Foro Bandolera
Como no me gusta la historia... voy y la cambio (Natalia y Roberto)
#0
27/04/2011 20:02
Como estoy bastante aburrida de que me tengan a Roberto entre rejas, aunque sean las rejas de cartón piedra del cuartel de Arazana, y de que nadie (excepto San Miguel) intente hacer nada... pues voy y lo saco yo misma.
Y como la historia parece que va dos pasitos pa´lante y tres pa´trás, pues voy y la cambio a mi gusto.
Y como a mi el que me gusta es el Rober... pues también cambio la historia.
Creo que me he metio en un ebolao del que no voy a saber salir pero bueno, todo sea por dar ideas a los guionistas de nuestros amores. Ya me direis...
_____________________________________________________________________________
Capítulo 1
Parecía un sitio tranquilo, alejado del camino, seguro que por allí no pasaba gente con regularidad. La hierba que tapizaba la orilla del río era alta y estaba sin pisar así que decidió desmontar y descansar unos minutos.
- No puedo estar ya muy lejos de ese maldito pueblo. ¿Es que no había un lugar más perdido donde esconderte Sara?- dijo en voz alta mientras ataba el caballo a uno de los árboles que extendían sus ramas sobre el agua.
Mientras estiraba los músculos, agarrotados después de tan larga jornada a caballo, vio su reflejo en el remanso que el río formaba a pocos metros de allí. Miró hacia ambos lados y, al no ver a nadie y comprobar que el caballo se alimentaba tranquilamente, sonrió y comenzó a despojarse de sus vestimentas hasta quedar en ropa interior. Se adentró en el agua hasta que ésta le llegó hasta la cintura, entonces extendió los brazos y se dejó caer hacia atrás. Movía los brazos y las piernas lo indispensable para no alejarse demasiado de la orilla y mantenerse a flote, sintiendo cómo la corriente masajeaba su cuerpo. Sabía que la ropa que aún llevaba puesta, al mojarse, dejaría al descubierto las formas de su cuerpo, pero le daba igual, además, sería demasiada casualidad que alguien pasara por allí en ese momento.
Y como la historia parece que va dos pasitos pa´lante y tres pa´trás, pues voy y la cambio a mi gusto.
Y como a mi el que me gusta es el Rober... pues también cambio la historia.
Creo que me he metio en un ebolao del que no voy a saber salir pero bueno, todo sea por dar ideas a los guionistas de nuestros amores. Ya me direis...
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Capítulo 1
Parecía un sitio tranquilo, alejado del camino, seguro que por allí no pasaba gente con regularidad. La hierba que tapizaba la orilla del río era alta y estaba sin pisar así que decidió desmontar y descansar unos minutos.
- No puedo estar ya muy lejos de ese maldito pueblo. ¿Es que no había un lugar más perdido donde esconderte Sara?- dijo en voz alta mientras ataba el caballo a uno de los árboles que extendían sus ramas sobre el agua.
Mientras estiraba los músculos, agarrotados después de tan larga jornada a caballo, vio su reflejo en el remanso que el río formaba a pocos metros de allí. Miró hacia ambos lados y, al no ver a nadie y comprobar que el caballo se alimentaba tranquilamente, sonrió y comenzó a despojarse de sus vestimentas hasta quedar en ropa interior. Se adentró en el agua hasta que ésta le llegó hasta la cintura, entonces extendió los brazos y se dejó caer hacia atrás. Movía los brazos y las piernas lo indispensable para no alejarse demasiado de la orilla y mantenerse a flote, sintiendo cómo la corriente masajeaba su cuerpo. Sabía que la ropa que aún llevaba puesta, al mojarse, dejaría al descubierto las formas de su cuerpo, pero le daba igual, además, sería demasiada casualidad que alguien pasara por allí en ese momento.
#761
07/09/2011 01:18
Menos mal que tengo las historias para poder desconectar de la decepcion que siento en la serie
Roberta sigue cuando puedas
Roberta sigue cuando puedas
#762
07/09/2011 11:29
Roberta ASI SE ESCRIBE!!!!!!!!!!
#763
07/09/2011 23:53
Y... damas y caballeros.... con todos ustedes.... don Ángel Guarda.
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Capítulo 64
Marcial daba vueltas por la plaza de Arazana siguiendo las indicaciones de Sara que Rafaelín le había trasmitido. Ya faltaban pocos minutos para la hora prevista y los nervios iban a poder con él. Dudaba de la veracidad de la historia que le había contado aquel muchacho, debía ser una de sus fantasías, no podía ser cierto todo lo que le había contado y todo lo que las Reeves habían maquinado en tan poco tiempo.
- Buenas tardes, ¿sería tan amable de ayudarme? – oyó que una voz decía a sus espaldas.
- Sí, por supuesto ¿qué desea? – ojalá acabase pronto con aquel desconocido, no quería que entorpeciera su misión.
Se trataba de un hombre joven, bien vestido, con buenos modales, el cual tiraba de las riendas de un caballo.
- Estoy buscando a la señorita Natalia Reeves; pero permita que me presente, mi nombre es Ángel Guarda.
- ¿Ángel Guarda? ¡Chat…!
- Calla, galeno. – dijo en voz baja – Bastante me está costando meterme en el papel para que tú lo estropees a las primeras de cambio.
- ¡Pero, no puedo creer que seas tú!
- ¿Tan mal estoy? – preguntó preocupado.
- No, todo lo contrario, estás irreconocible.
Era cierto, el hombre que estaba frente al doctor en nada se parecía al bandolero conocido como el Chato; el antaño cabello largo y enmarañado, en la actualidad estaba corto y bien peinado, la barba había desaparecido y permitía admirar perfectamente los rasgos de su fisonomía. El cambio en la indumentaria ayudaba a que nadie pudiese relacionar a ambas personas, llevaba un traje oscuro, sobrio, elegante y hasta su porte y maneras se habían relajado y dulcificado.
- ¿Lo dices en serio? – preguntó el Chato, necesitando que alguien más corroborara sus impresiones.
- Por supuesto, señor Guarda. – Marcial había visto que se Pepe barría la entrada de su establecimiento y disimuló la conversación – Para mí será un placer indicarle donde puede encontrar a la señorita Natalia. Si es tan amable de acompañarme, será mejor que dejemos su cabalgadura en la herrería antes de encaminarnos a la posada de la Maña que es donde la señorita Reeves está alojada.
- Buenisííííísimas tades, zeñó dotó. - Rafaelín apareció por una de las calles que daban a la plaza y se plantó frente a los dos hombres - ¿Quié e zu amigo?
- Buenas tardes, Rafaelín. – ambos continuaron la comedia hablando sin reparo alguno en el centro de la plaza para que rápidamente se corriera la voz de la llegada de un desconocido al pueblo – El señor es don Ángel Guarda, y está buscando a la señorita Natalia.
- Buena tades, señó Guada. Yo zoy e Rafaelín, cazaddó e connnocedó de la zerranía arazanera; para lo que uzté guste mandá. – se presentó el muchacho haciendo una reverencia – He vizto que la sita Natalia iba pa caza la Maña, zi quié yo pueo acompañalez. Y , y, y, ¿quéz lo que le trae a uzté a nuetro madavillozizimo pueblo? – Eran muy conscientes de que Pepe no les quitaba ojo y estaba atento a su conversación. Ya lo habían tenido en cuenta, Arazana era un pueblo muy pequeño en el cual las noticias corrían como la pólvora y Natalia y Sara optaron por que fueran ellos los que diesen toda la información en lugar de provocar preguntas incómodas o imprevistas.
