Foro Bandolera
Como no me gusta la historia... voy y la cambio (Natalia y Roberto)
#0
27/04/2011 20:02
Como estoy bastante aburrida de que me tengan a Roberto entre rejas, aunque sean las rejas de cartón piedra del cuartel de Arazana, y de que nadie (excepto San Miguel) intente hacer nada... pues voy y lo saco yo misma.
Y como la historia parece que va dos pasitos pa´lante y tres pa´trás, pues voy y la cambio a mi gusto.
Y como a mi el que me gusta es el Rober... pues también cambio la historia.
Creo que me he metio en un ebolao del que no voy a saber salir pero bueno, todo sea por dar ideas a los guionistas de nuestros amores. Ya me direis...
_____________________________________________________________________________
Capítulo 1
Parecía un sitio tranquilo, alejado del camino, seguro que por allí no pasaba gente con regularidad. La hierba que tapizaba la orilla del río era alta y estaba sin pisar así que decidió desmontar y descansar unos minutos.
- No puedo estar ya muy lejos de ese maldito pueblo. ¿Es que no había un lugar más perdido donde esconderte Sara?- dijo en voz alta mientras ataba el caballo a uno de los árboles que extendían sus ramas sobre el agua.
Mientras estiraba los músculos, agarrotados después de tan larga jornada a caballo, vio su reflejo en el remanso que el río formaba a pocos metros de allí. Miró hacia ambos lados y, al no ver a nadie y comprobar que el caballo se alimentaba tranquilamente, sonrió y comenzó a despojarse de sus vestimentas hasta quedar en ropa interior. Se adentró en el agua hasta que ésta le llegó hasta la cintura, entonces extendió los brazos y se dejó caer hacia atrás. Movía los brazos y las piernas lo indispensable para no alejarse demasiado de la orilla y mantenerse a flote, sintiendo cómo la corriente masajeaba su cuerpo. Sabía que la ropa que aún llevaba puesta, al mojarse, dejaría al descubierto las formas de su cuerpo, pero le daba igual, además, sería demasiada casualidad que alguien pasara por allí en ese momento.
Y como la historia parece que va dos pasitos pa´lante y tres pa´trás, pues voy y la cambio a mi gusto.
Y como a mi el que me gusta es el Rober... pues también cambio la historia.
Creo que me he metio en un ebolao del que no voy a saber salir pero bueno, todo sea por dar ideas a los guionistas de nuestros amores. Ya me direis...
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Capítulo 1
Parecía un sitio tranquilo, alejado del camino, seguro que por allí no pasaba gente con regularidad. La hierba que tapizaba la orilla del río era alta y estaba sin pisar así que decidió desmontar y descansar unos minutos.
- No puedo estar ya muy lejos de ese maldito pueblo. ¿Es que no había un lugar más perdido donde esconderte Sara?- dijo en voz alta mientras ataba el caballo a uno de los árboles que extendían sus ramas sobre el agua.
Mientras estiraba los músculos, agarrotados después de tan larga jornada a caballo, vio su reflejo en el remanso que el río formaba a pocos metros de allí. Miró hacia ambos lados y, al no ver a nadie y comprobar que el caballo se alimentaba tranquilamente, sonrió y comenzó a despojarse de sus vestimentas hasta quedar en ropa interior. Se adentró en el agua hasta que ésta le llegó hasta la cintura, entonces extendió los brazos y se dejó caer hacia atrás. Movía los brazos y las piernas lo indispensable para no alejarse demasiado de la orilla y mantenerse a flote, sintiendo cómo la corriente masajeaba su cuerpo. Sabía que la ropa que aún llevaba puesta, al mojarse, dejaría al descubierto las formas de su cuerpo, pero le daba igual, además, sería demasiada casualidad que alguien pasara por allí en ese momento.
#381
14/06/2011 21:11
Pues nada JUNIO, que aquí esperamos la sita Mantecao y una servidora la respuesta decnuestro anarquista preferido.
Menuda la que han montado los de A3 al colgar las fotos de los nuevos vecinos de Arazana. Por cierto, ¿dónde los vamos a alojar? Bueno, con el cubano no hay problema, seguro que encuentra un montón de voluntarias para darle cobijo.
_________________________________________________________________________
Capítulo 29
El intruso siguió avanzando hasta llegar al borde de la cama, estaban a muy pocos centímetros el uno del otro, entonces Natalia apoyó el arma en su cuello y comenzó a bajarla amenazante por el pecho hasta llegar al vientre sin dejar de mirarlo a los ojos.
- No, no, las manos bien arriba, donde pueda verlas – dijo cuando se dio cuenta de que las manos comenzaban a descender.
- ¿No prefieres que las ponga donde puedas sentirlas? – dijo él.
Natalia sonrió y con la mano que tenía libre lo agarró por la chaqueta y lo besó. Para él era fascinante sentir el arma apoyada en su vientre, la mano que lo arrastraba hacia ella y los labios de la mujer sobre su boca.
- Por supuesto que prefiero sentirlas – dijo Natalia dejando el arma sobre la cama a la vez que lo rodeaba con ambos brazos – pero ha sido muy divertido darte un susto. Eso te pasa por colarte por las ventanas como un ladrón o un asaltante.
- No me has asustado lo más mínimo – dijo él mientras seguía depositando besos en su cara y en su cuello.
- ¿Entonces por qué temblabas? – dijo ella con fingida ignorancia.
- Ahora mismo vas a descubrir por qué temblaba.
Las manos de Roberto, porque era él quién había entrado por la ventana, tomaron a Natalia por la cintura, atrayéndola hacia él hasta que sus cuerpos quedaron pegados y comenzaron a acariciarla; mientras, su boca dejaba de regalar dulces besos para tornarlos más apremiantes. Natalia le correspondió como siempre lo hacía, con pasión, entrega y deseo.
- Te he echado de menos – dijo él contra su boca entre beso y beso.
- Yo también a ti – afirmó ella mientras sus manos le quitaban la chaqueta al joven.
Pocos segundos después se habían despojado de toda la ropa y Roberto, sin dejar de besarla, la tendía sobre la cama. Sus manos recorrían cada centímetro de piel como si la estuviesen volviendo a descubrir, como si hubiesen pasado años y no horas desde la última vez que estuvieron juntos. Las manos de Natalia también recorrían el cuerpo de él como si quisiera memorizarlo para siempre, con delicadeza y firmeza a la vez. De repente, un estruendo los sobresaltó, el arma se había caído de la cama y al golpear contra el suelo se había disparado.
- Estaba cargada – dijo Roberto, incrédulo, aún sobre Natalia.
- Por supuesto, una mujer sola debe poder defenderse de intrusos que intenten asaltarla. – dijo fingiendo timidez, aunque realmente se había dado un buen susto. Manejaba muy bien las armas, pero podían haber tenido un accidente; nunca más bromearía con Roberto de un modo semejante. El nerviosismo hizo que ambos comenzaran a reír, entonces alguien golpeó la puerta.
- Natalia, ¿estás bien? Natalia abre, por favor – la voz de Sara sonaba preocupada.
Tanto Roberto como Natalia abrieron los ojos de forma desmedida, sorprendidos ante la llamada a la puerta de Sara. Tan absortos estaban en ellos mismos que no imaginaron que el disparo se había escuchado en toda la posada y la gente, atemorizada, acudió ante la única puerta que no se había abierto tras el alboroto.
