FormulaTV Foros

Foro Bandolera

Como no me gusta la historia... voy y la cambio (Natalia y Roberto)

Anterior 1 2 3 4 [...] 39 40 41 42 43 44 45 [...] 74 75 76 77 Siguiente
#0
Roberta72
Roberta72
27/04/2011 20:02
Como estoy bastante aburrida de que me tengan a Roberto entre rejas, aunque sean las rejas de cartón piedra del cuartel de Arazana, y de que nadie (excepto San Miguel) intente hacer nada... pues voy y lo saco yo misma.
Y como la historia parece que va dos pasitos pa´lante y tres pa´trás, pues voy y la cambio a mi gusto.
Y como a mi el que me gusta es el Rober... pues también cambio la historia.

Creo que me he metio en un ebolao del que no voy a saber salir pero bueno, todo sea por dar ideas a los guionistas de nuestros amores. Ya me direis...
_____________________________________________________________________________

Capítulo 1

Parecía un sitio tranquilo, alejado del camino, seguro que por allí no pasaba gente con regularidad. La hierba que tapizaba la orilla del río era alta y estaba sin pisar así que decidió desmontar y descansar unos minutos.
- No puedo estar ya muy lejos de ese maldito pueblo. ¿Es que no había un lugar más perdido donde esconderte Sara?- dijo en voz alta mientras ataba el caballo a uno de los árboles que extendían sus ramas sobre el agua.
Mientras estiraba los músculos, agarrotados después de tan larga jornada a caballo, vio su reflejo en el remanso que el río formaba a pocos metros de allí. Miró hacia ambos lados y, al no ver a nadie y comprobar que el caballo se alimentaba tranquilamente, sonrió y comenzó a despojarse de sus vestimentas hasta quedar en ropa interior. Se adentró en el agua hasta que ésta le llegó hasta la cintura, entonces extendió los brazos y se dejó caer hacia atrás. Movía los brazos y las piernas lo indispensable para no alejarse demasiado de la orilla y mantenerse a flote, sintiendo cómo la corriente masajeaba su cuerpo. Sabía que la ropa que aún llevaba puesta, al mojarse, dejaría al descubierto las formas de su cuerpo, pero le daba igual, además, sería demasiada casualidad que alguien pasara por allí en ese momento.
#821
Roberta72
Roberta72
01/10/2011 00:04
Si ya sabía yo que al Rober no me lo iban a emparejar con ninguna chica del pueblo...

A pesar de haber visto el anuncio.... me sigue chirriando.
_______________________________________________________________________


- ¡Qué no! ¡No insistas porque no te voy a hacer caso!
- Pero Eugenia, por favor, el padre Damián nos ha pedido que… ¡Disculpen! – en aquel momento Eugenia Montoro irrumpió en el salón seguida por su amiga Margarita Guerra.
- Adelante, muchachas. Pasad, pasad. – dijo don Germán.
- Perdona papá, no sabía que tenías visita. Buenos días señorita Reeves, ¿cómo se encuentra? – dijo Eugenia colocándose al lado de su padre.
- Muy bien, señorita Montoro, muchas gracias. Buenos días, señorita Guerra. – dijo Sara saludando a ambas jovencitas.
- Buenos días – dijo escuetamente Margarita. Era una joven muy tímida y desde su secuestro por parte de los bandoleros, se había retraído aún más.
- Muchachas, el caballero que acompaña a la señorita Sara es don Ángel Guarda. – explicó Germán Montoro.
- Buenos días, señoritas – dijo escuetamente él.
- Buenos días – respondieron ambas muchachas a la vez
- ¿Nos conocemos, señor Guarda? – preguntó Eugenia inesperadamente
- No lo creo señorita, llegué ayer mismo a Arazana.
- Y ¿a qué se dedica? – siguió preguntando Eugenia.
- El señor cuida de la seguridad de las señoritas Reeves, cariño. – le respondió su padre