- Don Luis, - comenzó a explicar el Chato - amigo de la señorita Reeves, me ha contratado para que le sirva de protección a ella. Han llegado hasta Bilbao rumores sobre la peligrosidad de los caminos de la serranía arazanera y no quiere arriesgarse a que le ocurra nada malo a la señorita Natalia.
- Po, po zi e po ezo… yo mimamente prodía habé zido zu protetó. Mi Mantecao y yo zomo mu valiente y connocemo la zerranía como la palma de nuetra máno, güeno, pezuña en e cazo del Mantecao.
- No lo dudo, Rafaelín, - cortó el galeno – pero supongo que el señor aquí presente será un profesional en su trabajo.
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Capítulo 64
Marcial daba vueltas por la plaza de Arazana siguiendo las indicaciones de Sara que Rafaelín le había trasmitido. Ya faltaban pocos minutos para la hora prevista y los nervios iban a poder con él. Dudaba de la veracidad de la historia que le había contado aquel muchacho, debía ser una de sus fantasías, no podía ser cierto todo lo que le había contado y todo lo que las Reeves habían maquinado en tan poco tiempo.
- Buenas tardes, ¿sería tan amable de ayudarme? – oyó que una voz decía a sus espaldas.
- Sí, por supuesto ¿qué desea? – ojalá acabase pronto con aquel desconocido, no quería que entorpeciera su misión.
Se trataba de un hombre joven, bien vestido, con buenos modales, el cual tiraba de las riendas de un caballo.
- Estoy buscando a la señorita Natalia Reeves; pero permita que me presente, mi nombre es Ángel Guarda.
- ¿Ángel Guarda? ¡Chat…!
- Calla, galeno. – dijo en voz baja – Bastante me está costando meterme en el papel para que tú lo estropees a las primeras de cambio.
- ¡Pero, no puedo creer que seas tú!
- ¿Tan mal estoy? – preguntó preocupado.
- No, todo lo contrario, estás irreconocible.
Era cierto, el hombre que estaba frente al doctor en nada se parecía al bandolero conocido como el Chato; el antaño cabello largo y enmarañado, en la actualidad estaba corto y bien peinado, la barba había desaparecido y permitía admirar perfectamente los rasgos de su fisonomía. El cambio en la indumentaria ayudaba a que nadie pudiese relacionar a ambas personas, llevaba un traje oscuro, sobrio, elegante y hasta su porte y maneras se habían relajado y dulcificado.
- ¿Lo dices en serio? – preguntó el Chato, necesitando que alguien más corroborara sus impresiones.
- Por supuesto, señor Guarda. – Marcial había visto que se Pepe barría la entrada de su establecimiento y disimuló la conversación – Para mí será un placer indicarle donde puede encontrar a la señorita Natalia. Si es tan amable de acompañarme, será mejor que dejemos su cabalgadura en la herrería antes de encaminarnos a la posada de la Maña que es donde la señorita Reeves está alojada.
- Buenisííííísimas tades, zeñó dotó. - Rafaelín apareció por una de las calles que daban a la plaza y se plantó frente a los dos hombres - ¿Quié e zu amigo?
- Buenas tardes, Rafaelín. – ambos continuaron la comedia hablando sin reparo alguno en el centro de la plaza para que rápidamente se corriera la voz de la llegada de un desconocido al pueblo – El señor es don Ángel Guarda, y está buscando a la señorita Natalia.
- Buena tades, señó Guada. Yo zoy e Rafaelín, cazaddó e connnocedó de la zerranía arazanera; para lo que uzté guste mandá. – se presentó el muchacho haciendo una reverencia – He vizto que la sita Natalia iba pa caza la Maña, zi quié yo pueo acompañalez. Y , y, y, ¿quéz lo que le trae a uzté a nuetro madavillozizimo pueblo? – Eran muy conscientes de que Pepe no les quitaba ojo y estaba atento a su conversación. Ya lo habían tenido en cuenta, Arazana era un pueblo muy pequeño en el cual las noticias corrían como la pólvora y Natalia y Sara optaron por que fueran ellos los que diesen toda la información en lugar de provocar preguntas incómodas o imprevistas.
- Don Luis, - comenzó a explicar el Chato - amigo de la señorita Reeves, me ha contratado para que le sirva de protección a ella. Han llegado hasta Bilbao rumores sobre la peligrosidad de los caminos de la serranía arazanera y no quiere arriesgarse a que le ocurra nada malo a la señorita Natalia.
- Po, po zi e po ezo… yo mimamente prodía habé zido zu protetó. Mi Mantecao y yo zomo mu valiente y connocemo la zerranía como la palma de nuetra máno, güeno, pezuña en e cazo del Mantecao.
- No lo dudo, Rafaelín, - cortó el galeno – pero supongo que el señor aquí presente será un profesional en su trabajo.
#764
07/09/2011 23:58
Gracias Roberta, por fin conocemos al nuevo Chato, lo que pagaría por verlo.
#765
08/09/2011 01:08
Tenía un par de escenas atrasadas y lo que me he podido reir con los bigotes de la mujer del banquero ¡me la imagino como un león marino! jajajaja...
Ay mi Chatuno aseao!!! Con una buena sesión de chapa y pintura a este no se le resiste ninguna fémina.
¡Genial Roberta, genial!!!
Ay mi Chatuno aseao!!! Con una buena sesión de chapa y pintura a este no se le resiste ninguna fémina.
¡Genial Roberta, genial!!!
#766
08/09/2011 23:08
Los tres hombres se alejaban en dirección a la herrería de Satur para dejar allí el cuadrúpedo cuando Pepe se acercó al sargento Morales, que pasaba por delante de la taberna camino del cuartel de la guardia Civil.
- Sargento, shhh, sargento. Venga pa’cá – le dijo haciendo gestos con la mano.
- Señor Pepe, esas no son maneras de requerir a la autoridad, chistándome. Seré tan solo un sargento de la Guardia Civil, pero soy la autoridad – se quejó.
- Y yo soy el alcalde, ¿qué es eso de que Arazana es peligroso? Un amigo de la señorita Natalia le ha enviado protección desde Bilbao porque en el norte dicen que nuestra comarca es peligrosa. Si se corre la voz, que ya se ha corrido, – dijo nervioso – nadie va a venir a visitarnos.
- Si tampoco viene nadie a visitarnos ahora.
- ¿Cómo que no? La señorita Sara vino a visitar nuestro pueblo y se quedó y después la señorita Natalia.
- Pero… milady llegó a Arazana porque la diligencia no quiso llevarla más allá – explicó Morales - y se quedó porque le robaron el equipaje y luego la detuvo mi teniente y… y la señorita Natalia vino a visitar a milady. Pero venir a Arazana expresamente…
- Y si se corre la voz de que no es seguro, menos vendrán – acabó Pepé.
- Hola – dijo Sara.
- Hola – respondió Miguel sin mirarla. Cada vez que discutía con Sara, Miguel salía a caminar por los límites del pueblo; decía que iba a hacer la ronda, pero era porque sabía que nadie le molestaría.
- He venido a disculparme; no por el asunto de Olmedo, – aclaró Sara – sino por haberte dejado con la palabra en la boca, por no haber escuchado tus objeciones.
- Vais a seguir poniéndoos en peligro para atrapar a Olmedo, ¿verdad? – preguntó Miguel preocupado.
