Foro Águila Roja
Confía en mí
#0
05/06/2012 21:17
¡Hola, Aguiluchas!
Vuelvo a colgar este mensaje, porque no sé qué ha pasado. Se ha perdido en el ciberespacio... Je,je,je... Bueno, os decía en el anterior que estoy escribiendo esta historia de Gonzalo y Margarita, que he titulado Confía en mí. Una frase que el Amo dice habitualmente. Al principio pensé en centrarme sólo en el CR, pero después me he picado y como le dije a Mar, iré introduciendo personajes para dar más intensidad a la trama. ¡Jó parezco una guionista de la serie! Je,je,je... Iré colgándola poco a poco. Espero que os guste y que disfrutéis tanto como yo al escribirla. Me he basado en algunas imágenes que nos pusieron de la ansiada 5ª temporada, pero el resto es todo, todito de mi imaginación. A ver si los lionistas se pasan por aquí y cogen algunas ideas... Je,je,je. Bueno, allá va... Besitos y con Dios. MJ.
Ya sé lo que pasó. Hay mucho texto y no lo podía colgar... Bueno, aquí os dejo las primeras líneas. Besitos a tod@s. MJ.
Vuelvo a colgar este mensaje, porque no sé qué ha pasado. Se ha perdido en el ciberespacio... Je,je,je... Bueno, os decía en el anterior que estoy escribiendo esta historia de Gonzalo y Margarita, que he titulado Confía en mí. Una frase que el Amo dice habitualmente. Al principio pensé en centrarme sólo en el CR, pero después me he picado y como le dije a Mar, iré introduciendo personajes para dar más intensidad a la trama. ¡Jó parezco una guionista de la serie! Je,je,je... Iré colgándola poco a poco. Espero que os guste y que disfrutéis tanto como yo al escribirla. Me he basado en algunas imágenes que nos pusieron de la ansiada 5ª temporada, pero el resto es todo, todito de mi imaginación. A ver si los lionistas se pasan por aquí y cogen algunas ideas... Je,je,je. Bueno, allá va... Besitos y con Dios. MJ.
Ya sé lo que pasó. Hay mucho texto y no lo podía colgar... Bueno, aquí os dejo las primeras líneas. Besitos a tod@s. MJ.
#181
27/07/2012 10:12
jajajaja si es que lo de la abeja y la flor se ha comentado tantas veces en el foro que ésta anecdota resulta desternillante, jajaja
#182
29/07/2012 12:48
¡Hola, niñas!
¿Qué tal, guapas?
Montalvina, muchas gracias por tus palabras. Je,je,je,je. Es que Sátur y Alonso se llevan la palma... Ja,ja,ja,ja. La verdad es que me lo pasé pipa recreando esa escena. Los veía a ambos, cada uno por su lado, los dos teniendo la razón y enfadados... Ja,ja,ja. A mí Sátur me encanta -como a casi todo el mundo-, es un personaje con muchos matices con el que puedes hacer muchas cosas tanto cómicas como dramáticas. Ya lo hemos visto en la serie y Javi es genial. En cuanto a Hernán y a Lucre, bueno ya sabemos como son. La pasión los envuelve y no miran las consecuencias de sus actos. Besitos, guapísima. Muakkk.
kaley, pues ya verás cuando escriba unas escenas que tengo en mente... Ja,ja,ja. Por supuesto, el protagonista será Sátur... Je,je,je. Besitos, guapa. Muakkk.
Pronto seguiré colgando, que tengo que tener algo en la reserva... Je,je,je. Besossssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssss... Muakkkkkkkkkkkkkkkkkkkkkk... A más ver. MJ.
¿Qué tal, guapas?
Montalvina, muchas gracias por tus palabras. Je,je,je,je. Es que Sátur y Alonso se llevan la palma... Ja,ja,ja,ja. La verdad es que me lo pasé pipa recreando esa escena. Los veía a ambos, cada uno por su lado, los dos teniendo la razón y enfadados... Ja,ja,ja. A mí Sátur me encanta -como a casi todo el mundo-, es un personaje con muchos matices con el que puedes hacer muchas cosas tanto cómicas como dramáticas. Ya lo hemos visto en la serie y Javi es genial. En cuanto a Hernán y a Lucre, bueno ya sabemos como son. La pasión los envuelve y no miran las consecuencias de sus actos. Besitos, guapísima. Muakkk.
kaley, pues ya verás cuando escriba unas escenas que tengo en mente... Ja,ja,ja. Por supuesto, el protagonista será Sátur... Je,je,je. Besitos, guapa. Muakkk.
Pronto seguiré colgando, que tengo que tener algo en la reserva... Je,je,je. Besossssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssssss... Muakkkkkkkkkkkkkkkkkkkkkk... A más ver. MJ.
#183
30/07/2012 09:10
ja ja ja lo que me he reído... ja ja ja sigue así, sigue...
#184
30/07/2012 09:14
Ésta o se ha ido de vacaciones o está haciendo un cocris pal amo ... jajaja
#185
31/07/2012 18:30
¡Hola, nenis!
Selene, Je,je,je... Es que Sátur es genial y da para mucho... Je,je,je. Besitos, guapa. Muakkkk.
kaley, has adivinado lo que estoy haciendo. Ya tengo "el coqris del Amo" a mano... Acabo de descubrir donde tiene el polen... Ja,ja,ja,ja,ja... Besitos, guapa. Muakkk.
Bueno, os dejo otro poquito. Por cierto, estaré algunos días en paradero desconocido, así que cuando regrese seguiré colgando. Pasadlo bien las que os vais de vacaciones. A más ver. MJ.
Selene, Je,je,je... Es que Sátur es genial y da para mucho... Je,je,je. Besitos, guapa. Muakkkk.
kaley, has adivinado lo que estoy haciendo. Ya tengo "el coqris del Amo" a mano... Acabo de descubrir donde tiene el polen... Ja,ja,ja,ja,ja... Besitos, guapa. Muakkk.
Bueno, os dejo otro poquito. Por cierto, estaré algunos días en paradero desconocido, así que cuando regrese seguiré colgando. Pasadlo bien las que os vais de vacaciones. A más ver. MJ.
#186
31/07/2012 18:31
CONFÍA EN MÍ
La puerta de la casa de Catalina se hallaba semiabierta. Gonzalo llamó, pero nadie le contestó y decidió entrar. Necesitaba hacerle una consulta a Juan de Calatrava, pues un niño de la escuela tenía unos sarpullidos que podían ser contagiosos para los demás. No halló al médico en la consulta; sin embargo, oyó risas y voces en la cocina y allí se dirigió. Vio a Catalina y a Cipri que, abrazados, se besaban apasionadamente. Su primera intención fue irse, pero al girarse cayó un jarrón con flores que estaba encima de un pequeño velador. El tiesto se rompió en mil pedazos. Los amantes salieron de la estancia y, asustados, vieron a Gonzalo que, agachado, trataba de recoger los pedazos rotos.
-Lo siento… -murmuró, mirando a uno y a otro.
-¡Dios mío! –exclamó Cata, ruborizada, al darse cuenta de que su amigo les había descubierto.
Cipriano se quedó en un rincón sin poder decir nada.
-Gonzalo… ¡Qué vergüenza! ¿Qué pensarás de mí? –comenzó a llorar.
Él se puso de pie y la abrazó, comprensivo.
-Catalina, te entiendo. A ti y a Cipri… -Miró al antiguo posadero que, cabizbajo, quería que la tierra se lo tragara en aquel momento-. Sé lo que es querer a alguien y tener que ocultar los sentimientos.
La madrina de su boda le miró a los ojos.
-¿Nos comprendes?
Gonzalo asintió y le sonrió.
-Cipri es viudo y tú…
-Yo estoy casada con Floro y le soy infiel… -Sollozó.
Gonzalo decidió no revelarle lo que sabía en aquel instante. Había pensado en algo que podría poner fin a la situación tan complicada que vivía su vecina, sin tener que dar él ninguna explicación.
-No te preocupes, Catalina. Yo no voy a decir nada.
-Si mi Murillo supiera que su madre es una…
Cipri habló por primera vez:
-Yo tengo la culpa de todo, Gonzalo. Catalina me… Y yo insistí e insistí y…
-Nadie tiene la culpa de enamorarse, Cipri. Nadie. –Le sonrió y después prosiguió-. Tranquilizaos, ya veréis cómo todo se soluciona.
-¿Cómo Gonzalo?
-No tienes ninguna noticia de Floro, ¿verdad?
La madre de Murillo le contestó:
-No, Gonzalo. No sé si llegó a las Américas, si está con otra mujer… No sé nada…
-Es extraño.
-Puede que haya muerto… -musitó Cipri.