- ¡Ah! – Eugenia no pudo decir nada más. Las palabras de su padre le hicieron recordar porqué se le hacía familiar aquel hombre; era quien la había salvado antes de que su caballo la derribase días atrás. Tan solo pudo ver sus ojos, pero eran los mismos, profundos y tristes. Incluso podía apreciar el agujero en su oreja del cual hasta hacía poco colgaba un arete.
- ¿Quién necesita protección? – dijo Álvaro entrando en el salón en aquel momento – Buenos días, señorita Reeves, no sabía que se encontraba de visita.
- Ya nos íbamos don Álvaro. Con permiso. – dijo Sara. La visita se estaba complicando por momentos, estaba apareciendo demasiada gente en el salón como para que aquella reunión informal acabara satisfactoriamente.
- El señor aquí presente – comenzó a decir Eugenia – se encarga de la seguridad de las señoritas Reeves. – Lo único en lo que pensaba en aquellos momentos la menor de los Montoro era en que la visita no acabara tan rápidamente.
- ¿Y por qué iban a necesitar…? – Álvaro dejó la frase sin terminar al darse cuenta de que Margarita los acompañaba. – Disculpa, Margarita. Comprendo perfectamente la situación. Padre, tal vez nosotros debiéramos hacer lo mismo. Eugenia sale a pasear sin ninguna protección y, gracias a Dios, no ha ocurrido nada hasta el momento pero…
- No necesito protección. – protestó Eugenia. Sara y Ángel se sentían cada vez más incómodos – Nunca me ha pasado nada y nunca me pasará.
- Eugenia, creo que tu hermano tiene razón. – comenzó a decir Margarita – El otro día…
- ¿Qué ocurrió el otro día? – preguntó Álvaro alarmado
- Nada – contestó rápidamente Eugenia.
- Margarita, ¿qué ocurrió el otro día? – Álvaro sabía que no iba a conseguir nada de su hermana, pero Margarita era harina de otro costal. Mientras tanto, Sara y Ángel seguían a la espera de tener la menor oportunidad para irse.
- ¡Margarita! – dijo Eugenia instándola a callar.
- Nada, tan solo que el caballo de Eugenia se encabritó y…
- Puedes estar satisfecho, ya has conseguido que Margarita se ponga nerviosa – dijo Eugenia y abrazó a su amiga. Álvaro conocía demasiado bien a su hermana y sabía que le ocultaba algo más. Ángel no podía evitar mirar a Eugenia, sus palabras le recordaron los instantes en que la tuvo entre sus brazos al bajarla del caballo; Sara, a su lado, intentaba no perder ni uno solo de los gestos de la pareja.
- Margarita, ¿dónde fue eso? – Margarita había estado enamorada de Álvaro durante muchos años y aún lo estaba, por eso fue tan fácil para él conseguir que ella continuara hablando.
- Cerca del cerro del Viejo – respondió Margarita
- ¿Qué habíais ido a hacer allí? Ese paraje está muy lejos y además alejado de cualquier camino transitado, allí tan solo hay tierras de labranza. – comentó Germán intentando apaciguar los ánimos pues veía que Álvaro comenzada a exaltarse.
- Fuimos a visit…
- Fuimos a pasear – interrumpió Eugenia a su amiga Margarita.
- ¿A quién fuisteis a visitar? – preguntó Álvaro a Margarita.
- A, a..., a Roberto Pérez. – dijo de corrido Margarita. Todos se quedaron atónitos ante la respuesta de la señorita Guerra. ¿Qué podían hacer aquellas muchachas visitando a Roberto?, pensó Sara. Roberto amaba a su prima, de eso no tenía dudas, entonces ¿qué era lo que ocurría?
#822
gabycyr
gabycyr
01/10/2011 02:52
saritaaa hijaa no pienses mall que robertito quiere a tu primita y a euge le gustaa ... otra tipo de caza haha
#823
Roberta72
Roberta72
03/10/2011 18:14
Después de todo un fin de semana totalmente desconectada del foro y con el mal sabor de boca que nos han dejado los lionistas...
______________________________________________________________________


