabeza de familia. Lo buscó en su terruño y en todos aquellos lugares que se le ocurrieron, pero sus pesquisas resultaron infructuosas hasta que sus pasos le llevaron al río, al lugar donde se conocieron y en el cual ella no había vuelto a estar. Lo vio desde lejos, se encontraba junto a la orilla, en cuclillas, con la cabeza gacha. Parecía tan indefenso, tan desvalido, que una oleada de ternura llenó el corazón de Natalia. Deseó poder estar en aquel preciso instante a su lado, deseó abrazarlo con toda la ternura que su alma fuera capaz de transmitir hasta alejar la tristeza de su vida, cuidar de él, amarlo y susurrarle al oído palabras de consuelo que lo hicieran volver a sonreír. Desmontó, ató su caballo a una rama baja y lentamente se acercó a él.
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Capítulo 75
Natalia salió de la imprenta, cruzó la plaza y se dirigió a la herrería de Satur sin darse cuenta de que Morales la había saludado. Sara había salido tras su prima y en aquellos momentos se encontraba apoyada en el marco de la puerta. Ángel y Miguel se habían reunido con ella, el ex-bandolero había puesto al teniente al tanto de todo lo sucedió en el cortijo de los Montoro y posteriormente en casa de los Pérez.
- Teniente, ¿qué ocurre? Me he cruzado con la señorita Natalia y ni me ha saludado. – dijo a modo de saludo – Eso no es propio de ella, siempre tiene una palabra amable para todos. Buenos días, milady, caballero. – dijo saludando a todos los presentes.
- Nada Morales, será que la señorita Natalia estaría pensando en algún asunto privado. No se lo tenga en cuenta. – ya habría tiempo de que todo el mundo descubriera la relación de Natalia y Roberto de otro modo que no fuera a través de la desgracia que acababa de suceder.
- Buenas. – Marcial se acercó a los presentes, saludando tristemente.
- ¿Cómo están? – preguntó Sara interesándose por la familia Pérez.
- Mal, ha sido una terrible noticia que los ha dejado a todos destrozados. – Sara se abrazó a Miguel pensando en lo injusto que era que personas tan buenas como ellos sufrieran de aquel modo.
- Pero, ¿de qué está hablando, doctor? – preguntó Morales que no sabía nada de lo ocurrido.
- Tomás Pérez ha fallecido. – dijo el doctor Buendía – Ha sido un ataque al corazón fulminante, no he podido hacer nada por él. – No había porqué hablar del resto de sucesos que habían acontecido.
- ¡Santa Madre de Dios! – dijo Morales santiguándose. - ¡Pobre familia!
- Me quedé con ellos hasta que llegó el padre Damián, - continuó diciendo el médico - van a necesitar todo su apoyo y sus palabras para sobrellevar este trance.
- Nos van a necesitar a todos, Marcial, a todos. – Sara no podía evitar pensar en Roberto y Natalia. Hasta aquel momento parecía que la vida les sonreía, su prima había vuelto a creer en el amor, estaba ilusionada, feliz, planeando un futuro junto a un buen hombre que la amaba de todo corazón y Roberto había encontrado el verdadero amor junto a Natalia, además volvía a interesarse por sus inclinaciones políticas y su terreno en pocos meses daría fruto. ¿Por qué a la gente buena le pasaban cosas tan terribles?
Roberto había salido de la casa sin rumbo fijo, tan solo necesitaba caminar, alejarse, salir de aquellas cuatro paredes entre las cuales su padre yacía muerto. El hombre que él siempre había creído su padre, el hombre que lo había criado, que lo había cuidado, que había velado por él sin tener ninguna obligación. Un buen hombre que había vivido engañado durante casi treinta años, criando al hijo de otro, pasando privaciones por cuidar al hijo de un señorito que no se quiso hacer cargo de sus actos. Un buen hombre que había muerto en medio de una discusión, tirado en el suelo como un perro, mientras aireaban a los cuatro vientos su desgracia. De pronto se detuvo, sin darse cuenta sus pasos lo habían llevado al río, al lugar solitario en donde acostumbraba a asearse y en donde conoció a Natalia. Natalia… ¿Cómo le iba a contar todo lo que había ocurrido? ¿Qué pensaría Natalia de todo aquello?
Mientras tanto, Natalia volaba a lomos de su caballo en dirección a casa de los Pérez. Toda la familia estaría destrozada pero para ella su única preocupación era Roberto, saber cómo se sentía, abrazarlo, hacerle ver que podía contar con ella incondicionalmente, que siempre estaría a su lado, que no le importaba quién fuera su padre, que lo amaba por encima de todo y de todos y que juntos afrontarían lo que el futuro les tuviera preparado.
Al llegar a la casa de los Pérez desmontó de su caballo y no se molestó siquiera en atarlo, salió corriendo hacia la puerta de entrada. No le preocupaba lo más mínimo que se preguntaran qué hacía allí o quién la había avisado, tan solo le preocupaba llegar lo antes posible al lado de Roberto. Se asomó a la puerta y vio a Carmen sentada a la mesa con Juanito a su lado, el padre Damián hablaba con ambos en voz baja, intentando darles fortaleza ante el amargo trago por el que estaban pasando. Cosme se encontraba apartado de ellos, sentado en las escaleras que daban acceso al piso superior, con los codos apoyados en las rodillas y la cara enterrada entre las manos. El sonido de las pisadas de Natalia al acercarse a la puerta hizo que levantara la vista y, al verla llegar, se pusiera en pie para salir a recibirla.
- Yo…, - dijo Natalia titubeante – no se qué decirle. Lo siento mucho.
- Gracias hija. – Cosme veía en los ojos de la muchacha dolor y comprensión.
- Sé lo que duele perder a un ser querido. – las palabras de Natalia eran las típicas que se decían en ocasiones similares, pero el anciano sabía que ella las decía de corazón. - ¿Cómo se encuentran?
