Foro Bandolera
Como no me gusta la historia... voy y la cambio (Natalia y Roberto)
#0
27/04/2011 20:02
Como estoy bastante aburrida de que me tengan a Roberto entre rejas, aunque sean las rejas de cartón piedra del cuartel de Arazana, y de que nadie (excepto San Miguel) intente hacer nada... pues voy y lo saco yo misma.
Y como la historia parece que va dos pasitos pa´lante y tres pa´trás, pues voy y la cambio a mi gusto.
Y como a mi el que me gusta es el Rober... pues también cambio la historia.
Creo que me he metio en un ebolao del que no voy a saber salir pero bueno, todo sea por dar ideas a los guionistas de nuestros amores. Ya me direis...
_____________________________________________________________________________
Capítulo 1
Parecía un sitio tranquilo, alejado del camino, seguro que por allí no pasaba gente con regularidad. La hierba que tapizaba la orilla del río era alta y estaba sin pisar así que decidió desmontar y descansar unos minutos.
- No puedo estar ya muy lejos de ese maldito pueblo. ¿Es que no había un lugar más perdido donde esconderte Sara?- dijo en voz alta mientras ataba el caballo a uno de los árboles que extendían sus ramas sobre el agua.
Mientras estiraba los músculos, agarrotados después de tan larga jornada a caballo, vio su reflejo en el remanso que el río formaba a pocos metros de allí. Miró hacia ambos lados y, al no ver a nadie y comprobar que el caballo se alimentaba tranquilamente, sonrió y comenzó a despojarse de sus vestimentas hasta quedar en ropa interior. Se adentró en el agua hasta que ésta le llegó hasta la cintura, entonces extendió los brazos y se dejó caer hacia atrás. Movía los brazos y las piernas lo indispensable para no alejarse demasiado de la orilla y mantenerse a flote, sintiendo cómo la corriente masajeaba su cuerpo. Sabía que la ropa que aún llevaba puesta, al mojarse, dejaría al descubierto las formas de su cuerpo, pero le daba igual, además, sería demasiada casualidad que alguien pasara por allí en ese momento.
Y como la historia parece que va dos pasitos pa´lante y tres pa´trás, pues voy y la cambio a mi gusto.
Y como a mi el que me gusta es el Rober... pues también cambio la historia.
Creo que me he metio en un ebolao del que no voy a saber salir pero bueno, todo sea por dar ideas a los guionistas de nuestros amores. Ya me direis...
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Capítulo 1
Parecía un sitio tranquilo, alejado del camino, seguro que por allí no pasaba gente con regularidad. La hierba que tapizaba la orilla del río era alta y estaba sin pisar así que decidió desmontar y descansar unos minutos.
- No puedo estar ya muy lejos de ese maldito pueblo. ¿Es que no había un lugar más perdido donde esconderte Sara?- dijo en voz alta mientras ataba el caballo a uno de los árboles que extendían sus ramas sobre el agua.
Mientras estiraba los músculos, agarrotados después de tan larga jornada a caballo, vio su reflejo en el remanso que el río formaba a pocos metros de allí. Miró hacia ambos lados y, al no ver a nadie y comprobar que el caballo se alimentaba tranquilamente, sonrió y comenzó a despojarse de sus vestimentas hasta quedar en ropa interior. Se adentró en el agua hasta que ésta le llegó hasta la cintura, entonces extendió los brazos y se dejó caer hacia atrás. Movía los brazos y las piernas lo indispensable para no alejarse demasiado de la orilla y mantenerse a flote, sintiendo cómo la corriente masajeaba su cuerpo. Sabía que la ropa que aún llevaba puesta, al mojarse, dejaría al descubierto las formas de su cuerpo, pero le daba igual, además, sería demasiada casualidad que alguien pasara por allí en ese momento.
#581
14/07/2011 21:37
Me encanta, Roberta.
Y te entiendo perfectamente, yo también escribo en el curro a ratos............ no sé, es como si me diera morbo, me inspiro más............ aunque ultimamente ando poco inspirada en general..............
Ufff, me encanta esta historia, ahora, cuando veo a Roberto, comparado con el tuyo, me parece insulso y apocado...............
Y te entiendo perfectamente, yo también escribo en el curro a ratos............ no sé, es como si me diera morbo, me inspiro más............ aunque ultimamente ando poco inspirada en general..............
Ufff, me encanta esta historia, ahora, cuando veo a Roberto, comparado con el tuyo, me parece insulso y apocado...............
#582
14/07/2011 22:39
Qué bonito te ha quedado Roberta!!!
#583
16/07/2011 18:20
¿Cómo que insulso y apocado?
Enamoradito perdido es lo que está... lo que pasa es que los lionistas confunden enamoramiento con agilipuertamiento. Menos mal que estamos nosotras...
Ainsss, que es que después de la escena de ayer me he quedado traspuesta.
El de ayer ha sido la colocación en el disparadero de estos dos... veremos cómo lo desarrollan los lionistas. Mentes calenturientas dicen que con paseo cigüeñil, ME NIEGO. Que estos son capaces de tapar todo el asunto y que Roberto no se entere nunca de quien es su padre porque no se desvele el secreto de que son hermanos pero no lo son.
Dejemos los desvaríos y volvamos con Natalia y Roberto. O con Natalia y otros que hoy Roberto no sale en la historieta.
Besitos.
__________________________________________________________________________
Natalia salió discretamente de la imprenta dejando a Sara junto a Miguel, su prima no podía quedar en mejores manos. Parecía que los problemas y sinsabores se iban solucionando. Sara había descubierto quién era su padre; un buen hombre atormentado por la culpa de haber perdido a un hijo quien además, la ayudaría a desenmascarar al cruel capitán Olmedo. Los problemas de Miguel y Sara estaban en vías de solución, estaba segura de ello; jamás vio dos personas más compenetradas que ellos y su relación con Roberto… su relación con Roberto estaba cada vez más afianzada, estaba convencida, segura, de que él la amaba, lo demostraban sus palabras, sus gestos, sus miradas, sus besos…esos besos que la volvían loca, que la hacían volar, separarse del suelo y soñar con una vida a su lado. Caminaba tranquilamnte por la plaza cuando oyó una voz que se dirigía a ella.
- Buenas tardes, señorita Reeves.
- Buenas tardes, señor gobernador. ¿Cómo está usted? – preguntó Natalia amablemente, volviendo a la realidad desde sus sueños
- Muy bien, gracias. ¿Podría indicarme si su prima, la señorita Sara, se encuentra en la imprenta? – Natalia vio que llevaba en sus manos la carpeta que Sara le había entregado horas antes.
- Creo que sí. Si lo desea puedo acompañarle, me dirijo hacia allí – Natalia acababa de dejar a Sara y a Miguel en la imprenta hablando de sus problemas, por lo que estaba segura de que permanecían allí. Esperaba que su prima le hubiese adelantado ya a Miguel parte de los hechos acontecidos aquella misma mañana, si no era así, se iba a enterar de todo en pocos minutos, o tal vez no.