- ¿Qué hacíais visitando a ese patán? – dijo Álvaro enfurecido
- Nada, solo visitarle; – respondió Eugenia – y deja de acosar a Margarita, fue idea mía.
- ¡Eugenia! – gritó Álvaro enfurecido
- ¿Qué?
- Te prohíbo que te vuelvas a acercar a ese malnacido. – dijo Álvaro levantando la voz. La discusión entre los hermanos era tan fuerte que olvidaron que personas ajenas a la familia estaban presentes.
- Álvaro, – intervino don Germán – no hables así.
- No veo qué tenga de malo que visite a Roberto, - comenzó a decir Eugenia - de niños éramos amigos y no tengo ni idea de qué ocurrió para que dejáramos de serlo. Además, Roberto ha sido muy amable conmigo siempre y… y tenía que pedirle disculpas por cómo lo trataste cuando Antonio…
- Me da igual lo que pienses, Eugenia. No quiero que te vuelvas a acercar a él. – continuó su hermano.
- No eres quién para decirme lo que puedo o no puedo hacer.
- Maldita sea, ¿a qué viene tanto empecinamiento? – preguntó Álvaro – Nunca te has preocupado lo más mínimo por él durante todos estos años, así que… Eugenia, ¿no te habrás encaprichado de él? – Al ver que su hermana dudaba al responder se acercó a ella y la tomó de los hombros - ¡Eugenia, contéstame! – Eugenia dudaba entre seguir callada y dejar que su hermano pensara lo que quisiera y hablar y descubrir ante todos que tan solo sentía amistad por Roberto y que él amaba a Natalia. – ¡Eugenia!
- Piensa lo que quieras – se limitó ella a decir.
- ¿Cómo puedes haberte fijado en él? – Álvaro se sentía asqueado - ¿En un sucio jornalero?
- Es un buen hombre, sencillo, humilde, pero recto y sin doblez – comenzó a decir Eugenia - ¿puedes decir lo mismo del resto de hombres en los que me he fijado?
- Eugenia… – comenzó a decir su padre. Mientras tanto Ángel y Sara escuchaban atónitos la conversación, la señorita Montoro se había enamorado de Roberto y, aunque él no compartiese sus sentimientos, esa situación podría causar muchos problemas. Por su parte, Margarita no sabía qué pensar, su amiga le había dicho que no estaba interesada en Roberto y se había comportado acorde a sus palabras, pero…
- Es cierto, padre. – Eugenia se giró para mirar a su padre a los ojos - Hasta ahora no me he fijado más que en hombres que no me han querido, que se han reído de mí, ¿no recuerdas ya al Lucero de Linares? ¿o a Antonio Villa? o … - mirando al suelo, avergonzada ante la presencia de Sara, continuó hablando – o buenos hombres que no sentían nada por mí y de los que me encapriché. Sin embargo Roberto es un buen hombre, todo el mundo le aprecia en Arazana; tú eres el único que te empecinas en hablar mal de él, Álvaro. – terminó girándose hacia su hermano.
- Eugenia, no puede ser. – dijo su padre.
- Padre, ¿usted también? – dijo Eugenia atónita – Jamás pensé que usted… siempre le he oído hablar bien de Roberto y ahora… Claro, ya entiendo, – dijo con tristeza – una cosa es hablar bien de un jornalero que realiza su trabajo con honradez y otra muy distinta verlo como miembro de su familia, ¿verdad?
- Eugenia, no. – cortó don Germán
- Pero, padre…
- He dicho que no puede ser. – el tono de voz de Germán Montoro era serio.
- No me vale su respuesta, padre.
- Eugenia… Roberto es tu hermano. Es vuestro hermano – dijo girándose hacia Álvaro. Aquella confesión hizo que todos mirasen al hombre boquiabiertos.
- ¿Qué ha dicho, padre? – preguntó Álvaro muy alterado. - ¿Qué locuras está diciendo? – Álvaro se colocó frente a su padre, su rostro estaba crispado, sus puños se cerraron hasta que los nudillos quedaron blancos, impotente e incrédulo ante lo que estaba oyendo.
- No es ninguna locura. – comenzó a decir Germán con voz pausada. Margarita, Sara y Ángel deseaban estar muy lejos de aquel lugar, sin embargo sus piernas no les permitían moverse del sitio que ocupaban - Hace muchos años, antes de que vuestra madre y yo nos conociéramos incluso, – continuó hablando el señor Montoro mientras se acercaba a un sillón y se dejaba caer en él agotado anímicamente – Carmen y yo nos enamoramos.
- No puede estar hablando en serio – dijo Álvaro horrorizado.
- Calla, Álvaro – intervino Eugenia. Su padre la miró y continuó hablando.
- Éramos unos chiquillos y estábamos muy enamorados, pensábamos que nuestro amor podría vencer todas las dificultades que la vida nos deparara pero… Fui un cobarde, me creía dispuesto a todo, capaz de enfrentarme a mis padres sostenido tan solo por su amor… - cada pocas palabras, Germán se detenía, su mirada estaba perdida, recordando aquella tan lejana juventud – Un buen día me dijo que estaba embarazada, que en sus entrañas crecía el fruto de nuestro amor. Estaba tan bonita, tan ilusionada, tan feliz y yo…, yo tan solo le dije que no podía ser, que no podía tener a nuestro hijo. – Margarita, al escuchar aquellas palabras emitió un sonido de sorpresa que hizo que todos la miraran. Ella se avergonzó y bajó la mirada, pero Germán continuó hablando sin importarle quien le escuchaba, para él era una liberación poder por fin hablar, poder escuchar su propia voz asumiendo la verdad. – Aquel día perdí a la mujer que más he amado en la vida, y con ella se fue mi corazón.
- Padre… - Eugenia se arrodilló junto a su progenitor y colocó sus manos sobre una de sus rodillas, intentando infundirle sosiego. Germán sonrió durante un segundo y acarició las manos de su hija.
- A vuestra madre la quise, pero nunca la amé, no pude amarla. Intenté que fuera feliz, pero no lo conseguí.
- ¿Qué ocurrió padre? Ha dicho que aquel hijo no debía nacer pero, entonces no puede ser Roberto. – Al oír aquellas palabras de Eugenia, Álvaro descargó su furia golpeando la pared, asustando a todos los presentes.
- Si que lo es. – dijo Germán escuetamente.
- ¿Entonces?
- Al día siguiente de que me anunciara su embarazo la llevé a Sevilla, - continuó hablando, más para él mismo que para los demás – allí no nos conocía nadie. La llevé a un médico que practicaba abortos y la dejé con él. Ni siquiera tuve el valor suficiente como para tomarle de la mano mientras aquel hombre le arrancaba a nuestro hijo de las entrañas y me quedé fuera esperando. Un buen rato después de que aquella puerta se cerrara, volvió a abrirse y Carmen salió por ella. No me dijo nada, ni siquiera me miró, y yo no me atreví a preguntarle cómo se sentía. Hicimos todo el camino de vuelta sin hablar, sin mirarnos siquiera…
#824
gabycyr
gabycyr
04/10/2011 01:04
OSTIAS!!! Robertaaa esto si que no me lo esperabaa tremendo girooo!!! FANTASTICOO
#825
NoeLiia93
NoeLiia93
04/10/2011 21:10
Robertaa!! Estoy esperando ansiosa el siguiente capitulo!! Y yo que pensaba que roberto no me iba a enganchar en una historiia!! Lo has conseguiido!! Te felicito esta muy biieen!! :D :D
#826
Mantecao
Mantecao
04/10/2011 22:25
Ayyy todavia recuerdo cuando se descubrió el pastel en la serie... ¿quién nos iba a decir cómo iba a acabar todo esto? Solo espero que tu alma de lionista no se haya dejado influir por el "espíritu Calero" y al menos tu historia sí acabe bien.