- Ha sido un duro golpe, – comenzó a decir Cosme – pero con la ayuda de Damián mi hija se recuperará. Roberto…
- ¿Sí? – preguntó Natalia preocupada
- Hace un buen rato que mi nieto salió de casa. No sé dónde pueda estar. – las palabras de Cosme mostraban preocupación.
- Seguramente quiera estar solo. – dijo Natalia tratando de tranquilizar al hombre – Necesitará tiempo para asimilar lo sucedido.
- Aún así me preocupa. ¿Podrías buscarlo? Sé que contigo estará bien. – Cosme colocó su mano en el brazo de Natalia y lo apretó con suavidad para darle ánimos. ¡Qué ironía! Pensó Natalia, ella iba decidida a ofrecer su apoyo y ayuda y acababa siendo reconfortada por los que más tristes estaban.
- Gracias. – Las palabras de Cosme confirmaron a Natalia lo que Roberto le había dicho, que su abuelo estaba al tanto de su relación y que la aprobaba. La aprobación de la familia de Roberto era lo único que necesitaba Natalia para que su felicidad fuese completa, su aprobación y el amor de Roberto; no necesitaba nada más para ser feliz. – Sabe que pueden contar conmigo para cualquier cosa que necesiten, lo que sea.
- Ve a buscar a Roberto, aquí ya ves que… no hay mucho que hacer. – Natalia asintió y miró a Juanito y Carmen. Ninguno de los dos se había dado cuenta de su visita y ella así lo prefería, lo último que necesitaban en aquel momento pensar en qué era lo que aquella extraña hacía en su casa, tiempo habría para todo. Natalia miró de nuevo a Cosme, lo abrazó y salió en busca de su caballo.
- ¿Dónde puedes estar? ¿Dónde, mi amor? ¿Dónde te has metido? – no había demasiadas opciones, Roberto había salido a pie, por lo que no podía encontrarse muy lejos; además, tampoco era capaz de dejar solos a los miembros de su familia ante tan duro trance. La gente no tardaría en enterarse y acercarse a realizar las visitas de rigor y él debía estar presente como nuevo cabeza de familia. Lo buscó en su terruño y en todos aquellos lugares que se le ocurrieron, pero sus pesquisas resultaron infructuosas hasta que sus pasos le llevaron al río, al lugar donde se conocieron y en el cual ella no había vuelto a estar. Lo vio desde lejos, se encontraba junto a la orilla, en cuclillas, con la cabeza gacha. Parecía tan indefenso, tan desvalido, que una oleada de ternura llenó el corazón de Natalia. Deseó poder estar en aquel preciso instante a su lado, deseó abrazarlo con toda la ternura que su alma fuera capaz de transmitir hasta alejar la tristeza de su vida, cuidar de él, amarlo y susurrarle al oído palabras de consuelo que lo hicieran volver a sonreír. Desmontó, ató su caballo a una rama baja y lentamente se acercó a él.
#849
30/10/2011 21:46
No tendra roberto mayor consuelo que estar con natalia
gracias Roberta
gracias Roberta
#850
31/10/2011 23:25
Mañana no voy a estar así que hasta el miércoles no podré seguir, lo siento....
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Capítulo 76
Y ahora ¿qué?, se dijo Roberto en voz baja. Nunca habían tenido nada, tan solo dignidad y sus manos para trabajar y ahora ya no les quedaba ni siquiera eso. Toda su vida había sido una mentira, su madre había sido la amante del señorito del cortijo y de aquellos amores clandestinos había nacido él, el bastardo del terrateniente, el bastardo del hombre que los había tratado como a animales, que los había explotado obligándoles a trabajar de sol a sol a cambio de cuatro cuartos. ¡Cuánto se habrá reído aquel maldito Montoro a su costa y a la de su padre! Porque para él Tomás Pérez siempre sería su padre, un buen hombre engañado por todos que lo trató muy bien, que lo educó lo mejor que supo y que se sintió orgulloso ante sus logros obtenidos al frente del movimiento anarquista de la zona. Y en aquellos momentos el suelo bajo sus pies se tambaleaba, nada había sido real, todo había sido una farsa, una broma cruel del destino que lo había llevado a enfrentarse encarnecidamente a su hermano. ¿Qué pensaría Natalia de todo aquello? Le había dicho que lo amaba, se lo había demostrado cada noche cuando se entregaba confiada en sus brazos. Pero una cosa era el revuelo que se formaría si una joven fina y de buena familia aceptase a su lado a un pobre jornalero, y otra muy distinta el escándalo que se organizaría al descubrirse sus verdaderos orígenes.
En tan solo unos minutos su vida había cambiado por completo, había dejado de ser un hombre enamorado, dispuesto a todo por seguir a la mujer de su vida; para convertirse en el bastardo de un señorito andaluz. ¿Cómo iba a explicarle a Natalia…?
- Roberto… - oyó que una voz lo llamaba a su espalda. Al instante reconoció a la mujer que dulcemente lo llamaba, era Natalia. Natalia, la mujer por la que estaba dispuesto a todo, a dar la vida si fuese necesario, la mujer para la cual no deseaba más que felicidad, la mujer que lo era todo para él. Se puso en pie y se pasó la manga de la camisa por los ojos para limpiar las lágrimas que habían comenzado a brotar, nada lo había hecho llorar aquel día hasta que oyó la voz de ella.
- ¿Qué haces aquí? – preguntó sin darse la vuelta.
