Foro Bandolera
Como no me gusta la historia... voy y la cambio (Natalia y Roberto)
#0
27/04/2011 20:02
Como estoy bastante aburrida de que me tengan a Roberto entre rejas, aunque sean las rejas de cartón piedra del cuartel de Arazana, y de que nadie (excepto San Miguel) intente hacer nada... pues voy y lo saco yo misma.
Y como la historia parece que va dos pasitos pa´lante y tres pa´trás, pues voy y la cambio a mi gusto.
Y como a mi el que me gusta es el Rober... pues también cambio la historia.
Creo que me he metio en un ebolao del que no voy a saber salir pero bueno, todo sea por dar ideas a los guionistas de nuestros amores. Ya me direis...
_____________________________________________________________________________
Capítulo 1
Parecía un sitio tranquilo, alejado del camino, seguro que por allí no pasaba gente con regularidad. La hierba que tapizaba la orilla del río era alta y estaba sin pisar así que decidió desmontar y descansar unos minutos.
- No puedo estar ya muy lejos de ese maldito pueblo. ¿Es que no había un lugar más perdido donde esconderte Sara?- dijo en voz alta mientras ataba el caballo a uno de los árboles que extendían sus ramas sobre el agua.
Mientras estiraba los músculos, agarrotados después de tan larga jornada a caballo, vio su reflejo en el remanso que el río formaba a pocos metros de allí. Miró hacia ambos lados y, al no ver a nadie y comprobar que el caballo se alimentaba tranquilamente, sonrió y comenzó a despojarse de sus vestimentas hasta quedar en ropa interior. Se adentró en el agua hasta que ésta le llegó hasta la cintura, entonces extendió los brazos y se dejó caer hacia atrás. Movía los brazos y las piernas lo indispensable para no alejarse demasiado de la orilla y mantenerse a flote, sintiendo cómo la corriente masajeaba su cuerpo. Sabía que la ropa que aún llevaba puesta, al mojarse, dejaría al descubierto las formas de su cuerpo, pero le daba igual, además, sería demasiada casualidad que alguien pasara por allí en ese momento.
Y como la historia parece que va dos pasitos pa´lante y tres pa´trás, pues voy y la cambio a mi gusto.
Y como a mi el que me gusta es el Rober... pues también cambio la historia.
Creo que me he metio en un ebolao del que no voy a saber salir pero bueno, todo sea por dar ideas a los guionistas de nuestros amores. Ya me direis...
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Capítulo 1
Parecía un sitio tranquilo, alejado del camino, seguro que por allí no pasaba gente con regularidad. La hierba que tapizaba la orilla del río era alta y estaba sin pisar así que decidió desmontar y descansar unos minutos.
- No puedo estar ya muy lejos de ese maldito pueblo. ¿Es que no había un lugar más perdido donde esconderte Sara?- dijo en voz alta mientras ataba el caballo a uno de los árboles que extendían sus ramas sobre el agua.
Mientras estiraba los músculos, agarrotados después de tan larga jornada a caballo, vio su reflejo en el remanso que el río formaba a pocos metros de allí. Miró hacia ambos lados y, al no ver a nadie y comprobar que el caballo se alimentaba tranquilamente, sonrió y comenzó a despojarse de sus vestimentas hasta quedar en ropa interior. Se adentró en el agua hasta que ésta le llegó hasta la cintura, entonces extendió los brazos y se dejó caer hacia atrás. Movía los brazos y las piernas lo indispensable para no alejarse demasiado de la orilla y mantenerse a flote, sintiendo cómo la corriente masajeaba su cuerpo. Sabía que la ropa que aún llevaba puesta, al mojarse, dejaría al descubierto las formas de su cuerpo, pero le daba igual, además, sería demasiada casualidad que alguien pasara por allí en ese momento.
#621
26/07/2011 22:53
Ay, Xavier... ¡Qué vergüenza!
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Capítulo 40
- ¡Qué honor! La inglesa y su prima se dignan a visitar la cueva de este humilde bandolero – dijo el Chato cuando Sara y Natalia entraron en la cueva que servía de refugio a la banda. - ¿A qué debo tan importante visita?
- Chato, tengo que hablar contigo – comenzó a decir Sara, Natalia se retiró unos pasos y se apoyó en una de las paredes de la cueva.- Es por…
- ¿Y te has traído guardaespaldas? – dijo señalando con la cabeza a Natalia, pero ésta no cayó en la provocación.
- Chato, hay que disolver la banda – dijo tajante Sara.
- ¿Pero tú estás loca? ¿Quién te crees que eres? Aunque Carranza haya muerto, ésta sigue siendo su banda y ni tú ni nadie va a disolverla, ¿me oyes?
- Chato, escúchame – continuó Natalia.
- No hay nada que escuchar.
- Olmedo está cerrando el cerco, cada vez es más complicado huir tras los asaltos, en más de una ocasión nos ha puesto una trampa y hemos estado a punto de caer. ¿No te das cuenta de que la época de los bandoleros ya se ha terminado? – Esperaban que Olmedo cayese en pocos días, pero nada les aseguraba que el siguiente capitán fuera mejor que él; además, el resto de la banda había emprendido ya nuevas formas de vida, el Chato se había quedado solo.
- Me da igual lo que digas, inglesa. Bandolero soy y bandolero moriré – dijo con determinación – Además, no sé hacer otra cosa que asaltar caminos.
- Por eso no te preocupes, nosotras podemos ayudarte. – Sara vio el momento de plantearle al Chato que ellas podían facilitarle dinero necesario para que comenzase de nuevo en otro lugar.
- ¿Me estás diciendo que voy a ser un mantenido de vosotras dos? – el Chato estaba furioso con Sara y se acercaba a ella de muy malos modos.
- Te está diciendo que nosotras podemos darte dinero para que puedas comenzar de nuevo en otra parte – Natalia intercedió ante las palabras del Chato
- ¿A ti quien te ha dado vela en este entierro, sabelotodo? – el hombre se encaró entonces con Natalia - No quiero limosna de nadie. No necesito limosna de nadie.
- No es limosna, Chato. Tan solo sería una cantidad de dinero para que pudieses irte a otra parte. Natalia puede ofrecerte trabajo en el norte – Sara se arriesgó. No le había planteado a su prima esa posibilidad, pero sabía que Natalia no se negaría a darle una oportunidad al muchacho.
- ¿Hay mucho trabajo en el norte? – dijo sarcástico – No he oído nunca que haya bandoleros en el norte, guapita.
