Foro Bandolera
Como no me gusta la historia... voy y la cambio (Natalia y Roberto)
#0
27/04/2011 20:02
Como estoy bastante aburrida de que me tengan a Roberto entre rejas, aunque sean las rejas de cartón piedra del cuartel de Arazana, y de que nadie (excepto San Miguel) intente hacer nada... pues voy y lo saco yo misma.
Y como la historia parece que va dos pasitos pa´lante y tres pa´trás, pues voy y la cambio a mi gusto.
Y como a mi el que me gusta es el Rober... pues también cambio la historia.
Creo que me he metio en un ebolao del que no voy a saber salir pero bueno, todo sea por dar ideas a los guionistas de nuestros amores. Ya me direis...
_____________________________________________________________________________
Capítulo 1
Parecía un sitio tranquilo, alejado del camino, seguro que por allí no pasaba gente con regularidad. La hierba que tapizaba la orilla del río era alta y estaba sin pisar así que decidió desmontar y descansar unos minutos.
- No puedo estar ya muy lejos de ese maldito pueblo. ¿Es que no había un lugar más perdido donde esconderte Sara?- dijo en voz alta mientras ataba el caballo a uno de los árboles que extendían sus ramas sobre el agua.
Mientras estiraba los músculos, agarrotados después de tan larga jornada a caballo, vio su reflejo en el remanso que el río formaba a pocos metros de allí. Miró hacia ambos lados y, al no ver a nadie y comprobar que el caballo se alimentaba tranquilamente, sonrió y comenzó a despojarse de sus vestimentas hasta quedar en ropa interior. Se adentró en el agua hasta que ésta le llegó hasta la cintura, entonces extendió los brazos y se dejó caer hacia atrás. Movía los brazos y las piernas lo indispensable para no alejarse demasiado de la orilla y mantenerse a flote, sintiendo cómo la corriente masajeaba su cuerpo. Sabía que la ropa que aún llevaba puesta, al mojarse, dejaría al descubierto las formas de su cuerpo, pero le daba igual, además, sería demasiada casualidad que alguien pasara por allí en ese momento.
Y como la historia parece que va dos pasitos pa´lante y tres pa´trás, pues voy y la cambio a mi gusto.
Y como a mi el que me gusta es el Rober... pues también cambio la historia.
Creo que me he metio en un ebolao del que no voy a saber salir pero bueno, todo sea por dar ideas a los guionistas de nuestros amores. Ya me direis...
_____________________________________________________________________________
Capítulo 1
Parecía un sitio tranquilo, alejado del camino, seguro que por allí no pasaba gente con regularidad. La hierba que tapizaba la orilla del río era alta y estaba sin pisar así que decidió desmontar y descansar unos minutos.
- No puedo estar ya muy lejos de ese maldito pueblo. ¿Es que no había un lugar más perdido donde esconderte Sara?- dijo en voz alta mientras ataba el caballo a uno de los árboles que extendían sus ramas sobre el agua.
Mientras estiraba los músculos, agarrotados después de tan larga jornada a caballo, vio su reflejo en el remanso que el río formaba a pocos metros de allí. Miró hacia ambos lados y, al no ver a nadie y comprobar que el caballo se alimentaba tranquilamente, sonrió y comenzó a despojarse de sus vestimentas hasta quedar en ropa interior. Se adentró en el agua hasta que ésta le llegó hasta la cintura, entonces extendió los brazos y se dejó caer hacia atrás. Movía los brazos y las piernas lo indispensable para no alejarse demasiado de la orilla y mantenerse a flote, sintiendo cómo la corriente masajeaba su cuerpo. Sabía que la ropa que aún llevaba puesta, al mojarse, dejaría al descubierto las formas de su cuerpo, pero le daba igual, además, sería demasiada casualidad que alguien pasara por allí en ese momento.
#801
22/09/2011 19:42
Capítulo 68
Natalia volvió a la cama, se cubrió con la sábana en la que se había enrollado momentos antes y se abrazó a la almohada, imaginando que era el cuerpo de Roberto. Sonrió pensando en las veces que habían hecho el amor; cada vez, cada noche descubrían una nueva caricia, sus manos tocaban zonas de sus cuerpo que no pensaban fueran tan excitantes, de sus bocas escapaban palabras, gemidos que estaban provocados por la pasión que existía entre ellos y que nada ni nadie más que ellos haría surgir de sus gargantas. Aún faltaba mucho para que fuera su hora habitual de levantarse pero sabía que no iba a dormir más, así que se abrazó aún con más fuerza a la almohada, aspirando el olor que habían dejado sus cuerpos al amarse y, pensando en Roberto, miró hacia la ventana esperando ver los primeros rayos de sol.
Por su parte, Roberto caminaba camino a su casa con las manos en los bolsillos, cabizbajo, pensando en Natalia. Estaba intranquilo desde la noche anterior, la presencia de aquel hombre en la posada, Ángel Guarda, no presagiaba nada bueno. El teniente Romero y él no estaban de acuerdo en casi nada, pero coincidían en que la presencia del forastero no sería beneficiosa en su plan contra Olmedo; lo único bueno de todo aquello es que Natalia estaría protegida, aunque fuese un impedimento para su relación. Su relación, ¿qué clase de relación era aquella?, de día se comportaban como simples conocidos cuando estaban en público y compartían muestras de cariño en privado, pero de noche… Cada noche él entraba en la habitación de ella colándose por la ventana, como un ladrón, como un asaltante, como si estuviesen cometiendo algún delito, cuando tan solo querían estar juntos y amarse. Horas antes le había dicho a Natalia entre bromas que en cualquier momento la besaría en la plaza, frente a todos, sin importarle nada ni nadie, pero en realidad hablaba muy en serio pues eso era lo que realmente deseaba, tener una relación normal con ella, como la de Sara y Miguel; aunque sabía que no lo haría, no podía ponerla en ese apuro, tendría que conformarse con seguir entrando cada noche en su cuarto, en su cama y en su cuerpo y marcharse después como si hubieran cometido el peor de los errores.
Sin darse cuenta, en lugar de ir a su casa se había acercado al río. Aquel lugar le tranquilizaba, le ayudaba a pensar, a evadirse de los problemas; además, le traía muy buenos recuerdos, allí había conocido a Natalia, la había visto por primera vez y jamás podría olvidar lo que sintió al tenerla entre sus brazos. Ella fue un bálsamo para él, la preocupación que sintió al ver a aquella joven en el centro del río hizo que olvidara los problemas que lo acuciaban y desde entonces cada día había sido así. Los problemas económicos que le llegaron asociados al terruño hicieron que tuviera que salir a buscar trabajo fuera de su pueblo, pero el recuerdo de Natalia siempre lo acompañaba y los problemas al final fueron solucionados gracias a ella. Desde entonces, el recuerdo de su rostro, de su amor, de su pasión, le daba fuerzas para sobrellevar el duro trabajo diario hasta volver a encontrarse cada noche. No había querido pensar en ello durante los pasados días, pero sabía perfectamente que las horas de Natalia en Arazana estaban contadas pues recordaba que, durante su estancia en Sevilla, Natalia había comprado los billetes de tren. Tan solo les quedaba un día para estar juntos, veinticuatro horas en las que deberían seguir fingiendo que no había nada entre ellos cuando lo único que deseaban era disfrutar de su mutua compañía. ¿Qué era lo que iban a hacer? ¿Serían tan cobardes de dejar pasar la oportunidad de ser felices tan solo por no enfrentarse a sus miedos, a la gente? Él no al menos, Natalia era la mujer que deseaba tener a su lado el resto de sus días, la mujer con la que compartir lo que la vida le deparase, aunque no tuviera nada que ofrecerle en aquellos momentos, aunque sus manos estuviesen vacías. Hablaría con ella, le pediría tiempo, paciencia, comprensión, amor…, pero no estaba dispuesto a perderla. A ella no. Hablaría con su abuelo, con sus padres, les pediría ayuda mientras Natalia y él definían su relación, cualquier cosa antes que perderla.
