Foro Bandolera
Como no me gusta la historia... voy y la cambio (Natalia y Roberto)
#0
27/04/2011 20:02
Como estoy bastante aburrida de que me tengan a Roberto entre rejas, aunque sean las rejas de cartón piedra del cuartel de Arazana, y de que nadie (excepto San Miguel) intente hacer nada... pues voy y lo saco yo misma.
Y como la historia parece que va dos pasitos pa´lante y tres pa´trás, pues voy y la cambio a mi gusto.
Y como a mi el que me gusta es el Rober... pues también cambio la historia.
Creo que me he metio en un ebolao del que no voy a saber salir pero bueno, todo sea por dar ideas a los guionistas de nuestros amores. Ya me direis...
_____________________________________________________________________________
Capítulo 1
Parecía un sitio tranquilo, alejado del camino, seguro que por allí no pasaba gente con regularidad. La hierba que tapizaba la orilla del río era alta y estaba sin pisar así que decidió desmontar y descansar unos minutos.
- No puedo estar ya muy lejos de ese maldito pueblo. ¿Es que no había un lugar más perdido donde esconderte Sara?- dijo en voz alta mientras ataba el caballo a uno de los árboles que extendían sus ramas sobre el agua.
Mientras estiraba los músculos, agarrotados después de tan larga jornada a caballo, vio su reflejo en el remanso que el río formaba a pocos metros de allí. Miró hacia ambos lados y, al no ver a nadie y comprobar que el caballo se alimentaba tranquilamente, sonrió y comenzó a despojarse de sus vestimentas hasta quedar en ropa interior. Se adentró en el agua hasta que ésta le llegó hasta la cintura, entonces extendió los brazos y se dejó caer hacia atrás. Movía los brazos y las piernas lo indispensable para no alejarse demasiado de la orilla y mantenerse a flote, sintiendo cómo la corriente masajeaba su cuerpo. Sabía que la ropa que aún llevaba puesta, al mojarse, dejaría al descubierto las formas de su cuerpo, pero le daba igual, además, sería demasiada casualidad que alguien pasara por allí en ese momento.
Y como la historia parece que va dos pasitos pa´lante y tres pa´trás, pues voy y la cambio a mi gusto.
Y como a mi el que me gusta es el Rober... pues también cambio la historia.
Creo que me he metio en un ebolao del que no voy a saber salir pero bueno, todo sea por dar ideas a los guionistas de nuestros amores. Ya me direis...
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Capítulo 1
Parecía un sitio tranquilo, alejado del camino, seguro que por allí no pasaba gente con regularidad. La hierba que tapizaba la orilla del río era alta y estaba sin pisar así que decidió desmontar y descansar unos minutos.
- No puedo estar ya muy lejos de ese maldito pueblo. ¿Es que no había un lugar más perdido donde esconderte Sara?- dijo en voz alta mientras ataba el caballo a uno de los árboles que extendían sus ramas sobre el agua.
Mientras estiraba los músculos, agarrotados después de tan larga jornada a caballo, vio su reflejo en el remanso que el río formaba a pocos metros de allí. Miró hacia ambos lados y, al no ver a nadie y comprobar que el caballo se alimentaba tranquilamente, sonrió y comenzó a despojarse de sus vestimentas hasta quedar en ropa interior. Se adentró en el agua hasta que ésta le llegó hasta la cintura, entonces extendió los brazos y se dejó caer hacia atrás. Movía los brazos y las piernas lo indispensable para no alejarse demasiado de la orilla y mantenerse a flote, sintiendo cómo la corriente masajeaba su cuerpo. Sabía que la ropa que aún llevaba puesta, al mojarse, dejaría al descubierto las formas de su cuerpo, pero le daba igual, además, sería demasiada casualidad que alguien pasara por allí en ese momento.
#741
29/08/2011 00:38
Operación Cambio radical, qué bueno Roberta, al Chato no lo va a reconocer nadie!!!
#742
29/08/2011 01:20
Ay, ay que me da.... chiquito ángel de la guarda van a crear estas 2... jajajaja y el otro pobre se deja, tampoco q le queda otra... pero le hace menos gracia que una visita del navajas! jajajjaja Muy bueno Roberta. graciasassss
#743
29/08/2011 02:02
Genial Roberta !!!
El chato como siemmpre haciéndose el duro, pero esta agradecido de que le ayuden.
Ni el mismo se va a reconocer.
Genial, genial
El chato como siemmpre haciéndose el duro, pero esta agradecido de que le ayuden.
Ni el mismo se va a reconocer.
Genial, genial
#744
29/08/2011 02:05
Al Chato no lo va a conocer ni el TATO...
#745
30/08/2011 14:44
Foroascensor, Roberta¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡
Ay, el Cahto to´maqueo, mi mare, yo quiero verlo..............
Ay, el Cahto to´maqueo, mi mare, yo quiero verlo..............
#746
30/08/2011 20:56
Un buen rato después el Chato y Rafaelín volvieron del río. Rafaelín entró en la cueva corriendo con las viejas ropas del bandolero bajo el brazo.
- Sita Sara, sita Natalia, yastamos aquí, miren que rebonico ha quedaó el señó don Chato. – los aspavientos del muchacho hicieron que las Reeves dejasen a un lado la documentación que Sara había preparado y se pusieran en pie a esperarlo.
- No está nada mal, no señor. – dijo Natalia cuando finalmente el Chato entró en la cueva - ¿Qué te parece? – preguntó dirigiéndose a Sara.
- Chato, Rafaelín tiene razón, estás rebonico. – Sara tomó un gran trozo de tela en sus manos y señaló un tocón de madera – Siéntate, ya solo falta afeitarte y cortarte el pelo.
- Alto ahí, no pienso dejarme afeitar por vosotras. – el Chato se puso en pie arrancando la tela de las manos de Sara - No pienso dejar que nadie acerque una navaja a mi gaznate, y mucho menos dos señoritingas que no tienen ni idea de lo que es afeitarse.
- Puede que no tengamos mucha experiencia afeitando caballeros, – Natalia se había vuelto a sentar y ojeaba la carpeta con documentos que habían llevado a la cueva – pero no vas a encontrar por aquí cerca nadie que conozca los gustos de una mujer mejor que nosotras.
- ¿Qué quieres decir con eso? – el Chato se puso a la defensiva
- Que la ropa que llevas ahora es la de un caballero, – explicó Natalia. Sara observaba la situación expectante, sabía que su prima no sacaría a colación el encuentro del Chato con Eugenia y Margarita si no era estrictamente necesario, pero también sabía que lo aprovecharía para dejar caer indirectas que llevasen al muchacho a su terreno – pero tu aspecto no. Las mujeres nos fijamos mucho en esas cosas, en si los hombres van bien afeitados, correctamente peinados… Tienes que empezar a relacionarte con los habitantes de Arazana y en Arazana hay muchas mujeres. Además, ya te hemos dicho antes que el aspecto que presentes de ahora en adelante ha de ser diametralmente opuesto al que aparece en los pasquines, y eso significa pelo corto y nada de barba.
- ¡Me cago en la pu…!
- Y nada de palabras malsonantes. – le interrumpió Natalia – Los caballeros no blasfeman. ¿Te sientas y empezamos? ¡Ah! Y nada de aros en las orejas, que yo sepa, los aretes los llevamos las mujeres y los piratas; estás muy lejos de la costa, así que no eres un pirata… ¿qué es lo que eres?
- De acuerdo, pero mucho cuidadito con lo que haces. – El Chato se quitó el arete y se lo entregó a Natalia, a continuación se echó la tela por encima se los hombros y se sentó, maldiciendo para sus adentros. Natalia sonrió y cogió las tijeras para comenzar con el corte de pelo.
- Sara, ¿por qué no nos pones al corriente de la nueva personalidad de nuestro caballero?
- De acuerdo, - Sara se sentó junto a Rafaelín y abrió la carpeta sobre sus rodillas – para empezar ya no te llamas Gaspar Écija.
- Sita Sara, sita Natalia, yastamos aquí, miren que rebonico ha quedaó el señó don Chato. – los aspavientos del muchacho hicieron que las Reeves dejasen a un lado la documentación que Sara había preparado y se pusieran en pie a esperarlo.