- Chato, por favor, piénsalo. No te puedes quedar solo, tienes puesto precio a tu cabeza, no puedes seguir en la sierra de Arazana – la voz de Sara sonaba suplicante.
- ¡Déjame en paz, inglesa! Carranza jamás debió dejar la banda en tus manos, estaba claro que nos ibas a traicionar. Vuelve con tu tenientucho. – El Chato salió de la cueva dejando a las dos jóvenes en su interior.
- Natalia… - dijo Sara buscando la comprensión de su prima.
- Déjalo tranquilo, sabe perfectamente que tienes razón y eso le duele. Carranza ha muerto, Marcial vive en el pueblo con Flor y Juan sigue con su doble vida, pero ahora cada vez más se centra en comportarse como el Marqués; la banda es lo más parecido a una familia que el Chato ha tenido nunca y en poco tiempo la ha perdido, necesita similar la nueva situación. – Natalia tomó del brazo a Sara y juntas salieron de la cueva.
- Voy a hablar con el gobernador – dijo Sara montando su caballo.
- ¿Le vas a decir que es tu padre?
- No. Aún no. Voy a ver si ya tiene noticias sobre lo que hablamos ayer de Olmedo.
- ¿A qué estás esperando? Desde que descubriste que… - Natalia dudó en cómo expresarse - que tus padres no eran tus padres has estado esperando este momento y ahora… Por lo que me contaste él también está sufriendo.
- Sé que está sufriendo, pero no sé cómo decírselo. Creí que tú me comprenderías, Natalia, también tienes que hablar con Roberto y no sabes ni cuándo ni cómo hacerlo.
- Lo haré…, lo haré el viernes.
- ¿Por qué esperar tanto? Ve y díselo, dile que lo amas.
- Pero, ¿y él? No puedo arriesgarme, no sería capaz de pasar ni un minuto más en Arazana si él me dijera que… - Natalia no pudo continuar la frase, era incapaz de poner en palabras sus peores temores, que Roberto no la amara.
- No temas, conozco a Roberto. Él te quiere, no lo dudes en ningún momento. – Natalia la miraba incrédula. A pesar de las noches que habían compartido ella estaba llena de dudas y temores, cómo podía su prima decir eso si ni siquiera los había visto juntos. – Habla con él cuanto antes, no pierdas más el tiempo – y dicho eso, Sara espoleó a su caballo dejando a Natalia sola frente a la cueva de los bandoleros, pensando en si no sería mejor aclarar la situación con Roberto de una vez por todas y acabar con el sufrimiento.
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Capítulo 40
- ¡Qué honor! La inglesa y su prima se dignan a visitar la cueva de este humilde bandolero – dijo el Chato cuando Sara y Natalia entraron en la cueva que servía de refugio a la banda. - ¿A qué debo tan importante visita?
- Chato, tengo que hablar contigo – comenzó a decir Sara, Natalia se retiró unos pasos y se apoyó en una de las paredes de la cueva.- Es por…
- ¿Y te has traído guardaespaldas? – dijo señalando con la cabeza a Natalia, pero ésta no cayó en la provocación.
- Chato, hay que disolver la banda – dijo tajante Sara.
- ¿Pero tú estás loca? ¿Quién te crees que eres? Aunque Carranza haya muerto, ésta sigue siendo su banda y ni tú ni nadie va a disolverla, ¿me oyes?
- Chato, escúchame – continuó Natalia.
- No hay nada que escuchar.
- Olmedo está cerrando el cerco, cada vez es más complicado huir tras los asaltos, en más de una ocasión nos ha puesto una trampa y hemos estado a punto de caer. ¿No te das cuenta de que la época de los bandoleros ya se ha terminado? – Esperaban que Olmedo cayese en pocos días, pero nada les aseguraba que el siguiente capitán fuera mejor que él; además, el resto de la banda había emprendido ya nuevas formas de vida, el Chato se había quedado solo.
- Me da igual lo que digas, inglesa. Bandolero soy y bandolero moriré – dijo con determinación – Además, no sé hacer otra cosa que asaltar caminos.
- Por eso no te preocupes, nosotras podemos ayudarte. – Sara vio el momento de plantearle al Chato que ellas podían facilitarle dinero necesario para que comenzase de nuevo en otro lugar.
- ¿Me estás diciendo que voy a ser un mantenido de vosotras dos? – el Chato estaba furioso con Sara y se acercaba a ella de muy malos modos.
- Te está diciendo que nosotras podemos darte dinero para que puedas comenzar de nuevo en otra parte – Natalia intercedió ante las palabras del Chato
- ¿A ti quien te ha dado vela en este entierro, sabelotodo? – el hombre se encaró entonces con Natalia - No quiero limosna de nadie. No necesito limosna de nadie.
- No es limosna, Chato. Tan solo sería una cantidad de dinero para que pudieses irte a otra parte. Natalia puede ofrecerte trabajo en el norte – Sara se arriesgó. No le había planteado a su prima esa posibilidad, pero sabía que Natalia no se negaría a darle una oportunidad al muchacho.
- ¿Hay mucho trabajo en el norte? – dijo sarcástico – No he oído nunca que haya bandoleros en el norte, guapita.
- Chato, por favor, piénsalo. No te puedes quedar solo, tienes puesto precio a tu cabeza, no puedes seguir en la sierra de Arazana – la voz de Sara sonaba suplicante.
- ¡Déjame en paz, inglesa! Carranza jamás debió dejar la banda en tus manos, estaba claro que nos ibas a traicionar. Vuelve con tu tenientucho. – El Chato salió de la cueva dejando a las dos jóvenes en su interior.
- Natalia… - dijo Sara buscando la comprensión de su prima.
- Déjalo tranquilo, sabe perfectamente que tienes razón y eso le duele. Carranza ha muerto, Marcial vive en el pueblo con Flor y Juan sigue con su doble vida, pero ahora cada vez más se centra en comportarse como el Marqués; la banda es lo más parecido a una familia que el Chato ha tenido nunca y en poco tiempo la ha perdido, necesita similar la nueva situación. – Natalia tomó del brazo a Sara y juntas salieron de la cueva.
- Voy a hablar con el gobernador – dijo Sara montando su caballo.
- ¿Le vas a decir que es tu padre?
- No. Aún no. Voy a ver si ya tiene noticias sobre lo que hablamos ayer de Olmedo.
- ¿A qué estás esperando? Desde que descubriste que… - Natalia dudó en cómo expresarse - que tus padres no eran tus padres has estado esperando este momento y ahora… Por lo que me contaste él también está sufriendo.
