Foro Bandolera
Como no me gusta la historia... voy y la cambio (Natalia y Roberto)
#0
27/04/2011 20:02
Como estoy bastante aburrida de que me tengan a Roberto entre rejas, aunque sean las rejas de cartón piedra del cuartel de Arazana, y de que nadie (excepto San Miguel) intente hacer nada... pues voy y lo saco yo misma.
Y como la historia parece que va dos pasitos pa´lante y tres pa´trás, pues voy y la cambio a mi gusto.
Y como a mi el que me gusta es el Rober... pues también cambio la historia.
Creo que me he metio en un ebolao del que no voy a saber salir pero bueno, todo sea por dar ideas a los guionistas de nuestros amores. Ya me direis...
_____________________________________________________________________________
Capítulo 1
Parecía un sitio tranquilo, alejado del camino, seguro que por allí no pasaba gente con regularidad. La hierba que tapizaba la orilla del río era alta y estaba sin pisar así que decidió desmontar y descansar unos minutos.
- No puedo estar ya muy lejos de ese maldito pueblo. ¿Es que no había un lugar más perdido donde esconderte Sara?- dijo en voz alta mientras ataba el caballo a uno de los árboles que extendían sus ramas sobre el agua.
Mientras estiraba los músculos, agarrotados después de tan larga jornada a caballo, vio su reflejo en el remanso que el río formaba a pocos metros de allí. Miró hacia ambos lados y, al no ver a nadie y comprobar que el caballo se alimentaba tranquilamente, sonrió y comenzó a despojarse de sus vestimentas hasta quedar en ropa interior. Se adentró en el agua hasta que ésta le llegó hasta la cintura, entonces extendió los brazos y se dejó caer hacia atrás. Movía los brazos y las piernas lo indispensable para no alejarse demasiado de la orilla y mantenerse a flote, sintiendo cómo la corriente masajeaba su cuerpo. Sabía que la ropa que aún llevaba puesta, al mojarse, dejaría al descubierto las formas de su cuerpo, pero le daba igual, además, sería demasiada casualidad que alguien pasara por allí en ese momento.
Y como la historia parece que va dos pasitos pa´lante y tres pa´trás, pues voy y la cambio a mi gusto.
Y como a mi el que me gusta es el Rober... pues también cambio la historia.
Creo que me he metio en un ebolao del que no voy a saber salir pero bueno, todo sea por dar ideas a los guionistas de nuestros amores. Ya me direis...
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Capítulo 1
Parecía un sitio tranquilo, alejado del camino, seguro que por allí no pasaba gente con regularidad. La hierba que tapizaba la orilla del río era alta y estaba sin pisar así que decidió desmontar y descansar unos minutos.
- No puedo estar ya muy lejos de ese maldito pueblo. ¿Es que no había un lugar más perdido donde esconderte Sara?- dijo en voz alta mientras ataba el caballo a uno de los árboles que extendían sus ramas sobre el agua.
Mientras estiraba los músculos, agarrotados después de tan larga jornada a caballo, vio su reflejo en el remanso que el río formaba a pocos metros de allí. Miró hacia ambos lados y, al no ver a nadie y comprobar que el caballo se alimentaba tranquilamente, sonrió y comenzó a despojarse de sus vestimentas hasta quedar en ropa interior. Se adentró en el agua hasta que ésta le llegó hasta la cintura, entonces extendió los brazos y se dejó caer hacia atrás. Movía los brazos y las piernas lo indispensable para no alejarse demasiado de la orilla y mantenerse a flote, sintiendo cómo la corriente masajeaba su cuerpo. Sabía que la ropa que aún llevaba puesta, al mojarse, dejaría al descubierto las formas de su cuerpo, pero le daba igual, además, sería demasiada casualidad que alguien pasara por allí en ese momento.
#521
02/07/2011 20:06
Gracias Roberta, ¡ay! la responsabilidad...............maldito palabro.
#522
02/07/2011 20:14
Pobre natalia.........
#523
02/07/2011 21:15
Pero Roberta.... si el Rober tiene ORO!! que dice de responsabilidades... que liquide, que liquide todo y a vivir del oro! jajajaja
Pooobre ella... que cerebrales somos las mujeres... yo la primera
Pooobre ella... que cerebrales somos las mujeres... yo la primera
#524
02/07/2011 23:14
Ayyyyy Natalia está en una encrucijada entre la razón y el corazón, seguro que al final le hará caso al corazón
#525
03/07/2011 08:42
Preciosa conversacion, Roberta.
Gracias.
Gracias.
#526
04/07/2011 20:27
Menudo fin de semana más largo..........
tod@s pensando que el 4J iba a ser el fin del mundo y ademas iba a empezar por la serranía andaluza y luego no ha sido para tanto.
_______________________________________________________________________
Natalia llegó hasta la herrería de Satur, le saludó, intercambiaron unas pocas palabras amables y recogió su caballo; necesitaba descargar todo el dolor que llevaba dentro. La conversación con Sara le había servido para reafirmar sus ideas, no había un futuro para ella y para Roberto, cómo iba a haber un futuro para ellos cuando ni siquiera había un presente. Sujetando de las riendas a su caballo cruzó de nuevo la plaza y se dirigió a la salida del pueblo, tardó varios minutos en hacerlo ya que en su camino se fueron cruzando los vecinos Arazana y todos y cada uno de ellos querían saludarla, desearle los buenos días, interesarse por ella. Natalia intentaba responder con cortesía a sus buenos deseos y saludos a pesar de que su cabeza seguía inmersa en la conversación que había mantenido con su prima. Cuando por fin llegó a la salida del pueblo se subió a la silla, espoleó al caballo y lo dejó correr libremente. Natalia tomó con fuerza las riendas, clavó las rodillas en los flancos de la bestia y cerró los ojos; quería sentir la fuerza que el bruto le transmitía, necesitaba que el viento se llevase las lágrimas que de nuevo brotaban de sus ojos, necesitaba gritar, llorar, golpear algo, sentir dolor físico, cualquier cosa que mitigase, que ahogase el dolor que la destrozaba por dentro.
Roberto se encontraba, como cada día, en su terruño cuando escuchó que alguien se movía a su espalda. ¿Sería Natalia que por fin iba a visitarlo? Desde que volvieron de su viaje a Sevilla no habían podido hablar normalmente; de día se habían visto tan solo un par de veces y rodeados de mucha gente y de noche… Cada noche, desde que estaban juntos, Roberto se había colado por la ventana en la habitación de ella, habían hecho el amor apasionadamente y después habían permanecido abrazados, hablando hasta que el sueño, el agotamiento y el placer les vencían.
