Foro Bandolera
Como no me gusta la historia... voy y la cambio (Natalia y Roberto)
#0
27/04/2011 20:02
Como estoy bastante aburrida de que me tengan a Roberto entre rejas, aunque sean las rejas de cartón piedra del cuartel de Arazana, y de que nadie (excepto San Miguel) intente hacer nada... pues voy y lo saco yo misma.
Y como la historia parece que va dos pasitos pa´lante y tres pa´trás, pues voy y la cambio a mi gusto.
Y como a mi el que me gusta es el Rober... pues también cambio la historia.
Creo que me he metio en un ebolao del que no voy a saber salir pero bueno, todo sea por dar ideas a los guionistas de nuestros amores. Ya me direis...
_____________________________________________________________________________
Capítulo 1
Parecía un sitio tranquilo, alejado del camino, seguro que por allí no pasaba gente con regularidad. La hierba que tapizaba la orilla del río era alta y estaba sin pisar así que decidió desmontar y descansar unos minutos.
- No puedo estar ya muy lejos de ese maldito pueblo. ¿Es que no había un lugar más perdido donde esconderte Sara?- dijo en voz alta mientras ataba el caballo a uno de los árboles que extendían sus ramas sobre el agua.
Mientras estiraba los músculos, agarrotados después de tan larga jornada a caballo, vio su reflejo en el remanso que el río formaba a pocos metros de allí. Miró hacia ambos lados y, al no ver a nadie y comprobar que el caballo se alimentaba tranquilamente, sonrió y comenzó a despojarse de sus vestimentas hasta quedar en ropa interior. Se adentró en el agua hasta que ésta le llegó hasta la cintura, entonces extendió los brazos y se dejó caer hacia atrás. Movía los brazos y las piernas lo indispensable para no alejarse demasiado de la orilla y mantenerse a flote, sintiendo cómo la corriente masajeaba su cuerpo. Sabía que la ropa que aún llevaba puesta, al mojarse, dejaría al descubierto las formas de su cuerpo, pero le daba igual, además, sería demasiada casualidad que alguien pasara por allí en ese momento.
Y como la historia parece que va dos pasitos pa´lante y tres pa´trás, pues voy y la cambio a mi gusto.
Y como a mi el que me gusta es el Rober... pues también cambio la historia.
Creo que me he metio en un ebolao del que no voy a saber salir pero bueno, todo sea por dar ideas a los guionistas de nuestros amores. Ya me direis...
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Capítulo 1
Parecía un sitio tranquilo, alejado del camino, seguro que por allí no pasaba gente con regularidad. La hierba que tapizaba la orilla del río era alta y estaba sin pisar así que decidió desmontar y descansar unos minutos.
- No puedo estar ya muy lejos de ese maldito pueblo. ¿Es que no había un lugar más perdido donde esconderte Sara?- dijo en voz alta mientras ataba el caballo a uno de los árboles que extendían sus ramas sobre el agua.
Mientras estiraba los músculos, agarrotados después de tan larga jornada a caballo, vio su reflejo en el remanso que el río formaba a pocos metros de allí. Miró hacia ambos lados y, al no ver a nadie y comprobar que el caballo se alimentaba tranquilamente, sonrió y comenzó a despojarse de sus vestimentas hasta quedar en ropa interior. Se adentró en el agua hasta que ésta le llegó hasta la cintura, entonces extendió los brazos y se dejó caer hacia atrás. Movía los brazos y las piernas lo indispensable para no alejarse demasiado de la orilla y mantenerse a flote, sintiendo cómo la corriente masajeaba su cuerpo. Sabía que la ropa que aún llevaba puesta, al mojarse, dejaría al descubierto las formas de su cuerpo, pero le daba igual, además, sería demasiada casualidad que alguien pasara por allí en ese momento.
#461
25/06/2011 18:50
Bueno, bueno, bueno... ¡Cómo está el patio de alborotado! Esto si que es un...
Sábado de Histeria Colectiva
en toda regla. Si nos va a dar igual llevarnos un mal rato o no, que los guionistas-lionistas van a escribir lo que les salga de las meninges...
Bueno, cuelgo la continuación de la escena de Rafelín en la taberna con las sitas y el teniente... ya me direis si he conseguido que, al menos por unos minutos, se os pase el mosqueo y os riais un rato.
_______________________________________________________________________
En realidad, Natalia le había dado una patada en la espinilla a Rafaelín con todas sus fuerzas para evitar que siguiese hablando. Aquel muchacho no era consciente del lío en el que se estaba metiendo y en el que estaba metiendo a toda la banda y a Natalia.
- Pooo pa zé zin queré tié uté mucha fueza – dijo Rafaelín frotándose la pierna – ni mi Mantecao pega coze azí.
- Entonces será mejor que te vea el doctor, no vaya a ser que te ocurra algo malo y ninguno de nosotros deseamos que eso suceda – intervino Sara.
- Zí, zí, zí, que mi pienecita es mu delicadisísima. Ademá, yo me recuedo de cuando al pollino del señó Higinio se le tronzó una pata y lo tuvieron que sacrificá de un tiro. ¿Uzté me zacrificaría como al pollino del Higinio, zeño tiniente?