- Sí, estoy bien, ¿por qué lo dices? – mientras Natalia intentaba contestar, Roberto ahogaba su risa en el hombro de ella. – No te rías, que te va a oír – le decía en voz baja, pero la advertencia hizo que la risa de Roberto aumentase.
- Natalia, abra por favor – Miguel también se encontraba al otro lado de la puerta.
- Voy, un momento – dijo alzando la voz. Ambos se levantaron de la cama rápidamente y, mientras Natalia volvía a ponerse el camisón y cogía el arma en sus manos, Roberto escondía su ropa bajo la cama y, desnudo aún, abrazaba a Natalia acompañándola hasta la puerta. ¿Qué era lo que pensaba hacer Roberto? ¿Se iba a presentar así delante de todo el mundo? Cuando llegaron a la puerta Roberto la besó de nuevo y se colocó de modo que al abrir, quedase totalmente oculto.
- ¿Sí? – dijo Natalia abriendo ligeramente la puerta, asomándose tan solo. Todo el mundo estaba allí: la Maña y sus chicas, varios parroquianos, Sara, Miguel; por cierto que el teniente llevaba la camisa abierta, seguro que estaba con Sara cuando se oyó el disparo - ¿Qué ocurre?
- ¿Cómo que qué ocurre, chiquilla?- dijo la Maña - ¿No has oído el estruendo?
- ¡Ah, si!, eso…, es que estaba limpiando el arma y se me disparó – dijo mostrando el arma, lo que realmente estaba oyendo era a Roberto riéndose tras la puerta, ¿es que nadie más lo oía?
- ¿Se te disparó? – preguntó Sara incrédula.
- Si, fue un descuido – Natalia intentaba parecer impasible, lo cual era bastante complicado ya que Roberto, además de riéndose estaba acariciando la pierna y el brazo de ella que quedaban ocultos tras la puerta.
- ¿A estas horas? – preguntó Miguel.
- No podía dormir – dijo Natalia como única razón.
- Pues a mi se me ocurren varias cosas que hacer en una habitación además de dormir, – dijo una de las chicas de la Maña – y limpiar un arma no está entre ellas. – El comentario provocó un silencio absoluto entre todos los presentes, que comenzaron a mirarse los unos a los otros; casi todos habían salido de las habitaciones y estaban a medio vestir. De los inquilinos, la única que tenía un aspecto realmente aceptable era Natalia, aunque en realidad tras su puerta escondiese un hombre completamente desnudo que la acariciaba y la hacía cosquillas.
- Si…, bien…, no ha sucedido nada así es que será mejor que cada uno vuelva a… a lo que estuviese haciendo – dijo Miguel titubeando. La gente comenzó a dispersarse hasta que tan solo quedaron la Maña, Sara, Miguel y Natalia.
- Ay, chiquilla, que susto nos has dado. Bueno, yo también voy a acostarme que estoy reventada. Buenas noches a todos. – dijo la Maña yéndose.
- Buenas noches - contestaron los tres al unísono.
- Bien, nosotros ya también…- Miguel se sentía violento. Era conciente de que Natalia conocía el tipo de relación que él mantenía con Sara, pero una cosa era saberlo y otra que fuese tan evidente.
- Si, buenas noches – dijo Natalia cerrando la puerta.
- Sara, ¿qué ocurre? – preguntó Miguel mientras caminaban hacia la habitación.
- Estaba pensando que Natalia parecía… rara, violenta, como si le molestara que hubiésemos llamado a su puerta.
- Es normal, si despiertas a todo el mundo a media noche porque se te ha disparado un arma, es lógico que te sientas un poco avergonzado.
- Si tú lo dices… - pero Sara no estaba convencida, había algo más.
Menuda la que han montado los de A3 al colgar las fotos de los nuevos vecinos de Arazana. Por cierto, ¿dónde los vamos a alojar? Bueno, con el cubano no hay problema, seguro que encuentra un montón de voluntarias para darle cobijo.
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Capítulo 29
El intruso siguió avanzando hasta llegar al borde de la cama, estaban a muy pocos centímetros el uno del otro, entonces Natalia apoyó el arma en su cuello y comenzó a bajarla amenazante por el pecho hasta llegar al vientre sin dejar de mirarlo a los ojos.
- No, no, las manos bien arriba, donde pueda verlas – dijo cuando se dio cuenta de que las manos comenzaban a descender.
- ¿No prefieres que las ponga donde puedas sentirlas? – dijo él.
Natalia sonrió y con la mano que tenía libre lo agarró por la chaqueta y lo besó. Para él era fascinante sentir el arma apoyada en su vientre, la mano que lo arrastraba hacia ella y los labios de la mujer sobre su boca.
- Por supuesto que prefiero sentirlas – dijo Natalia dejando el arma sobre la cama a la vez que lo rodeaba con ambos brazos – pero ha sido muy divertido darte un susto. Eso te pasa por colarte por las ventanas como un ladrón o un asaltante.
- No me has asustado lo más mínimo – dijo él mientras seguía depositando besos en su cara y en su cuello.
- ¿Entonces por qué temblabas? – dijo ella con fingida ignorancia.
- Ahora mismo vas a descubrir por qué temblaba.
Las manos de Roberto, porque era él quién había entrado por la ventana, tomaron a Natalia por la cintura, atrayéndola hacia él hasta que sus cuerpos quedaron pegados y comenzaron a acariciarla; mientras, su boca dejaba de regalar dulces besos para tornarlos más apremiantes. Natalia le correspondió como siempre lo hacía, con pasión, entrega y deseo.
- Te he echado de menos – dijo él contra su boca entre beso y beso.
- Yo también a ti – afirmó ella mientras sus manos le quitaban la chaqueta al joven.
Pocos segundos después se habían despojado de toda la ropa y Roberto, sin dejar de besarla, la tendía sobre la cama. Sus manos recorrían cada centímetro de piel como si la estuviesen volviendo a descubrir, como si hubiesen pasado años y no horas desde la última vez que estuvieron juntos. Las manos de Natalia también recorrían el cuerpo de él como si quisiera memorizarlo para siempre, con delicadeza y firmeza a la vez. De repente, un estruendo los sobresaltó, el arma se había caído de la cama y al golpear contra el suelo se había disparado.
- Estaba cargada – dijo Roberto, incrédulo, aún sobre Natalia.
- Por supuesto, una mujer sola debe poder defenderse de intrusos que intenten asaltarla. – dijo fingiendo timidez, aunque realmente se había dado un buen susto. Manejaba muy bien las armas, pero podían haber tenido un accidente; nunca más bromearía con Roberto de un modo semejante. El nerviosismo hizo que ambos comenzaran a reír, entonces alguien golpeó la puerta.
- Natalia, ¿estás bien? Natalia abre, por favor – la voz de Sara sonaba preocupada.
Tanto Roberto como Natalia abrieron los ojos de forma desmedida, sorprendidos ante la llamada a la puerta de Sara. Tan absortos estaban en ellos mismos que no imaginaron que el disparo se había escuchado en toda la posada y la gente, atemorizada, acudió ante la única puerta que no se había abierto tras el alboroto.
- Sí, estoy bien, ¿por qué lo dices? – mientras Natalia intentaba contestar, Roberto ahogaba su risa en el hombro de ella. – No te rías, que te va a oír – le decía en voz baja, pero la advertencia hizo que la risa de Roberto aumentase.
- Natalia, abra por favor – Miguel también se encontraba al otro lado de la puerta.