- No está nada mal, no señor. – dijo Natalia cuando finalmente el Chato entró en la cueva - ¿Qué te parece? – preguntó dirigiéndose a Sara.
- Chato, Rafaelín tiene razón, estás rebonico. – Sara tomó un gran trozo de tela en sus manos y señaló un tocón de madera – Siéntate, ya solo falta afeitarte y cortarte el pelo.
- Alto ahí, no pienso dejarme afeitar por vosotras. – el Chato se puso en pie arrancando la tela de las manos de Sara - No pienso dejar que nadie acerque una navaja a mi gaznate, y mucho menos dos señoritingas que no tienen ni idea de lo que es afeitarse.
- Puede que no tengamos mucha experiencia afeitando caballeros, – Natalia se había vuelto a sentar y ojeaba la carpeta con documentos que habían llevado a la cueva – pero no vas a encontrar por aquí cerca nadie que conozca los gustos de una mujer mejor que nosotras.
- ¿Qué quieres decir con eso? – el Chato se puso a la defensiva
- Que la ropa que llevas ahora es la de un caballero, – explicó Natalia. Sara observaba la situación expectante, sabía que su prima no sacaría a colación el encuentro del Chato con Eugenia y Margarita si no era estrictamente necesario, pero también sabía que lo aprovecharía para dejar caer indirectas que llevasen al muchacho a su terreno – pero tu aspecto no. Las mujeres nos fijamos mucho en esas cosas, en si los hombres van bien afeitados, correctamente peinados… Tienes que empezar a relacionarte con los habitantes de Arazana y en Arazana hay muchas mujeres. Además, ya te hemos dicho antes que el aspecto que presentes de ahora en adelante ha de ser diametralmente opuesto al que aparece en los pasquines, y eso significa pelo corto y nada de barba.
- ¡Me cago en la pu…!
- Y nada de palabras malsonantes. – le interrumpió Natalia – Los caballeros no blasfeman. ¿Te sientas y empezamos? ¡Ah! Y nada de aros en las orejas, que yo sepa, los aretes los llevamos las mujeres y los piratas; estás muy lejos de la costa, así que no eres un pirata… ¿qué es lo que eres?
- De acuerdo, pero mucho cuidadito con lo que haces. – El Chato se quitó el arete y se lo entregó a Natalia, a continuación se echó la tela por encima se los hombros y se sentó, maldiciendo para sus adentros. Natalia sonrió y cogió las tijeras para comenzar con el corte de pelo.
- Sara, ¿por qué no nos pones al corriente de la nueva personalidad de nuestro caballero?
- De acuerdo, - Sara se sentó junto a Rafaelín y abrió la carpeta sobre sus rodillas – para empezar ya no te llamas Gaspar Écija.
#747
30/08/2011 20:58
Hoy... dos poquitos
_____________________________________________________________________
Capítulo 59
- Está siendo todo demasiado rápido, no me gusta. – comentó Sara.
- No disponemos de más tiempo, así que es mejor no pensarlo siquiera. – Sara, Natalia y Rafaelín salieron de la cueva dejando que al Chato a solas para que se acostumbrase a su nueva personalidad.
- Rafaelín, ya sabes qué es lo que tienes que hacer ¿verdad?
- Si, sita Sara. Voy corriendo rápido, rápido como las liebre perseguías avisá al señó Marciá.
- ¿Sabes lo que tienes que decirle? – preguntó Natalia
- Po zupueto, que tié questá esta tade en la plaza pa quel señó don Chato ze prezente. – respondió el muchacho.
- Rafaelín, olvida al Chato, no puedes volver a llamarle así nunca más, – Natalia se puso seria – su seguridad depende de que ninguno de los que le conocemos le volvamos a llamar así, tan solo al doctor y para explicarle lo que ocurre, después nunca más.
- Si, sita Natalia, entendío. Me voy a dicile al dotó lo cocurre. Vamos Mantecao. – Rafaelín tomó las riendas de su burro y se escabulló rápidamente entre los árboles para llegar al pueblo cuanto antes y cumplir su cometido.
- ¿Crees que saldrá bien? – Sara estaba muy preocupada, el telegrama que había tenido que enviar aquella misma mañana complicaba mucho sus planes.
- Si, tranquila, no pienses más en ello. Además, ya no hay marcha atrás. Éste está concentrado aprendiéndose su vida, Rafaelín va a avisar a Marcial y tú y yo tenemos que seguir adelante con nuestra parte. – Natalia también tomó las riendas de su caballo y montó utilizando la nueva silla - Lo que no sé es cómo voy a explicar lo de esta silla. ¿Vas a contárselo a Miguel antes después de estar con tu padre?
- Antes, quiero hablar con él a solas, por si acaso la conversación no es del todo agradable. ¿Vas a buscar a Roberto?
- Si, tengo que contarle los planes de Olmedo.
- Y aprovechar la oportunidad para estar un rato con él – dijo Sara sonriente, a pesar de todos los problemas, aún les quedaban razones por las que sonreír.
- Nos vemos esta tarde. – dijo Natalia como despedida.
- ¿Esta tarde? ¿Tanto tienes que hablar con Roberto?
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Capítulo 59
- Está siendo todo demasiado rápido, no me gusta. – comentó Sara.
- No disponemos de más tiempo, así que es mejor no pensarlo siquiera. – Sara, Natalia y Rafaelín salieron de la cueva dejando que al Chato a solas para que se acostumbrase a su nueva personalidad.
- Rafaelín, ya sabes qué es lo que tienes que hacer ¿verdad?
- Si, sita Sara. Voy corriendo rápido, rápido como las liebre perseguías avisá al señó Marciá.
- ¿Sabes lo que tienes que decirle? – preguntó Natalia
- Po zupueto, que tié questá esta tade en la plaza pa quel señó don Chato ze prezente. – respondió el muchacho.
- Rafaelín, olvida al Chato, no puedes volver a llamarle así nunca más, – Natalia se puso seria – su seguridad depende de que ninguno de los que le conocemos le volvamos a llamar así, tan solo al doctor y para explicarle lo que ocurre, después nunca más.
- Si, sita Natalia, entendío. Me voy a dicile al dotó lo cocurre. Vamos Mantecao. – Rafaelín tomó las riendas de su burro y se escabulló rápidamente entre los árboles para llegar al pueblo cuanto antes y cumplir su cometido.
- ¿Crees que saldrá bien? – Sara estaba muy preocupada, el telegrama que había tenido que enviar aquella misma mañana complicaba mucho sus planes.
- Si, tranquila, no pienses más en ello. Además, ya no hay marcha atrás. Éste está concentrado aprendiéndose su vida, Rafaelín va a avisar a Marcial y tú y yo tenemos que seguir adelante con nuestra parte. – Natalia también tomó las riendas de su caballo y montó utilizando la nueva silla - Lo que no sé es cómo voy a explicar lo de esta silla. ¿Vas a contárselo a Miguel antes después de estar con tu padre?
- Antes, quiero hablar con él a solas, por si acaso la conversación no es del todo agradable. ¿Vas a buscar a Roberto?
- Si, tengo que contarle los planes de Olmedo.
- Y aprovechar la oportunidad para estar un rato con él – dijo Sara sonriente, a pesar de todos los problemas, aún les quedaban razones por las que sonreír.
- Nos vemos esta tarde. – dijo Natalia como despedida.
- ¿Esta tarde? ¿Tanto tienes que hablar con Roberto?
#748
31/08/2011 00:41
Roberta como me gusta lo que escribes.
Me gusta la transformacion del Chato y rafalin cooperando a ello, que gracia es como si lo estuviera viendo, lo bordas,.... lo.... bordas.....
Me gusta la transformacion del Chato y rafalin cooperando a ello, que gracia es como si lo estuviera viendo, lo bordas,.... lo.... bordas.....
#749
01/09/2011 20:42
Capítulo 60
- Pues sí que has adelantado en el trabajo, hijo. Estoy muy orgulloso de ti. – Tomás Pérez miraba el terruño de Roberto y realmente estaba admirado del gran trabajo que éste había hecho en unos pocos días.
- Gracias, padre. Con su ayuda y la del abuelo, hoy mismo estará terminado de sembrar. – Cuando aquella mañana, Tomás se ofreció a acompañar a Roberto al terruño, el muchacho no supo qué decir. Agradecía enormemente el esfuerzo que su padre quería realizar, pero por otra parte veía frustrados sus planes de volver a disfrutar de la compañía de Natalia.