- Será un placer – y Abel le tendió el brazo. Ella sonrió, pensando en que iba a entrar en la imprenta cogida del brazo del padre de su prima e imaginando la expresión del rostro de Sara cuando la viese aparecer por la puerta.
- Si me permite la pregunta, la carpeta que lleva en sus manos, ¿es la que esta mañana le entregó mi prima? – preguntó Natalia. Al ver la cara de sorpresa del gobernador, Natalia prosiguió. – Estamos muy unidas, nos lo contamos todo, en especial cuando hay algo que nos aflige. ¿Ya ha tomado una decisión?
- Tan solo puedo decirle que he estudiado con detenimiento la documentación que la señorita Reeves, su prima, ha aportado y que si tanta confianza se tienen… no creo que ella tenga inconveniente en que usted esté presente en la conversación que espero tener con ella. – Don Abel no había dicho nada con palabras, pero lo había dicho todo con su expresión, sus ojos brillaban y su boca sonreía. Natalia dedujo que se iba a poner de parte de ellas.
- Pues cómo le decía, señor gobernador, - Natalia entró en la imprenta del brazo de don Abel hablando en voz inusitadamente alta, de modo que tanto Sara como Miguel pudiesen oírla y no pillarlos desprevenidos – mi prima ha recopilado toda esta información … ¡Ah, Sara, Miguel, estáis aquí! Vengo acompañada por el señor gobernador. - Ambos presentaban la misma estampa en la que Natalia les había dejado, Sara sentada en una silla y Miguel, de rodillas junto a ella, pero en aquel momento estaban cogidos de las manos y se miraban con amor. Natalia comprobó que el amor es la fuerza más poderosa que existe, una fuerza capaz de vencer cualquier problema, capaz de superar cualquier obstáculo. Por ello intentaba buscar en cada gesto, en cada mirada, en cada cosa que le sucedía, una señal que la animara a seguir adelante, a luchar por Roberto, por el amor que sentía por él; algo, cualquier cosa, que fortaleciese la esperanza que tenía de que todo iba a salir bien.
- Señor – dijo Miguel poniéndose en pie.
- Buenas tardes, teniente. Señorita Sara, ¿podría hablar un momento con usted? – dijo mostrando la carpeta y con ello dando a entender sin palabras, cuál era el tema del que estaba interesado en hablar.
- Adelante, señor gobernador. Puede hablar con total confianza delante de Natalia y Miguel, ellos están al tanto de todo. Lo único…, Natalia, ¿podrías cerrar la puerta?
- ¿Con llave? – preguntó ella en broma
- No creo que eso sea necesario… - contestó avergonzada.
- Es que mi prima es muy dada a encerrar a la gente en la imprenta hasta conseguir que cuenten lo que ella quiere oír, – dijo mientras se acercaba a la puerta y la cerraba – conmigo ya lo ha hecho… Miguel, - dijo volviendo y colocándose a su lado – ¿crees que podría denunciarla por retención ilegal?
Enamoradito perdido es lo que está... lo que pasa es que los lionistas confunden enamoramiento con agilipuertamiento. Menos mal que estamos nosotras...
Ainsss, que es que después de la escena de ayer me he quedado traspuesta.
El de ayer ha sido la colocación en el disparadero de estos dos... veremos cómo lo desarrollan los lionistas. Mentes calenturientas dicen que con paseo cigüeñil, ME NIEGO. Que estos son capaces de tapar todo el asunto y que Roberto no se entere nunca de quien es su padre porque no se desvele el secreto de que son hermanos pero no lo son.
Dejemos los desvaríos y volvamos con Natalia y Roberto. O con Natalia y otros que hoy Roberto no sale en la historieta.
Besitos.
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Natalia salió discretamente de la imprenta dejando a Sara junto a Miguel, su prima no podía quedar en mejores manos. Parecía que los problemas y sinsabores se iban solucionando. Sara había descubierto quién era su padre; un buen hombre atormentado por la culpa de haber perdido a un hijo quien además, la ayudaría a desenmascarar al cruel capitán Olmedo. Los problemas de Miguel y Sara estaban en vías de solución, estaba segura de ello; jamás vio dos personas más compenetradas que ellos y su relación con Roberto… su relación con Roberto estaba cada vez más afianzada, estaba convencida, segura, de que él la amaba, lo demostraban sus palabras, sus gestos, sus miradas, sus besos…esos besos que la volvían loca, que la hacían volar, separarse del suelo y soñar con una vida a su lado. Caminaba tranquilamnte por la plaza cuando oyó una voz que se dirigía a ella.
- Buenas tardes, señorita Reeves.
- Buenas tardes, señor gobernador. ¿Cómo está usted? – preguntó Natalia amablemente, volviendo a la realidad desde sus sueños
- Muy bien, gracias. ¿Podría indicarme si su prima, la señorita Sara, se encuentra en la imprenta? – Natalia vio que llevaba en sus manos la carpeta que Sara le había entregado horas antes.
- Creo que sí. Si lo desea puedo acompañarle, me dirijo hacia allí – Natalia acababa de dejar a Sara y a Miguel en la imprenta hablando de sus problemas, por lo que estaba segura de que permanecían allí. Esperaba que su prima le hubiese adelantado ya a Miguel parte de los hechos acontecidos aquella misma mañana, si no era así, se iba a enterar de todo en pocos minutos, o tal vez no.
- Será un placer – y Abel le tendió el brazo. Ella sonrió, pensando en que iba a entrar en la imprenta cogida del brazo del padre de su prima e imaginando la expresión del rostro de Sara cuando la viese aparecer por la puerta.
- Si me permite la pregunta, la carpeta que lleva en sus manos, ¿es la que esta mañana le entregó mi prima? – preguntó Natalia. Al ver la cara de sorpresa del gobernador, Natalia prosiguió. – Estamos muy unidas, nos lo contamos todo, en especial cuando hay algo que nos aflige. ¿Ya ha tomado una decisión?
- Tan solo puedo decirle que he estudiado con detenimiento la documentación que la señorita Reeves, su prima, ha aportado y que si tanta confianza se tienen… no creo que ella tenga inconveniente en que usted esté presente en la conversación que espero tener con ella. – Don Abel no había dicho nada con palabras, pero lo había dicho todo con su expresión, sus ojos brillaban y su boca sonreía. Natalia dedujo que se iba a poner de parte de ellas.
- Pues cómo le decía, señor gobernador, - Natalia entró en la imprenta del brazo de don Abel hablando en voz inusitadamente alta, de modo que tanto Sara como Miguel pudiesen oírla y no pillarlos desprevenidos – mi prima ha recopilado toda esta información … ¡Ah, Sara, Miguel, estáis aquí! Vengo acompañada por el señor gobernador. - Ambos presentaban la misma estampa en la que Natalia les había dejado, Sara sentada en una silla y Miguel, de rodillas junto a ella, pero en aquel momento estaban cogidos de las manos y se miraban con amor. Natalia comprobó que el amor es la fuerza más poderosa que existe, una fuerza capaz de vencer cualquier problema, capaz de superar cualquier obstáculo. Por ello intentaba buscar en cada gesto, en cada mirada, en cada cosa que le sucedía, una señal que la animara a seguir adelante, a luchar por Roberto, por el amor que sentía por él; algo, cualquier cosa, que fortaleciese la esperanza que tenía de que todo iba a salir bien.