- Buenos días.
- Buenos días, señorita Eugenia, señorita Guerra – dijo Roberto al descubrir de quién se trataba. Su voz denotaba tristeza y decepción, decepción que Eugenia pudo advertir.
- ¿Molestamos? – preguntó Eugenia acercándose con su amiga. Margarita había intentado hacer desistir a Eugenia de su idea de volver a visitar a Roberto, pensaba que no era conveniente que Eugenia visitase con asiduidad a muchacho. En las dos ocasiones que había tratado con él había podido comprobar que, a pesar de haber tenido una educación tan distinta de la de ellas, se trataba de un joven agradable que las había tratado con respeto y deferencia, pero aún así no estimaba conveniente fomentar aquella amistad. Eugenia era una jovencita muy sensible, enamoradiza, que había sufrido mucho en los últimos meses, y temía que malinterpretase la amistad que Roberto le brindaba, porque tan solo era eso lo que él sentía por ella. La mañana anterior había podido comprobar dos cosas: cómo él no tenía ojos para nadie que no fuese Natalia Reeves, y cómo su amor era correspondido; por eso tenía miedo por su amiga, no quería que sufriese de nuevo y andar buscando a Roberto no era el mejor modo de evitarlo.
- No, por supuesto que no, – dijo él sonriendo y dejando la azada a un lado – tan solo me ha sorprendido su visita. – Margarita comprendió al instante que se sentía incómodo, no las quería allí, no quería provocar ningún malentendido con Eugenia, y eso le gustó.
- Sí, bueno… - comenzó a decir Eugenia - tan solo quería agradecerte lo amable que fuiste ayer presentándome a la señorita Reeves; ella también fue muy amable conmigo.
- No fue molestia – dijo Roberto limpiándose las manos en su pantalón.
- Si, me pareció una mujer muy valiente, me gustaría tanto parecerme a ella… – dijo Eugenia pensativa – aunque me pareció también muy triste. - Incluso Eugenia, que tan solo había estado con ella unos pocos minutos, pudo darse cuenta del dolor y la tristeza que Natalia llevaba en su interior. Roberto no supo qué decir ante aquella afirmación. Margarita, conciente de la incomodidad del muchacho intervino.
- Eugenia, creo que es hora de que nos vayamos, ya hemos molestado bastante al señor Pérez. – dijo sonriéndole.
- Pero… - comenzó a decir Eugenia, aunque el gesto que vio en el rostro de su amiga hizo que aceptase que era hora de volver a casa. – Sí, tienes razón. No te molestamos más Roberto, te dejamos con tu trabajo.
- Como deseen, siempre serán bienvenidas por aquí. – dijo a modo de despedida.
- No tenías por qué ser tan brusca, Margarita. – dijo Eugenia minutos después, cuando estaban ya fuera de la vista de Roberto.
- Eugenia, tan solo quiero evitarte más sufrimientos. – Al ver la cara que puso su amiga, Margarita continuó explicándose – No quiero que te enamores de Roberto.
- ¿Por qué? ¿Porque es un jornalero? – dijo Eugenia ofendida
- No, simplemente porque él nunca te amará. – Eugenia dejó de caminar y Margarita se adelantó unos pasos – Está enamorado de Natalia Reeves, ¿o no te diste cuenta ayer?
- No, la verdad es que no me di cuenta de ello. – dijo pensativa. Eugenia se puso en marcha de nuevo y llegó a la altura de Margarita – De todos modos no me estaba enamorando de Roberto, es un gran muchacho, pero tan solo le veo como a un amigo, como a un hermano… ¿Te he contado alguna vez que de niños Álvaro, Roberto y yo jugábamos juntos? Además, Roberto me gustaba para ti…, lástima que no esté libre. - y siguió caminando dejando atrás a Margarita quien la miraba asombrada.
tod@s pensando que el 4J iba a ser el fin del mundo y ademas iba a empezar por la serranía andaluza y luego no ha sido para tanto.
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Natalia llegó hasta la herrería de Satur, le saludó, intercambiaron unas pocas palabras amables y recogió su caballo; necesitaba descargar todo el dolor que llevaba dentro. La conversación con Sara le había servido para reafirmar sus ideas, no había un futuro para ella y para Roberto, cómo iba a haber un futuro para ellos cuando ni siquiera había un presente. Sujetando de las riendas a su caballo cruzó de nuevo la plaza y se dirigió a la salida del pueblo, tardó varios minutos en hacerlo ya que en su camino se fueron cruzando los vecinos Arazana y todos y cada uno de ellos querían saludarla, desearle los buenos días, interesarse por ella. Natalia intentaba responder con cortesía a sus buenos deseos y saludos a pesar de que su cabeza seguía inmersa en la conversación que había mantenido con su prima. Cuando por fin llegó a la salida del pueblo se subió a la silla, espoleó al caballo y lo dejó correr libremente. Natalia tomó con fuerza las riendas, clavó las rodillas en los flancos de la bestia y cerró los ojos; quería sentir la fuerza que el bruto le transmitía, necesitaba que el viento se llevase las lágrimas que de nuevo brotaban de sus ojos, necesitaba gritar, llorar, golpear algo, sentir dolor físico, cualquier cosa que mitigase, que ahogase el dolor que la destrozaba por dentro.
Roberto se encontraba, como cada día, en su terruño cuando escuchó que alguien se movía a su espalda. ¿Sería Natalia que por fin iba a visitarlo? Desde que volvieron de su viaje a Sevilla no habían podido hablar normalmente; de día se habían visto tan solo un par de veces y rodeados de mucha gente y de noche… Cada noche, desde que estaban juntos, Roberto se había colado por la ventana en la habitación de ella, habían hecho el amor apasionadamente y después habían permanecido abrazados, hablando hasta que el sueño, el agotamiento y el placer les vencían.
- Buenos días.
- Buenos días, señorita Eugenia, señorita Guerra – dijo Roberto al descubrir de quién se trataba. Su voz denotaba tristeza y decepción, decepción que Eugenia pudo advertir.