- Por Dios Rafaelín, no digas barbaridades. – Miguel estaba asombrado. En pocos segundos habían pasado de hablar del testimonio de Rafaelín sobre el caso de la Mano Negra, al temor del muchacho a que lo sacrificasen como a una bestia – Una pierna rota se cura sin ningún problema, ¿pero qué estoy diciendo? – comentó para sí mismo – además tú no tienes una pierna rota.
- No zé, no zé… - dudaba Rafaelín. – ¿etá uzté seguro mi tiniente?
- Entonces lo mejor será que lo acompañemos al dispensario – dijo Sara mientras Natalia y ella se levantaban de sus asientos.
- ¿Qué ocurre? ¿Quién necesita de mis servicios? – en aquel momento Marcial y Flor entraban por la puerta de la taberna. Al verles, Sara y Natalia se dejaron caer de nuevo en sus sillas, no había manera de sacar a Rafaelín de allí.
- Yo mimmo, don dotor. La sita Natalia ma pegao una co zin queré, y me duele mu mucho la piennna.
- Bien, veamos que hay por aquí – Marcial se arrodilló frente a Rafaelín y subiéndole la pernera del pantalón comenzó a palpar - ¿Te duele aquí?
- No.
- ¿Y aquí?
- Uhmmm, no
- ¿Y en este lado?
- Epereze uzté, - Rafaelín ponía cara de concentración – no, tapoco.
- Pues yo no veo nada anormal – comentó Marcial – no siente dolor, no hay enrojecimiento, está bien.
- Ejj qué la otra pienna zeñó dotó – aclaró Rafaelín. Natalia estuvo a punto de levantarse y cogerle por el cuello, pero se contuvo milagrosamente.
- Bien, - continuó Miguel exasperado mientras Marcial le subía a Rafaelín la otra pernera del pantalón y comenzaba a palpar – me estabas contando que viste al causante del incendio en la finca de Eustaquio.
- Po zí, vi a un hombre que zacercaba zopechóooooo…. ¡Ayyyy! Zeñó dotó, quezo ha dolío.
- Creo que será mejor que traslademos a Rafaelín al dispensario; allí podré tratarle con más tranquilidad – dijo Marcial. La pierna de Rafaelín tan solo presentaba en leve enrojecimiento pero era mejor alejarlo de Miguel y hablar con él cuanto antes.
- Por supuesto doctor, yo mismo le ayudaré a trasladarlo – aseguró el teniente – pero antes permita que se explique, tan solo será un minuto.
Estaban perdidos. Sara, Natalia y Marcial se miraron, cómplices, cuando Rafaelín comenzó a hablar. Aquel muchacho no solo iba a descubrir que ellos eran los culpables de haber incendiado la finca, sino que además iba a tirar por tierra la coartada que había servido para que Eustaquio y sus compañeros quedasen libres.
- Poooo, como iba diciendo antes de la coz… mi Mantecao y yo íbamos po el campo dand’un pazeito cuando vimo a un hombre zopechozízizimo. Iba envuerto en una capa negrísísima y ze tapaba la cara con er brazo, azí. – Rafaelín se puso en pie y comenzó a escenificar lo que contaba, usando la piel que llevaba a su espalda como capa – Zacó de debajo la capa argo, s’agachó, y de repente plafffff – dijo levantándose de sopetón y asustando a la gente que seguía sus movimientos – ya’bia fuego.
- ¿Eso es todo? – preguntó Sara, aliviada porque no había contado nada y temerosa de que siguiese hablando.
- No sita Sara – los tres implicados volvieron a ponerse nerviosos – tamién le vi dejá argo en un árbol
- La nota – comentó Miguel - ¿Pudiste verle la cara? ¿Notaste alguna característica especial que lo distinguiera del resto de la gente?
- No mi teniente, ya le dicho que ze tapaba el roztro con el brazo y la capa.
- Bien, gracias Rafaelín. No son muchos datos, pero espero que sirvan de ayuda – Miguel se quedó pensativo - ¿Quién tendrá una capa como la que nos has descrito?
- Poo, el zeñó Gobernadó y los Guardia Zibile… - dijo Rafaelín pensativo – Zi me deja penzá un ratico zeguro que se me discurre aguno má.
- ¿Podemos llevarle ya a mi dispensario? – preguntó Marcial tomándole del brazo.
- Si, claro, le ayudo – dijo Miguel levantándose
- No es necesario, teniente; puedo yo con él perfectamente – aseguró Marcial casi arrastrando a Rafaelín de un brazo.
- En ese caso iré al cuartel a dar parte de lo narrado por el testigo. Con permiso – Miguel tomó su capa y su tricornio y salió de la taberna.
- ¿Vamos entonces, Rafaelín? – dijo Sara.
- Zí, pe…pe…pe…peo que la sita Natalia no venga. – dijo Rafaelín escondiéndose detrás de Flor.
Natalia levantó las manos en señal de renuncia a decir nada y volvió a sentarse arrojando su chal sobre la mesa. Sara se le acercó sonriente y le habló al oído.
- No te preocupes, yo me encargo de hablar con Rafaelín y explicarle tu reacción.
______________________________________________________________________
¿He conseguido cambiar vuestro gesto? Besitos...
Sábado de Histeria Colectiva
en toda regla. Si nos va a dar igual llevarnos un mal rato o no, que los guionistas-lionistas van a escribir lo que les salga de las meninges...