La puerta de la casa de Catalina se hallaba semiabierta. Gonzalo llamó, pero nadie le contestó y decidió entrar. Necesitaba hacerle una consulta a Juan de Calatrava, pues un niño de la escuela tenía unos sarpullidos que podían ser contagiosos para los demás. No halló al médico en la consulta; sin embargo, oyó risas y voces en la cocina y allí se dirigió. Vio a Catalina y a Cipri que, abrazados, se besaban apasionadamente. Su primera intención fue irse, pero al girarse cayó un jarrón con flores que estaba encima de un pequeño velador. El tiesto se rompió en mil pedazos. Los amantes salieron de la estancia y, asustados, vieron a Gonzalo que, agachado, trataba de recoger los pedazos rotos.
-Lo siento… -murmuró, mirando a uno y a otro.
-¡Dios mío! –exclamó Cata, ruborizada, al darse cuenta de que su amigo les había descubierto.
Cipriano se quedó en un rincón sin poder decir nada.
-Gonzalo… ¡Qué vergüenza! ¿Qué pensarás de mí? –comenzó a llorar.
Él se puso de pie y la abrazó, comprensivo.
-Catalina, te entiendo. A ti y a Cipri… -Miró al antiguo posadero que, cabizbajo, quería que la tierra se lo tragara en aquel momento-. Sé lo que es querer a alguien y tener que ocultar los sentimientos.
La madrina de su boda le miró a los ojos.
-¿Nos comprendes?
Gonzalo asintió y le sonrió.
-Cipri es viudo y tú…
-Yo estoy casada con Floro y le soy infiel… -Sollozó.
Gonzalo decidió no revelarle lo que sabía en aquel instante. Había pensado en algo que podría poner fin a la situación tan complicada que vivía su vecina, sin tener que dar él ninguna explicación.
-No te preocupes, Catalina. Yo no voy a decir nada.
-Si mi Murillo supiera que su madre es una…
Cipri habló por primera vez:
-Yo tengo la culpa de todo, Gonzalo. Catalina me… Y yo insistí e insistí y…
-Nadie tiene la culpa de enamorarse, Cipri. Nadie. –Le sonrió y después prosiguió-. Tranquilizaos, ya veréis cómo todo se soluciona.
-¿Cómo Gonzalo?
-No tienes ninguna noticia de Floro, ¿verdad?
La madre de Murillo le contestó:
-No, Gonzalo. No sé si llegó a las Américas, si está con otra mujer… No sé nada…
-Es extraño.
-Puede que haya muerto… -musitó Cipri.
#187
31/07/2012 18:31
Catalina y Gonzalo le miraron.
-Lo digo porque Catalina no ha recibido ninguna carta de él y…
-Pero las autoridades me lo hubieran notificado, ¿no? –preguntó Cata nerviosa.
Gonzalo asintió.
-Sí, eso sería lo normal. Sin embargo, a veces las cartas se pierden. Los viajes por mar son muy complicados, surgen tormentas, naufragios…
-Con lo poco que le gustaba a mi Floro el mar… ¡Pobrecillo! –exclamó ella santiguándose.
-Bueno, Catalina, no sabemos si ha sucedido eso. Seamos prudentes y no…
-Tienes razón, Gonzalo. Estoy enterrando a mi marido antes de saber qué ha pasado y dónde está. Lo siento, no sé ni lo que digo.
-Tranquila… -musitó Gonzalo asiéndola por un brazo-. Sólo os pido un poco de prudencia. No me gustaría que te llamaran lo que no eres, ya sabes lo que le ocurrió a Margarita en el pasado, y lo mal que lo pasó por culpa de las malas lenguas.
Catalina asintió.
-No te preocupes, Gonzalo. No visitaré a Catalina en un tiempo –dijo Cipri con gesto triste.
El maestro dio una palmadita en el hombro a su amigo.
-Es lo mejor por ahora.
Ambos asintieron.
-Por cierto… ¿Sabéis dónde está Juan? Tengo que hacerle una consulta y no lo encuentro por ningún lado.
-Seguro que se encuentra en la que fuera mi posada. Ya sabes desde hace un mes no para aquí.
-¿Os ha dicho para qué la ha comprando?
-No. Hay muchos comentarios por el barrio, pero los hombres que trabajan allí no sueltan prenda.
-Qué raro, ¿no? –murmuró Catalina.
-Sí. Bueno, voy a buscarle. A más ver.
-A más ver, Gonzalo y gracias por ser tan comprensivo –habló Catalina sonriéndole.
El marido de Margarita le devolvió la sonrisa y después salió de la casa.
-Lo digo porque Catalina no ha recibido ninguna carta de él y…
-Pero las autoridades me lo hubieran notificado, ¿no? –preguntó Cata nerviosa.
Gonzalo asintió.
-Sí, eso sería lo normal. Sin embargo, a veces las cartas se pierden. Los viajes por mar son muy complicados, surgen tormentas, naufragios…
-Con lo poco que le gustaba a mi Floro el mar… ¡Pobrecillo! –exclamó ella santiguándose.
-Bueno, Catalina, no sabemos si ha sucedido eso. Seamos prudentes y no…
-Tienes razón, Gonzalo. Estoy enterrando a mi marido antes de saber qué ha pasado y dónde está. Lo siento, no sé ni lo que digo.
-Tranquila… -musitó Gonzalo asiéndola por un brazo-. Sólo os pido un poco de prudencia. No me gustaría que te llamaran lo que no eres, ya sabes lo que le ocurrió a Margarita en el pasado, y lo mal que lo pasó por culpa de las malas lenguas.
Catalina asintió.
-No te preocupes, Gonzalo. No visitaré a Catalina en un tiempo –dijo Cipri con gesto triste.
El maestro dio una palmadita en el hombro a su amigo.
-Es lo mejor por ahora.
Ambos asintieron.
-Por cierto… ¿Sabéis dónde está Juan? Tengo que hacerle una consulta y no lo encuentro por ningún lado.
-Seguro que se encuentra en la que fuera mi posada. Ya sabes desde hace un mes no para aquí.
-¿Os ha dicho para qué la ha comprando?
-No. Hay muchos comentarios por el barrio, pero los hombres que trabajan allí no sueltan prenda.
-Qué raro, ¿no? –murmuró Catalina.
-Sí. Bueno, voy a buscarle. A más ver.
-A más ver, Gonzalo y gracias por ser tan comprensivo –habló Catalina sonriéndole.
El marido de Margarita le devolvió la sonrisa y después salió de la casa.
#188
31/07/2012 18:32
Dentro de la antigua posada los sonidos de martillos, clavos y serruchos se confundían con el trasiego de voces y la algarabía del exterior. Gonzalo irrumpió en el establecimiento. Cinco hombres trabajaban sin descanso derribando paredes y construyendo otras con adobe y argamasa. El polvo en suspensión le hizo estornudar.
-¿Quién es usted? –le preguntó el que parecía ser el encargado de la obra.
-Me llamo Gonzalo de Montalvo y estoy buscando a Juan de Calatrava…
La voz del doctor sonó en la parte alta de la que fuera la hospedería de Cipri.
-¡Gonzalo! –Él miró hacia arriba-. Enseguida bajo.
Juan descendió por una escalera que estaba casi terminada. Los dos hombres se miraron. El rostro y las manos del médico estaban manchados de argamasa. Cogió un trapo que estaba por allí y se limpió. Habló:
-Gonzalo, no había tenido la oportunidad de verte y de felicitarte por tu boda… Me alegro por ti y por Margarita, te lo digo en serio.
-Gracias, Juan. ¿Y esto? –le preguntó.
-Estás viendo lo que pronto se convertirá en mi hospital.
-¿Tu hospital?
-Sí. Hace tiempo que me rondaba esa idea por la cabeza y al final me he decidido. Los pobres también enferman y necesitan cuidados médicos.
Gonzalo asintió.
-Me parece una idea excelente, Juan.
-Gracias. –Le sonrió-. Tengo un amigo que estudió conmigo en Salamanca y los dos nos hemos embarcado en este proyecto. Álvaro de Osuna y Alarcón es un noble como yo, pero te aseguro, Gonzalo, que sus principios son muy parecidos a los tuyos y a los míos. Dentro de unos meses, el barrio contará con un hospital donde los enfermos podrán ser atendidos adecuadamente.
-Eres una buena persona, Juan.
-Gracias, Gonzalo. –El médico suspiró y luego le preguntó-: ¿Me necesitas para algo?
-Sí. A un alumno le han salido unos sarpullidos en la piel y temo por los otros niños. Ya sabes la viruela…
-¿Cuándo te has dado cuenta?
-Hace unos días.