- Vine a buscarte. - respondió ella – No quiero que estés solo en estos momentos. – La voz de Natalia sonaba compungida, triste, pero aún así llena de amor y ternura, del consuelo que él necesitaba para superar aquel trance. Roberto tomó aire y cerró los ojos con fuerza, necesitaba abrazarla, sentir aquellas caricias que lo tranquilizaban de tal modo que conseguía olvidar que había un mundo más allá de la piel de Natalia. Roberto se giró y la miró a los ojos. Era su Natalia, la mujer más bella del mundo a sus ojos, la más valiente y decidida, la temeraria que no medía las consecuencias de enfrentarse a capitanes corruptos de la Guardia Civil. Su boca se curvaba en una triste sonrisa, sus ojos brillaban por las lágrimas contenidas; a pesar de que intentaba disimular, el dolor la atenazaba y todo por su causa. Él y sus problemas habían hecho que ella se encontrase de aquel modo, él era el causante de que Natalia no fuese feliz.
- Quiero estar solo. – dijo Roberto escuetamente antes de volver a darse la vuelta
- Está bien, te espero bajo los árboles. – repuso Natalia – Cuando te encuentres con fuerzas vol…
- He dicho que quiero estar solo, ¿no me has oído? – Roberto dijo aquellas palabras cerrando con fuerza los ojos y apretando los puños. Eras las palabras más difíciles que había pronunciado en toda su vida.
- Si, por eso… - Natalia sabía lo difícil que era perder a un padre, ella lo había sufrido muchos años atrás, por ello comprendía que era el dolor lo que hacía que Roberto hablase de aquel modo.
- ¿Cómo tengo que decírtelo? – la voz de Roberto había tomado un tono duro, desagradable.
- Roberto, mi amor. – aquellas dos palabras, mi amor, se clavaron en el corazón de Roberto como dos puñales – Yo tan solo quiero estar contigo, apoyarte, consolarte, sé lo que es perder a un ser querido y no quiero que estés solo.
- ¿No deberías estar haciendo tu equipaje? – preguntó Roberto en voz baja. Mantenerse firme ante Natalia le estaba costando mucho más de lo que él mismo había imaginado. Agradecía estar dándole la espalda, ya que estaba seguro de no poder soportar ver la reacción de su amado rostro ante las palabras que salían de su boca – Mañana te vas, ¿no es así?
- Yo… - Natalia titubeó ante semejante pregunta. ¿Cómo podía él suponer que iba a dejarlo solo en semejantes circunstancias? Después de todas las demostraciones de amor que se habían prodigado, ¿cómo podía dudar siquiera de que no fuera a quedarse a su lado? – Ahora eso no importa, solo importa que tú estés bien.
- Estoy bien, gracias. No necesito tu lástima. – A Roberto le faltaba el aliento al pensar que le estaba diciendo todas aquellas palabras a Natalia, pero había tomado una decisión e iba a mantenerla.
- No es lástima lo que siento por ti, es amor. – la voz de Natalia mostraba una mezcla de desconcierto y miedo. Comprendía que Roberto se sintiera mal, que su mundo se hubiese derrumbado y que estuviera perdido; pero para eso estaba ella allí, para ayudarlo a ponerse de nuevo en pie, para acompañarlo en el camino, para reconfortarlo con sus palabras y con su amor.
- ¡Oh, vamos! No sigas con eso.
- ¿A qué te refieres? – preguntó ella asustada.
- Ambos sabíamos desde el principio que esto era una cuestión de días. Lo hemos pasado bien, pero ya ha terminado. No es necesario que retrases tus planes. – Roberto se creía morir, sentía un nudo en el estómago que le provocaba tal dolor que le costaba mantenerse en pie. Era el dolor de la culpa, de los remordimientos ante la crueldad que estaba mostrando ante la mujer que lo era todo para él.
- ¿De qué estás hablando? Yo te quiero. Te amo, Roberto y tú… tú también me amas ¿no es así? – Natalia comenzó a caminar, a acercarse al hombre que adoraba, el hombre por el cual estaba dispuesta a dejarlo todo y emprender una nueva vida.
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Capítulo 76
Y ahora ¿qué?, se dijo Roberto en voz baja. Nunca habían tenido nada, tan solo dignidad y sus manos para trabajar y ahora ya no les quedaba ni siquiera eso. Toda su vida había sido una mentira, su madre había sido la amante del señorito del cortijo y de aquellos amores clandestinos había nacido él, el bastardo del terrateniente, el bastardo del hombre que los había tratado como a animales, que los había explotado obligándoles a trabajar de sol a sol a cambio de cuatro cuartos. ¡Cuánto se habrá reído aquel maldito Montoro a su costa y a la de su padre! Porque para él Tomás Pérez siempre sería su padre, un buen hombre engañado por todos que lo trató muy bien, que lo educó lo mejor que supo y que se sintió orgulloso ante sus logros obtenidos al frente del movimiento anarquista de la zona. Y en aquellos momentos el suelo bajo sus pies se tambaleaba, nada había sido real, todo había sido una farsa, una broma cruel del destino que lo había llevado a enfrentarse encarnecidamente a su hermano. ¿Qué pensaría Natalia de todo aquello? Le había dicho que lo amaba, se lo había demostrado cada noche cuando se entregaba confiada en sus brazos. Pero una cosa era el revuelo que se formaría si una joven fina y de buena familia aceptase a su lado a un pobre jornalero, y otra muy distinta el escándalo que se organizaría al descubrirse sus verdaderos orígenes.
En tan solo unos minutos su vida había cambiado por completo, había dejado de ser un hombre enamorado, dispuesto a todo por seguir a la mujer de su vida; para convertirse en el bastardo de un señorito andaluz. ¿Cómo iba a explicarle a Natalia…?
- Roberto… - oyó que una voz lo llamaba a su espalda. Al instante reconoció a la mujer que dulcemente lo llamaba, era Natalia. Natalia, la mujer por la que estaba dispuesto a todo, a dar la vida si fuese necesario, la mujer para la cual no deseaba más que felicidad, la mujer que lo era todo para él. Se puso en pie y se pasó la manga de la camisa por los ojos para limpiar las lágrimas que habían comenzado a brotar, nada lo había hecho llorar aquel día hasta que oyó la voz de ella.