Bueno, cuelgo la continuación de la escena de Rafelín en la taberna con las sitas y el teniente... ya me direis si he conseguido que, al menos por unos minutos, se os pase el mosqueo y os riais un rato.
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En realidad, Natalia le había dado una patada en la espinilla a Rafaelín con todas sus fuerzas para evitar que siguiese hablando. Aquel muchacho no era consciente del lío en el que se estaba metiendo y en el que estaba metiendo a toda la banda y a Natalia.
- Pooo pa zé zin queré tié uté mucha fueza – dijo Rafaelín frotándose la pierna – ni mi Mantecao pega coze azí.
- Entonces será mejor que te vea el doctor, no vaya a ser que te ocurra algo malo y ninguno de nosotros deseamos que eso suceda – intervino Sara.
- Zí, zí, zí, que mi pienecita es mu delicadisísima. Ademá, yo me recuedo de cuando al pollino del señó Higinio se le tronzó una pata y lo tuvieron que sacrificá de un tiro. ¿Uzté me zacrificaría como al pollino del Higinio, zeño tiniente?
- Por Dios Rafaelín, no digas barbaridades. – Miguel estaba asombrado. En pocos segundos habían pasado de hablar del testimonio de Rafaelín sobre el caso de la Mano Negra, al temor del muchacho a que lo sacrificasen como a una bestia – Una pierna rota se cura sin ningún problema, ¿pero qué estoy diciendo? – comentó para sí mismo – además tú no tienes una pierna rota.
- No zé, no zé… - dudaba Rafaelín. – ¿etá uzté seguro mi tiniente?
- Entonces lo mejor será que lo acompañemos al dispensario – dijo Sara mientras Natalia y ella se levantaban de sus asientos.
- ¿Qué ocurre? ¿Quién necesita de mis servicios? – en aquel momento Marcial y Flor entraban por la puerta de la taberna. Al verles, Sara y Natalia se dejaron caer de nuevo en sus sillas, no había manera de sacar a Rafaelín de allí.
- Yo mimmo, don dotor. La sita Natalia ma pegao una co zin queré, y me duele mu mucho la piennna.
- Bien, veamos que hay por aquí – Marcial se arrodilló frente a Rafaelín y subiéndole la pernera del pantalón comenzó a palpar - ¿Te duele aquí?
- No.
- ¿Y aquí?
- Uhmmm, no
- ¿Y en este lado?
- Epereze uzté, - Rafaelín ponía cara de concentración – no, tapoco.
- Pues yo no veo nada anormal – comentó Marcial – no siente dolor, no hay enrojecimiento, está bien.
- Ejj qué la otra pienna zeñó dotó – aclaró Rafaelín. Natalia estuvo a punto de levantarse y cogerle por el cuello, pero se contuvo milagrosamente.
- Bien, - continuó Miguel exasperado mientras Marcial le subía a Rafaelín la otra pernera del pantalón y comenzaba a palpar – me estabas contando que viste al causante del incendio en la finca de Eustaquio.
- Po zí, vi a un hombre que zacercaba zopechóooooo…. ¡Ayyyy! Zeñó dotó, quezo ha dolío.
- Creo que será mejor que traslademos a Rafaelín al dispensario; allí podré tratarle con más tranquilidad – dijo Marcial. La pierna de Rafaelín tan solo presentaba en leve enrojecimiento pero era mejor alejarlo de Miguel y hablar con él cuanto antes.
- Por supuesto doctor, yo mismo le ayudaré a trasladarlo – aseguró el teniente – pero antes permita que se explique, tan solo será un minuto.
Estaban perdidos. Sara, Natalia y Marcial se miraron, cómplices, cuando Rafaelín comenzó a hablar. Aquel muchacho no solo iba a descubrir que ellos eran los culpables de haber incendiado la finca, sino que además iba a tirar por tierra la coartada que había servido para que Eustaquio y sus compañeros quedasen libres.
- Poooo, como iba diciendo antes de la coz… mi Mantecao y yo íbamos po el campo dand’un pazeito cuando vimo a un hombre zopechozízizimo. Iba envuerto en una capa negrísísima y ze tapaba la cara con er brazo, azí. – Rafaelín se puso en pie y comenzó a escenificar lo que contaba, usando la piel que llevaba a su espalda como capa – Zacó de debajo la capa argo, s’agachó, y de repente plafffff – dijo levantándose de sopetón y asustando a la gente que seguía sus movimientos – ya’bia fuego.
- ¿Eso es todo? – preguntó Sara, aliviada porque no había contado nada y temerosa de que siguiese hablando.
- No sita Sara – los tres implicados volvieron a ponerse nerviosos – tamién le vi dejá argo en un árbol
- La nota – comentó Miguel - ¿Pudiste verle la cara? ¿Notaste alguna característica especial que lo distinguiera del resto de la gente?
- No mi teniente, ya le dicho que ze tapaba el roztro con el brazo y la capa.
- Bien, gracias Rafaelín. No son muchos datos, pero espero que sirvan de ayuda – Miguel se quedó pensativo - ¿Quién tendrá una capa como la que nos has descrito?
- Poo, el zeñó Gobernadó y los Guardia Zibile… - dijo Rafaelín pensativo – Zi me deja penzá un ratico zeguro que se me discurre aguno má.