-¿Ese niño tiene fiebre, vómitos, dolores abdominales, diarreas…?
-No. Según su madre sólo siente quemazón por todo el cuerpo.
-¿Y los otros niños? ¿También tienen sarpullidos?
-Hasta ahora no. Estoy pendiente de Alonso, de Gabi y de Murillo, pero ellos están bien.
-Creo que ese niño ha comido algo en mal estado y sufre una intoxicación alimentaria. ¿Quieres que le vea esta tarde?
-Sí. Te lo agradecería, Juan.
El médico asintió. Gonzalo carraspeó y señaló la puerta.
-Tengo que irme… Este lugar va a ser muy beneficioso para San Felipe y los barrios colindantes.
-Lo sé.
Se sonrieron.
-A más ver, Juan.
-A más ver, Gonzalo.
Juan de Calatrava vio cómo el esposo de Margarita se iba con paso firme. En ese instante el duque de Velasco y Fonseca sintió que el maestro ya no era su rival. Gonzalo de Montalvo y él podían llegar a ser buenos amigos. “¿Por qué no?”, se dijo. Sonrió y volvió a subir a la planta alta de su futuro hospital.
-¿Quién es usted? –le preguntó el que parecía ser el encargado de la obra.
-Me llamo Gonzalo de Montalvo y estoy buscando a Juan de Calatrava…
La voz del doctor sonó en la parte alta de la que fuera la hospedería de Cipri.
-¡Gonzalo! –Él miró hacia arriba-. Enseguida bajo.
Juan descendió por una escalera que estaba casi terminada. Los dos hombres se miraron. El rostro y las manos del médico estaban manchados de argamasa. Cogió un trapo que estaba por allí y se limpió. Habló:
-Gonzalo, no había tenido la oportunidad de verte y de felicitarte por tu boda… Me alegro por ti y por Margarita, te lo digo en serio.
-Gracias, Juan. ¿Y esto? –le preguntó.
-Estás viendo lo que pronto se convertirá en mi hospital.
-¿Tu hospital?
-Sí. Hace tiempo que me rondaba esa idea por la cabeza y al final me he decidido. Los pobres también enferman y necesitan cuidados médicos.
Gonzalo asintió.
-Me parece una idea excelente, Juan.
-Gracias. –Le sonrió-. Tengo un amigo que estudió conmigo en Salamanca y los dos nos hemos embarcado en este proyecto. Álvaro de Osuna y Alarcón es un noble como yo, pero te aseguro, Gonzalo, que sus principios son muy parecidos a los tuyos y a los míos. Dentro de unos meses, el barrio contará con un hospital donde los enfermos podrán ser atendidos adecuadamente.
-Eres una buena persona, Juan.
-Gracias, Gonzalo. –El médico suspiró y luego le preguntó-: ¿Me necesitas para algo?
-Sí. A un alumno le han salido unos sarpullidos en la piel y temo por los otros niños. Ya sabes la viruela…
-¿Cuándo te has dado cuenta?
-Hace unos días.
-¿Ese niño tiene fiebre, vómitos, dolores abdominales, diarreas…?
-No. Según su madre sólo siente quemazón por todo el cuerpo.
-¿Y los otros niños? ¿También tienen sarpullidos?
-Hasta ahora no. Estoy pendiente de Alonso, de Gabi y de Murillo, pero ellos están bien.
-Creo que ese niño ha comido algo en mal estado y sufre una intoxicación alimentaria. ¿Quieres que le vea esta tarde?
-Sí. Te lo agradecería, Juan.
El médico asintió. Gonzalo carraspeó y señaló la puerta.
-Tengo que irme… Este lugar va a ser muy beneficioso para San Felipe y los barrios colindantes.
-Lo sé.
Se sonrieron.
-A más ver, Juan.
-A más ver, Gonzalo.
Juan de Calatrava vio cómo el esposo de Margarita se iba con paso firme. En ese instante el duque de Velasco y Fonseca sintió que el maestro ya no era su rival. Gonzalo de Montalvo y él podían llegar a ser buenos amigos. “¿Por qué no?”, se dijo. Sonrió y volvió a subir a la planta alta de su futuro hospital.
#189
31/07/2012 18:33
Laura de Montignac se encontraba aquella mañana en el cuarto de estudios del Real Alcázar cuando el rey Felipe IV irrumpió en la habitación donde el heredero de la corona era educado por sus ayas. Ella recogía varios libros y le daba la espalda, así que no se dio cuenta de la presencia del monarca hasta que él habló:
-Vos debéis ser mademoiselle Gaudet, ¿verdad?
Laura apretó la mandíbula y los nudillos de las manos al oír la voz masculina. Sin embargo, al girarse y quedar frente al hombre que más odiaba en la vida, su rostro expresaba serenidad y templanza.
-Así es, majestad… -musitó, haciendo una genuflexión de respeto.
Felipe arqueó las cejas porque aquel tenue acento francés se adentró entre los resquicios de su memoria y trajo al presente otro que creía haber desterrado de su cerebro. El rey de las Españas parpadeó, pero segundos después sonrió y olvidó aquella voz y a su dueña.
-Mi esposa y el cardenal Mendoza hablan maravillas de vos –manifestó, observándola con detenimiento.
Laura le sonrió.
-Es un gran honor para mí oír vuestras palabras, majestad.
-Sé por la reina que mi hijo Carlos os escucha con mucha atención y que os prefiere entre todas sus institutrices.
-El príncipe heredero es un niño muy dulce y sensible, majestad. A veces le cuesta prestar atención, pero estoy segura de que en el futuro dominará los distintos idiomas con los que ahora le hablamos y que aprenderá a asumir su destino con benevolencia y justicia, igual que su regio progenitor.
Felipe le sonrió y dio varios pasos.
-Sois, sin duda, una mujer muy inteligente, mademoiselle Gaudet.
-Gracias, majestad.
-¿Cuánto tiempo hace que entrasteis a servir en la corte?
-Hace dos meses, majestad.
-¿Ya han pasado dos meses? Mi padre siempre decía que el tiempo volaba sin que lo pudiéramos atar a nuestras manos, y que los hombres no lo sabían apreciar.
-Vuestro padre tenía razón, majestad. Los meses, los años pasan tan rápidos que cuando nos damos cuenta la vejez asoma por la ventana de la vida.
-Sí. –Rió-. Lo que ocurre, mademoiselle, es que cuando somos jóvenes todo es maravilloso, al envejecer nos damos cuenta de nuestras limitaciones.
-Así es y…
-¡Lo siento! –exclamó Anabel al entrar en la soleada habitación y encontrar a mademoiselle conversando con el rey. La joven hizo una reverencia y luego permaneció con la vista fija en el encerado suelo.
-¡Vaya, qué tenemos aquí! –profirió Felipe IV-. ¿Quién es esta hermosa criatura?
La mirada de Laura se tornó dura al ver cómo él se acercaba hasta la muchacha y le asía el mentón para contemplarla de cerca.
-Es mi doncella, majestad… -dijo Laura con el corazón latiéndole desbocado.
Anabel alzó la cabeza y sus hermosos ojos azules se reflejaron en los del monarca español. Felipe IV dejó de sonreír. Su rostro demudó por la sorpresa y un nombre, soterrado en las brumas del pasado, fue pronunciado por sus labios.
-Laura…
Apartó la temblorosa mano derecha de la barbilla femenina y sintió que la angustia se incrustaba en sus entrañas. Le dolió la cicatriz que palpitaba en su abdomen. Laura de Montignac parpadeó. “¿Por qué había dicho su nombre al mirar a Anabel?”, se preguntó sin dejar de observar la reacción del padre de sus hijos.
Felipe IV tragó saliva y luego la miró.
-Discúlpeme, mademoiselle. Pero mis obligaciones…
-Sí, majestad. Le comprendo.
Las dos mujeres le hicieron una reverencia. El monarca se dispuso a marcharse, pero antes miró otra vez a la joven criada. En sus ojos se reflejó una inquietud que a Laura no le pasó desapercibida. Él seguía siendo ese hombre de carácter débil y naturaleza atormentada que en el pasado había vendido su alma a la Santa Madre Iglesia de Roma. Sí. Laura de Montignac sonrió. Ya era hora de que Felipe IV, el llamado rey Planeta, comenzara a pagar por todos sus pecados…
Continuará... Besitos a todas. A más ver. MJ.
-Vos debéis ser mademoiselle Gaudet, ¿verdad?
Laura apretó la mandíbula y los nudillos de las manos al oír la voz masculina. Sin embargo, al girarse y quedar frente al hombre que más odiaba en la vida, su rostro expresaba serenidad y templanza.
-Así es, majestad… -musitó, haciendo una genuflexión de respeto.