Natalia volvió a la cama, se cubrió con la sábana en la que se había enrollado momentos antes y se abrazó a la almohada, imaginando que era el cuerpo de Roberto. Sonrió pensando en las veces que habían hecho el amor; cada vez, cada noche descubrían una nueva caricia, sus manos tocaban zonas de sus cuerpo que no pensaban fueran tan excitantes, de sus bocas escapaban palabras, gemidos que estaban provocados por la pasión que existía entre ellos y que nada ni nadie más que ellos haría surgir de sus gargantas. Aún faltaba mucho para que fuera su hora habitual de levantarse pero sabía que no iba a dormir más, así que se abrazó aún con más fuerza a la almohada, aspirando el olor que habían dejado sus cuerpos al amarse y, pensando en Roberto, miró hacia la ventana esperando ver los primeros rayos de sol.
Por su parte, Roberto caminaba camino a su casa con las manos en los bolsillos, cabizbajo, pensando en Natalia. Estaba intranquilo desde la noche anterior, la presencia de aquel hombre en la posada, Ángel Guarda, no presagiaba nada bueno. El teniente Romero y él no estaban de acuerdo en casi nada, pero coincidían en que la presencia del forastero no sería beneficiosa en su plan contra Olmedo; lo único bueno de todo aquello es que Natalia estaría protegida, aunque fuese un impedimento para su relación. Su relación, ¿qué clase de relación era aquella?, de día se comportaban como simples conocidos cuando estaban en público y compartían muestras de cariño en privado, pero de noche… Cada noche él entraba en la habitación de ella colándose por la ventana, como un ladrón, como un asaltante, como si estuviesen cometiendo algún delito, cuando tan solo querían estar juntos y amarse. Horas antes le había dicho a Natalia entre bromas que en cualquier momento la besaría en la plaza, frente a todos, sin importarle nada ni nadie, pero en realidad hablaba muy en serio pues eso era lo que realmente deseaba, tener una relación normal con ella, como la de Sara y Miguel; aunque sabía que no lo haría, no podía ponerla en ese apuro, tendría que conformarse con seguir entrando cada noche en su cuarto, en su cama y en su cuerpo y marcharse después como si hubieran cometido el peor de los errores.
Sin darse cuenta, en lugar de ir a su casa se había acercado al río. Aquel lugar le tranquilizaba, le ayudaba a pensar, a evadirse de los problemas; además, le traía muy buenos recuerdos, allí había conocido a Natalia, la había visto por primera vez y jamás podría olvidar lo que sintió al tenerla entre sus brazos. Ella fue un bálsamo para él, la preocupación que sintió al ver a aquella joven en el centro del río hizo que olvidara los problemas que lo acuciaban y desde entonces cada día había sido así. Los problemas económicos que le llegaron asociados al terruño hicieron que tuviera que salir a buscar trabajo fuera de su pueblo, pero el recuerdo de Natalia siempre lo acompañaba y los problemas al final fueron solucionados gracias a ella. Desde entonces, el recuerdo de su rostro, de su amor, de su pasión, le daba fuerzas para sobrellevar el duro trabajo diario hasta volver a encontrarse cada noche. No había querido pensar en ello durante los pasados días, pero sabía perfectamente que las horas de Natalia en Arazana estaban contadas pues recordaba que, durante su estancia en Sevilla, Natalia había comprado los billetes de tren. Tan solo les quedaba un día para estar juntos, veinticuatro horas en las que deberían seguir fingiendo que no había nada entre ellos cuando lo único que deseaban era disfrutar de su mutua compañía. ¿Qué era lo que iban a hacer? ¿Serían tan cobardes de dejar pasar la oportunidad de ser felices tan solo por no enfrentarse a sus miedos, a la gente? Él no al menos, Natalia era la mujer que deseaba tener a su lado el resto de sus días, la mujer con la que compartir lo que la vida le deparase, aunque no tuviera nada que ofrecerle en aquellos momentos, aunque sus manos estuviesen vacías. Hablaría con ella, le pediría tiempo, paciencia, comprensión, amor…, pero no estaba dispuesto a perderla. A ella no. Hablaría con su abuelo, con sus padres, les pediría ayuda mientras Natalia y él definían su relación, cualquier cosa antes que perderla.
#802
22/09/2011 21:23
Roberta muchas gracias por seguir escribiendo y compartiendo tu historia con nosotras. Bellísima.
Besos, guapa.
Besos, guapa.
#803
22/09/2011 23:51
Ayyyyyyyyyyy Robertita que tenía un par de trozos atrasaos y qué te voy a decir que no te haya dicho ya...
Con decirte que estaba que se me caían los ojos y ya me he despejao (como diría Rober)
Un beso.
Con decirte que estaba que se me caían los ojos y ya me he despejao (como diría Rober)
Un beso.
#804
23/09/2011 03:46
holaaa robertaaa antes no habia leido tu historia entre hace unos dias... y me la he leido de un tiron y ahora es que me estoy leyendo el ultimo capitulo, tu historia es fantasticaa...me encanta roberto como lo pones ... sigue escribiendo
#805
23/09/2011 07:39
Muchas gracias por vuestros ánimos...
#806
23/09/2011 07:44
"Natalia volvió a la cama, se cubrió con la sábana en la que se había enrollado momentos antes y se abrazó a la almohada,..."besos Roberta nuestros sueños siguen gracias a ti
#807
23/09/2011 23:50
Cada día lo haces mejor chiquilla...............me encanta.
#808
24/09/2011 07:35
Buenso días, son las siete y media de la mañana, acabo de despertarme (anda que ya me vale, que es sábado) y qué mejor manera de empezar un día con escenas tan bonitas como éstas.
"Cada noche él entraba en la habitación de ella colándose por la ventana, como un ladrón, como un asaltante..."
No puedo dejar de recordar a Juan del Diablo entrando de forma furtiva en la habitación de Mónica cada vez que Roberto se cuela en la de Natalia.
Ay quién le pudiera abrochar los botones de la camisa a Roberto...sobre todo porque eso significaría habérselos desabrochado primero
Da gusto ver cómo estos dos ya no tienen reparo en decirse lo mucho que se quieren, con lo que les costó reconocerlo.
Sigue así Roberta, esta historia es preciosa. Gracias
"Cada noche él entraba en la habitación de ella colándose por la ventana, como un ladrón, como un asaltante..."