- ¿Podemos llevarle ya a mi dispensario? – preguntó Marcial tomándole del brazo.
- Si, claro, le ayudo – dijo Miguel levantándose
- No es necesario, teniente; puedo yo con él perfectamente – aseguró Marcial casi arrastrando a Rafaelín de un brazo.
- En ese caso iré al cuartel a dar parte de lo narrado por el testigo. Con permiso – Miguel tomó su capa y su tricornio y salió de la taberna.
- ¿Vamos entonces, Rafaelín? – dijo Sara.
- Zí, pe…pe…pe…peo que la sita Natalia no venga. – dijo Rafaelín escondiéndose detrás de Flor.
Natalia levantó las manos en señal de renuncia a decir nada y volvió a sentarse arrojando su chal sobre la mesa. Sara se le acercó sonriente y le habló al oído.
- No te preocupes, yo me encargo de hablar con Rafaelín y explicarle tu reacción.
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¿He conseguido cambiar vuestro gesto? Besitos...
#462
25/06/2011 19:03
Pues si Roberta, nos hacía falta un punto cómico con la que tenemos encima, jejejeje.
Cuando lo he leído parecía una escena totalmente sacada de la serie, has clavao al "ere ere ere" y los otros 3 descompuestitos...
Gracias como siempre!!!
Cuando lo he leído parecía una escena totalmente sacada de la serie, has clavao al "ere ere ere" y los otros 3 descompuestitos...
Gracias como siempre!!!
#463
25/06/2011 19:06
jajjaajajajajaaaa, menudo apuro han pasado las primas Risssss...
#464
25/06/2011 19:12
Roberta eres un crak!!! Bordas los diálogos.
#465
25/06/2011 19:42
Histericas nosotras nooooooooooo
sara y natalia con rafalin
genial roberta
sara y natalia con rafalin
genial roberta
#466
25/06/2011 19:46
Jjajajajaja muy bueno Roberta
Lo has clavao
Lo has clavao
#467
25/06/2011 21:56
Zi,zi, Roberta, una zupe´zonrrrriza zi.....
Jajajaja, cacho puntapie le ha dao la niña, total pa´na, pero ¿quién podía saberlo?
Jajajaja, cacho puntapie le ha dao la niña, total pa´na, pero ¿quién podía saberlo?
#468
26/06/2011 17:06
Ay Roberta que no había leido tu nuevo fragmento. ¡Muy gracioso!
Creia que Mantecao era el burrito que pegaba las mejores coces pero veo que el pollino del señor Higinio tiene fuerza, jajajaja...
Esperamos con ganas tu nuevo capítulo.
Creia que Mantecao era el burrito que pegaba las mejores coces pero veo que el pollino del señor Higinio tiene fuerza, jajajaja...
Esperamos con ganas tu nuevo capítulo.
#469
26/06/2011 19:38
Sigamos con la historieta...
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- ¿Dónde crees que pueda estar? – comentaba Eugenia a su amiga Margarita en la plaza del pueblo. Ambas miraban a todos lados buscando a alguien en especial.
- Ay, no lo sé, no conozco sus costumbres – Margarita no estaba segura del paso que Eugenia iba a dar – Lo mejor es que preguntes a alguien.
- Pero, ¿a quién? No conozco a casi nadie en el pueblo – Eugenia estaba frustrada, se daba cuenta de que pese a haber vivido toda su vida en Arazana no conocía a casi nadie. Su círculo de amistades era muy reducido, tan reducido que se limitaba a Margarita y la familia de ésta. – Mira Margarita, es Roberto. Vamos a preguntarle a él.
Eugenia echó a andar tirando de su amiga; Margarita no estaba muy dispuesta a que la vieran hablando con aquel jornalero, pero como sabía que no iba a poder evitarlo la siguió.Era mejor intercambiar un par de palabras con él, que ser arrastrada por la plaza del pueblo por Eugenia y que todos lo vieran, de todos modos estaba segura que no podría evitar el arranque de su amiga.
- Buenos días Roberto – dijo Eugenia feliz cuando llegó hasta él.
- Buenos días señorita Eugenia, señorita Guerra – dijo saludándolas con un leve movimiento de cabeza. - ¿Qué las trae por el pueblo tan de mañana?
Roberto se comportaba con amabilidad y las sonreía, pero sus ojos estaban tristes. El muchacho seguía dando vueltas a las palabras que Natalia dijo la noche anterior sobre Luis y el deseo de tener un hijo.
- Hemos estado en misa y ahora nos gustaría hablar con la señorita Reeves, tal y como nos recomendaste ayer. – Eugenia miró a Margarita mientras decía aquellas palabras y aclaró: - Bueno, en realidad soy yo la que quiere hablar con la señorita Reeves. Pero no sé dónde encontrarla, ¿podrías ayudarme?
- Por supuesto, pero yo tampoco sé dónde pueda estar, ¿han preguntado en la imprenta? – dijo señalando el edificio – Suele pasar mucho tiempo allí ayudando a su prima, o al menos es lo que tengo entendido – Roberto cambió la respuesta sobre la marcha para que siguiera siendo un secreto para todos la relación que mantenían.
- No, la verdad es que no sabía por donde empezar a preguntar. – dijo mirando de nuevo a Margarita.