- Vamos a seguir intentando detener a Olmedo, – respondió Sara – con tu ayuda o sin ella; pero ya te he dicho que esa no es la razón de mi visita. Quería disculparme, no estuvo bien no…
- Sara, tú eres mi mayor preocupación, – Miguel la tomó de las manos e intentó que ella le mirara – por eso te dije lo que te dije, porque Olmedo es muy peligroso y no quiero que te pueda hacer daño.
- Lo sé, a mi me ocurre lo mismo contigo – replicó Sara – cada vez que sales de servicio tengo miedo que te pueda ocurrir algo, pero lo he asumido; eres Guardia Civil, y parte de tu trabajo consiste en poner tu vida en peligro para proteger al resto de la población… y te amo por ello. ¿Por qué no puedes aceptar que no permitir que frente a mi se cometan injusticias forma parte de mi forma de ser?
- Sargento, shhh, sargento. Venga pa’cá – le dijo haciendo gestos con la mano.
- Señor Pepe, esas no son maneras de requerir a la autoridad, chistándome. Seré tan solo un sargento de la Guardia Civil, pero soy la autoridad – se quejó.
- Y yo soy el alcalde, ¿qué es eso de que Arazana es peligroso? Un amigo de la señorita Natalia le ha enviado protección desde Bilbao porque en el norte dicen que nuestra comarca es peligrosa. Si se corre la voz, que ya se ha corrido, – dijo nervioso – nadie va a venir a visitarnos.
- Si tampoco viene nadie a visitarnos ahora.
- ¿Cómo que no? La señorita Sara vino a visitar nuestro pueblo y se quedó y después la señorita Natalia.
- Pero… milady llegó a Arazana porque la diligencia no quiso llevarla más allá – explicó Morales - y se quedó porque le robaron el equipaje y luego la detuvo mi teniente y… y la señorita Natalia vino a visitar a milady. Pero venir a Arazana expresamente…
- Y si se corre la voz de que no es seguro, menos vendrán – acabó Pepé.
- Hola – dijo Sara.
- Hola – respondió Miguel sin mirarla. Cada vez que discutía con Sara, Miguel salía a caminar por los límites del pueblo; decía que iba a hacer la ronda, pero era porque sabía que nadie le molestaría.
- He venido a disculparme; no por el asunto de Olmedo, – aclaró Sara – sino por haberte dejado con la palabra en la boca, por no haber escuchado tus objeciones.
- Vais a seguir poniéndoos en peligro para atrapar a Olmedo, ¿verdad? – preguntó Miguel preocupado.
- Vamos a seguir intentando detener a Olmedo, – respondió Sara – con tu ayuda o sin ella; pero ya te he dicho que esa no es la razón de mi visita. Quería disculparme, no estuvo bien no…
- Sara, tú eres mi mayor preocupación, – Miguel la tomó de las manos e intentó que ella le mirara – por eso te dije lo que te dije, porque Olmedo es muy peligroso y no quiero que te pueda hacer daño.
- Lo sé, a mi me ocurre lo mismo contigo – replicó Sara – cada vez que sales de servicio tengo miedo que te pueda ocurrir algo, pero lo he asumido; eres Guardia Civil, y parte de tu trabajo consiste en poner tu vida en peligro para proteger al resto de la población… y te amo por ello. ¿Por qué no puedes aceptar que no permitir que frente a mi se cometan injusticias forma parte de mi forma de ser?
#767
09/09/2011 15:12
Gracias Roberta, tenía varios trozos atrasados, me acabo de poner al día.... yo quiero ver al chato de Angel Guarda.... lo que nos podíamos reír...ajjajajajaja GENIAL, me encanta!!
#768
09/09/2011 22:39
Lo del nombre del Chato ha sido lo más, Ángel Guarda!!!
#769
10/09/2011 12:58
Ángel Guarda... ¡Qué mala idea tengo!
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Capítulo 65
Aquella noche, la posada de la Maña estaba llena de gente. Se había corrido la voz acerca del nuevo visitante y todos deseaban conocerlo; en aquellos momentos se hallaba sentado en una mesa junto al doctor y al Marqués de Benamahazara y todos los presentes hablaban de la distinción de aquellos tres hombres tan importantes, mientras ellos hablaban en voz baja de su nueva situación.
- Y ¿cómo te sientes? – preguntó el Marqués.
- Sigo muy nervioso, - respondió el Chato - no sé cómo os podéis mover por el pueblo con tanta tranquilidad, si están todas las paredes cubiertas con pasquines con nuestras caras.
- Tendrás que habituarte a ello, – intervino el doctor – lo más importante es que intentes no darle importancia. ¿Qué te han dicho las Reeves?
- Esas tías están locas. Me han tratado como si fuese la primera vez que me vieran en sus vidas.
- De eso depende que todo el mundo crea que eres Ángel Guarda, un especialista en cuidar de la seguridad de las personas. – el Marqués, el único que no estaba al tanto del plan hasta que el doctor le presentó al señor Guarda, estaba maravillado ante la capacidad de improvisación de las primas. Ya habían planeado la acción para que los campesinos quedasen libres, pero aquello fue muchísimo menos complicado.
- Y el alboroto que ha organizado Natalia ha sido memorable, – intervino el médico señalando al Chato – éste no sabía dónde meterse. Pero gracias a ello, todo el mundo en el pueblo sabe quién es el caballero que tenemos sentado junto a nosotros… y jamás sospecharán nada.
A pocos metros de ellos, las primas Reeves hablaban sentadas a una mesa. Su tono de voz pasaba desapercibido pero de vez en cuando intercalaban frases en voz alta para que todo el mundo pudiese oírlas.
- Pero ¿quién se ha creído que es Luis para enviarme una niñera? – dijo Natalia en voz alta.
- Tranquilízate, - Sara respondió también para que todos la oyeran – tan solo está preocupado por tu bienestar, es un buen amigo que tan solo desea que no te ocurra nada.
- Esto funciona, Sara. – dijo Natalia bajando la voz – Todo el mundo está más atento a nosotras que a él. Se han creído la historia completa.
- Pero dentro de unos minutos llegarán Miguel y Roberto. ¿Piensas que ellos también se creerán el cuento?
- De nosotras depende. – y volviendo a alzar la voz, continuó – He viajado muchísimo y nunca he necesitado señorita de compañía, ¿por qué habría de necesitarla ahora?
- Te ha mirado cuando has dicho lo de señorita de compañía – dijo Sara riéndose y refiriéndose al Chato.
- Lo sé, lo he hecho a propósito. Tiene que aprender a templar los nervios y por ahora lo está consiguiendo.
- Pero cuando haya menos gente presente…
- Tendrá que seguir aguantando.
- ¿A qué se debe todo este revuelo? – Miguel y Roberto, quienes se habían encontrado camino de la posada, llegaron juntos y saludaron a las Reeves. Miguel besó a ambas jóvenes, pero Roberto tuvo que conformarse dar las buenas noches y hacer un gesto con la cabeza.
- A que tengo niñera – dijo Natalia en voz alta.
- ¿Qué? – preguntó Roberto.
- Luis, – comenzó a explicar Sara - un buen amigo de Natalia y quien en estos momentos se está haciendo cargo de sus negocios en Bilbao, ha enviado al señor Guarda – continuó señalándolo – para que se haga cargo de su protección. Parece ser que le han llegado noticias de que la serranía es peligrosa y no quiere que le pase nada a nuestra Natalia.
- No sé que se pensará que me pueda pasar – siguió protestando la joven.
- Que alguien pueda asaltarte, que se cuele por tu ventana en plena noche y… - comenzó a decir el teniente Romero, quien se detuvo ante las caras de espanto que pusieron sus acompañantes – ¿ya has olvidado a Antonio Villa? – Tal vez él estuviese pensando en Villa, pero sus compañeros de mesa pensaban en otra persona.