No puedo dejar de recordar a Juan del Diablo entrando de forma furtiva en la habitación de Mónica cada vez que Roberto se cuela en la de Natalia.
Ay quién le pudiera abrochar los botones de la camisa a Roberto...sobre todo porque eso significaría habérselos desabrochado primero
Da gusto ver cómo estos dos ya no tienen reparo en decirse lo mucho que se quieren, con lo que les costó reconocerlo.
Sigue así Roberta, esta historia es preciosa. Gracias
#809
24/09/2011 11:09
Olé Roberta... a ver ahora como se las apañan estos 2...... nervios, intriga, dolor de barriga....!
#810
24/09/2011 11:23
Bravo Roberta.....
#811
24/09/2011 19:01
Capítulo 69
- Buenos días. – dijo Natalia llegando al salón de la Maña. Ángel y Sara hablaban animadamente mientras compartían el desayuno.
- Buenos días. Se te ve muy animada – comentó Sara - ¿Qué te ocurre?
- Nada en especial. ¿Por qué habría de ocurrirme algo? – pero lo cierto es que la radiante sonrisa en el rostro de Natalia era señal inequívoca de que estaba especialmente feliz. Pensaba que nada en el mundo podría estropearle aquel día
- Buenos días a ti también. – respondió él - ¿Qué es lo que vais a hacer hoy? Lo digo para…
- Hola Maña, buenos días. – saludó Natalia a la Maña con voz cantarina.
- Bueno, bueno, bueno, ¡cuánta alegría por esta casa tan de mañana! Siéntate que ahora mismito te traigo el desayuno. – respondió la posadera.
- ¿Nos vas a contar qué es lo que te ocurre? – preguntó Sara intrigada. La noche anterior no se habían despedido con muy buenas noticias, todos estaban preocupados por Olmedo y tensos ante la llegada de Ángel al pueblo, pero el cambio era radical. Si no hubiese visto salir a Roberto acompañando a Miguel, pensaría que él tenía algo que ver con ello.
- No hay nada que contar, de verdad. – respondió su prima, pero un mínimo gesto con la mirada le hizo ver que la presencia del hombre era la causa de su silencio.
- Bueno, cómo tú digas. Ya contarás lo que tengas que contar… si es que tienes algo que contar.
- Menos secretitos – intervino Ángel - ¿Qué es lo que vais a hacer hoy? Si mi vida a partir de ahora va a consistir en seguir vuestros pasos, quiero saber a dónde me vais a llevar.
- A mi no me vas a seguir a ninguna parte – respondió Natalia sin perder la sonrisa.
- Pero… - comenzó a decir el joven.
- No hay ningún pero. Ya dije ayer que yo no quiero niñeras y no las voy a tener. – replicó Natalia rápidamente.
- Entonces qué se supone que voy a hacer todo el día.
- Tranquilo, ya veremos qué hacer. Pero Natalia tiene razón, – intervino Sara – no sería lógico que aceptase tu protección esta mañana después de haber despotricado tanto anoche.
- Bien, muchacha, aquí tienes tu desayuno. – La Maña se acercaba con una bandeja repleta de dulces.
- ¿A qué viene este despliegue? Aún falta muchísimo para mi cumpleaños. – Natalia no dejaba de mirar los dulces que la posadera había dejado sobre la mesa.
- Es una forma de darte las gracias por la receta del guiso de ayer. Fue todo un éxito, tienes que enseñarme algún otro platillo.
- Cuando quieras, – dijo probando uno de los bollos - ¡esto está buenísimo! – Natalia desplegó una servilleta y comenzó a colocar trozos de bizcocho y bollos en ella.
- ¿Qué haces? – preguntó la Maña.
- Voy a guardar algunos para media mañana, por si me entra hambre. – a la memoria de Natalia voló la imagen del primer desayuno en Sevilla junto a Roberto, cómo devoraba trozos de tarta mientras ella lo observaba divertida y decidió llevarle parte de su desayuno cuando fuera a verlo.
- ¡Cómo eres! – dijo la mujer alejándose.
- Después de que la señorita haya llenado la panza, ¿qué vamos a hacer? – preguntó el joven que las acompañaba. Natalia le sacó la lengua y siguió comiendo, fue Sara la que respondió.
- Yo no tengo nada planeado, así que iré a la imprenta a poner orden en ella.
- Yo tampoco tengo nada que hacer, así que te acompaño. De ese modo, Señor Guarda, podrá charlar usted un rato con el doctor, parece que se han hecho ustedes buenos amigos, ¿no es así? – el tono de voz de Natalia se volvió más seco, más duro - ¡Buenos días, capitán! ¿No es un poco pronto para frecuentar la posada?
El capitán Olmedo bajaba las escaleras de la posada abrochándose la guerrera, debía haber pasado la noche acompañado por alguna de las chicas de la Maña y se disponía a ir al cuartel cuando la voz de Natalia lo detuvo.
- ¡Pero si son las señoritas Reeves! ¿Saben? Ustedes tienen una rara habilidad… ponerme de mal humor cada vez que las veo. Creí que eso solo lo conseguía el cantamañanas de Romero; pero no, ustedes también lo hacen.
- Buenos días, capitán. Le presento al señor Guarda – Sara señaló al Chato – se encuentra en Arazana para acompañarnos, como protección.
- ¿Protección? – preguntó extrañado - ¿Protegerlas de qué, o de quién? A mi entender ustedes son las peligrosas.
- Entonces tal vez ayude a que no nos desmandemos. – terció Natalia.
- ¿Por qué no ha pasado por el cuartel a presentarse? – preguntó el capitán volviéndose hacia le hombre.
- ¿Debía hacerlo? – preguntó Ángel poniéndose en pie. Olmedo lo miró de arriba abajo, no le gustó que se enfrentara a él.
- Me gusta saber quién llega a mi pueblo.
- Su pueblo…; bien, ya hemos sido presentados, capitán. ¿Desea algo más de mí? – preguntó el ex-bandolero mientras se sentaba de nuevo.
- Tenga cuidado conmigo, señor Guarda. No me gusta su actitud.
- Lo siento mucho, pero creo que no simpatizar con alguien no es un delito. – Sara y Natalia contemplaban impertérritas la conversación, su acompañante se estaba exponiendo demasiado.
- Entonces no cometa ningún delito, aunque dudo mucho que usted y yo podamos llevarnos bien. Sobre todo si se lleva bien con… - dijo Olmedo señalando a las Reeves.
- Buenos días, capitán. – dijo el joven y continuó desayunando. Ante el desplante, Olmedo se giró y abandonó la posada.
- ¿Estás loco? – preguntó Sara golpeándole en el hombro.
- ¡Ay! No seas bruta. Pero, ¿qué pasa?- dijo el hombre.
- Tiene razón, Sara. No seas bruta, bastante bruto es él. – Afirmó Natalia golpeándole el otro brazo - ¿En qué estabas pensando al enfrentarte a Olmedo?
- ¿Me vais a dejar en paz? ¿O solo vosotras podéis meteros con Olmedo?
- Nuestras caras no son las que adornan las paredes de toda Arazana. – le recordó Natalia – Debes tener mucho cuidado; aunque ayer todo saliese bien y nadie sospechara de ti, has de tener cuidado. – El hombre se dio cuenta de la imprudencia que había cometido y bajó la mirada, centrándose en juguetear con un pedazo de pan. - ¿Nos vamos a la imprenta? – preguntó Natalia tratando de hacer olvidar lo ocurrido.