La señorita Guerra se sentía incómoda con la situación, pero tenía que reconocer que, en todo momento, Roberto se había comportado con corrección ante ellas. Conocía a su madre, Carmen, y también ella la había tratado muy bien siempre, pero no podía dejar de lado todo lo que Álvaro le había dicho acerca de Roberto: que era un revolucionario, una mala persona, un acomplejado, un envidioso… ¿Quién estaría en lo cierto? ¿Eugenia o Álvaro? Por lo visto tendría oportunidad de comprobarlo por sí misma, ya que su amiga no iba a desistir en fomentar su amistad con el jornalero.
- Disculpen un momento, ahora vuelvo – Roberto vio como Marcial, ayudado por Flor, acompañaba a Rafaelín fuera de la taberna y se acercó a ellos. – Buenos días – dijo saludándolos – Rafaelín, ¿qué te ha ocurrido? ¿Te encuentras bien? - El muchacho caminaba renqueando, pero no parecía nada grave.
- Hola Roberto, he tenío un piqueño encontronazo con la sita Natalia – dijo Rafaelín explicándose – su pie s’ancontrao con mi pienna, pero el señó dotor dice que no e ná – y continuaron caminando hacia la consulta dejando a Roberto confuso sobre lo que había ocurrido; al menos, por sus palabras había podido deducir que Natalia se encontraba en el interior del establecimiento de Pepe. Roberto volvió sobre sus pasos y se acercó a las jóvenes que lo esperaban.
- Me han dicho que la señorita Reeves se encuentra en la taberna de Pepe, – les comunicó al llegar junto a ellas – si quieren puedo acompañarlas hasta allí…
- Si, por favor, Roberto. – se apresuró a solicitar Eugenia – Eres muy amable al presentarnos.
- No es molestia – en realidad no era ninguna molestia, era un placer tener una excusa para poder ver a Natalia, para poder estar junto a ella frente a todo el mundo, como si fuesen una pareja normal.
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- ¿Dónde crees que pueda estar? – comentaba Eugenia a su amiga Margarita en la plaza del pueblo. Ambas miraban a todos lados buscando a alguien en especial.
- Ay, no lo sé, no conozco sus costumbres – Margarita no estaba segura del paso que Eugenia iba a dar – Lo mejor es que preguntes a alguien.
- Pero, ¿a quién? No conozco a casi nadie en el pueblo – Eugenia estaba frustrada, se daba cuenta de que pese a haber vivido toda su vida en Arazana no conocía a casi nadie. Su círculo de amistades era muy reducido, tan reducido que se limitaba a Margarita y la familia de ésta. – Mira Margarita, es Roberto. Vamos a preguntarle a él.
Eugenia echó a andar tirando de su amiga; Margarita no estaba muy dispuesta a que la vieran hablando con aquel jornalero, pero como sabía que no iba a poder evitarlo la siguió.Era mejor intercambiar un par de palabras con él, que ser arrastrada por la plaza del pueblo por Eugenia y que todos lo vieran, de todos modos estaba segura que no podría evitar el arranque de su amiga.
- Buenos días Roberto – dijo Eugenia feliz cuando llegó hasta él.
- Buenos días señorita Eugenia, señorita Guerra – dijo saludándolas con un leve movimiento de cabeza. - ¿Qué las trae por el pueblo tan de mañana?
Roberto se comportaba con amabilidad y las sonreía, pero sus ojos estaban tristes. El muchacho seguía dando vueltas a las palabras que Natalia dijo la noche anterior sobre Luis y el deseo de tener un hijo.
- Hemos estado en misa y ahora nos gustaría hablar con la señorita Reeves, tal y como nos recomendaste ayer. – Eugenia miró a Margarita mientras decía aquellas palabras y aclaró: - Bueno, en realidad soy yo la que quiere hablar con la señorita Reeves. Pero no sé dónde encontrarla, ¿podrías ayudarme?
- Por supuesto, pero yo tampoco sé dónde pueda estar, ¿han preguntado en la imprenta? – dijo señalando el edificio – Suele pasar mucho tiempo allí ayudando a su prima, o al menos es lo que tengo entendido – Roberto cambió la respuesta sobre la marcha para que siguiera siendo un secreto para todos la relación que mantenían.
- No, la verdad es que no sabía por donde empezar a preguntar. – dijo mirando de nuevo a Margarita.
La señorita Guerra se sentía incómoda con la situación, pero tenía que reconocer que, en todo momento, Roberto se había comportado con corrección ante ellas. Conocía a su madre, Carmen, y también ella la había tratado muy bien siempre, pero no podía dejar de lado todo lo que Álvaro le había dicho acerca de Roberto: que era un revolucionario, una mala persona, un acomplejado, un envidioso… ¿Quién estaría en lo cierto? ¿Eugenia o Álvaro? Por lo visto tendría oportunidad de comprobarlo por sí misma, ya que su amiga no iba a desistir en fomentar su amistad con el jornalero.
- Disculpen un momento, ahora vuelvo – Roberto vio como Marcial, ayudado por Flor, acompañaba a Rafaelín fuera de la taberna y se acercó a ellos. – Buenos días – dijo saludándolos – Rafaelín, ¿qué te ha ocurrido? ¿Te encuentras bien? - El muchacho caminaba renqueando, pero no parecía nada grave.