- Sé que está sufriendo, pero no sé cómo decírselo. Creí que tú me comprenderías, Natalia, también tienes que hablar con Roberto y no sabes ni cuándo ni cómo hacerlo.
- Lo haré…, lo haré el viernes.
- ¿Por qué esperar tanto? Ve y díselo, dile que lo amas.
- Pero, ¿y él? No puedo arriesgarme, no sería capaz de pasar ni un minuto más en Arazana si él me dijera que… - Natalia no pudo continuar la frase, era incapaz de poner en palabras sus peores temores, que Roberto no la amara.
- No temas, conozco a Roberto. Él te quiere, no lo dudes en ningún momento. – Natalia la miraba incrédula. A pesar de las noches que habían compartido ella estaba llena de dudas y temores, cómo podía su prima decir eso si ni siquiera los había visto juntos. – Habla con él cuanto antes, no pierdas más el tiempo – y dicho eso, Sara espoleó a su caballo dejando a Natalia sola frente a la cueva de los bandoleros, pensando en si no sería mejor aclarar la situación con Roberto de una vez por todas y acabar con el sufrimiento.
#622
26/07/2011 23:01
Bravo Roberta.
Esto deseando que Sara le cuente la verdad al Gobernador.Interesante y precioso, como siempre
Esto deseando que Sara le cuente la verdad al Gobernador.Interesante y precioso, como siempre
#623
27/07/2011 00:03
Ay, Roberta, por Dios, hazle caso a Sara y que estos dos hablen de una vez, que nos tienes en ascuas.
#624
27/07/2011 02:03
Es verdad roberto y natalia tienen que hablar de lo que sienten el uno por el otro.......... AMOR!!!!!!!!!!!
chato escucha a las Reeves.................
gracias roberta
chato escucha a las Reeves.................
gracias roberta
#625
27/07/2011 12:07
roberta tu historia es sublime, me encanta
#626
27/07/2011 21:07
A ver si os gusta... todo por tener a mis chic@s content@s, (Xavier, no me olvido de vosotros)
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Capítulo 41
Natalia desmontó al llegar a un alto desde el cual se divisaban las tierras de Roberto. Allí estaba él, trabajando en su tierra, intentando sacar algún provecho de aquel espacio que tan pobre aspecto presentaba. Debía ser muy frustrante el no ver progresos a pesar de los esfuerzos realizados, ella estaba acostumbrada a trabajar, a luchar, pero de otra forma. Su mundo eran los despachos elegantes, las reuniones con políticos y banqueros, los negocios a lo grande, no intentar arrancarle a la tierra lo mínimo imprescindible para salir adelante subsistiendo un día más de cualquier manera. Se admiraba del tesón y la constancia que Roberto empleaba en su trabajo; cualquier otro hubiese tomado el camino más sencillo, abandonar y conseguir otro trabajo o trabajar para otro, sin preocupaciones, pero Roberto no era así, deseaba ser independiente, no deberle nada a nadie, ni siquiera a ella. Después de un tiempo observándole se decidió a bajar de su mirador y acercársele.
- Buenos días. – Natalia había atado su caballo en unos árboles cercanos y se acercaba rodeando las tierras de Roberto.
- Buenos días. ¿No te vas a acercar más? – preguntó él al ver que ella se quedaba en el borde del terreno removido.
- No quiero pisar donde no debo.
- Ven – dijo él tendiéndole la mano.
Natalia se acercó caminando con cuidado, intentando pisar entre los surcos para no desbaratar el trabajo que tanto le costaba hacer a Roberto. Cuando por fin llegó al lado del hombre al que amaba tomó la mano que él aún le tendía, era maravilloso sentirlo, aunque solo fuese un contacto inocente como tomarse de la mano.
- Te he echado de menos – dijo Roberto en un susurro mientras entrelazaba los dedos de su mano con los de la mano de Natalia para llevarla así hacia él y poder rodearla por la cintura.
- Yo también a ti – dijo Natalia sonriendo. Aquellas palabras llenaron a Natalia de esperanza, Roberto la había echado de menos, había pensado en ella mientras trabajaba, ella era importante para él más allá de los momentos que pasaban juntos en la cama.
Roberto alzó la mano que tenía libre y acarició la mejilla de Natalia, aunque al instante se dio cuenta de que su mano estaba sucia y había dejado rastros de tierra en la cara de la joven y se apresuró a quitarla. Natalia reaccionó con rapidez y se lo impidió colocando la suya encima y reteniéndola allí, no le importaba lo más mínimo si la había ensuciado o no, solo le importaba que Roberto la estaba acariciando. Emocionado ante tal gesto, Roberto se acercó y la besó. Era maravilloso poder besarla en cualquier otro lugar que no fuera la privacidad de su dormitorio; ojalá encontrara el valor suficiente como para acercarse a ella frente al mundo y demostrarle su amor.
- ¿Qué estabas haciendo? – preguntó Natalia sonrojada cuando Roberto liberó sus labios.
- Estaba sembrando, – respondió él soltando la mano con la que la sostenía por la cintura y llevándola a la bolsa que colgaba de su costado – trigo – aclaró.
- ¿Puedo ayudarte? – estaban hablando del trabajo, de la tierra, pero no podían dejar de mirarse a los ojos y sonreír.
- No, no quiero que te ensucies – y volvió a besarla, esta vez en el cuello.
- No me importa. – dijo ella buscando su boca. Aprovechó que Roberto estaba distraido besándola para introducir una de sus manos en la bolsa y tomar un puñado de semillas. – Dime cómo lo hago – dijo ella alejándose un par de pasos y mostrándole la mano llena de cereal – Vamos, dime cómo he de hacerlo. – insistió.
Roberto se rió ante semejante ocurrencia, una señorita como ella le estaba pidiendo que le enseñara a sembrar trigo, realmente parecía que estaba interesada, no solo era un juego o un capricho.
- ¿A qué esperas? – rió ella – Ya sé, tienes miedo a que lo haga mejor que tú, – se burló de él.- tienes miedo a que le señoritinga lo haga mejor que el avezado jornalero – dijo con retintín.
- De acuerdo… pero después no vengas con que te duele la espalda, está cansada o te aburres.- Natalia negó con la cabeza mientras seguía sonriendo. – Ven aquí – Natalia obedeció y se colocó a su lado, en silencio, atenta a las instrucciones de Roberto – Toma tres o cuatro semillas, échalas en la parte baja del surco, – Natalia lo hizo – ahora echa tierra con el pie sobre las semillas. – La joven se subió un poco la falda, lo suficiente como para dejar a la vista sus botines y empujó la tierra con el pie – Ahora das un paso hacia atrás… - prosiguió Roberto – y comienzas de nuevo.