- Voy, un momento – dijo alzando la voz. Ambos se levantaron de la cama rápidamente y, mientras Natalia volvía a ponerse el camisón y cogía el arma en sus manos, Roberto escondía su ropa bajo la cama y, desnudo aún, abrazaba a Natalia acompañándola hasta la puerta. ¿Qué era lo que pensaba hacer Roberto? ¿Se iba a presentar así delante de todo el mundo? Cuando llegaron a la puerta Roberto la besó de nuevo y se colocó de modo que al abrir, quedase totalmente oculto.
- ¿Sí? – dijo Natalia abriendo ligeramente la puerta, asomándose tan solo. Todo el mundo estaba allí: la Maña y sus chicas, varios parroquianos, Sara, Miguel; por cierto que el teniente llevaba la camisa abierta, seguro que estaba con Sara cuando se oyó el disparo - ¿Qué ocurre?
- ¿Cómo que qué ocurre, chiquilla?- dijo la Maña - ¿No has oído el estruendo?
- ¡Ah, si!, eso…, es que estaba limpiando el arma y se me disparó – dijo mostrando el arma, lo que realmente estaba oyendo era a Roberto riéndose tras la puerta, ¿es que nadie más lo oía?
- ¿Se te disparó? – preguntó Sara incrédula.
- Si, fue un descuido – Natalia intentaba parecer impasible, lo cual era bastante complicado ya que Roberto, además de riéndose estaba acariciando la pierna y el brazo de ella que quedaban ocultos tras la puerta.
- ¿A estas horas? – preguntó Miguel.
- No podía dormir – dijo Natalia como única razón.
- Pues a mi se me ocurren varias cosas que hacer en una habitación además de dormir, – dijo una de las chicas de la Maña – y limpiar un arma no está entre ellas. – El comentario provocó un silencio absoluto entre todos los presentes, que comenzaron a mirarse los unos a los otros; casi todos habían salido de las habitaciones y estaban a medio vestir. De los inquilinos, la única que tenía un aspecto realmente aceptable era Natalia, aunque en realidad tras su puerta escondiese un hombre completamente desnudo que la acariciaba y la hacía cosquillas.
- Si…, bien…, no ha sucedido nada así es que será mejor que cada uno vuelva a… a lo que estuviese haciendo – dijo Miguel titubeando. La gente comenzó a dispersarse hasta que tan solo quedaron la Maña, Sara, Miguel y Natalia.
- Ay, chiquilla, que susto nos has dado. Bueno, yo también voy a acostarme que estoy reventada. Buenas noches a todos. – dijo la Maña yéndose.
- Buenas noches - contestaron los tres al unísono.
- Bien, nosotros ya también…- Miguel se sentía violento. Era conciente de que Natalia conocía el tipo de relación que él mantenía con Sara, pero una cosa era saberlo y otra que fuese tan evidente.
- Si, buenas noches – dijo Natalia cerrando la puerta.
- Sara, ¿qué ocurre? – preguntó Miguel mientras caminaban hacia la habitación.
- Estaba pensando que Natalia parecía… rara, violenta, como si le molestara que hubiésemos llamado a su puerta.
- Es normal, si despiertas a todo el mundo a media noche porque se te ha disparado un arma, es lógico que te sientas un poco avergonzado.
- Si tú lo dices… - pero Sara no estaba convencida, había algo más.
#382
14/06/2011 21:16
Muy bueno Roberta.
Me encanta.
Me encanta.
#383
14/06/2011 21:28
Genial Roberta genial
#384
14/06/2011 21:32
Ya sabía yo q tenía q ser Roberto.... y aun la lían otra vez en esa habitación, lo de la pistola se va a quedar en ná!
#385
14/06/2011 23:42
Me encanta Roberta, estos no se van a separar aunque se lo propongan.
#386
14/06/2011 23:53
Genial Roberta. ¿Se les dispara el arma?Jajajjajajja, y tanto que se les va a disparar, jajajjaja. Muy bueno, deverdad....
Espero la continuación para cuando pueda ser.
Espero la continuación para cuando pueda ser.
#387
15/06/2011 00:48
Muy bueno Roberta.
#388
15/06/2011 19:38
Sigamos, porque si tardo un poco más Roberto me va a coger frío, ahí detrás de la puerta.
______________________________________________________________________
Cuando Natalia comenzó a cerrar la puerta, Roberto salió de su escondite y apoyando su espalda contra la puerta terminó de cerrarla, cogió el arma de manos de ella y con cuidado la dejó en el suelo.
- No queremos que se nos vuelva a disparar, ¿verdad? – dijo susurrando al oído de ella. Mientras con una mano tomaba a Natalia de la cintura, con la otra volvía a cerrar la puerta con llave – Y ahora vamos a obedecer a la autoridad y a seguir con lo que estábamos haciendo, ¿te parece?
- Si lo ordena la autoridad…, - dijo Natalia besando a Roberto con dulzura - ¿Dónde nos habíamos quedado?
- En la cama… - contestó Roberto, y empujándola suavemente la llevo hasta ella. Con sus manos fue recogiendo el camisón hasta que consiguió alcanzar el borde inferior; entonces, suavemente se lo subió hasta sacárselo por la cabeza y lo tiró a un lado. Abrazados, lentamente se acostaron sin dejar de prodigarse caricias y besos. Sus rostros mostraban felicidad, la felicidad de volver a estar juntos, unidos, sabiendo que en breves instantes sus cuerpos volverían a formar un todo. A pesar de la poca experiencia que tenían juntos, sus cuerpos ya se reconocían, sabían lo que el del otro necesitaba y requería. Las manos volaban sobre la piel dejando suaves caricias, las bocas depositaban dulces y apasionados besos a la vez que ahogaban gemidos de placer. En pocos minutos sus cuerpos alcanzaron el clímax y después permanecieron abrazados, mirándose a los ojos, incrédulos ante la compenetración que experimentaban y temerosos de que tanta felicidad no fuese real.
Natalia permanecía parcialmente acostada sobre él, sus dedos realizaban pequeños círculos sobre el pecho de Roberto, jugueteando con su vello.
- ¿Por qué lo habéis hecho? – dijo él depositando un beso en la cabeza de ella.
- ¿A qué te refieres? – Natalia no sabía de qué podía estar hablando su amante.
- La nota de la Mano Negra. ¿Porqué Sara y tú la habéis impreso? – la voz de Roberto era serena, pero dejaba ver un atisbo de preocupación.
Natalia levantó la cabeza y lo miró a los ojos, Roberto sabía que ellas estaban detrás de todo el asunto, no valía la pena mentir; además, no quería mentirle.
- ¿Cómo lo has sabido?
- La letra P. – dijo él tranquilamente. Le agradaba ver que Natalia aceptaba sus palabras y no intentaba mentirle o desviar la conversación a cualquier otro tema. – Sara me ha impreso muchos panfletos para repartir en las reuniones que tengo con mis compañeros; hace semanas me di cuenta de que la letra p mayúscula tiene una pequeña marca, la misma marca que vi ayer en el anónimo dejado por la Mano Negra. Eso significa que la Mano Negra utiliza la imprenta de Sara o que vosotras estáis detrás de esto. Vamos, confiesa… - dijo sonriente.
- Qué listo eres… – dijo ella bromeando. Ya más seriamente comenzó a explicarse, no podía darle detalles, pero le contaría lo suficiente para aclarar sus dudas. – Fue un acto a la desesperada, Sara me contó lo que había ocurrido con los detenidos, que eran inocentes y que los iban a trasladar de inmediato. Había que hacer algo para evitar el traslado, o al menos retrasarlo, tal y como hiciste tú apareciendo en el cuartel y enfrentándote a Miguel y a Olmedo. - Natalia se abrazó con fuerza Roberto, necesitaba tenerlo junto a ella, tenía miedo de que siguiese haciendo preguntas y ella no tuviese las respuestas adecuadas que evitasen una separación entre ellos.