- Hola Roberto, he tenío un piqueño encontronazo con la sita Natalia – dijo Rafaelín explicándose – su pie s’ancontrao con mi pienna, pero el señó dotor dice que no e ná – y continuaron caminando hacia la consulta dejando a Roberto confuso sobre lo que había ocurrido; al menos, por sus palabras había podido deducir que Natalia se encontraba en el interior del establecimiento de Pepe. Roberto volvió sobre sus pasos y se acercó a las jóvenes que lo esperaban.
- Me han dicho que la señorita Reeves se encuentra en la taberna de Pepe, – les comunicó al llegar junto a ellas – si quieren puedo acompañarlas hasta allí…
- Si, por favor, Roberto. – se apresuró a solicitar Eugenia – Eres muy amable al presentarnos.
- No es molestia – en realidad no era ninguna molestia, era un placer tener una excusa para poder ver a Natalia, para poder estar junto a ella frente a todo el mundo, como si fuesen una pareja normal.
#470
26/06/2011 20:08
A ver como le cae a natalia ver a roberto con la señorita montoro
#471
26/06/2011 21:05
Foroascensor ¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡
#472
26/06/2011 21:12
Yo sé de una a la que le va a dar un ataque de celos!!!!!
Pero no nos dejes así, Roberta.... no seas como los de A3!!!
Pero no nos dejes así, Roberta.... no seas como los de A3!!!
#473
26/06/2011 22:41
roberta que ganas de seguir leyendo tu historia maldito ordenador
esta genial como siempre
esta genial como siempre
#474
26/06/2011 22:59
Como se dice en Cadiz en Carnavales:ESTO SI QUE ES UNA BUENA HISTORIA!! porque es indignante con quien van a liar al Robert,menos mal que estan vuestras historias para seguir soñando porque los guionistas ya se encargan de matar nuestros sueños con el Rober y con el teniente.
#475
27/06/2011 19:21
Y mientras me muerdo las uñas hasta los codos esperando a que nuestros "queridos amigos de A3" (ponedle tono de ironia al comentario, porfis) se dignen a deleitarnos con el avance... o con los mejores momentos (que igual es que la galerna que me está acompañando se los ha llevado, porque no me cargan) vamos a dejar seguir con Roberto acompañando a las señoritas Guerra y Montoro al interior de la taberna.
¿Celos decis? Noooooooo
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- Sara, por favor, explícale que no quería hacerle daño…, que solo quería impedir que hablase con Miguel…, - Natalia estaba realmente angustiada. Había tardado en darse cuenta de que en realidad Rafaelín no tenía ninguna intención de contarle la verdad al teniente, que tan solo trataba de dejar pistas falsas, por eso estaba tan arrepentida de lo ocurrido.
- No te preocupes, yo me encargo – dijo Sara poniéndole una mano en el hombro tratando de consolarla.
- Buenos días Roberto, ¡qué bien acompañado te veo! – oyeron exclamar a Pepe a sus espaldas. Sara se dio cuenta de que el gesto de Natalia había cambiado con tan solo oír la voz de Pepe nombrando al joven; había intentado disimular una sonrisa, sin llegar a conseguirlo, y sus ojos brillaban de un modo especial. Antes de su marcha, si es que finalmente se marchaba, Natalia iba a tener que explicarle muy bien qué había ente ellos. – Señoritas, ¿desean tomar asiento?
Margarita se encontraba cohibida, jamás había estado en un lugar como aquella taberna y se encontraba incómoda, esperaba que Eugenia dijese lo que tenía que decir cuanto antes para poder salir de allí.
- No, gracias, señor alcalde, no se moleste – dijo Eugenia – tan solo hemos venido a ver a la señorita Reeves.
- ¿A mí? - preguntó Sara extrañada. Estaba segura, entre Natalia y Roberto había sucedido algo, ambos estaban igual de nerviosos, como dos chiquillos pillados en falta, como… como dos adolescentes enamorados. ¿Pero cuándo? Desde luego en Arazana no, debía de haber sido en su viaje a Sevilla; pero desde que volvieron no se les había vuelto a ver juntos… tan solo en la plaza cuando Roberto se enfrentó a Miguel y después en el campo de Eustaquio. No fueron más que unos pocos instantes… y ella había estado presente en todo momento. No, no era una relación normal y corriente la que tenían esos dos, si es que tenían algún tipo de relación; aunque tampoco ellos eran normales y corrientes.
- No Sara, – respondió Roberto – a… Natalia. – El modo de Roberto de decir el nombre de Natalia confirmó todas las sospechas de Sara, estaba tan enamorado de ella que no lo podía disimular y ella sentía lo mismo por él como pudo comprobar instantes después.
- ¿A mi? – dijo Natalia poniéndose en pie.
- Si. – respondió escuetamente Roberto.
Roberto y Natalia permanecían de pie uno frente al otro, él metió las manos en los bolsillos del pantalón para evitar tocarla, abrazarla… y ella se agarró a la mesa, ya que necesitaba un punto de apoyo, algo a lo que asirse. Eran conscientes de que la taberna estaba llena de gente, de que Sara, Eugenia y Margarita estaban junto a ellos, esperando sus palabras, pero no eran capaces de desviar la mirada del rostro del otro.