- ¿Molestamos? – preguntó Eugenia acercándose con su amiga. Margarita había intentado hacer desistir a Eugenia de su idea de volver a visitar a Roberto, pensaba que no era conveniente que Eugenia visitase con asiduidad a muchacho. En las dos ocasiones que había tratado con él había podido comprobar que, a pesar de haber tenido una educación tan distinta de la de ellas, se trataba de un joven agradable que las había tratado con respeto y deferencia, pero aún así no estimaba conveniente fomentar aquella amistad. Eugenia era una jovencita muy sensible, enamoradiza, que había sufrido mucho en los últimos meses, y temía que malinterpretase la amistad que Roberto le brindaba, porque tan solo era eso lo que él sentía por ella. La mañana anterior había podido comprobar dos cosas: cómo él no tenía ojos para nadie que no fuese Natalia Reeves, y cómo su amor era correspondido; por eso tenía miedo por su amiga, no quería que sufriese de nuevo y andar buscando a Roberto no era el mejor modo de evitarlo.
- No, por supuesto que no, – dijo él sonriendo y dejando la azada a un lado – tan solo me ha sorprendido su visita. – Margarita comprendió al instante que se sentía incómodo, no las quería allí, no quería provocar ningún malentendido con Eugenia, y eso le gustó.
- Sí, bueno… - comenzó a decir Eugenia - tan solo quería agradecerte lo amable que fuiste ayer presentándome a la señorita Reeves; ella también fue muy amable conmigo.
- No fue molestia – dijo Roberto limpiándose las manos en su pantalón.
- Si, me pareció una mujer muy valiente, me gustaría tanto parecerme a ella… – dijo Eugenia pensativa – aunque me pareció también muy triste. - Incluso Eugenia, que tan solo había estado con ella unos pocos minutos, pudo darse cuenta del dolor y la tristeza que Natalia llevaba en su interior. Roberto no supo qué decir ante aquella afirmación. Margarita, conciente de la incomodidad del muchacho intervino.
- Eugenia, creo que es hora de que nos vayamos, ya hemos molestado bastante al señor Pérez. – dijo sonriéndole.
- Pero… - comenzó a decir Eugenia, aunque el gesto que vio en el rostro de su amiga hizo que aceptase que era hora de volver a casa. – Sí, tienes razón. No te molestamos más Roberto, te dejamos con tu trabajo.
- Como deseen, siempre serán bienvenidas por aquí. – dijo a modo de despedida.
- No tenías por qué ser tan brusca, Margarita. – dijo Eugenia minutos después, cuando estaban ya fuera de la vista de Roberto.
- Eugenia, tan solo quiero evitarte más sufrimientos. – Al ver la cara que puso su amiga, Margarita continuó explicándose – No quiero que te enamores de Roberto.
- ¿Por qué? ¿Porque es un jornalero? – dijo Eugenia ofendida
- No, simplemente porque él nunca te amará. – Eugenia dejó de caminar y Margarita se adelantó unos pasos – Está enamorado de Natalia Reeves, ¿o no te diste cuenta ayer?
- No, la verdad es que no me di cuenta de ello. – dijo pensativa. Eugenia se puso en marcha de nuevo y llegó a la altura de Margarita – De todos modos no me estaba enamorando de Roberto, es un gran muchacho, pero tan solo le veo como a un amigo, como a un hermano… ¿Te he contado alguna vez que de niños Álvaro, Roberto y yo jugábamos juntos? Además, Roberto me gustaba para ti…, lástima que no esté libre. - y siguió caminando dejando atrás a Margarita quien la miraba asombrada.
#527
04/07/2011 20:30
Ay,Robert, gracias. Que ganas tenía de leer un trocito nuevo de tu historia. Qué rápida has sido dejando muyclaro para todos a quien aman Natalia y Roberto, muy bueno, si señor.
#528
04/07/2011 23:20
Menos mal... ya pensé que ibas a tirar por el triángulo y me tenías nerviosica perdia!!!
Mira, ojo con Natalia... con ese galope llega a Bilbao! y no se puede ir sin despedirse jajaja
Sé que aquí no va pero ...
¡¡¡Sara vuelve!!!
Mira, ojo con Natalia... con ese galope llega a Bilbao! y no se puede ir sin despedirse jajaja
Sé que aquí no va pero ...
¡¡¡Sara vuelve!!!
#529
05/07/2011 01:03
ROberta no se lo que nos tienes preparado
pero natalia y roberto juntos para siempre..............
pero natalia y roberto juntos para siempre..............
#530
05/07/2011 21:02
¿¿¿¿Juntos????
No sé, me estoy contagiando por las tramas de los lionistas...
__________________________________________________________________________
Finalmente, el caballo de Natalia se detuvo agotado junto a unos árboles. Ella, agotada también, soltó las riendas y se apoyó sobre el cuello del noble bruto. Sentía como el sudor del pobre animal se mezclaba con el suyo propio, sentía en su rostro la agitada respiración del caballo, le había obligado a correr como nunca lo había hecho con ningún otro caballo antes. Había pagado con él todo el dolor que sentía, todas las frustraciones que encerraba su pobre corazón, toda la cobardía que albergaba en su interior. Sara le había dicho que luchase por su amor, que no se dejase vencer sin presentar batalla, que Roberto la amaba como ella a él, ¿y si tenía razón? ¿Y si Roberto era el hombre que la vida le tenia reservado? ¿Y si en verdad había un futuro para ellos?
- ¿Peo qué é lo que mi ojitoz etán vienndo? Paice la sita Natalia, Mantecao… Acompáñame, commpañero. Vámo a vé que ez lo que le paza, porque eza forma de montá a caballo no é mu normal que digamo.
Natalia escuchó voces y levantó la cabeza mientras se limpiaba las lágrimas y el sudor con el dorso de la mano - Rafaelín, ¿eres tú? – El muchacho avanzaba hacia Natalia utilizando a su querido burro Mantecao como parapeto, desde la patada del día anterior desconfiaba de Natalia a pesar de todas las explicaciones que Sara y Marcial le habían dado.
- Si, sita Natalia, soy yo, er Rafaelín, ¿ezta uzté bien? – dijo Rafaelín.
- Si, Rafaelín, estoy bien, muchas gracias. – Natalia desmontó del caballo y tirando de las riendas comenzó a caminar hacia él. – Me gustaría pedirte disculpas por la patada que te propiné ayer, no se me ocurría nada más para evitar que le contases al teniente Romero sobre el incendio de la tierra de Eustaquio; no podía imaginar que lo que realmente querías hacer era dejar pistas falsas.