- Señor – dijo Miguel poniéndose en pie.
- Buenas tardes, teniente. Señorita Sara, ¿podría hablar un momento con usted? – dijo mostrando la carpeta y con ello dando a entender sin palabras, cuál era el tema del que estaba interesado en hablar.
- Adelante, señor gobernador. Puede hablar con total confianza delante de Natalia y Miguel, ellos están al tanto de todo. Lo único…, Natalia, ¿podrías cerrar la puerta?
- ¿Con llave? – preguntó ella en broma
- No creo que eso sea necesario… - contestó avergonzada.
- Es que mi prima es muy dada a encerrar a la gente en la imprenta hasta conseguir que cuenten lo que ella quiere oír, – dijo mientras se acercaba a la puerta y la cerraba – conmigo ya lo ha hecho… Miguel, - dijo volviendo y colocándose a su lado – ¿crees que podría denunciarla por retención ilegal?
#584
16/07/2011 19:00
Me encanta tu historia Roberta, me encantaaaaaaaaaaaaaaaa!!!!
#585
16/07/2011 19:03
Genial Roberta.
#586
16/07/2011 19:55
Gracias roberta
#587
17/07/2011 18:53
El gobernador no podía evitar mirar la estampa que mostraban aquellos tres jóvenes. Sara y Miguel formaban una pareja muy enamorada, se veía complicidad y entendimiento entre ellos, una complicidad y un entendimiento que nunca había conseguido él en su matrimonio. Elvira, su esposa, tenía razón, aquella relación y aquel hijo anteriores a su matrimonio habían condicionado este último hasta hacer imposible su vida en común. ¿Sería demasiado tarde para pedir perdón a Elvira? ¿Sería demasiado tarde para intentar encauzar sus vidas? Y qué decir de Natalia, llegó a Arazana como un torbellino; el mismo día de su aparición en el pueblo fue asaltada por aquel indeseable de Antonio Villa y, en lugar de encerrarse en sí misma como hubiese sido lógico y normal, participó en su captura. Aquel comportamiento llamó su atención y se puso en contacto con su homólogo en Vizcaya para informarse acerca de ella, lo que descubrió no le sorprendió lo más mínimo tras conocerla. Su colega le contó la historia de la muchacha, una joven muy conocida, tanto por ser la única descendiente de una de las familias más importantes de la provincia, como por sus éxitos en los negocios. También, en broma, le previno sobre ella; estaba implantando en sus negocios, y en la sociedad a su alrededor, formas de comportarse y de ver la vida que podían ser tomadas como revolucionarias por lo avanzadas para la época.
- Bien, señorita Reeves, he leído con verdadero interés toda la información que me ha facilitado sobre el capitán Olmedo. Todas las tropelías y abusos que ha cometido han sido perfectamente descritos por usted, y espero que sea suficiente para expulsarlo definitivamente de la guardia civil y enviarlo a prisión. – Sara miró a Miguel y Natalia alternativamente, ambos sonreían, era una gran noticia el que por fin Arazana se viera libre del capitán Olmedo. – Pero recuerden que he dicho que espero que sea suficiente, no que vaya a serlo.
- Entonces, ¿qué más necesita? - preguntó Miguel.
- Olmedo mató al señor Peralta, encerró a un pobre jornalero por robar cuatro míseras cebollas para poder alimentar a su familia, acusó y encerró a Roberto Pérez con tan solo pruebas circunstanciales… - enumeró Natalia furiosa – Ha hecho y deshecho a su antojo en este pueblo y ¿no va a pagar por sus crímenes? No lo entiendo, en verdad que no lo entiendo – Natalia comenzó a dar vueltas por la imprenta como un animal enjaulado.
- Por favor, dejemos hablar al gobernador. Entonces, ¿qué podemos hacer? – preguntó Sara angustiada. – Si Olmedo descubre que vamos tras él puede hacer cualquier cosa, desde atentar contra nosotros a destruir las pruebas que tenga de sus fechorías.
- No se preocupen y por el momento hagan como si esta conversación jamás hubiera tenido lugar, – el gobernador tendió a Sara la documentación que aún tenía en sus manos – por mi parte investigaré discretamente cuál es la opinión que los superiores de Olmedo tienen sobre él. O mucho me equivoco, o encontraremos más testimonios que concuerden con los que ustedes me han relatado. Ahora será mejor que les deje; señoritas, teniente. – Don Abel inclinó la cabeza a modo de saludo y se dirigió a la puerta – En cuanto sepa algo me pondré en contacto con ustedes, buenas tardes.
- Adiós, - dijeron los tres al unísono.
- ¿Qué vamos a hacer ahora? – preguntó Natalia cuando el gobernador ya se había ido.
- Ya has oído al gobernador, esperar.
- No podemos esperar, Sara – replicó Natalia molesta – además, cuanto más tiempo esté Olmedo libre, más problemas puede causar.
- Pues siento decirte que no nos va a quedar más remedio, - Sara estaba preocupada por su prima. Era una mujer fuerte, de carácter, que se desesperaba al ver las injusticias del mundo, ella no podía simplemente dejarlo pasar - ¿no tienes ninguna otra cosa en la que pensar? – insinuó refiriéndose a Roberto.
- Si, pero puedo pensar en varias cosas a la vez. Me voy a dar una vuelta a ver si se me pasa el mal humor – dijo mientras caminaba hacia la puerta.
- Natalia, - llamó Sara – Miguel ya sabe que el gobernador es mi padre – aclaró.
- ¿Cuándo se lo vas a decir a él? – el tono de Natalia había cambiado diametralmente, había dejado de lado la frustración que le provocaba no poder hacer nada en contra de Olmedo para centrarse en el descubrimiento de Sara.
- No lo sé – contestó Sara – aún no lo sé. Tengo que pensar en cómo hacerlo – dijo sonriente. Sara comprendió en ese momento cómo se sentía Natalia, ambas tenían que abrir sus corazones a dos hombres muy importantes para ellas y las respuestas de éstos iban a ser determinantes para el resto de sus vidas.
- Bien, señorita Reeves, he leído con verdadero interés toda la información que me ha facilitado sobre el capitán Olmedo. Todas las tropelías y abusos que ha cometido han sido perfectamente descritos por usted, y espero que sea suficiente para expulsarlo definitivamente de la guardia civil y enviarlo a prisión. – Sara miró a Miguel y Natalia alternativamente, ambos sonreían, era una gran noticia el que por fin Arazana se viera libre del capitán Olmedo. – Pero recuerden que he dicho que espero que sea suficiente, no que vaya a serlo.
- Entonces, ¿qué más necesita? - preguntó Miguel.
- Olmedo mató al señor Peralta, encerró a un pobre jornalero por robar cuatro míseras cebollas para poder alimentar a su familia, acusó y encerró a Roberto Pérez con tan solo pruebas circunstanciales… - enumeró Natalia furiosa – Ha hecho y deshecho a su antojo en este pueblo y ¿no va a pagar por sus crímenes? No lo entiendo, en verdad que no lo entiendo – Natalia comenzó a dar vueltas por la imprenta como un animal enjaulado.