- Buenos días. – dijo Natalia llegando al salón de la Maña. Ángel y Sara hablaban animadamente mientras compartían el desayuno.
- Buenos días. Se te ve muy animada – comentó Sara - ¿Qué te ocurre?
- Nada en especial. ¿Por qué habría de ocurrirme algo? – pero lo cierto es que la radiante sonrisa en el rostro de Natalia era señal inequívoca de que estaba especialmente feliz. Pensaba que nada en el mundo podría estropearle aquel día
- Buenos días a ti también. – respondió él - ¿Qué es lo que vais a hacer hoy? Lo digo para…
- Hola Maña, buenos días. – saludó Natalia a la Maña con voz cantarina.
- Bueno, bueno, bueno, ¡cuánta alegría por esta casa tan de mañana! Siéntate que ahora mismito te traigo el desayuno. – respondió la posadera.
- ¿Nos vas a contar qué es lo que te ocurre? – preguntó Sara intrigada. La noche anterior no se habían despedido con muy buenas noticias, todos estaban preocupados por Olmedo y tensos ante la llegada de Ángel al pueblo, pero el cambio era radical. Si no hubiese visto salir a Roberto acompañando a Miguel, pensaría que él tenía algo que ver con ello.
- No hay nada que contar, de verdad. – respondió su prima, pero un mínimo gesto con la mirada le hizo ver que la presencia del hombre era la causa de su silencio.
- Bueno, cómo tú digas. Ya contarás lo que tengas que contar… si es que tienes algo que contar.
- Menos secretitos – intervino Ángel - ¿Qué es lo que vais a hacer hoy? Si mi vida a partir de ahora va a consistir en seguir vuestros pasos, quiero saber a dónde me vais a llevar.
- A mi no me vas a seguir a ninguna parte – respondió Natalia sin perder la sonrisa.
- Pero… - comenzó a decir el joven.
- No hay ningún pero. Ya dije ayer que yo no quiero niñeras y no las voy a tener. – replicó Natalia rápidamente.
- Entonces qué se supone que voy a hacer todo el día.
- Tranquilo, ya veremos qué hacer. Pero Natalia tiene razón, – intervino Sara – no sería lógico que aceptase tu protección esta mañana después de haber despotricado tanto anoche.
- Bien, muchacha, aquí tienes tu desayuno. – La Maña se acercaba con una bandeja repleta de dulces.
- ¿A qué viene este despliegue? Aún falta muchísimo para mi cumpleaños. – Natalia no dejaba de mirar los dulces que la posadera había dejado sobre la mesa.
- Es una forma de darte las gracias por la receta del guiso de ayer. Fue todo un éxito, tienes que enseñarme algún otro platillo.
- Cuando quieras, – dijo probando uno de los bollos - ¡esto está buenísimo! – Natalia desplegó una servilleta y comenzó a colocar trozos de bizcocho y bollos en ella.
- ¿Qué haces? – preguntó la Maña.
- Voy a guardar algunos para media mañana, por si me entra hambre. – a la memoria de Natalia voló la imagen del primer desayuno en Sevilla junto a Roberto, cómo devoraba trozos de tarta mientras ella lo observaba divertida y decidió llevarle parte de su desayuno cuando fuera a verlo.
- ¡Cómo eres! – dijo la mujer alejándose.
- Después de que la señorita haya llenado la panza, ¿qué vamos a hacer? – preguntó el joven que las acompañaba. Natalia le sacó la lengua y siguió comiendo, fue Sara la que respondió.
- Yo no tengo nada planeado, así que iré a la imprenta a poner orden en ella.
- Yo tampoco tengo nada que hacer, así que te acompaño. De ese modo, Señor Guarda, podrá charlar usted un rato con el doctor, parece que se han hecho ustedes buenos amigos, ¿no es así? – el tono de voz de Natalia se volvió más seco, más duro - ¡Buenos días, capitán! ¿No es un poco pronto para frecuentar la posada?
El capitán Olmedo bajaba las escaleras de la posada abrochándose la guerrera, debía haber pasado la noche acompañado por alguna de las chicas de la Maña y se disponía a ir al cuartel cuando la voz de Natalia lo detuvo.
- ¡Pero si son las señoritas Reeves! ¿Saben? Ustedes tienen una rara habilidad… ponerme de mal humor cada vez que las veo. Creí que eso solo lo conseguía el cantamañanas de Romero; pero no, ustedes también lo hacen.
- Buenos días, capitán. Le presento al señor Guarda – Sara señaló al Chato – se encuentra en Arazana para acompañarnos, como protección.
- ¿Protección? – preguntó extrañado - ¿Protegerlas de qué, o de quién? A mi entender ustedes son las peligrosas.
- Entonces tal vez ayude a que no nos desmandemos. – terció Natalia.
- ¿Por qué no ha pasado por el cuartel a presentarse? – preguntó el capitán volviéndose hacia le hombre.
- ¿Debía hacerlo? – preguntó Ángel poniéndose en pie. Olmedo lo miró de arriba abajo, no le gustó que se enfrentara a él.
- Me gusta saber quién llega a mi pueblo.
- Su pueblo…; bien, ya hemos sido presentados, capitán. ¿Desea algo más de mí? – preguntó el ex-bandolero mientras se sentaba de nuevo.
- Tenga cuidado conmigo, señor Guarda. No me gusta su actitud.
- Lo siento mucho, pero creo que no simpatizar con alguien no es un delito. – Sara y Natalia contemplaban impertérritas la conversación, su acompañante se estaba exponiendo demasiado.
- Entonces no cometa ningún delito, aunque dudo mucho que usted y yo podamos llevarnos bien. Sobre todo si se lleva bien con… - dijo Olmedo señalando a las Reeves.
- Buenos días, capitán. – dijo el joven y continuó desayunando. Ante el desplante, Olmedo se giró y abandonó la posada.
- ¿Estás loco? – preguntó Sara golpeándole en el hombro.
- ¡Ay! No seas bruta. Pero, ¿qué pasa?- dijo el hombre.
- Tiene razón, Sara. No seas bruta, bastante bruto es él. – Afirmó Natalia golpeándole el otro brazo - ¿En qué estabas pensando al enfrentarte a Olmedo?
- ¿Me vais a dejar en paz? ¿O solo vosotras podéis meteros con Olmedo?
- Nuestras caras no son las que adornan las paredes de toda Arazana. – le recordó Natalia – Debes tener mucho cuidado; aunque ayer todo saliese bien y nadie sospechara de ti, has de tener cuidado. – El hombre se dio cuenta de la imprudencia que había cometido y bajó la mirada, centrándose en juguetear con un pedazo de pan. - ¿Nos vamos a la imprenta? – preguntó Natalia tratando de hacer olvidar lo ocurrido.
#812
24/09/2011 21:06
Uy, uy, uy... pero este no sabe que al Capitán no hay que tocarle las albaidas??!! esa lección no se la enseñaron las Reeves...
#813
26/09/2011 23:37
- Buenos días, Roberto.