- ¿Qué haces aquí? – preguntó sin darse la vuelta.
- Vine a buscarte. - respondió ella – No quiero que estés solo en estos momentos. – La voz de Natalia sonaba compungida, triste, pero aún así llena de amor y ternura, del consuelo que él necesitaba para superar aquel trance. Roberto tomó aire y cerró los ojos con fuerza, necesitaba abrazarla, sentir aquellas caricias que lo tranquilizaban de tal modo que conseguía olvidar que había un mundo más allá de la piel de Natalia. Roberto se giró y la miró a los ojos. Era su Natalia, la mujer más bella del mundo a sus ojos, la más valiente y decidida, la temeraria que no medía las consecuencias de enfrentarse a capitanes corruptos de la Guardia Civil. Su boca se curvaba en una triste sonrisa, sus ojos brillaban por las lágrimas contenidas; a pesar de que intentaba disimular, el dolor la atenazaba y todo por su causa. Él y sus problemas habían hecho que ella se encontrase de aquel modo, él era el causante de que Natalia no fuese feliz.
- Quiero estar solo. – dijo Roberto escuetamente antes de volver a darse la vuelta
- Está bien, te espero bajo los árboles. – repuso Natalia – Cuando te encuentres con fuerzas vol…
- He dicho que quiero estar solo, ¿no me has oído? – Roberto dijo aquellas palabras cerrando con fuerza los ojos y apretando los puños. Eras las palabras más difíciles que había pronunciado en toda su vida.
- Si, por eso… - Natalia sabía lo difícil que era perder a un padre, ella lo había sufrido muchos años atrás, por ello comprendía que era el dolor lo que hacía que Roberto hablase de aquel modo.
- ¿Cómo tengo que decírtelo? – la voz de Roberto había tomado un tono duro, desagradable.
- Roberto, mi amor. – aquellas dos palabras, mi amor, se clavaron en el corazón de Roberto como dos puñales – Yo tan solo quiero estar contigo, apoyarte, consolarte, sé lo que es perder a un ser querido y no quiero que estés solo.
- ¿No deberías estar haciendo tu equipaje? – preguntó Roberto en voz baja. Mantenerse firme ante Natalia le estaba costando mucho más de lo que él mismo había imaginado. Agradecía estar dándole la espalda, ya que estaba seguro de no poder soportar ver la reacción de su amado rostro ante las palabras que salían de su boca – Mañana te vas, ¿no es así?
- Yo… - Natalia titubeó ante semejante pregunta. ¿Cómo podía él suponer que iba a dejarlo solo en semejantes circunstancias? Después de todas las demostraciones de amor que se habían prodigado, ¿cómo podía dudar siquiera de que no fuera a quedarse a su lado? – Ahora eso no importa, solo importa que tú estés bien.
- Estoy bien, gracias. No necesito tu lástima. – A Roberto le faltaba el aliento al pensar que le estaba diciendo todas aquellas palabras a Natalia, pero había tomado una decisión e iba a mantenerla.
- No es lástima lo que siento por ti, es amor. – la voz de Natalia mostraba una mezcla de desconcierto y miedo. Comprendía que Roberto se sintiera mal, que su mundo se hubiese derrumbado y que estuviera perdido; pero para eso estaba ella allí, para ayudarlo a ponerse de nuevo en pie, para acompañarlo en el camino, para reconfortarlo con sus palabras y con su amor.
- ¡Oh, vamos! No sigas con eso.
- ¿A qué te refieres? – preguntó ella asustada.
- Ambos sabíamos desde el principio que esto era una cuestión de días. Lo hemos pasado bien, pero ya ha terminado. No es necesario que retrases tus planes. – Roberto se creía morir, sentía un nudo en el estómago que le provocaba tal dolor que le costaba mantenerse en pie. Era el dolor de la culpa, de los remordimientos ante la crueldad que estaba mostrando ante la mujer que lo era todo para él.
- ¿De qué estás hablando? Yo te quiero. Te amo, Roberto y tú… tú también me amas ¿no es así? – Natalia comenzó a caminar, a acercarse al hombre que adoraba, el hombre por el cual estaba dispuesta a dejarlo todo y emprender una nueva vida.
#851
01/11/2011 01:01
Oye, que a mi la historia que escribes me gusta.
Que sepas, que la empece a leer incluso antes de empezar a participar el foro, y que cada vez que subes algo, siempre lo leo, porque es un post que me gusta ver si ha tenido movimiento, te queda clarito.
Tu sigue, que está muy bien, de verdad. Que ARTE TIENES!!!
Que sepas, que la empece a leer incluso antes de empezar a participar el foro, y que cada vez que subes algo, siempre lo leo, porque es un post que me gusta ver si ha tenido movimiento, te queda clarito.
Tu sigue, que está muy bien, de verdad. Que ARTE TIENES!!!
#852
02/11/2011 00:24
Ayyyyyyyyyyyyy Roberta!!! Eres un mal bicho ¿¿¿Cómo puedes dejarnos así???
Continúa, continúa... que como diría Morales ¡Nos tienes en un sinvivir, leches!!!
Continúa, continúa... que como diría Morales ¡Nos tienes en un sinvivir, leches!!!
#853
02/11/2011 20:02
- ¿Amarte? No. Tan solo ha sido un modo de pasar un buen rato. Sin ningún tipo de compromiso. – el muchacho escuchó las pisadas de la joven a sus espaldas, debía mantenerse firme, no flaquear - Y tú piensas lo mismo, si no fuera así no habrías comprado los billetes de tren, ¿no crees?