- Por favor, dejemos hablar al gobernador. Entonces, ¿qué podemos hacer? – preguntó Sara angustiada. – Si Olmedo descubre que vamos tras él puede hacer cualquier cosa, desde atentar contra nosotros a destruir las pruebas que tenga de sus fechorías.
- No se preocupen y por el momento hagan como si esta conversación jamás hubiera tenido lugar, – el gobernador tendió a Sara la documentación que aún tenía en sus manos – por mi parte investigaré discretamente cuál es la opinión que los superiores de Olmedo tienen sobre él. O mucho me equivoco, o encontraremos más testimonios que concuerden con los que ustedes me han relatado. Ahora será mejor que les deje; señoritas, teniente. – Don Abel inclinó la cabeza a modo de saludo y se dirigió a la puerta – En cuanto sepa algo me pondré en contacto con ustedes, buenas tardes.
- Adiós, - dijeron los tres al unísono.
- ¿Qué vamos a hacer ahora? – preguntó Natalia cuando el gobernador ya se había ido.
- Ya has oído al gobernador, esperar.
- No podemos esperar, Sara – replicó Natalia molesta – además, cuanto más tiempo esté Olmedo libre, más problemas puede causar.
- Pues siento decirte que no nos va a quedar más remedio, - Sara estaba preocupada por su prima. Era una mujer fuerte, de carácter, que se desesperaba al ver las injusticias del mundo, ella no podía simplemente dejarlo pasar - ¿no tienes ninguna otra cosa en la que pensar? – insinuó refiriéndose a Roberto.
- Si, pero puedo pensar en varias cosas a la vez. Me voy a dar una vuelta a ver si se me pasa el mal humor – dijo mientras caminaba hacia la puerta.
- Natalia, - llamó Sara – Miguel ya sabe que el gobernador es mi padre – aclaró.
- ¿Cuándo se lo vas a decir a él? – el tono de Natalia había cambiado diametralmente, había dejado de lado la frustración que le provocaba no poder hacer nada en contra de Olmedo para centrarse en el descubrimiento de Sara.
- No lo sé – contestó Sara – aún no lo sé. Tengo que pensar en cómo hacerlo – dijo sonriente. Sara comprendió en ese momento cómo se sentía Natalia, ambas tenían que abrir sus corazones a dos hombres muy importantes para ellas y las respuestas de éstos iban a ser determinantes para el resto de sus vidas.
#588
17/07/2011 22:48
Natalia decídete a hablar con Roberto, esto es un sin vivir ja ja ja
#589
18/07/2011 00:03
Es verdad natalia y roberto deben hablar y decirse lo que sienten
gracias roberta
gracias roberta
#590
18/07/2011 00:08
Cada cosa a su tiempo.
Recordad lo que he comentado más de una vez: TENGO ALMA DE LIONISTA
Recordad lo que he comentado más de una vez: TENGO ALMA DE LIONISTA
#591
18/07/2011 20:55
Y hoy tenemos para cenar... Natalia y Roberto.
¡Cómo me gusta esta parejita!
______________________________________________________________________
- ¿Adónde vas a estar horas hijo? – preguntó Cosme al ver que Roberto salía de la casa.
- Voy al pueblo, a tomar algo donde Pepe. - mintió Roberto.
En realidad iba a la posada de la Maña, a encontrarse con Natalia una vez más. Aquellas escapadas nocturnas se habían convertido en una necesidad, pasaba el día pensando en ella, en besarla, en acariciarla, en amarla. Para Roberto, sentir a Natalia en sus brazos, era alcanzar una meta largamente anhelada, cumplir un sueño: ser feliz y sentir que era importante para alguien. Cuando Sara lo rechazó, se sintió el hombre más desdichado del mundo, pensó que jamás podría conocer el amor, que su corazón nunca se recuperaría, pero no fue así; conoció a Natalia. Se había quedado prendado de la fuerza, valor y decisión de Sara, pero todas aquellas virtudes también adornaban a Natalia y, además, en mayor medida. Era ella, ella era la mujer que necesitaba a su lado, la mujer con la que quería compartir su vida, la mujer con la que quería formar una familia.
- ¿Tan tarde? – preguntó Cosme fingiendo extrañeza.
Sabía perfectamente lo que Roberto sentía por Natalia Reeves y que salía cada noche y volvía ya de madrugada; estaba seguro de que pasaban juntos esas horas. Le daba miedo que la relación de aquellos jóvenes fuese tan deprisa; ella era una joven rica, de buena familia y él un simple jornalero…, aquellas relaciones nunca acababan felizmente, pero desde la última charla que tuvo con su nieto, la actitud de Roberto había cambiado. Días atrás se encontraba abatido, vencido y resignado a su mala suerte, pero el hombre que tenía delante estaba dispuesto a comerse el mundo, a enfrentarse a lo que fuera necesario por conseguir y mantener el amor de aquella mujer.
- No es tan tarde; - respondió Roberto – además, no estoy cansado.
- Pues deberías estarlo, el trabajo que estás realizando en tu terruño es muy duro y no sé si descansas lo suficiente… - dijo con sorna el abuelo.
- No se preocupe, abuelo. Nunca me he sentido mejor.
- Me alegro, muchacho, de verdad que me alegro. – continuó, mientras Roberto se alejaba - Pero no son horas de meterse en una taberna…, más bien son horas de meterse en la cama.
Ella no se había dado cuenta de que Roberto había entrado en su habitación; permanecía sentada frente al espejo, con los ojos cerrados y la cara apoyada en las manos, recordando la maravillosa mañana que había pasado en compañía del que sentía como el hombre de su vida. Sus labios mostraban una dulce y soñadora sonrisa de plenitud y satisfacción, era la viva imagen de la felicidad, una felicidad real, no fingida; una felicidad que solo sale a relucir cuando nadie te observa, cuando puedes ser tú mismo.
- Tenía tantas ganas de que llegase este momento. – susurró Roberto al oído de Natalia. Esas palabras provocaron que la joven saliera de su ensimismamiento y, al abrir los ojos, descubriera la imagen de Roberto en el espejo, tras ella. La sonrisa que Roberto observó en los labios de Natalia cuando ella descubrió su compañía, fue la más sincera que jamás hubiera visto, Natalia realmente se alegraba de tenerlo allí junto a ella, era imposible que fingiese tanto amor. – He estado soñando con tenerte de nuevo entre mis brazos desde el momento en que te has marchado de mis tierras.
Natalia giró la cabeza para mirar a los ojos a Roberto, de nuevo estaba él a su lado, arrodillado, tal y como ya había sucedido antes en otra ocasión, cuando la pasión y la necesidad que tenían del otro les llevó a hacer el amor sin desvestirse. Enterró una de sus manos en el cabello rizado de Roberto, le maravillaba la sensación de su pelo deslizándose entre los dedos, era tan suave.