- Es muy fácil, – dijo Natalia – aunque un poco engorroso con esta falda. Sujeta esto un momento – y le puso a Roberto las semillas en las manos.
- ¿Ya te has cansado? – la picó él.
Natalia le sacó la lengua en un gesto de burla mientras tomaba la falda por su parte delantera y la sujetaba con el cinturón que ceñía su cintura.
- Tú con pantalones lo tienes más sencillo, ojalá pudiéramos llevarlos las mujeres; no te puedes ni imaginar lo incómodos que son los vestidos. – protestó, más para sí misma que para su acompañante.
- Si quieres puedes quitarte la falda, - dijo Roberto con tono pícaro – yo no voy a obligarte a que estés incómoda.
- ¡Qué comprensivo eres! – dijo ella besándolo de nuevo. Le gustaba mucho bromear con Roberto pero sobre todo, que él siguiese sus bromas. – Bien, déjame probar – dijo tomando de nuevo las semillas de sus manos. – Se cogen tres semillas, se echan en la parte baja del surco y se tapan con el pie. Paso atrás. Se cogen tres semillas, se echan en la parte baja del surco y se tapan con el pie. Paso atrás. ¡Esto es como bailar, sólo hay que coger el ritmo! Se cogen tres semillas, se… ¡Vamos!, ¿qué haces ahí mirando? Las semillas no se van a plantar solitas y yo tan solo estoy aprendiendo.
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Capítulo 41
Natalia desmontó al llegar a un alto desde el cual se divisaban las tierras de Roberto. Allí estaba él, trabajando en su tierra, intentando sacar algún provecho de aquel espacio que tan pobre aspecto presentaba. Debía ser muy frustrante el no ver progresos a pesar de los esfuerzos realizados, ella estaba acostumbrada a trabajar, a luchar, pero de otra forma. Su mundo eran los despachos elegantes, las reuniones con políticos y banqueros, los negocios a lo grande, no intentar arrancarle a la tierra lo mínimo imprescindible para salir adelante subsistiendo un día más de cualquier manera. Se admiraba del tesón y la constancia que Roberto empleaba en su trabajo; cualquier otro hubiese tomado el camino más sencillo, abandonar y conseguir otro trabajo o trabajar para otro, sin preocupaciones, pero Roberto no era así, deseaba ser independiente, no deberle nada a nadie, ni siquiera a ella. Después de un tiempo observándole se decidió a bajar de su mirador y acercársele.
- Buenos días. – Natalia había atado su caballo en unos árboles cercanos y se acercaba rodeando las tierras de Roberto.
- Buenos días. ¿No te vas a acercar más? – preguntó él al ver que ella se quedaba en el borde del terreno removido.
- No quiero pisar donde no debo.
- Ven – dijo él tendiéndole la mano.
Natalia se acercó caminando con cuidado, intentando pisar entre los surcos para no desbaratar el trabajo que tanto le costaba hacer a Roberto. Cuando por fin llegó al lado del hombre al que amaba tomó la mano que él aún le tendía, era maravilloso sentirlo, aunque solo fuese un contacto inocente como tomarse de la mano.
- Te he echado de menos – dijo Roberto en un susurro mientras entrelazaba los dedos de su mano con los de la mano de Natalia para llevarla así hacia él y poder rodearla por la cintura.
- Yo también a ti – dijo Natalia sonriendo. Aquellas palabras llenaron a Natalia de esperanza, Roberto la había echado de menos, había pensado en ella mientras trabajaba, ella era importante para él más allá de los momentos que pasaban juntos en la cama.
Roberto alzó la mano que tenía libre y acarició la mejilla de Natalia, aunque al instante se dio cuenta de que su mano estaba sucia y había dejado rastros de tierra en la cara de la joven y se apresuró a quitarla. Natalia reaccionó con rapidez y se lo impidió colocando la suya encima y reteniéndola allí, no le importaba lo más mínimo si la había ensuciado o no, solo le importaba que Roberto la estaba acariciando. Emocionado ante tal gesto, Roberto se acercó y la besó. Era maravilloso poder besarla en cualquier otro lugar que no fuera la privacidad de su dormitorio; ojalá encontrara el valor suficiente como para acercarse a ella frente al mundo y demostrarle su amor.
- ¿Qué estabas haciendo? – preguntó Natalia sonrojada cuando Roberto liberó sus labios.
- Estaba sembrando, – respondió él soltando la mano con la que la sostenía por la cintura y llevándola a la bolsa que colgaba de su costado – trigo – aclaró.
- ¿Puedo ayudarte? – estaban hablando del trabajo, de la tierra, pero no podían dejar de mirarse a los ojos y sonreír.
- No, no quiero que te ensucies – y volvió a besarla, esta vez en el cuello.
- No me importa. – dijo ella buscando su boca. Aprovechó que Roberto estaba distraido besándola para introducir una de sus manos en la bolsa y tomar un puñado de semillas. – Dime cómo lo hago – dijo ella alejándose un par de pasos y mostrándole la mano llena de cereal – Vamos, dime cómo he de hacerlo. – insistió.
Roberto se rió ante semejante ocurrencia, una señorita como ella le estaba pidiendo que le enseñara a sembrar trigo, realmente parecía que estaba interesada, no solo era un juego o un capricho.
- ¿A qué esperas? – rió ella – Ya sé, tienes miedo a que lo haga mejor que tú, – se burló de él.- tienes miedo a que le señoritinga lo haga mejor que el avezado jornalero – dijo con retintín.
- De acuerdo… pero después no vengas con que te duele la espalda, está cansada o te aburres.- Natalia negó con la cabeza mientras seguía sonriendo. – Ven aquí – Natalia obedeció y se colocó a su lado, en silencio, atenta a las instrucciones de Roberto – Toma tres o cuatro semillas, échalas en la parte baja del surco, – Natalia lo hizo – ahora echa tierra con el pie sobre las semillas. – La joven se subió un poco la falda, lo suficiente como para dejar a la vista sus botines y empujó la tierra con el pie – Ahora das un paso hacia atrás… - prosiguió Roberto – y comienzas de nuevo.
- Es muy fácil, – dijo Natalia – aunque un poco engorroso con esta falda. Sujeta esto un momento – y le puso a Roberto las semillas en las manos.