- Pero, ¿tus palabras? ¿Tus caricias? ¿Tus besos? – Natalia llegó hasta él y lo rodeó con sus brazos, apoyando el rostro contra su espalda. Él sintió cómo su respiración se entrecortaba, cómo su corazón dejó de latir durante un instante cuando ella lo tocó. Deseó con toda su alma desdecirse de todas y cada una de sus palabras y poder besarla, acariciarla, pedirla perdón por todo lo que la había dicho. Quería explicarle que estaba aterrorizado ante lo que se le venía encima, que tan solo quería llorar y buscar consuelo en ella, que le daba una rabia atroz pensar que todos sus planes de pareja se había venido abajo, que no quería humillarla quedándose a su lado, que una cosa era ser un pobre jornalero, pero otra muy distinta ser el hijo bastardo de un terrateniente. Además, no podía olvidar a su familia; su padre le había dicho que cuidara de ellos y eso era lo que debía hacer, cuidarlos, protegerlos, aunque ello significara abandonar sus sueños de futuro. Roberto se giró y miró a Natalia a los ojos, sabía que iba a ser el momento más duro y cruel de toda su vida, pero tenía que hacerlo, tenía que apartarla de él; podría seguir adelante sabiendo que ella lo odiaba, pero jamás se perdonaría ser el causante de su desdicha al obligarla a seguir a su lado.
- Natalia… - dijo – mi amor. – Las manos de Roberto, rodearon la cintura de ella y la llevó con fuerza hacia su cuerpo, pegándola a él. Su boca buscó la de ella y se fundieron en un apasionado beso, beso que dejó a la muchacha sin aliento. Tras unos interminables segundos, Roberto liberó la boca femenina y siguió acariciando el rostro de ella con sus labios, mientras las manos bajaron a las caderas e imprimieron una cadencia sensual en sus movimientos; cada caricia de él arrancaba un suspiro en ella. Las manos de Natalia también acariciaban el cuerpo de Roberto, su espalda, sus caderas, hasta que subieron hasta su cuello y se aferraron a sus hombros. Natalia se sintió sucia, indecente, una mala persona, pero no podía evitar desear a Roberto; no podía evitar desearlo y necesitarlo como hombre a pesar del trance por el que éste estaba pasando. Necesitaba sentirlo dentro de ella, sentir cómo se derramaba en su interior, necesitaba experimentar de nuevo el éxtasis que los embargaba cada vez que estaban juntos. Por su parte, Roberto sentía lo mismo que la mujer que tenía entre los brazos, la deseaba con todas sus fuerzas, la necesitaba como nunca antes la había necesitado, quería tomarla y así olvidarse de todo, tal y como sucedía cada vez que estaban juntos. Pero aquello no podía ser, no podía continuar y siguió adelante con su plan. Bruscamente tomó a Natalia de los hombros, la separó de su cuerpo, la miro a los ojos, recompuso su semblante y habló.
- ¿Te referías a palabras, caricias y besos como éstos? – la voz de Roberto era fría y dura. – Ya te he dicho que ha sido una manera agradable de pasar el rato y te agradezco la… intensidad con la que te has entregado, espero que tú también hayas quedado satisfecha conmigo.
- Yo… pensé… - Natalia estaba totalmente desconcertada. Jamás hubiera podido imaginar que todo aquel amor, toda aquella pasión, fuesen mentira. Una manera agradable de pasar el rato habían sido las palabras exactas de Roberto, tan solo eso había sido ella para él, una conquista de la que alardear en la taberna, una señoritinga de la alta sociedad que había perdido la cabeza por él y se había entregado en cuerpo y alma sin pedir nada a cambio, acaso sinceridad tan solo.
- Bien, debo volver a mi casa. – comenzó a decir Roberto – No creo que mañana pueda ir a despedirte a la diligencia, así que espero que tengas un buen viaje. – Roberto sabía que la verdadera razón de no ir a despedirla era que no podría dejarla marchar, pero no se lo dijo. – Supongo que Sara nos mantendrá informados de cómo nos va la vida y si algún día vuelves por aquí… - Natalia cerró los ojos al oír aquellas palabras, Roberto le insinuaba que si algún día se volvían a encontrar podrían seguir manteniendo aquellos encuentros tan agradables para ambos.
Roberto comenzó a caminar alejándose de Natalia, sentía que su corazón se había roto en mil pedazos y que jamás encontraría la manera de poderlo recomponer, pero aquello no era lo que más le dolía, lo que realmente estaba acabando con él era la certeza de que había hecho exactamente lo mismo con el corazón de Natalia. Miles de veces había maldecido a aquel desgraciado que se había burlado de Natalia, para en aquellos momentos portarse él infinitamente peor; ni siquiera la certeza de que sin él, ella sería mucho más feliz, aplacaba su dolor. Natalia se quedó quieta, de pie, mirando el río durante unos minutos, desconcertada, abatida, vacía, muerta, sin saber qué hacer ni adonde ir. En poco más de una hora había pasado de ser una mujer completamente feliz, ilusionada ante la perspectiva de una nueva vida, segura del amor de un buen hombre, a ser una muñeca rota, un cascarón vacío, un cuerpo sin vida, sin ilusiones y sin deseos de seguir adelante. Durante unos minutos permaneció en pie, mirando cómo la corriente del río transportaba pequeñas ramas y hojas que se habían desprendido de los árboles. La vida seguía. Aunque para ella ya nada tuviese sentido, la vida seguía y ella debía pensar en cómo seguir adelante, aunque en realidad sintiera que ya no le quedaban razones para ello.
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Yo también sé ser lionista...
Sr. Calero, ¿me contrata usted?