- Estás mojado – dijo acercándose a su boca y depositando un beso en sus labios.
- He estado en el río, bañándome. – Roberto tampoco podía dejar de sonreír. Había colocado sus manos en la cintura de Natalia, podía sentir cómo su vientre subía y bajaba siguiendo el ritmo de su respiración, agitada cuando él estaba cerca.
- ¿Lo has hecho por mí? – preguntó coqueta antes de besarlo de nuevo.
Roberto sabía que ella estaba bromeando, les gustaba bromear antes, durante y después de hacer el amor, les gustaba reírse, provocarse, divertirse haciendo el amor. Habían descubierto que la suya era una unión más allá de los cuerpos, más allá de la pasión desenfrenada, más allá de la necesidad de satisfacer un deseo carnal; necesitaban mirarse, hablarse, contarse sus cosas, acariciarse, en definitiva… estar juntos.
- ¿Tú que crees? – preguntó él a su vez guiñándole un ojo. Roberto tenía desde siempre la costumbre de bañarse en el río tras el trabajo en el campo, pero desde que visitaba a Natalia se lo había impuesto como una obligación. Quería estar limpio para ella, limpio para que ambos pudiesen disfrutar del tacto de sus cuerpos, limpio para poder olvidar que él era un simple jornalero que cada día llegaba a su hogar sucio de tierra y agotado por el duro trabajo, limpio para intentar olvidar las diferencias que los separaban e intentar imaginar que tan solo eran un hombre y una mujer que se amaban y se deseaban.
- Que sí – repentinamente Natalia dejó de sonreír y se puso más seria. Sí, Roberto se había preocupado de asearse pensando en ella, pensando en su comodidad, en agradarla. Eran pequeños detalles que tenían el uno con el otro, al igual que ella también utilizaba aquel jabón cuyo aroma tanto le gustaba a él.
Roberto bajó la mirada por un instante, azorado, Natalia lo conocía mejor de lo que él mismo pensaba, pero rápidamente la miró de nuevo a los ojos y la sonrisa que vio en sus labios hizo que volviese a buscar la boca de ella. Natalia le echó los brazos al cuello y, sin dejar de besarse, comenzaron a reír.
- Nos van a oír – consiguió decir Natalia entre risas.
- Pues no te rías. - le dijo Roberto mientras abandonaba sus labios para seguir por el cuello
- No puedo evitarlo, me haces cosquillas con la barba.
- ¿Quieres que me afeite? – Roberto hablaba en serio, hacía años que llevaba barba pero por ella se la quitaría sin pensarlo dos veces.
- No – respondió rápidamente y, tomando su cara entre las manos, lo miró a los ojos – Me gustas así; no cambies, por favor. – Natalia no solo se refería a su aspecto físico, le gustaba su espontaneidad, su sentido del humor, la pasión que ponía en todos los aspectos de su vida.
- Entonces tendremos que hacernos los despistados si alguien llama a la puerta… como la noche del revólver. – Al recordar la noche que, mientras hacían el amor, el revolver de Natalia se disparó al caer al suelo alertando a todos los presentes en la posada, comenzaron de nuevo a reír.
- Voy a cerrar con llave – dijo Natalia tratando de levantarse del asiento pero Roberto fue más rápido. Sin dejar de mirarla, caminó hacia atrás hasta llegar a la puerta, dio vuelta a la llave y la extrajo de la cerradura tomándola entre sus dedos y mostrándosela a Natalia.
- Ahora eres mía y no vas a poder escapar - dijo mientras cerraba el puño guardando la llave en su interior.
- ¿Quién te ha dicho que tengo intenciones de escapar? – preguntó Natalia acercándose a él.
¡Cómo me gusta esta parejita!
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- ¿Adónde vas a estar horas hijo? – preguntó Cosme al ver que Roberto salía de la casa.
- Voy al pueblo, a tomar algo donde Pepe. - mintió Roberto.
En realidad iba a la posada de la Maña, a encontrarse con Natalia una vez más. Aquellas escapadas nocturnas se habían convertido en una necesidad, pasaba el día pensando en ella, en besarla, en acariciarla, en amarla. Para Roberto, sentir a Natalia en sus brazos, era alcanzar una meta largamente anhelada, cumplir un sueño: ser feliz y sentir que era importante para alguien. Cuando Sara lo rechazó, se sintió el hombre más desdichado del mundo, pensó que jamás podría conocer el amor, que su corazón nunca se recuperaría, pero no fue así; conoció a Natalia. Se había quedado prendado de la fuerza, valor y decisión de Sara, pero todas aquellas virtudes también adornaban a Natalia y, además, en mayor medida. Era ella, ella era la mujer que necesitaba a su lado, la mujer con la que quería compartir su vida, la mujer con la que quería formar una familia.
- ¿Tan tarde? – preguntó Cosme fingiendo extrañeza.
Sabía perfectamente lo que Roberto sentía por Natalia Reeves y que salía cada noche y volvía ya de madrugada; estaba seguro de que pasaban juntos esas horas. Le daba miedo que la relación de aquellos jóvenes fuese tan deprisa; ella era una joven rica, de buena familia y él un simple jornalero…, aquellas relaciones nunca acababan felizmente, pero desde la última charla que tuvo con su nieto, la actitud de Roberto había cambiado. Días atrás se encontraba abatido, vencido y resignado a su mala suerte, pero el hombre que tenía delante estaba dispuesto a comerse el mundo, a enfrentarse a lo que fuera necesario por conseguir y mantener el amor de aquella mujer.
- No es tan tarde; - respondió Roberto – además, no estoy cansado.
- Pues deberías estarlo, el trabajo que estás realizando en tu terruño es muy duro y no sé si descansas lo suficiente… - dijo con sorna el abuelo.
- No se preocupe, abuelo. Nunca me he sentido mejor.
- Me alegro, muchacho, de verdad que me alegro. – continuó, mientras Roberto se alejaba - Pero no son horas de meterse en una taberna…, más bien son horas de meterse en la cama.
Ella no se había dado cuenta de que Roberto había entrado en su habitación; permanecía sentada frente al espejo, con los ojos cerrados y la cara apoyada en las manos, recordando la maravillosa mañana que había pasado en compañía del que sentía como el hombre de su vida. Sus labios mostraban una dulce y soñadora sonrisa de plenitud y satisfacción, era la viva imagen de la felicidad, una felicidad real, no fingida; una felicidad que solo sale a relucir cuando nadie te observa, cuando puedes ser tú mismo.
- Tenía tantas ganas de que llegase este momento. – susurró Roberto al oído de Natalia. Esas palabras provocaron que la joven saliera de su ensimismamiento y, al abrir los ojos, descubriera la imagen de Roberto en el espejo, tras ella. La sonrisa que Roberto observó en los labios de Natalia cuando ella descubrió su compañía, fue la más sincera que jamás hubiera visto, Natalia realmente se alegraba de tenerlo allí junto a ella, era imposible que fingiese tanto amor. – He estado soñando con tenerte de nuevo entre mis brazos desde el momento en que te has marchado de mis tierras.