- Lo que no entiendo es cómo provocasteis el incendio y colocasteis la nota si estabais en la plaza cuando todo comenzó – Roberto estaba intrigado.
- Eso no puedo decírtelo.
Natalia y Sara tenían algún cómplice, pero estaba claro que no iba a decirle quién era.
- Comprendo que no quieras delatar a quien os ayudó, pero por favor, – dijo tomando la cara de ella entre las manos y obligándola a mirarle. – no vuelvas a hacerlo. No podría soportar que algo malo te sucediera – Roberto no tenía intención de decir esas últimas palabras, se le escaparon si querer. Fue su corazón el que habló en aquellos momentos, un corazón que se rompía cada vez que pensaba en separarse de aquella mujer que lo completaba, con la que podía hablar de cualquier cosa, a la que sentía parte de él.
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Cuando Natalia comenzó a cerrar la puerta, Roberto salió de su escondite y apoyando su espalda contra la puerta terminó de cerrarla, cogió el arma de manos de ella y con cuidado la dejó en el suelo.
- No queremos que se nos vuelva a disparar, ¿verdad? – dijo susurrando al oído de ella. Mientras con una mano tomaba a Natalia de la cintura, con la otra volvía a cerrar la puerta con llave – Y ahora vamos a obedecer a la autoridad y a seguir con lo que estábamos haciendo, ¿te parece?
- Si lo ordena la autoridad…, - dijo Natalia besando a Roberto con dulzura - ¿Dónde nos habíamos quedado?
- En la cama… - contestó Roberto, y empujándola suavemente la llevo hasta ella. Con sus manos fue recogiendo el camisón hasta que consiguió alcanzar el borde inferior; entonces, suavemente se lo subió hasta sacárselo por la cabeza y lo tiró a un lado. Abrazados, lentamente se acostaron sin dejar de prodigarse caricias y besos. Sus rostros mostraban felicidad, la felicidad de volver a estar juntos, unidos, sabiendo que en breves instantes sus cuerpos volverían a formar un todo. A pesar de la poca experiencia que tenían juntos, sus cuerpos ya se reconocían, sabían lo que el del otro necesitaba y requería. Las manos volaban sobre la piel dejando suaves caricias, las bocas depositaban dulces y apasionados besos a la vez que ahogaban gemidos de placer. En pocos minutos sus cuerpos alcanzaron el clímax y después permanecieron abrazados, mirándose a los ojos, incrédulos ante la compenetración que experimentaban y temerosos de que tanta felicidad no fuese real.
Natalia permanecía parcialmente acostada sobre él, sus dedos realizaban pequeños círculos sobre el pecho de Roberto, jugueteando con su vello.
- ¿Por qué lo habéis hecho? – dijo él depositando un beso en la cabeza de ella.
- ¿A qué te refieres? – Natalia no sabía de qué podía estar hablando su amante.
- La nota de la Mano Negra. ¿Porqué Sara y tú la habéis impreso? – la voz de Roberto era serena, pero dejaba ver un atisbo de preocupación.
Natalia levantó la cabeza y lo miró a los ojos, Roberto sabía que ellas estaban detrás de todo el asunto, no valía la pena mentir; además, no quería mentirle.
- ¿Cómo lo has sabido?
- La letra P. – dijo él tranquilamente. Le agradaba ver que Natalia aceptaba sus palabras y no intentaba mentirle o desviar la conversación a cualquier otro tema. – Sara me ha impreso muchos panfletos para repartir en las reuniones que tengo con mis compañeros; hace semanas me di cuenta de que la letra p mayúscula tiene una pequeña marca, la misma marca que vi ayer en el anónimo dejado por la Mano Negra. Eso significa que la Mano Negra utiliza la imprenta de Sara o que vosotras estáis detrás de esto. Vamos, confiesa… - dijo sonriente.
- Qué listo eres… – dijo ella bromeando. Ya más seriamente comenzó a explicarse, no podía darle detalles, pero le contaría lo suficiente para aclarar sus dudas. – Fue un acto a la desesperada, Sara me contó lo que había ocurrido con los detenidos, que eran inocentes y que los iban a trasladar de inmediato. Había que hacer algo para evitar el traslado, o al menos retrasarlo, tal y como hiciste tú apareciendo en el cuartel y enfrentándote a Miguel y a Olmedo. - Natalia se abrazó con fuerza Roberto, necesitaba tenerlo junto a ella, tenía miedo de que siguiese haciendo preguntas y ella no tuviese las respuestas adecuadas que evitasen una separación entre ellos.
- Lo que no entiendo es cómo provocasteis el incendio y colocasteis la nota si estabais en la plaza cuando todo comenzó – Roberto estaba intrigado.
- Eso no puedo decírtelo.
Natalia y Sara tenían algún cómplice, pero estaba claro que no iba a decirle quién era.
- Comprendo que no quieras delatar a quien os ayudó, pero por favor, – dijo tomando la cara de ella entre las manos y obligándola a mirarle. – no vuelvas a hacerlo. No podría soportar que algo malo te sucediera – Roberto no tenía intención de decir esas últimas palabras, se le escaparon si querer. Fue su corazón el que habló en aquellos momentos, un corazón que se rompía cada vez que pensaba en separarse de aquella mujer que lo completaba, con la que podía hablar de cualquier cosa, a la que sentía parte de él.
#389
15/06/2011 19:55
Mira tú por donde otro CSI... analizando los fallos de impresión! jajajaja en ese pueblo debió nacer tb Colombo! ajjajaja
Genial Roberta.... ya te digo estas consiguiendo que el Rober me caiga bien y todo jiji
Genial Roberta.... ya te digo estas consiguiendo que el Rober me caiga bien y todo jiji
#390
15/06/2011 20:19
La verdad es que natalia y roberto se compenetran y se entienden muy bien
gracias roberta
gracias roberta
#391
15/06/2011 20:22
Muy bonito, Roberta. como siempre.
Gracias.
Gracias.
#392
15/06/2011 22:54
geniallllll
cuando puedas continua pliss
cuando puedas continua pliss
#393
16/06/2011 21:14
¿Dónde me había quedado yo? ¡ah, si.....!
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- ¿Cómo están ellos, los detenidos? – dijo Natalia con voz temblorosa. Ella sentía exactamente lo mismo por él, durante las tareas de extinción del incendio no supo donde se encontraba Roberto en ningún momento hasta que apareció junto a ellas. Y la incertidumbre de no saber si se encontraba a salvo acababa con sus nervios.
- Bien, aún asustados, pero bien. Afortunadamente el incendio no fue muy grave y no habrá grandes pérdidas, supisteis provocarlo muy bien – dijo bromeando. Había notado que la voz de Natalia se entristecía y eso él no podía permitirlo, aunque su corazón se partiese en pedazos, tenía que sacar fuerzas de donde no las había para hacerla sonreír. Ella se defendió pellizcándole y entre risas rodaron sobre la cama.
- ¿Recuerdas el dinero por el que discutimos en Sevilla? – preguntó ella temerosa. Lo último que deseaba era volver a discutir con Roberto.
- Si – respondió tenso.
- Utilízalo para ayudar a… ¿Eustaquio se llama?
- Pero…
- Por eso lo puse a nombre de los dos. Sabía que no permitirías que lo pusiera tan solo a tu nombre.