Sigue así que tu relato cada vez está más interesante.
#827
arunda
arunda
04/10/2011 23:57
De todo esto se tiene que enterar natalia.....y roberto........no?
continuara...............
#828
Roberta72
Roberta72
05/10/2011 00:01
Siento mucho no poder poner nada hoy, pero tengo la continuación de la historia en un pendrive y me lo he dejado puesto en el ordenador del curro.

Como a alguno le haya picado la curiosidad de ver quién se lo ha dejado puesto....

Si mañana cuando llegue está en su sitio, que estará (no es la primera vez que me pasa) lo cuelgo bien prontito.

Un beso y hasta mañana
#829
gabycyr
gabycyr
05/10/2011 00:20
te lo agradeceremoss haha!! oye que la gente es muy curiosa!!!
#830
Roberta72
Roberta72
05/10/2011 07:17
Todo estaba en su sitio así que como lo prometido es deuda...
_______________________________________________________________________

Germán Montoro se derrumbó, no pudo seguir hablando, ocultó la cara entre las manos y sollozó. Eugenia se incorporó ligeramente y lo abrazó, intentando consolarle tal y como ella había sido consolada infinidad de veces en su niñez. Álvaro se sentía dolido e incómodo, su padre nunca había amado a su madre, había preferido a una simple criada antes que a ella y toda aquella gente se estaba enterando de ello. La incomodidad de Ángel seguía creciendo, estaba presenciando una escena privada y dolorosa para la gente de aquella casa, se sentía fuera de lugar, como un mirón que espiase por una cerradura los problemas de los demás y se regodease en ellos, pero se sentía preocupado por aquella jovencita que, sin saberlo, se había enamorado de su hermano mayor. Sara no podía dejar de pensar en Roberto, ¿lo sabría? ¿Era aquella la razón por la que sentía tanto desprecio por los terratenientes? ¿Porque uno de ellos había abandonado a su madre embarazada? No, Roberto no era rencoroso, siempre iba con la verdad por delante y con buenos razonamientos para todos sus actos. Entonces…, se había criado en la pobreza teniendo derecho a una buena educación, alimentos, una vida cómoda. Momentos después Germán reunió fuerzas de nuevo para seguir contando su historia.

- La dejé en la puerta de su casa y azucé a los caballos para que emprendieran la marcha de nuevo, ni siquiera la ayude a bajar del coche o miré si había entrado en la casa. ¡Estaba tan avergonzado! – Germán levantó la vista y la fijó en el rostro de su hija. Eugenia lloraba, nunca lo había visto como un hombre inseguro o enamorado; para ella Germán era su padre, un hombre serio y seguro de sí mismo. – Volví a casa y les dije a vuestros abuelos que quería irme a Sevilla una temporada a estudiar, a prepararme para poder llevar el cortijo cuando fuera necesario. Ellos no sospecharon nada y a la mañana siguiente me marché, sin volver a ver a Carmen, ni preguntar siquiera por ella. Cuando tres meses más tarde volví, incapaz de pensar en nada que no fuesen ella y nuestro hijo, descubrí que se había casado con Tomás y que nuestra historia era un capítulo cerrado en su vida. Disimulé como pude los días que permanecí aquí y volví a marcharme, entonces fue cuando conocía vuestra madre. Todo fue muy rápido con ella, nos conocimos, entablamos una relación y nos casamos. Nos quedamos en Sevilla a vivir con vuestros abuelos durante unos años y, – continuó diciendo el señor Montoro – cuando murió mi padre volvimos al cortijo. Álvaro ya tenía 4 años y tú estabas a punto de nacer. – Germán acarició el rostro de su hija, quien le devolvió una sonrisa – Cuando…, cuando bajé del carruaje, ¿sabes qué ocurrió, Eugenia? – Ella negó con la cabeza – Un chiquillo apareció corriendo y chocó contra mis piernas, era Roberto; iba tan rápido que cayó al suelo y lo ayudé a levantarse, tras él apareció Carmen y me lo arrebató de las manos. Le dijo que no molestase y lo instó a que se fuera a jugar a otro lado; Roberto no se asustó al ver a desconocidos sino que me miró a los ojos y se marchó, obedeciendo a su madre. Aquella fue la única vez en la que me permití pensar cómo habría sido aquel hijo que no quise que tuviéramos.
- Padre… - la voz de Eugenia sonaba triste. Ella entendía perfectamente lo que su padre debió sentir en aquel tiempo.
- No te aflijas, Eugenia, aquello pasó hace mucho tiempo.
- Y claro, - intervino Álvaro - Carmen se cuidó muy bien de que supieras que aquel niño era tu bastardo, por eso estaba siempre por la casa, con nosotros, con tus hijos legítimos.
- Basta Álvaro, no te permito que hables así. – Germán se puso en pie y se acercó a su hijo - Carmen no me dijo nada en ningún momento, siempre pensé que Roberto era hijo de Tomás. ¿Crees que si hubiera sabido que era mi hijo, tu hermano, hubiese permitido que no se criara a mi lado?
- ¡Ese maldito no es mi hermano! – gritó Álvaro.
- Padre, - intervino Eugenia intentando calmar los ánimos – entonces ¿cómo sabe que Roberto…?
- Hace unos meses el médico que atendió a Carmen apareció por aquí y me lo contó todo. A Carmen no le quedó más remedio que confesar la verdad. Me dijo que no había sido capaz de deshacerse de nuestro hijo y que aceptó la proposición de matrimonio de Tomás, haciéndole creer que el hijo que habían tenido nació antes de tiempo.
- ¿Roberto lo sabe? – preguntó Eugenia
- No, no lo sabe nadie más que Carmen y los que estamos aquí en este momento. – afirmó el terrateniente. - ¿Entiendes ahora por qué no puede ser, cariño?
- ¡Maldito! – dijo Álvaro entre dientes abandonando la estancia sin que los demás presentes se percatasen de ello.
#831
Roberta72
Roberta72
06/10/2011 23:19
Señores lionistas... que esto se contagia (no digo nada más que luego todo se sabe)
________________________________________________________________________


Cada uno de los presentes asimilaba de un modo distinto la situación. Margarita Guerra no acababa de creer que Germán Montoro, el padre de su mejor amiga, hubiese tenido una aventura con una criada de la cual nació un hijo, aquel hombre que Eugenia se había empeñado en visitar los últimos días. Hasta hacía poco, todas las referencias que había tenido sobre él le habían llegado a través de Álvaro. Según éste, Roberto Pérez era un mal hombre, revolucionario, de ideas subversivas; un acomplejado que odiaba a los ricos porque no podía ser como ellos. Junto a Eugenia había descubierto otra faceta de aquel hombre, un joven amable, educado y muy enamorado de Natalia Reeves, y hacía unos instantes se había enterado de que era tan Montoro como los que había en aquella habitación, y de lo difícil que había sido su vida cuando en realidad tenía derecho a todas aquellas comodidades.