Natalia giró la cabeza para mirar a los ojos a Roberto, de nuevo estaba él a su lado, arrodillado, tal y como ya había sucedido antes en otra ocasión, cuando la pasión y la necesidad que tenían del otro les llevó a hacer el amor sin desvestirse. Enterró una de sus manos en el cabello rizado de Roberto, le maravillaba la sensación de su pelo deslizándose entre los dedos, era tan suave.
- Estás mojado – dijo acercándose a su boca y depositando un beso en sus labios.
- He estado en el río, bañándome. – Roberto tampoco podía dejar de sonreír. Había colocado sus manos en la cintura de Natalia, podía sentir cómo su vientre subía y bajaba siguiendo el ritmo de su respiración, agitada cuando él estaba cerca.
- ¿Lo has hecho por mí? – preguntó coqueta antes de besarlo de nuevo.
Roberto sabía que ella estaba bromeando, les gustaba bromear antes, durante y después de hacer el amor, les gustaba reírse, provocarse, divertirse haciendo el amor. Habían descubierto que la suya era una unión más allá de los cuerpos, más allá de la pasión desenfrenada, más allá de la necesidad de satisfacer un deseo carnal; necesitaban mirarse, hablarse, contarse sus cosas, acariciarse, en definitiva… estar juntos.
- ¿Tú que crees? – preguntó él a su vez guiñándole un ojo. Roberto tenía desde siempre la costumbre de bañarse en el río tras el trabajo en el campo, pero desde que visitaba a Natalia se lo había impuesto como una obligación. Quería estar limpio para ella, limpio para que ambos pudiesen disfrutar del tacto de sus cuerpos, limpio para poder olvidar que él era un simple jornalero que cada día llegaba a su hogar sucio de tierra y agotado por el duro trabajo, limpio para intentar olvidar las diferencias que los separaban e intentar imaginar que tan solo eran un hombre y una mujer que se amaban y se deseaban.
- Que sí – repentinamente Natalia dejó de sonreír y se puso más seria. Sí, Roberto se había preocupado de asearse pensando en ella, pensando en su comodidad, en agradarla. Eran pequeños detalles que tenían el uno con el otro, al igual que ella también utilizaba aquel jabón cuyo aroma tanto le gustaba a él.
Roberto bajó la mirada por un instante, azorado, Natalia lo conocía mejor de lo que él mismo pensaba, pero rápidamente la miró de nuevo a los ojos y la sonrisa que vio en sus labios hizo que volviese a buscar la boca de ella. Natalia le echó los brazos al cuello y, sin dejar de besarse, comenzaron a reír.
- Nos van a oír – consiguió decir Natalia entre risas.
- Pues no te rías. - le dijo Roberto mientras abandonaba sus labios para seguir por el cuello
- No puedo evitarlo, me haces cosquillas con la barba.
- ¿Quieres que me afeite? – Roberto hablaba en serio, hacía años que llevaba barba pero por ella se la quitaría sin pensarlo dos veces.
- No – respondió rápidamente y, tomando su cara entre las manos, lo miró a los ojos – Me gustas así; no cambies, por favor. – Natalia no solo se refería a su aspecto físico, le gustaba su espontaneidad, su sentido del humor, la pasión que ponía en todos los aspectos de su vida.
- Entonces tendremos que hacernos los despistados si alguien llama a la puerta… como la noche del revólver. – Al recordar la noche que, mientras hacían el amor, el revolver de Natalia se disparó al caer al suelo alertando a todos los presentes en la posada, comenzaron de nuevo a reír.
- Voy a cerrar con llave – dijo Natalia tratando de levantarse del asiento pero Roberto fue más rápido. Sin dejar de mirarla, caminó hacia atrás hasta llegar a la puerta, dio vuelta a la llave y la extrajo de la cerradura tomándola entre sus dedos y mostrándosela a Natalia.
- Ahora eres mía y no vas a poder escapar - dijo mientras cerraba el puño guardando la llave en su interior.
- ¿Quién te ha dicho que tengo intenciones de escapar? – preguntó Natalia acercándose a él.
#592
19/07/2011 01:25
Con lo que se quieren
y ninguno se lo ha dicho al otro con palabras
pero si con hechos
gracias roberta
y ninguno se lo ha dicho al otro con palabras
pero si con hechos
gracias roberta
#593
19/07/2011 01:33
Muy bonito Roberta !!!
A ver cuándo se deciden porque el tiempo corre.
Me encantan esos encuentros nocturnos y secretos. Qué maravilla. Graciasss
A ver cuándo se deciden porque el tiempo corre.
Me encantan esos encuentros nocturnos y secretos. Qué maravilla. Graciasss
#594
19/07/2011 14:45
Ay!!!!!!!!! Mira que me cuesta no entrar en este post, pero prefiero dejar pasar unos días y así leo cuatro o cinco trozos de golpe y me sabe a más...
Esto está interesantísimo. Sara descubriendo que Abel es su padre. ¿Te puedo pedir un favor??? Ya que en la serie no nos lo concedieron y Elvira era uno de mis personajes favoritos ¿puedes hacer que al menos en tu relato, Don Abel se dé cuenta de la joya de mujer que tiene al lado, le declare su amor y puedan vivir felices para siempre????
Porfavósitaroberta/Porfavósitaroberta/Porfavósitaroberta/Porfavósitaroberta...
Ay quién fuera Natalia para deslizar las manos por esos rizos....
Espero con ansia la escena Baywacht
Esto está interesantísimo. Sara descubriendo que Abel es su padre. ¿Te puedo pedir un favor??? Ya que en la serie no nos lo concedieron y Elvira era uno de mis personajes favoritos ¿puedes hacer que al menos en tu relato, Don Abel se dé cuenta de la joya de mujer que tiene al lado, le declare su amor y puedan vivir felices para siempre????
Porfavósitaroberta/Porfavósitaroberta/Porfavósitaroberta/Porfavósitaroberta...
Ay quién fuera Natalia para deslizar las manos por esos rizos....
Espero con ansia la escena Baywacht
#595
19/07/2011 15:26
roberta que ganas tenia de leerte
#596
21/07/2011 20:43
foroascensor
#597
23/07/2011 02:20
no me canso de decirlo...
Un relato maravilloso. !!!!!!!!!!!
Un relato maravilloso. !!!!!!!!!!!
#598
23/07/2011 19:52
Wenta... chiquilla... si creí que no te gustaban mis historias... (algo así he leido en otro post) jejeje.
Sigamos con esta parejita...