- No Natalia, eso no puede ser – dijo Roberto revolviéndose e intentando deshacerse del abrazo de ella.
- ¿Por qué?
- Porque la gente de aquí no necesita limosnas.
- Roberto, por favor, escúchame. Le hemos quemado sus tierras así que va a necesitar el dinero para recuperarse y salir adelante. Puede tomarlo como un préstamo y cuando se recupere ayudar con él a otro que lo necesite… no sé.
- No quiero discutir, Natalia, pero no necesitamos que…
- ¿Qué? ¿Que venga una señoritinga a…? – Natalia se detuvo a media frase a punto de llorar – Roberto, yo tampoco discutir contigo – y se abrazó a él con todas sus fuerzas.
- ¿Por qué siempre acabamos discutiendo?
- Porque somos igual de cabezotas – respondió ella.
- ¿Me estás llamando cabezota? - dijo él en broma. – Mejor no hablemos de esto, ¿de acuerdo? Al menos no ahora; ahora no quiero hablar, no quiero pensar, solo quiero besarte – y, de nuevo, comenzó a buscar la boca de Natalia. Ella, en un primer momento, se dejó llevar por la pasión que sentía hacia Roberto, pero no deseaba que la conversación finalizara de aquel modo, así que siguió hablando.
- Tómalo como una donación, para la escuela de Flor o para cualquier otra cosa que sea necesaria para el pueblo. Por favor, lo digo en serio, es una forma de corresponder a lo bien que me habéis tratado aquí. Por favor… – A Natalia le costaba hablar; a pesar de sus palabras, Roberto no había dejado de besarla en ningún momento.
- ¿Cómo voy a negarme si me lo pides así? – dijo él susurrándole al oído.
- No bromees, Roberto; al menos no con esto.
- No estoy bromeando, Natalia. No podría, con ese dinero se podrá hacer mucho bien, ya verás la gente lo agradecida que te va a estar – dijo con orgullo. Roberto se había detenido, ya no besaba a la mujer que tenía entre sus brazos, tan solo la miraba con admiración.
- No. No quiero que se sepa. – dijo inquieta – Invéntate algo, una donación anónima, un dinero aportado por el movimiento anarquista o cualquier cosa que se te ocurra. No soy ninguna santa y no quiero protagonismo.
- De acuerdo, se hará como tú quieras. ¿Por qué siempre consigues de mí todo lo que te propones? - dijo estrechándola entre sus brazos y besándola de nuevo; primero fueron los labios, más tarde su boca siguió por el cuello hasta su hombro. Natalia echó la cabeza hacia atrás para facilitarle a Roberto la posición y de nuevo se dejó llevar por la pasión. ¿Qué él hacía todo lo que Natalia quería?; en realidad era ella la que se sentía como si fuera un pedazo de barro en las manos de él, aquellas fuertes manos que eran capaces de moldearla a su capricho.
Al despertar, Natalia se sintió feliz, completa, descansada, aunque había algo que le faltaba para sentirse verdaderamente plena; no había nadie a su lado. Era la primera vez que despertaba sola tras haber pasado la noche con Roberto; él se había ido antes de amanecer, cuando ella aún dormía. Era lógico que lo hubiese hecho así, nadie sabía que él había estado allí, había entrado por la ventana y por el mismo lugar debía salir sin que lo vieran, pero aún así necesitaba sentirlo cerca. Hacía poco tiempo que se había marchado, las sábanas aún conservaban parte de su calor y Natalia se movió hasta colocarse encina, ocupando el lugar donde él había dormido, sintiendo como ese calor aún la envolvía tal y como horas antes lo hacía su cuerpo. La muchacha era muy consciente de que se estaban dejando llevar demasiado por sus sentimientos, por sus necesidades, pero ni podía ni quería evitarlo. En pocos días despertarían del sueño en el que en aquellos momentos vivían, un sueño que Natalia estaba segura que no volvería a vivir. Estaba descubriendo que necesitaba a Roberto mucho más de lo que inicialmente había pensado, en su interior siempre supo que si alguien era capar de hacerla volver a sentir ese era él, pero nunca se planteó la posibilidad de que aquello fuese algo más, de que hubiese un futuro para ambos, como en aquel momento lo estaba haciendo. Una vida juntos…, seria complicado, ambos deberían ceder en múltiples ocasiones, pero la felicidad que experimentaban cuando estaban juntos compensaría todos los sinsabores. Pensando en una posible vida al lado de Roberto, abrazada a la almohada, ocupando el lugar en la cama donde él había estado, Natalia volvió a dormirse con una sonrisa en los labios.
A pesar de que ya era casi de día, nadie lo había visto salir. Debió haberse ido mucho antes, cuando aún era noche cerrada, pero no pudo; simplemente no pudo separarse de Natalia. No es que fuese un experto en relaciones sentimentales, pero Roberto tenía más experiencia que Natalia y sabía que lo que les unía a ellos era algo mucho más fuerte que el simple deseo; era maravilloso sentirse dentro de ella, acariciarla, amarla, perderse en su cuerpo y sentir que a ella le ocurría lo mismo, pero lo era aún más tenerla en sus brazos, besarla, escuchar sus historias… simplemente estar a su lado.
- Buenos días, madre – Carmen ya estaba en la cocina cuando Roberto llegó a su casa.
- Buenos días, Roberto. Creí que aún seguías acostado – dijo ella extrañada de verlo entrar.
- Me he levantado pronto, - mintió – Hace varios días que no voy por el terruño y quiero echarle un vistazo.
- Está bien, pero siéntate y desayuna algo. No te vas a ir en ayunas, ¿no? Además, entre tu padre y tu abuelo han estado cuidándolo; los dos están muy orgullosos de ti, hijo mío – dijo acercándose a él y dándole un beso.
- Lo sé, madre; y yo me esfuerzo porque sigan estándolo. – dijo antes de empezar a comer lo que su madre le servía.
______________________________________________________________________
- ¿Cómo están ellos, los detenidos? – dijo Natalia con voz temblorosa. Ella sentía exactamente lo mismo por él, durante las tareas de extinción del incendio no supo donde se encontraba Roberto en ningún momento hasta que apareció junto a ellas. Y la incertidumbre de no saber si se encontraba a salvo acababa con sus nervios.
- Bien, aún asustados, pero bien. Afortunadamente el incendio no fue muy grave y no habrá grandes pérdidas, supisteis provocarlo muy bien – dijo bromeando. Había notado que la voz de Natalia se entristecía y eso él no podía permitirlo, aunque su corazón se partiese en pedazos, tenía que sacar fuerzas de donde no las había para hacerla sonreír. Ella se defendió pellizcándole y entre risas rodaron sobre la cama.
- ¿Recuerdas el dinero por el que discutimos en Sevilla? – preguntó ella temerosa. Lo último que deseaba era volver a discutir con Roberto.
- Si – respondió tenso.
- Utilízalo para ayudar a… ¿Eustaquio se llama?
- Pero…
- Por eso lo puse a nombre de los dos. Sabía que no permitirías que lo pusiera tan solo a tu nombre.
- No Natalia, eso no puede ser – dijo Roberto revolviéndose e intentando deshacerse del abrazo de ella.
- ¿Por qué?
- Porque la gente de aquí no necesita limosnas.
- Roberto, por favor, escúchame. Le hemos quemado sus tierras así que va a necesitar el dinero para recuperarse y salir adelante. Puede tomarlo como un préstamo y cuando se recupere ayudar con él a otro que lo necesite… no sé.