- De quien se cuele en mi habitación ya me encargaré yo. – atajó Natalia. – No me hace ninguna gracia que la gente vea mi ropa interior, así que quien intente hacerlo, se las verá conmigo.
- Si me disculpáis un momento – dijo Miguel levantándose – voy a presentarme a tu niñera.
- Te acompaño. – Roberto se unió a él dejando a las muchachas a solas.
- Con esto no habíamos contado. – Sara se asustó al pensar que todo el plan podía venirse abajo en unos instantes.
- Pues no hay vuelta de hoja, ya es demasiado tarde. Espero que entre los tres puedan manejar la situación – dijo Natalia refiriéndose a los ex-bandoleros.
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Capítulo 65
Aquella noche, la posada de la Maña estaba llena de gente. Se había corrido la voz acerca del nuevo visitante y todos deseaban conocerlo; en aquellos momentos se hallaba sentado en una mesa junto al doctor y al Marqués de Benamahazara y todos los presentes hablaban de la distinción de aquellos tres hombres tan importantes, mientras ellos hablaban en voz baja de su nueva situación.
- Y ¿cómo te sientes? – preguntó el Marqués.
- Sigo muy nervioso, - respondió el Chato - no sé cómo os podéis mover por el pueblo con tanta tranquilidad, si están todas las paredes cubiertas con pasquines con nuestras caras.
- Tendrás que habituarte a ello, – intervino el doctor – lo más importante es que intentes no darle importancia. ¿Qué te han dicho las Reeves?
- Esas tías están locas. Me han tratado como si fuese la primera vez que me vieran en sus vidas.
- De eso depende que todo el mundo crea que eres Ángel Guarda, un especialista en cuidar de la seguridad de las personas. – el Marqués, el único que no estaba al tanto del plan hasta que el doctor le presentó al señor Guarda, estaba maravillado ante la capacidad de improvisación de las primas. Ya habían planeado la acción para que los campesinos quedasen libres, pero aquello fue muchísimo menos complicado.
- Y el alboroto que ha organizado Natalia ha sido memorable, – intervino el médico señalando al Chato – éste no sabía dónde meterse. Pero gracias a ello, todo el mundo en el pueblo sabe quién es el caballero que tenemos sentado junto a nosotros… y jamás sospecharán nada.
A pocos metros de ellos, las primas Reeves hablaban sentadas a una mesa. Su tono de voz pasaba desapercibido pero de vez en cuando intercalaban frases en voz alta para que todo el mundo pudiese oírlas.
- Pero ¿quién se ha creído que es Luis para enviarme una niñera? – dijo Natalia en voz alta.
- Tranquilízate, - Sara respondió también para que todos la oyeran – tan solo está preocupado por tu bienestar, es un buen amigo que tan solo desea que no te ocurra nada.
- Esto funciona, Sara. – dijo Natalia bajando la voz – Todo el mundo está más atento a nosotras que a él. Se han creído la historia completa.
- Pero dentro de unos minutos llegarán Miguel y Roberto. ¿Piensas que ellos también se creerán el cuento?
- De nosotras depende. – y volviendo a alzar la voz, continuó – He viajado muchísimo y nunca he necesitado señorita de compañía, ¿por qué habría de necesitarla ahora?
- Te ha mirado cuando has dicho lo de señorita de compañía – dijo Sara riéndose y refiriéndose al Chato.
- Lo sé, lo he hecho a propósito. Tiene que aprender a templar los nervios y por ahora lo está consiguiendo.
- Pero cuando haya menos gente presente…
- Tendrá que seguir aguantando.
- ¿A qué se debe todo este revuelo? – Miguel y Roberto, quienes se habían encontrado camino de la posada, llegaron juntos y saludaron a las Reeves. Miguel besó a ambas jóvenes, pero Roberto tuvo que conformarse dar las buenas noches y hacer un gesto con la cabeza.
- A que tengo niñera – dijo Natalia en voz alta.
- ¿Qué? – preguntó Roberto.
- Luis, – comenzó a explicar Sara - un buen amigo de Natalia y quien en estos momentos se está haciendo cargo de sus negocios en Bilbao, ha enviado al señor Guarda – continuó señalándolo – para que se haga cargo de su protección. Parece ser que le han llegado noticias de que la serranía es peligrosa y no quiere que le pase nada a nuestra Natalia.
- No sé que se pensará que me pueda pasar – siguió protestando la joven.
- Que alguien pueda asaltarte, que se cuele por tu ventana en plena noche y… - comenzó a decir el teniente Romero, quien se detuvo ante las caras de espanto que pusieron sus acompañantes – ¿ya has olvidado a Antonio Villa? – Tal vez él estuviese pensando en Villa, pero sus compañeros de mesa pensaban en otra persona.
- De quien se cuele en mi habitación ya me encargaré yo. – atajó Natalia. – No me hace ninguna gracia que la gente vea mi ropa interior, así que quien intente hacerlo, se las verá conmigo.
- Si me disculpáis un momento – dijo Miguel levantándose – voy a presentarme a tu niñera.
- Te acompaño. – Roberto se unió a él dejando a las muchachas a solas.
- Con esto no habíamos contado. – Sara se asustó al pensar que todo el plan podía venirse abajo en unos instantes.
- Pues no hay vuelta de hoja, ya es demasiado tarde. Espero que entre los tres puedan manejar la situación – dijo Natalia refiriéndose a los ex-bandoleros.
#770
10/09/2011 14:50
Ay que se lía... aunque creo que el Chato puede con estos 2... más que el Chato, el Márquez y Marcial, pq al Chato le van a entrar ganas de poner pies en polvorosa.. jajajaja Genial Roberta, Gracias.
#771
14/09/2011 22:30
Hasta Roberta se nos pierde por la 3º..... lo del embarazo de Eu afecta, eh?! pa'rriba el post!!!
#772
15/09/2011 00:05
NO QUIERO BABYYYYYYYYYYYYYYY (sobre todo si yo no soy la madre, jejeje), pero parece que me voy a tener que aguantar. De todos modos, el abandono es debido a que no tengo tiempo ni de respirar en el trabajo y lo último que me apetece al llegar a casa es ponerme frente al ordenador. A ver si este fin de semana adelanto algo.
_______________________________________________________________________
- Buenas noches, soy el teniente Romero del cuartel de la Guardia Civil de Arazana y él es Roberto Pérez, un amigo. – dijo Miguel presentándose y presentando a su acompañante.
- Buenas noches teniente, señor Pérez. Permítanme presentarme. – dijo el Chato poniéndose en pie y tendiéndoles la mano – Mi nombre es Ángel Guarda y he venido a su bonito pueblo para hacerme cargo de la protección de la señorita Natalia Reeves; don Luis, socio y amigo de la señorita, me ha contratado para que realice esa labor. – El doctor, el Marqués y las Reeves no perdían detalle de la conversación, atentos a cualquier desliz que pudiese cometer su amigo para intervenir y así salvar la situación.
- Pero, usted no es del norte, ¿no? – preguntó Roberto.
- No, soy sevillano. Tengo entendido que don Luis buscaba a alguien que conociera la comarca, oyó hablar de mí, y aquí estoy. – respondió el Chato tranquilamente.
- Sí, el caballero nos estaba contando sus hazañas sobre la persecución de bandoleros. – terció el Marqués – Unas historias realmente espeluznantes.
- Si, señor marqués. – respondió Miguel – Las historias en las que están involucrados bandoleros, suelen ser espeluznantes.