Ángel pensaba en toda la suciedad y en todas las mentiras que escondía la gente de la clase alta. Él no había conocido a sus padres, y siempre se había acomplejado por ello, pero era mejor saber que tus padres no te habían querido a descubrir que toda tu vida había sido una farsa. Tan solo había cruzado unas pocas palabras con Roberto, pero le había parecido un hombre serio y cabal, no merecía todas aquellas mentiras sobre su persona ni el revuelo que seguramente se organizaría; Álvaro Montoro no se iba a quedar quieto y callado tras descubrir que tenía un hermano mayor y que, además, su querida hermana lo amaba. Eugenia, ¿cómo iba a ser la vida de Eugenia a partir de aquellos momentos?

Sara estaba aturdida, jamás hubiese pensado que entre Germán Montoro y Carmen Saura hubiera habido una relación, y mucho menos que de ella hubiera nacido un hijo, Roberto. No pudo evitar pensar en todas las oportunidades que Roberto había perdido. Con la fortuna de los Montoro respaldándole, Roberto podría haber sido un exitoso hombre de negocios o un político brillante, sin embargo tan solo era un simple jornalero, líder del movimiento anarquista y el mayor enemigo de su propio hermano. Pero no solo eso, entre él y Natalia no habría esa diferencia social que tan insalvable le parecía en ocasiones a su prima. Roberto sería un hombre de negocios, estaría al mismo nivel que las Reeves, y nada ni nadie podría interponerse entre el amor que se profesaban los muchachos.

Eugenia tampoco acababa de asimilar lo que su padre acababa de contarles, Roberto era su hermano. Siempre sintió cariño por él, cuando eran niños jugaban juntos todos los días y él la cuidaba y defendía cada vez que Álvaro la enviaba a casa argumentando que era una niña pequeña y que no debía jugar con ellos. No recordaba muy bien ni cuándo ni porque dejaron de jugar, pero si recordaba la tristeza que sintió durante días ante la ausencia de su amigo. Después, poco a poco se acostumbró a no verlo y a tener noticias de él tan solo a través de Carmen. Comprendía muy bien porque la mujer siempre hablaba tan bien de su hijo y el orgullo que desprendían sus palabras. Roberto era un buen hombre, sencillo, humilde, pero recto y sin doblez, tal y como lo había definido minutos atrás, un hermano del cual una mujer podía sentirse muy orgullosa.

- ¿Lo entiendes? ¿Ves por qué no puede ser? – preguntó Germán a su hija
- Si padre, lo entiendo, pero no tiene porqué preocuparse. – respondió su hija – Por Roberto tan solo siento cariño, amistad. Él tan solo ve en mí a una chiquilla caprichosa y malcriada. Roberto necesita a su lado a una mujer de verdad, una mujer fuerte y decidida, que no le tenga miedo a nada y que lo haga tan feliz como él se merece. – Eugenia se giró y miró a Sara mientras decía aquellas palabras, haciéndole ver que estaba al tanto, o al menos sospechaba, de la relación que existía entre Roberto y Natalia.
- Antes has dicho… - intentó rebatir su padre.
- Antes he dicho que Roberto era un buen hombre y que lo había visitado para disculparme por mi actitud cuando estuvo preso siendo inocente. – explicó Eugenia - Ha sido Álvaro quien ha supuesto que estaba interesada en él y yo he cometido el error de no aclarar las cosas y defender que Roberto puede ser tan buen partido o mejor que cualquier otro.
- ¿Dónde está Álvaro? – preguntó Germán
- ¿Álvaro? – dijo Eugenia sorprendida – Estaba aquí hace un instante
- Salió como una exhalación hace unos minutos, cuando estaba usted hablando. – dijo Margarita dirigiéndose al padre de su amiga.
- ¿Crees que…? – preguntó Eugenia a su padre.
- No lo creo, estoy seguro. Ha ido a buscarle. Margarita, – dijo Germán dirigiéndose a la muchacha - ¿en qué momento de la conversación se fue Álvaro?
- Cuando…, - dijo ella titubeante, intentando recordar el orden exacto de los hechos - cuando usted dijo que Roberto no tenía conocimiento de nada de esto.
- Antes de que yo dijera que no estoy interesada en él. – dijo Eugenia llevándose la mano al rostro.
- Hay que ir a buscarlo y encontrarlo antes de que le diga nada a Roberto. – Germán se puso en pie. – Pero, ¿dónde puede estar?
- Si me lo permiten… - dijo Sara. Al ver que Germán asentía con la cabeza mostrando que esperaba sus palabras, Sara continuó hablando – Por la hora que es, es muy probable que Roberto esté en su terreno, trabajando.
- Sí, seguro que está allí – dijo Eugenia.
- Bien, entonces tú y yo iremos al terreno de Roberto – le dijo Germán a su hija.
- Yo les acompaño – comentó Margarita.
- Si les parece bien, - continuó Sara – nosotros podemos pasar por su casa, simulando una visita de cortesía, por si acaso…
- Gracias, no sé cómo agradecerles las molestias que se están tomando. Realmente me siento muy avergonzado por la escena que han tenido que presenciar y… - comenzó a decir.
- No diga nada, Roberto es un buen amigo, como de la familia. – dijo mirando a Eugenia y respondiendo a la sonrisa de la jovencita con otra.
#832
Mantecao
Mantecao
07/10/2011 00:27
Ay Roberta, los lionistas deberían aprender lo que es arte y estilo escribiendo, eso sí, te pido que me alejes a tus personajes de cualquier escalera que pueda haber por los alrededores. Enhorabuena!
#833
Roberta72
Roberta72
07/10/2011 07:16
Pues una escalera bien puesta puede dar MUCHO juego.
#834
Roberta72
Roberta72
15/10/2011 20:16
Creo que acerté al ponerle nombre a este post...
__________________________________________________________________