- No se priocupe sita, ya misplicó la sita Sara ayer, pero podia habé penzau uzté un poquitico má ante de darme la patá – a pesar de sus palabras Rafaelín se protegía tras el cuerpo de su burro, era mejor prevenir que lamentarse después. – ¿Está uzté bien? Ej que la he vizto montá en el caballo y má paecido un poco raro. ¿En zu tierra montan ustedes asinnn?
- No Rafaelín, tan solo estaba descansando. Hemos corrido mucho – dijo Natalia acariciando el cuello de su caballo – y necesitábamos descansar.
- ¿Y… y… ezoz churretonez? No habrá eztau uzté llorando, ¿eins?
- ¿Yo? – dijo Natalia alarmada – No, no he estado llorando.
- Zi, zí, er Rafaelín zerá tonto, pero zabe zi alguien ha estau llorando, ¿verdá Mantecao? – acariciando el lomo del asno lo rodeó y se acercó por fin a Natalia – No zé quién le habrá hecho llorá, pero zeguro que é una malisisima perzona. Zolo una malisisima perzona pué hacé llorá a una sita tan buena como uzté.
- Gracias por tus palabras, Rafaelín. – Natalia colocó la mano sobre el brazo del muchacho y apretó ligeramente – Es muy considerado de tu parte preocuparte por mí, pero nadie me ha hecho llorar. Lloraba porque… - no tenía caso disimular, era evidente por su cara que había estado llorando – en unos días vuelvo a mi casa.
- ¿Ze marcha uzté? – preguntó extrañado.
- Si, y lloraba porque os voy a echar mucho de menos.
- ¿Por qué ze vá? Yo la quiero muchisísimo, no mimporta que maya pegau una patá. Todoz la queremoz muchisísimo… - realmente Rafaelín parecía afectado ante la noticia de su marcha. – la sita Sara, e teniente, e Pepe, la Julieta, la seña Maña, e Roberto… - comenzó a enumerar. Cuando nombró a Roberto, Natalia hizo un movimiento involuntario que no pasó desapercibido para Rafaelín – e Roberto e mu bueno y la vá a echá de menoz. Bueno, como tós.
- Pero tengo que irme, en mi casa hay gente que me espera.
- Peo, ¿tié que ise o quié ise? No haga laz cozaz porque tié cacerlas, hágalas porque quié hacerlas. La via es mu corta pa no hacer lo que uno quié hacer, ¿verdá, Mantecao? – dijo acariciando la oreja de su burrito.
Horas antes Sara le había dicho que lo intensase, que diese una oportunidad al amor que sentía por Roberto, a ese amor que, según ella, era correspondido; ahora Rafaelín le decía que no hiciese las cosas porque tuviese que hacerlas sino porque realmente quería hacerlas. Si se tratase de otra persona ella hubiese ofrecido el mismo consejo, pero era mucho más sencillo dar consejos que seguirlos. Se tenía por una mujer valiente, pero ¿tendría el suficiente valor como para quedarse? ¿Tanto como para luchar por el amor que sentía por Roberto? ¿Tanto como para confesarle su amor?
Natalia había vuelto a Arazana intentando no ser vista por nadie para no tener que dar explicaciones acerca del aspecto que presentaba: bastante desastrado, debido al llanto y el polvo del camino. Consiguió colarse en la posada aprovechando que la Maña había entrado un momento en la cocina y sus chicas estaban ocupadas con los clientes. ¿Quién le iba a decir unos meses atrás que iba a estar alojada en un prostíbulo como si fuese lo más normal del mundo? Se había aseado, se había puesto una blusa y una falda limpias y se había reunido con Sara para cenar; eran la perfecta estampa de la tristeza.
Sara seguía pensando en el disgusto que había tenido con Miguel, su prima estaba en lo cierto, no solo tenía que pedirle disculpas, también tenía que demostrarle que estaba arrepentida de lo que había dicho y al día siguiente iba a empezar a hacerlo. Iría a hablar con el gobernador, le contaría los hechos que había podido comprobar y las sospechas que tenía acerca de los asuntos sucios de Olmedo. Por su parte, Natalia estaba pensativa; no dejaba de darle vueltas a las conversaciones que había tenido con Sara y Rafaelín. Intentaba encontrar el modo de descubrir si Roberto sentía por ella algo parecido al amor, algo que le diese el valor suficiente como para quedarse, como para luchar, como para tirar por la borda todo lo que había sido su vida hasta entonces.
- Vaya, vaya, vaya. – La Maña se acercó a ellas con un par de platos en las manos - ¿Qué les pasa a las muchachas más bonitas de todo Arazana?
- Hola Maña. - dijo Natalia. Sara estaba demasiado deprimida hasta para contestar.
- ¿Qué solitas estáis? ¿No os acompaña el teniente? – dijo la dueña del local con segundas intenciones ya que sabía perfectamente que Miguel dormía cada noche con Sara en su habitación. Sara, al escuchar la pregunta no pudo evitar un estremecimiento y, para evitar que tomo el mundo la viera llorar, se retiró rápidamente escaleras arriba camino a su habitación. – Pero, ¿qué ha pasado? – preguntó la Maña.
- Nada, no te preocupes. – respondió Natalia con tristeza.
- Natalia, ¿qué he dicho? ¿Qué ha pasado? – la Maña estaba realmente angustiada, sentía que ella había provocado la marcha de Sara.
- Han discutido – dijo Natalia escuetamente mientras ella también abandonaba la mesa sin haber cenado.
- ¿Es muy grave?
Natalia asintió con la cabeza.
- Pero no te preocupes, esos dos han nacido para estar juntos – dijo Natalia intentando sonreír.
- ¿Y tú? ¿A ti qué te ocurre, chiquilla? – no era normal que aquellas dos jovencitas estuviesen tan tristes.
- Me entristece ver así a Sara, - mintió Natalia. Estaba triste por su prima, pero como ya había dicho, estaba segura de que arreglarían sus diferencias – no me gustaría irme antes de que contenten. Voy a ver si me necesita – y tras besar a la Maña, Natalia siguió los pasos de Sara.
- A mi no me engañas, – dijo la Maña en voz baja cuando se quedó sola – hay algo más que te entristece y preocupa. Como bien dices estos dos arreglarán sus diferencias, no pueden vivir el uno sin el otro… yo más bien diría – comenzó a recoger los abandonados platos con la cena de las Reeves – que tu tristeza tiene que ver con la misteriosa sombra que vi ayer colándose en tu cuarto.