Las pocas palabras que Miguel intercambió con aquel personaje no le satisficieron del todo, había algo que no le terminaba de gustar de aquel hombre, pero no sabía lo que era; Roberto tampoco estaba del todo tranquilo por varias razones: Miguel sospechaba del intruso, lo cual era una razón para desconfiar, Luis se había tomado demasiadas molestias enviando protección para Natalia, y temía que le iba a ser más complicado que de costumbre colarse en la habitación de ella. Pensando cada uno en sus cosas volvieron junto a sus amadas.
- ¿Qué os ha parecido mi señorita de compañía? – preguntó Natalia. Tanto ella como su prima estaban atentas a cualquier gesto o palabra de los hombres que las acompañaban en aquel momento.
- Que va a resultar un problema para nosotros y una ventaja para Olmedo. – respondió Miguel – Es una razón para demostrar que la comarca no es segura y que necesita los refuerzos que ha solicitado.
- Y qué hacemos, ¿despedirlo? – preguntó Sara
- Ya lo he intentado. – mintió Natalia - Pero dice que a él lo ha contratado Luis y que su trabajo finalizará cuando el mismo Luis lo despida o yo esté fuera de peligro. Pero va listo, si fui capaz de escaparme de un internado inglés… dar esquinazo a ése va a ser pan comido.
- Cada cosa a su tiempo. – cortó Roberto – Sara, ¿tienes alguna novedad?
- Si, con la historia del guardaespaldas de Natalia casi se me olvida. He estado esta tarde en casa del gobernador y le he contado mi descubrimiento; está completamente de acuerdo con nosotros en que reforzar los efectivos del cuartel es totalmente innecesario, pero no puede hacer nada por impedirlo. Lo único que ha podido hacer es enviar un telegrama a uno de esos mandos de la Guardia Civil que están dispuestos a frenar los abusos de Olmedo, esperemos que los refuerzos que lleguen se pongan de nuestro lado.
- ¿Nada más? – preguntó Natalia – Pensé que podríamos hacer algo más… - dijo desilusionada. - ¿Quién nos asegura que los Guardias Civiles que vengan van a ayudarnos? Ellos deben obediencia a su superior, y por desgracia su superior es Olmedo.
- Depende… - dijo Miguel dejando intrigados a los demás.
- ¿A qué te refieres? – preguntó Roberto.
- A que Olmedo es tan solo un capitán, - comenzó a decir – si quien les envía a Arazana es superior en rango a Olmedo, es a él a quien deben obediencia.
- Aún así no me gusta nada. – Natalia se sentía pesimista ante el cariz que estaban tomando los acontecimientos, su instinto la ponía en guardia, había algo que no iba a salir bien, pero no sabía qué era. Sara y ella tenían demasiados frentes abiertos como para poder ocuparse de todos a la vez. - ¿Quién nos asegura que no prefieran obedecer a su superior directo que es quien puede hacerles daño más fácilmente? Además, tampoco pueden ponerse en contra de Olmedo nada más llegar, ¿cómo vamos a parar los desmanes de Olmedo durante ese tiempo?
- No lo había pensado. – confesó Sara tristemente.
- No te preocupes. – Miguel tomó la mano de su novia para reconfortarla – Aún tenemos tiempo de pensar en eso y en otras alternativas.
- Pero mira a quiénes tenemos por aquí – dijo la Maña acercándose – parece que el teniente y Roberto se están haciendo asiduos de mi establecimiento…, aunque no me extraña, si todas las noches están tan bien acompañados como la pasada y ésta, es algo totalmente lógico. Supongo que se quedarán a cenar, así que ahora mismo traigo un poco de ese guisado que me ha enseñado a hacer Natalia. Y así me das tu opinión, muchacha – dijo tomándola con cariño del hombro antes de alejarse hacia la cocina.
- ¿También sabes cocinar? – preguntó Miguel.
- ¿Hay algo que no sepa hacer mi primita? – bromeó Sara.
- Podéis reíros de mí tanto como queráis, pero algún día seré una perfecta ama de casa; – dijo aparentando seriedad y sin atreverse a mirar a Roberto. Sabía que si lo miraba no podría ocultar sus sentimientos hacia él, y ya se estaban riendo bastante sus compañeros de mesa – tan capaz de planchar un huevo como de freír una camisa… ¿o era la revés? – Aquella ocurrencia hizo que los cuatro estallaran en carcajadas y el resto de la posada los mirara intrigados.
- La verdad es que te creemos capaz de ambas cosas. – dijo Roberto entre carcajadas
- Maña, – gritó Natalia – estos tres se quedan sin probar el guiso, no se merecen ni un pedazo de pan duro.
_______________________________________________________________________
- Buenas noches, soy el teniente Romero del cuartel de la Guardia Civil de Arazana y él es Roberto Pérez, un amigo. – dijo Miguel presentándose y presentando a su acompañante.
- Buenas noches teniente, señor Pérez. Permítanme presentarme. – dijo el Chato poniéndose en pie y tendiéndoles la mano – Mi nombre es Ángel Guarda y he venido a su bonito pueblo para hacerme cargo de la protección de la señorita Natalia Reeves; don Luis, socio y amigo de la señorita, me ha contratado para que realice esa labor. – El doctor, el Marqués y las Reeves no perdían detalle de la conversación, atentos a cualquier desliz que pudiese cometer su amigo para intervenir y así salvar la situación.
- Pero, usted no es del norte, ¿no? – preguntó Roberto.
- No, soy sevillano. Tengo entendido que don Luis buscaba a alguien que conociera la comarca, oyó hablar de mí, y aquí estoy. – respondió el Chato tranquilamente.
- Sí, el caballero nos estaba contando sus hazañas sobre la persecución de bandoleros. – terció el Marqués – Unas historias realmente espeluznantes.
- Si, señor marqués. – respondió Miguel – Las historias en las que están involucrados bandoleros, suelen ser espeluznantes.
Las pocas palabras que Miguel intercambió con aquel personaje no le satisficieron del todo, había algo que no le terminaba de gustar de aquel hombre, pero no sabía lo que era; Roberto tampoco estaba del todo tranquilo por varias razones: Miguel sospechaba del intruso, lo cual era una razón para desconfiar, Luis se había tomado demasiadas molestias enviando protección para Natalia, y temía que le iba a ser más complicado que de costumbre colarse en la habitación de ella. Pensando cada uno en sus cosas volvieron junto a sus amadas.
- ¿Qué os ha parecido mi señorita de compañía? – preguntó Natalia. Tanto ella como su prima estaban atentas a cualquier gesto o palabra de los hombres que las acompañaban en aquel momento.
- Que va a resultar un problema para nosotros y una ventaja para Olmedo. – respondió Miguel – Es una razón para demostrar que la comarca no es segura y que necesita los refuerzos que ha solicitado.
- Y qué hacemos, ¿despedirlo? – preguntó Sara
- Ya lo he intentado. – mintió Natalia - Pero dice que a él lo ha contratado Luis y que su trabajo finalizará cuando el mismo Luis lo despida o yo esté fuera de peligro. Pero va listo, si fui capaz de escaparme de un internado inglés… dar esquinazo a ése va a ser pan comido.
- Cada cosa a su tiempo. – cortó Roberto – Sara, ¿tienes alguna novedad?
- Si, con la historia del guardaespaldas de Natalia casi se me olvida. He estado esta tarde en casa del gobernador y le he contado mi descubrimiento; está completamente de acuerdo con nosotros en que reforzar los efectivos del cuartel es totalmente innecesario, pero no puede hacer nada por impedirlo. Lo único que ha podido hacer es enviar un telegrama a uno de esos mandos de la Guardia Civil que están dispuestos a frenar los abusos de Olmedo, esperemos que los refuerzos que lleguen se pongan de nuestro lado.