Capítulo 72

- No están, padre, no están. – dijo Eugenia angustiada. Germán y las dos muchachas llegaron al terreno de Roberto lo más rápido que pudieron, pero no encontraron a nadie allí. Es más, parecía que no había estado nadie allí en toda la mañana.
- ¿Y dónde pueden estar? – preguntó Margarita asustada.
- ¡Quién sabe! Lo único que espero es que no estén juntos, porque no confío en absoluto en la reacción de Álvaro. ¡Ojalá Sara y el señor Guarda hayan dado con tu hermano y lo hayan detenido!

- ¡Qué pronto habéis vuelto todos a casa! – dijo Carmen al ver a parecer por la puerta a sus hijos.
- Es que el olor de las migas nos ha traído rápidamente hasta aquí. – contestó Juanito acercándose a su madre. Roberto miraba la escena sonriente, pensando en si Natalia se sentiría cómoda comiendo allí con ellos algo tan sencillo como unas migas.
-¿Qué ocurre hijo? – Carmen se dirigía a Roberto – Te veo ido.
- Ya se lo ha dicho Juanito, madre. El olor de las migas nos ha traído hasta casa.
- Pues ayudadme a poner la mesa y comamos antes de que se enfríen. Vuestro padre y el abuelo están en el corral, en cuanto vuelvan nos sentamos a la mesa.
- Voy a buscarlos. – dijo Juanito saliendo por la puerta.
- Anda que no es listo… ¡ya se ha marchado sin hacer nada! – dijo Roberto riendo mientras se acercaba a la alacena a buscar los platos y cubiertos.
- ¿Y a ti que te tiene tan sonriente? – preguntó Carmen volviéndose.
- Nada, madre, nada. – dijo haciéndose el despistado.
- Roberto, a mi no puedes engañarme. Te he parido y te conozco muy bien. Así que no intentes engañarme. - Roberto sonrió pero no dijo nada y la conversación quedó allí ya que en aquel momento entró de nuevo Juanito seguido por su padre y su abuelo.
- Ya estamos aquí, hija. – dijo Cosme entrando por la puerta – Este muchacho nos ha traído casi a rastras, parece que el mozalbete tiene un hambre canina.
- El niño aún está creciendo. – comentó Roberto tomando a su hermano de los hombros – Tiene que alimentarse para hacerse un hombre. – bromeó.
- Ya soy un hombre. – exclamó Juanito ofendido
- Muchachos, dejadlo ya. – intervino Tomás, orgulloso de la armonía que reinaba en la familia. – Roberto, deja a tu hermano, si te metes con él puede que no crezca todo lo que debe.
- ¡Padre! ¿Usted también? – refunfuñó Juanito dejándose caer en una silla. El gesto infantil del muchacho hizo que todos estallaran en carcajadas.
- Ya está bien, dejadle de una vez. – intercedió Carmen por él
- Madre… - protestó el benjamín de los Pérez - si hasta usted me trata como a un niño de pecho. - Las carcajadas se intensificaron y, entre todos, continuaron preparando la mesa para el almuerzo

La comida transcurrió en armonía, comentando cómo les había ido el día en el trabajo y las siempre tan divertidas discusiones que el abuelo mantenía con el padre Damián. Roberto había intervenido animadamente en todas las conversaciones, pero su abuelo, sentado frente a él, adivinaba que el joven por fin estaba dispuesto a hablarles de Natalia y de sus sentimientos por ella, tan solo necesitaba un pequeño empujón, una señal que lo animase a dar ese último paso.
- Roberto. – dijo Cosme interrumpiendo la conversación de su hija y su yerno.
- ¿Sí, abuelo? – preguntó sobresaltado
- ¿Qué era eso que querías contarnos, muchacho?
- ¿Yo?
- Si, tú. Eso… de lo que hemos estado hablando esta mañana. – por el gesto que Cosme hizo, Roberto se dio cuenta al instante de a lo que el anciano se refería, le estaba animando a que se abriese al resto de la familia como lo había estado haciendo con él durante los últimos días.
- ¿Qué es lo que quieres contarnos? – preguntó Carmen. Estaba segura de que se trataba de algo relacionado con el buen humor que su hijo presentaba aquella mañana, pero no podía imaginar cuál era la razón exacta.
- Si, lo cierto es que me gustaría comentarles algo. – comenzó a decir Roberto sentándose muy recto en su silla. No sabía si estar sentados a la mesa de la cocina, mientras comían un plato de migas, era el modo más adecuado de confesar que estaba dispuesto a todo por el amor de una señorita de la alta sociedad sin la cual sabía que no podría vivir; pero ya no había otro remedio, su abuelo había precipitado los acontecimientos. – Yo quería decirles que…
#835
Roberta72
Roberta72
18/10/2011 12:30
Lo dicho.... como no me gustaba empecé y como sigue sin gustarme... sigo
__________________________________________________________________