(Y una vez dentro les desbarajusto todo el cotarro y escribo lo que a nosotras nos gusta)
- Pero, ¿tus palabras? ¿Tus caricias? ¿Tus besos? – Natalia llegó hasta él y lo rodeó con sus brazos, apoyando el rostro contra su espalda. Él sintió cómo su respiración se entrecortaba, cómo su corazón dejó de latir durante un instante cuando ella lo tocó. Deseó con toda su alma desdecirse de todas y cada una de sus palabras y poder besarla, acariciarla, pedirla perdón por todo lo que la había dicho. Quería explicarle que estaba aterrorizado ante lo que se le venía encima, que tan solo quería llorar y buscar consuelo en ella, que le daba una rabia atroz pensar que todos sus planes de pareja se había venido abajo, que no quería humillarla quedándose a su lado, que una cosa era ser un pobre jornalero, pero otra muy distinta ser el hijo bastardo de un terrateniente. Además, no podía olvidar a su familia; su padre le había dicho que cuidara de ellos y eso era lo que debía hacer, cuidarlos, protegerlos, aunque ello significara abandonar sus sueños de futuro. Roberto se giró y miró a Natalia a los ojos, sabía que iba a ser el momento más duro y cruel de toda su vida, pero tenía que hacerlo, tenía que apartarla de él; podría seguir adelante sabiendo que ella lo odiaba, pero jamás se perdonaría ser el causante de su desdicha al obligarla a seguir a su lado.
- Natalia… - dijo – mi amor. – Las manos de Roberto, rodearon la cintura de ella y la llevó con fuerza hacia su cuerpo, pegándola a él. Su boca buscó la de ella y se fundieron en un apasionado beso, beso que dejó a la muchacha sin aliento. Tras unos interminables segundos, Roberto liberó la boca femenina y siguió acariciando el rostro de ella con sus labios, mientras las manos bajaron a las caderas e imprimieron una cadencia sensual en sus movimientos; cada caricia de él arrancaba un suspiro en ella. Las manos de Natalia también acariciaban el cuerpo de Roberto, su espalda, sus caderas, hasta que subieron hasta su cuello y se aferraron a sus hombros. Natalia se sintió sucia, indecente, una mala persona, pero no podía evitar desear a Roberto; no podía evitar desearlo y necesitarlo como hombre a pesar del trance por el que éste estaba pasando. Necesitaba sentirlo dentro de ella, sentir cómo se derramaba en su interior, necesitaba experimentar de nuevo el éxtasis que los embargaba cada vez que estaban juntos. Por su parte, Roberto sentía lo mismo que la mujer que tenía entre los brazos, la deseaba con todas sus fuerzas, la necesitaba como nunca antes la había necesitado, quería tomarla y así olvidarse de todo, tal y como sucedía cada vez que estaban juntos. Pero aquello no podía ser, no podía continuar y siguió adelante con su plan. Bruscamente tomó a Natalia de los hombros, la separó de su cuerpo, la miro a los ojos, recompuso su semblante y habló.
- ¿Te referías a palabras, caricias y besos como éstos? – la voz de Roberto era fría y dura. – Ya te he dicho que ha sido una manera agradable de pasar el rato y te agradezco la… intensidad con la que te has entregado, espero que tú también hayas quedado satisfecha conmigo.
- Yo… pensé… - Natalia estaba totalmente desconcertada. Jamás hubiera podido imaginar que todo aquel amor, toda aquella pasión, fuesen mentira. Una manera agradable de pasar el rato habían sido las palabras exactas de Roberto, tan solo eso había sido ella para él, una conquista de la que alardear en la taberna, una señoritinga de la alta sociedad que había perdido la cabeza por él y se había entregado en cuerpo y alma sin pedir nada a cambio, acaso sinceridad tan solo.
- Bien, debo volver a mi casa. – comenzó a decir Roberto – No creo que mañana pueda ir a despedirte a la diligencia, así que espero que tengas un buen viaje. – Roberto sabía que la verdadera razón de no ir a despedirla era que no podría dejarla marchar, pero no se lo dijo. – Supongo que Sara nos mantendrá informados de cómo nos va la vida y si algún día vuelves por aquí… - Natalia cerró los ojos al oír aquellas palabras, Roberto le insinuaba que si algún día se volvían a encontrar podrían seguir manteniendo aquellos encuentros tan agradables para ambos.
Roberto comenzó a caminar alejándose de Natalia, sentía que su corazón se había roto en mil pedazos y que jamás encontraría la manera de poderlo recomponer, pero aquello no era lo que más le dolía, lo que realmente estaba acabando con él era la certeza de que había hecho exactamente lo mismo con el corazón de Natalia. Miles de veces había maldecido a aquel desgraciado que se había burlado de Natalia, para en aquellos momentos portarse él infinitamente peor; ni siquiera la certeza de que sin él, ella sería mucho más feliz, aplacaba su dolor. Natalia se quedó quieta, de pie, mirando el río durante unos minutos, desconcertada, abatida, vacía, muerta, sin saber qué hacer ni adonde ir. En poco más de una hora había pasado de ser una mujer completamente feliz, ilusionada ante la perspectiva de una nueva vida, segura del amor de un buen hombre, a ser una muñeca rota, un cascarón vacío, un cuerpo sin vida, sin ilusiones y sin deseos de seguir adelante. Durante unos minutos permaneció en pie, mirando cómo la corriente del río transportaba pequeñas ramas y hojas que se habían desprendido de los árboles. La vida seguía. Aunque para ella ya nada tuviese sentido, la vida seguía y ella debía pensar en cómo seguir adelante, aunque en realidad sintiera que ya no le quedaban razones para ello.
___________________________________________________________________
Yo también sé ser lionista...
Sr. Calero, ¿me contrata usted?
(Y una vez dentro les desbarajusto todo el cotarro y escribo lo que a nosotras nos gusta)
#854
02/11/2011 22:25
Eso Roberta que te contranten, que escribes de vicio!!!