- No quiero discutir, Natalia, pero no necesitamos que…
- ¿Qué? ¿Que venga una señoritinga a…? – Natalia se detuvo a media frase a punto de llorar – Roberto, yo tampoco discutir contigo – y se abrazó a él con todas sus fuerzas.
- ¿Por qué siempre acabamos discutiendo?
- Porque somos igual de cabezotas – respondió ella.
- ¿Me estás llamando cabezota? - dijo él en broma. – Mejor no hablemos de esto, ¿de acuerdo? Al menos no ahora; ahora no quiero hablar, no quiero pensar, solo quiero besarte – y, de nuevo, comenzó a buscar la boca de Natalia. Ella, en un primer momento, se dejó llevar por la pasión que sentía hacia Roberto, pero no deseaba que la conversación finalizara de aquel modo, así que siguió hablando.
- Tómalo como una donación, para la escuela de Flor o para cualquier otra cosa que sea necesaria para el pueblo. Por favor, lo digo en serio, es una forma de corresponder a lo bien que me habéis tratado aquí. Por favor… – A Natalia le costaba hablar; a pesar de sus palabras, Roberto no había dejado de besarla en ningún momento.
- ¿Cómo voy a negarme si me lo pides así? – dijo él susurrándole al oído.
- No bromees, Roberto; al menos no con esto.
- No estoy bromeando, Natalia. No podría, con ese dinero se podrá hacer mucho bien, ya verás la gente lo agradecida que te va a estar – dijo con orgullo. Roberto se había detenido, ya no besaba a la mujer que tenía entre sus brazos, tan solo la miraba con admiración.
- No. No quiero que se sepa. – dijo inquieta – Invéntate algo, una donación anónima, un dinero aportado por el movimiento anarquista o cualquier cosa que se te ocurra. No soy ninguna santa y no quiero protagonismo.
- De acuerdo, se hará como tú quieras. ¿Por qué siempre consigues de mí todo lo que te propones? - dijo estrechándola entre sus brazos y besándola de nuevo; primero fueron los labios, más tarde su boca siguió por el cuello hasta su hombro. Natalia echó la cabeza hacia atrás para facilitarle a Roberto la posición y de nuevo se dejó llevar por la pasión. ¿Qué él hacía todo lo que Natalia quería?; en realidad era ella la que se sentía como si fuera un pedazo de barro en las manos de él, aquellas fuertes manos que eran capaces de moldearla a su capricho.
Al despertar, Natalia se sintió feliz, completa, descansada, aunque había algo que le faltaba para sentirse verdaderamente plena; no había nadie a su lado. Era la primera vez que despertaba sola tras haber pasado la noche con Roberto; él se había ido antes de amanecer, cuando ella aún dormía. Era lógico que lo hubiese hecho así, nadie sabía que él había estado allí, había entrado por la ventana y por el mismo lugar debía salir sin que lo vieran, pero aún así necesitaba sentirlo cerca. Hacía poco tiempo que se había marchado, las sábanas aún conservaban parte de su calor y Natalia se movió hasta colocarse encina, ocupando el lugar donde él había dormido, sintiendo como ese calor aún la envolvía tal y como horas antes lo hacía su cuerpo. La muchacha era muy consciente de que se estaban dejando llevar demasiado por sus sentimientos, por sus necesidades, pero ni podía ni quería evitarlo. En pocos días despertarían del sueño en el que en aquellos momentos vivían, un sueño que Natalia estaba segura que no volvería a vivir. Estaba descubriendo que necesitaba a Roberto mucho más de lo que inicialmente había pensado, en su interior siempre supo que si alguien era capar de hacerla volver a sentir ese era él, pero nunca se planteó la posibilidad de que aquello fuese algo más, de que hubiese un futuro para ambos, como en aquel momento lo estaba haciendo. Una vida juntos…, seria complicado, ambos deberían ceder en múltiples ocasiones, pero la felicidad que experimentaban cuando estaban juntos compensaría todos los sinsabores. Pensando en una posible vida al lado de Roberto, abrazada a la almohada, ocupando el lugar en la cama donde él había estado, Natalia volvió a dormirse con una sonrisa en los labios.
A pesar de que ya era casi de día, nadie lo había visto salir. Debió haberse ido mucho antes, cuando aún era noche cerrada, pero no pudo; simplemente no pudo separarse de Natalia. No es que fuese un experto en relaciones sentimentales, pero Roberto tenía más experiencia que Natalia y sabía que lo que les unía a ellos era algo mucho más fuerte que el simple deseo; era maravilloso sentirse dentro de ella, acariciarla, amarla, perderse en su cuerpo y sentir que a ella le ocurría lo mismo, pero lo era aún más tenerla en sus brazos, besarla, escuchar sus historias… simplemente estar a su lado.
- Buenos días, madre – Carmen ya estaba en la cocina cuando Roberto llegó a su casa.
- Buenos días, Roberto. Creí que aún seguías acostado – dijo ella extrañada de verlo entrar.
- Me he levantado pronto, - mintió – Hace varios días que no voy por el terruño y quiero echarle un vistazo.
- Está bien, pero siéntate y desayuna algo. No te vas a ir en ayunas, ¿no? Además, entre tu padre y tu abuelo han estado cuidándolo; los dos están muy orgullosos de ti, hijo mío – dijo acercándose a él y dándole un beso.
- Lo sé, madre; y yo me esfuerzo porque sigan estándolo. – dijo antes de empezar a comer lo que su madre le servía.
#394
16/06/2011 22:06
Si algo bueno tiene haber tenido problemas con internet estos días de atrás es haber podido disfrutar de varios fragmentos de tu historia todos seguidos, cosa que es un lujo.
Me ha encantado la conversación con Cosme, destilaba ternura por todos los costados... es que el abuelo Pérez es mi debilidad y bueno, la escena en la posada ¡de diez!!! ¡Qué calores!!!
Me ha encantado la conversación con Cosme, destilaba ternura por todos los costados... es que el abuelo Pérez es mi debilidad y bueno, la escena en la posada ¡de diez!!! ¡Qué calores!!!
#395
16/06/2011 22:25
Roberta me encanta!!!
#396
16/06/2011 22:37
Genial Roberta.....! natalia se queda, a que sí?! vamos que si se va y no vuelve PA MATARLA!
#397
17/06/2011 01:12
Gracias roberta
#398
18/06/2011 01:02
foro ascensor
#399
18/06/2011 19:37
Hola guapas, perdonad la tardanza pero ayer tuve un día complicado y la mañana también ha sido movidita.
Os pongo un trocito
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Capítulo 30
- Llevas semanas aplazándolo, Eugenia. No se si será lo más adecuado que ahora vayas a hablar con él, tenías que haberlo hecho hace tiempo.
- Lo sé Margarita, pero no tenía ánimos suficientes.
Margarita Guerra había ido a visitar a su amiga Eugenia Montoro; a pesar de que ya no estaba comprometida con Álvaro Montoro, el hermano mayor de su mejor amiga, ella seguía visitándola, tal vez no con la misma asiduidad, pero se había propuesto que la mala relación con uno no enturbiase la buena relación con la otra.
- ¿Me acompañas? – preguntó Eugenia poniéndose en pie.
- Por supuesto – no te voy a dejar andar por ahí sola. - ¿Ya sabes dónde encontrarlo?
- Si, vamos. – y juntas salieron de la casa dispuestas a cumplir con algo que Eugenia tenía en mente.