Capítulo 73

- ¡Maldito degenerado! – Álvaro entró en casa de los Pérez abriendo la puerta de par en par.
- ¿Quién demonios te crees que eres para entrar así en la casa de una familia decente? – preguntó Roberto levantándose de la mesa. Todos los miembros de la familia Pérez se encontraban sentados a la mesa esperando las palabras del hijo mayor cuando Álvaro Montoro irrumpió en la cocina como alma que lleva el diablo.
- ¡Que quién me creo que soy! ¿Quién te crees que eres tú? – Álvaro se abalanzó sobre Roberto y lo agarró de la camisa, zarandeándole. A Roberto le costó un instante reaccionar, tiempo que aprovechó Álvaro para golpearlo contra la pared.
- No, ¡por Dios, no os peguéis! – gritó Carmen. Tomás intentó acercarse a ellos para ayudar a su hijo, pero mientras tanto Roberto ya se había recuperado e intentaba liberarse de las manos del Montoro. Durante el forcejeo, Roberto esquivó uno de los golpes el cual dio de lleno en Tomás, lanzándolo al otro lado de la estancia. Carmen gritaba asustada en una esquina de la cocina abrazada a su padre, mientras Juanito ayudaba a Tomás a incorporarse.
- ¿Cómo pudiste? – gritaba Álvaro mientras lanzaba golpes a diestro y siniestro.
- ¿De qué estas hablando, estúpido? – preguntó Roberto mientras trataba de parar los golpes y sujetar a su oponente.
- ¿Cómo te has atrevido a poner los ojos en ella? – gritó Álvaro
- ¿Qué? – Roberto se quedó paralizado, sus manos aflojaron la chaqueta de Álvaro, ¿cómo había podido descubrir aquel maldito la relación que él mantenía con Natalia? Y lo más importante, ¿por qué le importaba tanto como para ir a su casa y agredirle delante de toda su familia? ¿Acaso también él estaba interesado en la joven? El joven Montoro aprovechó la ocasión para lanzar un golpe que dejó a Roberto sentado en el suelo.
- ¡No te acerques a mi hermana!
- Yo no tengo nada que ver con Eugenia, ¿de dónde has sacado semejante estupidez? – Roberto se incorporó y volvió a abalanzarse sobre su oponente antes de que el otro pudiese reaccionar. Álvaro estaba muy nervioso, lo que dio a Roberto una ligera ventaja y consiguió tirarlo al suelo sujetándolo con fuerza contra él.
- ¡Suéltame, patán! – se revolvió Álvaro
- ¡Contesta! – replicó Roberto
- Eugenia dijo… - comenzó a decir con voz entrecortada.
- No tengo la menor idea de lo que te pueda haber dicho Eugenia, pero entre ella y yo no hay nada.
- ¡No mientas! – gritó Álvaro mientras se revolvía en el suelo
- Hijo, por favor. – La voz de Carmen sonó angustiada; al escuchar a Álvaro, la mujer comenzó a sospechar que la razón por la que Roberto estaba tan feliz era que se había enamorado de la joven Montoro, algo totalmente imposible ya que eran hermanos. Todo era culpa suya, suya por no haber hablado tantos años atrás, suya por haber ocultado la verdad, suya por haberle negado a su hijo la vida que realmente debía haber llevado. Cosme seguía a su lado, contemplando atónito lo que estaba sucediendo.
- No miento. – dijo Roberto zarandeando a Álvaro – No tengo ningún interés en ella.
- No te creo, eres capaz de cualquier cosa por salir de esta miseria. Hasta de enamorar a tu propia hermana. – dijo soltando un manotazo.
- ¡No, calla! – dijo Carmen librándose del abrazo de su padre y acercándose a los muchachos que permanecían en el suelo.
- Madre, ¿qué está diciendo? – dijo Roberto con un hilo de voz.
- Nada, no le hagas caso. Vete Álvaro, vete de esta casa y no vuelvas. – dijo Carmen tirando de la chaqueta del joven para que se pusiera en pie.
- Madre, responda.
- Ahora no eres tan arrogante, ¿eh, patán? – dijo Álvaro poniéndose en pie y arreglándose la chaqueta. – Tu santa madre no es tan santa como tú pensabas, no es más que una buscona, una mujerzuela que intentó trepar teniendo un hijo de su amo, pero el plan le salió mal, ¿no es así? – dijo girándose hacia ella.
- ¡Calla!- Carmen propinó una bofetada a Álvaro Montoro que hizo que todos los presentes callaran. En aquel preciso instante, Ángel y Sara llegaron hasta la casa de los Pérez y presenciaron el golpe.
- Puedes golpearme tanto como quieras, – dijo Álvaro a Carmen con desprecio – pero eso no cambiará la verdad. Tú seguirás siendo una criada que intento atrapar a su patrón y tu hijo seguirá siendo un bastardo. ¡Aparta! – Álvaro se giró y salió empujando a Ángel quien con su cuerpo cerraba el hueco de la puerta.
- ¿Madre? – preguntó Roberto aún sentado en el suelo.
- No le creas, hijo. No sé por qué ha dicho eso, pero no es cierto. – Carmen estaba muy nerviosa, su voz titubeante confirmaba que las palabras de Álvaro Montoro eran ciertas y las caras de preocupación de Sara y Ángel corroboraban los pensamientos de Roberto. Tomás Pérez no era su padre, su verdadero padre era Germán Montoro, el terrateniente en cuyas tierras había sido explotado desde niño.
#836
arunda
arunda
18/10/2011 13:26
Roberta que manera de enterarse roberto que es un montoro.......uhhhhhhhhhhhh
gracias por seguir con tu historia
#837
gabycyr
gabycyr
19/10/2011 01:03
halaaa yo no pense que roberto se iba a enterar tan pronto yo pense que sara le diria a natalia ...natalia se callaria y se liaria parda!! esto esta de lo más interesante sigue cuando puedas!
#838
Roberta72
Roberta72
22/10/2011 19:11
¡Pero qué abandonada tengo a esta parejita!
____________________________________________________________________