- Vamos Tomás – replicó Cosme – cuanto antes empecemos, antes terminaremos y hoy parece que va a apretar el calor. Entre los tres podremos terminar en pocas horas. – El hombre suponía que Natalia visitaría a su nieto y esperaba haber terminado el trabajo antes de que la joven llegase para poder dejar a los muchachos juntos al menos durante un rato.
Llevaban los tres hombres algunas horas trabajando cuando Cosme divisó un caballo en la lejanía.
- Parece que tenemos visita – dijo el abuelo. Roberto se giró inmediatamente y detuvo su trabajo, había estado imprimiendo un ritmo muy rápido mientras su abuelo y su padre trabajaban más lentamente, cualquier cosa por terminar lo antes posible.
- Buenos días – dijo Natalia deteniendo su caballo.
- Buenos días, señorita Reeves. – dijo Tomás - ¿Qué la trae por aquí?
- Buenas. – dijo Cosme mirando alternativamente a los jóvenes. Se les veía nerviosos, impacientes, deseosos de estar a solas. Si no hubiera estado Tomás, él se habría retirado discretamente, pero con él allí…
- He ido hasta Berrocalejo a llevar una carta que por equivocación ha llegado a la imprenta. – Natalia estaba improvisando una excusa ya que en ningún momento había pensado encontrar a Roberto acompañado - Sara estaba hoy muy ocupada y me he ofrecido yo a hacerlo y a la vuelta he pasado por aquí.
- Hace mucho calor, no tenemos gran cosa, pero sí un poco de agua fresca, ¿le apetece? – ofreció Cosme.
- Si, muchas gracias. – respondió ella.
- Anda, muchacho, acompaña a la señorita hasta los árboles y ofrécele un poco de agua.
- Si, abuelo. ¿Me acompaña? – Hasta aquel momento Roberto no había sido capaz de decir nada, tan solo podía observarla, ver cómo el sol hacía brillar su cabello, como el calor había hecho sonrojar sus mejillas, las cuales se hallaban tan encendidas como cuando hacían el amor.
- Por supuesto. – Natalia esperó a haberse alejado unos metros de los hombres para continuar hablando – Veo que te has buscado otros ayudantes, ¿lo has hecho para no contratarme a mí?
- Cuando esta mañana mi padre se ha ofrecido a ayudarme, no he sido capaz de decirle que no viniera y el abuelo también se ha animado a acompañarnos. – Roberto intentaba disculparse por no poder estar juntos aquella mañana.
- No te disculpes, Roberto. He estado observándoos durante un buen rato y es maravilloso, – Natalia aprovechó que Roberto le tendía el botijo para acariciar su mano – disfruta de momentos como éste, la felicidad está hecha de pequeños momentos como éste.
- Y de noches abrazado a tu cuerpo – las palabras de Roberto hicieron que Natalia se atragantara con el agua y él comenzó a reír.
- ¿Quieres que me ahogue? – preguntó ella limpiándose el agua que había derramado sobre su ropa.
- Lo que quiero es besarte.
- Y yo a ti. – dijo con voz seria, aunque enseguida adquirió un tono meloso - Lo dicho, es una lástima que hayan venido, yo que traía aguja e hilo para que me cosieras los botones… no te imaginas lo incómodo que es llevar la camisola desabrochada.
- ¡Roberto! – Cosme gritaba llamando a su nieto mayor
- ¿Qué ocurre abuelo? – Roberto y Natalia olvidaron al instante su excitante conversación y echaron a correr hacia donde se encontraban los dos hombres.
- Tu padre, no se encuentra bien. – Cosme sostenía a Tomás quien mantenía la cabeza baja.
- No es nada, un mareo. Será por el calor. – repuso Tomás.
- Voy por el agua. – dijo Natalia y volvió bajo los árboles, al lugar donde habían estado momentos antes.
- Padre, vamos a la sombra. Hace mucho calor. – Roberto pasó el brazo de su padre por sus hombros y le tomó por la cintura. Despacio fueron caminando hasta la sombra donde Tomás se recostó.
- No es nada. Ya estoy bien, no ha sido más que un pequeño mareo; me estoy haciendo viejo, señorita – Natalia estaba arrodillada a su lado y le pasaba un pañuelo mojado por la frente.
- No es tan viejo, aún le queda mucha guerra por dar, Tomás. – Natalia sonreía intentando alejar la preocupación de los rostros de los presentes.
- Lo que ocurre es que mi yerno no está acostumbrado a que le cuide una señorita fina como usted – dijo Cosme.
- Ya, ya me encuentro mejor – Tomás intentó levantarse, pero entre Natalia y Roberto lo impidieron.
- Padre, permanezca acostado un poco más.
- Y cuando se sienta mejor, le acompañaremos al pueblo, a que lo revise el doctor Buendía. – ofreció Natalia - Con mi caballo no tendrá que caminar.
- No es necesario, estoy perfectamente. Tan solo ha sido el calor. No queremos importunarla más, señorita Natalia. – Tomás se sentía incómodo ante tantas atenciones y deseaba quedarse de nuevo a solas con sus familiares.
- Bien, entonces me marcho. – Natalia había detectado la incomodidad de Tomás y comenzó a levantarse - Por favor, cuídese Tomás. Adiós.
- La acompaño. – dijo Roberto – Siento mucho como te ha tratado mi padre, Natalia. Por favor, no se lo tengas en cuenta. – le dijo Roberto cuando se habían alejado unos metros.
- No te preocupes, mi amor. A los hombres no os gusta que las mujeres sepamos que en ocasiones os sentís débiles, o tenéis miedo. Tenéis que ser siempre fuertes y duros, no os permitís tener debilidades; pero deja que te diga una cosa, las mujeres también queremos veros en vuestros malos momentos, cuando necesitáis de nuestro apoyo y de nuestro amor. Queremos formar parte de vuestras vidas, celebrar con vosotros los buenos momentos y llorar con vosotros en los malos.
- Te quiero. – Roberto giró la cabeza para comprobar si su padre y su abuelo podían verlos desde su posición y al percatarse de que no, besó a Natalia apasionadamente – Lo que ocurre es que algunos hombres somos tan afortunados – explicó – que hemos tenido la dicha de que mujeres infinitamente mejores que nosotros se hayan fijado en nosotros, mujeres tan maravillosas que no merecen conocer siquiera el significado de la palabra sufrimiento. - La sonrisa con la que Natalia respondió a las palabras de Roberto hizo que éste no pudiera evitar volver a besarla.
- Te amo. – dijo Natalia – Me quedaría así, contigo todo el día pero temo que nos puedan ver, además debes ir a cuidar de tu padre. Roberto, una cosa más.
- ¿Si? - dijo él desatando las riendas del caballo de Natalia y entregándoselas.
- Esta mañana el capitán Olmedo ha vuelto por la imprenta.
- ¿Te ha molestado? – Roberto se puso tenso al instante.
- No, no ha pasado nada. Tan solo ha vuelto a poner el telegrama que no pudo poner ayer. Era para el cuartel de Málaga, pidiendo refuerzos para atrapar a la banda de Carranza… y frenar las revueltas anarquistas.
-¿Qué revueltas? No hemos realizado ninguna acción desde hace semanas. – el enfado de Roberto era mayúsculo.
- Por favor, no hagas nada. Sara va a hablar con Miguel y con don Abel para informarles de la situación, esta noche sabremos qué hacer. Podemos encontrarnos en la posada de la Maña, como ayer.
- Esto no puede quedar así, Natalia. ¿No lo comprendes?
- Por favor Roberto, no hagas nada hasta que hablemos esta noche. Por favor, hazlo por mí. – Natalia colocó las manos sobre el pecho de Roberto, aquel gesto de súplica pudo con toda la ira que albergaba el corazón del muchacho.
- De acuerdo, lo haré porque tú me lo pides. No puedo negarte nada, mi amor.
- Pues sí que has adelantado en el trabajo, hijo. Estoy muy orgulloso de ti. – Tomás Pérez miraba el terruño de Roberto y realmente estaba admirado del gran trabajo que éste había hecho en unos pocos días.