- Buenos días, abuelo. – dijo saludando al hombre que se encontraba ante la puerta de su casa.
- Pasa de una vez, se te va a enfriar el desayuno. – dijo Cosme. El cabello de Roberto aún estaba mojado tras el baño que se había dado en el río - Esa manía que te ha entrado de bañarte antes de desayunar… no sé si te traerá algo bueno.
- No hay nada malo en ir aseado, ¿no? – Roberto sabía perfectamente que el abuelo se refería a su relación con Natalia, que sospechaba dónde había pasado la noche.
- No, ni mucho menos.
- Abuelo…
- ¿Sí?
- No voy a dejar escapar a Natalia, no puedo, no quiero. No sé qué voy a hacer, ni si ella me aceptará, pero al menos tengo que intentarlo. – Roberto titubeaba, se retorcía las manos, estaba nervioso. Cosme permanecía a su lado, sin decir nada, dejando que su nieto expresase en palabras lo que sentía su corazón. – Nunca…, nunca me había sentido así, nunca pensé que uno se pudiese sentir así. Sé que no estoy a su altura, que Natalia es demasiado para mí, pero aún así tengo que intentarlo. Abuelo, ¿lo que estoy diciendo tiene algún sentido? – los ojos de Roberto brillaban; en ellos, Cosme podía ver miedo, incertidumbre, pero sobre todo ilusión y amor, muchísimo amor.
- Sí, hijo; tiene mucho sentido. – Cosme apoyó las manos en los hombros de su nieto para darle ánimos - Veo ante mí a un hombre, a un hombre enamorado, decidido a todo por la mujer a la que ama. Si estás tan seguro, si lo tienes tan claro, no lo dudes y ve por ella.
- ¿De verdad, abuelo? ¿Lo dice en serio? – Roberto necesitaba el apoyo de su familia más de lo que él mismo pensaba, estaba decidido a todo por Natalia, incluso a enfrentarse a los suyos o hacer lo que fuera sin su aprobación pero…
- Si, hijo. Puedes contar con nuestro apoyo. – Roberto se abrazó a su abuelo, feliz porque sabía que el primer paso ya lo había dado, el primer paso de una nueva etapa en su vida.
- Y ahora que ya estamos a solas…, – dijo Sara señalando la puerta del dispensario por donde Ángel y Marcial acababan de pasar para hablar de sus cosas - ¿me vas a decir qué es lo que te tiene tan feliz?
- Nada. No creo estar especialmente feliz. – Natalia se moría de ganas de hablar con Sara, de contarle la causa de su felicidad, pero le divertía muchísimo verla intrigada.
- ¿Tengo que encerrarte de nuevo para que hables? – dio Sara recordándole que días antes la había encerrado en aquella misma estancia hasta que confesó su amor por Roberto.
- Voy a pedirle que se vaya conmigo a Bilbao. Tengo que irme mañana y no quiero hacerlo sin él. – Natalia hablaba lentamente, con un tono de voz suave, muy distinto al tono bromista que utilizaba habitualmente.
- Lo comprendo. Si hemos dicho a todo el mundo que Luis lo ha contratado para cuidar de ti, no es lógico que tras tu marcha él se quede. – Sara sabía perfectamente que su prima hablaba de Roberto, pero hizo como que no había entendido nada y hablaban del ex-bandolero.
- ¿De qué estás hablando? – preguntó Natalia sorprendida.
- De él, - dijo señalando la puerta del dispensario tras la cual los dos ex-bandoleros charlaban animadamente - ¿de quién si no?
- De Roberto – dijo Natalia con impaciencia, aunque enseguida se dio cuenta de que su prima la estaba tomando el pelo. – No te burles, por favor.
- ¿Estás segura?
- Nunca he estado más segura de nada.- Natalia se acercó al mostrador y se apoyó en él – Le quiero…, le quiero tanto que sé que no podría vivir sin él. Sé que te sonará extraño viniendo de mí, pero es la verdad, te lo juro.
- Te creo, Natalia. Y estoy segura de que tu amor por él es plenamente correspondido. – Sara tomó las manos de su prima para infundirle ánimo – Ya te lo dije el otro día, conozco a Roberto y nunca lo había visto así. Desde el momento en que os conocisteis el amor nació entre vosotros, ni siquiera os disteis cuenta de ello, pero…
- ¿Crees que él…? – preguntó Natalia con los ojos húmedos.
- ¿Si aceptará tu propuesta? – Natalia no podía siquiera responder, toda la felicidad con la que había aparecido a la hora del desayuno en la posada de la Maña se había convertido en miedo y desasosiego. – No lo sé.
Aquella respuesta fue la opuesta a lo que Natalia esperaba de su prima, esperaba ánimo, apoyo, aunque no fuese cierto, pero no aquella negativa.
- Roberto es un hombre para el cual su familia es lo más importante. – continuó Sara – Tú ya formas parte de su familia, formas parte de él mismo, pero también tiene unos padres, un hermano y un abuelo. No puede dejarlos de un día para otro e irse sin mirar atrás.
- Pero no es eso lo que yo quiero… - comenzó a decir Natalia. – Yo aprecio muchísimo a Carmen, Tomás, Cosme y Juanito y sé que para Roberto ellos son lo primero y no pretendo apartarlo de ellos ni de Arazana, pero yo también lo…
- ¿Tú qué, Natalia?
- Yo… lo necesito. Después de… - Natalia se alejó del mostrador y comenzó a caminar, hablando en voz muy baja para que no la oyesen los hombres desde el interior del dispensario y porque se sentía indefensa cada vez que abría su corazón - … de aquel maldito, me juré no volver a caer, no volver a enamorarme, no volver a dejar que nadie se acercara tanto a mí como para que pudiera hacerme daño. Y lo conseguí durante años. – dijo mirando a Sara a los ojos - Luis y Nieves me han presentado tantos buenos partidos que ya he perdido la cuenta, a todos ellos los encontraba defectos, aunque no los tuvieran, - dijo sonriendo con tristeza – eran muchachos maravillosos que se han casado, tienen hijos y son felices en sus matrimonios… pero yo, yo no podía, no tenía el valor suficiente para volver a intentarlo. Me encerraba en mi despacho, visitaba las minas, viajaba, cualquier cosa con tal de no estar demasiado tiempo en un mismo lugar ni con la misma gente. ¿Sabes que una de las razones por las que vine a visitarte es porque Luis estaba empeñado en que hiciese negocios con el apuesto y soltero dueño de una naviera? Llegué a Arazana huyendo de un pretendiente y…
- No estoy diciendo que Roberto te rechace, lo que digo es que no puedes pretender que de un día para otro…
- Y no lo pretendo. Soy muy consciente de que hay muchísimas posibilidades de que me diga que no puede acompañarme; es más, sé que va a decir que no puede acompañarme, – Natalia se agarró la cintura, recordando las veces que los brazos de Roberto habían estado allí – lo único que quiero es… es saber que hay una posibilidad para lo nuestro, que esperará a que vuelva, que esperará a que arregle mis negocios para que podamos estar juntos.
- ¿Dejarías tus negocios por Roberto? – Sara se quedó atónita ante las palabras de su prima
- ¿Qué me importan los negocios si no tengo nada más? Venderé o le pediré a Luis que siga ayudándome, o los llevaré desde aquí, o… no lo sé.