- ¡Roberto! – Juanito, quien se encontraba junto a su padre, llamó a su hermano mayor. Tomás descansaba entre los brazos de su hijo con los ojos entornados.
- Padre… - dijo Roberto en voz muy baja, casi susurrando. Sin incorporarse del todo siquiera, se acercó al cuerpo caído – Padre…
- Roberto. – dijo Tomás con un hilo de voz – No te preocupes, no pasa nada.
- ¿Qué? – La pregunta de Roberto demostraba incredulidad.
- No hagas caso de lo que diga la gente. Tú siempre has sido mi hijo. – la voz de Tomás se iba apagando.
- Ve a buscar a Marcial – dijo Sara en voz baja a Ángel - ¡Corre! - El hombre salió a la carrera hacia el pueblo en busca del galeno.
- Siempre me he sentido muy orgulloso de ti…, – continuó diciendo Tomás – de los dos. – dijo volviéndose hacia Juanito.
- No diga nada, padre. Descanse, descanse y verá como enseguida se siente mejor. – Roberto se asustó cuando días antes Tomás se sintió mal en el terruño, pero dado que se recuperó rápidamente nadie le dio mayor importancia.
- Si, descansar… - Tomás respiraba con dificultad – creo que ya es hora de que descanse. Ahora…, ahora es tu turno, ahora recae sobre tus hombros la responsabilidad de esta familia. – dijo tomando una de las manos de Roberto – Cuida de ellos, yo lo he hecho lo mejor que he podido, pero aún así… creo que podría haber hecho más, mucho más.
- Calla, calla, hombre. – intervino Cosme – Has sido un buen padre y un buen marido, no tienes nada de lo que lamentarte. Estaremos bien, no te preocupes.

Las palabras de aceptación de los hechos por parte de Cosme hicieron que de la garganta de Carmen escapara un suspiro, su marido estaba muriendo en brazos de sus hijos y ella no era capaz de acercarse siquiera. Por su culpa Tomás estaba agonizando, por su culpa Roberto no había tenido la vida que le correspondía.
- Roberto…,
- ¿Sí, padre? – Roberto se acercó aún más al hombre, su voz era tan débil que costaba entender sus palabras
- Cuida de tu madre, ayúdala y trata de comprenderla. Juanito…, haz lo posible para que pueda estudiar y sea un hombre de provecho… Cosme… escúchale, escucha a tu abuelo, nadie mejor que él para aconsejarte. – Tomás estaba dando sus últimos consejos a su hijo – Y tú…, no sabes lo mucho que me apena no haber podido darte una educación como Dios manda, pero…pero eres un hombre de bien. No dejes que nadie te diga que eres una persona de segunda categoría; lucha, lucha por conseguir lo que deseas y no te doblegues… y…
- Padre… padre… ¡padre! – gritó Roberto, pero Tomás ya no podía oírlo, acababa de fallecer en brazos de su hijo.

En aquel momento llegaron corriendo Ángel y Marcial. Al llegar a la puerta, ambos hombres quedaron paralizados, pero rápidamente el doctor reaccionó y se acercó a Tomás.
- Me encontré al galeno en la salida del pueblo, - explicó Ángel ante la pronta aparición de ambos – y me lo traje. – Sara asintió sin decir palabra.
Marcial se arrodilló en el suelo; Juanito, Cosme y Carmen se apartaron ligeramente para dejarlo pasar, pero Roberto no se movió un milímetro, seguía aferrado al cuerpo del hombre que para él siempre sería su padre, acunándolo, cuidando de él como el otro había hecho consigo en numerosas ocasiones. Al ver la escena, Marcial no quiso intervenir innecesariamente y se limitó a tomarle el pulso a Tomás y comprobar que había fallecido. La mirada de confirmación de la tragedia que cruzó con Roberto provocó que cada uno reaccionara a su manera. Juanito y Carmen se abrazaron llorando a Cosme quien se mantenía sereno pero incrédulo ante lo que acababa de suceder; el anciano no podía asimilar que en aquellos instantes estuviesen velando un cadáver, cuando minutos antes tan solo podía pensar en que Roberto los iba a hacer partícipes a todos de su amor por Natalia. ¿Sería aquella muerte un mal presagio para la relación de los jóvenes? Lentamente Roberto se puso en pie, sin soltar el cuerpo que llevaba entre los brazos, y comenzó a caminar hacia el dormitorio de sus padres cuando oyó un ruido en la puerta que lo hizo girarse.
#839
gabycyr
gabycyr
23/10/2011 02:04
hostias!! que ruido!!! roberta!!! quien??? tomás muere?? xq??
#840
Roberta72
Roberta72
23/10/2011 12:46
Ruido???? Alguien que llega.
Anterior 1 2 3 4 [...] 39 40 41 42 43 44 45 [...] 74 75 76 77 Siguiente