Felipe arqueó las cejas porque aquel tenue acento francés se adentró entre los resquicios de su memoria y trajo al presente otro que creía haber desterrado de su cerebro. El rey de las Españas parpadeó, pero segundos después sonrió y olvidó aquella voz y a su dueña.
-Mi esposa y el cardenal Mendoza hablan maravillas de vos –manifestó, observándola con detenimiento.
Laura le sonrió.
-Es un gran honor para mí oír vuestras palabras, majestad.
-Sé por la reina que mi hijo Carlos os escucha con mucha atención y que os prefiere entre todas sus institutrices.
-El príncipe heredero es un niño muy dulce y sensible, majestad. A veces le cuesta prestar atención, pero estoy segura de que en el futuro dominará los distintos idiomas con los que ahora le hablamos y que aprenderá a asumir su destino con benevolencia y justicia, igual que su regio progenitor.
Felipe le sonrió y dio varios pasos.
-Sois, sin duda, una mujer muy inteligente, mademoiselle Gaudet.
-Gracias, majestad.
-¿Cuánto tiempo hace que entrasteis a servir en la corte?
-Hace dos meses, majestad.
-¿Ya han pasado dos meses? Mi padre siempre decía que el tiempo volaba sin que lo pudiéramos atar a nuestras manos, y que los hombres no lo sabían apreciar.
-Vuestro padre tenía razón, majestad. Los meses, los años pasan tan rápidos que cuando nos damos cuenta la vejez asoma por la ventana de la vida.
-Sí. –Rió-. Lo que ocurre, mademoiselle, es que cuando somos jóvenes todo es maravilloso, al envejecer nos damos cuenta de nuestras limitaciones.
-Así es y…
-¡Lo siento! –exclamó Anabel al entrar en la soleada habitación y encontrar a mademoiselle conversando con el rey. La joven hizo una reverencia y luego permaneció con la vista fija en el encerado suelo.
-¡Vaya, qué tenemos aquí! –profirió Felipe IV-. ¿Quién es esta hermosa criatura?
La mirada de Laura se tornó dura al ver cómo él se acercaba hasta la muchacha y le asía el mentón para contemplarla de cerca.
-Es mi doncella, majestad… -dijo Laura con el corazón latiéndole desbocado.
Anabel alzó la cabeza y sus hermosos ojos azules se reflejaron en los del monarca español. Felipe IV dejó de sonreír. Su rostro demudó por la sorpresa y un nombre, soterrado en las brumas del pasado, fue pronunciado por sus labios.
-Laura…
Apartó la temblorosa mano derecha de la barbilla femenina y sintió que la angustia se incrustaba en sus entrañas. Le dolió la cicatriz que palpitaba en su abdomen. Laura de Montignac parpadeó. “¿Por qué había dicho su nombre al mirar a Anabel?”, se preguntó sin dejar de observar la reacción del padre de sus hijos.
Felipe IV tragó saliva y luego la miró.
-Discúlpeme, mademoiselle. Pero mis obligaciones…
-Sí, majestad. Le comprendo.
Las dos mujeres le hicieron una reverencia. El monarca se dispuso a marcharse, pero antes miró otra vez a la joven criada. En sus ojos se reflejó una inquietud que a Laura no le pasó desapercibida. Él seguía siendo ese hombre de carácter débil y naturaleza atormentada que en el pasado había vendido su alma a la Santa Madre Iglesia de Roma. Sí. Laura de Montignac sonrió. Ya era hora de que Felipe IV, el llamado rey Planeta, comenzara a pagar por todos sus pecados…
Continuará... Besitos a todas. A más ver. MJ.
#190
31/07/2012 18:52
Muy bien MJ,he de decirte que tus historias están francamente bien,cuando las leo me las creo, parece que estoy en la serie ,ojalá sucedieran de verdad,enhorabuena un beso.
#191
01/08/2012 09:29
Mj, gracias, pensé que nos dejabas ahi con la historia en el aire, gracias por volver y traernos un poquito más.
Genial lo del Hospital, la verdad es que es una brillante idea, alguna vez yo también pensé en ello, pero me parecía dificil de colocarlo en la historia y tu lo has introducido muy bien. Muero de ganas de saber el papel del "socio" de Juan ....
Nuevamente, felicidades y gracias, tu historia es maravillosa, cuando gustes sigue por favor ...
Genial lo del Hospital, la verdad es que es una brillante idea, alguna vez yo también pensé en ello, pero me parecía dificil de colocarlo en la historia y tu lo has introducido muy bien. Muero de ganas de saber el papel del "socio" de Juan ....
Nuevamente, felicidades y gracias, tu historia es maravillosa, cuando gustes sigue por favor ...
#192
13/08/2012 17:23
¡Hola, guapas!
Después de unos días desconectada de Internet y reponiendo pilas... He vueltooooooooooooooooo... Je,je,je.
Buenos, nenis, en primer lugar, muchas gracias a Adoroagonzalo y a Kaley por sus palabras. Es un auténtico placer para mí compartir con vosotras esta historia y si de verdad os sirve para evadiros un rato de los problemas cotidianos, pues me siento más que satisfecha.
Así que sigo colgando... Besitos a todas.
A más ver. MJ.
Después de unos días desconectada de Internet y reponiendo pilas... He vueltooooooooooooooooo... Je,je,je.
Buenos, nenis, en primer lugar, muchas gracias a Adoroagonzalo y a Kaley por sus palabras. Es un auténtico placer para mí compartir con vosotras esta historia y si de verdad os sirve para evadiros un rato de los problemas cotidianos, pues me siento más que satisfecha.
Así que sigo colgando... Besitos a todas.
A más ver. MJ.
#193
13/08/2012 17:24
CONFÍA EN MÍ
Gonzalo se encontraba en la guarida. Había conseguido té negro y tinta china para envejecer la hoja de papel en la que escribiría una revelación que traería dolor y después sosiego al corazón de Catalina. Primero modificó su letra y utilizó faltas ortográficas para que pareciese la escritura de alguien que no sabía escribir bien. Luego envolvió las hojas del té en una gasa e introdujo ésta en un recipiente con agua caliente. Minutos después el agua se tornaba de color rojizo. A continuación, Gonzalo sumergió la hoja en dicha solución. Una hora más tarde la sacó y dejó que se secara durante un día entero.
A la mañana siguiente, Sátur, al que no le había comentado nada, la vio y le preguntó:
-Amo, ¿qué está haciendo usted con ese papel?
El héroe de la Villa suspiró.
-Algo que tenía que haber hecho hace tiempo. Pero no sabía cómo ni encontraba el momento apropiado… De todas formas, la noticia que traerá esta carta va a provocar mucho sufrimiento.
-¿Por qué?
El maestro le miró.
-Porque nadie la espera y la muerte siempre es dolorosa.
-¿La muerte? ¿De quién?
-De Floro.
-¿De…? -Saturno García no pudo continuar. Se sentó en uno de los arcones y se pasó la mano diestra por el mentón.
Pasados unos minutos de total silencio. El criado volvió a hablar:
-Floro… ¿Murió?
-Sí.
-Y Catalina… ¿Ella lo sabe?
-No.
-Pero… ¿Qué pasó? ¿Cuándo? ¿Cómo?
Gonzalo cogió la hoja y comprobó que ya estaba totalmente seca. Aplicó en los bordes del papel la tinta china para simular roturas y miró a su fiel ayudante. Habló:
-¿Recuerdas a la guerrera ninja que contrataron para matar al Águila Roja?
-Pues sí… Pero, ¿qué tiene que ver esa con Floro?
-Ella le asesinó.
-¿Qué esa…? –Aturdido miró a su amo-. ¿Por qué?
-Esa mujer sólo quería llamar mi atención. No pude impedirlo, Sátur. Floro ya había muerto cuando llegué al bosque. Luego le enterré y todos, incluida Catalina, creyeron que él se había ido a las Américas…
-Pero, ¿por qué no dijo la verdad?
-¿Crees que no lo pensé? Pero si la decía hubiera puesto mi identidad al descubierto. –Suspiró-. Cada vez que Murillo o Catalina nombran a Floro siento tanto angustia en mi corazón… -Le volvió a mirar.
-¿Y ahora por qué va a desenterrarle? Si Cata cree que está en Nueva España y…
-Catalina se ha vuelto a enamorar y no es justo que tenga que vivir, ocultando lo que siente.
-¿Qué se ha vuelto a enamorar? ¿De quién?
Gonzalo carraspeó antes de contestar a su amigo.
-Cipri y ella…
-¿Cipri? ¡Madre del Amor Hermoso! –Sátur se levantó del arcón y se llevó las manos a la cabeza-. Pues bien que lo han ocultado porque yo no he sospechao ná de ná…
-¿Me comprendes ahora?