- ¿Nada más? – preguntó Natalia – Pensé que podríamos hacer algo más… - dijo desilusionada. - ¿Quién nos asegura que los Guardias Civiles que vengan van a ayudarnos? Ellos deben obediencia a su superior, y por desgracia su superior es Olmedo.
- Depende… - dijo Miguel dejando intrigados a los demás.
- ¿A qué te refieres? – preguntó Roberto.
- A que Olmedo es tan solo un capitán, - comenzó a decir – si quien les envía a Arazana es superior en rango a Olmedo, es a él a quien deben obediencia.
- Aún así no me gusta nada. – Natalia se sentía pesimista ante el cariz que estaban tomando los acontecimientos, su instinto la ponía en guardia, había algo que no iba a salir bien, pero no sabía qué era. Sara y ella tenían demasiados frentes abiertos como para poder ocuparse de todos a la vez. - ¿Quién nos asegura que no prefieran obedecer a su superior directo que es quien puede hacerles daño más fácilmente? Además, tampoco pueden ponerse en contra de Olmedo nada más llegar, ¿cómo vamos a parar los desmanes de Olmedo durante ese tiempo?
- No lo había pensado. – confesó Sara tristemente.
- No te preocupes. – Miguel tomó la mano de su novia para reconfortarla – Aún tenemos tiempo de pensar en eso y en otras alternativas.
- Pero mira a quiénes tenemos por aquí – dijo la Maña acercándose – parece que el teniente y Roberto se están haciendo asiduos de mi establecimiento…, aunque no me extraña, si todas las noches están tan bien acompañados como la pasada y ésta, es algo totalmente lógico. Supongo que se quedarán a cenar, así que ahora mismo traigo un poco de ese guisado que me ha enseñado a hacer Natalia. Y así me das tu opinión, muchacha – dijo tomándola con cariño del hombro antes de alejarse hacia la cocina.
- ¿También sabes cocinar? – preguntó Miguel.
- ¿Hay algo que no sepa hacer mi primita? – bromeó Sara.
- Podéis reíros de mí tanto como queráis, pero algún día seré una perfecta ama de casa; – dijo aparentando seriedad y sin atreverse a mirar a Roberto. Sabía que si lo miraba no podría ocultar sus sentimientos hacia él, y ya se estaban riendo bastante sus compañeros de mesa – tan capaz de planchar un huevo como de freír una camisa… ¿o era la revés? – Aquella ocurrencia hizo que los cuatro estallaran en carcajadas y el resto de la posada los mirara intrigados.
- La verdad es que te creemos capaz de ambas cosas. – dijo Roberto entre carcajadas
- Maña, – gritó Natalia – estos tres se quedan sin probar el guiso, no se merecen ni un pedazo de pan duro.
#773
15/09/2011 00:06
Eyyyyyyyyyyy... ¡cuánto tiempo! Ya se echaba en falta tu relato.
#774
17/09/2011 18:03
El resto de la noche transcurrió, al igual que la noche anterior, entre risas y comentarios acerca del guiso y las dotes culinarias de Natalia. Ya se habían marchado casi todos los parroquianos cuando Roberto y Miguel se levantaron de la mesa y, tras despedirse discretamente una vez más, salieron juntos de la posada. Al ver que las Reeves se levantaban, el Chato, cuyos acompañantes hacía un buen rato se habían marchado, también se levantó. Había poca gente en la posada, pero los que allí quedaban eran los que al día siguiente correrían la voz sobre lo acontecido en el lugar.
- ¿A dónde se cree que va? – preguntó Natalia dirigiéndose a su guardaespaldas.
- A continuar con mí trabajo, señorita. – respondió. Había entendido el ligerísimo gesto de complicidad de las muchachas y las siguió la corriente
- ¿Y ese trabajo también incluye arroparnos en la cama y cantarnos una nana? – Natalia estaba siendo muy grosera y, por el rabillo del ojo, observaba como la gente comentaba la paciencia que tenía su empleado; pensaba en cómo al día siguiente, todo el mundo en Arazana comentaría lo caprichosa y malcriada que era Natalia Reeves y lo paciente que era el señor Guarda.
- No, tan solo encerrarlas en sus habitaciones y guardar la llave en mi poder. – Poco a poco fueron subiendo las escaleras y perdiéndose de la vista de los clientes de la Maña. Cuando se quedaron a solas, entraron los tres en la habitación de Sara.
- ¿Qué tal ha estado la cosa? – preguntó el muchacho. Las jóvenes estaban serias, pero cuando se miraron no pudieron seguir manteniendo la compostura.
- ¡Has estado genial, felicidades! – le dijo Natalia – Y, por favor, perdona lo brusca que estoy siendo contigo pero es necesario, nadie creería que iba a aceptar tener a alguien tras mis pasos todo el día; además, está sirviendo para que demuestres tu profesionalidad, nadie que no fuera un profesional de la seguridad soportaría impertérrito mis salidas de tono.
- ¿Imper… qué? – preguntó intrigado ante aquella palabra.
- Que cualquier otro me hubiese dado un par de bofetadas. – aclaró ella.
- Natalia y yo, – dijo Sara – queremos que sepas que estamos muy orgullosas de ti.
- Gracias. – dijo él azorado.
- Pero eso no significa que mañana cambien las cosas… tendrás que seguir aguantando mis malos modos; y no te puedes ni imaginar lo que me pienso divertir. – le comentó Natalia.
- Pues entonces te encerraré en tu habitación como a una niña pequeña.
- Eso será si puedes.
- Ya verás si puedo o no.
- Bien, suficiente, - cortó la discusión Sara – ante mí no tenéis que seguir fingiendo que no podéis ni veros, cuando sois iguales. Fuera ahora mismo de mi habitación, id a dormir que el de hoy ha sido un día muy duro y me temo que el de mañana también lo va a ser.
- ¿Por qué dejamos que nos mangonee? – le preguntó Natalia al Chato.
- Porque es la jefa. – respondió él.
- Será tu jefa, pero también es mi prima pequeña, así que tengo autoridad sobre ella y por lo tanto sobre ti. Así que no sé porqué protestas, como te pongas chulo aviso a Luis y hago que te despida.
- ¿Pero ese tal Luis existe? – preguntó el Chato mientras abandonaba la habitación en compañía de Natalia mientras Sara les miraba desde la puerta seguir discutiendo de camino a sus habitaciones.
- Pues claro que sí, lo que ocurre es que no tiene ni la menor idea de nada de esto.
- ¿Cómo piensas que saldremos de este problema? – Miguel y Roberto hablaban mientras se alejaban de la posada de la Maña en dirección al pueblo.
- No lo sé. – respondió Miguel – Olmedo es demasiado inteligente, tiene en cuenta todas las posibilidades antes de dar cualquier paso. En pocos minutos comienza mi guardia y espero que la quietud de la noche me ayude a pensar en ello, pero de todos modos temo por ellas, por Sara y Natalia. Si algo nos ocurriese a ti o a mí…, en cierto modo nos lo habríamos buscado, yo por ser Guardia Civil y tú por tus ideas anarquistas, pero ellas… ellas deberían llevar una vida tranquila, alejadas de todos los problemas, sin sobresaltos.
- Sabes que si te oyesen te despellejarían vivo, ¿verdad? – preguntó Roberto.