- ¿Ya te has cansado? – la picó él.
Natalia le sacó la lengua en un gesto de burla mientras tomaba la falda por su parte delantera y la sujetaba con el cinturón que ceñía su cintura.
- Tú con pantalones lo tienes más sencillo, ojalá pudiéramos llevarlos las mujeres; no te puedes ni imaginar lo incómodos que son los vestidos. – protestó, más para sí misma que para su acompañante.
- Si quieres puedes quitarte la falda, - dijo Roberto con tono pícaro – yo no voy a obligarte a que estés incómoda.
- ¡Qué comprensivo eres! – dijo ella besándolo de nuevo. Le gustaba mucho bromear con Roberto pero sobre todo, que él siguiese sus bromas. – Bien, déjame probar – dijo tomando de nuevo las semillas de sus manos. – Se cogen tres semillas, se echan en la parte baja del surco y se tapan con el pie. Paso atrás. Se cogen tres semillas, se echan en la parte baja del surco y se tapan con el pie. Paso atrás. ¡Esto es como bailar, sólo hay que coger el ritmo! Se cogen tres semillas, se… ¡Vamos!, ¿qué haces ahí mirando? Las semillas no se van a plantar solitas y yo tan solo estoy aprendiendo.
#627
27/07/2011 21:08
(sigamos)
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Roberto rió de nuevo y se puso a su lado a trabajar, siguiendo el ritmo marcado por ella: tomar las semillas, echarlas y taparlas con el pie; así una y otra vez hasta que llegaron a un lateral del campo. Entonces se miraron, Natalia tomó otro puñado de trigo y giraron, siguiendo un nuevo par de surcos. De ese modo permanecieron un buen rato hasta que Roberto hizo que se detuviera.
- ¿Qué ocurre? ¿Por qué haces que me detenga? – preguntó asombrada
- ¿No tienes hambre? – preguntó él limpiándose el sudor de la frente con la manga de su camisa.
- ¿Ya es hora de comer? – Natalia estaba sonrojada, tanto por el trabajo que había realizado como por haberlo realizado bajo el sol, sin ningún tipo de protección.
- Si, llevas más de dos horas trabajando bajo el sol – Roberto tomó las semillas que Natalia aún guardaba en sus manos y las devolvió al morral.
- Pues no estoy cansada en absoluto – Natalia tomó a Roberto de la cintura y depositó un tierno beso en sus labios.
- Ya veremos si no cambias de opinión después de descansar un rato. - Roberto devolvió el abrazo con fuerza, estaba muy orgulloso de ella – Cuando se enfríen tus músculos no vas a poder ponerte en pie siquiera.
- ¿Pero tú que te has pensado? – dijo Natalia haciéndose la ofendida – Aquí donde me ves soy mucho más fuerte de lo que parece. ¿Crees que podría ganarme la vida como jornalera? – Natalia le quitó a Roberto el pañuelo que llevaba en la cabeza y se lo puso ella.
- Trae ese pañuelo, esta sucio y sudado – Roberto intentó quitárselo, pero ella se lo pasaba de una mano a otra jugando con él. Ambos sabían que si Roberto realmente quisiera, podría quitarle a Natalia el pañuelo en pocos segundos, era más grande y más fuerte que ella, pero aquél era uno más de los juegos que compartían.
- No, es mío; es mi pago por el trabajo de estas horas.
- Bueno, - dijo Roberto dándose la vuelta y comenzando a caminar alejándose de ella – yo tenía pensado pagarte de otro modo, pero si lo que deseas es ese pañuelo…
- Espera, - Natalia salió tras Roberto a paso apresurado; sabía que él bromeaba, ella jamás le hubiese pedido un pago por su ayuda y él jamás se lo hubiese ofrecido, por esa razón le intrigaba saber lo que pasaba por la imaginación de Roberto. - ¿Qué es lo que tenías pensado pagarme? – dijo, obligándole a detenerse cuando se cruzó en su camino y se cruzó de brazos frente a él.
- No importa, si lo que quieres es el pañuelo, puedes quedarte con él. – dijo Roberto y siguió caminando, dejando a Natalia atrás
- Espera, quiero saberlo. – Natalia estaba intrigada.
Roberto sonrió pensando en lo que iba a hacer, pero antes de volverse para mirar a Natalia a la cara, volvió a componer un gesto serio.
- Esto es lo que tenía pensado – y, dejando la bolsa con las semillas a un lado, tomó a Natalia por la cintura y la besó. - ¿Qué te parece? – Natalia era feliz cada vez que Roberto y ella se besaban, pero le siguió el juego.
- Me parece poco pago para trabajo tan duro, creo que me merezco algo más… - y fue ella la que lo besó en aquel momento. Fueron uno, dos, tres… varios besos los que intercambiaron, cualquier excusa era buena para besarse o acariciarse, para estar juntos.
- Entonces…, - dijo Roberto al oído de Natalia entre beso y beso – esto es mío de nuevo. – El muchacho le quitó el pañuelo de las manos y estiró el brazo hacia arriba de modo que Natalia no pudiese alcanzarlo.
- No, devuélvemelo, es mi trofeo. – Natalia reía y saltaba tratando de alcanzar el botín que asía la mano de Roberto.
- Creía que yo era tu trofeo – dijo el joven.
- Tú no eres mi trofeo, eres mi vida, eres… mi amor. – Natalia no había pensado decírselo así, quería que todo fuera más romántico, especial, un momento para recordar el resto de sus vidas. Sin embargo estaban en el terruño, jugando con un pedazo de tela sucio y aquellas palabras habían salido de su corazón sin pretenderlo, sin pensar. – Te quiero.
- Yo también te quiero, Natalia. – Roberto bajó el brazo en el que tenía el pañuelo, conmocionado ante las palabras de la joven, ella le correspondía. Lo sospechaba por la pasión y la ternura con las que cada noche se abandonaba en sus brazos; pero oírlo, tener la certeza de haberlo escuchado de sus labios, era algo totalmente distinto. – Te quiero, – gritó mientras la tomaba en sus brazos y volvía a besarla – te quiero – repitió, esta vez a su oído mientras sus ojos se llenaban de lágrimas de felicidad que pugnaban por salir.
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Roberto rió de nuevo y se puso a su lado a trabajar, siguiendo el ritmo marcado por ella: tomar las semillas, echarlas y taparlas con el pie; así una y otra vez hasta que llegaron a un lateral del campo. Entonces se miraron, Natalia tomó otro puñado de trigo y giraron, siguiendo un nuevo par de surcos. De ese modo permanecieron un buen rato hasta que Roberto hizo que se detuviera.