- No te preocupes ahora por eso. – Sara se acercó a Natalia y la abrazó – Roberto te quiere más que a nada en el mundo, jamás te haría sufrir, tan solo debes contar con que tus planes de estar juntos desde este preciso momento, puedan retrasarse unos pocos días.
- ¿Tú crees?
- No lo creo, estoy segura. Es lo que merecéis. – Sara sonrió con la mirada perdida, pensando en algo – Es más, estoy segura de que el día que me case con Miguel, vosotros dos estaréis allí, felices y enamorados; y tú y yo seremos las dos mujeres más envidiadas del mundo por tener con nosotras a dos hombres como ellos.
- Buenos días, abuelo. – dijo saludando al hombre que se encontraba ante la puerta de su casa.
- Pasa de una vez, se te va a enfriar el desayuno. – dijo Cosme. El cabello de Roberto aún estaba mojado tras el baño que se había dado en el río - Esa manía que te ha entrado de bañarte antes de desayunar… no sé si te traerá algo bueno.
- No hay nada malo en ir aseado, ¿no? – Roberto sabía perfectamente que el abuelo se refería a su relación con Natalia, que sospechaba dónde había pasado la noche.
- No, ni mucho menos.
- Abuelo…
- ¿Sí?
- No voy a dejar escapar a Natalia, no puedo, no quiero. No sé qué voy a hacer, ni si ella me aceptará, pero al menos tengo que intentarlo. – Roberto titubeaba, se retorcía las manos, estaba nervioso. Cosme permanecía a su lado, sin decir nada, dejando que su nieto expresase en palabras lo que sentía su corazón. – Nunca…, nunca me había sentido así, nunca pensé que uno se pudiese sentir así. Sé que no estoy a su altura, que Natalia es demasiado para mí, pero aún así tengo que intentarlo. Abuelo, ¿lo que estoy diciendo tiene algún sentido? – los ojos de Roberto brillaban; en ellos, Cosme podía ver miedo, incertidumbre, pero sobre todo ilusión y amor, muchísimo amor.
- Sí, hijo; tiene mucho sentido. – Cosme apoyó las manos en los hombros de su nieto para darle ánimos - Veo ante mí a un hombre, a un hombre enamorado, decidido a todo por la mujer a la que ama. Si estás tan seguro, si lo tienes tan claro, no lo dudes y ve por ella.
- ¿De verdad, abuelo? ¿Lo dice en serio? – Roberto necesitaba el apoyo de su familia más de lo que él mismo pensaba, estaba decidido a todo por Natalia, incluso a enfrentarse a los suyos o hacer lo que fuera sin su aprobación pero…
- Si, hijo. Puedes contar con nuestro apoyo. – Roberto se abrazó a su abuelo, feliz porque sabía que el primer paso ya lo había dado, el primer paso de una nueva etapa en su vida.
- Y ahora que ya estamos a solas…, – dijo Sara señalando la puerta del dispensario por donde Ángel y Marcial acababan de pasar para hablar de sus cosas - ¿me vas a decir qué es lo que te tiene tan feliz?
- Nada. No creo estar especialmente feliz. – Natalia se moría de ganas de hablar con Sara, de contarle la causa de su felicidad, pero le divertía muchísimo verla intrigada.
- ¿Tengo que encerrarte de nuevo para que hables? – dio Sara recordándole que días antes la había encerrado en aquella misma estancia hasta que confesó su amor por Roberto.
- Voy a pedirle que se vaya conmigo a Bilbao. Tengo que irme mañana y no quiero hacerlo sin él. – Natalia hablaba lentamente, con un tono de voz suave, muy distinto al tono bromista que utilizaba habitualmente.
- Lo comprendo. Si hemos dicho a todo el mundo que Luis lo ha contratado para cuidar de ti, no es lógico que tras tu marcha él se quede. – Sara sabía perfectamente que su prima hablaba de Roberto, pero hizo como que no había entendido nada y hablaban del ex-bandolero.
- ¿De qué estás hablando? – preguntó Natalia sorprendida.
- De él, - dijo señalando la puerta del dispensario tras la cual los dos ex-bandoleros charlaban animadamente - ¿de quién si no?
- De Roberto – dijo Natalia con impaciencia, aunque enseguida se dio cuenta de que su prima la estaba tomando el pelo. – No te burles, por favor.
- ¿Estás segura?
- Nunca he estado más segura de nada.- Natalia se acercó al mostrador y se apoyó en él – Le quiero…, le quiero tanto que sé que no podría vivir sin él. Sé que te sonará extraño viniendo de mí, pero es la verdad, te lo juro.
- Te creo, Natalia. Y estoy segura de que tu amor por él es plenamente correspondido. – Sara tomó las manos de su prima para infundirle ánimo – Ya te lo dije el otro día, conozco a Roberto y nunca lo había visto así. Desde el momento en que os conocisteis el amor nació entre vosotros, ni siquiera os disteis cuenta de ello, pero…
- ¿Crees que él…? – preguntó Natalia con los ojos húmedos.
- ¿Si aceptará tu propuesta? – Natalia no podía siquiera responder, toda la felicidad con la que había aparecido a la hora del desayuno en la posada de la Maña se había convertido en miedo y desasosiego. – No lo sé.
Aquella respuesta fue la opuesta a lo que Natalia esperaba de su prima, esperaba ánimo, apoyo, aunque no fuese cierto, pero no aquella negativa.
- Roberto es un hombre para el cual su familia es lo más importante. – continuó Sara – Tú ya formas parte de su familia, formas parte de él mismo, pero también tiene unos padres, un hermano y un abuelo. No puede dejarlos de un día para otro e irse sin mirar atrás.
- Pero no es eso lo que yo quiero… - comenzó a decir Natalia. – Yo aprecio muchísimo a Carmen, Tomás, Cosme y Juanito y sé que para Roberto ellos son lo primero y no pretendo apartarlo de ellos ni de Arazana, pero yo también lo…
- ¿Tú qué, Natalia?
- Yo… lo necesito. Después de… - Natalia se alejó del mostrador y comenzó a caminar, hablando en voz muy baja para que no la oyesen los hombres desde el interior del dispensario y porque se sentía indefensa cada vez que abría su corazón - … de aquel maldito, me juré no volver a caer, no volver a enamorarme, no volver a dejar que nadie se acercara tanto a mí como para que pudiera hacerme daño. Y lo conseguí durante años. – dijo mirando a Sara a los ojos - Luis y Nieves me han presentado tantos buenos partidos que ya he perdido la cuenta, a todos ellos los encontraba defectos, aunque no los tuvieran, - dijo sonriendo con tristeza – eran muchachos maravillosos que se han casado, tienen hijos y son felices en sus matrimonios… pero yo, yo no podía, no tenía el valor suficiente para volver a intentarlo. Me encerraba en mi despacho, visitaba las minas, viajaba, cualquier cosa con tal de no estar demasiado tiempo en un mismo lugar ni con la misma gente. ¿Sabes que una de las razones por las que vine a visitarte es porque Luis estaba empeñado en que hiciese negocios con el apuesto y soltero dueño de una naviera? Llegué a Arazana huyendo de un pretendiente y…
- No estoy diciendo que Roberto te rechace, lo que digo es que no puedes pretender que de un día para otro…
- Y no lo pretendo. Soy muy consciente de que hay muchísimas posibilidades de que me diga que no puede acompañarme; es más, sé que va a decir que no puede acompañarme, – Natalia se agarró la cintura, recordando las veces que los brazos de Roberto habían estado allí – lo único que quiero es… es saber que hay una posibilidad para lo nuestro, que esperará a que vuelva, que esperará a que arregle mis negocios para que podamos estar juntos.