- Por eso te lo digo a ti, porque sé que piensas igual que yo, y no te gusta que estén en peligro. – Miguel se refirió en todo momento a las dos jóvenes, sin hacer ningún tipo de distinción entre ellas, pero ambos sabían cuál era la verdad que encerraban aquellas palabras, que para ellos una era una gran amiga pero la otra era la mujer de su vida.
- ¿A dónde se cree que va? – preguntó Natalia dirigiéndose a su guardaespaldas.
- A continuar con mí trabajo, señorita. – respondió. Había entendido el ligerísimo gesto de complicidad de las muchachas y las siguió la corriente
- ¿Y ese trabajo también incluye arroparnos en la cama y cantarnos una nana? – Natalia estaba siendo muy grosera y, por el rabillo del ojo, observaba como la gente comentaba la paciencia que tenía su empleado; pensaba en cómo al día siguiente, todo el mundo en Arazana comentaría lo caprichosa y malcriada que era Natalia Reeves y lo paciente que era el señor Guarda.
- No, tan solo encerrarlas en sus habitaciones y guardar la llave en mi poder. – Poco a poco fueron subiendo las escaleras y perdiéndose de la vista de los clientes de la Maña. Cuando se quedaron a solas, entraron los tres en la habitación de Sara.
- ¿Qué tal ha estado la cosa? – preguntó el muchacho. Las jóvenes estaban serias, pero cuando se miraron no pudieron seguir manteniendo la compostura.
- ¡Has estado genial, felicidades! – le dijo Natalia – Y, por favor, perdona lo brusca que estoy siendo contigo pero es necesario, nadie creería que iba a aceptar tener a alguien tras mis pasos todo el día; además, está sirviendo para que demuestres tu profesionalidad, nadie que no fuera un profesional de la seguridad soportaría impertérrito mis salidas de tono.
- ¿Imper… qué? – preguntó intrigado ante aquella palabra.
- Que cualquier otro me hubiese dado un par de bofetadas. – aclaró ella.
- Natalia y yo, – dijo Sara – queremos que sepas que estamos muy orgullosas de ti.
- Gracias. – dijo él azorado.
- Pero eso no significa que mañana cambien las cosas… tendrás que seguir aguantando mis malos modos; y no te puedes ni imaginar lo que me pienso divertir. – le comentó Natalia.
- Pues entonces te encerraré en tu habitación como a una niña pequeña.
- Eso será si puedes.
- Ya verás si puedo o no.
- Bien, suficiente, - cortó la discusión Sara – ante mí no tenéis que seguir fingiendo que no podéis ni veros, cuando sois iguales. Fuera ahora mismo de mi habitación, id a dormir que el de hoy ha sido un día muy duro y me temo que el de mañana también lo va a ser.
- ¿Por qué dejamos que nos mangonee? – le preguntó Natalia al Chato.
- Porque es la jefa. – respondió él.
- Será tu jefa, pero también es mi prima pequeña, así que tengo autoridad sobre ella y por lo tanto sobre ti. Así que no sé porqué protestas, como te pongas chulo aviso a Luis y hago que te despida.
- ¿Pero ese tal Luis existe? – preguntó el Chato mientras abandonaba la habitación en compañía de Natalia mientras Sara les miraba desde la puerta seguir discutiendo de camino a sus habitaciones.
- Pues claro que sí, lo que ocurre es que no tiene ni la menor idea de nada de esto.
- ¿Cómo piensas que saldremos de este problema? – Miguel y Roberto hablaban mientras se alejaban de la posada de la Maña en dirección al pueblo.
- No lo sé. – respondió Miguel – Olmedo es demasiado inteligente, tiene en cuenta todas las posibilidades antes de dar cualquier paso. En pocos minutos comienza mi guardia y espero que la quietud de la noche me ayude a pensar en ello, pero de todos modos temo por ellas, por Sara y Natalia. Si algo nos ocurriese a ti o a mí…, en cierto modo nos lo habríamos buscado, yo por ser Guardia Civil y tú por tus ideas anarquistas, pero ellas… ellas deberían llevar una vida tranquila, alejadas de todos los problemas, sin sobresaltos.
- Sabes que si te oyesen te despellejarían vivo, ¿verdad? – preguntó Roberto.
- Por eso te lo digo a ti, porque sé que piensas igual que yo, y no te gusta que estén en peligro. – Miguel se refirió en todo momento a las dos jóvenes, sin hacer ningún tipo de distinción entre ellas, pero ambos sabían cuál era la verdad que encerraban aquellas palabras, que para ellos una era una gran amiga pero la otra era la mujer de su vida.
#775
17/09/2011 18:28
Gracias por continuar Roberta.
#776
17/09/2011 19:03
Siento tardar tanto, pero es que no me da la vida para más... con deciros que he visto el video encuentro de Isak y Sara esta tarde...
Espero no dejar tanto tiempo entre trocito y trocito en adelante y...
GRACIAS POR SEGUIR LEYENDO MIS DESVARIOS
Espero no dejar tanto tiempo entre trocito y trocito en adelante y...
GRACIAS POR SEGUIR LEYENDO MIS DESVARIOS
#777
17/09/2011 19:09
Gracias a ti por hacre el esfuerzo y continuar.....sigue, por favor que necesitamos una historia diferente para quitarnos la decepción de encima.
Graaacias
Graaacias
#778
17/09/2011 21:58
Uffffff, Roberta, tenia un montón atrasado. ¡Que divertido¡ Me lohe pasado pipa leyendote, muchas gracias, menos mal que aún hay quien tiene un punto de humor por aquí.
Gracias, guapa. Sigue cuando puedas.
Gracias, guapa. Sigue cuando puedas.
#779
18/09/2011 01:36
Gracias Roberta por seguir escribiendo
que me gusta leer a Miguel y Roberto hablar de las mujeres de sus vidas
que me gusta leer a Miguel y Roberto hablar de las mujeres de sus vidas
#780
18/09/2011 19:46
Señor Tirso Calero y demás guionistas de Bandolera,
Ya sabemos que no es horario para emitir lo que se puede leer a continuación, pero ¿es horario como para darle matarile al teniente y repetirlo una y otra vez todo el fin de semana?
Pues eso, que las clientas de Antena 3 queremos algo como esto y no como lo que ustedes nos ofrecen.
Un cordial saludo,
Roberta
_______________________________________________________________________
Capítulo 66
- Puedo afirmar, sin temor a equivocarme, que un hombre acaba de colarse por tu ventana y no tiene unas intenciones muy honorables que digamos. ¿Te vas a encargar de él? - dijo Roberto entrando por la ventana y sentándose en el alfeizar.
- Por supuesto, ya lo he dicho antes de la cena; no me gusta que la gente vea mi ropa interior. – Natalia estaba en camisón y bata, sentada frente al espejo.
- Entonces habrá que remediar eso. – Roberto se giró, cerró la ventana y se acercó a ella.
- Y… ¿qué piensas hacer para remediarlo? – preguntó ella. Roberto se había colocado tras ella y apoyaba su barbilla en la parte superior de la cabeza de ella.
- Quitártela. – Las manos de Roberto se fueron directamente al lazo que cerraba la bata de Natalia y comenzaron a deshacerlo.
- Y… ¿si no te dejo? – Natalia colocó sus manos sobre las de él y le detuvo en su avance. Además, echó la cabeza hacia atrás buscando con sus labios la boca del joven.
- Entonces tendré que mirar allí donde no haya ropa. – Una de las manos de Roberto bajó hasta la cintura de Natalia, acariciando su cuerpo por encima de la tela que la cubría, la otra la colocó sobre la pierna y fue recogiendo tela hasta poder sentir su piel en las yemas de los dedos.