- Gracias, padre. Con su ayuda y la del abuelo, hoy mismo estará terminado de sembrar. – Cuando aquella mañana, Tomás se ofreció a acompañar a Roberto al terruño, el muchacho no supo qué decir. Agradecía enormemente el esfuerzo que su padre quería realizar, pero por otra parte veía frustrados sus planes de volver a disfrutar de la compañía de Natalia.
- Vamos Tomás – replicó Cosme – cuanto antes empecemos, antes terminaremos y hoy parece que va a apretar el calor. Entre los tres podremos terminar en pocas horas. – El hombre suponía que Natalia visitaría a su nieto y esperaba haber terminado el trabajo antes de que la joven llegase para poder dejar a los muchachos juntos al menos durante un rato.
Llevaban los tres hombres algunas horas trabajando cuando Cosme divisó un caballo en la lejanía.
- Parece que tenemos visita – dijo el abuelo. Roberto se giró inmediatamente y detuvo su trabajo, había estado imprimiendo un ritmo muy rápido mientras su abuelo y su padre trabajaban más lentamente, cualquier cosa por terminar lo antes posible.
- Buenos días – dijo Natalia deteniendo su caballo.
- Buenos días, señorita Reeves. – dijo Tomás - ¿Qué la trae por aquí?
- Buenas. – dijo Cosme mirando alternativamente a los jóvenes. Se les veía nerviosos, impacientes, deseosos de estar a solas. Si no hubiera estado Tomás, él se habría retirado discretamente, pero con él allí…
- He ido hasta Berrocalejo a llevar una carta que por equivocación ha llegado a la imprenta. – Natalia estaba improvisando una excusa ya que en ningún momento había pensado encontrar a Roberto acompañado - Sara estaba hoy muy ocupada y me he ofrecido yo a hacerlo y a la vuelta he pasado por aquí.
- Hace mucho calor, no tenemos gran cosa, pero sí un poco de agua fresca, ¿le apetece? – ofreció Cosme.
- Si, muchas gracias. – respondió ella.
- Anda, muchacho, acompaña a la señorita hasta los árboles y ofrécele un poco de agua.
- Si, abuelo. ¿Me acompaña? – Hasta aquel momento Roberto no había sido capaz de decir nada, tan solo podía observarla, ver cómo el sol hacía brillar su cabello, como el calor había hecho sonrojar sus mejillas, las cuales se hallaban tan encendidas como cuando hacían el amor.
- Por supuesto. – Natalia esperó a haberse alejado unos metros de los hombres para continuar hablando – Veo que te has buscado otros ayudantes, ¿lo has hecho para no contratarme a mí?
- Cuando esta mañana mi padre se ha ofrecido a ayudarme, no he sido capaz de decirle que no viniera y el abuelo también se ha animado a acompañarnos. – Roberto intentaba disculparse por no poder estar juntos aquella mañana.
- No te disculpes, Roberto. He estado observándoos durante un buen rato y es maravilloso, – Natalia aprovechó que Roberto le tendía el botijo para acariciar su mano – disfruta de momentos como éste, la felicidad está hecha de pequeños momentos como éste.
- Y de noches abrazado a tu cuerpo – las palabras de Roberto hicieron que Natalia se atragantara con el agua y él comenzó a reír.
- ¿Quieres que me ahogue? – preguntó ella limpiándose el agua que había derramado sobre su ropa.
- Lo que quiero es besarte.
- Y yo a ti. – dijo con voz seria, aunque enseguida adquirió un tono meloso - Lo dicho, es una lástima que hayan venido, yo que traía aguja e hilo para que me cosieras los botones… no te imaginas lo incómodo que es llevar la camisola desabrochada.
- ¡Roberto! – Cosme gritaba llamando a su nieto mayor
- ¿Qué ocurre abuelo? – Roberto y Natalia olvidaron al instante su excitante conversación y echaron a correr hacia donde se encontraban los dos hombres.
- Tu padre, no se encuentra bien. – Cosme sostenía a Tomás quien mantenía la cabeza baja.
- No es nada, un mareo. Será por el calor. – repuso Tomás.
- Voy por el agua. – dijo Natalia y volvió bajo los árboles, al lugar donde habían estado momentos antes.
- Padre, vamos a la sombra. Hace mucho calor. – Roberto pasó el brazo de su padre por sus hombros y le tomó por la cintura. Despacio fueron caminando hasta la sombra donde Tomás se recostó.
- No es nada. Ya estoy bien, no ha sido más que un pequeño mareo; me estoy haciendo viejo, señorita – Natalia estaba arrodillada a su lado y le pasaba un pañuelo mojado por la frente.
- No es tan viejo, aún le queda mucha guerra por dar, Tomás. – Natalia sonreía intentando alejar la preocupación de los rostros de los presentes.
- Lo que ocurre es que mi yerno no está acostumbrado a que le cuide una señorita fina como usted – dijo Cosme.
- Ya, ya me encuentro mejor – Tomás intentó levantarse, pero entre Natalia y Roberto lo impidieron.
- Padre, permanezca acostado un poco más.
- Y cuando se sienta mejor, le acompañaremos al pueblo, a que lo revise el doctor Buendía. – ofreció Natalia - Con mi caballo no tendrá que caminar.
- No es necesario, estoy perfectamente. Tan solo ha sido el calor. No queremos importunarla más, señorita Natalia. – Tomás se sentía incómodo ante tantas atenciones y deseaba quedarse de nuevo a solas con sus familiares.
- Bien, entonces me marcho. – Natalia había detectado la incomodidad de Tomás y comenzó a levantarse - Por favor, cuídese Tomás. Adiós.
- La acompaño. – dijo Roberto – Siento mucho como te ha tratado mi padre, Natalia. Por favor, no se lo tengas en cuenta. – le dijo Roberto cuando se habían alejado unos metros.
- No te preocupes, mi amor. A los hombres no os gusta que las mujeres sepamos que en ocasiones os sentís débiles, o tenéis miedo. Tenéis que ser siempre fuertes y duros, no os permitís tener debilidades; pero deja que te diga una cosa, las mujeres también queremos veros en vuestros malos momentos, cuando necesitáis de nuestro apoyo y de nuestro amor. Queremos formar parte de vuestras vidas, celebrar con vosotros los buenos momentos y llorar con vosotros en los malos.
- Te quiero. – Roberto giró la cabeza para comprobar si su padre y su abuelo podían verlos desde su posición y al percatarse de que no, besó a Natalia apasionadamente – Lo que ocurre es que algunos hombres somos tan afortunados – explicó – que hemos tenido la dicha de que mujeres infinitamente mejores que nosotros se hayan fijado en nosotros, mujeres tan maravillosas que no merecen conocer siquiera el significado de la palabra sufrimiento. - La sonrisa con la que Natalia respondió a las palabras de Roberto hizo que éste no pudiera evitar volver a besarla.
- Te amo. – dijo Natalia – Me quedaría así, contigo todo el día pero temo que nos puedan ver, además debes ir a cuidar de tu padre. Roberto, una cosa más.
- ¿Si? - dijo él desatando las riendas del caballo de Natalia y entregándoselas.
- Esta mañana el capitán Olmedo ha vuelto por la imprenta.
- ¿Te ha molestado? – Roberto se puso tenso al instante.
- No, no ha pasado nada. Tan solo ha vuelto a poner el telegrama que no pudo poner ayer. Era para el cuartel de Málaga, pidiendo refuerzos para atrapar a la banda de Carranza… y frenar las revueltas anarquistas.
-¿Qué revueltas? No hemos realizado ninguna acción desde hace semanas. – el enfado de Roberto era mayúsculo.
- Por favor, no hagas nada. Sara va a hablar con Miguel y con don Abel para informarles de la situación, esta noche sabremos qué hacer. Podemos encontrarnos en la posada de la Maña, como ayer.
- Esto no puede quedar así, Natalia. ¿No lo comprendes?
- Por favor Roberto, no hagas nada hasta que hablemos esta noche. Por favor, hazlo por mí. – Natalia colocó las manos sobre el pecho de Roberto, aquel gesto de súplica pudo con toda la ira que albergaba el corazón del muchacho.
- De acuerdo, lo haré porque tú me lo pides. No puedo negarte nada, mi amor.