No sé, me estoy contagiando por las tramas de los lionistas...
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Finalmente, el caballo de Natalia se detuvo agotado junto a unos árboles. Ella, agotada también, soltó las riendas y se apoyó sobre el cuello del noble bruto. Sentía como el sudor del pobre animal se mezclaba con el suyo propio, sentía en su rostro la agitada respiración del caballo, le había obligado a correr como nunca lo había hecho con ningún otro caballo antes. Había pagado con él todo el dolor que sentía, todas las frustraciones que encerraba su pobre corazón, toda la cobardía que albergaba en su interior. Sara le había dicho que luchase por su amor, que no se dejase vencer sin presentar batalla, que Roberto la amaba como ella a él, ¿y si tenía razón? ¿Y si Roberto era el hombre que la vida le tenia reservado? ¿Y si en verdad había un futuro para ellos?
- ¿Peo qué é lo que mi ojitoz etán vienndo? Paice la sita Natalia, Mantecao… Acompáñame, commpañero. Vámo a vé que ez lo que le paza, porque eza forma de montá a caballo no é mu normal que digamo.
Natalia escuchó voces y levantó la cabeza mientras se limpiaba las lágrimas y el sudor con el dorso de la mano - Rafaelín, ¿eres tú? – El muchacho avanzaba hacia Natalia utilizando a su querido burro Mantecao como parapeto, desde la patada del día anterior desconfiaba de Natalia a pesar de todas las explicaciones que Sara y Marcial le habían dado.
- Si, sita Natalia, soy yo, er Rafaelín, ¿ezta uzté bien? – dijo Rafaelín.
- Si, Rafaelín, estoy bien, muchas gracias. – Natalia desmontó del caballo y tirando de las riendas comenzó a caminar hacia él. – Me gustaría pedirte disculpas por la patada que te propiné ayer, no se me ocurría nada más para evitar que le contases al teniente Romero sobre el incendio de la tierra de Eustaquio; no podía imaginar que lo que realmente querías hacer era dejar pistas falsas.
- No se priocupe sita, ya misplicó la sita Sara ayer, pero podia habé penzau uzté un poquitico má ante de darme la patá – a pesar de sus palabras Rafaelín se protegía tras el cuerpo de su burro, era mejor prevenir que lamentarse después. – ¿Está uzté bien? Ej que la he vizto montá en el caballo y má paecido un poco raro. ¿En zu tierra montan ustedes asinnn?
- No Rafaelín, tan solo estaba descansando. Hemos corrido mucho – dijo Natalia acariciando el cuello de su caballo – y necesitábamos descansar.
- ¿Y… y… ezoz churretonez? No habrá eztau uzté llorando, ¿eins?
- ¿Yo? – dijo Natalia alarmada – No, no he estado llorando.
- Zi, zí, er Rafaelín zerá tonto, pero zabe zi alguien ha estau llorando, ¿verdá Mantecao? – acariciando el lomo del asno lo rodeó y se acercó por fin a Natalia – No zé quién le habrá hecho llorá, pero zeguro que é una malisisima perzona. Zolo una malisisima perzona pué hacé llorá a una sita tan buena como uzté.
- Gracias por tus palabras, Rafaelín. – Natalia colocó la mano sobre el brazo del muchacho y apretó ligeramente – Es muy considerado de tu parte preocuparte por mí, pero nadie me ha hecho llorar. Lloraba porque… - no tenía caso disimular, era evidente por su cara que había estado llorando – en unos días vuelvo a mi casa.
- ¿Ze marcha uzté? – preguntó extrañado.
- Si, y lloraba porque os voy a echar mucho de menos.
- ¿Por qué ze vá? Yo la quiero muchisísimo, no mimporta que maya pegau una patá. Todoz la queremoz muchisísimo… - realmente Rafaelín parecía afectado ante la noticia de su marcha. – la sita Sara, e teniente, e Pepe, la Julieta, la seña Maña, e Roberto… - comenzó a enumerar. Cuando nombró a Roberto, Natalia hizo un movimiento involuntario que no pasó desapercibido para Rafaelín – e Roberto e mu bueno y la vá a echá de menoz. Bueno, como tós.
- Pero tengo que irme, en mi casa hay gente que me espera.
- Peo, ¿tié que ise o quié ise? No haga laz cozaz porque tié cacerlas, hágalas porque quié hacerlas. La via es mu corta pa no hacer lo que uno quié hacer, ¿verdá, Mantecao? – dijo acariciando la oreja de su burrito.
Horas antes Sara le había dicho que lo intensase, que diese una oportunidad al amor que sentía por Roberto, a ese amor que, según ella, era correspondido; ahora Rafaelín le decía que no hiciese las cosas porque tuviese que hacerlas sino porque realmente quería hacerlas. Si se tratase de otra persona ella hubiese ofrecido el mismo consejo, pero era mucho más sencillo dar consejos que seguirlos. Se tenía por una mujer valiente, pero ¿tendría el suficiente valor como para quedarse? ¿Tanto como para luchar por el amor que sentía por Roberto? ¿Tanto como para confesarle su amor?
Natalia había vuelto a Arazana intentando no ser vista por nadie para no tener que dar explicaciones acerca del aspecto que presentaba: bastante desastrado, debido al llanto y el polvo del camino. Consiguió colarse en la posada aprovechando que la Maña había entrado un momento en la cocina y sus chicas estaban ocupadas con los clientes. ¿Quién le iba a decir unos meses atrás que iba a estar alojada en un prostíbulo como si fuese lo más normal del mundo? Se había aseado, se había puesto una blusa y una falda limpias y se había reunido con Sara para cenar; eran la perfecta estampa de la tristeza.
Sara seguía pensando en el disgusto que había tenido con Miguel, su prima estaba en lo cierto, no solo tenía que pedirle disculpas, también tenía que demostrarle que estaba arrepentida de lo que había dicho y al día siguiente iba a empezar a hacerlo. Iría a hablar con el gobernador, le contaría los hechos que había podido comprobar y las sospechas que tenía acerca de los asuntos sucios de Olmedo. Por su parte, Natalia estaba pensativa; no dejaba de darle vueltas a las conversaciones que había tenido con Sara y Rafaelín. Intentaba encontrar el modo de descubrir si Roberto sentía por ella algo parecido al amor, algo que le diese el valor suficiente como para quedarse, como para luchar, como para tirar por la borda todo lo que había sido su vida hasta entonces.