- Y… ¿qué es lo que necesitan de mí? – preguntó Natalia finalmente.
- Lo cierto es que me gustaría hablar con usted. – comenzó diciendo Eugenia – Desearía darle las gracias y mostrarle mi admiración por su comportamiento cuando detuvo al señor Villa.
Mientras Eugenia hablaba, Roberto y Natalia seguían mirándose, oían lo que ella decía pero no eran capaces de mirarla, no podían retirar su vista el uno del otro por miedo a que se rompiese el hechizo que los envolvía.
¿Qué es lo que necesito de ti? – pensaba Roberto – Te necesito a ti, a toda tú, en cuerpo, mente y alma.
- No fue nada señorita Montoro, no se preocupe – Natalia seguía sin poder retirar sus ojos de Roberto.
Sara estaba más atenta a las reacciones de Roberto y de su prima que a lo que estaban diciendo, entre ellos había una relación especial, una relación que hacía que a pesar de que se encontrasen rodeados de gente, ellos no los veían, no eran concientes de nada ni de nadie más allá de ellos mismos. Si aquello no era amor, no sabía cómo denominarlo.
- Eugenia, por favor, llámeme Eugenia. – corrigió ella – Aún así quería darle las gracias, yo no tuve, al contrario que usted, el valor de enfrentarme a lo que pasó. ¿Me permite hacerle una pregunta indiscreta? – Aquella pregunta hizo que todos, sin excepción, mirasen a Eugenia. Margarita, Sara, Natalia y Roberto estaban expectantes ante la pregunta.
- Adelante, - respondió Natalia – pero permítame decirle que tal vez no le guste mi respuesta. No soy proclive a expresar mis ideas, y mucho menos ante desconocidos.
- ¿De dónde sacó usted la fuerza necesaria para enfrentarse al señor Villa? – preguntó Eugenia del tirón. – Yo jamás hubiera podido hacerlo.
Natalia esperó un segundo antes de contestar, tomó aire y mirándola directamente a los ojos comenzó a hablar.
- Usted y yo no somos tan distintas, señorita Montoro. Mis primeros años transcurrieron en una casa rodeada de comodidades, protegida por el calor de unos padres que se desvivían porque nada malo me pasase y nada me faltase. Pero todo aquello lo perdí muy pronto, - una triste sonrisa asomó a los labios de Natalia - mis padres fallecieron dejándome una gran fortuna y un inmenso vacío. Desde entonces, he procurado no acercarme demasiado a la gente ni permitir que se me acerquen; de ese modo aprendes a ser fuerte, a no depender de nadie, a solucionar tus problemas por ti misma…
- Pero vivir de ese modo, sola, ha de ser muy duro. – Eugenia se había dado cuenta de que el tono de Natalia era triste, como si se arrepintiese de su modo de vida, de sus palabras.
- Y ciertamente lo es, pero es el modo de vida que he escogido, - mirando a Roberto a los ojos prosiguió – aunque en ocasiones esté completamente segura de haberme equivocado al hacerlo.
¿Celos decis? Noooooooo
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- Sara, por favor, explícale que no quería hacerle daño…, que solo quería impedir que hablase con Miguel…, - Natalia estaba realmente angustiada. Había tardado en darse cuenta de que en realidad Rafaelín no tenía ninguna intención de contarle la verdad al teniente, que tan solo trataba de dejar pistas falsas, por eso estaba tan arrepentida de lo ocurrido.
- No te preocupes, yo me encargo – dijo Sara poniéndole una mano en el hombro tratando de consolarla.
- Buenos días Roberto, ¡qué bien acompañado te veo! – oyeron exclamar a Pepe a sus espaldas. Sara se dio cuenta de que el gesto de Natalia había cambiado con tan solo oír la voz de Pepe nombrando al joven; había intentado disimular una sonrisa, sin llegar a conseguirlo, y sus ojos brillaban de un modo especial. Antes de su marcha, si es que finalmente se marchaba, Natalia iba a tener que explicarle muy bien qué había ente ellos. – Señoritas, ¿desean tomar asiento?
Margarita se encontraba cohibida, jamás había estado en un lugar como aquella taberna y se encontraba incómoda, esperaba que Eugenia dijese lo que tenía que decir cuanto antes para poder salir de allí.
- No, gracias, señor alcalde, no se moleste – dijo Eugenia – tan solo hemos venido a ver a la señorita Reeves.
- ¿A mí? - preguntó Sara extrañada. Estaba segura, entre Natalia y Roberto había sucedido algo, ambos estaban igual de nerviosos, como dos chiquillos pillados en falta, como… como dos adolescentes enamorados. ¿Pero cuándo? Desde luego en Arazana no, debía de haber sido en su viaje a Sevilla; pero desde que volvieron no se les había vuelto a ver juntos… tan solo en la plaza cuando Roberto se enfrentó a Miguel y después en el campo de Eustaquio. No fueron más que unos pocos instantes… y ella había estado presente en todo momento. No, no era una relación normal y corriente la que tenían esos dos, si es que tenían algún tipo de relación; aunque tampoco ellos eran normales y corrientes.