- Has tardado mucho. - dijo Natalia disfrutando de las caricias que Roberto depositaba en su cuerpo.
- He acompañado a Miguel hasta el cuartel, esta noche tiene guardia y no quería que me viera entrar por tu ventana – Roberto seguía acariciando a Natalia mientras besaba la unión entre el cuello y el hombro de ella. - ¿Me has echado de menos?
- Sí. Yo siempre te echo de menos, aún cuando estás conmigo te echo de menos ¿y tú a mi? – las manos de Natalia acariciaban el rostro de su amado a la vez que retenían su cara para no perder ni uno solo de sus besos.
- No, yo nunca te echo de menos. – Roberto se separó de Natalia, dejó de acariciarla y se arrodilló a su lado – No puedo echarte de menos porque siempre estas conmigo, te has metido en mi vida, en mi mente, ya formas parte de mí; guardo en mis manos el tacto de tu piel, tengo en mi boca el sabor de tu cuerpo, en mi recuerdo tu olor y en mi mente resuenan los gemidos que escapan de tus labios cuando hacemos el amor.
Aquellas palabras dejaron a Natalia sin aliento e hicieron que el deseo por aquel hombre creciera aún más, si es que ello era posible.
- ¿Y no hay ninguna visión mía que te acompañe? – Natalia se dio cuenta de que Roberto había mencionado cuatro de los cinco sentidos.
- Por supuesto que sí, tu rostro mojado de lluvia, enmarcado por el cabello que se pegaba a causa de la humedad, el rostro más bello que he visto y veré en toda mi vida. No pude evitar besarte, Natalia. – Roberto hablaba del día que pasaron en Sevilla, en la Feria, cuando la lluvia los sorprendió y se besaron por primera vez.
- Mi amor. – las palabras de Natalia escaparon de su boca como un suspiro. Deseaba a aquel hombre como nunca antes lo había deseado, sentía que su piel estaba más sensible, que sus sentidos se encontraban más alerta que en anteriores ocasiones, algo en su interior le decía que aquella noche seria especial, una noche para no olvidar jamás.
- ¿Y tú niñera? - preguntó Roberto concentrándose de nuevo en soltar la bata.
- Dentro de la habitación no corro peligro, ¿o si? – en aquella ocasión Natalia no puso ningún impedimento a que él continuara con la tarea.
- Aquí, tan solo yo corro peligro. – Tras soltar la bata, Roberto la dejó caer hacia atrás y se acercó hasta la joven para comenzar a depositar besos en su cuello.
- ¿Me tienes miedo? – consiguió preguntar Natalia entre gemidos - Si quieres puedo llamar al señor Guarda para que te defienda…
- No quiero que nadie me defienda de ti, no imagino muerte más deseable que entre tus brazos, perdiéndome en ti. – Roberto tomó a Natalia de la cintura y, poniéndose de nuevo en pie, la arrastró consigo hasta levantarla de su asiento.
Ya sabemos que no es horario para emitir lo que se puede leer a continuación, pero ¿es horario como para darle matarile al teniente y repetirlo una y otra vez todo el fin de semana?
Pues eso, que las clientas de Antena 3 queremos algo como esto y no como lo que ustedes nos ofrecen.
Un cordial saludo,
Roberta
_______________________________________________________________________
Capítulo 66
- Puedo afirmar, sin temor a equivocarme, que un hombre acaba de colarse por tu ventana y no tiene unas intenciones muy honorables que digamos. ¿Te vas a encargar de él? - dijo Roberto entrando por la ventana y sentándose en el alfeizar.
- Por supuesto, ya lo he dicho antes de la cena; no me gusta que la gente vea mi ropa interior. – Natalia estaba en camisón y bata, sentada frente al espejo.
- Entonces habrá que remediar eso. – Roberto se giró, cerró la ventana y se acercó a ella.
- Y… ¿qué piensas hacer para remediarlo? – preguntó ella. Roberto se había colocado tras ella y apoyaba su barbilla en la parte superior de la cabeza de ella.
- Quitártela. – Las manos de Roberto se fueron directamente al lazo que cerraba la bata de Natalia y comenzaron a deshacerlo.
- Y… ¿si no te dejo? – Natalia colocó sus manos sobre las de él y le detuvo en su avance. Además, echó la cabeza hacia atrás buscando con sus labios la boca del joven.
- Entonces tendré que mirar allí donde no haya ropa. – Una de las manos de Roberto bajó hasta la cintura de Natalia, acariciando su cuerpo por encima de la tela que la cubría, la otra la colocó sobre la pierna y fue recogiendo tela hasta poder sentir su piel en las yemas de los dedos.
- Has tardado mucho. - dijo Natalia disfrutando de las caricias que Roberto depositaba en su cuerpo.
- He acompañado a Miguel hasta el cuartel, esta noche tiene guardia y no quería que me viera entrar por tu ventana – Roberto seguía acariciando a Natalia mientras besaba la unión entre el cuello y el hombro de ella. - ¿Me has echado de menos?
- Sí. Yo siempre te echo de menos, aún cuando estás conmigo te echo de menos ¿y tú a mi? – las manos de Natalia acariciaban el rostro de su amado a la vez que retenían su cara para no perder ni uno solo de sus besos.
- No, yo nunca te echo de menos. – Roberto se separó de Natalia, dejó de acariciarla y se arrodilló a su lado – No puedo echarte de menos porque siempre estas conmigo, te has metido en mi vida, en mi mente, ya formas parte de mí; guardo en mis manos el tacto de tu piel, tengo en mi boca el sabor de tu cuerpo, en mi recuerdo tu olor y en mi mente resuenan los gemidos que escapan de tus labios cuando hacemos el amor.
Aquellas palabras dejaron a Natalia sin aliento e hicieron que el deseo por aquel hombre creciera aún más, si es que ello era posible.
- ¿Y no hay ninguna visión mía que te acompañe? – Natalia se dio cuenta de que Roberto había mencionado cuatro de los cinco sentidos.
- Por supuesto que sí, tu rostro mojado de lluvia, enmarcado por el cabello que se pegaba a causa de la humedad, el rostro más bello que he visto y veré en toda mi vida. No pude evitar besarte, Natalia. – Roberto hablaba del día que pasaron en Sevilla, en la Feria, cuando la lluvia los sorprendió y se besaron por primera vez.
- Mi amor. – las palabras de Natalia escaparon de su boca como un suspiro. Deseaba a aquel hombre como nunca antes lo había deseado, sentía que su piel estaba más sensible, que sus sentidos se encontraban más alerta que en anteriores ocasiones, algo en su interior le decía que aquella noche seria especial, una noche para no olvidar jamás.
- ¿Y tú niñera? - preguntó Roberto concentrándose de nuevo en soltar la bata.
- Dentro de la habitación no corro peligro, ¿o si? – en aquella ocasión Natalia no puso ningún impedimento a que él continuara con la tarea.
- Aquí, tan solo yo corro peligro. – Tras soltar la bata, Roberto la dejó caer hacia atrás y se acercó hasta la joven para comenzar a depositar besos en su cuello.
- ¿Me tienes miedo? – consiguió preguntar Natalia entre gemidos - Si quieres puedo llamar al señor Guarda para que te defienda…
- No quiero que nadie me defienda de ti, no imagino muerte más deseable que entre tus brazos, perdiéndome en ti. – Roberto tomó a Natalia de la cintura y, poniéndose de nuevo en pie, la arrastró consigo hasta levantarla de su asiento.