El criado asintió.
-He envejecido esta hoja en la que un alguien explica lo sucedido aquel día.
Sátur se acercó hasta la silla donde su amo estaba sentado.
-Pero esa no es su letra.
-No. La he cambiado y le he puesto errores ortográficos para que sea más creíble.
-¿Y cómo hará para que le llegue a Catalina?
-El cartero vendrá dentro de una semana al barrio. Muchas cartas se quedan olvidadas en las alforjas y se pueden caer a la hora de coger otras…
-Muy bien pensao, amo, muy bien pensao. Aunque la que se va a liar va a ser parda…
-Lo sé, Sátur. Pero si queremos que Catalina y Cipri puedan ser felices en un futuro no queda otro remedio.
-Tendrá que estar un tiempo de luto.
-Sí.
Gonzalo y Sátur se miraron con gesto triste. El criado dio una palmadita en el hombro de su amo.
-¡Pobre Floro! ¡Qué vida más perra le tocó vivir y que muerte más ingrata!
Gonzalo suspiró.
-Floro era una buena persona y un buen amigo… Ya es hora de que su familia le lleve flores a su tumba. Te pido, Sátur, que no le cuentes a nadie esto.
-No se preocupe, amo. Puede confiar en mí.
-Lo sé.
Saturno García y Gonzalo se sonrieron.
Gonzalo se encontraba en la guarida. Había conseguido té negro y tinta china para envejecer la hoja de papel en la que escribiría una revelación que traería dolor y después sosiego al corazón de Catalina. Primero modificó su letra y utilizó faltas ortográficas para que pareciese la escritura de alguien que no sabía escribir bien. Luego envolvió las hojas del té en una gasa e introdujo ésta en un recipiente con agua caliente. Minutos después el agua se tornaba de color rojizo. A continuación, Gonzalo sumergió la hoja en dicha solución. Una hora más tarde la sacó y dejó que se secara durante un día entero.
A la mañana siguiente, Sátur, al que no le había comentado nada, la vio y le preguntó:
-Amo, ¿qué está haciendo usted con ese papel?
El héroe de la Villa suspiró.
-Algo que tenía que haber hecho hace tiempo. Pero no sabía cómo ni encontraba el momento apropiado… De todas formas, la noticia que traerá esta carta va a provocar mucho sufrimiento.
-¿Por qué?
El maestro le miró.
-Porque nadie la espera y la muerte siempre es dolorosa.
-¿La muerte? ¿De quién?
-De Floro.
-¿De…? -Saturno García no pudo continuar. Se sentó en uno de los arcones y se pasó la mano diestra por el mentón.
Pasados unos minutos de total silencio. El criado volvió a hablar:
-Floro… ¿Murió?
-Sí.
-Y Catalina… ¿Ella lo sabe?
-No.
-Pero… ¿Qué pasó? ¿Cuándo? ¿Cómo?
Gonzalo cogió la hoja y comprobó que ya estaba totalmente seca. Aplicó en los bordes del papel la tinta china para simular roturas y miró a su fiel ayudante. Habló:
-¿Recuerdas a la guerrera ninja que contrataron para matar al Águila Roja?
-Pues sí… Pero, ¿qué tiene que ver esa con Floro?
-Ella le asesinó.
-¿Qué esa…? –Aturdido miró a su amo-. ¿Por qué?
-Esa mujer sólo quería llamar mi atención. No pude impedirlo, Sátur. Floro ya había muerto cuando llegué al bosque. Luego le enterré y todos, incluida Catalina, creyeron que él se había ido a las Américas…
-Pero, ¿por qué no dijo la verdad?
-¿Crees que no lo pensé? Pero si la decía hubiera puesto mi identidad al descubierto. –Suspiró-. Cada vez que Murillo o Catalina nombran a Floro siento tanto angustia en mi corazón… -Le volvió a mirar.
-¿Y ahora por qué va a desenterrarle? Si Cata cree que está en Nueva España y…
-Catalina se ha vuelto a enamorar y no es justo que tenga que vivir, ocultando lo que siente.
-¿Qué se ha vuelto a enamorar? ¿De quién?
Gonzalo carraspeó antes de contestar a su amigo.
-Cipri y ella…
-¿Cipri? ¡Madre del Amor Hermoso! –Sátur se levantó del arcón y se llevó las manos a la cabeza-. Pues bien que lo han ocultado porque yo no he sospechao ná de ná…
-¿Me comprendes ahora?
El criado asintió.
-He envejecido esta hoja en la que un alguien explica lo sucedido aquel día.
Sátur se acercó hasta la silla donde su amo estaba sentado.
-Pero esa no es su letra.
-No. La he cambiado y le he puesto errores ortográficos para que sea más creíble.
-¿Y cómo hará para que le llegue a Catalina?
-El cartero vendrá dentro de una semana al barrio. Muchas cartas se quedan olvidadas en las alforjas y se pueden caer a la hora de coger otras…
-Muy bien pensao, amo, muy bien pensao. Aunque la que se va a liar va a ser parda…
-Lo sé, Sátur. Pero si queremos que Catalina y Cipri puedan ser felices en un futuro no queda otro remedio.
-Tendrá que estar un tiempo de luto.
-Sí.
Gonzalo y Sátur se miraron con gesto triste. El criado dio una palmadita en el hombro de su amo.
-¡Pobre Floro! ¡Qué vida más perra le tocó vivir y que muerte más ingrata!
Gonzalo suspiró.
-Floro era una buena persona y un buen amigo… Ya es hora de que su familia le lleve flores a su tumba. Te pido, Sátur, que no le cuentes a nadie esto.
-No se preocupe, amo. Puede confiar en mí.
-Lo sé.
Saturno García y Gonzalo se sonrieron.
#194
13/08/2012 17:25
Luis de Ceballos esperaba, pacientemente, dentro de la iglesia de San Felipe a la persona con la que se había citado. El distinguido caballero pensó que aquel lugar no era el apropiado para el encuentro, pero la nota que había recibido aquella mañana le pedía que acudiera allí y a una hora determinada. El duque de Villalba suspiró hincando las rodillas en el reclinatorio. Miró al Crucificado que presidía el altar y luego observó a las mujeres que esperaban su turno para confesarse. El padre Germán salió de la sacristía y entró en el confesionario. Laura irrumpió en el templo en ese momento. Había aprovechado su día libre en el Palacio Real para acercarse hasta aquel barrio y conversar con Luis. En la iglesia nadie les molestaría y tendrían la tranquilidad suficiente para hablar sin que ninguna persona sospechara de ellos. Laura se paró en la fila donde su amigo se encontraba y se arrodilló a su lado. El duque de Villalba la miró. El rostro femenino, velado por el encaje negro, ocultaba en ese momento todas sus emociones.
-Laura…
-Recuerda, Luis, que ahora me llamo Lorelle.
-Sí, disculpa…
Ella le ofreció su enguantada mano derecha y durante unos segundos Luis la apretó cariñosamente.
-¿Cómo te encuentras en el Real Alcázar?
-Bien.
-¿Has visto al padre de tus hijos?
-Sí. He hablado con él y como te aseguré, no me ha reconocido.
-¿Qué piensas hacer?
-Tú lo sabes, Luis.
-¿Por qué no buscas a tus hijos y te olvidas de la venganza? Laura todo esto es muy peligroso y si ese hombre es tan poderoso como tú me has insinuado…
-No puedo olvidar lo que me hizo, no puedo… -musitó con la voz entrecortada-. En cuanto a mis hijos… Tengo sospechas de quiénes pueden ser. –Suspiró-. Pero no puedo acercarme aún hasta ellos.
-¿Por qué?
Laura le miró y levantó la barbilla con gesto desafiante.
-¿Qué les digo, Luis? Hijos míos, soy vuestra madre y he resucitado…
-¡Por Dios, Laura!
-Ellos han vivido con otras personas y a mí no me recordaran, sobre todo, Gonzalo. Era muy pequeño cuando sucedió aquello… Esperaré el momento adecuado para decirles quién soy.
-¿Y tu hija?
-De ella no sé nada… -susurró, conteniendo las lágrimas-. Agustín se la llevó recién nacida y sólo me dijo que la había dejado en un lugar seguro…
-¿Agustín? ¿Quién era ese hombre?
Laura suspiró. Había llegado el momento de confiarle sus secretos a Luis de Ceballos. Necesitaba su ayuda para desenmascarar a sus enemigos.
-Mi padre tenía un amigo que era franciscano…
-Sí. Fray Ignacio de… ¿Cómo le llamaban? –le preguntó a Laura.