- Vaya, vaya, vaya. – La Maña se acercó a ellas con un par de platos en las manos - ¿Qué les pasa a las muchachas más bonitas de todo Arazana?
- Hola Maña. - dijo Natalia. Sara estaba demasiado deprimida hasta para contestar.
- ¿Qué solitas estáis? ¿No os acompaña el teniente? – dijo la dueña del local con segundas intenciones ya que sabía perfectamente que Miguel dormía cada noche con Sara en su habitación. Sara, al escuchar la pregunta no pudo evitar un estremecimiento y, para evitar que tomo el mundo la viera llorar, se retiró rápidamente escaleras arriba camino a su habitación. – Pero, ¿qué ha pasado? – preguntó la Maña.
- Nada, no te preocupes. – respondió Natalia con tristeza.
- Natalia, ¿qué he dicho? ¿Qué ha pasado? – la Maña estaba realmente angustiada, sentía que ella había provocado la marcha de Sara.
- Han discutido – dijo Natalia escuetamente mientras ella también abandonaba la mesa sin haber cenado.
- ¿Es muy grave?
Natalia asintió con la cabeza.
- Pero no te preocupes, esos dos han nacido para estar juntos – dijo Natalia intentando sonreír.
- ¿Y tú? ¿A ti qué te ocurre, chiquilla? – no era normal que aquellas dos jovencitas estuviesen tan tristes.
- Me entristece ver así a Sara, - mintió Natalia. Estaba triste por su prima, pero como ya había dicho, estaba segura de que arreglarían sus diferencias – no me gustaría irme antes de que contenten. Voy a ver si me necesita – y tras besar a la Maña, Natalia siguió los pasos de Sara.
- A mi no me engañas, – dijo la Maña en voz baja cuando se quedó sola – hay algo más que te entristece y preocupa. Como bien dices estos dos arreglarán sus diferencias, no pueden vivir el uno sin el otro… yo más bien diría – comenzó a recoger los abandonados platos con la cena de las Reeves – que tu tristeza tiene que ver con la misteriosa sombra que vi ayer colándose en tu cuarto.
#531
05/07/2011 23:45
Roberta ¿qué pasa con Eugenia??? Habrá triángulo entre el Rober, Natalia y la Montorito???
Chicas que opinais??? Se hacen apuestas....
Qué estará tramando la maquiavélica mente de nuestra querida Roberta?
Rafalín está pletórico después de ver a salvo a las orejas de Mantecao, jajjajaja...
Chicas que opinais??? Se hacen apuestas....
Qué estará tramando la maquiavélica mente de nuestra querida Roberta?
Rafalín está pletórico después de ver a salvo a las orejas de Mantecao, jajjajaja...
#532
05/07/2011 23:59
Gracias Roberta.
#533
06/07/2011 00:32
Roberta qué interesante está esto!!!!
#534
06/07/2011 00:37
Ya te digo que sí está interesante !!!
Con Eugenia, nada de nada. La intención de la Montorito era hacer de Celestina entre Roberto y Margarita. Natalia ha calado tan hondo en el corazón de Roberto, que dudo mucho que recuerde ni de qué color iban vestidas ninguna de las dos. Su mente esta en otra parte.
Gracias Roberta por esta historia.
Con Eugenia, nada de nada. La intención de la Montorito era hacer de Celestina entre Roberto y Margarita. Natalia ha calado tan hondo en el corazón de Roberto, que dudo mucho que recuerde ni de qué color iban vestidas ninguna de las dos. Su mente esta en otra parte.
Gracias Roberta por esta historia.
#535
06/07/2011 01:31
Roberta que mal estan las primas reeves
esperemos que natalia aclare algo con roberto
si este fuera a verla `
esperemos que natalia aclare algo con roberto
si este fuera a verla `
#536
06/07/2011 23:31
Bueno, pues continuamos con la historia de estos dos... la sita está triste; bueno, las sitas
_________________________________________________________________________
- Sara, Sara ábreme.
- Pasa, está abierto.
Cuando Natalia abrió la puerta, encontró a Sara acostada boca abajo en la cama, aún vestida. Se paró un momento en la puerta, dio un paso al frente y la cerró de nuevo a sus espaldas.
- La Maña se ha quedado preocupada.
- ¿Qué le has dicho? – preguntó Sara sin moverse siquiera.
- La verdad, que has discutido con Miguel, pero no le he dado ninguna razón. – Natalia caminó hasta el borde de la cama y allí se sentó. Al sentir el movimiento de la cama, Sara se movió hasta abrazarse a las piernas de su prima y colocar la cabeza en su regazo.
- ¿Qué voy a hacer si me deja? Tú y él sois lo único que tengo en la vida; tú te vas en cuatro días y él…él no quiere volver a saber de mí – dijo Sara llorando.
- No digas eso, Miguel te idolatra, besa el suelo por donde pisas… Sara, mírame. – Natalia tomó la cara de su prima en las manos – Esto tan solo ha sido una pelea de enamorados, os servirá para conoceros mejor, para saber qué es lo que os hace realmente daño, para no volver a discutir, para comprenderos mejor. Mejor dejar las cosas claras ahora que no dentro de treinta años cuando tengáis cinco hijos, catorce nietos y tres perros, ¿no?
- ¿Cómo puedes decir esas cosas? – dijo Sara sonriendo - ¿Cómo puedes hacer que me ría cuando tan solo tengo ganas de morir?
- Porque realmente no tienes ganas de morir, porque de lo que realmente tienes ganas es de abrazar a Miguel, pedirle perdón y besarlo durante horas.
- ¿Natalia?
- ¿Sí?
- ¿Cómo estas tú?
- Bien. – Sara preguntaba por Roberto, pero Natalia no estaba aún preparada para seguir hablando del tema.
- ¿Natalia?
- Dime.
- ¿Has tomado ya una decisión?
- No, aún no. – el tono de Natalia denotaba lo difícil que le estaba resultado tomar la decisión adecuada.
- ¿Natalia?
- ¿Qué? – preguntó riéndose.
- ¿Te quedarás conmigo hasta que me duerma?
- Me quedaré contigo hasta que te duermas.