#750
01/09/2011 21:05
Que susto marre.... que yo a Tomás lo daba por muerto aquí también... tuve que leer el nombre 2 veces para cerciorarme de que lo había leído bien
Roberta... sólo una cosita, yo sé q es casi imposible, por no decir completamente imposible, pq el Rober no es así.... pero por dios, por la patria y por las gallipérez... que Rober no sea un calzonazos, él tb no, pleaseeeeeeee que no sea un pelele en manos de la otra risssss... q estas chicas manipulan requete bien pero noooo el Rober
Roberta... sólo una cosita, yo sé q es casi imposible, por no decir completamente imposible, pq el Rober no es así.... pero por dios, por la patria y por las gallipérez... que Rober no sea un calzonazos, él tb no, pleaseeeeeeee que no sea un pelele en manos de la otra risssss... q estas chicas manipulan requete bien pero noooo el Rober
#751
03/09/2011 18:08
Capítulo 61
- Buennna tarde tenga uzté, zeñó dotó – Rafaelín entró en el dispensario de Marcial para hablar con él y ponerle al tanto de las novedades acerca del Chato - ¿Siría pozible qui matendiera un ratico?
- Por supuesto Rafaelín, siéntate y espera tu turno, no será mucho rato – respondió Marcial, quien hizo pasar a consulta a una señora.
- Buenaaaa, - Rafaelín se sentó junto a una mujer que acompañaba a su madre anciana – hace un buen día. Zi no fuera por eto picoreee. – y Rafaelín comenzó a rascarse la barriga – Hace una zemanaz que lencontré a mi querío Mantecao unoj bichejillo y dispué ze le llenó toa la barriga duna coztra, qui no había manera de quitale. Y ahora ma zalio a mi, ¿Quié velo? – Rafaelín se sacó los faldones de la camisa del interior de los pantalones y se giró hacia las mujeres, la más joven de ellas tomó a su madre del brazo y diciéndole algo al oído se la llevo del dispensario.
- ¿Ande va, zeñoa? Zi cazi seguo que no e contagiante, poque mi Mantecao lo haya tenío y ahora yo tamié, no zinifica ná – Rafaelín se levantó de su asiento y comenzó a rascarse ante el resto de los presentes - ¿Verdá que no? – les preguntó.
Marcial salió del dispensario acompañando a su paciente justo a tiempo de ver como todas las personas que aguardaban su turno salían por la puerta.
- ¿Se puede saber qué ocurre? – preguntó
- Ná, zeñó dotó, qui tinían un poco prizita – respondió Rafaelín – ¿Pué atendeme ahora?
- Claro Rafaelín, pasa, pasa – contestó Marcial extrañado – Dime, ¿en que puedo ayudarte?
- A mi en ná, mucha gracia. E al zeñó don Chato – dijo entre susurros – venga, venga, que le tengo que contá.
- Miguel, ¿tienes un momento? – Miguel y el sargento Morales se dirigían hacia el cuartel cuando Sara los llamó.
- ¿Tiene que ser ahora? – preguntó el teniente Romero – Acabo mi turno en pocos minutos y después…
- Por favor…
- Morales, adelántese, yo voy ahora mismo – la voz suplicante de Sara le hizo ver que lo que tenía que contarle la muchacha era de suma importancia - ¿Qué ocurre mi amor?
- Miguel, es por Olmedo. Van a llegar refuerzos del cuartel de Málaga para sofocar las revueltas anarquistas y atrapar a la banda de Carranza.
- ¿Cómo sabes tú eso? – preguntó Miguel.
- No importa, lo sé y basta – Sara no podía decirle cómo se había enterado, revelar información obtenida gracias a su puesto como telegrafista era ilegal. – Perdóname Miguel, pero es mejor que no sepas cómo lo he descubierto. – El comportamiento de Sara le dio las respuestas que sus palabras no habían querido darle.
- Sara, tienes presente que toda la información que obtienes como telegrafista es confidencial, ¿verdad?
- Yo solo te estoy diciendo que van a llegar refuerzos que no son necesarios. La banda de Carranza hace semanas que no ha dado un solo golpe y los anarquistas tampoco han causado problemas. Creo que es Olmedo el que va a provocar que todo estalle. Miguel, – dijo Sara tomándole de las manos – debemos evitar que Olmedo provoque más problemas, por esa razón acudimos a… a mi padre, porque los abusos de Olmedo son algo que no podemos seguir permitiendo.
- ¡Dios Santo, Sara! – Miguel se soltó de la caricia de su novia.
- Siento que no estés de acuerdo, – dijo ella – pero no te estoy pidiendo permiso, tan solo te estoy informando de lo que he descubierto y de que lo voy a poner en conocimiento del gobernador. Natalia iba a avisar a Roberto. Esta noche nos reuniremos de nuevo en la posada de la Maña…, por si te interesa. – Sara se dio la vuelta y dejó al teniente en el centro de la plaza sin saber qué hacer ni qué decir.
- Buennna tarde tenga uzté, zeñó dotó – Rafaelín entró en el dispensario de Marcial para hablar con él y ponerle al tanto de las novedades acerca del Chato - ¿Siría pozible qui matendiera un ratico?
- Por supuesto Rafaelín, siéntate y espera tu turno, no será mucho rato – respondió Marcial, quien hizo pasar a consulta a una señora.
- Buenaaaa, - Rafaelín se sentó junto a una mujer que acompañaba a su madre anciana – hace un buen día. Zi no fuera por eto picoreee. – y Rafaelín comenzó a rascarse la barriga – Hace una zemanaz que lencontré a mi querío Mantecao unoj bichejillo y dispué ze le llenó toa la barriga duna coztra, qui no había manera de quitale. Y ahora ma zalio a mi, ¿Quié velo? – Rafaelín se sacó los faldones de la camisa del interior de los pantalones y se giró hacia las mujeres, la más joven de ellas tomó a su madre del brazo y diciéndole algo al oído se la llevo del dispensario.
- ¿Ande va, zeñoa? Zi cazi seguo que no e contagiante, poque mi Mantecao lo haya tenío y ahora yo tamié, no zinifica ná – Rafaelín se levantó de su asiento y comenzó a rascarse ante el resto de los presentes - ¿Verdá que no? – les preguntó.
Marcial salió del dispensario acompañando a su paciente justo a tiempo de ver como todas las personas que aguardaban su turno salían por la puerta.
- ¿Se puede saber qué ocurre? – preguntó
- Ná, zeñó dotó, qui tinían un poco prizita – respondió Rafaelín – ¿Pué atendeme ahora?
- Claro Rafaelín, pasa, pasa – contestó Marcial extrañado – Dime, ¿en que puedo ayudarte?
- A mi en ná, mucha gracia. E al zeñó don Chato – dijo entre susurros – venga, venga, que le tengo que contá.
- Miguel, ¿tienes un momento? – Miguel y el sargento Morales se dirigían hacia el cuartel cuando Sara los llamó.
- ¿Tiene que ser ahora? – preguntó el teniente Romero – Acabo mi turno en pocos minutos y después…
- Por favor…
- Morales, adelántese, yo voy ahora mismo – la voz suplicante de Sara le hizo ver que lo que tenía que contarle la muchacha era de suma importancia - ¿Qué ocurre mi amor?
- Miguel, es por Olmedo. Van a llegar refuerzos del cuartel de Málaga para sofocar las revueltas anarquistas y atrapar a la banda de Carranza.
- ¿Cómo sabes tú eso? – preguntó Miguel.
- No importa, lo sé y basta – Sara no podía decirle cómo se había enterado, revelar información obtenida gracias a su puesto como telegrafista era ilegal. – Perdóname Miguel, pero es mejor que no sepas cómo lo he descubierto. – El comportamiento de Sara le dio las respuestas que sus palabras no habían querido darle.
- Sara, tienes presente que toda la información que obtienes como telegrafista es confidencial, ¿verdad?
- Yo solo te estoy diciendo que van a llegar refuerzos que no son necesarios. La banda de Carranza hace semanas que no ha dado un solo golpe y los anarquistas tampoco han causado problemas. Creo que es Olmedo el que va a provocar que todo estalle. Miguel, – dijo Sara tomándole de las manos – debemos evitar que Olmedo provoque más problemas, por esa razón acudimos a… a mi padre, porque los abusos de Olmedo son algo que no podemos seguir permitiendo.