-Borromeo. Fray Ignacio de Borromeo era su nombre. A este sacerdote prudente y servicial le acompañaba un novicio espigado y taciturno que se hacía llamar Agustín de Yeste.
-Le recuerdo. Era muy reservado y nunca te miraba a los ojos.
-Sí. Años después, Agustín entró a formar parte de la orden que custodiaba el secreto de mi familia. Prometió que daría su vida por los Montignac y su linaje… Pero traicionó a mi padre y a los míos…
Luis de Ceballos frunció el ceño, sin comprender lo que Laura le quería decir.
-No…
Laura le hizo un gesto para que la dejara continuar.
-Laura…
-Recuerda, Luis, que ahora me llamo Lorelle.
-Sí, disculpa…
Ella le ofreció su enguantada mano derecha y durante unos segundos Luis la apretó cariñosamente.
-¿Cómo te encuentras en el Real Alcázar?
-Bien.
-¿Has visto al padre de tus hijos?
-Sí. He hablado con él y como te aseguré, no me ha reconocido.
-¿Qué piensas hacer?
-Tú lo sabes, Luis.
-¿Por qué no buscas a tus hijos y te olvidas de la venganza? Laura todo esto es muy peligroso y si ese hombre es tan poderoso como tú me has insinuado…
-No puedo olvidar lo que me hizo, no puedo… -musitó con la voz entrecortada-. En cuanto a mis hijos… Tengo sospechas de quiénes pueden ser. –Suspiró-. Pero no puedo acercarme aún hasta ellos.
-¿Por qué?
Laura le miró y levantó la barbilla con gesto desafiante.
-¿Qué les digo, Luis? Hijos míos, soy vuestra madre y he resucitado…
-¡Por Dios, Laura!
-Ellos han vivido con otras personas y a mí no me recordaran, sobre todo, Gonzalo. Era muy pequeño cuando sucedió aquello… Esperaré el momento adecuado para decirles quién soy.
-¿Y tu hija?
-De ella no sé nada… -susurró, conteniendo las lágrimas-. Agustín se la llevó recién nacida y sólo me dijo que la había dejado en un lugar seguro…
-¿Agustín? ¿Quién era ese hombre?
Laura suspiró. Había llegado el momento de confiarle sus secretos a Luis de Ceballos. Necesitaba su ayuda para desenmascarar a sus enemigos.
-Mi padre tenía un amigo que era franciscano…
-Sí. Fray Ignacio de… ¿Cómo le llamaban? –le preguntó a Laura.
-Borromeo. Fray Ignacio de Borromeo era su nombre. A este sacerdote prudente y servicial le acompañaba un novicio espigado y taciturno que se hacía llamar Agustín de Yeste.
-Le recuerdo. Era muy reservado y nunca te miraba a los ojos.
-Sí. Años después, Agustín entró a formar parte de la orden que custodiaba el secreto de mi familia. Prometió que daría su vida por los Montignac y su linaje… Pero traicionó a mi padre y a los míos…
Luis de Ceballos frunció el ceño, sin comprender lo que Laura le quería decir.
-No…
Laura le hizo un gesto para que la dejara continuar.
#195
13/08/2012 17:26
-Luis lo que ahora te voy a revelar ha provocado guerras, muertes, odios, traiciones… durante siglos.
-Me estás asustando, Laura.
Ella apretó la mano de su amigo y continuó:
-Los Montignac hemos tenido en custodia durante cientos de años una antigua reliquia de la cristiandad.
-¿Qué reliquia?
-El Santo Grial.
Los ojos de Luis de Ceballos se abrieron con desmesura.
-¿El…? Pero si el Cáliz de la Santa Cena jamás fue hallado… Todo eso es una leyenda y…
-Te equivocas, Luis. Existe y yo lo tuve en mis manos, pero hace unos meses un ladrón me lo robó y ahora no sé dónde se puede encontrar… -Suspiró-. Los Hermanos Templarios lo hallaron en Jerusalén y luego lo entregaron a los descendientes de Jesús y de María Magdalena…
-¿Me estás diciendo que los Montignac son…? –No pudo continuar.
Ella asintió. El duque de Villalba tragó saliva. Miró al Crucificado y luego a su amiga.
-Él y tú…
-La Iglesia ocultó a María… La trató como a una mujerzuela, silenció su dolor, maldijo a su descendencia… Y ella fue la esposa de Cristo, Luis. La Magdalena y yo tenemos muchas cosas en común.
Laura miró a su amigo que permanecía con la vista fija en el suelo y en total silencio. Laura comprendió su consternación. Le rozó con ternura la cabeza y Luis de Ceballos reaccionó. Sus pupilas quedaron fijas en las de color miel.
-¿Por qué ese monje os traicionó? –le preguntó con gesto interrogante.
-Porque vendió su alma al diablo… A un hombre que posee un reino poderoso, pero que Dios ha castigado con hijos enfermizos que se mueren al poco de nacer o que no llegan a cumplir los cuatro años…
El duque de Villalba tembló al oír aquella revelación.
-Laura… ¿El…? -No pudo nombrarlo-. ¿El padre de tus hijos es…?
-Sí. Felipe IV, el rey de las Españas.
Luis palideció.
-¿Comprendes ahora mi odio y mis deseos de atormentarle?
-Laura, él es intocable. No puedes…
-Me estás asustando, Laura.
Ella apretó la mano de su amigo y continuó:
-Los Montignac hemos tenido en custodia durante cientos de años una antigua reliquia de la cristiandad.
-¿Qué reliquia?
-El Santo Grial.
Los ojos de Luis de Ceballos se abrieron con desmesura.
-¿El…? Pero si el Cáliz de la Santa Cena jamás fue hallado… Todo eso es una leyenda y…
-Te equivocas, Luis. Existe y yo lo tuve en mis manos, pero hace unos meses un ladrón me lo robó y ahora no sé dónde se puede encontrar… -Suspiró-. Los Hermanos Templarios lo hallaron en Jerusalén y luego lo entregaron a los descendientes de Jesús y de María Magdalena…
-¿Me estás diciendo que los Montignac son…? –No pudo continuar.
Ella asintió. El duque de Villalba tragó saliva. Miró al Crucificado y luego a su amiga.
-Él y tú…
-La Iglesia ocultó a María… La trató como a una mujerzuela, silenció su dolor, maldijo a su descendencia… Y ella fue la esposa de Cristo, Luis. La Magdalena y yo tenemos muchas cosas en común.
Laura miró a su amigo que permanecía con la vista fija en el suelo y en total silencio. Laura comprendió su consternación. Le rozó con ternura la cabeza y Luis de Ceballos reaccionó. Sus pupilas quedaron fijas en las de color miel.
-¿Por qué ese monje os traicionó? –le preguntó con gesto interrogante.
-Porque vendió su alma al diablo… A un hombre que posee un reino poderoso, pero que Dios ha castigado con hijos enfermizos que se mueren al poco de nacer o que no llegan a cumplir los cuatro años…
El duque de Villalba tembló al oír aquella revelación.
-Laura… ¿El…? -No pudo nombrarlo-. ¿El padre de tus hijos es…?
-Sí. Felipe IV, el rey de las Españas.
Luis palideció.
-¿Comprendes ahora mi odio y mis deseos de atormentarle?
-Laura, él es intocable. No puedes…
#196
13/08/2012 17:26
-Ya una vez estuve a punto de matarle.
-¡Dios Santo! –exclamó el hombre llevándose las manos al rostro.
-No te preocupes, Luis. Mi venganza será más sutil… Las palabras, a veces, hacen más daño que la propia muerte…
-Laura… ¿Cómo te dejaste embaucar por él? La reina Isabel de Francia sufría sus infidelidades al igual que la reina Mariana de Habsburgo soporta ahora a sus amantes y a sus bastardos…
-¡Mis hijos no son bastardos, Luis!
-Perdóname… -Le cogió la mano que ella apoyaba en el reclinatorio-. No he querido decir que tus hijos sean…
-Nos enamoramos, Luis, y me desposé con él cuando la reina Isabel murió.
-¿Te casaste? Entonces, el rey es bígamo…
-Así es.
Luis de Ceballos necesitó unos minutos para recuperarse de la impresión. Cuando por fin pudo volver a hablar, le preguntó:
-¿Qué ocurrió para que él os tratara así?
-El cardenal Mendoza entró a formar parte de su servicio personal y descubrió, por culpa de Agustín, mi linaje… -Suspiró-. Felipe y yo nos casamos por amor, al menos eso fue lo que me hizo creer… Hernán y Gonzalo eran muy pequeños y él nos prometió que la corte sabría nuestra existencia meses después de la boda, pero sucedió todo lo contrario. Nos ocultó, nos privó de la libertad, nos convirtió en un secreto de Estado, en sombras… Después, una secta comandada por Mendoza quiso matar a mis hijos y a mí… Agustín lo impidió y yo tuve que fingir mi muerte para salvarles…
-Laura, si ese monje impidió que asesinaran a los niños, quiere decir que os estimaba y que…
La hija de Philippe de Montignac interrumpió a su amigo de la infancia.