Su madre tenía razón, el terruño estaba en perfectas condiciones, como si no lo hubiese dejado abandonado ni un solo día, Cosme y Tomás habían hecho un gran trabajo. Llevaba ya varias horas trabajando bajo el sol cuando, al parar para beber un poco de agua, vio que a lo lejos se acercaban dos mujeres. Aún estaban demasiado lejos para poder distinguir sus rostros, pero iban bien vestidas, no eran mujeres del pueblo; era evidente que se dirigían hacia donde él se encontraba, por lo que aprovechó la circunstancia para descansar un poco y esperar a que se acercasen. Pocos segundos más tarde descubrió que eran la señorita Montoro y su amiga la señorita Guerra. ¿Qué harían por allí?
- Buenos días, Roberto. – saludó Eugenia cuando llegaron hasta donde él estaba.
- Buenos días, señorita Eugenia, señorita Guerra – saludó a ambas jóvenes.
- Buenos días – dijo Margarita tímidamente. Margarita siempre había sido muy tímida y la presencia de desconocidos la hacía sentirse intimidada, aunque en los últimos tiempos cada vez le sucedía menos.
- ¿Qué las trae por aquí? – preguntó Roberto. Siempre había sentido cariño por Eugenia, de niños habían jugado juntos en multitud de ocasiones, aunque después la vida les llevase por caminos muy distintos; de todos modos estaba al tanto de todo lo que le ocurría gracias a Carmen, que la quería como a una hija. Al ver a aquellas dos mujeres, su pensamiento voló de nuevo a Natalia; las tres eran señoritas de buena familia pero eran muy distintas entre sí, las dos que tenía delante habían sido cuidadas y protegidas por su familia en todo momento mientras que Natalia, su Natalia, se había quedado sola muy pronto… tal vez precisamente por eso eran tan distintas, unas delicadas y desconocedoras de la vida real del mundo y la otra fuerte y comprometida.
Margarita tomó a Eugenia del brazo para animarla a contestar.
- Si… bueno… Roberto… yo… - comenzó Eugenia titubeante –hace semanas que deseaba hablar contigo, pero no he tenido el ánimo suficiente de hacerlo hasta ahora; y creo que ahora también me va a costar…- dijo bajando la voz.
- Yo también quería hablar con usted – prosiguió él. – Quería preguntarle cómo se encontraba después de, bueno ya sabe... - no sabía cómo plantear el tema. Desde el momento en que fue liberado tuvo en mente hablar con ella y preguntarle cómo se encontraba; pero, al principio porque el asalto era muy reciente y no quería volver a enfrentarse a Álvaro innecesariamente, y después porque las cosas se fueron complicando, no había tenido oportunidad de hacerlo.
- Muy bien, gracias. – el hecho de que Roberto se interesase por ella le dio los ánimos necesarios para empezar a hablar - De hecho yo venía a pedirte disculpas por no haber hablado en tu favor cuando estuviste detenido y a darte las gracias por haber capturado a… al señor Villa. Algo me decía que era imposible que fueses tú el asaltante, pero estaba tan nerviosa y asustada que no era capaz siquiera de hablar.
- No importa, todo aquello ya pasó – no podía evitar seguir haciendo comparaciones entre Eugenia y Natalia. Mientras que una entró en estado de shock, la otra se defendió y, desde el primer momento, no solo estuvo dispuesta a ayudar para atrapar a su agresor, sino que fue quien puso en marcha el plan.
Margarita miraba alternativamente a uno y a otra. Eugenia no se había sincerado con nadie sobre aquel tema como lo estaba haciendo con Roberto, ni siquiera con ella. Siempre hablaba con evasivas, sin mirar a los ojos, intentando cambiar de conversación; pero con él se la veía cómoda, demasiado cómoda. Puede que hubiesen sido amigos de niños, pero ya no eran unos niños; ella era una señorita de buena familia y él un jornalero, el líder de los anarquistas de la zona, quien más problemas causaba a su hermano Álvaro.
- También quería darte las gracias por haberlo capturado – el tono de Eugenia se entristeció, le dolía que hubiesen jugado con ella de forma tan cruel, pero más le dolía no haberse dado cuenta.
- Yo no hice nada, fue Natalia… digo, la señorita Reeves, quien lo hizo todo. – el tono de Roberto cambió de pronto, en sus palabras se notaba la admiración que sentía por Natalia - Ella lo planeó y sirvió de cebo además. Es con ella con quien debería de hablar.
- Si, claro, - titubeó Eugenia – lo que ocurre es que casi no la conozco, tan solo la vi el día de la fiesta y no me atrevo a…
- No se preocupe, puede hablar con ella con toda confianza, es muy agradable – dijo Roberto. No solo era agradable, era maravillosa, sencilla, amable, tierna, dulce… la mujer más maravillosa del mundo, o al menos lo era para él.
- Así lo haré. – dijo Eugenia despidiéndose – Roberto, gracias por escucharme y una vez más, siento no haberte ayudado cuando debí.
- No importa, lo comprendo. – dijo él a modo de despedida.
- Adiós, buenos días – se despidió Margarita.
Tan solo se habían alejado unos pasos cuando Eugenia se volvió y, a paso rápido, se acercó de nuevo a Roberto. Se plantó frente a él y le dio un tímido beso en la mejilla.
- Gracias, siento mucho haber sido tan tonta todos estos años; aunque no lo parezca no me he olvidado de que fuimos amigos.
Eugenia volvió corriendo hasta donde estaba Margarita esperándola y juntas se alejaron del lugar. Roberto sonreía mientras se pasaba la mano por el lugar donde Eugenia le había besado. ¡Qué chiquilla! – pensó y volvió de nuevo a su trabajo.
- Eugenia, - le regañó su amiga - ¿por qué has hecho eso? ¿Por qué le has besado? ¿Y si ahora él piensa…?
- ¿Qué? ¿Qué va a pensar Roberto, que me he enamorado de él? – dijo sonriente - No, no te preocupes, no puedo darles ese disgusto a papá y a Álvaro. Uff, Álvaro, no quiero ni pensar en cómo se pondría Álvaro.
- Pero, ¿y él? ¿Y si él se…? – Margarita esta asustada ante la posibilidad de que Eugenia se enredase con aquel jornalero.
- Él no se va a enamorar de mí, – dijo ella tajante – Roberto nunca se enamoraría de una chiquilla caprichosa como yo. Pero tú…
- Ay no, Eugenia, por favor. Lo he pasado muy mal desde que rompí mi compromiso con tu hermano, - explicó – aún no me he recuperado, y… no sé si algún día lo haré. Además, ese jornalero…
- Tranquilízate, solo era una broma; pero no hables así de él, es un buen muchacho y tenéis muchas cosas en común… podríais hablar de Álvaro largo y tendido… - finalizó riéndose.
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¿Qué os ha parecido la conversación agrícola?
Os pongo un trocito
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Capítulo 30
- Llevas semanas aplazándolo, Eugenia. No se si será lo más adecuado que ahora vayas a hablar con él, tenías que haberlo hecho hace tiempo.
- Lo sé Margarita, pero no tenía ánimos suficientes.
Margarita Guerra había ido a visitar a su amiga Eugenia Montoro; a pesar de que ya no estaba comprometida con Álvaro Montoro, el hermano mayor de su mejor amiga, ella seguía visitándola, tal vez no con la misma asiduidad, pero se había propuesto que la mala relación con uno no enturbiase la buena relación con la otra.
- ¿Me acompañas? – preguntó Eugenia poniéndose en pie.