- ¡Dios Santo, Sara! – Miguel se soltó de la caricia de su novia.
- Siento que no estés de acuerdo, – dijo ella – pero no te estoy pidiendo permiso, tan solo te estoy informando de lo que he descubierto y de que lo voy a poner en conocimiento del gobernador. Natalia iba a avisar a Roberto. Esta noche nos reuniremos de nuevo en la posada de la Maña…, por si te interesa. – Sara se dio la vuelta y dejó al teniente en el centro de la plaza sin saber qué hacer ni qué decir.
#752
03/09/2011 20:01
Ya me imagino al teniente..........que hago,voy o no voy
desdes luego Roberta que dificil es el idioma de rafalin pero tu lo transcribes muy bien gracias
desdes luego Roberta que dificil es el idioma de rafalin pero tu lo transcribes muy bien gracias
#753
04/09/2011 15:19
Este post no puede estar en la 2ª página XDDDD.............foroascensor.
#754
04/09/2011 16:01
Ya estamos... el espeluchao perdonalotodo tb aquí se pondrá a pedir perdón.... si ejque....
Muy bueno Roberta.... escribir así los diálogos de rafalin tiene mucho mérito!!!
Muy bueno Roberta.... escribir así los diálogos de rafalin tiene mucho mérito!!!
#755
04/09/2011 23:46
Roberta, que también tenía retraso contigo..............
Muy bueno lo del Chato. Las Rissssssssssssssss controlando eh?
Vaya par, ajajajajjajjajjjaa....................
Muy bueno lo del Chato. Las Rissssssssssssssss controlando eh?
Vaya par, ajajajajjajjajjjaa....................
#756
04/09/2011 23:48
Capítulo 62
- Buenos días. Desearía hablar con el señor gobernador, si ello es posible. – Ya era la tercera vez en pocos días que Sara se acercaba a casa de los Hermida. Las dos primeras ocasiones estuvieron repletas de acontecimientos, en la primera descubrió sus orígenes y en la segunda se los reveló a su padre. ¿Qué podría esperar de aquella tercera? Acababa de tener un encuentro decepcionante con Miguel, ella pensaba que su amado la apoyaría, pero había podido más en él su posición como Guardia Civil, su deber para con el Cuerpo que la certeza de que debían seguir luchando contra Olmedo.
- Hija mía, ¿qué te ocurre? – el escuchar aquellas palabras sacó a Sara de sus pensamientos – Te encuentro apesadumbrada. - Sara se acercó a su padre y se echó en sus brazos, necesitaba el apoyo, la comprensión de aquel hombre para superar las palabras de Miguel.
- Son varias cosas, pero ¿qué tal están ustedes? Cuando ayer me fui de aquí, doña Elvira…
- No te preocupes por eso.
- No puedo evitar preocuparme, si por mi causa…
- Sara, nuestro matrimonio era una farsa desde hace muchos, muchos años. – comenzó a explicar el señor Hermida mientras tomaba asiento – Descuidé mis obligaciones como esposo desde el primer día. Me quise escudar en que se lo había advertido, en que Elvira sabía cuál era mi situación, pero no hay excusa posible para lo mal que se lo he hecho pasar. – Sara también tomó asiento y escuchó con atención las palabras de su progenitor – No sé si algún día conseguiré su completo perdón, pero lo que sí sé es que me esforzaré por ello. Ha accedido a darme una nueva oportunidad, la última, aunque no me la merezca y esta vez no la voy a defraudar, no puedo defraudarla.
- Me alegro mucho por vosotros, papá. Será mejor que os deje, tengo muchas cosas que hacer en la imprenta. – Sara decidió que no podía implicar a su padre en sus problemas. La situación con doña Elvira era muy frágil y cualquier contratiempo podía causar un daño irreparable. Fue a levantarse del sillón pero el gobernador la detuvo.
- Espera, no has venido tan solo a preguntar por nosotros, has dicho que había varias cosas que te preocupaban.
- Si, bueno, pero son tonterías; no quiero molestarte sin razón.
- Sara, – Elvira apareció en la puerta – eres su hija, todo lo que te afecte a ti, le afecta a tu padre, y por extensión a mi. Agradezco mucho que te hayas pasado a preguntar por nosotros, de verdad y, si realmente te importa si nuestro matrimonio se hunde definitivamente o si por el contrario se salva, creo que deberías dejar que participásemos también en tus problemas. Por propia experiencia puedo decirte que los secretos, que las mentiras, que guardarse los miedos no trae más que desgracias y sinsabores, a uno mismo y a los que nos rodean.
- Olmedo ha pedido refuerzos al cuartel de Málaga. – Elvira tenía razón, algo parecido había dicho Miguel la noche anterior.
- ¿Refuerzos? ¿Para qué? Con los efectivos de que dispone en la actualidad puede dar un correcto servicio a los pueblos de la comarca – dijo Abel.
- Para apresar a la banda de Carranza y sofocar los levantamientos anarquistas. – respondió Sara.
- ¿Qué levantamientos? – preguntó Elvira – Desde que estamos aquí no ha habido casi ningún problema, tan solo la quema de aquellos campos y aquel suceso fue muy extraño además.
- Piensas lo mismo que yo, ¿verdad? – preguntó Ael dirigiéndose a Sara – Que se trata de una excusa para provocar algún problema.
- Si. Natalia ha ido a avisar a Roberto Pérez.
- ¿Avisarle? ¿No creará más problemas? – preguntó el gobernador
- No, no te preocupes. Roberto puede ser terco, exaltado con sus ideas, pero es inteligente. Sabe muy bien que Olmedo es peligroso, que la mejor defensa contra él es no tener nada de lo que pueda acusarte; además, Natalia es capaz de convencer a cualquiera de cualquier cosa.
- ¿Se lo has comentado a Miguel? – hasta el momento era la única persona, de entre las que conocían en lo que andaban metidos, de la que no había hablado.
- Si.
- Sara, ¿qué ha ocurrido con el teniente Romero? – el instinto de Elvira detectó que ocurría algo grave que aún no les había contado.
- Se lo he dicho y… - Sara comenzó a titubear – y estaba más preocupado por cómo me he enterado que por la noticia. ¿Cómo no puede importarle que Olmedo siga mintiendo y abusando de la gente inocente?
- No lo has entendido, Sara. – intervino su padre – A Miguel sólo le importa que tú estés bien, que no te ocurra nada, que no te pongas en peligro, para él todo lo demás es secundario. Estoy seguro de que detener a Olmedo es su prioridad, pero nunca a costa de tu seguridad. Sara, no seas tan dura con él, deja que se explique, los malentendidos pueden hacer mucho daño a una pareja, por muy grande que sea el amor que se profesen.
- Tenéis razón, debo volver a hablar con Miguel, no quiero esperar a la noche para pedirle disculpas por mi arrebato.
- Pero también debéis ocuparos de Olmedo – les recordó Elvira.
- Si, no podemos evitar que envíen esos refuerzos, – dijo el gobernador mientras se levantaba de su sillón – pero podemos intentar que al menos sean útiles para nuestros planes.
- ¿A qué te refieres? – preguntó Sara intrigada
- Lo comprenderás enseguida, cuando envíes el telegrama que te voy a dictar.
- Buenos días. Desearía hablar con el señor gobernador, si ello es posible. – Ya era la tercera vez en pocos días que Sara se acercaba a casa de los Hermida. Las dos primeras ocasiones estuvieron repletas de acontecimientos, en la primera descubrió sus orígenes y en la segunda se los reveló a su padre. ¿Qué podría esperar de aquella tercera? Acababa de tener un encuentro decepcionante con Miguel, ella pensaba que su amado la apoyaría, pero había podido más en él su posición como Guardia Civil, su deber para con el Cuerpo que la certeza de que debían seguir luchando contra Olmedo.
- Hija mía, ¿qué te ocurre? – el escuchar aquellas palabras sacó a Sara de sus pensamientos – Te encuentro apesadumbrada. - Sara se acercó a su padre y se echó en sus brazos, necesitaba el apoyo, la comprensión de aquel hombre para superar las palabras de Miguel.
- Son varias cosas, pero ¿qué tal están ustedes? Cuando ayer me fui de aquí, doña Elvira…
- No te preocupes por eso.