#855
02/11/2011 23:14
Roberta como lionista un diez
pero chiquilla no nos hagas sufrir de esta manera
si la felicidad de natalia es roberto y la de roberto natalia...no la dejes ir y menos pensando que era una manera agradable de pasar el rato no,no,no........
por favor Roberta arreglalo pronto
pero chiquilla no nos hagas sufrir de esta manera
si la felicidad de natalia es roberto y la de roberto natalia...no la dejes ir y menos pensando que era una manera agradable de pasar el rato no,no,no........
por favor Roberta arreglalo pronto
#856
03/11/2011 00:03
Aquí te dejo el kit de herramientas para ver si arreglas esto pronto...
...pero como tienes alma de lionista, y sé que nos vas a hacer sufrir un tiempo, nos iremos tomando unas tisanitas para sobrellevarlo de la mejor manera posible.
...pero como tienes alma de lionista, y sé que nos vas a hacer sufrir un tiempo, nos iremos tomando unas tisanitas para sobrellevarlo de la mejor manera posible.
#857
03/11/2011 00:28
A ver si esto no va a haber quién lo arregle.... que el lionismo es una enfermedad muy grave, tanto como la Robertitis aguda o la Isakitis galopante
#858
03/11/2011 03:03
joe roberta yo confio en que lo arreglas jejeje ya te lo dije en la otra casa que pena me da Natalia..y que error el del pobre rober...
#859
03/11/2011 23:04
Capítulo 77
- ¿Dónde has estado? – preguntó Cosme al ver aparecer a su nieto en la puerta de su casa – Estaba preocupado por ti. ¿Has visto a Natalia?
- ¿A Natalia? ¿Por qué lo pregunta?
- Estuvo aquí.- respondió el anciano – Estaba muy preocupada por ti y salió a buscarte. Esa muchacha te ama de veras.
- Si… - Roberto comenzó a caminar hacia su habitación. Había comenzado a llegar gente y él debía prepararse para recibirlos convenientemente.
- Roberto, ¿Qué ha ocurrido? – el abuelo se interpuso en su camino y lo obligó a detenerse.
- Nada, abuelo. Déjeme pasar, tengo que ver si madre necesita algo. – Roberto deseaba escabullirse. Su abuelo conocía la pasión que sentía por Natalia y no dudaría en preguntarle hasta descubrir todo lo que había sucedido.
- Tu madre está con Juanito y Damián. – Cosme lo tomó del brazo y tiró de él – Vamos un momento afuera.
- Abuelo…
- Vamos afuera Roberto. – Cosme le habló con voz seria y Roberto obedeció. En aquel momento se sintió como cuando era pequeño y era sorprendido por los mayores cometiendo una falta, ya no se sentía un hombre adulto responsable de sus actos sino que hubiera dado cualquier cosa por volver a ser un niño inocente que no había sido golpeado por la cruda realidad. Caminaron hasta alejarse varios metros del camino hacia un lugar en donde no podían ser vistos - ¿Qué tienes ahí? – preguntó Cosme señalando las manos de Roberto.
- Nada – Roberto se miró las manos durante una fracción de segundo y rápidamente las escondió a su espalda.
- Enséñamelas, haz lo que te digo. – insistió su abuelo. Roberto giró la cabeza hacia el lado opuesto al cual se encontraba Cosme y lentamente llevó las manos al frente. - ¿Qué has hecho? – dijo al ver los nudillos y las palmas ensangrentadas.
- Nada – respondió rápidamente mientras volvía a esconder las manos.
- Muchacho…
- Necesitaba desahogarme de algún modo – dijo sin levantar la mirada del suelo – y golpearse a uno mismo es bastante complicado, así que la pagué con un árbol.
- Debe de dolerte mucho. Anda, vamos a casa para que te cures. – dijo el anciano poniéndole una mano en el hombro al joven.
- No, abuelo, no me duele. Ya no hay nada que pueda provocarme dolor, ya no siento nada en absoluto. – la mirada de Roberto estaba perdida en el horizonte y sus palabras volaban también hacia allí.
- Has estado con Natalia, ¿verdad? – Roberto no dijo nada, se limitó a asentir con la cabeza - ¿Qué ha pasado? ¿Qué has hecho?
- He acabado con ella, con sus ilusiones, con su felicidad. – Cosme dudaba de las palabras de su nieto. Lo conocía, sabía que era incapaz de hacer daño a una mujer y mucho menos a Natalia; ella lo era todo para él, por ella estaba dispuesto a cambiar de vida, estaba dispuesto a dejarlos a todos y seguirla.
- ¿De qué estas hablando? ¿Qué has hecho?
- Yo… le he dicho que no la amo. – Roberto inspiró profundamente. La angustia y el dolor se aferraban a su garganta y le impedían seguir hablando, pero si había podido causarle tanto daño a la mujer que amaba también debía tener los arrestos suficientes como para ser consecuente con sus actos y dar la cara.
- ¿Por qué has hecho semejante barbaridad, muchacho? ¿Acaso estás loco? – Cosme no quería creer lo que estaba oyendo y, tomando a su nieto de los brazos, lo zarandeó.
- Es lo que debía hacer – respondió sin atreverse a mirar a su abuelo.
- ¿Mentirle?
- Alejarla de mí.
- ¿Por qué?
- Porque no quiero hacerle daño, no quiero que sufra. – una lágrima brotó de los ojos de Roberto, lágrima que fue rápidamente secada de un manotazo.
- Y por eso le dices que no la amas… ¿Y te ha creído? – preguntó Cosme con sarcasmo.
- Si. No le ha quedado más remedio que creerme. He sido muy convincente. – Roberto dio un par de pasos alejándose de su abuelo.
- No te entiendo, de veras que no te entiendo. – Cosme se acercó a un montón de piedras y se sentó sobre ellas. – Conoces a una mujer, porque Natalia es toda una mujer, te enamoras de ella, tienes la suerte de ser correspondido y la desengañas cuando más necesidad tienes de su apoyo y de su amor.