- ¿Qué ocurre? ¿Por qué haces que me detenga? – preguntó asombrada
- ¿No tienes hambre? – preguntó él limpiándose el sudor de la frente con la manga de su camisa.
- ¿Ya es hora de comer? – Natalia estaba sonrojada, tanto por el trabajo que había realizado como por haberlo realizado bajo el sol, sin ningún tipo de protección.
- Si, llevas más de dos horas trabajando bajo el sol – Roberto tomó las semillas que Natalia aún guardaba en sus manos y las devolvió al morral.
- Pues no estoy cansada en absoluto – Natalia tomó a Roberto de la cintura y depositó un tierno beso en sus labios.
- Ya veremos si no cambias de opinión después de descansar un rato. - Roberto devolvió el abrazo con fuerza, estaba muy orgulloso de ella – Cuando se enfríen tus músculos no vas a poder ponerte en pie siquiera.
- ¿Pero tú que te has pensado? – dijo Natalia haciéndose la ofendida – Aquí donde me ves soy mucho más fuerte de lo que parece. ¿Crees que podría ganarme la vida como jornalera? – Natalia le quitó a Roberto el pañuelo que llevaba en la cabeza y se lo puso ella.
- Trae ese pañuelo, esta sucio y sudado – Roberto intentó quitárselo, pero ella se lo pasaba de una mano a otra jugando con él. Ambos sabían que si Roberto realmente quisiera, podría quitarle a Natalia el pañuelo en pocos segundos, era más grande y más fuerte que ella, pero aquél era uno más de los juegos que compartían.
- No, es mío; es mi pago por el trabajo de estas horas.
- Bueno, - dijo Roberto dándose la vuelta y comenzando a caminar alejándose de ella – yo tenía pensado pagarte de otro modo, pero si lo que deseas es ese pañuelo…
- Espera, - Natalia salió tras Roberto a paso apresurado; sabía que él bromeaba, ella jamás le hubiese pedido un pago por su ayuda y él jamás se lo hubiese ofrecido, por esa razón le intrigaba saber lo que pasaba por la imaginación de Roberto. - ¿Qué es lo que tenías pensado pagarme? – dijo, obligándole a detenerse cuando se cruzó en su camino y se cruzó de brazos frente a él.
- No importa, si lo que quieres es el pañuelo, puedes quedarte con él. – dijo Roberto y siguió caminando, dejando a Natalia atrás
- Espera, quiero saberlo. – Natalia estaba intrigada.
Roberto sonrió pensando en lo que iba a hacer, pero antes de volverse para mirar a Natalia a la cara, volvió a componer un gesto serio.
- Esto es lo que tenía pensado – y, dejando la bolsa con las semillas a un lado, tomó a Natalia por la cintura y la besó. - ¿Qué te parece? – Natalia era feliz cada vez que Roberto y ella se besaban, pero le siguió el juego.
- Me parece poco pago para trabajo tan duro, creo que me merezco algo más… - y fue ella la que lo besó en aquel momento. Fueron uno, dos, tres… varios besos los que intercambiaron, cualquier excusa era buena para besarse o acariciarse, para estar juntos.
- Entonces…, - dijo Roberto al oído de Natalia entre beso y beso – esto es mío de nuevo. – El muchacho le quitó el pañuelo de las manos y estiró el brazo hacia arriba de modo que Natalia no pudiese alcanzarlo.
- No, devuélvemelo, es mi trofeo. – Natalia reía y saltaba tratando de alcanzar el botín que asía la mano de Roberto.
- Creía que yo era tu trofeo – dijo el joven.
- Tú no eres mi trofeo, eres mi vida, eres… mi amor. – Natalia no había pensado decírselo así, quería que todo fuera más romántico, especial, un momento para recordar el resto de sus vidas. Sin embargo estaban en el terruño, jugando con un pedazo de tela sucio y aquellas palabras habían salido de su corazón sin pretenderlo, sin pensar. – Te quiero.
- Yo también te quiero, Natalia. – Roberto bajó el brazo en el que tenía el pañuelo, conmocionado ante las palabras de la joven, ella le correspondía. Lo sospechaba por la pasión y la ternura con las que cada noche se abandonaba en sus brazos; pero oírlo, tener la certeza de haberlo escuchado de sus labios, era algo totalmente distinto. – Te quiero, – gritó mientras la tomaba en sus brazos y volvía a besarla – te quiero – repitió, esta vez a su oído mientras sus ojos se llenaban de lágrimas de felicidad que pugnaban por salir.
#628
27/07/2011 21:37
Por Dios, Roberta, que escena tan hermosa, que dulzura, que romanticismo, que ENVIDIA............
Me encanta, me encanta. ¿Nos darás un poquito más hoy?
Me encanta, me encanta. ¿Nos darás un poquito más hoy?
#629
27/07/2011 22:19
Qué bonitaaaaaaa escena Roberta!!!
#630
27/07/2011 22:22
Por fin............. roberta se animan a decirse lo que sienten el uno por el otro!!!!!!!!!!!!
gracias
gracias
#631
27/07/2011 22:27
Roberta que dulce, precioso
#632
28/07/2011 02:18
Preciosísimo Roberta.
Me encanta. Ya era hora de que se lo dijeran
Me encanta. Ya era hora de que se lo dijeran
#633
28/07/2011 08:18
Roberta,una mujer vea llorar a un hombre de felicidad,de amor correspondido....pasa poquito poquito.....leerlo en tu relato.....sublime
#634
28/07/2011 09:18
Robertaaaaaaaaaaaaaaaaa.... ¿Cómo pudo escapárseme esto ayer por la noche???
¡Qué escena tan preciosa!!! Me ha emocionado...
Te mereces una OVACIÓN
Me encanta la manera en la que has descrito la escena, el tonteo, el jugueteo que estos dos se traen, no pueden parar de picarse, bromear el uno con el otro... hasta que finalemente se han dicho lo que tanto tiempo llevaban anhelando escuchar de boca del otro ¡que se quieren!!!
Y esas lágrimas en los ojos de Roberto...
Ay, mira que tengo un hambre que me muero, pero el burrito Mantecao va a sacrificar el desayuno y mira que me espera un buen plato de alfalfa para volver a leer el relato.
ROBERTA, GRACIAS, GRACIAS Y GRACIAS... ¡QUÉ DESPERTAR TAN ALEGRE ME HAS BRINDADO!!!