- No puedo evitar preocuparme, si por mi causa…
- Sara, nuestro matrimonio era una farsa desde hace muchos, muchos años. – comenzó a explicar el señor Hermida mientras tomaba asiento – Descuidé mis obligaciones como esposo desde el primer día. Me quise escudar en que se lo había advertido, en que Elvira sabía cuál era mi situación, pero no hay excusa posible para lo mal que se lo he hecho pasar. – Sara también tomó asiento y escuchó con atención las palabras de su progenitor – No sé si algún día conseguiré su completo perdón, pero lo que sí sé es que me esforzaré por ello. Ha accedido a darme una nueva oportunidad, la última, aunque no me la merezca y esta vez no la voy a defraudar, no puedo defraudarla.
- Me alegro mucho por vosotros, papá. Será mejor que os deje, tengo muchas cosas que hacer en la imprenta. – Sara decidió que no podía implicar a su padre en sus problemas. La situación con doña Elvira era muy frágil y cualquier contratiempo podía causar un daño irreparable. Fue a levantarse del sillón pero el gobernador la detuvo.
- Espera, no has venido tan solo a preguntar por nosotros, has dicho que había varias cosas que te preocupaban.
- Si, bueno, pero son tonterías; no quiero molestarte sin razón.
- Sara, – Elvira apareció en la puerta – eres su hija, todo lo que te afecte a ti, le afecta a tu padre, y por extensión a mi. Agradezco mucho que te hayas pasado a preguntar por nosotros, de verdad y, si realmente te importa si nuestro matrimonio se hunde definitivamente o si por el contrario se salva, creo que deberías dejar que participásemos también en tus problemas. Por propia experiencia puedo decirte que los secretos, que las mentiras, que guardarse los miedos no trae más que desgracias y sinsabores, a uno mismo y a los que nos rodean.
- Olmedo ha pedido refuerzos al cuartel de Málaga. – Elvira tenía razón, algo parecido había dicho Miguel la noche anterior.
- ¿Refuerzos? ¿Para qué? Con los efectivos de que dispone en la actualidad puede dar un correcto servicio a los pueblos de la comarca – dijo Abel.
- Para apresar a la banda de Carranza y sofocar los levantamientos anarquistas. – respondió Sara.
- ¿Qué levantamientos? – preguntó Elvira – Desde que estamos aquí no ha habido casi ningún problema, tan solo la quema de aquellos campos y aquel suceso fue muy extraño además.
- Piensas lo mismo que yo, ¿verdad? – preguntó Ael dirigiéndose a Sara – Que se trata de una excusa para provocar algún problema.
- Si. Natalia ha ido a avisar a Roberto Pérez.
- ¿Avisarle? ¿No creará más problemas? – preguntó el gobernador
- No, no te preocupes. Roberto puede ser terco, exaltado con sus ideas, pero es inteligente. Sabe muy bien que Olmedo es peligroso, que la mejor defensa contra él es no tener nada de lo que pueda acusarte; además, Natalia es capaz de convencer a cualquiera de cualquier cosa.
- ¿Se lo has comentado a Miguel? – hasta el momento era la única persona, de entre las que conocían en lo que andaban metidos, de la que no había hablado.
- Si.
- Sara, ¿qué ha ocurrido con el teniente Romero? – el instinto de Elvira detectó que ocurría algo grave que aún no les había contado.
- Se lo he dicho y… - Sara comenzó a titubear – y estaba más preocupado por cómo me he enterado que por la noticia. ¿Cómo no puede importarle que Olmedo siga mintiendo y abusando de la gente inocente?
- No lo has entendido, Sara. – intervino su padre – A Miguel sólo le importa que tú estés bien, que no te ocurra nada, que no te pongas en peligro, para él todo lo demás es secundario. Estoy seguro de que detener a Olmedo es su prioridad, pero nunca a costa de tu seguridad. Sara, no seas tan dura con él, deja que se explique, los malentendidos pueden hacer mucho daño a una pareja, por muy grande que sea el amor que se profesen.
- Tenéis razón, debo volver a hablar con Miguel, no quiero esperar a la noche para pedirle disculpas por mi arrebato.
- Pero también debéis ocuparos de Olmedo – les recordó Elvira.
- Si, no podemos evitar que envíen esos refuerzos, – dijo el gobernador mientras se levantaba de su sillón – pero podemos intentar que al menos sean útiles para nuestros planes.
- ¿A qué te refieres? – preguntó Sara intrigada
- Lo comprenderás enseguida, cuando envíes el telegrama que te voy a dictar.
#757
04/09/2011 23:55
Me alegro de que Elvira le haya dado otra oportunidad a Abel. Pensé que como tienes alma de lionista, los ibas a separar. Me alegro de que no y de que se preocupe por las cosas que le pasan a Sara. Me gusta que quiera formar parte de la vida de Sara y de Abel, como una familia.
Graciass Roberta !!
Graciass Roberta !!
#758
04/09/2011 23:57
como siempre Roberta nos dejas con ganas de mássssssss¡¡¡¡
#759
05/09/2011 00:06
Sara es que no dejas al teniente explicarse
yo tambien me alegro de que elvira y abel se den otra oportunidad
que dice el telegrama?
gracias Roberta
yo tambien me alegro de que elvira y abel se den otra oportunidad
que dice el telegrama?
gracias Roberta
#760
06/09/2011 23:49
Vamos a dar ideas a los lionistas de lo que en realidad nos gusta, o al menos a mí
_______________________________________________________________________
Capítulo 63
- Ya estoy de vuelta. – Natalia entró en la imprenta en cuanto llegó al pueblo.
- Has tardado bastante. ¿Te has entretenido con Roberto? – preguntó su prima.
- Pues si te digo la verdad… sí, me he entretenido un rato con Roberto…, y con su padre, y con su abuelo.
- Lo siento. – Sara se ponía en el lugar de Natalia, la joven había ido a advertirle de los pasos de Olmedo pero también para disfrutar un rato de su compañía y se había encontrado allí a media familia Pérez.
- No importa, de todos modos no vengo de allí. – Natalia se apoyó en el mostrador - El otro día oí decir que había por los alrededores un campamento de titiriteros y echadores de cartas y me dejé caer por allí.
- ¿Querías que te leyeran la buena ventura?
- No. No necesito que nadie me diga que en mi futuro no hay más que felicidad, eso ya lo sé. – respondió Natalia sonriente.
- ¿Entonces? – Sara estaba intrigada. Natalia raramente hacía las cosas sin ninguna intención, algo debía de querer de aquellas personas para haberse dejado caer por allí.
- Nada, solamente una niña rica del norte que se ha quedado fascinada ante ese tipo de vida.
- ¿Y?
- Y tenían un oso que sabe bailar y tocar la pandereta, y una cabra que sube por los peldaños de una escalera y baila al llegar arriba, y una mujer barbuda, pero bueno eso ya lo había visto antes, la esposa del presidente del banco con el que trabajo tiene el bigote más poblado que su marido… y me he comprado una silla de montar.
- ¿Para qué quieres otra silla de montar? Ya tienes la de nuestro amigo – dijo refiriéndose al Chato - y, por si no lo sabías, no puedes montar más de un caballo a la vez y un caballo solo puede llevar una silla al mismo tiempo. - Sara no tenía la menor idea de a dónde quería ir a parar Natalia
- Pero la silla de nuestro amigo es tan… - Natalia comenzó a hacer aspavientos con las manos – yo necesito una más sencilla.
- Y ahora tienes un caballo y dos sillas; - Sara se desesperó – Natalia, cariño, el amor te está afectando a la cabeza, ¿dónde está la mujer de negocios que yo conocía?
- No, no tengo dos sillas. No tenía dinero suficiente para comprarla.
- Me estás volviendo loca. Tú siempre llevas encima mucho más dinero del que necesitas, demasiado diría yo, además has dicho que te has comprado una silla de montar. – La media sonrisa de Natalia significaba que había hecho alguna travesura y que estaba disfrutando de ver a su prima impaciente.
- Es que estoy pensando que no he hecho un buen negocio, creo que me han timado.
- Voy a picar y te lo voy a preguntar. ¿Por qué crees que te han timado? – preguntó Sara.
- Se han ofrecido a cambiarme una silla por otra, sin que tuviese que abonarles nada más a cambio; y cuando he aceptado se han apresurado a levantar el campamento e irse sin esperar un instante.