Y así lo hizo, Natalia se quedó abrazando a Sara hasta que ésta se durmió y aún después. No quería despertarla y tampoco quería ver a Roberto; sabía que él estaría esperándola en su habitación, deseoso de hacerle el amor, pero ella no podía enfrentarse a él. No sabía qué era lo que le iba a decir, no sabía si se iba a atrever a confesarle los sentimientos que la embargaban, no sabía si iba a tener el valor suficiente para tomar en sus manos la oportunidad que se le brindaba de ser feliz. Era ya muy tarde cuando se levantó con cuidado de que Sara no despertase y, evitando hacer ruido, salió del cuarto.
- ¿Dónde estabas? Estaba preocupado por ti, es ya muy tarde para que… - Natalia vio a Roberto en cuanto abrió la puerta de su habitación. El muchacho llevaba horas esperándola sentado sobre la cama y, en cuanto se abrió la puerta, se incorporó acercándose a ella – Natalia, ¿qué ha pasado? ¿Qué te ocurre?
- Nada, estoy bien, tan solo abrázame.
Roberto la tomó entre sus brazos y la estrechó contra su cuerpo. El abrazo estuvo desprovisto de toda pasión, en aquellos momentos Natalia no era la mujer a la que amaba, a la que deseaba con todas sus fuerzas en cada momento del día y de la noche, no era su mujer; tan solo era un ser que necesitaba ayuda, apoyo y comprensión, fuese cual fuese el problema que la embargaba. Natalia sentía los fuertes brazos de Roberto enlazándola y sus manos protegiéndola, apoyó la cabeza en su pecho y cerró los ojos mientras escuchaba los latidos de su corazón; aquel sonido acompasado hizo que su cuerpo se fuese relajando. Pasados unos minutos, Roberto sintió cómo los músculos de Natalia se habían destensado, cómo su cuerpo se relajaba, así que lentamente se fue acercando a la cama llevándola aún entre sus brazos.
- Siéntate y cuéntame qué es lo que te ocurre. – dijo Roberto amoroso.
- Nada – Natalia no quería hablar, tan solo quería seguir abrazada a él, seguir sintiendo sus brazos protegiéndola y oyendo los latidos de aquel corazón, que habían conseguido calmarla. Roberto la tomó de la barbilla e hizo que levantase la mirada.
- Dime la verdad, ¿qué te ocurre? ¿Por qué estás tan triste? – realmente estaba preocupado. Mientras la esperaba, había estado a punto de salir de la habitación para ir a buscarla en un par de ocasiones, pero se detuvo al pensar en qué excusa podría dar para explicar su presencia en la posada.
- Es Sara, - comenzó a explicar – ha discutido con Miguel y he estado acompañándola hasta que se ha quedado dormida.
- ¿Es muy grave? – había algo más; o la pelea había sido terrible o Natalia le ocultaba algo, Roberto más bien se inclinaba por la segunda opción.
- No, en realidad no es grave, pero no me gusta ver a Sara triste – Natalia volvió a bajar la cabeza y a abrazarse aún más al cuerpo de Roberto.
- Y a mi no me gusta verte triste a ti – dijo Roberto acariciándola - ¿No me vas a contar? - Natalia no contestó, tan solo negó con la cabeza. - ¿Por qué? – siguió preguntando Roberto. Como única respuesta recibió un encogimiento de hombros de Natalia. - ¿Algún día me contarás lo que pasa por tu cabecita?
Algún día, dos palabras que podían encerrar esperanza, ilusión, un futuro…, pero que en su caso no significaban nada. No existía ese futuro para ellos, ellos no tenían futuro, tan solo presente, un presente cada vez más efímero que se les escapaba de las manos como si estuviese formado por gotas de lluvia. Natalia levantó la mirada hasta encontrarse con los ojos de Roberto, unos ojos brillantes por las lágrimas que pugnaban por salir. La mano derecha de Natalia subió lentamente hasta el rostro de Roberto y acarició su mejilla; Roberto cerró los ojos para disfrutar aún más del tacto de los dedos de Natalia en su piel, lo que provocó que dos lágrimas surcaran su rostro, lágrimas que Natalia borró con sus dedos al enmarcar la cara de su amado con ambas manos. Roberto movió la cabeza buscando la caricia de ella mientras Natalia no podía dejar de mirarlo, sentía tanta ternura en ese momento hacia él que todo el dolor, la incertidumbre con respecto al futuro, el miedo, desaparecieron. La joven acercó lentamente su cara a la de él y le besó, fue el más dulce de todos los besos que se habían prodigado hasta el momento, no había locura o impaciencia en él, tan solo amor, la certeza de un amor que duraría tanto como sus vidas, las viviesen juntos o no.
- ¿Tienes sueño? – preguntó Roberto aún contra su boca.
- Sí, un poco. – dijo Natalia sonriendo y lentamente se fueron quitando la ropa el uno al otro hasta quedar en ropa interior, se acostaron, tan abrazados como les fue posible, y Roberto les cubrió a ambos con las sábanas.
_________________________________________________________________________
- Sara, Sara ábreme.
- Pasa, está abierto.
Cuando Natalia abrió la puerta, encontró a Sara acostada boca abajo en la cama, aún vestida. Se paró un momento en la puerta, dio un paso al frente y la cerró de nuevo a sus espaldas.
- La Maña se ha quedado preocupada.
- ¿Qué le has dicho? – preguntó Sara sin moverse siquiera.
- La verdad, que has discutido con Miguel, pero no le he dado ninguna razón. – Natalia caminó hasta el borde de la cama y allí se sentó. Al sentir el movimiento de la cama, Sara se movió hasta abrazarse a las piernas de su prima y colocar la cabeza en su regazo.
- ¿Qué voy a hacer si me deja? Tú y él sois lo único que tengo en la vida; tú te vas en cuatro días y él…él no quiere volver a saber de mí – dijo Sara llorando.
- No digas eso, Miguel te idolatra, besa el suelo por donde pisas… Sara, mírame. – Natalia tomó la cara de su prima en las manos – Esto tan solo ha sido una pelea de enamorados, os servirá para conoceros mejor, para saber qué es lo que os hace realmente daño, para no volver a discutir, para comprenderos mejor. Mejor dejar las cosas claras ahora que no dentro de treinta años cuando tengáis cinco hijos, catorce nietos y tres perros, ¿no?
- ¿Cómo puedes decir esas cosas? – dijo Sara sonriendo - ¿Cómo puedes hacer que me ría cuando tan solo tengo ganas de morir?