- Por supuesto – no te voy a dejar andar por ahí sola. - ¿Ya sabes dónde encontrarlo?
- Si, vamos. – y juntas salieron de la casa dispuestas a cumplir con algo que Eugenia tenía en mente.
Su madre tenía razón, el terruño estaba en perfectas condiciones, como si no lo hubiese dejado abandonado ni un solo día, Cosme y Tomás habían hecho un gran trabajo. Llevaba ya varias horas trabajando bajo el sol cuando, al parar para beber un poco de agua, vio que a lo lejos se acercaban dos mujeres. Aún estaban demasiado lejos para poder distinguir sus rostros, pero iban bien vestidas, no eran mujeres del pueblo; era evidente que se dirigían hacia donde él se encontraba, por lo que aprovechó la circunstancia para descansar un poco y esperar a que se acercasen. Pocos segundos más tarde descubrió que eran la señorita Montoro y su amiga la señorita Guerra. ¿Qué harían por allí?
- Buenos días, Roberto. – saludó Eugenia cuando llegaron hasta donde él estaba.
- Buenos días, señorita Eugenia, señorita Guerra – saludó a ambas jóvenes.
- Buenos días – dijo Margarita tímidamente. Margarita siempre había sido muy tímida y la presencia de desconocidos la hacía sentirse intimidada, aunque en los últimos tiempos cada vez le sucedía menos.
- ¿Qué las trae por aquí? – preguntó Roberto. Siempre había sentido cariño por Eugenia, de niños habían jugado juntos en multitud de ocasiones, aunque después la vida les llevase por caminos muy distintos; de todos modos estaba al tanto de todo lo que le ocurría gracias a Carmen, que la quería como a una hija. Al ver a aquellas dos mujeres, su pensamiento voló de nuevo a Natalia; las tres eran señoritas de buena familia pero eran muy distintas entre sí, las dos que tenía delante habían sido cuidadas y protegidas por su familia en todo momento mientras que Natalia, su Natalia, se había quedado sola muy pronto… tal vez precisamente por eso eran tan distintas, unas delicadas y desconocedoras de la vida real del mundo y la otra fuerte y comprometida.
Margarita tomó a Eugenia del brazo para animarla a contestar.
- Si… bueno… Roberto… yo… - comenzó Eugenia titubeante –hace semanas que deseaba hablar contigo, pero no he tenido el ánimo suficiente de hacerlo hasta ahora; y creo que ahora también me va a costar…- dijo bajando la voz.
- Yo también quería hablar con usted – prosiguió él. – Quería preguntarle cómo se encontraba después de, bueno ya sabe... - no sabía cómo plantear el tema. Desde el momento en que fue liberado tuvo en mente hablar con ella y preguntarle cómo se encontraba; pero, al principio porque el asalto era muy reciente y no quería volver a enfrentarse a Álvaro innecesariamente, y después porque las cosas se fueron complicando, no había tenido oportunidad de hacerlo.
- Muy bien, gracias. – el hecho de que Roberto se interesase por ella le dio los ánimos necesarios para empezar a hablar - De hecho yo venía a pedirte disculpas por no haber hablado en tu favor cuando estuviste detenido y a darte las gracias por haber capturado a… al señor Villa. Algo me decía que era imposible que fueses tú el asaltante, pero estaba tan nerviosa y asustada que no era capaz siquiera de hablar.
- No importa, todo aquello ya pasó – no podía evitar seguir haciendo comparaciones entre Eugenia y Natalia. Mientras que una entró en estado de shock, la otra se defendió y, desde el primer momento, no solo estuvo dispuesta a ayudar para atrapar a su agresor, sino que fue quien puso en marcha el plan.
Margarita miraba alternativamente a uno y a otra. Eugenia no se había sincerado con nadie sobre aquel tema como lo estaba haciendo con Roberto, ni siquiera con ella. Siempre hablaba con evasivas, sin mirar a los ojos, intentando cambiar de conversación; pero con él se la veía cómoda, demasiado cómoda. Puede que hubiesen sido amigos de niños, pero ya no eran unos niños; ella era una señorita de buena familia y él un jornalero, el líder de los anarquistas de la zona, quien más problemas causaba a su hermano Álvaro.
- También quería darte las gracias por haberlo capturado – el tono de Eugenia se entristeció, le dolía que hubiesen jugado con ella de forma tan cruel, pero más le dolía no haberse dado cuenta.
- Yo no hice nada, fue Natalia… digo, la señorita Reeves, quien lo hizo todo. – el tono de Roberto cambió de pronto, en sus palabras se notaba la admiración que sentía por Natalia - Ella lo planeó y sirvió de cebo además. Es con ella con quien debería de hablar.
- Si, claro, - titubeó Eugenia – lo que ocurre es que casi no la conozco, tan solo la vi el día de la fiesta y no me atrevo a…
- No se preocupe, puede hablar con ella con toda confianza, es muy agradable – dijo Roberto. No solo era agradable, era maravillosa, sencilla, amable, tierna, dulce… la mujer más maravillosa del mundo, o al menos lo era para él.
- Así lo haré. – dijo Eugenia despidiéndose – Roberto, gracias por escucharme y una vez más, siento no haberte ayudado cuando debí.
- No importa, lo comprendo. – dijo él a modo de despedida.
- Adiós, buenos días – se despidió Margarita.
Tan solo se habían alejado unos pasos cuando Eugenia se volvió y, a paso rápido, se acercó de nuevo a Roberto. Se plantó frente a él y le dio un tímido beso en la mejilla.
- Gracias, siento mucho haber sido tan tonta todos estos años; aunque no lo parezca no me he olvidado de que fuimos amigos.
Eugenia volvió corriendo hasta donde estaba Margarita esperándola y juntas se alejaron del lugar. Roberto sonreía mientras se pasaba la mano por el lugar donde Eugenia le había besado. ¡Qué chiquilla! – pensó y volvió de nuevo a su trabajo.
- Eugenia, - le regañó su amiga - ¿por qué has hecho eso? ¿Por qué le has besado? ¿Y si ahora él piensa…?
- ¿Qué? ¿Qué va a pensar Roberto, que me he enamorado de él? – dijo sonriente - No, no te preocupes, no puedo darles ese disgusto a papá y a Álvaro. Uff, Álvaro, no quiero ni pensar en cómo se pondría Álvaro.
- Pero, ¿y él? ¿Y si él se…? – Margarita esta asustada ante la posibilidad de que Eugenia se enredase con aquel jornalero.
- Él no se va a enamorar de mí, – dijo ella tajante – Roberto nunca se enamoraría de una chiquilla caprichosa como yo. Pero tú…
- Ay no, Eugenia, por favor. Lo he pasado muy mal desde que rompí mi compromiso con tu hermano, - explicó – aún no me he recuperado, y… no sé si algún día lo haré. Además, ese jornalero…
- Tranquilízate, solo era una broma; pero no hables así de él, es un buen muchacho y tenéis muchas cosas en común… podríais hablar de Álvaro largo y tendido… - finalizó riéndose.
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¿Qué os ha parecido la conversación agrícola?
#400
18/06/2011 20:03
Ay, Roberta, teía varios framentos pendientes. Me han gustado mucho.
Pero por que le metes a Roberto por lo ojos a Margarita ????
Es que no va a acabar con Natalia ?????
Ay, no nos hagas eso, que esa niña me gusta mucho.
Pero por que le metes a Roberto por lo ojos a Margarita ????
Es que no va a acabar con Natalia ?????
Ay, no nos hagas eso, que esa niña me gusta mucho.