-La conciencia y la culpabilidad no le dejaban vivir, Luis. Por eso nos ayudó. Sin embargo, después permitió mi encierro y nunca me dijo dónde estaban mis hijos. Se vendió a él y traicionó al linaje de la Magdalena y a la Hermandad de los Templarios.
-Es horrible todo lo que me estás contando, Laura… Horrible. ¿Y el rey supo que tú y que tus hijos erais descendientes de Jesús y de la Magdalena?
-Sí. El miedo le atenazó y nos dio la espalda…
Luis de Ceballos suspiró. Laura contempló a la anciana que se postraba delante del altar, luego volvió a hablar:
-¡Dios Santo! –exclamó el hombre llevándose las manos al rostro.
-No te preocupes, Luis. Mi venganza será más sutil… Las palabras, a veces, hacen más daño que la propia muerte…
-Laura… ¿Cómo te dejaste embaucar por él? La reina Isabel de Francia sufría sus infidelidades al igual que la reina Mariana de Habsburgo soporta ahora a sus amantes y a sus bastardos…
-¡Mis hijos no son bastardos, Luis!
-Perdóname… -Le cogió la mano que ella apoyaba en el reclinatorio-. No he querido decir que tus hijos sean…
-Nos enamoramos, Luis, y me desposé con él cuando la reina Isabel murió.
-¿Te casaste? Entonces, el rey es bígamo…
-Así es.
Luis de Ceballos necesitó unos minutos para recuperarse de la impresión. Cuando por fin pudo volver a hablar, le preguntó:
-¿Qué ocurrió para que él os tratara así?
-El cardenal Mendoza entró a formar parte de su servicio personal y descubrió, por culpa de Agustín, mi linaje… -Suspiró-. Felipe y yo nos casamos por amor, al menos eso fue lo que me hizo creer… Hernán y Gonzalo eran muy pequeños y él nos prometió que la corte sabría nuestra existencia meses después de la boda, pero sucedió todo lo contrario. Nos ocultó, nos privó de la libertad, nos convirtió en un secreto de Estado, en sombras… Después, una secta comandada por Mendoza quiso matar a mis hijos y a mí… Agustín lo impidió y yo tuve que fingir mi muerte para salvarles…
-Laura, si ese monje impidió que asesinaran a los niños, quiere decir que os estimaba y que…
La hija de Philippe de Montignac interrumpió a su amigo de la infancia.
-La conciencia y la culpabilidad no le dejaban vivir, Luis. Por eso nos ayudó. Sin embargo, después permitió mi encierro y nunca me dijo dónde estaban mis hijos. Se vendió a él y traicionó al linaje de la Magdalena y a la Hermandad de los Templarios.
-Es horrible todo lo que me estás contando, Laura… Horrible. ¿Y el rey supo que tú y que tus hijos erais descendientes de Jesús y de la Magdalena?
-Sí. El miedo le atenazó y nos dio la espalda…
Luis de Ceballos suspiró. Laura contempló a la anciana que se postraba delante del altar, luego volvió a hablar:
#197
13/08/2012 17:27
-Tienes que ayudarme a descubrir la verdadera cara de Mendoza…
El duque de Villalba arqueó las cejas.
-Es un hombre muy poderoso, Laura. Se rumorea que puede ser el próximo Papa y…
-Por eso, Luis. ¿Te imaginas lo que haría sentado en la silla de Pedro? Él dirigía a la Logia y quiso matar a mis hijos. ¡Le detesto!
-Te comprendo, Laura. Pero…
-Escúchame, Luis. Hace muchos años entró a servir en la casa de mi padre un joven criado. No recuerdo su nombre… Pero no he olvidado su libidinosa mirada. Estaba obsesionado conmigo, me vigilaba, se hacía el encontradizo en los pasillos, incluso una noche se atrevió a adentrarse en mis aposentos y me tocó lascivamente… -Luis parpadeó, sorprendido. Ella prosiguió-. Al poco tiempo descubrieron que había robado y lo apresaron…
-Sí, lo recuerdo.
-Nunca volví a ver mi prendedor de plata, aquel que tenía dos mariposas con las alas de esmeraldas y mi libro de oraciones…
-¿Te los robó aquel sirviente?
-Sí, estoy segura de que fue él. Mendoza y aquel criado poseen la misma mirada. Sus ojos, Luis, desnudan el alma y te sientes perdida… Él sabía que yo era la esposa de Felipe IV y también descubrió mi secreto. Por eso se vengó de mí y trató de matar a mis hijos. –Laura asió las manos de su amigo-. Sé que lo que te estoy pidiendo es complicado y que puedes incluso poner en peligro tu vida… -El duque de Villalba la miró con intensidad-. Pero no tengo a nadie más a quién acudir y necesito saber si mis suposiciones son ciertas. Se lo debo a mis hijos, Luis.
Él suspiró.
-Te ayudaré, Laura, pero con una condición… -Laura de Montignac suspiró-. Tienes que prometerme que no atentaras contra la vida del rey.
Ella miró el Presbiterio. Luis apreció un tenue asentimiento de la cabeza femenina. Se puso de pie y ella le emuló. Ambos se santiguaron antes de salir del templo. Laura se desprendió del velo y de los guantes. Cuando salieron al exterior, la intensa luz de aquel caluroso agosto les cegó durante unos segundos. Luego se aferró al brazo que le ofrecía el duque de Villalba. Al girar una esquina se encontraron de frente con Gonzalo de Montalvo y su hijo. El corazón de Laura latió más deprisa.
-Buenos días, mademoiselle Gaudet –le habló el maestro al reconocerla.
-Buenos días, señor Montalvo.
El duque de Villalba arqueó las cejas.
-Es un hombre muy poderoso, Laura. Se rumorea que puede ser el próximo Papa y…
-Por eso, Luis. ¿Te imaginas lo que haría sentado en la silla de Pedro? Él dirigía a la Logia y quiso matar a mis hijos. ¡Le detesto!
-Te comprendo, Laura. Pero…
-Escúchame, Luis. Hace muchos años entró a servir en la casa de mi padre un joven criado. No recuerdo su nombre… Pero no he olvidado su libidinosa mirada. Estaba obsesionado conmigo, me vigilaba, se hacía el encontradizo en los pasillos, incluso una noche se atrevió a adentrarse en mis aposentos y me tocó lascivamente… -Luis parpadeó, sorprendido. Ella prosiguió-. Al poco tiempo descubrieron que había robado y lo apresaron…
-Sí, lo recuerdo.
-Nunca volví a ver mi prendedor de plata, aquel que tenía dos mariposas con las alas de esmeraldas y mi libro de oraciones…
-¿Te los robó aquel sirviente?
-Sí, estoy segura de que fue él. Mendoza y aquel criado poseen la misma mirada. Sus ojos, Luis, desnudan el alma y te sientes perdida… Él sabía que yo era la esposa de Felipe IV y también descubrió mi secreto. Por eso se vengó de mí y trató de matar a mis hijos. –Laura asió las manos de su amigo-. Sé que lo que te estoy pidiendo es complicado y que puedes incluso poner en peligro tu vida… -El duque de Villalba la miró con intensidad-. Pero no tengo a nadie más a quién acudir y necesito saber si mis suposiciones son ciertas. Se lo debo a mis hijos, Luis.
Él suspiró.
-Te ayudaré, Laura, pero con una condición… -Laura de Montignac suspiró-. Tienes que prometerme que no atentaras contra la vida del rey.
Ella miró el Presbiterio. Luis apreció un tenue asentimiento de la cabeza femenina. Se puso de pie y ella le emuló. Ambos se santiguaron antes de salir del templo. Laura se desprendió del velo y de los guantes. Cuando salieron al exterior, la intensa luz de aquel caluroso agosto les cegó durante unos segundos. Luego se aferró al brazo que le ofrecía el duque de Villalba. Al girar una esquina se encontraron de frente con Gonzalo de Montalvo y su hijo. El corazón de Laura latió más deprisa.
-Buenos días, mademoiselle Gaudet –le habló el maestro al reconocerla.
-Buenos días, señor Montalvo.
#198
13/08/2012 17:27
-Gonzalo…
-Está bien, Gonzalo. -La dama le devolvió la sonrisa. Luego miró a Alonso, que la observaba con gesto alegre. Acarició las mejillas de su nieto. Ella ya no tenía ninguna duda al respecto. Aquel niño tenía su sangre y poseía la misma mirada dulce y sincera de su hijo Gonzalo-. ¡Vaya, este jovencito cada día está más alto!