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Cuando estuvieron a pocos centímetros de distancia ambos dejaron de avanzar, Roberto se agachó un poco hasta que sus rostros estuvieron a la misma altura, la abrazó y volvió a erguirse de modo que los pies de Natalia dejaron de tocar el suelo. Ella colocó sus brazos a ambos lados del cuello del joven y con las manos atrajo su cabeza hacia ella, hasta que sus bocas se encontraron. Las manos de Natalia guiaban la cabeza de Roberto en sus besos, enredaba sus dedos en el cabello rizado; le gustaba tanto aquella sensación, que sentía que podría pasar de aquel modo horas y horas. Las manos de Roberto, mientras tanto, sujetaban la cintura de Natalia junto a la suya, apretando las caderas de ella contra las de él. La boca de Roberto dejó los labios de Natalia para descender por su cuello y lentamente la depositó de nuevo en el suelo. Natalia echó la cabeza hacia atrás, exponiendo todo su cuello a los labios de él, pero pronto necesitó mucho más de lo que él le estaba ofreciendo, necesitaba besarlo ella también, necesitaba hacerle sentir que lo amaba, necesitaba devolverle al menos una mínima parte de lo que ella estaba recibiendo, de lo que él le ofrecía. Las manos de Natalia dejaron el cabello de Roberto para descender hasta su mandíbula, allí ejerciendo un poco de fuerza, consiguió separarlo de ella. Él, jadeante por la pasión, la miró incrédulo, Natalia estaba rechazando sus besos…, pero pronto se tranquilizó, ella sonreía y se mordía el labio inferior sensualmente. Pronto sintió como la boca de Natalia de nuevo se posaba sobre la suya con delicadeza, sus labios le acariciaban, cerró los ojos y un suspiró escapó de su garganta. ¡Le gustaba tanto la desinhibición de ella, que tomase la iniciativa cuando estaban juntos! Natalia siguió besándolo, su boca se deslizó hacia una de las mejillas y cruzándola siguió hacia la oreja; mientras tanto, sus manos bajaban por los hombros hacia el pecho para, a continuación, pasando por debajo de los brazos, aferrarse a su espalda. Roberto pensó que la sensación de los labios de Natalia en su oreja era lo más sensual que jamás había experimentado; sentía cómo su corazón, desbocado, amenazaba con salírsele del pecho.
- Vas a matarme – dijo él entre dientes, sintiendo cómo su cuerpo respondía a las caricias y provocaciones de su compañera.
- No, Roberto, eso nunca; sería como acabar conmigo misma. – dijo a su oído. Roberto giró la cabeza para poder mirar a Natalia a los ojos - Yo jamás podría hacerte ningún mal, créeme – continuó ella sonriente, feliz.
- Yo tampoco, nunca dudes de ello.
Roberto buscó de nuevo la boca de Natalia y juntos, abrazados, se fueron acercando lentamente a la cama. Cuando llegaron a ella, Natalia se subió de rodillas sobre el colchón esperando que Roberto se le uniese, pero él se quedó de pie, a su lado, y lentamente fue quitándose la ropa, permitiendo que Natalia pudiese observarlo. Al principio, mientras él se quitaba la chaqueta y la faja, Natalia permaneció sonriente, divertida, pero cuando la camisa se reunió con las anteriores prendas en el suelo, su gesto cambió; seguía sonriente pero sintió cómo el deseo se le enroscaba en las entrañas y en la garganta. El hombre que amaba estaba frente a ella, desnudándose, mostrándose ante ella tal cual era; no solo era su cuerpo el que estaba a la vista, su alma también se estaba mostrando completamente. Cuando toda su ropa quedó en el suelo, Roberto se quedó quieto, expectante, esperando la reacción de Natalia. Había notado su cambio de actitud, tal vez había sido demasiado brusco y ella se había sentido intimidada, no se atrevía a acercarse.
Natalia estaba paralizada, a pesar de haber recibido la educación de una señorita, encerrada durante años en internados, sabía cómo era el cuerpo de un hombre. Ya en la adolescencia, su curiosidad innata la había llevado a buscar libros con ilustraciones y después, debido a sus negocios, había tratado con gente de todo tipo y condición. Había visto cuerpos fuertes y agotados, sanos y enfermos o heridos, jóvenes y viejos; se había acostumbrado a ver cualquier parte del cuerpo casi con indiferencia, pero en el caso de Roberto no era así. Roberto era distinto, Roberto era el único hombre a quien se había entregado, el único que la había visto completamente desnuda, que la había tocado, que la había amado. Ya no concebía la vida sin él, sin sus caricias, sin sus besos, sin su amor, sin su compañía; lo que la alteraba sobremanera no era la visión de su cuerpo desnudo, o tal vez sí, pero no era solo eso. Lo que la mantenía paralizada era observarlo y sentir la reacción de su propio cuerpo ante su contemplación, aquellas manos y brazos endurecidos por la dura tarea del campo que se volvían acariciantes cuando estaba con ella, aquella espalda que se había fortalecido bajo horas y horas de arduo trabajo que tan suave era al contacto de sus dedos, aquel amplio pecho cubierto de vello sobre el que tanto le gustaba descansar, aquella cadera y aquellas piernas que con sus potentes movimientos la habían llevado hasta la locura. Clavando sus ojos en los de Roberto, Natalia dejó escapar un suspiro, ahora le tocaba a ella. Sus manos ascendieron desde los costados, donde las había dejado inertes hasta la parte delantera de su bata, la abrió y muy despacio se la echó hacia atrás, dejando que resbalase por sus brazos; cuando las mangas llegaron hasta sus muñecas se la quitó y la arrojó a un lado de la cama. Sentía la mirada de Roberto en su rostro, él no seguía los movimientos de sus manos, no miraba las curvas de su cuerpo, la miraba a los ojos; la suya no era una mirada de simple deseo, la miraba con necesidad, con amor, con entrega, mirando más allá de su cuerpo, penetrando en su mente y en su corazón. Las manos de Natalia volaron en aquel momento hacia su camisón, lo tomó de la tela que descansaba sobre los muslos y tiró de él hacia arriba, tuvo que mover sus rodillas, pues la tela estaba pillada bajo ella; con parsimonia y sin dejar de mirar a Roberto, sus manos fueron recogiendo parte de la tela y elevándola por su cuerpo. Sus muslos quedaron al descubierto, pero Roberto seguía mirándola a los ojos, poco después el borde de la tela llegó hasta su cintura, pero la mirada de Roberto seguía fija en su rostro, momentos después Natalia se sacaba el camisón por la cabeza y cuando, tras hacer que el camisón se reuniese con la bata, volvió a mirar a Roberto, él seguía mirando sus ojos. Natalia le tendió una mano, él se acercó, apoyó una de sus rodillas en el borde de la cama y rozó con sus dedos la mano que ella le tendía; los dedos siguieron avanzando por el brazo hasta el codo, desde donde pasaron a la cintura de ella. Acercándose aún más, puso su otra mano en el cuello de la joven y lentamente la recostó en la cama. Las manos de Natalia también habían ido recorriendo el cuerpo de Roberto mientras él se acercaba a ella, con una de ellas acariciaba su pecho mientras que con la otra seguía el perfil de su mandíbula. Lo que no habían dejado de hacer en ningún momento era mirarse a los ojos.
Sigamos con esta parejita...