¡Qué escena tan preciosa!!! Me ha emocionado...
Te mereces una OVACIÓN
Me encanta la manera en la que has descrito la escena, el tonteo, el jugueteo que estos dos se traen, no pueden parar de picarse, bromear el uno con el otro... hasta que finalemente se han dicho lo que tanto tiempo llevaban anhelando escuchar de boca del otro ¡que se quieren!!!
Y esas lágrimas en los ojos de Roberto...
Ay, mira que tengo un hambre que me muero, pero el burrito Mantecao va a sacrificar el desayuno y mira que me espera un buen plato de alfalfa para volver a leer el relato.
ROBERTA, GRACIAS, GRACIAS Y GRACIAS... ¡QUÉ DESPERTAR TAN ALEGRE ME HAS BRINDADO!!!
#635
28/07/2011 09:34
Roberta,a ellos ,a mí,nos hace muy bien,requetebien,todos,toditos,tus relatos....aprendemos.....
Martahazarista,no es raro,ver a un hombre llorar.Miguel Romero,es ejemplo.
Martahazarista,no es raro,ver a un hombre llorar.Miguel Romero,es ejemplo.
#636
29/07/2011 23:37
Ay Xavier... una cosa es ver llorar a Miguel Romero o a Roberto Pérez... pero en la vida real ya es mucho más complicado.
No cuenta cuando perdeis un partido, ¿vale?
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Capítulo 42
- ¿Ves?, te dije que no era buena idea volver a molestar a Roberto Pérez – Margarita se volvió hacia su amiga.
- No les estamos molestando, ni siquiera saben que estamos aquí. No lo sabrían aunque estuviésemos a dos metros de ellos – dijo Eugenia sonriente.
- Precisamente por eso, me parece indecente estar observándoles cuando están… - Margarita se sentía incómoda ante la situación.
- ¿Felices? – preguntó Eugenia.
- Besándose – dijo Margarita en voz baja.
- No seas mojigata, Margarita. – comentó Eugenia sonriendo - Por cierto, debo felicitarte, lo que estamos presenciando corrobora tu teoría de que Roberto está enamorado de la señorita Reeves.
- Muchas gracias por el cumplido; pero, ¿podemos irnos ya? ¿Antes de que nos descubran?
- Vámonos. – consintió finalmente Eugenia.
No eran las únicas personas que habían presenciado la escena, Cosme se acercaba al terreno de su nieto para llevarle el almuerzo cuando observó lo que acababa de ocurrir. Los vio tomarse de la cintura tras el trabajo, jugar con el pañuelo, y besarse apasionadamente; incluso pudo distinguir las palabras del joven cuando gritó que la quería. Para Cosme la felicidad de su nieto era una de las cosas más importantes de la vida y esperaba y deseaba, que la encontrase junto a una buena mujer que lo correspondiera, pero no estaba seguro de que Natalia fuese esa mujer. No tenía nada en su contra como persona, es más, le gustaba su fuerza y su determinación ante la vida. Una mujer así sería la compañera perfecta para un hombre como su nieto Roberto, un hombre decidido, defensor de los débiles que se enfrentaba a las injusticias que veía. El problema era que pertenecían a mundos muy diferentes: la alta sociedad económica del norte de España y la pobreza de los jornaleros del sur. Necesitaba hablar con Roberto, escuchar sus sentimientos, ver hasta qué punto sería capaz de sacrificarse por continuar la relación que mantenía con ella o sin tan solo era algo pasajero. Tenía que pensar cómo plantearle la cuestión, debía hacerlo con cuidado pues no quería influenciarlo ni en un sentido ni en el opuesto.
- ¡Mecagüen mi estampa! ¿Pero quiénes se habrán creído que son estas dos para mangonearme así? Al Chato nadie le dice lo que tiene que hacer con su vida… y mucho menos estas dos ricachonas – el Chato vagaba por la sierra muy enojado. Sabía perfectamente que Sara y Natalia tenían razón; en los últimos años había visto como la Guardia Civil había puesto cerco y capturado muchas partidas de bandoleros, acabando con casi todos ellos. Además, últimamente, los transportes iban muy bien custodiados y los que no lo iban era porque nada de valor había en ellos. – ¡Y encima querrán que les dé las gracias! Pues pueden esperar sentadas sobre sus bonitos traseros. El Chato no se vende al mejor postor, el Chato es un bandolero de los pies a la cabeza.
El Chato seguía despotricando contra las Reeves cuando vio dos presas fáciles de cazar, Eugenia Montoro y Margarita Guerra, quienes paseaban tranquilamente ajenas al bandolero que las acechaba.
- Se van a enterar de si la época de los bandoleros ha terminado o no. – El Chato se cubrió la cara con el pañuelo y se acercó a las jóvenes.
- Se les veía muy felices, ¿verdad? – comentó Eugenia con la mirada perdida.
- ¿De quiénes estás hablando? – preguntó Margarita
- De Natalia y Roberto, mujer, ¿de quiénes voy a hablar si no? Decía que parecían muy felices. – insistió Eugenia.
- No lo sé, estábamos demasiado lejos como para apreciar nada.
- Si estábamos tan lejos, ¿cómo es que te daba tanta vergüenza estar allí? – se burló Eugenia.
- Eugenia, por favor, ¿te importaría cambiar de tema de conversación?
Eugenia rió divertida burlándose de su amiga y espoleó el caballo haciendo que éste echara a correr.
- Eugenia, detente. – gritó Margarita. A la joven le gustaba pasear a caballo, pero no correr, nunca se había sentido cómoda montando a la amazona y ver a Eugenia correr de semejante manera la ponía nerviosa. – Eugenia, por favor.
Al escuchar la voz de su amiga, Eugenia volvió la cabeza un instante, lo suficiente como para perder de vista el camino y no darse cuenta de que tomaba una curva peligrosa. Cuando giró de nuevo la cabeza fue demasiado tarde para recuperar la trayectoria y, asustada, tiró de las riendas. Este gesto hizo que el caballo se asustara y, en lugar de parar, acelerase el paso, totalmente sin control. Eugenia se asustó mucho cuando se dio cuenta de que su caballo no la obedecía y de que, a semejante velocidad, en pocos instantes caería de la silla.; se asió con fuerza a las riendas, cerró los ojos, y rezó todo lo que supo pidiendo que algo hiciese parar al equino. De pronto, escuchó el ruido de otro caballo que se acercaba al galope, muy asustada no quiso siquiera mirar y mantuvo la cabeza gacha y los ojos cerrados; poco después oyó unas palabras.