- Precisamente por eso abuelo, porque la amo demasiado es por lo que no puedo pretender que siga a mi lado. – Roberto seguía apartado, mirando al horizonte sin atreverse a mirar al anciano a la cara. – Natalia es demasiado buena para mí, yo no la merezco. Me… me hice ilusiones de ser importante para ella, soñé con un futuro a su lado, creí que había posibilidades de que nuestro amor perdurase, pero…
- ¿Dónde has estado? – preguntó Cosme al ver aparecer a su nieto en la puerta de su casa – Estaba preocupado por ti. ¿Has visto a Natalia?
- ¿A Natalia? ¿Por qué lo pregunta?
- Estuvo aquí.- respondió el anciano – Estaba muy preocupada por ti y salió a buscarte. Esa muchacha te ama de veras.
- Si… - Roberto comenzó a caminar hacia su habitación. Había comenzado a llegar gente y él debía prepararse para recibirlos convenientemente.
- Roberto, ¿Qué ha ocurrido? – el abuelo se interpuso en su camino y lo obligó a detenerse.
- Nada, abuelo. Déjeme pasar, tengo que ver si madre necesita algo. – Roberto deseaba escabullirse. Su abuelo conocía la pasión que sentía por Natalia y no dudaría en preguntarle hasta descubrir todo lo que había sucedido.
- Tu madre está con Juanito y Damián. – Cosme lo tomó del brazo y tiró de él – Vamos un momento afuera.
- Abuelo…
- Vamos afuera Roberto. – Cosme le habló con voz seria y Roberto obedeció. En aquel momento se sintió como cuando era pequeño y era sorprendido por los mayores cometiendo una falta, ya no se sentía un hombre adulto responsable de sus actos sino que hubiera dado cualquier cosa por volver a ser un niño inocente que no había sido golpeado por la cruda realidad. Caminaron hasta alejarse varios metros del camino hacia un lugar en donde no podían ser vistos - ¿Qué tienes ahí? – preguntó Cosme señalando las manos de Roberto.
- Nada – Roberto se miró las manos durante una fracción de segundo y rápidamente las escondió a su espalda.
- Enséñamelas, haz lo que te digo. – insistió su abuelo. Roberto giró la cabeza hacia el lado opuesto al cual se encontraba Cosme y lentamente llevó las manos al frente. - ¿Qué has hecho? – dijo al ver los nudillos y las palmas ensangrentadas.
- Nada – respondió rápidamente mientras volvía a esconder las manos.
- Muchacho…
- Necesitaba desahogarme de algún modo – dijo sin levantar la mirada del suelo – y golpearse a uno mismo es bastante complicado, así que la pagué con un árbol.
- Debe de dolerte mucho. Anda, vamos a casa para que te cures. – dijo el anciano poniéndole una mano en el hombro al joven.
- No, abuelo, no me duele. Ya no hay nada que pueda provocarme dolor, ya no siento nada en absoluto. – la mirada de Roberto estaba perdida en el horizonte y sus palabras volaban también hacia allí.
- Has estado con Natalia, ¿verdad? – Roberto no dijo nada, se limitó a asentir con la cabeza - ¿Qué ha pasado? ¿Qué has hecho?
- He acabado con ella, con sus ilusiones, con su felicidad. – Cosme dudaba de las palabras de su nieto. Lo conocía, sabía que era incapaz de hacer daño a una mujer y mucho menos a Natalia; ella lo era todo para él, por ella estaba dispuesto a cambiar de vida, estaba dispuesto a dejarlos a todos y seguirla.
- ¿De qué estas hablando? ¿Qué has hecho?
- Yo… le he dicho que no la amo. – Roberto inspiró profundamente. La angustia y el dolor se aferraban a su garganta y le impedían seguir hablando, pero si había podido causarle tanto daño a la mujer que amaba también debía tener los arrestos suficientes como para ser consecuente con sus actos y dar la cara.
- ¿Por qué has hecho semejante barbaridad, muchacho? ¿Acaso estás loco? – Cosme no quería creer lo que estaba oyendo y, tomando a su nieto de los brazos, lo zarandeó.
- Es lo que debía hacer – respondió sin atreverse a mirar a su abuelo.
- ¿Mentirle?
- Alejarla de mí.
- ¿Por qué?
- Porque no quiero hacerle daño, no quiero que sufra. – una lágrima brotó de los ojos de Roberto, lágrima que fue rápidamente secada de un manotazo.
- Y por eso le dices que no la amas… ¿Y te ha creído? – preguntó Cosme con sarcasmo.
- Si. No le ha quedado más remedio que creerme. He sido muy convincente. – Roberto dio un par de pasos alejándose de su abuelo.
- No te entiendo, de veras que no te entiendo. – Cosme se acercó a un montón de piedras y se sentó sobre ellas. – Conoces a una mujer, porque Natalia es toda una mujer, te enamoras de ella, tienes la suerte de ser correspondido y la desengañas cuando más necesidad tienes de su apoyo y de su amor.
- Precisamente por eso abuelo, porque la amo demasiado es por lo que no puedo pretender que siga a mi lado. – Roberto seguía apartado, mirando al horizonte sin atreverse a mirar al anciano a la cara. – Natalia es demasiado buena para mí, yo no la merezco. Me… me hice ilusiones de ser importante para ella, soñé con un futuro a su lado, creí que había posibilidades de que nuestro amor perdurase, pero…
#860
04/11/2011 01:20
Roberta!!! No me seas lionista. Dame una escena de reconciliación en condiciones, eh!!!
Natalia no se puede irse sin hacer nada o más bien alguien no la debe dejar marchar.
TU YA SABES A QUE TIPO DE ESCENA ME REFIERO.
Natalia no se puede irse sin hacer nada o más bien alguien no la debe dejar marchar.
TU YA SABES A QUE TIPO DE ESCENA ME REFIERO.