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Cuando estuvieron a pocos centímetros de distancia ambos dejaron de avanzar, Roberto se agachó un poco hasta que sus rostros estuvieron a la misma altura, la abrazó y volvió a erguirse de modo que los pies de Natalia dejaron de tocar el suelo. Ella colocó sus brazos a ambos lados del cuello del joven y con las manos atrajo su cabeza hacia ella, hasta que sus bocas se encontraron. Las manos de Natalia guiaban la cabeza de Roberto en sus besos, enredaba sus dedos en el cabello rizado; le gustaba tanto aquella sensación, que sentía que podría pasar de aquel modo horas y horas. Las manos de Roberto, mientras tanto, sujetaban la cintura de Natalia junto a la suya, apretando las caderas de ella contra las de él. La boca de Roberto dejó los labios de Natalia para descender por su cuello y lentamente la depositó de nuevo en el suelo. Natalia echó la cabeza hacia atrás, exponiendo todo su cuello a los labios de él, pero pronto necesitó mucho más de lo que él le estaba ofreciendo, necesitaba besarlo ella también, necesitaba hacerle sentir que lo amaba, necesitaba devolverle al menos una mínima parte de lo que ella estaba recibiendo, de lo que él le ofrecía. Las manos de Natalia dejaron el cabello de Roberto para descender hasta su mandíbula, allí ejerciendo un poco de fuerza, consiguió separarlo de ella. Él, jadeante por la pasión, la miró incrédulo, Natalia estaba rechazando sus besos…, pero pronto se tranquilizó, ella sonreía y se mordía el labio inferior sensualmente. Pronto sintió como la boca de Natalia de nuevo se posaba sobre la suya con delicadeza, sus labios le acariciaban, cerró los ojos y un suspiró escapó de su garganta. ¡Le gustaba tanto la desinhibición de ella, que tomase la iniciativa cuando estaban juntos! Natalia siguió besándolo, su boca se deslizó hacia una de las mejillas y cruzándola siguió hacia la oreja; mientras tanto, sus manos bajaban por los hombros hacia el pecho para, a continuación, pasando por debajo de los brazos, aferrarse a su espalda. Roberto pensó que la sensación de los labios de Natalia en su oreja era lo más sensual que jamás había experimentado; sentía cómo su corazón, desbocado, amenazaba con salírsele del pecho.
- Vas a matarme – dijo él entre dientes, sintiendo cómo su cuerpo respondía a las caricias y provocaciones de su compañera.
- No, Roberto, eso nunca; sería como acabar conmigo misma. – dijo a su oído. Roberto giró la cabeza para poder mirar a Natalia a los ojos - Yo jamás podría hacerte ningún mal, créeme – continuó ella sonriente, feliz.
- Yo tampoco, nunca dudes de ello.
Roberto buscó de nuevo la boca de Natalia y juntos, abrazados, se fueron acercando lentamente a la cama. Cuando llegaron a ella, Natalia se subió de rodillas sobre el colchón esperando que Roberto se le uniese, pero él se quedó de pie, a su lado, y lentamente fue quitándose la ropa, permitiendo que Natalia pudiese observarlo. Al principio, mientras él se quitaba la chaqueta y la faja, Natalia permaneció sonriente, divertida, pero cuando la camisa se reunió con las anteriores prendas en el suelo, su gesto cambió; seguía sonriente pero sintió cómo el deseo se le enroscaba en las entrañas y en la garganta. El hombre que amaba estaba frente a ella, desnudándose, mostrándose ante ella tal cual era; no solo era su cuerpo el que estaba a la vista, su alma también se estaba mostrando completamente. Cuando toda su ropa quedó en el suelo, Roberto se quedó quieto, expectante, esperando la reacción de Natalia. Había notado su cambio de actitud, tal vez había sido demasiado brusco y ella se había sentido intimidada, no se atrevía a acercarse.
Natalia estaba paralizada, a pesar de haber recibido la educación de una señorita, encerrada durante años en internados, sabía cómo era el cuerpo de un hombre. Ya en la adolescencia, su curiosidad innata la había llevado a buscar libros con ilustraciones y después, debido a sus negocios, había tratado con gente de todo tipo y condición. Había visto cuerpos fuertes y agotados, sanos y enfermos o heridos, jóvenes y viejos; se había acostumbrado a ver cualquier parte del cuerpo casi con indiferencia, pero en el caso de Roberto no era así. Roberto era distinto, Roberto era el único hombre a quien se había entregado, el único que la había visto completamente desnuda, que la había tocado, que la había amado. Ya no concebía la vida sin él, sin sus caricias, sin sus besos, sin su amor, sin su compañía; lo que la alteraba sobremanera no era la visión de su cuerpo desnudo, o tal vez sí, pero no era solo eso. Lo que la mantenía paralizada era observarlo y sentir la reacción de su propio cuerpo ante su contemplación, aquellas manos y brazos endurecidos por la dura tarea del campo que se volvían acariciantes cuando estaba con ella, aquella espalda que se había fortalecido bajo horas y horas de arduo trabajo que tan suave era al contacto de sus dedos, aquel amplio pecho cubierto de vello sobre el que tanto le gustaba descansar, aquella cadera y aquellas piernas que con sus potentes movimientos la habían llevado hasta la locura. Clavando sus ojos en los de Roberto, Natalia dejó escapar un suspiro, ahora le tocaba a ella. Sus manos ascendieron desde los costados, donde las había dejado inertes hasta la parte delantera de su bata, la abrió y muy despacio se la echó hacia atrás, dejando que resbalase por sus brazos; cuando las mangas llegaron hasta sus muñecas se la quitó y la arrojó a un lado de la cama. Sentía la mirada de Roberto en su rostro, él no seguía los movimientos de sus manos, no miraba las curvas de su cuerpo, la miraba a los ojos; la suya no era una mirada de simple deseo, la miraba con necesidad, con amor, con entrega, mirando más allá de su cuerpo, penetrando en su mente y en su corazón. Las manos de Natalia volaron en aquel momento hacia su camisón, lo tomó de la tela que descansaba sobre los muslos y tiró de él hacia arriba, tuvo que mover sus rodillas, pues la tela estaba pillada bajo ella; con parsimonia y sin dejar de mirar a Roberto, sus manos fueron recogiendo parte de la tela y elevándola por su cuerpo. Sus muslos quedaron al descubierto, pero Roberto seguía mirándola a los ojos, poco después el borde de la tela llegó hasta su cintura, pero la mirada de Roberto seguía fija en su rostro, momentos después Natalia se sacaba el camisón por la cabeza y cuando, tras hacer que el camisón se reuniese con la bata, volvió a mirar a Roberto, él seguía mirando sus ojos. Natalia le tendió una mano, él se acercó, apoyó una de sus rodillas en el borde de la cama y rozó con sus dedos la mano que ella le tendía; los dedos siguieron avanzando por el brazo hasta el codo, desde donde pasaron a la cintura de ella. Acercándose aún más, puso su otra mano en el cuello de la joven y lentamente la recostó en la cama. Las manos de Natalia también habían ido recorriendo el cuerpo de Roberto mientras él se acercaba a ella, con una de ellas acariciaba su pecho mientras que con la otra seguía el perfil de su mandíbula. Lo que no habían dejado de hacer en ningún momento era mirarse a los ojos.
#599
23/07/2011 21:04
Que barbaridad................y todabia les queda lo mejor
roberta..............
roberta..............
#600
24/07/2011 04:16
era largo el camisón ....