- Porque realmente no tienes ganas de morir, porque de lo que realmente tienes ganas es de abrazar a Miguel, pedirle perdón y besarlo durante horas.
- ¿Natalia?
- ¿Sí?
- ¿Cómo estas tú?
- Bien. – Sara preguntaba por Roberto, pero Natalia no estaba aún preparada para seguir hablando del tema.
- ¿Natalia?
- Dime.
- ¿Has tomado ya una decisión?
- No, aún no. – el tono de Natalia denotaba lo difícil que le estaba resultado tomar la decisión adecuada.
- ¿Natalia?
- ¿Qué? – preguntó riéndose.
- ¿Te quedarás conmigo hasta que me duerma?
- Me quedaré contigo hasta que te duermas.
Y así lo hizo, Natalia se quedó abrazando a Sara hasta que ésta se durmió y aún después. No quería despertarla y tampoco quería ver a Roberto; sabía que él estaría esperándola en su habitación, deseoso de hacerle el amor, pero ella no podía enfrentarse a él. No sabía qué era lo que le iba a decir, no sabía si se iba a atrever a confesarle los sentimientos que la embargaban, no sabía si iba a tener el valor suficiente para tomar en sus manos la oportunidad que se le brindaba de ser feliz. Era ya muy tarde cuando se levantó con cuidado de que Sara no despertase y, evitando hacer ruido, salió del cuarto.
- ¿Dónde estabas? Estaba preocupado por ti, es ya muy tarde para que… - Natalia vio a Roberto en cuanto abrió la puerta de su habitación. El muchacho llevaba horas esperándola sentado sobre la cama y, en cuanto se abrió la puerta, se incorporó acercándose a ella – Natalia, ¿qué ha pasado? ¿Qué te ocurre?
- Nada, estoy bien, tan solo abrázame.
Roberto la tomó entre sus brazos y la estrechó contra su cuerpo. El abrazo estuvo desprovisto de toda pasión, en aquellos momentos Natalia no era la mujer a la que amaba, a la que deseaba con todas sus fuerzas en cada momento del día y de la noche, no era su mujer; tan solo era un ser que necesitaba ayuda, apoyo y comprensión, fuese cual fuese el problema que la embargaba. Natalia sentía los fuertes brazos de Roberto enlazándola y sus manos protegiéndola, apoyó la cabeza en su pecho y cerró los ojos mientras escuchaba los latidos de su corazón; aquel sonido acompasado hizo que su cuerpo se fuese relajando. Pasados unos minutos, Roberto sintió cómo los músculos de Natalia se habían destensado, cómo su cuerpo se relajaba, así que lentamente se fue acercando a la cama llevándola aún entre sus brazos.
- Siéntate y cuéntame qué es lo que te ocurre. – dijo Roberto amoroso.
- Nada – Natalia no quería hablar, tan solo quería seguir abrazada a él, seguir sintiendo sus brazos protegiéndola y oyendo los latidos de aquel corazón, que habían conseguido calmarla. Roberto la tomó de la barbilla e hizo que levantase la mirada.
- Dime la verdad, ¿qué te ocurre? ¿Por qué estás tan triste? – realmente estaba preocupado. Mientras la esperaba, había estado a punto de salir de la habitación para ir a buscarla en un par de ocasiones, pero se detuvo al pensar en qué excusa podría dar para explicar su presencia en la posada.
- Es Sara, - comenzó a explicar – ha discutido con Miguel y he estado acompañándola hasta que se ha quedado dormida.
- ¿Es muy grave? – había algo más; o la pelea había sido terrible o Natalia le ocultaba algo, Roberto más bien se inclinaba por la segunda opción.
- No, en realidad no es grave, pero no me gusta ver a Sara triste – Natalia volvió a bajar la cabeza y a abrazarse aún más al cuerpo de Roberto.
- Y a mi no me gusta verte triste a ti – dijo Roberto acariciándola - ¿No me vas a contar? - Natalia no contestó, tan solo negó con la cabeza. - ¿Por qué? – siguió preguntando Roberto. Como única respuesta recibió un encogimiento de hombros de Natalia. - ¿Algún día me contarás lo que pasa por tu cabecita?
Algún día, dos palabras que podían encerrar esperanza, ilusión, un futuro…, pero que en su caso no significaban nada. No existía ese futuro para ellos, ellos no tenían futuro, tan solo presente, un presente cada vez más efímero que se les escapaba de las manos como si estuviese formado por gotas de lluvia. Natalia levantó la mirada hasta encontrarse con los ojos de Roberto, unos ojos brillantes por las lágrimas que pugnaban por salir. La mano derecha de Natalia subió lentamente hasta el rostro de Roberto y acarició su mejilla; Roberto cerró los ojos para disfrutar aún más del tacto de los dedos de Natalia en su piel, lo que provocó que dos lágrimas surcaran su rostro, lágrimas que Natalia borró con sus dedos al enmarcar la cara de su amado con ambas manos. Roberto movió la cabeza buscando la caricia de ella mientras Natalia no podía dejar de mirarlo, sentía tanta ternura en ese momento hacia él que todo el dolor, la incertidumbre con respecto al futuro, el miedo, desaparecieron. La joven acercó lentamente su cara a la de él y le besó, fue el más dulce de todos los besos que se habían prodigado hasta el momento, no había locura o impaciencia en él, tan solo amor, la certeza de un amor que duraría tanto como sus vidas, las viviesen juntos o no.
- ¿Tienes sueño? – preguntó Roberto aún contra su boca.
- Sí, un poco. – dijo Natalia sonriendo y lentamente se fueron quitando la ropa el uno al otro hasta quedar en ropa interior, se acostaron, tan abrazados como les fue posible, y Roberto les cubrió a ambos con las sábanas.
#537
06/07/2011 23:41
Precioso, Roberta, bellísima escena de amor.
#538
07/07/2011 00:00
jo es precioso, quieres creer que me emocionado, no tardes mucho een escribir más, lo espero con impaciencia. Ahora os dejo buenas noches,
#539
07/07/2011 00:04
Robertaaaaaaaaaaa.... Me he quedado sin habla al leer la escena entre Roberto y Natalia.
Pásate por el post de la parejita que he hecho unas capturas chulas de la escena de Rob&Eug.
Pásate por el post de la parejita que he hecho unas capturas chulas de la escena de Rob&Eug.
#540
07/07/2011 00:48
Roberta bonita manera de consentirse de natalia y roberto