- ¿Has cambiado la silla repujada del Chato, por una sencilla? – preguntó Sara incrédula.
- Si, ¿he hecho mal? – preguntó Natalia fingiendo preocupación. Sara comenzó a reír, no le extrañaba lo más mínimo que su prima fuera una exitosa mujer de negocios, si era capaz de llevar a unos titiriteros y echadores de cartas a su terreno, era capaz de cualquier cosa.
- Espero que el Chato no se entere.
- Había que deshacerse de la silla y lo hemos conseguido, mientras recogían el campamento les oí decir que iban a dirigirse hacia Barcelona, bien lejos de Arazana y de cualquiera que pueda reconocer esa silla. En cuanto a que no se entere… como me canse un poco, ¡se lo digo!
- ¿Qué tal con Roberto? ¿Cómo se ha tomado lo de Olmedo? – preguntó Sara más seria.
- Se ha alterado mucho, - Natalia no pudo evitar recordar el vahído de Tomás - pero le he dicho que tú ibas a hablar con don Abel y con Miguel y que esta noche nos encontraríamos de nuevo en la posada. Ha prometido no hacer nada hasta entonces. ¿Qué tal te ha ido a ti? –preguntó.
- Primero he ido a hablar con Miguel…
- ¿Qué ha pasado? – el tono triste de Sara, le hizo comprender a Natalia que algo no había salido bien.
- Lo único que le interesaba era saber cómo me había enterado, no los planes de Olmedo.
- Sara, si le dices a Miguel cómo lo has descubierto, tendrá que acusarte y detenerte. Deberías haberle dicho que era yo quien se había enterado, no soy telegrafista y no tengo obligación de guardar el secreto.
- ¿Otra mentira más? – la tristeza de Sara iba en aumento.
- Otra más. Dicen que el fin justifica los medios…, yo no lo creo – dijo Natalia pensativa – pero es reconfortante recordar esa frase cuando no tenemos justificación para algo. ¿Finalmente qué le has dicho?
- Nada, tan solo que lo había descubierto y que mientas tú se lo ibas a contar a Roberto, yo se lo iba a decir a mi padre.
- ¿Y él? ¿El gobernador qué ha dicho? ¿Él y doña Elvira…? – Natalia nunca había sido amiga de cotilleos y chismorreos, los había sufrido en carne propia y los evitaba a toda costa, pero aquello no era un cotilleo, era verdadera preocupación por la situación del matrimonio del padre de su prima.
- Parece que se van a dar una nueva oportunidad, – Sara volvió a sonreír – esperemos que no todo esté perdido.
- Verás como todo acaba bien; – la animó su prima – y, ¿sobre Olmedo?
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Capítulo 63
- Ya estoy de vuelta. – Natalia entró en la imprenta en cuanto llegó al pueblo.
- Has tardado bastante. ¿Te has entretenido con Roberto? – preguntó su prima.
- Pues si te digo la verdad… sí, me he entretenido un rato con Roberto…, y con su padre, y con su abuelo.
- Lo siento. – Sara se ponía en el lugar de Natalia, la joven había ido a advertirle de los pasos de Olmedo pero también para disfrutar un rato de su compañía y se había encontrado allí a media familia Pérez.
- No importa, de todos modos no vengo de allí. – Natalia se apoyó en el mostrador - El otro día oí decir que había por los alrededores un campamento de titiriteros y echadores de cartas y me dejé caer por allí.
- ¿Querías que te leyeran la buena ventura?
- No. No necesito que nadie me diga que en mi futuro no hay más que felicidad, eso ya lo sé. – respondió Natalia sonriente.
- ¿Entonces? – Sara estaba intrigada. Natalia raramente hacía las cosas sin ninguna intención, algo debía de querer de aquellas personas para haberse dejado caer por allí.
- Nada, solamente una niña rica del norte que se ha quedado fascinada ante ese tipo de vida.
- ¿Y?
- Y tenían un oso que sabe bailar y tocar la pandereta, y una cabra que sube por los peldaños de una escalera y baila al llegar arriba, y una mujer barbuda, pero bueno eso ya lo había visto antes, la esposa del presidente del banco con el que trabajo tiene el bigote más poblado que su marido… y me he comprado una silla de montar.
- ¿Para qué quieres otra silla de montar? Ya tienes la de nuestro amigo – dijo refiriéndose al Chato - y, por si no lo sabías, no puedes montar más de un caballo a la vez y un caballo solo puede llevar una silla al mismo tiempo. - Sara no tenía la menor idea de a dónde quería ir a parar Natalia
- Pero la silla de nuestro amigo es tan… - Natalia comenzó a hacer aspavientos con las manos – yo necesito una más sencilla.
- Y ahora tienes un caballo y dos sillas; - Sara se desesperó – Natalia, cariño, el amor te está afectando a la cabeza, ¿dónde está la mujer de negocios que yo conocía?
- No, no tengo dos sillas. No tenía dinero suficiente para comprarla.
- Me estás volviendo loca. Tú siempre llevas encima mucho más dinero del que necesitas, demasiado diría yo, además has dicho que te has comprado una silla de montar. – La media sonrisa de Natalia significaba que había hecho alguna travesura y que estaba disfrutando de ver a su prima impaciente.
- Es que estoy pensando que no he hecho un buen negocio, creo que me han timado.
- Voy a picar y te lo voy a preguntar. ¿Por qué crees que te han timado? – preguntó Sara.
- Se han ofrecido a cambiarme una silla por otra, sin que tuviese que abonarles nada más a cambio; y cuando he aceptado se han apresurado a levantar el campamento e irse sin esperar un instante.
- ¿Has cambiado la silla repujada del Chato, por una sencilla? – preguntó Sara incrédula.
- Si, ¿he hecho mal? – preguntó Natalia fingiendo preocupación. Sara comenzó a reír, no le extrañaba lo más mínimo que su prima fuera una exitosa mujer de negocios, si era capaz de llevar a unos titiriteros y echadores de cartas a su terreno, era capaz de cualquier cosa.
- Espero que el Chato no se entere.
- Había que deshacerse de la silla y lo hemos conseguido, mientras recogían el campamento les oí decir que iban a dirigirse hacia Barcelona, bien lejos de Arazana y de cualquiera que pueda reconocer esa silla. En cuanto a que no se entere… como me canse un poco, ¡se lo digo!
- ¿Qué tal con Roberto? ¿Cómo se ha tomado lo de Olmedo? – preguntó Sara más seria.
- Se ha alterado mucho, - Natalia no pudo evitar recordar el vahído de Tomás - pero le he dicho que tú ibas a hablar con don Abel y con Miguel y que esta noche nos encontraríamos de nuevo en la posada. Ha prometido no hacer nada hasta entonces. ¿Qué tal te ha ido a ti? –preguntó.
- Primero he ido a hablar con Miguel…
- ¿Qué ha pasado? – el tono triste de Sara, le hizo comprender a Natalia que algo no había salido bien.
- Lo único que le interesaba era saber cómo me había enterado, no los planes de Olmedo.
- Sara, si le dices a Miguel cómo lo has descubierto, tendrá que acusarte y detenerte. Deberías haberle dicho que era yo quien se había enterado, no soy telegrafista y no tengo obligación de guardar el secreto.
- ¿Otra mentira más? – la tristeza de Sara iba en aumento.
- Otra más. Dicen que el fin justifica los medios…, yo no lo creo – dijo Natalia pensativa – pero es reconfortante recordar esa frase cuando no tenemos justificación para algo. ¿Finalmente qué le has dicho?
- Nada, tan solo que lo había descubierto y que mientas tú se lo ibas a contar a Roberto, yo se lo iba a decir a mi padre.
- ¿Y él? ¿El gobernador qué ha dicho? ¿Él y doña Elvira…? – Natalia nunca había sido amiga de cotilleos y chismorreos, los había sufrido en carne propia y los evitaba a toda costa, pero aquello no era un cotilleo, era verdadera preocupación por la situación del matrimonio del padre de su prima.
- Parece que se van a dar una nueva oportunidad, – Sara volvió a sonreír – esperemos que no todo esté perdido.
- Verás como todo acaba bien; – la animó su prima – y, ¿sobre Olmedo?