- No Sara, – respondió Roberto – a… Natalia. – El modo de Roberto de decir el nombre de Natalia confirmó todas las sospechas de Sara, estaba tan enamorado de ella que no lo podía disimular y ella sentía lo mismo por él como pudo comprobar instantes después.
- ¿A mi? – dijo Natalia poniéndose en pie.
- Si. – respondió escuetamente Roberto.
Roberto y Natalia permanecían de pie uno frente al otro, él metió las manos en los bolsillos del pantalón para evitar tocarla, abrazarla… y ella se agarró a la mesa, ya que necesitaba un punto de apoyo, algo a lo que asirse. Eran conscientes de que la taberna estaba llena de gente, de que Sara, Eugenia y Margarita estaban junto a ellos, esperando sus palabras, pero no eran capaces de desviar la mirada del rostro del otro.
- Y… ¿qué es lo que necesitan de mí? – preguntó Natalia finalmente.
- Lo cierto es que me gustaría hablar con usted. – comenzó diciendo Eugenia – Desearía darle las gracias y mostrarle mi admiración por su comportamiento cuando detuvo al señor Villa.
Mientras Eugenia hablaba, Roberto y Natalia seguían mirándose, oían lo que ella decía pero no eran capaces de mirarla, no podían retirar su vista el uno del otro por miedo a que se rompiese el hechizo que los envolvía.
¿Qué es lo que necesito de ti? – pensaba Roberto – Te necesito a ti, a toda tú, en cuerpo, mente y alma.
- No fue nada señorita Montoro, no se preocupe – Natalia seguía sin poder retirar sus ojos de Roberto.
Sara estaba más atenta a las reacciones de Roberto y de su prima que a lo que estaban diciendo, entre ellos había una relación especial, una relación que hacía que a pesar de que se encontrasen rodeados de gente, ellos no los veían, no eran concientes de nada ni de nadie más allá de ellos mismos. Si aquello no era amor, no sabía cómo denominarlo.
- Eugenia, por favor, llámeme Eugenia. – corrigió ella – Aún así quería darle las gracias, yo no tuve, al contrario que usted, el valor de enfrentarme a lo que pasó. ¿Me permite hacerle una pregunta indiscreta? – Aquella pregunta hizo que todos, sin excepción, mirasen a Eugenia. Margarita, Sara, Natalia y Roberto estaban expectantes ante la pregunta.
- Adelante, - respondió Natalia – pero permítame decirle que tal vez no le guste mi respuesta. No soy proclive a expresar mis ideas, y mucho menos ante desconocidos.
- ¿De dónde sacó usted la fuerza necesaria para enfrentarse al señor Villa? – preguntó Eugenia del tirón. – Yo jamás hubiera podido hacerlo.
Natalia esperó un segundo antes de contestar, tomó aire y mirándola directamente a los ojos comenzó a hablar.
- Usted y yo no somos tan distintas, señorita Montoro. Mis primeros años transcurrieron en una casa rodeada de comodidades, protegida por el calor de unos padres que se desvivían porque nada malo me pasase y nada me faltase. Pero todo aquello lo perdí muy pronto, - una triste sonrisa asomó a los labios de Natalia - mis padres fallecieron dejándome una gran fortuna y un inmenso vacío. Desde entonces, he procurado no acercarme demasiado a la gente ni permitir que se me acerquen; de ese modo aprendes a ser fuerte, a no depender de nadie, a solucionar tus problemas por ti misma…
- Pero vivir de ese modo, sola, ha de ser muy duro. – Eugenia se había dado cuenta de que el tono de Natalia era triste, como si se arrepintiese de su modo de vida, de sus palabras.
- Y ciertamente lo es, pero es el modo de vida que he escogido, - mirando a Roberto a los ojos prosiguió – aunque en ocasiones esté completamente segura de haberme equivocado al hacerlo.
#476
27/06/2011 19:34
Pero que lista es la sita sara!!!!!!!!!
roberta, natalia merece una explicacion de roberto
de porque aparece el, con la montoro
pero a solas, que vuelva a entrar por la ventana
de la habitacion de la maña
roberta, natalia merece una explicacion de roberto
de porque aparece el, con la montoro
pero a solas, que vuelva a entrar por la ventana
de la habitacion de la maña
#477
27/06/2011 19:35
Pero vamos a ver alma candida, no eres tan valiente pa enfrentarte a los poderosos, para montar sindicatos y liarla parda por ahí??!!! pues plantale un beso en todos los morros delante de to dios! que te lo está pidiendo a gritos! a demás de servirtelo en bandeja...y demuestrale que claro que se equivoca...aaaaiiinnnsss
A este chiquillo le hace falta un Morales! sí, un Morales...
A este chiquillo le hace falta un Morales! sí, un Morales...
#478
27/06/2011 19:53
Explicación, explicación... ya veremos si se explica.
En cuanto a lo de la ventana... el chico le está cogiendo el tranquillo a trepar.
Otro homenaje a mi admirado Juan del diablo, ese si que sabia saltar balcones...
En cuanto a lo de la ventana... el chico le está cogiendo el tranquillo a trepar.
Otro homenaje a mi admirado Juan del diablo, ese si que sabia saltar balcones...
#479
27/06/2011 22:16
Esas miradas, Roberta , esas miradas........
#480
27/06/2011 22:17
Estamos sembrás en este foro con tanto relato creativo. Muchas gracias Roberta.