- Cuando yo le diga, suelte las riendas y agárrese a mí. - Instantes después sintió una mano en su cintura y oyó que alguien gritaba muy cerca de ella.
- Ahora.
No cuenta cuando perdeis un partido, ¿vale?
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Capítulo 42
- ¿Ves?, te dije que no era buena idea volver a molestar a Roberto Pérez – Margarita se volvió hacia su amiga.
- No les estamos molestando, ni siquiera saben que estamos aquí. No lo sabrían aunque estuviésemos a dos metros de ellos – dijo Eugenia sonriente.
- Precisamente por eso, me parece indecente estar observándoles cuando están… - Margarita se sentía incómoda ante la situación.
- ¿Felices? – preguntó Eugenia.
- Besándose – dijo Margarita en voz baja.
- No seas mojigata, Margarita. – comentó Eugenia sonriendo - Por cierto, debo felicitarte, lo que estamos presenciando corrobora tu teoría de que Roberto está enamorado de la señorita Reeves.
- Muchas gracias por el cumplido; pero, ¿podemos irnos ya? ¿Antes de que nos descubran?
- Vámonos. – consintió finalmente Eugenia.
No eran las únicas personas que habían presenciado la escena, Cosme se acercaba al terreno de su nieto para llevarle el almuerzo cuando observó lo que acababa de ocurrir. Los vio tomarse de la cintura tras el trabajo, jugar con el pañuelo, y besarse apasionadamente; incluso pudo distinguir las palabras del joven cuando gritó que la quería. Para Cosme la felicidad de su nieto era una de las cosas más importantes de la vida y esperaba y deseaba, que la encontrase junto a una buena mujer que lo correspondiera, pero no estaba seguro de que Natalia fuese esa mujer. No tenía nada en su contra como persona, es más, le gustaba su fuerza y su determinación ante la vida. Una mujer así sería la compañera perfecta para un hombre como su nieto Roberto, un hombre decidido, defensor de los débiles que se enfrentaba a las injusticias que veía. El problema era que pertenecían a mundos muy diferentes: la alta sociedad económica del norte de España y la pobreza de los jornaleros del sur. Necesitaba hablar con Roberto, escuchar sus sentimientos, ver hasta qué punto sería capaz de sacrificarse por continuar la relación que mantenía con ella o sin tan solo era algo pasajero. Tenía que pensar cómo plantearle la cuestión, debía hacerlo con cuidado pues no quería influenciarlo ni en un sentido ni en el opuesto.
- ¡Mecagüen mi estampa! ¿Pero quiénes se habrán creído que son estas dos para mangonearme así? Al Chato nadie le dice lo que tiene que hacer con su vida… y mucho menos estas dos ricachonas – el Chato vagaba por la sierra muy enojado. Sabía perfectamente que Sara y Natalia tenían razón; en los últimos años había visto como la Guardia Civil había puesto cerco y capturado muchas partidas de bandoleros, acabando con casi todos ellos. Además, últimamente, los transportes iban muy bien custodiados y los que no lo iban era porque nada de valor había en ellos. – ¡Y encima querrán que les dé las gracias! Pues pueden esperar sentadas sobre sus bonitos traseros. El Chato no se vende al mejor postor, el Chato es un bandolero de los pies a la cabeza.
El Chato seguía despotricando contra las Reeves cuando vio dos presas fáciles de cazar, Eugenia Montoro y Margarita Guerra, quienes paseaban tranquilamente ajenas al bandolero que las acechaba.
- Se van a enterar de si la época de los bandoleros ha terminado o no. – El Chato se cubrió la cara con el pañuelo y se acercó a las jóvenes.
- Se les veía muy felices, ¿verdad? – comentó Eugenia con la mirada perdida.
- ¿De quiénes estás hablando? – preguntó Margarita
- De Natalia y Roberto, mujer, ¿de quiénes voy a hablar si no? Decía que parecían muy felices. – insistió Eugenia.
- No lo sé, estábamos demasiado lejos como para apreciar nada.
- Si estábamos tan lejos, ¿cómo es que te daba tanta vergüenza estar allí? – se burló Eugenia.
- Eugenia, por favor, ¿te importaría cambiar de tema de conversación?
Eugenia rió divertida burlándose de su amiga y espoleó el caballo haciendo que éste echara a correr.
- Eugenia, detente. – gritó Margarita. A la joven le gustaba pasear a caballo, pero no correr, nunca se había sentido cómoda montando a la amazona y ver a Eugenia correr de semejante manera la ponía nerviosa. – Eugenia, por favor.
Al escuchar la voz de su amiga, Eugenia volvió la cabeza un instante, lo suficiente como para perder de vista el camino y no darse cuenta de que tomaba una curva peligrosa. Cuando giró de nuevo la cabeza fue demasiado tarde para recuperar la trayectoria y, asustada, tiró de las riendas. Este gesto hizo que el caballo se asustara y, en lugar de parar, acelerase el paso, totalmente sin control. Eugenia se asustó mucho cuando se dio cuenta de que su caballo no la obedecía y de que, a semejante velocidad, en pocos instantes caería de la silla.; se asió con fuerza a las riendas, cerró los ojos, y rezó todo lo que supo pidiendo que algo hiciese parar al equino. De pronto, escuchó el ruido de otro caballo que se acercaba al galope, muy asustada no quiso siquiera mirar y mantuvo la cabeza gacha y los ojos cerrados; poco después oyó unas palabras.
- Cuando yo le diga, suelte las riendas y agárrese a mí. - Instantes después sintió una mano en su cintura y oyó que alguien gritaba muy cerca de ella.
- Ahora.
#637
30/07/2011 00:43
Oh oh oh !!!
El Chato al rescate de Eugenia ???
Nuevo romance a la vista ??
Voy a esperar con ansia la continuación de tu relato, roberta. Ya sabes que me encanta
El Chato al rescate de Eugenia ???
Nuevo romance a la vista ??
Voy a esperar con ansia la continuación de tu relato, roberta. Ya sabes que me encanta
#638
30/07/2011 00:57
Que de gente en el terreno de roberto...............
si,si,si,romance a la vista
esperaremos roberta
si,si,si,romance a la vista
esperaremos roberta
#639
30/07/2011 02:03
¡¡¡CHATORRÓN al ataque!!!
#640
30/07/2011 02:07
Veo que todas pensamos lo mismo, romance a la vista?