- ¿Dejarías tus negocios por Roberto? – Sara se quedó atónita ante las palabras de su prima
- ¿Qué me importan los negocios si no tengo nada más? Venderé o le pediré a Luis que siga ayudándome, o los llevaré desde aquí, o… no lo sé.
- No te preocupes ahora por eso. – Sara se acercó a Natalia y la abrazó – Roberto te quiere más que a nada en el mundo, jamás te haría sufrir, tan solo debes contar con que tus planes de estar juntos desde este preciso momento, puedan retrasarse unos pocos días.
- ¿Tú crees?
- No lo creo, estoy segura. Es lo que merecéis. – Sara sonrió con la mirada perdida, pensando en algo – Es más, estoy segura de que el día que me case con Miguel, vosotros dos estaréis allí, felices y enamorados; y tú y yo seremos las dos mujeres más envidiadas del mundo por tener con nosotras a dos hombres como ellos.
#814
27/09/2011 00:44
Roberta eso de que sara y natalia seran las mujeres mas envidiadas por tener a miguel y roberto como maridos sera asi verdad por favor final feliz
gracias
gracias
#815
27/09/2011 00:59
uyy...esto pinta bien...aunque no se...ojala uno de los dos ceda...o se quedan o se van y envidia seguro que muchas tendran ...o tendremos hahaha
#816
29/09/2011 00:00
Capítulo 70
- ¿Qué hace esto aquí? – se preguntó Sara en voz alta. Habían pasado varios minutos y Natalia se había tranquilizado algo aunque aún seguía inquieta.
- ¿A que te refieres? – preguntó Natalia acercándose a su prima quien sujetaba una carta en las manos.
- Esta carta. Está dirigida a don Germán Montoro, pero la han entregado aquí, junto con el resto de cartas para los habitantes del pueblo.
- Se les habrá traspapelado. – dijo Natalia sin prestar mayor atención. - ¿Por qué no se la llevas? Yo me puedo quedar aquí a cargo de la imprenta.
- ¿Qué estas tramando? Esa sonrisita tuya…
- No estoy tramando nada. Solo que podrías salir a dar un paseo; eso si, acompañada del señor Guarda, – puntualizó – que la sierra es muy peligrosa y no queremos que te suceda nada. ¿Crees que la señorita Montoro estará en casa a estas horas?
- ¿Ahora nos vas a meter a casamenteras? – dijo Sara bajando la voz para que los hombres no las oyeran.
- ¿Nosotras casamenteras? ¿Con la experiencia en el amor que tenemos? Señor Guarda, ¿puede venir un momento, por favor? – dijo Natalia elevando la voz – Si voy yo seguro que discutimos por el camino.
- ¿Qué ocurre? – preguntó el aludido mientras aparecía por la puerta del dispensario seguido del doctor.
- Nada, tan solo que Sara tiene que salir a hacer una visita y no sería lógico que lo hiciera sola estando usted aquí. Yo me puedo quedar perfectamente acompañando al doctor. – Sara ya había cogido su bolso y se disponía a salir por la puerta.
- Está bien, salir un poco a que me dé el aire es lo que necesito. No sé cómo puedes estar todo el día encerrado entre estas cuatro paredes, galeno. – comentó el hombre mientras salía tras Sara.
- ¿Qué tramáis? – preguntó el doctor cuando se quedó a solas con Natalia
- ¿Por qué habríamos de tramar algo? Simplemente necesita que la gente lo conozca y se acostumbren a su presencia, y además él también necesita tratar con otras personas. No puede limitarse a estar con nosotras, contigo o con Juan.
- Aún así creo que tramáis algo. – y, volviéndose, entró de nuevo en el consultorio. Si se hubiera quedado unos segundos más, la sonrisa de Natalia hubiese confirmado sus sospechas.
- Solo queremos darle una oportunidad. – dijo para sí misma la joven.
- ¿Qué hace esto aquí? – se preguntó Sara en voz alta. Habían pasado varios minutos y Natalia se había tranquilizado algo aunque aún seguía inquieta.
- ¿A que te refieres? – preguntó Natalia acercándose a su prima quien sujetaba una carta en las manos.
- Esta carta. Está dirigida a don Germán Montoro, pero la han entregado aquí, junto con el resto de cartas para los habitantes del pueblo.
- Se les habrá traspapelado. – dijo Natalia sin prestar mayor atención. - ¿Por qué no se la llevas? Yo me puedo quedar aquí a cargo de la imprenta.
- ¿Qué estas tramando? Esa sonrisita tuya…
- No estoy tramando nada. Solo que podrías salir a dar un paseo; eso si, acompañada del señor Guarda, – puntualizó – que la sierra es muy peligrosa y no queremos que te suceda nada. ¿Crees que la señorita Montoro estará en casa a estas horas?
- ¿Ahora nos vas a meter a casamenteras? – dijo Sara bajando la voz para que los hombres no las oyeran.
- ¿Nosotras casamenteras? ¿Con la experiencia en el amor que tenemos? Señor Guarda, ¿puede venir un momento, por favor? – dijo Natalia elevando la voz – Si voy yo seguro que discutimos por el camino.
- ¿Qué ocurre? – preguntó el aludido mientras aparecía por la puerta del dispensario seguido del doctor.
- Nada, tan solo que Sara tiene que salir a hacer una visita y no sería lógico que lo hiciera sola estando usted aquí. Yo me puedo quedar perfectamente acompañando al doctor. – Sara ya había cogido su bolso y se disponía a salir por la puerta.
- Está bien, salir un poco a que me dé el aire es lo que necesito. No sé cómo puedes estar todo el día encerrado entre estas cuatro paredes, galeno. – comentó el hombre mientras salía tras Sara.
- ¿Qué tramáis? – preguntó el doctor cuando se quedó a solas con Natalia
- ¿Por qué habríamos de tramar algo? Simplemente necesita que la gente lo conozca y se acostumbren a su presencia, y además él también necesita tratar con otras personas. No puede limitarse a estar con nosotras, contigo o con Juan.
- Aún así creo que tramáis algo. – y, volviéndose, entró de nuevo en el consultorio. Si se hubiera quedado unos segundos más, la sonrisa de Natalia hubiese confirmado sus sospechas.
- Solo queremos darle una oportunidad. – dijo para sí misma la joven.
#817
29/09/2011 01:15
El señor Guarda está siendo muy educado, a ver si ahora viene Euge y le reconoce...Interesante..sigue cuando puedas...
#818
29/09/2011 19:51
Capítulo 71
- Buenos días. ¿Está don Germán en casa? – Sara y Ángel se habían acercado al cortijo de los Montoro con la intención de entregar la carta.