-Sí –dijo Gonzalo alborotando los cabellos de Alonso-. Dentro de nada tendrá mi misma altura.
Luego él miró al hombre que acompañaba a mademoiselle Gaudet. Laura se dio cuenta y habló:
-¡Oh, disculpen mi descortesía! Luis, te presento a Gonzalo de Montalvo, el maestro del barrio de San Felipe. –Después se dirigió a Gonzalo-. Este caballero es don Luis de Ceballos, duque de Villalba, un buen amigo mío. –Le sonrió.
Luis le correspondió y apretó la mano que Gonzalo le ofrecía.
-Encantado.
-El gusto es mío.
-¿Y qué hacen por el barrio?
-Vine a la parroquia a encender unas velas y me encontré con Luis. Hoy libro en mi trabajo.
-¿Usted trabaja?
-Sí. Soy una de las institutrices del heredero de la corona.
-¿Y es retrasado cómo dicen por la Villa? –le preguntó el niño.
-¡Alonso! –Le riñó su padre.
-No, deje que me pregunte. –Le sonrió-. Al príncipe le cuesta un poco entender ciertas cosas, pero eso le ocurre a la mayoría de los niños.
-Pues a mí nunca me ocurrió eso, mademoiselle. ¿Verdad, padre?
Gonzalo y Laura se sonrieron.
-No –le respondió su progenitor.
Ella le acarició de nuevo las mejillas y le dijo:
-Porque eres un niño muy inteligente, Alonso.
El hijo de Gonzalo asintió risueño.
-Gracias, mademoiselle.
-Bueno, tenemos que marcharnos… -comenzó a decir el maestro-. Mi esposa nos espera. Ha sido un placer hablar con usted, mademoiselle Gaudet.
-Lorelle…
-Está bien, Gonzalo. -La dama le devolvió la sonrisa. Luego miró a Alonso, que la observaba con gesto alegre. Acarició las mejillas de su nieto. Ella ya no tenía ninguna duda al respecto. Aquel niño tenía su sangre y poseía la misma mirada dulce y sincera de su hijo Gonzalo-. ¡Vaya, este jovencito cada día está más alto!
-Sí –dijo Gonzalo alborotando los cabellos de Alonso-. Dentro de nada tendrá mi misma altura.
Luego él miró al hombre que acompañaba a mademoiselle Gaudet. Laura se dio cuenta y habló:
-¡Oh, disculpen mi descortesía! Luis, te presento a Gonzalo de Montalvo, el maestro del barrio de San Felipe. –Después se dirigió a Gonzalo-. Este caballero es don Luis de Ceballos, duque de Villalba, un buen amigo mío. –Le sonrió.
Luis le correspondió y apretó la mano que Gonzalo le ofrecía.
-Encantado.
-El gusto es mío.
-¿Y qué hacen por el barrio?
-Vine a la parroquia a encender unas velas y me encontré con Luis. Hoy libro en mi trabajo.
-¿Usted trabaja?
-Sí. Soy una de las institutrices del heredero de la corona.
-¿Y es retrasado cómo dicen por la Villa? –le preguntó el niño.
-¡Alonso! –Le riñó su padre.
-No, deje que me pregunte. –Le sonrió-. Al príncipe le cuesta un poco entender ciertas cosas, pero eso le ocurre a la mayoría de los niños.
-Pues a mí nunca me ocurrió eso, mademoiselle. ¿Verdad, padre?
Gonzalo y Laura se sonrieron.
-No –le respondió su progenitor.
Ella le acarició de nuevo las mejillas y le dijo:
-Porque eres un niño muy inteligente, Alonso.
El hijo de Gonzalo asintió risueño.
-Gracias, mademoiselle.
-Bueno, tenemos que marcharnos… -comenzó a decir el maestro-. Mi esposa nos espera. Ha sido un placer hablar con usted, mademoiselle Gaudet.
-Lorelle…
#199
13/08/2012 17:29
-De acuerdo, Lorelle.
-Para mí también ha sido un placer hablar contigo, Gonzalo.
El maestro besó la mano que ella le ofrecía y dibujó una hermosa sonrisa en sus acaramelados ojos. A continuación, inclinó la cabeza al mirar al acompañante de la dama francesa.
-Adiós… -musitó Alonso.
-Adiós, hijo…
Laura les vio caminar con paso firme por la calle y luego perderse entre la multitud. Luis de Ceballos habló:
-Gonzalo de Montalvo tiene un cierto parecido con Philippe de Montignac y tus mismos ojos…
Laura le miró emocionada.
-Su sonrisa es la misma y sus manos… Sus manos son fuertes, cálidas, protectoras… como las de mi padre. No tengo ninguna duda ya, Luis. Siento que Gonzalo es mi hijo aquí… -Y se señaló el corazón.
-¿Y Hernán Mejías? ¿Estás segura de que él es tu primogénito?
-Sí, lo intuyo. Acercarme a él va a ser más complicado. Hernán es un hombre de carácter adusto, pero tengo la sensación de que oculta su dolor tras una máscara de severidad y de rencor. Mi hijo no ha podido superar lo que nos hicieron… Lo sé, Luis.
-Laura… ¿Y si estás equivocada? ¿Y si ellos no son tus hijos? Es verdad que Gonzalo de Montalvo se parece a tu familia, pero…
Ella asió la mano de su amigo y le dijo:
-El corazón de una madre no se puede confundir, Luis. Además, sería demasiada coincidencia que se llamen igual que mis niños y que hayan estado tan cerca el uno del otro.
-Sus nombres son comunes en la Villa, Laura.
-Tienes razón. Sin embargo, tengo el presentimiento de que Agustín no los mantuvo alejados. –Miró suplicante al duque de Villalba-. Por eso, te pido que también investigues a las familias Montalvo y Mejías…
Luis de Ceballos asintió.
-Lo haré, Laura.
-Eres la mejor persona que he conocido nunca, mon aigle.
Él sonrió y después recorrieron tranquilamente el barrio de San Felipe.
Continuará...
Hoy he colgado un poco más de lo que acostumbro porque os lo mereceis y por la espera... Besitos y a más ver. MJ.
-Para mí también ha sido un placer hablar contigo, Gonzalo.
El maestro besó la mano que ella le ofrecía y dibujó una hermosa sonrisa en sus acaramelados ojos. A continuación, inclinó la cabeza al mirar al acompañante de la dama francesa.
-Adiós… -musitó Alonso.
-Adiós, hijo…
Laura les vio caminar con paso firme por la calle y luego perderse entre la multitud. Luis de Ceballos habló:
-Gonzalo de Montalvo tiene un cierto parecido con Philippe de Montignac y tus mismos ojos…
Laura le miró emocionada.
-Su sonrisa es la misma y sus manos… Sus manos son fuertes, cálidas, protectoras… como las de mi padre. No tengo ninguna duda ya, Luis. Siento que Gonzalo es mi hijo aquí… -Y se señaló el corazón.
-¿Y Hernán Mejías? ¿Estás segura de que él es tu primogénito?
-Sí, lo intuyo. Acercarme a él va a ser más complicado. Hernán es un hombre de carácter adusto, pero tengo la sensación de que oculta su dolor tras una máscara de severidad y de rencor. Mi hijo no ha podido superar lo que nos hicieron… Lo sé, Luis.
-Laura… ¿Y si estás equivocada? ¿Y si ellos no son tus hijos? Es verdad que Gonzalo de Montalvo se parece a tu familia, pero…
Ella asió la mano de su amigo y le dijo:
-El corazón de una madre no se puede confundir, Luis. Además, sería demasiada coincidencia que se llamen igual que mis niños y que hayan estado tan cerca el uno del otro.
-Sus nombres son comunes en la Villa, Laura.
-Tienes razón. Sin embargo, tengo el presentimiento de que Agustín no los mantuvo alejados. –Miró suplicante al duque de Villalba-. Por eso, te pido que también investigues a las familias Montalvo y Mejías…
Luis de Ceballos asintió.
-Lo haré, Laura.
-Eres la mejor persona que he conocido nunca, mon aigle.
Él sonrió y después recorrieron tranquilamente el barrio de San Felipe.
Continuará...
Hoy he colgado un poco más de lo que acostumbro porque os lo mereceis y por la espera... Besitos y a más ver. MJ.
#200
14/08/2012 19:16
MJ, no sabes como me alegra tu regreso, y no es que no quiera que descanses y disfrutes de unos días de vacaciones, es que esta lectura se me hace ya indispensable
Nuevamente gracias y sigo a la espera
Nuevamente gracias y sigo a la espera