- ¿Por qué no me dijiste que veníamos aquí? – preguntó Ángel cuando Rocío, la criada de los Montoro, los dejó a solas en el salón.
-¿Por qué? ¿Qué ocurre? – preguntó Sara fingiendo que no entendía las reticencias de su acompañante.
- ¿Qué ocurre? Que es la caja fuerte de este cortijo la que desvalijé hace unos meses. – respondió él en voz baja.
- Entonces deberías sentirte más cómodo, ya conoces la casa. – dijo ella sonriendo.
- Mira rubita, no me toques los…
- Señor Guarda, por favor, compórtese. – le interrumpió Sara
- Pues compórtese usted también, señorita Reeves. – replicó enfadado
- Calla, oigo pasos. Buenos días don Germán, esperamos no importunarle con nuestra visita, tan solo le robaremos un minuto de su tiempo. – al escuchar la palabra robaremos, Ángel sintió como un escalofrío le recorría la espalda.
- No se preocupe, Sara. Usted siempre será bienvenida en esta casa. – con un gesto de la mano invitó a sentarse a las visitas, mientras esperaba que Sara presentase a su acompañante.
- Permita que haga las presentaciones. Don Germán, le presento al señor Ángel Guarda; señor Guarda, el caballero es don Germán Montoro, dueño de este cortijo y el mayor terrateniente de la comarca. El señor Guarda es un profesional de la seguridad. – continuó diciendo mientras los hombres estrechaban sus manos – Parece ser que se ha corrido la voz de que la serranía no es segura y un buen amigo de mi prima ha contratado los servicios del caballero mientras ella esté por aquí.
- ¿La señorita Natalia los acompaña? – dijo mirando alrededor. Germán Montoro tenía una impresión favorable de Natalia, gracias a ella detuvieron a Antonio Villa, quien podría haberse convertido en la perdición de su amada hija Eugenia; además, toda la gente que la conocía hablaba bien de ella. Para los habitantes de Arazana era una muchachita extraña pero encantadora y para los hombres de negocios como él, era una exitosa mujer de negocios cuya fama y capacidad eran de sobra conocidas. Si su hijo Álvaro tuviese la mitad de su visión para los negocios, otro futuro le esperaría al negocio familiar.
- No, ella se ha quedado atendiendo la imprenta mientras nosotros veníamos a visitarle. – explicó Sara – Allí no corre ningún peligro.
- Es una lástima, nunca podré llegar a expresarle lo mucho que le debo por haber librado al mundo de una sabandija como ese maldito de Villa. Pero disculpen mi descortesía, ¿desean tomar algo? – ofreció
- No, muchas gracias. – intervino Ángel – No queremos molestar; además, la señorita Reeves tiene otras visitas que realizar.
- Si. El señor Guarda tiene razón. – Sara se dio cuenta de que su acompañante se encontraba muy incómodo y no era solo por estar en aquella casa, sospechaba que lo último que deseaba era que Eugenia apareciese por allí. Ella lo había visto de cerca y tenía miedo de que lo reconociera. – Tan solo hemos venido a traerle una carta, los empleados de Correos la traspapelarían y la dejaron en la imprenta con el resto del correo. Aquí la tiene. – dijo Sara tendiéndole el sobre.
- No tenían por qué haberse molestado. - aseguró Germán.
- No ha sido ninguna molestia – dijo Ángel mientras se levantaba del sofá. – Y ahora… - sus palabras fueron interrumpidas al escuchar una voz en el pasillo.
- Buenos días. ¿Está don Germán en casa? – Sara y Ángel se habían acercado al cortijo de los Montoro con la intención de entregar la carta.
- ¿Por qué no me dijiste que veníamos aquí? – preguntó Ángel cuando Rocío, la criada de los Montoro, los dejó a solas en el salón.
-¿Por qué? ¿Qué ocurre? – preguntó Sara fingiendo que no entendía las reticencias de su acompañante.
- ¿Qué ocurre? Que es la caja fuerte de este cortijo la que desvalijé hace unos meses. – respondió él en voz baja.
- Entonces deberías sentirte más cómodo, ya conoces la casa. – dijo ella sonriendo.
- Mira rubita, no me toques los…
- Señor Guarda, por favor, compórtese. – le interrumpió Sara
- Pues compórtese usted también, señorita Reeves. – replicó enfadado
- Calla, oigo pasos. Buenos días don Germán, esperamos no importunarle con nuestra visita, tan solo le robaremos un minuto de su tiempo. – al escuchar la palabra robaremos, Ángel sintió como un escalofrío le recorría la espalda.
- No se preocupe, Sara. Usted siempre será bienvenida en esta casa. – con un gesto de la mano invitó a sentarse a las visitas, mientras esperaba que Sara presentase a su acompañante.
- Permita que haga las presentaciones. Don Germán, le presento al señor Ángel Guarda; señor Guarda, el caballero es don Germán Montoro, dueño de este cortijo y el mayor terrateniente de la comarca. El señor Guarda es un profesional de la seguridad. – continuó diciendo mientras los hombres estrechaban sus manos – Parece ser que se ha corrido la voz de que la serranía no es segura y un buen amigo de mi prima ha contratado los servicios del caballero mientras ella esté por aquí.
- ¿La señorita Natalia los acompaña? – dijo mirando alrededor. Germán Montoro tenía una impresión favorable de Natalia, gracias a ella detuvieron a Antonio Villa, quien podría haberse convertido en la perdición de su amada hija Eugenia; además, toda la gente que la conocía hablaba bien de ella. Para los habitantes de Arazana era una muchachita extraña pero encantadora y para los hombres de negocios como él, era una exitosa mujer de negocios cuya fama y capacidad eran de sobra conocidas. Si su hijo Álvaro tuviese la mitad de su visión para los negocios, otro futuro le esperaría al negocio familiar.
- No, ella se ha quedado atendiendo la imprenta mientras nosotros veníamos a visitarle. – explicó Sara – Allí no corre ningún peligro.
- Es una lástima, nunca podré llegar a expresarle lo mucho que le debo por haber librado al mundo de una sabandija como ese maldito de Villa. Pero disculpen mi descortesía, ¿desean tomar algo? – ofreció
- No, muchas gracias. – intervino Ángel – No queremos molestar; además, la señorita Reeves tiene otras visitas que realizar.
- Si. El señor Guarda tiene razón. – Sara se dio cuenta de que su acompañante se encontraba muy incómodo y no era solo por estar en aquella casa, sospechaba que lo último que deseaba era que Eugenia apareciese por allí. Ella lo había visto de cerca y tenía miedo de que lo reconociera. – Tan solo hemos venido a traerle una carta, los empleados de Correos la traspapelarían y la dejaron en la imprenta con el resto del correo. Aquí la tiene. – dijo Sara tendiéndole el sobre.
- No tenían por qué haberse molestado. - aseguró Germán.
- No ha sido ninguna molestia – dijo Ángel mientras se levantaba del sofá. – Y ahora… - sus palabras fueron interrumpidas al escuchar una voz en el pasillo.
#819
29/09/2011 22:08
Una vozz qeu seguro es Eugeniaa...hahhha muy oportuno hahah te ha quedado de perlas roberta haha
#820
29/09/2011 22:09
¿¿¿Será la voz de una mujer "morena, menuda, fina y delicá???